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Primera Edición:

Caracas, marzo, 2023


Aquella Noche de San Patricio, 2023

Registro de Propiedad Intelectual


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Diseño de portada:
Ondrea Lion
Joel Da Silva

Montaje y Diagramación:
Ondrea Lion
ondrealion.blogspot.com

Derechos reservados.
Prohibida la reproducción total o parcial por
cualquier medio, sin autorización escrita
del autor.
Índice
Parte 1
Parte 2
Parte 3
Parte 4
¿Te gustó?
Parte 1
Ese día me encontraba distraída.
A pesar de que podía escuchar al bullicio a mi alrededor, y había ido a
Upper Wacker Drive entre Columbus y Fairbanks específicamente para
observar cómo teñían de verde el Río Chicago para iniciar las celebraciones
de San Patricio, realmente no estaba prestando atención a lo que ocurría a
mi alrededor.
Mi socia y mejor amiga, Nova, había regresado de su luna de miel en
California, y finalmente podía tomarme un par de días de descanso. Sin
embargo, no me sentía con ánimos de «descansar», las anécdotas y
aventuras de su viaje me habían dado mucho sobre qué pensar.
Nova había ido a un pequeño pueblo llamado Carmel-by-the-Sea,
donde planificó pasar los días haciendo el amor con su nuevo esposo y
tomando sol en la playa. Nunca se imaginó que la gerente de una posada
local sería secuestrada, y que su desaparición causaría un revuelo en aquella
comunidad tranquila. Tampoco que un cartel de México provocaría tiroteos
y muertes en los alrededores. Al final, la chica, la gerente en cuestión,
nunca fue encontrada.
Algunos dijeron que había muerto, otros, que entró en un programa de
protección de testigos lo cual atrajo más especulaciones al preguntarse
cómo una chica que se dedicaba a trabajar y leer, pudo estar envuelta en
algo así.
Mi mejor amiga llegó muy emocionada relatando lo ocurrido. Le
encantaba cotillear, y lo que ocurrió le permitió conversar con los habitantes
sobre varias teorías, e incluso, plantear algunas nuevas inventadas por ella
misma; desde suponer que la gerente secretamente vendía drogas, hasta
asumir que estuvo envuelta románticamente con algún traficante que la
quería de vuelta.
Al final todo el asunto me hizo pensar en cómo la vida me estaba
pasando por encima; no porque envidiara que mi amiga disfrutara su luna
de miel a pesar del peligro cercano que vivió, ni porque quisiera ser
secuestrada y asesinada por criminales, sino porque yo también pasaba mi
vida entre mi trabajo y mi pasatiempo (ver series y películas) ya que temía
enredarme otra vez en una relación tóxica.
No pude dejar de preguntarme qué pasaría si algo similar me ocurriera,
es decir, si fuera víctima de un crimen y desapareciera; entonces, ¿qué hice
con mi vida?
Por supuesto que fue una proeza escapar de mi relación con Zack, y
era la orgullosa dueña (junto a Nova) de uno de los bares más populares de
Chicago, pero, ¿a qué precio?
Mis relaciones estaban limitadas al intercambio de bebida/comida por
dinero con los clientes, y a evitar cualquier posibilidad de enamorarme de
nuevo. Incluso me negaba a aceptar la sugerencia de Nova de expandir el
nombre del bar en varios locales por temor a alcanzar algún tipo de
notoriedad. Me aterraba que Zack me encontrara.
Tres años atrás me mudé a la Ciudad de los Vientos e invertí todos mis
ahorros para asociarme con mi mejor amiga de la universidad, huyendo de
mi pasado y esperando no ser encontrada por un hombre que me hizo
mucho daño.
Pero entonces, ¿qué? ¿Esa sería mi vida siempre? ¿Vivir sin vivir por
culpa de mis miedos?
Me sobresalté al notar que alguien me extendía algo, me tomó un par
de segundos identificar que frente a mí había una pizza de pesto cuya pasta
verde estaba dispuesta de manera decorativa en forma de tréboles.
Alcé mi mirada para encontrar al dueño de la mano que sostenía la
rebanada de mi comida favorita, y encontrarme así con esos familiares ojos
azules similares a los míos.
—Patrick —balbuceé.
Sí, lo conocía, y eso calmó mi mente. A pesar de que me negaba a
socializar fuera de los confines de mi bar, no era ciega ni indiferente al
atractivo de aquel abogado, alto y sonriente que, junto a sus compañeros de
trabajo, visitaba frecuentemente mi negocio.
—¿Dónde estabas? —preguntó con aquella voz que provocaba
cosquillas en mi estómago. Era profunda y sensual, y estaba segura de que
él no estaba consciente de eso.
—¿A… a qué te refieres? Estoy aquí —repliqué confundida.
—Bueno, mi pregunta tiene dos motivos —explicó con aquella sonrisa
encantadora—. Primero, tengo varios días que no te veo en el bar, y
segundo, parecía que estabas muy lejos de aquí, ¿en qué pensabas?
—Ah —dije tomando una pausa para ordenar mis pensamientos—.
Nova regresó, como imagino notaste, así que tomé unos días para
descansar.
—No te ves descansada —señaló entrecerrando sus ojos.
No pude evitar preguntarme: «¿Está preocupado por mí?».
Le regalé un intento de sonrisa. ¿Debería sentirme halagada de que
percibiera mi estado de ánimo?, ¿cómo le explicaba que mis recuerdos no
me dejaban dormir? ¿Que de pronto descubrí que no estaba satisfecha con
mi vida? Aunque lo veía regularmente, siempre puse un muro entre
nosotros, no tenía la confianza como para desnudarle mi alma. Además, eso
sería peligroso, me atraía demasiado, y si conversábamos de cosas
personales abriría una puerta que realmente no quería abrir.
—Lo estoy —mentí ensanchando mi sonrisa—. Dentro de poco
regreso al trabajo, ¿dónde crees que la gente calmará su sed después de la
parada de San Patricio?
Patrick entrecerró más sus ojos dudando la veracidad de mis palabras,
supo que estaba mintiendo porque evidentemente me veía agotada con unas
sombras negras bajo mis ojos, noté su debate interno decidiendo si
presionaba el asunto o cambiaba el tema. Optó por lo segundo.
—¿Me acompañas a comer? —preguntó.
Avergonzada por haberle mentido, acepté la rebanada que llevaba
ignorada en el aire unos cuantos minutos, no me había percatado de que no
la había tomado y que él mantuvo el brazo extendido todo ese rato. Su voz,
su sonrisa y su mirada, tenían el poder de hacer que el resto del mundo
desapareciera.
—Gracias —dije alzando la pizza en el aire para tocar la suya en un
gesto de brindis.
Tenía hambre y no estaba consciente de ello hasta ese momento, así
que agradecida tomé el primer bocado lanzando un gemido de satisfacción.
—Está deliciosa —admití con sinceridad.
Los ojos de Patrick se oscurecieron, al aire entre nosotros se espesó, el
deseo comenzó a recorrer mi cuerpo al notar cómo mi acompañante dirigía
su mirada penetrante lentamente a mi boca, luego a mis ojos, curvando
sutilmente la comisura de su boca.
Supe en ese instante que los dos quisimos tirar la comida y
abalanzarnos sobre el otro, lo supe con una certeza indudable.
Una vocecita en mi cabeza me hizo reaccionar: «No sabes cómo es
realmente, no lo conoces, no sabes si se parece a Zack».
La misma voz se contradijo inmediatamente: «¿Por qué asumes lo
peor? Tienes meses observándolo, se nota que es una buena persona».
«¿En serio?», habló de nuevo mi voz con otro tono. «¿Crees que
porque está más bueno que comer con las manos, y sonríe
encantadoramente, es una buena persona?»
«No», mi voz interna contradijo de nuevo. «Se ve que es una buena
persona por cómo se comporta, es educado y cordial. Sus colegas abogados
lo respetan y aprecian. ¿Acaso no has escuchado cómo todos comentan que
debería ser Fiscal de Estado? ¿Qué apoyarían su candidatura porque saben
que es una persona justa y honesta?».
«¿No crees que una persona con ética laboral puede ser un
manipulador controlador en el hogar? ¡No seas ingenua! ¡Huye! ¡Corre
ya!».
—¿Nos vemos después en el bar? —escupí rompiendo el hechizo de su
mirada al tiempo que me giraba lentamente.
—Hoy salgo de la ciudad por unos días, regreso la semana que viene.
El viernes. El sábado habrá una fiesta de despedida en tu bar por mi partida.
—¿Te mudas a otra ciudad? —chillé. Controlé mis facciones lo mejor
que pude, la idea de no verlo de nuevo revolvió mi estómago.
—No, renuncié a mi firma. Tengo otros planes en mente.
