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Antología de cuentos policiales sabemos que, para aquel que las posee en alto grado, son fuente

del más vivo goce. Así como el hombre robusto se complace en su

Literatura destreza física y se deleita con aquellos ejercicios que reclaman la


acción de sus músculos, así el analista halla su placer en esa
actividad del espíritu consistente en desenredar. Goza incluso con
5° Año las ocupaciones más triviales, siempre que pongan en juego su
talento. Le encantan los enigmas, los acertijos, los jeroglíficos, y al
2023 solucionarlos muestra un grado de perspicacia que, para la mente
ordinaria, parece sobrenatural. Sus resultados, frutos del método
en su forma más esencial y profunda, tienen todo el aire de una
Los crímenes de la Rue Morgue intuición. La facultad de resolución se ve posiblemente muy
vigorizada por el estudio de las matemáticas, y en especial por su
Edgar Allan Poe rama más alta, que, injustamente y tan sólo a causa de sus
operaciones retrógradas, se denomina análisis, como si se tratara

La canción que cantaban las sirenas, o del análisis par excellence. Calcular, sin embargo, no es en sí
el nombre que adoptó Aquiles cuando mismo analizar. Un jugador de ajedrez, por ejemplo, efectúa lo
se escondió entre las mujeres, son primero sin esforzarse en lo segundo. De ahí se sigue que el
cuestiones enigmáticas, pero que no se ajedrez, por lo que concierne a sus efectos sobre la naturaleza de la
hallan más allá de toda conjetura. inteligencia, es apreciado erróneamente. No he de escribir aquí un
Sir Thomas Browne
tratado, sino que me limito a prologar un relato un tanto singular,
con algunas observaciones pasajeras; aprovecharé por eso la
Las características de la
oportunidad para afirmar que el máximo grado de la reflexión se
inteligencia que suelen calificarse
ve puesto a prueba por el modesto juego de damas en forma más
de analíticas son en sí mismas
intensa y beneficiosa que por toda la estudiada frivolidad del
poco susceptibles de análisis. Sólo
ajedrez. En este último, donde las piezas tienen movimientos
las apreciamos a través de sus resultados. Entre otras cosas
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diferentes y singulares, con varios y variables valores, lo que sólo excelso intelecto se han complacido en él de manera indescriptible,
resulta complejo es equivocadamente confundido (error nada dejando de lado, por frívolo, al ajedrez. Sin duda alguna, nada
insólito) con lo profundo. Aquí se trata, sobre todo, de la atención. existe en ese orden que ponga de tal modo a prueba la facultad
Si ésta cede un solo instante, se comete un descuido que da por analítica. El mejor ajedrecista de la cristiandad no puede ser otra
resultado una pérdida o la derrota. Como los movimientos posibles cosa que el mejor ajedrecista, pero la eficiencia en el whist implica
no sólo son múltiples sino intrincados, las posibilidades de la capacidad para triunfar en todas aquellas empresas más
descuido se multiplican y, en nueve casos de cada diez, triunfa el importantes donde la mente se enfrenta con la mente. Cuando digo
jugador concentrado y no el más penetrante. En las damas, por el eficiencia, aludo a esa perfección en el juego que incluye la
contrario, donde hay un solo movimiento y las variaciones son aprehensión de todas las posibilidades mediante las cuales se
mínimas, las probabilidades de inadvertencia disminuyen, lo cual puede obtener legítima ventaja. Estas últimas no sólo son
deja un tanto de lado a la atención, y las ventajas obtenidas por múltiples sino multiformes, y con frecuencia yacen en capas tan
cada uno de los adversarios provienen de una perspicacia profundas del pensar que el entendimiento ordinario es incapaz de
superior. alcanzarlas. Observar con atención equivale a recordar con
claridad; en ese sentido, el ajedrecista concentrado jugará bien al
Para hablar menos abstractamente, supongamos una partida de
whist, en tanto que las reglas de Hoyle (basadas en el mero
damas en la que las piezas se reducen a cuatro y donde, como es
mecanismo del juego) son comprensibles de manera general y
natural, no cabe esperar el menor descuido. Obvio resulta que (si
satisfactoria. Por tanto, el hecho de tener una memoria retentiva y
los jugadores tienen fuerza pareja) sólo puede decidir la victoria
guiarse por «el libro» son las condiciones que por regla general se
algún movimiento sutil, resultado de un penetrante esfuerzo
consideran como la suma del buen jugar. Pero la habilidad del
intelectual. Desprovisto de los recursos ordinarios, el analista
analista se manifiesta en cuestiones que exceden los límites de las
penetra en el espíritu de su oponente, se identifica con él y con
meras reglas. Silencioso, procede a acumular cantidad de
frecuencia alcanza a ver de una sola ojeada el único método (a
observaciones y deducciones. Quizá sus compañeros hacen lo
veces absurdamente sencillo) por el cual puede provocar un error
mismo, y la mayor o menor proporción de informaciones así
o precipitar a un falso cálculo.
obtenidas no reside tanto en la validez de la deducción como en la
Hace mucho que se ha reparado en el whist por su influencia sobre calidad de la observación. Lo necesario consiste en saber qué se
lo que da en llamarse la facultad del cálculo, y hombres del más
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debe observar. Nuestro jugador no se encierra en sí mismo; ni facultad constructiva o combinatoria por la cual se manifiesta
tampoco, dado que su objetivo es el juego, rechaza deducciones habitualmente el ingenio, y a la que los frenólogos (erróneamente,
procedentes de elementos externos a éste. Examina el semblante a mi juicio) han asignado un órgano aparte, considerándola una
de su compañero, comparándolo cuidadosamente con el de cada facultad primordial, ha sido observada con tanta frecuencia en
uno de sus oponentes. Considera el modo con que cada uno ordena personas cuyo intelecto lindaba con la idiotez, que ha provocado
las cartas en su mano; a menudo cuenta las cartas ganadoras y las las observaciones de los estudiosos del carácter. Entre el ingenio y
adicionales por la manera con que sus tenedores las contemplan. la aptitud analítica existe una diferencia mucho mayor que entre la
Advierte cada variación de fisonomía a medida que avanza el fantasía y la imaginación, pero de naturaleza estrictamente
juego, reuniendo un capital de ideas nacidas de las diferencias de análoga. En efecto, cabe observar que los ingeniosos poseen
expresión correspondientes a la seguridad, la sorpresa, el triunfo o siempre mucha fantasía mientras que el hombre verdaderamente
la contrariedad. Por la manera de levantar una baza juzga si la imaginativo es siempre un analista.
persona que la recoge será capaz de repetirla en el mismo palo.
El relato siguiente representará para el lector algo así como un
Reconoce la jugada fingida por la manera con que se arrojan las
comentario de las afirmaciones que anteceden.
cartas sobre el tapete. Una palabra casual o descuidada, la caída o
vuelta accidental de una carta, con la consiguiente ansiedad o Mientras residía en París, durante la primavera y parte del verano

negligencia en el acto de ocultarla, la cuenta de las bazas, con el de 18…, me relacioné con un cierto C. Auguste Dupin. Este joven

orden de su disposición, el embarazo, la vacilación, el apuro o el caballero procedía de una familia excelente -y hasta ilustre-, pero

temor… todo ello proporciona a su percepción, aparentemente una serie de desdichadas circunstancias lo habían reducido a tal

intuitiva, indicaciones sobre la realidad del juego. Jugadas dos o pobreza que la energía de su carácter sucumbió ante la desgracia,

tres manos, conoce perfectamente las cartas de cada uno, y desde llevándolo a alejarse del mundo y a no preocuparse por recuperar

ese momento utiliza las propias con tanta precisión como si los su fortuna. Gracias a la cortesía de sus acreedores le quedó una

otros jugadores hubieran dado vuelta a las suyas. pequeña parte del patrimonio, y la renta que le producía bastaba,
mediante una rigurosa economía, para subvenir a sus necesidades,
El poder analítico no debe confundirse con el mero ingenio, ya que
sin preocuparse de lo superfluo. Los libros constituían su solo lujo,
si el analista es por necesidad ingenioso, con frecuencia el hombre
y en París es fácil procurárselos.
ingenioso se muestra notablemente incapaz de analizar. La
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Nuestro primer encuentro tuvo lugar en una oscura librería de la nuestro retiro era un secreto celosamente guardado para mis
rue Montmartre, donde la casualidad de que ambos anduviéramos antiguos amigos; en cuanto a Dupin, hacía muchos años que había
en busca de un mismo libro -tan raro como notable- sirvió para dejado de ver gentes o de ser conocido en París. Sólo vivíamos
aproximarnos. Volvimos a encontrarnos una y otra vez. Me sentí para nosotros.
profundamente interesado por la menuda historia de familia que
Una rareza de mi amigo (¿qué otro nombre darle?) consistía en
Dupin me contaba detalladamente, con todo ese candor a que se
amar la noche por la noche misma; a esta bizarrerie, como a todas
abandona un francés cuando se trata de su propia persona. Me
las otras, me abandoné a mi vez sin esfuerzo, entregándome a sus
quedé asombrado, al mismo tiempo, por la extraordinaria
extraños caprichos con perfecto abandono. La negra divinidad no
amplitud de su cultura; pero, sobre todo, sentí encenderse mi alma
podía permanecer siempre con nosotros, pero nos era dado
ante el exaltado fervor y la vívida frescura de su imaginación. Dado
imitarla. A las primeras luces del alba, cerrábamos las pesadas
lo que yo buscaba en ese entonces en París, sentí que la compañía
persianas de nuestra vieja casa y encendíamos un par de bujías
de un hombre semejante me resultaría un tesoro inestimable, y no
que, fuertemente perfumadas, sólo lanzaban débiles y mortecinos
vacilé en decírselo. Quedó por fin decidido que viviríamos juntos
rayos. Con ayuda de ellas ocupábamos nuestros espíritus en soñar,
durante mi permanencia en la ciudad, y, como mi situación
leyendo, escribiendo o conversando, hasta que el reloj nos advertía
financiera era algo menos comprometida que la suya, logré que
la llegada de la verdadera oscuridad. Salíamos entonces a la calle
quedara a mi cargo alquilar y amueblar -en un estilo que
tomados del brazo, continuando la conversación del día o vagando
armonizaba con la melancolía un tanto fantástica de nuestro
al azar hasta muy tarde, mientras buscábamos entre las luces y las
carácter- una decrépita y grotesca mansión abandonada a causa de
sombras de la populosa ciudad esa infinidad de excitantes
supersticiones sobre las cuales no inquirimos, y que se acercaba a
espirituales que puede proporcionar la observación silenciosa.
su ruina en una parte aislada y solitaria del Faubourg Saint-
Germain. En esas oportunidades, no dejaba yo de reparar y admirar (aunque
dada su profunda idealidad cabía esperarlo) una peculiar aptitud
Si nuestra manera de vivir en esa casa hubiera llegado al
analítica de Dupin. Parecía complacerse especialmente en
conocimiento del mundo, éste nos hubiera considerado como locos
ejercitarla -ya que no en exhibirla- y no vacilaba en confesar el
-aunque probablemente como locos inofensivos-. Nuestro
placer que le producía. Se jactaba, con una risita discreta, de que
aislamiento era perfecto. No admitíamos visitantes. El lugar de
frente a él la mayoría de los hombres tenían como una ventana por
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la cual podía verse su corazón y estaba pronto a demostrar sus en que Dupin coincidía con mis pensamientos. Pero, un instante
afirmaciones con pruebas tan directas como sorprendentes del después, me di cuenta y me sentí profundamente asombrado.
íntimo conocimiento que de mí tenía. En aquellos momentos su
-Dupin -dije gravemente-, esto va más allá de mi comprensión. Le
actitud era fría y abstraída; sus ojos miraban como sin ver,
confieso sin rodeos que estoy atónito y que apenas puedo dar
mientras su voz, habitualmente de un rico registro de tenor, subía
crédito a mis sentidos. ¿Cómo es posible que haya sabido que yo
a un falsete que hubiera parecido petulante de no mediar lo
estaba pensando en…?
deliberado y lo preciso de sus palabras. Al observarlo en esos
casos, me ocurría muchas veces pensar en la antigua filosofía del Aquí me detuve, para asegurarme sin lugar a dudas de si

alma doble, y me divertía con la idea de un doble Dupin: el creador realmente sabía en quién estaba yo pensando.

y el analista. -En Chantilly -dijo Dupin-. ¿Por qué se interrumpe? Estaba usted

No se suponga, por lo que llevo dicho, que estoy circunstanciando diciéndose que su pequeña estatura le veda los papeles trágicos.

algún misterio o escribiendo una novela. Lo que he referido de mi Tal era, exactamente, el tema de mis reflexiones. Chantilly era un
amigo francés era tan sólo el producto de una inteligencia excitada ex remendón de la rue Saint-Denis que, apasionado por el teatro,
o quizá enferma. Pero el carácter de sus observaciones en el curso había encarnado el papel de Jerjes en la tragedia homónima de
de esos períodos se apreciará con más claridad mediante un Crébillon, logrando tan sólo que la gente se burlara de él.
ejemplo.
-En nombre del cielo -exclamé-, dígame cuál es el método… si es
Errábamos una noche por una larga y sucia calle, en la vecindad que hay un método… que le ha permitido leer en lo más profundo
del Palais Royal. Sumergidos en nuestras meditaciones, no de mí.
habíamos pronunciado una sola sílaba durante un cuarto de hora
En realidad, me sentía aún más asombrado de lo que estaba
por lo menos. Bruscamente, Dupin pronunció estas palabras:
dispuesto a reconocer.
-Sí, es un hombrecillo muy pequeño, y estaría mejor en el Théâtre
-El frutero -replicó mi amigo- fue quien lo llevó a la conclusión de
des Variétés.
que el remendón de suelas no tenía estatura suficiente para Jerjes
-No cabe duda -repuse inconscientemente, sin advertir (pues tan et id genus omne.
absorto había estado en mis reflexiones) la extraordinaria forma
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-¡El frutero! ¡Me asombra usted! No conozco ningún frutero. ¡Cuál habrá sido entonces mi asombro al oír las palabras que
acababa de pronunciar Dupin y reconocer que correspondían a la
-El hombre que tropezó con usted cuando entrábamos en esta
verdad!
calle… hará un cuarto de hora.
-Si no me equivoco -continuó él-, habíamos estado hablando de
Recordé entonces que un frutero, que llevaba sobre la cabeza una
caballos justamente al abandonar la rue C… Éste fue nuestro
gran cesta de manzanas, había estado a punto de derribarme
último tema de conversación. Cuando cruzábamos hacia esta calle,
accidentalmente cuando pasábamos de la rue C… a la que
un frutero que traía una gran canasta en la cabeza pasó
recorríamos ahora. Pero me era imposible comprender qué tenía
rápidamente a nuestro lado y le empaló a usted contra una pila de
eso que ver con Chantilly.
adoquines correspondiente a un pedazo de la calle en reparación.
-Se lo explicaré -me dijo Dupin, en quien no había la menor Usted pisó una de las piedras sueltas, resbaló, torciéndose
partícula de charlatanerie- y, para que pueda comprender ligeramente el tobillo; mostró enojo o malhumor, murmuró
claramente, remontaremos primero el curso de sus reflexiones algunas palabras, se volvió para mirar la pila de adoquines y siguió
desde el momento en que le hablé hasta el de su choque con el andando en silencio. Yo no estaba especialmente atento a sus
frutero en cuestión. Los eslabones principales de la cadena son los actos, pero en los últimos tiempos la observación se ha convertido
siguientes: Chantilly, Orión, el doctor Nichols, Epicuro, la para mí en una necesidad.
estereotomía, el pavimento, el frutero.
»Mantuvo usted los ojos clavados en el suelo, observando con aire
Pocas personas hay que, en algún momento de su vida, no se hayan quisquilloso los agujeros y los surcos del pavimento (por lo cual
entretenido en remontar el curso de las ideas mediante las cuales comprendí que seguía pensando en las piedras), hasta que
han llegado a alguna conclusión. Con frecuencia, esta tarea está llegamos al pequeño pasaje llamado Lamartine, que con fines
llena de interés, y aquel que la emprende se queda asombrado por experimentales ha sido pavimentado con bloques ensamblados y
la distancia aparentemente ilimitada e inconexa entre el punto de remachados. Aquí su rostro se animó y, al notar que sus labios se
partida y el de llegada. movían, no tuve dudas de que murmuraba la palabra
“estereotomía”, término que se ha aplicado pretenciosamente a
esta clase de pavimento. Sabía que para usted sería imposible
decir “estereotomía” sin verse llevado a pensar en átomos y pasar
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de ahí a las teorías de Epicuro; ahora bien, cuando discutimos no tal Chantilly era muy pequeño y que estaría mejor en el Théâtre
hace mucho este tema, recuerdo haberle hecho notar de qué des Variétés.
curiosa manera -por lo demás desconocida- las vagas conjeturas
Poco tiempo después de este episodio, leíamos una edición
de aquel noble griego se han visto confirmadas en la reciente
nocturna de la Gazette des Tribunaux cuando los siguientes
cosmogonía de las nebulosas; comprendí, por tanto, que usted no
párrafos atrajeron nuestra atención:
dejaría de alzar los ojos hacia la gran nebulosa de Orión, y estaba
seguro de que lo haría. Efectivamente, miró usted hacia lo alto y «EXTRAÑOS ASESINATOS.-Esta mañana, hacia las tres, los

me sentí seguro de haber seguido correctamente sus pasos hasta habitantes del quartier Saint-Roch fueron arrancados de su sueño

ese momento. Pero en la amarga crítica a Chantilly que apareció en por los espantosos alaridos procedentes del cuarto piso de una

el Musée de ayer, el escritor satírico hace algunas penosas casa situada en la rue Morgue, ocupada por madame L’Espanaye y

alusiones al cambio de nombre del remendón antes de calzar los su hija, mademoiselle Camille L’Espanaye. Como fuera imposible

coturnos, y cita un verso latino sobre el cual hemos hablado lograr el acceso a la casa, después de perder algún tiempo, se forzó

muchas veces. Me refiero al verso: finalmente la puerta con una ganzúa y ocho o diez vecinos
penetraron en compañía de dos gendarmes. Por ese entonces los
Perdidit antiquum litera prima sonum.
gritos habían cesado, pero cuando el grupo remontaba el primer
»Le dije a usted que se refería a Orión, que en un tiempo se tramo de la escalera se oyeron dos o más voces que discutían
escribió Urión; y dada cierta acritud que se mezcló en aquella violentamente y que parecían proceder de la parte superior de la
discusión, estaba seguro de que usted no la había olvidado. Era casa. Al llegar al segundo piso, las voces callaron a su vez, reinando
claro, pues, que no dejaría de combinar las dos ideas de Orión y una profunda calma. Los vecinos se separaron y empezaron a
Chantilly. Que así lo hizo, lo supe por la sonrisa que pasó por sus recorrer las habitaciones una por una. Al llegar a una gran cámara
labios. Pensaba usted en la inmolación del pobre zapatero. Hasta situada en la parte posterior del cuarto piso (cuya puerta, cerrada
ese momento había caminado algo encorvado, pero de pronto le vi por dentro con llave, debió ser forzada), se vieron en presencia de
erguirse en toda su estatura. Me sentí seguro de que estaba un espectáculo que les produjo tanto horror como estupefacción.
pensando en la diminuta figura de Chantilly. Y en este punto
»EL aposento se hallaba en el mayor desorden: los muebles, rotos,
interrumpí sus meditaciones para hacerle notar que, en efecto, el
habían sido lanzados en todas direcciones. El colchón del único

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lecho aparecía tirado en mitad del piso. Sobre una silla había una »Luego de una cuidadosa búsqueda en cada porción de la casa, sin
navaja manchada de sangre. Sobre la chimenea aparecían dos o que apareciera nada nuevo, los vecinos se introdujeron en un
tres largos y espesos mechones de cabello humano igualmente pequeño patio pavimentado de la parte posterior del edificio y
empapados en sangre y que daban la impresión de haber sido encontraron el cadáver de la anciana señora, la cual había sido
arrancados de raíz. Se encontraron en el piso cuatro napoleones, degollada tan salvajemente que, al tratar de levantar el cuerpo, la
un aro de topacio, tres cucharas grandes de plata, tres más cabeza se desprendió del tronco. Horribles mutilaciones aparecían
pequeñas de métal d’Alger, y dos sacos que contenían casi cuatro en la cabeza y en el cuerpo, y este último apenas presentaba forma
mil francos en oro. Los cajones de una cómoda situada en un humana.
ángulo habían sido abiertos y aparentemente saqueados, aunque
»Hasta el momento no se ha encontrado la menor clave que
quedaban en ellos numerosas prendas. Descubrióse una pequeña
permita solucionar tan horrible misterio.»
caja fuerte de hierro debajo de la cama (y no del colchón). Estaba
abierta y con la llave en la cerradura. No contenía nada, aparte de La edición del día siguiente contenía los siguientes detalles

unas viejas cartas y papeles igualmente sin importancia. adicionales:

»No se veía huella alguna de madame L’Espanaye, pero al notarse «La tragedia de la rue Morgue.-Diversas personas han sido

la presencia de una insólita cantidad de hollín al pie de la interrogadas con relación a este terrible y extraordinario suceso,

chimenea se procedió a registrarla, encontrándose (¡cosa horrible pero nada ha trascendido que pueda arrojar alguna luz sobre él.

de describir!) el cadáver de su hija, cabeza abajo, el cual había sido Damos a continuación las declaraciones obtenidas:

metido a la fuerza en la estrecha abertura y considerablemente »Pauline Dubourg, lavandera, manifiesta que conocía desde hacía
empujado hacia arriba. El cuerpo estaba aún caliente. Al tres años a las dos víctimas, de cuya ropa se ocupaba. La anciana y
examinarlo se advirtieron en él numerosas excoriaciones, su hija parecían hallarse en buenos términos y se mostraban
producidas, sin duda, por la violencia con que fuera introducido y sumamente cariñosas entre sí. Pagaban muy bien. No sabía nada
por la que requirió arrancarlo de allí. Veíanse profundos arañazos sobre su modo de vida y sus medios de subsistencia. Creía que
en el rostro, y en la garganta aparecían contusiones negruzcas y madame L. decía la buenaventura. Pasaba por tener dinero
profundas huellas de uñas, como si la víctima hubiera sido guardado. Nunca encontró a otras personas en la casa cuando iba a
estrangulada. buscar la ropa o la devolvía. Estaba segura de que no tenían
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ningún criado o criada. Opinaba que en la casa no había ningún »Isidore Muset, gendarme, declara que fue llamado hacia las tres
mueble, salvo en el cuarto piso. de la mañana y que, al llegar a la casa, encontró a unas veinte o
treinta personas reunidas que se esforzaban por entrar. Violentó
»Pierre Moreau, vendedor de tabaco, declara que desde hace
finalmente la entrada (con una bayoneta y no con una ganzúa). No
cuatro años vendía regularmente pequeñas cantidades de tabaco y
le costó mucho abrirla, pues se trataba de una puerta de dos
de rapé a madame L’Espanaye. Nació en la vecindad y ha residido
batientes que no tenía pasadores ni arriba ni abajo. Los alaridos
siempre en ella. La extinta y su hija ocupaban desde hacía más de
continuaron hasta que se abrió la puerta, cesando luego de golpe.
seis años la casa donde se encontraron los cadáveres.
Parecían gritos de persona (o personas) que sufrieran los más
Anteriormente vivía en ella un joyero, que alquilaba las
agudos dolores; eran gritos agudos y prolongados, no breves y
habitaciones superiores a diversas personas. La casa era de
precipitados. El testigo trepó el primero las escaleras. Al llegar al
propiedad de madame L., quien se sintió disgustada por los abusos
primer descanso oyó dos voces que discutían con fuerza y
que cometía su inquilino y ocupó personalmente la casa,
agriamente; una de ellas era ruda y la otra mucho más aguda y
negándose a alquilar parte alguna. La anciana señora daba señales
muy extraña. Pudo entender algunas palabras provenientes de la
de senilidad. El testigo vio a su hija unas cinco o seis veces durante
primera voz, que correspondía a un francés. Estaba seguro de que
esos seis años. Ambas llevaban una vida muy retirada y pasaban
no se trataba de una voz de mujer. Pudo distinguir las palabras
por tener dinero. Había oído decir a los vecinos que madame L.
sacré y diable. La voz más aguda era de un extranjero. No podría
decía la buenaventura, pero no lo creía. Nunca vio entrar a nadie,
asegurar si se trataba de un hombre o una mujer. No entendió lo
salvo a la anciana y su hija, a un mozo de servicio que estuvo allí
que decía, pero tenía la impresión de que hablaba en español. El
una o dos veces, y a un médico que hizo ocho o diez visitas.
estado de la habitación y de los cadáveres fue descrito por el
»Muchos otros vecinos han proporcionado testimonios testigo en la misma forma que lo hicimos ayer.
coincidentes. No se ha hablado de nadie que frecuentara la casa. Se
»Henri Duval, vecino, de profesión platero, declara que formaba
ignora si madame L. y su hija tenían parientes vivos. Pocas veces
parte del primer grupo que entró en la casa. Corrobora en general
se abrían las persianas de las ventanas delanteras. Las de la parte
la declaración de Muset. Tan pronto forzaron la puerta, volvieron a
posterior estaban siempre cerradas, salvo las de la gran habitación
cerrarla para mantener alejada a la muchedumbre, que, pese a lo
en la parte trasera del cuarto piso. La casa se hallaba en excelente
avanzado de la hora, se estaba reuniendo rápidamente. El testigo
estado y no era muy antigua.
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piensa que la voz más aguda pertenecía a un italiano. Está seguro primavera del año 18… (ocho años antes). Hacía frecuentes
de que no se trataba de un francés. No puede asegurar que se depósitos de pequeñas sumas. No había retirado nada hasta tres
tratara de una voz masculina. Pudo ser la de una mujer. No está días antes de su muerte, en que personalmente extrajo la suma de
familiarizado con la lengua italiana. No alcanzó a distinguir las 4.000 francos. La suma le fue pagada en oro y un empleado la llevó
palabras, pero por la entonación está convencido de que quien a su domicilio.
hablaba era italiano. Conocía a madame L. y a su hija. Había
»Adolphe Lebon, empleado de Mignaud e hijos, declara que el día
conversado frecuentemente con ellas. Estaba seguro de que la voz
en cuestión acompañó hasta su residencia a madame L’Espanaye,
aguda no pertenecía a ninguna de las difuntas.
llevando los 4.000 francos en dos sacos. Una vez abierta la puerta,
»Odenheimer, restaurateur. Este testigo se ofreció mademoiselle L. vino a tomar uno de los sacos, mientras la anciana
voluntariamente a declarar. Como no habla francés, testimonió señora se encargaba del otro. Por su parte, el testigo saludó y se
mediante un intérprete. Es originario de Amsterdam. Pasaba retiró. No vio a persona alguna en la calle en ese momento. Se trata
frente a la casa cuando se oyeron los gritos. Duraron varios de una calle poco importante, muy solitaria.
minutos, probablemente diez. Eran prolongados y agudos, tan
»William Bird, sastre, declara que formaba parte del grupo que
horribles como penosos de oír. El testigo fue uno de los que
entró en la casa. Es de nacionalidad inglesa. Lleva dos años de
entraron en el edificio. Corroboró las declaraciones anteriores en
residencia en París. Fue uno de los primeros en subir las escaleras.
todos sus detalles, salvo uno. Estaba seguro de que la voz más
Oyó voces que disputaban. La más ruda era la de un francés. Pudo
aguda pertenecía a un hombre y que se trataba de un francés. No
distinguir varias palabras, pero ya no las recuerda todas. Oyó
pudo distinguir las palabras pronunciadas. Eran fuertes y
claramente: sacré y mon Dieu. En ese momento se oía un ruido
precipitadas, desiguales y pronunciadas aparentemente con tanto
como si varias personas estuvieran luchando, era un sonido de
miedo como cólera. La voz era áspera; no tanto aguda como
forcejeo, como si algo fuese arrastrado. La voz aguda era muy
áspera. El testigo no la calificaría de aguda. La voz más gruesa dijo
fuerte, mucho más que la voz ruda. Está seguro de que no se
varias veces: sacré, diable, y una vez Mon Dieu!
trataba de la voz de un inglés. Parecía la de un alemán. Podía ser
»Jules Mignaud, banquero, de la firma Mignaud e hijos, en la calle una voz de mujer. El testigo no comprende el alemán.
Deloraine. Es el mayor de los Mignaud. Madame L’Espanaye poseía
algunos bienes. Había abierto una cuenta en su banco durante la
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»Cuatro de los testigos nombrados más arriba fueron nuevamente que entró en la casa. No subió las escaleras. Tiene los nervios
interrogados, declarando que la puerta del aposento donde se delicados y teme las consecuencias de toda agitación. Oyó las
encontró el cadáver de mademoiselle L. estaba cerrada por dentro voces que disputaban. La más ruda pertenecía a un francés. No
cuando llegaron hasta ella. Reinaba un profundo silencio; no se pudo comprender lo que decía. La voz aguda era la de un inglés;
escuchaban quejidos ni rumores de ninguna especie. No se vio a está seguro de esto. No comprende el inglés, pero juzga basándose
nadie en el momento de forzar la puerta. Las ventanas, tanto de la en la entonación.
habitación del frente como de la trasera, estaban cerradas y
»Alberto Montani, confitero, declara que fue de los primeros en
firmemente aseguradas por dentro. Entre ambas habitaciones
subir las escaleras. Oyó las voces en cuestión. la voz ruda era la de
había una puerta cerrada, pero la llave no estaba echada. La puerta
un francés. Pudo distinguir varias palabras. El que hablaba parecía
que comunicaba la habitación del frente con el corredor había sido
reprochar alguna cosa. No pudo comprender las palabras dichas
cerrada con llave por dentro. Un cuarto pequeño situado en el
por la voz más aguda, que hablaba rápida y desigualmente. Piensa
frente del cuarto piso, al comienzo del corredor, apareció abierto,
que se trata de un ruso. Corrobora los testimonios restantes. Es de
con la puerta entornada. La habitación estaba llena de camas
nacionalidad italiana. Nunca habló con un nativo de Rusia.
viejas, cajones y objetos por el estilo. Se procedió a revisarlos uno
por uno, no se dejó sin examinar una sola pulgada de la casa. Se »Nuevamente interrogados, varios testigos certificaron que las

enviaron deshollinadores para que exploraran las chimeneas. La chimeneas de todas las habitaciones eran demasiado angostas

casa tiene cuatro pisos, con mansardas. Una trampa que da al para admitir el paso de un ser humano. Se pasaron

techo estaba firmemente asegurada con clavos y no parece haber “deshollinadores” -cepillos cilíndricos como los que usan los que

sido abierta durante años. Los testigos no están de acuerdo sobre limpian chimeneas- por todos los tubos existentes en la casa. No

el tiempo transcurrido entre el momento en que escucharon las existe ningún pasaje en los fondos por el cual alguien hubiera

voces que disputaban y la apertura de la puerta de la habitación. podido descender mientras el grupo subía las escaleras. El cuerpo

Algunos sostienen que transcurrieron tres minutos; otros calculan de mademoiselle L’Espanaye estaba tan firmemente encajado en la

cinco. Costó mucho violentar la puerta. chimenea, que no pudo ser extraído hasta que cuatro o cinco
personas unieron sus esfuerzos.
»Alfonso Garcio, empresario de pompas fúnebres, habita en la rue
Morgue. Es de nacionalidad española. Formaba parte del grupo
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»Paul Dumas, médico, declara que fue llamado al amanecer para heridas con cualquier arma que fuese. La cabeza de la difunta
examinar los cadáveres de las víctimas. Los mismos habían sido aparecía separada del cuerpo y, al igual que el resto, terriblemente
colocados sobre el colchón del lecho correspondiente a la contusa. Era evidente que la garganta había sido seccionada con un
habitación donde se encontró a mademoiselle L. El cuerpo de la instrumento muy afilado, probablemente una navaja.
joven aparecía lleno de contusiones y excoriaciones. El hecho de
»Alexandre Etienne, cirujano, fue llamado al mismo tiempo que el
que hubiese sido metido en la chimenea bastaba para explicar
doctor Dumas para examinar los cuerpos. Confirmó el testimonio y
tales marcas. La garganta estaba enormemente excoriada. Varios
las opiniones de este último.
profundos arañazos aparecían debajo del mentón, conjuntamente
con una serie de manchas lívidas resultantes, con toda evidencia, »No se ha obtenido ningún otro dato de importancia, a pesar de

de la presión de unos dedos. El rostro estaba horriblemente pálido haberse interrogado a varias otras personas. Jamás se ha cometido

y los ojos se salían de las órbitas. La lengua aparecía a medias en París un asesinato tan misterioso y tan enigmático en sus

cortada. En la región del estómago se descubrió una gran detalles… si es que en realidad se trata de un asesinato. La policía

contusión, producida, aparentemente, por la presión de una está perpleja, lo cual no es frecuente en asuntos de esta naturaleza.

rodilla. Según opinión del doctor Dumas, mademoiselle L’Espanaye Pero resulta imposible hallar la más pequeña clave del misterio.»

había sido estrangulada por una o varias personas. La edición vespertina del diario declaraba que en el quartier Saint-

»El cuerpo de la madre estaba horriblemente mutilado. Todos los Roch reinaba una intensa excitación, que se había practicado un

huesos de la pierna y el brazo derechos se hallaban fracturados en nuevo y minucioso examen del lugar del hecho, mientras se

mayor o menor grado. La tibia izquierda había quedado reducida a interrogaba a nuevos testigos, pero que no se sabía nada nuevo. Un

astillas, así como todas las costillas del lado izquierdo. El cuerpo párrafo final agregaba, sin embargo, que un tal Adolphe Lebon

aparecía cubierto de contusiones y estaba descolorido. Resultaba acababa de ser arrestado y encarcelado, aunque nada parecía

imposible precisar el arma con que se habían inferido tales acusarlo, a juzgar por los hechos detallados.

heridas. Un pesado garrote de mano, o una ancha barra de hierro, Dupin se mostraba singularmente interesado en el desarrollo del
quizá una silla, cualquier arma grande, pesada y contundente, en asunto; o por lo menos así me pareció por sus maneras, pues no
manos de un hombre sumamente robusto, podía haber producido hizo el menor comentario. Tan sólo después de haberse anunciado
esos resultados. Imposible que una mujer pudiera infligir tales el arresto de Lebon me pidió mi parecer acerca de los asesinatos.
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No pude sino sumarme al de todo París y declarar que los de los cuerpos celestes. Si se observa una estrella de una ojeada,
consideraba un misterio insoluble. No veía modo alguno de seguir oblicuamente, volviendo hacia ella la porción exterior de la retina
el rastro al asesino. (mucho más sensible a las impresiones luminosas débiles que la
parte interior), se verá la estrella con claridad y se apreciará
-No debemos pensar en los modos posibles que surgen de una
plenamente su brillo, el cual se empaña apenas la contemplamos
investigación tan rudimentaria -dijo Dupin-. La policía parisiense,
de lleno. Es verdad que en este último caso llegan a nuestros ojos
tan alabada por su penetración, es muy astuta pero nada más. No
mayor cantidad de rayos, pero la porción exterior posee una
procede con método, salvo el del momento. Toma muchas
capacidad de recepción mucho más refinada. Por causa de una
disposiciones ostentosas, pero con frecuencia éstas se hallan tan
indebida profundidad confundimos y debilitamos el pensamiento,
mal adaptadas a su objetivo que recuerdan a Monsieur Jourdain,
y Venus misma puede llegar a borrarse del firmamento si la
que pedía sa robe de chambre… pour mieux entendre la musique.
escrutamos de manera demasiado sostenida, demasiado
Los resultados obtenidos son con frecuencia sorprendentes, pero
concentrada o directa.
en su mayoría se logran por simple diligencia y actividad. Cuando
éstas son insuficientes, todos sus planes fracasan. Vidocq, por »En cuanto a esos asesinatos, procedamos personalmente a un
ejemplo, era hombre de excelentes conjeturas y perseverante. examen antes de formarnos una opinión. La encuesta nos servirá
Pero como su pensamiento carecía de suficiente educación, erraba de entretenimiento (me pareció que el término era extraño,
continuamente por el excesivo ardor de sus investigaciones. aplicado al caso, pero no dije nada). Además, Lebon me prestó
Dañaba su visión por mirar el objeto desde demasiado cerca. Quizá cierta vez un servicio por el cual le estoy agradecido. Iremos a
alcanzaba a ver uno o dos puntos con singular acuidad, pero estudiar el terreno con nuestros propios ojos. Conozco a G…, el
procediendo así perdía el conjunto de la cuestión. En el fondo se prefecto de policía, y no habrá dificultad en obtener el permiso
trataba de un exceso de profundidad, y la verdad no siempre está necesario.
dentro de un pozo. Por el contrario, creo que, en lo que se refiere al
La autorización fue acordada, y nos encaminamos inmediatamente
conocimiento más importante, es invariablemente superficial. La
a la rue Morgue. Se trata de uno de esos míseros pasajes que
profundidad corresponde a los valles, donde la buscamos, y no a
corren entre la rue Richelieu y la rue Saint-Roch. Atardecía cuando
las cimas montañosas, donde se la encuentra. Las formas y fuentes
llegamos, pues el barrio estaba considerablemente distanciado del
de este tipo de error se ejemplifican muy bien en la contemplación
de nuestra residencia. Encontramos fácilmente la casa, ya que aún
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había varias personas mirando las persianas cerradas desde la súbitamente, me preguntó si había observado alguna cosa peculiar
acera opuesta. Era una típica casa parisiense, con una puerta de en el escenario de aquellas atrocidades.
entrada y una casilla de cristales con ventana corrediza,
Algo había en su manera de acentuar la palabra, que me hizo
correspondiente a la loge du concierge. Antes de entrar recorrimos
estremecer sin que pudiera decir por qué.
la calle, doblamos por un pasaje y, volviendo a doblar, pasamos
por la parte trasera del edificio, mientras Dupin examinaba la -No, nada peculiar -dije-. Por lo menos, nada que no hayamos

entera vecindad, así como la casa, con una atención minuciosa encontrado ya referido en el diario.

cuyo objeto me resultaba imposible de adivinar. -Me temo -repuso Dupin- que la Gazette no haya penetrado en el

Volviendo sobre nuestros pasos retornamos a la parte delantera y, insólito horror de este asunto. Pero dejemos de lado las vanas

luego de llamar y mostrar nuestras credenciales, fuimos admitidos opiniones de ese diario. Tengo la impresión de que se considera

por los agentes de guardia. Subimos las escaleras, hasta llegar a la insoluble este misterio por las mismísimas razones que deberían

habitación donde se había encontrado el cuerpo de mademoiselle inducir a considerarlo fácilmente solucionable; me refiero a lo

