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Antropología Económica.
Introducción
A su vez Boas publica en 1897 “The social organization and the secret societies of the
kwuakiutl indians” describiendo la celebración del potlach en Fort Rupert. En esta
ceremonia se destruían y regalaban todo tipo de bienes poniendo así en evidencia las
limitaciones de ciertas categorías económicas para interpretar esta clase de
intercambios. La noción de escasez universal resultaba cuestionada por lo que se definía
como una economía de excedentes al tiempo que la lógica de acumulación pensada
desde la imagen capitalista no daba cuenta de la circulación y destrucción de bienes.
Como señala Trinchero (1992), el “ajuste” del material etnográfico a las categorías de la
economía tenía por objetivo que el mismo pudiera ser posible de un análisis
comparativo. Así, desde su obra fundacional, la antropología económica planteaba un
tipo de relacionamiento entre la antropología y la economía donde la segunda aportaba
conceptos y modelos al tiempo que la primera brindaba numerosos estudios de campo.
En este intercambio se ponía en discusión la universalidad legitimadora vital para las
aspiraciones de la economía (y también porque no, para la antropología) y se
vislumbraba la posibilidad de convertirse en ciencias regionales especificando los
límites de cada una de ellas.
El eje de la controversia consistía en determinar qué tipo de diferencias existían entre
las economías primitivas y las capitalistas. Leclair (1976), retomando a Firth señala que
las diferencias son de grado y no cualitativas (1976:125), mientras que Dalton, afirma:
Los autores formalistas partieron de las definiciones subjetivas de la economía según las
cuales “La economía es el estudio de la asignación de medios escasos a objetivos
múltiples, o mas ampliamente, la ciencia que estudia el comportamiento humano como
una relación entre fines y medios escasos que tienen usos alternativos”. (Robbins,
1935:16, citado en Burling 976:112). Como señala Trinchero (1992) el objetivo de los
antropólogos enrolados en esta corriente consistió en demostrar la universalidad de los
principios de escasez y elección.
Herskovits, en su Antropología Económica señala que estos elementos “son los factores
sobresalientes de la experiencia humana que dan razón a la ciencia
económica...”(1952:29), confundiendo el proceso de economizar, es decir asignar
recursos escasos entre fines alternativos, con la definición de la economía (Trinchero
1992:84).
El modelo del empresario es tomado como paradigma; como hombre que procura
maximizar beneficios en su intercambio con otros hombres y para ello debe tomar
decisiones. Burling señala:
Con posterioridad, Pospisil (1963) en su trabajo sobre los kapauku interpretó que los
integrantes de este pueblo desarrollaban prácticas de maximización como cualquier
empresario. Por su parte Salisbury (1962) demostró que la utilización de hachas de
acero en reemplazo de las de piedra produjo un tiempo excedente que los Siane de
Nueva Guinea asignaron a la multiplicación de actividades extraeconómicas (alejadas
de la subsistencia) con criterios de maximización del prestigio personal.
Esptein [3] y Barth [4] han continuado esta línea de trabajo según la cual la racionalidad
maximizadora del empresario no es exclusiva del industrialismo de mercado sino que se
encuentra presente en diversos tipos de sistemas económicos. La universalidad de la
propuesta formalista se centra pues en la naturaleza maximizadora del hombre, mas allá
de las formas que adquieran las especificidades económicas. La cuestión crucial es el
comportamiento del individuo ante las situaciones de opción.
Los sustantivistas.
Karl Polanyi ha criticado la universalidad del principio de escasez y su vinculación
forzosa con el criterio de elección. Según este autor y sus seguidores resulta evidente
que hay elección de medios sin insuficiencia así como también hay insuficiencia de
medios sin elección.
“El significado sustantivo de económico deriva de la dependencia del hombre, para sus
subsistencia, de la naturaleza y de sus semejantes. Se refiere al intercambio con el
medio ambiente natural y social, en la medida que este intercambio tiene como
resultado proporcionarle medios para su necesaria satisfacción material.
