Está en la página 1de 9

Discusión teórica de Investigación Social

“Las representaciones sociales que construyen las y los sujetos trans de la Organización de
Transexuales por la Dignidad de la Diversidad en torno al Género”.

Nicole Peña Farías

Taller de Tesis I

Docente: Adela Börk Vega.

Escuela de Trabajo Social

PUCV

Primavera 2014.
Presentación

El presente documento tiene como principal objetivo desarrollar una discusión teórica en torno al objeto de estudio,
el cual se constituye como “Las Representaciones Sociales que construyen las y los sujetos trans de la Organización de
Transexuales por la Dignidad de la Diversidad, en torno al Género”.

Reconociendo los principales conceptos que articulan la investigación, y relevando el carácter científico de la misma,
se profundizará en las construcciones teóricas, a fin de evidenciar cómo se está pensando “científicamente” el objeto
de investigación desde las investigadoras. En un primer apartado se expondrán las concepciones teóricas y
conceptuales respecto a las Representaciones Sociales, concepto que actuará como eje teórico-analítico de la presente
investigación; para luego dar cabida a los conceptos articuladores de la misma: el Género y lo Trans, refiriendo
específicamente a los conceptos teóricos de Transexualidad y Transgeneridad.

Es preciso mencionar que las Representaciones Sociales será el gran contenedor, y actuará en este documento como el
lente por medio del cual podrán ser leídos tanto el género como lo trans. Así, en las siguientes páginas se buscará
rescatar el aporte de la Teoría de las Representaciones Sociales a la investigación, articulando algunos conceptos de
ésta, con el objeto de investigación.

¿Por qué las Representaciones Sociales?

Al comenzar esta discusión teórica se vuelve relevante remitir a la pregunta ¿por qué las representaciones sociales?. La
revisión del Estado de Arte del fenómeno de interés, permitió advertir que las investigaciones realizadas en los
últimos 10 años desde el ámbito de las ciencias sociales, se han centrado mayoritariamente en comprender las formas
de vida de las y los sujetos trans, buscando conocer más a fondo qué es ser trans en un contexto normado por el
Género, que en el caso de la sociedad occidental admite y legitima únicamente la dicotomía hombre-masculino y
mujer-femenina. Desde este punto de vista, los estudios revisados han puesto especial énfasis a la discriminación que
experimentan estos sujetos, que de una u otra forma tensionan la dicotomía sexo-género, evidenciando lo difícil que
conlleva el ser y asumirse como trans en una sociedad como la nuestra.

De este modo, si bien muchos estudios exponen como conclusión la necesidad de abrirse a nuevas formas de pensar
el género en pos de una sociedad que respete la diversidad y las distintas formas de autoconcebirse, no se han
encontrado investigaciones que ahonden en aquellas “ideas” o “visiones” que estos sujetos poseen respecto a algo que
parece estar a la base de todo este fenómeno: el Género. A ello se suma que desde la aproximación empírica que se ha
tenido a los sujetos de estudio1- quienes sienten discordancia entre el sexo biológico y el género asignado- se advierten
una serie de formas de experimentar la sexualidad, que se traducen en tensiones respecto a la noción de Género
predominante, lo que lleva a pensar que podrían existir formas nuevas o distintas de concebir este constructo,
orientándose así el interés investigativo por querer acceder al conocimiento construido por este grupo social respecto
al Género.

Contemplando nociones que pudieran permitir el acceso a reconocer tanto elementos estructurales como subjetivos
presentes en dichas “visiones” o “ideas”, se llega al concepto de representación. En un primer momento se revisó el
concepto de Representación Colectiva propuesto desde el campo de la sociología por Durkheim, el cual parecía tener
sentido al plantear que las representaciones son “formas de conciencia impuestas por la sociedad a los individuos”2, no obstante

1 Se ha podido acceder a conversaciones con socias del Sindicato Afrodita (Valparaíso) y participantes de la Organización de Transexuales por la
Dignidad de la Diversidad (Santiago).
2 Moñivas, A. (1994). Epistemología y Representaciones Sociales: Concepto y teoría. Universidad Complutense de Madrid. Rev. de Psicología

Gral. y Aplic., Vol. 47 n°4, pp.409-419.

