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http://eltamiz.com/esas-maravillosas-particulas/
2007/09/02
Esta serie está dedicada a estudiar las partículas subatómicas más importantes (fundamentales o no), desde su
descubrimiento y otros aspectos históricos (como el origen del nombre), hasta sus características más importantes y su
presencia en el Universo.
Esta serie está activa. Esto quiere decir que siguen añadiéndose artículos a la serie, y que no está completa. Si quieres
utilizarla como referencia, ten en cuenta que lo que quieres saber puede no haberse escrito aún.
átomo en ese tiempo. Pero los científicos han conseguido, haciendo colisionar partículas a grandes energías, producir
quarks “top” y luego detectar las partículas en las que éstos se desintegran, de modo que es bastante seguro que el quark
estuvo allí.
Los quarks son parte del Modelo Estándar de partículas elementales, aunque hay extensiones del modelo que piensan
que…¡están compuestos de partículas más pequeñas! Pero, por ahora, centrémonos en la teoría más ampliamente
aceptada, que dice que son partículas fundamentales.
Existen seis quarks diferentes, a los que se han dado nombres arbitrarios: up, down, strange, charm, top y bottom, y
por supuesto, sus seis antipartículas (una por cada quark, antiup, antidown…). Tres de ellos (up, charm y top) tienen carga
+2/3, y los otros tres (down, strange y bottom) tienen carga -1/3. De este modo, si se tienen, por ejemplo, dos quarks up y
uno down, la carga de la partícula resultante será 1, y si se tienen un up, un strange y un bottom, la carga resultante será
nula, etc.
Sin embargo, todos los quarks tienen espín 1/2, es decir (si recuerdas la entrada del electrón), sonfermiones. Dicho de
otra manera, son partículas “individualistas” que no pueden estar en un mismo estado cuántico. Sin embargo, hay
partículas compuestas, como el protón, que tienen dos quarks up con la misma carga y el mismo espín…todo es igual, lo
cual es imposible.
Los físicos dedujeron de esto que existe otro número cuántico más, es decir, otra propiedad de las partículas, que puede
tener tres valores. Llamaron a esta nueva propiedad color, y a los tres posibles valores rojo, verde y azul (porque
sí…recuerda la arbitrariedad de la carga, esto es lo mismo). De ese modo, un protón puede tener dos quarks up, pero de
diferentes “colores”. Por cierto, esto de los colores (que, desde luego, no tiene nada que ver con los colores de verdad) es
lo que da parte de su nombre a la cromodinámica cuántica. El “color” es además el que hace que los gluones tengan a los
quarks, dentro de un protón o un neutrón, unidos unos a otros.
Si recuerdas el artículo del electrón, esa partícula era un leptón - no está compuesta por quarks y, por lo tanto, no tiene
color. De modo que los electrones no son afectados por los gluones y no sienten la fuerza nuclear que une a protones y
neutrones en el núcleo.
De manera que: los quarks son fermiones que siempre se encuentran asociados, no pueden estar solos. Como ya dijimos
al hablar del protón, todas las partículas formadas por quarks se denominan hadrones. Existen dos maneras conocidas de
combinar quarks, es decir, dos tipos de hadrones: o se tienen dos juntos, o se tienen tres juntos.
Como el espín de los quarks es siempre 1/2 (dirigido hacia “arriba” o hacia “abajo”, o +1/2 y -1/2), entonces puedes entender
que cualquier partícula con tres quarks va a ser un fermión, porque sumando y restando 1/2 tres veces puedes tener -3/2,
-1/2, 1/2 o 3/2, pero nunca un número entero. Estas partículas formadas por tres quarks, que siempre van a ser fermiones,
se denominan bariones. ¿Recuerdas al protón y sus tres quarks?
Por otro lado, cualquier partícula formada por dos quarks va a tener un espín de -1, 0 o 1 (pues sumando o restando 1/2
dos veces, nunca puedes tener una fracción), es decir, va a ser un bosón. Estas partículas formadas por dos quarks,
siempre bosones, se denominan mesones. Puesto que los quarks “sienten” todas las fuerzas fundamentales, los hadrones
también las sienten, aunque algunos de ellos (como el neutrón) pueden tener una combinación de quarks tal que no se
vean afectados, de manera neta, por alguna de ellas.
De modo que los hadrones (es decir, las partículas compuestas por quarks) pueden ser bariones (formadas por tres quarks
y por lo tanto fermiones, como los protones y los neutrones) o mesones (formados por dos quarks y por lo tanto bosones).
Y podemos “ver” todas estas partículas, pero no los quarks de los que están compuestas, al menos por ahora.
Ya que hemos hablado de los quarks, seguiremos la serie con otra partícula compuesta por ellos (otro hadrón): el neutrón.
De vuelta a partículas más “de andar por casa” después de este paréntesis “quarkiano”.
Esta aparentemente minúscula diferencia hace que las dos partículas “hermanas” se comporten de formas muy distintas:
recuerda que la carga del protón era +2/3 +2/3 -1/3 = +1. Pero como el neutrón tiene up/down/down su carga es +2/3 -1/3
-1/3 = 0. No tiene carga - no porque no haya nada con carga en él, sino porque las cargas que hay en su interior se
anulan.
Esta neutralidad de carga es lo que hizo que el neutrón tardase unos años más en ser identificado que el protón (que fue
descubierto en 1918 por Rutherford). Fue James Chadwick (físico inglés), en 1932, quien identificó las partículas
desconocidas pero ya observadas por otros como Walther Bothe, Irène Joliot-Curie y Frédéric Joliot. De acuerdo con
Chadwick, eran algo así como protones de carga neutra (lo cual, por otro lado, no es una mala descripción), de modo que
se denominaron neutrones.
Los neutrones sufren las cuatro fuerzas fundamentales del Universo, como los protones: a pesar de no tener carga neta,
tienen un momento magnético lo mismo que el protón, de modo que sufren la fuerza electromagnética, la nuclear fuerte,
la débil y la gravitatoria. Sin embargo, la fuerza más importante para los neutrones es la fuerza nuclear fuerte, la que
mantiene a los quarks unidos en su interior y une a los neutrones con otros neutrones y con los protones en el núcleo de
los átomos: puesto que los protones y neutrones son los que forman los núcleos, a las dos partículas “hermanas” se las
denomina nucleones.
Sin embargo, como ya dijimos hablando del protón, él es el realmente importante en el núcleo. El neutrón, al no tener
carga, no convierte a un elemento en otro: añadir un neutrón al hidrógeno no lo convierte en otra cosa, sigue siendo
hidrógeno, aunque tenga propiedades un poco diferentes (por ejemplo, es más pesado). Los átomos de un elemento con
diferente número de neutrones se denominan isótopos. Algunos isótopos no son estables, como el Carbono-14, de modo
que se usan para medir fechas.
Pero existe otra diferencia entre el protón y el neutrón: dependiendo de qué combinación de quarks forma un hadrón, éste
puede ser más o menos estable. Por ejemplo, ya dijimos que un protón libre podría no ser estable, pero de ser inestable
su vida media probablemente es mucho mayor que la edad actual del Universo.
Sin embargo, debido a la combinación de quarks que forman el neutrón, un neutrón libre (no asociado al núcleo de un
átomo) tiene una vida mucho más corta: unos 15 minutos. Ésa es la razón de que puedas encontrar muchos protones
libres en el Universo (núcleos de hidrógeno sin el electrón), pero es muy difícil ver neutrones libres más de unos minutos.
Cuando un neutrón se desintegra, lo hace en un protón, un electrón y un antineutrino (del que hablaremos en alguna otra
entrada).
Debido a que un neutrón libre sólo permanece como tal durante un cuarto de hora, es difícil disponer de ellos (a diferencia
de otras partículas): hay que generarlos según se necesitan. La mayor parte de ellos se obtienen de reacciones nucleares
espontáneas de elementos radiactivos, que sufren la fisión de forma natural (como el polonio o el radio), emitiendo
neutrones en el proceso.
