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que, para aquel que las posee en alto grado, son fuente del más vivo

Antología de cuentos policiales goce. Así como el hombre robusto se complace en su destreza física
y se deleita con aquellos ejercicios que reclaman la acción de sus
Literatura músculos, así el analista halla su placer en esa actividad del espíritu
consistente en desenredar. Goza incluso con las ocupaciones más
5° Año triviales, siempre que pongan en juego su talento. Le encantan los
enigmas, los acertijos, los jeroglíficos, y al solucionarlos muestra un
2024 grado de perspicacia que, para la mente ordinaria, parece
sobrenatural. Sus resultados, frutos del método en su forma más
esencial y profunda, tienen todo el aire de una intuición. La facultad
Los crímenes de la Rue Morgue de resolución se ve posiblemente muy vigorizada por el estudio de
las matemáticas, y en especial por su rama más alta, que,
Edgar Allan Poe injustamente y tan sólo a causa de sus operaciones retrógradas, se
denomina análisis, como si se tratara del análisis par excellence.

La canción que cantaban las sirenas, o Calcular, sin embargo, no es en sí mismo analizar. Un jugador de
el nombre que adoptó Aquiles cuando ajedrez, por ejemplo, efectúa lo primero sin esforzarse en lo
se escondió entre las mujeres, son segundo. De ahí se sigue que el ajedrez, por lo que concierne a sus
cuestiones enigmáticas, pero que no se efectos sobre la naturaleza de la inteligencia, es apreciado
hallan más allá de toda conjetura. erróneamente. No he de escribir aquí un tratado, sino que me limito
Sir Thomas Browne
a prologar un relato un tanto singular, con algunas observaciones
pasajeras; aprovecharé por eso la oportunidad para afirmar que el
Las características de la
máximo grado de la reflexión se ve puesto a prueba por el modesto
inteligencia que suelen calificarse
juego de damas en forma más intensa y beneficiosa que por toda la
de analíticas son en sí mismas poco
estudiada frivolidad del ajedrez. En este último, donde las piezas
susceptibles de análisis. Sólo las
tienen movimientos diferentes y singulares, con varios y variables
apreciamos a través de sus resultados. Entre otras cosas sabemos
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valores, lo que sólo resulta complejo es equivocadamente dejando de lado, por frívolo, al ajedrez. Sin duda alguna, nada existe
confundido (error nada insólito) con lo profundo. Aquí se trata, en ese orden que ponga de tal modo a prueba la facultad analítica.
sobre todo, de la atención. Si ésta cede un solo instante, se comete El mejor ajedrecista de la cristiandad no puede ser otra cosa que el
un descuido que da por resultado una pérdida o la derrota. Como mejor ajedrecista, pero la eficiencia en el whist implica la capacidad
los movimientos posibles no sólo son múltiples sino intrincados, las para triunfar en todas aquellas empresas más importantes donde la
posibilidades de descuido se multiplican y, en nueve casos de cada mente se enfrenta con la mente. Cuando digo eficiencia, aludo a esa
diez, triunfa el jugador concentrado y no el más penetrante. En las perfección en el juego que incluye la aprehensión de todas las
damas, por el contrario, donde hay un solo movimiento y las posibilidades mediante las cuales se puede obtener legítima
variaciones son mínimas, las probabilidades de inadvertencia ventaja. Estas últimas no sólo son múltiples sino multiformes, y con
disminuyen, lo cual deja un tanto de lado a la atención, y las ventajas frecuencia yacen en capas tan profundas del pensar que el
obtenidas por cada uno de los adversarios provienen de una entendimiento ordinario es incapaz de alcanzarlas. Observar con
perspicacia superior. atención equivale a recordar con claridad; en ese sentido, el
ajedrecista concentrado jugará bien al whist, en tanto que las reglas
Para hablar menos abstractamente, supongamos una partida de
de Hoyle (basadas en el mero mecanismo del juego) son
damas en la que las piezas se reducen a cuatro y donde, como es
comprensibles de manera general y satisfactoria. Por tanto, el hecho
natural, no cabe esperar el menor descuido. Obvio resulta que (si
de tener una memoria retentiva y guiarse por «el libro» son las
los jugadores tienen fuerza pareja) sólo puede decidir la victoria
condiciones que por regla general se consideran como la suma del
algún movimiento sutil, resultado de un penetrante esfuerzo
buen jugar. Pero la habilidad del analista se manifiesta en
intelectual. Desprovisto de los recursos ordinarios, el analista
cuestiones que exceden los límites de las meras reglas. Silencioso,
penetra en el espíritu de su oponente, se identifica con él y con
procede a acumular cantidad de observaciones y deducciones.
frecuencia alcanza a ver de una sola ojeada el único método (a veces
Quizá sus compañeros hacen lo mismo, y la mayor o menor
absurdamente sencillo) por el cual puede provocar un error o
proporción de informaciones así obtenidas no reside tanto en la
precipitar a un falso cálculo.
validez de la deducción como en la calidad de la observación. Lo
Hace mucho que se ha reparado en el whist por su influencia sobre necesario consiste en saber qué se debe observar. Nuestro jugador
lo que da en llamarse la facultad del cálculo, y hombres del más no se encierra en sí mismo; ni tampoco, dado que su objetivo es el
excelso intelecto se han complacido en él de manera indescriptible,
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juego, rechaza deducciones procedentes de elementos externos a asignado un órgano aparte, considerándola una facultad primordial,
éste. Examina el semblante de su compañero, comparándolo ha sido observada con tanta frecuencia en personas cuyo intelecto
cuidadosamente con el de cada uno de sus oponentes. Considera el lindaba con la idiotez, que ha provocado las observaciones de los
modo con que cada uno ordena las cartas en su mano; a menudo estudiosos del carácter. Entre el ingenio y la aptitud analítica existe
cuenta las cartas ganadoras y las adicionales por la manera con que una diferencia mucho mayor que entre la fantasía y la imaginación,
sus tenedores las contemplan. Advierte cada variación de fisonomía pero de naturaleza estrictamente análoga. En efecto, cabe observar
a medida que avanza el juego, reuniendo un capital de ideas nacidas que los ingeniosos poseen siempre mucha fantasía mientras que el
de las diferencias de expresión correspondientes a la seguridad, la hombre verdaderamente imaginativo es siempre un analista.
sorpresa, el triunfo o la contrariedad. Por la manera de levantar una
El relato siguiente representará para el lector algo así como un
baza juzga si la persona que la recoge será capaz de repetirla en el
comentario de las afirmaciones qe anteceden.
mismo palo. Reconoce la jugada fingida por la manera con que se
arrojan las cartas sobre el tapete. Una palabra casual o descuidada, Mientras residía en París, durante la primavera y parte del verano

la caída o vuelta accidental de una carta, con la consiguiente de 18…, me relacioné con un cierto C. Auguste Dupin. Este joven

ansiedad o negligencia en el acto de ocultarla, la cuenta de las bazas, caballero procedía de una familia excelente -y hasta ilustre-, pero

con el orden de su disposición, el embarazo, la vacilación, el apuro una serie de desdichadas circunstancias lo habían reducido a tal

o el temor… todo ello proporciona a su percepción, aparentemente pobreza que la energía de su carácter sucumbió ante la desgracia,

intuitiva, indicaciones sobre la realidad del juego. Jugadas dos o tres llevándolo a alejarse del mundo y a no preocuparse por recuperar

manos, conoce perfectamente las cartas de cada uno, y desde ese su fortuna. Gracias a la cortesía de sus acreedores le quedó una

momento utiliza las propias con tanta precisión como si los otros pequeña parte del patrimonio, y la renta que le producía bastaba,

jugadores hubieran dado vuelta a las suyas. mediante una rigurosa economía, para subvenir a sus necesidades,
sin preocuparse de lo superfluo. Los libros constituían su solo lujo,
El poder analítico no debe confundirse con el mero ingenio, ya que
y en París es fácil procurárselos.
si el analista es por necesidad ingenioso, con frecuencia el hombre
ingenioso se muestra notablemente incapaz de analizar. La facultad Nuestro primer encuentro tuvo lugar en una oscura librería de la

constructiva o combinatoria por la cual se manifiesta habitualmente rue Montmartre, donde la casualidad de que ambos anduviéramos

el ingenio, y a la que los frenólogos (erróneamente, a mi juicio) han en busca de un mismo libro -tan raro como notable- sirvió para

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aproximarnos. Volvimos a encontrarnos una y otra vez. Me sentí Una rareza de mi amigo (¿qué otro nombre darle?) consistía en
profundamente interesado por la menuda historia de familia que amar la noche por la noche misma; a esta bizarrerie, como a todas
Dupin me contaba detalladamente, con todo ese candor a que se las otras, me abandoné a mi vez sin esfuerzo, entregándome a sus
abandona un francés cuando se trata de su propia persona. Me extraños caprichos con perfecto abandono. La negra divinidad no
quedé asombrado, al mismo tiempo, por la extraordinaria amplitud podía permanecer siempre con nosotros, pero nos era dado
de su cultura; pero, sobre todo, sentí encenderse mi alma ante el imitarla. A las primeras luces del alba, cerrábamos las pesadas
exaltado fervor y la vívida frescura de su imaginación. Dado lo que persianas de nuestra vieja casa y encendíamos un par de bujías que,
yo buscaba en ese entonces en París, sentí que la compañía de un fuertemente perfumadas, sólo lanzaban débiles y mortecinos rayos.
hombre semejante me resultaría un tesoro inestimable, y no vacilé Con ayuda de ellas ocupábamos nuestros espíritus en soñar,
en decírselo. Quedó por fin decidido que viviríamos juntos durante leyendo, escribiendo o conversando, hasta que el reloj nos advertía
mi permanencia en la ciudad, y, como mi situación financiera era la llegada de la verdadera oscuridad. Salíamos entonces a la calle
algo menos comprometida que la suya, logré que quedara a mi tomados del brazo, continuando la conversación del día o vagando
cargo alquilar y amueblar -en un estilo que armonizaba con la al azar hasta muy tarde, mientras buscábamos entre las luces y las
melancolía un tanto fantástica de nuestro carácter- una decrépita y sombras de la populosa ciudad esa infinidad de excitantes
grotesca mansión abandonada a causa de supersticiones sobre las espirituales que puede proporcionar la observación silenciosa.
cuales no inquirimos, y que se acercaba a su ruina en una parte
En esas oportunidades, no dejaba yo de reparar y admirar (aunque
aislada y solitaria del Faubourg Saint-Germain.
dada su profunda idealidad cabía esperarlo) una peculiar aptitud
Si nuestra manera de vivir en esa casa hubiera llegado al analítica de Dupin. Parecía complacerse especialmente en
conocimiento del mundo, éste nos hubiera considerado como locos ejercitarla -ya que no en exhibirla- y no vacilaba en confesar el
-aunque probablemente como locos inofensivos-. Nuestro placer que le producía. Se jactaba, con una risita discreta, de que
aislamiento era perfecto. No admitíamos visitantes. El lugar de frente a él la mayoría de los hombres tenían como una ventana por
nuestro retiro era un secreto celosamente guardado para mis la cual podía verse su corazón y estaba pronto a demostrar sus
antiguos amigos; en cuanto a Dupin, hacía muchos años que había afirmaciones con pruebas tan directas como sorprendentes del
dejado de ver gentes o de ser conocido en París. Sólo vivíamos para íntimo conocimiento que de mí tenía. En aquellos momentos su
nosotros. actitud era fría y abstraída; sus ojos miraban como sin ver, mientras
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su voz, habitualmente de un rico registro de tenor, subía a un falsete crédito a mis sentidos. ¿Cómo es posible que haya sabido que yo
que hubiera parecido petulante de no mediar lo deliberado y lo estaba pensando en…?
preciso de sus palabras. Al observarlo en esos casos, me ocurría
Aquí me detuve, para asegurarme sin lugar a dudas de si realmente
muchas veces pensar en la antigua filosofía del alma doble, y me
sabía en quién estaba yo pensando.
divertía con la idea de un doble Dupin: el creador y el analista.
-En Chantilly -dijo Dupin-. ¿Por qué se interrumpe? Estaba usted
No se suponga, por lo que llevo dicho, que estoy circunstanciando
diciéndose que su pequeña estatura le veda los papeles trágicos.
algún misterio o escribiendo una novela. Lo que he referido de mi
amigo francés era tan sólo el producto de una inteligencia excitada Tal era, exactamente, el tema de mis reflexiones. Chantilly era un ex

o quizá enferma. Pero el carácter de sus observaciones en el curso remendón de la rue Saint-Denis que, apasionado por el teatro, había

de esos períodos se apreciará con más claridad mediante un encarnado el papel de Jerjes en la tragedia homónima de Crébillon,

ejemplo. logrando tan sólo que la gente se burlara de él.

Errábamos una noche por una larga y sucia calle, en la vecindad del -En nombre del cielo -exclamé-, dígame cuál es el método… si es que

Palais Royal. Sumergidos en nuestras meditaciones, no habíamos hay un método… que le ha permitido leer en lo más profundo de mí.

pronunciado una sola sílaba durante un cuarto de hora por lo En realidad, me sentía aún más asombrado de lo que estaba
menos. Bruscamente, Dupin pronunció estas palabras: dispuesto a reconocer.

-Sí, es un hombrecillo muy pequeño, y estaría mejor en el Théâtre -El frutero -replicó mi amigo- fue quien lo llevó a la conclusión de
des Variétés. que el remendón de suelas no tenía estatura suficiente para Jerjes

-No cabe duda -repuse inconscientemente, sin advertir (pues tan et id genus omne.

absorto había estado en mis reflexiones) la extraordinaria forma en -¡El frutero! ¡Me asombra usted! No conozco ningún frutero.
que Dupin coincidía con mis pensamientos. Pero, un instante
-El hombre que tropezó con usted cuando entrábamos en esta
después, me di cuenta y me sentí profundamente asombrado.
calle… hará un cuarto de hora.
-Dupin -dije gravemente-, esto va más allá de mi comprensión. Le
Recordé entonces que un frutero, que llevaba sobre la cabeza una
confieso sin rodeos que estoy atónito y que apenas puedo dar
gran cesta de manzanas, había estado a punto de derribarme
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accidentalmente cuando pasábamos de la rue C… a la que correspondiente a un pedazo de la calle en reparación. Usted pisó
recorríamos ahora. Pero me era imposible comprender qué tenía una de las piedras sueltas, resbaló, torciéndose ligeramente el
eso que ver con Chantilly. tobillo; mostró enojo o malhumor, murmuró algunas palabras, se
volvió para mirar la pila de adoquines y siguió andando en silencio.
-Se lo explicaré -me dijo Dupin, en quien no había la menor partícula
Yo no estaba especialmente atento a sus actos, pero en los últimos
de charlatanerie- y, para que pueda comprender claramente,
tiempos la observación se ha convertido para mí en una necesidad.
remontaremos primero el curso de sus reflexiones desde el
momento en que le hablé hasta el de su choque con el frutero en »Mantuvo usted los ojos clavados en el suelo, observando con aire
cuestión. Los eslabones principales de la cadena son los siguientes: quisquilloso los agujeros y los surcos del pavimento (por lo cual
Chantilly, Orión, el doctor Nichols, Epicuro, la estereotomía, el comprendí que seguía pensando en las piedras), hasta que llegamos
pavimento, el frutero. al pequeño pasaje llamado Lamartine, que con fines experimentales
ha sido pavimentado con bloques ensamblados y remachados. Aquí
Pocas personas hay que, en algún momento de su vida, no se hayan
su rostro se animó y, al notar que sus labios se movían, no tuve
entretenido en remontar el curso de las ideas mediante las cuales
dudas de que murmuraba la palabra “estereotomía”, término que se
han llegado a alguna conclusión. Con frecuencia, esta tarea está
ha aplicado pretenciosamente a esta clase de pavimento. Sabía que
llena de interés, y aquel que la emprende se queda asombrado por
para usted sería imposible decir “estereotomía” sin verse llevado a
la distancia aparentemente ilimitada e inconexa entre el punto de
pensar en átomos y pasar de ahí a las teorías de Epicuro; ahora bien,
partida y el de llegada.
cuando discutimos no hace mucho este tema, recuerdo haberle
¡Cuál habrá sido entonces mi asombro al oír las palabras que hecho notar de qué curiosa manera -por lo demás desconocida- las
acababa de pronunciar Dupin y reconocer que correspondían a la vagas conjeturas de aquel noble griego se han visto confirmadas en
verdad! la reciente cosmogonía de las nebulosas; comprendí, por tanto, que

-Si no me equivoco -continuó él-, habíamos estado hablando de usted no dejaría de alzar los ojos hacia la gran nebulosa de Orión, y

caballos justamente al abandonar la rue C… Éste fue nuestro último estaba seguro de que lo haría. Efectivamente, miró usted hacia lo

tema de conversación. Cuando cruzábamos hacia esta calle, un alto y me sentí seguro de haber seguido correctamente sus pasos

frutero que traía una gran canasta en la cabeza pasó rápidamente a hasta ese momento. Pero en la amarga crítica a Chantilly que

nuestro lado y le empaló a usted contra una pila de adoquines apareció en el Musée de ayer, el escritor satírico hace algunas
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penosas alusiones al cambio de nombre del remendón antes de finalmente la puerta con una ganzúa y ocho o diez vecinos
calzar los coturnos, y cita un verso latino sobre el cual hemos penetraron en compañía de dos gendarmes. Por ese entonces los
hablado muchas veces. Me refiero al verso: gritos habían cesado, pero cuando el grupo remontaba el primer
tramo de la escalera se oyeron dos o más voces que discutían
Perdidit antiquum litera prima sonum.
violentamente y que parecían proceder de la parte superior de la
»Le dije a usted que se refería a Orión, que en un tiempo se escribió casa. Al llegar al segundo piso, las voces callaron a su vez, reinando
Urión; y dada cierta acritud que se mezcló en aquella discusión, una profunda calma. Los vecinos se separaron y empezaron a
estaba seguro de que usted no la había olvidado. Era claro, pues, que recorrer las habitaciones una por una. Al llegar a una gran cámara
no dejaría de combinar las dos ideas de Orión y Chantilly. Que así lo situada en la parte posterior del cuarto piso (cuya puerta, cerrada
hizo, lo supe por la sonrisa que pasó por sus labios. Pensaba usted por dentro con llave, debió ser forzada), se vieron en presencia de
en la inmolación del pobre zapatero. Hasta ese momento había un espectáculo que les produjo tanto horror como estupefacción.
caminado algo encorvado, pero de pronto le vi erguirse en toda su
»EL aposento se hallaba en el mayor desorden: los muebles, rotos,
estatura. Me sentí seguro de que estaba pensando en la diminuta
habían sido lanzados en todas direcciones. El colchón del único
figura de Chantilly. Y en este punto interrumpí sus meditaciones
lecho aparecía tirado en mitad del piso. Sobre una silla había una
para hacerle notar que, en efecto, el tal Chantilly era muy pequeño
navaja manchada de sangre. Sobre la chimenea aparecían dos o tres
y que estaría mejor en el Théâtre des Variétés.
largos y espesos mechones de cabello humano igualmente
Poco tiempo después de este episodio, leíamos una edición empapados en sangre y que daban la impresión de haber sido
nocturna de la Gazette des Tribunaux cuando los siguientes arrancados de raíz. Se encontraron en el piso cuatro napoleones, un
párrafos atrajeron nuestra atención: aro de topacio, tres cucharas grandes de plata, tres más pequeñas

«EXTRAÑOS ASESINATOS.-Esta mañana, hacia las tres, los de métal d’Alger, y dos sacos que contenían casi cuatro mil francos

habitantes del quartier Saint-Roch fueron arrancados de su sueño en oro. Los cajones de una cómoda situada en un ángulo habían sido

por los espantosos alaridos procedentes del cuarto piso de una casa abiertos y aparentemente saqueados, aunque quedaban en ellos

situada en la rue Morgue, ocupada por madame L’Espanaye y su numerosas prendas. Descubrióse una pequeña caja fuerte de hierro

hija, mademoiselle Camille L’Espanaye. Como fuera imposible debajo de la cama (y no del colchón). Estaba abierta y con la llave

lograr el acceso a la casa, después de perder algún tiempo, se forzó


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en la cerradura. No contenía nada, aparte de unas viejas cartas y La edición del día siguiente contenía los siguientes detalles
papeles igualmente sin importancia. adicionales:

»No se veía huella alguna de madame L’Espanaye, pero al notarse la «La tragedia de la rue Morgue.-Diversas personas han sido
presencia de una insólita cantidad de hollín al pie de la chimenea se interrogadas con relación a este terrible y extraordinario suceso,
procedió a registrarla, encontrándose (¡cosa horrible de describir!) pero nada ha trascendido que pueda arrojar alguna luz sobre él.
el cadáver de su hija, cabeza abajo, el cual había sido metido a la Damos a continuación las declaraciones obtenidas:
fuerza en la estrecha abertura y considerablemente empujado hacia
»Pauline Dubourg, lavandera, manifiesta que conocía desde hacía
arriba. El cuerpo estaba aún caliente. Al examinarlo se advirtieron
tres años a las dos víctimas, de cuya ropa se ocupaba. La anciana y
en él numerosas excoriaciones, producidas, sin duda, por la
su hija parecían hallarse en buenos términos y se mostraban
violencia con que fuera introducido y por la que requirió arrancarlo
sumamente cariñosas entre sí. Pagaban muy bien. No sabía nada
de allí. Veíanse profundos arañazos en el rostro, y en la garganta
sobre su modo de vida y sus medios de subsistencia. Creía que
aparecían contusiones negruzcas y profundas huellas de uñas,
madame L. decía la buenaventura. Pasaba por tener dinero
como si la víctima hubiera sido estrangulada.
guardado. Nunca encontró a otras personas en la casa cuando iba a
»Luego de una cuidadosa búsqueda en cada porción de la casa, sin buscar la ropa o la devolvía. Estaba segura de que no tenían ningún
que apareciera nada nuevo, los vecinos se introdujeron en un criado o criada. Opinaba que en la casa no había ningún mueble,
pequeño patio pavimentado de la parte posterior del edificio y salvo en el cuarto piso.
encontraron el cadáver de la anciana señora, la cual había sido
»Pierre Moreau, vendedor de tabaco, declara que desde hace cuatro
degollada tan salvajemente que, al tratar de levantar el cuerpo, la
años vendía regularmente pequeñas cantidades de tabaco y de rapé
cabeza se desprendió del tronco. Horribles mutilaciones aparecían
a madame L’Espanaye. Nació en la vecindad y ha residido siempre
en la cabeza y en el cuerpo, y este último apenas presentaba forma
en ella. La extinta y su hija ocupaban desde hacía más de seis años
humana.
la casa donde se encontraron los cadáveres. Anteriormente vivía en
»Hasta el momento no se ha encontrado la menor clave que permita ella un joyero, que alquilaba las habitaciones superiores a diversas
solucionar tan horrible misterio.» personas. La casa era de propiedad de madame L., quien se sintió
disgustada por los abusos que cometía su inquilino y ocupó

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personalmente la casa, negándose a alquilar parte alguna. La primer descanso oyó dos voces que discutían con fuerza y
anciana señora daba señales de senilidad. El testigo vio a su hija agriamente; una de ellas era ruda y la otra mucho más aguda y muy
unas cinco o seis veces durante esos seis años. Ambas llevaban una extraña. Pudo entender algunas palabras provenientes de la
vida muy retirada y pasaban por tener dinero. Había oído decir a los primera voz, que correspondía a un francés. Estaba seguro de que
vecinos que madame L. decía la buenaventura, pero no lo creía. no se trataba de una voz de mujer. Pudo distinguir las palabras
Nunca vio entrar a nadie, salvo a la anciana y su hija, a un mozo de sacré y diable. La voz más aguda era de un extranjero. No podría
servicio que estuvo allí una o dos veces, y a un médico que hizo ocho asegurar si se trataba de un hombre o una mujer. No entendió lo que
o diez visitas. decía, pero tenía la impresión de que hablaba en español. El estado
de la habitación y de los cadáveres fue descrito por el testigo en la
»Muchos otros vecinos han proporcionado testimonios
misma forma que lo hicimos ayer.
coincidentes. No se ha hablado de nadie que frecuentara la casa. Se
ignora si madame L. y su hija tenían parientes vivos. Pocas veces se »Henri Duval, vecino, de profesión platero, declara que formaba
abrían las persianas de las ventanas delanteras. Las de la parte parte del primer grupo que entró en la casa. Corrobora en general
posterior estaban siempre cerradas, salvo las de la gran habitación la declaración de Muset. Tan pronto forzaron la puerta, volvieron a
en la parte trasera del cuarto piso. La casa se hallaba en excelente cerrarla para mantener alejada a la muchedumbre, que, pese a lo
estado y no era muy antigua. avanzado de la hora, se estaba reuniendo rápidamente. El testigo
piensa que la voz más aguda pertenecía a un italiano. Está seguro de
»Isidore Muset, gendarme, declara que fue llamado hacia las tres de
que no se trataba de un francés. No puede asegurar que se tratara
la mañana y que, al llegar a la casa, encontró a unas veinte o treinta
de una voz masculina. Pudo ser la de una mujer. No está
personas reunidas que se esforzaban por entrar. Violentó
familiarizado con la lengua italiana. No alcanzó a distinguir las
finalmente la entrada (con una bayoneta y no con una ganzúa). No
palabras, pero por la entonación está convencido de que quien
le costó mucho abrirla, pues se trataba de una puerta de dos
hablaba era italiano. Conocía a madame L. y a su hija. Había
batientes que no tenía pasadores ni arriba ni abajo. Los alaridos
conversado frecuentemente con ellas. Estaba seguro de que la voz
continuaron hasta que se abrió la puerta, cesando luego de golpe.
aguda no pertenecía a ninguna de las difuntas.
Parecían gritos de persona (o personas) que sufrieran los más
agudos dolores; eran gritos agudos y prolongados, no breves y »Odenheimer, restaurateur. Este testigo se ofreció voluntariamente
precipitados. El testigo trepó el primero las escaleras. Al llegar al a declarar. Como no habla francés, testimonió mediante un
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intérprete. Es originario de Amsterdam. Pasaba frente a la casa retiró. No vio a persona alguna en la calle en ese momento. Se trata
cuando se oyeron los gritos. Duraron varios minutos, de una calle poco importante, muy solitaria.
probablemente diez. Eran prolongados y agudos, tan horribles
»William Bird, sastre, declara que formaba parte del grupo que
como penosos de oír. El testigo fue uno de los que entraron en el
entró en la casa. Es de nacionalidad inglesa. Lleva dos años de
edificio. Corroboró las declaraciones anteriores en todos sus
residencia en París. Fue uno de los primeros en subir las escaleras.
detalles, salvo uno. Estaba seguro de que la voz más aguda
Oyó voces que disputaban. La más ruda era la de un francés. Pudo
pertenecía a un hombre y que se trataba de un francés. No pudo
distinguir varias palabras, pero ya no las recuerda todas. Oyó
distinguir las palabras pronunciadas. Eran fuertes y precipitadas,
claramente: sacré y mon Dieu. En ese momento se oía un ruido
desiguales y pronunciadas aparentemente con tanto miedo como
como si varias personas estuvieran luchando, era un sonido de
cólera. La voz era áspera; no tanto aguda como áspera. El testigo no
forcejeo, como si algo fuese arrastrado. La voz aguda era muy fuerte,
la calificaría de aguda. La voz más gruesa dijo varias veces: sacré,
mucho más que la voz ruda. Está seguro de que no se trataba de la
diable, y una vez Mon Dieu!
voz de un inglés. Parecía la de un alemán. Podía ser una voz de
»Jules Mignaud, banquero, de la firma Mignaud e hijos, en la calle mujer. El testigo no comprende el alemán.
Deloraine. Es el mayor de los Mignaud. Madame L’Espanaye poseía
»Cuatro de los testigos nombrados más arriba fueron nuevamente
algunos bienes. Había abierto una cuenta en su banco durante la
interrogados, declarando que la puerta del aposento donde se
primavera del año 18… (ocho años antes). Hacía frecuentes
encontró el cadáver de mademoiselle L. estaba cerrada por dentro
depósitos de pequeñas sumas. No había retirado nada hasta tres
cuando llegaron hasta ella. Reinaba un profundo silencio; no se
días antes de su muerte, en que personalmente extrajo la suma de
escuchaban quejidos ni rumores de ninguna especie. No se vio a
4.000 francos. La suma le fue pagada en oro y un empleado la llevó
nadie en el momento de forzar la puerta. Las ventanas, tanto de la
a su domicilio.
habitación del frente como de la trasera, estaban cerradas y
»Adolphe Lebon, empleado de Mignaud e hijos, declara que el día en firmemente aseguradas por dentro. Entre ambas habitaciones había
cuestión acompañó hasta su residencia a madame L’Espanaye, una puerta cerrada, pero la llave no estaba echada. La puerta que
llevando los 4.000 francos en dos sacos. Una vez abierta la puerta, comunicaba la habitación del frente con el corredor había sido
mademoiselle L. vino a tomar uno de los sacos, mientras la anciana cerrada con llave por dentro. Un cuarto pequeño situado en el frente
señora se encargaba del otro. Por su parte, el testigo saludó y se del cuarto piso, al comienzo del corredor, apareció abierto, con la
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puerta entornada. La habitación estaba llena de camas viejas, que se trata de un ruso. Corrobora los testimonios restantes. Es de
cajones y objetos por el estilo. Se procedió a revisarlos uno por uno, nacionalidad italiana. Nunca habló con un nativo de Rusia.
no se dejó sin examinar una sola pulgada de la casa. Se enviaron
»Nuevamente interrogados, varios testigos certificaron que las
deshollinadores para que exploraran las chimeneas. La casa tiene
chimeneas de todas las habitaciones eran demasiado angostas para
cuatro pisos, con mansardas. Una trampa que da al techo estaba
admitir el paso de un ser humano. Se pasaron “deshollinadores” -
firmemente asegurada con clavos y no parece haber sido abierta
cepillos cilíndricos como los que usan los que limpian chimeneas-
durante años. Los testigos no están de acuerdo sobre el tiempo
por todos los tubos existentes en la casa. No existe ningún pasaje en
transcurrido entre el momento en que escucharon las voces que
los fondos por el cual alguien hubiera podido descender mientras el
disputaban y la apertura de la puerta de la habitación. Algunos
grupo subía las escaleras. El cuerpo de mademoiselle L’Espanaye
sostienen que transcurrieron tres minutos; otros calculan cinco.
estaba tan firmemente encajado en la chimenea, que no pudo ser
Costó mucho violentar la puerta.
extraído hasta que cuatro o cinco personas unieron sus esfuerzos.
»Alfonso Garcio, empresario de pompas fúnebres, habita en la rue
»Paul Dumas, médico, declara que fue llamado al amanecer para
Morgue. Es de nacionalidad española. Formaba parte del grupo que
examinar los cadáveres de las víctimas. Los mismos habían sido
entró en la casa. No subió las escaleras. Tiene los nervios delicados
colocados sobre el colchón del lecho correspondiente a la
y teme las consecuencias de toda agitación. Oyó las voces que
habitación donde se encontró a mademoiselle L. El cuerpo de la
disputaban. La más ruda pertenecía a un francés. No pudo
joven aparecía lleno de contusiones y excoriaciones. El hecho de
comprender lo que decía. La voz aguda era la de un inglés; está
que hubiese sido metido en la chimenea bastaba para explicar tales
seguro de esto. No comprende el inglés, pero juzga basándose en la
marcas. La garganta estaba enormemente excoriada. Varios
entonación.
profundos arañazos aparecían debajo del mentón, conjuntamente
»Alberto Montani, confitero, declara que fue de los primeros en con una serie de manchas lívidas resultantes, con toda evidencia, de
subir las escaleras. Oyó las voces en cuestión. la voz ruda era la de la presión de unos dedos. El rostro estaba horriblemente pálido y
un francés. Pudo distinguir varias palabras. El que hablaba parecía los ojos se salían de las órbitas. La lengua aparecía a medias cortada.
reprochar alguna cosa. No pudo comprender las palabras dichas En la región del estómago se descubrió una gran contusión,
por la voz más aguda, que hablaba rápida y desigualmente. Piensa producida, aparentemente, por la presión de una rodilla. Según

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opinión del doctor Dumas, mademoiselle L’Espanaye había sido está perpleja, lo cual no es frecuente en asuntos de esta naturaleza.
estrangulada por una o varias personas. Pero resulta imposible hallar la más pequeña clave del misterio.»

»El cuerpo de la madre estaba horriblemente mutilado. Todos los La edición vespertina del diario declaraba que en el quartier Saint-
huesos de la pierna y el brazo derechos se hallaban fracturados en Roch reinaba una intensa excitación, que se había practicado un
mayor o menor grado. La tibia izquierda había quedado reducida a nuevo y minucioso examen del lugar del hecho, mientras se
astillas, así como todas las costillas del lado izquierdo. El cuerpo interrogaba a nuevos testigos, pero que no se sabía nada nuevo. Un
aparecía cubierto de contusiones y estaba descolorido. Resultaba párrafo final agregaba, sin embargo, que un tal Adolphe Lebon
imposible precisar el arma con que se habían inferido tales heridas. acababa de ser arrestado y encarcelado, aunque nada parecía
Un pesado garrote de mano, o una ancha barra de hierro, quizá una acusarlo, a juzgar por los hechos detallados.
silla, cualquier arma grande, pesada y contundente, en manos de un
Dupin se mostraba singularmente interesado en el desarrollo del
hombre sumamente robusto, podía haber producido esos
asunto; o por lo menos así me pareció por sus maneras, pues no hizo
resultados. Imposible que una mujer pudiera infligir tales heridas
el menor comentario. Tan sólo después de haberse anunciado el
con cualquier arma que fuese. La cabeza de la difunta aparecía
arresto de Lebon me pidió mi parecer acerca de los asesinatos.
separada del cuerpo y, al igual que el resto, terriblemente contusa.
Era evidente que la garganta había sido seccionada con un No pude sino sumarme al de todo París y declarar que los

instrumento muy afilado, probablemente una navaja. consideraba un misterio insoluble. No veía modo alguno de seguir
el rastro al asesino.
»Alexandre Etienne, cirujano, fue llamado al mismo tiempo que el
doctor Dumas para examinar los cuerpos. Confirmó el testimonio y -No debemos pensar en los modos posibles que surgen de una

las opiniones de este último. investigación tan rudimentaria -dijo Dupin-. La policía parisiense,
tan alabada por su penetración, es muy astuta pero nada más. No
»No se ha obtenido ningún otro dato de importancia, a pesar de
procede con método, salvo el del momento. Toma muchas
haberse interrogado a varias otras personas. Jamás se ha cometido
disposiciones ostentosas, pero con frecuencia éstas se hallan tan
en París un asesinato tan misterioso y tan enigmático en sus
mal adaptadas a su objetivo que recuerdan a Monsieur Jourdain,
detalles… si es que en realidad se trata de un asesinato. La policía
que pedía sa robe de chambre… pour mieux entendre la musique.
Los resultados obtenidos son con frecuencia sorprendentes, pero
12
en su mayoría se logran por simple diligencia y actividad. Cuando escrutamos de manera demasiado sostenida, demasiado
éstas son insuficientes, todos sus planes fracasan. Vidocq, por concentrada o directa.
ejemplo, era hombre de excelentes conjeturas y perseverante. Pero
»En cuanto a esos asesinatos, procedamos personalmente a un
como su pensamiento carecía de suficiente educación, erraba
examen antes de formarnos una opinión. La encuesta nos servirá de
continuamente por el excesivo ardor de sus investigaciones.
entretenimiento (me pareció que el término era extraño, aplicado
Dañaba su visión por mirar el objeto desde demasiado cerca. Quizá
al caso, pero no dije nada). Además, Lebon me prestó cierta vez un
alcanzaba a ver uno o dos puntos con singular acuidad, pero
servicio por el cual le estoy agradecido. Iremos a estudiar el terreno
procediendo así perdía el conjunto de la cuestión. En el fondo se
con nuestros propios ojos. Conozco a G…, el prefecto de policía, y no
trataba de un exceso de profundidad, y la verdad no siempre está
habrá dificultad en obtener el permiso necesario.
dentro de un pozo. Por el contrario, creo que, en lo que se refiere al
conocimiento más importante, es invariablemente superficial. La La autorización fue acordada, y nos encaminamos inmediatamente

profundidad corresponde a los valles, donde la buscamos, y no a las a la rue Morgue. Se trata de uno de esos míseros pasajes que corren

cimas montañosas, donde se la encuentra. Las formas y fuentes de entre la rue Richelieu y la rue Saint-Roch. Atardecía cuando

este tipo de error se ejemplifican muy bien en la contemplación de llegamos, pues el barrio estaba considerablemente distanciado del

los cuerpos celestes. Si se observa una estrella de una ojeada, de nuestra residencia. Encontramos fácilmente la casa, ya que aún

oblicuamente, volviendo hacia ella la porción exterior de la retina había varias personas mirando las persianas cerradas desde la

(mucho más sensible a las impresiones luminosas débiles que la acera opuesta. Era una típica casa parisiense, con una puerta de

parte interior), se verá la estrella con claridad y se apreciará entrada y una casilla de cristales con ventana corrediza,

plenamente su brillo, el cual se empaña apenas la contemplamos de correspondiente a la loge du concierge. Antes de entrar recorrimos

lleno. Es verdad que en este último caso llegan a nuestros ojos la calle, doblamos por un pasaje y, volviendo a doblar, pasamos por

mayor cantidad de rayos, pero la porción exterior posee una la parte trasera del edificio, mientras Dupin examinaba la entera

capacidad de recepción mucho más refinada. Por causa de una vecindad, así como la casa, con una atención minuciosa cuyo objeto

indebida profundidad confundimos y debilitamos el pensamiento, y me resultaba imposible de adivinar.

