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Esas maravillosas partículas

http://eltamiz.com/esas-maravillosas-particulas/
2007/09/02
Esta serie está dedicada a estudiar las partículas subatómicas más importantes (fundamentales o no), desde su
descubrimiento y otros aspectos históricos (como el origen del nombre), hasta sus características más importantes y su
presencia en el Universo.
Esta serie está activa. Esto quiere decir que siguen añadiéndose artículos a la serie, y que no está completa. Si quieres
utilizarla como referencia, ten en cuenta que lo que quieres saber puede no haberse escrito aún.

Diagrama de las partículas subatómicas del Modelo Estándar estudiadas en la serie.


Los artículos de esta serie, en orden de publicación:
• El electrón • El neutrino • Los hiperones • Los bosones X e Y
• El positrón • El muón • El gluón • La materia oscura
• El protón • El tauón • El bosón de Higgs • Los WIMPs
• Los quarks • Los bosones W y Z • El gravitón • El neutralino
• El neutrón • El pión • La radiación de • El axión
• El fotón • El kaón Cherenkov

Esas maravillosas partículas - El electrón


2007/05/19
Esta entrada inicia una nueva serie, Esas maravillosas partículas, en la que (a sugerencia de Miguel y cruzki) vamos a
hablar brevemente de una partícula en cada artículo, de más comunes a más “raras”. La de hoy es una de las más
conocidas - el electrón.
¿Cómo definir un electrón? Voy a hacerlo de modo que introduzca algunos conceptos que nos serán muy útiles durante
esta serie de artículos. Vamos a hablar de muchos nombres que encantan a los físicos cuánticos, de modo que prepárate
para lo que tal vez sea un poco aburrido. En cualquier caso, muchos los repetiremos a lo largo de la serie.
En primer lugar, un electrón es una partícula elemental. Esto quiere decir que no está compuesto de partículas más
simples (que sepamos, por supuesto). Pues claro, puede decir algún lector avanzado. ¿Quién no sabe que un electrón es
una partícula elemental? ¿Por qué lo dices como si fuera especial?
Bien, hago énfasis en esto porque mucha gente llama “partículas elementales” a cosas que no lo son. Por ejemplo, los
protones y los neutrones (cada uno de los cuales tendrá su entrada particular en esta serie) no son partículas elementales.
Ya veremos por qué otras partículas están constituidas cuando llegue la hora. Pero el electrón sí lo es - que sepamos
nosotros, no tiene estructura interna.
En segundo lugar, un electrón es un fermión. Esto quiere decir, dicho llanamente, que es una partícula “individualista”: sólo
un electrón puede ocupar un estado cuántico determinado. Si ya hay un electrón ocupando ese estado, otros electrones
no lo ocupan. Los fermiones, básicamente, son las partículas que constituyen la materia.
Si los electrones no fueran fermiones, un átomo con (por ejemplo) 20 electrones los tendría a todos apelotonados cerca
del núcleo y no existirían ni los niveles de energía, ni las valencias, ni las reacciones químicas ni nosotros. El hecho de
que los electrones, en el átomo, se organicen en “capas” como una cebolla se debe a que son fermiones.
En tercer lugar, un electrón es un leptón. Esto significa que no se ve afectado por la fuerza nuclear fuerte. Esta fuerza es
la que mantiene unidos los núcleos de los átomos - pero, como sabes, los electrones no están en el núcleo, y esa es
precisamente la razón de que no lo estén: si los electrones no fueran leptones, serían afectados por la fuerza nuclear fuerte
y no estarían formando una “nube” alrededor del núcleo, sino formando parte de él.
En cuarto lugar, un electrón tiene una carga eléctrica de valor -1 (en unidades atómicas), y por lo tanto decimos de él que
tiene “carga negativa”. Algún día dedicaremos una Falacia iracunda a lo de la “energía positiva (buena)” y “energía negativa
(mala)” de diversas pseudociencias, pero baste decir lo siguiente: llamamos a la carga “positiva” y “negativa” porque nos
da la gana. Podríamos haberlas llamado “verde” y “roja”, y tan a gusto.
Lo que pasa es que es muy conveniente (por varias razones, como para sumar una y otra y poder cancelarlas, para poder
multiplicarlas fácilmente…) utilizar + y -. Pero cuál es cuál y que sean signos es algo que nos hemos inventado nosotros.
En cualquier caso, al tener carga, el electrón se ve afectado por la fuerza electromagnética - ésa es la razón de que se
encuentre “dando vueltas” alrededor del núcleo cargado “positivamente”. De hecho, los electrones que se mueven por los
conductores son los que llevan la corriente eléctrica a nuestras casas (ya sé que lo sabes, pero bueno).
En quinto lugar, un electrón tiene una masa de unos 10 -30 kg. A pesar de que tú, querido lector, tienes miles de cuatrillones
de electrones en tu cuerpo, su masa total sólo es de unos pocos gramos. Sin embargo, veremos otras partículas que no
tienen masa o tienen incluso menos que el electrón (aunque otras, como el protón, son casi 2000 veces más pesadas).
Casi todos los electrones del Universo (y se piensa que hay unos 10 79 de ellos) están en átomos de hidrógeno (que tienen
un protón y un electrón). Por supuesto, todos los átomos los tienen, y de hecho son la razón de que exista la tabla periódica.
Como hemos dicho antes, al ser fermiones, los electrones en un átomo no pueden ocupar el mismo estado cuántico. Si no
fuera así, los electrones irían lo más cerca posible del núcleo, donde tendrían menor energía, como una canica en el
interior de un cuenco.
Pero, al ser fermiones, es como si el cuenco tuviera “escalones” y los electrones los ocuparan y no dejaran que ningún
otro lo hiciera, de modo que según un átomo tiene más electrones tienen que ocupar escalones más y más “altos” y
alejados del núcleo - esta estructura es la que da a cada elemento sus propiedades y su lugar en la tabla periódica, aunque
por supuesto si es un átomo (neutro) tiene el mismo número de protones que de electrones.
En resumen - un electrón es una partícula elemental, dentro de ellas un fermión, dentro de ellos un leptón, y dentro de
éstos el que tiene carga -1 y masa unos 10-30 kg. Su importancia fundamental, en mi opinión, es que son los responsables
de los enlaces entre átomos y, por tanto, las reacciones químicas. Sin ellos, el Universo sería un lugar muy aburrido en el
que todos los átomos se comportarían más o menos igual y nunca jamás se unirían para formar moléculas…
Espero que el haber empezado con una partícula tan “normal” no haya aburrido a más de uno. Os prometo que más
adelante nos pelearemos con partículas exóticas, pero quería empezar con una conocida para empezar a disparar
nombres “raros” con algo que no fuera “raro”. Si quieres, por cierto, conocer más acerca del descubrimiento del electrón,
puedes leer acerca de ello en la entrada sobre el Nobel de Física de 1906, concedido a J. J. Thomson precisamente por
este motivo.
En la próxima entrega (porque se merece la suya particular), la antipartícula del electrón, el positrón. Como veremos
entonces, podríamos haber llamado a esta entrada “Esas maravillosas partículas - El negatrón”.