¡Y los neutrones libres son muy peligrosos! De hecho, es uno de los productos de la desintegración radiactiva más
peligrosos que hay. Piensa que otras partículas emitidas en las reacciones nucleares, como los electrones, aunque son
peligrosas, son fáciles de parar. Las partículas cargadas, en cuantro entran en contacto con un medio material más o
menos denso, empiezan a desviarse (debido a la fuerza eléctrica), a ionizar átomos arrancando electrones que se llevan
parte de la energía y se mueven en otra dirección, etc. Es decir, la energía de esas partículas se disipa relativamente
rápido.
Por eso, si vas a estar en un lugar en el que puede haber emisión de protones o electrones, un recubrimiento de plomo es
una protección muy buena. De hecho, al ser un metal también absorbe muy bien los fotones, de modo que protege contra
muchas clases de emisiones radiactivas (alfa, beta y gamma). Pero, _¿y los neutrones? _
Al ser neutros, la única manera de que pierdan su energía es que choquen de cabeza con el núcleo de otro átomo. Por lo
tanto, la protección contra neutrones requiere un espesor relativamente grande: y además, la masa atómica del núcleo de
los átomos no influye mucho en su capacidad para pararlos, pues los núcleos son tan minúsculos comparados con el
espacio entre ellos que un aumento de tamaño (por ejemplo, plomo en vez de hidrógeno) apenas influye. La mayor parte
de los escudos contra neutrones son paredes espesas de cemento o parafina.
Por supuesto, la mayor parte de los neutrones que puedan llegar a tu cuerpo te atraviesan, pero tú también actúas de
“escudo”: y cuando un neutrón golpea el núcleo de un átomo de una base nitrogenada de tu ADN…bueno, las
consecuencias pueden ser muy desagradables, salvo que la dosis no sea muy intensa y sea breve, y además tengas
suerte.
Es decir, que los neutrones son partículas algo anodinas cuando están en el núcleo de un átomo, pero si están libres tienen
una vida relativamente corta y que puede ser peligrosa….y todo por tener un quark down en vez de uno up.
Una vez hemos hablado del electrón, el neutrón y el protón, como puedes ver hemos acabado con las partículas que
componen la materia corriente. Pero hay muchas otras de enorme interés pero menos comunes - por el hecho de ser
inestables o por el de ser indetectables, o por el hecho de no formar materia sino ser las responsables de interacciones.
En la próxima entrada hablaremos del primerbosón de la serie, probablemente el más famoso - el fotón.
La razón de que dediquemos un artículo a un grupo de partículas y no a una en especial es que, por un lado, todos los
hiperones tienen ciertas cosas en común de las que preferimos hablar en esta entrada y, por otro, varios de ellos son aún
relativamente desconocidos, de modo que no sabemos demasiado sobre ellos. Estamos ya en la zona de Esas
maravillosas partículas en la que rozamos la frontera de nuestro conocimiento de las partículas subatómicas.
¿Qué son los hiperones? Recordarás, espero, la anterior entrada acerca del kaón (si no la recuerdas, o no la has leído,
deberías hacerlo antes de seguir con este artículo), en la que hablamos acerca de esa misteriosa propiedad, la extrañeza,
similar a la carga o la masa, que poseían algunas partículas (las que contenían el quark strange o su antiquark). Bien, los
hiperones son bariones que contienen, al menos, un quark extraño (strange o antistrange) pero no tienen
quarks charm, top ni bottom (es decir, están compuestos de quarks “normales” y “extraños”).
Como, aunque hemos hablado de estos términos anteriormente en la serie, tanto nombre probablemente te hace pitar los
oídos, recordemos brevemente: las partículas formadas por quarks se denominan hadrones, y se ven afectadas por la
fuerza nuclear fuerte (de modo que pueden, por ejemplo, formar núcleos atómicos). Hay dos tipos de hadrones, los
mesones (formados por dos quarks, que son bosones) y los bariones (formados por tres quarks, que son fermiones). Bien,
los hiperones son “bariones extraños”, de modo que están formados por tres quarks, como el protón o el neutrón - pero
con una diferencia fundamental.
Tanto el protón como el neutrón estaban formados por quarks up y down, de primera generación y, por lo tanto,
relativamente estables. Pero, en el caso de los hiperones, al menos un quark es un quarkstrange, de modo que los
hiperones tienen, además de carga y masa, extrañeza. Y, al ser el quarkstrange de segunda generación, los hiperones
son todos muy inestables: por eso no has visto ninguno.
De hecho, los hiperones tienen todos vidas medias bastante cortas, de entre unos 10 -10 y 10-8segundos (salvo alguna
excepción), de modo que no pueden formar parte de la materia normal: se forman cuando colisionan partículas muy
energéticas y desaparecen bastante pronto. No tan pronto, generalmente, como cabría esperar: como recordarás de la
entrada del kaón, la extrañeza debe conservarse salvo en las interacciones nucleares débiles, de modo que (salvo que el
hiperón formado se encuentre con otro de extrañeza opuesta a la suya) pasa bastante más tiempo del que cabría esperar
hasta que un hiperón se desintegra. Sí, 10-8 segundos es muy poco tiempo, pero es billones de veces más de lo que sería
si no fuera por la extrañeza.
Estas partículas empezaron a descubrirse relativamente tarde, a finales de los años 40, debido a su corta vida media.
Podríamos decir que hay tres grupos de hiperones: los que tienen dos quarks “normales” y uno extraño, los que tienen uno
normal y dos extraños, y los que son completamente “extraños”.
Con un quark strange y dos quarks normales (up y down) existen tres posibilidades: down-down-strange, up-up-
strange y down-up-strange. Estos tres hiperones son los hiperones sigma, y son representados con esa letra griega, Σ.
Sin embargo, curiosamente no son los tres iguales: los dos primeros (Σ+ y Σ-) tienen una vida media normal para un hiperón
(unos 10-10 segundos), pero el hiperón neutro del trío, el tercero (Σ 0) es extraordinariamente inestable: en sólo 10-
20 segundos se desintegra en un fotón y otro hiperón compuesto por los mismos tres quarks que él (up-down-strange) pero
con menos masa (el exceso de masa se lo lleva, en forma de energía, el fotón liberado). Por eso suele decirse que Σ0 es
una forma excitada del hiperón en el que se desintegra, denominadolambda, Λ0.
Desde luego, Λ0 tampoco es estable, y desaparece a su vez en 10-10 segundos, pero es mucho más estable que Σ0. Todos
estos hiperones se desintegran, tarde o temprano, en piones, fotones y neutrones - y, como recordarás, los piones tampoco
son estables, de modo que la cosa no se para ahí, sino que hay más desintegraciones en poco tiempo.
Los hiperones con dos quarks extraños son, lógicamente, dos: el strange-strange-up y el strange-strange-down. Ambos
son denominados con la letra griega xi, y son el Ξ0 y el Ξ- respectivamente. Estos dos hiperones se desintegran en un
hiperón Λ0 y un pión, los cuales a su vez se desintegran en otras partículas.
De hecho, hay otras partículas Ξ además de estas dos (aunque no hablemos de ellas aquí, por no tratarse de hiperones),
y les ocurre algo parecido: se desintegran en partículas inestables, que se desintegran en partículas inestables, que… ¡es
como una cascada de desintegraciones! A toda la familia Ξ se las denomina partículas
cascada, debido a esto. Por cierto, la última de ellas (Ξ -b, compuesta por los
quarks strange-bottom-down) ha sido observada por primera vez este mismo año en
el Fermilab. Es la primera partícula subatómica observada que tiene un quark de cada
familia.
Finalmente, la partícula más “extraña” de todas las que conocemos: la que está compuesta
exclusivamente por quarks strange: la partícula Ω-, representada con la letra griega omega.
Existe otra partícula omega, la Ω0c, pero ésa tiene un quark charmed, de modo que no es
un hiperón. La importancia de Ω- es que su descubrimiento supuso el triunfo absoluto de la
denominada Óctuple Víade Murray Gell-Mann.
Estructura de la partícula Omega. Crédito: Wikipedia (GPL)
Gell-Mann (quien, como recordarás, es prácticamente el “padre” de los quarks) organizó las partículas formadas por quarks
en una serie de octetos y decenas, colocándolas en ellos de acuerdo con determinadas simetrías. Aunque no vamos a
extendernos aquí acerca de la Óctuple Vía, sí es muy interesante el hecho de que, de acuerdo con sus reglas y los
conjuntos de partículas que predice, es posible determinar las características de una partícula a partir del resto en su
grupo. Por ejemplo, cuando Gell-Mann propuso su teoría, un grupo de partículas que deberían ser diez estaba incompleto:
sólo había nueve.