El significado formal de económico deriva del carácter lógico de la relación medios-
fines...” (1976:155)
El énfasis en lo empírico por sobre lo formal caracteriza a los autores de la vertiente
sustantivista. Los dos significados de lo económico, según Polanyi, no tienen nada en
común, uno procede de la lógica y el otro de la realidad.
Los términos reciprocidad, redistribución e intercambio, por los que nos referimos a
nuestras formas de integración, suelen utilizarse para denotar interrelaciones
personales. Superficialmente, pues, podría parecerse que las formas de integración
simplemente reflejan agregados de respectivas formas de comportamiento individual:
si fuera frecuente la reciprocidad entre los individuos , podría aparecer una
integración reciproca; donde es normal que los individuos compartan las cosas (... ) si
fuera así nuestras pautas de integración no serían mas que un simple agregado de
formas en correspondencia con el comportamiento individual (...) hemos insistido
estaba condicionado a la presencia de determinados dispositivos institucionales (...). El
hecho que los simples agregados de comportamientos personales en cuestión no crean
por si solos tales estructuras. (1976:162)
Desde la concepción sustantivista, la racionalidad económica no es comprendida sino
desde las instituciones. La economía primitiva se encuentra “incrustada”, enredada en
instituciones económicas y no económicas. En este sentido, la inclusión de lo no
económico, resulta fundamental y constituye una de los ejes a partir de los cuales se
sustenta la polémica. Las instituciones cumplen mas de una función y en las posiciones
mas extremas, se plantea la inexistencia de instituciones económicas específicas en las
economías primitivas (Sahlins 1972, 1976 y 1980).
Por este camino se parte de un principio acertado que consiste en considerar que las
acciones económicas resultan socialmente determinadas para llegar a la negación de la
especificidad de la mismas y la disolución de toda institución económica en la
generalización de lo social.
Los aportes de Polanyi fueron adoptados y ampliados por Dalton, quien plantea que las
diferencias entre la economía primitiva y la industrial no son de grado sino cualitativas,
hecho que inhabilita la aplicación de los conocimientos de la teoría económica en las
primeras.
“La economía primitiva es distinta del industrialismo de mercado, no en grado sino en
clase. La ausencia de tecnología mecánica, de organización de mercado omnímoda y
de moneda para todos los propósitos, mas el hecho de que las transacciones
económicas no pueden comprenderse fuera de la obligación social, crea, por así
decirlo, un universo no euclediano al que puede aplicarse fructíferamente la teoría
económica occidental. El intento de traducir los procesos económicos primitivos en
nuestros equivalentes funcionales, inevitablemente, oscurece justamente los rasgos de
la economía primitiva que la distinguen de la nuestra.” (Dalton,1976:205).
La critica neomarxista.
Godelier plantea acertadamente que la polémica entre formalistas y sustantivistas se
refiere a dos problemas:
Según este autor, los formalistas retoman la definición neoclásica de la economía cuyo
sustento se encuentra en la relación “medios escasos-fines alternativos”. De acuerdo a la
misma, el objeto de la ciencia económica se disuelve, desde esta concepción no es
posible distinguir la actividad económica de cualquier otra actividad destinada a un fin.
En este sentido el trabajo de Burling (1976) no hace mas que confirmar lo señalado por
Godelier. Los ejemplos tomados en su último acápite (acerca de la maximización del
placer, el poder y la minimización del esfuerzo) resultan por demás ilustrativos. Si toda
actividad orientada a un fin depende de la teoría económica, en la práctica, ninguna de
éstas depende de ella. La inexistencia de técnicas u objetos específicos económicos
reduce el campo de lo económico a la relación entre medios y fines.
“En el atomismo, en primer lugar, hay una reducción psicologista en cuanto el análisis
de lo social se reduce de la conducta del agente económico (o social) individual. En un
segundo momento, se practica una reducción praxeologista, pues el análisis del
comportamiento individual se reduce al análisis de la conducta racional, objeto
específico de la praxeología. Como consecuencia, se torna problemático considerar la
economía como una ciencia social...” (Graciano,1984:2).