Venus misma puede llegar a borrarse del firmamento si la Volviendo sobre nuestros pasos retornamos a la parte delantera y,
luego de llamar y mostrar nuestras credenciales, fuimos admitidos

13
por los agentes de guardia. Subimos las escaleras, hasta llegar a la insoluble este misterio por las mismísimas razones que deberían
habitación donde se había encontrado el cuerpo de mademoiselle inducir a considerarlo fácilmente solucionable; me refiero a lo
L’Espanaye y donde aún yacían ambas víctimas. Como es natural, el excesivo, a lo outré de sus características. La policía se muestra
desorden del aposento había sido respetado. No vi nada que no confundida por la aparente falta de móvil, y no por el asesinato en
estuviese detallado en la Gazette des Tribunaux. Dupin lo sí, sino por su atrocidad. Está asimismo perpleja por la aparente
inspeccionaba todo, sin exceptuar los cuerpos de las víctimas. imposibilidad de conciliar las voces que se oyeron disputando, con
Pasamos luego a las otras habitaciones y al patio; un gendarme nos el hecho de que en lo alto sólo se encontró a la difunta mademoiselle
acompañaba a todas partes. El examen nos tuvo ocupados hasta que L’Espanaye, aparte de que era imposible escapar de la casa sin que
oscureció, y era de noche cuando salimos. En el camino de vuelta, el grupo que ascendía la escalera lo notara. El salvaje desorden del
mi amigo se detuvo algunos minutos en las oficinas de uno de los aposento; el cadáver metido, cabeza abajo, en la chimenea; la
diarios parisienses. espantosa mutilación del cuerpo de la anciana, son elementos que,
junto con los ya mencionados y otros que no necesito mencionar,
He dicho ya que sus caprichos eran muchos y variados, y que je les
han bastado para paralizar la acción de los investigadores policiales
ménageais (pues no hay traducción posible de la frase). En esta
y confundir por completo su tan alabada perspicacia. Han caído en
oportunidad Dupin rehusó toda conversación vinculada con los
el grueso pero común error de confundir lo insólito con lo abstruso.
asesinatos, hasta el día siguiente a mediodía. Entonces,
Pero, justamente a través de esas desviaciones del plano ordinario
súbitamente, me preguntó si había observado alguna cosa peculiar
de las cosas, la razón se abrirá paso, si ello es posible, en la búsqueda
en el escenario de aquellas atrocidades.
de la verdad. En investigaciones como la que ahora efectuamos no
Algo había en su manera de acentuar la palabra, que me hizo debería preguntarse tanto «qué ha ocurrido», como «qué hay en lo
estremecer sin que pudiera decir por qué. ocurrido que no se parezca a nada ocurrido anteriormente». En una

-No, nada peculiar -dije-. Por lo menos, nada que no hayamos palabra, la facilidad con la cual llegaré o he llegado a la solución de

encontrado ya referido en el diario. este misterio se halla en razón directa de su aparente insolubilidad
a ojos de la policía.
-Me temo -repuso Dupin- que la Gazette no haya penetrado en el
insólito horror de este asunto. Pero dejemos de lado las vanas Me quedé mirando a mi amigo con silenciosa estupefacción.

opiniones de ese diario. Tengo la impresión de que se considera


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-Estoy esperando ahora -continuó Dupin, mirando hacia la puerta chimenea, tal como fue encontrado, amén de que la naturaleza de
de nuestra habitación- a alguien que, si bien no es el perpetrador de las heridas observadas en su cadáver excluye toda idea de suicidio.
esas carnicerías, debe de haberse visto envuelto de alguna manera El asesinato, pues, fue cometido por terceros, y a éstos pertenecían
en su ejecución. Es probable que sea inocente de la parte más las voces que se escucharon mientras disputaban. Permítame ahora
horrible de los crímenes. Confío en que mi suposición sea acertada, llamarle la atención, no sobre las declaraciones referentes a dichas
pues en ella se apoya toda mi esperanza de descifrar voces, sino a algo peculiar en esas declaraciones. ¿No lo advirtió
completamente el enigma. Espero la llegada de ese hombre en usted?
cualquier momento… y en esta habitación. Cierto que puede no
Hice notar que, mientras todos los testigos coincidían en que la voz
venir, pero lo más probable es que llegue. Si así fuera, habrá que
más ruda debía ser la de un francés, existían grandes desacuerdos
retenerlo. He ahí unas pistolas; los dos sabemos lo que se puede
sobre la voz más aguda o -como la calificó uno de ellos- la voz
hacer con ellas cuando la ocasión se presenta.
áspera.
Tomé las pistolas, sabiendo apenas lo que hacía y, sin poder creer lo
-Tal es el testimonio en sí -dijo Dupin-, pero no su peculiaridad.
que estaba oyendo, mientras Dupin, como si monologara,
Usted no ha observado nada característico. Y, sin embargo, había
continuaba sus reflexiones. Ya he mencionado su actitud abstraída
algo que observar. Como bien ha dicho, los testigos coinciden sobre
en esos momentos. Sus palabras se dirigían a mí, pero su voz,
la voz ruda. Pero, con respecto a la voz aguda, la peculiaridad no
aunque no era forzada, tenía esa entonación que se emplea
consiste en que estén en desacuerdo, sino en que un italiano, un
habitualmente para dirigirse a alguien que se halla muy lejos. Sus
inglés, un español, un holandés y un francés han tratado de
ojos, privados de expresión, sólo miraban la pared.
describirla, y cada uno de ellos se ha referido a una voz extranjera.
-Las voces que disputaban y fueron oídas por el grupo que trepaba Cada uno de ellos está seguro de que no se trata de la voz de un
la escalera -dijo- no eran las de las dos mujeres, como ha sido compatriota. Cada uno la vincula, no a la voz de una persona
bien probado por los testigos. Con esto queda eliminada toda perteneciente a una nación cuyo idioma conoce, sino a la inversa. El
posibilidad de que la anciana señora haya matado a su hija, francés supone que es la voz de un español, y agrega que “podría
suicidándose posteriormente. Menciono esto por razones haber distinguido algunas palabras sí hubiera sabido español”. El
metódicas, ya que la fuerza de madame de L’Espanaye hubiera sido holandés sostiene que se trata de un francés, pero nos enteramos
por completo insuficiente para introducir el cuerpo de su hija en la de que como no habla francés, testimonió mediante un intérprete.
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El inglés piensa que se trata de la voz de un alemán, pero el testigo únicas que corresponden, y que la sospecha surge inevitablemente
no comprende el alemán. El español “está seguro” de que se trata de como resultado de las mismas. No le diré todavía cuál es esta
un inglés, pero “juzga basándose en la entonación”, ya que no sospecha. Pero tenga presente que, por lo que a mí se refiere, bastó
comprende el inglés. El italiano cree que es la voz de un ruso, pero para dar forma definida y tendencia determinada a mis
nunca habló con un nativo de Rusia. Un segundo testigo francés investigaciones en el lugar del hecho.
difiere del primero y está seguro de que se trata de la voz de un
«Transportémonos ahora con la fantasía a esa habitación. ¿Qué
italiano. No está familiarizado con la lengua italiana, pero al igual
buscaremos en primer lugar? Los medios de evasión empleados por
que el español, “está convencido por la entonación”. Ahora bien:
los asesinos. Supongo que bien puedo decir que ninguno de los dos
¡cuan extrañamente insólita tiene que haber sido esa voz para que
cree en acontecimientos sobrenaturales. Madame y mademoiselle
pudieran reunirse semejantes testimonios! ¡Una voz en cuyos tonos
L’Espanaye no fueron asesinadas por espíritus. Los autores del
los ciudadanos de las cinco grandes divisiones de Europa no
hecho eran de carne y hueso, y escaparon por medios materiales.
pudieran reconocer nada familiar! Me dirá usted que podía tratarse
¿Cómo, pues? Afortunadamente, sólo hay una manera de razonar
de la voz de un asiático o un africano. Ni unos ni otros abundan en
sobre este punto, y esa manera debe conducirnos a una conclusión
París, pero, sin negar esa posibilidad, me limitaré a llamarle la
definida. Examinemos uno por uno los posibles medios de escape.
atención sobre tres puntos. Un testigo califica la voz de “áspera, más
Resulta evidente que los asesinos se hallaban en el cuarto donde se
que aguda”. Otros dos señalan que era «precipitada y desigual».
encontró a mademoiselle L’Espanaye, o por lo menos en la pieza
Ninguno de los testigos se refirió a palabras reconocibles, a sonidos
contigua, en momentos en que el grupo subía las escaleras. Vale
que parecieran palabras.
decir que debemos buscar las salidas en esos dos aposentos. La
»No sé -continuó Dupin- la impresión que pudo haber causado hasta policía ha levantado los pisos, los techos y la mampostería de las
ahora en su entendimiento, pero no vacilo en decir que cabe extraer paredes en todas direcciones. Ninguna salida secreta pudo escapar
deducciones legítimas de esta parte del testimonio -la que se refiere a sus observaciones. Pero como no me fío de sus ojos, miré el lugar
a las voces ruda y aguda-, suficientes para crear una sospecha que con los míos. Efectivamente, no había salidas secretas. Las dos
debe de orientar todos los pasos futuros de la investigación del puertas que comunican las habitaciones con el corredor estaban
misterio. Digo «deducciones legítimas», sin expresar plenamente lo bien cerradas, con las llaves por dentro. Veamos ahora las
que pienso. Quiero dar a entender que las deducciones son las chimeneas. Aunque de diámetro ordinario en los primeros ocho o
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diez pies por encima de los hogares, los tubos no permitirían más »Mi examen fue algo más detallado, y eso por la razón que acabo de
arriba el paso del cuerpo de un gato grande. Quedando así darle: allí era el caso de probar que todas las aparentes
establecida la total imposibilidad de escape por las vías imposibilidades no eran tales en realidad.
mencionadas nos vemos reducidos a las ventanas. Nadie podría
«Seguí razonando en la siguiente forma… a posteriori. Los asesinos
haber huido por la del cuarto delantero, ya que la muchedumbre
escaparon desde una de esas ventanas. Por tanto, no pudieron
reunida lo hubiese visto. Los asesinos tienen que haber pasado,
asegurar nuevamente los marcos desde el interior, tal como fueron
pues, por las de la pieza trasera. Llevados a esta conclusión de
encontrados (consideración que, dado lo obvio de su carácter,
manera tan inequívoca, no nos corresponde, en nuestra calidad de
interrumpió la búsqueda de la policía en ese terreno). Los marcos
razonadores, rechazarla por su aparente imposibilidad. Lo único
estaban asegurados. Es necesario, pues, que tengan una manera de
que cabe hacer es probar que esas aparentes “imposibilidades” no
asegurarse por sí mismos. La conclusión no admitía escapatoria. Me
son tales en realidad.
acerqué a la ventana que tenía libre acceso, extraje con alguna
»Hay dos ventanas en el aposento. Contra una de ellas no hay dificultad el clavo y traté de levantar el marco. Tal como lo había
ningún mueble que la obstruya, y es claramente visible. La porción anticipado, resistió a todos mis esfuerzos. Comprendí entonces que
inferior de la otra queda oculta por la cabecera del pesado lecho, debía de haber algún resorte oculto, y la corroboración de esta idea
que ha sido arrimado a ella. La primera ventana apareció me convenció de que por lo menos mis premisas eran correctas,
firmemente asegurada desde dentro. Resistió los más violentos aunque el detalle referente a los clavos continuara siendo
esfuerzos de quienes trataron de levantarla. En el marco, a la misterioso. Un examen detallado no tardó en revelarme el resorte
izquierda, había una gran perforación de barreno, y en ella un secreto. Lo oprimí y, satisfecho de mi descubrimiento, me abstuve
solidísimo clavo hundido casi hasta la cabeza. Al examinar la otra de levantar el marco.
ventana se vio que había un clavo colocado en forma similar; todos
»Volví a poner el clavo en su sitio y lo observé atentamente. Una
los esfuerzos por levantarla fueron igualmente inútiles. La policía,
persona que escapa por la ventana podía haberla cerrado
pues, se sintió plenamente segura de que la huida no se había
nuevamente, y el resorte habría asegurado el marco. Pero, ¿cómo
producido por ese lado. Y, por tanto, consideró superfluo extraer los
reponer el clavo? La conclusión era evidente y estrechaba una vez
clavos y abrir las ventanas.
más el campo de mis investigaciones. Los asesinos tenían que haber
escapado por la otra ventana. Suponiendo, pues, que los resortes
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fueran idénticos en las dos ventanas, como parecía probable, Volví a colocar cuidadosamente la parte de la cabeza en el lugar de
necesariamente tenía que haber una diferencia entre los clavos, o donde la había sacado, y vi que el clavo daba la exacta impresión de
por lo menos en su manera de estar colocados. Trepando al estar entero; la fisura resultaba invisible. Apretando el resorte,
armazón de la cama, miré minuciosamente el marco de sostén de la levanté ligeramente el marco; la cabeza del clavo subió con él, sin
segunda ventana. Pasé la mano por la parte posterior, descubriendo moverse de su lecho. Cerré la ventana, y el clavo dio otra vez la
en seguida el resorte que, tal como había supuesto, era idéntico a su impresión de estar dentro.
vecino. Miré luego el clavo. Era tan sólido como el otro y
»Hasta ahora, el enigma quedaba explicado. El asesino había huido
aparentemente estaba fijo de la misma manera y hundido casi hasta
por la ventana que daba a la cabecera del lecho. Cerrándose por sí
la cabeza.
misma (o quizá ex profeso) la ventana había quedado asegurada por
»Pensará usted que me sentí perplejo, pero si así fuera no ha su resorte. Y la resistencia ofrecida por éste había inducido a la
comprendido la naturaleza de mis inducciones. Para usar una frase policía a suponer que se trataba del clavo, dejando así de lado toda
deportiva, hasta entonces no había cometido falta. No había perdido investigación suplementaria.
la pista un solo instante. Los eslabones de la cadena no tenían
»La segunda cuestión consiste en el modo del descenso. Mi paseo
ninguna falla. Había perseguido el secreto hasta su última
con usted por la parte trasera de la casa me satisfizo al respecto. A
conclusión: y esa conclusión era el clavo. Ya he dicho que tenía todas
unos cinco pies y medio de la ventana en cuestión corre una varilla
las apariencias de su vecino de la otra ventana; pero el hecho, por
de pararrayos. Desde esa varilla hubiera resultado imposible
más concluyente que pareciera, resultaba de una absoluta nulidad
alcanzar la ventana, y mucho menos introducirse por ella. Observé,
comparado con la consideración de que allí, en ese punto, se
sin embargo, que las persianas del cuarto piso pertenecen a esa
acababa el hilo conductor. “Tiene que haber algo defectuoso en el
curiosa especie que los carpinteros parisienses denominan
clavo”, pensé. Al tocarlo, su cabeza quedó entre mis dedos
ferrades; es un tipo rara vez empleado en la actualidad, pero que se
juntamente con un cuarto de pulgada de la espiga. El resto de la
ve con frecuencia en casas muy viejas de Lyon y Bordeaux. Se las
espiga se hallaba dentro del agujero, donde se había roto. La
fabrica como una puerta ordinaria (de una sola hoja, y no de doble
fractura era muy antigua, pues los bordes aparecían herrumbrados,
batiente), con la diferencia de que la parte inferior tiene celosías o
y parecía haber sido hecho de un martillazo, que había hundido
tablillas que ofrecen excelente asidero para las manos. En este caso
parcialmente la cabeza del clavo en el marco inferior de la ventana.
las persianas alcanzan un ancho de tres pies y medio. Cuando las
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vimos desde la parte posterior de la casa, ambas estaban sobre el carácter extraordinario, casi sobrenatural, de ese vigor
entornadas, es decir, en ángulo recto con relación a la pared. Es capaz de cosa semejante.
probable que también los policías hayan examinado los fondos del
»Usando términos judiciales, usted me dirá sin duda que para
edificio; pero, si así lo hicieron, miraron las ferrades en el ángulo
«redondear mi caso» debería subestimar y no poner de tal modo en
indicado, sin darse cuenta de su gran anchura; por lo menos no la
evidencia la agilidad que se requiere para dicha proeza. Pero la
tomaron en cuenta. Sin duda, seguros de que por esa parte era
práctica de los tribunales no es la de la razón. Mi objetivo final es
imposible toda fuga, se limitaron a un examen muy sumario. Para
tan sólo la verdad. Y mi propósito inmediato consiste en inducirlo a
mí, sin embargo, era claro que si se abría del todo la persiana
que yuxtaponga la insólita agilidad que he mencionado a esa voz tan
correspondiente a la ventana situada sobre el lecho, su borde
extrañamente aguda (o áspera) y desigual sobre cuya nacionalidad
quedaría a unos dos pies de la varilla del pararrayos. También era
no pudieron ponerse de acuerdo los testigos y en cuyos acentos no
evidente que, desplegando tanta agilidad como coraje, se podía
se logró distinguir ningún vocablo articulado.
llegar hasta la ventana trepando por la varilla. Estirándose hasta
una distancia de dos pies y medio (ya que suponemos la persiana Al oír estas palabras pasó por mi mente una vaga e informe

enteramente abierta), un ladrón habría podido sujetarse concepción de lo que quería significar Dupin. Me pareció estar a

firmemente de las tablillas de la celosía. Abandonando entonces su punto de entender, pero sin llegar a la comprensión, así como a

sostén en la varilla, afirmando los pies en la pared y lanzándose veces nos hallamos a punto de recordar algo que finalmente no se

vigorosamente hacia adelante habría podido hacer girar la persiana concreta. Pero mi amigo seguía hablando.

hasta que se cerrara; si suponemos que la ventana estaba abierta en -Habrá notado usted -dijo- que he pasado de la cuestión de la salida
este momento, habría logrado entrar así en la habitación. de la casa a la del modo de entrar en ella. Era mi intención mostrar

»Le pido que tenga especialmente en cuenta que me refiero a un que ambas cosas se cumplieron en la misma forma y en el mismo

insólito grado de vigor, capaz de llevar a cabo una hazaña tan lugar. Volvamos ahora al interior del cuarto y examinemos lo que

azarosa y difícil. Mi intención consiste en demostrarle, allí aparece. Se ha dicho que los cajones de la cómoda habían sido

primeramente, que el hecho pudo ser llevado a cabo; pero, en saqueados, aunque quedaron en ellos numerosas prendas. Esta

segundo lugar, y muy especialmente, insisto en llamar su atención conclusión es absurda. No pasa de una simple conjetura, bastante
tonta por lo demás. ¿Cómo podemos asegurar que las ropas halladas

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en los cajones no eran las que éstos contenían habitualmente? de suponer que el oro era el móvil del crimen, tenemos entonces
Madame L’Espanaye y su hija llevaban una vida muy retirada, no que admitir que su perpetrador era lo bastante indeciso y lo
veían a nadie, salían raras veces, y pocas ocasiones se les bastante estúpido como para olvidar el oro y el móvil al mismo
presentaban de cambiar de tocado. Lo que se encontró en los tiempo.
cajones era de tan buena calidad como cualquiera de los efectos que
»Teniendo, pues, presentes los puntos sobre los cuales he llamado
poseían las damas. Si un ladrón se llevó una parte, ¿por qué no tomó
su atención -la voz singular, la insólita agilidad y la sorprendente
lo mejor… por qué no se llevó todo? En una palabra: ¿por qué
falta de móvil en un asesinato tan atroz como éste-, echemos una
abandonó cuatro mil francos en oro, para cargarse con un hato de
ojeada a la carnicería en sí. Estamos ante una mujer estrangulada
ropa? El oro fue abandonado. La suma mencionada por monsieur
por la presión de unas manos e introducida en el cañón de la
Mignaud, el banquero, apareció en su casi totalidad en los sacos
chimenea con la cabeza hacia abajo. Los asesinos ordinarios no
tirados por el suelo. Le pido, por tanto, que descarte de sus
emplean semejantes métodos. Y mucho menos esconden al
pensamientos la desatinada idea de un móvil, nacida en el cerebro
asesinado en esa forma. En el hecho de introducir el cadáver en la
de los policías por esa parte del testimonio que se refiere al dinero
chimenea admitirá usted que hay algo excesivamente inmoderado,
entregado en la puerta de la casa. Coincidencias diez veces más
algo por completo inconciliable con nuestras nociones sobre los
notables que ésta (la entrega del dinero y el asesinato de sus
actos humanos, incluso si suponemos que su autor es el más
poseedores tres días más tarde) ocurren a cada hora de nuestras
depravado de los hombres. Piense, asimismo, en la fuerza
vidas sin que nos preocupemos por ellas. En general, las
prodigiosa que hizo falta para introducir el cuerpo hacia arriba,
coincidencias son grandes obstáculos en el camino de esos
cuando para hacerlo descender fue necesario el concurso de varias
pensadores que todo lo ignoran de la teoría de las probabilidades,
personas.
esa teoría a la cual los objetivos más eminentes de la investigación
humana deben los más altos ejemplos. En esta instancia, si el oro »Volvámonos ahora a las restantes señales que pudo dejar ese

hubiese sido robado, el hecho de que la suma hubiese sido maravilloso vigor. En el hogar de la chimenea se hallaron espesos

entregada tres días antes habría constituido algo más que una (muy espesos) mechones de cabello humano canoso. Habían sido

coincidencia. Antes bien, hubiera corroborado la noción de un arrancados de raíz. Bien sabe usted la fuerza que se requiere para

móvil. Pero, dadas las verdaderas circunstancias del caso, si hemos arrancar en esa forma veinte o treinta cabellos. Y además vio los
mechones en cuestión tan bien como yo. Sus raíces (cosa horrible)
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mostraban pedazos del cuero cabelludo, prueba evidente de la Al escuchar las preguntas de Dupin sentí que un estremecimiento
prodigiosa fuerza ejercida para arrancar quizá medio millón de recorría mi cuerpo.
cabellos de un tirón. La garganta de la anciana señora no solamente
-Un maníaco es el autor del crimen -dije-. Un loco furioso escapado
estaba cortada, sino que la cabeza había quedado completamente
de alguna maison de santé de la vecindad.
separada del cuerpo; el instrumento era una simple navaja. Lo
invito a considerar la brutal ferocidad de estas acciones. No diré -En cierto sentido -dijo Dupin-, su idea no es inaplicable. Pero, aun

nada de las contusiones que presentaba el cuerpo de Madame en sus más salvajes paroxismos, las voces de los locos jamás

L’Espanaye. Monsieur Dumas y su valioso ayudante, monsieur coinciden con esa extraña voz escuchada en lo alto. Los locos

Etienne, han decidido que fueron producidas por un instrumento pertenecen a alguna nación, y, por más incoherentes que sean sus

contundente, y hasta ahí la opinión de dichos caballeros es muy palabras, tienen, sin embargo, la coherencia del silabeo. Además, el

correcta. El instrumento contundente fue evidentemente el cabello de un loco no es como el que ahora tengo en la mano.

pavimento de piedra del patio, sobre el cual cayó la víctima desde la Arranqué este pequeño mechón de entre los dedos rígidamente

ventana que da sobre la cama. Por simple que sea, esto escapó a la apretados de madame L’Espanaye. ¿Puede decirme qué piensa de

policía por la misma razón que se les escapó el ancho de las ellos?

persianas: frente a la presencia de clavos se quedaron ciegos ante la -¡Dupin… este cabello es absolutamente extraordinario…! ¡No es
posibilidad de que las ventanas hubieran sido abiertas alguna vez. cabello humano! -grité, trastornado por completo.

»Si ahora, en adición a estas cosas, ha reflexionado usted -No he dicho que lo fuera -repuso mi amigo-. Pero antes de que
adecuadamente sobre el extraño desorden del aposento, hemos resolvamos este punto, le ruego que mire el bosquejo que he
llegado al punto de poder combinar las nociones de una asombrosa trazado en este papel. Es un facsímil de lo que en una parte de las
agilidad, una fuerza sobrehumana, una ferocidad brutal, una declaraciones de los testigos se describió como «contusiones
carnicería sin motivo, una grotesquerie en el horror por completo negruzcas, y profundas huellas de uñas» en la garganta de
ajeno a lo humano, y una voz de tono extranjero para los oídos de mademoiselle L’Espanaye, y en otra (declaración de los señores
hombres de distintas nacionalidades y privada de todo silabeo Dumas y Etienne) como «una serie de manchas lívidas que,
inteligible. ¿Qué resultado obtenemos? ¿Qué impresión he evidentemente, resultaban de la presión de unos dedos».
producido en su imaginación?
21
«Notará usted -continuó mi amigo, mientras desplegaba el papel- en su diseño. Y el mechón de pelo coincide en un todo con el pelaje
que este diseño indica una presión firme y fija. No hay señal alguna de la bestia descrita por Cuvier. De todas maneras, no alcanzo a
de deslizamiento. Cada dedo mantuvo (probablemente hasta la comprender los detalles de este aterrador misterio. Además, se
muerte de la víctima) su terrible presión en el sitio donde se hundió escucharon dos voces que disputaban y una de ellas era, sin duda,
primero. Le ruego ahora que trate de colocar todos sus dedos a la la de un francés.
vez en las respectivas impresiones, tal como aparecen en el dibujo.
-Cierto, Y recordará usted que, casi unánimemente, los testigos
Lo intenté sin el menor resultado. declararon haber oído decir a esa voz las palabras: Mon Dieu! Dadas
las circunstancias, uno de los testigos (Montani, el confitero) acertó
-Quizá no estemos procediendo debidamente -dijo Dupin-. El papel
al sostener que la exclamación tenía un tono de reproche o
es una superficie plana, mientras que la garganta humana es
reconvención. Sobre esas dos palabras, pues, he apoyado todas mis
cilíndrica. He aquí un rodillo de madera, cuya circunferencia es
esperanzas de una solución total del enigma. Un francés estuvo al
aproximadamente la de una garganta. Envuélvala con el dibujo y
tanto del asesinato. Es posible -e incluso muy probable- que fuera
repita el experimento.
inocente de toda participación en el sangriento episodio. El
Así lo hice, pero las dificultades eran aún mayores. orangután pudo habérsele escapado. Quizá siguió sus huellas hasta

-Esta marca -dije- no es la de una mano humana. la habitación; pero, dadas las terribles circunstancias que se
sucedieron, le fue imposible capturarlo otra vez. El animal anda
-Lea ahora -replicó Dupin- este pasaje de Cuvier.
todavía suelto. No continuaré con estas conjeturas (pues no tengo
Era una minuciosa descripción anatómica y descriptiva del gran derecho a darles otro nombre), ya que las sombras de reflexión que
orangután leonado de las islas de la India oriental. La gigantesca les sirven de base poseen apenas suficiente profundidad para ser
estatura, la prodigiosa fuerza y agilidad, la terrible ferocidad y las alcanzadas por mi intelecto, y no pretenderé mostrarlas con
tendencias imitativas de estos mamíferos son bien conocidas. claridad a la inteligencia de otra persona. Las llamaremos
Instantáneamente comprendí todo el horror del asesinato. conjeturas, pues, y nos referiremos a ellas como tales. Si el francés
en cuestión es, como lo supongo, inocente de tal atrocidad, este
-La descripción de los dedos -dije al terminar la lectura-concuerda
aviso que deje anoche cuando volvíamos a casa en las oficinas de Le
exactamente con este dibujo. Sólo un orangután, entre todos los
animales existentes, es capaz de producir las marcas que aparecen
22
Monde (un diario consagrado a cuestiones marítimas y muy leído cierto, hay mucho de ganado. Conocedor, aunque inocente de los
por los navegantes) lo hará acudir a nuestra casa. asesinatos, el francés vacilará, como es natural, antes de responder
al aviso y reclamar el orangután. He aquí cómo razonará: «Soy
Me alcanzó un papel, donde leí:
inocente y pobre; mi orangután es muy valioso y para un hombre
Capturado.-En el Bois de Boulogne, en la mañana del… (la mañana como yo representa una verdadera fortuna. ¿Por qué perderlo a
del asesinato), se ha capturado un gran orangután leonado de la causa de una tonta aprensión? Está ahí, a mi alcance. Lo han
especie de Borneo. Su dueño (de quien se sabe que es un marinero encontrado en el Bois de Boulogne, a mucha distancia de la escena
perteneciente a un barco maltés) puede reclamarlo, previa del crimen. ¿Cómo podría sospechar alguien que ese animal es el
identificación satisfactoria y pago de los gastos resultantes de su culpable? La policía está desorientada y no ha podido encontrar la
captura y cuidado. Presentarse al número… calle… Faubourg Saint- más pequeña huella. Si llegaran a seguir la pista del mono, les será
Germain… tercer piso. imposible probar que supe algo de los crímenes o echarme alguna

-Pero, ¿cómo es posible -pregunté- que sepa usted que el hombre es culpa como testigo de ellos. Además, soy conocido. El redactor del

un marinero y que pertenece a un barco maltes? aviso me designa como dueño del animal. Ignoro hasta dónde llega
su conocimiento. Si renuncio a reclamar algo de tanto valor, que se
-No lo sé -dijo Dupin- y no estoy seguro de ello. Pero he aquí un
sabe de mi pertenencia, las sospechas recaerán, por lo menos, sobre
trocito de cinta que, a juzgar por su forma y su grasienta condición,
el animal. Contestaré al aviso, recobraré el orangután y lo tendré
debió de ser usado para atar el pelo en una de esas largas queues de
encerrado hasta que no se hable más del asunto.»
que tan orgullosos se muestran los marineros. Además, el nudo
pertenece a esa clase que pocas personas son capaces de hacer, En ese momento oímos pasos en la escalera.

salvo los marinos, y es característico de los malteses. Encontré esta -Prepare las pistolas -dijo Dupin-, pero no las use ni las exhiba hasta
cinta al pie de la varilla del pararrayos. Imposible que perteneciera que le haga una seña.
a una de las víctimas. De todos modos, si me equivoco al deducir de
La puerta de entrada de la casa había quedado abierta y el visitante
la cinta que el francés era un marinero perteneciente a un barco
había entrado sin llamar, subiendo algunos peldaños de la escalera.
maltes, no he causado ningún daño al estamparlo en el aviso. Si me
Pero, de pronto, pareció vacilar y lo oímos bajar. Dupin corría ya a
equivoco, el hombre pensará que me he confundido por alguna
la puerta cuando advertimos que volvía a subir. Esta vez no vaciló,
razón que no se tomará el trabajo de averiguar. Pero si estoy en lo
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sino que, luego de trepar decididamente la escalera, golpeó en -Por supuesto que sí, señor.
nuestra puerta.
-Lamentaré separarme de él -dijo Dupin.
-¡Adelante! -dijo Dupin con voz cordial y alegre.
-No quisiera que usted se hubiese molestado por nada -declaró el
El hombre que entró era, con toda evidencia, un marino, alto, marinero-. Estoy dispuesto a pagar una recompensa por el hallazgo
robusto y musculoso, con un semblante en el que cierta expresión del animal. Una suma razonable, se entiende.
audaz no resultaba desagradable. Su rostro, muy atezado, aparecía
-Pues bien -repuso mi amigo-, eso me parece muy justo. Déjeme
en gran parte oculto por las patillas y los bigotes. Traía consigo un
pensar: ¿qué le pediré? ¡Ah, ya sé! He aquí cuál será mi recompensa:
grueso bastón de roble, pero al parecer ésa era su única arma.
me contará usted todo lo que sabe sobre esos crímenes en la rue
Inclinóse torpemente, dándonos las buenas noches en francés; a
Morgue.
pesar de un cierto acento suizo de Neufchatel, se veía que era de
origen parisiense. Dupin pronunció las últimas palabras en voz muy baja y con gran
tranquilidad. Después, con igual calma, fue hacia la puerta, la cerró
-Siéntese usted, amigo mío -dijo Dupin-. Supongo que viene en
y guardó la llave en el bolsillo. Sacando luego una pistola, la puso sin
busca del orangután. Palabra, se lo envidio un poco; es un magnífico
la menor prisa sobre la mesa.
animal, que presumo debe de tener gran valor. ¿Qué edad le calcula
usted? El rostro del marinero enrojeció como si un acceso de sofocación se
hubiera apoderado de él. Levantándose, aferró su bastón, pero un
El marinero respiró profundamente, con el aire de quien se siente
segundo después se dejó caer de nuevo en el asiento, temblando
aliviado de un peso intolerable, y contestó con tono reposado:
violentamente y pálido como la muerte. No dijo una palabra. Lo
-No podría decirlo, pero no tiene más de cuatro o cinco años. ¿Lo compadecí desde lo más profundo de mi corazón.
guarda usted aquí?
-Amigo mío, se está usted alarmando sin necesidad -dijo
-¡Oh, no! Carecemos de lugar adecuado. Está en una caballeriza de cordialmente Dupin-. Le aseguro que no tenemos intención de
la rue Dubourg, cerca de aquí. Podría usted llevárselo mañana por causarle el menor daño. Lejos de nosotros querer perjudicarlo: le
la mañana. Supongo que estará en condiciones de probar su doy mi palabra de caballero y de francés. Estoy perfectamente
derecho de propiedad. enterado de que es usted inocente de las atrocidades de la rue
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Morgue. Pero sería inútil negar que, en cierto modo, se halla ocasionadas por la indomable ferocidad de su cautivo durante el
implicado en ellas. Fundándose en lo que le he dicho, supondrá que viaje de vuelta, logró finalmente encerrarlo en su casa de París,
poseo medios de información sobre este asunto, medios que le sería donde, para aislarlo de la incómoda curiosidad de sus vecinos, lo
imposible imaginar. El caso se plantea de la siguiente manera: usted mantenía cuidadosamente recluido, mientras el animal curaba de
no ha cometido nada que no debiera haber cometido, nada que lo una herida en la pata que se había hecho con una astilla a bordo del
haga culpable. Ni siquiera se le puede acusar de robo, cosa que pudo buque. Una vez curado, el marinero estaba dispuesto a venderlo.
llevar a cabo impunemente. No tiene nada que ocultar ni razón para
Una noche, o más bien una madrugada, en que volvía de una
hacerlo. Por otra parte, el honor más elemental lo obliga a confesar
pequeña juerga de marineros, nuestro hombre se encontró con que
todo lo que sabe. Hay un hombre inocente en la cárcel, acusado de
el orangután había penetrado en su dormitorio, luego de escaparse
un crimen cuyo perpetrador puede usted denunciar.
de la habitación contigua donde su captor había creído tenerlo
Mientras Dupin pronunciaba estas palabras, el marinero había sólidamente encerrado. Navaja en mano y embadurnado de jabón,
recobrado en buena parte su compostura, aunque su aire decidido habíase sentado frente a un espejo y trataba de afeitarse, tal como,
del comienzo habíase desvanecido por completo. sin duda, había visto hacer a su amo espiándolo por el ojo de la
cerradura. Aterrado al ver arma tan peligrosa en manos de un
-¡Dios venga en mi ayuda! -dijo, después de una pausa-. Sí, le diré
animal que, en su ferocidad, era harto capaz de utilizarla, el
todo lo que sé sobre este asunto, aunque no espero que crea ni la
marinero se quedó un instante sin saber qué hacer. Por lo regular,
mitad de lo que voy a contarle… ¡Estaría loco si pensara que van a
lograba contener al animal, aun en sus arrebatos más terribles, con
creerme! Y, sin embargo, soy inocente, y lo confesaré todo aunque
ayuda de un látigo, y pensó acudir otra vez a ese recurso. Pero al
me cueste la vida.
verlo, el orangután se lanzó de un salto a la puerta, bajó las escaleras
En sustancia, lo que nos dijo fue lo siguiente: Poco tiempo atrás, y, desde ellas, saltando por una ventana que desgraciadamente
había hecho un viaje al archipiélago índico. Un grupo del que estaba abierta, se dejó caer a la calle.
formaba parte desembarcó en Borneo y penetró en el interior a fin
Desesperado, el francés se precipitó en su seguimiento. Navaja en
de hacer una excursión placentera. Entre él y un compañero
mano, el mono se detenía para mirar y hacer muecas a su
capturaron al orangután. Como su compañero falleciera, quedó
perseguidor, dejándolo acercarse casi hasta su lado. Entonces
dueño único del animal. Después de considerables dificultades,
echaba a correr otra vez. Siguió así la caza durante largo tiempo. Las
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calles estaban profundamente tranquilas, pues eran casi las tres de L’Espanaye y su hija, vestidas con sus camisones de dormir, habían
la madrugada. Al atravesar el pasaje de los fondos de la rue Morgue, estado aparentemente ocupadas en arreglar algunos papeles en la
la atención del fugitivo se vio atraída por la luz que salía de la caja fuerte ya mencionada, la cual había sido corrida al centro del
ventana abierta del aposento de madame L’Espanaye, en el cuarto cuarto. Hallábase abierta, y a su lado, en el suelo, los papeles que
piso de su casa. Precipitándose hacia el edificio, descubrió la varilla contenía. Las víctimas debían de haber estado sentadas dando la
del pararrayos, trepó por ella con inconcebible agilidad, aferró la espalda a la ventana, y, a juzgar por el tiempo transcurrido entre la
persiana que se hallaba completamente abierta y pegada a la pared, entrada de la bestia y los gritos, parecía probable que en un primer
y en esta forma se lanzó hacia adelante hasta caer sobre la cabecera momento no hubieran advertido su presencia. El golpear de la
de la cama. Todo esto había ocurrido en menos de un minuto. Al persiana pudo ser atribuido por ellas al viento.
saltar en la habitación, las patas del orangután rechazaron
En el momento en que el marinero miró hacia el interior del cuarto,
nuevamente la persiana, la cual quedó abierta.
el gigantesco animal había aferrado a madame L’Espanaye por el
El marinero, a todo esto, se sentía tranquilo y preocupado al mismo cabello (que la dama tenía suelto, como si se hubiera estado
tiempo. Renacían sus esperanzas de volver a capturar a la bestia, ya peinando) y agitaba la navaja cerca de su cara imitando los
que le sería difícil escapar de la trampa en que acababa de meterse, movimientos de un barbero. La hija yacía postrada e inmóvil,
salvo que bajara otra vez por el pararrayos, ocasión en que sería víctima de un desmayo. Los gritos y los esfuerzos de la anciana
posible atraparlo. Por otra parte, se sentía ansioso al pensar en lo señora, durante los cuales le fueron arrancados los mechones de la
que podría estar haciendo en la casa. Esta última reflexión indujo al cabeza, tuvieron por efecto convertir los propósitos probablemente
hombre a seguir al fugitivo. Para un marinero no hay dificultad en pacíficos del orangután en otros llenos de furor. Con un solo golpe
trepar por una varilla de pararrayos; pero, cuando hubo llegado a la de su musculoso brazo separó casi completamente la cabeza del
altura de la ventana, que quedaba muy alejada a su izquierda, no cuerpo de la víctima. La vista de la sangre transformó su cólera en
pudo seguir adelante; lo más que alcanzó fue a echarse a un lado frenesí. Rechinando los dientes y echando fuego por los ojos, saltó
para observar el interior del aposento. Apenas hubo mirado, estuvo sobre el cuerpo de la joven y, hundiéndole las terribles garras en la
a punto de caer a causa del horror que lo sobrecogió. Fue en ese garganta, las mantuvo así hasta que hubo expirado. Las furiosas
momento cuando empezaron los espantosos alaridos que miradas de la bestia cayeron entonces sobre la cabecera del lecho,
arrancaron de su sueño a los vecinos de la rue Morgue. Madame sobre el cual el rostro de su amo, paralizado por el horror, alcanzaba
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apenas a divisarse. La furia del orangután, que, sin duda, no funcionario, aunque muy bien dispuesto hacia mi amigo, no pudo
olvidaba el temido látigo, se cambió instantáneamente en miedo. ocultar del todo el fastidio que le producía el giro que había tomado
Seguro de haber merecido un castigo, pareció deseoso de ocultar el asunto, y deslizó uno o dos sarcasmos sobre la conveniencia de
sus sangrientas acciones, y se lanzó por el cuarto lleno de nerviosa que cada uno se ocupara de sus propios asuntos.
agitación, echando abajo y rompiendo los muebles a cada salto y -Déjelo usted hablar -me dijo Dupin, que no se había molestado en
arrancando el lecho de su bastidor. Finalmente se apoderó del replicarle-. Deje que se desahogue; eso aliviará su conciencia. Me
cadáver de mademoiselle L’Espanaye y lo metió en el cañón de la doy por satisfecho con haberlo derrotado en su propio terreno. De
chimenea, tal como fue encontrado luego, tomó luego el de la todos modos, el hecho de que haya fracasado en la solución del
anciana y lo tiró de cabeza por la ventana. misterio no es ninguna razón para asombrarse; en verdad, nuestro
En momentos en que el mono se acercaba a la ventana con su amigo el prefecto es demasiado astuto para ser profundo. No hay
mutilada carga, el marinero se echó aterrorizado hacia atrás y, fibra en su ciencia: mucha cabeza y nada de cuerpo, como las
deslizándose sin precaución alguna hasta el suelo, corrió imágenes de la diosa Laverna, o, a lo sumo, mucha cabeza y lomos,
inmediatamente a su casa, temeroso de las consecuencias de como un bacalao. Pero después de todo es un buen hombre. Lo
semejante atrocidad y olvidando en su terror toda preocupación estimo especialmente por cierta forma maestra de gazmoñería, a la
por la suerte del orangután. Las palabras que los testigos oyeron en cual debe su reputación. Me refiero a la manera que tiene de nier ce
la escalera fueron las exclamaciones de espanto del francés, qui est, et d’ expliquer ce qui n’est pas.
mezcladas con los diabólicos sonidos que profería la bestia.
Poco me queda por agregar. El orangután debió de escapar por la
varilla del pararrayos un segundo antes de que la puerta fuera
forzada. Sin duda, cerró la ventana a su paso. Más tarde fue
capturado por su mismo dueño, quien lo vendió al Jardin des
Plantes en una elevada suma.

