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La “polarización asimétrica”

y las razones del crecimiento


de la ultraderecha
15, NOVIEMBRE, 2022

10 Minutos De Lectura

Mauricio Macri y Javier Milei

Por Myriam Bregman (*)

Si bien las dinámicas son distintas por país y por región, la matriz común que explica el
fenómeno del crecimiento de la ultraderecha en el mundo tiene que ver con la crisis del
esquema político que dominó con el neoliberalismo, basada en dos coaliciones o partidos
(una conservadora y otra “progresista”) que compartían lo esencial de las políticas
neoliberales. Este esquema, que en América Latina entró en crisis con el cambio de siglo,
fue puesto en cuestión con la crisis capitalista internacional de 2008, dando lugar a nuevos
fenómenos políticos a izquierda y derecha. En este último caso se ha venido dando una
suerte de “derechización de la derecha”.
Trump copando el Partido Republicano; el paso de los tories británicos al campo del Brexit;
el crecimiento del lepenismo en Francia; Vox en el Estado Español; los Demócratas en
Suecia; ahora Giorgia Meloni en Italia; antes Orban en Hungría; entre otros. Con sus
diferencias estos movimientos comparten un discurso anti inmigrante y demagogia
“soberanista”.

En América Latina, el proceso se agudizó con la pandemia, aunque la llegada al gobierno de


Bolsonaro fue anterior. Kast en Chile, Hernández en Colombia, Milei, Espert y los
“halcones” del PRO en nuestro país. Es una extrema derecha que combina un discurso híper
liberal en lo económico con distintos grados de autoritarismo político y conservadurismo
social, con lazos entre sí, en una suerte de coordinación que fue inicialmente alentada bajo
el gobierno de Trump por Steve Bannon. Aunque la derrota de Bolsonaro en Brasil (en el
marco de la consolidación del bolsonarismo como fuerza política) y de muchos de los
candidatos bendecidos por Trump en la elección de medio término en Estados Unidos ha
puesto límites por el momento a este fenómeno, es relevante tratar de comprender sus
características.

Miryam Bergman

Igualmente, creo que es un error ver que la crisis del “extremo centro” ha tenido y tiene
expresiones solo por derecha. En Europa, el agotamiento de varios partido socialistas debido
a que desde el gobierno aplicaron planes neoliberales al igual que los conservadores llevó al
surgimiento de fenómenos que podríamos llamar “neo reformistas”, como Syriza en Grecia,
Podemos en España o los distintos frentes encabezados por Mélenchon en Francia. En todos
los casos se trata de movimientos que a lo sumo buscan la gestión del capitalismo, con
programas que no van más allá de lo que planteaba tradicionalmente la socialdemocracia
antes del giro “social liberal”.

En América Latina, estamos viendo una segunda


ola o ciclo de gobiernos moderadamente
progresistas, que una vez que llegan al gobierno
rápidamente decepcionan a sus bases debido a
que no buscan ningún tipo de confrontación
con las clases dominantes de la región.
O sea, no creo que haya solo derechización sino más bien un proceso de “polarización
asimétrica”. En nuestro país tampoco hay solo derechización. En la última elección la
tercera fuerza nacional fue el Frente de Izquierda Unidad, con un 25% de los votos con
Alejandro Vilca en Jujuy, resultados de entre el 8 y 10% en los municipios del segundo
cordón bonaerense con Nicolás del Caño, y yo misma fui elegida diputada por la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires con casi un 8% de los votos. En 2021, los descontentos con el
Frente de Todos se abstuvieron o vinieron hacia la izquierda: en PBA no votaron a Espert
sino a Del Caño.

Es verdad que desde entonces la intención de voto de Milei, con muchísimo impulso
mediático y promoción, ha crecido y se ha nacionalizado, pero hay que ver como se termina
de alinear el mapa político.

Creo que hay cierta contradicción entre la derechización del sistema político, algo que
también se expresa en el oficialismo poniendo a Massa como salvador, con las aspiraciones
de la clase trabajadora y los sectores populares, que es recuperar los salarios, que llevan seis
años de caída, y mejorar las condiciones de trabajo y de la vida más en general.

Como señalaba, efectivamente hay lazos y “afinidades electivas” entre las distintas
expresiones de la ultraderecha en el mundo, lo que no significa que todos tengan la misma
política en distintos temas, como expresan por ejemplo las distintas posiciones respecto de
la guerra entre Rusia y Ucrania entre los gobiernos de la derecha polaca, el más firme aliado
de Ucrania en la guerra, y Hungría, con las simpatías de Orban por Putin.
Milei es parte del desarrollo de estas fuerzas de “derecha dura” junto con Espert y los
llamados “halcones” del PRO y Juntos por el Cambio, como Patricia Bullrich, Pichetto o el
propio Macri.

Milei en particular es producto de una combinación de factores: una monumental

instalación mediática que ya lleva varios años y que no se puede subestimar, una

derechización general de la derecha, impulsada continentalmente por Trump y

Bolsonaro, y un descontento con la dirigencia política más general debido al

deterioro generalizado de las condiciones de vida que vienen soportando amplios

sectores de la población.

