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Si nos ponemos a pensar en lo que significa esperar, lo primero que vemos es que la
espera necesita paciencia. Cuando esperamos en Dios, nos movemos en el tiempo de
Dios. Esta es una de las cosas más importantes, el esperar en Dios, hace que entremos
en Su tiempo.
Lo que nos asegura estar caminando en el propósito que tenemos en Dios, es el nosotros
estar en Su tiempo. Automáticamente salimos del tiempo de Dios, también lo hacemos
de Su propósito.
Uno de los problemas que tenemos como creyentes, es la impaciencia. Queremos las
cosas cómo queremos y cuándo las queremos, y las cosas son cómo Dios dice y cuándo
Él dice. Si queremos aprender a esperar en Dios, tenemos que aprender a lidiar con la
paciencia.
El mundo nos enseña que todo debe ser rápido y de forma agresiva, y esto es un
problema, porque así queremos las cosas en la iglesia.
Eclesiastés 3:1 (RV1960) “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del
cielo tiene su hora”.
Las cosas no son a nuestra manera ni en nuestro tiempo. Las cosas ocurren en Su
tiempo.
Aquí empieza uno de los grandes tratos de Dios con el hombre: el entrarnos en Su
tiempo y en Su forma de hacer las cosas. Este problema viene por el espíritu de
independencia, de hacer las cosas a nuestra manera y no a la manera de Dios. Es por
esto, que tenemos tantos conflictos y problemas, es por esto, que desmayamos y nos
cansamos, cuando hacemos esto, perdemos las fuerzas.
Si nosotros oramos, pero no tenemos el tiempo para esperar en Dios, nuestra oración es
vana.
Isaías 40:28 (RV1960) “¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el
cual creó los confines de la tierra? No desfallece, ni se fatiga con cansancio, y su
entendimiento no hay quien lo alcance”.
Dios quiere que sepamos esperar en Él con el entendimiento de quién es Él. Porque en
Dios no hay tiempo, Él es eterno, Él es un presente ahora.
Cuando creemos estar esperando, ya Dios nos lo está dando. El hecho de que no veamos
físicamente lo que estamos esperando, no quiere decir que Dios no nos lo está dando.
Versículos 29 -31: “El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene
ningunas. 30 Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; 31 pero
los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas;
correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán”.
Cuando empezamos a luchar con Dios, tarde o temprano nos quedamos sin fuerzas. No
hay algo que quite más las fuerzas, que la duda; y la impaciencia va de la mano con la
duda. Todo aquel que es impaciente, también tiene dudas.
La Palabra nos enseña que cuando nos cansamos y desfallecemos, somos inmaduros. Si
nos cansamos y tiraos la toalla, porque llevamos un tiempo orando sin recibir respuesta,
estamos demostrando inmadurez.
Viene un nuevo tiempo a tu vida y hasta que no lo veas, no puedes desmayar ni dejar de
luchar.
Si buscas una característica de un hombre creyente espiritual maduro, éste siempre está
esperando en Dios y no demuestra desesperación ni impaciencia, se encuentra firme; y
es que sin importar que el cielo se les esté cayendo, se mantienen firmes por una palabra
rhema dada a sus vidas.
En cambio, los inmaduros espirituales son los que desesperan por no ver el
cumplimiento de su promesa. Cuando se van nuestras fuerzas, porque esperamos en
nuestro tiempo, matamos la promesa que Dios nos ha dado. Esto es peor, porque en vez
de luchar para vivificar esa palabra, tendrás que luchar para resucitarla. No es lo mismo,
el luchar para mantener algo con vida, que lucha por resucitar algo que dejaste morir
porque no luchaste y desmayaste.
Para esperar en Dios, necesitamos tener todas estas virtudes, ser sumisos y obedientes,
tener amor y fe, y hasta dominio propio. Dios nos dará las cosas conforme estemos por
dentro. Le entregamos nuestra vida a Dios, pero no queremos depender de Él, porque
decidimos por nuestra cuenta y queremos las cosas cuándo las queremos.
También Satanás quiso las cosas fáciles. Y todos los impacientes son iguales, quieren
las cosas sin luchar, a ellos no les gustan los procesos, prefieren brincar las cosas. Los
que esperamos en Dios, sabemos que hay cosas que no podremos cambiar.
El esperar en Dios no asegura que Él cambiará las cosas, porque Él no tiene que hacer el
cambio solamente para darte un gusto. Debemos seguir orando para que Dios nos
cambie a nosotros y en el proceso, así lo hagan nuestras circunstancias. Siempre habrán
cosas que Dios cambiará, otras que no y otras por las que habrá que esperar. Más los
que esperamos, sabemos que renovaremos fuerzas y no nos cansaremos.