Esas maravillosas partículas - El positrón. 2007/05/22


En la primera entrada de esta serie de Esas maravillosas partículas hablamos sobre el electrón. Allí ya mencionamos que
trataríamos sobre su antipartícula, el positrón, en un artículo independiente, de modo que aquí lo tienes: hablemos de los
positrones.
En primer lugar, hemos dicho que un positrón es la “antipartícula” de un electrón. ¿Qué diablos significa eso?
Podría decirte que es una partícula igual pero de carga opuesta, pero (aunque para muchas cosas con eso basta) vamos
a intentar ir más allá. Supongamos que tenemos un objeto físico al que llamaremos Pepitín (porque nos da la gana). Pepitín
tiene una masa, una carga, unas propiedades, las que sean, y conocemos todas estas propiedades, de modo que (si
sabemos dónde y cuándo está Pepitín) podemos escribir ecuaciones que nos digan cómo va a comportarse: cómo se va
a mover, qué le va a pasar, etc.
Esto es un poco abstracto, pero espero que te ayude a entender el concepto de “antipartícula”. Bien, el AntiPepitín sería
otro objeto físico que se comportaría absoluta y exactamente igual que Pepitín (de hecho, no podríamos distinguirlo de
Pepitín al ver cómo se mueve, etc.) si en nuestras ecuaciones cambiamos tres cosas de signo:
Primero, la carga. Es decir, si Pepitín tuviera carga positiva, AntiPepitín la tendría negativa. De modo que si, por ejemplo,
hay una carga positiva cerca de Pepitín (que tiene también carga positiva), Pepitín se alejaría de ella (porque las cargas
del mismo signo se repelen), mientras que AntiPepitín se acercaría a ella. Fíjate que, si sólo cambiamos esto, AntiPepitín
aún no nos sirve, es decir, no es la antipartícula de Pepitín, porque no se comporta igual que Pepitín: podemos saber
que no es Pepitín porque debería acercarse a la otra carga, y se aleja de ella.
Segundo, la paridad. Esto no es fácil de explicar muy rápido, pero básicamente quiere decir que, en nuestras ecuaciones,
donde poníamos las coordenadas espaciales (x, y, z) ahora las cambiamos de signo igual que hemos hecho con la carga;
escribiríamos (-x, -y, -z). Esto es algo parecido a coger la imagen del Universo y “darle la vuelta” (en tres dimensiones no
es fácil de ver, pero se puede hacer - prueba a imaginarte el punto (2,2,2) y luego el (-2,-2,-2).
En el caso de AntiPepitín, cambiar la paridad simplemente haría que todo (incluida la otra carga y AntiPepitín) estuviera
en posiciones “dadas la vuelta”, lo cual no cambiaría mucho en este caso ni haría que AntiPepitín se comportara igual que
lo había hecho Pepitín, porque como sigue teniendo carga opuesta a la otra carga, se acercaría a ella.
Tercero, el tiempo. Éste es el más raro de todos: en nuestras ecuaciones cambiaríamos de signo el tiempo, es
decir, haríamos que el tiempo fuera hacia atrás. Dicho de otra manera, si hemos filmado a Pepitín (cambiado de carga y
de paridad) con una película, ahora cogemos la película y hacemos que vaya al revés.
¿Ves como ahora sí que AntiPepitín es indistinguible de Pepitín? Como se acercaba a la otra carga, al poner la película
“al revés”, se aleja de ella…lo mismo que hacía antes Pepitín. Conjugando la carga, la paridad intrínseca y el tiempo,
hemos conseguido la antipartícula de Pepitín.
En algún momento tendremos que volver a estas tres simetrías, porque son muy interesantes y revelan aspectos bastante
raros sobre el Universo.
Bien, después de esta disgresión abstracta, volvamos al positrón - ahora deberías entender mejor lo que es. Un positrón,
por supuesto, tiene carga eléctrica positiva, pues el electrón la tiene negativa. Pero si entendiste el artículo anterior, ya
sabes que esto es arbitrario: sería mejor decir que el positrón tiene carga “opuesta” al electrón.
El positrón, además, siguiendo el convenio de nombres de las partículas, debería llamarseantielectrón, pero como fue la
primera antipartícula descubierta y tiene carga “positiva” se le llamó positrón. De hecho, hubo algún proponente de cambiar
el nombre al electrón y llamarlo negatrón, que francamente suena mucho más espectacular, pero la idea no caló.
Por supuesto, si has comprendido todo lo de la paridad y el tiempo, ¿cómo sabemos que lo que tenemos alrededor son
electrones y no positrones? Tal vez estamos yendo hacia atrás en el tiempo y revertidos en el espacio y son positrones…y
en algún otro lugar hay electrones moviéndose hacia delante en el tiempo.
Porque puede mirarse así - para un positrón, el tiempo pasa al revés, y ve al resto del Universo hacer lo contrario de lo
que ve un electrón…aunque, por supuesto, una partícula no “ve” nada, pero ¿no es sugerente la imagen?
Cuando un electrón y un positrón se encuentran en el espacio y están en el estado cuántico adecuado, se aniquilan el uno
al otro y producen otras partículas. Lo más común es que produzcan dos fotones: como los fotones (a los que dedicaremos
su propia entrega) no tienen carga, la carga neta se conserva (la suma de las cargas del electrón y el positrón es cero).
Visto desde el punto de vista de la materia normal (es decir, del electrón), el positrón y el electrón se van acercando hasta
que chocan y producen dos fotones, que se alejan de la colisión.
Pero imagina la escena si fueras el positrón, moviéndote “hacia atrás” en el tiempo. Por supuesto, para ti no vas hacia
atrás, vas hacia delante, pero todo lo demás hace lo contrario de lo que ve el electrón: dos fotones se van acercando el
uno al otro, hasta que chocan, y entonces de la colisión salen dos partículas, un electrón y un positrón, que van alejándose
la una de la otra.
¡Ah! podrás decir. Pero como sabemos que lo que ocurre no es eso, sino lo contrario, entonces los electrones son los que
van “hacia delante” y los positrones “hacia atrás”.
Pero es que lo contrario también pasa. Hay veces en las que dos fotones dan lugar a un electrón y un positrón….de
modo que, ¿cómo sabemos que no estamos yendo nosotros (la materia “normal”, como los electrones y los protones)
hacia atrás en el tiempo?
La respuesta, por supuesto, es que no lo sabemos - y que la pregunta no tiene sentido. El sentido del tiempo que “vemos”
es el que llamamos “hacia delante”, y punto. Nada cambiaría si todo fuera al revés en lo que concierne a las partículas y
antipartículas.
Antes de que pierdas los finos lazos que aún te unen a la realidad cotidiana, vamos a acabar este artículo, pero no sin
mencionar que los positrones, en su momento, sonaban a “ciencia moderna” tanto que el genial Isaac Asimov, al inventar
los cerebros de sus célebres robots, no pudo menos que llamarlos “cerebros positrónicos”, para que sonaran al “futuro” al
usar positrones en vez de electrones.
Por supuesto, un cerebro positrónico dentro de un planeta como el nuestro, lleno de materia normal, sería una bomba de
relojería que no querríamos tener cerca, pero eso es lo de menos – de hecho, los positrones se utilizan todos los días en
medicina, puesto que la TEP (Tomografía por Emisión de Positrones) se basa precisamente en ellos.
Si te ha gustado esta entrada (y permíteme que te diga que si aún estás leyendo esto eres bastante rarito), en la próxima
otra partícula normal - el protón.