Me mordí los labios para no preguntarle si el motivo era porque se
lanzaría al cargo de Fiscal de Estado. No quería quedar como una
entrometida, al fin y al cabo, solo sabía eso porque había escuchado a sus
amigos hablar.
—Nos vemos la semana que viene entonces. Gracias por la pizza —
dije apresuradamente para marcharme.
Bueno, no. No me marché, la verdad fue que hui. Escapé de él, de lo
que me hacía sentir.
Debía ser más cuidadosa en el futuro.
—Willow —me llamó.
Pero yo lo ignoré.
Parte 2
Estaba de mal humor, lo cual no tenía sentido. El día de San Patricio
era una de las fechas más rentables del año. El bar se abarrotaba desde que
abríamos hasta que cerrábamos dejando una gran cantidad de dinero en
nuestras arcas.
El problema estaba que no podía dejar de pensar en Patrick. Me dijo
que regresaría el día anterior, y como una idiota, pensé que lo primero que
haría sería ir a verme.
¿Era tonta o qué? Es decir, no quería vincularme con él, pero, ¿sí
quería sus atenciones?
Necesitaba enfocarme en mi trabajo y dejar de pensar en necedades.
Por milésima vez verifiqué que la decoración alusiva a la fecha estuviera
perfecta, y que tuviéramos suficiente bebida y comida para todo el día. La
famosa cerveza teñida de verde se estaba vendiendo como pan caliente, y
todo parecía indicar que ese año nos iría mucho mejor que los anteriores.
Además, sabía que lo vería esa tarde, ¿por qué estaba tan ansiosa?
Su firma de abogados había reservado la zona VIP gastando una
fortuna debido a la fecha. Considerando que era una de las más grandes y
prestigiosas del país, tenían suficiente dinero para rentar el bar completo si
así lo hubieran querido.
Sí, sabía que sería un excelente día, sin embargo, no podía sacudirme
ese nerviosismo fastidioso que me mantenía inquieta.
Pronto descubriría que no tenía nada que ver con Patrick. Estaba
siendo observada y no lo sabía.
—El sábado pasado te veías hermosa —dijo esa voz que temía, una
que provocó que mi piel se perlara de sudor y mis manos temblaran.
—Zack —mascullé entre dientes.
—No quise creerlo cuando Grace me dijo que estabas en la televisión.
Se emocionó mucho al verte, casi lloró al preguntarme de nuevo por qué
habías desaparecido sin despedirte.
Sus palabras se sintieron como insectos recorriendo mi cuerpo. Pensé
que nunca más tendría que lidiar con su capacidad para hacerme sentir mal.
Siempre quise mucho a su sobrina, la traté como si fuera mi propia hija, y
por ese motivo, además de muchos otros, Zack tuvo herramientas para
controlarme.
—¿Qué haces aquí? Lo nuestro se acabó —susurré llena de dudas.
Supe que mi tono sería mi perdición. Él siempre se aprovechó de que no era
lo suficientemente fuerte para enfrentarlo.
—¿Por qué? ¿Por qué tuvo que acabar? Éramos perfectos juntos,
estábamos planificando cumplir todos nuestros sueños y desapareciste de
pronto.
Me mordí los labios al descubrir que mi cabeza era un torbellino de
pensamientos donde las palabras desaparecieron y era imposible armar una
frase coherente.
—Fuiste muy egoísta, me robaste la oportunidad de mantenernos
juntos —continuó hablando con ese tono manipulador que me producía
mareos—. Si hubiera sabido que no eras feliz, hubiera tomado medidas
inmediatas. Lo sabes. Sabes que hubiera hecho lo que fuera por ti. Pensé
que me amabas, me lo dijiste muchas veces, ¿fue todo una mentira? ¿Nunca
me quisiste? Tus palabras, tus cartas, tus besos, tus caricias… ¿qué
significaron? ¿Un plan macabro para destruirme? Hablamos de casarnos,
compré una casa, conversamos sobre nuestros sueños, planificamos nuestro
futuro, ¿para qué? ¿Para que un día desaparecieras sin explicaciones? No he
dejado de amarte, Willow, vine a buscarte para llevarte a casa, donde
perteneces, junto a mí, junto a Grace, junto a la familia que te ama. Te
estamos esperando, te necesitamos, no puedes pensar solo en ti.
—¡Oye, roja! —gritó un cliente borracho a nuestro lado—. ¡Menos
hablar y más cerveza!
—¿A quién llamas roja? —bramó Zack enfurecido haciéndome
recordar su temperamento. Nunca fue violento conmigo, por lo menos no
físicamente, pero sus palabras podían golpear tan fuerte como un puñetazo
en el estómago.
—Zack —lo llamé posando mi mano sobre su hombro. El contacto me
dio asco.
—Nadie puede dirigirse hacia mi mujer de esa manera. Nunca.
«No soy tu mujer», pensé, pero esas palabras no salieron de mi boca,
en cambio dije:
—Estoy trabajando, no puedo hablar ahora.
—¿Qué haces trabajando en un bar? Tu vida debería ser algo mejor
que esto, en Washington, en nuestro hogar, cuidando a nuestros hijos, y a
Grace que tanto te necesita, llevándolos a la escuela, alimentándonos y
procurando darnos un ambiente lleno de amor y felicidad como tantas veces
lo hablamos.
—¡Preciosura! —gritó otro cliente—. Cuando puedas sirve cinco
cervezas más.
—No puedo hablar ahora —repetí girándome para alejarme. Zack
intentó tomarme por el brazo, pero yo me escabullí entre la gente.
—Esperaré todo lo que tenga que esperar —gritó, y sus palabras
provocaron que mi piel se erizara por el terror.
Tuve que controlar las náuseas para no vomitar. No podía creer que me
hubiera encontrado.
«¿Cómo no te va a encontrar, idiota? Tantos años cuidándote para que
terminaras yendo a un evento televisado», grité en mi interior. ¿Qué
demonios me había impulsado a ir a ver cómo teñían de verde el Río
Chicago?
«Vivir la vida, Willow. Eso fue lo que te impulsó. No puedes
esconderte el resto de tus días», pensé.
—No puedo ocultarme para siempre —mascullé para mí frustrada.
Unos minutos después, luego de servir varios pedidos, Nova,
preocupada, se acercó a mí.
—Zack está aquí —me dijo.
—Lo sé —repliqué sin poder verla a los ojos.
Supe lo que diría: que debía ser más fuerte y sacarlo de mi vida sin
necesidad de huir. Pero no lo era, no era fuerte, Zack era demasiado
poderoso, sabía qué palabras decir y cómo decirlas. Las pocas pronunciadas
ese día ya me estaban haciendo dudar de mí misma.
—Erik quería sacarlo —confesó Nova.
Alcé la mirada esperanzada creyendo que había encontrado una salida,
pero sentí como el alma se cayó a mis pies al ver su rostro.
—Zack está con el alcalde, el jefe de policía y el Fiscal de Estado —
explicó mi amiga haciéndome saber que no era posible deshacerse de él con
esa audiencia.
—¿Cómo…? —pregunté asombrada.
Estaba consciente de que Zack tenía conexiones importantes en
Washington, pero ¿llegaban hasta Chicago?
—No me sorprende, Willow. Es maquiavélico, sabe que jamás
armarías una escena, y que no podemos expulsarlo del bar estando
acompañado por ellos —replicó Nova frustrada.
Me restregué los ojos agotada.
—Puedes irte, ¿sabes? —propuso mi mejor amiga—. Yo puedo llamar
a Kalinda para que te reemplace. Usa la puerta trasera, no se dará cuenta
por un buen rato.
—¿Para qué? ¿Crees que ya no sabe dónde vivo? Estoy segura de que
ya debe conocer hasta las rutas que tomo para venir a trabajar
—Vete a mi casa entonces —insistió sacando un llavero del bolsillo de
su pantalón.
—No dudo que también sabe tu dirección y la de todas las personas
que conozco en Chicago.
—¡Vete a un hotel entonces! —su angustia se unió a la mía
empeorando las cosas.
—¿Me das una cerveza, por favor?
La voz de Patrick incendió una hoguera dentro de mi pecho. Como si
Zack no existiera sentí de pronto esperanza. No quise admitir lo feliz que
me hacía su presencia hasta ese momento.
—¿Hay algún problema con Jackie o Leonor? —le preguntó Nova
refiriéndose a las dos camareras que había asignado para atender el área
VIP.
—No —respondió Patrick alzando los hombros—. Quise dar una
vuelta para disfrutar el ambiente.
Ignorando su intercambio, me dispuse a servir la cerveza teñida de
verde tratando de no sentir la intensa energía de Nova a mi lado. Estaba
preocupada por mí, y su idea no era mala, pero nada garantizaba que Zack
no tuviera hombres a las afueras con instrucciones de seguirme si se me
ocurría marcharme. Estaba más segura ahí, rodeada de personas.
Le extendí el vaso a Patrick, y cuando fue a tomarlo nuestros dedos se
tocaron. Las chispas volaron de nuevo, la atracción podía palparse en el
ambiente.
Entonces tuve una revelación que negué por mucho tiempo por