2
el profundizar en la teoría de las representaciones sociales de Moscovici, permitió a las investigadoras dilucidar un
concepto mucho más pertinente, el cual además de rescatar los elementos sociales en la construcción representacional,
se aparta de la concepción coercitiva de Durkheim, resaltando la capacidad que tiene el sujeto para generar su propia
construcción respecto al mundo. Desde este punto de vista los sujetos no son consumidores pasivos de
representaciones, sino que las fabrican, las transforman, las reconstruyen y las transmiten en un proceso dialéctico
entre realidad objetiva y subjetiva. Esto adquiere sentido, al advertir que la noción y vivencia de lo trans a partir del
Estado del Arte y la conversación con algunos sujetos, se encuentra marcada por elementos que dejan entrever a un
sujeto activo, altamente politizado, y con una capacidad creadora y reivindicativa3, imposible de pasar por alto.

*****

Respecto al origen de las Representaciones Sociales, se puede referir que en un primer momento estas surgen como
un concepto, para posteriormente, desde la psicología social, esbozarse y configurarse como teoría por parte de su
precursor: Serge Moscovici. Es importante señalar, que esta concepción nace en un contexto en donde primaba una
fuerte preocupación por romper con la lectura conductista que se hacía respecto del comportamiento de los seres
humanos, enfocada en relevar el componente biológico, que en gran medida, totalizaba la comprensión de los
individuos.

Para una aproximación más rigurosa se puede hacer referencia a algunas definiciones planteadas, desde la
conceptualización de las mismas. Así, Moscovici (1973) entiende las Representaciones Sociales como “sistemas
cognitivos que tienen una lógica y un lenguaje propios, y que no son simples “opiniones sobre”, o “imágenes de” o “actitudes hacia”, sino
“teorías sui géneris”, destinadas a descubrir la realidad y su ordenación[…] Sistema(s) de valores, ideas y prácticas con dos funciones
dobles: primero, establecen un orden que capacita a los individuos para orientarse en su mundo material y social y dominarlo, y segundo,
hacen posible la comunicación para tomar parte entre los miembros de una comunidad proveyéndoles de un código para el intercambio social
y de un código para nombrar y clasificar de manera unívoca los diversos aspectos de su mundo y de su historia individual y de grupo”
(Moñivas,1994, p.411)4 .

De forma complementaria, Denise Jodelet (1986) sostiene que una representación social es “una manera de interpretar y
de pensar nuestra realidad cotidiana, una forma de conocimiento social. Y correlativamente, la actividad mental desplegada por los
individuos y grupos a fin de fijar su posición en relación con situaciones, acontecimientos, objetos y comunicaciones que les conciernen”
(p.473). Siguiendo esta última idea planteada por la autora, Moscovici (1979) también dirá que “las representaciones
sociales son una preparación para la acción”, en cuanto guían y orientan las actitudes que asumen los grupos frente a
determinado objeto de representación. De este modo, las representaciones sociales ayudan a interpretar la realidad y
determinar el comportamiento de los miembros de un grupo en su entorno social.

Junto a lo anteriormente señalado, ambos autores sostienen que las representaciones sociales se constituyen como
formas de conocimientos que poseen las y los sujetos enmarcados dentro de un contexto social determinado, lo que
de alguna forma se establece como conocimientos o saberes específicos, que no pertenecen o no son producidos
únicamente por el sujeto de forma individual, sino que dan cuenta de saberes colectivos y compartidos. De allí, que la
representación adquiere un carácter social en la medida en que es compartida por los grupos, a través de la
comunicación e interacción, y en cuanto orientan las acciones de las y los sujetos que los componen. Es decir, los

3 Al respecto, se puede mencionar que dicho poder creador y reivindicativo llega incluso a superar los límites del idioma, al querer quebrar con el
lenguaje generizado, que contempla palabras categorizadas como femeninas (terminadas en “a”) y masculinas (terminadas en “o”),
incorporando a su habla la terminación “e”. Por ejemplo: Este chique es buen amigue.

4Moñivas, A. (1994). Epistemología y Representaciones Sociales: Concepto y teoría. Universidad Complutense de Madrid. Rev. de Psicología
Gral. y Aplic., Vol. 47 n°4, pp.409-419.

3
sujetos construyen y constituyen representaciones que corresponden a una construcción simbólica de un objeto
determinado, que alcanza el status de objetividad por medio del discurso y de la práctica de los sujetos.

De acuerdo a dicho planteamiento, las representaciones sociales podrían ser consideradas como proceso y producto.
Como proceso que configura la realidad social y la construcción del objeto que representa, y como producto en
cuanto se entiende como el conjunto de creencias, valores y conocimientos compartido por un grupo social
determinado.