L’Espanaye y donde aún yacían ambas víctimas. Como es natural, excesivo, a lo outré de sus características. La policía se muestra

el desorden del aposento había sido respetado. No vi nada que no confundida por la aparente falta de móvil, y no por el asesinato en

estuviese detallado en la Gazette des Tribunaux. Dupin lo sí, sino por su atrocidad. Está asimismo perpleja por la aparente

inspeccionaba todo, sin exceptuar los cuerpos de las víctimas. imposibilidad de conciliar las voces que se oyeron disputando, con

Pasamos luego a las otras habitaciones y al patio; un gendarme nos el hecho de que en lo alto sólo se encontró a la difunta

acompañaba a todas partes. El examen nos tuvo ocupados hasta mademoiselle L’Espanaye, aparte de que era imposible escapar de

que oscureció, y era de noche cuando salimos. En el camino de la casa sin que el grupo que ascendía la escalera lo notara. El

vuelta, mi amigo se detuvo algunos minutos en las oficinas de uno salvaje desorden del aposento; el cadáver metido, cabeza abajo, en

de los diarios parisienses. la chimenea; la espantosa mutilación del cuerpo de la anciana, son
elementos que, junto con los ya mencionados y otros que no
He dicho ya que sus caprichos eran muchos y variados, y que je les
necesito mencionar, han bastado para paralizar la acción de los
ménageais (pues no hay traducción posible de la frase). En esta
investigadores policiales y confundir por completo su tan alabada
oportunidad Dupin rehusó toda conversación vinculada con los
perspicacia. Han caído en el grueso pero común error de confundir
asesinatos, hasta el día siguiente a mediodía. Entonces,
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lo insólito con lo abstruso. Pero, justamente a través de esas en esos momentos. Sus palabras se dirigían a mí, pero su voz,
desviaciones del plano ordinario de las cosas, la razón se abrirá aunque no era forzada, tenía esa entonación que se emplea
paso, si ello es posible, en la búsqueda de la verdad. En habitualmente para dirigirse a alguien que se halla muy lejos. Sus
investigaciones como la que ahora efectuamos no debería ojos, privados de expresión, sólo miraban la pared.
preguntarse tanto «qué ha ocurrido», como «qué hay en lo
-Las voces que disputaban y fueron oídas por el grupo que trepaba
ocurrido que no se parezca a nada ocurrido anteriormente». En
la escalera -dijo- no eran las de las dos mujeres, como ha sido
una palabra, la facilidad con la cual llegaré o he llegado a la
bien probado por los testigos. Con esto queda eliminada toda
solución de este misterio se halla en razón directa de su aparente
posibilidad de que la anciana señora haya matado a su hija,
insolubilidad a ojos de la policía.
suicidándose posteriormente. Menciono esto por razones
Me quedé mirando a mi amigo con silenciosa estupefacción. metódicas, ya que la fuerza de madame de L’Espanaye hubiera
sido por completo insuficiente para introducir el cuerpo de su hija
-Estoy esperando ahora -continuó Dupin, mirando hacia la puerta
en la chimenea, tal como fue encontrado, amén de que la
de nuestra habitación- a alguien que, si bien no es el perpetrador
naturaleza de las heridas observadas en su cadáver excluye toda
de esas carnicerías, debe de haberse visto envuelto de alguna
idea de suicidio. El asesinato, pues, fue cometido por terceros, y a
manera en su ejecución. Es probable que sea inocente de la parte
éstos pertenecían las voces que se escucharon mientras
más horrible de los crímenes. Confío en que mi suposición sea
disputaban. Permítame ahora llamarle la atención, no sobre las
acertada, pues en ella se apoya toda mi esperanza de descifrar
declaraciones referentes a dichas voces, sino a algo peculiar en
completamente el enigma. Espero la llegada de ese hombre en
esas declaraciones. ¿No lo advirtió usted?
cualquier momento… y en esta habitación. Cierto que puede no
venir, pero lo más probable es que llegue. Si así fuera, habrá que Hice notar que, mientras todos los testigos coincidían en que la voz
retenerlo. He ahí unas pistolas; los dos sabemos lo que se puede más ruda debía ser la de un francés, existían grandes desacuerdos
hacer con ellas cuando la ocasión se presenta. sobre la voz más aguda o -como la calificó uno de ellos- la voz
áspera.
Tomé las pistolas, sabiendo apenas lo que hacía y, sin poder creer
lo que estaba oyendo, mientras Dupin, como si monologara, -Tal es el testimonio en sí -dijo Dupin-, pero no su peculiaridad.
continuaba sus reflexiones. Ya he mencionado su actitud abstraída Usted no ha observado nada característico. Y, sin embargo, había

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algo que observar. Como bien ha dicho, los testigos coinciden o un africano. Ni unos ni otros abundan en París, pero, sin negar
sobre la voz ruda. Pero, con respecto a la voz aguda, la esa posibilidad, me limitaré a llamarle la atención sobre tres
peculiaridad no consiste en que estén en desacuerdo, sino en que puntos. Un testigo califica la voz de “áspera, más que aguda”. Otros
un italiano, un inglés, un español, un holandés y un francés han dos señalan que era «precipitada y desigual». Ninguno de los
tratado de describirla, y cada uno de ellos se ha referido a una voz testigos se refirió a palabras reconocibles, a sonidos que
extranjera. Cada uno de ellos está seguro de que no se trata de la parecieran palabras.
voz de un compatriota. Cada uno la vincula, no a la voz de una
»No sé -continuó Dupin- la impresión que pudo haber causado
persona perteneciente a una nación cuyo idioma conoce, sino a la
hasta ahora en su entendimiento, pero no vacilo en decir que cabe
inversa. El francés supone que es la voz de un español, y agrega
extraer deducciones legítimas de esta parte del testimonio -la que
que “podría haber distinguido algunas palabras sí hubiera sabido
se refiere a las voces ruda y aguda-, suficientes para crear una
español”. El holandés sostiene que se trata de un francés, pero nos
sospecha que debe de orientar todos los pasos futuros de la
enteramos de que como no habla francés, testimonió mediante un
investigación del misterio. Digo «deducciones legítimas», sin
intérprete. El inglés piensa que se trata de la voz de un alemán,
expresar plenamente lo que pienso. Quiero dar a entender que las
pero el testigo no comprende el alemán. El español “está seguro”
deducciones son las únicas que corresponden, y que la sospecha
de que se trata de un inglés, pero “juzga basándose en la
surge inevitablemente como resultado de las mismas. No le diré
entonación”, ya que no comprende el inglés. El italiano cree que es
todavía cuál es esta sospecha. Pero tenga presente que, por lo que
la voz de un ruso, pero nunca habló con un nativo de Rusia. Un
a mí se refiere, bastó para dar forma definida y tendencia
segundo testigo francés difiere del primero y está seguro de que se
determinada a mis investigaciones en el lugar del hecho.
trata de la voz de un italiano. No está familiarizado con la lengua
italiana, pero al igual que el español, “está convencido por la «Transportémonos ahora con la fantasía a esa habitación. ¿Qué

entonación”. Ahora bien: ¡cuan extrañamente insólita tiene que buscaremos en primer lugar? Los medios de evasión empleados

haber sido esa voz para que pudieran reunirse semejantes por los asesinos. Supongo que bien puedo decir que ninguno de los

testimonios! ¡Una voz en cuyos tonos los ciudadanos de las cinco dos cree en acontecimientos sobrenaturales. Madame y

grandes divisiones de Europa no pudieran reconocer nada mademoiselle L’Espanaye no fueron asesinadas por espíritus. Los

familiar! Me dirá usted que podía tratarse de la voz de un asiático autores del hecho eran de carne y hueso, y escaparon por medios
materiales. ¿Cómo, pues? Afortunadamente, sólo hay una manera
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de razonar sobre este punto, y esa manera debe conducirnos a una »Hay dos ventanas en el aposento. Contra una de ellas no hay
conclusión definida. Examinemos uno por uno los posibles medios ningún mueble que la obstruya, y es claramente visible. La porción
de escape. Resulta evidente que los asesinos se hallaban en el inferior de la otra queda oculta por la cabecera del pesado lecho,
cuarto donde se encontró a mademoiselle L’Espanaye, o por lo que ha sido arrimado a ella. La primera ventana apareció
menos en la pieza contigua, en momentos en que el grupo subía las firmemente asegurada desde dentro. Resistió los más violentos
escaleras. Vale decir que debemos buscar las salidas en esos dos esfuerzos de quienes trataron de levantarla. En el marco, a la
aposentos. La policía ha levantado los pisos, los techos y la izquierda, había una gran perforación de barreno, y en ella un
mampostería de las paredes en todas direcciones. Ninguna salida solidísimo clavo hundido casi hasta la cabeza. Al examinar la otra
secreta pudo escapar a sus observaciones. Pero como no me fío de ventana se vio que había un clavo colocado en forma similar; todos
sus ojos, miré el lugar con los míos. Efectivamente, no había los esfuerzos por levantarla fueron igualmente inútiles. La policía,
salidas secretas. Las dos puertas que comunican las habitaciones pues, se sintió plenamente segura de que la huida no se había
con el corredor estaban bien cerradas, con las llaves por dentro. producido por ese lado. Y, por tanto, consideró superfluo extraer
Veamos ahora las chimeneas. Aunque de diámetro ordinario en los los clavos y abrir las ventanas.
primeros ocho o diez pies por encima de los hogares, los tubos no
»Mi examen fue algo más detallado, y eso por la razón que acabo
permitirían más arriba el paso del cuerpo de un gato grande.
de darle: allí era el caso de probar que todas las aparentes
Quedando así establecida la total imposibilidad de escape por las
imposibilidades no eran tales en realidad.
vías mencionadas nos vemos reducidos a las ventanas. Nadie
podría haber huido por la del cuarto delantero, ya que la «Seguí razonando en la siguiente forma… a posteriori. Los asesinos

muchedumbre reunida lo hubiese visto. Los asesinos tienen que escaparon desde una de esas ventanas. Por tanto, no pudieron

haber pasado, pues, por las de la pieza trasera. Llevados a esta asegurar nuevamente los marcos desde el interior, tal como fueron

conclusión de manera tan inequívoca, no nos corresponde, en encontrados (consideración que, dado lo obvio de su carácter,

nuestra calidad de razonadores, rechazarla por su aparente interrumpió la búsqueda de la policía en ese terreno). Los marcos

imposibilidad. Lo único que cabe hacer es probar que esas estaban asegurados. Es necesario, pues, que tengan una manera de

aparentes “imposibilidades” no son tales en realidad. asegurarse por sí mismos. La conclusión no admitía escapatoria.
Me acerqué a la ventana que tenía libre acceso, extraje con alguna
dificultad el clavo y traté de levantar el marco. Tal como lo había
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anticipado, resistió a todos mis esfuerzos. Comprendí entonces perdido la pista un solo instante. Los eslabones de la cadena no
que debía de haber algún resorte oculto, y la corroboración de esta tenían ninguna falla. Había perseguido el secreto hasta su última
idea me convenció de que por lo menos mis premisas eran conclusión: y esa conclusión era el clavo. Ya he dicho que tenía
correctas, aunque el detalle referente a los clavos continuara todas las apariencias de su vecino de la otra ventana; pero el
siendo misterioso. Un examen detallado no tardó en revelarme el hecho, por más concluyente que pareciera, resultaba de una
resorte secreto. Lo oprimí y, satisfecho de mi descubrimiento, me absoluta nulidad comparado con la consideración de que allí, en
abstuve de levantar el marco. ese punto, se acababa el hilo conductor. “Tiene que haber algo
defectuoso en el clavo”, pensé. Al tocarlo, su cabeza quedó entre
»Volví a poner el clavo en su sitio y lo observé atentamente. Una
mis dedos juntamente con un cuarto de pulgada de la espiga. El
persona que escapa por la ventana podía haberla cerrado
resto de la espiga se hallaba dentro del agujero, donde se había
nuevamente, y el resorte habría asegurado el marco. Pero, ¿cómo
roto. La fractura era muy antigua, pues los bordes aparecían
reponer el clavo? La conclusión era evidente y estrechaba una vez
herrumbrados, y parecía haber sido hecho de un martillazo, que
más el campo de mis investigaciones. Los asesinos tenían que
había hundido parcialmente la cabeza del clavo en el marco
haber escapado por la otra ventana. Suponiendo, pues, que los
inferior de la ventana. Volví a colocar cuidadosamente la parte de
resortes fueran idénticos en las dos ventanas, como parecía
la cabeza en el lugar de donde la había sacado, y vi que el clavo
probable, necesariamente tenía que haber una diferencia entre los
daba la exacta impresión de estar entero; la fisura resultaba
clavos, o por lo menos en su manera de estar colocados. Trepando
invisible. Apretando el resorte, levanté ligeramente el marco; la
al armazón de la cama, miré minuciosamente el marco de sostén
cabeza del clavo subió con él, sin moverse de su lecho. Cerré la
de la segunda ventana. Pasé la mano por la parte posterior,
ventana, y el clavo dio otra vez la impresión de estar dentro.
descubriendo en seguida el resorte que, tal como había supuesto,
era idéntico a su vecino. Miré luego el clavo. Era tan sólido como el »Hasta ahora, el enigma quedaba explicado. El asesino había huido
otro y aparentemente estaba fijo de la misma manera y hundido por la ventana que daba a la cabecera del lecho. Cerrándose por sí
casi hasta la cabeza. misma (o quizá ex profeso) la ventana había quedado asegurada
por su resorte. Y la resistencia ofrecida por éste había inducido a la
»Pensará usted que me sentí perplejo, pero si así fuera no ha
policía a suponer que se trataba del clavo, dejando así de lado toda
comprendido la naturaleza de mis inducciones. Para usar una frase
investigación suplementaria.
deportiva, hasta entonces no había cometido falta. No había
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»La segunda cuestión consiste en el modo del descenso. Mi paseo Estirándose hasta una distancia de dos pies y medio (ya que
con usted por la parte trasera de la casa me satisfizo al respecto. A suponemos la persiana enteramente abierta), un ladrón habría
unos cinco pies y medio de la ventana en cuestión corre una varilla podido sujetarse firmemente de las tablillas de la celosía.
de pararrayos. Desde esa varilla hubiera resultado imposible Abandonando entonces su sostén en la varilla, afirmando los pies
alcanzar la ventana, y mucho menos introducirse por ella. Observé, en la pared y lanzándose vigorosamente hacia adelante habría
sin embargo, que las persianas del cuarto piso pertenecen a esa podido hacer girar la persiana hasta que se cerrara; si suponemos
curiosa especie que los carpinteros parisienses denominan que la ventana estaba abierta en este momento, habría logrado
ferrades; es un tipo rara vez empleado en la actualidad, pero que entrar así en la habitación.
se ve con frecuencia en casas muy viejas de Lyon y Bordeaux. Se
»Le pido que tenga especialmente en cuenta que me refiero a un
las fabrica como una puerta ordinaria (de una sola hoja, y no de
insólito grado de vigor, capaz de llevar a cabo una hazaña tan
doble batiente), con la diferencia de que la parte inferior tiene
azarosa y difícil. Mi intención consiste en demostrarle,
celosías o tablillas que ofrecen excelente asidero para las manos.
primeramente, que el hecho pudo ser llevado a cabo; pero, en
En este caso las persianas alcanzan un ancho de tres pies y medio.
segundo lugar, y muy especialmente, insisto en llamar su atención
Cuando las vimos desde la parte posterior de la casa, ambas
sobre el carácter extraordinario, casi sobrenatural, de ese vigor
estaban entornadas, es decir, en ángulo recto con relación a la
capaz de cosa semejante.
pared. Es probable que también los policías hayan examinado los
fondos del edificio; pero, si así lo hicieron, miraron las ferrades en »Usando términos judiciales, usted me dirá sin duda que para

el ángulo indicado, sin darse cuenta de su gran anchura; por lo «redondear mi caso» debería subestimar y no poner de tal modo

menos no la tomaron en cuenta. Sin duda, seguros de que por esa en evidencia la agilidad que se requiere para dicha proeza. Pero la

parte era imposible toda fuga, se limitaron a un examen muy práctica de los tribunales no es la de la razón. Mi objetivo final es

sumario. Para mí, sin embargo, era claro que si se abría del todo la tan sólo la verdad. Y mi propósito inmediato consiste en inducirlo

persiana correspondiente a la ventana situada sobre el lecho, su a que yuxtaponga la insólita agilidad que he mencionado a esa voz

borde quedaría a unos dos pies de la varilla del pararrayos. tan extrañamente aguda (o áspera) y desigual sobre cuya

También era evidente que, desplegando tanta agilidad como nacionalidad no pudieron ponerse de acuerdo los testigos y en

coraje, se podía llegar hasta la ventana trepando por la varilla. cuyos acentos no se logró distinguir ningún vocablo articulado.

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Al oír estas palabras pasó por mi mente una vaga e informe nacida en el cerebro de los policías por esa parte del testimonio
concepción de lo que quería significar Dupin. Me pareció estar a que se refiere al dinero entregado en la puerta de la casa.
punto de entender, pero sin llegar a la comprensión, así como a Coincidencias diez veces más notables que ésta (la entrega del
veces nos hallamos a punto de recordar algo que finalmente no se dinero y el asesinato de sus poseedores tres días más tarde)
concreta. Pero mi amigo seguía hablando. ocurren a cada hora de nuestras vidas sin que nos preocupemos
por ellas. En general, las coincidencias son grandes obstáculos en
-Habrá notado usted -dijo- que he pasado de la cuestión de la
el camino de esos pensadores que todo lo ignoran de la teoría de
salida de la casa a la del modo de entrar en ella. Era mi intención
las probabilidades, esa teoría a la cual los objetivos más eminentes
mostrar que ambas cosas se cumplieron en la misma forma y en el
de la investigación humana deben los más altos ejemplos. En esta
mismo lugar. Volvamos ahora al interior del cuarto y examinemos
instancia, si el oro hubiese sido robado, el hecho de que la suma
lo que allí aparece. Se ha dicho que los cajones de la cómoda
hubiese sido entregada tres días antes habría constituido algo más
habían sido saqueados, aunque quedaron en ellos numerosas
que una coincidencia. Antes bien, hubiera corroborado la noción
prendas. Esta conclusión es absurda. No pasa de una simple
de un móvil. Pero, dadas las verdaderas circunstancias del caso, si
conjetura, bastante tonta por lo demás. ¿Cómo podemos asegurar
hemos de suponer que el oro era el móvil del crimen, tenemos
que las ropas halladas en los cajones no eran las que éstos
entonces que admitir que su perpetrador era lo bastante indeciso
contenían habitualmente? Madame L’Espanaye y su hija llevaban
y lo bastante estúpido como para olvidar el oro y el móvil al mismo
una vida muy retirada, no veían a nadie, salían raras veces, y pocas
tiempo.
ocasiones se les presentaban de cambiar de tocado. Lo que se
encontró en los cajones era de tan buena calidad como cualquiera »Teniendo, pues, presentes los puntos sobre los cuales he llamado
de los efectos que poseían las damas. Si un ladrón se llevó una su atención -la voz singular, la insólita agilidad y la sorprendente
parte, ¿por qué no tomó lo mejor… por qué no se llevó todo? En falta de móvil en un asesinato tan atroz como éste-, echemos una
una palabra: ¿por qué abandonó cuatro mil francos en oro, para ojeada a la carnicería en sí. Estamos ante una mujer estrangulada
cargarse con un hato de ropa? El oro fue abandonado. La suma por la presión de unas manos e introducida en el cañón de la
mencionada por monsieur Mignaud, el banquero, apareció en su chimenea con la cabeza hacia abajo. Los asesinos ordinarios no
casi totalidad en los sacos tirados por el suelo. Le pido, por tanto, emplean semejantes métodos. Y mucho menos esconden al
que descarte de sus pensamientos la desatinada idea de un móvil, asesinado en esa forma. En el hecho de introducir el cadáver en la
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chimenea admitirá usted que hay algo excesivamente inmoderado, la víctima desde la ventana que da sobre la cama. Por simple que
algo por completo inconciliable con nuestras nociones sobre los sea, esto escapó a la policía por la misma razón que se les escapó el
actos humanos, incluso si suponemos que su autor es el más ancho de las persianas: frente a la presencia de clavos se quedaron
depravado de los hombres. Piense, asimismo, en la fuerza ciegos ante la posibilidad de que las ventanas hubieran sido
prodigiosa que hizo falta para introducir el cuerpo hacia arriba, abiertas alguna vez.
cuando para hacerlo descender fue necesario el concurso de varias
»Si ahora, en adición a estas cosas, ha reflexionado usted
personas.
adecuadamente sobre el extraño desorden del aposento, hemos
»Volvámonos ahora a las restantes señales que pudo dejar ese llegado al punto de poder combinar las nociones de una
maravilloso vigor. En el hogar de la chimenea se hallaron espesos asombrosa agilidad, una fuerza sobrehumana, una ferocidad
(muy espesos) mechones de cabello humano canoso. Habían sido brutal, una carnicería sin motivo, una grotesquerie en el horror
arrancados de raíz. Bien sabe usted la fuerza que se requiere para por completo ajeno a lo humano, y una voz de tono extranjero para
arrancar en esa forma veinte o treinta cabellos. Y además vio los los oídos de hombres de distintas nacionalidades y privada de todo
mechones en cuestión tan bien como yo. Sus raíces (cosa horrible) silabeo inteligible. ¿Qué resultado obtenemos? ¿Qué impresión he
mostraban pedazos del cuero cabelludo, prueba evidente de la producido en su imaginación?
prodigiosa fuerza ejercida para arrancar quizá medio millón de
Al escuchar las preguntas de Dupin sentí que un estremecimiento
cabellos de un tirón. La garganta de la anciana señora no
recorría mi cuerpo.
solamente estaba cortada, sino que la cabeza había quedado
completamente separada del cuerpo; el instrumento era una -Un maníaco es el autor del crimen -dije-. Un loco furioso escapado

simple navaja. Lo invito a considerar la brutal ferocidad de estas de alguna maison de santé de la vecindad.

acciones. No diré nada de las contusiones que presentaba el -En cierto sentido -dijo Dupin-, su idea no es inaplicable. Pero, aun
cuerpo de Madame L’Espanaye. Monsieur Dumas y su valioso en sus más salvajes paroxismos, las voces de los locos jamás
ayudante, monsieur Etienne, han decidido que fueron producidas coinciden con esa extraña voz escuchada en lo alto. Los locos
por un instrumento contundente, y hasta ahí la opinión de dichos pertenecen a alguna nación, y, por más incoherentes que sean sus
caballeros es muy correcta. El instrumento contundente fue palabras, tienen, sin embargo, la coherencia del silabeo. Además, el
evidentemente el pavimento de piedra del patio, sobre el cual cayó cabello de un loco no es como el que ahora tengo en la mano.
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Arranqué este pequeño mechón de entre los dedos rígidamente cilíndrica. He aquí un rodillo de madera, cuya circunferencia es
apretados de madame L’Espanaye. ¿Puede decirme qué piensa de aproximadamente la de una garganta. Envuélvala con el dibujo y
ellos? repita el experimento.

-¡Dupin… este cabello es absolutamente extraordinario…! ¡No es Así lo hice, pero las dificultades eran aún mayores.
cabello humano! -grité, trastornado por completo.
-Esta marca -dije- no es la de una mano humana.
-No he dicho que lo fuera -repuso mi amigo-. Pero antes de que
-Lea ahora -replicó Dupin- este pasaje de Cuvier.
resolvamos este punto, le ruego que mire el bosquejo que he
trazado en este papel. Es un facsímil de lo que en una parte de las Era una minuciosa descripción anatómica y descriptiva del gran

declaraciones de los testigos se describió como «contusiones orangután leonado de las islas de la India oriental. La gigantesca

negruzcas, y profundas huellas de uñas» en la garganta de estatura, la prodigiosa fuerza y agilidad, la terrible ferocidad y las

mademoiselle L’Espanaye, y en otra (declaración de los señores tendencias imitativas de estos mamíferos son bien conocidas.

Dumas y Etienne) como «una serie de manchas lívidas que, Instantáneamente comprendí todo el horror del asesinato.

evidentemente, resultaban de la presión de unos dedos». -La descripción de los dedos -dije al terminar la lectura-concuerda

«Notará usted -continuó mi amigo, mientras desplegaba el papel- exactamente con este dibujo. Sólo un orangután, entre todos los

que este diseño indica una presión firme y fija. No hay señal alguna animales existentes, es capaz de producir las marcas que aparecen

de deslizamiento. Cada dedo mantuvo (probablemente hasta la en su diseño. Y el mechón de pelo coincide en un todo con el pelaje

muerte de la víctima) su terrible presión en el sitio donde se de la bestia descrita por Cuvier. De todas maneras, no alcanzo a

hundió primero. Le ruego ahora que trate de colocar todos sus comprender los detalles de este aterrador misterio. Además, se

dedos a la vez en las respectivas impresiones, tal como aparecen escucharon dos voces que disputaban y una de ellas era, sin duda,

en el dibujo. la de un francés.

Lo intenté sin el menor resultado. -Cierto, Y recordará usted que, casi unánimemente, los testigos
declararon haber oído decir a esa voz las palabras: Mon Dieu!
-Quizá no estemos procediendo debidamente -dijo Dupin-. El papel
Dadas las circunstancias, uno de los testigos (Montani, el
es una superficie plana, mientras que la garganta humana es
confitero) acertó al sostener que la exclamación tenía un tono de
22
reproche o reconvención. Sobre esas dos palabras, pues, he captura y cuidado. Presentarse al número… calle… Faubourg Saint-
apoyado todas mis esperanzas de una solución total del enigma. Germain… tercer piso.
Un francés estuvo al tanto del asesinato. Es posible -e incluso muy
-Pero, ¿cómo es posible -pregunté- que sepa usted que el hombre
probable- que fuera inocente de toda participación en el
es un marinero y que pertenece a un barco maltes?
sangriento episodio. El orangután pudo habérsele escapado. Quizá
siguió sus huellas hasta la habitación; pero, dadas las terribles -No lo sé -dijo Dupin- y no estoy seguro de ello. Pero he aquí un

circunstancias que se sucedieron, le fue imposible capturarlo otra trocito de cinta que, a juzgar por su forma y su grasienta condición,

vez. El animal anda todavía suelto. No continuaré con estas debió de ser usado para atar el pelo en una de esas largas queues

conjeturas (pues no tengo derecho a darles otro nombre), ya que de que tan orgullosos se muestran los marineros. Además, el nudo

las sombras de reflexión que les sirven de base poseen apenas pertenece a esa clase que pocas personas son capaces de hacer,

suficiente profundidad para ser alcanzadas por mi intelecto, y no salvo los marinos, y es característico de los malteses. Encontré esta

pretenderé mostrarlas con claridad a la inteligencia de otra cinta al pie de la varilla del pararrayos. Imposible que perteneciera

persona. Las llamaremos conjeturas, pues, y nos referiremos a a una de las víctimas. De todos modos, si me equivoco al deducir

ellas como tales. Si el francés en cuestión es, como lo supongo, de la cinta que el francés era un marinero perteneciente a un barco

inocente de tal atrocidad, este aviso que deje anoche cuando maltes, no he causado ningún daño al estamparlo en el aviso. Si me

volvíamos a casa en las oficinas de Le Monde (un diario equivoco, el hombre pensará que me he confundido por alguna

consagrado a cuestiones marítimas y muy leído por los razón que no se tomará el trabajo de averiguar. Pero si estoy en lo

navegantes) lo hará acudir a nuestra casa. cierto, hay mucho de ganado. Conocedor, aunque inocente de los
asesinatos, el francés vacilará, como es natural, antes de responder
Me alcanzó un papel, donde leí:
al aviso y reclamar el orangután. He aquí cómo razonará: «Soy
Capturado.-En el Bois de Boulogne, en la mañana del… (la mañana inocente y pobre; mi orangután es muy valioso y para un hombre
del asesinato), se ha capturado un gran orangután leonado de la como yo representa una verdadera fortuna. ¿Por qué perderlo a
especie de Borneo. Su dueño (de quien se sabe que es un marinero causa de una tonta aprensión? Está ahí, a mi alcance. Lo han
perteneciente a un barco maltés) puede reclamarlo, previa encontrado en el Bois de Boulogne, a mucha distancia de la escena
identificación satisfactoria y pago de los gastos resultantes de su del crimen. ¿Cómo podría sospechar alguien que ese animal es el
culpable? La policía está desorientada y no ha podido encontrar la
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más pequeña huella. Si llegaran a seguir la pista del mono, les será Inclinóse torpemente, dándonos las buenas noches en francés; a
imposible probar que supe algo de los crímenes o echarme alguna pesar de un cierto acento suizo de Neufchatel, se veía que era de
culpa como testigo de ellos. Además, soy conocido. El redactor del origen parisiense.
aviso me designa como dueño del animal. Ignoro hasta dónde llega
-Siéntese usted, amigo mío -dijo Dupin-. Supongo que viene en
su conocimiento. Si renuncio a reclamar algo de tanto valor, que se
busca del orangután. Palabra, se lo envidio un poco; es un
sabe de mi pertenencia, las sospechas recaerán, por lo menos,
magnífico animal, que presumo debe de tener gran valor. ¿Qué
sobre el animal. Contestaré al aviso, recobraré el orangután y lo
edad le calcula usted?
tendré encerrado hasta que no se hable más del asunto.»
El marinero respiró profundamente, con el aire de quien se siente
En ese momento oímos pasos en la escalera.
aliviado de un peso intolerable, y contestó con tono reposado:
-Prepare las pistolas -dijo Dupin-, pero no las use ni las exhiba
-No podría decirlo, pero no tiene más de cuatro o cinco años. ¿Lo
hasta que le haga una seña.
guarda usted aquí?
La puerta de entrada de la casa había quedado abierta y el
-¡Oh, no! Carecemos de lugar adecuado. Está en una caballeriza de
visitante había entrado sin llamar, subiendo algunos peldaños de
la rue Dubourg, cerca de aquí. Podría usted llevárselo mañana por
la escalera. Pero, de pronto, pareció vacilar y lo oímos bajar. Dupin
la mañana. Supongo que estará en condiciones de probar su
corría ya a la puerta cuando advertimos que volvía a subir. Esta
derecho de propiedad.
vez no vaciló, sino que, luego de trepar decididamente la escalera,
golpeó en nuestra puerta. -Por supuesto que sí, señor.

-¡Adelante! -dijo Dupin con voz cordial y alegre. -Lamentaré separarme de él -dijo Dupin.

El hombre que entró era, con toda evidencia, un marino, alto, -No quisiera que usted se hubiese molestado por nada -declaró el

robusto y musculoso, con un semblante en el que cierta expresión marinero-. Estoy dispuesto a pagar una recompensa por el

audaz no resultaba desagradable. Su rostro, muy atezado, aparecía hallazgo del animal. Una suma razonable, se entiende.

en gran parte oculto por las patillas y los bigotes. Traía consigo un -Pues bien -repuso mi amigo-, eso me parece muy justo. Déjeme
grueso bastón de roble, pero al parecer ésa era su única arma. pensar: ¿qué le pediré? ¡Ah, ya sé! He aquí cuál será mi

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recompensa: me contará usted todo lo que sabe sobre esos elemental lo obliga a confesar todo lo que sabe. Hay un hombre
crímenes en la rue Morgue. inocente en la cárcel, acusado de un crimen cuyo perpetrador
puede usted denunciar.
Dupin pronunció las últimas palabras en voz muy baja y con gran
tranquilidad. Después, con igual calma, fue hacia la puerta, la cerró Mientras Dupin pronunciaba estas palabras, el marinero había
y guardó la llave en el bolsillo. Sacando luego una pistola, la puso recobrado en buena parte su compostura, aunque su aire decidido
sin la menor prisa sobre la mesa. del comienzo habíase desvanecido por completo.

El rostro del marinero enrojeció como si un acceso de sofocación -¡Dios venga en mi ayuda! -dijo, después de una pausa-. Sí, le diré
se hubiera apoderado de él. Levantándose, aferró su bastón, pero todo lo que sé sobre este asunto, aunque no espero que crea ni la
un segundo después se dejó caer de nuevo en el asiento, mitad de lo que voy a contarle… ¡Estaría loco si pensara que van a
temblando violentamente y pálido como la muerte. No dijo una creerme! Y, sin embargo, soy inocente, y lo confesaré todo aunque
palabra. Lo compadecí desde lo más profundo de mi corazón. me cueste la vida.

-Amigo mío, se está usted alarmando sin necesidad -dijo En sustancia, lo que nos dijo fue lo siguiente: Poco tiempo atrás,
cordialmente Dupin-. Le aseguro que no tenemos intención de había hecho un viaje al archipiélago índico. Un grupo del que
causarle el menor daño. Lejos de nosotros querer perjudicarlo: le formaba parte desembarcó en Borneo y penetró en el interior a fin
doy mi palabra de caballero y de francés. Estoy perfectamente de hacer una excursión placentera. Entre él y un compañero
enterado de que es usted inocente de las atrocidades de la rue capturaron al orangután. Como su compañero falleciera, quedó
Morgue. Pero sería inútil negar que, en cierto modo, se halla dueño único del animal. Después de considerables dificultades,
implicado en ellas. Fundándose en lo que le he dicho, supondrá ocasionadas por la indomable ferocidad de su cautivo durante el
que poseo medios de información sobre este asunto, medios que le viaje de vuelta, logró finalmente encerrarlo en su casa de París,
sería imposible imaginar. El caso se plantea de la siguiente donde, para aislarlo de la incómoda curiosidad de sus vecinos, lo
manera: usted no ha cometido nada que no debiera haber mantenía cuidadosamente recluido, mientras el animal curaba de
cometido, nada que lo haga culpable. Ni siquiera se le puede acusar una herida en la pata que se había hecho con una astilla a bordo
de robo, cosa que pudo llevar a cabo impunemente. No tiene nada del buque. Una vez curado, el marinero estaba dispuesto a
que ocultar ni razón para hacerlo. Por otra parte, el honor más venderlo.

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Una noche, o más bien una madrugada, en que volvía de una aferró la persiana que se hallaba completamente abierta y pegada
pequeña juerga de marineros, nuestro hombre se encontró con a la pared, y en esta forma se lanzó hacia adelante hasta caer sobre
que el orangután había penetrado en su dormitorio, luego de la cabecera de la cama. Todo esto había ocurrido en menos de un
escaparse de la habitación contigua donde su captor había creído minuto. Al saltar en la habitación, las patas del orangután
tenerlo sólidamente encerrado. Navaja en mano y embadurnado rechazaron nuevamente la persiana, la cual quedó abierta.
de jabón, habíase sentado frente a un espejo y trataba de afeitarse,
El marinero, a todo esto, se sentía tranquilo y preocupado al
tal como, sin duda, había visto hacer a su amo espiándolo por el
mismo tiempo. Renacían sus esperanzas de volver a capturar a la
ojo de la cerradura. Aterrado al ver arma tan peligrosa en manos
bestia, ya que le sería difícil escapar de la trampa en que acababa
de un animal que, en su ferocidad, era harto capaz de utilizarla, el
de meterse, salvo que bajara otra vez por el pararrayos, ocasión en
marinero se quedó un instante sin saber qué hacer. Por lo regular,
que sería posible atraparlo. Por otra parte, se sentía ansioso al
lograba contener al animal, aun en sus arrebatos más terribles, con
pensar en lo que podría estar haciendo en la casa. Esta última
ayuda de un látigo, y pensó acudir otra vez a ese recurso. Pero al
reflexión indujo al hombre a seguir al fugitivo. Para un marinero
verlo, el orangután se lanzó de un salto a la puerta, bajó las
no hay dificultad en trepar por una varilla de pararrayos; pero,
escaleras y, desde ellas, saltando por una ventana que
cuando hubo llegado a la altura de la ventana, que quedaba muy
desgraciadamente estaba abierta, se dejó caer a la calle.
alejada a su izquierda, no pudo seguir adelante; lo más que alcanzó
Desesperado, el francés se precipitó en su seguimiento. Navaja en fue a echarse a un lado para observar el interior del aposento.
mano, el mono se detenía para mirar y hacer muecas a su Apenas hubo mirado, estuvo a punto de caer a causa del horror
perseguidor, dejándolo acercarse casi hasta su lado. Entonces que lo sobrecogió. Fue en ese momento cuando empezaron los
echaba a correr otra vez. Siguió así la caza durante largo tiempo. espantosos alaridos que arrancaron de su sueño a los vecinos de la
Las calles estaban profundamente tranquilas, pues eran casi las rue Morgue. Madame L’Espanaye y su hija, vestidas con sus
tres de la madrugada. Al atravesar el pasaje de los fondos de la rue camisones de dormir, habían estado aparentemente ocupadas en
Morgue, la atención del fugitivo se vio atraída por la luz que salía arreglar algunos papeles en la caja fuerte ya mencionada, la cual
de la ventana abierta del aposento de madame L’Espanaye, en el había sido corrida al centro del cuarto. Hallábase abierta, y a su
cuarto piso de su casa. Precipitándose hacia el edificio, descubrió lado, en el suelo, los papeles que contenía. Las víctimas debían de
la varilla del pararrayos, trepó por ella con inconcebible agilidad, haber estado sentadas dando la espalda a la ventana, y, a juzgar
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por el tiempo transcurrido entre la entrada de la bestia y los gritos, rompiendo los muebles a cada salto y arrancando el lecho de su
parecía probable que en un primer momento no hubieran bastidor. Finalmente se apoderó del cadáver de mademoiselle
advertido su presencia. El golpear de la persiana pudo ser L’Espanaye y lo metió en el cañón de la chimenea, tal como fue
atribuido por ellas al viento. encontrado luego, tomó luego el de la anciana y lo tiró de cabeza
por la ventana.
En el momento en que el marinero miró hacia el interior del
En momentos en que el mono se acercaba a la ventana con su
cuarto, el gigantesco animal había aferrado a madame L’Espanaye
mutilada carga, el marinero se echó aterrorizado hacia atrás y,
por el cabello (que la dama tenía suelto, como si se hubiera estado
deslizándose sin precaución alguna hasta el suelo, corrió
peinando) y agitaba la navaja cerca de su cara imitando los
inmediatamente a su casa, temeroso de las consecuencias de
movimientos de un barbero. La hija yacía postrada e inmóvil,
semejante atrocidad y olvidando en su terror toda preocupación
víctima de un desmayo. Los gritos y los esfuerzos de la anciana
por la suerte del orangután. Las palabras que los testigos oyeron
señora, durante los cuales le fueron arrancados los mechones de la
en la escalera fueron las exclamaciones de espanto del francés,
cabeza, tuvieron por efecto convertir los propósitos
mezcladas con los diabólicos sonidos que profería la bestia.
probablemente pacíficos del orangután en otros llenos de furor.
Poco me queda por agregar. El orangután debió de escapar por la
Con un solo golpe de su musculoso brazo separó casi
varilla del pararrayos un segundo antes de que la puerta fuera
completamente la cabeza del cuerpo de la víctima. La vista de la
forzada. Sin duda, cerró la ventana a su paso. Más tarde fue
sangre transformó su cólera en frenesí. Rechinando los dientes y
capturado por su mismo dueño, quien lo vendió al Jardin des
echando fuego por los ojos, saltó sobre el cuerpo de la joven y,
Plantes en una elevada suma.
hundiéndole las terribles garras en la garganta, las mantuvo así
hasta que hubo expirado. Las furiosas miradas de la bestia cayeron Lebon fue puesto en libertad inmediatamente después que
entonces sobre la cabecera del lecho, sobre el cual el rostro de su hubimos narrado todas las circunstancias del caso -con algunos
amo, paralizado por el horror, alcanzaba apenas a divisarse. La comentarios por parte de Dupin- en el bureau del prefecto de
furia del orangután, que, sin duda, no olvidaba el temido látigo, se policía. Este funcionario, aunque muy bien dispuesto hacia mi
cambió instantáneamente en miedo. Seguro de haber merecido un amigo, no pudo ocultar del todo el fastidio que le producía el giro
castigo, pareció deseoso de ocultar sus sangrientas acciones, y se que había tomado el asunto, y deslizó uno o dos sarcasmos sobre
lanzó por el cuarto lleno de nerviosa agitación, echando abajo y
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la conveniencia de que cada uno se ocupara de sus propios
asuntos.
-Déjelo usted hablar -me dijo Dupin, que no se había molestado en
replicarle-. Deje que se desahogue; eso aliviará su conciencia. Me
doy por satisfecho con haberlo derrotado en su propio terreno. De
todos modos, el hecho de que haya fracasado en la solución del
misterio no es ninguna razón para asombrarse; en verdad, nuestro
amigo el prefecto es demasiado astuto para ser profundo. No hay
fibra en su ciencia: mucha cabeza y nada de cuerpo, como las
imágenes de la diosa Laverna, o, a lo sumo, mucha cabeza y lomos,
ingerido por error una fuerte dosis de veronal y había fallecido el
como un bacalao. Pero después de todo es un buen hombre. Lo
tres del corriente en el hospital de Bagé. Un compañero de pensión
estimo especialmente por cierta forma maestra de gazmoñería, a
de su padre firmaba la noticia, un tal Fein o Fain, de Río Grande,
la cual debe su reputación. Me refiero a la manera que tiene de nier
que no podía saber que se dirigía a la hija del muerto.
ce qui est, et d’ expliquer ce qui n’est pas.
Emma dejó caer el papel. Su primera impresión fue de malestar en
el vientre y en las rodillas; luego de ciega culpa, de irrealidad, de
Emma Zunz frío, de temor; luego, quiso ya estar en el día siguiente. Acto
continuo comprendió que esa voluntad era inútil porque la muerte
Jorge Luis Borges
de su padre era lo único que había sucedido en el mundo, y
seguiría sucediendo sin fin. Recogió el papel y se fue a su cuarto.