Lebon fue puesto en libertad inmediatamente después que hubimos


narrado todas las circunstancias del caso -con algunos comentarios
por parte de Dupin- en el bureau del prefecto de policía. Este
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Emma Zunz continuo comprendió que esa voluntad era inútil porque la muerte
de su padre era lo único que había sucedido en el mundo, y seguiría
Jorge Luis Borges sucediendo sin fin. Recogió el papel y se fue a su cuarto.
El catorce de enero de 1922, Emma Zunz, al volver de la fábrica de Furtivamente lo guardó en un cajón, como si de algún modo ya
tejidos Tarbuch y Loewenthal, halló en el fondo del zaguán una conociera los hechos ulteriores. Ya había empezado a

carta, fechada en el Brasil, por la que supo que su padre había vislumbrarlos, tal vez; ya era la que sería.

muerto. La engañaron, a primera vista, el sello y el sobre; luego, la En la creciente oscuridad, Emma lloró hasta el fin de aquel día del

inquietó la letra desconocida. Nueve diez líneas borroneadas suicidio de Manuel Maier, que en los antiguos días felices fue
Emanuel Zunz. Recordó veraneos en una chacra, cerca de
Gualeguay, recordó (trató de recordar) a su madre, recordó la casita
de Lanús que les remataron, recordó los amarillos losanges de una
ventana, recordó el auto de prisión, el oprobio, recordó los
anónimos con el suelto sobre “el desfalco del cajero”, recordó (pero
eso jamás lo olvidaba) que su padre, la última noche, le había jurado
que el ladrón era Loewenthal. Loewenthal, Aarón Loewenthal, antes
gerente de la fábrica y ahora uno de los dueños. Emma, desde 1916,
guardaba el secreto. A nadie se lo había revelado, ni siquiera a su
mejor amiga, Elsa Urstein. Quizá rehuía la profana incredulidad;
querían colmar la hoja; Emma leyó que el señor Maier había
quizá creía que el secreto era un vínculo entre ella y el ausente.
ingerido por error una fuerte dosis de veronal y había fallecido el
Loewenthal no sabía que ella sabía; Emma Zunz derivaba de ese
tres del corriente en el hospital de Bagé. Un compañero de pensión
hecho ínfimo un sentimiento de poder.
de su padre firmaba la noticia, un tal Fein o Fain, de Río Grande, que
No durmió aquella noche, y cuando la primera luz definió el
no podía saber que se dirigía a la hija del muerto.
rectángulo de la ventana, ya estaba perfecto su plan. Procuró que
Emma dejó caer el papel. Su primera impresión fue de malestar en
ese día, que le pareció interminable, fuera como los otros. Había en
el vientre y en las rodillas; luego de ciega culpa, de irrealidad, de
la fábrica rumores de huelga; Emma se declaró, como siempre,
frío, de temor; luego, quiso ya estar en el día siguiente. Acto
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contra toda violencia. A las seis, concluido el trabajo, fue con Elsa a se levantó y corrió al cajón de la cómoda. Lo abrió; debajo del
un club de mujeres, que tiene gimnasio y pileta. Se inscribieron; retrato de Milton Sills, donde la había dejado la antenoche, estaba la
tuvo que repetir y deletrear su nombre y su apellido, tuvo que carta de Fain. Nadie podía haberla visto; la empezó a leer y la
festejar las bromas vulgares que comentan la revisación. Con Elsa y rompió.
con la menor de las Kronfuss discutió a qué cinematógrafo irían el Referir con alguna realidad los hechos de esa tarde sería difícil y
domingo a la tarde. Luego, se habló de novios y nadie esperó que quizá improcedente. Un atributo de lo infernal es la irrealidad, un
Emma hablara. En abril cumpliría diecinueve años, pero los atributo que parece mitigar sus terrores y que los agrava tal vez.
hombres le inspiraban, aún, un temor casi patológico… De vuelta, ¿Cómo hacer verosímil una acción en la que casi no creyó quien la
preparó una sopa de tapioca y unas legumbres, comió temprano, se ejecutaba, cómo recuperar ese breve caos que hoy la memoria de
acostó y se obligó a dormir. Así, laborioso y trivial, pasó el viernes Emma Zunz repudia y confunde? Emma vivía por Almagro, en la
quince, la víspera. calle Liniers; nos consta que esa tarde fue al puerto. Acaso en el
El sábado, la impaciencia la despertó. La impaciencia, no la infame Paseo de Julio se vio multiplicada en espejos, publicada por
inquietud, y el singular alivio de estar en aquel día, por fin. Ya no luces y desnudada por los ojos hambrientos, pero más razonable es
tenía que tramar y que imaginar; dentro de algunas horas conjeturar que al principio erró, inadvertida, por la indiferente
alcanzaría la simplicidad de los hechos. Leyó en La Prensa que el recova… Entró en dos o tres bares, vio la rutina o los manejos de
Nordstjärnan, de Malmö, zarparía esa noche del dique 3; llamó por otras mujeres. Dio al fin con hombres del Nordstjärnan. De uno, muy
teléfono a Loewenthal, insinuó que deseaba comunicar, sin que lo joven, temió que le inspirara alguna ternura y optó por otro, quizá
supieran las otras, algo sobre la huelga y prometió pasar por el más bajo que ella y grosero, para que la pureza del horror no fuera
escritorio, al oscurecer. Le temblaba la voz; el temblor convenía a mitigada. El hombre la condujo a una puerta y después a un turbio
una delatora. Ningún otro hecho memorable ocurrió esa mañana. zaguán y después a una escalera tortuosa y después a un vestíbulo
Emma trabajó hasta las doce y fijó con Elsa y con Perla Kronfuss los (en el que había una vidriera con losanges idénticos a los de la casa
pormenores del paseo del domingo. Se acostó después de almorzar en Lanús) y después a un pasillo y después a una puerta que se
y recapituló, cerrados los ojos, el plan que había tramado. Pensó que cerró. Los hechos graves están fuera del tiempo, ya porque en ellos
la etapa final sería menos horrible que la primera y que le depararía, el pasado inmediato queda como tronchado del porvenir, ya porque
sin duda, el sabor de la victoria y de la justicia. De pronto, alarmada, no parecen consecutivas las partes que los forman.

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¿En aquel tiempo fuera del tiempo, en aquel desorden perplejo de a ser una fuerza, pues la obligaba a concentrarse en los pormenores
sensaciones inconexas y atroces, pensó Emma Zunz una sola vez en de la aventura y le ocultaba el fondo y el fin.
el muerto que motivaba el sacrificio? Yo tengo para mí que pensó Aarón Loewenthal era, para todos, un hombre serio; para sus pocos
una vez y que en ese momento peligró su desesperado propósito. íntimos, un avaro. Vivía en los altos de la fábrica, solo. Establecido
Pensó (no pudo no pensar) que su padre le había hecho a su madre en el desmantelado arrabal, temía a los ladrones; en el patio de la
la cosa horrible que a ella ahora le hacían. Lo pensó con débil fábrica había un gran perro y en el cajón de su escritorio, nadie lo
asombro y se refugió, en seguida, en el vértigo. El hombre, sueco o ignoraba, un revólver. Había llorado con decoro, el año anterior, la
finlandés, no hablaba español; fue una herramienta para Emma inesperada muerte de su mujer -¡una Gauss, que le trajo una buena
como esta lo fue para él, pero ella sirvió para el goce y él para la dote!-, pero el dinero era su verdadera pasión. Con íntimo bochorno
justicia. se sabía menos apto para ganarlo que para conservarlo. Era muy
Cuando se quedó sola, Emma no abrió en seguida los ojos. En la religioso; creía tener con el Señor un pacto secreto, que lo eximía de
mesa de luz estaba el dinero que había dejado el hombre: Emma se obrar bien, a trueque de oraciones y devociones. Calvo, corpulento,
incorporó y lo rompió como antes había roto la carta. Romper enlutado, de quevedos ahumados y barba rubia, esperaba de pie,
dinero es una impiedad, como tirar el pan; Emma se arrepintió, junto a la ventana, el informe confidencial de la obrera Zunz.
apenas lo hizo. Un acto de soberbia y en aquel día… El temor se La vio empujar la verja (que él había entornado a propósito) y
perdió en la tristeza de su cuerpo, en el asco. El asco y la tristeza la cruzar el patio sombrío. La vio hacer un pequeño rodeo cuando el
encadenaban, pero Emma lentamente se levantó y procedió a perro atado ladró. Los labios de Emma se atareaban como los de
vestirse. En el cuarto no quedaban colores vivos; el último quien reza en voz baja; cansados, repetían la sentencia que el señor
crepúsculo se agravaba. Emma pudo salir sin que lo advirtieran; en Loewenthal oiría antes de morir.
la esquina subió a un Lacroze, que iba al oeste. Eligió, conforme a su Las cosas no ocurrieron como había previsto Emma Zunz. Desde la
plan, el asiento más delantero, para que no le vieran la cara. Quizá madrugada anterior, ella se había soñado muchas veces, dirigiendo
le confortó verificar, en el insípido trajín de las calles, que lo el firme revólver, forzando al miserable a confesar la miserable
acaecido no había contaminado las cosas. Viajó por barrios culpa y exponiendo la intrépida estratagema que permitiría a la
decrecientes y opacos, viéndolos y olvidándolos en el acto, y se apeó Justicia de Dios triunfar de la justicia humana. (No por temor, sino
en una de las bocacalles de Warnes. Paradójicamente su fatiga venía por ser un instrumento de la Justicia, ella no quería ser castigada.)

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Luego, un solo balazo en mitad del pecho rubricaría la suerte de palabras: Ha ocurrido una cosa que es increíble… El señor
Loewenthal. Pero las cosas no ocurrieron así. Loewenthal me hizo venir con el pretexto de la huelga… Abusó de
Ante Aarón Loewenthal, más que la urgencia de vengar a su padre, mí, lo maté…
Emma sintió la de castigar el ultraje padecido por ello. No podía no La historia era increíble, en efecto, pero se impuso a todos, porque
matarlo, después de esa minuciosa deshonra. Tampoco tenía sustancialmente era cierta. Verdadero era el tono de Emma Zunz,
tiempo que perder en teatralerías. Sentada, tímida, pidió excusas a verdadero el pudor, verdadero el odio. Verdadero también era el
Loewenthal, invocó (a fuer de delatora) las obligaciones de la ultraje que había padecido; solo eran falsas las circunstancias, la
lealtad, pronunció algunos nombres, dio a entender otros y se cortó hora y uno o dos nombres propios.
como si la venciera el temor. Logró que Loewenthal saliera a buscar
una copa de agua. Cuando este, incrédulo de tales aspavientos, pero Las doce figuras del mundo
indulgente, volvió del comedor, Emma ya había sacado del cajón el
Bustos Domeq (Jorge Luis Borges – Bioy
pesado revólver. Apretó el gatillo dos veces. El considerable cuerpo
se desplomó como si los estampidos y el humo lo hubieran roto, el Casares)
vaso de agua se rompió, la cara la miró con asombro y cólera, la boca
de la cara la injurió en español y en ídisch. Las malas palabras no A la memoria de José S. Álvarez.
cejaban; Emma tuvo que hacer fuego otra vez. En el patio, el perro
1. El Capricornio, el Acuario, los Peces, el Carnero, el Toro, pensaba
encadenado rompió a ladrar, y una efusión de brusca sangre manó
Aquiles Molinari, dormido. Después, tuvo un momento de
de los labios obscenos y manchó la barba y la ropa. Emma inició la
incertidumbre. Vio la Balanza, el Escorpión.
acusación que había preparado (“He vengado a mi padre y no me
podrán castigar…”), pero no la acabó, porque el señor Loewenthal Comprendió que se había equivocado; se despertó temblando.
ya había muerto. No supo nunca si alcanzó a comprender. El sol le había calentado la cara. En la mesa de luz, encima del
Los ladridos tirantes le recordaron que no podía, aún, descansar. Almanaque Bristol y de algunos números de La Fija, el reloj
Desordenó el diván, desabrochó el saco del cadáver, le quitó los despertador Tic Tac marcaba las diez menos veinte. Siempre
quevedos salpicados y los dejó sobre el fichero. Luego tomó el repitiendo los signos, Molinari se levantó. Miró por la ventana. En la
teléfono y repitió lo que tantas veces repetiría, con esas y con otras esquina estaba el desconocido.

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Sonrió astutamente. Se fue a Después, sin darse vuelta, dobló hacia el Norte, siguió el paredón de
los fondos; volvió con la la Penitenciaría, entró en los jardines; creía proceder con
máquina de afeitar, la tranquilidad, pero, antes de llegar al puesto de guardia, arrojó un
brocha, los restos del jabón cigarrillo que había encendido poco antes. Tuvo un diálogo nada
amarillo y una taza de agua memorable con un empleado en mangas de camisa. Un
hirviendo. Abrió de par en guardiacárceles lo acompañó hasta la celda 273.
par la ventana, con enfática Hace catorce años, el carnicero Agustín R. Bonorino, que había
serenidad miró al asistido al corso de Belgrano disfrazado de cocoliche, recibió un
desconocido y lentamente se mortal botellazo en la sien. Nadie ignoraba que la botella de Bilz que
afeitó, silbando el tango lo derribó había sido esgrimida por uno de los muchachos de la
Naipe Marcado. barra de Pata Santa. Pero como Pata Santa era un precioso elemento
Diez minutos después estaba electoral, la policía resolvió que el culpable era Isidro Parodi, de
en la calle, con el traje quien algunos afirmaban que era ácrata, queriendo decir que era
marrón cuyas últimas dos mensualidades aún las debía a las espiritista. En realidad, Isidro Parodi no era ninguna de las dos
Grandes Sastrerías Inglesas Rabuffi. Fue hasta la esquina; el cosas: era dueño de una barbería en el barrio Sur y había cometido
desconocido bruscamente se interesó en un extracto de la lotería. la imprudencia de alquilar una pieza a un escribiente de la
Molinari, habituado ya a esos monótonos disimulos, se dirigió a la comisaría 8, que ya le debía de un año. Esa conjunción de
esquina de Humberto I. El ómnibus llegó enseguida; Molinari subió. circunstancias adversas selló la suerte de Parodi: las declaraciones
Para facilitar el trabajo a su perseguidor, ocupó uno de los asientos de los testigos (que pertenecían a la barra de Pata Santa) fueron
de adelante. A las dos o tres cuadras se dio vuelta; el desconocido, unánimes: el juez lo condenó a veintiún años de reclusión. La vida
fácilmente reconocible por sus anteojos negros, leía el diario. Antes sedentaria había influido en el homicida de 1919: hoy era un
de llegar al Centro, el ómnibus estaba completo; Molinari hubiera hombre cuarentón, sentencioso, obeso, con la cabeza afeitada y ojos
podido bajar sin que el desconocido lo notara, pero su plan era singularmente sabios. Esos ojos, ahora, miraban al joven Molinari.
mejor. Siguió hasta la Cervecería Palermo. —¿Qué se le ofrece, amigo?

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Su voz no era excesivamente cordial, pero Molinari sabía que las pero, si no lo tiene entre ojos algún escribiente de la 8, tal vez pueda
visitas no le desagradaban. Además, la posible reacción de Parodi le salvar el cuero.
importaba menos que la necesidad de encontrar un confidente y un Molinari lo miró atónito. Luego recordó que su nombre había sido
consejero. Lento y eficaz, el viejo Parodi cebaba un mate en un vinculado al misterio de la quinta de Abenjaldún, por un diario
jarrito celeste. Se lo ofreció a Molinari. Éste, aunque muy impaciente inescrupuloso —muy distinto, por cierto, del dinámico diario de
por explicar la aventura irrevocable que había trastornado su vida, Cordone, donde él hacía los deportes elegantes y el football—.
sabía que era inútil querer apresurar a Isidro Parodi; con una Recordó que Parodi mantenía su agilidad espiritual y, gracias a su
tranquilidad que lo asombró, inició un diálogo trivial sobre las viveza y a la generosa distracción del subcomisario Grondona,
carreras, que son pura trampa y nadie sabe quién va a ganar. sometía a lúcido examen los diarios de la tarde.
Don Isidro no le hizo caso; volvió a su rencor predilecto: se En efecto, don Isidro no ignoraba la reciente desaparición de
despachó contra los italianos, que se habían metido en todas partes, Abenjaldún; sin embargo le pidió a Molinari que le contara los
no respetando tan siquiera la Penitenciaría Nacional. hechos, pero que no hablara tan rápido, porque él ya estaba medio
—Ahora está llena de extranjeros de antecedentes de lo más duro de oído. Molinari, casi tranquilo, narró la historia:
dudosos y nadie sabe de dónde vienen. —Créame, yo soy un muchacho moderno, un hombre de mi época;
Molinari, fácilmente nacionalista, colaboró en esas quejas y dijo que he vivido, pero también me gusta meditar. Comprendo que ya
él ya estaba harto de italianos y drusos, sin contar los capitalistas hemos superado la etapa del materialismo; las comuniones y la
ingleses que habían llenado el país de ferrocarriles y frigoríficos. aglomeración de gente del Congreso Eucarístico me han dejado un
Ayer nomás entró en la Gran Pizzería Los Hinchas y lo primero que rastro imborrable. Como usted decía vez pasada, y, créame, la
vio fue un italiano. sentencia no ha caído en saco roto, hay que despejar la incógnita.
—¿Es un italiano o una italiana lo que lo tiene mal? Mire, los faquires y los yoguis, con sus ejercicios respiratorios y sus
—Ni un italiano ni una italiana —dijo sencillamente Molinari—. macanas, saben una porción de cosas. Yo, como católico, renuncié al
Don Isidro, he matado a un hombre. centro espiritista Honor y Patria, pero he comprendido que los
—Dicen que yo también maté a uno, y sin embargo aquí me tiene. drusos forman una colectividad progresista y están más cerca del
No se ponga nervioso; el asunto ese de los drusos es complicado, misterio que muchos que van a misa todos los domingos. Por lo
pronto, el doctor Abenjaldún tenía una quinta papal en Villa

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Mazzini, con una biblioteca fenómeno. Lo conocí en Radio Fénix, el —Y, como usted sabe, tres días a té solo, aprendiendo los signos del
Día del Árbol. Pronunció un discurso muy conceptuoso, y le gustó zodiaco, en orden, como están en el Almanaque Bristol. Di parte de
un sueltito que yo hice y que alguien le mandó. Me llevó a su casa, enfermo a las Obras Sanitarias, donde trabajo por la mañana. Al
me prestó libros serios y me invitó a la fiesta que daba en la quinta; principio, me asombró que la ceremonia se efectuara un domingo y
falta elemento femenino, pero son torneos de cultura, yo le no un viernes, pero la carta explicaba que para un examen tan
prometo. Algunos dicen que creen en ídolos, pero en la sala de actos importante convenía más el día del Señor. Yo tenía que presentarme
hay un toro de metal que vale más que un tramway. Todos los en la quinta, antes de medianoche. El viernes y el sábado los pasé de
viernes se reúnen alrededor del toro los akils, que son, como quien lo más tranquilo, pero el domingo amanecí nervioso. Mire, don
dice, los iniciados. Hace tiempo que el doctor Abenjaldún quería que Isidro, ahora que pienso, estoy seguro que ya presentía lo que iba a
me iniciaran; yo no podía negarme, me convenía estar bien con el suceder. Pero no aflojé, estuve todo el día con el libro. Era cómico,
viejo y no sólo de pan vive el hombre. Los drusos son gente muy miraba cada cinco minutos el reloj a ver si ya podía tomar otro vaso
cerrada y algunos no creían que un occidental fuera digno de entrar de té; no sé para qué miraba, de todos modos tenía que tomarlo: la
en la cofradía. Sin ir más lejos, Abul Hasán, el dueño de la flota de garganta estaba reseca y pedía líquido. Tanto esperar la hora del
camiones para carne en tránsito, había recordado que el número de examen y sin embargo llegué tarde a Retiro y tuve que tomar el tren
electos es fijo y que es ilícito hacer conversos; también se opuso el carreta de las veintitrés y dieciocho en vez del anterior.
tesorero Izedín; pero es un infeliz que se pasa el día escribiendo, y »Aunque estaba preparadísimo, seguí estudiando el almanaque en
el doctor Abenjaldún se reía de él y de sus libritos. Sin embargo, esos el tren. Me tenían fastidiado unos imbéciles que discutían el triunfo
reaccionarios, con sus anticuados prejuicios, siguieron el trabajo de de los Millonarios versus Chacarita Juniors y, créame, no sabían ni
zapa y no trepido en afirmar que, indirectamente, ellos tienen la medio de football. Bajé en Belgrano R. La quinta viene a quedar a
culpa de todo. trece cuadras de la estación. Yo pensé que la caminata iba a
»El 11 de agosto recibí una carta de Abenjaldún, anunciándome que refrescarme, pero me dejó medio muerto. Cumpliendo las
el 14 me someterían a una prueba un poco difícil, para la cual tenía instrucciones de Abenjaldún, lo llamé por teléfono desde el almacén
que prepararme. de la calle Rosetti.
—¿Y cómo tenía que prepararse? —inquirió Parodi. »Frente a la quinta había una fila de coches; la casa tenía más luces
que un velorio y desde lejos se oía el rumorear de la gente.

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Abenjaldún estaba esperándome en el portón. Lo noté envejecido. Internacional de Obras Famosas, el Anuario de «La Razón», El
Yo lo había visto muchas veces de día; recién esa noche me di cuenta Jardinero Ilustrado de Peluffo, El Tesoro de la Juventud, La Donna
que se parecía un poco a Repetto, pero con barba. Ironías de la Delinquente de Lombroso, y qué sé yo.
suerte, como quien dice: esa noche, que me tenía loco el examen, »Izedín estaba nervioso. Yo descubrí enseguida el porqué: había
voy y me fijo en ese disparate. Fuimos por el camino de ladrillos que vuelto a la carga con su literatura. En la mesa había un enorme
rodea la casa, y entramos por los fondos. En la secretaría estaba paquete de libros. El doctor, preocupado con mi examen, quería
Izedín, del lado del archivo. zafarse de Izedín, y le dijo:
—Hace catorce años que estoy archivado —observó dulcemente »—Pierda cuidado. Esta noche leeré sus libros.
don Isidro—. Pero ese archivo no lo conozco. Descríbame un poco »Ignoro si el otro le creyó; fue a ponerse la túnica para entrar en la
el lugar. sala de actos; ni siquiera me echó una mirada.
—Mire, es muy sencillo. La secretaría está en el piso alto: una »En cuanto nos quedamos solos, el doctor Abenjaldún me dijo:
escalera baja directamente a la sala de actos. Ahí estaban los drusos, »—¿Has ayunado con fidelidad, has aprendido las doce figuras del
unos ciento cincuenta, todos velados y con túnicas blancas, mundo?
alrededor del toro de metal. El archivo es una piecita pegada a la »Le aseguré que desde el jueves a las diez (esa noche, en compañía
secretaría: es un cuarto interior. Yo siempre digo que un recinto sin de algunos tigres de la nueva sensibilidad, había cenado una buseca
una ventana como la gente, a la larga resulta insalubre. ¿Usted no liviana y un pesceto al horno, en el Mercado de Abasto) estaba a té
comparte mi criterio? solo.
—No me hable. Desde que me establecí en el Norte me tienen »Después Abenjaldún me pidió que le recitara los nombres de las
cansado los recintos. Descríbame la secretaría. doce figuras. Los recité sin un solo error; me hizo repetir esa lista
—Es una pieza grande. Hay un escritorio de roble, donde está la cinco o seis veces. Al fin me dijo:
Olivetti, unos sillones comodísimos, en los que usted se hunde hasta »—Veo que has acatado las instrucciones. De nada te valdrían, sin
el cogote, una pipa turca medio podrida, que vale un dineral, una embargo, si no fueras aplicado y valiente. Me consta que lo eres; he
araña de caireles, una alfombra persa, futurista, un busto de resuelto desoír a los que niegan tu capacidad: te someteré a una sola
Napoleón, una biblioteca de libros serios: la Historia Universal de prueba, la más desamparada y la más difícil. Hace treinta años, en
César Cantú, Las Maravillas del Mundo y del Hombre, la Biblioteca las cumbres del Líbano, yo la ejecuté con felicidad; pero antes los

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maestros me concedieron otras pruebas más fáciles: yo descubrí me pareció igual a todos los otros; pero, como estaba imaginando
una moneda en el fondo del mar, una selva hecha de aire, un cáliz las figuras del zodiaco, no tuve tiempo de pensar, y le dije:
en el centro de la Tierra, un alfanje condenado al Infierno. Tú no “Abenjaldún lo llama”. El hombre me siguió; siempre
buscarás cuatro objetos mágicos; buscarás a los cuatro maestros imaginándome las figuras, subimos la escalera, y entramos en la
que forman el velado tetrágono de la Divinidad. Ahora, entregados secretaría. Abenjaldún estaba rezando; lo hizo entrar a Yusuf al
a piadosas tareas, rodean el toro de metal; rezan con sus hermanos, archivo, y casi enseguida volvió y me dijo: “Trae ahora a Ibrahim”.
los akils, velados como ellos; ningún indicio los distingue, pero tu Volví a la sala de actos, di mis tres vueltas, me paré detrás de otro
corazón los reconocerá. Yo te ordenaré que traigas a Yusuf; tú ensabanado y le dije: “Abenjaldún lo llama”. Con él volví a la
bajarás a la sala de actos, imaginando en su orden preciso las figuras secretaría.
del cielo; cuando llegues a la última figura, la de los Peces, volverás —Pare el carro, amigo —dijo Parodi—. ¿Está seguro de que
a la primera, que es Aries, y así, continuamente; darás tres vueltas mientras usted daba sus vueltas nadie salió de la secretaría?
alrededor de los akils y tus pasos te llevarán a Yusuf, si no has —Mire, le aseguro que no. Yo estaba muy atento a las figuras y todo
alterado el orden de las figuras. Le dirás: “Abenjaldún te llama” y lo lo que quiera, pero no soy tan sonso. No le quitaba el ojo a esa
traerás aquí. Después te ordenaré que traigas al segundo maestro; puerta. Pierda cuidado: nadie entró ni salió.
luego al tercero, luego al cuarto. »Abenjaldún tomó del brazo a Ibrahim y lo llevó al archivo; después
»Felizmente, de tanto leer y releer el Almanaque Bristol, las doce me dijo: “Trae ahora a Izedín”. Cosa rara, don Isidro, las dos
figuras se me habían quedado grabadas; pero basta que a uno le primeras veces había tenido confianza en mí; esta vuelta estaba
digan que no se equivoque, para que tema equivocarse. No me acobardado. Bajé, caminé tres veces alrededor de los drusos y volví
acobardé, le aseguro, pero tuve un presentimiento. Abenjaldún me con Izedín. Yo estaba cansadísimo: en la escalera se me nubló la
estrechó la mano, me dijo que sus plegarias me acompañarían, y vista, cosas del riñón; todo me pareció distinto, hasta mi
bajé la escalera que da a la sala de actos. Yo estaba muy atareado compañero. El mismo Abenjaldún, que ya me tenía tanta fe que en
con las figuras; además esas espaldas blancas, esas cabezas lugar de rezar se había puesto a jugar al solitario, se lo llevó a Izedín
agachadas, esas máscaras lisas y ese toro sagrado que yo no había al archivo, y me dijo, hablándome como un padre:
visto nunca de cerca me tenían inquieto. Sin embargo, di mis tres »—Este ejercicio te ha rendido. Yo buscaré al cuarto iniciado, que es
vueltas como la gente, y me encontré detrás de un ensabanado, que Jalil.

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»La fatiga es el enemigo de la atención, pero en cuanto salió confiamos el curso de las figuras: el cosmos estará en tu poder. Si no
Abenjaldún me prendí a los barrotes de la galería y me puse a alteras el orden del zodiaco, nuestros destinos y el destino del
espiarlo. El hombre dio sus tres vueltas lo más chato, agarró de un mundo seguirán el curso prefijado; si tu imaginación se equivoca, si
brazo a Jalil y se lo trajo para arriba. Ya le dije que el archivo no tiene después de la Balanza imaginas el León y no el Escorpión, el maestro
más puerta que la que da a la secretaría. Por esa puerta entró a quien buscas perecerá y el mundo conocerá la amenaza del aire,
Abenjaldún con Jalil; enseguida salió con los cuatro drusos velados; del agua y del fuego.
me hizo la señal de la cruz, porque son gente muy devota; después »Todos dijeron que sí, menos Izedín, que había ingerido tanto
les dijo en criollo que se quitaran los velos; usted dirá que es pura salame que ya se le cerraban los ojos y que estaba tan distraído que
fábula, pero ahí estaban Izedín, con su cara de extranjero, y Jalil, el al irse nos dio la mano a todos, uno por uno, cosa que no hace nunca.
subgerente de La Formal, y Yusuf, el cuñado del que es gangoso, e »Me dieron una caña de bambú, me pusieron la venda y se fueron.
Ibrahim, pálido como un muerto y barbudo, el socio de Abenjaldún, Me quedé solo. Qué ansiedad la mía: imaginarme las figuras, sin
usted sabe. ¡Ciento cincuenta drusos iguales y ahí estaban los cuatro alterar el orden; esperar las campanadas que no sonaban nunca; el
maestros! miedo que sonaran y echar a andar por esa casa, que de golpe me
»El doctor Abenjaldún casi me abrazó; pero los otros, que son pareció interminable y desconocida. Sin querer pensé en la escalera,
personas refractarias a la evidencia, y llenas de supersticiones y en los descansos, en los muebles que habría en mi camino, en los
agüerías, no dieron su brazo a torcer y se le enojaron en druso. El sótanos, en el patio, en las claraboyas, qué sé yo. Empecé a oír de
pobre Abenjaldún quiso convencerlos, pero al fin tuvo que ceder. todo: las ramas de los árboles del jardín, unos pasos arriba, los
Dijo que me sometería a otra prueba, dificilísima, pero que en esa drusos que se iban de la quinta, el arranque del viejo Issota de Abd-
prueba se jugaría la vida de todos ellos y tal vez la suerte del mundo. el-Melek: usted sabe, el que se ganó la rifa del aceite Raggio. En fin,
Continuó: todos se iban y yo me quedaba solo en el caserón, con esos drusos
»—Te vendaremos los ojos con este velo, pondremos en tu mano escondidos quién sabe dónde. Ahí tiene, cuando sonó el reloj me
derecha esta larga caña, y cada uno de nosotros se ocultará en algún llevé un susto. Salí con mi cañita, yo, un muchacho joven, pletórico
rincón de la casa o de los jardines. Esperarás aquí hasta que el reloj de vida, caminando como inválido, como un ciego, si usted me
dé las doce; después nos encontrarás sucesivamente, guiado por las interpreta; agarré enseguida para la izquierda, porque el cuñado del
figuras. Esas figuras rigen el mundo; mientras dure el examen, te gangoso tiene mucho savoir faire y yo pensé que iba a encontrarlo

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bajo la mesa; todo el tiempo veía patente la Balanza, el Escorpión, el agaché. Toqué el pelo con la mano. Toqué una nariz, unos ojos. Sin
Sagitario y todas esas ilustraciones; me olvidé del primer descanso darme cuenta de lo que hacía, me arranqué la venda.
de la escalera y seguí bajando en falso; después me entré en el jardín »Abenjaldún estaba tirado en la alfombra, tenía la boca toda babosa
de invierno. De golpe me perdí. No encontraba ni la puerta ni las y con sangre; lo palpé; estaba calentito todavía, pero ya era cadáver.
paredes. También hay que ver: tres días a puro té solo y el gran En el cuarto no había nadie. Vi la caña, que se me había caído de la
desgaste mental que yo me exigía. Dominé, con todo, la situación, y mano: tenía sangre en la punta. Recién entonces comprendí que yo
agarré por el lado del montaplatos; yo malicié que alguno se habría lo había matado. Sin duda, cuando oí la risa y el grito, me confundí
introducido en la carbonera; pero esos drusos, por instruidos que un momento y cambié el orden de las figuras: esa confusión había
sean, no tienen nuestra viveza criolla. Entonces me volví para la costado la vida de un hombre. Tal vez la de los cuatro maestros…
sala. Tropecé con una mesita de tres patas, que usan algunos drusos Me asomé a la galería y los llamé. Nadie me contestó. Aterrado, huí
que todavía creen en el espiritismo, como si estuvieran en la Edad por los fondos, repitiendo en voz baja el Carnero, el Toro, los
Media. Me pareció que me miraban todos los ojos de los cuadros al Gemelos, para que el mundo no se viniera abajo. Enseguida llegué a
óleo (usted se reirá, tal vez; mi hermanita siempre dice que tengo la tapia y eso que la quinta tiene tres cuartos de manzana; siempre
algo de loco y de poeta). Pero no me dormí y enseguida lo descubrí el Tullido Ferrarotti me sabía decir que mi porvenir estaba en las
a Abenjaldún: estiré el brazo y ahí estaba. Sin mayor dificultad, carreras de medio fondo. Pero esa noche fui una revelación en salto
encontramos la escalera, que estaba mucho más cerca de lo que yo en alto. De un saque salvé la tapia, que tiene casi dos metros; cuando
imaginaba, y ganamos la secretaría. En el trayecto no dijimos ni una estaba levantándome de la zanja y sacándome una porción de
sola palabra. Yo estaba ocupado con las figuras. Lo dejé y salí a cascos de botella que se me habían incrustado por todos lados,
buscar otro druso. En eso oí como una risa ahogada. Por primera empecé a toser con el humo. De la quinta salía un humo negro y
vez tuve una duda: llegué a pensar que se reían de mí. Enseguida oí espeso como lana de colchón. Aunque no estaba entrenado, corrí
un grito. Yo juraría que no me equivoqué en las imágenes; pero, como en mis buenos tiempos; al llegar a Rosetti me di vuelta: había
primero con la rabia y después con la sorpresa, tal vez me haya una luz como de 25 de Mayo en el cielo, la casa estaba ardiendo. ¡Ahí
confundido. Yo nunca niego la evidencia. Me di vuelta y tanteando tiene lo que puede significar un cambio en las figuras! De pensarlo,
con la caña entré en la secretaría. Tropecé con algo en el suelo. Me la boca se me puso más seca que lengua de loro. Divisé un agente en
la esquina, y di marcha atrás; después me metí en unos andurriales

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que es una vergüenza que haya todavía en la Capital; yo sufría como lo de la víspera, le pedí a la patrona que me trajera las Noticias. Sin
argentino, le aseguro, y me tenían mareado unos perros, que bastó tan siquiera examinar la página de los deportes, me engolfé en la
que uno solo ladrara para que todos se pusieran a ensordecerme crónica policial y vi la fotografía del siniestro: a las cero veintitrés
desde muy cerca, y en esos barriales del oeste no hay seguridad de la madrugada había estallado un incendio de vastas
para el peatón ni vigilancia de ninguna especie. De pronto me proporciones en la casa-quinta del doctor Abenjaldún, sita en Villa
tranquilicé, porque vi que estaba en la calle Charlone; unos infelices Mazzini. A pesar de la encomiable intervención de la Seccional de
que estaban de patota en un almacén se pusieron a decir “el Bomberos, el inmueble fue pasto de las llamas, habiendo perecido
Carnero, el Toro” y a hacer ruidos que están mal en una boca; pero en la combustión su propietario, el distinguido miembro de la
yo no les llevé el apunte y pasé de largo. ¿Quiere creer que sólo al colectividad siriolibanesa, doctor Abenjaldún, uno de los grandes
rato me di cuenta que yo había estado repitiendo las figuras, en voz pioneers de la importación de sustitutos del linóleum. Quedé
alta? Volví a perderme. Usted sabe que en esos barrios ignoran los horrorizado. Baudizzone, que siempre descuida su página, había
rudimentos del urbanismo y las calles están perdidas en un cometido algunos errores: por ejemplo, no había mencionado para
laberinto. Ni se me pasó por la cabeza tomar algún vehículo: llegué nada la ceremonia religiosa, y decía que esa noche se habían
a casa con el calzado hecho una miseria, a la hora en que salen los reunido para leer la Memoria y renovar autoridades. Poco antes del
basureros. Yo estaba enfermo de cansancio esa madrugada. Creo siniestro habían abandonado la quinta los señores Jalil, Yusuf e
que hasta tenía temperatura. Me tiré en la cama, pero resolví no Ibrahim. Éstos declararon que hasta las 24 estuvieron departiendo
dormir, para no distraerme de las figuras. amigablemente con el extinto, que, lejos de presentir la tragedia que
»A las doce del día mandé parte de enfermo a la redacción y a las pondría un punto final a sus días y convertiría en cenizas una
Obras Sanitarias. En eso entró mi vecino, el viajante de la Brancato, residencia tradicional de la zona del oeste, hizo gala de su habitual
y se hizo firme y me llevó a su pieza a tomar una tallarinada. Le sprit. El origen de la magna conflagración quedaba por aclarar.
hablo con el corazón en la mano: al principio me sentí un poco »A mí no me asusta el trabajo, pero desde entonces no he vuelto al
mejor. Mi amigo tiene mucho mundo y destapó un moscato del país. diario ni a las Obras, y ando con el ánimo por el suelo. A los dos días
Pero yo no estaba para diálogos finos y, aprovechando que el tuco me vino a visitar un señor muy afable, que me interrogó sobre mi
me había caído como un plomo, me fui a mi pieza. No salí en todo el participación en la compra de escobillones y trapos de rejilla para
día. Sin embargo, como no soy un ermitaño y me tenía preocupado la cantina del personal del corralón de la calle Bucarelli; después