cobarde: No podía pasar toda mi vida huyendo de Zack. No podía
reprimirme de vivir cómo realmente quería. No podía cerrar las puertas que
me permitirían explorar la atracción que sentíamos Patrick y yo.
—Estoy bien —mascullé en dirección a Nova—. Este es mi espacio,
quien tiene que irse es él.
Nova abrió mucho los ojos sorprendida al oír la determinación de mi
voz. Me conocía demasiado para saber que no era de las que confrontaban
sino de las que preferían evadir los problemas. Pero supo que debía respetar
mi repentino coraje, así que asintiendo se alejó para seguir trabajando.
—Supongo que estás demasiado ocupada para tomarte una cerveza
conmigo —sugirió Patrick sin dejar de verme los ojos. Había algo de
suspicacia en su voz, obviamente vio cómo le dije algo importante a mi
socia, pero no lo dije con suficiente volumen como para ser escuchada por
él.
—Hoy es uno de los días más ajetreados del año —repliqué con una
sonrisa.
—Lo sé, es mi día —bromeó.
—Feliz día —repliqué con una graciosa reverencia.
Patrick soltó una carcajada antes preguntar:
—¿Nos tomamos una cerveza al final del día?
—Seguro —accedí con seguridad.
¿Quién diría que ver de nuevo a Zack me animaría a bajar mis
murallas y darle una oportunidad a Patrick? Quizás había llegado el
momento enfrentarlo como debí hacerlo años atrás.
Dirigí mi mirada hacia su dirección, y todo el valor que había reunido
se esfumó en el aire al ver su mirada furiosa y sus labios fruncidos. Había
visto mi intercambio con Patrick.
Mi cuerpo comenzó a temblar como siempre que sabía que diría algo
que me haría sentir pequeña e insignificante, sobre todo cuando me percaté
que se estaba poniendo de pie para acercarse a mí.
Como era mi costumbre hui. Me dirigí a la cocina y le dije a uno de los
ayudantes que atendiera el bar mientras yo lo cubría en su puesto.
—¿Ves que sí tienes que irte? —dijo Nova unos minutos después
causando que diera un respingo.
—No. Este es mi espa…
—Sí, sí, ya lo dijiste —interrumpió mi amiga haciendo un gesto
impaciente con las manos—. Es tu espacio y quien debería irse es él. Pero
para que eso pase, tienes que decírselo, ¿sabes? De lo contrario se quedará
ahí sentado hasta que sea la hora de cerrar.
Pensar en esa posibilidad me produjo un mal sabor de boca. Cuando
llegara la hora de cerrar quería privacidad con Patrick, eso era todo lo que
anhelaba.
—Tienes razón. Tengo que decírselo —repliqué sintiendo como mis
pies pesaban como plomo.
—Díselo, pues —dijo Nova con una sonrisa burlona.
—Lo haré. Más tarde.
—¿Quieres que lo haga yo? Puedo acorralarlo cuando vaya al sanitario
o algo así. No tengo que hacerlo frente al alcalde y los otros.
—Te ignorará, lo sabes muy bien. Tengo que hacerlo yo.
—Muy bien —dijo Nova alzando las manos para rendirse.
Me tomó un par de horas salir de nuevo a la barra. Sin saber todavía
qué le diría, pero no podía seguir ocultándome en la cocina.
—Pensé que te habías ido —dijo Patrick con su sexi voz y yo sonreí de
inmediato.
—Estaba en la cocina.
El sonido de unos vasos rompiéndose provocó que todos los presentes
dirigieran la mirada hacia esa dirección; de pronto crujidos de muebles
resquebrajándose y unos gritos se sumaron. Se estaba armando una golpiza.
Entonces bordeé la barra para correr hacia esa dirección, pero Patrick
me detuvo:
—No es seguro que vayas allá, quédate aquí.
Los gritos empeoraron, y la trifulca comenzó a involucrar a más
personas a medida que los ánimos se caldeaban al chocar unas con otras.
Observé como Nova hablaba con la policía por teléfono exigiendo que se
apresuraran a aparecer mientras dos de nuestros camareros intentaban
detener la pelea sin éxito.
—¡Aprovecha! —gritó Nova a mi lado mientras me daba mi bolsa, lo
cual me sorprendió, porque fue evidente que estaba atenta a cualquier
oportunidad para ofrecerme una salida—. ¡Vete!
Entonces se dirigió a Patrick:
—¡Llévatela de aquí!
—No te puedo dejar sola —aullé para ser escuchada.
Nova me empujó en dirección al abogado que tanto me atraía.
Sin dudarlo ni un segundo, Patrick tomó mi mano y nos haló hacia el
exterior. La gente se agolpaba en la puerta y debido a eso se nos hizo muy
fácil escabullirnos entre la gente sin que Zack lo notara.
Mi acompañante caminó media cuadra hasta que se detuvo y le hizo
una seña al portero de un edificio que se apresuró a abrirnos la puerta.
Entonces atravesamos el lobby hasta llegar al elevador donde nos subimos
apresurados.
—¿A dónde vamos? —pregunté con la respiración entrecortada.
—A mi nueva oficina.
—¿Tu comando de campaña?
—¿Mi comando de campaña? —replicó confundido.
—¿No te vas a lanzar a Fiscal de Estado?
—¿De dónde sacas eso?
—He escuchado hablar a tus colegas —admití un poco abochornada
por conocer una información que seguramente era privada.
La puerta del elevador se abrió, y frente a mí apareció un piso entero
que evidentemente estaba siendo remodelado. El cristal y la madera
predominaban, había algunos muebles nuevos todavía embalados como
escritorios, sillas y estantes.
Mientras admiraba lo elegante que sería el resultado considerando la
calidad de los objetos a mi alrededor, me dejé guiar hacia el fondo del piso
notando en ese momento que Patrick no había soltado mi mano desde que la
tomó en el bar. Un cosquilleo que comenzó en la punta de mis dedos,
recorrió todo mi cuerpo hasta concentrarse en mi entrepierna. Deseaba a ese
hombre, como no recordaba desear a alguien alguna vez en mi vida.
«Contrólate», dijo la voz de mi cabeza. «No eres una loba en celo».
«¿Y por qué no? Eres una mujer con necesidades, no un robot», habló
mi cabeza también.
Mi angelito y diablito en cada hombro me hicieron dudar de mí misma
como cosa rara.
Entonces llegamos a una oficina que estaba prácticamente lista.
Ocupaba una inmensa esquina con unos amplios ventanales que daban a la
calle de enfrente. Los muebles de madera y metal le daban un aire moderno
de muy buen gusto. Una gran biblioteca repleta de libros legales ocupaba
una pared.
Me acerqué a uno de los cristales para ver a las afueras, frente a mi bar
se encontraban decenas de personas reunidas en la calzada, además de unas
cuantas patrullas de policía en la calle.
En ese momento hablamos los dos al mismo tiempo:
—Debería llamar a Nova, de repente me necesita. Quién sabe cuáles
son los destrozos causados, debería estar ahí para ayudarla —dije yo.
—Aunque mis compañeros creen que tengo intenciones de postularme
como Fiscal de Estado, lo que realmente voy a hacer, es abrir mi propia
firma —dijo él.
—Habla tu primero —dijimos los dos al unísono entre carcajadas.
—No —negó él—. Llama a Nova, por favor.
—Un momento, ¿vas a abrir tu propia firma? —dije realmente
sorprendida. Estaba consciente de la valentía que requería abrir un negocio
propio.
Me pareció admirable que, siendo tan joven, porque Patrick no debería
tener ni treinta años, abriera su propio bufete.
—Llama a Nova, por favor. Para saber si está bien —insistió.
Asentí complacida por su preocupación, y abrí mi bolsa para tomar mi
celular.
Un vacío en el estómago me mareó, ahí, sobre todas mis cosas, estaba
una carta, una foto y una tarjeta comercial de presentación.
Con manos temblorosas ojeé la carta. Era una copia de un escrito que
le hice a Zack en un momento donde creí estar locamente enamorada y le
prometí amor eterno. Luego vi una foto de los dos que nos tomamos en Las
Bahamas, fue tomada en un viaje donde realmente me sentí feliz a su lado.
Por último la tarjeta de presentación tenía los datos de mi ex, y escrito en
bolígrafo: «Llámame, por favor».
—¿Qué ocurre? ¿Qué es eso? —preguntó Patrick intrigado.
—Nada —contesté secamente arrugando todo para meterlo en el fondo
de mi bolsa. Luego tomé el celular y llamé a Nova. No me atendió.
Segundos después llegó un mensaje de su parte:
Nova: Todo está controlado, mantente alejada de aquí. Zack está como
loco.
Willow: ¿Estás segura? Debería ser yo quien lidie con él.
Nova: Mantente alejada. Te quiero, hablamos mañana.
Con pesar guardé el móvil de nuevo en mi bolsa decidiendo confiar en
su criterio. Siempre confiábamos la una en la otra y esta no debía ser una