Esas maravillosas partículas - El protón. 2007/05/26


En la tercera entrega de esta serie (después de hablar del electrón y el positrón) vamos a centrarnos en otra partícula
“normalita”: el protón.
En primer lugar, el protón no es una partícula elemental. Recuerda cómo, al hablar del electrón, ya dijimos que algunas
partículas que suelen llamarse elementales no lo son - el protón es una de ellas. Unos párrafos más abajo veremos qué
hay “dentro”.
A pesar de que hoy sabemos que el protón no es una partícula fundamental, puede clasificarse igual que hicimos con el
electrón, dependiendo de sus características. Una vez más, vamos con nombres exóticos:
Al igual que el electrón, el protón es un fermión, es decir, no puede haber dos protones en el mismo estado cuántico. En
otras entradas hablaremos de los bosones, que se comportan de manera muy diferente y son los responsables de las
interacciones entre las partículas materiales. Los fermiones son los que componen la materia que conocemos, de ahí que
tanto el electrón como el protón sean fermiones.
Además, el protón es un hadrón. Esto quiere decir que se ve afectado por la fuerza nuclear, que es la que mantiene unidos
a los protones y los neutrones en el núcleo de los átomos. Si no fuera por ella, estas partículas nunca estarían juntas (los
protones se repelerían por tener carga del mismo signo) y no existirían los átomos. Otros hadrones son los neutrones y
los mesones.
Dentro de los hadrones, el protón es un barión, es decir, está formado por tres quarks, como el neutrón…y aquí es donde
llegamos a la verdadera naturaleza no elemental del protón.
Aunque dedicaremos una entrada (probablemente la siguiente) a los quarks, baste decir por ahora que un protón se
compone de tres quarks (como el neutrón), que le confieren sus propiedades. Los que componen el protón son dos
quarks arriba y un quark abajo…sí, suena raro pero ésos son los nombres: recuerda cuando dijimos que la carga “positiva”
y “negativa” era arbitraria. Como quarks hay bastantes, hacen falta más de dos nombres y los físicos se han inventado
éstos tan imaginativos.
De modo que, si pudieras ver un protón “por dentro”, verías tres quarks unidos unos a otros por lafuerza nuclear fuerte. Si
sumas la masa de los tres quarks obtienes, por supuesto, la masa observada del protón, y si sumas sus cargas eléctricas
(2/3 de la carga del electrón para los quarks “arriba” y -1/3 para el quark “abajo”) obtienes 2/3 + 2/3 - 1/3 = 1, es decir, la
carga eléctrica del protón (que es opuesta a la del electrón).
Curiosamente, la Teoría de Gran Unificación (que es un modelo teórico que unifica las fuerzas electromagnética y nuclear)
predice que el protón no es una partícula estable…debería desintegrarse al cabo del tiempo (el electrón, por ejemplo, es
estable de acuerdo con la misma teoría).
Sin embargo, nadie ha visto hasta ahora la desintegración de un protón en otras partículas. De hecho, los experimentos
realizados hasta el momento han demostrado que, si el protón al final resulta ser inestable, su vida media debe ser al
menos de 1035 años…¡cuatrillones de veces más que la edad del Universo!
De modo que puede que los protones se desintegren, pero que aún no haya dado tiempo a que muchos lo hayan hecho,
de modo que no hemos visto a ninguno desintegrarse en otras partículas porque el Universo sea demasiado joven
aún…¿no es fascinante?
También puede ser que los protones sean estables y la Teoría de Gran Unificación esté equivocada. De hecho, la otra
predicción observable “fácilmente” de la Teoría (los monopolos magnéticos) tampoco ha sido comprobada hasta ahora.
En cualquier caso, recuerda que un protón es una partícula compuesta por tres quarks, es un fermión, un hadrón y dentro
de éstos un barión. El protón “siente” todas las fuerzas fundamentales: la gravitatoria, la electromagnética, la nuclear fuerte
y la débil. Y, por supuesto, la existencia de los protones es la que hace que existan átomos y nosotros estemos aquí.
La antipartícula del protón es el antiprotón…no hay nombres exóticos en este caso. Y, por si te lo estás preguntando, sí:
si coges un antiprotón y lo filmas en una película, le cambias la carga, pones el Universo del revés y luego la película hacia
atrás, es indistinguible de un protón. La física fundamental es escalofriante y fascinante al mismo tiempo, al menos para
mí. Los antiprotones fueron observados por primera vez en 1955 por Emilio Segrè y Owen Chamberlain (quienes, por
cierto, recibieron el Premio Nobel en 1959 por ello).
Ya que hemos mencionado los quarks, en la próxima entrega nos dedicaremos a ellos antes de seguir con otra partícula
“normal”.