Para profundizar más en esta idea que articula lo psicológico y lo social, se vuelve preciso remitir a los procesos de la
dinámica de las representaciones sociales, en donde desde esta perspectiva teórica, se definen dos procesos que
advierten cómo lo social transforma un conocimiento en representación, y como ésta transforma lo social. Se plantea
el proceso de objetivación, explicado desde el componente psicológico; y el proceso de anclaje, explicado a través de
lo social. Con ello es importante señalar que ambos procesos son interdependientes entre sí.

Respecto al proceso de Objetivación, Jodelet (1986) lo define como una “operación formada de imagen y estructurante, en
concordancia con lo sostenido por Moscovici (1976) quien señala que objetivizar es reabsorber un exceso de
significados materializándolos. Los autores señalan dentro de este proceso, diversas fases como lo es la selección y
descontextualización de los elementos de la teoría, en donde las informaciones se separan del campo científico al que
pertenecen, y son apropiadas por los grupos sociales, que, al proyectarlas como hechos de su propio universo,
consiguen dominarlas; la formación de un “núcleo figurativo”, en donde la estructura de imagen reproducirá de manera
visible la estructura conceptual; y la etapa de naturalización, en la cual las figuras, elementos del pensamiento, se
convierten en elementos de la realidad, referentes para el concepto, adquiriendo el núcleo figurativo, un status de
evidencia (Jodelet, p.482-483).

Por otra parte, se vuelve relevante referir también al proceso de anclaje, ya que este incorpora o se desenvuelve dentro
de lo que los autores denominan lo social, en palabras simples, el anclaje puede concebirse como el enraizamiento
social de la representación y de su objeto.

Jodelet se refiere al anclaje como “la integración cognitiva del objeto representado dentro del sistema de pensamiento preexistente y
las transformaciones derivadas de este sistema, tanto de una parte como de otra… Se trata de la inserción orgánica del conocimiento dentro
de un pensamiento constituido”. (Jodelet 1986). Por otro lado Moscovici (Mora, 2002) plantea que “el anclaje hace visible la
manera en que contribuyen a modelar las relaciones sociales y también cómo se expresan”, por lo que resulta importante tener en
cuenta el carácter dual de las representaciones sociales, específicamente cuando se señala al anclaje como
enraizamiento en el proceso de pensamiento. Esta dualidad plantea, por una parte la disposición de las y los sujetos a
la rigidez o “permanente” del pensamiento elaborado, y por otra, a la modificación a la que alude Moscovici al
plantear que contribuyen a modelar las relaciones sociales desde la disposición innovadora o “moviente”.

Así también, el estudio de las representaciones sociales supone identificar la organización y estructura interna de las
mismas, por lo que es menester tener en cuenta que toda representación posee un contenido, una actitud, y un campo
de representación.

Moscovici en Mora (2002) señala que la dimensión de información refiere a la organización o suma de conocimientos
disponibles que sostiene un grupo acerca de la persona, idea u objeto de representación, agregando que esta
dimensión conduce necesariamente a la riqueza de datos o explicaciones que sobre la realidad se forman los
individuos en sus relaciones cotidianas; en cuanto a la dimensión de actitud, tiene como principal característica la
disposición favorable o desfavorable que posee un sujeto hacia el objeto de la representación, y expresa por lo tanto
la orientación evaluativa en relación a ese objeto, lo que conlleva que a partir de la información obtenida sobre el

4
objeto de representación, se adopta una postura y se ejercen acciones; y la tercera dimensión, corresponde a la
dimensión de campo de la representación, en la cual se realiza la ordenación y jerarquización interna de los elementos de
representación, la cual varía de grupo en grupo e inclusive al interior del mismo grupo.

Dichas dimensiones permiten caracterizar las representaciones sociales, las cuales siempre aluden a algo y a alguien
(Jodelet, 1986, p.475), en este caso las representaciones que busca conocer la presente investigación son aquellas
referidas al Género.

El concepto de Género, desde el campo de las ciencias sociales, surge a mediados del siglo XX, acuñado por la Teoría
de Género, que viene a cuestionar la relación directa entre ser mujer y llegar hacerlo, proporcionado un
desplazamiento epistemológico respecto a las ideas esencialistas de la diferenciación entre hombres y mujeres que
sostienen el biodeterminismo de los sujetos. “No se nace mujer, llega una a serlo” (S. de Beauvoir, 1949)5.