En 1962, Gell-Mann utilizó las simetrías del modelo para predecir cómo debería ser esa partícula: su masa, su carga, su
extrañeza… Dos años más tarde, en 1964, se descubrió Ω- y se midieron sus características. Gell-Mann había clavado
absolutamente todas con su modelo. De modo que Ω- supuso el triunfo del modelo quark y la Vía Óctuple. ¿Puedes
imaginar cómo se sentiría el físico cuando le dijeron que había acertado de pleno? Por cierto, en 1969 recibiría el Premio
Nobel por su trabajo en este campo.
Curiosamente, aunque todos los hiperones, como hemos dicho, son inestables, su vida media es suficientemente larga
como para formar núcleos atómicos durante cierto tiempo (bien, no llega a una millonésima de segundo, pero algo es algo).
Estos “núcleos extraños” se denominanhipernúcleos, y fueron observados por primera vez en 1952. Hasta ahora hemos
visto hipernúcleos que contienen protones, neutrones y partículas Λ0 y Σ.
Después de dedicar esta entrada a fermiones, es decir, componentes de la materia (aunque, como hemos visto, no durante
mucho tiempo), dedicaremos el próximo artículo de la serie a un bosón, y el responsable de una de las interacciones
fundamentales del Universo: el gluón.
Esas maravillosas partículas - El gluón. 2007/10/18
Continuamos hoy nuestro recorrido por el mundo de las partículas subatómicas con la serie Esas maravillosas partículas.
Si has seguido la serie desde el principio (y, si no es así, deberías empezar con el primer artículo sobre el electrón, pues
hay conceptos que se han ido introduciendo a lo largo de la serie y damos por sentado ahora), recordarás que los hadrones
-las partículas formadas por quarks- sentían la interacción nuclear fuerte, mientras que otras partículas no.
quieren, pues, calcular cuántas posibles combinaciones de partículas pueden producirse por la desintegración de un bosón
de Higgs, y con qué probabilidad se produce cada una de esas combinaciones. Si se detectan esas combinaciones de
partículas en el LHC y con una frecuencia similar a las probabilidades predichas, será muy probable que se haya
“observado” un bosón de Higgs. Los sensores del LHC registrarán datos a un ritmo de unas 10.000 copias de la
Enciclopedia Británica por segundo durante los experimentos, que los científicos analizarán para tratar de descubrir el
bosón de Higgs escondido en ellos, si es que está ahí.
Así que puede que la noticia de la detección de esta partícula tan fascinante no sea inmediata, sino que es posible que se
anuncien observaciones compatibles con ella, que los científicos vayan calculando probabilidades y combinaciones y, poco
a poco, la comunidad científica se vaya convenciendo de que se ha “visto” un bosón de Higgs. También es enteramente
posible que no se vea absolutamente nada, que los patrones de partículas producidas en el LHC sean completamente
incompatibles con la teoría de Higgs y que haya que buscar otras alternativas (hay físicos que no creen que el campo de
Higgs exista). Muy probablemente lo sepamos, en uno u otro sentido, en unos cuantos años… salvo que el LHC destruya
la Tierra como dicen algunos (va a ser que no).
Actualización el 4 de julio de 2012: El CERN ha publicado la posible confirmación de la existencia del bosón de Higgs.
Como dije al escribir este artículo, se trata de una convicción gradual y cautelosa de que el bosón existe, pero todo tiene
muy buena pinta. Puedes leer sobre ello aquí.
Al dividir por tres, el número bariónico del protón es B = 1, mientras que el del antiprotón es -1. De este modo, es posible
hacer chocar un protón con un antiprotón (B total = 1 - 1 = 0) y obtener partículas con B = 0, como electrones o fotones.
Pero un solo protón, al tener B = 1, nunca podrá desintegrarse en “cosas que no sean bariones”, pues B tiene que seguir
siendo 1. Dicho en términos más simples: un barión no puede convertirse únicamente en cosas que no son bariones ni al
revés.
De modo que, si hubo un tiempo en el que no había bariones, es lógico pensar que en el Universo en total, si sumamos
todos los números bariónicos deberíamos obtener un 0 como una catedral. Por ejemplo, si hay una barbaridad de protones,
debe haber una barbaridad exactamente igual de antiprotones, para que B total = 0. Pero esto no es así ni en broma.
De hecho, apenas hay antimateria en el Universo comparada con la materia –salvo que, por supuesto, no hayamos podido
detectarla por alguna razón–. Por cierto, esto no requiere que en el instante inicial hubiera muchos protones y muy pocos
antiprotones, con un poquito de desequilibrio basta: si los pares protón-antiprotón generados se aniquilasen al principio, el
pequeño exceso de materia “normal” que quedaría podría haberse convertido en toda la materia que vemos hoy en día.
Sólo hace falta que existieran 10.000.000.001 protones por cada 10.000.000.000 antiprotones para que la relación
materia/antimateria/radiación que observamos hoy sea como es. Pero 10.000.000.001 ≠ 10.000.000.000, y las leyes de
conservación en física no son “más o menos”.
Esta asimetría inicial entre materia y antimateria, que posiblemente produjo los bariones que vemos hoy (y que haya tan
pocos antibariones) se denomina bariogénesis, y es muy difícil de explicar si se acepta la conservación del número
bariónico. Es decir, hay dos opciones:
• El número inicial de bariones y antibariones no era el mismo en el origen del Universo. B ≠ 0 desde el principio.
• El número bariónico no se conserva. B = 0 al principio, pero ahora B ≠ 0.
Lo mismo sucede con el número leptónico L, que se define de manera parecida a B, como la resta del número de leptones
menos el número de antileptones:
Así, un fotón (L = 0) puede dar lugar a un par electrón/positrón (L = 1 y L = -1, luego L total = 1 - 1 = 0). Pero, una vez más,
si L = 0 en el Big Bang, ¿por qué hay tantos electrones y tan pocos positrones? Y si L ≠ 0 en el Big Bang, ¿por qué no se
conserva L desde antes del Big Bang, cuando no había leptones ni antileptones?
Existen muchas posibles explicaciones de la bariogénesis/leptogénesis, unas más esotéricas que otras. Algunas de las
más sólidas son las que he mencionado antes, las que predicen una unificación de las fuerzas electromagnética-débil-
fuerte para altas energías. Estas teorías suelen denominarse Teorías de Gran Unificación, TGUs o GUTs (en inglés).
Algunas de las TGUs más populares son el Modelo de Georgi-Glashow, el de Pati-Salam, la Teoría de Heim, el modelo
331, la Trinificación (sí, sí, menudo nombrecito), etc.
En muchas TGUs no se conservan ni B ni L, sino que se conserva un número combinado de los dos:B-L, es decir, la resta
de B menos L. Lo más importante de esto es que, según estas teorías, es posible convertir bariones en leptones y
viceversa: un protón (B = 1, L = 0) podría convertirse, por ejemplo, en un pión (B = 0, L = 0) y un positrón (B = 0, L = -1),
de modo que al principio B-L = 1, y al final B-L = -(-1) = 1, de modo que se conserva B-L pero no se conservan ni el número
bariónico ni el leptónico.
El problema que tienen todas estas teorías es que son dificilísimas de comprobar experimentalmente precisamente por lo
que he mencionado al principio sobre el Modelo Estándar: a energías “normales” son indistinguibles experimentalmente
de él en prácticamente nada, y aún no hemos llegado a disponer de partículas tan energéticas que muestren si se
comportan según alguna de estas teorías o no.
¡Ah! Pero la no conservación de B ni L hace que la mayor parte de estas teorías predigan un hecho experimental
comprobable “en el Universo normal” que el Modelo Estándar prohibe terminantemente: la desintegración del protón.
En efecto, según muchas de las TGUs el protón no es una partícula estable. Como recordarás de la entrada sobre
el neutrón, el Modelo Estándar le da una vida media de unos minutos cuando es libre, pero dentro del átomo es estable.