El catorce de enero de 1922, Emma Zunz, al volver de la fábrica de Furtivamente lo guardó en un cajón, como si de algún modo ya

tejidos Tarbuch y Loewenthal, halló en el fondo del zaguán una conociera los hechos ulteriores. Ya había empezado a

carta, fechada en el Brasil, por la que supo que su padre había vislumbrarlos, tal vez; ya era la que sería.

muerto. La engañaron, a primera vista, el sello y el sobre; luego, la En la creciente oscuridad, Emma lloró hasta el fin de aquel día del

inquietó la letra desconocida. Nueve diez líneas borroneadas suicidio de Manuel Maier, que en los antiguos días felices fue

querían colmar la hoja; Emma leyó que el señor Maier había Emanuel Zunz. Recordó veraneos en una chacra, cerca de
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Gualeguay, recordó (trató de recordar) a su madre, recordó la se acostó y se obligó a dormir. Así, laborioso y trivial, pasó el
casita de Lanús que les remataron, recordó los amarillos losanges viernes quince, la víspera.
de una ventana, recordó el auto de prisión, el oprobio, recordó los El sábado, la impaciencia la despertó. La impaciencia, no la
anónimos con el suelto sobre “el desfalco del cajero”, recordó inquietud, y el singular alivio de estar en aquel día, por fin. Ya no
(pero eso jamás lo olvidaba) que su padre, la última noche, le había tenía que tramar y que imaginar; dentro de algunas horas
jurado que el ladrón era Loewenthal. Loewenthal, Aarón alcanzaría la simplicidad de los hechos. Leyó en La Prensa que el
Loewenthal, antes gerente de la fábrica y ahora uno de los dueños. Nordstjärnan, de Malmö, zarparía esa noche del dique 3; llamó por
Emma, desde 1916, guardaba el secreto. A nadie se lo había teléfono a Loewenthal, insinuó que deseaba comunicar, sin que lo
revelado, ni siquiera a su mejor amiga, Elsa Urstein. Quizá rehuía supieran las otras, algo sobre la huelga y prometió pasar por el
la profana incredulidad; quizá creía que el secreto era un vínculo escritorio, al oscurecer. Le temblaba la voz; el temblor convenía a
entre ella y el ausente. Loewenthal no sabía que ella sabía; Emma una delatora. Ningún otro hecho memorable ocurrió esa mañana.
Zunz derivaba de ese hecho ínfimo un sentimiento de poder. Emma trabajó hasta las doce y fijó con Elsa y con Perla Kronfuss
No durmió aquella noche, y cuando la primera luz definió el los pormenores del paseo del domingo. Se acostó después de
rectángulo de la ventana, ya estaba perfecto su plan. Procuró que almorzar y recapituló, cerrados los ojos, el plan que había
ese día, que le pareció interminable, fuera como los otros. Había en tramado. Pensó que la etapa final sería menos horrible que la
la fábrica rumores de huelga; Emma se declaró, como siempre, primera y que le depararía, sin duda, el sabor de la victoria y de la
contra toda violencia. A las seis, concluido el trabajo, fue con Elsa a justicia. De pronto, alarmada, se levantó y corrió al cajón de la
un club de mujeres, que tiene gimnasio y pileta. Se inscribieron; cómoda. Lo abrió; debajo del retrato de Milton Sills, donde la había
tuvo que repetir y deletrear su nombre y su apellido, tuvo que dejado la antenoche, estaba la carta de Fain. Nadie podía haberla
festejar las bromas vulgares que comentan la revisación. Con Elsa visto; la empezó a leer y la rompió.
y con la menor de las Kronfuss discutió a qué cinematógrafo irían Referir con alguna realidad los hechos de esa tarde sería difícil y
el domingo a la tarde. Luego, se habló de novios y nadie esperó que quizá improcedente. Un atributo de lo infernal es la irrealidad, un
Emma hablara. En abril cumpliría diecinueve años, pero los atributo que parece mitigar sus terrores y que los agrava tal vez.
hombres le inspiraban, aún, un temor casi patológico… De vuelta, ¿Cómo hacer verosímil una acción en la que casi no creyó quien la
preparó una sopa de tapioca y unas legumbres, comió temprano, ejecutaba, cómo recuperar ese breve caos que hoy la memoria de

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Emma Zunz repudia y confunde? Emma vivía por Almagro, en la Emma como esta lo fue para él, pero ella sirvió para el goce y él
calle Liniers; nos consta que esa tarde fue al puerto. Acaso en el para la justicia.
infame Paseo de Julio se vio multiplicada en espejos, publicada por Cuando se quedó sola, Emma no abrió en seguida los ojos. En la
luces y desnudada por los ojos hambrientos, pero más razonable mesa de luz estaba el dinero que había dejado el hombre: Emma se
es conjeturar que al principio erró, inadvertida, por la indiferente incorporó y lo rompió como antes había roto la carta. Romper
recova… Entró en dos o tres bares, vio la rutina o los manejos de dinero es una impiedad, como tirar el pan; Emma se arrepintió,
otras mujeres. Dio al fin con hombres del Nordstjärnan. De uno, apenas lo hizo. Un acto de soberbia y en aquel día… El temor se
muy joven, temió que le inspirara alguna ternura y optó por otro, perdió en la tristeza de su cuerpo, en el asco. El asco y la tristeza la
quizá más bajo que ella y grosero, para que la pureza del horror no encadenaban, pero Emma lentamente se levantó y procedió a
fuera mitigada. El hombre la condujo a una puerta y después a un vestirse. En el cuarto no quedaban colores vivos; el último
turbio zaguán y después a una escalera tortuosa y después a un crepúsculo se agravaba. Emma pudo salir sin que lo advirtieran; en
vestíbulo (en el que había una vidriera con losanges idénticos a los la esquina subió a un Lacroze, que iba al oeste. Eligió, conforme a
de la casa en Lanús) y después a un pasillo y después a una puerta su plan, el asiento más delantero, para que no le vieran la cara.
que se cerró. Los hechos graves están fuera del tiempo, ya porque Quizá le confortó verificar, en el insípido trajín de las calles, que lo
en ellos el pasado inmediato queda como tronchado del porvenir, acaecido no había contaminado las cosas. Viajó por barrios
ya porque no parecen consecutivas las partes que los forman. decrecientes y opacos, viéndolos y olvidándolos en el acto, y se
¿En aquel tiempo fuera del tiempo, en aquel desorden perplejo de apeó en una de las bocacalles de Warnes. Paradójicamente su
sensaciones inconexas y atroces, pensó Emma Zunz una sola vez fatiga venía a ser una fuerza, pues la obligaba a concentrarse en los
en el muerto que motivaba el sacrificio? Yo tengo para mí que pormenores de la aventura y le ocultaba el fondo y el fin.
pensó una vez y que en ese momento peligró su desesperado Aarón Loewenthal era, para todos, un hombre serio; para sus
propósito. Pensó (no pudo no pensar) que su padre le había hecho pocos íntimos, un avaro. Vivía en los altos de la fábrica, solo.
a su madre la cosa horrible que a ella ahora le hacían. Lo pensó con Establecido en el desmantelado arrabal, temía a los ladrones; en el
débil asombro y se refugió, en seguida, en el vértigo. El hombre, patio de la fábrica había un gran perro y en el cajón de su
sueco o finlandés, no hablaba español; fue una herramienta para escritorio, nadie lo ignoraba, un revólver. Había llorado con
decoro, el año anterior, la inesperada muerte de su mujer -¡una

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Gauss, que le trajo una buena dote!-, pero el dinero era su lealtad, pronunció algunos nombres, dio a entender otros y se
verdadera pasión. Con íntimo bochorno se sabía menos apto para cortó como si la venciera el temor. Logró que Loewenthal saliera a
ganarlo que para conservarlo. Era muy religioso; creía tener con el buscar una copa de agua. Cuando este, incrédulo de tales
Señor un pacto secreto, que lo eximía de obrar bien, a trueque de aspavientos, pero indulgente, volvió del comedor, Emma ya había
oraciones y devociones. Calvo, corpulento, enlutado, de quevedos sacado del cajón el pesado revólver. Apretó el gatillo dos veces. El
ahumados y barba rubia, esperaba de pie, junto a la ventana, el considerable cuerpo se desplomó como si los estampidos y el
informe confidencial de la obrera Zunz. humo lo hubieran roto, el vaso de agua se rompió, la cara la miró
La vio empujar la verja (que él había entornado a propósito) y con asombro y cólera, la boca de la cara la injurió en español y en
cruzar el patio sombrío. La vio hacer un pequeño rodeo cuando el ídisch. Las malas palabras no cejaban; Emma tuvo que hacer fuego
perro atado ladró. Los labios de Emma se atareaban como los de otra vez. En el patio, el perro encadenado rompió a ladrar, y una
quien reza en voz baja; cansados, repetían la sentencia que el efusión de brusca sangre manó de los labios obscenos y manchó la
señor Loewenthal oiría antes de morir. barba y la ropa. Emma inició la acusación que había preparado
Las cosas no ocurrieron como había previsto Emma Zunz. Desde la (“He vengado a mi padre y no me podrán castigar…”), pero no la
madrugada anterior, ella se había soñado muchas veces, dirigiendo acabó, porque el señor Loewenthal ya había muerto. No supo
el firme revólver, forzando al miserable a confesar la miserable nunca si alcanzó a comprender.
culpa y exponiendo la intrépida estratagema que permitiría a la Los ladridos tirantes le recordaron que no podía, aún, descansar.
Justicia de Dios triunfar de la justicia humana. (No por temor, sino Desordenó el diván, desabrochó el saco del cadáver, le quitó los
por ser un instrumento de la Justicia, ella no quería ser castigada.) quevedos salpicados y los dejó sobre el fichero. Luego tomó el
Luego, un solo balazo en mitad del pecho rubricaría la suerte de teléfono y repitió lo que tantas veces repetiría, con esas y con otras
Loewenthal. Pero las cosas no ocurrieron así. palabras: Ha ocurrido una cosa que es increíble… El señor
Ante Aarón Loewenthal, más que la urgencia de vengar a su padre, Loewenthal me hizo venir con el pretexto de la huelga… Abusó de
Emma sintió la de castigar el ultraje padecido por ello. No podía no mí, lo maté…
matarlo, después de esa minuciosa deshonra. Tampoco tenía La historia era increíble, en efecto, pero se impuso a todos, porque
tiempo que perder en teatralerías. Sentada, tímida, pidió excusas a sustancialmente era cierta. Verdadero era el tono de Emma Zunz,
Loewenthal, invocó (a fuer de delatora) las obligaciones de la verdadero el pudor, verdadero el odio. Verdadero también era el

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ultraje que había padecido; solo eran falsas las circunstancias, la Tac marcaba las diez menos veinte. Siempre repitiendo los signos,
hora y uno o dos nombres propios. Molinari se levantó. Miró por la ventana. En la esquina estaba el
desconocido.

Las doce figuras del mundo Sonrió astutamente. Se fue a los fondos; volvió con la máquina de
afeitar, la brocha, los restos del jabón amarillo y una taza de agua
Bustos Domeq (Jorge Luis Borges – Bioy
hirviendo. Abrió de par en par la ventana, con enfática serenidad
Casares) miró al desconocido y lentamente se afeitó, silbando el tango
Naipe Marcado.

A la memoria de José S. Álvarez Diez minutos después estaba en la calle, con el traje marrón cuyas
últimas dos mensualidades aún las debía a las Grandes Sastrerías

1. Inglesas Rabuffi. Fue hasta la esquina; el desconocido bruscamente


se interesó en un extracto de la lotería. Molinari, habituado ya a
El Capricornio, el Acuario,
esos monótonos disimulos, se dirigió a la esquina de Humberto I.
los Peces, el Carnero, el
El ómnibus llegó enseguida; Molinari subió. Para facilitar el trabajo
Toro, pensaba Aquiles
a su perseguidor, ocupó uno de los asientos de adelante. A las dos
Molinari, dormido.
o tres cuadras se dio vuelta; el desconocido, fácilmente reconocible
Después, tuvo un momento
por sus anteojos negros, leía el diario. Antes de llegar al Centro, el
de incertidumbre. Vio la
ómnibus estaba completo; Molinari hubiera podido bajar sin que el
Balanza, el Escorpión.
desconocido lo notara, pero su plan era mejor. Siguió hasta la
Comprendió que se había
Cervecería Palermo.
equivocado; se despertó
Después, sin darse vuelta, dobló hacia el Norte, siguió el paredón
temblando.
de la Penitenciaría, entró en los jardines; creía proceder con
El sol le había calentado la
tranquilidad, pero, antes de llegar al puesto de guardia, arrojó un
cara. En la mesa de luz,
cigarrillo que había encendido poco antes. Tuvo un diálogo nada
encima del Almanaque
Bristol y de algunos números de La Fija, el reloj despertador Tic
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memorable con un empleado en mangas de camisa. Un jarrito celeste. Se lo ofreció a Molinari. Éste, aunque muy
guardiacárceles lo acompañó hasta la celda 273. impaciente por explicar la aventura irrevocable que había
Hace catorce años, el carnicero Agustín R. Bonorino, que había trastornado su vida, sabía que era inútil querer apresurar a Isidro
asistido al corso de Belgrano disfrazado de cocoliche, recibió un Parodi; con una tranquilidad que lo asombró, inició un diálogo
mortal botellazo en la sien. Nadie ignoraba que la botella de Bilz trivial sobre las carreras, que son pura trampa y nadie sabe quién
que lo derribó había sido esgrimida por uno de los muchachos de va a ganar.
la barra de Pata Santa. Pero como Pata Santa era un precioso Don Isidro no le hizo caso; volvió a su rencor predilecto: se
elemento electoral, la policía resolvió que el culpable era Isidro despachó contra los italianos, que se habían metido en todas
Parodi, de quien algunos afirmaban que era ácrata, queriendo partes, no respetando tan siquiera la Penitenciaría Nacional.
decir que era espiritista. En realidad, Isidro Parodi no era ninguna —Ahora está llena de extranjeros de antecedentes de lo más
de las dos cosas: era dueño de una barbería en el barrio Sur y dudosos y nadie sabe de dónde vienen.
había cometido la imprudencia de alquilar una pieza a un Molinari, fácilmente nacionalista, colaboró en esas quejas y dijo
escribiente de la comisaría 8, que ya le debía de un año. Esa que él ya estaba harto de italianos y drusos, sin contar los
conjunción de circunstancias adversas selló la suerte de Parodi: las capitalistas ingleses que habían llenado el país de ferrocarriles y
declaraciones de los testigos (que pertenecían a la barra de Pata frigoríficos. Ayer nomás entró en la Gran Pizzería Los Hinchas y lo
Santa) fueron unánimes: el juez lo condenó a veintiún años de primero que vio fue un italiano.
reclusión. La vida sedentaria había influido en el homicida de —¿Es un italiano o una italiana lo que lo tiene mal?
1919: hoy era un hombre cuarentón, sentencioso, obeso, con la —Ni un italiano ni una italiana —dijo sencillamente Molinari—.
cabeza afeitada y ojos singularmente sabios. Esos ojos, ahora, Don Isidro, he matado a un hombre.
miraban al joven Molinari. —Dicen que yo también maté a uno, y sin embargo aquí me tiene.
—¿Qué se le ofrece, amigo? No se ponga nervioso; el asunto ese de los drusos es complicado,
Su voz no era excesivamente cordial, pero Molinari sabía que las pero, si no lo tiene entre ojos algún escribiente de la 8, tal vez
visitas no le desagradaban. Además, la posible reacción de Parodi pueda salvar el cuero.
le importaba menos que la necesidad de encontrar un confidente y Molinari lo miró atónito. Luego recordó que su nombre había sido
un consejero. Lento y eficaz, el viejo Parodi cebaba un mate en un vinculado al misterio de la quinta de Abenjaldún, por un diario

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inescrupuloso —muy distinto, por cierto, del dinámico diario de quinta; falta elemento femenino, pero son torneos de cultura, yo le
Cordone, donde él hacía los deportes elegantes y el football—. prometo. Algunos dicen que creen en ídolos, pero en la sala de
Recordó que Parodi mantenía su agilidad espiritual y, gracias a su actos hay un toro de metal que vale más que un tramway. Todos
viveza y a la generosa distracción del subcomisario Grondona, los viernes se reúnen alrededor del toro los akils, que son, como
sometía a lúcido examen los diarios de la tarde. quien dice, los iniciados. Hace tiempo que el doctor Abenjaldún
En efecto, don Isidro no ignoraba la reciente desaparición de quería que me iniciaran; yo no podía negarme, me convenía estar
Abenjaldún; sin embargo le pidió a Molinari que le contara los bien con el viejo y no sólo de pan vive el hombre. Los drusos son
hechos, pero que no hablara tan rápido, porque él ya estaba medio gente muy cerrada y algunos no creían que un occidental fuera
duro de oído. Molinari, casi tranquilo, narró la historia: digno de entrar en la cofradía. Sin ir más lejos, Abul Hasán, el
—Créame, yo soy un muchacho moderno, un hombre de mi época; dueño de la flota de camiones para carne en tránsito, había
he vivido, pero también me gusta meditar. Comprendo que ya recordado que el número de electos es fijo y que es ilícito hacer
hemos superado la etapa del materialismo; las comuniones y la conversos; también se opuso el tesorero Izedín; pero es un infeliz
aglomeración de gente del Congreso Eucarístico me han dejado un que se pasa el día escribiendo, y el doctor Abenjaldún se reía de él
rastro imborrable. Como usted decía vez pasada, y, créame, la y de sus libritos. Sin embargo, esos reaccionarios, con sus
sentencia no ha caído en saco roto, hay que despejar la incógnita. anticuados prejuicios, siguieron el trabajo de zapa y no trepido en
Mire, los faquires y los yoguis, con sus ejercicios respiratorios y afirmar que, indirectamente, ellos tienen la culpa de todo.
sus macanas, saben una porción de cosas. Yo, como católico, »El 11 de agosto recibí una carta de Abenjaldún, anunciándome
renuncié al centro espiritista Honor y Patria, pero he comprendido que el 14 me someterían a una prueba un poco difícil, para la cual
que los drusos forman una colectividad progresista y están más tenía que prepararme.
cerca del misterio que muchos que van a misa todos los domingos. —¿Y cómo tenía que prepararse? —inquirió Parodi.
Por lo pronto, el doctor Abenjaldún tenía una quinta papal en Villa —Y, como usted sabe, tres días a té solo, aprendiendo los signos
Mazzini, con una biblioteca fenómeno. Lo conocí en Radio Fénix, el del zodiaco, en orden, como están en el Almanaque Bristol. Di
Día del Árbol. Pronunció un discurso muy conceptuoso, y le gustó parte de enfermo a las Obras Sanitarias, donde trabajo por la
un sueltito que yo hice y que alguien le mandó. Me llevó a su casa, mañana. Al principio, me asombró que la ceremonia se efectuara
me prestó libros serios y me invitó a la fiesta que daba en la un domingo y no un viernes, pero la carta explicaba que para un

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examen tan importante convenía más el día del Señor. Yo tenía que examen, voy y me fijo en ese disparate. Fuimos por el camino de
presentarme en la quinta, antes de medianoche. El viernes y el ladrillos que rodea la casa, y entramos por los fondos. En la
sábado los pasé de lo más tranquilo, pero el domingo amanecí secretaría estaba Izedín, del lado del archivo.
nervioso. Mire, don Isidro, ahora que pienso, estoy seguro que ya —Hace catorce años que estoy archivado —observó dulcemente
presentía lo que iba a suceder. Pero no aflojé, estuve todo el día don Isidro—. Pero ese archivo no lo conozco. Descríbame un poco
con el libro. Era cómico, miraba cada cinco minutos el reloj a ver si el lugar.
ya podía tomar otro vaso de té; no sé para qué miraba, de todos —Mire, es muy sencillo. La secretaría está en el piso alto: una
modos tenía que tomarlo: la garganta estaba reseca y pedía escalera baja directamente a la sala de actos. Ahí estaban los
líquido. Tanto esperar la hora del examen y sin embargo llegué drusos, unos ciento cincuenta, todos velados y con túnicas blancas,
tarde a Retiro y tuve que tomar el tren carreta de las veintitrés y alrededor del toro de metal. El archivo es una piecita pegada a la
dieciocho en vez del anterior. secretaría: es un cuarto interior. Yo siempre digo que un recinto
»Aunque estaba preparadísimo, seguí estudiando el almanaque en sin una ventana como la gente, a la larga resulta insalubre. ¿Usted
el tren. Me tenían fastidiado unos imbéciles que discutían el no comparte mi criterio?
triunfo de los Millonarios versus Chacarita Juniors y, créame, no —No me hable. Desde que me establecí en el Norte me tienen
sabían ni medio de football. Bajé en Belgrano R. La quinta viene a cansado los recintos. Descríbame la secretaría.
quedar a trece cuadras de la estación. Yo pensé que la caminata iba —Es una pieza grande. Hay un escritorio de roble, donde está la
a refrescarme, pero me dejó medio muerto. Cumpliendo las Olivetti, unos sillones comodísimos, en los que usted se hunde
instrucciones de Abenjaldún, lo llamé por teléfono desde el hasta el cogote, una pipa turca medio podrida, que vale un dineral,
almacén de la calle Rosetti. una araña de caireles, una alfombra persa, futurista, un busto de
»Frente a la quinta había una fila de coches; la casa tenía más luces Napoleón, una biblioteca de libros serios: la Historia Universal de
que un velorio y desde lejos se oía el rumorear de la gente. César Cantú, Las Maravillas del Mundo y del Hombre, la Biblioteca
Abenjaldún estaba esperándome en el portón. Lo noté envejecido. Internacional de Obras Famosas, el Anuario de «La Razón», El
Yo lo había visto muchas veces de día; recién esa noche me di Jardinero Ilustrado de Peluffo, El Tesoro de la Juventud, La Donna
cuenta que se parecía un poco a Repetto, pero con barba. Ironías Delinquente de Lombroso, y qué sé yo.
de la suerte, como quien dice: esa noche, que me tenía loco el

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»Izedín estaba nervioso. Yo descubrí enseguida el porqué: había Tú no buscarás cuatro objetos mágicos; buscarás a los cuatro
vuelto a la carga con su literatura. En la mesa había un enorme maestros que forman el velado tetrágono de la Divinidad. Ahora,
paquete de libros. El doctor, preocupado con mi examen, quería entregados a piadosas tareas, rodean el toro de metal; rezan con
zafarse de Izedín, y le dijo: sus hermanos, los akils, velados como ellos; ningún indicio los
»—Pierda cuidado. Esta noche leeré sus libros. distingue, pero tu corazón los reconocerá. Yo te ordenaré que
»Ignoro si el otro le creyó; fue a ponerse la túnica para entrar en la traigas a Yusuf; tú bajarás a la sala de actos, imaginando en su
sala de actos; ni siquiera me echó una mirada. orden preciso las figuras del cielo; cuando llegues a la última
»En cuanto nos quedamos solos, el doctor Abenjaldún me dijo: figura, la de los Peces, volverás a la primera, que es Aries, y así,
»—¿Has ayunado con fidelidad, has aprendido las doce figuras del continuamente; darás tres vueltas alrededor de los akils y tus
mundo? pasos te llevarán a Yusuf, si no has alterado el orden de las figuras.
»Le aseguré que desde el jueves a las diez (esa noche, en compañía Le dirás: “Abenjaldún te llama” y lo traerás aquí. Después te
de algunos tigres de la nueva sensibilidad, había cenado una ordenaré que traigas al segundo maestro; luego al tercero, luego al
buseca liviana y un pesceto al horno, en el Mercado de Abasto) cuarto.
estaba a té solo. »Felizmente, de tanto leer y releer el Almanaque Bristol, las doce
»Después Abenjaldún me pidió que le recitara los nombres de las figuras se me habían quedado grabadas; pero basta que a uno le
doce figuras. Los recité sin un solo error; me hizo repetir esa lista digan que no se equivoque, para que tema equivocarse. No me
cinco o seis veces. Al fin me dijo: acobardé, le aseguro, pero tuve un presentimiento. Abenjaldún me
»—Veo que has acatado las instrucciones. De nada te valdrían, sin estrechó la mano, me dijo que sus plegarias me acompañarían, y
embargo, si no fueras aplicado y valiente. Me consta que lo eres; he bajé la escalera que da a la sala de actos. Yo estaba muy atareado
resuelto desoír a los que niegan tu capacidad: te someteré a una con las figuras; además esas espaldas blancas, esas cabezas
sola prueba, la más desamparada y la más difícil. Hace treinta años, agachadas, esas máscaras lisas y ese toro sagrado que yo no había
en las cumbres del Líbano, yo la ejecuté con felicidad; pero antes visto nunca de cerca me tenían inquieto. Sin embargo, di mis tres
los maestros me concedieron otras pruebas más fáciles: yo vueltas como la gente, y me encontré detrás de un ensabanado,
descubrí una moneda en el fondo del mar, una selva hecha de aire, que me pareció igual a todos los otros; pero, como estaba
un cáliz en el centro de la Tierra, un alfanje condenado al Infierno. imaginando las figuras del zodiaco, no tuve tiempo de pensar, y le

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dije: “Abenjaldún lo llama”. El hombre me siguió; siempre espiarlo. El hombre dio sus tres vueltas lo más chato, agarró de un
imaginándome las figuras, subimos la escalera, y entramos en la brazo a Jalil y se lo trajo para arriba. Ya le dije que el archivo no
secretaría. Abenjaldún estaba rezando; lo hizo entrar a Yusuf al tiene más puerta que la que da a la secretaría. Por esa puerta entró
archivo, y casi enseguida volvió y me dijo: “Trae ahora a Ibrahim”. Abenjaldún con Jalil; enseguida salió con los cuatro drusos
Volví a la sala de actos, di mis tres vueltas, me paré detrás de otro velados; me hizo la señal de la cruz, porque son gente muy devota;
ensabanado y le dije: “Abenjaldún lo llama”. Con él volví a la después les dijo en criollo que se quitaran los velos; usted dirá que
secretaría. es pura fábula, pero ahí estaban Izedín, con su cara de extranjero, y
—Pare el carro, amigo —dijo Parodi—. ¿Está seguro de que Jalil, el subgerente de La Formal, y Yusuf, el cuñado del que es
mientras usted daba sus vueltas nadie salió de la secretaría? gangoso, e Ibrahim, pálido como un muerto y barbudo, el socio de
—Mire, le aseguro que no. Yo estaba muy atento a las figuras y Abenjaldún, usted sabe. ¡Ciento cincuenta drusos iguales y ahí
todo lo que quiera, pero no soy tan sonso. No le quitaba el ojo a esa estaban los cuatro maestros!
puerta. Pierda cuidado: nadie entró ni salió. »El doctor Abenjaldún casi me abrazó; pero los otros, que son
»Abenjaldún tomó del brazo a Ibrahim y lo llevó al archivo; personas refractarias a la evidencia, y llenas de supersticiones y
después me dijo: “Trae ahora a Izedín”. Cosa rara, don Isidro, las agüerías, no dieron su brazo a torcer y se le enojaron en druso. El
dos primeras veces había tenido confianza en mí; esta vuelta pobre Abenjaldún quiso convencerlos, pero al fin tuvo que ceder.
estaba acobardado. Bajé, caminé tres veces alrededor de los Dijo que me sometería a otra prueba, dificilísima, pero que en esa
drusos y volví con Izedín. Yo estaba cansadísimo: en la escalera se prueba se jugaría la vida de todos ellos y tal vez la suerte del
me nubló la vista, cosas del riñón; todo me pareció distinto, hasta mundo. Continuó:
mi compañero. El mismo Abenjaldún, que ya me tenía tanta fe que »—Te vendaremos los ojos con este velo, pondremos en tu mano
en lugar de rezar se había puesto a jugar al solitario, se lo llevó a derecha esta larga caña, y cada uno de nosotros se ocultará en
Izedín al archivo, y me dijo, hablándome como un padre: algún rincón de la casa o de los jardines. Esperarás aquí hasta que
»—Este ejercicio te ha rendido. Yo buscaré al cuarto iniciado, que el reloj dé las doce; después nos encontrarás sucesivamente,
es Jalil. guiado por las figuras. Esas figuras rigen el mundo; mientras dure
»La fatiga es el enemigo de la atención, pero en cuanto salió el examen, te confiamos el curso de las figuras: el cosmos estará en
Abenjaldún me prendí a los barrotes de la galería y me puse a tu poder. Si no alteras el orden del zodiaco, nuestros destinos y el

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destino del mundo seguirán el curso prefijado; si tu imaginación se patente la Balanza, el Escorpión, el Sagitario y todas esas
equivoca, si después de la Balanza imaginas el León y no el ilustraciones; me olvidé del primer descanso de la escalera y seguí
Escorpión, el maestro a quien buscas perecerá y el mundo bajando en falso; después me entré en el jardín de invierno. De
conocerá la amenaza del aire, del agua y del fuego. golpe me perdí. No encontraba ni la puerta ni las paredes. También
»Todos dijeron que sí, menos Izedín, que había ingerido tanto hay que ver: tres días a puro té solo y el gran desgaste mental que
salame que ya se le cerraban los ojos y que estaba tan distraído yo me exigía. Dominé, con todo, la situación, y agarré por el lado
que al irse nos dio la mano a todos, uno por uno, cosa que no hace del montaplatos; yo malicié que alguno se habría introducido en la
nunca. carbonera; pero esos drusos, por instruidos que sean, no tienen
»Me dieron una caña de bambú, me pusieron la venda y se fueron. nuestra viveza criolla. Entonces me volví para la sala. Tropecé con
Me quedé solo. Qué ansiedad la mía: imaginarme las figuras, sin una mesita de tres patas, que usan algunos drusos que todavía
alterar el orden; esperar las campanadas que no sonaban nunca; el creen en el espiritismo, como si estuvieran en la Edad Media. Me
miedo que sonaran y echar a andar por esa casa, que de golpe me pareció que me miraban todos los ojos de los cuadros al óleo
pareció interminable y desconocida. Sin querer pensé en la (usted se reirá, tal vez; mi hermanita siempre dice que tengo algo
escalera, en los descansos, en los muebles que habría en mi de loco y de poeta). Pero no me dormí y enseguida lo descubrí a
camino, en los sótanos, en el patio, en las claraboyas, qué sé yo. Abenjaldún: estiré el brazo y ahí estaba. Sin mayor dificultad,
Empecé a oír de todo: las ramas de los árboles del jardín, unos encontramos la escalera, que estaba mucho más cerca de lo que yo
pasos arriba, los drusos que se iban de la quinta, el arranque del imaginaba, y ganamos la secretaría. En el trayecto no dijimos ni
viejo Issota de Abd-el-Melek: usted sabe, el que se ganó la rifa del una sola palabra. Yo estaba ocupado con las figuras. Lo dejé y salí a
aceite Raggio. En fin, todos se iban y yo me quedaba solo en el buscar otro druso. En eso oí como una risa ahogada. Por primera
caserón, con esos drusos escondidos quién sabe dónde. Ahí tiene, vez tuve una duda: llegué a pensar que se reían de mí. Enseguida oí
cuando sonó el reloj me llevé un susto. Salí con mi cañita, yo, un un grito. Yo juraría que no me equivoqué en las imágenes; pero,
muchacho joven, pletórico de vida, caminando como inválido, primero con la rabia y después con la sorpresa, tal vez me haya
como un ciego, si usted me interpreta; agarré enseguida para la confundido. Yo nunca niego la evidencia. Me di vuelta y tanteando
izquierda, porque el cuñado del gangoso tiene mucho savoir faire y con la caña entré en la secretaría. Tropecé con algo en el suelo. Me
yo pensé que iba a encontrarlo bajo la mesa; todo el tiempo veía

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agaché. Toqué el pelo con la mano. Toqué una nariz, unos ojos. Sin marcha atrás; después me metí en unos andurriales que es una
darme cuenta de lo que hacía, me arranqué la venda. vergüenza que haya todavía en la Capital; yo sufría como
»Abenjaldún estaba tirado en la alfombra, tenía la boca toda argentino, le aseguro, y me tenían mareado unos perros, que bastó
babosa y con sangre; lo palpé; estaba calentito todavía, pero ya era que uno solo ladrara para que todos se pusieran a ensordecerme
cadáver. En el cuarto no había nadie. Vi la caña, que se me había desde muy cerca, y en esos barriales del oeste no hay seguridad
caído de la mano: tenía sangre en la punta. Recién entonces para el peatón ni vigilancia de ninguna especie. De pronto me
comprendí que yo lo había matado. Sin duda, cuando oí la risa y el tranquilicé, porque vi que estaba en la calle Charlone; unos
grito, me confundí un momento y cambié el orden de las figuras: infelices que estaban de patota en un almacén se pusieron a decir
esa confusión había costado la vida de un hombre. Tal vez la de los “el Carnero, el Toro” y a hacer ruidos que están mal en una boca;
cuatro maestros… Me asomé a la galería y los llamé. Nadie me pero yo no les llevé el apunte y pasé de largo. ¿Quiere creer que
contestó. Aterrado, huí por los fondos, repitiendo en voz baja el sólo al rato me di cuenta que yo había estado repitiendo las
Carnero, el Toro, los Gemelos, para que el mundo no se viniera figuras, en voz alta? Volví a perderme. Usted sabe que en esos
abajo. Enseguida llegué a la tapia y eso que la quinta tiene tres barrios ignoran los rudimentos del urbanismo y las calles están
cuartos de manzana; siempre el Tullido Ferrarotti me sabía decir perdidas en un laberinto. Ni se me pasó por la cabeza tomar algún
que mi porvenir estaba en las carreras de medio fondo. Pero esa vehículo: llegué a casa con el calzado hecho una miseria, a la hora
noche fui una revelación en salto en alto. De un saque salvé la en que salen los basureros. Yo estaba enfermo de cansancio esa
tapia, que tiene casi dos metros; cuando estaba levantándome de madrugada. Creo que hasta tenía temperatura. Me tiré en la cama,
la zanja y sacándome una porción de cascos de botella que se me pero resolví no dormir, para no distraerme de las figuras.
habían incrustado por todos lados, empecé a toser con el humo. De »A las doce del día mandé parte de enfermo a la redacción y a las
la quinta salía un humo negro y espeso como lana de colchón. Obras Sanitarias. En eso entró mi vecino, el viajante de la Brancato,
Aunque no estaba entrenado, corrí como en mis buenos tiempos; y se hizo firme y me llevó a su pieza a tomar una tallarinada. Le
al llegar a Rosetti me di vuelta: había una luz como de 25 de Mayo hablo con el corazón en la mano: al principio me sentí un poco
en el cielo, la casa estaba ardiendo. ¡Ahí tiene lo que puede mejor. Mi amigo tiene mucho mundo y destapó un moscato del
significar un cambio en las figuras! De pensarlo, la boca se me puso país. Pero yo no estaba para diálogos finos y, aprovechando que el
más seca que lengua de loro. Divisé un agente en la esquina, y di tuco me había caído como un plomo, me fui a mi pieza. No salí en