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cambió de tema y habló de las colectividades extranjeras y se —Bueno, ahora que te has sacado de la cabeza esas fantasías, te vas
interesó especialmente en la siriolibanesa. Prometió, sin mayor para el diario. No te hagás mala sangre.
seguridad, repetir la visita. Pero no volvió. En cambio, un Mudo, redimido, aturdido, Molinari salió de la cárcel. Afuera, estaba
desconocido se instaló en la esquina y me sigue con sumo disimulo esperándolo el otro.
por todos lados. Yo sé que usted no es hombre de dejarse enredar 2.
por la policía ni por nadie. Sálveme, don Isidro, ¡estoy desesperado!
A la semana, Molinari admitió que no podía postergar una segunda
—Yo no soy brujo ni ayunador para andar resolviendo adivinanzas.
visita a la Penitenciaría. Sin embargo, le molestaba encararse con
Pero no te voy a negar una manito. Eso sí, con una condición.
Parodi, que había penetrado su presunción y su miserable
Prométeme que me vas a hacer caso en todo.
credulidad. ¡Un hombre moderno, como él, haberse dejado
—Como usted diga, don Isidro.
embaucar por unos extranjeros fanáticos! Las apariciones del señor
—Muy bien. Vamos a empezar enseguida. Decí en orden las figuras
afable se hicieron más frecuentes y más siniestras: no sólo hablaba
del almanaque.
de los siriolibaneses, sino de los drusos del Líbano; su diálogo se
—El Carnero, el Toro, los Gemelos, el Cangrejo, el León, la Virgen, la
había enriquecido de temas nuevos: por ejemplo: la abolición de la
Balanza, el Escorpión, el Sagitario, el Capricornio, el Acuario, los
tortura en 1813, las ventajas de una picana eléctrica recién
Peces.
importada de Bremen por la Sección Investigaciones, etc.
—Muy bien. Ahora decilos al revés.
Una mañana de lluvia, Molinari tomó el ómnibus en la esquina de
Molinari, pálido, balbuceó:
Humberto I. Cuando bajó en Palermo, bajó también el desconocido,
—El Ronecar, el Roto…
que había pasado de los anteojos a la barba rubia...
—Salí de ahí con esas compadradas. Te digo que cambies el orden,
Parodi, como siempre, lo recibió con cierta sequedad; tuvo el tino
que digas de cualquier modo las figuras.
de no aludir al misterio de Villa Mazzini: habló, tema habitual en él,
—¿Que cambie el orden? Usted no me ha entendido, don Isidro, eso
de lo que puede hacer el hombre que tiene un sólido conocimiento
no se puede…
de la baraja. Evocó la memoria tutelar del Lince Rivarola, que
—¿No? Decí la primera, la última y la penúltima.
recibió un sillazo en el momento mismo de extraer un segundo as
Molinari, aterrado, obedeció. Después miró a su alrededor.
de espadas, de un dispositivo especial que tenía en la manga. Para
complementar esa anécdota, extrajo de un cajón un mazo grasiento,
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lo hizo barajar por Molinari y le pidió que extendiera los naipes yo mismo iba a sacar el cuarto naipe, el rey de copas. Saqué el cuatro
sobre la mesa, con las figuras para abajo. Le dijo: de copas, que tiene estas pintitas negras.
—Amiguito, usted que es brujo, le va a dar a este pobre anciano el »Abenjaldún hizo lo mismo. Te dijo que buscaras el druso número
cuatro de copas. Molinari balbuceó: 1, vos le trajiste el número 2; te dijo que trajeras el 2, vos le trajiste
—Yo nunca he pretendido ser brujo, señor... Usted sabe que yo he el 3; te dijo que trajeras el 3, vos le trajiste el 4; te dijo que iba a
cortado toda relación con esos fanáticos. buscar el 4 y trajo el 1. El 1 era Ibrahim, su amigo íntimo. Abenjaldún
—Has cortado y has barajado; dame en seguidita el cuatro de copas. podía reconocerlo entre muchos... Esto les pasa a los que se meten
No tengas miedo; es la primera carta que vas a agarrar. con extranjeros. Vos mismo me dijiste que los drusos son una gente
Trémulo, Molinari extendió la mano, tomó una carta cualquiera y se muy cerrada. Decías bien, y el más cerrado de todos era Abenjaldún,
la dio a Parodi. Éste la miró y dijo: el decano de la colectividad. A los otros les bastaba desairar a un
—Sos un tigre. Ahora me vas a dar la sota de espadas. Molinari sacó criollo; él quiso tomarlo para risa. Te dijo que fueras un domingo y
otra carta y se la entregó. vos mismo me dijiste que el viernes era el día de sus misas; para que
—Ahora el siete de bastos. Molinari le dio una carta. estuvieras nervioso, te hizo tres días a puro té y Almanaque Bristol;
—El ejercicio te ha cansado. Yo sacaré por vos la última carta, que encima te hizo caminar no sé cuántas cuadras; te largó a una función
es el rey de copas. de drusos ensabanados y como si el miedo fuera poco para
Tomó, casi con negligencia, una carta y la agregó a las tres confundirte, inventó el asunto de las figuras del almanaque. El
anteriores. Después le dijo a Molinari que las diera vuelta. Eran el hombre estaba de bromas; todavía no había revisado (ni revisaría
rey de copas, el siete de bastos, la sota de espadas y el cuatro de nunca) los libros de contabilidad de Izedín; de esos libros hablaban
copas. cuando vos entraste; vos creíste que hablaban de novelitas y de
—No abrás tanto los ojos —dijo Parodi—. Entre todos esos naipes versos. Quién sabe qué manejos había hecho el tesorero; lo cierto es
iguales hay uno marcado; el primero que te pedí pero no el primero que mató a Abenjaldún y quemó la casa, para que nadie viera los
que me diste. Te pedí el cuatro de copas, me diste la sota de espadas; libros. Se despidió de ustedes, les dio la mano (cosa que no hacía
te pedí la sota de espadas, me diste el siete de bastos; te pedí el siete nunca), para que dieran por sentado que se había ido. Se escondió
de bastos y me diste el rey de copas; dije que estabas cansado y que por ahí cerca, esperó que se fueran los otros, que ya estaban hartos
de la broma, y cuando vos, con la caña y la venda, estabas

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buscándolo a Abenjaldún, volvió a la secretaría. Cuando volviste con
el viejo, los dos se rieron de verte caminando como un cieguito.
Saliste a buscar un segundo druso; Abenjaldún te siguió para que
volvieras a encontrarlo y te hicieras cuatro viajes a puro golpe,
trayendo siempre la misma persona. El tesorero, entonces, le dio
una puñalada en la espalda: vos oíste su grito. Mientras volvías a la
pieza, tanteando, Izedín huyó, prendió fuego a los libros. Luego,
para justificar que hubieran desaparecido los libros, prendió fuego
a la casa. Fue allá por el cuarenta, y en La Plata. –Eso le indica –murmuró con
Pujato, 27 de diciembre de 1941 sarcasmo, mirando la plaza llena de sol a través de la ventana del
café– que mi fortuna política estaba en ascenso, porque usted sabe
cómo me han tenido a mí, rodando por todos los destacamentos y
En defensa propia comisarías de la provincia. La fecha justa también se la puedo decir.
Era la noche de San Pedro y San Pablo, el 29 de junio. ¿No le hace
Rodolfo Walsh
gracia que aún hoy se prendan fogatas ese día?
–Es por el solsticio estival –expliqué modestamente.
–Yo, a lo último, no servía para comisario –dijo Laurenzi, tomando
–Usted quiere decir el verano. El verano de ellos que trajeron de
el café que se le había enfriado–. Estaba viendo las cosas, y no quería
Europa la fiesta y el nombre de la fiesta.
verlas. Los problemas en que se mete la gente, y la manera que tiene
–Desconfíe también del nombre, comisario. Eran antiguos festivales
de resolverlos, y la forma en que yo los habría resuelto. Eso, sobre
celtas. Con el fuego ayudaban al sol a mantenerse en el camino más
todo. Vea, es mejor poner los zapatos sobre el escritorio, como en el
alto de cielo.
biógrafo, que las propias ideas. Yo notaba que me iba poniendo flojo,
–Será. La cuestión es que hacía un frío que no le cuento. Yo tenía un
y era porque quería pensar, ponerme en el lugar de los demás,
despacho muy grande y una estufita de kerosén que daba risa.
hacerme cargo. Y así hice dos o tres macanas, hasta que me jubilé.
Fíjese, había momentos en que lo que más deseaba era ser de nuevo
Una de esas macanas es la que le voy a contar.
un simple vigilante, como cuando empecé, tomar mate o café con

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ellos en la cocina, donde seguramente hacía calor y no se pensaba pinos que chorreaban agua en la sombra. La cancela estaba abierta,
en nada. pero había luz en una ventana y seguí sin tocar el timbre. Conocía la
Serían las diez de la noche cuando sonó el teléfono. Era una voz casa, porque el doctor solía llamarnos cada tanto, para ver cómo
tranquila, la voz del juez Reynal, diciendo que acababa de matar un andaba un sumario o para darnos un sermón. Tenía ojos de lince
ladrón en su casa, y que si yo podía ir a ver. Así que me puse el para los vicios de procedimiento, la sangre de sus venas pasaba por
perramus y fui a ver. el código y no se cansaba de invocar la majestad de la justicia, la de
Con los jueces, para qué lo voy a engañar, nunca me entendí. La ley antes. Y yo que hasta tengo que cuidar la ortografía, y no hablo de
de los jueces siempre termina por enfrentarlo a uno con un los vicios de procedimiento ya va a ver. Pero yo no era el único.
malandra que esa noche tiene más suerte, o mejor puntería, o un Conozco algunos que pretendían tomarlo en farra, pero se les caían
poco más de coraje que seis meses antes, o dos años antes, cuando las medias cuando tenían que enfrentarlo.
uno lo vio por última vez con una vereda y una 45 de por medio. Y es que era un viejo imponente, con una gran cabeza de cadáver
Uno sabe cómo entran, cómo no va a saber, después de verlo porque año a año la cara se le iba chupando más y más, hasta que la
llorando y, si se descuida, pidiendo por su madre. Lo que no sabe, es piel parecía pegada a los huesos, como si no quisiera dejarle nada a
cómo salen. Después hasta le piden fuego por la calle, y usted se la muerte. Así lo recuerdo esa noche, vestido de negro y con un
calla y se va a baraja porque se palpita que hay un chiste en alguna pañuelo de seda al cuello.
parte, y no vaya a resultar que el chiste es a cota suya. Con este hombre yo me guardaba un viejo entripado, porque una
Iba pensado en estas cosas mientras caminaba entre las fogatas que vez en la misma comisaría, adonde llegó como bala me soltó al
la garúa no terminaba de apagar, esquivando los buscapiés de la tuerto Landívar, que tenía dos muertes sin probar, y más tarde iba
juventud que también festejaba, como dice usted, lo alto que andaba a tener otra. Nunca olvidé lo que me dijo Es mejor que ande suelto
el sol y, seguramente, la cosecha próxima, y los campos llenos de un asesino, y no una ruedita de la justicia. ¿Y el peligro? –le
flores. Para distraerme, empecé a recordar lo que sabía del doctor pregunté. El peligro lo corremos todos–dijo. Pero fui yo el que tuve
Reynal. Era el juez de instrucción más viejo de La Plata, un caballero que matarlo a Landívar, cuando al fin hizo la pata ancha en los
inmaculado y todo eso, viudo, solo e inaccesible. galpones de Tolosa, y yo me acordé del doctor, del doctor y de su
Entré por un portoncito de fierro, atravesé el jardín mojado, madre.
recuerdo que había unas azaleas que empezaban a florecer y unos

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El comisario se agarró el mentón y meneó la cabeza. Como si se riera Moví con el pie la cara del muerto, que estaba boca abajo frente al
de alguna ocurrencia secreta, y después soltó una verdadera escritorio, y me encontré con un antiguo conocido, Justo Luzati, por
carcajada, una risa asmática y un poco dolorosa. mal nombre El Jilguero, y también El Alcahuete, con fama de cantor
–Bueno, ahí estaba sentado ante su escritorio, como si nada hubiera y de otras cosas que en su ambiente nadie apreciaba. Supe tratarlo
pasado, absorto en uno de esos libracos de filosofía, o vaya a saber bastante en un tiempo, hasta que lo perdí de vista en un hospital,
qué, pero en todo caso algo importante, porque apenas alzó la pobre tipo.
cabeza al verme en la puerta y siguió leyendo hasta que llegó al final Pero resultaba bueno verlo muerto así, al fin con un gesto de
de un párrafo que marcó con una uña afilada y como de vidrio. Tuve hombre en la cara flaca donde parecía faltarle unos huesos y
tiempo de sacarme el sombrero mojado, de pensar dónde lo sobrarle otros, y un 32 empuñado a lo hombre en la mano derecha,
pondría, de ver el bulto en el suelo, que era un hombre, de codearme y todavía ese gesto bravío de apretar el gatillo a quemarropa,
con un jinete de bronce y, en general, de sentirme como un auxiliar cuando ya le iban a tirar, o le estaban tirando, y le tiraron nomás y
tercero que lo van a amonestar. Recién entonces el viejo cerró el el plomo del 38 que el doctor sacó de algún cajón lo sentó de traste.
libro, cruzó los dedos y se quedó mirándome con esos ojos que Y entonces se acostó despacio a lagrimear un poco y a morir.
siempre parecían estar haciendo la seña del as de espadas. Pero ese viejo, era cosa de ver, o de imaginar, la sangre fría, de ese
Le pregunté, de buen modo, qué quería que hiciera. Contestó que yo viejo. Dejó el 38 sobre la mesa, con cuidado porque era una prueba.
sabía cuál era mi deber, que yo conocía o debía conocer el Código Me llamó por teléfono, sin levantarse siquiera, porque no había que
de Procedimientos, que desde ya su reemplazante de turno era el tocar nada. Y siguió leyendo el libro que leía cuando entró Luzati.
doctor Fulano, y que no lo tomara a mal si, ya que estaba, observaba –¿Lo conoce doctor? –le pregunté.
con interés profesional la forma en que yo encauzaba el sumario. –Nunca lo había visto.
Le aseguré que no faltaba más. Le dije si estaba bien que le hiciera Entonces, mientras lo estaba mirando, descubrí ese estropicio en la
una inspección ocular. Hizo que sí con la cabeza. ¿Y que le biblioteca que tenía detrás de él.
preguntara algunas cosas y que lo tuviese demorado hasta que el –¿Y de eso –señalé –no pensaba decirme nada?
doctor fulano dispusiera lo contrario? Entonces se echó a reír y –Usted tiene ojos –respondió.
comentó “Muy bien, muy bien, eso me gusta”. Había una hilera de tomos encuadernados en azul, creo que era la
colección de La Ley. Y uno estaba medio destripado, le salían

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serpentinas y plumitas de papel, y al lado había un marco de plata –¿Y eso? –dijo –. Como si yo fuera a acordarme de todas las
boca abajo, un retrato con la foto y el vidrio perforados. sentencias que dicto.
–Quédese quieto, doctor, no se mueva–le previne y le di la vuelta al –Entonces tampoco recordará que en el treinta lo condenó por
escritorio, me paré donde se había parado Luzati, donde todavía tráfico de drogas.
estaba el agua de sus zapatos y desde allí miré al viejo, y luego
detrás del viejo, y nuevamente esa cara cadavérica y severa. Pero él Me pareció que daba un brinco, que iba a pararse, pero se contuvo,
me corrigió: –Un poquito más a la izquierda –dijo. porque era un viejo duro, y apenas se pasó una mano por la frente.
–¿Qué se siente, doctor, cuando a uno le erran por tan poco? –En el treinta –murmuró –. Puede ser. Son muchos años. Pero usted
–No se siente nada–contestó –y usted lo sabe. quiere decir que no vino a robar sino a vengarse.
Entonces me agaché, saqué el 32 de entre los dedos de Luzati, abrí –Todavía no se lo quiero decir. Pero qué raro, doctor. Qué raro que
el tambor y allí estaba la cápsula picada y el resto de la carga este infeliz, que nunca asaltó a nadie, porque era una rata, un pobre
completa, y hasta el olor de la pólvora fresca. Todo listo y diablo que hoy se puso la mejor ropa para venir a verlo a usted –
empaquetado para el gabinete Vucetich, donde seguramente iban a alguien que vivía de la pequeña delación, del pequeño chantaje, del
encontrar que el plomo de la biblioteca correspondía al 32, y que el pequeño contrabando de drogas; alguien que si llevaba un arma
ángulo de tiro estaba bien, y todo estaba bien, y se lo iban a ilustrar encima era para darse coraje –, que ese tipo, de golpe, se convierta
con dibujitos y rayas coloradas, verdes y amarillas para probar en asaltante y venga a asaltarlo a usted…
nomás que el doctor había matado en defensa propia. Entonces él cambió de postura por primera vez, giró con el sillón, y
Puse el 32 junto al otro, sobre el escritorio, y fue entonces cuando él me vio con el retrato entre las manos, ese retrato de una muchacha
me oyó decir «Qué raro» y me miró sin moverse. lejana, inocente y dulce, si no fuera por los ojos que eran los ojos
–¿Qué raro doctor?–le dije caminando otra vez hacia la biblioteca – oscuros y un poco fanáticos del juez, esa cara que sonreía desde
que usted, que solía tener tan buena memoria, se haya olvidado de lejos aunque estaba destrozada de un tiro certero, porque el
este pájaro cantor. Porque si a mí no me falla, hace cuatro años vencido amor y la sombra del odio que le sigue tienen una infalible
usted sentenció en una causa Vallejo contra Luzati por tentativa de puntería.
extorsión. Le devolví el retrato, le dije: –Guárdelo. Esto no tiene por qué figurar
Él se echó a reír. aquí y me senté en cualquier parte sin pedirle permiso, pero no

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porque le hubiera perdido el respeto, sino porque necesitaba Estaba viendo todo, pero si pasaba un rato más ya no iba a ver nada,
pensar y hacerme cargo y estar solo. Pensar, por ejemplo, en esa porque no quería ver nada. Aunque al fin me paré y le dije:
cara que yo había visto dos años antes en una comisaría de Mar del
Plata, esa cara devastada, ya no inocente, repetida en la foto de un –No sé lo que va a hacer usted, doctor, pero he estado pensando en
prontuario donde decía simplemente Alicia Reynal, toxicómana, etc. lo difícil que es ser un comisario y lo difícil que es ser un juez. Usted
Pero cuando pasó un rato muy largo, lo único que se me ocurrió dice que este hombre quiso asaltarlo y que usted lo madrugó. Todo
decirle fue: el mundo le va a creer y, yo mismo, si mañana lo leo en el diario, es
–¿Hace mucho que no la ve? capaz que lo creo. Al fin y al cabo, es mejor que ande suelto un
–Mucho –dijo, y ya no habló más, y se quedó mirando algo que no asesino, y no una ruedita de la compasión. Era inútil. Ya no me
estaba. escuchaba. Al salir me agaché por segunda vez junto al Alcahuete y,
Entonces volví a pensar, y ahí debió ser cuando descubrí que ya no de un bolsillo del impermeable, saqué la pistola de pequeño calibre
servía para comisario. Porque estaba viendo todo, y no quería verlo. que sabía que iba a encontrar allí y me la guardé. Todavía la tengo.
Estaba viendo cómo El Alcahuete había conocido a aquella mujer, y Habría parecido raro, un muerto con dos armas encima.
hasta le había vendido marihuana o lo que sea, y de golpe, figúrese El comisario bostezó y miró su reloj. Le esperaban a almorzar.
usted, había averiguado quién era. Estaba viendo con qué facilidad –¿Y el juez? –pregunté.
se le ocurrió extorsionar al padre, que era un hombre inmaculado, –Lo absolvieron. Quince días después renunció, y al año se murió de
un pilar de la sociedad, y de paso cobrarse las dos temporadas que una de esas enfermedades que tienen los viejos.
estuvo en Olmos. Estaba viendo cómo el viejo lo esperó con el
escenario listo, el tiro que él mismo disparó –un petardo más en esa
noche de petardos –contra la biblioteca y contra aquel fantasma del Los asesinos
retrato. Estaba viendo el 32 descargado sobre el escritorio, para que
Ernest Hemingway
Luzati lo manoteara a último momento y hasta apretara el gatillo
cuando el viejo le apuntó. Y lo fácil que fue después abrir el tambor
y volver a cargarlo, sin sacarlo de las manos del muerto, que era La puerta del restaurante de Henry se abrió y entraron dos hombres
que se sentaron al mostrador.
donde debía estar.

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-¿Qué van a pedir? -les preguntó George.
-No sé -dijo uno de ellos-. ¿Tú qué tienes ganas de comer, Al?
-Qué sé yo -respondió Al-, no sé.
Afuera estaba oscureciendo. Las luces de la calle entraban por la
ventana. Los dos hombres leían el menú. Desde el otro extremo del
mostrador, Nick Adams, quien había estado conversando con
George cuando ellos entraron, los observaba.

-Yo voy a pedir costillitas de cerdo con salsa de manzanas y puré de


papas -dijo el primero.
-Todavía no está listo.
-¿Entonces para qué carajo lo pones en la carta?
-Esa es la cena -le explicó George-. Puede pedirse a partir de las seis.
gemelos. Ambos llevaban sobretodos demasiado ajustados para
George miró el reloj en la pared de atrás del mostrador.
ellos. Estaban sentados, inclinados hacia adelante, con los codos
-Son las cinco.
sobre el mostrador.
-El reloj marca las cinco y veinte -dijo el segundo hombre.
-¿Hay algo para tomar? -preguntó Al.
-Adelanta veinte minutos.
-Gaseosa de jengibre, cerveza sin alcohol y otras bebidas gaseosas -
-Bah, a la mierda con el reloj -exclamó el primero-. ¿Qué tienes para
enumeró George.
comer?
-Dije si tienes algo para tomar.
-Puedo ofrecerles cualquier variedad de sándwiches -dijo George-,
-Sólo lo que nombré.
jamón con huevos, tocineta con huevos, hígado y tocineta, o un
-Es un pueblo caluroso este, ¿no? -dijo el otro- ¿Cómo se llama?
bisté.
-Summit.
-A mí dame suprema de pollo con arvejas y salsa blanca y puré de
-¿Alguna vez lo oíste nombrar? -preguntó Al a su amigo.
papas.
-No -le contestó éste.
-Esa es la cena.
-¿Qué hacen acá a la noche? -preguntó Al.
-¿Será posible que todo lo que pidamos sea la cena?
-Cenan -dijo su amigo-. Vienen acá y cenan de lo lindo.
-Puedo ofrecerles jamón con huevos, tocineta con huevos, hígado…
-Así es -dijo George.
-Jamón con huevos -dijo el que se llamaba Al. Vestía un sombrero
-¿Así que crees que así es? -Al le preguntó a George.
hongo y un sobretodo negro abrochado. Su cara era blanca y
-Seguro.
pequeña, sus labios angostos. Llevaba una bufanda de seda y
-Así que eres un chico vivo, ¿no?
guantes.
-Seguro -respondió George.
-Dame tocineta con huevos -dijo el otro. Era más o menos de la
-Pues no lo eres -dijo el otro hombrecito-. ¿No es cierto, Al?
misma talla que Al. Aunque de cara no se parecían, vestían como
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-Se quedó mudo -dijo Al. Giró hacia Nick y le preguntó-: ¿Cómo te -Mejor pasa del otro lado, chico vivo -dijo Al. Nick pasó para el otro
llamas? lado del mostrador.
-Adams. -¿Qué se proponen? -preguntó George.
-Otro chico vivo -dijo Al-. ¿No es vivo, Max? -Nada que te importe -respondió Al-. ¿Quién está en la cocina?
-El pueblo está lleno de chicos vivos -respondió Max. -El negro.
-¿El negro? ¿Cómo el negro?
George puso las dos bandejas, una de jamón con huevos y la otra de -El negro que cocina.
tocineta con huevos, sobre el mostrador. También trajo dos latos de -Dile que venga.
papas fritas y cerró la portezuela de la cocina. -¿Qué se proponen?
-¿Cuál es el suyo? -le preguntó a Al. -Dile que venga.
-¿No te acuerdas? -¿Dónde se creen que están?
-Jamón con huevos. -Sabemos muy bien dónde estamos -dijo el que se llamaba Max-.
-Todo un chico vivo -dijo Max. Se acercó y tomó el jamón con ¿Parecemos tontos acaso?
huevos. Ambos comían con los guantes puestos. George los -Por lo que dices, parecería que sí -le dijo Al-. ¿Qué tienes que
observaba. ponerte a discutir con este chico? -y luego a George-: Escucha, dile
-¿Qué miras? -dijo Max mirando a George. al negro que venga acá.
-Nada. -¿Qué le van a hacer?
-Cómo que nada. Me estabas mirando a mí. -Nada. Piensa un poco, chico vivo. ¿Qué le haríamos a un negro?
-En una de esas lo hacía en broma, Max -intervino Al. George abrió la portezuela de la cocina y llamó:
George se rió. -Sam, ven un minutito.
–Tú no te rías -lo cortó Max-. No tienes nada de qué reírte, El negro abrió la puerta de la cocina y salió.
¿entiendes? -¿Qué pasa? -preguntó. Los dos hombres lo miraron desde el
-Está bien -dijo George. mostrador.
-Así que piensas que está bien -Max miró a Al-. Piensa que está bien. -Muy bien, negro -dijo Al-. Quédate ahí.
Esa sí que está buena. El negro Sam, con el delantal puesto, miró a los hombres sentados
-Ah, piensa -dijo Al. Siguieron comiendo. al mostrador:
-¿Cómo se llama el chico vivo ése que está en la punta del -Sí, señor -dijo. Al bajó de su taburete.
mostrador? -le preguntó Al a Max. -Voy a la cocina con el negro y el chico vivo -dijo-. Vuelve a la cocina,
-Ey, chico vivo -llamó Max a Nick-, anda con tu amigo del otro lado negro. Tú también, chico vivo.
del mostrador. El hombrecito entró a la cocina después de Nick y Sam, el cocinero.
-¿Por? -preguntó Nick. La puerta se cerró detrás de ellos. El que se llamaba Max se sentó al
-Porque sí. mostrador frente a George. No lo miraba a George sino al espejo que

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había tras el mostrador. Antes de ser un restaurante, el lugar había -Tendrías que ir más seguido. Para alguien tan vivo como tú, está
sido una taberna. bueno ir al cine.
-Bueno, chico vivo -dijo Max con la vista en el espejo-. ¿Por qué no -¿Por qué van a matar a Ole Andreson? ¿Qué les hizo?
dices algo? -Nunca tuvo la oportunidad de hacernos algo. Jamás nos vio.
-¿De qué se trata todo esto? -Y nos va a ver una sola vez -dijo Al desde la cocina.
-Ey, Al -gritó Max-. Acá este chico vivo quiere saber de qué se trata -¿Entonces por qué lo van a matar? -preguntó George.
todo esto. -Lo hacemos para un amigo. Es un favor, chico vivo.
-Cállate -dijo Al desde la cocina-. Hablas demasiado.
-¿Por qué no le cuentas? -se oyó la voz de Al desde la cocina. -Bueno, tengo que divertir al chico vivo, ¿no, chico vivo?
-¿De qué crees que se trata? -Hablas demasiado -dijo Al-. El negro y mi chico vivo se divierten
-No sé. solos. Los tengo atados como una pareja de amigas en el convento.
-¿Qué piensas? -¿Tengo que suponer que estuviste en un convento?
Mientras hablaba, Max miraba todo el tiempo al espejo. -Uno nunca sabe.
-No lo diría. -En un convento judío. Ahí estuviste tú.
-Ey, Al, acá el chico vivo dice que no diría lo que piensa. George miró el reloj.
-Está bien, puedo oírte -dijo Al desde la cocina, que con una botella -Si viene alguien, dile que el cocinero salió. Si después de eso se
de ketchup mantenía abierta la ventanilla por la que se pasaban los queda, le dices que cocinas tú. ¿Entiendes, chico vivo?
platos-. Escúchame, chico vivo -le dijo a George desde la cocina, -Sí -dijo George-. ¿Qué nos harán después?
aléjate de la barra. Tú, Max, córrete un poquito a la izquierda parecía -Depende -respondió Max-. Esa es una de las cosas que uno nunca
un fotógrafo dando indicaciones para una toma grupal. sabe en el momento.
-Dime, chico vivo -dijo Max-. ¿Qué piensas que va a pasar? George miró el reloj. Eran las seis y cuarto. La puerta de la calle se
George no respondió. abrió y entró un conductor de tranvías.
-Yo te voy a contar -siguió Max-. Vamos a matar a un sueco. -Hola, George -saludó-. ¿Me sirves la cena?
¿Conoces a un sueco grandote que se llama Ole Andreson? -Sam salió -dijo George-. Volverá en alrededor de una hora y media.
-Sí. -Mejor voy a la otra cuadra -dijo el chofer. George miró el reloj. Eran
-Viene a comer todas las noches, ¿no? las seis y veinte.
-A veces. -Estuviste bien, chico vivo -le dijo Max-. Eres un verdadero
-A las seis en punto, ¿no? caballero.
-Si viene. -Sabía que le volaría la cabeza -dijo Al desde la cocina.
-Ya sabemos, chico vivo -dijo Max-. Hablemos de otra cosa. ¿Vas al -No -dijo Max-, no es eso. Lo que pasa es que es simpático. Me gusta
cine? el chico vivo.
-De vez en cuando. A las siete menos cinco George habló:
-Ya no viene.
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Otras dos personas habían entrado al restaurante. En una -Cierto -agregó Max-, deberías apostar en las carreras, chico vivo.
oportunidad George fue a la cocina y preparó un sándwich de jamón Los dos hombres se retiraron. George, a través de la ventana, los vio
con huevos “para llevar”, como había pedido el cliente. En la cocina pasar bajo el farol de la esquina y cruzar la calle. Con sus sobretodos
vio a Al, con su sombrero hongo hacia atrás, sentado en un taburete ajustados y esos sombreros hongos parecían dos artistas de
junto a la portezuela con el cañón de un arma recortada apoyado en variedades. George volvió a la cocina y desató a Nick y al cocinero.
un saliente. Nick y el cocinero estaban amarrados espalda con -No quiero que esto vuelva a pasarme -dijo Sam-. No quiero que
espalda con sendas toallas en las bocas. George preparó el pedido, vuelva a pasarme.
lo envolvió en papel manteca, lo puso en una bolsa y lo entregó. El Nick se incorporó. Nunca antes había tenido una toalla en la boca.
cliente pagó y salió. -¿Qué carajo…? -dijo pretendiendo seguridad.
-El chico vivo puede hacer de todo -dijo Max-. Cocina y hace de todo. -Querían matar a Ole Andreson -les contó George-. Lo iban a matar
Harías de alguna chica una linda esposa, chico vivo. de un tiro ni bien entrara a comer.
-¿Sí? -dijo George- Su amigo, Ole Andreson, no va a venir. -¿A Ole Andreson?
-Le vamos a dar otros diez minutos -repuso Max. -Sí, a él.
Max miró el espejo y el reloj. Las agujas marcaban las siete en punto, El cocinero se palpó los ángulos de la boca con los pulgares.
y luego siete y cinco. -¿Ya se fueron? -preguntó.
-Vamos, Al -dijo Max-. Mejor nos vamos de acá. Ya no viene. -Sí -respondió George-, ya se fueron.
-Mejor esperamos otros cinco minutos -dijo Al desde la cocina. -No me gusta -dijo el cocinero-. No me gusta para nada.
En ese lapso entró un hombre, y George le explicó que el cocinero -Escucha -George se dirigió a Nick-. Tendrías que ir a ver a Ole
estaba enfermo. Andreson.
-¿Por qué carajo no consigues otro cocinero? -lo increpó el hombre- -Está bien.
¿Acaso no es un restaurante esto? -luego se marchó. -Mejor que no tengas nada que ver con esto -le sugirió Sam, el
-Vamos, Al -insistió Max. cocinero-. No te conviene meterte.
-¿Qué hacemos con los dos chicos vivos y el negro? -Si no quieres no vayas -dijo George. -No vas a ganar nada
-No va a haber problemas con ellos. involucrándote en esto -siguió el cocinero-. Mantente al margen.
-¿Estás seguro? -Voy a ir a verlo -dijo Nick-. ¿Dónde vive?
-Sí, ya no tenemos nada que hacer acá. El cocinero se alejó.
-No me gusta nada -dijo Al-. Es imprudente, tú hablas demasiado. -Los jóvenes siempre saben qué es lo que quieren hacer -dijo.
-Uh, qué te pasa -replicó Max-. Tenemos que entretenernos de -Vive en la pensión Hirsch -George le informó a Nick.
alguna manera, ¿no? -Voy para allá.
-Igual hablas demasiado -insistió Al. Éste salió de la cocina, la Afuera, las luces de la calle brillaban por entre las ramas de un árbol
recortada le formaba un ligero bulto en la cintura, bajo el sobretodo desnudo de follaje. Nick caminó por el costado de la calzada y a la
demasiado ajustado que se arregló con las manos enguantadas. altura del siguiente poste de luz tomó por una calle lateral. La
-Adiós, chico vivo -le dijo a George-. La verdad es que tuviste suerte.
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pensión Hirsch se hallaba a tres casas. Nick subió los escalones y -No. No hay nada que hacer.
tocó el timbre. Una mujer apareció en la entrada. -Tal vez no lo dijeron en serio.
-¿Está Ole Andreson? -No. Lo decían en serio.
-¿Quieres verlo? Ole Andreson volteó hacia la pared.
-Sí, si está. -Lo que pasa -dijo hablándole a la pared- es que no me decido a salir.
Nick siguió a la mujer hasta un descanso de la escalera y luego al Me quedé todo el día acá.
final de un pasillo. Ella llamó a la puerta. -¿No podría escapar de la ciudad?
-¿Quién es? -No -dijo Ole Andreson-. Estoy harto de escapar.
-Alguien que viene a verlo, señor Andreson -respondió la mujer. Seguía mirando a la pared.
-Soy Nick Adams. -Ya no hay nada que hacer.
-Pasa. -¿No tiene ninguna manera de solucionarlo?
Nick abrió la puerta e ingresó al cuarto. Ole Andreson yacía en la -No. Me equivoqué -seguía hablando monótonamente-. No hay nada
cama con la ropa puesta. Había sido boxeador peso pesado y la cama que hacer. Dentro de un rato me voy a decidir a salir.
le quedaba chica. Estaba acostado con la cabeza sobre dos -Mejor vuelvo adonde George -dijo Nick.
almohadas. No miró a Nick. -Chau -dijo Ole Andreson sin mirar hacia Nick-. Gracias por venir.
-¿Qué pasa? -preguntó. Nick se retiró. Mientras cerraba la puerta vio a Ole Andreson
-Estaba en el negocio de Henry -comenzó Nick-, cuando dos tipos totalmente vestido, tirado en la cama y mirando a la pared.
entraron y nos ataron a mí y al cocinero, y dijeron que iban a -Estuvo todo el día en su cuarto -le dijo la encargada cuando él bajó
matarlo. las escaleras-. No debe sentirse bien. Yo le dije: “Señor Andreson,
Sonó tonto decirlo. Ole Andreson no dijo nada. debería salir a caminar en un día otoñal tan lindo como este”, pero
-Nos metieron en la cocina -continuó Nick-. Iban a dispararle apenas no tenía ganas.
entrara a cenar. -No quiere salir.
Ole Andreson miró a la pared y siguió sin decir palabra. -Qué pena que se sienta mal -dijo la mujer-. Es un hombre
-George creyó que lo mejor era que yo viniera y le contase. buenísimo. Fue boxeador, ¿sabías?
-No hay nada que yo pueda hacer -Ole Andreson dijo finalmente. -Sí, ya sabía.
-Le voy a decir cómo eran. -Uno no se daría cuenta salvo por su cara -dijo la mujer. Estaban
-No quiero saber cómo eran -dijo Ole Andreson. Volvió a mirar hacia junto a la puerta principal-. Es tan amable.
la pared: -Gracias por venir a avisarme. -Bueno, buenas noches, señora Hirsch -saludó Nick.
-No es nada. -Yo no soy la señora Hirsch -dijo la mujer-. Ella es la dueña. Yo me
Nick miró al grandote que yacía en la cama. encargo del lugar. Yo soy la señora Bell.
-¿No quiere que vaya a la policía? -Bueno, buenas noches, señora Bell -dijo Nick.
-No -dijo Ole Andreson-. No sería buena idea. -Buenas noches -dijo la mujer.
-¿No hay nada que yo pueda hacer?
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Nick caminó por la vereda a oscuras hasta la luz de la esquina, y Los amigos
luego por la calle hasta el restaurante. George estaba adentro,
detrás del mostrador.
-¿Viste a Ole? Julio Cortázar
-Sí -respondió Nick-. Está en su cuarto y no va a salir.
El cocinero, al oír la voz de Nick, abrió la puerta desde la cocina.
-No pienso escuchar nada -dijo y volvió a cerrar la puerta de la En ese juego todo tenía que andar rápido. Cuando el Número Uno
cocina.
decidió que había que liquidar a Romero y que el Número Tres se
-¿Le contaste lo que pasó? -preguntó George.
-Sí. Le conté pero él ya sabe de qué se trata. encargaría del trabajo, Bel-trán recibió la información pocos
-¿Qué va a hacer? minutos más tarde. Tranquilo pero sin perder un instante, salió del
-Nada.
café de Corrientes y Libertad y se metió en un taxi. Mien-tras se
-Lo van a matar.
-Supongo que sí. bañaba en su departamento, escuchando el no-ticioso, se acordó de
-Debe haberse metido en algún lío en Chicago. que había visto por última vez a Romero en San Isidro, un día de
-Supongo -dijo Nick. mala suerte en las carreras. En ese entonces Romero era un tal
-Es terrible.
Romero, y él un tal Beltrán; buenos amigos antes de que la vida los
-Horrible -dijo Nick.
Se quedaron callados. George se agachó a buscar un repasador y metiera por caminos tan distintos. Sonrió casi sin ganas, pensando
limpió el mostrador. en la cara que pondría Romero al encontrárselo de nuevo, pero la
-Me pregunto qué habrá hecho -dijo Nick.
cara de Romero no tenía ninguna importancia y en cambio había
-Habrá traicionado a alguien. Por eso los matan.
-Me voy a ir de este pueblo -dijo Nick. que pen-sar despacio en la cuestión del café y del auto. Era curioso
-Sí -dijo George-. Es lo mejor que puedes hacer. que al Número Uno se le hubiera ocurrido hacer matar a Romero en
-No soporto pensar que él espera en su cuarto y sabe lo que le
el café de Cochabamba y Piedras, y a esa hora; quizá, si había que
pasará. Es realmente horrible.
-Bueno -dijo George-. Mejor deja de pensar en eso. creer en ciertas infor-maciones, el Número Uno ya estaba un poco
viejo. De todos modos la torpeza dé la orden le daba una ventaja:
podía sacar el auto del garaje, estacionarlo con el motor en marcha
por el lado de Cochabamba, y quedarse esperando a que Romero
llegara como siempre a en-contrarse con los amigos a eso de las

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siete de la imposible que los del café lo vieran. De cuando en cuando apre-taba
tarde. Si todo un poco el acelerador para mantener el motor caliente; no quería
salía bien fumar, pero sentía la boca seca y le daba rabia.
evitaría que A las siete menos cinco vio venir a Romero por la vereda de
Romero enfrente; lo reconoció en seguida por el chambergo gris y el saco
entrase en el cruzado. Con una ojeada a la vitrina del café, calculó lo que tardaría
café, y al en cruzar la calle y llegar hasta ahí. Pero a Romero no podía pasarle
mismo nada a tanta distancia del café, era preferible dejarlo que cruzara la
tiempo que los del café vieran o sospecharan su intervención. Era calle y subiera a la vereda. Exactamente en ese momento, Beltrán
cosa de suerte y de cálculo, un simple gesto (que Romero no dejaría puso el coche en marcha y sacó el brazo por la ventanilla. Tal como
de ver, porque era un lince), y saber meterse en el tráfico y pegar la había previsto, Romero lo vio y se detuvo sorpren-dido. La primera
vuelta a toda máquina. Si los dos hacían las cosas como era debido bala le dio entre los ojos, después Beltrán tiró al montón que se
—y Beltrán estaba tan seguro de Romero como de él mismo— todo derrumbaba. El Ford salió en diagonal, adelantándose limpio a un
quedaría despa-chado en un momento. Volvió a sonreír pensando tranvía, y dio la vuelta por Tacuarí. Manejando sin apuro, el Número
en la cara del Número Uno cuando más tarde, bastante más tarde, Tres pensó que la última visión de Romero había sido la de un tal
lo llamara desde algún teléfono público para informarle de lo Beltrán, un amigo del hipó-dromo en otros tiempos.
sucedido.
Estaré esperando
Vistiéndose despacio, acabó el atado de cigarrillos y se miró un
momento al espejo. Después sacó otro atado del cajón, y antes de Raymond Chandler
apagar las luces comprobó que todo estaba en orden. Los gallegos
del garaje le tenían el Ford como una seda. Bajó por Chacabuco,
Era la una de la madrugada cuando Carl, el portero nocturno, apagó
despacio, y a las siete menos diez se estacionó a unos metros de la la última de las tres lámparas de mesa del vestíbulo principal del
puerta del café, después de dar dos vueltas a la manzana esperando hotel Windermere. El azul de la alfombra se oscureció un par de
que un camión de reparto le dejara el sitio. Desde donde estaba era tonos y las paredes retrocedieron hasta hacerse distantes. Las sillas

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se llenaron de sombras Empezó a caminar pisando delicadamente la alfombra azul con sus
perezosas. Los recuerdos zapatos pequeños y brillantes y cruzó la arcada. La música había
colgaban como telarañas en los aumentado de volumen. Contenía el ruido ardiente y corrosivo, las
rincones. carreras frenéticas y nerviosas de una competición, de música
improvisada. Sonaba demasiado alta. La pelirroja estaba sentada y
Tony Reseck bostezó. Ladeó la contemplaba en silencio el enrejillado de la voluminosa radio como
cabeza y escuchó la frágil, si pudiera ver a la orquesta, su estereotipada sonrisa profesional, el
nerviosa música que salía de la sudor que corría por las espaldas. Estaba ovillada con las piernas
sala de radio situada detrás del bajo el cuerpo en un sofá que parecía tener casi todos los
pequeño arco en que terminaba almohadones de la sala. Se encontraba primorosamente envuelta en
el vestíbulo. Frunció la frente. ellos, como un ramillete en el papel de la floristería.
Aquella debería ser su sala de
radio, a partir de la una de la No alzó la cabeza. Siguió inclinada, una mano cerrada sobre la
madrugada. Nadie debería estar rodilla color durazno. Vestía un pijama de seda de gruesos ribetes y
en ella. Aquella pelirroja le destrozaba las noches. bordado de negros capullos de loto.