Sin embargo, el protón es estable de ambas formas. Bien, según estas TGUs ninguno de esos dos bariones es estable de
ninguna manera: el neutrón libre tiene, como en el Modelo Estándar, una vida media de unos minutos, pero tanto el protón
libre como el que está en un átomo como el neutrón en el átomo, al cabo del tiempo, se desintegran.
¿Por qué no vemos entonces los protones y neutrones de los átomos a nuestro alrededor desintegrándose? ¡Fueron
creados hace unos catorce mil millones de años! Han tenido tiempo de sobra para haber desaparecido ya, convertidos por
ejemplo en piones y positrones, ¿no?
Pues no. Ninguna de esas teorías predice una vida media para el protón de unos minutos, ni de unas horas, ni de unos
años, ni siquiera de unos cuantos millones de años. Aunque el número concreto varía, se trata de vidas medias de unos
1036 años. Y se estima que el Universo lleva existiendo “tan sólo” unos 1,4·10 10 años. Según estas teorías, un protón
podría existir sin desintegrarse desde elBig Bang hasta hoy, volver a hacerlo de nuevo, y de nuevo, y de nuevo, viviendo
toda la vida del Universo una y otra vez… y así 1027 veces antes de desintegrarse. Es apabullante.
Dicho de otra manera, es posible que todos los protones y neutrones sean inestables pero que aún no les haya dado
tiempo a desintegrarse. Suena raro, pero así es: y, una vez más, hace difícil comprobar si esas teorías son ciertas, salvo
que nos sentemos mirando a un protón durante 1.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000 años. Los físicos
tienen paciencia, pero no tanta.
Las buenas noticias son que 1036 años es la vida media. Siempre existe la posibilidad de que un protón se desintegre a
los diez minutos de existir, aunque es una probabilidad casi nula. Y la cosa mejora si no miramos un protón, sino dos:
entonces la probabilidad de que uno se desintegre al cabo de cierto tiempo es el doble que si sólo miramos uno. Si son
diez protones, la probabilidad es diez veces mayor, etc.
De modo que los científicos han hecho justo eso: observar cantidades
ingentes de protones durante mucho tiempo. De ese modo se aumenta la
probabilidad de que alguno de ellos se desintegre mientras lo miramos y
comprobemos si esas teorías son ciertas o no. El mayor intento de este tipo
es el detector de partículas Super-Kamiokandé, del que hemos hablado con
anterioridad. El Super-Kamiokandé no ha observado una sola desintegración
de un protón, y de hecho ahora mismo ni siquiera se utiliza para eso, sino para
estudiar neutrinos, pero eso no quiere decir que los protones no se
desintegren.
¿Cómo ver a un protón desintegrarse? Mirando muchos protones durante
mucho tiempo.
El Super-Kamiokandé, con su enorme piscina de agua (que los físicos que lo utilizan ven como“piscina de tropecientos
protones”) habría detectado la desintegración de los protones a partir de la radiación de Cherenkov: tiene una multitud
de fotodetectores que hubieran determinado la intensidad y la dirección de la radiación de Cherenkov producida por las
partículas muy energéticas en las que se hubiera desintegrado el protón, y a partir de las medidas de esos fotodetectores
se hubiera podido confirmar la desintegración incluso de un único protón.
Cada uno de los fotodetectores del Super-Kamiokandé es como un ojo de una extraordinaria sensibilidad, observando sin
descanso el agua de la gigantesca piscina durante años, esperando el leve destello de la radiación de Cherenkov producida
por la desintegración de algún protón. Observando año tras año, sin que ese destello se produzca.
El hecho de que no se haya detectado ninguno establece un límite inferior para la vida media del protón de 1035 años. Es
decir, ni confirma ni elimina las TGUs que predicen 1036 años. Hace falta un detector con más protones (es decir, más
agua) y mejores fotodetectores para ir más allá: si logramos, por ejemplo, fijar el mínimo de vida media en 1040 años, la
mayor parte de las TGUsactuales se van al garete, mientras que si se detecta la desintegración de un protón, el Modelo
Estándar queda obsoleto y la cosa se pone realmente interesante.
Existen planes para construir un detector diez veces mayor que el Super-Kamiokandé, el Hyper-Kamiokandé. Si finalmente
se construye, esperamos que pueda hacer que nos decantemos por una u otra opción respecto a la bariogénesis.
De confirmarse la desintegración del protón y estas TGUs, harían falta nuevas partículas en nuestros modelos: hasta
ahora, las únicas dos maneras en las que un leptón (por ejemplo, un electrón) y un barión (por ejemplo, un protón) podían
interaccionar era mediante la gravitación (que no aparece en el Modelo Estándar) o mediante la fuerza electromagnética.
Cuando un barión se desintegraba, como en el caso de un neutrón libre, lo hacía –entre otras cosas– en otros bariones, y
las partículas intermediarias eran las responsables de la interacción débil, los bosones W y Z.
Pero si un protón o un neutrón pueden desintegrarse en cosas que no son bariones –como predicen estas TGUs– hacen
falta partículas nuevas que intermedien en la desintegración de bariones en leptones, en vez de bariones en bariones: algo
así como los “bosones W y Z” pero de un nuevo tipo de interacción fuera del Modelo Estándar. Estos nuevos bosones
son los bosones X e Y. ¿Quién ha dicho que los físicos siempre son originales nombrando cosas?
Estas partículas, desde luego, son hipotéticas. Su existencia depende básicamente de si el protón se desintegra o no. Y
algunas de sus propiedades dependen de la vida media del protón; bueno, mejor dicho, la vida media del protón puede
ser deducida en parte de las propiedades de los bosones X e Y, de modo que si medimos esa vida media podemos inferir
algunas de ellas.
De lo que no cabe duda es de que, de existir, son partículas de una masa gigantesca (más o menos un trillón de veces la
masa del electrón), muy inestables y de un alcance minúsculo. Si no fuera así, las veríamos y los protones se desintegrarían
a un ritmo que podríamos detectar sin ningún problema. Pero, de existir, permitirían que el Universo que vemos tenga
tanta materia y tan poca antimateria – lo cual supone, por ejemplo, que existamos nosotros, pues si hubiera un equilibrio
absoluto entre ambas, el Universo sería probablemente sólo radiación y no habría átomos ni, evidentemente, nadie que
escribiese ni leyese este artículo.
Vamos, que de ser las TGUs ciertas, si los bosones X e Y no existieran no estarías ahí leyendo esto, pues la materia y la
antimateria se habrían aniquilado mutuamente hace mucho tiempo. Pero si los bosones X e Y fueran menos pesados de
lo que son, los protones y neutrones se habrían desintegrado hace mucho tiempo y tampoco estarías aquí.
Es decir, que es posible que la razón de que estés leyendo esto ahora mismo sea la existencia de los bosones X e Y con
las propiedades que tienen. Irónicamente, de existir suponen que, inevitablemente, todos y cada uno de los protones y
neutrones del Universo mueran algún día. De una manera o de otra, existimos en un lugar y un momento efímeros y
afortunados en el Universo. Visto así, el Principio Antrópico no parece ninguna tontería.
En la próxima entrega de la serie, la materia oscura.
El problema, por supuesto, es detectar el choque. Existen diversos experimentos que tratan de hacerlo, y básicamente
son de tres tipos. Por un lado, un número ingente de estos WIMPs (si existen, claro) atraviesan el Sol cada segundo, y la
masa de nuestra estrella es gigantesca, de modo que muchos de ellos están impactando contra núcleos de átomos del
Sol en este momento. Utilizando modelos podemos predecir el tipo de partículas que se producirían en esos choques, y
entre ellas deben estar neutrinos muy energéticos. El detector de neutrinos Super-Kamiokande trata de detectar estos
neutrinos procedentes de impactos de WIMPs según hablamos, aunque hasta ahora no ha tenido éxito.
El segundo modo de detectar estos WIMPs es de manera similar a la que se utiliza para detectar neutrinos: cuando
el WIMP choca con el núcleo atómico y éste es empujado, se mueve bruscamente y emite radiación electromagnética, es
decir, fotones. Detectando estos fotones podemos saber que se ha producido ese choque: desde luego, hacen falta las
mismas precauciones que para detectar neutrinos, de modo que no confundamos fotones que no tengan nada que ver con
los que queremos observar.