Esas maravillosas partículas - Los quarks. 2007/05/30


En entradas anteriores de Esas maravillosas partículas hemos hablado del electrón, el positrón y el protón. Como
recordarás, hablando del último mencionamos que no era una partícula elemental: está compuesto de partículas más
sencillas, denominadas quarks. En esta entrada hablaremos de estos misteriosos y escurridizos quarks.
Hacia 1960, varios científicos se estaban ya planteando que ciertas partículas consideradas, hasta entonces, elementales,
estaban compuestas de otras más sencillas: Murray Gell-Mann, Kazuhiko Nishijima y Richard Feynman,
independientemente, habían descubierto simetrías y observado propiedades de la radiación emitida en la desintegración
de hadrones que les sugerían la existencia de una subestructura de éstos.
Murray Gell-Mann denominó a estas supuestas partículas quarks, puede que por aparecer en la novela Finnegans Wake,
de James Joyce, en la que tres pájaros lanzan tres gritos (Joyce, al que le encantaban los juegos de palabras, llama a los
gritos de los pájaros “quarks” como onomatopeya):Three quarks for Muster Mark! Puesto que en ese momento se conocían
tres quarks, y eran cosas “sin sentido”, el nombre acabó calando. Hoy en día conocemos más quarks, pero el nombre se
ha mantenido.
Feynman, por su parte, llamó a las supuestas subpartículas partones, por ser “parte de los hadrones”. Finalmente se
descubrió que tanto quarks como partones eran lo mismo, y el nombre definitivo fue quarks.
Es interesante notar que, por lo que sabemos, no pueden existir quarks libres. Al menos, no durante mucho tiempo (“mucho
tiempo” en física de partículas = muchísimo menos de un segundo). Es decir, siempre están asociados formando otras
partículas, como los protones o los mesones, y “pegados” unos a otros mediante otras partículas, de las que hablaremos
en otra entrada de la serie, llamadas gluones.
¿Cómo sabemos entonces que existen, si nunca hemos visto uno?. La verdad, seguro, seguro, no lo sabemos. Sin
embargo, el modelo de quarks (que describiremos en un momento) no sólo explica muy bien el comportamiento y
propiedades de las partículas que se conocían en el momento de proponerlo Gell-Mann y Nijishima - las predicciones del
modelo, por ejemplo, de partículas desconocidas en el momento formadas por determinadas combinaciones de quarks,
se han ido cumpliendo. De manera que, a pesar de ser partículas inferidas, no observadas directamente, explican lo que
conocemos y predicen cosas que no conocíamos, de modo que el modelo está generalmente aceptado.
Además, aunque no hemos visto ninguno directamente, hemos detectado sus “restos”; me explico. Uno de los quarks que
describiremos en un momento, el quark “top”, tiene una vida media antes de desintegrarse en otras partículas de unos 10 -
25 segundos. No sé si te haces una idea de lo minúsculo que es este tiempo: la luz no llegaría a cruzar el núcleo de un

átomo en ese tiempo. Pero los científicos han conseguido, haciendo colisionar partículas a grandes energías, producir
quarks “top” y luego detectar las partículas en las que éstos se desintegran, de modo que es bastante seguro que el quark
estuvo allí.
Los quarks son parte del Modelo Estándar de partículas elementales, aunque hay extensiones del modelo que piensan
que…¡están compuestos de partículas más pequeñas! Pero, por ahora, centrémonos en la teoría más ampliamente
aceptada, que dice que son partículas fundamentales.
Existen seis quarks diferentes, a los que se han dado nombres arbitrarios: up, down, strange, charm, top y bottom, y
por supuesto, sus seis antipartículas (una por cada quark, antiup, antidown…). Tres de ellos (up, charm y top) tienen carga
+2/3, y los otros tres (down, strange y bottom) tienen carga -1/3. De este modo, si se tienen, por ejemplo, dos quarks up y
uno down, la carga de la partícula resultante será 1, y si se tienen un up, un strange y un bottom, la carga resultante será
nula, etc.
Sin embargo, todos los quarks tienen espín 1/2, es decir (si recuerdas la entrada del electrón), sonfermiones. Dicho de
otra manera, son partículas “individualistas” que no pueden estar en un mismo estado cuántico. Sin embargo, hay
partículas compuestas, como el protón, que tienen dos quarks up con la misma carga y el mismo espín…todo es igual, lo
cual es imposible.
Los físicos dedujeron de esto que existe otro número cuántico más, es decir, otra propiedad de las partículas, que puede
tener tres valores. Llamaron a esta nueva propiedad color, y a los tres posibles valores rojo, verde y azul (porque
sí…recuerda la arbitrariedad de la carga, esto es lo mismo). De ese modo, un protón puede tener dos quarks up, pero de
diferentes “colores”. Por cierto, esto de los colores (que, desde luego, no tiene nada que ver con los colores de verdad) es
lo que da parte de su nombre a la cromodinámica cuántica. El “color” es además el que hace que los gluones tengan a los
quarks, dentro de un protón o un neutrón, unidos unos a otros.
Si recuerdas el artículo del electrón, esa partícula era un leptón - no está compuesta por quarks y, por lo tanto, no tiene
color. De modo que los electrones no son afectados por los gluones y no sienten la fuerza nuclear que une a protones y
neutrones en el núcleo.
De manera que: los quarks son fermiones que siempre se encuentran asociados, no pueden estar solos. Como ya dijimos
al hablar del protón, todas las partículas formadas por quarks se denominan hadrones. Existen dos maneras conocidas de
combinar quarks, es decir, dos tipos de hadrones: o se tienen dos juntos, o se tienen tres juntos.
Como el espín de los quarks es siempre 1/2 (dirigido hacia “arriba” o hacia “abajo”, o +1/2 y -1/2), entonces puedes entender
que cualquier partícula con tres quarks va a ser un fermión, porque sumando y restando 1/2 tres veces puedes tener -3/2,
-1/2, 1/2 o 3/2, pero nunca un número entero. Estas partículas formadas por tres quarks, que siempre van a ser fermiones,
se denominan bariones. ¿Recuerdas al protón y sus tres quarks?
Por otro lado, cualquier partícula formada por dos quarks va a tener un espín de -1, 0 o 1 (pues sumando o restando 1/2
dos veces, nunca puedes tener una fracción), es decir, va a ser un bosón. Estas partículas formadas por dos quarks,
siempre bosones, se denominan mesones. Puesto que los quarks “sienten” todas las fuerzas fundamentales, los hadrones
también las sienten, aunque algunos de ellos (como el neutrón) pueden tener una combinación de quarks tal que no se
vean afectados, de manera neta, por alguna de ellas.
De modo que los hadrones (es decir, las partículas compuestas por quarks) pueden ser bariones (formadas por tres quarks
y por lo tanto fermiones, como los protones y los neutrones) o mesones (formados por dos quarks y por lo tanto bosones).
Y podemos “ver” todas estas partículas, pero no los quarks de los que están compuestas, al menos por ahora.
Ya que hemos hablado de los quarks, seguiremos la serie con otra partícula compuesta por ellos (otro hadrón): el neutrón.
De vuelta a partículas más “de andar por casa” después de este paréntesis “quarkiano”.