Para Marta Lamas (2000)6 el género se define como “el conjunto de ideas, representaciones, prácticas y prescripciones sociales que
una cultura desarrolla desde la diferencia anatómica entre mujeres y hombres para simbolizar y construir socialmente lo que es propio de los
hombres (lo masculino) y lo propio de las mujeres (lo femenino)”. Género pasa a ser una forma de denotar las "construcciones
culturales", la creación totalmente social de ideas sobre los roles apropiados para mujeres y hombres. Es una forma de
referirse a los orígenes exclusivamente sociales de las identidades subjetivas de hombres y mujeres. Género es, según
esta definición, una categoría social impuesta sobre un cuerpo sexuado (Joan W. Scott, 1996)7.

Dentro de la Teoría de Género, Gayle Rubin (1986) 8 desarrolla el concepto de “sistema sexo-género” refiriéndose al
“conjunto de disposiciones por el que una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana y en el que se
satisfacen esas necesidades humanas transformadas”, a lo que De Barbieri (1993) , interpretando a Rubin agrega que “los
sistemas sexo/género son conjuntos de prácticas, símbolos, representaciones, normas y valores sociales que las sociedades elaboran a partir de
la diferencia sexual anátomo-fisiológica y que dan sentido a la satisfacción de los impulsos sexuales, a la reproducción de la especie humana
y en general al relacionamiento entre las personas”.

A partir de estas definiciones es posible advertir la importancia que socialmente se le otorga a lo biológico, en tanto
elemento determinista del comportamiento, la sexualidad y la identidad futura de las y los sujetos, en cuanto el género
que sea asignado, dependerá exclusivamente del cuerpo y específicamente de la genitalidad con que se haya nacido.
Dicha asignación, tal como puede deducirse, remite a una idea normativa del género. Gale Rubin (1986), dentro de sus
premisas acerca del sistema sexo-género desarrolla el concepto de heteronormatividad, el cual asume como verdad la
diferencia sexual dimórfica, la cual postula la existencia de dos sexos opuestos y complementarios; el esencialismo
biológico, que releva que las funciones de macho y hembra son esencialmente diferentes (roles de género); y la
relación de mimetismo entre el sexo y el género, reconociendo únicamente la dicotomía: mujer-femenina y hombre-
masculino. Con ello, toda noción que en la sociedad occidental, escape a esta normatividad, suele ser considerada
socialmente- a partir la influencia moral y religiosa- como “anormal” e “incorrecta”.

Así también, bajo estos conceptos es posible establecer que el género otorga atributos diferenciados (y
diferenciadores) para hombres y mujeres, los cuales son aprehendidos durante el desarrollo de la vida de los sujetos
por medio de los procesos de socialización. Además se advierte que estos no son universales, sino que se inscriben
dentro de contextos y espacios determinados. Así, los llamados “comportamientos femeninos o masculinos” no son

5 Beauvoir, S. (1995). El segundo sexo 2. La experiencia vivida. (1949). Alianza, Siglo Veinte, 6ta. Edición.
6 Lamas, M. (2000). Diferencias de sexo, género y diferencia sexual. Rev. Cuicuilco, N° 18, pp. 1-24.
7 Scott, Joan (1996) El género: una categoría útil para el análisis histórico. En: M. Lamas (comp) El género: la construcción cultural de la

diferencia sexual (pp.265-302) México, PUEG.


8 Rubin, G. (1986). El tráfico de mujeres: Notas sobre la "economía política" del sexo. Nueva Antropología, Vol.8, nº30.

5
“naturales”, sino que son nociones atribuidas desde la matriz cultural donde están insertos los sujetos. Resulta
importante entonces, dejar de manifiesto que el género es una construcción que se desarrolla desde la diferencia física
entre hombres y mujeres, pero que remite a una producción cultural propia de la actividad humana.