El principal experimento de este tipo fue el DAMA/NaI se desarrolló entre 1996 y 2002 en elLaboratori Nazionali del Gran
Sasso, en Italia. En él se utilizaron cristales de yoduro de sodio (NaI) de unos 10 kg cada uno, rodeados de tubos
fotomultiplicadores como los del Super-Kamiokande. A partir de los fotones detectados y eliminando las detecciones que
se corresponden con otras causas “explicadas”, se trató de determinar la existencia de WIMPs y alguna de sus
características, además de comprobar si la época del año modifica la frecuencia de detección.
No, no es que en invierno haya “lluvias de WIMPs”, pero casi: el Sol se mueve respecto al centro de la Vía Láctea a una
velocidad de unos 800.000 km/h, y la Tierra con él. Si la Galaxia está envuelta enWIMPs y éstos no giran con la misma
velocidad que nuestra estrella, nos movemos como un coche en la lluvia, recibiendo impactos de gotas continuos en el
parabrisas (sólo que las gotas son los WIMPs, claro). Sin embargo, la Tierra gira alrededor del Sol, de modo que a veces
nos movemos más rápido contra la “lluvia de WIMPs” y a veces más lentamente. Como consecuencia, es posible que la
frecuencia de choques de estas partículas varíe con la época del año.
De hecho, el experimento DAMA/NaI detectó impactos contra los átomos del cristal que son compatibles con las
características de los WIMPs, y verificó una variación estacional de los sucesos de detección. Sin embargo, muchos
científicos no están demasiado convencidos: por un lado, no se han verificado los resultados en ningún otro detector (hay
unos cuantos), y además el argumento principal del DAMA/NaI es precisamente la variación estacional, que podría tener
otras razones que no fueran la “lluvia de WIMPs”, y tal vez en este experimento no se hayan descartado realmente todas
las otras partículas que pueden haber producido los impactos.
Los científicos del mismo laboratorio Gran Sasso ya tienen algún detector más sensible, y están diseñando otros aún
mejores, para comprobar si las detecciones del DAMA/NaI fueron engañosas o realmente hay algo detrás. Hasta ahora,
los sucesores del DAMA/NaI no han encontrado nada.
Finalmente, el tercer modo de detectar estos WIMPs es notando el choque entre
la partícula y el núcleo contra el que impacta como una vibración del material.
Esto es, como puedes comprender, muy complicado: los átomos de cualquier
material se están moviendo todo el tiempo, vibrando alrededor de sus posiciones
de equilibrio e incluso “revoloteando” libremente según la fase en la que esté la
materia. Notar el movimiento brusco de un átomo cuando es empujado por
un WIMP no es tarea fácil, pero, aunque resulte sorprendente, tampoco es
imposible.
El experimento CDMS (Cryogenic Dark Matter Search, Búsqueda Criogénica de Materia Oscura) se desarrolla actualmente
en la mina de Soudan, en los Estados Unidos. Allí, los científicos tienen discos semiconductores de silicio y germanio,
enfriados hasta temperaturas de prácticamente el cero absoluto (tan sólo unos 0,05 K) para que sus átomos estén
prácticamente quietos. Cuando una partícula penetra en el material se producen movimientos bruscos de los electrones
(si la partícula está cargada), y si el impacto es contra el núcleo se produce una onda de sonido producida por ese átomo
al desplazar a los que tiene alrededor en su vibración.
Sí, es exactamente lo que piensas que es: los científicos están tratando de oír a los
WIMPs, aunque lo hacen midiendo las diferencias en la resistencia eléctrica del material
cuando pasa la onda sonora y lo calienta levemente. Analizando los movimientos de los
electrones y los núcleos, pueden determinar qué tipo de partícula ha impactado. Hasta ahora
no han detectado ni el más mínimo murmullo procedente del impacto de una de estas
partículas hipotéticas, pero siguen aumentando la sensibilidad del aparato todo el tiempo de
modo que veremos qué pasa.
En este vídeo puedes disfrutar de una visión “acelerada” del proceso de construcción del CDMS:
[quicktime]http://www.fnal.gov/pub/presspass/press_releases/CDMS_Photos2008/video/CDMS-construction-time-
lapse2004.mov[/quicktime] Crédito del vídeo: CDMS Collaboration. Enlace de [descarga
directa](http://www.fnal.gov/pub/presspass/press_releases/CDMS_Photos2008/video/CDMS-construction-time-
lapse2004.mov “”).
Desde luego, es perfectamente posible que, según estos instrumentos aumenten su sensibilidad, lleguemos a una
conclusión negativa. Los modelos de WIMPs les dan unos intervalos de valores para la masa y la sección eficaz de sus
interacciones con los núcleos de los átomos ordinarios. Cada vez que el CDMS y otros como él aumentan su sensibilidad
y no detectan nada, disminuyen como consecuencia la máxima sección eficaz. Es posible que llegue un momento en el
que sus resultados invaliden los modelos de WIMPs de que disponemos, en cuyo caso probablemente habrá que buscar
otra explicación a la materia oscura.
Si, por el contrario, confirmamos la existencia de estos WIMPs, ¿cuál sería su naturaleza y dónde encajarían con las otras
partículas? Hay varias partículas hipotéticas cuyas características teóricas son compatibles con las de los WIMPs, pero el
candidato teórico a WIMP más aceptado de todos será el objetivo de la siguiente entrada de la serie (en la que también
hablaremos del concepto desupersimetría): el neutralino.
Ni siquiera hace falta salirse del Modelo Estándar para ver a lo que me refiero: en el “mundo
normal”, de las energías habituales a nuestro alrededor, las fuerzas electromagnética y
nuclear débil son bien diferentes. Sin embargo, cuando la energía de las partículas
involucradas es muy grande, las cosas cambian: por encima de unos 100 GeV, las
interacciones electromagnética y débil se unifican, y se convierten en una única fuerza
indistinguible, la interacción electrodébil.
Mosquito, alias “superprotón”. Crédito: Alvesgaspar (CC 3.0).
Para que te hagas una idea, un mosquito volando tiene una energía cinética de unos 1000 GeV, de modo que un protón
de 100 GeV tiene el 10% de la energía cinética de un mosquito, ¡pero concentrada en la masa de un protón! Esto significa
que se mueve a una velocidad prácticamente igual que la de la luz; 100 GeV es una verdadera barbaridad, de ahí que
normalmente las fuerzas electromagnética y débil sean claramente distintas, en el intervalo de energías de partículas que
solemos observar. Sin embargo, tenemos pruebas experimentales de esta unificación a altas energías, y el Modelo
Estándar las predice correctamente.
Hoy en día estas energías no se encuentran en prácticamente ningún sitio: nosotros logramos observar qué sucede en
esas condiciones provocándolas artificialmente con aceleradores de partículas como el Tevatrón o el LHC. Sin embargo,
en los inicios del Universo energías de 100 GeV no eran nada inusual – cuando las partículas se movían así de rápido y
la temperatura del cosmos era de unos 1015 K (sí, quince ceros, no es ningún error) no existían una fuerza débil y otra
electromagnética, sino que eran una sola. Según el Universo se fue enfriando, ambas se diferenciaron y hoy en día las
vemos como cosas distintas.
Muchos físicos de partículas piensan que algo parecido sucedería con la interacción fuerte si aumentásemos aún más la
energía de las partículas (o lo que es lo mismo, si nos retrajéramos aún más hacia el origen del Universo de modo que la
temperatura fuese aún mayor): entonces, las tres fuerzas (electromagnética, débil y fuerte) se convertirían en una
sola. Desgraciadamente, aunque no estamos seguros del valor, el umbral energético por encima del cual las tres fuerzas
se unifican está muy por encima de cualquiera de los aceleradores actuales – puede tratarse de unos 1015 GeV, lo cual
significa que un protón se mueva tan rápido que tenga un billón de veces la energía de un mosquito en vuelo. Por ahora,
cualquier cosa que pensemos al respecto no va a tener confirmación experimental directa, pues no podemos acelerar tanto
un protón… pero sigue leyendo.