Desapareció el fruncimiento y una sonrisa en miniatura se le dibujó -¿Le gusta Goodman, señorita Cressy? -preguntó Tony Reseck.
en las comisuras de la boca. Aflojó los músculos. Era un hombre de
edad madura, bajito, pálido, barrigón, de largos y delicados dedos La chica movió despacio los ojos. Había poca luz, pero el violeta de
ahora asidos al diente de alce de la cadena de su reloj; dedos largos aquellos ojos casi ofendía. Eran unos ojos grandes y profundos, sin
y delicados, de ilusionista, dedos de uñas brillantes, bien perfiladas, la menor huella de pensamiento en ellos. Su rostro, clásico, carecía
de afiladas falanges inferiores, dedos de extremos un tanto de expresión.
espatulados. Dedos hermosos. Tony Reseck se frotó las manos con
dulzura. Había una paz en sus tranquilos ojos grisáceos. No dijo nada.

El fruncimiento volvió a su rostro. La música le molestaba. Se Tony sonrió, se llevó los dedos a las comisuras y los movió uno por
levantó con singular agilidad, de un solo movimiento, sin apartar las uno, consciente de su contacto.
manos de la cadena del reloj. Sentado con sosiego en determinado
momento, al siguiente ya estaba erguido, aplomado sobre los pies -¿Le gusta Goodman, señorita Cressy? -repitió con amabilidad.
completamente inmóvil, tanto, que el movimiento de levantarse
lucía como una acción imperfectamente percibida, como un error -Lo detesto -dijo la chica, con una voz sin inflexiones.
visual.

54
Tony se balanceó sobre los talones y la miró a los ojos. Grandes,
profundos, vacíos. ¿O no? Se inclinó y apagó la radio. La chica volvió a reír.

-No me interprete mal -dijo la chica-. Goodman saca dinero y un tipo -Hágame un cuento con eso, dele. Estoy aburrida.
que saca dinero legal en estos tiempos es un tipo al que hay que
respetar. Pero su música parece de cervecería. Prefiero las cosas un -En cierta ocasión estuvo aquí una chica que ocupaba su misma
poco acarameladas. suite. Estuvo en el hotel toda una semana, igual que usted. Sin salir
para nada, quiero decir. Casi no hablaba con nadie. ¿Qué le parece
-A lo mejor le gusta Mozart -dijo Tony. que hizo?

-Ahora me está tomando el pelo -dijo ella. Ella lo miró seria.

-De ningún modo, señorita Cressy. Creo que Mozart es el hombre -Se fue sin pagar la cuenta.
más grande que haya existido jamás y Toscanini, su profeta.
El hombre extendió su larga y delicada mano, agitó los dedos y
-Creí que usted era el detective del hotel. produjo un efecto como de olas que se rompen.

Apoyó la cabeza en un cojín y lo observó por entre las pestañas. -No. Hizo que se la preparasen y la pagó. Después le dijo al botones
que recogiera su equipaje en media hora. Y salió al balcón.
-Póngame algo de ese Mozart -añadió.
La muchacha se incorporó un poco con los ojos todavía en guardia,
-Es demasiado tarde -suspiró Tony-. No es posible ahora. y se acarició la rodilla aduraznada.

La muchacha le dedicó otra mirada clara y prolongada. -¿Cómo dijo que se llama usted?

-Me echó el ojo, ¿eh, pies planos? -Rió levemente, casi para sus -Tony Reseck.
adentros-. ¿Hice algo malo?
-Suena húngaro.
Tony esbozó su minúscula sonrisa.
-No -dijo Tony-, es polaco.
-Nada, señorita Cressy. Nada en absoluto. Pero usted necesita tomar
un poco de aire. Lleva cinco días en este hotel y todavía no salió a la -Siga, Tony.
calle. Y tiene una habitación en lo más alto del edificio.
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-Todas las habitaciones de arriba tienen balcones particulares,
señorita Cressy. Y con barandillas demasiado bajas para estar a Él sonrió casi con burla.
catorce pisos de altura. La noche era muy oscura y estaba nublado.
-Dejó caer la mano en un gesto final, gesto de despedida-. Nadie la -Mientras usted estuvo allí no fue ningún tugurio, señorita Cressy…
vio saltar. Pero cuando se produjo el choque, fue como un cañonazo. Este es el vals que la orquesta tocaba siempre que el viejo portero
se paseaba frente a la entrada del hotel, con el pecho lleno de
-Está inventando, Tony -dijo ella con un susurro seco. medallas en La última carcajada. Actuada por Emil Jannings.
Seguramente no la recordará, señorita Cressy.
El hombre esbozó su módica sonrisa. Sus tranquilos ojos grises
parecían casi alisar las largas ondas del pelo femenino. -Primavera, hermosa primavera -dijo-. No, no la vi.

-Eve Cressy -dijo ella soñadoramente-. Un nombre que espera El hombre se alejó tres pasos y se dio vuelta.
rodearse de luces y espera a un tipo alto y moreno que no vale nada,
Tony. Y no me pregunte por qué. Estuve casada con él. Y podría -Tengo que subir a revisar las puertas. Espero no haberla
volver a estarlo. En la vida se pueden cometer muchos errores. -La molestado. ¿Por qué no se va a la cama? Es un poco tarde.
mano que reposaba en la rodilla se abrió lentamente hasta que los
dedos no pudieron retroceder más. Entonces volvió a cerrarla con El vals de relumbrón se detuvo y una voz rompió a hablar. La chica
rapidez y sequedad, y aun a la escasa luz reinante brillaron los tomó la palabra por entre el sonido de la voz.
nudillos como huesitos pulimentados-. Una vez le hice una jugada
sucia. Lo metí en un lío, sin intención. Tampoco pregunte por qué. Y -¿De veras me cree capaz de una cosa así? Lo del balcón, quiero
ahora me siento en deuda. decir.

El hombre se adelantó con suavidad para hacer girar la perilla de la El hombre asintió.
radio. Las notas de un vals tintinearon en el aire. Un vals de oropel,
pero vals al fin. Subió el volumen. La música brotaba del altavoz en -Quizá -dijo con suavidad-. Pero ya no.
torbellinos de atenuada melodía. Desde que Viena dejó de existir,
todos los valses resultaban sombríos. -En ningún momento, Tony. -La sonrisa de ella era como una hojita
perdida-. Vuelva para contarme más cosas. Las pelirrojas no saltan
La chica ladeó la cabeza, canturreó tres o cuatro compases y se al vacío, Tony. Viven y se marchitan.
detuvo, la boca súbitamente tensa.
Él la miró seriamente durante un momento y se fue. El portero
-Eve Cressy -dijo-. Una vez hubo luces. En un club nocturno de mala estaba en la arcada que conducía al vestíbulo principal. Tony no
muerte. Un tugurio. Hubo una redada y las luces se apagaron. había mirado en aquella dirección, pero sabía que había alguien allí.
56
Siempre detectaba las presencias. Podía oír crecer la hierba, como abrigo oscuro, todo abotonado, el cuello alzado hasta las orejas. Y el
el asno de El pájaro azul. sombrero calado. Apenas si se le puede ver la cara. Dijo: «Quiero ver
a Tony», con la boca torcida. Vos no tenés enemigos, ¿verdad, Tony?
El portero le hizo una seña con el mentón. La ancha cara que se
alzaba por encima del cuello del uniforme parecía sudorosa y -Sólo en mi financiera -dijo Tony-. Ahora andate.
alarmada. Tony se acercó a él, cruzaron juntos la arcada y salieron
al centro del pequeño vestíbulo. -Empezó a caminar muy despacio y un poco endurecido por la
alfombra azul, y subió los tres suaves peldaños que daban acceso al
-¿Dificultades? -preguntó Tony con cansancio. vestíbulo de entrada, que tenía tres ascensores a un lado y el
mostrador de recepción al otro. Sólo funcionaba uno de los
-Afuera hay un tipo que quiere verte, Tony. No quiere entrar. Estaba ascensores. Junto a las puertas abiertas, cruzado de brazos, el
limpiando los vidrios de las puertas y se me acercó, un tipo alto. ascensorista nocturno permanecía en silencio, vestido con su pulcro
«Quiero ver a Tony», dijo con la boca torcida. uniforme azul de alamares plateados. Era un mexicano moreno y
flaco llamado Gómez. Un mozo nuevo que trabajaba en el turno de
-Bueno -respondió Tony, que seguía contemplando los ojos celestes noche.
del portero-. ¿Cómo se llama?
Al otro lado estaba el mostrador de recepción, de mármol rosado,
-Dijo que Al. con el encargado nocturno suavemente recostado sobre él. Un
hombrecito limpio de bigote rojizo y fino, y mejillas tan rojas que
La cara de Tony se volvió tan inexpresiva como si fuera de pasta de parecían maquilladas. Miró a Tony y se frotó el bigote con una uña.
amasar.
Tony le apuntó con el índice estirado, encogió corazón, anular y
-Okey –empezó a caminar. meñique, alzó el pulgar y, sin doblarlo, lo dejó caer sobre el índice
rígido. El empleado se rozó la otra punta del bigote con aire
El portero lo retuvo por la manga. aburrido.

-Oíme, Tony, ¿tenés enemigos? Tony dejó atrás el quiosco cerrado y en sombras y la puerta lateral
del drugstore, para llegar a las puertas de paneles de cristal y marco
Tony rió cortés, la cara todavía como pasta de amasar. de bronce. Se detuvo exactamente frente ellas y tragó una profunda
e intensa bocanada de aire. Cuadró los hombros, abrió las puertas y
-Oíme, Tony -agregó el portero, sin soltarle la manga-. Hay un coche salió al aire nocturno, frío y húmedo.
negro al final de la manzana, en dirección contraria a los taxis. Hay
un tipo al lado, con el pie en el estribo. El que me habló llevaba un
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La calle estaba oscura y en silencio. El ruido del tráfico de Wilshire,
a dos manzanas de distancia, era insignificante. Había dos taxis a la -Es un trabajo -Al volvió a reírse suavemente.
izquierda. Los choferes estaban apoyados en el guardabarros, uno
junto a otro, fumando. Tony empezó a caminar en dirección -Vos, tranquilo, Tony. Yo me muevo por vos. O sea que es un trabajo
contraria. El gran coche negro estaba a un tercio de manzana de la y que querés conservarlo. Okey. Una muchacha que se llama Eve
puerta del hotel. Habían reducido las luces al mínimo y sólo cuando Cressy se aloja en tu tranquilo hotel. Hacela salir rápido. Ahora
lo tuvo a corta distancia alcanzó a oír el suave rumor del motor. mismo.

Una figura alta se apartó del vehículo y se dirigió hacia él, las manos -¿Qué es lo que pasa?
en los bolsillos del abrigo oscuro de cuello subido. En la boca del
hombre, como una perla herrumbrosa, brillaba levemente un El alto recorrió la calle con la mirada. Atrás, en el coche, un hombre
pucho. tosió apenas.

Cuando se encontraron frente a frente se detuvieron. -Está enganchada con una basura. No tengo nada personal contra
ella, pero te va a traer problemas. Hacela salir, Tony. Tenés una
-Hola, Tony -dijo el alto-. Hace tiempo que no nos veíamos. hora, más o menos

-Hola, Al. ¿Cómo andás? -Claro -dijo Tony con indiferencia, sin expresión.

-No me puedo quejar. -El alto hizo ademán de sacar la derecha del Al sacó la mano del bolsillo y la puso sobre el pecho de Tony. Le dio
bolsillo, pero se contuvo y rio suavemente-. Me había olvidado. Me un empujón flojo, perezoso.
parece que no querés que nos demos la mano.
-No hablo por hablar, hermanito gordo. Hacela salir de ahí.
-Es algo que no tiene sentido -dijo Tony-. El apretarse la mano. Los
monos se dan la mano. Bueno, Al, ¿qué carajo te pasa? -Okey -dijo Tony, sin la menor inflexión en la voz.

-Seguís siendo el gordito gracioso de siempre, ¿eh, Tony? El alto apartó la mano y la dirigió a la portezuela del coche. La abrió
y empezó a escurrirse adentro como una delgada sombra muy
-Supongo -dijo Tony con un tenso parpadeo. negra.

Notaba un nudo en la garganta. Pero se frenó a mitad de camino, le dijo algo a los hombres que había
adentro y volvió a enderezarse. Volvió al lugar adonde lo esperaba
-¿Te gusta trabajar ahí?
58
Tony en silencio, con los ojos claros iluminados levemente por los -Los muchachos de ilícitos quieren verlo. Llevaba una mesa de juego
reflejos de la calle. en un local del Strip y organizó un chanchullo. Entre él y otro tipo le
soplaron a la casa cincuenta de los grandes. El otro aflojó la mosca,
-Mirá, Tony. Siempre fuiste discreto. Sos un buen hermano. pero todavía nos faltan los veinticinco de Johnny. Los de ilícitos no
cobran para olvidar.
Tony no dijo nada.
Tony recorrió la oscura calle con la mirada. Uno de los taxistas tiró
Al se inclinó hacia él con la sombra alargada y ansiosa, el cuello un pucho que trazó una hipérbole por encima de uno de los taxis.
alzado rozándole casi las orejas. Tony la vio caer y chisporrotear en el asfalto. Escuchó el suave
ronroneo del motor del cochazo negro.
-Es un asunto feo, Tony. A los muchachos no les gustaría, pero te lo
voy a contar de todas formas. La Cressy estuvo casada con una -No quiero saber nada de esto -dijo-. Pero la voy a hacer salir.
basura que se llama Johnny Ralls. Ralls salió de San Quintín hace
unos días, una semana más o menos. Le encajaron tres años, por Al se alejó asintiendo.
homicidio involuntario. La muchacha lo metió allí. Atropelló a un
viejo una noche, borracho, y ella iba con él. Johnny quiso borrarse, -Un buen pibe. ¿Cómo está mamá?
pero ella le dijo que se entregara y contase la verdad. Él no se
entregó. Y ella, que lo había amenazado con hacerlo, lo mandó en -Bien -dijo Tony.
cana.
-Decile que pregunté por ella.
-Increíble -dijo Tony.
-Preguntar por ella no sirve para nada -respondió Tony.
-Así es el Evangelio, muchacho. Mi trabajo consiste en saber cosas.
Y el tal Ralls, cuando estaba adentro, se pasaba hablando de la mina, Al se dio vuelta con rapidez y se metió en el coche, que giró
de que iba a estar esperándolo cuando saliera, pronta para perezosamente a mitad de manzana y retrocedió hacia la esquina.
perdonar y olvidar, y que iría a buscarla. Se encendieron las luces y barrieron una pared. Dobló la esquina y
desapareció. El penetrante olor de los gases del tubo de escape
-¿Y a vos por qué te importa ese hombre? -indagó tony con voz seca alcanzó el olfato de Tony, que volvió hasta el hotel y entró. Fue hasta
y áspera, como una rasgadura en un papel grueso. la sala de radio.

Al se rio. El aparato seguía murmurando, pero la chica ya no estaba en el sofá.


Los almohadones conservaban el hueco de su cuerpo. Tony se
inclinó y los tocó. Le pareció que todavía conservaban cierto calor.
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Apagó la radio y se quedó inmóvil, haciendo remolinear el pulgar Sus ojos se sobresaltaron un poco al tropezar con los de Tony, y
con la mano abierta y pegada al estómago. Entonces volvió al caminó hacia él con la cabeza ladeada y un leve brillo a lo largo del
vestíbulo, en dirección a los ascensores, y se detuvo junto a un rosado labio superior.
jarrón de mayólica con arena blanca. El empleado daba vueltas
atrás de una pantalla de cristal esmerilado, en la punta del -Oíme, Tony.
mostrador. La atmósfera estaba inmóvil.
Tony lo agarró del brazo y lo hizo dar vuelta con brusquedad. Lo
La zona de los ascensores estaba a oscuras. Tony miró la aguja empujó con rapidez, aunque también con naturalidad, escalones
indicadora del camarín central y vio que estaba en el piso 14. abajo, hasta el oscuro vestíbulo principal, y lo llevó a un rincón. Le
soltó el brazo. La garganta se le había puesto otra vez tirante, sin
-Se fue a dormir -dijo en voz baja. que supiera por qué.

-La puerta del alojamiento del portero, situada junto a los -¿Y bien? -dijo sombríamente-. ¿Qué tengo que oír?
ascensores, se abrió y dio paso al ascensorista nocturno, el pequeño
mexicano, vestido con ropa de calle. Sus ojos color castaño claro El mozo metió la mano en un bolsillo y sacó un dólar.
enfocaron a Tony con tranquilidad.
-Me dio esto -dijo con indolencia. Sus ojos miraron el vacío, más allá
-Buenas noches, jefe. del hombro de Tony. Parpadeaba muy rápido.

-Sí -dijo Tony, abstraído. -Hielo y cerveza de jengibre.

Sacó del bolsillo del chaleco un fino cigarro moteado y lo olisqueó. -No me vengas con cuentos -gruñó Tony.
Lo observó despacio, dándolo vueltas entre los pulcros dedos. Había
un leve desgarrón longitudinal. Entonces frunció la frente y tiró el -Es el tipo de la 14 B -insistió el portero.
cigarro.
-Dejame que te huela el aliento.
Se oyó un ruido lejano y la aguja del indicador comenzó a girar en el
círculo de bronce. Aparecieron las luces del ascensor y la línea recta El mozo se adelantó hacia él, obediente.
del piso de la caja disolvió la oscuridad del fondo. Se detuvo el
ascensor, se abrieron las puertas y salió Carl. -Alcohol -dijo Tony con resolución.

-Me invitó con un trago.

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Tony miró el billete de un dólar.
Sacó del bolsillo superior un papel y lo desplegó en el mostrador.
-No hay ningún huésped en la 14 B. No en mi lista, por lo menos -
dijo. -Aquí no figura nadie en la 14 B -dijo con voz agria.

-Sí. Sí que lo hay -el mozo se lamió los labios y parpadeó varias El empleado se tocó cuidadosamente el bigote.
veces-. Un tipo moreno y alto.
-Lo lamento. Seguramente estabas cenando cuando se inscribió.
-Está bien -dijo Tony de mal humor-. Está bien. En la 14 B hay un
tipo alto y moreno que te dio un billete y te invitó con un trago. ¿Y -¿Quién?
qué?
-Un tal James Watterson, de San Diego -dijo el empleado
-Tenía una pistola bajo el brazo -explicó Carl y parpadeó de nuevo. bostezando.

Tony sonrió, pero sus ojos tenían el brillo mortecino del hielo -¿Preguntó por alguien?
grueso.
El empleado interrumpió un bostezo y miró la coronilla de Tony.
-¿Vos subiste a la señorita Cressy a su habitación?
-Sí. Preguntó por una orquesta de swing. ¿Por qué?
Carl negó con la cabeza.
-Vivo, rápido y gracioso si los hay -dijo Tony. Anotó el nombre en el
-Fue Gómez. Lo vi acompañarla. papel y se lo guardó en el bolsillo-. Voy arriba a revisar puertas.
Tenés sin alquilar todavía cuatro habitaciones superiores. Y
-Andate -dijo Tony entre dientes-. Y no aceptes más tragos de los despejate, mijo. Estás que te caés.
huéspedes.
-Voy a tratar -gruñó el empleado mientras terminaba el bostezo-.
No se movió hasta que Carl se metió en el cubículo que había junto No tardes, petiso. No sé cómo matar el tiempo.
a los ascensores y cerró la puerta. Después subió en silencio los tres
escalones y se quedó frente al mostrador con los ojos fijos en el -Podrías afeitarte esa pelusa exquisita que tenés en el labio -dijo
mármol rosado y veteado, en el portaplumas de ónice y en la nueva Tony, y fue hacia los ascensores.
cartulina de inscripción con su marco de cuero. Alzó una mano y la
dejó caer con fuerza en el mármol. El empleado apareció atrás de la Abrió uno de los que estaban apagados, encendió la luz superior y
mampara de cristal, como una ardilla que sale de su madriguera. apretó el botón del catorce. Volvió a apagarlo, salió y cerró las
61
puertas. El rellano era allí más chico que en los demás pisos, excepto
el del inmediato inferior. Las tres paredes que lo formaban tenían -Entre -roncó.
sendas puertas azules de una sola hoja. En cada puerta había un
número, una letra y una filigrana dorada. Tony fue a la 14 A y acercó Tony cruzó el umbral y cerró con el hombro. Mantenía las manos
el oído a la madera. ligeramente separadas de los costados, los ágiles dedos doblados y
fláccidos. Sonrió con serenidad.
No oyó nada. Eve Cressy podía estar durmiendo, en la cama, en el
cuarto de baño o en el balcón. O bien, sentada a pocos pasos de la -¿El señor Watterson?
puerta, contemplando las musarañas. En este último caso, mal podía
oírla. Fue a la 14 B y repitió la operación. Allí era otra cosa. Se oía -¿Qué más?
ruido adentro. Un hombre tosía. En cierto modo, parecía una tos
solitaria. No escuchó voces. Apretó el nacarado botón que había al -Soy el detective de la casa.
lado de la puerta.
-Dan ganas de morirse.
Unos pasos se aproximaron sin apuro. Y una voz pastosa habló al
otro lado de la madera. Tony no respondió, no hizo el menor ruido. El hombre alto, de cara pálida, en cierto modo apuesto y en cierto
Volvió a apretar el timbre. modo no, retrocedió lentamente. La habitación era grande, con
balcones en dos de sus lados. Cada una de las habitaciones de la
El señor James Watterson, de San Diego, tendría que haber abierto torre disponía de un balcón particular al que daba acceso una
enseguida y provocado algún ruido. Pero no lo hizo. El silencio que ventana. Frente a un agradable sofá había un juego de atizadores
se aposentó al otro lado de la puerta era como el de un glaciar. Tony tras una mampara de madera. En una bandeja del hotel distinguió
acercó otra vez la oreja. Silencio absoluto. un vaso alto, empañado, junto a un sillón hondo y cómodo. El
hombre retrocedió hasta el mueble y se quedó adelante. La pistola,
Sacó una llave maestra prendida de una cadena y la introdujo grande y reluciente, se inclinó y apuntó hacia el suelo.
suavemente en la cerradura. La hizo girar, abrió la puerta unos
centímetros y retiró la llave. Entonces, esperó. -Para morirse -repitió-. Llevo una hora en este cuchitril y el botón
de la casa viene a llamarme a la puerta. Muy bien, encanto, registre
-Está bien -dijo una voz con aspereza-. Entre y cobre. el armario y el baño. Pero le advierto que la muchacha acaba de irse.

Tony abrió del todo y se quedó quieto, enmarcado por la luz del -Usted todavía no la vio -dijo Tony.
rellano. El hombre era alto, de pelo negro y cara angulosa y pálida.
Empuñaba una pistola. Y la empuñaba como si entendiera de La descolorida cara del hombre se llenó de insospechadas arrugas.
pistolas. Su voz espesa bordeó el gruñido.
62
-¿Eh? -la pistola resbaló en la dura madera de la mesa-. Hable claro,
-¿De veras? ¿A quién no vi todavía? botón. Mi adivino está de vacaciones.

-A una muchacha llamada Eve Cressy. -Las mujeres no. Los canas. Los canas con pistola.

El hombre tragó saliva. Puso la pistola en la mesa, al lado de la El silencio glacial volvió a caer sobre ellos. El hombre se enderezó
bandeja. Se sentó en el sillón, rígido, como un hombre afectado de lentamente. Su rostro no tenía expresión, pero sus ojos parecían
lumbago. Luego adelantó el cuerpo, descansó las manos en las acosados. Tony adelantó su cuerpo rechoncho y más bien pequeño,
rodillas y sonrió con toda la boca. de rostro amable, tranquilo, pálido y ojos tan claros como el agua de
los bosques.
-Así que está aquí, ¿eh? Todavía no pregunté por ella. Soy un tipo
precavido. Todavía no hice preguntas. -Nunca descansan esos tipos -dijo Johnny Ralls y se lamió un labio-.
Siempre alerta, día y noche. La empresa nunca duerme.
-Hace cinco días que está aquí -dijo Tony-. Esperándolo a usted. No
se movió del hotel ni un minuto. -¿Los conoce? -dijo Tony con voz suave.

Al hombre se le agitó una mueca sonriente. -Tal vez pudiera largarle diez hipótesis. Y, de las diez, doce serían
correctas.
-Me retrasé un poco en el Norte -dijo con placidez-. Ya sabe:
visitando a viejos amigos. Parece estar muy al tanto de mis asuntos, -Los muchachos de ilícitos -dijo Tony esbozando una sonrisa.
señor botón.
-¿Dónde está ella? -preguntó ásperamente Johnny Ralls.
-Así es, señor Ralls.
-En la habitación de al lado.
El hombre se paró bruscamente y agarró la pistola de un manotazo.
Se quedó quieto, apoyado en la mesa, fija la mirada. El hombre salió al balcón, dejando la pistola en la mesa, se quedó
frente el muro y lo estudió con ojos atentos. Se aupó entonces
-Las mujeres hablan demasiado -dijo con cierta sordina en la voz, sujetándose a la reja de la divisoria. Cuando se soltó y volvió, su cara
como si entre los dientes tuviera algo blando que la oscureciera. había perdido algunas arrugas. Sus ojos tenían un brillo más
sosegado. Regresó junto a Tony.
-Las mujeres no, señor Ralls.
-Estoy en un lío -dijo-. Eve me mandó un poco de guita y yo la
multipliqué con un asunto que inventé en el Norte. Es dinero de los
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dos, quiero decir. Los muchachos de ilícitos hablaron de veinticinco
de los grandes. -Sonrió malignamente-. Yo me pongo a contar y no -Puede tomar el ascensor de servicio, que lleva al garaje. Alquile un
pasa de quinientos dólares. Supongo que va a ser difícil hacérselos coche. Yo le doy una tarjeta para el empleado del garaje.
creer.
-Usted es un tipo gracioso -dijo Johnny Ralls.
-¿Qué hizo usted con el otro? -preguntó Tony con indiferencia.
Tony sacó una gastada billetera de piel de avestruz y garabateó en
-Jamás lo tuve, botón. Olvídese de ese cuento. Soy el único individuo una tarjeta. Johnny la leyó y la sostuvo en la mano, golpeándola
en el mundo que me cree. Aquello fue una trampa que me armaron. contra la uña del pulgar.

-Puede que yo también lo crea -dijo Tony. -Podría llevármela conmigo -apuntó, achicando los ojos.

-No suelen matar. Pero pueden ser terriblemente duros. -Y podría también otra clase de paseo -continuó Tony-. Ya le dije que
está aquí desde hace cinco días. La descubrieron. Un conocido me
-Unos forajidos -dijo Tony con un desprecio amargo y repentino-. llamó y me dijo que la sacara de aquí. Me explicó todo. Así que es a
Los tipos que andan con pistola no son más que forajidos. usted a quien voy a sacar en su lugar.

Johnny Ralls tomó el vaso y lo vació. Los cubitos de hielo tintinearon -Les va a encantar -dijo Johnny Ralls-. Y a usted le van a mandar
suavemente mientras lo apartaba. Agarró la pistola, la hizo bailar en violetas.
la mano y se la guardó boca abajo, en un bolsillo interior, a la altura
del pecho. Se quedó mirando la alfombra. -Tengo días libres para lamentarlo.

-¿Por qué me cuenta todo esto, botón? Johnny Ralls dio vuelta la mano y observó la palma.

-Pensaba en que la dejase usted en paz un tiempo. -Podría verla, igual. Antes de irme. La habitación de al lado dijo
usted, ¿no?
-¿Y si no lo hago?
Tony giró sobre los talones y fue hasta la puerta.
-A mí me parece que lo hará -dijo Tony.
-No pierda el tiempo, buen mozo -dijo por encima del hombro-. Yo
Johnny Ralls asintió con calma. podría cambiar de idea.

-¿Puedo salir de aquí?


64
-Que yo sepa, es posible que ya me esté jodiendo -dijo el hombre,
casi con amabilidad. Tony manipuló el aparato, no pudo mejorar la sintonía y volvió a la
emisora anterior.
Tony no se volvió.
-Los parroquianos están, todos, borrachos de cerveza.
-Es un riesgo que tiene que correr.
La muchacha volvió a sonreírle.
Llegó a la puerta y salió de la habitación. La cerró con cuidado, en
silencio; miró una sola vez la puerta 14 B y entró en el oscuro -¿No le molesta que me quede aquí, señorita Cressy?
ascensor. Bajó a la planta de la lavandería y salió para apartar la
canasta que mantenía abierto el ascensor de servicio. La puerta se -Al contrario. Usted es una persona muy cariñosa, Tony.
cerró con suavidad. Trató de que no hiciera ningún ruido. Al otro
lado del pasillo había luz, la que salía por la puerta abierta de la El hombre observó el suelo con el ánimo tenso y sintió un cosquilleo
oficina del conserje. Tony volvió al primer ascensor y bajó al en el espinazo. Esperó a que se le pasara. Desapareció poco a poco.
vestíbulo. Entonces se echó hacia atrás, flojos otra vez los músculos, los
pulcros dedos cerrados alrededor del diente de alce. Escuchó. No la
El empleadito estaba escondido atrás del cristal esmerilado, radio, sino cosas lejanas, inconcretas, cosas amenazadoras. Y tal vez
revisando las cuentas. Tony cruzó el vestíbulo principal y entró en el seguro viraje de unas ruedas que se alejaban en una noche
la sala de la radio. La radio estaba prendida otra vez, muy baja. Ella desconocida.
estaba allí, acurrucada en el sofá. El aparato derramaba un sonido
tan leve como el murmullo de una alameda. La muchacha torció la -Nadie es malo del todo -dijo en voz alta.
cabeza despacio y le sonrió.
La muchacha lo miró desconcertada.
-¿Terminó de revisar las puertas? No podía dormir. Así que bajé otra
vez. ¿Okey? -Entonces me debo haber confundido dos o tres veces.

Él sonrió y asintió. Se sentó en un sillón verde y acarició los gruesos El hombre asintió.
brazos tapizados.
-Claro -admitió juiciosamente-. Supongo que también hay malas
-Claro, señorita Cressy. personas.

-Esperar es lo más terrible que hay, ¿no le parece? Me gustaría que La chica bostezó y entornó los ojos de intenso color violeta. Se
revisara esa radio. Suena como si retorcieran algo. acomodó en los almohadones.
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-¿Es que no se puede trabajar en paz? –gruñó, mirando fijamente a
-Quédese un rato, Tony. A lo mejor pesco un sueñito. Tony.

-Claro. No tengo nada que hacer. No sé para qué me pagan. -¿Qué vas a poner en la cuenta de la 14 B?

La muchacha se durmió enseguida y quedó totalmente inmóvil, -No se hizo ninguna cuenta para la parte alta.
como un niño. Tony contuvo el ruido de la respiración durante diez
minutos. No hizo más que mirarla, la boca un tanto abierta. Había -Hay que hacer una. El tipo se fue. No estuvo aquí más que una hora.
una quieta fascinación en sus límpidos ojos, como si estuviese frente
a un altar. -Está bien, está bien -dijo el empleado, sin dar importancia al
asunto-. Parece que el personaje no tiene suerte esta noche. Lo
Después se levantó con un infinito cuidado y al llegar al mostrador pondremos en gastos generales.
del vestíbulo de la entrada se quedó escuchando un rato. Oyó el
rasgar de una pluma que no veía. Después cruzó hasta los teléfonos, -¿Te alcanzan cinco verdes?
que estaban instalados en el interior de pequeños compartimientos
de vidrio. Descolgó uno y le pidió a la telefonista nocturna que lo -¿Es amigo tuyo?
conectara con el garaje.
-No. Sólo un borracho lleno de frustración y sin un clavo en el
Oyó el timbrazo un par de veces y entonces respondió una voz bolsillo.
juvenil: -Hotel Windermere. Aquí el garaje.
-Supongo que se puede pasar por alto, Tony. ¿Cómo se fue?
-Soy Tony Reseck. Es por un tal Watterson, que llevaba una tarjeta
de mi parte. ¿Se fue? -Lo puse en el ascensor de servicio. Vos estabas dormido. ¿Te
alcanzan cinco verdes?
-Claro, Tony. Hace casi media hora. ¿Lo pongo en tu cuenta?
-¿Por qué?
-Sí -dijo Tony-. Es un conocido. Gracias. Hasta luego.
Reapareció la billetera de piel de avestruz y un billete de cinco
Colgó y se rascó el cuello. Volvió al mostrador y pegó una palmada. dólares se deslizó por el mármol.
El empleado asomó la cabeza con una sonrisa de bienvenida que
desapareció cuando vio a Tony. -Es lo que le pude sacar -dijo Tony con indiferencia.

El empleado agarró los cinco con aire de asombro.


66
-Vos mandás -dijo levantando los hombros. Tony se apoyó bruscamente en el mostrador y exhaló un sonido
inarticulado.
Sonó el teléfono del mostrador y el empleado descolgó. Escuchó y le
pasó el auricular a Tony-. Es para vos. -¿Entendiste? -la voz metálica parecía impaciente, un poco
aburrida-. El tipo llevaba un arma y la usó. Al ya no va poder
Tony tomó el aparato y se lo llevó cerca del pecho. Pegó los labios al telefonear a nadie.
tubo. No conocía esa voz. Tenía un dejo metálico. Sus sílabas eran
escrupulosamente inidentificables. Tony sacudió el teléfono y la base golpeó contra el mármol rosado.
Tenía en la boca un nudo seco y duro.
-¿Tony? ¿Tony Reseck?
Eso es todo, loco -dijo la voz-. Buenas noches.
-Sí, soy yo.
Sonó un chasquido seco, como el de un pedazo de pedregullo tirado
-Un mensaje de Al. ¿Te interesa? contra una pared.

Tony miró al empleado. Tony colgó el auricular con mucho cuidado, como para evitar que
hiciera el menor ruido. Se observó la mano izquierda. La tenía
-Sé bueno -le dijo. El empleado esbozó una leve sonrisa y se alejó-. agarrotada. Sacó un pañuelo, se frotó la palma con suavidad y se
Me interesa -dijo por el teléfono. enderezó los dedos con la otra mano. Después se secó la frente. El
empleado volvió a asomar la cabeza y lo miró con ojos brillantes.
-Se nos armó un relajito con un tipo que estaba en el hotel. Lo
agarramos cuando quería escaparse. Al tuvo la corazonada de que -Tengo libre el viernes. ¿Por qué no me pasás ese número de
vos lo habías hecho salir. Lo seguimos y lo empujamos contra el teléfono?
cordón de la vereda. Hubo dificultades. Tiros.
Tony sonrió débilmente durante un minuto y cabeceó afirmando. Se
Tony apretó con fuerza el teléfono. La evaporación del sudor le guardó el pañuelo y palpó el bolsillo donde lo había metido. Se dio
producía frío en las sienes. vuelta, se alejó del mostrador, cruzó el vestíbulo de la entrada, bajó
los tres suaves escalones, se metió en la zona oscura del vestíbulo
-Seguí -dijo-. Porque supongo que hay más. principal y cruzó una vez más el arco que daba entrada a la sala de
radio. Se movía con cuidado, como un hombre que se desplaza en
-Un poco. El tipo mató al jefe. Frito. Al… Al dijo que lo despidiera de un cuarto donde hay una persona muy enferma. Llegó al sillón que
vos. había ocupado y se dejó caer centímetro a centímetro. La muchacha
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seguía durmiendo, inmóvil, con ese abandono que se da en ciertas El mayordomo se volvió al tiempo que decía que vería qué podía
mujeres y en todos los felinos. El vago murmullo de la radio ahogaba hacer y subió la escalera principal mientras aún hablaba.
el sonido de la respiración femenina.
Spade lió un cigarrillo y lo encendió.
Tony Reseck se arrellanó en el sillón, cerró las manos alrededor del
diente de alce y entornó apaciblemente los ojos. El mayordomo volvió a bajar la escalera.

-Lo siento mucho. En este momento no se le puede molestar, pero


Solo se ahorca una vez lo recibirá el señor Wallace Binnett, sobrino del señor Timothy.

-Gracias -dijo Spade y siguió al mayordomo escaleras arriba.


Dashiell Hammett
Wallace Binnett era un hombre moreno, delgado y apuesto, de la
Samuel Spade dijo: edad de Spade -treinta y ocho años-, que se levantó sonriente de un
sillón decorado con brocados y preguntó:
-Me llamo Ronald Ames y quiero ver al señor Binnett…, al señor
Timothy Binnett. -Señor Ames, ¿cómo está? -señaló otro sillón y volvió a tomar
asiento-. ¿Viene de Australia?
-Señor, en este momento el
señor Binnett está descansando -Llegué esta misma mañana.
-respondió indeciso el
mayordomo. -¿Por casualidad es socio de tío Tim?

-¿Sería tan amable de averiguar Spade sonrió y negó con la cabeza.


en qué momento podrá
recibirme? Es importante - -No, pero dispongo de cierta información que creo que debería
Spade carraspeó-. Yo… conocer… en seguida.
jummm… acabo de llegar de
Australia y vengo a verlo en Wallace Binnett miró el suelo pensativo y luego clavó la mirada en
relación con algunas Spade.
propiedades que tiene en aquel
país. -Señor Ames, haré lo imposible por persuadirle de que lo reciba
pero, sinceramente, no sé si tendré éxito.
68
-Wally, el viejo cretino ha… -se interrumpió y, al ver a Spade, se llevó
Spade se mostró ligeramente sorprendido. la mano al pecho.

-¿Por qué? Spade y Binnett se levantaron simultáneamente. El anfitrión dijo


con afabilidad:
Binnett se encogió de hombros.
-Joyce, te presento al señor Ames. Mi cuñada, Joyce Court.
-A veces adopta una actitud extraña. Entiéndame, su mente parece
estar bien, pero posee la irritabilidad y la excentricidad de un Spade hizo una reverencia.
anciano con la salud quebrantada y… bueno… por momentos es
difícil tratar con él. Joyce Court soltó una risilla incómoda y añadió:

-¿Ya se ha negado a verme? -preguntó Spade morosamente. -Le ruego me disculpe por esta entrada tan precipitada.

-Sí. Era una mujer morena, alta, de ojos azules, de veinticuatro o


veinticinco años, con buenos hombros y un cuerpo fuerte y esbelto.
Spade se puso de pie y su rostro satánico adoptó una expresión La calidez de sus facciones compensaba su falta de armonía. Vestía
indescifrable. un pijama de raso azul de perneras anchas.