Por su parte el formalismo hacia suya cierta visión según la cual la racionalidad, la
única racionalidad, se encontraba en la economía de mercado, retomando de esta
manera planteos weberianos.
“Una relación de cambio racional solo se desarrolla atenida a los procesos del
mercado y en su forma más elevada si se trata de bienes utilizados o cambiados con
fines lucrativos” (Weber,1944:54).
Sin embargo es posible reconocer, que de acuerdo a la posición sustentada, los autores
se preocupaban por estudiar determinado tipo de temáticas. Así, los formalistas
intentaron analizar el proceso empresarial en “sociedades primitivas” (Barth,1974;
Paine,1963; Salisbury,1962), las respuestas a la introducción de nuevas tecnologías
(Epstein,1963; Sharp,1981) y las motivaciones para el comercio (Pospisil,1963);
mientras que los sustantivistas se concentraron en investigar los mecanismos
institucionalizados de intercambio (Polanyi, Arensberg y Pearson,1976), las
características de los mercados (Bohannan y Dalton,1962) y el impacto de la moneda en
las “economías primitivas” (Bohannan,1981).
El actor escogerá aquella opción que ha clasificado como la mejor. Ortiz (1974) señala
que es tan importante tener en cuenta los beneficios que obtendrá como aquellos a los
que tendrá que renunciar al ejercer su elección. De esta manera cada elección es una
privación (o mejor dicho, múltiples privaciones). De acuerdo con esto, la racionalidad
es de los actores (no de los sistemas económicos) y el costo de oportunidad, el sustento
sus decisiones.
Según Orlove el enfoque de los “teóricos de la decisión” se diferencia del formalista por
la adopción de modelos mas precisos de adopción de decisiones debido al aporte de la
Antropología cognitiva. En realidad, el enriquecimiento se debe que se complejiza el
escenario de elección del actor merced a la inclusión de un “cuadro de situación” mas
amplio en el cual tienen mayor incidencia las “preferencias personales” y la
consideración de los “rendimientos sociales”. Este último concepto y su relación con la
visión ortodoxa de rendimiento económico es desarrollada por Ortiz en su trabajo sobre
la toma de decisiones entre los indios de Colombia.
“No estoy haciendo referencia tan solo a las expectativas de un rendimiento de bienes y
servicios, sino de sanciones de aprobación, apoyo moral, prestigio, etc. En este sentido
mas general, según el cual el rendimiento social y el llamado rendimiento económico se
entrelazan uno con otro, estoy empleando el concepto de utilidad. La preferencia puede
consistir en incrementar los activos productivos o en aumentar los activos sociales. Al
usar el término “utilidad” en este sentido, también puede entenderse la racionalidad
del comportamiento del consumidor en una sociedad individualista, altamente
industrializada” (1974:194).
Plattner se muestra en alguna medida coincidente con las posturas de los “teóricos de la
decisión”, pese a rescatar el concepto de incrustación, cuyo origen, como ya hemos
señalado, se encuentra en la escuela sustantivista. Para este autor, el debate entre
formalistas y sustantivistas pierde vigencia por la aceptación “generalizada” de ciertas
premisas.
“A estas alturas, y una vez transcurridos varios años, los temas parecen haberse
definido más claramente. Hemos adoptado la verdad sustantivista que sostiene que
todas las economías estan “incrustadas”, es decir, que la economía es un aspecto de la
vida social mas que un segmento de la sociedad (Gudeman, 1986). La escasez de
recursos (de acuerdo a la amplia definición, que incluye factores como el tiempo y la
energía) es una verdad indiscutible y obvia, en tanto que los análisis del
comportamiento tribal han demostrado el acierto del punto de vista de la elección
racional” (1991:35).