No perdiendo de vista que el concepto de Representaciones Sociales actúa en este documento como guía de la
discusión teórica, podría articularse con la noción de Género predominante, en cuanto éste puede ser leído como una
forma de representación social, haciendo una suerte de lineamiento entre los procesos de objetivación y anclaje de la
representación social, y el de socialización del género, en cuanto por medio de estos mecanismos se internaliza la
realidad social “enraizada” y se objetiva, identificándose en ello componentes tanto sociales como psicológicos. Ello,
puesto que, a través de la idea de género que prima en la sociedad occidental, se hace visible la forma en que los
sujetos se conciben y se relacionan socialmente. Como ya hemos enunciado con anterioridad, el Género se asigna
desde el momento del nacimiento, y es socializado por medio de pautas de comportamientos y roles que
corresponderían diferenciadamente a hombres y mujeres, teniendo un carácter jerarquizador de los sexos. Así, a partir
de las representaciones que se tiene respecto al Género, el sujeto individual se comprende, se posiciona y se relaciona
con la realidad social.

Ahora bien, se puede advertir además, que ambos términos (representaciones sociales y género) remiten a la idea de
construcción. Respecto a ello se puede señalar que cada sociedad construiría representaciones sociales diversas
respecto al género, así existen culturas en donde el género se comprende de una manera mucho más amplia, fuera de
los parámetros de lo femenino y lo masculino9, aceptando la confluencia de estos dos tipos de género sin distinciones
entre sexos, o bien incorporando la idea de un tercer género. Pero dichas representaciones, no sólo varían en
sociedades distintas, sino que pueden variar de acuerdo a los grupos sociales que la integran; en este caso los trans, que
a partir de su experiencia como tal, podrían estar construyendo representaciones en torno al género que difieran a las
nociones que priman socialmente.

La necesidad de abordar y relevar el concepto de Género en esta discusión teórica, tiene relación con la manera de
cómo se está haciendo la lectura del objeto de investigación. Con ello se busca rescatar, la normatividad que éste
conlleva, y el peso que ésta tiene en quienes sienten y/o manifiestan no encajar en el orden dicotómico que éste
impone (en este caso, los sujetos trans); y por otra se rescata el carácter sociocultural del género, en cuanto las
atribuciones que culturalmente se dan en occidente respecto al ser mujer-femenina u hombre- masculino, en cuanto
construcciones, son factibles de ser modificadas, y por tanto pensadas de modo diferente.

Así, el lente de las representaciones sociales permite considerar el género como consecuencia de la interacción social,
pero además puede relevarse el contexto social e histórico en el que éste tiene lugar 10, permitiendo acceder al sentido
común anclado a través de objetivaciones de imágenes y prácticas en torno al género que posee tanto el sujeto
individual como el grupo social trans, en este caso, quienes participan de la Organización de Transexuales por la
Dignidad de la Diversidad (OTD).

Siguiendo con este ejercicio, a continuación se hace referencia a las visiones que teóricamente existen en torno a lo
trans, y a la forma en que las investigadoras conciben a los sujetos de estudio.

9 Al respecto se pueden citar a los hijras o eunucos de la India y Pakistán, a los fa'afafine de Samoa, los mahu de Hawái, los muxe zapotecas de
México, las kathoey de Tailandia y las vírgenes juramentadas de los Balcanes, entre otras culturas que transgreden la noción de género
heteronormativo que prima en occidente.
10 Respecto al contexto social e histórico es posible remitir a la expansión que actualmente tienen las ideas pro diversidad en Chile, donde si

bien no es posible hablar en término generales de una sociedad inclusiva y no discriminadora, existen avances observables en materia política y
legislativa que muestran un escenario distinto al que había hace algunas décadas atrás, lo cual de una u otra forma influiría en las
representaciones sociales construidas por las y los sujetos trans.

6
Tal como se expuso en el documento de Estado del Arte, es posible distinguir dos grandes líneas teóricas respecto al
fenómeno Trans, específicamente respecto a la transexualidad y la transgeneridad. Por un lado una Perspectiva
Naturalista, sostenida desde el ámbito de la medicina y la psicología clásica; y por otro, planteamientos que aluden a
una Perspectiva Antropológica, acuñada desde el campo de las ciencias sociales, específicamente desde la antropología
social, la sociología, y la psicología contemporánea.

Respecto a los conceptos Transexualidad y Transgeneridad, es preciso señalar en primer lugar, que existe bastante
ambigüedad conceptual en torno ellos, comprendiéndose muchas veces una como contenedora de la otra y otras
tantas como sinónimos, por lo que en términos de la investigación en curso se ha optado por considerar la
terminología “trans” para remitir tanto a transexuales como a transgéneros, entendiendo con ello a sujetos que
experimentan una incongruencia entre su sexo biológico y su identidad de género, y suelen realizarse modificaciones
corporales hacia el sexo al que sienten “pertenecer”, confluyendo este apelativo con la manera en que se denominan
los sujetos de la OTD. No obstante, apelando a la pertinencia, para efectos de esta discusión, se contemplarán los
conceptos teóricos transexualidad y transgeneridad tal como se utilizan desde las distintas perspectivas que se
plantearán.