excepción.
—Háblame, por favor, ¿todo bien? —preguntó Patrick.
Yo estaba muy tensa y él lo notó de inmediato.
No permitiría que Zack me arruinara el día y no quise abrumar a mi
acompañante con mis problemas, así que sacudiéndome el malestar de saber
que había aparecido de nuevo en mi vida, decidí ignorar los malos
pensamientos.
—Nova está bien. Mañana me ocuparé de ver los daños —dije
intentando sonreír.
—El seguro los cubrirá —afirmó él.
—Sí, y esta noche no puedo hacer nada al respecto, así que, ¿para qué
pensar en eso ahora?
—Si estás muy preocupada podemos ir ahora, seguro las cosas se
calmaron —dijo Patrick acercándose a mí para asomarse por la ventana. El
calor de su cuerpo me envolvió, y supe que lo que menos deseaba era irme
de ahí.
—No hace falta, gracias. Ahora lo que quisiera saber es la historia
detrás de tu nueva firma —repliqué con una sonrisa que no tuve que forzar.
Parte 3
Patrick se giró hacia mí, y al ambiente se cargó de electricidad. ¿Cómo
pude reprimirme por tanto tiempo? La atracción entre ambos era demasiado
potente para ser ignorada.
«Bésalo», ordenó el diablito dentro de mi cabeza.
«Espera a que te bese él», dijo el angelito.
«Te quiere besar desde que te conoció, y tú has puesto una barrera
impenetrable entre ustedes, no se va a atrever. Bésalo tú».
«Que te hayas ido de la mano con él es la señal que necesita para saber
que estás interesada, pero no te apresures, va a llegar el momento».
«Respeta demasiado tu espacio, si no lo besas, él no lo va a hacer.
Bésalo», insistió el diablito.
«¡Claro que lo va a hacer! Ten paciencia», refutó mi otra parte.
«¡Silencio!», me grité a mí misma en mi interior.
Durante demasiado tiempo había permitido que mis temores y dudas
gobernaran mi vida, y eso debía acabar esa misma noche.
Di un paso con determinación alzando mi rostro hacia él, pero antes de
que pudiera acercarme más, con su gran tamaño, me rodeó la espalda con
sus brazos para estrecharme estampando sus labios sobre los míos
provocando que fuegos artificiales iluminaran mi corteza cerebral.
Es decir: GUAO. Nadie nunca en toda mi existencia me había besado
así.
No es que tuviera mucha experiencia tampoco, apenas tuve dos
noviecitos antes de Zack, y me besaron bastante, pero ninguno lo hizo como
Patrick.
Fue cómo si yo fuera la consola de una maquinaria complicadísima y
él supiera exactamente cuál botón tocar, cómo, cuándo…
Cada succión, mordisqueo y lamida estuvo destinada a producir
corrientes eléctricas que crearon una cascada de sensaciones hacia mi
entrepierna. Jamás en mi vida había estado tan cachonda como en ese
momento. Nuestras manos nunca dejaron de recorrer la piel del otro
mientras lentamente nos quitábamos la ropa.
Era evidente que nos moríamos por hacer el amor, pero fuimos
pacientes, deseábamos aprovechar el momento. Alargar la velada lo más
que nuestra incontenible sed por el otro lo permitiera.
Los besos y caricias no paraban, mis manos se enredaron en sus
cabellos mientras las suyas agarraron mi trasero para alzarme sobre él. Mis
piernas rodearon su cintura y juntos nos dirigimos a su escritorio.
Desnudos, cubiertos de sudor y pasión.
Sobre la fría madera y cristal que no hizo nada por cambiar la candente
temperatura de nuestras pieles, Patrick me consumió con unos candentes
besos que no se limitaron a la boca. Cuando mordisqueó y succionó mis
senos, yo mordí mis labios. Cuando bajó hasta mi entrepierna para
lamerme, yo empujé su cabeza contra mí.
¡Por todos los dioses del Olimpo! ¿Quién besaba de esa manera? Le
tomaron pocos segundos lograr que alcanzara mi primer orgasmo, y otros
pocos para que yo lo empujara para recompensar su devoción. Era gigante y
duro, mi boca no pudo cubrirlo por completo, pero dejé que mi lengua
compensara la falta de espacio con la que podía tomarlo por completo.
Supe que él no aguantaría mucho si no me detenía, pero él me apartó
para apoyar mi espalda de nuevo en el frío cristal. Con certeza, velocidad y
precisión se giró para buscar sus pantalones de donde tomó un preservativo
que se puso velozmente para penetrarme hasta el fondo. Yo estaba
completamente mojada y preparada para él, y se deslizó deliciosamente
haciéndome gritar de placer y un poco de dolor por su inmenso tamaño. La
sensación fue gloriosa. Entrando y saliendo dejamos que nuestros labios
hablaran a través de besos. Nuestras lenguas pautaron los movimientos, la
velocidad, y la intensidad, de cada estocada.
Sé que di instrucciones, que invoqué cada deidad conocida al sentir
cada onda expansiva de éxtasis. Patrick gruñó y me repitió una y otra vez
que soñó con ese momento desde que me conoció.
Finalmente alcanzamos juntos el mayor orgasmo vivido en el planeta,
o por lo menos estaba convencida de eso porque era imposible que alguien
pudiera sentir algo tan extremo y sorprendente.
Entonces Patrick cayó sobre mí, y yo quedé sin respiración por unos
segundos.
—Eres increíble —susurró mordisqueando mi oído.
Yo reí a carcajadas, porque yo tampoco creía que fuera posible sentir
tanto teniendo sexo.
Entonces se alzó para buscar su camisa y dármela. Luego se dirigió a
un pequeño refrigerador bajo su escritorio de dónde sacó un par de
cervezas.
—¿Quieres una?
Yo asentí y puse la botella junto a mí mientras abotonaba la prenda que
me había extendido.
—Ahora sí —dije de pronto consciente de que quería saber todo sobre
el maravilloso hombre que me había hecho alcanzar el cielo—. Quiero
saber la historia de esta oficina tan fabulosa.
Noté que dudó unos segundos, por lo que me apresuré a decir:
—Si quieres, por supuesto, también podemos hablar de otra cosa.
—Quiero contártelo todo —replicó de inmediato.
—Cuéntamelo entonces —dije poniéndome de pie para posar mi mano
sobre su brazo. ¡Qué bien se sentía tocarlo!
—¿Nos sentamos? —sugirió.
Y yo alcé mi trasero para montarme encima del escritorio de nuevo. Él
hizo lo mismo.
—¿Es complicado? —pregunté. Parecía que no le gustaba hablar sobre
el tema y no quería forzarlo.
—No. Solo toca fibras sensibles.
Guardé silencio para permitir que hablara, cuándo y cómo quisiera.
Entonces dijo:
—Provengo de una familia de abogados, o por lo menos, la mayoría lo
son. Me gustan las leyes, desde pequeño supe que quería ser abogado, solo
que nuestros enfoques… eran y son, fundamentalmente opuestos.
Asentí en silencio, no quería cohibirlo diciendo algo equivocado.
—Mi padre era un hombre duro que vivió su vida defendiendo a ricos
y poderosos. Nunca sabré si tenía conciencia o no, a mí siempre me pareció
que no tenía escrúpulos. Destruyó la vida de muchas personas sin dudarlo.
—¿Era? —pregunté.
—Sí, murió hace poco.
—Lo siento —dije sinceramente.
—Gracias —replicó, aunque parecía que no le dolía la muerte de su
padre, más bien lo notaba decepcionado.
Un corto silencio invadió el espacio entre nosotros durante unos
segundos, aunque no se sintió incómodo, todo lo contrario, más bien fue
como algo necesario a pesar de que no pudiera identificar por qué lo percibí
así. Esa noche nuestra energía era diferente, estábamos viviendo una nueva
etapa y no había que apresurarla.
Entonces Patrick comenzó a hablar de nuevo:
—Antes de terminar la secundaria, a pesar de que estaba decidido a ser
abogado, sabía que no quería ser como él. Las leyes pueden ayudar a
muchas personas, no hay necesidad de hacerle daño a otros manipulándolas
o abusando del sistema.
Yo asentí. No sabía qué otra cosa decir.
—Mi padre tenía mucho dinero. Demasiado. Y con él compraba
consciencias sin contemplación. Yo no quise que la mía fuera comprada así
que me independicé. Ingresé a Harvard por méritos propios, y solicité
préstamos para pagar mis estudios sin depender de mi familia. Cuando mi
padre supo que nunca trabajaría para él, nuestra relación se rompió
irreparablemente.
—Lo lamento tanto —dije con un abatimiento que reflejaba el suyo.
—No puedo cambiar el pasado, y aunque quizás pienso que he podido
manejar las cosas de otra manera, no me arrepiento de no haber formado
parte de sus prácticas. Hablamos muy poco luego de que fui a la
universidad. Cambié mi apellido al descubrir que la gente me asociaba con
él…