Las teorías que predicen esta unificación de las tres fuerzas a esas energías inimaginables, como ya hemos mencionado
en artículos anteriores de la serie, se llaman Teorías de Gran Unificación (TGUs), y son algunas de las teorías más
prometedoras en física fundamental. La razón de que los físicos saliven profusamente cuando piensan en ellas es la
siguiente: a principios del siglo XIX se pensaba que la electricidad y el magnetismo eran fuerzas diferentes, pero
posteriormente se descubrió que se trataba de una misma interacción con “dos caras”, el electromagnetismo.
Posteriormente se descubrieron otras interacciones, como la nuclear débil… pero ahora sabemos que, en realidad, la
electromagnética y la débil son la misma fuerza que muestra “dos caras” cuando las condiciones son adecuadas (es decir,
para pequeñas energías). Parece lógico pensar que algo parecido puede suceder con la interacción fuerte e incluso, quién
sabe, con la gravedad.
La cuestión es que, para que pueda existir una unificación fuerte-débil-electromagnética, hace falta ampliar el Modelo
Estándar de alguna manera, pues en su forma actual no la contempla. Las buenas noticias son que es posible hacerlo de
modo que la nueva teoría tenga varias ventajas extraordinarias:
• Que prediga lo que ya vemos de un modo tan acertado como el Modelo Estándar, de modo que éste sea un caso
particular de la nueva teoría.
• Que prediga el valor esperado de la masa del bosón de Higgs (recordarás del artículo correspondiente que el
Modelo Estándar no la puede calcular).
• Que incluya, a altas energías, la unificación de todas las interacciones excepto la gravitatoria.
Suena muy bien, ¿verdad? Las “malas noticias” son sólo una, y seguro que te la esperas, porque cosas así vienen
siendo cosa habitual en física de partículas desde su nacimiento: para que estas teorías funcionen es necesario
duplicar el número de partículas existentes.
Sí, así como suena: este tipo de teorías no añaden una partícula nueva o dos, sino que predicen quetodas y cada una de
las partículas del Modelo Estándar tienen un “compañero fantasma”, una partícula relacionada pero que no hemos visto
jamás. Es como si todas las partículas que vemos (electrones, fotones, piones, bosones W o Z, etc.) tuvieran una “imagen
en un espejo” que no solemos ver. Dicho con otras palabras, es como si existiera una simetría más allá de lo que vemos,
una supersimetría.
La “imagen en el espejo” de cada partícula es su compañero supersimétrico, también llamadosupercompañero (ya sé que
esto empieza a sonar como unos dibujos animados de superhéroes, pero qué se le va a hacer). El electrón tiene el suyo,
lo mismo que el protón, lo mismo que el fotón y todas las demás partículas que hemos visto a lo largo de la serie.
Si lo piensas, es algo parecido a lo que sucede con las antipartículas: toda partícula tiene un “compañero simétrico”, la
antipartícula, que tiene algunas propiedades idénticas y otras diferentes, como la carga: el electrón tiene al positrón, los
neutrinos a los antineutrinos correspondientes, etc. Al tener en cuenta las antipartículas se duplicó el número de partículas
conocidas con anterioridad… y con la supersimetría sucede lo mismo de nuevo.
Sin embargo, en el caso de los supercompañeros la diferencia fundamental es el espín: como espero que recuerdes de
artículos anteriores de la serie, aunque no hemos hablado muy en profundidad de él, el espín de una partícula determina
si se trata de un fermión (como el electrón) o un bosón (como el fotón). Los primeros tienen un espín semientero (1/2, 3/2,
etc.) y se trata de partículas “individualistas” –de ahí que exista un principio de exclusión para los electrones pero no para
los fotones– y, generalmente, constituyentes de la materia. Los segundos tienen un espín entero (0, 1, 2, etc.) y se trata
de partículas “colectivistas” que suelen ser portadoras de interacciones fundamentales. Si lo que acabo de decir te suena
a chino, es posible que te venga bien empezar esta serie por el principio.
Bien, el supercompañero de cada partícula elemental del Modelo Estándar tiene un espín que es 1/2 mayor que el de la
partícula original. Por ejemplo, el archiconocido y cotidiano electrón tiene un compañero supersimétrico, el selectrón: como
el electrón tiene un espín de 1/2, su supercompañero tiene un espín de 1… con lo que es un bosón. Como puedes
comprender, lo mismo sucede con cualquier otro fermión: al añadir 1/2 a su espín, el supercompañero es un bosón.
Pero, claro, también pasa al contrario: cualquier bosón del Modelo Estándar, como el fotón (espín 0), tiene un
supercompañero que es un fermión (en este caso, de espín 1/2, como el electrón), el fotino. La manera de nombrar a los
supercompañeros es precisamente la que acabas de ver en ambos casos: el compañero bosónico de un fermión tiene el
mismo nombre con una s- delante (selectrón, sprotón), mientras que el compañero fermiónico de un bosón tiene el mismo
nombre con el sufijo -ino, comofotino, higgsino, etc.
Las propiedades de cada partícula supersimétrica son diferentes, y dependen de la teoría que se trate, pero como puedes
imaginar, no son las mismas que la de la partícula “original” en absoluto: aparte ya de que se trate de un bosón en vez de
un fermión –o al contrario–, la masa, la carga y otras propiedades son también diferentes. La supersimetría duplica la
riqueza –y la complejidad– del Modelo Estándar.
Las teorías que la incluyen se denominan, por lo tanto, teorías supersimétricas. A cambio de multiplicar por dos el número
de partículas teóricas, con ellas tenemos las tres ventajas que he mencionado antes (que no son moco de pavo), y otra
más de la que hablaré en un momento. De hecho, casi todas las teorías modernas más prometedoras incluyen la
supersimetría en sus ecuaciones. Pero esto no quiere decir que no haya problemas.
Para empezar, sucede lo mismo que con la antimateria. Hemos hablado con anterioridad del hecho sorprendente de que
veamos tanta materia en el Universo y tan poca antimateria, y de los intentos teóricos de explicar este hecho con algunas
Teorías de Gran Unificación: si hay una simetría entre partículas y antipartículas, ¿por qué vemos tantas partículas y tan
pocas antipartículas? En el caso de la supersimetría, ¿por qué vemos tantos protones, electrones y fotones y ningún
sprotón, selectrón o fotino?
Si los compañeros y supercompañeros fueran realmente simétricos, veríamos unos y otros por igual, pero esto no sucede.
Es decir, la supersimetría está rota, y nadie sabe quién ha sido – mejor dicho, la supersimetría se ha roto espontáneamente,
si es que en algún momento fue una simetría real. Este problema de la ruptura espontánea de la supersimetría es un
verdadero quebradero de cabeza para los físicos de partículas, pero al menos tienen ejemplos similares en los que
basarse, como el caso de partículas/antipartículas y también el del bosón de Higgs y la masa de las partículas.
Como espero que recuerdes del artículo sobre el bosón de Higgs (si no lo recuerdas léelo de nuevo, porque si no no vas
a entender nada de lo que viene a continuación), el campo de Higgs tiene una dirección conceptual, que determina la masa
de las partículas elementales –incluído el propio bosón de Higgs–. Ahora bien, ¿por qué tiene esa dirección y no otra? Una
vez más, pensamos que en el origen del Universo el campo de Higgs no tenía una dirección privilegiada, y todas las
partículas tenían masa nula, pues no se veían afectadas por él: existía una simetría entre ellas, en lo que a la masa se
refiere.
Sin embargo, en un momento determinado, según la temperatura del Universo fue disminuyendo, el campo de Higgs se
decantó por una dirección en concreto, rompiendo la simetría de manera espontánea. Es posible que el siguiente ejemplo
te ayude a comprender la idea: supongamos que las posibles direcciones del campo de Higgs son todas las de una brújula
en un mapa. El campo de Higgs puede “apuntar” a cualquier ángulo, de 0 a 360°, y la dirección que elija determinará la
masa de todas las partículas. Imagina, para tener una imagen visual, que el campo de Higgs es un lápiz sobre el mapa, y
que la punta del lápiz indica la dirección del campo de Higgs (por ejemplo, justo hacia el norte).