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todo el día. Sin embargo, como no soy un ermitaño y me tenía mi participación en la compra de escobillones y trapos de rejilla
preocupado lo de la víspera, le pedí a la patrona que me trajera las para la cantina del personal del corralón de la calle Bucarelli;
Noticias. Sin tan siquiera examinar la página de los deportes, me después cambió de tema y habló de las colectividades extranjeras
engolfé en la crónica policial y vi la fotografía del siniestro: a las y se interesó especialmente en la siriolibanesa. Prometió, sin
cero veintitrés de la madrugada había estallado un incendio de mayor seguridad, repetir la visita. Pero no volvió. En cambio, un
vastas proporciones en la casa-quinta del doctor Abenjaldún, sita desconocido se instaló en la esquina y me sigue con sumo disimulo
en Villa Mazzini. A pesar de la encomiable intervención de la por todos lados. Yo sé que usted no es hombre de dejarse enredar
Seccional de Bomberos, el inmueble fue pasto de las llamas, por la policía ni por nadie. Sálveme, don Isidro, ¡estoy
habiendo perecido en la combustión su propietario, el distinguido desesperado!
miembro de la colectividad siriolibanesa, doctor Abenjaldún, uno —Yo no soy brujo ni ayunador para andar resolviendo
de los grandes pioneers de la importación de sustitutos del adivinanzas. Pero no te voy a negar una manito. Eso sí, con una
linóleum. Quedé horrorizado. Baudizzone, que siempre descuida condición. Prométeme que me vas a hacer caso en todo.
su página, había cometido algunos errores: por ejemplo, no había —Como usted diga, don Isidro.
mencionado para nada la ceremonia religiosa, y decía que esa —Muy bien. Vamos a empezar enseguida. Decí en orden las figuras
noche se habían reunido para leer la Memoria y renovar del almanaque.
autoridades. Poco antes del siniestro habían abandonado la quinta —El Carnero, el Toro, los Gemelos, el Cangrejo, el León, la Virgen,
los señores Jalil, Yusuf e Ibrahim. Éstos declararon que hasta las 24 la Balanza, el Escorpión, el Sagitario, el Capricornio, el Acuario, los
estuvieron departiendo amigablemente con el extinto, que, lejos de Peces.
presentir la tragedia que pondría un punto final a sus días y —Muy bien. Ahora decilos al revés.
convertiría en cenizas una residencia tradicional de la zona del Molinari, pálido, balbuceó:
oeste, hizo gala de su habitual sprit. El origen de la magna —El Ronecar, el Roto…
conflagración quedaba por aclarar. —Salí de ahí con esas compadradas. Te digo que cambies el orden,
»A mí no me asusta el trabajo, pero desde entonces no he vuelto al que digas de cualquier modo las figuras.
diario ni a las Obras, y ando con el ánimo por el suelo. A los dos —¿Que cambie el orden? Usted no me ha entendido, don Isidro,
días me vino a visitar un señor muy afable, que me interrogó sobre eso no se puede…

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—¿No? Decí la primera, la última y la penúltima. recibió un sillazo en el momento mismo de extraer un segundo as
Molinari, aterrado, obedeció. Después miró a su alrededor. de espadas, de un dispositivo especial que tenía en la manga. Para
—Bueno, ahora que te has sacado de la cabeza esas fantasías, te complementar esa anécdota, extrajo de un cajón un mazo
vas para el diario. No te hagás mala sangre. grasiento, lo hizo barajar por Molinari y le pidió que extendiera los
Mudo, redimido, aturdido, Molinari salió de la cárcel. Afuera, naipes sobre la mesa, con las figuras para abajo. Le dijo:
estaba esperándolo el otro. —Amiguito, usted que es brujo, le va a dar a este pobre anciano el
2. cuatro de copas. Molinari balbuceó:
—Yo nunca he pretendido ser brujo, señor... Usted sabe que yo he
A la semana, Molinari admitió que no podía postergar una segunda
cortado toda relación con esos fanáticos.
visita a la Penitenciaría. Sin embargo, le molestaba encararse con
—Has cortado y has barajado; dame en seguidita el cuatro de
Parodi, que había penetrado su presunción y su miserable
copas. No tengas miedo; es la primera carta que vas a agarrar.
credulidad. ¡Un hombre moderno, como él, haberse dejado
Trémulo, Molinari extendió la mano, tomó una carta cualquiera y
embaucar por unos extranjeros fanáticos! Las apariciones del
se la dio a Parodi. Éste la miró y dijo:
señor afable se hicieron más frecuentes y más siniestras: no sólo
—Sos un tigre. Ahora me vas a dar la sota de espadas. Molinari
hablaba de los siriolibaneses, sino de los drusos del Líbano; su
sacó otra carta y se la entregó.
diálogo se había enriquecido de temas nuevos: por ejemplo: la
—Ahora el siete de bastos. Molinari le dio una carta.
abolición de la tortura en 1813, las ventajas de una picana
—El ejercicio te ha cansado. Yo sacaré por vos la última carta, que
eléctrica recién importada de Bremen por la Sección
es el rey de copas.
Investigaciones, etc.
Tomó, casi con negligencia, una carta y la agregó a las tres
Una mañana de lluvia, Molinari tomó el ómnibus en la esquina de
anteriores. Después le dijo a Molinari que las diera vuelta. Eran el
Humberto I. Cuando bajó en Palermo, bajó también el desconocido,
rey de copas, el siete de bastos, la sota de espadas y el cuatro de
que había pasado de los anteojos a la barba rubia...
copas.
Parodi, como siempre, lo recibió con cierta sequedad; tuvo el tino
—No abrás tanto los ojos —dijo Parodi—. Entre todos esos naipes
de no aludir al misterio de Villa Mazzini: habló, tema habitual en él,
iguales hay uno marcado; el primero que te pedí pero no el
de lo que puede hacer el hombre que tiene un sólido conocimiento
primero que me diste. Te pedí el cuatro de copas, me diste la sota
de la baraja. Evocó la memoria tutelar del Lince Rivarola, que
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de espadas; te pedí la sota de espadas, me diste el siete de bastos; que se había ido. Se escondió por ahí cerca, esperó que se fueran
te pedí el siete de bastos y me diste el rey de copas; dije que los otros, que ya estaban hartos de la broma, y cuando vos, con la
estabas cansado y que yo mismo iba a sacar el cuarto naipe, el rey caña y la venda, estabas buscándolo a Abenjaldún, volvió a la
de copas. Saqué el cuatro de copas, que tiene estas pintitas negras. secretaría. Cuando volviste con el viejo, los dos se rieron de verte
»Abenjaldún hizo lo mismo. Te dijo que buscaras el druso número caminando como un cieguito. Saliste a buscar un segundo druso;
1, vos le trajiste el número 2; te dijo que trajeras el 2, vos le trajiste Abenjaldún te siguió para que volvieras a encontrarlo y te hicieras
el 3; te dijo que trajeras el 3, vos le trajiste el 4; te dijo que iba a cuatro viajes a puro golpe, trayendo siempre la misma persona. El
buscar el 4 y trajo el 1. El 1 era Ibrahim, su amigo íntimo. tesorero, entonces, le dio una puñalada en la espalda: vos oíste su
Abenjaldún podía reconocerlo entre muchos... Esto les pasa a los grito. Mientras volvías a la pieza, tanteando, Izedín huyó, prendió
que se meten con extranjeros. Vos mismo me dijiste que los drusos fuego a los libros. Luego, para justificar que hubieran desaparecido
son una gente muy cerrada. Decías bien, y el más cerrado de todos los libros, prendió fuego a la casa.
era Abenjaldún, el decano de la colectividad. A los otros les Pujato, 27 de diciembre de 1941
bastaba desairar a un criollo; él quiso tomarlo para risa. Te dijo
que fueras un domingo y vos mismo me dijiste que el viernes era el
día de sus misas; para que estuvieras nervioso, te hizo tres días a En defensa propia
puro té y Almanaque Bristol; encima te hizo caminar no sé cuántas
Rodolfo Walsh
cuadras; te largó a una función de drusos ensabanados y como si el
miedo fuera poco para confundirte, inventó el asunto de las figuras
del almanaque. El hombre estaba de bromas; todavía no había –Yo, a lo último, no servía para comisario –dijo Laurenzi, tomando

revisado (ni revisaría nunca) los libros de contabilidad de Izedín; el café que se le había enfriado–. Estaba viendo las cosas, y no

de esos libros hablaban cuando vos entraste; vos creíste que quería verlas. Los problemas en que se mete la gente, y la manera

hablaban de novelitas y de versos. Quién sabe qué manejos había que tiene de resolverlos, y la forma en que yo los habría resuelto.

hecho el tesorero; lo cierto es que mató a Abenjaldún y quemó la Eso, sobre todo. Vea, es mejor poner los zapatos sobre el

casa, para que nadie viera los libros. Se despidió de ustedes, les dio escritorio, como en el biógrafo, que las propias ideas. Yo notaba

la mano (cosa que no hacía nunca), para que dieran por sentado que me iba poniendo flojo, y era porque quería pensar, ponerme
en el lugar de los demás, hacerme cargo. Y así hice dos o tres
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macanas, hasta que me jubilé. Una de esas macanas es la que le voy Fíjese, había momentos en que lo que más deseaba era ser de
a contar. nuevo un simple vigilante, como cuando empecé, tomar mate o
café con ellos en la cocina, donde seguramente hacía calor y no se
pensaba en nada.
Serían las diez de la noche cuando sonó el teléfono. Era una voz
tranquila, la voz del juez Reynal, diciendo que acababa de matar un
ladrón en su casa, y que si yo podía ir a ver. Así que me puse el
perramus y fui a ver.
Con los jueces, para qué lo voy a engañar, nunca me entendí. La ley
de los jueces siempre termina por enfrentarlo a uno con un
malandra que esa noche tiene más suerte, o mejor puntería, o un
Fue allá por el cuarenta, y en La Plata. –Eso le indica –murmuró
poco más de coraje que seis meses antes, o dos años antes, cuando
con sarcasmo, mirando la plaza llena de sol a través de la ventana
uno lo vio por última vez con una vereda y una 45 de por medio.
del café– que mi fortuna política estaba en ascenso, porque usted
Uno sabe cómo entran, cómo no va a saber, después de verlo
sabe cómo me han tenido a mí, rodando por todos los
llorando y, si se descuida, pidiendo por su madre. Lo que no sabe,
destacamentos y comisarías de la provincia. La fecha justa también
es cómo salen. Después hasta le piden fuego por la calle, y usted se
se la puedo decir. Era la noche de San Pedro y San Pablo, el 29 de
calla y se va a baraja porque se palpita que hay un chiste en alguna
junio. ¿No le hace gracia que aún hoy se prendan fogatas ese día?
parte, y no vaya a resultar que el chiste es a cota suya.
–Es por el solsticio estival –expliqué modestamente.
Iba pensado en estas cosas mientras caminaba entre las fogatas
–Usted quiere decir el verano. El verano de ellos que trajeron de
que la garúa no terminaba de apagar, esquivando los buscapiés de
Europa la fiesta y el nombre de la fiesta.
la juventud que también festejaba, como dice usted, lo alto que
–Desconfíe también del nombre, comisario. Eran antiguos
andaba el sol y, seguramente, la cosecha próxima, y los campos
festivales celtas. Con el fuego ayudaban al sol a mantenerse en el
llenos de flores. Para distraerme, empecé a recordar lo que sabía
camino más alto de cielo.
del doctor Reynal. Era el juez de instrucción más viejo de La Plata,
–Será. La cuestión es que hacía un frío que no le cuento. Yo tenía
un caballero inmaculado y todo eso, viudo, solo e inaccesible.
un despacho muy grande y una estufita de kerosén que daba risa.
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Entré por un portoncito de fierro, atravesé el jardín mojado, galpones de Tolosa, y yo me acordé del doctor, del doctor y de su
recuerdo que había unas azaleas que empezaban a florecer y unos madre.
pinos que chorreaban agua en la sombra. La cancela estaba El comisario se agarró el mentón y meneó la cabeza. Como si se
abierta, pero había luz en una ventana y seguí sin tocar el timbre. riera de alguna ocurrencia secreta, y después soltó una verdadera
Conocía la casa, porque el doctor solía llamarnos cada tanto, para carcajada, una risa asmática y un poco dolorosa.
ver cómo andaba un sumario o para darnos un sermón. Tenía ojos –Bueno, ahí estaba sentado ante su escritorio, como si nada
de lince para los vicios de procedimiento, la sangre de sus venas hubiera pasado, absorto en uno de esos libracos de filosofía, o vaya
pasaba por el código y no se cansaba de invocar la majestad de la a saber qué, pero en todo caso algo importante, porque apenas
justicia, la de antes. Y yo que hasta tengo que cuidar la ortografía, y alzó la cabeza al verme en la puerta y siguió leyendo hasta que
no hablo de los vicios de procedimiento ya va a ver. Pero yo no era llegó al final de un párrafo que marcó con una uña afilada y como
el único. Conozco algunos que pretendían tomarlo en farra, pero se de vidrio. Tuve tiempo de sacarme el sombrero mojado, de pensar
les caían las medias cuando tenían que enfrentarlo. dónde lo pondría, de ver el bulto en el suelo, que era un hombre,
Y es que era un viejo imponente, con una gran cabeza de cadáver de codearme con un jinete de bronce y, en general, de sentirme
porque año a año la cara se le iba chupando más y más, hasta que como un auxiliar tercero que lo van a amonestar. Recién entonces
la piel parecía pegada a los huesos, como si no quisiera dejarle el viejo cerró el libro, cruzó los dedos y se quedó mirándome con
nada a la muerte. Así lo recuerdo esa noche, vestido de negro y con esos ojos que siempre parecían estar haciendo la seña del as de
un pañuelo de seda al cuello. espadas.
Con este hombre yo me guardaba un viejo entripado, porque una Le pregunté, de buen modo, qué quería que hiciera. Contestó que
vez en la misma comisaría, adonde llegó como bala me soltó al yo sabía cuál era mi deber, que yo conocía o debía conocer el
tuerto Landívar, que tenía dos muertes sin probar, y más tarde iba Código de Procedimientos, que desde ya su reemplazante de turno
a tener otra. Nunca olvidé lo que me dijo Es mejor que ande suelto era el doctor Fulano, y que no lo tomara a mal si, ya que estaba,
un asesino, y no una ruedita de la justicia. ¿Y el peligro? –le observaba con interés profesional la forma en que yo encauzaba el
pregunté. El peligro lo corremos todos–dijo. Pero fui yo el que tuve sumario.
que matarlo a Landívar, cuando al fin hizo la pata ancha en los Le aseguré que no faltaba más. Le dije si estaba bien que le hiciera
una inspección ocular. Hizo que sí con la cabeza. ¿Y que le

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preguntara algunas cosas y que lo tuviese demorado hasta que el Entonces, mientras lo estaba mirando, descubrí ese estropicio en
doctor fulano dispusiera lo contrario? Entonces se echó a reír y la biblioteca que tenía detrás de él.
comentó “Muy bien, muy bien, eso me gusta”. –¿Y de eso –señalé –no pensaba decirme nada?
Moví con el pie la cara del muerto, que estaba boca abajo frente al –Usted tiene ojos –respondió.
escritorio, y me encontré con un antiguo conocido, Justo Luzati, Había una hilera de tomos encuadernados en azul, creo que era la
por mal nombre El Jilguero, y también El Alcahuete, con fama de colección de La Ley. Y uno estaba medio destripado, le salían
cantor y de otras cosas que en su ambiente nadie apreciaba. Supe serpentinas y plumitas de papel, y al lado había un marco de plata
tratarlo bastante en un tiempo, hasta que lo perdí de vista en un boca abajo, un retrato con la foto y el vidrio perforados.
hospital, pobre tipo. –Quédese quieto, doctor, no se mueva–le previne y le di la vuelta al
Pero resultaba bueno verlo muerto así, al fin con un gesto de escritorio, me paré donde se había parado Luzati, donde todavía
hombre en la cara flaca donde parecía faltarle unos huesos y estaba el agua de sus zapatos y desde allí miré al viejo, y luego
sobrarle otros, y un 32 empuñado a lo hombre en la mano derecha, detrás del viejo, y nuevamente esa cara cadavérica y severa. Pero
y todavía ese gesto bravío de apretar el gatillo a quemarropa, él me corrigió: –Un poquito más a la izquierda –dijo.
cuando ya le iban a tirar, o le estaban tirando, y le tiraron nomás y –¿Qué se siente, doctor, cuando a uno le erran por tan poco?
el plomo del 38 que el doctor sacó de algún cajón lo sentó de –No se siente nada–contestó –y usted lo sabe.
traste. Y entonces se acostó despacio a lagrimear un poco y a Entonces me agaché, saqué el 32 de entre los dedos de Luzati, abrí
morir. el tambor y allí estaba la cápsula picada y el resto de la carga
Pero ese viejo, era cosa de ver, o de imaginar, la sangre fría, de ese completa, y hasta el olor de la pólvora fresca. Todo listo y
viejo. Dejó el 38 sobre la mesa, con cuidado porque era una empaquetado para el gabinete Vucetich, donde seguramente iban a
prueba. Me llamó por teléfono, sin levantarse siquiera, porque no encontrar que el plomo de la biblioteca correspondía al 32, y que
había que tocar nada. Y siguió leyendo el libro que leía cuando el ángulo de tiro estaba bien, y todo estaba bien, y se lo iban a
entró Luzati. ilustrar con dibujitos y rayas coloradas, verdes y amarillas para
–¿Lo conoce doctor? –le pregunté. probar nomás que el doctor había matado en defensa propia.
–Nunca lo había visto. Puse el 32 junto al otro, sobre el escritorio, y fue entonces cuando
él me oyó decir «Qué raro» y me miró sin moverse.

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–¿Qué raro doctor?–le dije caminando otra vez hacia la biblioteca – oscuros y un poco fanáticos del juez, esa cara que sonreía desde
que usted, que solía tener tan buena memoria, se haya olvidado de lejos aunque estaba destrozada de un tiro certero, porque el
este pájaro cantor. Porque si a mí no me falla, hace cuatro años vencido amor y la sombra del odio que le sigue tienen una infalible
usted sentenció en una causa Vallejo contra Luzati por tentativa de puntería.
extorsión. Le devolví el retrato, le dije: –Guárdelo. Esto no tiene por qué
Él se echó a reír. figurar aquí y me senté en cualquier parte sin pedirle permiso,
–¿Y eso? –dijo –. Como si yo fuera a acordarme de todas las pero no porque le hubiera perdido el respeto, sino porque
sentencias que dicto. necesitaba pensar y hacerme cargo y estar solo. Pensar, por
–Entonces tampoco recordará que en el treinta lo condenó por ejemplo, en esa cara que yo había visto dos años antes en una
tráfico de drogas. comisaría de Mar del Plata, esa cara devastada, ya no inocente,
repetida en la foto de un prontuario donde decía simplemente
Me pareció que daba un brinco, que iba a pararse, pero se contuvo, Alicia Reynal, toxicómana, etc. Pero cuando pasó un rato muy
porque era un viejo duro, y apenas se pasó una mano por la frente. largo, lo único que se me ocurrió decirle fue:
–En el treinta –murmuró –. Puede ser. Son muchos años. Pero –¿Hace mucho que no la ve?
usted quiere decir que no vino a robar sino a vengarse. –Mucho –dijo, y ya no habló más, y se quedó mirando algo que no
–Todavía no se lo quiero decir. Pero qué raro, doctor. Qué raro que estaba.
este infeliz, que nunca asaltó a nadie, porque era una rata, un Entonces volví a pensar, y ahí debió ser cuando descubrí que ya no
pobre diablo que hoy se puso la mejor ropa para venir a verlo a servía para comisario. Porque estaba viendo todo, y no quería
usted –alguien que vivía de la pequeña delación, del pequeño verlo. Estaba viendo cómo El Alcahuete había conocido a aquella
chantaje, del pequeño contrabando de drogas; alguien que si mujer, y hasta le había vendido marihuana o lo que sea, y de golpe,
llevaba un arma encima era para darse coraje –, que ese tipo, de figúrese usted, había averiguado quién era. Estaba viendo con qué
golpe, se convierta en asaltante y venga a asaltarlo a usted… facilidad se le ocurrió extorsionar al padre, que era un hombre
Entonces él cambió de postura por primera vez, giró con el sillón, y inmaculado, un pilar de la sociedad, y de paso cobrarse las dos
me vio con el retrato entre las manos, ese retrato de una muchacha temporadas que estuvo en Olmos. Estaba viendo cómo el viejo lo
lejana, inocente y dulce, si no fuera por los ojos que eran los ojos esperó con el escenario listo, el tiro que él mismo disparó –un

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petardo más en esa noche de petardos –contra la biblioteca y
contra aquel fantasma del retrato. Estaba viendo el 32 descargado Los asesinos
sobre el escritorio, para que Luzati lo manoteara a último
Ernest Hemingway
momento y hasta apretara el gatillo cuando el viejo le apuntó. Y lo
fácil que fue después abrir el tambor y volver a cargarlo, sin
sacarlo de las manos del muerto, que era donde debía estar.
La puerta del restaurante de Henry se abrió y entraron dos
Estaba viendo todo, pero si pasaba un rato más ya no iba a ver
hombres que se sentaron al mostrador.
nada, porque no quería ver nada. Aunque al fin me paré y le dije: -¿Qué van a pedir? -les preguntó George.
-No sé -dijo uno de ellos-. ¿Tú qué tienes ganas de comer, Al?
-Qué sé yo -respondió Al-, no sé.
–No sé lo que va a hacer usted, doctor, pero he estado pensando en
Afuera estaba oscureciendo. Las luces de la calle entraban por la
lo difícil que es ser un comisario y lo difícil que es ser un juez. ventana. Los dos hombres leían el menú. Desde el otro extremo del
Usted dice que este hombre quiso asaltarlo y que usted lo mostrador, Nick Adams, quien había estado conversando con
George cuando ellos entraron, los observaba.
madrugó. Todo el mundo le va a creer y, yo mismo, si mañana lo
leo en el diario, es capaz que lo creo. Al fin y al cabo, es mejor que
ande suelto un asesino, y no una ruedita de la compasión. Era
inútil. Ya no me escuchaba. Al salir me agaché por segunda vez
junto al Alcahuete y, de un bolsillo del impermeable, saqué la
pistola de pequeño calibre que sabía que iba a encontrar allí y me
la guardé. Todavía la tengo. Habría parecido raro, un muerto con
dos armas encima.
El comisario bostezó y miró su reloj. Le esperaban a almorzar.
–¿Y el juez? –pregunté.
–Lo absolvieron. Quince días después renunció, y al año se murió
de una de esas enfermedades que tienen los viejos. -Yo voy a pedir costillitas de cerdo con salsa de manzanas y puré
de papas -dijo el primero.
-Todavía no está listo.
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-¿Entonces para qué carajo lo pones en la carta? -¿Alguna vez lo oíste nombrar? -preguntó Al a su amigo.
-Esa es la cena -le explicó George-. Puede pedirse a partir de las -No -le contestó éste.
seis. -¿Qué hacen acá a la noche? -preguntó Al.
George miró el reloj en la pared de atrás del mostrador. -Cenan -dijo su amigo-. Vienen acá y cenan de lo lindo.
-Son las cinco. -Así es -dijo George.
-El reloj marca las cinco y veinte -dijo el segundo hombre. -¿Así que crees que así es? -Al le preguntó a George.
-Adelanta veinte minutos. -Seguro.
-Bah, a la mierda con el reloj -exclamó el primero-. ¿Qué tienes -Así que eres un chico vivo, ¿no?
para comer? -Seguro -respondió George.
-Puedo ofrecerles cualquier variedad de sándwiches -dijo George-, -Pues no lo eres -dijo el otro hombrecito-. ¿No es cierto, Al?
jamón con huevos, tocineta con huevos, hígado y tocineta, o un -Se quedó mudo -dijo Al. Giró hacia Nick y le preguntó-: ¿Cómo te
bisté. llamas?
-A mí dame suprema de pollo con arvejas y salsa blanca y puré de -Adams.
papas. -Otro chico vivo -dijo Al-. ¿No es vivo, Max?
-Esa es la cena. -El pueblo está lleno de chicos vivos -respondió Max.
-¿Será posible que todo lo que pidamos sea la cena?
-Puedo ofrecerles jamón con huevos, tocineta con huevos, hígado… George puso las dos bandejas, una de jamón con huevos y la otra
-Jamón con huevos -dijo el que se llamaba Al. Vestía un sombrero de tocineta con huevos, sobre el mostrador. También trajo dos
hongo y un sobretodo negro abrochado. Su cara era blanca y latos de papas fritas y cerró la portezuela de la cocina.
pequeña, sus labios angostos. Llevaba una bufanda de seda y -¿Cuál es el suyo? -le preguntó a Al.
guantes. -¿No te acuerdas?
-Dame tocineta con huevos -dijo el otro. Era más o menos de la -Jamón con huevos.
misma talla que Al. Aunque de cara no se parecían, vestían como -Todo un chico vivo -dijo Max. Se acercó y tomó el jamón con
gemelos. Ambos llevaban sobretodos demasiado ajustados para huevos. Ambos comían con los guantes puestos. George los
ellos. Estaban sentados, inclinados hacia adelante, con los codos observaba.
sobre el mostrador. -¿Qué miras? -dijo Max mirando a George.
-¿Hay algo para tomar? -preguntó Al. -Nada.
-Gaseosa de jengibre, cerveza sin alcohol y otras bebidas gaseosas -Cómo que nada. Me estabas mirando a mí.
-enumeró George. -En una de esas lo hacía en broma, Max -intervino Al.
-Dije si tienes algo para tomar. George se rió.
-Sólo lo que nombré. –Tú no te rías -lo cortó Max-. No tienes nada de qué reírte,
-Es un pueblo caluroso este, ¿no? -dijo el otro- ¿Cómo se llama? ¿entiendes?
-Summit. -Está bien -dijo George.
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-Así que piensas que está bien -Max miró a Al-. Piensa que está El negro Sam, con el delantal puesto, miró a los hombres sentados
bien. Esa sí que está buena. al mostrador:
-Ah, piensa -dijo Al. Siguieron comiendo. -Sí, señor -dijo. Al bajó de su taburete.
-¿Cómo se llama el chico vivo ése que está en la punta del -Voy a la cocina con el negro y el chico vivo -dijo-. Vuelve a la
mostrador? -le preguntó Al a Max. cocina, negro. Tú también, chico vivo.
-Ey, chico vivo -llamó Max a Nick-, anda con tu amigo del otro lado El hombrecito entró a la cocina después de Nick y Sam, el cocinero.
del mostrador. La puerta se cerró detrás de ellos. El que se llamaba Max se sentó
-¿Por? -preguntó Nick. al mostrador frente a George. No lo miraba a George sino al espejo
-Porque sí. que había tras el mostrador. Antes de ser un restaurante, el lugar
-Mejor pasa del otro lado, chico vivo -dijo Al. Nick pasó para el otro había sido una taberna.
lado del mostrador. -Bueno, chico vivo -dijo Max con la vista en el espejo-. ¿Por qué no
-¿Qué se proponen? -preguntó George. dices algo?
-Nada que te importe -respondió Al-. ¿Quién está en la cocina? -¿De qué se trata todo esto?
-El negro. -Ey, Al -gritó Max-. Acá este chico vivo quiere saber de qué se trata
-¿El negro? ¿Cómo el negro? todo esto.
-El negro que cocina.
-Dile que venga. -¿Por qué no le cuentas? -se oyó la voz de Al desde la cocina.
-¿Qué se proponen? -¿De qué crees que se trata?
-Dile que venga. -No sé.
-¿Dónde se creen que están? -¿Qué piensas?
-Sabemos muy bien dónde estamos -dijo el que se llamaba Max-. Mientras hablaba, Max miraba todo el tiempo al espejo.
¿Parecemos tontos acaso? -No lo diría.
-Por lo que dices, parecería que sí -le dijo Al-. ¿Qué tienes que -Ey, Al, acá el chico vivo dice que no diría lo que piensa.
ponerte a discutir con este chico? -y luego a George-: Escucha, dile -Está bien, puedo oírte -dijo Al desde la cocina, que con una botella
al negro que venga acá. de ketchup mantenía abierta la ventanilla por la que se pasaban
-¿Qué le van a hacer? los platos-. Escúchame, chico vivo -le dijo a George desde la cocina,
-Nada. Piensa un poco, chico vivo. ¿Qué le haríamos a un negro? aléjate de la barra. Tú, Max, córrete un poquito a la izquierda
George abrió la portezuela de la cocina y llamó: parecía un fotógrafo dando indicaciones para una toma grupal.
-Sam, ven un minutito. -Dime, chico vivo -dijo Max-. ¿Qué piensas que va a pasar?
El negro abrió la puerta de la cocina y salió. George no respondió.
-¿Qué pasa? -preguntó. Los dos hombres lo miraron desde el -Yo te voy a contar -siguió Max-. Vamos a matar a un sueco.
mostrador. ¿Conoces a un sueco grandote que se llama Ole Andreson?
-Muy bien, negro -dijo Al-. Quédate ahí. -Sí.
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-Viene a comer todas las noches, ¿no? -Mejor voy a la otra cuadra -dijo el chofer. George miró el reloj.
-A veces. Eran las seis y veinte.
-A las seis en punto, ¿no? -Estuviste bien, chico vivo -le dijo Max-. Eres un verdadero
-Si viene. caballero.
-Ya sabemos, chico vivo -dijo Max-. Hablemos de otra cosa. ¿Vas al -Sabía que le volaría la cabeza -dijo Al desde la cocina.
cine? -No -dijo Max-, no es eso. Lo que pasa es que es simpático. Me
-De vez en cuando. gusta el chico vivo.
-Tendrías que ir más seguido. Para alguien tan vivo como tú, está A las siete menos cinco George habló:
bueno ir al cine. -Ya no viene.
-¿Por qué van a matar a Ole Andreson? ¿Qué les hizo? Otras dos personas habían entrado al restaurante. En una
-Nunca tuvo la oportunidad de hacernos algo. Jamás nos vio. oportunidad George fue a la cocina y preparó un sándwich de
-Y nos va a ver una sola vez -dijo Al desde la cocina. jamón con huevos “para llevar”, como había pedido el cliente. En la
-¿Entonces por qué lo van a matar? -preguntó George. cocina vio a Al, con su sombrero hongo hacia atrás, sentado en un
-Lo hacemos para un amigo. Es un favor, chico vivo. taburete junto a la portezuela con el cañón de un arma recortada
-Cállate -dijo Al desde la cocina-. Hablas demasiado. apoyado en un saliente. Nick y el cocinero estaban amarrados
-Bueno, tengo que divertir al chico vivo, ¿no, chico vivo? espalda con espalda con sendas toallas en las bocas. George
-Hablas demasiado -dijo Al-. El negro y mi chico vivo se divierten preparó el pedido, lo envolvió en papel manteca, lo puso en una
solos. Los tengo atados como una pareja de amigas en el convento. bolsa y lo entregó. El cliente pagó y salió.
-¿Tengo que suponer que estuviste en un convento? -El chico vivo puede hacer de todo -dijo Max-. Cocina y hace de
-Uno nunca sabe. todo. Harías de alguna chica una linda esposa, chico vivo.
-En un convento judío. Ahí estuviste tú. -¿Sí? -dijo George- Su amigo, Ole Andreson, no va a venir.
George miró el reloj. -Le vamos a dar otros diez minutos -repuso Max.
-Si viene alguien, dile que el cocinero salió. Si después de eso se Max miró el espejo y el reloj. Las agujas marcaban las siete en
queda, le dices que cocinas tú. ¿Entiendes, chico vivo? punto, y luego siete y cinco.
-Sí -dijo George-. ¿Qué nos harán después? -Vamos, Al -dijo Max-. Mejor nos vamos de acá. Ya no viene.
-Depende -respondió Max-. Esa es una de las cosas que uno nunca -Mejor esperamos otros cinco minutos -dijo Al desde la cocina.
sabe en el momento. En ese lapso entró un hombre, y George le explicó que el cocinero
George miró el reloj. Eran las seis y cuarto. La puerta de la calle se estaba enfermo.
abrió y entró un conductor de tranvías. -¿Por qué carajo no consigues otro cocinero? -lo increpó el
-Hola, George -saludó-. ¿Me sirves la cena? hombre- ¿Acaso no es un restaurante esto? -luego se marchó.
-Sam salió -dijo George-. Volverá en alrededor de una hora y -Vamos, Al -insistió Max.
media. -¿Qué hacemos con los dos chicos vivos y el negro?
-No va a haber problemas con ellos.
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-¿Estás seguro? -Mejor que no tengas nada que ver con esto -le sugirió Sam, el
-Sí, ya no tenemos nada que hacer acá. cocinero-. No te conviene meterte.
-No me gusta nada -dijo Al-. Es imprudente, tú hablas demasiado. -Si no quieres no vayas -dijo George. -No vas a ganar nada
-Uh, qué te pasa -replicó Max-. Tenemos que entretenernos de involucrándote en esto -siguió el cocinero-. Mantente al margen.
alguna manera, ¿no? -Voy a ir a verlo -dijo Nick-. ¿Dónde vive?
-Igual hablas demasiado -insistió Al. Éste salió de la cocina, la El cocinero se alejó.
recortada le formaba un ligero bulto en la cintura, bajo el -Los jóvenes siempre saben qué es lo que quieren hacer -dijo.
sobretodo demasiado ajustado que se arregló con las manos -Vive en la pensión Hirsch -George le informó a Nick.
enguantadas. -Voy para allá.
-Adiós, chico vivo -le dijo a George-. La verdad es que tuviste Afuera, las luces de la calle brillaban por entre las ramas de un
suerte. árbol desnudo de follaje. Nick caminó por el costado de la calzada
-Cierto -agregó Max-, deberías apostar en las carreras, chico vivo. y a la altura del siguiente poste de luz tomó por una calle lateral.
Los dos hombres se retiraron. George, a través de la ventana, los La pensión Hirsch se hallaba a tres casas. Nick subió los escalones
vio pasar bajo el farol de la esquina y cruzar la calle. Con sus y tocó el timbre. Una mujer apareció en la entrada.
sobretodos ajustados y esos sombreros hongos parecían dos -¿Está Ole Andreson?
artistas de variedades. George volvió a la cocina y desató a Nick y -¿Quieres verlo?
al cocinero. -Sí, si está.
-No quiero que esto vuelva a pasarme -dijo Sam-. No quiero que Nick siguió a la mujer hasta un descanso de la escalera y luego al
vuelva a pasarme. final de un pasillo. Ella llamó a la puerta.
Nick se incorporó. Nunca antes había tenido una toalla en la boca. -¿Quién es?
-¿Qué carajo…? -dijo pretendiendo seguridad. -Alguien que viene a verlo, señor Andreson -respondió la mujer.
-Querían matar a Ole Andreson -les contó George-. Lo iban a matar -Soy Nick Adams.
de un tiro ni bien entrara a comer. -Pasa.
-¿A Ole Andreson? Nick abrió la puerta e ingresó al cuarto. Ole Andreson yacía en la
-Sí, a él. cama con la ropa puesta. Había sido boxeador peso pesado y la
El cocinero se palpó los ángulos de la boca con los pulgares. cama le quedaba chica. Estaba acostado con la cabeza sobre dos
-¿Ya se fueron? -preguntó. almohadas. No miró a Nick.
-Sí -respondió George-, ya se fueron. -¿Qué pasa? -preguntó.
-No me gusta -dijo el cocinero-. No me gusta para nada. -Estaba en el negocio de Henry -comenzó Nick-, cuando dos tipos
-Escucha -George se dirigió a Nick-. Tendrías que ir a ver a Ole entraron y nos ataron a mí y al cocinero, y dijeron que iban a
Andreson. matarlo.
-Está bien. Sonó tonto decirlo. Ole Andreson no dijo nada.