Esas maravillosas partículas - El neutrón. 2007/06/04


En entradas anteriores de Esas maravillosas partículas hemos hablado del electrón,
el positrón, el protón y los quarks. Hoy seguimos con una partícula más humilde, pero muy
interesante (como espero demostrar en breve): el neutrón.
El neutrón es, “por dentro”, muy parecido a un protón. Si recuerdas la entrada sobre el protón,
esta partícula estaba formada por dos quarks_ up_ y uno down. Al estar formada por quarks,
era un hadrón, y por tener tres quarks era un barión y, por lo tanto, un fermión. Bien, un
neutrón es prácticamente igual: también está formado por tres quarks, pero en vez
de up/up/down _tiene _up/down/down.

Esta aparentemente minúscula diferencia hace que las dos partículas “hermanas” se comporten de formas muy distintas:
recuerda que la carga del protón era +2/3 +2/3 -1/3 = +1. Pero como el neutrón tiene up/down/down su carga es +2/3 -1/3
-1/3 = 0. No tiene carga - no porque no haya nada con carga en él, sino porque las cargas que hay en su interior se
anulan.
Esta neutralidad de carga es lo que hizo que el neutrón tardase unos años más en ser identificado que el protón (que fue
descubierto en 1918 por Rutherford). Fue James Chadwick (físico inglés), en 1932, quien identificó las partículas
desconocidas pero ya observadas por otros como Walther Bothe, Irène Joliot-Curie y Frédéric Joliot. De acuerdo con
Chadwick, eran algo así como protones de carga neutra (lo cual, por otro lado, no es una mala descripción), de modo que
se denominaron neutrones.
Los neutrones sufren las cuatro fuerzas fundamentales del Universo, como los protones: a pesar de no tener carga neta,
tienen un momento magnético lo mismo que el protón, de modo que sufren la fuerza electromagnética, la nuclear fuerte,
la débil y la gravitatoria. Sin embargo, la fuerza más importante para los neutrones es la fuerza nuclear fuerte, la que
mantiene a los quarks unidos en su interior y une a los neutrones con otros neutrones y con los protones en el núcleo de
los átomos: puesto que los protones y neutrones son los que forman los núcleos, a las dos partículas “hermanas” se las
denomina nucleones.
Sin embargo, como ya dijimos hablando del protón, él es el realmente importante en el núcleo. El neutrón, al no tener
carga, no convierte a un elemento en otro: añadir un neutrón al hidrógeno no lo convierte en otra cosa, sigue siendo
hidrógeno, aunque tenga propiedades un poco diferentes (por ejemplo, es más pesado). Los átomos de un elemento con
diferente número de neutrones se denominan isótopos. Algunos isótopos no son estables, como el Carbono-14, de modo
que se usan para medir fechas.
Pero existe otra diferencia entre el protón y el neutrón: dependiendo de qué combinación de quarks forma un hadrón, éste
puede ser más o menos estable. Por ejemplo, ya dijimos que un protón libre podría no ser estable, pero de ser inestable
su vida media probablemente es mucho mayor que la edad actual del Universo.
Sin embargo, debido a la combinación de quarks que forman el neutrón, un neutrón libre (no asociado al núcleo de un
átomo) tiene una vida mucho más corta: unos 15 minutos. Ésa es la razón de que puedas encontrar muchos protones
libres en el Universo (núcleos de hidrógeno sin el electrón), pero es muy difícil ver neutrones libres más de unos minutos.
Cuando un neutrón se desintegra, lo hace en un protón, un electrón y un antineutrino (del que hablaremos en alguna otra
entrada).
Debido a que un neutrón libre sólo permanece como tal durante un cuarto de hora, es difícil disponer de ellos (a diferencia
de otras partículas): hay que generarlos según se necesitan. La mayor parte de ellos se obtienen de reacciones nucleares
espontáneas de elementos radiactivos, que sufren la fisión de forma natural (como el polonio o el radio), emitiendo
neutrones en el proceso.
¡Y los neutrones libres son muy peligrosos! De hecho, es uno de los productos de la desintegración radiactiva más
peligrosos que hay. Piensa que otras partículas emitidas en las reacciones nucleares, como los electrones, aunque son
peligrosas, son fáciles de parar. Las partículas cargadas, en cuantro entran en contacto con un medio material más o
menos denso, empiezan a desviarse (debido a la fuerza eléctrica), a ionizar átomos arrancando electrones que se llevan
parte de la energía y se mueven en otra dirección, etc. Es decir, la energía de esas partículas se disipa relativamente
rápido.
Por eso, si vas a estar en un lugar en el que puede haber emisión de protones o electrones, un recubrimiento de plomo es
una protección muy buena. De hecho, al ser un metal también absorbe muy bien los fotones, de modo que protege contra
muchas clases de emisiones radiactivas (alfa, beta y gamma). Pero, _¿y los neutrones? _
Al ser neutros, la única manera de que pierdan su energía es que choquen de cabeza con el núcleo de otro átomo. Por lo
tanto, la protección contra neutrones requiere un espesor relativamente grande: y además, la masa atómica del núcleo de
los átomos no influye mucho en su capacidad para pararlos, pues los núcleos son tan minúsculos comparados con el
espacio entre ellos que un aumento de tamaño (por ejemplo, plomo en vez de hidrógeno) apenas influye. La mayor parte
de los escudos contra neutrones son paredes espesas de cemento o parafina.
Por supuesto, la mayor parte de los neutrones que puedan llegar a tu cuerpo te atraviesan, pero tú también actúas de
“escudo”: y cuando un neutrón golpea el núcleo de un átomo de una base nitrogenada de tu ADN…bueno, las
consecuencias pueden ser muy desagradables, salvo que la dosis no sea muy intensa y sea breve, y además tengas
suerte.
Es decir, que los neutrones son partículas algo anodinas cuando están en el núcleo de un átomo, pero si están libres tienen
una vida relativamente corta y que puede ser peligrosa….y todo por tener un quark down en vez de uno up.
Una vez hemos hablado del electrón, el neutrón y el protón, como puedes ver hemos acabado con las partículas que
componen la materia corriente. Pero hay muchas otras de enorme interés pero menos comunes - por el hecho de ser
inestables o por el de ser indetectables, o por el hecho de no formar materia sino ser las responsables de interacciones.
En la próxima entrada hablaremos del primerbosón de la serie, probablemente el más famoso - el fotón.