La perspectiva teórica naturalista, surgida desde el campo médico-clínico a finales del siglo XIX, introduce el término
transexualidad en el ámbito científico, para designar aquellas personas que manifiestan incongruencia entre el sexo
biológico y su identidad de género.

Una gran cantidad de estudios realizados desde la medicina y la psicología - entre quienes destacan David Cauldwell
(1949), Harry Benjamin (1953), NormanM. Fisk (1973), Kohlberg (1975), Dick Swaab (1995), por mencionar sólo
algunos-, llevan a considerar la transexualidad como una patología, cuya “solución” estaría puesta en la psicoterapia
(en aquellos casos detectados precozmente), y en la intervención psiquiátrica que diagnosticaría un Trastorno de la
Identidad Sexual o “Disforia de género” a quienes presentan dicha divergencia, así como también en la modificación
al cuerpo y genitalidad para lograr congruencia.

Desde esta mirada teórica se sostiene una correlación con la heteronormatividad de género, en cuanto la identidad de
género se estima como algo innato, que aparece desde el nacimiento y va íntimamente ligado a las características del
sexo biológico, otorgándole un rol fundamental a la biología respecto al funcionamiento y formación del individuo.
Considerándose la transexualidad como un “error” de la naturaleza necesario de ser corregido, en tanto se sostiene
que “todo lo que no refiera a esta división natural se corresponderá con una mutación o aberración de la naturaleza, cuya solución pasa por
recurrir a los conocimientos que sobre biología humana se poseen actualmente y que facilitarían esa adecuación al sexo dicotómico
(tratamientos médicos o quirúrgico)”11. En su contrario, es posible advertir que el concebir lo trans como una enfermedad,
un trastorno o una perturbación de la identidad de género, supone la existencia de una identidad genérica “sana”, sin
alteración ni perturbación alguna, sino que “normal” y en orden.

Así también, se advierte que desde la idea de determinismo biológico que defiende esta postura, se pone especial
énfasis en el cambio de la genitalidad, ya que desde sus postulados sería solo el cambio de sexo genital lo que
permitiría a las y los sujetos transexuales, llegar a ser considerados como los hombres o mujeres que sienten ser,
existiendo con ello una suerte de invisibilización hacia lo transgénero, al contemplar que las personas que se ubican
dentro de esta categoría sienten incongruencia entre su sexo y su identidad genérica, pero no necesariamente
manifestarían voluntad de realizarse cirugía de reasignación sexual.

11Cano-Caballero, M. (2010). La construcción social del cuerpo en personas transexuales. Tesis Doctoral. Universidad de Granada. Facultad de
Filosofía y Letras. Departamento de Antropología. España.

7
Por otra parte, como se ha enunciado, existe una concepción teórica de lo trans de corte antropológico, acuñado
desde las Ciencias Sociales, específicamente desde el campo de la Antropología, la Sociología y la Psicología
contemporánea. Desde esta mirada se pone en duda la noción de enfermedad de las personas trans, y se abren
caminos a interpretaciones sociales y culturales, utilizando el concepto de transexualidad e incorporando el de
transgeneridad, el cual incluye a sujetos que, tal como se mencionó anteriormente, se sentirían identificados con el
género contrario al de su sexo genital, sin embargo no necesariamente desearían modificarlo (Noseda, 2012).

Esta perspectiva teórica apela a la diversidad y se encuentra validada en el Sistema Internacional de Derechos
Humanos, puesto que al plantear una postura despatologizadora, reconoce la identidad de género como un derecho
que forma parte del libre desarrollo de la personalidad (Verbal, 2012), enfatizando en la construcción que hacen los
propios sujetos respecto a su identidad. Se critica por tanto la esencialidad con que se concibe la identidad de género,
reprochando la inmutabilidad del orden dicotómico impuesto por la heteronormatividad, la cual divide a los seres
humanos únicamente en hombres-masculinos y mujeres-femeninas, y excluye toda forma de identidad de género –
como es el caso de quienes se consideran trans - que difiera de la esperada socialmente.