Cuando intentamos cambiar las cosas, nos agotamos y nos cuesta salir adelante.
Analízate a ti mismo, mira el tiempo que llevas en la iglesia y cuánto has cambiado
desde entonces. Si no decides hacer el cambio, Dios no lo hará por ti.
Por hacer las cosas con nuestras fuerzas, son muy pocos los que cumplen su propósito
en la iglesia. Esperar en Jehová es entrar en Su kairos, que significa Dios haciendo y tú
recibiendo. Y sucede que aunque ores, no recibes, porque desmayas en la oración.
El primer principio para esperar en Dios es que tenemos que ser tercos en Dios.
Hasta que veamos el cumplimiento, debemos seguir y perseverar. Si Dios te dijo que era
una persona, y esa persona no fue, puede ser lo el primo, el hermano o el vecino, pero
debes creer que hay algo tuyo ahí.
Si no era tuyo, tu insistencia en Dios debe hacer que se vuelva tuyo. ¡Insiste y haz lo
que Dios dice que tienes que hacer!
Tenemos que perseverar porque es más difícil resucitar algo que mantenerlo con
vida.
Leví la recibió cuando estaba en los lomos de Abraham, si no la ves en tu vida, la verás
en tus hijos o en tus nietos.
Aquellos que hacen las cosas en el tiempo de Dios, no tienen nada de egoístas, piensan
en generaciones.
A parte de orar y hacer sacrificio, silicio, hay algo que no puede faltar, y se llama
memoria. Nunca te olvides de lo que Dios te ha prometido. La Palabra que tienes de
Dios es lo que te sostiene; cuando recibes una palabra profética, no mires al hombre o a
la mujer de quien la recibiste, mira al Dios Eterno.
Dios no avisa cuando cruza la línea del tiempo, por eso no lo hace cuando te llega un de
repente. Cuando Dios nos entrega algo, lo saca de la eternidad, pero nosotros debemos
estar en Su tiempo para poderlo recibir. Debemos estar conectados a Su tiempo, porque
si no lo estamos, cuando la bendición salga, no caerá sobre nosotros.
Todo aquel que espera en Dios, lleva en él, ingredientes de obediencia y sumisión.
Génesis 22:1-16 (RV1960) “Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a
Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí. 2 Y dijo: Toma ahora tu hijo,
tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto
sobre uno de los montes que yo te diré. 3 Y Abraham se levantó muy de mañana, y
enalbardó su asno, y tomó consigo dos siervos suyos, y a Isaac su hijo; y cortó leña
para el holocausto, y se levantó, y fue al lugar que Dios le dijo. 4 Al tercer día alzó
Abraham sus ojos, y vio el lugar de lejos. 5 Entonces dijo Abraham a sus siervos:
Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y
volveremos a vosotros”.
¿Qué habrá pensado Abraham durante esos tres días de camino? Habrá dicho para sí,
¿me diste un hijo y ahora me lo quitas? ¿Iría Abraham cuestionando a Dios?
Muchos quieren ponerse en el lugar de Isaac, pero nadie quiere ponerse en el lugar de
Abraham. Abraham tuvo fe y nuca vio a su hijo sacrificado; a su siervo le dijo:
´espéranos aquí que volveremos´. Abraham siempre vio al Dios proveedor.
Yo creo que Abraham tenía una antítesis, que si su hijo moría, Dios lo resucitaría.
Muchos nos impacientamos y desesperamos cuando vemos que otros van delante de
nosotros, creciendo y desarrollándose más que nosotros mismos.
Proverbios 30:5 (RV1960) “Toda palabra de Dios es limpia; Él es escudo a los que en
él esperan”.
Salmos 37:23-24 (RV1960) “Por Jehová son ordenados los pasos del hombre, y él
aprueba su camino. 24 Cuando el hombre cayere, no quedará postrado, porque Jehová
sostiene su mano”.
Al tiempo de Dios no podemos entrar con todo lo que cargamos a cuestas, Dios tendrá
que quitarnos cosas que no nos permiten entrar a Su presencia. Entrar en Su tiempo es
entrar en Su presencia.
Dejemos de luchar con Dios, no intentemos ganarle el pulso. Debemos cambiar y entrar
en el nuevo tiempo que Él ha hablado. Tenemos que saber esperar en Dios. Todo lo que
Él nos da viene con un propósito de promesas.