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La ansiedad es una activación normal de nuestro cuerpo ante situaciones que necesitan una
respuesta fácil por nuestra parte. A la vez nos prepara para huir del peligro o luchar contra él.
A continuación hablaremos sobre qué debemos decir y que no debemos decir a una persona
que está sufriendo una crisis de ansiedad.
A pesar de que a ti te pueda parecer una situación rutinaria, que puedes afrontar sin mayores
problemas, la persona con ansiedad no lo sentirá así. El miedo es real y por mucho que se lo
digas, no es tan fácil de que se marche. Más bien es necesario que le reafirmes que estás ahí
para ayudarle y que te mantendrás a su lado.
2. «Cálmate»
La ansiedad no se elige y nadie puede calmarse sólo con que se lo ordenes. Si le das ese tipo de
indicaciones, estás invalidando y desvalorizando sus sentimientos. Si la persona pudiera
calmarse lo haría, ya que nadie elige sentirse así. Nadie quiere sentir ese miedo tan fuerte.
4. «Todo el mundo puede estar estresado (o ansioso), es normal», «Yo también me pongo
nervioso a veces» o «Sé lo que dices (o te comprendo), yo también me he puesto nervioso
cuando… (cualquier actividad o situación)»
Sentirse inquieto, nervioso o estresado no es lo mismo a tener un ataque de pánico ni sentir
ansiedad generalizada. Todos podemos tener cierto grado de ansiedad, pero cuando una
persona tiene un ataque de pánico su ansiedad está por las nubes. La intensidad de la emoción
es muy distinta y los pensamientos también son más irracionales (puede tener miedo a volverse
loco o morir debido a los síntomas aunque no sea una posibilidad).
Es una de las frases que más fácil nos puede salir a todo el mundo. Reconfortar a la otra
persona y tratar de eliminarle ese miedo es una de las reacciones naturales que aparecen en
esas situaciones. No obstante, la persona que está sintiendo ansiedad no tiene la sensación de
que las cosas vayan a ir bien (al contrario) y puede no recibir bien tal frase. Además, nunca
podremos asegurar a una persona que todo va a estar bien.
Aunque es cierto que la ansiedad está influenciada por la interpretación que se hace de la
situación o la realidad, no beneficia que se minimice su temor. Hay un sesgo claro en la
percepción de peligro, pero conviene recordar que no es algo que sea voluntario ni que sea tan
sencillo de cambiar. La ansiedad también tiene un componente biológico importante y las
reacciones o síntomas físicos pueden estar muy automatizados (aparecen sin que uno sea
consciente).
1. «Estoy aquí contigo» o «¿Te ayudaría si estoy a tu lado hasta que se te pase?«
El tener una presencia amiga, que proporcione seguridad en ese momento, puede ayudar a
sentir que uno no está solo pasando por ese mal trago y que tiene a alguien cercano a su lado.
Una de las cosas más importantes es preguntar. Puede que a ti te parezca obvio, pero en
muchas ocasiones tratamos de ayudar sin saber qué es lo que necesita esa persona. La
ansiedad puede mostrarse y expresarse en situaciones muy dispares y las necesidades pueden
ser distintas. En ocasiones puede necesitar distraerse hablando contigo o en otras estar un rato
tranquila descansando. Al hacer una pregunta abierta estás demostrando amabilidad e interés
por sus necesidades.
3. «Vamos a un sitio tranquilo a (caminar, hablar…)«
Cuando uno siente tanta ansiedad, no quiere ruidos, ni estar rodeado de mucha gente o en
medio de un alboroto. De hecho, es probable que si está teniendo mucha ansiedad, después
necesite descansar porque estará exhausto. Un ataque de ansiedad puede dejar literalmente
agotada a la persona, con dolores de cabeza, molestias digestivas u otros síntomas físicos. Ir a
un sitio tranquilo, charlar un rato o caminar puede ser de utilidad para que el nivel de activación
se reduzca.
Una de las necesidades que en general podemos tener es el apoyo social. El poder hablar con
amigos o amigas sobre cómo nos sentimos puede ser imprescindible. Tener a un amigo/a de
confianza, en el que la persona con ansiedad sabe que puede acudir cuando lo necesite, puede
ejercer un efecto beneficioso sobre la ansiedad (y otras dificultades como la depresión). Hablar y
compartir tiene un efecto positivo sobre la salud mental.
Validar lo que la otra persona está sintiendo o pensando es una herramienta muy valiosa para
todo el mundo. Por mucho que los pensamientos o las emociones sean irracionales en esos
momentos, la experiencia es real y puede llegar a ser aterradora en un ataque de pánico. Luego,
puede haber preocupaciones que, aunque parezcan triviales, la persona las vive con mucha
intensidad y llegan a ser constantes durante mucho tiempo. Por eso son importantes y no son
ninguna tontería. Hay que valorarlas y buscar una solución. Entre ellas puede estar el motivar a
la persona a que busque ayuda profesional.
6. En caso de que la persona esté teniendo un ataque de pánico, puedes decirle cosas
como:
«Es normal que sientas miedo, son sensaciones desagradables, pero no son peligrosas y se
pasarán»
Y sobretodo, ponte frente a esa persona, respira lento y profundo para que te siga y cuando
notes que si respiración es relajada, hazla contar hasta 10 contigo.