Esas maravillosas partículas - El fotón. 2007/06/10


Antes de continuar la serie Esas maravillosas partículas, a sugerencia vuestra, vamos a pararnos un momento y
recapitular. ¿Qué partículas hemos estudiado hasta ahora? Geli ha hecho un pequeño diagrama (yo hubiera dibujado algo
triste como los monigotes de Ana y Alberto, así que mejor que lo haya hecho ella) para no perderse en las procelosas
aguas de las partículas subatómicas. Ampliará el diagrama según yo añada partículas a la serie, y lo publicaremos
actualizado en cada entrada:
En primer lugar, todas las que hemos descrito eran fermiones, es decir, partículas con espín semientero, lo cual significa
que no puede haber dos en el mismo estado cuántico. Los fermiones son los constituyentes de la materia, de modo que
todo lo que hemos estudiado hasta ahora son partículas “materiales”.
Empezamos la serie con un leptón, el electrón, que es una partícula fundamental, y su antipartícula, el positrón. Recuerda
que los leptones son aquellos fermiones que no experimentan la fuerza nuclear fuerte y, por lo tanto, no están presentes
en el núcleo de los átomos.
Además del electrón, hemos estudiado otra partícula elemental - el quark (en sus varios “sabores”). Los quarks sí
experimentan la fuerza nuclear fuerte y, por lo tanto, las partículas hechas de quarks sí pueden estar en los núcleos
atómicos. Recuerda que los quarks no pueden estar solos más que unos instantes: se encuentran asociados formando
partículas compuestas llamadas hadrones. Pueden estar en grupos de dos (bosones llamados mesones) y de tres
(fermiones llamados bariones).
En la serie hemos hablado de dos de estos bariones (grupos de tres quarks): el protón, que tiene carga positiva, y
el neutrón, que tiene carga neutra. Estas dos partículas forman el núcleo de los átomos y por lo tanto se
denominan nucleones.
Hoy vamos a hablar de otra partícula elemental (no compuesta, que sepamos, de otras partículas más simples): el fotón.
El nombre de “fotón” es unos veinte años posterior a la predicción teórica de la existencia de esta partícula, propuesta por
Albert Einstein en 1905.
A finales del siglo XIX, las Ecuaciones de Maxwell explicaban de una manera extraordinariamente elegante y coherente
todos los fenómenos eléctricos, magnéticos y de radiación electromagnética… casi perfectamente.
De acuerdo con las ecuaciones de Maxwell, la luz (por cierto, a lo largo de este artículo voy a emplear “luz” en vez de
“radiación electromagnética” aunque no sea sólo luz visible; es más corto) era una onda. Esto concordaba con diversos
experimentos anteriores, como la existencia de interferencia y difracción demostradas por Young y otros. La energía que
llevaba, por ejemplo, un rayo luminoso, era dependiente de su intensidad. Es decir, si yo tengo una linterna con una
bombilla poco potente y otra con una bombilla más potente, la energía de la segunda es mayor que la de la primera y eso
es lo único que determina los procesos involucrados con la luz.
Sin embargo, había cosas que no encajaban. Esas cosas llevarían al desarrollo de la Física Cuántica, pero no vamos a ir
por ahí en esta entrada porque no es su propósito. Centrémonos en un experimento concreto: el efecto fotoeléctrico. Se
sabía ya en aquel momento que, si se tiene una pieza de cierto metal y se ilumina, a veces la luz arranca electrones del
metal (produce electricidad a partir de luz, de ahí el nombre del efecto).
Lo lógico sería que, si tengo un trozo de metal y lo ilumino con una linterna y observo que no pasa nada, pueda hacer que
sí que se produzca el efecto añadiendo energía: con una linterna más potente. Sin embargo, esto que parece tan lógico
no ocurre. Y el hecho de que no ocurriera, que por potente que fuera la bombilla, si no producía el efecto nunca jamás
podría producirlo, era algo que perturbaba a los físicos de la época profundamente.
Los científicos observaban algo que no podían explicar: si se ilumina el metal con una luz (por ejemplo) roja y no se produce
el efecto fotoeléctrico, aunque multiplique la potencia de la bombilla por un millón, del metal no sale ni un solo electrón.
Pero si, por ejemplo, con una bombilla de luz azul sí que se arrancan electrones, por muy poco potente que sea la bombilla
siguen saliendo electrones: cuanto menos potente es la bombilla, menos electrones salen, pero salen.
Einstein dio una explicación muy elegante y sencilla, ampliando la idea de Planck de la cuantización de la energía: la luz,
según Einstein, estaba formada por partículas puntuales llamadas “cuantos de luz”. Estas partículas tenían una
determinada energía que dependía únicamente de la frecuencia de la luz (cuanto mayor frecuencia, mayor energía de
cada cuanto), de modo que los cuantos de luz azul tenían más energía que los de luz roja. Cuando una bombilla es muy
potente, es porque emite muchos cuantos luminosos, pero la energía de cada uno sigue siendo la que corresponde al color
- de ahí que el efecto fotoeléctrico no dependa de la potencia de la bombilla sino del color de la luz.
De modo que si una bombilla de luz roja no produce efecto fotoeléctrico es porque cada cuanto luminoso no tiene suficiente
energía: por mucha potencia que tenga (por muchos cuantos que transporte), como cada uno choca con un electrón y no
tiene suficiente energía, no pasa nada. Sin embargo, si la linterna es de luz azul y sí produce el efecto, aunque tenga poca
potencia, los pocos cuantos luminosos que hay arrancan, cada uno, un electrón. Visto así, todo encaja.
Esta explicación de los “cuantos de luz”, escrita por cierto el mismo año que su artículo sobre elMovimiento Browniano, y
también su Teoría de la Relatividad Especial (¡menudo año!), valió a Einstein el Premio Nobel de Física en 1921, e impulsó
el desarrollo de la física cuántica que tanto disgustaría al genial físico. En 1926 se adoptó para la partícula el nombre de
“fotón”, propuesto por Gilbert N. Lewis y que viene del griego “luz”, combinado con la terminación -on que se había usado
para el electrón: de modo que un fotón es una “partícula de luz”.
Esto no quiere decir que todo estuviera claro - considerando la luz como compuesta de partículas, y no como una onda,