Este planteo, que reduce las oposiciones entre la corriente formalista y sustantivista,
también es desarrollado por Orlove, quien somete a pruebas de validación, a partir del
análisis de un caso sobre el intercambio en el Lago Titicaca, a los distintos “enfoque
competidores” (Formalismo-sustantivismo-marxismo) y sus desarrollos ulteriores
(teóricos de la decisión-culturalistas-neomarxistas); señalando que cada uno posee un
grado de eficacia, de acuerdo al fenómeno que se desee investigar. Así, la propuesta
sustentada por los teóricos de la decisión se muestra mas eficaz para analizar el
fenómeno “precio” mientras que la desarrollada por los culturalistas resulta pertinente
para explicar las características del intercambio.
Si los formalistas encontraron en los teóricos de la decisión sus continuadores dado que
recogieron con entusiasmo los principales elementos desarrollados por esta escuela y las
enriquecieron con modelizaciones mas amplias y complejas, las investigaciones
sustantivistas fueron continuadas por un grupo de antropólogos que plantearon la
vigencia de un orden cultural (Sahlins,1997), cultural y cognoscitivo (Kopytoff,1991),
valorativo (Appadurai,1991) y simbólico (Douglas e Isherwood,1990) a partir del cual
se debían interpretar los actos económicos.
Sahlins no había sido ajeno a los fragores del debate formalista-sustantivista; su trabajo
“La economía de la edad de piedra” constituye un serio cuestionamiento a la “universal
naturaleza maximizadora de hombre”. Años mas tarde, este autor desarrolló una fuerte
crítica a las concepciones utilitaristas “según las cuales la cultura deriva de la actividad
racional de los individuos que persiguen sus intereses mas convenientes” (1997:9). No
resultan fundamentales para él, las constricciones materiales que sufre la cultura sino el
hecho de que la misma se ajusta de acuerdo a una estructura simbólica particular. La
crítica al economicismo marxista, al fetichismo ecológico, al reduccionismo
estructuralista y al utilitarismo subjetivista lo llevan a desechar la idea que la cultura se
formula a partir de la actividad práctica y del interés utilitario. En este punto, la
racionalidad de los actores y la tendencia a la maximización, así como también las
características de los procesos de toma de decisiones planteado por los autores
enrolados en la teoría de la decisión, resultan fuertemente cuestionados. La vigencia de
un orden simbólico y cultural particular planteado por Sahlins choca con la
modelización universal de los procesos de toma de decisiones.
Coincidiendo con esta línea teórica, Kopytoff señala que la producción de mercancías es
también (además de un hecho económico) un proceso cultural y cognocitivo. Que cosas
son consideradas mercancías y cuales no, es el resultado de un proceso clasificatorio.
Para este autor, “...las mercancías son un fenómeno cultural universal” (1991:94); lo que
es particular, singular y específico de cada construcción cultural es el proceso mediante
el cual son intercambiadas.
Por el contrario, Douglas e Isherwood consideran que los bienes resultan necesarios
para hacer evidentes y estables las categorías de la cultura. Alejándose de cualquier
interpretación utilitarista e higienista las mercancías tienen, además de su valor de uso,
la cualidad de establecer y mantener relaciones sociales (1990:74-75). La función
principal que tiene el consumo de mercancías es la capacidad para crear sentido.
En realidad esto ya había sido insinuado por Baudrillard (1989) quien planteó que la
demanda y el consumo constituyen un aspecto central de la economía política, en la
medida que las mismas se relacionan íntimamente con las prácticas clasificatorias de la
sociedad.
“El acto decisivo es el de una doble reducción simultánea, el del valor de cambio
(dinero) y del valor simbólico (el cuadro como obra), y de su transmutación en
valor/signo (el cuadro firmado, valor suntuario y objeto raro) por el gasto y la
competición agonística” (Baudrillard,1989:121-122)
El pasaje de una lógica del valor de cambio (equivalencia) y del valor simbólico
(ambivalencia) a una del valor de signo (diferenciación) no hace mas que evidenciar la
trayectoria del cuadro subastado que finaliza en el acto de consumo. Este recorrido lo
lleva de ser una mercancía (indiferenciada y pasible de ser intercambiada por su
equivalente) a su constitución como objeto singular y diferenciado.