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-Nos metieron en la cocina -continuó Nick-. Iban a dispararle Andreson, debería salir a caminar en un día otoñal tan lindo como
apenas entrara a cenar. este”, pero no tenía ganas.
Ole Andreson miró a la pared y siguió sin decir palabra. -No quiere salir.
-George creyó que lo mejor era que yo viniera y le contase. -Qué pena que se sienta mal -dijo la mujer-. Es un hombre
-No hay nada que yo pueda hacer -Ole Andreson dijo finalmente. buenísimo. Fue boxeador, ¿sabías?
-Le voy a decir cómo eran. -Sí, ya sabía.
-No quiero saber cómo eran -dijo Ole Andreson. Volvió a mirar -Uno no se daría cuenta salvo por su cara -dijo la mujer. Estaban
hacia la pared: -Gracias por venir a avisarme. junto a la puerta principal-. Es tan amable.
-No es nada. -Bueno, buenas noches, señora Hirsch -saludó Nick.
Nick miró al grandote que yacía en la cama. -Yo no soy la señora Hirsch -dijo la mujer-. Ella es la dueña. Yo me
-¿No quiere que vaya a la policía? encargo del lugar. Yo soy la señora Bell.
-No -dijo Ole Andreson-. No sería buena idea. -Bueno, buenas noches, señora Bell -dijo Nick.
-¿No hay nada que yo pueda hacer? -Buenas noches -dijo la mujer.
-No. No hay nada que hacer. Nick caminó por la vereda a oscuras hasta la luz de la esquina, y
-Tal vez no lo dijeron en serio. luego por la calle hasta el restaurante. George estaba adentro,
-No. Lo decían en serio. detrás del mostrador.
Ole Andreson volteó hacia la pared. -¿Viste a Ole?
-Lo que pasa -dijo hablándole a la pared- es que no me decido a -Sí -respondió Nick-. Está en su cuarto y no va a salir.
salir. Me quedé todo el día acá. El cocinero, al oír la voz de Nick, abrió la puerta desde la cocina.
-¿No podría escapar de la ciudad? -No pienso escuchar nada -dijo y volvió a cerrar la puerta de la
-No -dijo Ole Andreson-. Estoy harto de escapar. cocina.
Seguía mirando a la pared. -¿Le contaste lo que pasó? -preguntó George.
-Ya no hay nada que hacer. -Sí. Le conté pero él ya sabe de qué se trata.
-¿No tiene ninguna manera de solucionarlo? -¿Qué va a hacer?
-No. Me equivoqué -seguía hablando monótonamente-. No hay -Nada.
nada que hacer. Dentro de un rato me voy a decidir a salir. -Lo van a matar.
-Mejor vuelvo adonde George -dijo Nick. -Supongo que sí.
-Chau -dijo Ole Andreson sin mirar hacia Nick-. Gracias por venir. -Debe haberse metido en algún lío en Chicago.
Nick se retiró. Mientras cerraba la puerta vio a Ole Andreson -Supongo -dijo Nick.
totalmente vestido, tirado en la cama y mirando a la pared. -Es terrible.
-Estuvo todo el día en su cuarto -le dijo la encargada cuando él -Horrible -dijo Nick.
bajó las escaleras-. No debe sentirse bien. Yo le dije: “Señor Se quedaron callados. George se agachó a buscar un repasador y
limpió el mostrador.
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-Me pregunto qué habrá hecho -dijo Nick. en el café de Cochabamba y Piedras, y a esa hora; quizá, si había
-Habrá traicionado a alguien. Por eso los matan. que creer en ciertas infor-maciones, el Número Uno ya estaba un
-Me voy a ir de este pueblo -dijo Nick.
poco viejo. De todos modos la torpeza dé la orden le daba una
-Sí -dijo George-. Es lo mejor que puedes hacer.
-No soporto pensar que él espera en su cuarto y sabe lo que le ventaja: podía sacar el auto del garaje, estacionarlo con el motor
pasará. Es realmente horrible. en marcha por el lado de Cochabamba, y quedarse esperando a
-Bueno -dijo George-. Mejor deja de pensar en eso.
que Romero llegara como siempre a en-contrarse con los amigos a
eso de las siete de la tarde. Si todo salía bien evitaría que Romero

Los amigos entrase en el café, y al mismo tiempo que los del café vieran o
sospecharan su intervención. Era cosa de suerte y de cálculo, un

Julio Cortázar simple gesto (que Romero no dejaría de ver, porque era un lince),
y saber meterse en el tráfico y pegar la vuelta a toda máquina. Si
los dos hacían las cosas como era debido —y Beltrán estaba tan
En ese juego todo tenía que andar rápido. Cuando el Número Uno
seguro de Romero como de él mismo— todo quedaría
decidió que había que liquidar a Romero y que el Número Tres se
despa-chado en un momento. Volvió a sonreír pensando en la cara
encargaría del trabajo, Bel-trán recibió la información pocos
del Número Uno cuando más tarde, bastante más tarde, lo llamara
minutos más tarde. Tranquilo pero sin perder un instante, salió del
desde algún teléfono público para informarle de lo sucedido.
café de Corrientes y Libertad y se metió en un taxi. Mien-tras se
bañaba en su departamento, escuchando el no-ticioso, se acordó
de que había visto por última vez a Romero en San Isidro, un día
de mala suerte en las carreras. En ese entonces Romero era un tal
Romero, y él un tal Beltrán; buenos amigos antes de que la vida los
metiera por caminos tan distintos. Sonrió casi sin ganas, pensando
en la cara que pondría Romero al encontrárselo de nuevo, pero la
cara de Romero no tenía ninguna importancia y en cambio había
que pen-sar despacio en la cuestión del café y del auto. Era curioso
que al Número Uno se le hubiera ocurrido hacer matar a Romero
53
Vistiéndose despacio, acabó el atado de cigarrillos y se miró un
momento al espejo. Después sacó otro atado del cajón, y antes de Estaré esperando
apagar las luces comprobó que todo estaba en orden. Los gallegos
del garaje le tenían el Ford como una seda. Bajó por Chacabuco, Raymond Chandler
despacio, y a las siete menos diez se estacionó a unos metros de la
puerta del café, después de dar dos vueltas a la manzana
Era la una de la madrugada
esperando que un camión de reparto le dejara el sitio. Desde cuando Carl, el portero
donde estaba era imposible que los del café lo vieran. De cuando nocturno, apagó la última de
en cuando apre-taba un poco el acelerador para mantener el las tres lámparas de mesa del
vestíbulo principal del hotel
motor caliente; no quería fumar, pero sentía la boca seca y le daba
Windermere. El azul de la
rabia. alfombra se oscureció un par
A las siete menos cinco vio venir a Romero por la vereda de de tonos y las paredes
retrocedieron hasta hacerse
enfrente; lo reconoció en seguida por el chambergo gris y el saco
distantes. Las sillas se llenaron
cruzado. Con una ojeada a la vitrina del café, calculó lo que de sombras perezosas. Los
tardaría en cruzar la calle y llegar hasta ahí. Pero a Romero no recuerdos colgaban como
telarañas en los rincones.
podía pasarle nada a tanta distancia del café, era preferible dejarlo
que cruzara la calle y subiera a la vereda. Exactamente en ese Tony Reseck bostezó. Ladeó la
momento, Beltrán puso el coche en marcha y sacó el brazo por la cabeza y escuchó la frágil, nerviosa música que salía de la sala de
ventanilla. Tal como había previsto, Romero lo vio y se detuvo radio situada detrás del pequeño arco en que terminaba el
vestíbulo. Frunció la frente. Aquella debería ser su sala de radio, a
sorpren-dido. La primera bala le dio entre los ojos, después
partir de la una de la madrugada. Nadie debería estar en ella.
Beltrán tiró al montón que se derrumbaba. El Ford salió en Aquella pelirroja le destrozaba las noches.
diagonal, adelantándose limpio a un tranvía, y dio la vuelta por
Desapareció el fruncimiento y una sonrisa en miniatura se le
Tacuarí. Manejando sin apuro, el Número Tres pensó que la última
dibujó en las comisuras de la boca. Aflojó los músculos. Era un
visión de Romero había sido la de un tal Beltrán, un amigo del hombre de edad madura, bajito, pálido, barrigón, de largos y
hipó-dromo en otros tiempos. delicados dedos ahora asidos al diente de alce de la cadena de su
reloj; dedos largos y delicados, de ilusionista, dedos de uñas
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brillantes, bien perfiladas, de afiladas falanges inferiores, dedos de la menor huella de pensamiento en ellos. Su rostro, clásico, carecía
extremos un tanto espatulados. Dedos hermosos. Tony Reseck se de expresión.
frotó las manos con dulzura. Había una paz en sus tranquilos ojos
grisáceos. No dijo nada.

El fruncimiento volvió a su rostro. La música le molestaba. Se Tony sonrió, se llevó los dedos a las comisuras y los movió uno por
levantó con singular agilidad, de un solo movimiento, sin apartar uno, consciente de su contacto.
las manos de la cadena del reloj. Sentado con sosiego en
determinado momento, al siguiente ya estaba erguido, aplomado -¿Le gusta Goodman, señorita Cressy? -repitió con amabilidad.
sobre los pies completamente inmóvil, tanto, que el movimiento de
levantarse lucía como una acción imperfectamente percibida, -Lo detesto -dijo la chica, con una voz sin inflexiones.
como un error visual.
Tony se balanceó sobre los talones y la miró a los ojos. Grandes,
Empezó a caminar pisando delicadamente la alfombra azul con sus profundos, vacíos. ¿O no? Se inclinó y apagó la radio.
zapatos pequeños y brillantes y cruzó la arcada. La música había
aumentado de volumen. Contenía el ruido ardiente y corrosivo, las -No me interprete mal -dijo la chica-. Goodman saca dinero y un
carreras frenéticas y nerviosas de una competición, de música tipo que saca dinero legal en estos tiempos es un tipo al que hay
improvisada. Sonaba demasiado alta. La pelirroja estaba sentada y que respetar. Pero su música parece de cervecería. Prefiero las
contemplaba en silencio el enrejillado de la voluminosa radio cosas un poco acarameladas.
como si pudiera ver a la orquesta, su estereotipada sonrisa
profesional, el sudor que corría por las espaldas. Estaba ovillada -A lo mejor le gusta Mozart -dijo Tony.
con las piernas bajo el cuerpo en un sofá que parecía tener casi
todos los almohadones de la sala. Se encontraba primorosamente -Ahora me está tomando el pelo -dijo ella.
envuelta en ellos, como un ramillete en el papel de la floristería.
-De ningún modo, señorita Cressy. Creo que Mozart es el hombre
No alzó la cabeza. Siguió inclinada, una mano cerrada sobre la más grande que haya existido jamás y Toscanini, su profeta.
rodilla color durazno. Vestía un pijama de seda de gruesos ribetes
y bordado de negros capullos de loto. -Creí que usted era el detective del hotel.

-¿Le gusta Goodman, señorita Cressy? -preguntó Tony Reseck. Apoyó la cabeza en un cojín y lo observó por entre las pestañas.

La chica movió despacio los ojos. Había poca luz, pero el violeta de -Póngame algo de ese Mozart -añadió.
aquellos ojos casi ofendía. Eran unos ojos grandes y profundos, sin
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-Es demasiado tarde -suspiró Tony-. No es posible ahora. La muchacha se incorporó un poco con los ojos todavía en guardia,
y se acarició la rodilla aduraznada.
La muchacha le dedicó otra mirada clara y prolongada.
-¿Cómo dijo que se llama usted?
-Me echó el ojo, ¿eh, pies planos? -Rió levemente, casi para sus
adentros-. ¿Hice algo malo? -Tony Reseck.

Tony esbozó su minúscula sonrisa. -Suena húngaro.

-Nada, señorita Cressy. Nada en absoluto. Pero usted necesita -No -dijo Tony-, es polaco.
tomar un poco de aire. Lleva cinco días en este hotel y todavía no
salió a la calle. Y tiene una habitación en lo más alto del edificio. -Siga, Tony.

La chica volvió a reír. -Todas las habitaciones de arriba tienen balcones particulares,
señorita Cressy. Y con barandillas demasiado bajas para estar a
-Hágame un cuento con eso, dele. Estoy aburrida. catorce pisos de altura. La noche era muy oscura y estaba nublado.
-Dejó caer la mano en un gesto final, gesto de despedida-. Nadie la
-En cierta ocasión estuvo aquí una chica que ocupaba su misma vio saltar. Pero cuando se produjo el choque, fue como un
suite. Estuvo en el hotel toda una semana, igual que usted. Sin salir cañonazo.
para nada, quiero decir. Casi no hablaba con nadie. ¿Qué le parece
que hizo? -Está inventando, Tony -dijo ella con un susurro seco.

Ella lo miró seria. El hombre esbozó su módica sonrisa. Sus tranquilos ojos grises
parecían casi alisar las largas ondas del pelo femenino.
-Se fue sin pagar la cuenta.
-Eve Cressy -dijo ella soñadoramente-. Un nombre que espera
El hombre extendió su larga y delicada mano, agitó los dedos y rodearse de luces y espera a un tipo alto y moreno que no vale
produjo un efecto como de olas que se rompen. nada, Tony. Y no me pregunte por qué. Estuve casada con él. Y
podría volver a estarlo. En la vida se pueden cometer muchos
-No. Hizo que se la preparasen y la pagó. Después le dijo al botones errores. -La mano que reposaba en la rodilla se abrió lentamente
que recogiera su equipaje en media hora. Y salió al balcón. hasta que los dedos no pudieron retroceder más. Entonces volvió a
cerrarla con rapidez y sequedad, y aun a la escasa luz reinante
brillaron los nudillos como huesitos pulimentados-. Una vez le hice
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una jugada sucia. Lo metí en un lío, sin intención. Tampoco -¿De veras me cree capaz de una cosa así? Lo del balcón, quiero
pregunte por qué. Y ahora me siento en deuda. decir.

El hombre se adelantó con suavidad para hacer girar la perilla de El hombre asintió.
la radio. Las notas de un vals tintinearon en el aire. Un vals de
oropel, pero vals al fin. Subió el volumen. La música brotaba del -Quizá -dijo con suavidad-. Pero ya no.
altavoz en torbellinos de atenuada melodía. Desde que Viena dejó
de existir, todos los valses resultaban sombríos. -En ningún momento, Tony. -La sonrisa de ella era como una hojita
perdida-. Vuelva para contarme más cosas. Las pelirrojas no saltan
La chica ladeó la cabeza, canturreó tres o cuatro compases y se al vacío, Tony. Viven y se marchitan.
detuvo, la boca súbitamente tensa.
Él la miró seriamente durante un momento y se fue. El portero
-Eve Cressy -dijo-. Una vez hubo luces. En un club nocturno de estaba en la arcada que conducía al vestíbulo principal. Tony no
mala muerte. Un tugurio. Hubo una redada y las luces se apagaron. había mirado en aquella dirección, pero sabía que había alguien
allí. Siempre detectaba las presencias. Podía oír crecer la hierba,
Él sonrió casi con burla. como el asno de El pájaro azul.

-Mientras usted estuvo allí no fue ningún tugurio, señorita El portero le hizo una seña con el mentón. La ancha cara que se
Cressy… Este es el vals que la orquesta tocaba siempre que el viejo alzaba por encima del cuello del uniforme parecía sudorosa y
portero se paseaba frente a la entrada del hotel, con el pecho lleno alarmada. Tony se acercó a él, cruzaron juntos la arcada y salieron
de medallas en La última carcajada. Actuada por Emil Jannings. al centro del pequeño vestíbulo.
Seguramente no la recordará, señorita Cressy.
-¿Dificultades? -preguntó Tony con cansancio.
-Primavera, hermosa primavera -dijo-. No, no la vi.
-Afuera hay un tipo que quiere verte, Tony. No quiere entrar.
El hombre se alejó tres pasos y se dio vuelta. Estaba limpiando los vidrios de las puertas y se me acercó, un tipo
alto. «Quiero ver a Tony», dijo con la boca torcida.
-Tengo que subir a revisar las puertas. Espero no haberla
molestado. ¿Por qué no se va a la cama? Es un poco tarde. -Bueno -respondió Tony, que seguía contemplando los ojos
celestes del portero-. ¿Cómo se llama?
El vals de relumbrón se detuvo y una voz rompió a hablar. La chica
tomó la palabra por entre el sonido de la voz. -Dijo que Al.

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La cara de Tony se volvió tan inexpresiva como si fuera de pasta de hombrecito limpio de bigote rojizo y fino, y mejillas tan rojas que
amasar. parecían maquilladas. Miró a Tony y se frotó el bigote con una uña.

-Okey –empezó a caminar. Tony le apuntó con el índice estirado, encogió corazón, anular y
meñique, alzó el pulgar y, sin doblarlo, lo dejó caer sobre el índice
El portero lo retuvo por la manga. rígido. El empleado se rozó la otra punta del bigote con aire
aburrido.
-Oíme, Tony, ¿tenés enemigos?
Tony dejó atrás el quiosco cerrado y en sombras y la puerta lateral
Tony rió cortés, la cara todavía como pasta de amasar. del drugstore, para llegar a las puertas de paneles de cristal y
marco de bronce. Se detuvo exactamente frente ellas y tragó una
-Oíme, Tony -agregó el portero, sin soltarle la manga-. Hay un profunda e intensa bocanada de aire. Cuadró los hombros, abrió
coche negro al final de la manzana, en dirección contraria a los las puertas y salió al aire nocturno, frío y húmedo.
taxis. Hay un tipo al lado, con el pie en el estribo. El que me habló
llevaba un abrigo oscuro, todo abotonado, el cuello alzado hasta La calle estaba oscura y en silencio. El ruido del tráfico de Wilshire,
las orejas. Y el sombrero calado. Apenas si se le puede ver la cara. a dos manzanas de distancia, era insignificante. Había dos taxis a la
Dijo: «Quiero ver a Tony», con la boca torcida. Vos no tenés izquierda. Los choferes estaban apoyados en el guardabarros, uno
enemigos, ¿verdad, Tony? junto a otro, fumando. Tony empezó a caminar en dirección
contraria. El gran coche negro estaba a un tercio de manzana de la
-Sólo en mi financiera -dijo Tony-. Ahora andate. puerta del hotel. Habían reducido las luces al mínimo y sólo
cuando lo tuvo a corta distancia alcanzó a oír el suave rumor del
-Empezó a caminar muy despacio y un poco endurecido por la motor.
alfombra azul, y subió los tres suaves peldaños que daban acceso
al vestíbulo de entrada, que tenía tres ascensores a un lado y el Una figura alta se apartó del vehículo y se dirigió hacia él, las
mostrador de recepción al otro. Sólo funcionaba uno de los manos en los bolsillos del abrigo oscuro de cuello subido. En la
ascensores. Junto a las puertas abiertas, cruzado de brazos, el boca del hombre, como una perla herrumbrosa, brillaba levemente
ascensorista nocturno permanecía en silencio, vestido con su un pucho.
pulcro uniforme azul de alamares plateados. Era un mexicano
moreno y flaco llamado Gómez. Un mozo nuevo que trabajaba en el Cuando se encontraron frente a frente se detuvieron.
turno de noche.
-Hola, Tony -dijo el alto-. Hace tiempo que no nos veíamos.
Al otro lado estaba el mostrador de recepción, de mármol rosado,
con el encargado nocturno suavemente recostado sobre él. Un -Hola, Al. ¿Cómo andás?
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-No me puedo quejar. -El alto hizo ademán de sacar la derecha del Al sacó la mano del bolsillo y la puso sobre el pecho de Tony. Le
bolsillo, pero se contuvo y rio suavemente-. Me había olvidado. Me dio un empujón flojo, perezoso.
parece que no querés que nos demos la mano.
-No hablo por hablar, hermanito gordo. Hacela salir de ahí.
-Es algo que no tiene sentido -dijo Tony-. El apretarse la mano. Los
monos se dan la mano. Bueno, Al, ¿qué carajo te pasa? -Okey -dijo Tony, sin la menor inflexión en la voz.

-Seguís siendo el gordito gracioso de siempre, ¿eh, Tony? El alto apartó la mano y la dirigió a la portezuela del coche. La
abrió y empezó a escurrirse adentro como una delgada sombra
-Supongo -dijo Tony con un tenso parpadeo. muy negra.

Notaba un nudo en la garganta. Pero se frenó a mitad de camino, le dijo algo a los hombres que
había adentro y volvió a enderezarse. Volvió al lugar adonde lo
-¿Te gusta trabajar ahí? esperaba Tony en silencio, con los ojos claros iluminados
levemente por los reflejos de la calle.
-Es un trabajo -Al volvió a reírse suavemente.
-Mirá, Tony. Siempre fuiste discreto. Sos un buen hermano.
-Vos, tranquilo, Tony. Yo me muevo por vos. O sea que es un
trabajo y que querés conservarlo. Okey. Una muchacha que se Tony no dijo nada.
llama Eve Cressy se aloja en tu tranquilo hotel. Hacela salir rápido.
Ahora mismo. Al se inclinó hacia él con la sombra alargada y ansiosa, el cuello
alzado rozándole casi las orejas.
-¿Qué es lo que pasa?
-Es un asunto feo, Tony. A los muchachos no les gustaría, pero te lo
El alto recorrió la calle con la mirada. Atrás, en el coche, un voy a contar de todas formas. La Cressy estuvo casada con una
hombre tosió apenas. basura que se llama Johnny Ralls. Ralls salió de San Quintín hace
unos días, una semana más o menos. Le encajaron tres años, por
-Está enganchada con una basura. No tengo nada personal contra homicidio involuntario. La muchacha lo metió allí. Atropelló a un
ella, pero te va a traer problemas. Hacela salir, Tony. Tenés una viejo una noche, borracho, y ella iba con él. Johnny quiso borrarse,
hora, más o menos pero ella le dijo que se entregara y contase la verdad. Él no se
entregó. Y ella, que lo había amenazado con hacerlo, lo mandó en
-Claro -dijo Tony con indiferencia, sin expresión. cana.
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-Increíble -dijo Tony. -Preguntar por ella no sirve para nada -respondió Tony.

-Así es el Evangelio, muchacho. Mi trabajo consiste en saber cosas. Al se dio vuelta con rapidez y se metió en el coche, que giró
Y el tal Ralls, cuando estaba adentro, se pasaba hablando de la perezosamente a mitad de manzana y retrocedió hacia la esquina.
mina, de que iba a estar esperándolo cuando saliera, pronta para Se encendieron las luces y barrieron una pared. Dobló la esquina y
perdonar y olvidar, y que iría a buscarla. desapareció. El penetrante olor de los gases del tubo de escape
alcanzó el olfato de Tony, que volvió hasta el hotel y entró. Fue
-¿Y a vos por qué te importa ese hombre? -indagó tony con voz hasta la sala de radio.
seca y áspera, como una rasgadura en un papel grueso.
El aparato seguía murmurando, pero la chica ya no estaba en el
Al se rio. sofá. Los almohadones conservaban el hueco de su cuerpo. Tony se
inclinó y los tocó. Le pareció que todavía conservaban cierto calor.
-Los muchachos de ilícitos quieren verlo. Llevaba una mesa de Apagó la radio y se quedó inmóvil, haciendo remolinear el pulgar
juego en un local del Strip y organizó un chanchullo. Entre él y otro con la mano abierta y pegada al estómago. Entonces volvió al
tipo le soplaron a la casa cincuenta de los grandes. El otro aflojó la vestíbulo, en dirección a los ascensores, y se detuvo junto a un
mosca, pero todavía nos faltan los veinticinco de Johnny. Los de jarrón de mayólica con arena blanca. El empleado daba vueltas
ilícitos no cobran para olvidar. atrás de una pantalla de cristal esmerilado, en la punta del
mostrador. La atmósfera estaba inmóvil.
Tony recorrió la oscura calle con la mirada. Uno de los taxistas tiró
un pucho que trazó una hipérbole por encima de uno de los taxis. La zona de los ascensores estaba a oscuras. Tony miró la aguja
Tony la vio caer y chisporrotear en el asfalto. Escuchó el suave indicadora del camarín central y vio que estaba en el piso 14.
ronroneo del motor del cochazo negro.
-Se fue a dormir -dijo en voz baja.
-No quiero saber nada de esto -dijo-. Pero la voy a hacer salir.
-La puerta del alojamiento del portero, situada junto a los
Al se alejó asintiendo. ascensores, se abrió y dio paso al ascensorista nocturno, el
pequeño mexicano, vestido con ropa de calle. Sus ojos color
-Un buen pibe. ¿Cómo está mamá? castaño claro enfocaron a Tony con tranquilidad.

-Bien -dijo Tony. -Buenas noches, jefe.

-Decile que pregunté por ella. -Sí -dijo Tony, abstraído.


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Sacó del bolsillo del chaleco un fino cigarro moteado y lo olisqueó. -Es el tipo de la 14 B -insistió el portero.
Lo observó despacio, dándolo vueltas entre los pulcros dedos.
Había un leve desgarrón longitudinal. Entonces frunció la frente y -Dejame que te huela el aliento.
tiró el cigarro.
El mozo se adelantó hacia él, obediente.
Se oyó un ruido lejano y la aguja del indicador comenzó a girar en
el círculo de bronce. Aparecieron las luces del ascensor y la línea -Alcohol -dijo Tony con resolución.
recta del piso de la caja disolvió la oscuridad del fondo. Se detuvo
el ascensor, se abrieron las puertas y salió Carl. -Me invitó con un trago.

Sus ojos se sobresaltaron un poco al tropezar con los de Tony, y Tony miró el billete de un dólar.
caminó hacia él con la cabeza ladeada y un leve brillo a lo largo del
rosado labio superior. -No hay ningún huésped en la 14 B. No en mi lista, por lo menos -
dijo.
-Oíme, Tony.
-Sí. Sí que lo hay -el mozo se lamió los labios y parpadeó varias
Tony lo agarró del brazo y lo hizo dar vuelta con brusquedad. Lo veces-. Un tipo moreno y alto.
empujó con rapidez, aunque también con naturalidad, escalones
abajo, hasta el oscuro vestíbulo principal, y lo llevó a un rincón. Le -Está bien -dijo Tony de mal humor-. Está bien. En la 14 B hay un
soltó el brazo. La garganta se le había puesto otra vez tirante, sin tipo alto y moreno que te dio un billete y te invitó con un trago. ¿Y
que supiera por qué. qué?

-¿Y bien? -dijo sombríamente-. ¿Qué tengo que oír? -Tenía una pistola bajo el brazo -explicó Carl y parpadeó de nuevo.

El mozo metió la mano en un bolsillo y sacó un dólar. Tony sonrió, pero sus ojos tenían el brillo mortecino del hielo
grueso.
-Me dio esto -dijo con indolencia. Sus ojos miraron el vacío, más
allá del hombro de Tony. Parpadeaba muy rápido. -¿Vos subiste a la señorita Cressy a su habitación?

-Hielo y cerveza de jengibre. Carl negó con la cabeza.

-No me vengas con cuentos -gruñó Tony. -Fue Gómez. Lo vi acompañarla.


61
-Vivo, rápido y gracioso si los hay -dijo Tony. Anotó el nombre en
-Andate -dijo Tony entre dientes-. Y no aceptes más tragos de los el papel y se lo guardó en el bolsillo-. Voy arriba a revisar puertas.
huéspedes. Tenés sin alquilar todavía cuatro habitaciones superiores. Y
despejate, mijo. Estás que te caés.
No se movió hasta que Carl se metió en el cubículo que había junto
a los ascensores y cerró la puerta. Después subió en silencio los -Voy a tratar -gruñó el empleado mientras terminaba el bostezo-.
tres escalones y se quedó frente al mostrador con los ojos fijos en No tardes, petiso. No sé cómo matar el tiempo.
el mármol rosado y veteado, en el portaplumas de ónice y en la
nueva cartulina de inscripción con su marco de cuero. Alzó una -Podrías afeitarte esa pelusa exquisita que tenés en el labio -dijo
mano y la dejó caer con fuerza en el mármol. El empleado apareció Tony, y fue hacia los ascensores.
atrás de la mampara de cristal, como una ardilla que sale de su
madriguera. Abrió uno de los que estaban apagados, encendió la luz superior y
apretó el botón del catorce. Volvió a apagarlo, salió y cerró las
Sacó del bolsillo superior un papel y lo desplegó en el mostrador. puertas. El rellano era allí más chico que en los demás pisos,
excepto el del inmediato inferior. Las tres paredes que lo formaban
-Aquí no figura nadie en la 14 B -dijo con voz agria. tenían sendas puertas azules de una sola hoja. En cada puerta
había un número, una letra y una filigrana dorada. Tony fue a la 14
El empleado se tocó cuidadosamente el bigote. A y acercó el oído a la madera.

-Lo lamento. Seguramente estabas cenando cuando se inscribió. No oyó nada. Eve Cressy podía estar durmiendo, en la cama, en el
cuarto de baño o en el balcón. O bien, sentada a pocos pasos de la
-¿Quién? puerta, contemplando las musarañas. En este último caso, mal
podía oírla. Fue a la 14 B y repitió la operación. Allí era otra cosa.
-Un tal James Watterson, de San Diego -dijo el empleado Se oía ruido adentro. Un hombre tosía. En cierto modo, parecía una
bostezando. tos solitaria. No escuchó voces. Apretó el nacarado botón que
había al lado de la puerta.
-¿Preguntó por alguien?
Unos pasos se aproximaron sin apuro. Y una voz pastosa habló al
El empleado interrumpió un bostezo y miró la coronilla de Tony. otro lado de la madera. Tony no respondió, no hizo el menor ruido.
Volvió a apretar el timbre.
-Sí. Preguntó por una orquesta de swing. ¿Por qué?
El señor James Watterson, de San Diego, tendría que haber abierto
enseguida y provocado algún ruido. Pero no lo hizo. El silencio que
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se aposentó al otro lado de la puerta era como el de un glaciar. tras una mampara de madera. En una bandeja del hotel distinguió
Tony acercó otra vez la oreja. Silencio absoluto. un vaso alto, empañado, junto a un sillón hondo y cómodo. El
hombre retrocedió hasta el mueble y se quedó adelante. La pistola,
Sacó una llave maestra prendida de una cadena y la introdujo grande y reluciente, se inclinó y apuntó hacia el suelo.
suavemente en la cerradura. La hizo girar, abrió la puerta unos
centímetros y retiró la llave. Entonces, esperó. -Para morirse -repitió-. Llevo una hora en este cuchitril y el botón
de la casa viene a llamarme a la puerta. Muy bien, encanto, registre
-Está bien -dijo una voz con aspereza-. Entre y cobre. el armario y el baño. Pero le advierto que la muchacha acaba de
irse.
Tony abrió del todo y se quedó quieto, enmarcado por la luz del
rellano. El hombre era alto, de pelo negro y cara angulosa y pálida. -Usted todavía no la vio -dijo Tony.
Empuñaba una pistola. Y la empuñaba como si entendiera de
pistolas. La descolorida cara del hombre se llenó de insospechadas arrugas.
Su voz espesa bordeó el gruñido.
-Entre -roncó.
-¿De veras? ¿A quién no vi todavía?
Tony cruzó el umbral y cerró con el hombro. Mantenía las manos
ligeramente separadas de los costados, los ágiles dedos doblados y -A una muchacha llamada Eve Cressy.
fláccidos. Sonrió con serenidad.
El hombre tragó saliva. Puso la pistola en la mesa, al lado de la
-¿El señor Watterson? bandeja. Se sentó en el sillón, rígido, como un hombre afectado de
lumbago. Luego adelantó el cuerpo, descansó las manos en las
-¿Qué más? rodillas y sonrió con toda la boca.

-Soy el detective de la casa. -Así que está aquí, ¿eh? Todavía no pregunté por ella. Soy un tipo
precavido. Todavía no hice preguntas.
-Dan ganas de morirse.
-Hace cinco días que está aquí -dijo Tony-. Esperándolo a usted. No
El hombre alto, de cara pálida, en cierto modo apuesto y en cierto se movió del hotel ni un minuto.
modo no, retrocedió lentamente. La habitación era grande, con
balcones en dos de sus lados. Cada una de las habitaciones de la Al hombre se le agitó una mueca sonriente.
torre disponía de un balcón particular al que daba acceso una
ventana. Frente a un agradable sofá había un juego de atizadores
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-Me retrasé un poco en el Norte -dijo con placidez-. Ya sabe: -Los muchachos de ilícitos -dijo Tony esbozando una sonrisa.
visitando a viejos amigos. Parece estar muy al tanto de mis
asuntos, señor botón. -¿Dónde está ella? -preguntó ásperamente Johnny Ralls.

-Así es, señor Ralls. -En la habitación de al lado.

El hombre se paró bruscamente y agarró la pistola de un El hombre salió al balcón, dejando la pistola en la mesa, se quedó
manotazo. Se quedó quieto, apoyado en la mesa, fija la mirada. frente el muro y lo estudió con ojos atentos. Se aupó entonces
sujetándose a la reja de la divisoria. Cuando se soltó y volvió, su
-Las mujeres hablan demasiado -dijo con cierta sordina en la voz, cara había perdido algunas arrugas. Sus ojos tenían un brillo más
como si entre los dientes tuviera algo blando que la oscureciera. sosegado. Regresó junto a Tony.

-Las mujeres no, señor Ralls. -Estoy en un lío -dijo-. Eve me mandó un poco de guita y yo la
multipliqué con un asunto que inventé en el Norte. Es dinero de los
-¿Eh? -la pistola resbaló en la dura madera de la mesa-. Hable dos, quiero decir. Los muchachos de ilícitos hablaron de
claro, botón. Mi adivino está de vacaciones. veinticinco de los grandes. -Sonrió malignamente-. Yo me pongo a
contar y no pasa de quinientos dólares. Supongo que va a ser difícil
-Las mujeres no. Los canas. Los canas con pistola. hacérselos creer.

El silencio glacial volvió a caer sobre ellos. El hombre se enderezó -¿Qué hizo usted con el otro? -preguntó Tony con indiferencia.
lentamente. Su rostro no tenía expresión, pero sus ojos parecían
acosados. Tony adelantó su cuerpo rechoncho y más bien pequeño, -Jamás lo tuve, botón. Olvídese de ese cuento. Soy el único
de rostro amable, tranquilo, pálido y ojos tan claros como el agua individuo en el mundo que me cree. Aquello fue una trampa que
de los bosques. me armaron.

-Nunca descansan esos tipos -dijo Johnny Ralls y se lamió un labio- -Puede que yo también lo crea -dijo Tony.
. Siempre alerta, día y noche. La empresa nunca duerme.
-No suelen matar. Pero pueden ser terriblemente duros.
-¿Los conoce? -dijo Tony con voz suave.
-Unos forajidos -dijo Tony con un desprecio amargo y repentino-.
-Tal vez pudiera largarle diez hipótesis. Y, de las diez, doce serían Los tipos que andan con pistola no son más que forajidos.
correctas.

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Johnny Ralls tomó el vaso y lo vació. Los cubitos de hielo -Les va a encantar -dijo Johnny Ralls-. Y a usted le van a mandar
tintinearon suavemente mientras lo apartaba. Agarró la pistola, la violetas.
hizo bailar en la mano y se la guardó boca abajo, en un bolsillo
interior, a la altura del pecho. Se quedó mirando la alfombra. -Tengo días libres para lamentarlo.

-¿Por qué me cuenta todo esto, botón? Johnny Ralls dio vuelta la mano y observó la palma.

-Pensaba en que la dejase usted en paz un tiempo. -Podría verla, igual. Antes de irme. La habitación de al lado dijo
usted, ¿no?
-¿Y si no lo hago?
Tony giró sobre los talones y fue hasta la puerta.
-A mí me parece que lo hará -dijo Tony.
-No pierda el tiempo, buen mozo -dijo por encima del hombro-. Yo
Johnny Ralls asintió con calma. podría cambiar de idea.

-¿Puedo salir de aquí? -Que yo sepa, es posible que ya me esté jodiendo -dijo el hombre,
casi con amabilidad.
-Puede tomar el ascensor de servicio, que lleva al garaje. Alquile un
coche. Yo le doy una tarjeta para el empleado del garaje. Tony no se volvió.

-Usted es un tipo gracioso -dijo Johnny Ralls. -Es un riesgo que tiene que correr.

Tony sacó una gastada billetera de piel de avestruz y garabateó en Llegó a la puerta y salió de la habitación. La cerró con cuidado, en
una tarjeta. Johnny la leyó y la sostuvo en la mano, golpeándola silencio; miró una sola vez la puerta 14 B y entró en el oscuro
contra la uña del pulgar. ascensor. Bajó a la planta de la lavandería y salió para apartar la
canasta que mantenía abierto el ascensor de servicio. La puerta se
-Podría llevármela conmigo -apuntó, achicando los ojos. cerró con suavidad. Trató de que no hiciera ningún ruido. Al otro
lado del pasillo había luz, la que salía por la puerta abierta de la
-Y podría también otra clase de paseo -continuó Tony-. Ya le dije oficina del conserje. Tony volvió al primer ascensor y bajó al
que está aquí desde hace cinco días. La descubrieron. Un conocido vestíbulo.
me llamó y me dijo que la sacara de aquí. Me explicó todo. Así que
es a usted a quien voy a sacar en su lugar. El empleadito estaba escondido atrás del cristal esmerilado,
revisando las cuentas. Tony cruzó el vestíbulo principal y entró en
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la sala de la radio. La radio estaba prendida otra vez, muy baja. Ella amenazadoras. Y tal vez el seguro viraje de unas ruedas que se
estaba allí, acurrucada en el sofá. El aparato derramaba un sonido alejaban en una noche desconocida.
tan leve como el murmullo de una alameda. La muchacha torció la
cabeza despacio y le sonrió. -Nadie es malo del todo -dijo en voz alta.

-¿Terminó de revisar las puertas? No podía dormir. Así que bajé La muchacha lo miró desconcertada.
otra vez. ¿Okey?
-Entonces me debo haber confundido dos o tres veces.
Él sonrió y asintió. Se sentó en un sillón verde y acarició los
gruesos brazos tapizados. El hombre asintió.

-Claro, señorita Cressy. -Claro -admitió juiciosamente-. Supongo que también hay malas
personas.
-Esperar es lo más terrible que hay, ¿no le parece? Me gustaría que
revisara esa radio. Suena como si retorcieran algo. La chica bostezó y entornó los ojos de intenso color violeta. Se
acomodó en los almohadones.
Tony manipuló el aparato, no pudo mejorar la sintonía y volvió a la
emisora anterior. -Quédese un rato, Tony. A lo mejor pesco un sueñito.

-Los parroquianos están, todos, borrachos de cerveza. -Claro. No tengo nada que hacer. No sé para qué me pagan.

La muchacha volvió a sonreírle. La muchacha se durmió enseguida y quedó totalmente inmóvil,


como un niño. Tony contuvo el ruido de la respiración durante
-¿No le molesta que me quede aquí, señorita Cressy? diez minutos. No hizo más que mirarla, la boca un tanto abierta.
Había una quieta fascinación en sus límpidos ojos, como si
-Al contrario. Usted es una persona muy cariñosa, Tony. estuviese frente a un altar.

El hombre observó el suelo con el ánimo tenso y sintió un Después se levantó con un infinito cuidado y al llegar al mostrador
cosquilleo en el espinazo. Esperó a que se le pasara. Desapareció del vestíbulo de la entrada se quedó escuchando un rato. Oyó el
poco a poco. Entonces se echó hacia atrás, flojos otra vez los rasgar de una pluma que no veía. Después cruzó hasta los
músculos, los pulcros dedos cerrados alrededor del diente de alce. teléfonos, que estaban instalados en el interior de pequeños
Escuchó. No la radio, sino cosas lejanas, inconcretas, cosas compartimientos de vidrio. Descolgó uno y le pidió a la telefonista
nocturna que lo conectara con el garaje.
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-No. Sólo un borracho lleno de frustración y sin un clavo en el
Oyó el timbrazo un par de veces y entonces respondió una voz bolsillo.
juvenil: -Hotel Windermere. Aquí el garaje.
-Supongo que se puede pasar por alto, Tony. ¿Cómo se fue?
-Soy Tony Reseck. Es por un tal Watterson, que llevaba una tarjeta
de mi parte. ¿Se fue? -Lo puse en el ascensor de servicio. Vos estabas dormido. ¿Te
alcanzan cinco verdes?
-Claro, Tony. Hace casi media hora. ¿Lo pongo en tu cuenta?
-¿Por qué?
-Sí -dijo Tony-. Es un conocido. Gracias. Hasta luego.
Reapareció la billetera de piel de avestruz y un billete de cinco
Colgó y se rascó el cuello. Volvió al mostrador y pegó una palmada. dólares se deslizó por el mármol.
El empleado asomó la cabeza con una sonrisa de bienvenida que
desapareció cuando vio a Tony. -Es lo que le pude sacar -dijo Tony con indiferencia.

-¿Es que no se puede trabajar en paz? –gruñó, mirando fijamente a El empleado agarró los cinco con aire de asombro.
Tony.
-Vos mandás -dijo levantando los hombros.
-¿Qué vas a poner en la cuenta de la 14 B?
Sonó el teléfono del mostrador y el empleado descolgó. Escuchó y
-No se hizo ninguna cuenta para la parte alta. le pasó el auricular a Tony-. Es para vos.