se explicaban muy bien cosas como el efecto fotoeléctrico…¿pero y la difracción?Eso sólo podía ser explicado si la luz es
una onda, no partículas. ¿Entonces? La solución estaría más adelante, en la física cuántica y la dualidad onda-
corpúsculo de la luz, de la que hablaremos en algún otro momento.
El fotón, dentro del Modelo Estándar de partículas, es un bosón - es decir, tiene espín entero (en el caso del fotón, 1), lo
cual quiere decir que no es un constituyente de la materia, sino un intermediario de las interacciones entre partículas.
Además, los fotones, al ser bosones, pueden estar en el mismo estado cuántico, lo cual significa que puede haber muchos
fotones “haciendo exactamente lo mismo”. De ahí que se pueda tener un láser de fotones, pero no un láser de, por ejemplo,
electrones.
Además, el fotón tiene otras características que lo hacen muy interesante: no tiene carga eléctrica, de modo que no siente
la fuerza electromagnética. No tiene masa, por lo que durante cierto tiempo se pensó que no sentía la fuerza gravitatoria
(la Teoría de la Relatividad General de Einstein cambió eso, y hoy sabemos que sí la siente, de ahí la existencia de los
agujeros negros).
Si no tiene ni carga ni masa, realmente, ¿qué hay en un fotón? Dicho rápido y mal: energía y momento de determinadas
características. Un fotón lleva energía, que puede transmitir a un átomo, por ejemplo, al chocar con él. Cuando la luz del
Sol calienta tu cuerpo, lo que ocurre es que los fotones que llegan hasta ti hacen vibrar tus átomos más rápido,
calentándolos.
Además, un fotón tiene momento lineal, es decir, es capaz de empujar cosas - esto se puede comprobar con relativa
facilidad (por ejemplo, mediante experimentos del Efecto Compton) y, de hecho, algunos diseños de naves espaciales
utilizan “velas” empujadas por un láser. Pero, además de energía y momento, un fotón representa cierto orden - dos fotones
de frecuencias (“colores”) diferentes no tienen la misma energía ni el mismo momento, de modo que puedes tener una
cantidad de energía (o momento) determinada con pocos fotones de gran frecuencia, o con muchos fotones de poca
frecuencia.
Además de ser los componentes de la radiación electromagnética (la luz visible, las ondas de radio, las microondas, los
rayos X, los rayos gamma, etc.), los fotones son los responsables de la interacción electromagnética: de acuerdo con la
teoría cuántica, siempre que dos partículas interaccionan debido a la fuerza eléctrica o la magnética, intercambian fotones.
Por lo tanto, sabemos que si tenemos dos cargas en el espacio y se repelen, no lo hacen instantáneamente. Los fotones
responsables de la repulsión tienen que viajar de una carga a la otra a la velocidad de la luz.
Los fotones viajan siempre, en el vacío, a la velocidad de la luz (¡de ahí el nombre de la velocidad!). Si recuerdas los
artículos sobre la Relatividad sin fórmulas, esto hace que, si tú fueras un fotón (échale imaginación), el Universo sería muy,
muy raro…En primer lugar, el tiempo no pasa para ellos, literalmente. El tiempo subjetivo que experimentarías desde ser
emitido por un átomo hasta ser absorbido por otro, aunque estuviera a cien millones de años-luz del primero, sería 0. La
distancia que recorrerías entre los dos átomos medida por ti mismo, debido a la contracción de la longitud, sería
exactamente…0. Para ti, el Universo sería algo que no podrías experimentar, y para los demás, si te viéramos “desde
fuera”, estarías “congelado” durante toda tu existencia: un fotón no puede experimentar ningún cambio desde que se emite
hasta que desaparece de nuevo.
Otro efecto interesante de los fotones es que, a pesar de no tener masa, sí modifican la masa de un sistema que los emite
o los absorbe: una vez más, de acuerdo con Einstein, la equivalencia entre masa y energía hace que, si emites un fotón,
pierdas algo de masa (la energía del fotón emitido proviene de esa pérdida de masa), y al revés. Por supuesto, la pérdida
o ganancia de masa es minúscula y, cuando el Sol te calienta, no notas que peses más.
De manera que el fotón, que es el bosón más famoso, es el constituyente de la radiación electromagnética y es el
intermediario de la interacción eléctromagnética. Algunos tienen vidas muy largas (medidas “desde fuera”, claro), por
ejemplo, los emitidos por una estrella que viajan durante miles de millones de años por el espacio. Otros, como los que
está emitiendo tu cuerpo ahora mismo por el hecho de tener temperatura (fotones infrarrojos) tienen vidas muy cortas: si
la pared de la habitación en la que estás está a un par de metros de ti, sólo tardan unos 0,00000001 segundos en
desaparecer de nuevo.
Por cierto, en la entrada del neutrón hablamos de lo peligrosos que eran los neutrones libres - los fotones también pueden
serlo. Los fotones infrarrojos ya pueden ser muy dañinos si la intensidad es grande, pues pueden quemarte (cuando notas
el calor en la cara mirando una chimenea de frente, estás notando fotones infrarrojos), lo mismo que los de microondas.
Pero llega un momento en el que un fotón tiene tanta energía que no hace falta una gran intensidad para dañarte: a partir
de los fotones ultravioletas, cada fotón tiene tanta energía que puede “descolocar” los ácidos nucleicos de tu ADN,
provocando un cáncer. Ése es uno de los peligros de la radiación gamma (que tiene aún más energía que los rayos X, que
también pueden provocar cáncer).
Pero, duraderos o efímeros, peligrosos o inocuos, gran parte de los cambios en el Universo se deben a ellos - piensa que
todas las reacciones químicas se deben a interacciones eléctricas (es decir, intercambio de fotones). Lo mismo con las
fuerzas que hacen que andes, que empujes las teclas del ordenador, que los electrones se muevan por el cable, que
puedas respirar (reacción química), que pienses…¡fotones por todas partes! Sin embargo, como un fotón típico de luz
visible tiene unos 0,0000000000000000001 Julios, no somos conscientes de que están ahí como partículas individuales.
Si recuerdas, cuando hablamos del neutrón dijimos que un neutrón libre se desintegra al cabo de unos 15 minutos en un
protón, un electrón y un antineutrino. Hablemos entonces de la tercera partícula, relativamente famosa pero, al mismo
tiempo, misteriosa - en la próxima entrada, el neutrino.