Binnett alzó velozmente la mano. Binnett sonrió amablemente a su cuñada y preguntó:

-Espere, espere -pidió-. Haré cuanto esté en mis manos para que -¿A qué se debe tanta agitación?
cambie de parecer. Tal vez, si… -súbitamente sus ojos oscuros se
mostraron cautelosos-. ¿No estará intentando venderle algo? La cólera enturbió la mirada de la mujer, comenzó a hablar, pero
miró a Spade y prefirió decir:
-No.
-No deberíamos molestar al señor Ames con nuestras ridículas
Binnett volvió a bajar la guardia. cuestiones domésticas. Pero si… -titubeó.

-En ese caso, creo que podré… Spade volvió a hacer una reverencia y dijo:

Apareció una joven que gritó colérica: -Por supuesto, no se preocupe por mí.

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-Tardaré un minuto -prometió Binnett y abandonó la sala en
compañía de su cuñada. Spade tocó el brazo de Joyce Court.

Spade se acercó a la puerta abierta que acababan de franquear y, sin -Telefonee a la policía o a urgencias… -pidió. Mientras la joven
salir, se puso a escuchar. Las pisadas se tornaron imperceptibles. No corría hacia la escalera, el detective se dirigió a Wallace Binnett-.
oyó nada más. Spade estaba allí, con sus ojos gris amarillento ¿Quién fue…?
perdidos en un ensueño, cuando oyó el grito. Fue un grito de mujer,
agudo y cargado de terror. Spade ya había cruzado la puerta cuando Una voz gimió débilmente a espaldas de Spade.
sonó el disparo. Fue un disparo de pistola que las paredes y los
techos amplificaron e hicieron retumbar. Se volvió deprisa. A través de una puerta abierta divisó a un anciano
de pijama blanco, despatarrado sobre la cama deshecha. La cabeza,
A seis metros de la puerta Spade encontró una escalera y subió un hombro y un brazo colgaban del borde la cama. Con la otra mano
saltando tres escalones por vez. Giró a la izquierda. En mitad del se sujetaba firmemente el cuello. Volvió a gemir y, pese a que movió
pasillo vio a una mujer tendida en el suelo, boca arriba. los párpados, no abrió los ojos.

Wallace Binnett estaba arrodillado a su lado, le acariciaba Spade alzó la cabeza y los hombros del anciano y lo puso sobre las
desesperado una mano y gemía en voz baja y suplicante: almohadas. El viejo volvió a quejarse y apartó la mano del cuello,
que estaba rojo y exhibía media docena de morados. Era un hombre
-¡Querida, Molly, querida! demacrado y con la cara surcada de arrugas, lo que le hacía
aparentar más edad de la que probablemente tenía.
Joyce Court permanecía de pie a su lado retorciéndose las manos
mientras las lágrimas surcaban sus mejillas. En la mesilla de noche había un vaso de agua. Spade mojó el rostro
del anciano, y cuando éste movió nuevamente los ojos, se agachó y
La mujer tendida en el suelo se parecía a Joyce Court, aunque era preguntó en voz baja:
mayor y su rostro poseía una dureza de la que carecía el de la más
joven. -¿Quién fue?

-Está muerta, la han matado -declaró Wallace Binnett sin poder Los párpados se abrieron lo suficiente como para mostrar una
creer lo que ocurría y alzó su cara pálida hacia Spade. franja delgada de ojos grises inyectados de sangre. El anciano habló
con dificultad y volvió a sujetarse el cuello.
Cuando Binnett movió la cabeza, Spade vio el orificio abierto en el
vestido marrón de la mujer, a la altura del corazón, y la mancha -Un hombre.., que… -tosió.
oscura que se extendía rápidamente por debajo.
70
Spade se impacientó. Sus labios casi rozaron la oreja del viejo afeitado y colorado, vestido con un traje oscuro que pedía a gritos
cuando preguntó con tono apremiante: una plancha-, estaba repantigado en otro sillón de cuero; el teniente
Dundy -más pequeño, de figura compacta y cara cuadrada-
-¿Adónde se dirigió? permanecía de pie, con las piernas separadas y la cabeza
ligeramente echada hacia adelante, en el centro de la estancia.
La mano arrugada se movió débilmente para señalar la parte
trasera de la casa y volvió a caer sobre la cama. Spade decía:

El mayordomo y dos criadas asustadas se habían reunido con El médico me dejó hablar un par de minutos con el viejo. Podemos
Wallace Binnett en el pasillo, junto a la muerta. volver a intentarlo cuando haya descansado, pero no creo que sepa
mucho. Estaba durmiendo la siesta y despertó porque alguien lo
-¿Quién fue? -les preguntó Spade. había cogido del cuello y lo arrastraba por la cama. Únicamente
pudo echar un vistazo con un solo ojo al individuo que intentaba
Lo miraron azorados. asfixiarlo. Dice que era un hombre corpulento, con sombrero
flexible echado sobre los ojos, moreno y con barba incipiente. Se
-Que alguien se ocupe del anciano -gruñó y echó a andar por el parece a Tom -Spade señaló a Polhaus.
pasillo.
El sargento de la Brigada de Detectives rió entre dientes y Dundy se
Al final del pasillo había una escalera de servicio. Bajó dos pisos y limitó a decir secamente:
entró en la cocina atravesando la despensa. No vio a nadie. Aunque
la puerta de la cocina estaba cerrada, cuando accionó el picaporte -Prosigue.
comprobó que no tenía echado el cerrojo. Cruzó un estrecho patio
trasero hasta un portal que también estaba cerrado, aunque no con Spade sonrió y continuó:
llave. Abrió el portal. En el callejón no había un alma.
-Estaba bastante atontado cuando oyó gritar a la señora Binnett
Suspiró, cerró el portal y regresó a la casa. junto a la puerta. Las manos soltaron su cuello, oyó el disparo y,
poco antes de desmayarse, entrevió al tipo corpulento dirigiéndose
Spade estaba cómodamente instalado en un mullido sillón de cuero hacia la parte trasera de la casa y a la señora Binnett
en una habitación que ocupaba la fachada del primer piso de la casa derrumbándose en el suelo del pasillo. Dijo que era la primera vez
de Wallace Binnett. Contenía varias librerías y las luces estaban que veía al individuo grandote.
encendidas. Por la ventana se vislumbraba la oscuridad exterior,
apenas disimulada por una lejana farola. Frente a Spade, el sargento -¿De qué calibre era el arma? -inquirió Dundy.
Polhaus, de la Brigada de Detectives -un hombre fornido, mal
71
-Una treinta y ocho. Nadie más en la casa ha servido de ayuda. Según los sobrinos llegaron a la conclusión de que era mejor ser único
dicen, Wallace y su cuñada, Joyce, estaban en la habitación de esta heredero que uno de dos herederos; de hecho, era el doble de bueno
última y no vieron nada salvo a la muerta cuando salieron e intentaron ganar el corazón del viejo. Al menos eso es lo que Ira
corriendo, aunque creen haber oído algo que tal vez fuese alguien me contó sobre Wallace y no me sorprendería que Wallace dijera lo
bajando la escalera a toda velocidad.., la escalera de servicio. Según mismo de Ira, a pesar de que Wallace parece ser el más duro de los
dice el mayordomo, que se llama Jarboe, estaba aquí cuando oyó el dos. Sea como fuere, los sobrinos riñeron y el tío Tim, que se había
grito y el disparo. Según dice la criada Irene Kelly, estaba en la hospedado en casa de Ira, se trasladó aquí. Esto ocurrió hace un par
planta baja. Según dice la cocinera Margaret Finn, estaba en su de meses y desde entonces Ira no ha visto a tío Tim ni ha podido
habitación, en el fondo del segundo piso, y no oyó nada. Según dicen contactarlo por teléfono ni por correo. Por eso contrató los servicios
todos, es más sorda que una tapia. La puerta de servicio y el portal de un detective privado. Pensaba que tío Tim no sufriría ningún
no estaban cerrados con llave, aunque según dicen todos deberían percance aquí… oh, claro que no, se molestó en dejarlo muy claro,
estarlo. Nadie ha dicho que, en el momento en que ocurrieron los aunque supuso que tal vez el viejo estaba sometido a presiones
hechos, estuviera en la cocina, en el patio o en sus alrededores - excesivas o que lo embaucaban o, por lo menos, que le contaban
Spade estiró los brazos con determinación-. Esta es la situación. mentiras sobre su querido sobrino Ira. Decidió averiguar cuál era la
situación. Esperé hasta hoy, ya que llegó un barco de Australia, y me
Dundy negó con la cabeza y comentó: presenté como el señor Ames, diciendo que tenía información
importante para tío Tim, información relacionada con sus
-No exactamente. ¿Por qué estabas aquí? propiedades en aquel país. Solo quería pasar un cuarto de hora a
solas con el viejo -Spade frunció el ceño meditabundo-.
Spade se animó. Lamentablemente, no pudo ser. Wallace me dijo que el viejo se
negaba a verme. No sé qué pensar.
-Tal vez la mató mi cliente -replicó-. Se trata de Ira Binnett, el primo
de Wallace. ¿Lo conoces? -Dundy negó con la cabeza. Sus ojos azules La desconfianza había ahondado el frío color azul de los ojos de
aparecían acerados y recelosos-. Es abogado en San Francisco, Dundy, que preguntó:
respetable y todo lo demás. Vino a verme hace un par de días para
contarme la historia de su tío Timothy, un viejo mezquino y -¿Dónde está ahora Ira Binnett?
agarrado, forrado de dinero y arruinado por los avatares de la vida.
Era la oveja negra de la familia. Durante años nadie supo nada de él. Los ojos gris amarillento de Spade eran tan cándidos como su voz:
Apareció hace seis u ocho meses, en muy mal estado salvo
económicamente. Parece que sacó un pastón de Australia y que -Ojalá lo supiera. Telefoneé a su casa y a su despacho y le dejé
quería pasar sus últimos años con sus únicos parientes vivos, los recado de que venga aquí, pero temo que…
sobrinos Wallace e Ira. Ellos estuvieron de acuerdo. En su idioma,
«únicos parientes vivos» significa «únicos herederos». Más adelante
72
Unos nudillos golpearon enérgicamente dos veces el otro lado de la -¿Ha ocurrido…?
única puerta de la habitación. Los tres se volvieron para mirar hacia
la puerta. -Será mejor que explique su llegada por la puerta de servicio en
lugar de la principal -dijo Spade.
-Pase -dijo Dundy.
Ira Binnett se ruborizó, carraspeó incómodo y respondió:
Abrió la puerta un policía rubio y bronceado cuya mano izquierda
sujetaba la muñeca derecha de un hombre rollizo, de unos cuarenta -Yo… jummm… debería dar una explicación. No fue culpa mía, pero
o cuarenta y cinco años, que vestía un traje gris bien cortado. El cuando Jarboe, el mayordomo, telefoneó para decirme que tío Tim
policía hizo entrar en la habitación al hombre rollizo. quería. verme, añadió que no echaría el cerrojo a la puerta de la
cocina y así Wallace no se enteraría de que yo…
-Lo descubrí manoseando la puerta de la cocina -afirmó el agente.
-¿Por qué quería verlo? -lo interrumpió Dundy.
Spade miró al hombre y exclamó:
-No lo sé, no me lo dijo. Solo mencionó que era muy importante.
-¡Ah! -su tono denotaba satisfacción-. Señor Ira Binnett, el teniente
Dundy y el sargento Polhaus. -¿Ha recibido mis mensajes? -intervino Spade. Ira Binnett abrió los
ojos desmesuradamente.
Ira Binnett se apresuró a pedir:
-No. ¿A qué se refiere? ¿Ha ocurrido algo? ¿Qué…?
-Señor Spade, ¿puede pedirle a este hombre que…?
Spade se dirigió hacia la puerta.
-Ya está bien. Buen trabajo. Puedes soltarlo -Dundy se dirigió al
agente. -Cuéntaselo -pidió a Dundy-. En seguida vuelvo.

El policía subió distraídamente la mano hacia la gorra y se retiró. Cerró la puerta y se dirigió al segundo piso.

Dundy miró con cara de pocos amigos a Ira Binnett e inquirió: Jarboe, el mayordomo, estaba arrodillado delante de la puerta del
dormitorio de Timothy Binnett y espiaba por el ojo de la cerradura.
-¿Qué puede decir? En el suelo, a su lado, había una bandeja que contenía una huevera
con un huevo, tostadas, la cafetera, la porcelana, la cubertería y una
Binnett paseó la mirada de Dundy a Spade. servilleta.

73
-Se enfriarán las tostadas -dijo Spade. El mayordomo abrió la puerta y entró. Antes de que el mayordomo
volviera a cerrarla, Spade entrevió a Timothy Binnett recostado
Jarboe se puso de pie tan nervioso que casi volcó la cafetera; con la sobre las almohadas de la cama.
cara roja de vergüenza, tartamudeó:
Spade caminó hasta la segunda puerta de la izquierda y llamó. Joyce
-Yo… bueno… disculpe, señor. Quería cerciorarme de que el señor Court abrió casi en el acto. Se quedó en el umbral sin sonreír ni
Timothy estaba despierto antes de entrar la bandeja -la levantó-. No pronunciar palabra.
quería perturbar su reposo en el caso de que…
El detective dijo:
-Claro, claro -dijo Spade, que ya estaba junto a la puerta. Se agachó
y miró por el ojo de la cerradura. Al erguirse comentó con tono -Señorita Court, cuando entró en la sala en la que estaba con su
ligeramente quejumbroso-: La cama no se ve, solo se divisan una cuñado, dijo: «Wally, el viejo cretino ha…» ¿Se refería a Timothy?
silla y parte de la ventana.
La joven contempló unos instantes a Spade y replicó:
-Sí, señor, lo he comprobado -se apresuró a responder el
mayordomo. Spade rió. -Sí.

El mayordomo tosió, dio la sensación de que iba a decir algo y optó -¿Le molestaría decirme cuál era el final de la frase, señorita Court?
por guardar silencio. Titubeó y llamó suavemente a la puerta.
-Ignoro quién es usted realmente o por qué lo pregunta, pero no me
-Adelante -replicó una voz fatigada. molesta decírselo -repuso lentamente-. El final de la frase era «ha
mandado llamar a Ira». Jarboe acababa de decírmelo.
-¿Dónde está la señorita Court? -preguntó Spade deprisa y en voz
baja. -Gracias.

-Creo que en su dormitorio, señor, la segunda puerta a la izquierda Joyce Court cerró la puerta antes de que Spade tuviera tiempo de
-repuso el mayordomo. alejarse. El detective caminó hasta la puerta de la habitación de
Timothy Binnett y llamó.
La voz fatigada que hablaba desde el interior de la habitación añadió
malhumorada: -¿Y ahora quién es? -protestó el viejo.

-Venga, adelante. Spade abrió la puerta. El anciano estaba sentado en la cama.

74
-Hace unos minutos Jarboe estaba espiando por el ojo de la -No tengo la menor idea. Ni siquiera sé si ha hecho testamento -
cerradura -dijo Spade y regresó a la biblioteca. Binnett se dirigió a Spade con suma seriedad-. He dicho todo lo que
sé, hasta el último detalle.
Sentado en el sillón que antes había ocupado Spade, Ira Binnett
hablaba con Dundy y Polhaus. -No es suficiente -opinó Dundy y señaló la puerta con el pulgar-.
Tom, enséñale dónde debe esperar y hablemos de nuevo con el
-El crash cogió de lleno a Wallace, como a la mayoría de nosotros, viudo.
pero al parecer falseó las cuentas en un intento por salvar el pellejo.
Lo expulsaron de la Bolsa. El corpulento Poihaus dijo «de acuerdo», salió con Ira Binnett y
regresó con Wallace Binnett, cuyo rostro estaba tenso y pálido.
Dundy abarcó con un ademán la biblioteca y el mobiliario:
-¿Ha hecho testamento su tío? -preguntó Dundy.
-Es una decoración muy elegante para un hombre que está en la
ruina. -No lo sé -repuso Binnett.

-Su esposa tiene bienes y Wallace siempre ha vivido por encima de -¿Y su esposa? -terció Spade afablemente.
sus posibilidades -añadió Ira Binnett.
La boca de Binnett se tensó en una sonrisa sin alegría. Dijo
Dundy le miró con el ceño fruncido. reflexivamente:

-¿Piensa sinceramente que él y su esposa no se llevaban bien? -Diré algunas cosas de las que preferiría no hablar. En realidad, mi
esposa no tenía fortuna. Cuando hace algún tiempo me encontré con
-No es que lo piense, lo sé -replicó Binnen serenamente. Dundy dificultades financieras, puse algunas propiedades a su nombre
asintió. para salvarlas. Ella las convirtió en dinero, hecho del que me enteré
más tarde. Con ese dinero pagó nuestras cuentas, nuestros gastos,
-¿Y también sabe que desea a su cuñada, la señorita Court? pero se negó a devolvérmelo y me aseguró que, pasara lo que
pasase, viviera o muriera, siguiéramos casados o nos
-Eso sí que no lo sé, pero he oído muchas habladurías. divorciáramos, yo nunca recobraría un céntimo. Entonces le creí y
aún sigo haciéndolo.
Dundy refunfuñó y preguntó de sopetón:
-¿Usted quería divorciarse? -inquirió Dundy.
-¿Qué dice el testamento del viejo?
-Sí.
75
Los tres detectives chocaron en la oscuridad mientras franqueaban
-¿Por qué? la puerta rumbo al pasillo. Spade fue el primero en ganar la escalera.
Más abajo estalló un estrépito de pisadas, pero no vio nada hasta
-No éramos felices. alcanzar el recodo de la escalera. A través de la puerta principal,
entraba luz de la calle como para divisar la sombría figura de un
-¿Joyce Court tiene algo que ver? hombre.

Binnett se ruborizó y repuso rígidamente: La linterna chasqueó en la mano de Dundy, que pisaba los talones a
Spade, y arrojó un haz de luz blanca y enceguecedora sobre el rostro
-Siento una profunda admiración por Joyce Court, pero lo mismo del sujeto. Se trataba de Ira Binnett. Parpadeó a causa del
habría pedido el divorcio si no fuese así. resplandor y señaló algo que había en el suelo.

Spade intervino: Dundy dirigió la linterna hacia el suelo. Jarboe yacía boca abajo y
sangraba por el orificio de la bala que había atravesado su nuca.
-¿Está seguro, absolutamente seguro de que no conoce a nadie que
encaje en la descripción que hizo su tío del hombre que intentó Spade masculló casi inaudiblemente.
asfixiarlo?
Tom Polhaus bajó la escalera a trompicones, seguido de cerca por
-Absolutamente seguro. Wallace Binnett. La voz asustada de Joyce Court llegó desde el piso
superior:
A la biblioteca llegó débilmente el sonido del timbre de la puerta
principal. -Ay, ¿qué pasa? Wally, ¿qué pasa?

-Es suficiente -concluyó Dundy agriamente. Binnett salió. -¿Dónde está el interruptor de la luz? -espetó Dundy.

Polhaus comentó: -Junto a la puerta del sótano, bajo la escalera -respondió Wallace
Binnett-. ¿Qué pasa?
-Ese tío no funciona. Además…
Polhaus pasó delante de Binnett rumbo a la puerta del sótano.
De la planta baja llegó el potente estampido de una pistola que se
dispara puertas adentro. Se apagaron las luces. Spade emitió un sonido incomprensible, apartó a Wallace Binnett y
subió la escalera a toda velocidad. Se cruzó con Joyce Court y siguió
adelante sin hacer caso de su grito de sorpresa.
76
-Olvídalo -aconsejó Spade-. El tío Tim es nuestro hombre -pasó por
Estaba en mitad del tramo que conducía al segundo piso cuando alto el jadeo de Wallace Binnett y las incrédulas miradas de Dundy
sonó otro disparo. y de Ira Binnett-. Vamos, levántese -repitió al viejo que yacía en el
suelo-. Cuéntenos qué vio el mayordomo cuando espió por el ojo de
Corrió hacia la habitación de Timothy Binneu. La puerta estaba la cerradura.
abierta y entró. Algo duro y anguloso lo golpeó por encima de la
oreja derecha, lo despidió hacia el otro extremo de la habitación y El viejo permaneció imperturbable.
lo obligó a arrodillarse sobre una pierna. Algo cayó y rebotó contra
el suelo, al otro lado de la puerta. -Mató al mayordomo porque yo le dije que lo había espiado -explicó
Spade a Dundy-. Yo también espié, pero no vi nada, salvo esa silla y
Se encendieron las luces. la ventana. Hay que reconocer que para entonces habíamos hecho
el ruido suficiente como para que se asustara y volviera a la cama.
En el suelo, en el centro mismo del dormitorio, Timothy Binnett Te propongo que desmontes la silla mientras yo registro la ventana.
yacía boca arriba y perdía sangre por la herida de bala que tenía en
el antebrazo izquierdo. La chaqueta del pijama estaba destrozada. Spade se dirigió a la ventana y la estudió palmo a palmo. Meneó la
Tenía los ojos cerrados. cabeza, extendió un brazo a sus espaldas y dijo:

Spade se incorporó y se llevó la mano a la cabeza. Con el ceño -Pásame la linterna.


fruncido, miró al viejo tendido en el suelo, la habitación y la
automática negra caída en el pasillo. Dijo: Dundy se la puso en la mano.

-Vamos, viejo sanguinario, levántese, siéntese en una silla e Spade levantó la ventana, se asomó e iluminó la parte exterior del
intentaré controlar la hemorragia hasta que llegue el médico. edificio. Bufó, sacó la otra mano y tironeó de un ladrillo situado a
poca distancia del alféizar. Logró aflojar el ladrillo. Lo depositó en
El hombre caído no se movió. el alféizar y metió la mano en el hueco. Por la abertura y de a un
objeto por vez, extrajo una pistolera negra vacía, una caja de balas
Sonaron pisadas en el pasillo y apareció Dundy, seguido de los a medio llenar y un sobre de papel de Manila sin cerrar.
Binnett más jóvenes. Dundy había adoptado una expresión sombría
y colérica. Se puso de frente a todos con los objetos en las manos. Apareció
Joyce Court con una palangana con agua y un rollo de gasa y se
-La puerta de la cocina estaba abierta de par en par -informó y se le arrodilló junto a Timothy Binnett. Spade dejó la pistolera y las balas
atragantó la voz-. Entran y salen como… en la mesa, y abrió el sobre. Contenía dos hojas, escritas con lápiz
por ambas caras, en trazos gruesos. Spade leyó una frase para sus
77
adentros, soltó una carcajada y decidió leer todo en voz alta desde El anciano se incorporó y abrió los ojos. Miró a sus sobrinos y se
el principio: echó a reír. No había nerviosismo ni demencia en su risa: eran
carcajadas sanas y campechanas, que se apagaron lentamente.

«Yo, Timothy Kieran Binnett, sano de cuerpo y alma, declaro que -Está bien, ya se ha divertido -dijo Spade-. Ahora hablemos de las
ésta es mi última voluntad y testamento. A mis queridos sobrinos muertes.
Ira Binnett y Wallace Bourke Binnett, en reconocimiento por la
cariñosa amabilidad con que me han acogido en sus hogares y me -De la primera no sé más que lo que le he dicho -se defendió el viejo-
han atendido en el ocaso de mi vida, doy y lego, a partes iguales, y no es un asesinato, porque yo solo…
todas mis posesiones mundanas del tipo que sean, es decir mis
huesos y las ropas que me cubren. También les lego los gastos de mi Wallace Binnett, que aún temblaba espasmódicamente, musitó
entierro y los siguientes recuerdos: en primer lugar, el recuerdo de dolorido y con los dientes apretados:
su buena fe al creer que los quince años que estuve en Sing Sing los
pasé en Australia; en segundo lugar, el recuerdo de su optimismo al -Es mentira. Asesinaste a Molly. Joyce y yo salimos de la habitación
suponer que esos quince años me proporcionaron grandes riquezas cuando oímos gritar a Molly, escuchamos el disparo, la vimos
y que si viví a costa de ellos, les pedí dinero prestado y jamás gasté derrumbarse desde tu habitación, y después no salió nadie.
un céntimo de mi peculio, lo hice porque fui un avaro cuyo tesoro
heredarían y no porque no tenía más dinero que el que les pedía; en El anciano replicó serenamente.
tercer lugar, por su credulidad al pensar que les dejaría algo en el
caso de que lo tuviera; y, en último lugar, porque su lamentable falta -Te aseguro que fue un accidente. Me dijeron que acababa de llegar
del más mínimo sentido del humor les impedirá comprender cuán un individuo de Australia que quería verme por algo relacionado
divertido ha sido todo. Firmado y sellado…» con mis propiedades en ese país. Entonces supe que había algo que
no encajaba -sonrió-, pues nunca estuve en esas latitudes. Ignoraba
Spade alzó la mirada para añadir: si uno de mis queridos sobrinos sospechaba algo y había decidido
tenderme una trampa, aunque sabía que si Wally no tenía nada que
-Aunque no lleva fecha, está firmado Timothy Kieran Binnett con ver con el asunto intentaría sacarle información sobre mí al
grandes rasgos. caballero de Australia, y que tal vez perdería uno de mis refugios
gratuitos -rió entre dientes-. Decidí contactar con Ira para regresar
Ira Binnett estaba rojo de ira. El rostro de Wallace tenía una palidez a su casa si aquí las cosas se ponían mal e intentar sacarme de
espectral y todo su cuerpo temblaba. Joyce Court había dejado de encima al australiano. Wally siempre pensó que estoy medio
curar el brazo de Timothy Binnett. chiflado -miró de reojo a su sobrino- y temió que me encerraran en
el manicomio antes de que testara a su favor o que declararan nulo
el testamento. Verán, tiene muy mala reputación después del asunto
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de la Bolsa, y sabe que, si yo me volviera loco, ningún tribunal le lanzó por la puerta y se despatarró en el suelo mientras yo seguía
encomendaría el manejo de mis asuntos…, mientras yo tuviera otro viendo las estrellas.
sobrino -miró de soslayo a Ira-, que es un abogado respetable. Sabía
que perseguiría al visitante, en lugar de montar un escándalo que El viejo se sorbió los mocos.
podía acabar conmigo en el manicomio. Así que le monté el
numerito a Molly, que era la que estaba más cerca. Pero se lo tomó -Usted no es más que…
demasiado en serio. Yo tenía un arma y dije un montón de chorradas
acerca de que mis enemigos de Australia me espiaban y de que -Ya está bien -dijo Spade con paciencia-. No discutamos. El primer
pensaba bajar de un balazo a ese individuo. Se inquietó crimen fue accidental, de acuerdo. Pero el segundo, no. Será fácil
excesivamente, e intentó arrebatarme el arma. La pistola se disparó demostrar que ambas balas, más la que tiene en el brazo, fueron
sola y tuve que hacerme los morados en el cuello e inventarme la disparadas con la misma pistola. ¿Qué importancia tiene que
historia sobre el hombre corpulento y moreno -miró podamos demostrar cuál de los crímenes fue asesinato? Solo se
desdeñosamente a Wallace-. No sabía que él me cubría las espaldas. ahorca una vez -sonrió afablemente-. Y estoy seguro de que lo
Aunque no tengo una gran opinión sobre Wallace, jamás imaginé colgarán.
que sería tan vil como para encubrir al asesino de su esposa…,
aunque no se llevaran bien, solo por dinero.
Muerte en el Riachuelo
-No se preocupe por eso -dijo Spade-. ¿Qué dice del mayordomo?

-No sé nada del mayordomo -repuso el anciano, y miró a Spade cara Manuel Peyrou
a cara.
El cantor —pegado al micrófono—- dramatizaba un afligente
El detective privado añadió: capítulo de la vida privada del suburbio. Alrededor de cien hombres
—de los que se reconocen y confiesan en el tango— se agrupaban
-Tuvo que liquidarlo rápidamente, antes de que pudiera hablar o frente a las mesas, pendientes de ese melódico resumen de
actuar. Bajó sigilosamente por la escalera de servicio, abrió la amarguras. Sólo de tanto en tanto, de algún Porteñito,
puerta de la cocina para engañarnos, fue a la puerta principal, tocó Independencia, o Muela Cariada, en ejecución moderna, saltaba una
el timbre, la cerró y se ocultó al amparo de la puerta del sótano, chispa de la vieja y dura narrativa del coraje, la jactancia y la
debajo de la escalera principal. Cuando Jarboe abrió la puerta, le zafaduría. Luego volvían la realidad y los temas cotidianos.
disparó, tiene un orificio en la nuca, accionó el interruptor que está
junto a la puerta del sótano y subió sigilosamente por la escalera de Eran las dos de la mañana y el humo y el tango se dividían el espacio
servicio, a oscuras. Luego se disparó cuidadosamente en el brazo. y el tiempo; desparramados, florecían algunos diálogos. En una
Pero llegué demasiado pronto, así que me golpeó con la pistola, la
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mesa, cuatro hombres ahorraban palabras. Después de un largo alterada por la contrariedad que le producían las postergaciones del
intervalo, uno de ellos rompió el silencio: negocio, hallaba su contraste en el brillo afiebrado de las pupilas y
en el fino dibujo de las cejas.
—¿Tenés un negro?
La voz del cantor cortó los diálogos y los amigos enmudecieron,
La llama ardió un instante en sus dedos y luego se achicó, absorbida siguiendo el hilo invisible de la melodía. Rodeaban al Chueco un tal
por la punta del cigarrillo; era el cuarto que encendía en veinte Andrés, Enrique (a) El Pibe de Wilde y Luis Ramírez. De todos, el
minutos. Echó el cuerpo hacia atrás, levantó con el pulgar el único hombre de acción, animoso y sustantivo, era el Chueco.
chambergo hacia la nuca, y lanzó con aplomo una espesa bocanada, Conocido en Devoto, en Las Heras y hasta en el Sur, acometía
que subió perezosa, cada vez menos densa, pasando del gris azulado cualquier aventura con inalterable y fría resolución. Era bajo,
y compacto al más pálido tono de gris, ya disuelto, borroso: era, sin
duda, su viril aporte al enrarecimiento del aire. Alto, moreno, con
cierta palidez enfermiza en el rostro, vestía de oscuro y sus manos
eran largas y blancas; ostentaba en la derecha un anillo grande, de
sello.

—¡Qué calor...! —exclamó, por decir algo.

—No es el calor... es la humedad —le rectificaron, con dura lógica


popular.

Tres hombres rodeaban al Chueco Manfredi. De los tres, uno


guardaba silencio; había faltado a una cita y no encontraba palabras
para justificarse. Era una cita en la que hubieran dado fin a un
madurado plan, surgido en largas noches de discusiones y de delgado, con un rostro duro, gris y sombrío, que matizaban las
cálculos. huellas borrosas de la viruela. El Pibe de Wilde, en cambio, gozaba
íntimamente con la idea de vivir al margen del delito, aunque
—Vos me dijiste a las ocho y yo pensé que era a las ocho de la apenas vivía al margen de las buenas costumbres. Delgado, bajo,
mañana —arriesgó, por fin. supersticioso, vestía un corto saquito color ladrillo y unos
pantalones azules, muy largos. Andrés era alto, de ojos claros y pelo
—¡Las ocho, las ocho! ¿Qué vamos a hacer a las ocho de la mañana? rojo: le llamaban El Ruso. Luis Ramírez tenía el físico y la vestimenta
Yo te dije a las ocho de la noche .. . —replicó Manfredi, con leve de un empleado modesto y había llegado a la encrucijada de su vida.
irritación, mientras encendía un nuevo cigarrillo; su palidez, apenas
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Y la encrucijada ofrecía, de un lado, la permanencia en ese empleo como hombre audaz y decidido. "Mientras no haga testamento, sí...
modesto y, del otro, la aventura y el riesgo. yo soy el heredero; hace tiempo que estoy masticando eso —había
contestado—; pero siempre es mejor hacerlo teniendo compañeros
—El asunto tenemos que decidirlo mañana —afirmó el Chueco decididos”.
Manfredi, cuando terminó el canto.
Después, en apasionadas noches, fueron planeando el hecho. El tío
—Mañana podemos hablar —contestó Andrés—; yo no sé si podré de Luis, don José, poseía una barraca en Avellaneda y su fortuna,
estos días; mi hermana consiguió otro conchabo y la tengo que según ellos la veían desde el fondo de sus estrecheces cotidianas,
acompañar a la salida, porque es muy lejos. era considerable. Por lo menos doscientos mil pesos, de los cuales
una mitad para Luis y la otra a dividirse entre los cómplices.
—Y vos ¿no podés mañana? —interrogó el Chueco a Luis. Manfredi, en un principio, pretendió más, pero aceptó después un
arreglo. Don José era un ebrio consuetudinario. Dejaba la barraca a
—Y, no sé ... los domingos voy a lo de mi cuñado. Van también el las siete de la tarde, cruzaba el puente del Riachuelo, y luego
gordo Fermín y los muchachos. Me parece que lo mejor es que visitaba cuatro o cinco almacenes. El asunto era fácil. Una noche de
hablemos el lunes. El chico del almacén quedó en avisarme la hora niebla lo seguían; esperaban a que en una de sus infinitas
en que el viejo cruza el puente. evoluciones estuviera cerca del agua; un distraído empujón, y Luis
y sus cómplices quedaban dueños de una fortuna.
—¡Pero eso ya lo sabemos hace meses! —replicó el Chueco, ya
molesto. Luis había tomado el asunto como una de las tantas jactancias de
café; las postergaciones, la falta de asistencia a tal o cual cita, le
—Sí ... claro ... pero ahora, con el horario de verano ... habían hecho sospechar que Andrés y El Pibe trataban, como él, de
ganar tiempo, con la esperanza de que el proyecto quedara en nada.
—¡Psh. .. no hablés más aquí! —cortó el Chueco, receloso, después Pero el Chueco Manfredi no era hombre de perder un negocio y
de lanzar una mirada circular. Acodado a una mesa próxima, un ahora lo veía sobre él, amenazador, listo a exigir el cumplimiento
hombre, sobre las ruinas de un café negro, ocupaba sus fascinados del convenio. La confusión dominaba su espíritu. Cruzó la calle,
minutos en contemplar a los músicos. Pagaron y salieron. agitado, y se acercó a un mostrador.

Luis Ramírez comprendió, caminando por la calle Corrientes, que la "¡Café y una caña grande!”
farsa había llegado a su punto final. Tres meses antes, después de
un diálogo deshilvanado en el café, el Chueco Manfredi había En una semana, era el tercer día que no iba a trabajar; imaginaba el
lanzado una pregunta candente: "Si a tu tío, el de la barraca, le pasa sermonear de su tío al día siguiente. "También, viejo roñoso —
algo, ¿vos sos el único heredero, no?”. Ramírez pescó la sugestión al pensaba— pagar ciento cincuenta pesos a un hombre de treinta
vuelo y decidió aprovechar un creciente prestigio que lo señalaba años”. Instintivamente se miró en el espejo y se arregló la corbata.
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Se sentía un poco en poder de Manfredi. El sombrío ex-presidiario la mesa. Desde lejos vio que los tres amigos lo esperaban con
nunca mostraba vacilaciones y seguramente guardaba sus cartas inusitada expresión de gravedad.
para más adelante. Era muy posible que aumentara sus exigencias
una vez cometido el hecho, amenazando con la delación. Y es que, —Estuvo bien.. . —dijo Manfredi, con una aprobación
en realidad, era el único de todos ellos que había tomado el asunto condescendiente, que resultaba casi un insulto.
en serio. "Es un canalla”, pensó Ramírez, con íntima sorpresa.
—¿Qué es lo que estuvo bien? —interrogó Luis, con sorpresa. Los
Era cerca de media noche. Pegada a los muros, bajo el verde, el azul amigos se miraron entre sí y le tendieron un diario. Con asombrados
y el rojo exasperado de los letreros, temblaba una leve llovizna, ojos, Ramírez leyó: "Anoche a las 19.30, en las proximidades del
como una telaraña de agua. Compró un diario y entró en un café. Puente Pueyrredón, un hombre como de 60 años, que después
Media hora después, nervioso, salió a la vereda. Una niebla fina, que resultó ser José Bellani, viudo, comerciante, cayó en las aguas del
llegaba del Este, había reemplazado a la lluvia. Riachuelo, resultando inútiles los esfuerzos realizados para
salvarlo. Se efectúan averiguaciones para establecer las causas del
En el intermedio indeciso del Otoño al Invierno, la humedad, que suceso”.
brillaba en el asfalto, parecía regir los impulsos y los deseos. Era una
de esas noches enervantes de Buenos Aires en que todo puede En un silencio tirante Ramírez escuchó los latidos de su corazón.
ocurrir, por desesperación o por agotamiento. La niebla se
desgarraba en partes y en lo alto se perdía en el cielo hermético y "A pedido, el bonito tango de Amaro Lenzi...”
sombrío. Ramírez caminó unas cuadras y se detuvo.
Pero no escuchaba la voz del cantor. Contuvo su perplejidad un
Vio su rostro, duplicado en una vidriera, inverosímil y ceniciento instante y después, escrutando las caras de los amigos, dijo:
bajo un reflejo de neón. Por primera vez en mucho tiempo le pareció
que la oscuridad y la noche eran conmovedoras. La resolución se —No he sido yo; no lo veía desde anteayer. Pero esto es mejor. Ya
concretó: Esa misma noche hablaría a sus amigos del abandono del estaba harto de postergaciones y si no pasa esto yo mismo lo-
plan. No sabía qué decir, pero algo iba a inventar. Y experimentó un hubiera liquidado mañana o pasado. .
profundo alivio al notar que desde tiempo atrás ese viraje estaba
resuelto en su espíritu. Caminó por Corrientes hacia el Este. Los Después, ya tranquilo, sacó un paquete y convidó cigarrillos.
avisos eléctricos chorreaban una luz humedecida y desfalleciente.
Otra vez la llovizna flotaba en el aire pesado. Pero no debió tranquilizarse, porque Manfredi era orgánicamente
incapaz de creer en el arrepentimiento. Y tampoco creyó en esa
Cuando llegó al café, los canillitas voceaban los primeros diarios de débil metáfora de la impaciencia, inventada para cubrir un
la mañana. Hendió los grupos compactos y silenciosos y se acercó a miserable prestigio.

82
Al día siguiente llovió. Cerca de las nueve de la noche, los
parroquianos del almacén de Robino escucharon tres disparos, muy
Apenas enfila por Morelos, ve al grandote en la puerta.
próximos. Corrieron y encontraron a Luis Ramírez, de espaldas bajo
el cordón de la vereda, con un borbotón de sangre en la boca. Nuevo, piensa mientras se acerca.
Mientras lo examinaban, incrédulos, un brusco chaparrón sonó con
—Vengo a ver al Señor Peralta —dice.
fuerza sobre su traje azul marino y le lavó la cara.
—Vos debés ser Villagra, te están esperando.

Debés ser, repite el Oso, contento de haber acertado y de que el


Un paso atrás grandote sea nuevo. En este laburo, piensa, reconocer la forma de
caminar, de pararse, la silueta de un cuerpo a la distancia, es más
importante que recordar las caras.
Kike Ferrari
—Pasá —dice el grandote, abriendo la puerta y haciéndole lugar.