-Hay que hacer una. El tipo se fue. No estuvo aquí más que una Tony tomó el aparato y se lo llevó cerca del pecho. Pegó los labios
hora. al tubo. No conocía esa voz. Tenía un dejo metálico. Sus sílabas
eran escrupulosamente inidentificables.
-Está bien, está bien -dijo el empleado, sin dar importancia al
asunto-. Parece que el personaje no tiene suerte esta noche. Lo -¿Tony? ¿Tony Reseck?
pondremos en gastos generales.
-Sí, soy yo.
-¿Te alcanzan cinco verdes?
-Un mensaje de Al. ¿Te interesa?
-¿Es amigo tuyo?
Tony miró al empleado.
67
Tony colgó el auricular con mucho cuidado, como para evitar que
-Sé bueno -le dijo. El empleado esbozó una leve sonrisa y se alejó-. hiciera el menor ruido. Se observó la mano izquierda. La tenía
Me interesa -dijo por el teléfono. agarrotada. Sacó un pañuelo, se frotó la palma con suavidad y se
enderezó los dedos con la otra mano. Después se secó la frente. El
-Se nos armó un relajito con un tipo que estaba en el hotel. Lo empleado volvió a asomar la cabeza y lo miró con ojos brillantes.
agarramos cuando quería escaparse. Al tuvo la corazonada de que
vos lo habías hecho salir. Lo seguimos y lo empujamos contra el -Tengo libre el viernes. ¿Por qué no me pasás ese número de
cordón de la vereda. Hubo dificultades. Tiros. teléfono?

Tony apretó con fuerza el teléfono. La evaporación del sudor le Tony sonrió débilmente durante un minuto y cabeceó afirmando.
producía frío en las sienes. Se guardó el pañuelo y palpó el bolsillo donde lo había metido. Se
dio vuelta, se alejó del mostrador, cruzó el vestíbulo de la entrada,
-Seguí -dijo-. Porque supongo que hay más. bajó los tres suaves escalones, se metió en la zona oscura del
vestíbulo principal y cruzó una vez más el arco que daba entrada a
-Un poco. El tipo mató al jefe. Frito. Al… Al dijo que lo despidiera la sala de radio. Se movía con cuidado, como un hombre que se
de vos. desplaza en un cuarto donde hay una persona muy enferma. Llegó
al sillón que había ocupado y se dejó caer centímetro a centímetro.
Tony se apoyó bruscamente en el mostrador y exhaló un sonido La muchacha seguía durmiendo, inmóvil, con ese abandono que se
inarticulado. da en ciertas mujeres y en todos los felinos. El vago murmullo de la
radio ahogaba el sonido de la respiración femenina.
-¿Entendiste? -la voz metálica parecía impaciente, un poco
aburrida-. El tipo llevaba un arma y la usó. Al ya no va poder Tony Reseck se arrellanó en el sillón, cerró las manos alrededor
telefonear a nadie. del diente de alce y entornó apaciblemente los ojos.

Tony sacudió el teléfono y la base golpeó contra el mármol rosado.


Tenía en la boca un nudo seco y duro.

Eso es todo, loco -dijo la voz-. Buenas noches.

Sonó un chasquido seco, como el de un pedazo de pedregullo


tirado contra una pared.

68
Solo se ahorca una vez -Gracias -dijo Spade y siguió al mayordomo escaleras arriba.

Wallace Binnett era un hombre moreno, delgado y apuesto, de la


Dashiell Hammett edad de Spade -treinta y ocho años-, que se levantó sonriente de
un sillón decorado con brocados y preguntó:
Samuel Spade dijo:
-Señor Ames, ¿cómo está? -señaló otro sillón y volvió a tomar
-Me llamo Ronald Ames y asiento-. ¿Viene de Australia?
quiero ver al señor Binnett…, al
señor Timothy Binnett. -Llegué esta misma mañana.

-Señor, en este momento el -¿Por casualidad es socio de tío Tim?


señor Binnett está descansando
-respondió indeciso el Spade sonrió y negó con la cabeza.
mayordomo.
-No, pero dispongo de cierta información que creo que debería
-¿Sería tan amable de averiguar conocer… en seguida.
en qué momento podrá
recibirme? Es importante - Wallace Binnett miró el suelo pensativo y luego clavó la mirada en
Spade carraspeó-. Yo… Spade.
jummm… acabo de llegar de Australia y vengo a verlo en relación
con algunas propiedades que tiene en aquel país. -Señor Ames, haré lo imposible por persuadirle de que lo reciba
pero, sinceramente, no sé si tendré éxito.
El mayordomo se volvió al tiempo que decía que vería qué podía
hacer y subió la escalera principal mientras aún hablaba. Spade se mostró ligeramente sorprendido.

Spade lió un cigarrillo y lo encendió. -¿Por qué?

El mayordomo volvió a bajar la escalera. Binnett se encogió de hombros.

-Lo siento mucho. En este momento no se le puede molestar, pero -A veces adopta una actitud extraña. Entiéndame, su mente parece
lo recibirá el señor Wallace Binnett, sobrino del señor Timothy. estar bien, pero posee la irritabilidad y la excentricidad de un

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anciano con la salud quebrantada y… bueno… por momentos es
difícil tratar con él. Joyce Court soltó una risilla incómoda y añadió:

-¿Ya se ha negado a verme? -preguntó Spade morosamente. -Le ruego me disculpe por esta entrada tan precipitada.

-Sí. Era una mujer morena, alta, de ojos azules, de veinticuatro o


veinticinco años, con buenos hombros y un cuerpo fuerte y
Spade se puso de pie y su rostro satánico adoptó una expresión esbelto. La calidez de sus facciones compensaba su falta de
indescifrable. armonía. Vestía un pijama de raso azul de perneras anchas.

Binnett alzó velozmente la mano. Binnett sonrió amablemente a su cuñada y preguntó:

-Espere, espere -pidió-. Haré cuanto esté en mis manos para que -¿A qué se debe tanta agitación?
cambie de parecer. Tal vez, si… -súbitamente sus ojos oscuros se
mostraron cautelosos-. ¿No estará intentando venderle algo? La cólera enturbió la mirada de la mujer, comenzó a hablar, pero
miró a Spade y prefirió decir:
-No.
-No deberíamos molestar al señor Ames con nuestras ridículas
Binnett volvió a bajar la guardia. cuestiones domésticas. Pero si… -titubeó.

-En ese caso, creo que podré… Spade volvió a hacer una reverencia y dijo:

Apareció una joven que gritó colérica: -Por supuesto, no se preocupe por mí.

-Wally, el viejo cretino ha… -se interrumpió y, al ver a Spade, se -Tardaré un minuto -prometió Binnett y abandonó la sala en
llevó la mano al pecho. compañía de su cuñada.

Spade y Binnett se levantaron simultáneamente. El anfitrión dijo Spade se acercó a la puerta abierta que acababan de franquear y,
con afabilidad: sin salir, se puso a escuchar. Las pisadas se tornaron
imperceptibles. No oyó nada más. Spade estaba allí, con sus ojos
-Joyce, te presento al señor Ames. Mi cuñada, Joyce Court. gris amarillento perdidos en un ensueño, cuando oyó el grito. Fue
un grito de mujer, agudo y cargado de terror. Spade ya había
Spade hizo una reverencia. cruzado la puerta cuando sonó el disparo. Fue un disparo de
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pistola que las paredes y los techos amplificaron e hicieron
retumbar. Se volvió deprisa. A través de una puerta abierta divisó a un
anciano de pijama blanco, despatarrado sobre la cama deshecha.
A seis metros de la puerta Spade encontró una escalera y subió La cabeza, un hombro y un brazo colgaban del borde la cama. Con
saltando tres escalones por vez. Giró a la izquierda. En mitad del la otra mano se sujetaba firmemente el cuello. Volvió a gemir y,
pasillo vio a una mujer tendida en el suelo, boca arriba. pese a que movió los párpados, no abrió los ojos.

Wallace Binnett estaba arrodillado a su lado, le acariciaba Spade alzó la cabeza y los hombros del anciano y lo puso sobre las
desesperado una mano y gemía en voz baja y suplicante: almohadas. El viejo volvió a quejarse y apartó la mano del cuello,
que estaba rojo y exhibía media docena de morados. Era un
-¡Querida, Molly, querida! hombre demacrado y con la cara surcada de arrugas, lo que le
hacía aparentar más edad de la que probablemente tenía.
Joyce Court permanecía de pie a su lado retorciéndose las manos
mientras las lágrimas surcaban sus mejillas. En la mesilla de noche había un vaso de agua. Spade mojó el rostro
del anciano, y cuando éste movió nuevamente los ojos, se agachó y
La mujer tendida en el suelo se parecía a Joyce Court, aunque era preguntó en voz baja:
mayor y su rostro poseía una dureza de la que carecía el de la más
joven. -¿Quién fue?

-Está muerta, la han matado -declaró Wallace Binnett sin poder Los párpados se abrieron lo suficiente como para mostrar una
creer lo que ocurría y alzó su cara pálida hacia Spade. franja delgada de ojos grises inyectados de sangre. El anciano
habló con dificultad y volvió a sujetarse el cuello.
Cuando Binnett movió la cabeza, Spade vio el orificio abierto en el
vestido marrón de la mujer, a la altura del corazón, y la mancha -Un hombre.., que… -tosió.
oscura que se extendía rápidamente por debajo.
Spade se impacientó. Sus labios casi rozaron la oreja del viejo
Spade tocó el brazo de Joyce Court. cuando preguntó con tono apremiante:

-Telefonee a la policía o a urgencias… -pidió. Mientras la joven -¿Adónde se dirigió?


corría hacia la escalera, el detective se dirigió a Wallace Binnett-.
¿Quién fue…? La mano arrugada se movió débilmente para señalar la parte
trasera de la casa y volvió a caer sobre la cama.
Una voz gimió débilmente a espaldas de Spade.
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El mayordomo y dos criadas asustadas se habían reunido con
Wallace Binnett en el pasillo, junto a la muerta. El médico me dejó hablar un par de minutos con el viejo. Podemos
volver a intentarlo cuando haya descansado, pero no creo que sepa
-¿Quién fue? -les preguntó Spade. mucho. Estaba durmiendo la siesta y despertó porque alguien lo
había cogido del cuello y lo arrastraba por la cama. Únicamente
Lo miraron azorados. pudo echar un vistazo con un solo ojo al individuo que intentaba
asfixiarlo. Dice que era un hombre corpulento, con sombrero
-Que alguien se ocupe del anciano -gruñó y echó a andar por el flexible echado sobre los ojos, moreno y con barba incipiente. Se
pasillo. parece a Tom -Spade señaló a Polhaus.

Al final del pasillo había una escalera de servicio. Bajó dos pisos y El sargento de la Brigada de Detectives rió entre dientes y Dundy
entró en la cocina atravesando la despensa. No vio a nadie. Aunque se limitó a decir secamente:
la puerta de la cocina estaba cerrada, cuando accionó el picaporte
comprobó que no tenía echado el cerrojo. Cruzó un estrecho patio -Prosigue.
trasero hasta un portal que también estaba cerrado, aunque no
con llave. Abrió el portal. En el callejón no había un alma. Spade sonrió y continuó:

Suspiró, cerró el portal y regresó a la casa. -Estaba bastante atontado cuando oyó gritar a la señora Binnett
junto a la puerta. Las manos soltaron su cuello, oyó el disparo y,
Spade estaba cómodamente instalado en un mullido sillón de poco antes de desmayarse, entrevió al tipo corpulento
cuero en una habitación que ocupaba la fachada del primer piso de dirigiéndose hacia la parte trasera de la casa y a la señora Binnett
la casa de Wallace Binnett. Contenía varias librerías y las luces derrumbándose en el suelo del pasillo. Dijo que era la primera vez
estaban encendidas. Por la ventana se vislumbraba la oscuridad que veía al individuo grandote.
exterior, apenas disimulada por una lejana farola. Frente a Spade,
el sargento Polhaus, de la Brigada de Detectives -un hombre -¿De qué calibre era el arma? -inquirió Dundy.
fornido, mal afeitado y colorado, vestido con un traje oscuro que
pedía a gritos una plancha-, estaba repantigado en otro sillón de -Una treinta y ocho. Nadie más en la casa ha servido de ayuda.
cuero; el teniente Dundy -más pequeño, de figura compacta y cara Según dicen, Wallace y su cuñada, Joyce, estaban en la habitación
cuadrada- permanecía de pie, con las piernas separadas y la de esta última y no vieron nada salvo a la muerta cuando salieron
cabeza ligeramente echada hacia adelante, en el centro de la corriendo, aunque creen haber oído algo que tal vez fuese alguien
estancia. bajando la escalera a toda velocidad.., la escalera de servicio. Según
dice el mayordomo, que se llama Jarboe, estaba aquí cuando oyó el
Spade decía: grito y el disparo. Según dice la criada Irene Kelly, estaba en la
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planta baja. Según dice la cocinera Margaret Finn, estaba en su sobrinos riñeron y el tío Tim, que se había hospedado en casa de
habitación, en el fondo del segundo piso, y no oyó nada. Según Ira, se trasladó aquí. Esto ocurrió hace un par de meses y desde
dicen todos, es más sorda que una tapia. La puerta de servicio y el entonces Ira no ha visto a tío Tim ni ha podido contactarlo por
portal no estaban cerrados con llave, aunque según dicen todos teléfono ni por correo. Por eso contrató los servicios de un
deberían estarlo. Nadie ha dicho que, en el momento en que detective privado. Pensaba que tío Tim no sufriría ningún
ocurrieron los hechos, estuviera en la cocina, en el patio o en sus percance aquí… oh, claro que no, se molestó en dejarlo muy claro,
alrededores -Spade estiró los brazos con determinación-. Esta es la aunque supuso que tal vez el viejo estaba sometido a presiones
situación. excesivas o que lo embaucaban o, por lo menos, que le contaban
mentiras sobre su querido sobrino Ira. Decidió averiguar cuál era
Dundy negó con la cabeza y comentó: la situación. Esperé hasta hoy, ya que llegó un barco de Australia, y
me presenté como el señor Ames, diciendo que tenía información
-No exactamente. ¿Por qué estabas aquí? importante para tío Tim, información relacionada con sus
propiedades en aquel país. Solo quería pasar un cuarto de hora a
Spade se animó. solas con el viejo -Spade frunció el ceño meditabundo-.
Lamentablemente, no pudo ser. Wallace me dijo que el viejo se
-Tal vez la mató mi cliente -replicó-. Se trata de Ira Binnett, el negaba a verme. No sé qué pensar.
primo de Wallace. ¿Lo conoces? -Dundy negó con la cabeza. Sus
ojos azules aparecían acerados y recelosos-. Es abogado en San La desconfianza había ahondado el frío color azul de los ojos de
Francisco, respetable y todo lo demás. Vino a verme hace un par de Dundy, que preguntó:
días para contarme la historia de su tío Timothy, un viejo
mezquino y agarrado, forrado de dinero y arruinado por los -¿Dónde está ahora Ira Binnett?
avatares de la vida. Era la oveja negra de la familia. Durante años
nadie supo nada de él. Apareció hace seis u ocho meses, en muy Los ojos gris amarillento de Spade eran tan cándidos como su voz:
mal estado salvo económicamente. Parece que sacó un pastón de
Australia y que quería pasar sus últimos años con sus únicos -Ojalá lo supiera. Telefoneé a su casa y a su despacho y le dejé
parientes vivos, los sobrinos Wallace e Ira. Ellos estuvieron de recado de que venga aquí, pero temo que…
acuerdo. En su idioma, «únicos parientes vivos» significa «únicos
herederos». Más adelante los sobrinos llegaron a la conclusión de Unos nudillos golpearon enérgicamente dos veces el otro lado de
que era mejor ser único heredero que uno de dos herederos; de la única puerta de la habitación. Los tres se volvieron para mirar
hecho, era el doble de bueno e intentaron ganar el corazón del hacia la puerta.
viejo. Al menos eso es lo que Ira me contó sobre Wallace y no me
sorprendería que Wallace dijera lo mismo de Ira, a pesar de que -Pase -dijo Dundy.
Wallace parece ser el más duro de los dos. Sea como fuere, los
73
Abrió la puerta un policía rubio y bronceado cuya mano izquierda
sujetaba la muñeca derecha de un hombre rollizo, de unos -Yo… jummm… debería dar una explicación. No fue culpa mía, pero
cuarenta o cuarenta y cinco años, que vestía un traje gris bien cuando Jarboe, el mayordomo, telefoneó para decirme que tío Tim
cortado. El policía hizo entrar en la habitación al hombre rollizo. quería. verme, añadió que no echaría el cerrojo a la puerta de la
cocina y así Wallace no se enteraría de que yo…
-Lo descubrí manoseando la puerta de la cocina -afirmó el agente.
-¿Por qué quería verlo? -lo interrumpió Dundy.
Spade miró al hombre y exclamó:
-No lo sé, no me lo dijo. Solo mencionó que era muy importante.
-¡Ah! -su tono denotaba satisfacción-. Señor Ira Binnett, el teniente
Dundy y el sargento Polhaus. -¿Ha recibido mis mensajes? -intervino Spade. Ira Binnett abrió los
ojos desmesuradamente.
Ira Binnett se apresuró a pedir:
-No. ¿A qué se refiere? ¿Ha ocurrido algo? ¿Qué…?
-Señor Spade, ¿puede pedirle a este hombre que…?
Spade se dirigió hacia la puerta.
-Ya está bien. Buen trabajo. Puedes soltarlo -Dundy se dirigió al
agente. -Cuéntaselo -pidió a Dundy-. En seguida vuelvo.

El policía subió distraídamente la mano hacia la gorra y se retiró. Cerró la puerta y se dirigió al segundo piso.

Dundy miró con cara de pocos amigos a Ira Binnett e inquirió: Jarboe, el mayordomo, estaba arrodillado delante de la puerta del
dormitorio de Timothy Binnett y espiaba por el ojo de la
-¿Qué puede decir? cerradura. En el suelo, a su lado, había una bandeja que contenía
una huevera con un huevo, tostadas, la cafetera, la porcelana, la
Binnett paseó la mirada de Dundy a Spade. cubertería y una servilleta.

-¿Ha ocurrido…? -Se enfriarán las tostadas -dijo Spade.

-Será mejor que explique su llegada por la puerta de servicio en Jarboe se puso de pie tan nervioso que casi volcó la cafetera; con la
lugar de la principal -dijo Spade. cara roja de vergüenza, tartamudeó:

Ira Binnett se ruborizó, carraspeó incómodo y respondió:


74
-Yo… bueno… disculpe, señor. Quería cerciorarme de que el señor Spade caminó hasta la segunda puerta de la izquierda y llamó.
Timothy estaba despierto antes de entrar la bandeja -la levantó-. Joyce Court abrió casi en el acto. Se quedó en el umbral sin sonreír
No quería perturbar su reposo en el caso de que… ni pronunciar palabra.

-Claro, claro -dijo Spade, que ya estaba junto a la puerta. Se agachó El detective dijo:
y miró por el ojo de la cerradura. Al erguirse comentó con tono
ligeramente quejumbroso-: La cama no se ve, solo se divisan una -Señorita Court, cuando entró en la sala en la que estaba con su
silla y parte de la ventana. cuñado, dijo: «Wally, el viejo cretino ha…» ¿Se refería a Timothy?

-Sí, señor, lo he comprobado -se apresuró a responder el La joven contempló unos instantes a Spade y replicó:
mayordomo. Spade rió.
-Sí.
El mayordomo tosió, dio la sensación de que iba a decir algo y optó
por guardar silencio. Titubeó y llamó suavemente a la puerta. -¿Le molestaría decirme cuál era el final de la frase, señorita
Court?
-Adelante -replicó una voz fatigada.
-Ignoro quién es usted realmente o por qué lo pregunta, pero no
-¿Dónde está la señorita Court? -preguntó Spade deprisa y en voz me molesta decírselo -repuso lentamente-. El final de la frase era
baja. «ha mandado llamar a Ira». Jarboe acababa de decírmelo.

-Creo que en su dormitorio, señor, la segunda puerta a la izquierda -Gracias.


-repuso el mayordomo.
Joyce Court cerró la puerta antes de que Spade tuviera tiempo de
La voz fatigada que hablaba desde el interior de la habitación alejarse. El detective caminó hasta la puerta de la habitación de
añadió malhumorada: Timothy Binnett y llamó.

-Venga, adelante. -¿Y ahora quién es? -protestó el viejo.

El mayordomo abrió la puerta y entró. Antes de que el mayordomo Spade abrió la puerta. El anciano estaba sentado en la cama.
volviera a cerrarla, Spade entrevió a Timothy Binnett recostado
sobre las almohadas de la cama. -Hace unos minutos Jarboe estaba espiando por el ojo de la
cerradura -dijo Spade y regresó a la biblioteca.

75
Sentado en el sillón que antes había ocupado Spade, Ira Binnett
hablaba con Dundy y Polhaus. -No es suficiente -opinó Dundy y señaló la puerta con el pulgar-.
Tom, enséñale dónde debe esperar y hablemos de nuevo con el
-El crash cogió de lleno a Wallace, como a la mayoría de nosotros, viudo.
pero al parecer falseó las cuentas en un intento por salvar el
pellejo. Lo expulsaron de la Bolsa. El corpulento Poihaus dijo «de acuerdo», salió con Ira Binnett y
regresó con Wallace Binnett, cuyo rostro estaba tenso y pálido.
Dundy abarcó con un ademán la biblioteca y el mobiliario:
-¿Ha hecho testamento su tío? -preguntó Dundy.
-Es una decoración muy elegante para un hombre que está en la
ruina. -No lo sé -repuso Binnett.

-Su esposa tiene bienes y Wallace siempre ha vivido por encima de -¿Y su esposa? -terció Spade afablemente.
sus posibilidades -añadió Ira Binnett.
La boca de Binnett se tensó en una sonrisa sin alegría. Dijo
Dundy le miró con el ceño fruncido. reflexivamente:

-¿Piensa sinceramente que él y su esposa no se llevaban bien? -Diré algunas cosas de las que preferiría no hablar. En realidad, mi
esposa no tenía fortuna. Cuando hace algún tiempo me encontré
-No es que lo piense, lo sé -replicó Binnen serenamente. Dundy con dificultades financieras, puse algunas propiedades a su
asintió. nombre para salvarlas. Ella las convirtió en dinero, hecho del que
me enteré más tarde. Con ese dinero pagó nuestras cuentas,
-¿Y también sabe que desea a su cuñada, la señorita Court? nuestros gastos, pero se negó a devolvérmelo y me aseguró que,
pasara lo que pasase, viviera o muriera, siguiéramos casados o nos
-Eso sí que no lo sé, pero he oído muchas habladurías. divorciáramos, yo nunca recobraría un céntimo. Entonces le creí y
aún sigo haciéndolo.
Dundy refunfuñó y preguntó de sopetón:
-¿Usted quería divorciarse? -inquirió Dundy.
-¿Qué dice el testamento del viejo?
-Sí.
-No tengo la menor idea. Ni siquiera sé si ha hecho testamento -
Binnett se dirigió a Spade con suma seriedad-. He dicho todo lo -¿Por qué?
que sé, hasta el último detalle.
76
-No éramos felices. puerta principal, entraba luz de la calle como para divisar la
sombría figura de un hombre.
-¿Joyce Court tiene algo que ver?
La linterna chasqueó en la mano de Dundy, que pisaba los talones
Binnett se ruborizó y repuso rígidamente: a Spade, y arrojó un haz de luz blanca y enceguecedora sobre el
rostro del sujeto. Se trataba de Ira Binnett. Parpadeó a causa del
-Siento una profunda admiración por Joyce Court, pero lo mismo resplandor y señaló algo que había en el suelo.
habría pedido el divorcio si no fuese así.
Dundy dirigió la linterna hacia el suelo. Jarboe yacía boca abajo y
Spade intervino: sangraba por el orificio de la bala que había atravesado su nuca.

-¿Está seguro, absolutamente seguro de que no conoce a nadie que Spade masculló casi inaudiblemente.
encaje en la descripción que hizo su tío del hombre que intentó
asfixiarlo? Tom Polhaus bajó la escalera a trompicones, seguido de cerca por
Wallace Binnett. La voz asustada de Joyce Court llegó desde el piso
-Absolutamente seguro. superior:

A la biblioteca llegó débilmente el sonido del timbre de la puerta -Ay, ¿qué pasa? Wally, ¿qué pasa?
principal.
-¿Dónde está el interruptor de la luz? -espetó Dundy.
-Es suficiente -concluyó Dundy agriamente. Binnett salió.
-Junto a la puerta del sótano, bajo la escalera -respondió Wallace
Polhaus comentó: Binnett-. ¿Qué pasa?

-Ese tío no funciona. Además… Polhaus pasó delante de Binnett rumbo a la puerta del sótano.

De la planta baja llegó el potente estampido de una pistola que se Spade emitió un sonido incomprensible, apartó a Wallace Binnett y
dispara puertas adentro. Se apagaron las luces. subió la escalera a toda velocidad. Se cruzó con Joyce Court y
siguió adelante sin hacer caso de su grito de sorpresa.
Los tres detectives chocaron en la oscuridad mientras
franqueaban la puerta rumbo al pasillo. Spade fue el primero en Estaba en mitad del tramo que conducía al segundo piso cuando
ganar la escalera. Más abajo estalló un estrépito de pisadas, pero sonó otro disparo.
no vio nada hasta alcanzar el recodo de la escalera. A través de la
77
Corrió hacia la habitación de Timothy Binneu. La puerta estaba suelo-. Cuéntenos qué vio el mayordomo cuando espió por el ojo
abierta y entró. Algo duro y anguloso lo golpeó por encima de la de la cerradura.
oreja derecha, lo despidió hacia el otro extremo de la habitación y
lo obligó a arrodillarse sobre una pierna. Algo cayó y rebotó contra El viejo permaneció imperturbable.
el suelo, al otro lado de la puerta.
-Mató al mayordomo porque yo le dije que lo había espiado -
Se encendieron las luces. explicó Spade a Dundy-. Yo también espié, pero no vi nada, salvo
esa silla y la ventana. Hay que reconocer que para entonces
En el suelo, en el centro mismo del dormitorio, Timothy Binnett habíamos hecho el ruido suficiente como para que se asustara y
yacía boca arriba y perdía sangre por la herida de bala que tenía en volviera a la cama. Te propongo que desmontes la silla mientras yo
el antebrazo izquierdo. La chaqueta del pijama estaba destrozada. registro la ventana.
Tenía los ojos cerrados.
Spade se dirigió a la ventana y la estudió palmo a palmo. Meneó la
Spade se incorporó y se llevó la mano a la cabeza. Con el ceño cabeza, extendió un brazo a sus espaldas y dijo:
fruncido, miró al viejo tendido en el suelo, la habitación y la
automática negra caída en el pasillo. Dijo: -Pásame la linterna.

-Vamos, viejo sanguinario, levántese, siéntese en una silla e Dundy se la puso en la mano.
intentaré controlar la hemorragia hasta que llegue el médico.
Spade levantó la ventana, se asomó e iluminó la parte exterior del
El hombre caído no se movió. edificio. Bufó, sacó la otra mano y tironeó de un ladrillo situado a
poca distancia del alféizar. Logró aflojar el ladrillo. Lo depositó en
Sonaron pisadas en el pasillo y apareció Dundy, seguido de los el alféizar y metió la mano en el hueco. Por la abertura y de a un
Binnett más jóvenes. Dundy había adoptado una expresión objeto por vez, extrajo una pistolera negra vacía, una caja de balas
sombría y colérica. a medio llenar y un sobre de papel de Manila sin cerrar.

-La puerta de la cocina estaba abierta de par en par -informó y se Se puso de frente a todos con los objetos en las manos. Apareció
le atragantó la voz-. Entran y salen como… Joyce Court con una palangana con agua y un rollo de gasa y se
arrodilló junto a Timothy Binnett. Spade dejó la pistolera y las
-Olvídalo -aconsejó Spade-. El tío Tim es nuestro hombre -pasó por balas en la mesa, y abrió el sobre. Contenía dos hojas, escritas con
alto el jadeo de Wallace Binnett y las incrédulas miradas de Dundy lápiz por ambas caras, en trazos gruesos. Spade leyó una frase para
y de Ira Binnett-. Vamos, levántese -repitió al viejo que yacía en el sus adentros, soltó una carcajada y decidió leer todo en voz alta
desde el principio:
78
El anciano se incorporó y abrió los ojos. Miró a sus sobrinos y se
echó a reír. No había nerviosismo ni demencia en su risa: eran
«Yo, Timothy Kieran Binnett, sano de cuerpo y alma, declaro que carcajadas sanas y campechanas, que se apagaron lentamente.
ésta es mi última voluntad y testamento. A mis queridos sobrinos
Ira Binnett y Wallace Bourke Binnett, en reconocimiento por la -Está bien, ya se ha divertido -dijo Spade-. Ahora hablemos de las
cariñosa amabilidad con que me han acogido en sus hogares y me muertes.
han atendido en el ocaso de mi vida, doy y lego, a partes iguales,
todas mis posesiones mundanas del tipo que sean, es decir mis -De la primera no sé más que lo que le he dicho -se defendió el
huesos y las ropas que me cubren. También les lego los gastos de viejo- y no es un asesinato, porque yo solo…
mi entierro y los siguientes recuerdos: en primer lugar, el
recuerdo de su buena fe al creer que los quince años que estuve en Wallace Binnett, que aún temblaba espasmódicamente, musitó
Sing Sing los pasé en Australia; en segundo lugar, el recuerdo de su dolorido y con los dientes apretados:
optimismo al suponer que esos quince años me proporcionaron
grandes riquezas y que si viví a costa de ellos, les pedí dinero -Es mentira. Asesinaste a Molly. Joyce y yo salimos de la habitación
prestado y jamás gasté un céntimo de mi peculio, lo hice porque fui cuando oímos gritar a Molly, escuchamos el disparo, la vimos
un avaro cuyo tesoro heredarían y no porque no tenía más dinero derrumbarse desde tu habitación, y después no salió nadie.
que el que les pedía; en tercer lugar, por su credulidad al pensar
que les dejaría algo en el caso de que lo tuviera; y, en último lugar, El anciano replicó serenamente.
porque su lamentable falta del más mínimo sentido del humor les
impedirá comprender cuán divertido ha sido todo. Firmado y -Te aseguro que fue un accidente. Me dijeron que acababa de llegar
sellado…» un individuo de Australia que quería verme por algo relacionado
con mis propiedades en ese país. Entonces supe que había algo que
Spade alzó la mirada para añadir: no encajaba -sonrió-, pues nunca estuve en esas latitudes.
Ignoraba si uno de mis queridos sobrinos sospechaba algo y había
-Aunque no lleva fecha, está firmado Timothy Kieran Binnett con decidido tenderme una trampa, aunque sabía que si Wally no tenía
grandes rasgos. nada que ver con el asunto intentaría sacarle información sobre mí
al caballero de Australia, y que tal vez perdería uno de mis refugios
Ira Binnett estaba rojo de ira. El rostro de Wallace tenía una gratuitos -rió entre dientes-. Decidí contactar con Ira para regresar
palidez espectral y todo su cuerpo temblaba. Joyce Court había a su casa si aquí las cosas se ponían mal e intentar sacarme de
dejado de curar el brazo de Timothy Binnett. encima al australiano. Wally siempre pensó que estoy medio
chiflado -miró de reojo a su sobrino- y temió que me encerraran en
el manicomio antes de que testara a su favor o que declararan nulo
el testamento. Verán, tiene muy mala reputación después del
79
asunto de la Bolsa, y sabe que, si yo me volviera loco, ningún pistola, la lanzó por la puerta y se despatarró en el suelo mientras
tribunal le encomendaría el manejo de mis asuntos…, mientras yo yo seguía viendo las estrellas.
tuviera otro sobrino -miró de soslayo a Ira-, que es un abogado
respetable. Sabía que perseguiría al visitante, en lugar de montar El viejo se sorbió los mocos.
un escándalo que podía acabar conmigo en el manicomio. Así que
le monté el numerito a Molly, que era la que estaba más cerca. -Usted no es más que…
Pero se lo tomó demasiado en serio. Yo tenía un arma y dije un
montón de chorradas acerca de que mis enemigos de Australia me -Ya está bien -dijo Spade con paciencia-. No discutamos. El primer
espiaban y de que pensaba bajar de un balazo a ese individuo. Se crimen fue accidental, de acuerdo. Pero el segundo, no. Será fácil
inquietó excesivamente, e intentó arrebatarme el arma. La pistola demostrar que ambas balas, más la que tiene en el brazo, fueron
se disparó sola y tuve que hacerme los morados en el cuello e disparadas con la misma pistola. ¿Qué importancia tiene que
inventarme la historia sobre el hombre corpulento y moreno -miró podamos demostrar cuál de los crímenes fue asesinato? Solo se
desdeñosamente a Wallace-. No sabía que él me cubría las ahorca una vez -sonrió afablemente-. Y estoy seguro de que lo
espaldas. Aunque no tengo una gran opinión sobre Wallace, jamás colgarán.
imaginé que sería tan vil como para encubrir al asesino de su
esposa…, aunque no se llevaran bien, solo por dinero.
Muerte en el Riachuelo
-No se preocupe por eso -dijo Spade-. ¿Qué dice del mayordomo?

-No sé nada del mayordomo -repuso el anciano, y miró a Spade Manuel Peyrou
cara a cara.
El cantor —pegado al micrófono—- dramatizaba un afligente
El detective privado añadió: capítulo de la vida privada del suburbio. Alrededor de cien
hombres —de los que se reconocen y confiesan en el tango— se
-Tuvo que liquidarlo rápidamente, antes de que pudiera hablar o agrupaban frente a las mesas, pendientes de ese melódico
actuar. Bajó sigilosamente por la escalera de servicio, abrió la resumen de amarguras. Sólo de tanto en tanto, de algún Porteñito,
puerta de la cocina para engañarnos, fue a la puerta principal, tocó Independencia, o Muela Cariada, en ejecución moderna, saltaba
el timbre, la cerró y se ocultó al amparo de la puerta del sótano, una chispa de la vieja y dura narrativa del coraje, la jactancia y la
debajo de la escalera principal. Cuando Jarboe abrió la puerta, le zafaduría. Luego volvían la realidad y los temas cotidianos.
disparó, tiene un orificio en la nuca, accionó el interruptor que está
junto a la puerta del sótano y subió sigilosamente por la escalera Eran las dos de la mañana y el humo y el tango se dividían el
de servicio, a oscuras. Luego se disparó cuidadosamente en el espacio y el tiempo; desparramados, florecían algunos diálogos. En
brazo. Pero llegué demasiado pronto, así que me golpeó con la
80
una mesa, cuatro hombres ahorraban palabras. Después de un palidez, apenas alterada por la contrariedad que le producían las
largo intervalo, uno de ellos rompió el silencio: postergaciones del negocio, hallaba su contraste en el brillo
afiebrado de las pupilas y en el fino dibujo de las cejas.
—¿Tenés un negro?
La voz del cantor cortó los diálogos y los amigos enmudecieron,
La llama ardió un instante en sus dedos y luego se achicó, siguiendo el hilo invisible de la melodía. Rodeaban al Chueco un tal
absorbida por la punta del cigarrillo; era el cuarto que encendía en Andrés, Enrique (a) El Pibe de Wilde y Luis Ramírez. De todos, el
veinte minutos. Echó el cuerpo hacia atrás, levantó con el pulgar el único hombre de acción, animoso y sustantivo, era el Chueco.
chambergo hacia la nuca, y lanzó con aplomo una espesa Conocido en Devoto, en Las Heras y hasta en el Sur, acometía
bocanada, que subió perezosa, cada vez menos densa, pasando del cualquier aventura con inalterable y fría resolución. Era bajo,
gris azulado y compacto al más pálido tono de gris, ya disuelto,
borroso: era, sin duda, su viril aporte al enrarecimiento del aire.
Alto, moreno, con cierta palidez enfermiza en el rostro, vestía de
oscuro y sus manos eran largas y blancas; ostentaba en la derecha
un anillo grande, de sello.

—¡Qué calor...! —exclamó, por decir algo.

—No es el calor... es la humedad —le rectificaron, con dura lógica


popular.

Tres hombres rodeaban al Chueco Manfredi. De los tres, uno


guardaba silencio; había faltado a una cita y no encontraba
palabras para justificarse. Era una cita en la que hubieran dado fin
a un madurado plan, surgido en largas noches de discusiones y de delgado, con un rostro duro, gris y sombrío, que matizaban las
cálculos. huellas borrosas de la viruela. El Pibe de Wilde, en cambio, gozaba
íntimamente con la idea de vivir al margen del delito, aunque
—Vos me dijiste a las ocho y yo pensé que era a las ocho de la apenas vivía al margen de las buenas costumbres. Delgado, bajo,
mañana —arriesgó, por fin. supersticioso, vestía un corto saquito color ladrillo y unos
pantalones azules, muy largos. Andrés era alto, de ojos claros y
—¡Las ocho, las ocho! ¿Qué vamos a hacer a las ocho de la pelo rojo: le llamaban El Ruso. Luis Ramírez tenía el físico y la
mañana? Yo te dije a las ocho de la noche .. . —replicó Manfredi, vestimenta de un empleado modesto y había llegado a la
con leve irritación, mientras encendía un nuevo cigarrillo; su encrucijada de su vida. Y la encrucijada ofrecía, de un lado, la
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permanencia en ese empleo modesto y, del otro, la aventura y el lo señalaba como hombre audaz y decidido. "Mientras no haga
riesgo. testamento, sí... yo soy el heredero; hace tiempo que estoy
masticando eso —había contestado—; pero siempre es mejor
—El asunto tenemos que decidirlo mañana —afirmó el Chueco hacerlo teniendo compañeros decididos”.
Manfredi, cuando terminó el canto.
Después, en apasionadas noches, fueron planeando el hecho. El tío
—Mañana podemos hablar —contestó Andrés—; yo no sé si podré de Luis, don José, poseía una barraca en Avellaneda y su fortuna,
estos días; mi hermana consiguió otro conchabo y la tengo que según ellos la veían desde el fondo de sus estrecheces cotidianas,
acompañar a la salida, porque es muy lejos. era considerable. Por lo menos doscientos mil pesos, de los cuales
una mitad para Luis y la otra a dividirse entre los cómplices.
—Y vos ¿no podés mañana? —interrogó el Chueco a Luis. Manfredi, en un principio, pretendió más, pero aceptó después un
arreglo. Don José era un ebrio consuetudinario. Dejaba la barraca a
—Y, no sé ... los domingos voy a lo de mi cuñado. Van también el las siete de la tarde, cruzaba el puente del Riachuelo, y luego
gordo Fermín y los muchachos. Me parece que lo mejor es que visitaba cuatro o cinco almacenes. El asunto era fácil. Una noche de
hablemos el lunes. El chico del almacén quedó en avisarme la hora niebla lo seguían; esperaban a que en una de sus infinitas
en que el viejo cruza el puente. evoluciones estuviera cerca del agua; un distraído empujón, y Luis
y sus cómplices quedaban dueños de una fortuna.
—¡Pero eso ya lo sabemos hace meses! —replicó el Chueco, ya
molesto. Luis había tomado el asunto como una de las tantas jactancias de
café; las postergaciones, la falta de asistencia a tal o cual cita, le
—Sí ... claro ... pero ahora, con el horario de verano ... habían hecho sospechar que Andrés y El Pibe trataban, como él, de
ganar tiempo, con la esperanza de que el proyecto quedara en
—¡Psh. .. no hablés más aquí! —cortó el Chueco, receloso, después nada. Pero el Chueco Manfredi no era hombre de perder un
de lanzar una mirada circular. Acodado a una mesa próxima, un negocio y ahora lo veía sobre él, amenazador, listo a exigir el
hombre, sobre las ruinas de un café negro, ocupaba sus fascinados cumplimiento del convenio. La confusión dominaba su espíritu.
minutos en contemplar a los músicos. Pagaron y salieron. Cruzó la calle, agitado, y se acercó a un mostrador.

