La enfermedad que está matando a la democracia La democracia es aquel sistema de gobierno que Aristóteles consideraba defectuoso desde su base (Cruz-Prados, 1988). Cabe aclarar que Aristóteles conoció la democracia ateniense, que fue muy particular a su tiempo y verdaderamente limitada si la comparamos con la democracia que permea hoy en más de la mitad de las naciones del globo (EIU, 2023). En la sociedad occidental estáse tiene bastante presente el concepto de democracia como aquel sistema de gobierno donde la masa (pueblo) elige a aquellas personas que formaran gobierno para tomar las decisiones del mismo, las cualesy estas decisiones deben manifestar parte sustancial de la idiosincrasia de esa masa que se ve representada en la figura elegida; esto es la democracia representativa (Rodríguez y Cortés, 2011). Se podría pensar que el problema es la democracia porque, ciertamente, no es el único sistema de gobierno existente (Gómez, 2015). Sin embargo, es más que evidente que al ser el sistema de gobierno más extendido en el globo los síntomas de descomposición le serán resaltantes y señalados a primera vista. Con esto en mente, es se hace válido el afirmar que este sistema sufre y es vilipendiado por la percepción pública de los mismos que cohabitan con este sistema como forma política nacional. Y ya desde aquí emerge un primer punto acuciante: desde la década de los noventa hasta la actualidad, la insatisfacción hacia la democracia se encuentra en constante aumento en la mayoría de los países de Hispanoamérica, África y Europa; claro está, existen pocas excepciones, más las mismas no alcanzar a convertirse en la regla (Foa et al., 2020). La clave de este postulado radica en la causa misma de esta enfermedad mundial y no en sus fuertes síintoamaos que alcanzan a lastimar a los ciudadanos de estas naciones. Las crisis económicas, los escándalos de corrupción, la percepción de impunidad y la criminalidad son los síntomas evidentes que corroen la percepción de la democracia mientras que doblegan a las personas que, justamente, emitirán estos juicios de valor. El sistema de gobierno democrático, al ser representativo, utiliza el sistema del voto para legitimar tal función., Eel voto mismo es una de las formas prácticas que poseen los ciudadanos de una nación para participar en distintos niveles de la política de su patria; a ese ejercicio se le es referido como “participación ciudadana”, y, precisamente, es ese ejercicio el quequien ha experimentado un constante declive en las democracias a nivel global, tanto en las consolidadas como en las que se encuentran en vía de alcanzar tal estado (Rivera, 2019). Si las instituciones electorales nacionales no carecen de credibilidad, una escasa participación ciudadana significa que el problema no es la credibilidad de la ciudadanía hacia el núcleo distinguible del sistema representativo (Rosanvallon, 2006). Cualquiera que sea el sistema político requiere algún nivel o forma de participación ciudadana para mantener el pie y sostenerse en el tiempo (Dalton, 2000). Sin embargo, Y mantener un sistema que vive por la participación de la ciudadanía en un momento de abstinencia ciudadana es un verdadero reto para los que gobiernan bajo tal sistema. No creer en la democracia es no creer en las instituciones que la sostienen (Díaz, 2009), y esto puede extrapolarse a no creer en el estado entero, situación perfectamente legítima cuando tomamos en cuenta el hecho de que no solo el órgano electoral y su transparencia en cuanto al ejercicio del voto para la elección de los gobernantes es la única característica que posee tal sistema de gobierno y debieran ser garantizado por el estado propio. La Carta Democrática Interamericana, adoptada en el 2001 por la Organización de los Estados Americanos (OEA), postula diversos elementos esenciales de las democracias representativas, y tales elementos son: 1) el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales; 2) el acceso al poder y su ejercicio con sujeción al Estado de derecho; 3) la celebración de elecciones periódicas, libres, justas y basadas en el sufragio universal y secreto, como expresión de la soberanía del pueblo; 4) el régimen plural de partidos y organizaciones políticas y 5) la separación e independencia de los poderes públicos (Brewer-Carías, 2007). Estos elementos pueden existir y asentarse en una nación por medio del estado, ya que es el estado quien tiene la legitimidad y la capacidad de implantar dentro de los lindes de la nación cada uno de estos elementos (Weber, 1979). Decir que no existe ningún sistema perfecto es una verdad, y en lo concerniente a política, ningún sistema de gobierno es, ni será perfecto debido a la necesaria intromisión humana. Pero, de entre tantos sistemas con la potencialidad de implantarse en una nación, es la democracia la que hoy se encuentra implantada en la mayoría de las naciones, y está en jaque. Teniendo todos estos puntos conectados es natural la formulación de la siguiente interrogante: ¿quién es el culpable de la decadencia de la democracia? La respuesta puede parecer difusa, o hasta abstracta, en una primera apreciación, sin embargo, ese no es el caso. La democracia, el estado y las instituciones poseen en su interior operadores; y es con el ejercicio del voto, uno de los elementos esenciales de la democracia representativa, que los ciudadanos pertenecientes a una nación gobernada bajo cualquier régimen democrático de turno eligen a los miembros del gobierno, quienesy estos fungen, al mismo tiempo, como los representantes políticos de la masa que los elige. EY es ahí, en la cúpula cefálica, donde cohabitan los políticos. Para el gobierno, la masa política es el cerebro y el estado el músculo. Las crisis económicas, los escándalos de corrupción, la percepción de impunidad y la criminalidad desaforada (síntomas) son el resultado de malas gestiones de gobierno (Arriola, 2016), mismas que solo pueden ejecutarse por aquellos con la autoridad legítima de formar gobierno para hacer el ejercicio del poder: los políticos (enfermedad). Así,Y una nación con semejante enfermedad y fuertes síntomas provocan que el estado se debilite y pueda colapsar para convertirse en un estado fallido (Zapata, 2014). La democracia no explota, implosiona. La región hispanoamericana, con contadas excepciones, son naciones de corte democráticas, pero quey en la mayoría de las naciones que conforman la región, hoy en día todavía permanecen problemas sociales y políticos que surgieron a mediados de siglo XX (Arce y Temes, 1984), como, por ejemplo, la deficiente educación (Virtual Educa, 2023) y los precarios sistemas de salud pública (Arriaga et al., 2005). El tema de la corrupción es la espina que parece imposible de quitar. Al cotejar los resultados del índice de percepción de corrupción (2023) con los de Riesgo Político América Latina (2023) se puede dilucidar que este mal (la corrupción) es el que más afecta a la totalidad de la región, persistiendo ; y en la mayoría de las naciones, la corrupción persiste en altos niveles. Si la clase política y los ciudadanos que le dan esa investidura no reflexionan sobre el camino que siguen transitando, el final del mismo suele ser la imposición de autocracias y dictaduras con ínfulas de democracia. Es momento de reflexión, y no solo por parte de la ciudadanía, la clase política también tiene la responsabilidad de reflexionar sobre sus actos y las consecuencias que estos generan sobre la nación en la que hacen vida junto con los ciudadanos que la integran. Bibliografía Arce y Temes, A. (1984). Los conflictos en Latinoamérica. Instituto da Defesa Nacional, 9(29), 27-49. https://comum.rcaap.pt/bitstream/10400.26/2806/1/NeD29_AlvarodeArceyTemes.pdf Arriaga, I. et al. (2005). Políticas y programas de salud en América Latina. Problemas y propuestas. (LC/L.2450-P). Santiago de Chile: CEPAL. https://repositorio.cepal.org/server/api/core/bitstreams/5976bddc-5460-4ae7-8b5c-09fce6b37b54/content Arriola, J. (2016). Estado, criminalidad y paz. 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