Y una vez que pasan:


It all comes down to what you
—Las manos, por favor.
had and what you lost.
El Oso levanta los brazos y se deja palpar mirando para otro lado,
Ellroy como si no le importara. Conoce las reglas.
Round uno
—Listo —dice el grandote—; pasá, creo que tienen trabajo para vos.
Una cuadra antes, cuando una paloma le —¿Ah, sí? Vos sos nuevo, ¿no?
cagó la solapa del saco azul, el Oso
Villagra supo que iba a ser un día de —Hace menos de un mes que estoy.
mierda.
—Bueno, tendrías que hablar menos, pibe —sugiriere el Oso antes
Ahora levanta la vista al pedazo de cielo de seguir camino. Y no escucha al grandote que a sus espaldas
plomizo que el enjambre de edificios murmura sí, justo vos me venís a dar consejos.
deja ver y maldice por lo bajo. A su
suerte, a Peralta, a las palomas y a la Cuando pasa junto al busto del General y después de persignarse, el
puta madre que lo parió. Oso se besa dos dedos de la mano derecha y los apoya en la sonrisa
de bronce. Después duda ante las escaleras, pero decide subir por
Después sigue caminando hasta la esquina mientras, con un el ascensor. Son tres pisos.
pañuelo sucio que encuentra en un bolsillo del pantalón, intenta
limpiarse la solapa. Pero sólo consigue un enchastre peor, una Estamos viejos, piensa mientras espera.
condecoración entre verde y amarilla construida con mierda de
pájaro y mocos viejos.
83
Una vez en el ascensor se mira en el espejo. Los bigotes encanecidos, Mabel termina lo que estaba leyendo y se arregla un poco el cabello
las bolsas bajo los ojos. La mancha de mierda y mocos en la solapa. antes de ir a anunciarlo. Tiene una pollera gris.

Qué cagada, piensa. Se le está viniendo abajo el culo, piensa el Oso, todos nos estamos
viniendo abajo.
Round dos
Mabel vuelve enseguida.
Entra sin llamar, ya con el saco en la mano. Mabel lee una revista de
chimentos. —Dice que pases.

—Hola, Rubia. Round tres

—¿Qué hacés, Oso? —contesta Mabel, sin dejar de leer. —Bueno, contame.

—Lindo muñeco pusieron en la puerta, eh. Peralta siempre empieza así. No importa si él te llamó, si él es el que
tiene algo que decirte, ni las putas ganas que tengas de estar ahí:
Ahora sí lo mira. Hace una mueca que puede querer decir sí o no o contame.
a mí qué me importa.
—No, mucho, jefe, lo de siempre. Los chicos en la escuela, la nena ya
—¿Cómo estás vos? ¿Cómo anda todo por acá? —pregunta el Oso termina la secundaria…
prendiendo un cigarrillo.
—Victorita…
—Bien. Qué sé yo. Aburrida. Acá no pasa nunca nada.
—Sí, la Vicki. Y el pibe, Juancito, ya está en segundo. Terminamos de
Nunca nada, piensa el Oso. Paladea el humo. construir el quincho. Eso. Todo tranquilo, gracias a Dios.
Nunca. —Bueno, mejor así, Oso, mejor así. Qué grande, Juancito, segundo
año… ¡Que lo parió, cómo pasa el tiempo! Y Victoria, che, parece
Nada.
mentira… Menos mal, Oso, que te salieron derechos… Con tanta
—¿Está? —pregunta. falopa, tanta porquería, dando vuelta… Pero ellos estudian, ayudan
en tu casa, la piba que hace danza en la escuela de Castelar, Juancito
—Sí, ya te anuncio. Apagá eso, ¿querés? que sigue con la barrita de amigos del barrio y jugando al pool en lo
del Poyo… Pibes sanos, una tranquilidad para vos y para tu jermu,
—¿Vos también, Rubia?
que ya bastante tiene con sus viejos…
Ella se encoje de hombros y vuelve a la revista. El Oso se sienta en
El Oso se tensa en la silla. A Peralta siempre le gusta dar vueltas,
uno de los sillones, justo frente a la fotografía en la que el hombre
hablar de boludeces antes de entrar en tema, pero no entiende a qué
de bigotes, sonriente, sostiene el paraguas en alto.
viene esta conversación.
Qué épocas, piensa. Y apaga el cigarrillo.
—Por acá, en cambio, las cosas están más bien complicadas —dice
Peralta y le señala con el mentón el diario doblado sobre el
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escritorio—. Entre el quilombo con el Grupo y el pibe ese que se fue la Cobra. Quien sí dio un paso atrás, sí pensó, sí lo liquidó. Dos
cargó la gente de García; los medios, los jueces, todos tienen un ojo derechas a la sien y a cobrar.
puesto encima nuestro todo el tiempo.
—Una de azúcar, ¿no, Oso?
El Oso no dice nada. Mira el diario. Trata de que no se le escape ni
un gesto. La puta que lo parió. Creyó que se lo iban a dejar pasar. —Olvidate, Mabel —dice riendo Peralta—, ¿sabés lo que es la mujer
Fue un accidente. Y además la macana fue más de Riccardi que suya. del Oso? Una máquina, la Rita. Y no para, eh. La casa, los pibes, un
Él prefiere laburar solo, Peralta ya lo sabía. par de veces por semana va a ver a los viejos a Ramos y todavía le
queda tiempo para ir al gimnasio ese de 25 de Mayo… Además es
—No nos podemos equivocar así, Oso, ahora estamos en la tapa de una profesional, licenciada o algo. No, un infierno, la Rita, créeme.
los diarios…
Mabel resopla. No pensarán que me quiero coger al Oso, piensa.
—Jefe —intenta el Oso, pero Peralta sigue como si no lo hubiese Sonríe, negando con la cabeza. Y se va.
escuchado o acaso no lo escucha.
Round cuatro
—Pero no es de eso de lo que te quería hablar. ¿Querés un café? El
tema son las vacaciones. —Después de que se retiró —sigue Peralta—, Roldán se puso gordo
como un cerdo. Nunca pudo ser campeón del mundo, Oso. Pero es
Hay un paréntesis mientras esperan el café. O eso cree el Oso. Con el tipo más feliz del mundo, se reconcilió con su familia, vive en el
Peralta nunca se sabe, piensa. campo, siempre anda de cacería y asado con los amigos. Eso debe
ser vida, ¿o no?…
Hablan de boxeo.
—Linda vida…
—¿Te acordás de Martillo Roldán?
—¿Hace mucho que no vas a cazar, Oso?
—Cómo no me voy a acordar, jefe. Era una aplanadora, tiraba
paredes con esa piña. —Uf, bastante. Más de un año debe hacer.

—Sí, pero era un mal definidor, Oso. Y es porque no sabía dar el paso —Pero seguís teniendo el campito, allá en Lobos.
atrás, tomarse unos segundos para pensar, apuntar y golpear firme
y claro. Acordate de la pelea con Hearns. —Sí, lo que pasa es que la última vez tuvimos un accidente…

Llega Mabel con los cafés. —Sí, me enteré, al otro muchacho se le disparó una escopeta…

El Oso piensa en la pelea Hearns–Roldán. La Cobra de Detroit contra —Mi cuñado. No pasó nada, igual, fue más el susto.
el Martillo de Freire. Iba poco menos de un minuto del tercero —¿Y de esa vez no fuiste más?
cuando Martillo lo encontró con una zurda en la pera. Hearns
trastabilló, con la mirada extraviada y las piernas flojas, pero en la —Y, no. Las mujeres quedaron asustadas. Justo estaba la familia.
desesperación por liquidarlo Roldán se abalanzó y entonces el Mala suerte. Yo suelo ir solo a Lobos, a lo sumo con mi cuñado,
yanki pudo trabarlo. En el round siguiente el que colocó las manos porque no me gusta que haya nadie alrededor cuando estoy
cazando. Pero justo esa vez habíamos ido con la familia. Y los chicos
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se asustaron bastante y las mujeres se pusieron como locas: que es Peralta levanta la vista. Hay en su cara un gesto de asombro
un peligro, que un día se van a matar… genuino.

—Es que hay que preservar a la familia, Oso, y hay que tener —Ay, Oso, en serio estás jodido… ¿No entendiste nada de lo que te
cuidado con los accidentes —dice Peralta terminando el café y dije? —hace una pausa y después dice remarcando cada palabra—:
levantando el diario del escritorio— o terminamos escrachados en Andate a cazar. Solo. Acordate que acá queda tu familia. Y hacelo
primera plana… parecer un accidente.

—Jefe —intenta el Oso por segunda vez, pero Peralta vuelve a


interrumpirlo.
La muerta en su cama
—Me voy a ir de vacaciones, Oso, y hay algunas cosas que me
gustaría que estuvieran resueltas cuando vuelva. Selva Almada
Hace una pausa, Peralta, se pasa las manos por la cara, con un gesto
de cansancio, pero enseguida deshace el gesto con una sonrisa.

—Ya sabés cómo es: primero la Patria, después el Movimiento, por San José es un pueblo de chico de la Provincia de Entre Ríos, en la
último los hombres. Pero para que el Movimiento funcione por la costa del Uruguay. No se levanta sobre el río, sino a unos pocos
Patria, los hombres tenemos que estar frescos. kilómetros: es el pariente pobre de Colón. Fue una de las primeras
colonias agrícolas del país; sus primeros pobladores llegaron de
El Oso asiente. Sigue esperando instrucciones.
Piamonte (Italia), Saboya (Francia) y el Cantón de Valais (Suiza).
—Tomate unos días vos también. Desenchufate de todo: del laburo, Tiene un museo histórico bastante importante y completo, el
de la familia, de todo. Andate a Lobos, solo. Dedicate a cazar, a primer Tiro Federal del país (no sé si esto signifique algo, pero es
pensar. Tenemos que dar un paso atrás, Oso, el paso atrás de un dato que aparece en las guías de turismo de la región) y todos los
Hearns, ¿me entendés?… —dice Peralta y se levanta. años se realiza la Fiesta de la Colonización con desfile de carrozas y
Es obvio que la reunión terminó. Se estrechan las manos. Peralta vestidos típicos, música y comida de las distintas colectividades.
vuelve a sentarse y a mirar el diario sobre el escritorio.
Más allá de su pasado europeo, lo cierto es que la ciudad terminó de
—Cuando salgas, decile a Mabel que lo llame a Riccardi, haceme el construirse alrededor del frigorífico Vizental. Terminó
favor. convirtiéndose en un pueblo de obreros.
—Sí, cómo no —responde el Oso. En las épocas en que el frigorífico funcionaba a pleno, el olor que
Da unos pasos hacia la puerta y se vuelve. envolvía a San José era espantoso. Cuando íbamos a visitar a mi tía
que vive en Colón y pasábamos por allí en el colectivo nos
—Perdone, jefe, pero cuando me llamó creí entender que tenía un tapábamos la nariz y la boca para no sentirlo. Pese a todo, había algo
trabajo para mí…
hermoso en esa enorme planta con chimeneas humeantes y

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playones de cemento por donde entraban y salían camiones y, a un Esa noche, la del 15 al 16 de noviembre, Andrea, una hermosa
costado, se estacionaban en hilera cientos de bicicletas. Si uno estudiante del profesorado de psicología, no había ido al baile del
pasaba a la tardecita o de madrugada, se cruzaba con grupos de club Santa Rosa como el resto de las jovencitas sanjosesinas.
obreros completamente vestidos de blanco, con botas de goma
Esos bailes eran famosos en la zona. Mi tía y sus amigas iban
también blancas, que pedaleaban despacito por la orilla de la ruta.
siempre. Cuando mejor se ponían era cuando el animador y
San José siempre fue para mí un pueblo de paso. No lo conozco sino pasadiscos de la noche era el Pato Benítez, uno que tenía un
desde arriba de un micro, pero ya desde pequeña me parecía un programa de radio en LT26. No sé si el Pato Benítez era un
sitio muy triste. muchacho apuesto, me parece recordarlo más bien flacucho y
narigón, pero como trabajaba en la radio, todas las chicas,
El 16 de noviembre de 1986, tenía 13 años bien cumplidos. Habían
empezando por mi tía, le andaban atrás. Igual no viene al caso. No
pasado unos cinco o seis veranos desde que la Romina me
sé si era quien animaba el baile de esa noche, pero bien podría haber
encerraba en la pieza del Luisango y hacía rato que habíamos
sido.
dejado de ser amigas. Había pasado un verano entero desde aquel
en que Mara y yo veíamos tomar sol a su tía en la terraza. Mara Entonces esa noche Andrea no estuvo en el baile con su hermana y
estaba pupila en el colegio adventista. Con Dalia fuimos a visitarla la barra de amigos. Salió un rato con su novio a dar unas vueltas en
una vez ese año y nos mostró el dormitorio que compartía con otra moto por el centro y tomar un helado. Luego, a eso de las doce de la
chica, el salón de actos, el parque y el comedor -le decían buffet-. noche, se despidieron: ella tenía un examen importante y debía
Todo muy nuevo, pulcro y ordenado: igual que en las películas estudiar.
yanquis. Mara también estaba distinta, ya no usaba vaqueros sino
Cuando lo acompañó hasta la calle, vio que se venía la tormenta, así
polleras largas y guillerminas y hablaba más pausado. Nos
que se apuró a entrar y meterse en la cama con los apuntes en la
cruzamos con algunos compañeros suyos y nos presentó, pero no
mano.
hablamos mucho. Cuando nos despedimos, nos dimos un largo
abrazo y Mara prometió que nos veríamos pronto. Aunque iba poco En el dormitorio de al lado, pegado al que ocupaba con su hermana,
a su casa porque después le costaba volver a acostumbrarse a estar dormían los padres y el hermano más chico.
lejos.
Leyendo sus fotocopias. Andrea se quedó dormida.
Dalia y yo cursábamos nuestro primer año, división francés, en el
Colegio Nacional. Teníamos nuevos compañeros y un montón de Una hora después, tal vez la tormenta que chillaba y refucilaba
materias y profesores, y nos iba bastante bien. sobre el pueblo, tal vez un ruido dentro de la casa, tal vez un mal
presentimiento, despertó a su madre. La mujer fue directamente al
Pero mi relato va hacia la chica muerta en San José, tan cerquita de dormitorio de las hijas, encendió la luz. La que había ido al baile aún
mi pueblo. Una historia que nos conmocionó a todos y que todavía no había regresado, su cama seguía vacía, con las sábanas tensas
sigue dando vueltas en mi cabeza. metidas debajo del colchón. La otra, Andrea, dormía, parecía
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dormir. Algo en la aparente armonía del cuerpo acostado boca Decían esto y muchas otras cosas. La gente decía, in-ventaba porque
arriba, los brazos a los costados, el cubre-cama doblado sobre el no había, nunca hubo, novedades de la justicia.
pecho de la muchacha, el cabello prolijamente esparcido sobre la
Los padres y el novio encabezaron la lista de sospechosos, pero
almohada, algo llamó la atención de la mujer. Medio abombada por
tampoco hubo pruebas concretas que los incriminaran. Ni ninguna
el sueño, no podía decir qué era lo que le hacía ruido en esa postal
razón de por qué alguien la quería muerta. La gente tejió y destejió
de Bella Durmiente. Hasta que se dio cuenta: sangre, unas gotitas de
a gusto. Se habló de magia negra, secta satánica, narcotráfico,
sangre en la nariz.
prostitución, un amante celoso.
Sin atreverse a tocarla, llamó a su marido.
Pasaron veinte años y nunca se supo nada ni se resolvió el crimen.
-iVení! ¡Vení! te digo! Probablemente el asesino de Andrea siga res-pirando el olor a tierra

A Andrea la mataron de una puñalada en el corazón mientras


dormía en su propia cama. No intentó defenderse, pero su cuerpo
quedándose sin aire y sangre habrá sufrido espasmos, movimientos
convulsos, durante dos o tres minutos, el tiempo que lleva morirse
con una herida así. Sin embargo, su cuerpo estaba como
tranquilamente dormido. Él o los asesinos, antes de salir de la
habitación acomodaron amorosamente el cadáver de la chica.

A partir de que se supo la noticia, se dijeron muchas cosas. Todo ese


verano hablaríamos de la chica muerta. Su asesinato sería tema de
conversación una y otra vez. Aun cuando se terminaron las
mojada que precede a las lluvias y sintiendo el sol sobre su cara.
novedades y el caso empezó a estancarse.
Mientras ella mira crecer las flores desde abajo.
Decían que, para ir a dar aviso a la policía, el padre se había vestido
y se había puesto zapatos acordonados. Los zapatos, sobre todo,
eran un elemento de sospecha. Ante algo así, aseguraba la gente,
Esa mujer
uno sale en pijama y en patas. no se detiene a ponerse medias y
atarse los cordones.
Rodolfo Walsh
Decían que cuando la policía llegó, la madre había limpiado los pisos
del dormitorio, dado vuelta el colchón y cambiado las sábanas.
El coronel elogia mi puntualidad:
Además, había lavado el cuerpo de su hija y le había puesto un
camisón. -Es puntual como los alemanes -dice.

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-O como los ingleses. Él bebe con vigor, con salud, con entusiasmo, con alegría, con
El coronel tiene apellido alemán. superioridad, con desprecio. Su cara cambia y cambia, mientras sus
Es un hombre corpulento, canoso, de cara ancha, tostada. manos gordas hacen girar el vaso lentamente.
-He leído sus cosas -propone-. Lo felicito. -Esos papeles -dice.
Mientras sirve dos grandes vasos de whisky, me va informando, Lo miro.
casualmente, que tiene veinte años de servicios de informaciones, que ha -Esa mujer, coronel.
estudiado filosofía y letras, que es un curioso del arte. No subraya nada, Sonríe.
simplemente deja establecido el terreno en que podemos operar, una -Todo se encadena -filosofa.
zona vagamente común. A un potiche de porcelana de Viena le falta una esquirla en la base. Una
Desde el gran ventanal del décimo piso se ve la ciudad en el atardecer, las lámpara de cristal está rajada. El coronel, con los ojos brumosos y
luces pálidas del río. Desde aquí es fácil amar, siquiera sonriendo, habla de la bomba.
momentáneamente, a Buenos Aires. Pero no es ninguna forma concebible -La pusieron en el palier. Creen que yo tengo la culpa. Si supieran lo que
de amor lo que nos ha reunido. he hecho por ellos, esos roñosos.
El coronel busca unos nombres, unos papeles que acaso yo tenga. -¿Mucho daño? -pregunto. Me importa un carajo.
Yo busco una muerta, un lugar en el mapa. Aún no es una búsqueda, es -Bastante. Mi hija. La he puesto en manos de un psiquiatra. Tiene doce
apenas una fantasía: la clase de fantasía perversa que algunos sospechan años -dice.
que podría ocurrírseme. El coronel bebe, con ira, con tristeza, con miedo, con remordimiento.
Algún día (pienso en momentos de ira) iré a buscarla. Ella no significa Entra su mujer, con dos pocillos de café.
nada para mí, y sin embargo iré tras el misterio de su muerte, detrás de -Contale vos, Negra.
sus restos que se pudren lentamente en algún remoto cementerio. Si la Ella se va sin contestar; una mujer alta, orgullosa, con un rictus de
encuentro, frescas altas olas de cólera, miedo y frustrado amor se alzarán, neurosis. Su desdén queda flotando como una nubecita.
poderosas vengativas olas, y por un momento ya no me sentiré solo, ya no -La pobre quedó muy afectada -explica el coronel-. Pero a usted no le
me sentiré como una arrastrada, amarga, olvidada sombra. importa esto.
El coronel sabe dónde está. -¡Cómo no me va a importar!… Oí decir que al capitán N y al mayor X
Se mueve con facilidad en el piso de muebles ampulosos, ornado de también les ocurrió alguna desgracia después de aquello.
marfiles y de bronces, de platos de Meissen y Cantón. Sonrío ante el El coronel se ríe.
Jongkind falso, el Fígari dudoso. Pienso en la cara que pondría si le dijera -La fantasía popular -dice-. Vea cómo trabaja. Pero en el fondo no inventan
quién fabrica los Jongkind, pero en cambio elogio su whisky. nada. No hacen más que repetir.
89
Enciende un Marlboro, deja el paquete a mi alcance sobre la mesa. -Anduvieron rondando. Una noche, uno se animó. Dejó la bomba en el
-Cuénteme cualquier chiste -dice. palier y salió corriendo.
Pienso. No se me ocurre. Mete la mano en una vitrina, saca una figurita de porcelana policromada,
-Cuénteme cualquier chiste político, el que quiera, y yo le demostraré que una pastora con un cesto de flores.
estaba inventado hace veinte años, cincuenta años, un siglo. Que se usó -Mire.
tras la derrota de Sedán, o a propósito de Hindenburg, de Dollfuss, de A la pastora le falta un bracito.
Badoglio. -Derby -dice-. Doscientos años.
-¿Y esto? La pastora se pierde entre sus dedos repentinamente tiernos. El coronel
-La tumba de Tutankamón -dice el coronel-. Lord Carnavon. Basura. tiene una mueca de fierro en la cara nocturna, dolorida.
El coronel se seca la transpiración con la mano gorda y velluda. -¿Por qué creen que usted tiene la culpa?
-Pero el mayor X tuvo un accidente, mató a su mujer. -Porque yo la saqué de donde estaba, eso es cierto, y la llevé donde está
-¿Qué más? -dice, haciendo tintinear el hielo en el vaso. ahora, eso también es cierto. Pero ellos no saben lo que querían hacer,
-Le pegó un tiro una madrugada. esos roñosos no saben nada, y no saben que fui yo quien lo impidió.
-La confundió con un ladrón -sonríe el coronel. Esas cosas ocurren. El coronel bebe, con ardor, con orgullo, con fiereza, con elocuencia, con
-Pero el capitán N… método.
-Tuvo un choque de automóvil, que lo tiene cualquiera, y más él, que no ve -Porque yo he estudiado historia. Puedo ver las cosas con perspectiva
un caballo ensillado cuando se pone en pedo. histórica. Yo he leído a Hegel.
-¿Y usted, coronel? -¿Qué querían hacer?
-Lo mío es distinto -dice-. Me la tienen jurada. -Fondearla en el río, tirarla de un avión, quemarla y arrojar los restos por
Se para, da una vuelta alrededor de la mesa. el inodoro, diluirla en ácido. ¡Cuánta basura tiene que oír uno! Este país
-Creen que yo tengo la culpa. Esos roñosos no saben lo que yo hice por está cubierto de basura, uno no sabe de dónde sale tanta basura, pero
ellos. Pero algún día se va a escribir la historia. A lo mejor la va a escribir estamos todos hasta el cogote.
usted. -Todos, coronel. Porque en el fondo estamos de acuerdo, ¿no? Ha llegado
-Me gustaría. la hora de destruir. Habría que romper todo.
-Y yo voy a quedar limpio, yo voy a quedar bien. No es que me importe -Y orinarle encima.
quedar bien con esos roñosos, pero sí ante la historia, ¿comprende? -Pero sin remordimientos, coronel. Enarbolando alegremente la bomba y
-Ojalá dependa de mí, coronel. la picana. ¡Salud! -digo levantando el vaso.

90
No contesta. Estamos sentados junto al ventanal. Las luces del puerto -…se le tiró encima, ese gallego asqueroso. Estaba enamorado del cadáver,
brillan azul mercurio. De a ratos se oyen las bocinas de los automóviles, la tocaba, le manoseaba los pezones. Le di una trompada, mire -el coronel
arrastrándose lejanas como las voces de un sueño. El coronel es apenas la se mira los nudillos-, que lo tiré contra la pared. Está todo podrido, no
mancha gris de su cara sobre la mancha blanca de su camisa. respetan ni a la muerte. ¿Le molesta la oscuridad?
-Esa mujer -le oigo murmurar-. Estaba desnuda en el ataúd y parecía una -No.
virgen. La piel se le había vuelto transparente. Se veían las metástasis del -Mejor. Desde aquí puedo ver la calle. Y pensar. Pienso siempre. En la
cáncer, como esos dibujitos que uno hace en una ventanilla mojada. oscuridad se piensa mejor.
El coronel bebe. Es duro. Vuelve a servirse un whisky.
-Desnuda -dice-. Éramos cuatro o cinco y no queríamos mirarnos. Estaba -Pero esa mujer estaba desnuda -dice, argumenta contra un invisible
ese capitán de navío, y el gallego que la embalsamó, y no me acuerdo quién contradictor-. Tuve que taparle el monte de Venus, le puse una mortaja y
más. Y cuando la sacamos del ataúd -el coronel se pasa la mano por la el cinturón franciscano.
frente-, cuando la sacamos, ese gallego asqueroso… Bruscamente se ríe.
Oscurece por grados, como en un teatro. La cara del coronel es casi -Tuve que pagar la mortaja de mi bolsillo. Mil cuatrocientos pesos. Eso le
invisible. Sólo el whisky brilla en su vaso, como un fuego que se apaga demuestra, ¿eh? Eso le demuestra.
despacio. Por la puerta abierta del departamento llegan remotos ruidos. Repite varias veces “Eso le demuestra”, como un juguete mecánico, sin
La puerta del ascensor se ha cerrado en la planta baja, se ha abierto más decir qué es lo que eso me demuestra.
cerca. El enorme edificio cuchichea, respira, gorgotea con sus cañerías, sus -Tuve que buscar ayuda para cambiarla de ataúd. Llamé a unos obreros
incineradores, sus cocinas, sus chicos, sus televisores, sus sirvientas, Y que había por ahí. Figúrese como se quedaron. Para ellos era una diosa,
ahora el coronel se ha parado, empuña una metralleta que no le vi sacar qué sé yo las cosas que les meten en la cabeza, pobre gente.
de ninguna parte, y en puntas de pie camina hacia el palier, enciende la luz -¿Pobre gente?
de golpe, mira el ascético, geométrico, irónico vacío del palier, del -Sí, pobre gente -el coronel lucha contra una escurridiza cólera interior-.
ascensor, de la escalera, donde no hay absolutamente nadie y regresa Yo también soy argentino.
despacio, arrastrando la metralleta. -Yo también, coronel, yo también. Somos todos argentinos.
-Me pareció oír. Esos roñosos no me van a agarrar descuidado, como la -Ah, bueno -dice.
vez pasada. -¿La vieron así?
Se sienta, más cerca del ventanal ahora. La metralleta ha desaparecido y -Sí, ya le dije que esa mujer estaba desnuda. Una diosa, y desnuda, y
el coronel divaga nuevamente sobre aquella gran escena de su vida. muerta. Con toda la muerte al aire, ¿sabe? Con todo, con todo…

91
La voz del coronel se pierde en una perspectiva surrealista, esa frasecita Se ríe. La mano se vuelve roja. “Beba”.
cada vez más rémova encuadrada en sus líneas de fuga, y el descenso de -Sabíamos, sí. Las cosas tienen que ser legales. Era un acto histórico,
la voz manteniendo una divina proporción o qué. Yo también me sirvo un ¿comprende?
whisky. -Comprendo.
-Para mí no es nada -dice el coronel-. Yo estoy acostumbrado a ver -La impresión digital no agarra si el dedo está muerto. Hay que hidratarlo.
mujeres desnudas. Muchas en mi vida. Y hombres muertos. Muchos en Más tarde se lo pegamos.
Polonia, el 39. Yo era agregado militar, dese cuenta. -¿Y?
Quiero darme cuenta, sumo mujeres desnudas más hombres muertos, -Era ella. Esa mujer era ella.
pero el resultado no me da, no me da, no me da… Con un solo movimiento -¿Muy cambiada?
muscular me pongo sobrio, como un perro que se sacude el agua. -No, no, usted no me entiende. Igualita. Parecía que iba a hablar, que iba
-A mí no me podía sorprender. Pero ellos… a… Lo del dedo es para que todo fuera legal. El profesor R. controló todo,
-¿Se impresionaron?-Uno se desmayó. Lo desperté a bofetadas. Le dije: hasta le sacó radiografías.
“Maricón, ¿esto es lo que hacés cuando tenés que enterrar a tu reina? -¿El profesor R.?
Acordate de San Pedro, que se durmió cuando lo mataban a Cristo.” -Sí. Eso no lo podía hacer cualquiera. Hacía falta alguien con autoridad
Después me agradeció. científica, moral.
Miró la calle. “Coca” dice el letrero, plata sobre rojo. “Cola” dice el letrero, En algún lugar de la casa suena, remota, entrecortada, una campanilla. No
plata sobre rojo. La pupila inmensa crece, círculo rojo tras concéntrico veo entrar a la mujer del coronel, pero de pronto esta ahí, su voz amarga,
círculo rojo, invadiendo la noche, la ciudad, el mundo. “Beba”. inconquistable.
-Beba -dice el coronel. -¿Enciendo?
Bebo. -No.
-¿Me escucha? -Teléfono.
-Lo escucho. -Deciles que no estoy.
Le cortamos un dedo. Desaparece.
-¿Era necesario? -Es para putearme -explica el coronel-. Me llaman a cualquier hora. A las
El coronel es de plata, ahora. Se mira la punta del índice, la demarca con tres de la madrugada, a las cinco.
la uña del pulgar y la alza. -Ganas de joder -digo alegremente.
-Tantito así. Para identificarla. -Cambié tres veces el número del teléfono. Pero siempre lo averiguan.
-¿No sabían quién era? -¿Qué le dicen?
92
-Que a mi hija le agarre la polio. Que me van a cortar los huevos. Basura. Y largamente llueve en su memoria.
Oigo el hielo en el vaso, como un cencerro lejano. Me paro, le toco el hombro.
-Hice una ceremonia, los arengué. Yo respeto las ideas, les dije. Esa mujer -¿Eh? -dice- ¿Eh? -dice.
hizo mucho por ustedes. Yo la voy a enterrar como cristiana. Pero tienen Y me mira con desconfianza, como un ebrio que se despierta en un tren
que ayudarme. desconocido.
El coronel está de pie y bebe con coraje, con exasperación, con grandes y -¿La sacaron del país?
altas ideas que refluyen sobre él como grandes y altas olas contra un -Sí.
peñasco y lo dejan intocado y seco, recortado y negro, rojo y plata. -¿La sacó usted?
-La sacamos en un furgón, la tuve en Viamonte, después en 25 de Mayo, -Sí.
siempre cuidándola, protegiéndola, escondiéndola. Me la querían quitar, -¿Cuántas personas saben?
hacer algo con ella. La tapé con una lona, estaba en mi despacho, sobre un -Dos.
armario, muy alto. Cuando me preguntaban qué era, les decía que era el -¿El Viejo sabe?
transmisor de Córdoba, la Voz de la Libertad. Se ríe.
Ya no sé dónde está el coronel. El reflejo plateado lo busca, la pupila roja. -Cree que sabe.
Tal vez ha salido. Tal vez ambula entre los muebles. El edificio huele -¿Dónde?
vagamente a sopa en la cocina, colonia en el baño, pañales en la cuna, No contesta.
remedios, cigarrillos, vida, muerte. -Hay que escribirlo, publicarlo.
-Llueve -dice su voz extraña. -Sí. Algún día.
Miro el cielo: el perro Sirio, el cazador Orión. Parece cansado, remoto.
-Llueve día por medio -dice el coronel-. Día por medio llueve en un jardín -¡Ahora! -me exaspero-. ¿No le preocupa la historia? ¡Yo escribo la historia,
donde todo se pudre, las rosas, el pino, el cinturón franciscano. y usted queda bien, bien para siempre, coronel!
Dónde, pienso, dónde. La lengua se le pega al paladar, a los dientes.
-¡Está parada! -grita el coronel-. ¡La enterré parada, como Facundo, -Cuando llegue el momento… usted será el primero…
porque era un macho! -No, ya mismo. Piense. Paris Match. Life. Cinco mil dólares. Diez mil. Lo
Entonces lo veo, en la otra punta de la mesa. Y por un momento, cuando el que quiera.
resplandor cárdeno lo baña, creo que llora, que gruesas lágrimas le Se ríe.
resbalan por la cara. -¿Dónde, coronel, dónde?
-No me haga caso -dice, se sienta-. Estoy borracho.
93
Se para despacio, no me conoce. Tal vez va a preguntarme quién soy, qué
hago ahí.
Y mientras salgo derrotado, pensando que tendré que volver, o que no
volveré nunca. Mientras mi dedo índice inicia ya ese infatigable itinerario
por los mapas, uniendo isoyetas, probabilidades, complicidades. Mientras
sé que ya no me interesa, y que justamente no moveré un dedo, ni siquiera
en un mapa, la voz del coronel me alcanza como una revelación.
-Es mía -dice simplemente-. Esa mujer es mía.

94
narrativa, el detective se
Corpus de textos teóricos sobre enfrenta con el criminal para
el relato policial desbaratar sus planes
delictivos. En el plano real, el
autor se esfuerza para que el
enigma permanezca intacto
El Relato Policial Argentino - Editorial Cántaro
mientras el lector intenta
(Introducción) descifrar, antes de que el texto
lo haga, la identidad del
culpable y otras circunstancias
La escena del crimen
ocultas del crimen.
Desde este punto de vista, el
Imaginemos esta escena: un detective pasea su mirada inteligente
relato policial es un juego de
sobre el grupo de personas reunido en la sala. Observa con atención,
habilidades enfrentadas.
uno a uno, los rostros de los sospechosos. Ya ha demostrado la
¿Existirá un motivo más
inconsistencia de sus coartadas y ha expuesto los posibles motivos
atrayente para acercarse a la
del crimen. De pronto, señala a uno y exclama: “¡Usted es el
lectura de ficciones policiales? Quizás la causa resida en sentir la
culpable!”.1
posibilidad de ser los héroes de una investigación policial que
Esta breve secuencia narrativa está presente en nuestro imaginario
luchan contra el peligro y el vértigo del misterio o en sentir la
gracias a los relatos policiales del cine y de la literatura.
satisfacción de que nuestras propias deducciones coinciden con la
Desde mediados del siglo xix, el género policial pobló nuestros
trama secreta de los cuentos o en sentir que nos transformamos
sueños de asesinos astutos e implacables, de investigadores
imaginariamente en paladines que ordenan el caos propuesto por
sagaces, de crímenes enigmáticos. La influencia ha sido tal que los
el delito y devuelven a la sociedad el orden de lo justo.
lectores se convirtieron en expertos descifradores de pistas y
En los relatos seleccionados, el lector tendrá la oportunidad de
huellas, hábiles en el cotejo de declaraciones y coartadas,
medir inteligencias con destacados escritores del policial argentino.
insaciables en la búsqueda de motivos que justificasen un delito.
Como señaló Jorge Luis Borges, “la novela policial ha creado un tipo
El plan
especial de lector […]; ese lector está lleno de sospechas, porque el
Según el teórico y crítico literario francés de origen búlgaro,
lector de novelas policiales es un lector que lee con incredulidad,
Tzvetan Todorov, la estructura del relato policial clásico presenta
con suspicacia, una suspicacia especial”1. Con esta base, el relato
dos historias: la del proceso delictivo y la del proceso de
policial se convierte en un duelo de inteligencias. En la ficción
investigación.

1
1 Borges, Jorge Luis: “El cuento policial”. En: Borges oral. Buenos Aires, Emecé Editores/ Editorial de
Belgrano, 1982.
95
En los cuentos de la presente antología se narra sólo el segundo; hipótesis, deduce circunstancias, confronta elementos
cuando comienza el relato, el proceso delictivo ya ha terminado y contradictorios y ajusta sus ideas originales hasta resolver el
constituye el enigma que deberá descifrarse en el proceso de enigma.
investigación. Todorov, en su “Tipología del relato policial”2 afirma: En este proceso, para un buen investigador son importantes:
“La primera historia, la del crimen, ha concluido antes de que • los indicios espaciales; por ejemplo, de la escena del crimen:
comience la segunda. Pero, ¿qué ocurre en la segunda? Poca cosa. características del lugar, accesibilidad, modificaciones de la
Los personajes de esta segunda historia [la historia de la disposición original de la escena, rastros...
investigación]no actúan, aprenden.” • los indicios temporales, que se refieren al uso del tiempo por
Entre los personajes del cuento policial canónico, el más importante parte de los personajes involucrados y a la fijación de la hora
es el detective aficionado, quien debe poseer ciertas cualidades: exacta en que se cometió el delito.
inteligencia, sagacidad, capacidad analítica y de observación. Al • los indicios testimoniales: declaraciones y coartadas, que
tener a su cargo la resolución del misterio, debe enlazar o vincular deberán compararse entre sí para buscar contradicciones.
el proceso delictivo al de la investigación. Nada puede escapar a su El último momento del proceso de investigación permite la
mirada: un error lo llevaría a la puerta del fracaso. resolución del enigma. El detective expone sus conclusiones, aclara
Este personaje clave, casi siempre tiene un ayudante, menos puntos oscuros y determina las responsabilidades de los
perspicaz y menos capacitado, que lo secunda en todas las involucrados.
instancias, pero que no puede, por sí mismo, resolver el caso. Es Sobre este esquema teórico del policial clásico, cada escritor crea
frecuente que quien coopera con el detective sea el narrador de la variaciones y aporta las particularidades propias de su estilo
historia. individual.
Asimismo, son típicos del relato policial, los testigos y los
sospechosos, que aportan, respectivamente, sus declaraciones y Las huellas
coartadas y, así, ayudan al investigador. La historia de la literatura atribuye al escritor norteamericano
En estos textos, la labor de la policía suele ser menospreciada y se Edgar Allan Poe (1809-1849) el origen del relato policial moderno.
opaca con la brillante actividad detectivesca del investigador En algunos de sus cuentos más célebres, por ejemplo, en “Doble
aficionado. asesinato en la calle Morgue” o en “La carta robada”, Poe fija los
Una correcta investigación comienza cuando el detective se pone a elementos que habrán de ser constantes en la narrativa policial
trabajar analizando huellas, datos y pistas diversas que le posterior.
permitirán determinar el tipo de delito cometido (robo, crimen, En primer lugar, crea al investigador aficionado Auguste Dupin, el
estafa, secuestro extorsivo) y encuadrarlo. Este personaje también primer detective del género policial. Inteligente, racional,
plantea determinadas hipótesis acerca de lo ocurrido, que luego sedentario, interesado en la resolución de misterios, este certero
Podemos decir que aplica un método analítico en el cual elabora

2
2 Todorov, Tzvetan. “Tipología del relato policial”. En: Link, Daniel (comp.). El juego de los cautos. Buenos
Aires, La Marca, 2003.
96
“descifrador” tendrá por compañero a un amigo que lo admira y que creo que aún no son suficientes las magníficas expresiones de
narrará sus aventuras. agradecimiento que ha recibido por estas historias sir Arthur Conan
En segundo lugar, presenta el delito cometido como un enigma Doyle”4.
intelectual que se resiste ante los ineficientes recursos de la policía. Chesterton, por su parte, dio vida a un curioso detective que es, a su
Finalmente —éste es el mayor logro de Poe—, el caso se resuelve vez, sacerdote: el padre Brown. Este personaje combina la
por puro ejercicio de una lógica demoledora, por aplicación de un investigación con sus creencias religiosas: le interesa, más que
análisis que lee correctamente los indicios y ata los cabos sueltos. condenar, obtener el arrepentimiento de los culpables y confiar en
La obra de Poe fue seguida por la del narrador inglés Arthur Conan la justicia divina.
Doyle (1859-1930), por cuyos cuentos y novelas transita el El relato policial se desarrolló con rapidez, ofreciendo una nutrida
investigador más famoso de todos los tiempos: Sherlock Holmes. galería de autores y de personajes célebres. Hacia fines del siglo xix,
Este personaje, tan querido por los lectores, se transformará en el se consolidó la novela-problema, o novela de escuela inglesa, que se
prototipo del detective aficionado. Su lema investigativo será: caracteriza por presentar un enigma y describir el proceso de
Es uno de los principios elementales del razonamiento lógico el hecho investigación. En este tipo de relatos el delito se ha cometido en un
de que, una vez descartado lo imposible, en lo que resta, aunque ambiente cerrado, inaccesible desde afuera, hay un reducido
parezca improbable, debe estar la verdad.3 número de sospechosos (entre los cuales se encuentra el culpable)
Holmes enfrenta situaciones que se convierten en un desafío para y aparece la figura de un detective razonador, que resuelve el
sus increíbles habilidades detectivescas. misterio y se convierte en héroe. En este momento, surge la noción
Una anécdota curiosa: cuando el autor, cansado de escribir cuentos de juego limpio (fair play). Este concepto quedó establecido en las
policiales, decidió eliminar a su personaje, los lectores, indignados, veinte reglas que escribió el novelista S.S. Van Dine (seudónimo de
le exigieron que le devolviera la vida. Conan Doyle no tuvo más Willard Huntington Wright, 1888-1939). Tal conjunto de reglas
remedio que aceptar la popularidad de Holmes y acceder al pedido. determina que el relato policial debe ser un puro juego intelectual
Hoy en día, la residencia ficcional de Sherlock Holmes, el número entre el autor y el lector, y el primero debe esmerarse por mostrar
224B de Baker Street, en Londres, recibe todos los años cientos de todos los factores implicados en el argumento (sin ocultar nada y
cartas que solicitan su intervención. El personaje se ha convertido sin hacer trucos) para que el otro tenga la posibilidad de resolver
en una leyenda. A su lado, contagiado por la fama de Holmes, está el por sí mismo el enigma. Si el relato policial se ha transformado en
fiel doctor Watson, quien acompaña pacientemente a su mentor y un juego, el juego limpio es la primera de las normas que debe
transcribe las aventuras. respetarse.
Otro escritor notable de ficciones policiales, el inglés Gilbert K. Entre los autores más representativos del género policial, podemos
Chesterton (1874-1936), declaró que “nunca han existido mejores citar a la narradora inglesa Agatha Christie (1891-1976), quien dio
novelas policiales que la antigua serie de Sherlock Holmes y, aunque vida a los célebres detectives Hércules Poirot y Miss Jane Marple, a
la fama de este increíble mago se ha esparcido por todo el mundo, Ellery Queen —seudónimo de los estadounidenses Frederic Dannay

3 4
3 Conan Doyle, Arthur. “El tren desaparecido”. En: AA.VV, Cuentos sobre rieles. Buenos Aires, Cántaro 4 Chesterton, Gilbert K. “Charlas”. En: VV. AA., La novela criminal. Barcelona, Tusquets Editores, 1982.
Ediciones, 2000.
97
(1905-1982) y Manfred Lee (1905-1971)— y a la escritora inglesa Considerado Como Una De Las Bellas Artes del "mórbidamente
Dorothy Sayers (1893-1956). virtuoso" De Quincey o a la Teoría del Asesinato Modera do del
Hacia la primera mitad del siglo xx se desarrolla, en los Estados sedentario Chesterton.
Unidos, una forma diferente de concebir el relato policial
denominado negro o duro, porque abandona la idea del enigma
como motor y prioriza una mirada realista sobre las problemáticas
sociales, ya que describe minuciosamente los aspectos más
sórdidos de los bajos mundos, donde los crímenes tienen el sello
inconfundible de la ambición por el dinero. Así, en el contexto
literario estadounidense, en los años cuarenta, el relato policial deja
de ser un duelo intelectual para transformarse en ventana a una
realidad social de traiciones, engaños y moral corrupta. Los
escritores Dashiell Hammett (1894-1961) y Raymond Chandler
(1888-1959) son sus principales cultores y han creado a dos
detectives emblemáticos: respectivamente, Sam Spade y Philip
Marlowe.