Así, estos sectores tratan de convencer que el problema son los que están más abajo (como
los inmigrantes en Europa o los que cobran planes sociales en nuestro país) o los que están
al lado y no las clases dominantes. Hacen demagogia de que ellos van a poner “orden” ante
el “caos”, y este discurso puede expandirse en una realidad que para amplios sectores de la
población se muestra como cada vez más invivible.

A esto hay que sumar que ya hace unos años se viene dando una fusión entre dos “familias”
de la derecha, la que expresa el híper liberalismo económico -pero que podía defender
libertades individuales en lo que hace al derecho al aborto o las elecciones de la orientación
sexual- con la conservadora social. Los primeros asumieron como propios los valores
conservadores y con esto pusieron bajo su ala a los sectores evangélicos y del
conservadurismo católico, así como la “familia militar” y la “familia policial” favorable a
cualquier tipo de autoritarismo, en gran parte nostálgica de la dictadura genocida. Entre
quienes votaron y quienes piensan votar a Milei hay un núcleo duro que comparte lo central
de sus ideas muy reaccionarias y otro sector más “blando”, que se identifica en su enojo
hacia la dirigencia política de las dos coaliciones predominantes, que vienen de dos fracasos
políticos con los gobiernos de Macri y Alberto Fernández, pero que no comparte sus valores
ideológicos. Tal es así que sus asesores le han recomendado a Milei que hable solo de
economía porque si dice lo que piensa en otros temas pierde votos, como le pasó cuando
defendió el tráfico de órganos o reclamó ampliar la libertad de portación de armas a los
niveles estadounidenses. Ahora dice que va a voltear la Educación Sexual Integral, cuando
esta es defendida por la gran mayoría de los jóvenes.
Los valores que expresan estos grupos son completamente anti obreros y retrógrados,
favorables a los intereses de los grandes empresarios, que por eso los ven con simpatía.

Por el momento son la extrema derecha de los regímenes neoliberales. Donde

gobernaron o gobiernan hasta el momento no produjeron el salto hacia regímenes

de tipo fascista. Eso no quiere decir que no traten de ir más allá o que avancen en

instalar legislaciones más represivas en los distintos planos de la vida social.

En el caso de Milei por el momento no parece contar con una base militante organizada más
o menos importante, más allá de las redes sociales. La Ucedé de Álvaro Alsogaray, por
ejemplo, sacó en 1989 más de un 7% de los votos, llenó la cancha de River en un acto y
dirigía en la UBA los centros de estudiantes de Ingeniería, Ciencias Económicas, Medicina,
Derecho y Arquitectura. Milei prácticamente no ha presentado listas en ningún centro de
estudiantes. Es decir, la Ucedé tenía una base de militantes y cuadros que no se le ven a
Milei, aunque es cierto que este parece estar logrando captar una base de electorado popular
al que no llegaba Alsogaray y al que no llega tampoco Espert.

Lo que no tengo dudas es que, si la lucha de la clase trabajadora crece, estos sectores son los
primeros en plantear que tienen que intervenir las Fuerzas Armadas, algo que están
tratando de legitimar planteando que hay que cambiar la Ley de Defensa y la Ley de
Seguridad Interior.

Además, con sus discursos contra los “zurdos”, los “planeros”, los inmigrantes, los
“populistas”, crean un caldo de cultivo para que algunos decidan pasar a la acción, como
ocurrió con el atentado contra Cristina Fernández de Kirchner.

Creo que la idea de que la rebeldía se volvió de derecha que se ha venido repitiendo es poco
feliz y que ha favorecido la legitimación de Milei en sectores que no eran afines a sus ideas.
No son rebeldes sino defensores de privilegios, como los del patriarcado o los de los grandes
empresarios. Son la avanzada en generar una ideología que oculta al aumento de la
desigualdad social como causa de los padecimientos de las amplias masas. Consideran
cualquier conquista obrera como un “privilegio” mientras que la ganancia capitalista
siempre es algo legítimo, fomentando una versión extrema de la “teoría del derrame”.

Creo que un elemento positivo que han tenido las tomas de colegios en CABA ha sido
mostrar que los jóvenes que realmente son rebeldes no se han hecho de derecha y que
defienden valores muy distintos a los que pregonan Milei y otros referentes de la extrema
derecha.

Por último, más allá de resultados electorales episódicos, ninguna de las fuerzas del
régimen, que gobiernan para los grandes capitalistas ajustando al pueblo trabajador, puede
dar salida a la crisis y el descontento sobre el que se apoya el crecimiento de la extrema
derecha. Se trata de fortalecer a una izquierda socialista y anticapitalista que luche
consecuentemente por una sociedad sin explotación ni opresión, como la que estamos
construyendo desde el Frente de Izquierda.

(*) Myriam Bregman es abogada y diputada nacional por el PTS – Frente de Izquierda

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