—¿Tu apellido no es Pierce? —interrumpí al recordar el nombre de la
tarjeta de crédito que tantas veces utilicé para cobrar su cuenta.
—No. Es Polmar.
—¿Tu padre es Sean Polmar? —pregunté sorprendida.
Aquel hombre era un infame abogado reconocido en todo el país. Su
nombre estaba vinculado con escándalos de grandes farmacéuticas y
empresas petroleras.
Patrick asintió y me disgustó verlo avergonzado por su admisión.
—Tú, eres tú, un ser independiente. Y lo que quieras hacer con tu vida,
es tu decisión y de más nadie —dije sin pensarlo. Simplemente salió así.
Él se inclinó para besarme, y yo le respondí con un beso seguido de
una gran sonrisa. Amaba su contacto, su piel y sus labios. Supe que me
volvería adicta a él sin poder evitarlo.
—Cuando me gradué de Harvard —continuó hablando tomando mi
mano para acariciar mis nudillos—, mis calificaciones y reputación propia
me garantizaron un puesto aquí en Chicago. Me gustaba mi trabajo, de
verdad que sí, pero con el tiempo descubrí que sin importar el bien que
quisiera hacer, no era dueño de mi tiempo y de mis decisiones. Muchas
veces quise defender a un cliente en vez de a otro, pero no dependía de mí.
Siempre gobernaba el dinero y las maquinaciones de grandes
corporaciones, así que comencé a cansarme, por eso consideré seriamente
postularme como Fiscal de Estado, los rumores que escuchaste estaban
fundamentados. Incluso me pareció un reto interesante y alcanzable, ya que
cuento con el apoyo de muchas personas gracias a mi desempeño los
últimos años, así que creí que realmente tenía una oportunidad de cambiar
las cosas.
—¿Por qué no lo haces? ¿Por qué no te postulas?
—El sistema está demasiado dañado, la corrupción es profunda, como
un cáncer ramificado. Por eso no dudé cuando descifré que podía hacer algo
mejor, bajo mis propios términos —replicó.
—¿Cómo?
—Mi padre murió hace poco y dejó casi todo a mi nombre —explicó.
—¿Casi todo?
—Mi madre y hermanas heredaron una parte. Lo suficiente para vivir
el resto de sus vidas y dejarle dinero a su descendencia.
—¡Oh!
—Inicialmente pensé en negarme, consideraba su fortuna manchada
por el sufrimiento de inocentes. Fue acumulada gracias al dolor y la miseria
de muchas personas y no quería saber nada de ella.
—¡Imagina el bien que puedes hacer con ella! —exclamé.
—Exacto. Puedo limpiar ese dinero al invertirlo en casos que necesiten
ayuda. Hasta hace poco tuve que renunciar a demandas colectivas donde la
vida decenas de personas fueron arruinadas por grandes corporaciones.
Cuando una de ellas se sentía atacada, es decir, cuando esos empresarios
tenían que sufrir las consecuencias de sus acciones, llegaban con sus
bolsillos llenos y compraban a mis jefes. Ahora puedo ser mi propio jefe,
apoyar las demandas colectivas que quiera sin ser coartado por nadie.
—Eso suena genial —murmuré con admiración.
—Lo es. Lo será. Durante demasiado tiempo viví con resentimientos;
por mis privilegios, mi crianza, mi familia, mi padre, mis jefes… Las
últimas semanas me hicieron darme cuenta de que no puedo controlar lo
que hacen los demás, quiénes son y sus motivaciones. Me molestaba
demasiado por las acciones de terceros, y la verdad era que eso nunca
estuvo en mis manos. Solo soy dueño de mi vida y de mis decisiones, y
rechazar la oportunidad de vivir cómo quiero, hacer las cosas que quiero,
ayudar a personas que lo necesiten, por cosas que nunca pude o puedo
controlar, era una idiotez.
Sus palabras me golpearon con rudeza. Tenía años permitiendo que las
acciones de Zack gobernaran las mías. Durante demasiado tiempo me
manipuló y controló a su antojo, me hizo creer que sus metas eran las mías,
que si no actuaba cómo él quería, yo era egoísta y mezquina. Lo permití por
tanto tiempo que creí que tenía razón. Hasta que un día no pude más y hui
como una cobarde. Me escondí y me aislé dejando que el temor gobernara
mi vida.
¿Acaso yo podía cambiar a Zack? ¿Acaso yo era culpable de sus
maquinaciones malintencionadas?
No, no podía cambiarlo y yo no era culpable.
Siempre me sentí culpable de las fallas de nuestra relación cuando la
única culpa que tuve fue no haberlo dejado antes, no enfrentarlo y exigir
que me dejara en paz.
Estaba consciente de que yo no cambiaría cosas que quería mejorar en
mí de la noche a la mañana, eso era obvio, no me gustaban las
confrontaciones y se me hacía difícil enfrentarme a los matones, pero no
permitiría seguir viviendo con miedo. No luego de conocer a alguien como
Patrick y vivir una noche como aquella.
—Willow —llamó mi acompañante al notarme abstraída en mis
pensamientos—. ¿Para dónde te fuiste?
Sus palabras me hicieron saltar como un resorte, de manera sistemática
comencé a recoger mis ropas y vestirme mientras decía:
—Patrick. No sabes cómo agradezco esta noche, podría asegurar que
ha sido una de las mejores de mi vida.
—¿Pero…? —preguntó preocupado.
—No hay peros, fue perfecta. Eres perfecto —aseguré girándome
hacia él para besarlo.
Aunque me besó apasionadamente, fue evidente que estaba
confundido. ¿Si no había peros por qué estaba recogiendo mis cosas?
Necesitaba una explicación, pero no podía dársela todavía, por lo menos no
hasta que solucionara un par de cosas.
—Tus palabras abrieron mis ojos de una manera que no puedes
imaginar —dije.
—¿A qué te refieres?
—Necesito hacer algo. Inmediatamente. No puedo esperar. No tiene
nada que ver contigo aunque fue gracias a ti que desperté de una pesadilla.
Gracias, un millón de gracias —dije besándolo de nuevo.
—Te vas —afirmó desorientado.
—Sí, debo irme. Pero espero verte mañana, ¿quieres verme mañana?
—Quiero verte todos los días —aseguró.
—Yo también. Te llamaré. Tengo que hacer unas cosas, pero te llamaré
mañana. ¿Atenderás mi llamada?
Patrick sacó una tarjeta de su pantalón para dármela al decir:
—Para llamarme debes tener mi número.
Yo reí con ganas y lo besé de nuevo.
—¿Nos vemos mañana? —ya le había dicho algo similar, pero quería
que supiera que hablaba en serio.
—Sí —dijo decepcionado de verme marchar.
Pero no me preocupé por eso. Era sincera en mis intenciones y sabía
que cuando nos encontráramos de nuevo, no tendría la sombra de Zack
sobre mí.
Parte 4
Eran las tres de la tarde del día siguiente cuando me encontré en aquel
café esperando por mi ex.
Estaba un poco nerviosa, pero las dos personas que me acompañaban
me daban la confianza que necesitaba para enfrentarlo.
Suspiré y sonreí al ver cómo el rostro de Zack se desfiguró al ver que
no estaba sola.
—Willow, ¿qué es esto? —preguntó furibundo.
—Siéntese, señor Agos —dijo Jason, el abogado que había contactado
para ese encuentro.
—No sé quién eres y no me interesa escucharte tampoco —replicó
Zack sin dejar de verme, inmediatamente me dijo—: ¿A qué juegas? Lo que
tengamos que hablar no es problema de nadie más.
—Se equivoca, señor Agos —habló Mattan, un detective de la policía
de Chicago.
Ser dueña de un bar me permitió tener unas conexiones valiosas que
no comprendí que tenía hasta la noche anterior. Los consideraba clientes,
pero en realidad eran personas que habían llegado a apreciarme y estaban
dispuestos a ayudarme.
—Raramente me equivoco, ¿señor…? —replicó Zack dirigiéndole una
mirada de desprecio a mis acompañantes.
—Detective Pine.
—¿Detective? —preguntó burlonamente.
—Sí —respondí por él. Luego señalé a Jason— Y este es mi abogado,
el señor Gardner.
—¿Con qué me emboscas con un policía y un abogado? —se indignó
Zack intentando contener su furia.
—Esta no es una emboscada, señor Agos —dijo Jason—. Estamos
aquí para informarle que no debe acercarse de nuevo a la señorita Watton.
—Solo ella puede decirme que no me acerque —replicó Zack de
manera soberbia.
—Mi abogado y la policía tienen la potestad de comunicarte lo que
quiero, pero si necesitas más instrucciones para mantenerte alejado, esta
orden de alejamiento debería ser suficiente —dije extendiéndole un
documento.
—Willow… —llamó suavizando su voz. No se esperaba que tomara
acciones legales e intentó manipularme con un tono condescendiente.
—Esta será la única advertencia que recibirá, señor Agos —amenazó
Mattan—. La próxima vez será arrestado.