Ahora bien, muy poco tiempo después del Big Bang, como he
dicho, el campo de Higgs no tenía una dirección privilegiada
debido a las energías extremas involucradas en el Universo. En
nuestro ejemplo del lápiz, es como si el lápiz tuviera tanta
energía que lo levantásemos, de modo que estuviera
completamente vertical, apoyado sobre su punta.
Evidentemente, el lápiz se encuentra en equilibrio inestable, y se
mantiene en pie porque lo estamos sujetando verticalmente.
El campo de Higgs antes y después de romperse la simetría.
Crédito: [Nobel Prize Foundation (PDF)](http://nobelprize.org/nobel_prizes/physics/laureates/2008/info.pdf “”).
Pero, poco a poco, el Universo se va enfriando, y el campo de Higgs no se sostiene “verticalmente
sobre el mapa”, sino que busca un estado de mínima energía. Puesto que estaba en equilibrio
inestable, y existían pequeñas fluctuaciones en su estado (algo inevitable, al tener en cuenta la
naturaleza cuántica del Universo), en un momento dado se colapsó sobre el mapa en una dirección
concreta – a partir de ahí, la masa de todas las partículas y el propio bosón de Higgs quedó
determinada tal y como es hoy. La simetría de la masa se había roto espontáneamente al disminuir
la temperatura del joven Universo.
Yoichiro Nambu. Crédito: Betsy Devine (CC 3.0).
El estudio de las rupturas espontáneas de simetría ha valido este año el Premio Nobel de Física a
tres investigadores, Yoichiro Nambu, Makoto Kobayashi y Toshihide Maskawa, y es factible pensar
que, en un futuro cercano, logremos explicar la ruptura de la supersimetría de una manera similar. Hasta ahora, desde
luego, no sabemos por qué las partículas que vemos y sus supercompañeros son tan diferentes.
Lo que parece –aunque no sepamos por qué– es que las versiones supersimétricas de las partículas normales tienen
masas enormemente grandes comparadas con las de las partículas que vemos, y son en su mayor parte
tremendamente inestables: de ahí que no las veamos por ninguna parte. Pero lo realmente interesante (y alentador) es
que la más ligera de las partículas supersimétricas, de acuerdo con la mayor parte de las teorías, es estable.
El hecho es que, por suerte para nosotros, de las cuatro combinaciones posibles entre el zino (el supercompañero del
bosón Z), el fotino (supercompañero del fotón) y el higgsino (supercompañero del bosón de Higgs), una de ellas resulta
tener una masa relativamente pequeña (para ser una partícula supersimétrica, claro) y ser estable: esas cuatro
combinaciones posibles se denominanneutralinos, aunque normalmente cuando se habla de “el neutralino” nos referimos
a la más ligera y estable. Si lo encontramos habremos dejado obsoleto el Modelo Estándar y abierto las fronteras de la
física de partículas – de ahí que si el LHC detecta neutralinos la importancia, en mi opinión, sea mayor aún que si detecta
bosones de Higgs.
Pero es que, al ser estables, los neutralinos (los neutralinos estables, no los otros tres, claro) no sólo son detectables tras
producirlos nosotros haciendo colisionar otras cosas: ahí está una cuarta ventaja de las teorías supersimétricas que los
predicen, además de las tres que he mencionado antes. La cuestión está en que estas teorías predicen la posibilidad de
una producción masiva de neutralinos en el Universo joven, y al tratarse de partículas neutras y que sólo interaccionan –
como los neutrinos– a través de la interacción débil, pueden estar aún ahí fuera en cantidades enormes, sin que
hayamos logrado detectarlos aún.
Si has seguido la serie desde sus comienzos, ya sabes dónde vamos a acabar: el neutralino interacciona débilmente con
el resto de la materia, pero, al contrario que el neutrino, tiene una gran masa (probablemente entre 100 GeV y 1 TeV), por
pequeña que sea comparada con el resto de los supercompañeros. Es decir, de existir el neutralino, se trata
indudablemente de un WIMP. Pero observa que aquí, al contrario que en el artículo sobre los WIMPs, no hemos partido
de la existencia de la materia oscura y la intención de explicarla, sino al revés: hemos partido de teorías nuevas y calculado
las propiedades de una de las partículas que predicen, y resulta que esa partícula, de existir, cumple todos los requisitos
para convertirse en una de las principales responsables de la existencia de la materia oscura.
En el artículo acerca de los WIMPs mencionamos los distintos modos en los que tratamos de descubrirlos: si el CDMS del
que hablamos allí detecta un neutralino, muchos físicos van a ponerse a dar botes de contentos (y otros no tanto), lo mismo
que si lo vemos en el LHC. Pero, como siempre y afortunadamente, por ahora se trata de una hipótesis sin confirmar, de
modo que tendremos que esperar hasta que tengamos alguna prueba de su existencia, o bien resultados experimentales
que sean incompatibles con ella.
Dado que el proyecto actual que trata de expandir las fronteras de nuestro conocimiento en física de partículas y
cosmología es el LHC, y que parece que las noticias al respecto se han calmado un poco –con lo que no estoy hasta las
narices del tema–, es probable que dediquemos alguna entrada futura de la serie a hablar de él y el Tevatrón, y las distintas
maneras de detectar partículas que se utilizan en ellos. Más información cuando toque el próximo artículo de la serie. Ah,
y si has llegado hasta aquí (con o sin aspirina), gracias por tu tesón y paciencia, y espero que el viaje haya merecido la
pena. En la próxima entrada, otra candidata a explicar la materia oscura: el axión.
Esas maravillosas partículas - El axión. 2009/02/03
En la última entrada de la serie Esas maravillosas partículas hablamos acerca del neutralino, principal candidato a WIMP y,
como tal, una de las explicaciones posibles más favorecidas por los físicos para dar cuenta de la materia oscura. Ni qué
decir tiene que nos encontramos ya muy lejos de los artículos de la serie en los que hablábamos de “viejas conocidas”,
partículas observadas y bien explicadas por el Modelo Estándar de la física de partículas. Hoy seguimos hablando de
partículas hipotéticas, de materia oscura y de candidatos a explicarla, aunque “atacando” un problema diferente al principio.
Eso sí, un par de avisos al respecto: antes de nada, si no has leído la serie desde el principio te recomiendo
encarecidamente que lo hagas. Utilizaré términos a los que los “habituales” ya están acostumbrados, y si no los conoces
esta entrada (ya de por sí abstracta) te va a resultar infumable: si no sabes lo que es un gluón o lo que es la interacción
fuerte, hala, a empezar la serie. Además, ya que estamos hablando de algo hipotético, tendré que decir muchas veces “si
existe”, “su existencia explicaría…“, pero ni sabemos si la partícula de hoy existe (y muchos piensan que no), ni siquiera
sabemos muchas de las propiedades que podría tener, sólo algunas.
De modo que ésta no será una entrada larga. ¿Por qué escribirla entonces, si no voy a decir mucho? Por un lado, porque
escribir una serie sobre partículas subatómicas sin mencionar algunas como la de hoy sería dejarla incompleta; y por otro,
porque si alguno de los experimentos que se están realizando ahora mismo (y los hay, ¡unos cuantos!) detecta la partícula
de hoy, como las hipotéticas de artículos anteriores, al menos (¡espero!) recordarás haber oído hablar de ella antes e
incluso, tal vez, recordarás algunas cosas básicas sobre ella. Y en último caso, al menos podrás dirigirte a este artículo o
similares para conocer más sobre ella. Dicho esto, hablemos sobre la susodicha partícula hipotética de hoy: el axión.