Leyes de la narración policial


Ambas pasiones-la de las aventuras corporales, la de la rencorosa
Jorge Luis Borges lega liad, hallan satisfacción en la corriente narración policial. Su
prototipo son los antiguos folletines y presentes cuadernos del
El inglés conoce la agitación de dos incomparables pasiones: el nominalmente famoso Nick Carter, atleta higiénico y sonriente,
extraño apetito de aventuras y el extraño apetito de la legalidad. engendra do por el periodista John Coryall en un a insomne
Escribo "extraño", porque para el criollo lo son. Martín Fierro, santo máquina de escribir, que despachaba más de setenta mil palabras al
desertor del ejército, y el aparcero Cruz santo desertor de la policía, mes. El genuino retrato policial -¿precisa ré decirlo?- rehúsa con
profesarían un asombro no exento de m a las pal abras y de sonrisas parejo desdén las aventuras físicas y la justicia distributiva.
ante la doctrina británica (y norteamericana) de que la razón está Prescinde con serenidad de los calabozos, de las escaleras secretas,
en la ley, infaliblemente; pero tampoco se avendrían a imaginar que de los remordimientos, de la gimnasia, de las barbas postizas, de la
su desmedrad o destino de cuchilleros era interesante o deseable. esgrima, de los murciélagos y de Charles Baudelaire y hasta del
Matar, para el criollo, era desgracia. Era un percance de hombres, azar. En los primeros ejempla res del género (El misterio de Marie
que en sí n o daba ni quitaba virtud. Nada más opuesto al Asesinato Roget, 1842, de Edgar Allan Poe) y en uno de los último (Unravelled
98
knots, de la baronesa de Orczy: Nudos desatados) la historia se limita honestos el criminal es una de las personas que figuran desde el
a la discusión y a la resolución abstracta de un crimen, tal vez a principio.
muchas leguas del suceso a muchos años. Las cotidianas vías de la
C) Avara economía de los medios. El descubrimiento final de que dos
investigación policial los rastros digitales, la tortura y la delación-
personajes de la trama son uno dolo, puede ser agradable –siempre
serían unos solecismos ahí. Se objetará lo convencional de ese veto,
que el instrumento de los cabios no resulte una barba disponible o
pero esa convención, en ese lugar, es irreprochable: no propende a
una voz italiana sino distintas circunstancias y hombres. El caso
eludir dificultades, sino a imponerlas. No es una conveniencia del
adverso –dos individuos que están remedando a un tercero y que le
escritor, como los dioses instantáneos de la rutina homérica o como
proporcionan ubicuidad- corre el seguro albur de parecer una
los apartes escénicos o como los borrosos confidentes de Jean
cargazón.
Racine o como los monólogos que difunden los héroes palabreros
de Shakespeare. D) Primacía del cómo sobre le quién. Los chapuceros ya execrados
por mí en el acápite A abundan en la historia de una alhaja puesta al
Los mandamientos de la narración policial son tal vez los que
alcance de unos quince apellidos y luego retirada por el manotón de
siguen:
uno de ellos. Se imaginan que el hecho de averiguar de qué apellido
A) Un límite discrecional de sus personajes. La infracción temeraria procedió el manotón, es de considerable interés.
de esa ley tiene la culpa de la confusión y el hastío de todos los films
E) El pudor de la muerte. Homero pudo transmitir que una espada
policiales. En cada uno nos proponen quince desconocidos, y nos
tronchó la mano de Hypsinor y que la mano ensangrentada cayó por
revela n finalmente que el desalmado no es Alpha que miraba por el
tierra y que la muerte color sangre y el severo destino se
ojo de la cerradura ni menos Beta que escondió la moneda ni el
apoderaron de sus ojos; pero esas pompas de la muerte no caben en
afligente Gamma que sollozaba en los ángulos del vestíbulo sino ese
la narración policial, cuyas musas glaciales son la higiene, la falacia
joven desabrido Upsilon que hemos estado confundiendo con Phi,
y el orden.
que tanto parecido tiene con Tau el suplente. El estupor que suele
producir ese dato es más bien moderado. F) Necesidad y maravilla en la solución. Lo primero establece que el
problema debe ser un problema determinado, apto para una sola
B) Declaración de todos los términos del problema. Si la memoria no
respuesta. Lo segundo requiere que esa respuesta maraville al
me engaña (o su falta) la varia da infracción de esta segunda ley es
lector -sin apelar a lo sobrenatural, claro está, cuyo manejo en este
el defecto preferido de Conan Doyle. Se trata, a veces, de unas leves
género de ficciones es una languidez y una felonía. También están
partículas de ceniza, recogidas a espaldas del lector por el
prohibidos el hipnotismo, las alucinaciones telepáticas, los
privilegiado Holmes, y sólo derivables de un cigarro procedente de
presagios, los elixires de operación desconocida y los talismanes.
Burma, que en una sola tienda se despacha, que sirve a un solo
Chesterton, siempre, realiza el tour de f orce de proponer una
cliente. Otras, el escamoteo es más grave. Se trata del culpable,
aclaración sobrenatural y de reemplazarla luego, sin pérdida, con
terriblemente desenmascarado a última hora para resultar un
otra de este mundo.
desconocido, una insípida y torpe interpolación. En los cuentos
99
No soy, por cierto, de los que misteriosamente desdeñan las tramas
misteriosas. Creo, al contrario, que la organización y la aclaración,
siquiera mediocres, de un algebraico asesinato o de un doble robo,
comportan más trabajo intelectual que la casera elaboración de
sonetos perfectos o de molestos diálogos entre desocupados de
nombre griego o de poesías en forma de Carlos Marx o de ensayos
siniestros sobre el centenario de Goethe, el problema de la mujer,
Góngora precursor, la étnica sexual, Oriente y Occidente, el alma del
tengo, la deshumanización del arte, y otras inclinaciones de la
ignominia.

Hoy Argentina, Buenos Aires, Año I, N° 2, Abril de 1933.


Y después con variantes en:
Sur, Buenos Aires, Año V, N°10, Julio de 1935, con el título “Los laberintos En esos dos matones profesionales que llegan a Chicago para
policiales y Chesterton”, recogido en Borges en Sur, Emecé Editores, 1999,
pág. 126. asesinar a un ex boxeador al que no conocen, en ese crimen "por
encargo" que no se explica ni se intenta descifrar están ya las formas

Sobre el género policial de la policial dura, en el mismo sentido en que las deducciones del
caballero Dupin de Poe preanuncian la historia de la novela de
Ricardo Piglia enigma.

Durante años los mejores escritores del género (Hammett,


Encuesta de Jorge Lafforgue Y Jorge B. Rivera (Crisis Nº 30 – enero de 1976) Chandler, Cain, Goodis, McBain) fueron leídos entre nosotros con
las pautas y los criterios de valor impuestos por la novela de
Los relatos de la serie negra deben ser pensados en el interior de enigma. Visto desde esa óptica Al morir quedamos solos o La
cierta tradición típica de la literatura norteamericana antes que en maldición de los Dain eran malas novelas policiales: confusas,
relación con las reglas clásicas del relato policial. En la historia del informes, caóticas, parecían la versión degradada de un género
surgimiento y la definición del género el cuento de Hemingway Los refinado y armónico.
asesinos tiene la misma importancia que Los crímenes de la rue
Morgue, el cuento de Poe que funda las reglas del relato de enigma.

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La novela policial inglesa había sido difundida con gran eficacia por fatalmente nuevos crímenes; una cadena de acontecimientos cuyo
Borges que por un lado buscaba crear una recepción adecuada para efecto es el descubrimiento, el desciframiento.
sus propios textos y trataba de hacer conocer un tipo de relato y de
Son dos lógicas, puestas una a cada lado de los hechos. En el medio
manejo de la intriga que estaba en el centro de su propia poética y
entre la novela de enigma y la novela dura está el relato periodístico,
que por otro lado hizo un uso excelente del género: "La muerte y la
la página de crímenes, los hechos reales. Auden decía que el género
brújula" es el Ulises del relato policial. La forma llega a su
policial había venido a compensar las deficiencias del género
culminación y se desintegra.
narrativo no-ficcional (la noticia policial) que fundaba el
Las reglas del policial clásico se afirman sobre todo en el fetiche de conocimiento de la realidad en la pura narración de los hechos. Me
la inteligencia pura. Se valora antes que nada la omnipotencia del parece una idea muy buena. Porque en un sentido Poe está en los
pensamiento y la lógica imbatible de los personajes encargados de dos lados: se separa de los hechos reales con el álgebra pura de la
proteger la vida burguesa. A partir de esa forma, construida sobre forma analítica y abre paso a la narración como reconstrucción y
la figura del investigador como el razonador puro, como el gran deducción, que construye la trama sobre las huellas vacías de lo
racionalista que defiende la ley y descifra los enigmas (porque real. La pura ficción, digamos, que trabaja la realidad como huella,
descifra los enigmas es el defensor de la ley) está claro que las como rastro, la sinécdoque criminal. Pero también abre paso a la
novelas de la serie negra eran ilegibles: quiero decir eran relatos línea de la non-fiction, a la novela tipo A sangre fría de Capote. En El
salvajes, primitivos, sin lógica, irracionales. Porque mientras en la caso de Marie Rôget que es casi simultáneo a Los crímenes de la rue
policial inglesa todo se resuelve a partir de una secuencia lógica de Morgue, el uso y la lectura de las noticias periodísticas es la base de
presupuestos, hipótesis, deducciones, con el detective quieto y la trama, los diarios son un mapa de la realidad que es preciso
analítico (por supuesto el caso límite y paródico de esa figura es el descifrar. Poe está en el medio entre la pura deducción y el reino
Isidro Parodi de Borges y Bioy que resuelve los enigmas sin puro de los facts, de la non-fiction.
moverse de su celda en la penitenciaría, en la novela negra no
El policial norteamericano se mueve entre el relato periodístico y la
parece haber otro criterio de verdad que la experiencia: el
novela de enigma. La figura que define la forma del investigador
investigador se lanza, ciegamente, al encuentro de los hechos, se
privado viene directamente de lo real, es una figura histórica que
deja llevar por los acontecimientos y su investigación produce
duplica y niega al detective como científico de la vida cotidiana.

101
Maurice Dobb cita varios documentos sobre la situación social en McCoy) el único enigma que proponen -y nunca resuelven- las
EE.UU en los años 20 que permiten ver surgir al investigador novelas de la serie negra es el de las relaciones capitalistas: el
privado en las grandes ciudades industriales como una policía dinero que legisla la moral y sostiene la ley es la única "razón" de
privada contratada por los empresarios para espiar y vigilar a los estos relatos donde todo se paga. En este sentido, yo diría que son
huelguistas y a los agitadores sociales. novelas capitalistas en el sentido más literal de la palabra: deben
ser leídas, pienso, ante todo como síntomas. Relatos llenos de
(El confidente de la ley: en un sentido desde Dupin, el detective es
contradicciones, ambiguos, que a menudo fluctúan entre el cinismo
un confidente, el hombre de confianza de la policía.)
(ejemplo: James Hadley Chase) y el moralismo (en Chandler todo
Pero al mismo tiempo hay un modo de narrar en la serie negra que está corrompido menos Marlowe, profesional honesto que hace
está ligado a un manejo de la realidad que yo llamaría materialista. bien su trabajo y no se contamina; en verdad, parece una realización
Basta pensar en el lugar que tiene el dinero en esos relatos. Quiero urbana del cowboy). Creo que justamente porque estos relatos son
decir, basta pensar en la compleja relación que establecen entre el ambiguos se producen entre nosotros lecturas ambiguas, o, mejor,
dinero y la ley: en primer lugar, el que representa la ley sólo está contradictorias: están quienes a partir de una lectura moralista
motivado por el interés el detective es un profesional, alguien que condenan el cinismo de estos relatos; y están también quienes les
hace su trabajo y recibe un sueldo (mientras que en la novela de dan a estos escritores un grado de conciencia que jamás tuvieron, y
intriga el detective es generalmente un aficionado que se ofrece hacen de ellos una especie de versión entretenida de Bertolt Brecht.
"desinteresadamente" a descifrar el enigma); en segundo lugar, el Sin tener nada de Brecht -salvo, quizá, Hammett -estos autores
crimen, el delito, está siempre sostenido por el dinero: asesinato, deben, creo, ser sometidos, sí, a una lectura brechtiana. En ese
robos, estafas, extorsiones, secuestros, la cadena es siempre sentido hay una frase que puede ser un punto de partida para esa
económica (a diferencia, otra vez, de la novela de enigma, donde en lectura: "¿Qué es robar un banco comparado con fundarlo?", decía
general las relaciones materiales aparecen sublimadas: los Brecht, y en esa pregunta está -si no me engaño- la mejor definición
crímenes son "gratuitos" justamente porque la gratuidad del móvil de la serie negra que conozco.
fortalece la complejidad del enigma).

En última instancia (pienso en Cosecha roja de Hammett, en El


pequeño César de Burnett. en ¿Acaso no matan a los caballos? de
102
Verosimilitud y género

Raymond Chandler

1) La novela policial debe ser efectuada con verosimilitud tanto en


lo que concierne a la situación original como el desenlace. Debe
consistir de acciones verosímiles de gente verosímil en
circunstancias verosímiles, sin dejar de tener presente que
verosimilitud es en gran medida una cuestión de estilo. Esto excluye
la mayor parte de los finales tramposos y las así llamadas historias
en "círculo cerrado", en las cuales el personaje menos probable es serpientes que trepen por cuerdas de campana. Si el detective es un
convertido violentamente en el criminal sin convencer a nadie. policía entrenado, debe actuar como tal, y poseer un equipo mental
Excluye también mise en scènes tan elaboradas como la de Murder y físico adecuado a la tarea. Si es un investigador privado o un
in the Calais Coach de Christie, en la que toda la organización del amateur debe tener conocimiento suficiente de los asuntos
crimen revela una serie de hechos tan azarosamente unidos que policiales de rutina como para no pasar por estúpido. La historia de
nadie podría realmente creerlos. Aquí, como en cualquier otra cosa, misterio debe tener en cuenta el nivel cultural de los lectores; lo que
verosimilitud es, por supuesto, una cuestión de eficacia, no de resulta aceptable en Sherlock Holmes es inaceptable en Sayers,
hecho, y un escritor puede tener éxito con un modelo que, en manos Christie o Carter Dickson.
de un artista de menor envergadura, sólo podría parecer
3) Debe ser realista en lo que concierne a personajes, ambientación
desatinado.
y atmósfera. Debe basarse en gente real en un mundo real. Existe,
2) La historia de misterio debe ser técnicamente sólida en lo que indudablemente, un elemento de fantasía en la historia policial. Al
respecta a métodos de asesinato y detección. Nada de venenos condensar tiempo y espacio, se viola lo probable. De allí que, cuanto
fantásticos o de efectos indebidos, tal como muertes debidas a dosis más exagerada sea la premisa básica, más realista y exacto debe ser
inadecuadas, etc. Nada de silenciadores en los revólveres (no darán lo que proceda y mane de allí. Muy pocos autores de obras policiales
resultado porque la cámara y el tambor no son contiguos), nada de tienen algún talento para la creación de personajes, pero eso no

103
significa que eso es superfluo. Los que dicen que el problema estilo aburrido, aunque, en ocasiones, el ardid se aplicara al revés,
elimina todo los demás, están tratando simplemente de ocultar la especialmente en Inglaterra.
propia incapacidad para crear personajes y atmósferas. El
5) La novela policial debe tener una estructura lo esencialmente
personaje puede ser creado de diversas maneras: por el método
simple como para que ésta pueda explicarse con facilidad, si es que
subjetivo de introducirse en los pensamientos y las emociones del
llega el caso. El desenlace ideal es aquél en que todo se hace claro
personaje; por el método objetivo o dramático, como sobre un
en un fugaz relámpago de acción. Ideas tan buenas como para
escenario, es decir, a través de la aparición, la conducta, el lenguaje
conseguir esto son siempre raras, y el escritor que es capaz de
y las acciones del personaje; y, según el caso, el método histórico en
lograrlo una sola vez merece nuestra felicitación. No es necesario
lo que se conoce ahora como estilo documental. Este último se
que la explicación sea breve (salvo en el cine), y a menudo es
puede aplicar en particular a la clase de novela de detectives que
imposible que lo sea. Lo que importa es que sea interesante en sí
trata de apegarse lo más posible a los hechos y de transmitir tan
misma, algo que el lector esté ansioso por oír, no una historia nueva
poca emoción como un informe oficial. Pero, sea cual fuere el
con una serie de personajes nuevos o irreconocibles, traídos de los
método, si se quiere conseguir cierta calidad, la creación de
pelos para justificar un argumento que hace agua. No tiene que ser
personajes se hace indispensable.
simplemente una colección abrumadoramente larga de
4) Aparte del elemento de misterio, el valor de una novela policial circunstancias minuciosas que es imposible esperar que el lector
debe originarse también en una historia sólida. Esta idea resulta recuerde. No hay nada más difícil de administrar que una
revolucionaria para la mayoría de los clasicistas, y de lo más odiosa explicación. Es posible que, excepto para el devoto inmutable que
para todos los creadores de segunda categoría. Es acertada, sin aguantará cualquier cosa, la mejor solución sea la regla de
embargo. Es obvio que esto no sucedería si el único motivo de Hollywood: "No debe haber exposición sino bajo el calor, y que en
interés para los lectores fuese la resolución del enigma. Las obras él se acabe". (Esto significa que una explicación debe estar siempre
de misterio que han sobrevivido a través de los años tienen, acompañada por algún tipo de acción, y que debe darse en pequeñas
invariablemente, las cualidades de buena ficción. Las novelas dosis más bien que toda de golpe.)
policiales deben poseer color, vuelo y una cantidad aceptable de
6) La novela policial se le debe escapar al lector razonablemente
vigor. Se requiere una gran destreza técnica para compensar un
inteligente. Éste, y el problema de la honestidad, son los dos

104
elementos más desconcertantes de la creación de obras policiales. violentas o apasionado romance. Una atmósfera de terror destruye
Algunas de las mejores historias de detectives que se hayan escrito el pensamiento lógico. Si se trata de una historia de tensiones
jamás no logran engañar al lector inteligente hasta el final (las de psicológicas que conducen a la gente al asesinato, no puede incluir
Austin Freeman, por ejemplo). Pero una cosa es adivinar el asesino, también el análisis desapasionado de un investigador experto. El
y otra muy distinta ser capaz de justificar la suposición por medio detective no puede ser héroe y amenaza al mismo tiempo; el asesino
del razonamiento. Puesto que las mentes de los lectores no son las no puede ser una atormentada víctima de las circunstancias y
mismas, algunos adivinarán una solución hábilmente escondida, también un villano sin remisión.
mientras otros serán trampeados por el más transparente de los
9) La novela policial debe castigar al criminal de una manera u otra,
argumentos. (¿Se podría no dar con The Purloined Letter en
sin que sea necesario que entren en funcionamiento las cortes de
cualquier actividad rutinaria de la policía moderna?)
justicia. Contrariamente a lo que se cree, esto no tiene nada que ver
Pero no es necesario, ni siquiera deseable, engañar al devoto con la moralidad. Es parte de la lógica de la forma. Sin esto, la
verdadero de la ficción policial. Un misterio develado a medias es historia es como una acorde sin resolución en música. Deja un
de mayor intriga que uno en el cual el lector está absolutamente sentimiento de irritación.
perplejo. Haber horadado un poco la niebla contribuye a la
10) La novela policial debe ser razonablemente honesta con el
autoestima del lector. Lo esencial es que quede un poco de niebla al
lector. Esto se lo dice siempre, pero sólo raramente se comprenden
final para que la disperse el autor.
todas sus implicancias. ¿Qué es honestidad en este respecto? No es
7) La solución, una vez revelada, debe aparecer como inevitable. Por suficiente exponer los hechos. Deben ser expuestos con
lo menos la mitad de las novelas policiales publicadas quebrantan imparcialidad, y deben pertenecer a ese tipo de hechos a partir de
esta ley. Sus soluciones son no sólo no inevitables, sino que es muy los cuales puede funcionar la deducción. No se deben ocultar al
obvio que han sido tramadas porque el autor se ha dado cuenta de lector las claves más importantes, ni ninguna otra; pero, además, no
que el asesino original se ha vuelto demasiado evidente. se las debe distorsionar por medio de falsos énfasis. No hay que
presentar hechos sin importancia de manera de hacerlos
8) La novela policial no debe tratar de hacer todo al mismo tiempo.
prodigiosos. Las inferencias a partir de hechos son moneda
Si es una historia de resolución de enigma, funcionando en un frío
corriente de un detective, pero deben revelar lo bastante de su
clima mental, no puede ser también una historia de aventuras
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pensamiento como para mantener al lector pensando con él. La asesino posible, de modo que para el lector inteligente el desafío de
teoría básica de toda obra policial es que, en algún punto de su la novela no es "¿Quién cometió el asesinato?", sino "Seguime de
desarrollo, un lector de suficiente agudeza podría cerrar el libro y cerca y agarrame si podés".)
develar la médula del desenlace. Pero esto implica más que la mera
Se hace claro a esta altura que todo el problema de la deshonestidad
posesión de los hechos; implica que se puede esperar que el lector
es una cuestión de intención y énfasis. El lector cuenta con ser
ordinario y lego saque de estos hechos conclusiones acertadas. No
engañado, pero no por una pavada. Sabe que puede interpretar mal
se puede imponer sobre el lector un conocimiento especial o raro,
alguna clave, pero no porque no fue capaz de conocer a fondo
ni una memoria fuera de lo normal para los detalles insignificantes.
química, geología, biología, patología, metalurgia y media docena de
Porque si éstos fueran necesarios, el lector no tendría en realidad
otras ciencias. Sabe que puede olvidar algunos detalles que luego
elementos para la solución, sino simplemente los paquetes sin abrir
resultan ser importantes, pero no si los tiene que recordar al precio
en que éstos venían envueltos.
de recordar mil trivialidades sin la más mínima importancia. Y si,
Es, evidentemente, mucho más que una artimaña, aceptable o de las como en algunas novelas de Austin Freeman, la cuestión de la
otras, el que el detective resulte siendo el criminal, ya que, por prueba exacta depende del conocimiento científico, el lector cuenta
tradición y definición, el detective es el que anda detrás de la con que un cerebro medianamente atento logre detectar al criminal,
verdad. El lector tiene siempre una garantía implícita de que el aunque se necesite un especialista para arrojar completa luz sobre
detective es honrado, y esta regla debe ampliarse de modo de el crimen.
incluir a todo narrador en primera persona o a cualquier personaje
Debe añadirse para cerrar esta cuestión que el problema del juego
bajo cuyo punto de vista se narre la historia. La omisión de hechos
limpio de la novela policial es puramente profesional y artístico y
por parte del narrador como tal o por el autor, mientras pasa por
que no tiene en absoluto un significado moral. El meollo de la
mostrar los hechos tal como los ve un particular personaje, es un
cuestión está en si se despistó al lector dentro de las reglas de juego
flagrante acto de deshonestidad. (Dos son las razones de que la
limpio o si se usaron golpes bajos. No hay posibilidad de perfección.
violación de esta regla en The morder of RogerAckroyd no me haya
La absoluta franqueza destruiría el misterio. Cuanto mejor sea el
arrastrado a la indignación. La deshonestidad se explica con mucho
escritor, más lejos irá con la verdad, y con mayor sutileza envolverá
talento, y la organización de la historia en su totalidad y de sus
lo que no pueda decirse. Y este juego de destreza no sólo no tiene
dramatis personae deja bien claro que el narrador es el único
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leyes morales, sino que cambia constantemente las leyes por las que abogado hace de un problema legal. No es que tales novelas
opera. Y tiene que hacerlo; el lector se hace día a día más astuto. carezcan de intriga, pero de ninguna manera pueden equilibrar sus
Puede ser que en la época de Sherlock Holmes, si el mayordomo puntos flojos.
acechaba afuera de la ventana de la biblioteca con algo cubriéndole
2) Se ha dicho que "nadie se preocupa por el cadáver". Esto es un
la cabeza se hiciese sospechoso. Hoy en día esa conducta lo libraría
disparate; es desperdiciar un elemento valioso. Es como decir que
de toda sospecha de inmediato. Pues el lector contemporáneo no
el asesinato de una tía no importa más que el asesinato de un
sólo se niega a seguir tal fuego fatuo como cosa natural, sino que
desconocido en una ciudad que jamás se ha visitado.
está en constante alerta ante los esfuerzos del escritor por hacerle
dirigir la mirada hacia lo erróneo y pasar por alto lo acertado. Toda 3) Una serie policial muy raramente da lugar a una buena novela. El
cosa por la que se pasa ligeramente se vuelve sospechosa, todo efecto del telón reside en que no se dispone del próximo capítulo.
personaje que no se menciona como sospechoso es sospechoso, y Cuando se unen los capítulos, los momentos de falso suspenso
todo lo que hace al detective morder la punta de su bigote y resultan engorrosos.
aparecer pensativo es debidamente dejado de lado por el lector
4) El interés por lo amoroso casi siempre debilita la obra policial,
sagaz, sin que se le dé la menor importancia. A este escritor
pues introduce un tipo de suspenso que resulta antagónico con la
particular le parece a menudo que el único método razonablemente
lucha precisamente, de las "especies" de la "novela policial", no es
honesto y efectivo que queda de engañar al lector es hacerle
para del detective por resolver el problema. Las cartas ya están
ejercitar la mente en los puntos erróneos, hacerle resolver un
barajadas y, en nueve de diez casos, elimina por lo menos dos
misterio (puesto que está casi seguro de resolver algo) que lo haga
sospechosos útiles. El único tipo efectivo de interés amoroso es el
aterrizar en una senda secundaria, pero que toque sólo
que trae aparejado un riesgo personal para el detective pero que,
tangencialmente el problema central. Y aun esto requiere una que
simultáneamente y de manera ¬instintiva, se siente como un mero
otra trampita.
episodio. Un detective verdaderamente bueno nunca se casa.
1) La perfecta obra policial no puede escribirse. Siempre hay que
5) La paradoja de la novela policial es que, mientras su estructura
sacrificar algo. Se puede tener sólo un valor supremo. Ésta es mi
nunca, o en muy contadas ocasiones, resiste el examen riguroso de
queja contra la novela deductiva. Su valor supremo es algo que no
una mente analítica, es precisamente en ese tipo de mente donde
existe: un problema que se resiste al tipo de análisis que un buen
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despierta mayor interés. Existe, por supuesto, un tipo de lector ahí no hay que inferir en modo aluno que no se cuente entre la
sediento de sangre, así como existe un tipo de lector preocupado "literatura". Es mucho más probable que la gran masa realmente
con el personaje y el tipo ¬de la experiencia sexual vicaria. Pero, siga prefiriendo la novela psicológica y que la novela policíaca sea
considerados todos juntos, constituirían una minúscula minoría en únicamente exaltada por una comunidad de aficionados,
comparación con el tipo de lector sagaz, a quien le gustan las numéricamente poderosa, aunque no abrumadora. Entre éstos, no
historias de misterio justamente sus imperfecciones. obstante, la lectura de novelas policíacas ha tomado el carácter y la
fuerza de una costumbre. Una costumbre intelectual.
Es una forma que jamás ha sido realmente dominada, y los que
profetizaron su decadencia y caída se han equivocado por esa No se puede llamar con la misma seguridad ocupación intelectual a
misma razón. Puesto que nunca fue perfeccionada, su forma nunca la lectura de novelas psicológicas (¿o habrá que decir literarias?),
se volvió noción fija. pues la novela psicológica (literaria) se abre al lector a través de
unas operaciones esencialmente distintas del pensar lógico. La
6) Muéstrame un hombre o una mujer que no puedan soportar las
novela policíaca tiene por objeto el pensar lógico y exige del lector
poco desarrollada hasta nuestros días. No obstante, en la actualidad
un pensar lógico. Está cerca del crucigrama, en este sentido.
es obras policiales y me mostrarás a un tonto, un tonto inteligente
quizá, pero tonto al fin. Por consiguiente, tiene un esquema y esgrime su fuerza en la
variación. Ningún autor de novelas policíacas sentirá el menor

Consumo, placer, lectura

Bertold Brecht

Brecht, Bertold. "De la popularidad de la novela policíaca" en El compromiso en


literatura y arte. Barcelona, Península, 1973.

Sin duda alguna la novela policíaca muestra todas las características


de una rama floreciente de la literatura. En las encuestas periódicas
sobre los "bestsellers", ciertamente, apenas se la menciona, pero de
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escrúpulo en situar su asesinato en la sala de biblioteca de una en serie y tienen carácter de epidemia. En ocasiones sus novelas
quinta de recreo propiedad de un lord, aunque es de lo más poco decaen en obras efectistas, es decir el efecto (thrill) ya no es
original. Los caracteres raramente varían y motivos para el espiritual, sino puramente nervioso.
asesinato los hay muy pocos. Ni en la creación de nuevos personajes
La buena novela policíaca inglesa es ante todo fair. Demuestra
ni en el hallazgo de nuevos motivos para el hecho invierte el buen
robustez moral. To play the game es cuestión de honor. El lector no
escritor policíaco mucho talento o reflexión. No es eso lo que
es engañado, se le somete todo el material antes de que el detective
interesa. Quien al enterarse de que la décima parte de los asesinatos
resuelva el enigma. Se lo pone en condiciones de acometer él mismo
ocurre en un patio rectoral exclama: "¡Siempre lo mismo!", es que
la solución.
no ha comprendido la novela policíaca. De la misma manera podría
exclamar en el teatro al levantar el telón: "¡Siempre lo mismo!". La Es asombroso hasta qué punto el esquema fundamental de la buena
originalidad está en otra cosa. El hecho de que una característica de novela policíaca recuerda el método de trabajo de nuestros físicos.
la novela policíaca sea la variación de elementos más o menos fijos Primero se toma nota de ciertos hechos. Tenemos un cadáver. El
es incluso lo que confiere a todo el género su nivel estético. Es uno reloj está roto y señala las dos. El ama de llaves tiene una tía
de los rasgos de una rama culta de la literatura. rebosante de salud. El cielo esa noche estaba nublado. Etcétera,
etcétera. Luego se levantan hipótesis de trabajo que abarquen los
Por lo demás, el "siempre lo mismo" del profano se basa en el mismo
hechos. Al añadir nuevos hechos o al perder su valor otros ya
error que el juicio del hombre blanco, que dice que todos los negros
anotados, nace la necesidad imperiosa de buscar una nueva
se parecen. Hay gran número de esquemas para la novela policíaca,
hipótesis de trabajo. Por último viene la prueba de la hipótesis: el
sólo es importante que sean esquemas.
experimento. Si la tesis es buena, el asesino tiene que salir en tal y
Como el mundo mismo, la novela policíaca está en manos de los tal momento y en tal y tal lugar. Es decisivo no desarrollar las
ingleses. El código de la novela policíaca inglesa es el más rico y acciones a partir de los personajes, sino los personajes a partir de
homogéneo. Goza de las reglas más estrictas, y éstas están las acciones. Uno ve a la gente actuar, en fragmentos. Sus motivos
consignadas en buenos ensayos literarios. Los americanos tienen son dudosos y tienen que descubrirse por lógica. Como hipótesis
esquemas mucho más débiles y se hacen culpables, desde el punto decisiva de sus acciones se toman sus intereses, y casi
de vista inglés, de ir a la caza de originalidad. Sus asesinatos ocurren exclusivamente sus intereses materiales. Son éstos lo que se busca.

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Se ve aquí la aproximación al punto de vista científico y la enorme puede creer todo, nos hace suspirar. Nos induce a error con sus
distancia con respecto a la novela psicológica introspectiva. Todo el descripciones de caracteres.
sistema de concepción del escritor de novelas policíacas está
Advertidos mil veces (con la lectura de mil novelas policíacas)
influido por la ciencia.
siempre olvidamos de nuevo que sólo el motivo y la ocasión deciden
Podemos mencionar aquí el hecho de que también en la novela Son siempre las circunstancias sociales que hacen posible o
literaria moderna, en Joyce y Dos Passos, hay que constatar un necesario el crimen: violentan el carácter, de la misma manera que
cisma evidente entre psicología subjetiva y objetiva y que incluso lo han formado. Naturalmente, el asesino es una mala persona, pero
en el reciente verismo americano afloran tales tendencias, aunque para descubrir esto tenemos precisamente que poder colgarle el
en este caso podía tratarse nuevamente de regresiones. asesinato. La novela policíaca no señala un camino más directo para
descubrir su moral. Y así nos quedamos en la pesquisa del nexo
Naturalmente hay que guardarse de apreciaciones estéticas para
causal.
ver la relación entre las obras sumamente complicadas de Joyce,
Döblin y Dos Passos y la novela policíaca de Sayers, Freeman y Fijar la causalidad de las acciones humanas es el placer intelectual
Rhode. Si, sin embargo, se ve la relación, se descubre que la novela principal que nos ofrece la novela policíaca.
policíaca, con todo su primitivismo (no sólo de tipo estético),
Las dificultades de nuestros físicos en el campo de la causalidad las
satisface las necesidades de los hombres de una época científica
encontramos indudablemente por doquier en nuestra vida
incluso más que las obras de vanguardia.
cotidiana, pero no en la novela policíaca. En la vida cotidiana, por lo
Nos divierte la manera como el escritor de novelas policíacas que a situaciones sociales se refiere, tenemos que conformamos con
consigue de nosotros juicios lógicos, obligándonos a abandonar una causalidad estadística, al igual que los físicos en determinados
nuestros prejuicios. Tiene que dominar para ello el arte de la campos. En todas las cuestiones existenciales, quizá con la única
seducción. Tiene que dotar a las personas involucradas en el excepción de las más primitivas, tenemos que contentarnos con
asesinato tanto de rasgos poco simpáticos como de rasgos cálculos de probabilidad. El que con tales y tales conocimientos
atractivos. Tiene que provocar nuestros prejuicios. El viejo botánico obtengamos tal y tal colocación, es algo que puede ser sumamente
filantrópico no puede ser el asesino, nos hace exclamar. De un probable. Ni siquiera para nuestras propias decisiones podemos
jardinero con antecedentes penales dos veces por caza furtiva, se aducir motivos unívocos, y menos aún para las de otros.
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Las ocasiones que encontramos son extraordinariamente confusas, los verdaderos acontecimientos. Sólo si los supiéramos,
veladas, borrosas. La ley de la causalidad funciona muy a medias. comprenderíamos.

En la novela policíaca vuelve a funcionar: algunos ardides allanan Sólo la historia puede ilustrarnos acerca de estos verdaderos
las fuentes de perturbación. El campo visual está hábilmente acontecimientos en la medida que sus actores no consiguen
comprimido. Las conclusiones se hacen posteriormente, partiendo mantenerlos en absoluto secreto. La historia se escribe después de
de las catástrofes. De esta manera nos colocamos en una posición, las catástrofes.
desde luego muy favorable a la especulación.
Esta situación de base en que se encuentran los intelectuales, de ser
Al mismo tiempo podemos utilizar en ellas un raciocinio que la vida objetos y no sujetos de la historia, desarrolla el tipo de reflexión que
ha ido desarrollando en nosotros. pueden poner en práctica con fruición en la novela policíaca. La
existencia depende de factores desconocidos. "Debe de haber
Llegamos a un punto esencial de nuestro pequeño estudio de por
sucedido algo", "algo se está fraguando", "se ha producido una
qué las operaciones intelectuales, que la novela policíaca nos
situación"; esto sienten, y el espíritu sale de patrulla. Pero la
facilita, son tan enormemente populares en nuestro tiempo.
claridad no llega hasta después de la catástrofe, si es que llega. El
Hacemos nuestras experiencias en la vida de forma catastrófica. De asesinato ha ocurrido. Pero ¿qué se ha estado fraguando antes?
las catástrofes tenemos que deducir el modo como funciona nuestra ¿Qué había sucedido? ¿Qué situación se había producido? Bien, tal
vida social en común. En relación con las crisis, depresiones, vez pueda deducirse.
revoluciones y guerras tenemos que inferir, pensando, la "inside
Este punto puede no ser el decisivo, posiblemente no es más que un
story". Ya con la lectura de los periódicos (pero también de las
punto entre otros. La popularidad de la novela policíaca tiene
facturas, cartas de despido, órdenes de alistamiento, etc.)
muchas causas. De todos modos ésta me parece una de las más
percibimos que alguien debe de haber hecho algo para que
interesantes.
aconteciera la catástrofe que está a la vista. ¿Qué ha hecho, pues,
alguien, y quién ha sido? Detrás de los acontecimientos que nos
comunican sospechamos otros hechos que no nos comunican. Son

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