Al respecto, se vuelve preciso señalar que las investigadoras reconocen que existe una morfología y endocrinología
distinta evidente al momento del nacimiento de un individuo, en cuanto se nace con una genitalidad específica, y hay
una diferencia cromosómica innegable, no obstante, se hace una crítica a la relación determinista y excluyente que se
ha sostenido entre la biología y la identidad genérica, así como también a la concepción patologizadora que se le ha
atribuido a las personas trans, únicamente por salirse de los parámetros establecidos socioculturalmente.

A partir de ambas concepciones, y sin dejar de considerar los aportes teóricos que desde la perspectiva naturalista se
han realizado en torno a lo trans, como lo es principalmente el haber dotado de categorización a este fenómeno, y
permitir – aunque bajo la noción de enfermedad- la realización de cirugía de reasignación sexual a quienes así lo
deseen, desde la presente investigación se opta por posicionarse desde una perspectiva antropológica, distinguiendo en
la noción de “construcción” que sostiene esta dimensión teórica, la facultad que poseen los sujetos respecto a la
disposición sociocultural respecto al género, y la capacidad que tienen para construir la identidad de género deseada.

Ello, se puede relacionar con lo planteado por Moscovici, al referir que el principal precepto que sigue una
representación social es “la transformación de lo no familiar en familiar”. (citado por Hebe, 2005), mostrando que el
foco de interés desde la teoría de las representaciones sociales no estaría puesto tanto en el proceso de cambio de la
minoría como consecuencia de la presión mayoritaria, sino más bien, en el proceso complementario, tratándose de
una forma de conocimiento que se interesa por los procesos psicosociales vinculados a la innovación y a la expansión
de nuevas ideas en la sociedad, y a cómo esta puede acabar aceptando planteamientos provenientes de grupos
minoritarios.

En conclusión, leer teóricamente el objeto de estudio de la manera plasmada en este documento, abriría un horizonte
de posibilidades, permitiendo complejizar la realidad en cuanto conlleva el desafío de poder pensar más allá de las
categorías dicotómicas que priman respecto al Género, pudiendo concebir nuevas formas a partir de las idas que
puedan emanar de los propios sujetos respecto a éste. Desprendiéndose la pregunta que guiará la investigación en
curso, la cual se constituye de la siguiente manera: ¿Cuáles son las representaciones sociales que las y los sujetos
trans de la Organización de Transexuales por la Dignidad de la Diversidad, construyen en torno al Género?.

8
Bibliografía

Beauvoir, S.(1995) El segundo sexo 2. La experiencia vivida. (1949). Alianza, Siglo Veinte, 6ta. Edición.

Cano-Caballero, M. (2010). La construcción social del cuerpo en personas transexuales. Tesis Doctoral. Universidad de
Granada. Facultad de Filosofía y Letras. Departamento de Antropología. España.

Hebe, L. (2005) Representaciones sociales: una manera de entender las ideas de nuestros alumnos.Cap.1. Depto. Humanidades.
Centro de Altos Estudios en Ciencias Exactas. Buenos Aires, Argentina.

Jodelet, D. (1986). La representación social: fenómenos, concepto y teoría. En S. Moscovici (Comp.). Psicología social II.
Pensamiento y vida social y problemas sociales. Barcelona, Ediciones Paidós.

Lamas, M. (2000). Diferencias de sexo, género y diferencia sexual. Rev. Cuicuilco, N° 18, pp. 1-24.

Moñivas, A. (1994). Epistemología y Representaciones Sociales: Concepto y teoría. Universidad Complutense de Madrid.
Rev. de Psicología Gral. y Aplic., Vol. 47 n°4, pp.409-419.

Moscovici, S. (1979), El psicoanálisis, su imagen y su público, Argentina, Ed. Huemul.

Raiter, A. (2001). Representaciones sociales. Cap.1. Buenos Aires, Argentina. Ed.EUDEBA.

Rubin, G. (1986). El tráfico de mujeres: Notas sobre la "economía política" del sexo. Nueva Antropología, Vol.8, nº30.

Scott, J. (1996) El género: una categoría útil para el análisis histórico. En: M. Lamas (Comp.). El género: la construcción
cultural de la diferencia sexual (pp.265-302) México, PUEG.

Webgrafía

Mora, Martin. 2002. La teoría de las representaciones sociales de Serge Moscovici. Athenea Digital 2. Disponible en
http://blues.uab.es/athenea/num2/Mora.pdf

También podría gustarte