—¿Arrestado por qué? ¿Por ver a mi novia?
—No soy tu novia —mascullé.
—Este es un asunto serio, señor Agos. Si se acerca a la señorita
Watton, tomaremos las medidas correspondientes —intervino Jason.
—Silencio, abogaducho, esto no te concierne, ¿tienes idea de quién
soy? —gritó mi exnovio.
Jason procedió a dictar el currículo de Zack con burla, indicándole que
sabía exactamente quién era, sus conexiones, y que eso no le serviría de
nada si me acosaba.
—Willow, ¿qué estás haciendo? Vamos a hablar —dijo mi ex
ignorando a quienes me acompañaban.
—No tienes nada que hacer aquí, Zack. Tu vida está en Washington.
Vete a vivirla —dije de manera tajante.
—No puedes evitar que venga a Chicago, puedo venir cuando quiera
—refutó furioso.
—Puede venir cuando quiera, señor Agos. Pero si se acerca a la señora
Watton, yo mismo lo arrestaré —afirmó Mattan.
—¿Bajo cuáles argumentos? Esa orden de alejamiento no resistiría una
apelación, es difamatoria.
—Pruébame —le dije entre dientes—. Cada mensaje tuyo, cada
manipulación y amenaza está en manos de las autoridades.
—¿Cuáles manipulaciones y amenazas? ¿Qué mentiras has dicho? —
acusó Zack perdiendo la paciencia una vez más.
—Señor Agos, las evidencias están en su contra. Esta mañana
conversé con varios conocidos suyos de Washington, y tenemos una copia
de todos los mensajes y notas de voz enviados a la señorita Watton antes de
que cambiara su número, le recomiendo que se mantenga alejado si no
quiere terminar en la cárcel —dijo Jason.
—¿En la cárcel por qué? ¿Por intentar hablar con mi novia? —
preguntó burlonamente.
—No soy tu novia —repetí.
—Por acoso y abuso emocional —replicó Jason—. No me busque,
señor Agos, porque me va a encontrar.
—¡Uy! ¡Qué miedo! —se burló Zack.
Mattan, impaciente, se puso de pie.
—Ya tiene la orden de alejamiento en sus manos, aléjese si no quiere
que lo arreste.
Vi el miedo en los ojos de mi ex aunque su postura intentaba indicar
otra cosa.
—Esto no ha terminado —masculló.
—Ha terminado, Zack. Para siempre —aseguré.
Jason y Mattan me acompañaron a mi casa ofreciendo quedarse un rato
conmigo, muy agradecida les dije que no era necesario.
Sabía que Zack intentaría evadir la orden, pero la ley estaba de mi
parte. Por muy astuto que fuera no tomaría acciones todavía, regresaría a
casa, se reuniría con un abogado, y cuando pretendiera contraatacar, yo
estaría mejor preparada, con evidencias, con declaraciones, contactaría a
testigos que presenciaron el abuso emocional que sufrí para que fueran mis
testigos, y si la vida me sonreía, para ese momento estaría junto a Patrick.
Mi cuerpo reaccionó de pies a cabeza al pensar en él, necesitaba
llamarlo y hablarle.
Era cierto que me dijo que siempre querría verme, pero quizás no
pensaba igual luego de que me marchara de la manera que lo hice sin dar
muchas explicaciones.
Con manos temblorosas le escribí un mensaje invitándolo a mi casa,
cruzando los dedos con la esperanza de que aceptara.
Reí como una loca enceguecida por la felicidad cuando aceptó y me
pidió la dirección. Entonces me acicalé y preparé entusiasmada y nerviosa,
no solo porque debía contarle mi situación con Zack, de quien hasta los
momentos solo había hablado con Nova, sino porque no estaba segura de
que lo de la noche anterior no había sido más que un espejismo. No sabía si
la intensidad de mis sentimientos era correspondida.
Mis dudas fueron disipadas en el momento que abrí la puerta. Se
abalanzó sobre mí para besarme, nuestro encuentro fue mucho más sexi que
la primera vez. Pensé que no podría dejar de reír de felicidad hasta que mis
risas fueron suplantadas por gemidos y muchos orgasmos.
Finalmente, desnudos en la cama, llegó el momento de explicarle lo
que había pasado.
Sin poder mirarlo a los ojos le hablé de Zack, le conté de una relación
que parecía ser perfecta hasta que dejó de serla, de cómo no supe cuánto me
controlaba y manipulaba hasta que murió su hermana y obtuvo la custodia
de su sobrina Grace, a quien utilizó como moneda de cambio para
manejarme a su antojo.
Patrick escuchó mis palabras con paciencia, en silencio, permitiendo
que me desahogara sin interrupciones.
Le hablé de cómo la noche anterior junto a él, sus palabras, habían
cambiado algo en mí que pensaba inalterable, que nuestra velada y sus
revelaciones me motivaron a tomar cartas en el asunto y que me fui
apresurada para coordinar el siguiente paso a tomar.
—¿Por qué no lo hablaste conmigo? ¿Por qué contactaste a Jason
Gardner? —masculló entre dientes.
No me sorprendieron sus palabras. Supuse que se iba a ofender, siendo
abogado pensaría que él debía ser mi elección lógica en vez de Jason, pero
ya tenía una respuesta preparada:
—Zack es la persona más furtiva que conozco, tarde o temprano
descubriría nuestra… ¿conexión? Entonces la utilizaría en nuestra contra,
aseguraría que el único motivo de la orden de alejamiento eran los celos de
un amante, e incluso, podría demandarte por difamación. Créeme, era mejor
no involucrarte.
—Pero he podido ayudarte, he podido asesorarte, he podido…
—¿Crees que Jason es un mal abogado? —pregunté consciente de que
se conocían, eran amigos y se respetaban.
—No, es un buen abogado, pero ese no es el punto. Yo también soy un
buen abogado, y me hubiera gustado ayudarte.
—Lo sé. Sé que me hubieras asesorado de la mejor manera. Pero esto
era algo que debía hacer sola, por mi cuenta. Consentí que Zack me
amedrentara por demasiado tiempo y necesitaba tomar acciones que me
permitieran recuperar el control que había perdido, sin ayuda, tomando mis
propias decisiones, ¿puedes entenderlo? —pregunté inclinándome sobre su
pecho para acercar mis labios a los suyos.
—Mi cabeza me dice que tienes razón, pero mi pene me dice que soy
un cavernícola que tiene que sacar su mazo y romperle la cabeza a quien te
haga daño.
Reí con ganas al oír sus palabras, no me lo esperaba. Para nada.
—¿Lo entiendes entonces? —insistí.
—Lo entiendo… pero, ¿te molesta que hable con Jason y Mattan?
—No me molesta… pero, ¿es necesario?
—Me gustaría estar bien informado, algo me dice que Zack tomará
represalias.
Lo pensé un par de segundos antes de contestar:
—Sé que lo hará, o más bien, buscará la manera de demostrar que la
orden de alejamiento es difamatoria o algo así, pero ya tengo varias
estrategias coordinadas con Jason. No quisiera involucrarte, es mi
problema, no quiero que sea el tuyo.
—Willow —susurró Patrick acariciando mis cabellos—. Si quieres que
Jason siga siendo tu abogado, te apoyaré. Pero quisiera ayudar, quiero
protegerte, no porque seas incapaz, o porque seas una damisela en peligro,
sino porque eso me daría paz a mí, ¿es muy egoísta de mi parte pedirte eso?
—No, no es egoísta —admití comprendiendo una parte de la ecuación
que había ignorado—. Zack descubrirá tu existencia, y querrá tomar cartas
en el asunto, debes estar preparado… Si quieres, claro. Si esto es demasiado
para ti, entendería si prefieres desentenderte, tengo un equipaje pesado
sobre mi espalda, es decir, Zack pesa bastante.
Intenté prepararme para su respuesta, porque, ¿quién demonios querría
vincularse con una mujer que tiene un exnovio obsesivo que busca
problemas?
—Soy fuerte, ¿sabes? —dijo sentándose. Entonces tomó mi rostro
entre sus manos al decir—: Puedo cargar mucho peso, aunque, Zack es peso
muerto, es pasado, algo que debe descartarse. Tu eres vida, luz, ligera,
perfecta para mí. Ese pendejo no es nadie y tú lo eres todo.
—¿Estás seguro? Zack va a fastidiar por un rato, por lo menos hasta
que se le agoten los recursos legales y sus contactos, si prefieres esperar…
—¡Ey! —protestó—. Tengo meses esperando por ti, ¿crees que quiero
seguir esperando? Quiero estar contigo, apoyarte, disfrutarte, besarte,
hacerte el amor cada vez que me lo permitas, pero si tu prefieres esperar,
seguiré esperando todo lo que necesites.
—¡No quiero esperar! —me apresuré a decir.
—Entonces no esperemos.
Una vez más nuestros besos hablaron por nosotros, entre gemidos de
placer pactamos la continuación de una relación que comenzó AQUELLA
NOCHE DE SAN PATRICIO, y que luego de sacudirnos un pasado
tormentoso, duró para toda la vida.