Como se podrá apreciar, los autores culturalistas presentan diferencias apreciables entre
sí. El “orden cultural” al cual debe ceñirse lo económico se limita a determinada
conformación simbólica general o es producto de procesos clasificatorios que
reproducen el orden social?. La cultura responde a una concepción regional de la
totalidad social y dentro de la misma es fruto de la jerarquización de una instancia
específica (la simbólica), o es coconstituyente de la estructuración global de la totalidad
social?
Sin dar respuestas a estos interrogantes y sin establecer diferencias entre los distintos
autores, Orlove (1986) señala que la corriente culturalista entiende a las economías
como sistemas, realizando esfuerzos por establecer las correspondencias entre lo
económico y el sistema social, recuperando de esta manera los postulados clásicos de la
Escuela Sociológica Francesa.
“La preferencia por sus propias técnicas inferiores, a pesar de la coincidencia de los
mejores métodos que utilizan del otro lado del río (los bushong), dependen de
determinadas instituciones y estas , a su vez, de su historia y de su medio ambiente.
Mediante el análisis económico podemos romper el efecto de las elecciones, cada una
de ellas adoptadas con bastante razón en su propio contacto restringido. Al seguir la
interacción de estas elecciones, una tras otra, podemos ver como el molde muy
idiosincrático de la cultura lele esta muy relacionado con un cierto bajo nivel de
producción. (186-187).
Gudeman (citado en Orlove 1991) señala que el valor del arroz en los pequeños
productores de Panamá no posee una relación directa con los precios de mercado ni con
sus propiedades nutricionales (explicaciones de tipo utilitarista) sino con la construcción
de determinado tipo de relaciones sociales en relación al uso de la tierra y a la particular
concepción cultural de dichos productores sobre este recurso.
Las limitaciones teóricas para abordar estos procesos no solo fueron de la Antropología.
Las ciencias sociales como señala Wolf (1993), resultaron impotentes para la
comprensión de un mundo interconectado. La Economía Política, la Sociología, y la
Historia centraron sus investigaciones en el “mundo civilizado” (Godelier,1976). Las
oposiciones macro/micro, “mundo primitivo/mundo civilizado, tradicional/moderno,
Folk/urbano, no hicieron mas que encubrir bajo un nuevo lenguaje las construcciones
polares de Tonnies (Gemeinschaft-Gesellschaft) o Durkheim (solidaridad orgánica-
solidaridad mecánica) y dieron sustento a la división del trabajo científico antes
aludida.
Los aportes de Worsley (1974), Wallerstein (1990) y Wolf (1993) resultan sin dudas
significativos. Alejados de las limitaciones que circunscriben lo antropológico a una
perspectiva micro, que dificulta la investigación de procesos económicos complejos,
plantean una redefinición de la unidad de análisis en Antropología, comprendiendo
cabalmente que el capitalismo es el primer sistema económico con vocación mundial. El
abordaje de los procesos en los que el capital destruye y reconstruye, subordinando a su
lógica reproductiva una gran variedad de formas sociales, no podía hacerse desde el
“corset” teórico-metodológico planteado en los inicios de la Antropología Económica,
no dentro del esquema “discursivo” de las posiciones formalistas y sustantivistas.
Resultaba imposible, dentro de estos límites percibir que el Estado y el mercado no son
entidades abstractas e inconexas que sirven para cortar aguas dentro de las
subdisciplinas antropológicas (formalistas-sustantivistas en la Antropología Económica,
maximalistas-minimalistas en la Antropología Política), que la instanciación de la
totalidad social es solo resultado de una práctica analítica y que la racionalidad de
actores, instituciones y sistemas solo puede ser concebida en términos históricos.