Luis Ramírez comprendió, caminando por la calle Corrientes, que "¡Café y una caña grande!”
la farsa había llegado a su punto final. Tres meses antes, después
de un diálogo deshilvanado en el café, el Chueco Manfredi había En una semana, era el tercer día que no iba a trabajar; imaginaba
lanzado una pregunta candente: "Si a tu tío, el de la barraca, le el sermonear de su tío al día siguiente. "También, viejo roñoso —
pasa algo, ¿vos sos el único heredero, no?”. Ramírez pescó la pensaba— pagar ciento cincuenta pesos a un hombre de treinta
sugestión al vuelo y decidió aprovechar un creciente prestigio que años”. Instintivamente se miró en el espejo y se arregló la corbata.
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Se sentía un poco en poder de Manfredi. El sombrío ex-presidiario a la mesa. Desde lejos vio que los tres amigos lo esperaban con
nunca mostraba vacilaciones y seguramente guardaba sus cartas inusitada expresión de gravedad.
para más adelante. Era muy posible que aumentara sus exigencias
una vez cometido el hecho, amenazando con la delación. Y es que, —Estuvo bien.. . —dijo Manfredi, con una aprobación
en realidad, era el único de todos ellos que había tomado el asunto condescendiente, que resultaba casi un insulto.
en serio. "Es un canalla”, pensó Ramírez, con íntima sorpresa.
—¿Qué es lo que estuvo bien? —interrogó Luis, con sorpresa. Los
Era cerca de media noche. Pegada a los muros, bajo el verde, el amigos se miraron entre sí y le tendieron un diario. Con
azul y el rojo exasperado de los letreros, temblaba una leve asombrados ojos, Ramírez leyó: "Anoche a las 19.30, en las
llovizna, como una telaraña de agua. Compró un diario y entró en proximidades del Puente Pueyrredón, un hombre como de 60
un café. Media hora después, nervioso, salió a la vereda. Una niebla años, que después resultó ser José Bellani, viudo, comerciante,
fina, que llegaba del Este, había reemplazado a la lluvia. cayó en las aguas del Riachuelo, resultando inútiles los esfuerzos
realizados para salvarlo. Se efectúan averiguaciones para
En el intermedio indeciso del Otoño al Invierno, la humedad, que establecer las causas del suceso”.
brillaba en el asfalto, parecía regir los impulsos y los deseos. Era
una de esas noches enervantes de Buenos Aires en que todo puede En un silencio tirante Ramírez escuchó los latidos de su corazón.
ocurrir, por desesperación o por agotamiento. La niebla se
desgarraba en partes y en lo alto se perdía en el cielo hermético y "A pedido, el bonito tango de Amaro Lenzi...”
sombrío. Ramírez caminó unas cuadras y se detuvo.
Pero no escuchaba la voz del cantor. Contuvo su perplejidad un
Vio su rostro, duplicado en una vidriera, inverosímil y ceniciento instante y después, escrutando las caras de los amigos, dijo:
bajo un reflejo de neón. Por primera vez en mucho tiempo le
pareció que la oscuridad y la noche eran conmovedoras. La —No he sido yo; no lo veía desde anteayer. Pero esto es mejor. Ya
resolución se concretó: Esa misma noche hablaría a sus amigos del estaba harto de postergaciones y si no pasa esto yo mismo lo-
abandono del plan. No sabía qué decir, pero algo iba a inventar. Y hubiera liquidado mañana o pasado. .
experimentó un profundo alivio al notar que desde tiempo atrás
ese viraje estaba resuelto en su espíritu. Caminó por Corrientes Después, ya tranquilo, sacó un paquete y convidó cigarrillos.
hacia el Este. Los avisos eléctricos chorreaban una luz humedecida
y desfalleciente. Otra vez la llovizna flotaba en el aire pesado. Pero no debió tranquilizarse, porque Manfredi era orgánicamente
incapaz de creer en el arrepentimiento. Y tampoco creyó en esa
Cuando llegó al café, los canillitas voceaban los primeros diarios de débil metáfora de la impaciencia, inventada para cubrir un
la mañana. Hendió los grupos compactos y silenciosos y se acercó miserable prestigio.

83
Al día siguiente llovió. Cerca de las nueve de la noche, los condecoración entre verde y amarilla construida con mierda de
parroquianos del almacén de Robino escucharon tres disparos, pájaro y mocos viejos.
muy próximos. Corrieron y encontraron a Luis Ramírez, de
espaldas bajo el cordón de la vereda, con un borbotón de sangre en
la boca. Mientras lo examinaban, incrédulos, un brusco chaparrón Apenas enfila por Morelos, ve al grandote en la puerta.
sonó con fuerza sobre su traje azul marino y le lavó la cara.
Nuevo, piensa mientras se acerca.

—Vengo a ver al Señor Peralta —dice.


Un paso atrás
—Vos debés ser Villagra, te están esperando.
Kike Ferrari Debés ser, repite el Oso, contento de haber acertado y de que el
grandote sea nuevo. En este laburo, piensa, reconocer la forma de
caminar, de pararse, la silueta de un cuerpo a la distancia, es más
importante que recordar las caras.
It all comes down to what you
—Pasá —dice el grandote, abriendo la puerta y haciéndole lugar.
had and what you lost.
Y una vez que pasan:
Ellroy
—Las manos, por favor.
Round uno
El Oso levanta los brazos y se deja palpar mirando para otro lado,
Una cuadra antes, cuando una paloma
como si no le importara. Conoce las reglas.
le cagó la solapa del saco azul, el Oso
Villagra supo que iba a ser un día de
—Listo —dice el grandote—; pasá, creo que tienen trabajo para
mierda. vos.
Ahora levanta la vista al pedazo de —¿Ah, sí? Vos sos nuevo, ¿no?
cielo plomizo que el enjambre de
edificios deja ver y maldice por lo bajo. A su suerte, a Peralta, a las —Hace menos de un mes que estoy.
palomas y a la puta madre que lo parió.
—Bueno, tendrías que hablar menos, pibe —sugiriere el Oso antes
Después sigue caminando hasta la esquina mientras, con un de seguir camino. Y no escucha al grandote que a sus espaldas
pañuelo sucio que encuentra en un bolsillo del pantalón, intenta murmura sí, justo vos me venís a dar consejos.
limpiarse la solapa. Pero sólo consigue un enchastre peor, una
84
Cuando pasa junto al busto del General y después de persignarse, —¿Está? —pregunta.
el Oso se besa dos dedos de la mano derecha y los apoya en la
sonrisa de bronce. Después duda ante las escaleras, pero decide —Sí, ya te anuncio. Apagá eso, ¿querés?
subir por el ascensor. Son tres pisos.
—¿Vos también, Rubia?
Estamos viejos, piensa mientras espera.
Ella se encoje de hombros y vuelve a la revista. El Oso se sienta en
Una vez en el ascensor se mira en el espejo. Los bigotes uno de los sillones, justo frente a la fotografía en la que el hombre
encanecidos, las bolsas bajo los ojos. La mancha de mierda y de bigotes, sonriente, sostiene el paraguas en alto.
mocos en la solapa.
Qué épocas, piensa. Y apaga el cigarrillo.
Qué cagada, piensa.
Mabel termina lo que estaba leyendo y se arregla un poco el
Round dos cabello antes de ir a anunciarlo. Tiene una pollera gris.

Entra sin llamar, ya con el saco en la mano. Mabel lee una revista Se le está viniendo abajo el culo, piensa el Oso, todos nos estamos
de chimentos. viniendo abajo.

—Hola, Rubia. Mabel vuelve enseguida.

—¿Qué hacés, Oso? —contesta Mabel, sin dejar de leer. —Dice que pases.

—Lindo muñeco pusieron en la puerta, eh. Round tres

Ahora sí lo mira. Hace una mueca que puede querer decir sí o no o —Bueno, contame.
a mí qué me importa.
Peralta siempre empieza así. No importa si él te llamó, si él es el
—¿Cómo estás vos? ¿Cómo anda todo por acá? —pregunta el Oso que tiene algo que decirte, ni las putas ganas que tengas de estar
prendiendo un cigarrillo. ahí: contame.

—Bien. Qué sé yo. Aburrida. Acá no pasa nunca nada. —No, mucho, jefe, lo de siempre. Los chicos en la escuela, la nena
ya termina la secundaria…
Nunca nada, piensa el Oso. Paladea el humo.
—Victorita…
Nunca.
—Sí, la Vicki. Y el pibe, Juancito, ya está en segundo. Terminamos
Nada. de construir el quincho. Eso. Todo tranquilo, gracias a Dios.

85
—Bueno, mejor así, Oso, mejor así. Qué grande, Juancito, segundo —¿Te acordás de Martillo Roldán?
año… ¡Que lo parió, cómo pasa el tiempo! Y Victoria, che, parece
mentira… Menos mal, Oso, que te salieron derechos… Con tanta —Cómo no me voy a acordar, jefe. Era una aplanadora, tiraba
falopa, tanta porquería, dando vuelta… Pero ellos estudian, ayudan paredes con esa piña.
en tu casa, la piba que hace danza en la escuela de Castelar,
Juancito que sigue con la barrita de amigos del barrio y jugando al —Sí, pero era un mal definidor, Oso. Y es porque no sabía dar el
pool en lo del Poyo… Pibes sanos, una tranquilidad para vos y para paso atrás, tomarse unos segundos para pensar, apuntar y golpear
tu jermu, que ya bastante tiene con sus viejos… firme y claro. Acordate de la pelea con Hearns.

El Oso se tensa en la silla. A Peralta siempre le gusta dar vueltas, Llega Mabel con los cafés.
hablar de boludeces antes de entrar en tema, pero no entiende a
qué viene esta conversación. El Oso piensa en la pelea Hearns–Roldán. La Cobra de Detroit
contra el Martillo de Freire. Iba poco menos de un minuto del
—Por acá, en cambio, las cosas están más bien complicadas —dice tercero cuando Martillo lo encontró con una zurda en la pera.
Peralta y le señala con el mentón el diario doblado sobre el Hearns trastabilló, con la mirada extraviada y las piernas flojas,
escritorio—. Entre el quilombo con el Grupo y el pibe ese que se pero en la desesperación por liquidarlo Roldán se abalanzó y
cargó la gente de García; los medios, los jueces, todos tienen un ojo entonces el yanki pudo trabarlo. En el round siguiente el que
puesto encima nuestro todo el tiempo. colocó las manos fue la Cobra. Quien sí dio un paso atrás, sí pensó,
sí lo liquidó. Dos derechas a la sien y a cobrar.
El Oso no dice nada. Mira el diario. Trata de que no se le escape ni
un gesto. La puta que lo parió. Creyó que se lo iban a dejar pasar. —Una de azúcar, ¿no, Oso?
Fue un accidente. Y además la macana fue más de Riccardi que
suya. Él prefiere laburar solo, Peralta ya lo sabía. —Olvidate, Mabel —dice riendo Peralta—, ¿sabés lo que es la
mujer del Oso? Una máquina, la Rita. Y no para, eh. La casa, los
—No nos podemos equivocar así, Oso, ahora estamos en la tapa de pibes, un par de veces por semana va a ver a los viejos a Ramos y
los diarios… todavía le queda tiempo para ir al gimnasio ese de 25 de Mayo…
Además es una profesional, licenciada o algo. No, un infierno, la
—Jefe —intenta el Oso, pero Peralta sigue como si no lo hubiese Rita, créeme.
escuchado o acaso no lo escucha.
Mabel resopla. No pensarán que me quiero coger al Oso, piensa.
—Pero no es de eso de lo que te quería hablar. ¿Querés un café? El Sonríe, negando con la cabeza. Y se va.
tema son las vacaciones.
Round cuatro
Hay un paréntesis mientras esperan el café. O eso cree el Oso. Con
Peralta nunca se sabe, piensa. —Después de que se retiró —sigue Peralta—, Roldán se puso
gordo como un cerdo. Nunca pudo ser campeón del mundo, Oso.
Hablan de boxeo. Pero es el tipo más feliz del mundo, se reconcilió con su familia,

86
vive en el campo, siempre anda de cacería y asado con los amigos. Hace una pausa, Peralta, se pasa las manos por la cara, con un
Eso debe ser vida, ¿o no?… gesto de cansancio, pero enseguida deshace el gesto con una
sonrisa.
—Linda vida…
—Ya sabés cómo es: primero la Patria, después el Movimiento, por
—¿Hace mucho que no vas a cazar, Oso? último los hombres. Pero para que el Movimiento funcione por la
Patria, los hombres tenemos que estar frescos.
—Uf, bastante. Más de un año debe hacer.
El Oso asiente. Sigue esperando instrucciones.
—Pero seguís teniendo el campito, allá en Lobos.
—Tomate unos días vos también. Desenchufate de todo: del
—Sí, lo que pasa es que la última vez tuvimos un accidente… laburo, de la familia, de todo. Andate a Lobos, solo. Dedicate a
cazar, a pensar. Tenemos que dar un paso atrás, Oso, el paso atrás
—Sí, me enteré, al otro muchacho se le disparó una escopeta… de Hearns, ¿me entendés?… —dice Peralta y se levanta.

—Mi cuñado. No pasó nada, igual, fue más el susto. Es obvio que la reunión terminó. Se estrechan las manos. Peralta
vuelve a sentarse y a mirar el diario sobre el escritorio.
—¿Y de esa vez no fuiste más?
—Cuando salgas, decile a Mabel que lo llame a Riccardi, haceme el
—Y, no. Las mujeres quedaron asustadas. Justo estaba la familia. favor.
Mala suerte. Yo suelo ir solo a Lobos, a lo sumo con mi cuñado,
porque no me gusta que haya nadie alrededor cuando estoy —Sí, cómo no —responde el Oso.
cazando. Pero justo esa vez habíamos ido con la familia. Y los
chicos se asustaron bastante y las mujeres se pusieron como locas: Da unos pasos hacia la puerta y se vuelve.
que es un peligro, que un día se van a matar…
—Perdone, jefe, pero cuando me llamó creí entender que tenía un
—Es que hay que preservar a la familia, Oso, y hay que tener trabajo para mí…
cuidado con los accidentes —dice Peralta terminando el café y
levantando el diario del escritorio— o terminamos escrachados en Peralta levanta la vista. Hay en su cara un gesto de asombro
primera plana… genuino.

—Jefe —intenta el Oso por segunda vez, pero Peralta vuelve a —Ay, Oso, en serio estás jodido… ¿No entendiste nada de lo que te
interrumpirlo. dije? —hace una pausa y después dice remarcando cada palabra—
: Andate a cazar. Solo. Acordate que acá queda tu familia. Y hacelo
—Me voy a ir de vacaciones, Oso, y hay algunas cosas que me parecer un accidente.
gustaría que estuvieran resueltas cuando vuelva.

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Corpus de textos teóricos sobre la ficción narrativa, el
detective se enfrenta con el
el relato policial criminal para desbaratar sus
planes delictivos. En el plano
real, el autor se esfuerza para
que el enigma permanezca
El Relato Policial Argentino - Editorial Cántaro intacto mientras el lector
(Introducción) intenta descifrar, antes de que
el texto lo haga, la identidad
del culpable y otras
La escena del crimen circunstancias ocultas del
crimen.
Imaginemos esta escena: un detective pasea su mirada inteligente Desde este punto de vista, el
sobre el grupo de personas reunido en la sala. Observa con relato policial es un juego de
atención, uno a uno, los rostros de los sospechosos. Ya ha habilidades enfrentadas.
demostrado la inconsistencia de sus coartadas y ha expuesto los ¿Existirá un motivo más
posibles motivos del crimen. De pronto, señala a uno y exclama: atrayente para acercarse a la lectura de ficciones policiales? Quizás
“¡Usted es el culpable!”.1 la causa resida en sentir la posibilidad de ser los héroes de una
Esta breve secuencia narrativa está presente en nuestro investigación policial que luchan contra el peligro y el vértigo del
imaginario gracias a los relatos policiales del cine y de la literatura. misterio o en sentir la satisfacción de que nuestras propias
Desde mediados del siglo xix, el género policial pobló nuestros deducciones coinciden con la trama secreta de los cuentos o en
sueños de asesinos astutos e implacables, de investigadores sentir que nos transformamos imaginariamente en paladines que
sagaces, de crímenes enigmáticos. La influencia ha sido tal que los ordenan el caos propuesto por el delito y devuelven a la sociedad
lectores se convirtieron en expertos descifradores de pistas y el orden de lo justo.
huellas, hábiles en el cotejo de declaraciones y coartadas, En los relatos seleccionados, el lector tendrá la oportunidad de
insaciables en la búsqueda de motivos que justificasen un delito. medir inteligencias con destacados escritores del policial
Como señaló Jorge Luis Borges, “la novela policial ha creado un argentino.
tipo especial de lector […]; ese lector está lleno de sospechas,
porque el lector de novelas policiales es un lector que lee con El plan
incredulidad, con suspicacia, una suspicacia especial”1. Con esta Según el teórico y crítico literario francés de origen búlgaro,
base, el relato policial se convierte en un duelo de inteligencias. En Tzvetan Todorov, la estructura del relato policial clásico presenta
dos historias: la del proceso delictivo y la del proceso de
1
1 Borges, Jorge Luis: “El cuento policial”. En: Borges oral. Buenos Aires, Emecé Editores/ Editorial de investigación.
Belgrano, 1982.
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En los cuentos de la presente antología se narra sólo el segundo; plantea determinadas hipótesis acerca de lo ocurrido, que luego
cuando comienza el relato, el proceso delictivo ya ha terminado y Podemos decir que aplica un método analítico en el cual elabora
constituye el enigma que deberá descifrarse en el proceso de hipótesis, deduce circunstancias, confronta elementos
investigación. Todorov, en su “Tipología del relato policial”2 contradictorios y ajusta sus ideas originales hasta resolver el
afirma: enigma.
“La primera historia, la del crimen, ha concluido antes de que En este proceso, para un buen investigador son importantes:
comience la segunda. Pero, ¿qué ocurre en la segunda? Poca cosa. • los indicios espaciales; por ejemplo, de la escena del
Los personajes de esta segunda historia [la historia de la crimen: características del lugar, accesibilidad,
investigación]no actúan, aprenden.” modificaciones de la disposición original de la escena,
Entre los personajes del cuento policial canónico, el más rastros...
importante es el detective aficionado, quien debe poseer ciertas • los indicios temporales, que se refieren al uso del tiempo
cualidades: inteligencia, sagacidad, capacidad analítica y de por parte de los personajes involucrados y a la fijación de la
observación. Al tener a su cargo la resolución del misterio, debe hora exacta en que se cometió el delito.
enlazar o vincular el proceso delictivo al de la investigación. Nada • los indicios testimoniales: declaraciones y coartadas, que
puede escapar a su mirada: un error lo llevaría a la puerta del deberán compararse entre sí para buscar contradicciones.
fracaso. El último momento del proceso de investigación permite la
Este personaje clave, casi siempre tiene un ayudante, menos resolución del enigma. El detective expone sus conclusiones, aclara
perspicaz y menos capacitado, que lo secunda en todas las puntos oscuros y determina las responsabilidades de los
instancias, pero que no puede, por sí mismo, resolver el caso. Es involucrados.
frecuente que quien coopera con el detective sea el narrador de la Sobre este esquema teórico del policial clásico, cada escritor crea
historia. variaciones y aporta las particularidades propias de su estilo
Asimismo, son típicos del relato policial, los testigos y los individual.
sospechosos, que aportan, respectivamente, sus declaraciones y
coartadas y, así, ayudan al investigador. Las huellas
En estos textos, la labor de la policía suele ser menospreciada y se La historia de la literatura atribuye al escritor norteamericano
opaca con la brillante actividad detectivesca del investigador Edgar Allan Poe (1809-1849) el origen del relato policial moderno.
aficionado. En algunos de sus cuentos más célebres, por ejemplo, en “Doble
Una correcta investigación comienza cuando el detective se pone a asesinato en la calle Morgue” o en “La carta robada”, Poe fija los
trabajar analizando huellas, datos y pistas diversas que le elementos que habrán de ser constantes en la narrativa policial
permitirán determinar el tipo de delito cometido (robo, crimen, posterior.
estafa, secuestro extorsivo) y encuadrarlo. Este personaje también En primer lugar, crea al investigador aficionado Auguste Dupin, el
primer detective del género policial. Inteligente, racional,
2
2 Todorov, Tzvetan. “Tipología del relato policial”. En: Link, Daniel (comp.). El juego de los cautos. sedentario, interesado en la resolución de misterios, este certero
Buenos Aires, La Marca, 2003.
89
“descifrador” tendrá por compañero a un amigo que lo admira y aunque la fama de este increíble mago se ha esparcido por todo el
que narrará sus aventuras. mundo, creo que aún no son suficientes las magníficas expresiones
En segundo lugar, presenta el delito cometido como un enigma de agradecimiento que ha recibido por estas historias sir Arthur
intelectual que se resiste ante los ineficientes recursos de la Conan Doyle”4.
policía. Chesterton, por su parte, dio vida a un curioso detective que es, a
Finalmente —éste es el mayor logro de Poe—, el caso se resuelve su vez, sacerdote: el padre Brown. Este personaje combina la
por puro ejercicio de una lógica demoledora, por aplicación de un investigación con sus creencias religiosas: le interesa, más que
análisis que lee correctamente los indicios y ata los cabos sueltos. condenar, obtener el arrepentimiento de los culpables y confiar en
La obra de Poe fue seguida por la del narrador inglés Arthur Conan la justicia divina.
Doyle (1859-1930), por cuyos cuentos y novelas transita el El relato policial se desarrolló con rapidez, ofreciendo una nutrida
investigador más famoso de todos los tiempos: Sherlock Holmes. galería de autores y de personajes célebres. Hacia fines del siglo
Este personaje, tan querido por los lectores, se transformará en el xix, se consolidó la novela-problema, o novela de escuela inglesa,
prototipo del detective aficionado. Su lema investigativo será: que se caracteriza por presentar un enigma y describir el proceso
Es uno de los principios elementales del razonamiento lógico el de investigación. En este tipo de relatos el delito se ha cometido en
hecho de que, una vez descartado lo imposible, en lo que resta, un ambiente cerrado, inaccesible desde afuera, hay un reducido
aunque parezca improbable, debe estar la verdad.3 número de sospechosos (entre los cuales se encuentra el culpable)
Holmes enfrenta situaciones que se convierten en un desafío para y aparece la figura de un detective razonador, que resuelve el
sus increíbles habilidades detectivescas. misterio y se convierte en héroe. En este momento, surge la noción
Una anécdota curiosa: cuando el autor, cansado de escribir de juego limpio (fair play). Este concepto quedó establecido en las
cuentos policiales, decidió eliminar a su personaje, los lectores, veinte reglas que escribió el novelista S.S. Van Dine (seudónimo de
indignados, le exigieron que le devolviera la vida. Conan Doyle no Willard Huntington Wright, 1888-1939). Tal conjunto de reglas
tuvo más remedio que aceptar la popularidad de Holmes y acceder determina que el relato policial debe ser un puro juego intelectual
al pedido. Hoy en día, la residencia ficcional de Sherlock Holmes, el entre el autor y el lector, y el primero debe esmerarse por mostrar
número 224B de Baker Street, en Londres, recibe todos los años todos los factores implicados en el argumento (sin ocultar nada y
cientos de cartas que solicitan su intervención. El personaje se ha sin hacer trucos) para que el otro tenga la posibilidad de resolver
convertido en una leyenda. A su lado, contagiado por la fama de por sí mismo el enigma. Si el relato policial se ha transformado en
Holmes, está el fiel doctor Watson, quien acompaña pacientemente un juego, el juego limpio es la primera de las normas que debe
a su mentor y transcribe las aventuras. respetarse.
Otro escritor notable de ficciones policiales, el inglés Gilbert K. Entre los autores más representativos del género policial,
Chesterton (1874-1936), declaró que “nunca han existido mejores podemos citar a la narradora inglesa Agatha Christie (1891-1976),
novelas policiales que la antigua serie de Sherlock Holmes y, quien dio vida a los célebres detectives Hércules Poirot y Miss Jane

3 4
3 Conan Doyle, Arthur. “El tren desaparecido”. En: AA.VV, Cuentos sobre rieles. Buenos Aires, 4 Chesterton, Gilbert K. “Charlas”. En: VV. AA., La novela criminal. Barcelona, Tusquets Editores,
Cántaro Ediciones, 2000. 1982.
90
Marple, a Ellery Queen —seudónimo de los estadounidenses percance de hombres, que en sí n o daba ni quitaba virtud. Nada
Frederic Dannay (1905-1982) y Manfred Lee (1905-1971)— y a la más opuesto al Asesinato Considerado Como Una De Las Bellas
escritora inglesa Dorothy Sayers (1893-1956). Artes del "mórbidamente virtuoso" De Quincey o a la Teoría del
Hacia la primera mitad del siglo xx se desarrolla, en los Estados Asesinato Modera do del sedentario Chesterton.
Unidos, una forma diferente de concebir el relato policial
denominado negro o duro, porque abandona la idea del enigma
como motor y prioriza una mirada realista sobre las problemáticas
sociales, ya que describe minuciosamente los aspectos más
sórdidos de los bajos mundos, donde los crímenes tienen el sello
inconfundible de la ambición por el dinero. Así, en el contexto
literario estadounidense, en los años cuarenta, el relato policial
deja de ser un duelo intelectual para transformarse en ventana a
una realidad social de traiciones, engaños y moral corrupta. Los
escritores Dashiell Hammett (1894-1961) y Raymond Chandler
(1888-1959) son sus principales cultores y han creado a dos
detectives emblemáticos: respectivamente, Sam Spade y Philip
Marlowe.

Leyes de la narración policial


Ambas pasiones-la de las aventuras corporales, la de la rencorosa
Jorge Luis Borges lega liad, hallan satisfacción en la corriente narración policial. Su
prototipo son los antiguos folletines y presentes cuadernos del
El inglés conoce la agitación de dos incomparables pasiones: el nominalmente famoso Nick Carter, atleta higiénico y sonriente,
extraño apetito de aventuras y el extraño apetito de la legalidad. engendra do por el periodista John Coryall en un a insomne
Escribo "extraño", porque para el criollo lo son. Martín Fierro, máquina de escribir, que despachaba más de setenta mil palabras
santo desertor del ejército, y el aparcero Cruz santo desertor de la al mes. El genuino retrato policial -¿precisa ré decirlo?- rehúsa con
policía, profesarían un asombro no exento de m a las pal abras y de parejo desdén las aventuras físicas y la justicia distributiva.
sonrisas ante la doctrina británica (y norteamericana) de que la Prescinde con serenidad de los calabozos, de las escaleras
razón está en la ley, infaliblemente; pero tampoco se avendrían a secretas, de los remordimientos, de la gimnasia, de las barbas
imaginar que su desmedrad o destino de cuchilleros era postizas, de la esgrima, de los murciélagos y de Charles Baudelaire
interesante o deseable. Matar, para el criollo, era desgracia. Era un y hasta del azar. En los primeros ejempla res del género (El
91
misterio de Marie Roget, 1842, de Edgar Allan Poe) y en uno de los terriblemente desenmascarado a última hora para resultar un
último (Unravelled knots, de la baronesa de Orczy: Nudos desconocido, una insípida y torpe interpolación. En los cuentos
desatados) la historia se limita a la discusión y a la resolución honestos el criminal es una de las personas que figuran desde el
abstracta de un crimen, tal vez a muchas leguas del suceso a principio.
muchos años. Las cotidianas vías de la investigación policial los
C) Avara economía de los medios. El descubrimiento final de que
rastros digitales, la tortura y la delación- serían unos solecismos
dos personajes de la trama son uno dolo, puede ser agradable –
ahí. Se objetará lo convencional de ese veto, pero esa convención,
siempre que el instrumento de los cabios no resulte una barba
en ese lugar, es irreprochable: no propende a eludir dificultades,
disponible o una voz italiana sino distintas circunstancias y
sino a imponerlas. No es una conveniencia del escritor, como los
hombres. El caso adverso –dos individuos que están remedando a
dioses instantáneos de la rutina homérica o como los apartes
un tercero y que le proporcionan ubicuidad- corre el seguro albur
escénicos o como los borrosos confidentes de Jean Racine o como
de parecer una cargazón.
los monólogos que difunden los héroes palabreros de
Shakespeare. D) Primacía del cómo sobre le quién. Los chapuceros ya execrados
por mí en el acápite A abundan en la historia de una alhaja puesta
Los mandamientos de la narración policial son tal vez los que
al alcance de unos quince apellidos y luego retirada por el
siguen:
manotón de uno de ellos. Se imaginan que el hecho de averiguar de
A) Un límite discrecional de sus personajes. La infracción temeraria qué apellido procedió el manotón, es de considerable interés.
de esa ley tiene la culpa de la confusión y el hastío de todos los
E) El pudor de la muerte. Homero pudo transmitir que una espada
films policiales. En cada uno nos proponen quince desconocidos, y
tronchó la mano de Hypsinor y que la mano ensangrentada cayó
nos revela n finalmente que el desalmado no es Alpha que miraba
por tierra y que la muerte color sangre y el severo destino se
por el ojo de la cerradura ni menos Beta que escondió la moneda
apoderaron de sus ojos; pero esas pompas de la muerte no caben
ni el afligente Gamma que sollozaba en los ángulos del vestíbulo
en la narración policial, cuyas musas glaciales son la higiene, la
sino ese joven desabrido Upsilon que hemos estado confundiendo
falacia y el orden.
con Phi, que tanto parecido tiene con Tau el suplente. El estupor
que suele producir ese dato es más bien moderado. F) Necesidad y maravilla en la solución. Lo primero establece que el
problema debe ser un problema determinado, apto para una sola
B) Declaración de todos los términos del problema. Si la memoria no
respuesta. Lo segundo requiere que esa respuesta maraville al
me engaña (o su falta) la varia da infracción de esta segunda ley
lector -sin apelar a lo sobrenatural, claro está, cuyo manejo en este
es el defecto preferido de Conan Doyle. Se trata, a veces, de unas
género de ficciones es una languidez y una felonía. También están
leves partículas de ceniza, recogidas a espaldas del lector por el
prohibidos el hipnotismo, las alucinaciones telepáticas, los
privilegiado Holmes, y sólo derivables de un cigarro procedente
presagios, los elixires de operación desconocida y los talismanes.
de Burma, que en una sola tienda se despacha, que sirve a un solo
Chesterton, siempre, realiza el tour de f orce de proponer una
cliente. Otras, el escamoteo es más grave. Se trata del culpable,
92
aclaración sobrenatural y de reemplazarla luego, sin pérdida, con asesinos tiene la misma importancia que Los crímenes de la rue
otra de este mundo. Morgue, el cuento de Poe que funda las reglas del relato de enigma.
No soy, por cierto, de los que misteriosamente desdeñan las En esos dos matones profesionales que llegan a Chicago para
tramas misteriosas. Creo, al contrario, que la organización y la asesinar a un ex boxeador al que no conocen, en ese crimen "por
aclaración, siquiera mediocres, de un algebraico asesinato o de un
encargo" que no se explica ni se intenta descifrar están ya las
doble robo, comportan más trabajo intelectual que la casera
elaboración de sonetos perfectos o de molestos diálogos entre formas de la policial dura, en el mismo sentido en que las
desocupados de nombre griego o de poesías en forma de Carlos deducciones del caballero Dupin de Poe preanuncian la historia de
Marx o de ensayos siniestros sobre el centenario de Goethe, el
la novela de enigma.
problema de la mujer, Góngora precursor, la étnica sexual, Oriente
y Occidente, el alma del tengo, la deshumanización del arte, y otras
Durante años los mejores escritores del género (Hammett,
inclinaciones de la ignominia.
Chandler, Cain, Goodis, McBain) fueron leídos entre nosotros con
Hoy Argentina, Buenos Aires, Año I, N° 2, Abril de 1933.
Y después con variantes en: las pautas y los criterios de valor impuestos por la novela de
Sur, Buenos Aires, Año V, N°10, Julio de 1935, con el título “Los enigma. Visto desde esa óptica Al morir quedamos solos o La
laberintos policiales y Chesterton”, recogido en Borges en Sur, Emecé
Editores, 1999, pág. 126. maldición de los Dain eran malas novelas policiales: confusas,
informes, caóticas, parecían la versión degradada de un género

Sobre el género policial refinado y armónico.

Ricardo Piglia

1 Encuesta de Jorge Lafforgue Y Jorge B. Rivera (Crisis Nº 30 – enero de 1976)

Los relatos de la serie negra deben ser pensados en el interior de


cierta tradición típica de la literatura norteamericana antes que en
relación con las reglas clásicas del relato policial. En la historia del
surgimiento y la definición del género el cuento de Hemingway Los

93
La novela policial inglesa había sido difundida con gran eficacia fatalmente nuevos crímenes; una cadena de acontecimientos cuyo
por Borges que por un lado buscaba crear una recepción adecuada efecto es el descubrimiento, el desciframiento.
para sus propios textos y trataba de hacer conocer un tipo de
Son dos lógicas, puestas una a cada lado de los hechos. En el medio
relato y de manejo de la intriga que estaba en el centro de su
entre la novela de enigma y la novela dura está el relato
propia poética y que por otro lado hizo un uso excelente del
periodístico, la página de crímenes, los hechos reales. Auden decía
género: "La muerte y la brújula" es el Ulises del relato policial. La
que el género policial había venido a compensar las deficiencias
forma llega a su culminación y se desintegra.
del género narrativo no-ficcional (la noticia policial) que fundaba
Las reglas del policial clásico se afirman sobre todo en el fetiche de el conocimiento de la realidad en la pura narración de los hechos.
la inteligencia pura. Se valora antes que nada la omnipotencia del Me parece una idea muy buena. Porque en un sentido Poe está en
pensamiento y la lógica imbatible de los personajes encargados de los dos lados: se separa de los hechos reales con el álgebra pura de
proteger la vida burguesa. A partir de esa forma, construida sobre la forma analítica y abre paso a la narración como reconstrucción y
la figura del investigador como el razonador puro, como el gran deducción, que construye la trama sobre las huellas vacías de lo
racionalista que defiende la ley y descifra los enigmas (porque real. La pura ficción, digamos, que trabaja la realidad como huella,
descifra los enigmas es el defensor de la ley) está claro que las como rastro, la sinécdoque criminal. Pero también abre paso a la
novelas de la serie negra eran ilegibles: quiero decir eran relatos línea de la non-fiction, a la novela tipo A sangre fría de Capote. En
salvajes, primitivos, sin lógica, irracionales. Porque mientras en la El caso de Marie Rôget que es casi simultáneo a Los crímenes de la
policial inglesa todo se resuelve a partir de una secuencia lógica de rue Morgue, el uso y la lectura de las noticias periodísticas es la
presupuestos, hipótesis, deducciones, con el detective quieto y base de la trama, los diarios son un mapa de la realidad que es
analítico (por supuesto el caso límite y paródico de esa figura es el preciso descifrar. Poe está en el medio entre la pura deducción y el
Isidro Parodi de Borges y Bioy que resuelve los enigmas sin reino puro de los facts, de la non-fiction.
moverse de su celda en la penitenciaría, en la novela negra no
El policial norteamericano se mueve entre el relato periodístico y
parece haber otro criterio de verdad que la experiencia: el
la novela de enigma. La figura que define la forma del investigador
investigador se lanza, ciegamente, al encuentro de los hechos, se
privado viene directamente de lo real, es una figura histórica que
deja llevar por los acontecimientos y su investigación produce
duplica y niega al detective como científico de la vida cotidiana.

94
Maurice Dobb cita varios documentos sobre la situación social en McCoy) el único enigma que proponen -y nunca resuelven- las
EE.UU en los años 20 que permiten ver surgir al investigador novelas de la serie negra es el de las relaciones capitalistas: el
privado en las grandes ciudades industriales como una policía dinero que legisla la moral y sostiene la ley es la única "razón" de
privada contratada por los empresarios para espiar y vigilar a los estos relatos donde todo se paga. En este sentido, yo diría que son
huelguistas y a los agitadores sociales. novelas capitalistas en el sentido más literal de la palabra: deben
ser leídas, pienso, ante todo como síntomas. Relatos llenos de
(El confidente de la ley: en un sentido desde Dupin, el detective es
contradicciones, ambiguos, que a menudo fluctúan entre el
un confidente, el hombre de confianza de la policía.)
cinismo (ejemplo: James Hadley Chase) y el moralismo (en
Pero al mismo tiempo hay un modo de narrar en la serie negra que Chandler todo está corrompido menos Marlowe, profesional
está ligado a un manejo de la realidad que yo llamaría materialista. honesto que hace bien su trabajo y no se contamina; en verdad,
Basta pensar en el lugar que tiene el dinero en esos relatos. Quiero parece una realización urbana del cowboy). Creo que justamente
decir, basta pensar en la compleja relación que establecen entre el porque estos relatos son ambiguos se producen entre nosotros
dinero y la ley: en primer lugar, el que representa la ley sólo está lecturas ambiguas, o, mejor, contradictorias: están quienes a partir
motivado por el interés el detective es un profesional, alguien que de una lectura moralista condenan el cinismo de estos relatos; y
hace su trabajo y recibe un sueldo (mientras que en la novela de están también quienes les dan a estos escritores un grado de
intriga el detective es generalmente un aficionado que se ofrece conciencia que jamás tuvieron, y hacen de ellos una especie de
"desinteresadamente" a descifrar el enigma); en segundo lugar, el versión entretenida de Bertolt Brecht. Sin tener nada de Brecht -
crimen, el delito, está siempre sostenido por el dinero: asesinato, salvo, quizá, Hammett -estos autores deben, creo, ser sometidos, sí,
robos, estafas, extorsiones, secuestros, la cadena es siempre a una lectura brechtiana. En ese sentido hay una frase que puede
económica (a diferencia, otra vez, de la novela de enigma, donde ser un punto de partida para esa lectura: "¿Qué es robar un banco
en general las relaciones materiales aparecen sublimadas: los comparado con fundarlo?", decía Brecht, y en esa pregunta está -si
crímenes son "gratuitos" justamente porque la gratuidad del móvil no me engaño- la mejor definición de la serie negra que conozco.
fortalece la complejidad del enigma).