FIN.
¿Te gustó?
Primero que nada, quiero agradecerte por leer AQUELLA NOCHE
DE SAN PATRICIO. Si te gustó, me encantaría que publiques un
comentario sobre ella en Amazon o Goodreads; conocer la opinión de los
lectores es una de las principales motivaciones para seguir escribiendo.

También tengo publicadas otras historias, y si me permites sugerirte


una, te propongo AQUELLAS NOCHES DE ROMANCE, la antología de
relatos que celebra el amor en diferentes festividades anuales donde se
publicó inicialmente esta historia.

Aquí te dejo su sinopsis y la primera parte del relato, AQUELLA


NOCHE DE BESOS:

Sinopsis:

Ocho festividades, ocho parejas, ocho historias de amor.


El año está repleto de motivos para celebrar, pero el mejor de todos es
el encontrar a esa persona especial con quien compartir el resto de tu vida.
Acompaña a este grupo de protagonistas a encontrar esa razón para
festejar las fechas especiales de San Valentín, de San Patricio, del Beso, de
los Amantes de Libros, de la Nota de Amor, de Noche de Brujas, de Acción
de Gracias, y de Navidad, en esta antología de relatos de romance.

Parte 1 - AQUELLA NOCHE DE BESOS


—Ese arrogante, soberbio, engreído, altanero… —mascullé entre
dientes apretando los puños en un intento de controlar mi temperamento.
—Sabes que todos esos calificativos son sinónimos, ¿verdad?
Pegué un respingo al oír la voz de mi hermana.
—¡Charyn! ¡Por Dios! ¿No sabes tocar la puerta?
—Quizás deberías cerrar la puerta antes de despotricar en contra de
Finley —replicó con una sonrisa burlona en su rostro.
Apreté más mis puños hasta que mis nudillos se pusieron blancos para
no alzarle mi dedo del medio antes de replicarle:
—¿Por qué supones que Finley está remotamente cerca de mis
pensamientos? —pregunté mintiendo descaradamente. ¡Por supuesto que
estaba despotricando en contra de él!
Charyn cruzó sus brazos manteniendo su sonrisa presumida. Mi
hermana me conocía más que cualquier otra persona en el mundo.
De pronto cambió la expresión de rostro, y un gesto de derrota lo
cubrió por completo.
—De verdad lo intentamos, Caylin —dijo luego de un largo suspiro—;
y simplemente no funcionó. Creo que deberíamos considerar despedir a
Finley.
—Si eso es lo que quieres… —repliqué mordiendo mis labios.
¿Realmente quería despedirlo?
Es decir, era innegable que éramos agua y aceite. Cuando él veía
blanco, yo veía negro, pero uno de mis mayores atributos laborales era la
fidelidad a mis empleados. Cada uno de ellos fue contratado por sus
habilidades y se convertían en parte de la familia de CLICKCREATIVE. Y
aunque Finley Foster no me caía bien, no me parecía correcto dejarlo sin
trabajo por una cuestión de compatibilidad. ¿Era incompetente o solo me
caía mal?
—No es lo que yo quiera, Caylin; es lo que sea mejor para un ambiente
laboral sano… y tu salud mental —objetó mi hermana.
—¿Mi salud mental? ¿De qué demonios hablas, Charyn?
—Caylin —habló con esa voz condescendiente que me irritaba—. Es
obvio que odias a Finley. No sirve de nada que yo piense que es una pieza
perfecta para nuestra bien ajustada maquinaria. Cuando aplicó para el
puesto lo sentí como una señal del destino, necesitábamos a alguien
mientras te tomabas un merecido descanso…
—No vayas ahí —le advertí entre dientes.
—No estoy yendo a ninguna parte, Caylin. No hay nada de malo que
luego de trabajar como una demente adicta al trabajo durante tres años te
hayas tomado unas vacaciones. Conseguí a alguien de tu nivel…
—¿De mi nivel? ¿Me estás comparando con Finley? —le pregunté
indignada.
Charyn resopló frustrada antes de replicar:
—¿Me vas a dejar hablar?
Con un movimiento de mano hice el gesto de cerrar mi boca con una
cremallera y botar la llave.
—Fuimos afortunadas, lo quieras admitir o no. Finley Foster era un
gran pez de publicidad en Nueva York, tuvimos la grandísima suerte de que
estuviera buscando un trabajo aquí en Charlotte y que aceptara nuestra
oferta. Es talentoso, creativo…
—¿Y eso no te parece sospechoso? —la interrumpí de nuevo sin poder
contenerme—. ¿Que alguien con su «gran» reputación acepte un trabajo,
con menor paga, en una pequeña agencia de publicidad lejos de la
«fabulosa» Nueva York?
—No, Caylin, no. Cuando la vida da un regalo, no se cuestiona.
Una vez más me mordí la lengua para no decir palabras amargas. La
muerte de Thomas me había enseñado que la vida no era generosa conmigo.
—En fin —continuó hablando mi hermana—. Para mí, Finley es una
ganancia para CLICKCREATIVE, pero tu opinión cuenta, Caylin, y si no
hay manera de que podamos hacer que funcione entre ustedes, es mejor
dejarlo ir.
—Dices todo eso como si mi aversión por Finley fuera un capricho o
una intransigencia sin sentido de mi parte, y no como si él fuera alguien
prepotente que siempre se dirige hacia mí con sus constantes
machoexplicaciones e ínfulas de grandeza, corrigiendo cada una de mis
ideas o campañas, infiriendo que lo que hago no es suficiente y que sus
«notas» son necesarias para que la agencia funcione.
—¡Por Dios, Caylin! ¿Cómo puedes ser tan ciega y necia? Que alguien
opine y manifieste ideas distintas a las tuyas no quiere decir que te está
contradiciendo o menospreciando tu talento. ¿En qué momento Finley ha
insinuado que tu trabajo no es suficiente? El suyo es dar su opinión y
creatividad para que nuestras estrategias sean las mejores posibles, para que
juntos hagamos el mejor equipo publicitario del país, ¿por qué carajo tienes
que asumir que al hacer su trabajo está denigrando el tuyo?
—¿De verdad no te molesta su excesiva confianza? La manera cómo
se comporta es como si supiera todas las respuestas del universo y los
demás no sabemos nada —repliqué irritada.
—¿Preferirías compañeros de trabajo inseguros de sus ideas?
—No, pero sabes que no es a eso a lo que me refiero —porfié dudando
de mis propios pensamientos.
—¿Entonces a qué te refieres? Porque nadie niega tu valor, Caylin,
esta agencia cada vez consigue mejores clientes y mayor prestigio gracias,
en gran parte, a ti. Fuiste tú quien supo que ese pequeño pueblo de
California necesitaría de una agencia publicitaria luego del escándalo del
ataque de un cartel de drogas.
—Carmel-by-the-Sea —le recordé el nombre—. Y fue cuestión de
suerte, leí las noticias y supe que un pueblo turístico necesitaría ayuda para
recuperar la reputación de locación tranquila y atractiva para visitantes.
—No te subestimes, Caylin; tuviste visión, contactaste a las personas
indicadas y lograste una cuenta de varios millones de dólares al año.
CLICKCREATIVE se está convirtiendo en una de las mejores agencias de
publicidad del país y lo sabes. Fíjate ahora con la nueva franquicia de bares
en Chicago el alcance nacional que tendremos cuando se expandan…
—Eso no lo puedes contar cómo un aporte de mi parte. Estudiaste en