Curiosamente, Ciencia Kanija acaba de publicar hoy mismo una noticia sobre axiones… el mismo día que publicamos aquí
este artículo, y sin que ninguno de los dos hablásemos con el otro sobre el asunto. Desde luego, recomendada
lectura: http://www.cienciakanija.com/2009/02/03/los-axiones-apuntan-a-su-retorno/
Como hemos mencionado muchas veces a lo largo de la serie, hay dos cosas muy claras acerca del Modelo Estándar de
física de partículas: no tenemos una teoría que explique de manera más exacta que él las partículas que conocemos, ni
de lejos… y estamos absolutamente seguros de que el Modelo no funciona sin extenderlo de algún modo. Aunque todavía
no hemos observado ninguna partícula que no esté predicha por el Modelo Estándar (y de hecho aún estamos buscando
una de ellas, el bosón de Higgs), sabemos que hay condiciones en las que el Modelo no se cumple (como para muy altas
energías), y también que hay “agujeros”: cosas que son de una determinada manera, pero no sabemos por qué, aunque
tienen pinta de tener una razón de ser que aún no hemos podido ver. Me explico. De entre las muchas ecuaciones que
describen matemáticamente el Modelo Estándar, algunas se refieren a la cromodinámica cuántica, es decir, la parte de la
física cuántica que estudia la interacción fuerte. Ya hemos hablado de ella en esta serie, especialmente al estudiar
los piones y los gluones. El comportamiento de estas partículas, la interacción fuerte entre los quarks en general y todo lo
relacionado con ellos está muy bien descrito por esta parte del Modelo; de ahí que los físicos estén tan contentos con él.
Ahora bien, una ecuación fundamental de la cromodinámica cuántica contiene un término cuyo valor no está
determinado por ninguna otra cosa en el modelo, de modo que, en principio, podría tener cualquier valor posible (dentro
de un orden). Dependiendo del valor de ese término (que voy a llamar “término fantasma”), algunas cosas que observamos
en las partículas subatómicas serían de una manera u otra. Por ejemplo, la simetría carga-paridad (hablamos sobre estas
simetrías al estudiar el positrón en esta misma serie) sólo se conserva en las interacciones fuertes si ese término tiene
exactamente el valor cero.
Ya sé que a ti y a mí que se conserve esa simetría o no nos trae al fresco, pero la violación de la simetría paridad-carga
en las interacciones fuertes sí tiene consecuencias que se pueden medir. Una de las más importantes es que, si se viola
esa simetría, el neutrón debe tener un momento dipolar eléctrico, y al revés (si el neutrón no tiene momento, no puede
violarse la simetría). “¡Pero si el neutrón es neutro!”, puede que exclames tú. “¡Ah, eso es que no te has leído la serie
desde el principio!”, responderé yo. Al hablar del neutrón explicamos que el neutrón no es neutro porque no haya cargas
en él, sino porque la suma de las cargas que lo componen es nula. Sin embargo, nada impide en principio (y nada en
absoluto si la simetría carga-paridad puede violarse) que las cargas del neutrón estén colocadas de modo que tenga un
momento dipolar eléctrico, es decir, que si lo miramos por un extremo o por el otro notemos que uno tiene carga positiva
y otro negativa. Sin embargo, todas las medidas que se han realizado sobre el momento dipolar eléctrico del neutrón han
dado el mismo resultado: es nulo, con un margen de error minúsculo. Nadie ha medido nunca un valor que, teniendo en
cuenta el error en la medida, no sea compatible con un momento dipolar nulo. Por lo tanto, estamos bastante seguros de
que el neutrón no tiene momento dipolar eléctrico.
Pero, puesto que simetría carga-paridad y momento del neutrón van “de la mano”,
estamos bastante seguros de que en la interacción fuerte sí se mantiene la simetría
carga-paridad o, dicho en términos matemáticos de las ecuaciones de la cromodinámica
cuántica, el término “fantasma” en la ecuación que he mencionado antes debe valer
exactamente cero, aunque no hay absolutamente nada en la teoría que obligue a que
así sea. Desde luego, es posible simplemente encoger los hombros. “Ah, pues así será,
el equilibrio de la Naturaleza”, podemos decir. Pero también es posible preguntarse si
hay algo que no hemos visto aún, o algo en lo que no hemos pensado aún, que obligue
a ese factor a tener necesariamente un valor nulo. Esto es lo que hicieron dos físicos en
Roberto Peccei y Helen Quinn 1977, la australiana Helen Quinn y el italiano Roberto Peccei, trabajando por entonces
ambos en los Estados Unidos. Por cierto, aunque se salga del tema, cuando Quinn se doctoró sólo el 2% de los físicos
eran mujeres. La proporción ha mejorado, pero no lo suficiente. ¡Cambiemos esto, señoritas!
El caso es que ambos físicos, trabajando en equipo, desarrollaron la que hoy se llama teoría Peccei-Quinn. Según esta
teoría, ese término no es simplemente una constante, sino que se corresponde con un nuevo campo de
fuerzas. Dependiendo del potencial de este campo, el factor “fantasma” tiene un valor u otro – existe, por lo tanto,
una forma determinada del nuevo campo para la que el factor desaparece, ¡toma exactamente el valor cero! Con lo que,
en la teoría de Peccei y Quinn, existe un campo nuevo que cumple las condiciones adecuadas para que el término sea
precisamente nulo.
Pero claro, en la teoría cuántica de campos, a cada campo le corresponde un bosón asociado (el gluóna la interacción
fuerte, el fotón a la electromagnética, etc.), de modo que debe haber una partícula subatómica nueva asociada a este
campo de Peccei-Quinn. Frank Wilczek, uno de los físicos más involucrados en el estudio de la interacción fuerte
(y ganador reciente de un Nobel en este campo, por cierto), trabajó sobre las propiedades de esta nueva partícula
hipotética poco después de la publicación de la teoría de Peccei-Quinn, y le dio el nombre de axión: una marca de
detergente de la época (Axion, del grupo Colgate-Palmolive), ya que esta partícula “limpiaba” el problema de la simetría
carga-paridad. Sí, yo tampoco tengo palabras.
Una vez predicho el axión, de ser cierta la teoría Peccei-Quinn, ¿cómo es esa partícula? Y, lo que es más importante, ¿por
qué demonios nadie la ha visto nunca?
La respuesta a la primera pregunta es que sólo lo sabemos en parte. De existir, sabemos que el axión debe ser un
bosón (con espín 0), y que no puede tener carga eléctrica, o lo hubiéramos detectado hace mucho tiempo salvo que no
fuera estable, y debe serlo de acuerdo con las características del campo que cuantiza. La respuesta a la segunda tiene
que ver con la primera: pensamos que su masa es minúscula, millones o hasta miles de millones de veces más ligero
que un electrón. Puesto que no tiene carga no es susceptible a la fuerza electromagnética, y sólo muy débilmente a las
nucleares fuerte y débil, con lo que apenas interacciona con la materia “normal”. Recuerda que cada segundo atraviesa
tu cuerpo unos doscientos billones de neutrinos y tú, tan fresco. ¡Pero los neutrinos están ávidos y deseosos de
interaccionar con la materia normal comparados con los axiones!
Con todo esto, comprenderás que es muy difícil estar seguros de si los axiones existen o no. Una de las formas de tratar
de buscarlos es utilizar campos magnéticos muy intensos, ya que es posible, de acuerdo con las ecuaciones que los
describen, que los axiones aparezcan, aunque sea fugazmente, a partir de fotones en el seno de un campo magnético
muy fuerte. También es posible tratar de detectar axiones de origen externo a la Tierra, pero es aún más difícil, claro está,
que detectar neutrinos.
En la actualidad hay varios experimentos en marcha para tratar de detectar axiones:
• El PVLAS (Polarizzazione del Vuoto con LASer, Polarización del Vacío con Láser) italiano anunció hace algún tiempo que
sus observaciones parecían indicar la detección de axiones. Sin embargo, otros equipos internacionales han comprobado
las condiciones de sus experimentos y no han estado de acuerdo y, recientemente, el propio equipo del PVLAS ha
anunciado que, tras mejorar la sensibilidad y protección del sistema, su anterior interpretación de los resultados
experimentales no es coherente y que no tienen pruebas de la detección de ningún axión.
• El ADMX (Axion Dark Matter Experiment, Experimento de Materia Oscura de Axiones)estadounidense trata de detectar
axiones cósmicos, procedentes del halo de la Vía Láctea, a través de una cavidad resonante con un intenso campo
magnético. Hasta ahora no ha detectado axiones con éxito.
• El CAST (CERN Solar Telescope, Telescopio Solar del
CERN) europeo, del CERN, en la frontera franco-suiza, trata de
detectar axiones procedentes del Sol. No ha detectado ningún
axión, aunque sí ha estrechado bastante el cerco: ha ido limitando
los intervalos posibles para algunas propiedades de los axiones,
como su masa, a través de sus propios fracasos.
CAST. Crédito: CERN.