En última instancia (pienso en Cosecha roja de Hammett, en El


pequeño César de Burnett. en ¿Acaso no matan a los caballos? de
95
Lo negro del policial definición de la narrativa norteamericana lo da en estos años
Harold Ross, director del New Yorker. Los cuentos de Salinger,
Ricardo Piglia Updike, Cheever, entre otros, llevan, en más de un sentido, el sello
de la revista). Shaw le dio a Black Mask una línea y una orientación
Piglia, Ricardo. "Introducción" a Cuentos de 1a serie negra. Bs. As., CEAL,
y todos los grandes escritores del género (antes que nada Dashiell
1979.
Hammett, pero también Horace McCoy, William Burnett, Raoul
¿Cómo definir ese género policial al que hemos convenido en
Whitfield, James Cain, Raymond Chandler) publicaron sus
llamar de la serie negra según el título de una colección francesa?
primeros relatos en la revista. De entrada definió un programa: su
A primera vista parece una especie híbrida, sin límites precisos,
ambición era publicar un tipo de relato policial "diferente del
difícil de caracterizar, en la que es posible incluir los relatos más
establecido por Poe en 1841 y seguido fielmente hasta hoy".
diversos. Basta leer La jungla de asfalto de Burnett, ¿Acaso no
Determinado, en el comienzo, por su diferencia con la policial
matan a los caballos? de McCoy, El cartero llama dos veces de Cain,
clásica, el género encuentra allí, provisoriamente, su unidad. Así
El largo adiós de Chandler o La maldición de los Dain de Hammett
podemos empezar a analizar esos relatos por lo que no son: no son
para comprender que es difícil encontrar aquello que los unifica.
narraciones policiales clásicas, con enigma, y si se los lee desde esa
De hecho el género se constituye en 1926 cuando el "Capitán"
óptica (como hace, por ejemplo, Jorge Luis Borges) son malas
Joseph T. Shaw se hace cargo de la dirección de Black Mask, pulp
novelas policiales.
magazine fundado en 1920 por el muy refinado crítico Henry I.
Lo que en principio une a los relatos de la serie negra y los
Mencken. El "Capitán" (personaje digno de un film de Samuel
diferencia de la policial clásica es un trabajo diferente con la
Fuller, típico en la mitología de la literatura norteamericana)
determinación y la causalidad. La policial inglesa separa el crimen
campeón de sable, afecto al póquer y al whisky de maíz, no
de su motivación social. El delito es tratado como un problema
escribió nunca una línea pero fue el verdadero creador del género.
matemático y el crimen es siempre lo otro de la razón. Las
(Esto es, sin duda, lo que reconoce Hammett al dedicarle Cosecha
relaciones sociales aparecen sublimadas: los crímenes tienden a
roja, su primera novela.) Shaw cumple en la historia de la
ser gratuitos porque la gratuidad del móvil fortalece la
literatura norteamericana el mismo papel mítico que aquel jefe de
complejidad del enigma. Habría que decir que en esos relatos se
redacción del Toronto Star que, según Hemingway, le enseñó a
trabaja con el esquema de que a mayor motivación menos
escribir en prosa (un eco de la importancia que tiene el editor en la
96
misterio. El que tiene razones para cometer un crimen no debe ser de la sociedad, esto es, la sociedad es vista desde el crimen: en ella
nunca el asesino: la retórica del género nos ha enseñado que el (para repetir a un filósofo alemán) se ha desgarrado el velo de
sospechoso, al que todos acusan, es siempre inocente. Hay una emocionante sentimentalismo que encubría las relaciones
irrisión de la determinación que responde a las reglas mismas del personales hasta reducirlas a simples relaciones de interés,
género. El detective nunca se pregunta porqué, sino cómo se convirtiendo a la moral y a la dignidad en un simple valor de
comete un crimen y el milagro del indicio, que sostiene la cambio. Todo está corrompido y esa sociedad (y su ámbito
investigación, es una forma figurada de la causalidad. Por eso el privilegiado: la ciudad) es una jungla: "el autor realista de novelas
modelo del crimen perfecto que desafía la sagacidad del policiales (escribe Chandler en El simple arte de matar) habla de
investigador es, en última instancia, el mito del crimen sin causa. un mundo en el que los gangsters pueden dirigir países: un mundo
La utopía que el género busca como camino de perfección es en el que un juez que tiene una bodega clandestina llena de alcohol
construir un crimen sin criminal que a pesar de todo se logre puede enviar a la cárcel a un hombre apresado con una botella de
descifrar. En este sentido si la historia interna de la narración whisky encima. Es un mundo que no huele bien, pero es el mundo
policial clásica se cierra en algún lado hay que pensar en El proceso en el que usted vive. No es extraño que un hombre sea asesinado
de Kafka que invierte el procedimiento y construye un culpable sin pero es extraño que su muerte sea la marca de lo que llamamos
crimen. civilización".

Los relatos de la serie negra (los thriller como los llaman en En el fondo, como se ve, no hay nada que descubrir, y en ese marco
Estados Unidos) vienen justamente a narrar lo que excluye y no sólo se desplaza el enigma sino que se modifica el régimen del
censura la novela policial clásica. Ya no hay misterio alguno en la relato. Por de pronto el detective ha dejado de encarnar la razón
causalidad: asesinatos, robos, estafas, extorsiones, la cadena pura. Así, mientras en la policial clásica todo se resuelve a partir de
siempre es económica. El dinero que legisla la moral y sostiene la una secuencia lógica de hipótesis, deducciones con el detective
ley es la única razón de estos relatos donde todo se paga. Allí se inmóvil, representación pura de la inteligencia analítica (un
termina con el mito del enigma, o mejor, se lo desplaza. En estos ejemplo a la vez límite y paródico puede ser el Isidro Parodi de
relatos el detective (cuando existe) no descifra solamente los Borges y Bioy Casares que resuelve los enigmas sin moverse de su
misterios de la trama, sino que encuentra y descubre a cada paso celda), en la novela policial norteamericana no parece haber otro
la determinación de las relaciones sociales. El crimen es el espejo criterio de verdad que la experiencia: el investigador se lanza,
97
ciegamente, al encuentro de los hechos, se deja llevar por los honestidad, la "decencia", la incorruptibilidad. Por lo demás se
acontecimientos y su investigación produce, fatalmente, nuevos trata de una honestidad ligada exclusivamente a cuestiones de
crímenes. El desciframiento avanza de un crimen a otro; el dinero. El detective no vacila en ser despiadado y brutal, pero su
lenguaje de la acción es hablado por el cuerpo y el detective, antes código moral es invariable en un solo punto: nadie podrá
que descubrimientos, produce pruebas. Por otro lado ese hombre corromperlo. En las virtudes del individuo que lucha solo y por
que en el relato representa a la ley sólo está motivado por el dinero contra el mal, el thriller encuentra su utopía. No es casual,
dinero: el detective es un profesional, alguien que hace su trabajo y en fin, que cuando el detective desaparezca de la escena la
recibe un sueldo (mientras que en la novela clásica el detective es ideología de estos relatos se acerque peligrosamente al cinismo
generalmente un aficionado, a menudo, como en Poe, un (caso Chase) o mejor, cuando el detective se corrompe (caso
aristócrata, que se ofrece desinteresadamente a descifrar el Spillane) los relatos pasan a ser la descripción cínica de un mundo
enigma). Curiosamente es en esta relación explícita con el dinero sin salida, donde la exaltación de la violencia arrastra vagos ecos
(los 25 dólares diarios de Marlowe) donde se afirma la moral; del fascismo. Asistimos ahí a la declinación y al final del género: su
restos de una ética calvinista en Chandler, todos están continuación lógica serán las novelas de espionaje. Visto desde
corrompidos menos Marlowe: profesional honesto, que hace bien James Bond, Philip Marlowe es Robinson Crusoe que ha vuelto de la
su trabajo y no se contamina, parece una realización urbana del isla.
cowboy. "Si me ofrecen 10.000 dólares y los rechazo, no soy un ser
La transformación que lleva de la policial clásica al thriller no
humano", dice un personaje de James Hadley Chase. En el final de
puede analizarse según los parámetros de la evolución inmanente
El gran sueño, la primera novela de Chandler, Marlowe rechaza
de un género literario como proceso autónomo. Es cierto que la
15.000. En ese gesto se asiste al nacimiento de un mito. ¿Habrá
novela policial clásica se había automatizado (en el sentido en que
que decir que la integridad sustituye a la razón como marca del
usan este término los formalistas rusos) pero esa automatización
héroe? Si la novela policial clásica se organiza a partir del fetiche
(denunciada por Hammett y Chandler y parodiada en novelas
de la inteligencia pura, y valora, sobre todo, la omnipotencia del
como La ventana alta y El hombre flaco) y el desgaste de los
pensamiento y la lógica abstracta pero imbatible de los personajes
procedimientos no puede explicar el surgimiento de un nuevo
encargados de proteger la vida burguesa, en los relatos de la serie
género, ni sus características. De hecho, es imposible analizar la
negra esa función se transforma y el valor ideal pasa a ser la
constitución del thriller sin tener en cuenta la situación social de
98
los Estados Unidos hacia el final de la década del 20. La crisis en la McCarthy defienden posiciones radicals; los años en que Dos
Bolsa de Wall Street, las huelgas, la desocupación, la depresión, Passos publica su trilogía (USA), Steinbeck Viñas de ira, Michael
pero también la ley seca, el gangsterismo político, la guerra de los Gold Judíos sin dinero, Caldwell El camino del tabaco, Hemingway
traficantes de alcohol, la corrupción: al intentar reflejar (y Tener y no tener-(cuyo primer capítulo, publicado antes como
denunciar) esa realidad los novelistas norteamericanos inventaron cuento con el título de On trip across es un modelo de thriller); los
un nuevo género. Así al menos lo creía Joseph T. Shaw quien al años en que empiezan a publicar sus libros, desde la misma óptica,
definir la función de Black Mask señalaba que el negocio del delito Nathaniel West, Katherine Ann Poner, Daniel Fusch, Nelson Algren,
organizado tenía aliados políticos y que era su deber revelar las John O'Hara. Los escritores de Black Mask están ligados a esa
conexiones entre el crimen, los jueces y la policía. En 1931 declaró: tendencia: el caso de Hammett (también él colaborador de New
"Creemos estar prestando un servicio público al publicar las Masses) es el más conocido y Lilian Hellman lo ha narrado, con
historias realistas, fieles a la verdad y aleccionadoras sobre el cierta incómoda distancia, en el retrato biográfico que prologa
crimen moderno de autores como Dashiell Hammett, Burnett y Dinero sangriento.
Whitfield". En este sentido la novela policial se conecta con un
El thriller surge como una vertiente interna de la literatura
proceso de conjunto de la literatura norteamericana de esos años.
norteamericana y la constitución del género debe ser pensada en
El pasaje de los twenties al NewDeal está signado por la toma de
el interior de cierta tradición típica de la literatura norteamericana
conciencia social de los escritores norteamericanos. El ejemplo
(lo que podríamos llamar el costumbrismo social que viene de
más notable es el de Scott Fitzgerald (hay que leer su Notebook
Ring Lardner y de Sherwood Anderson) antes que en relación con
donde se define como socialista o analizar en ese marco E1 último
las reglas clásicas del relato policial. En la historia del surgimiento
magnate y las notas que acompañaron la redacción de esa novela)
y la definición del género el cuento de Hemingway Los asesinos
pero el proceso alcanza también a Faulkner (basta ver su saga de
(1926) tiene el mismo papel fundador que Los crímenes de la rue
los Snopes) y por supuesto a Hemingway (que en los años 30 no
Morgue (1841) de Poe con respecto a la novela de enigma. En esos
sólo trabaja por la República Española e integra el Comité de
dos matones profesionales que llegan de Chicago para asesinar a
escritores antifascistas, sino que colabora en New Masses,
un ex boxeador al que no conocen, en ese crimen por encargo que
periódico del PC). Son los años de la literatura proletaria, de la
no se explica y en el que subyace la corrupción en el mundo del
Partisan Review en la que Edmund Wilson, Lionel Trilling y Mary
deporte, están ya las reglas del thriller, en el mismo sentido en que
99
las deducciones del caballero Dupin de Poe preanunciaban toda la mejores) se desligan cada vez más de esa tradición y en el fondo
evolución de la novela de enigma desde Sherlock Holmes a no hacen más que repetir o exasperar las fórmulas establecidas
Hércules Poirot. Por lo demás en ese relato (y en el primer por los clásicos.
Hemingway) está también la técnica narrativa y el estilo que van a
definir el género: predominio del diálogo, relato objetivo, acción Verosimilitud y género
rápida, escritura blanca y coloquial. (No es casual que Chandler
Raymond Chandler
haya comenzado por escribir una parodia de Hemingway, The sun
also sneezes, "dedicado sin ninguna razón al mayor novelista 1) La novela policial debe ser efectuada con verosimilitud tanto en
norteamericano actual: Ernest Hemingway" o que Hemingway se lo que concierne a la situación original como el desenlace. Debe
llame uno de los personajes de Adiós, muneca.) Por lo demás en consistir de acciones verosímiles de gente verosímil en
1931 aparece Santuario de Faulkner que puede ser considerada circunstancias verosímiles, sin dejar de tener presente que
una de las mejores novelas del género y que tiene un papel clave verosimilitud es en gran medida una cuestión de estilo. Esto
en su transformación. Porque el desarrollo del thriller hacia excluye la mayor parte de los finales tramposos y las así llamadas
formas cada vez más alejadas del relato policial propiamente dicho historias en "círculo cerrado", en las cuales el personaje menos
(como de un modo u otro lo practicaban Hammett o Chandler) está probable es convertido violentamente en el criminal sin convencer
marcado por la primera novela de James Hadley Chase, El a nadie. Excluye también mise en scènes tan elaboradas como la de
secuestro de la señorita Blandish (1937) que no es más que una Murder in the Calais Coach de Christie, en la que toda la
remake de Santuario. organización del crimen revela una serie de hechos tan

El thriller es uno de los grandes aportes de la literatura azarosamente unidos que nadie podría realmente creerlos. Aquí,

norteamericana a la ficción contemporánea. Nacido en una como en cualquier otra cosa, verosimilitud es, por supuesto, una

coyuntura histórica precisa, literatura social de notable calidad, el cuestión de eficacia, no de hecho, y un escritor puede tener éxito

género se cristaliza y culmina en la década del 30: E1 largo adiós con un modelo que, en manos de un artista de menor envergadura,

de Chandler (1953) marca su final y es ya un producto tardío. Los sólo podría parecer desatinado.

que siguen, siendo excelentes (como Chester Himes, D. Henderson


Clarke, Kenneth Fearing o David Goodis, para nombrar a los
100
3) Debe ser realista en lo que concierne a personajes,
ambientación y atmósfera. Debe basarse en gente real en un
mundo real. Existe, indudablemente, un elemento de fantasía en la
historia policial. Al condensar tiempo y espacio, se viola lo
probable. De allí que, cuanto más exagerada sea la premisa básica,
más realista y exacto debe ser lo que proceda y mane de allí. Muy
pocos autores de obras policiales tienen algún talento para la
creación de personajes, pero eso no significa que eso es superfluo.
Los que dicen que el problema elimina todo los demás, están
tratando simplemente de ocultar la propia incapacidad para crear
personajes y atmósferas. El personaje puede ser creado de
2) La historia de misterio debe ser técnicamente sólida en lo que
diversas maneras: por el método subjetivo de introducirse en los
respecta a métodos de asesinato y detección. Nada de venenos
pensamientos y las emociones del personaje; por el método
fantásticos o de efectos indebidos, tal como muertes debidas a
objetivo o dramático, como sobre un escenario, es decir, a través
dosis inadecuadas, etc. Nada de silenciadores en los revólveres (no
de la aparición, la conducta, el lenguaje y las acciones del
darán resultado porque la cámara y el tambor no son contiguos),
personaje; y, según el caso, el método histórico en lo que se conoce
nada de serpientes que trepen por cuerdas de campana. Si el
ahora como estilo documental. Este último se puede aplicar en
detective es un policía entrenado, debe actuar como tal, y poseer
particular a la clase de novela de detectives que trata de apegarse
un equipo mental y físico adecuado a la tarea. Si es un investigador
lo más posible a los hechos y de transmitir tan poca emoción como
privado o un amateur debe tener conocimiento suficiente de los
un informe oficial. Pero, sea cual fuere el método, si se quiere
asuntos policiales de rutina como para no pasar por estúpido. La
conseguir cierta calidad, la creación de personajes se hace
historia de misterio debe tener en cuenta el nivel cultural de los
indispensable.
lectores; lo que resulta aceptable en Sherlock Holmes es
inaceptable en Sayers, Christie o Carter Dickson. 4) Aparte del elemento de misterio, el valor de una novela policial
debe originarse también en una historia sólida. Esta idea resulta
revolucionaria para la mayoría de los clasicistas, y de lo más
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odiosa para todos los creadores de segunda categoría. Es acertada, Hollywood: "No debe haber exposición sino bajo el calor, y que en
sin embargo. Es obvio que esto no sucedería si el único motivo de él se acabe". (Esto significa que una explicación debe estar siempre
interés para los lectores fuese la resolución del enigma. Las obras acompañada por algún tipo de acción, y que debe darse en
de misterio que han sobrevivido a través de los años tienen, pequeñas dosis más bien que toda de golpe.)
invariablemente, las cualidades de buena ficción. Las novelas
6) La novela policial se le debe escapar al lector razonablemente
policiales deben poseer color, vuelo y una cantidad aceptable de
inteligente. Éste, y el problema de la honestidad, son los dos
vigor. Se requiere una gran destreza técnica para compensar un
elementos más desconcertantes de la creación de obras policiales.
estilo aburrido, aunque, en ocasiones, el ardid se aplicara al revés,
Algunas de las mejores historias de detectives que se hayan escrito
especialmente en Inglaterra.
jamás no logran engañar al lector inteligente hasta el final (las de
5) La novela policial debe tener una estructura lo esencialmente Austin Freeman, por ejemplo). Pero una cosa es adivinar el
simple como para que ésta pueda explicarse con facilidad, si es que asesino, y otra muy distinta ser capaz de justificar la suposición
llega el caso. El desenlace ideal es aquél en que todo se hace claro por medio del razonamiento. Puesto que las mentes de los lectores
en un fugaz relámpago de acción. Ideas tan buenas como para no son las mismas, algunos adivinarán una solución hábilmente
conseguir esto son siempre raras, y el escritor que es capaz de escondida, mientras otros serán trampeados por el más
lograrlo una sola vez merece nuestra felicitación. No es necesario transparente de los argumentos. (¿Se podría no dar con The
que la explicación sea breve (salvo en el cine), y a menudo es Purloined Letter en cualquier actividad rutinaria de la policía
imposible que lo sea. Lo que importa es que sea interesante en sí moderna?)
misma, algo que el lector esté ansioso por oír, no una historia
Pero no es necesario, ni siquiera deseable, engañar al devoto
nueva con una serie de personajes nuevos o irreconocibles, traídos
verdadero de la ficción policial. Un misterio develado a medias es
de los pelos para justificar un argumento que hace agua. No tiene
de mayor intriga que uno en el cual el lector está absolutamente
que ser simplemente una colección abrumadoramente larga de
perplejo. Haber horadado un poco la niebla contribuye a la
circunstancias minuciosas que es imposible esperar que el lector
autoestima del lector. Lo esencial es que quede un poco de niebla
recuerde. No hay nada más difícil de administrar que una
al final para que la disperse el autor.
explicación. Es posible que, excepto para el devoto inmutable que
aguantará cualquier cosa, la mejor solución sea la regla de
102
7) La solución, una vez revelada, debe aparecer como inevitable. comprenden todas sus implicancias. ¿Qué es honestidad en este
Por lo menos la mitad de las novelas policiales publicadas respecto? No es suficiente exponer los hechos. Deben ser
quebrantan esta ley. Sus soluciones son no sólo no inevitables, sino expuestos con imparcialidad, y deben pertenecer a ese tipo de
que es muy obvio que han sido tramadas porque el autor se ha hechos a partir de los cuales puede funcionar la deducción. No se
dado cuenta de que el asesino original se ha vuelto demasiado deben ocultar al lector las claves más importantes, ni ninguna otra;
evidente. pero, además, no se las debe distorsionar por medio de falsos
énfasis. No hay que presentar hechos sin importancia de manera
8) La novela policial no debe tratar de hacer todo al mismo tiempo.
de hacerlos prodigiosos. Las inferencias a partir de hechos son
Si es una historia de resolución de enigma, funcionando en un frío
moneda corriente de un detective, pero deben revelar lo bastante
clima mental, no puede ser también una historia de aventuras
de su pensamiento como para mantener al lector pensando con él.
violentas o apasionado romance. Una atmósfera de terror destruye
La teoría básica de toda obra policial es que, en algún punto de su
el pensamiento lógico. Si se trata de una historia de tensiones
desarrollo, un lector de suficiente agudeza podría cerrar el libro y
psicológicas que conducen a la gente al asesinato, no puede incluir
develar la médula del desenlace. Pero esto implica más que la
también el análisis desapasionado de un investigador experto. El
mera posesión de los hechos; implica que se puede esperar que el
detective no puede ser héroe y amenaza al mismo tiempo; el
lector ordinario y lego saque de estos hechos conclusiones
asesino no puede ser una atormentada víctima de las
acertadas. No se puede imponer sobre el lector un conocimiento
circunstancias y también un villano sin remisión.
especial o raro, ni una memoria fuera de lo normal para los
9) La novela policial debe castigar al criminal de una manera u detalles insignificantes. Porque si éstos fueran necesarios, el lector
otra, sin que sea necesario que entren en funcionamiento las no tendría en realidad elementos para la solución, sino
cortes de justicia. Contrariamente a lo que se cree, esto no tiene simplemente los paquetes sin abrir en que éstos venían envueltos.
nada que ver con la moralidad. Es parte de la lógica de la forma.
Es, evidentemente, mucho más que una artimaña, aceptable o de
Sin esto, la historia es como una acorde sin resolución en música.
las otras, el que el detective resulte siendo el criminal, ya que, por
Deja un sentimiento de irritación.
tradición y definición, el detective es el que anda detrás de la
10) La novela policial debe ser razonablemente honesta con el verdad. El lector tiene siempre una garantía implícita de que el
lector. Esto se lo dice siempre, pero sólo raramente se detective es honrado, y esta regla debe ampliarse de modo de
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incluir a todo narrador en primera persona o a cualquier medianamente atento logre detectar al criminal, aunque se
personaje bajo cuyo punto de vista se narre la historia. La omisión necesite un especialista para arrojar completa luz sobre el crimen.
de hechos por parte del narrador como tal o por el autor, mientras
Debe añadirse para cerrar esta cuestión que el problema del juego
pasa por mostrar los hechos tal como los ve un particular
limpio de la novela policial es puramente profesional y artístico y
personaje, es un flagrante acto de deshonestidad. (Dos son las
que no tiene en absoluto un significado moral. El meollo de la
razones de que la violación de esta regla en The morder of
cuestión está en si se despistó al lector dentro de las reglas de
RogerAckroyd no me haya arrastrado a la indignación. La
juego limpio o si se usaron golpes bajos. No hay posibilidad de
deshonestidad se explica con mucho talento, y la organización de
perfección. La absoluta franqueza destruiría el misterio. Cuanto
la historia en su totalidad y de sus dramatis personae deja bien
mejor sea el escritor, más lejos irá con la verdad, y con mayor
claro que el narrador es el único asesino posible, de modo que
sutileza envolverá lo que no pueda decirse. Y este juego de
para el lector inteligente el desafío de la novela no es "¿Quién
destreza no sólo no tiene leyes morales, sino que cambia
cometió el asesinato?", sino "Seguime de cerca y agarrame si
constantemente las leyes por las que opera. Y tiene que hacerlo; el
podés".)
lector se hace día a día más astuto. Puede ser que en la época de
Se hace claro a esta altura que todo el problema de la Sherlock Holmes, si el mayordomo acechaba afuera de la ventana
deshonestidad es una cuestión de intención y énfasis. El lector de la biblioteca con algo cubriéndole la cabeza se hiciese
cuenta con ser engañado, pero no por una pavada. Sabe que puede sospechoso. Hoy en día esa conducta lo libraría de toda sospecha
interpretar mal alguna clave, pero no porque no fue capaz de de inmediato. Pues el lector contemporáneo no sólo se niega a
conocer a fondo química, geología, biología, patología, metalurgia y seguir tal fuego fatuo como cosa natural, sino que está en
media docena de otras ciencias. Sabe que puede olvidar algunos constante alerta ante los esfuerzos del escritor por hacerle dirigir
detalles que luego resultan ser importantes, pero no si los tiene la mirada hacia lo erróneo y pasar por alto lo acertado. Toda cosa
que recordar al precio de recordar mil trivialidades sin la más por la que se pasa ligeramente se vuelve sospechosa, todo
mínima importancia. Y si, como en algunas novelas de Austin personaje que no se menciona como sospechoso es sospechoso, y
Freeman, la cuestión de la prueba exacta depende del todo lo que hace al detective morder la punta de su bigote y
conocimiento científico, el lector cuenta con que un cerebro aparecer pensativo es debidamente dejado de lado por el lector
sagaz, sin que se le dé la menor importancia. A este escritor
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particular le parece a menudo que el único método 4) El interés por lo amoroso casi siempre debilita la obra policial,
razonablemente honesto y efectivo que queda de engañar al lector pues introduce un tipo de suspenso que resulta antagónico con la
es hacerle ejercitar la mente en los puntos erróneos, hacerle lucha precisamente, de las "especies" de la "novela policial", no es
resolver un misterio (puesto que está casi seguro de resolver algo) para del detective por resolver el problema. Las cartas ya están
que lo haga aterrizar en una senda secundaria, pero que toque sólo barajadas y, en nueve de diez casos, elimina por lo menos dos
tangencialmente el problema central. Y aun esto requiere una que sospechosos útiles. El único tipo efectivo de interés amoroso es el
otra trampita. que trae aparejado un riesgo personal para el detective pero que,
simultáneamente y de manera ¬instintiva, se siente como un mero
1) La perfecta obra policial no puede escribirse. Siempre hay que
episodio. Un detective verdaderamente bueno nunca se casa.
sacrificar algo. Se puede tener sólo un valor supremo. Ésta es mi
queja contra la novela deductiva. Su valor supremo es algo que no 5) La paradoja de la novela policial es que, mientras su estructura
existe: un problema que se resiste al tipo de análisis que un buen nunca, o en muy contadas ocasiones, resiste el examen riguroso de
abogado hace de un problema legal. No es que tales novelas una mente analítica, es precisamente en ese tipo de mente donde
carezcan de intriga, pero de ninguna manera pueden equilibrar sus despierta mayor interés. Existe, por supuesto, un tipo de lector
puntos flojos. sediento de sangre, así como existe un tipo de lector preocupado
con el personaje y el tipo ¬de la experiencia sexual vicaria. Pero,
2) Se ha dicho que "nadie se preocupa por el cadáver". Esto es un
considerados todos juntos, constituirían una minúscula minoría en
disparate; es desperdiciar un elemento valioso. Es como decir que
comparación con el tipo de lector sagaz, a quien le gustan las
el asesinato de una tía no importa más que el asesinato de un
historias de misterio justamente sus imperfecciones.
desconocido en una ciudad que jamás se ha visitado.
Es una forma que jamás ha sido realmente dominada, y los que
3) Una serie policial muy raramente da lugar a una buena novela.
profetizaron su decadencia y caída se han equivocado por esa
El efecto del telón reside en que no se dispone del próximo
misma razón. Puesto que nunca fue perfeccionada, su forma nunca
capítulo. Cuando se unen los capítulos, los momentos de falso
se volvió noción fija.
suspenso resultan engorrosos.
6) Muéstrame un hombre o una mujer que no puedan soportar las
poco desarrollada hasta nuestros días. No obstante, en la
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actualidad es obras policiales y me mostrarás a un tonto, un tonto novela policíaca tiene por objeto el pensar lógico y exige del lector
inteligente quizá, pero tonto al fin. un pensar lógico. Está cerca del crucigrama, en este sentido.

Por consiguiente, tiene un esquema y esgrime su fuerza en la


variación. Ningún autor de novelas policíacas sentirá el menor
Consumo, placer, lectura escrúpulo en situar su asesinato en la sala de biblioteca de una
quinta de recreo propiedad de un lord, aunque es de lo más poco
Bertold Brecht
original. Los caracteres raramente varían y motivos para el

Brecht, Bertold. "De la popularidad de la novela policíaca" en El compromiso en asesinato los hay muy pocos. Ni en la creación de nuevos
literatura y arte. Barcelona, Península, 1973.
personajes ni en el hallazgo de nuevos motivos para el hecho
Sin duda alguna la novela policíaca muestra todas las invierte el buen escritor policíaco mucho talento o reflexión. No es
características de una rama floreciente de la literatura. En las eso lo que interesa. Quien al enterarse de que la décima parte de
encuestas periódicas sobre los "bestsellers", ciertamente, apenas los asesinatos ocurre en un patio rectoral exclama: "¡Siempre lo
se la menciona, pero de ahí no hay que inferir en modo aluno que mismo!", es que no ha comprendido la novela policíaca. De la
no se cuente entre la "literatura". Es mucho más probable que la misma manera podría exclamar en el teatro al levantar el telón:
gran masa realmente siga prefiriendo la novela psicológica y que la
novela policíaca sea únicamente exaltada por una comunidad de
aficionados, numéricamente poderosa, aunque no abrumadora.
Entre éstos, no obstante, la lectura de novelas policíacas ha
tomado el carácter y la fuerza de una costumbre. Una costumbre
intelectual.

No se puede llamar con la misma seguridad ocupación intelectual a


la lectura de novelas psicológicas (¿o habrá que decir literarias?),
pues la novela psicológica (literaria) se abre al lector a través de
unas operaciones esencialmente distintas del pensar lógico. La "¡Siempre lo mismo!". La originalidad está en otra cosa. El hecho
de que una característica de la novela policíaca sea la variación de
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elementos más o menos fijos es incluso lo que confiere a todo el físicos. Primero se toma nota de ciertos hechos. Tenemos un
género su nivel estético. Es uno de los rasgos de una rama culta de cadáver. El reloj está roto y señala las dos. El ama de llaves tiene
la literatura. una tía rebosante de salud. El cielo esa noche estaba nublado.
Etcétera, etcétera. Luego se levantan hipótesis de trabajo que
Por lo demás, el "siempre lo mismo" del profano se basa en el
abarquen los hechos. Al añadir nuevos hechos o al perder su valor
mismo error que el juicio del hombre blanco, que dice que todos
otros ya anotados, nace la necesidad imperiosa de buscar una
los negros se parecen. Hay gran número de esquemas para la
nueva hipótesis de trabajo. Por último viene la prueba de la
novela policíaca, sólo es importante que sean esquemas.
hipótesis: el experimento. Si la tesis es buena, el asesino tiene que
Como el mundo mismo, la novela policíaca está en manos de los salir en tal y tal momento y en tal y tal lugar. Es decisivo no
ingleses. El código de la novela policíaca inglesa es el más rico y desarrollar las acciones a partir de los personajes, sino los
homogéneo. Goza de las reglas más estrictas, y éstas están personajes a partir de las acciones. Uno ve a la gente actuar, en
consignadas en buenos ensayos literarios. Los americanos tienen fragmentos. Sus motivos son dudosos y tienen que descubrirse por
esquemas mucho más débiles y se hacen culpables, desde el punto lógica. Como hipótesis decisiva de sus acciones se toman sus
de vista inglés, de ir a la caza de originalidad. Sus asesinatos intereses, y casi exclusivamente sus intereses materiales. Son éstos
ocurren en serie y tienen carácter de epidemia. En ocasiones sus lo que se busca.
novelas decaen en obras efectistas, es decir el efecto (thrill) ya no
Se ve aquí la aproximación al punto de vista científico y la enorme
es espiritual, sino puramente nervioso.
distancia con respecto a la novela psicológica introspectiva. Todo
La buena novela policíaca inglesa es ante todo fair. Demuestra el sistema de concepción del escritor de novelas policíacas está
robustez moral. To play the game es cuestión de honor. El lector influido por la ciencia.
no es engañado, se le somete todo el material antes de que el
Podemos mencionar aquí el hecho de que también en la novela
detective resuelva el enigma. Se lo pone en condiciones de
literaria moderna, en Joyce y Dos Passos, hay que constatar un
acometer él mismo la solución.
cisma evidente entre psicología subjetiva y objetiva y que incluso
Es asombroso hasta qué punto el esquema fundamental de la en el reciente verismo americano afloran tales tendencias, aunque
buena novela policíaca recuerda el método de trabajo de nuestros en este caso podía tratarse nuevamente de regresiones.

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Naturalmente hay que guardarse de apreciaciones estéticas para directo para descubrir su moral. Y así nos quedamos en la
ver la relación entre las obras sumamente complicadas de Joyce, pesquisa del nexo causal.
Döblin y Dos Passos y la novela policíaca de Sayers, Freeman y
Fijar la causalidad de las acciones humanas es el placer intelectual
Rhode. Si, sin embargo, se ve la relación, se descubre que la novela
principal que nos ofrece la novela policíaca.
policíaca, con todo su primitivismo (no sólo de tipo estético),
satisface las necesidades de los hombres de una época científica Las dificultades de nuestros físicos en el campo de la causalidad las
incluso más que las obras de vanguardia. encontramos indudablemente por doquier en nuestra vida
cotidiana, pero no en la novela policíaca. En la vida cotidiana, por
Nos divierte la manera como el escritor de novelas policíacas
lo que a situaciones sociales se refiere, tenemos que conformamos
consigue de nosotros juicios lógicos, obligándonos a abandonar
con una causalidad estadística, al igual que los físicos en
nuestros prejuicios. Tiene que dominar para ello el arte de la
determinados campos. En todas las cuestiones existenciales, quizá
seducción. Tiene que dotar a las personas involucradas en el
con la única excepción de las más primitivas, tenemos que
asesinato tanto de rasgos poco simpáticos como de rasgos
contentarnos con cálculos de probabilidad. El que con tales y tales
atractivos. Tiene que provocar nuestros prejuicios. El viejo
conocimientos obtengamos tal y tal colocación, es algo que puede
botánico filantrópico no puede ser el asesino, nos hace exclamar.
ser sumamente probable. Ni siquiera para nuestras propias
De un jardinero con antecedentes penales dos veces por caza
decisiones podemos aducir motivos unívocos, y menos aún para
furtiva, se puede creer todo, nos hace suspirar. Nos induce a error
las de otros.
con sus descripciones de caracteres.
Las ocasiones que encontramos son extraordinariamente confusas,
Advertidos mil veces (con la lectura de mil novelas policíacas)
veladas, borrosas. La ley de la causalidad funciona muy a medias.
siempre olvidamos de nuevo que sólo el motivo y la ocasión
deciden Son siempre las circunstancias sociales que hacen posible En la novela policíaca vuelve a funcionar: algunos ardides allanan
o necesario el crimen: violentan el carácter, de la misma manera las fuentes de perturbación. El campo visual está hábilmente
que lo han formado. Naturalmente, el asesino es una mala persona, comprimido. Las conclusiones se hacen posteriormente, partiendo
pero para descubrir esto tenemos precisamente que poder de las catástrofes. De esta manera nos colocamos en una posición,
colgarle el asesinato. La novela policíaca no señala un camino más desde luego muy favorable a la especulación.

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Al mismo tiempo podemos utilizar en ellas un raciocinio que la reflexión que pueden poner en práctica con fruición en la novela
vida ha ido desarrollando en nosotros. policíaca. La existencia depende de factores desconocidos. "Debe
de haber sucedido algo", "algo se está fraguando", "se ha
Llegamos a un punto esencial de nuestro pequeño estudio de por
producido una situación"; esto sienten, y el espíritu sale de
qué las operaciones intelectuales, que la novela policíaca nos
patrulla. Pero la claridad no llega hasta después de la catástrofe, si
facilita, son tan enormemente populares en nuestro tiempo.
es que llega. El asesinato ha ocurrido. Pero ¿qué se ha estado
Hacemos nuestras experiencias en la vida de forma catastrófica. fraguando antes? ¿Qué había sucedido? ¿Qué situación se había
De las catástrofes tenemos que deducir el modo como funciona producido? Bien, tal vez pueda deducirse.
nuestra vida social en común. En relación con las crisis,
Este punto puede no ser el decisivo, posiblemente no es más que
depresiones, revoluciones y guerras tenemos que inferir,
un punto entre otros. La popularidad de la novela policíaca tiene
pensando, la "inside story". Ya con la lectura de los periódicos
muchas causas. De todos modos ésta me parece una de las más
(pero también de las facturas, cartas de despido, órdenes de
interesantes.
alistamiento, etc.) percibimos que alguien debe de haber hecho
algo para que aconteciera la catástrofe que está a la vista. ¿Qué ha
hecho, pues, alguien, y quién ha sido? Detrás de los
acontecimientos que nos comunican sospechamos otros hechos
que no nos comunican. Son los verdaderos acontecimientos. Sólo si
los supiéramos, comprenderíamos.

Sólo la historia puede ilustrarnos acerca de estos verdaderos


acontecimientos en la medida que sus actores no consiguen
mantenerlos en absoluto secreto. La historia se escribe después de
las catástrofes.

Esta situación de base en que se encuentran los intelectuales, de


ser objetos y no sujetos de la historia, desarrolla el tipo de

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