la universidad con Nova y Willow, y por eso manejaremos esa campaña.
—Ok… ¿Qué me dices de que ahora contamos con Aria, una de las
mejores diseñadoras de páginas web del mercado? Lo que nos ha dado una
efectiva herramienta para ofrecer mejores campañas. O que ahora tenemos
como cliente a la alcaldía de Charlotte, y que el evento del Día del Beso
será un éxito gracias a nosotros.
—Eso no tiene nada que ver conmigo, Charyn, y lo sabes. Fue Finley
quien consiguió a Aria porque la conocía, así como a la alcaldía de
Charlotte gracias a su participación en el marketing del evento del año
pasado del Día del Beso en Nueva York con la organización Muerde La
Manzana.
Charyn cruzó sus brazos de nuevo retándome a analizar nuestra
conversación. Supe exactamente lo que estaba haciendo, buscar que yo
misma entendiera que todos aportábamos algo a la agencia, juntos, tal y
como decía, nos hacíamos mejores apoyándonos en el otro. Pero no quería
conceder su punto y le sostuve la mirada en silencio hasta ella que decidió
romperlo.
—Me rindo —dijo alzando las manos en el aire—. Si no funciona, no
funciona. Como dije, creo que llegó el momento de dejar ir a Finley.
Apreté duro los labios, porque a pesar de mi aversión hacia él, no
podía negar que a veces tenía momentos de genialidad… Bueno, no. «A
veces» no era una apreciación justa, sus momentos asertivos eran bastante
seguidos, pero… es que esa actitud confianzuda escondida detrás de su
sonrisa manipuladora, era tan… ¡Ugh!
—Piénsalo, Caylin —añadió Charyn girándose para irse—.
Personalmente creo que los últimos tres meses han sido los mejores de toda
nuestra trayectoria, hemos ofrecido las mejores campañas y firmado a
grandes clientes, y eso se debe a esa loca competencia entre tú y Finley que
saca la mejor creatividad de ambos. Lamentablemente también saca tu peor
temperamento, así que tienes que decidir si tenerlo cerca te hace tan
miserable que es mejor deshacerse de él; o si terminas de madurar y aceptar
que juntos hacen un excelente equipo.
Vi a Charyn alejarse con ese andar seguro que tenía cuando estaba
confiada en que había dado en el clavo. Aunque me sulfuró muchísimo,
porque eso es lo que hacen las hermanas, tuve que concederle que me había
dado mucho sobre qué pensar.
Por unos minutos intenté descifrar los motivos por los que detestaba a
Finley Foster y si eran suficientes para que perdiera su trabajo. Me devané
los sesos buscando respuestas y las únicas que conseguí fueron que me caía
mal por su exceso de confianza, sus acertados comentarios que presumía
con una sexi sonrisa al compartirlos, su porte de modelo de revista que
hacía derretir… Un momento, ¿qué?
—¿Te vas? —preguntó Lucy, mi asistente, a las afueras de mi oficina.
Por su tono agudo, que por alguna razón desconocida para mí, ella lo
consideraba seductor, supe que se dirigía a Finley, «Finn», como lo
llamaban cariñosamente todos en la oficina.
—Sí, tengo que hacer algo antes de la fiesta, ¿nos vemos allá?
¿Qué demonios? ¿Por qué le preguntó a Lucy si se veían allá?
¿Estaban saliendo? ¿Por qué se va temprano a casa? ¿Acaso no sabe que
hoy es un día importante…? Interrumpí mis pensamientos cuando vi que
eran las seis de la tarde y tenía sentido que fuera a su casa a cambiarse o lo
que fuera. Además no era problema mío si mantenía algún tipo de relación
con mi asistente. No teníamos ninguna prohibición sobre las relaciones de
oficina, y si esos dos querían revolcarse… Sentí como una ira irracional
creció dentro de mí y se expandió por todo mi cuerpo.
«¿Qué demonios te pasa, Caylin?», grité en mi cabeza. «¿Por qué lo
odias tanto?».
No quise seguir pensando más en el asunto, así que tomando mi bolsa,
decidí irme a casa a dormir una siesta antes de tener que prepararme para
esa noche.
Normalmente era una maniática del control y debía supervisar hasta el
último detalle, pero en los últimos meses había aprendido a soltar más y
confiar en la efectividad de mi equipo de trabajo, además, necesitaba
desconectar mi mente por un rato.
—¿Te vas? —preguntó mi asistente al verme frente a su escritorio.
No pude evitar comparar la manera cómo me hizo la pregunta a mí,
aunque había un poco de sorpresa en su tono, a diferencia de cómo se
dirigió a Finley.
—Sí, ¿está todo listo? —respondí secamente aunque no era mi
intención dirigirme de esa manera a Lucy. Era inteligente, eficaz y la mejor
empleada que cualquiera pudiera soñar.
Ella procedió a tomar su famosa libreta de anotación y repasar el
listado de todo lo necesario para la fiesta de la noche, demostrando, una vez
más, que no se le escapaba nada.
Todo apuntaba a que el evento sería un éxito.
Buscando repetir los resultados alcanzados en la ciudad de Nueva York
el año anterior con su batida de récord de mayor cantidad de personas
besándose al mismo tiempo, el alcalde de Charlotte decidió planificar algo
similar.
Desde el principio supo que no alcanzaría a reunir al mismo número de
personas, ni siquiera remotamente similar, a las de la Gran Manzana, por lo
que la meta nunca fue la cantidad de participantes, sino crear un ambiente
romántico para que los turistas quisieran visitar la ciudad y así disfrutar de
una gran variedad de pequeños eventos que culminarían ese día en el
Parque Romare Bearden, donde se ofrecería un festival de música que
terminaría con «El momento de besos», donde se invitaría al público a
besarse.
Charyn tuvo la grandiosa idea de organizar una fiesta en la recién
inaugurada tercera planta del Restaurant Haymaker, que quedaba frente al
parque, y que permitiría una vista ideal para disfrutar el espectáculo. El
alcalde, su equipo más cercano, celebridades y figuras prominentes,
formaban parte de la lista de invitados.
Aunque el festival había comenzado a las cinco de la tarde, al igual
que la fiesta, «El momento de besos» estaba pautado para las diez de la
noche, por lo que la directiva de CLICKCREATIVE entre otros, habían
decidido aparecer entre ocho y nueve.
Ese fue el motivo por el que consideré que sería una buena idea
tomarme un par de horas en casa antes de tener que presentarme en una
fiesta a la que realmente no quería ir.
No recordaba la última vez que hubiera asistido a algún evento social
que no estuviera relacionado con el trabajo desde la muerte de Tom.
Bueno, esta fiesta por el Día del Beso estaba vinculada con nuestra
campaña, si hubiera querido faltar, como lo había hecho otras veces,
hubiera podido. El problema estaba en que mi querida hermanita había
organizado una variedad de actividades para amenizar al ambiente y debía
dar el ejemplo y formar parte de ellas.
Sí. Una siesta era lo que necesitaba para reunir fuerzas para aguantar la
velada.

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