Esas maravillosas partículas - El neutrino


2007/06/15
Continuamos hoy con nuestro viaje por el intrincado mundo de las partículas subatómicas (muchas de ellas elementales,
otras mal llamadas así). Entre esas maravillosas partículas hemos estudiado hasta ahora el electrón, el positrón, el protón,
el neutrón, los quarks y el fotón. Hoy continuamos la serie con una partícula fantasmal y fascinante: el neutrino.

Todas las partículas elementales


vistas hasta ahora en esta serie,
incluido el neutrino.
Podrías pensar, ¿y a mí que me
importa el neutrino? ¿tiene que ver
algo conmigo? Muchas veces lo
vemos como algo muy lejano, algo
estudiado en aceleradores de
partículas enterrados bajo el
suelo…pero los neutrinos están muy
cerca de ti. Mejor dicho, los neutrinos
están dentro de ti: cada segundo te
atraviesan, aproximadamente,
doscientos billones de neutrinos. Sí,
has leído bien: durante el tiempo que
lees cada palabra de esta frase te
atraviesan unos
200.000.000.000.000 neutrinos.
¿Quieres saber por qué? Pues sigue
leyendo.
En 1930, la desintegración beta, por la cual un neutrón libre (recuerda la entrada sobre él), pasados unos 15 minutos de
media, se desintegra en un protón y un electrón, se conocía relativamente bien. Sin embargo, algo no encajaba: los
principios de conservación de la energía y la cantidad de movimiento no se cumplían. Dicho de otra manera: la energía y
la cantidad de movimiento del neutrón eran más grandes que las de el protón y el electrón producidos. Sin embargo,
ninguna otra partícula se observaba.
Wolfgang Pauli (al que tendremos que dedicar alguna entrada en El Tamiz) propuso una posible solución: en la
desintegración beta se estaba produciendo alguna otra partícula. Una partícula fantasmal, que los científicos no podían
ver, pero que se llevaba la energía y el momento que faltaban en la reacción. Esta partícula debía tener una masa
minúscula o no tener masa, y no tenía carga.
Fue el genial Enrico Fermi quien dio nombre a tan elusiva partícula. En italiano (idioma de Fermi), el neutrón se llama
“neutrone”, y el sufijo -one (como el castellano -ón) suele indicar algo muy grande. Como la nueva partícula no tenía carga,
era muy difícil de ver y probablemente no tenía masa, era una “partícula muy pequeña sin carga”, algo como un “mini-
neutrón”….en italiano, un neutrino. Al ver “neutrino” no parece tan gracioso, pero imagina si se hubiera traducido al español.
Tendríamos el neutrón y … el neutrín. Este Fermi…
Al ser una partícula tan fantasmagórica, pasarían 26 años desde que Pauli la propusiera hasta que, finalmente, pudiera
ser detectada: en 1956, un equipo de científicos pudo anunciar que los neutrinos, efectivamente, existían. Por cierto, ese
descubrimiento les supuso el Premio Nobel, algo retrasado, en 1995.
El neutrino es un leptón, como el electrón: recuerda que un leptón es un fermión que no siente la fuerza nuclear fuerte, la
responsable de unir a los protones y neutrones en los átomos. Pero, a diferencia del electrón, el neutrino ni siquiera siente
la fuerza electromagnética, porque no tiene carga. Las únicas interacciones de las que es capaz son la gravitatoria (que
es muy débil) y la nuclear débil (que es la responsable, por ejemplo, de la desintegración beta que produce los neutrinos).
Por lo tanto, un neutrino suele atravesar cantidades gigantescas de materia sin interaccionar con ella: tiene que, por
ejemplo, golpear un protón “de cabeza” para producir un neutrón y un positrón. Pero claro, las probabilidades de que eso
ocurra son minúsculas, de modo que los neutrinos son muy difíciles de detener y detectar. Por otro lado, la buena noticia
es que, aunque no se pueden parar, esa propiedad hace también que no sean peligrosos en absoluto, ya que pasan a
través de nosotros sin interaccionar con la materia que nos forma. Como hemos dicho antes (luego explicaremos por qué),
billones de neutrinos te atraviesan todo el tiempo y tú, tan fresco.
No mucho después de descubrirse experimentalmente que los neutrinos existen, se descubrió que no hay un neutrino,
sino tres: uno asociado al electrón y otros dos asociados a otros dos leptones (elmuón y el tauón, de los que hablaremos
más adelante en la serie). Cada neutrino puede tomar parte en las reacciones nucleares en las que aparece su leptón
particular. Por lo tanto, no basta con decir “neutrino”, sino que hay que especificar: existe un neutrino electrónico,
un neutrino muónico y unneutrino tauónico. Por ejemplo, en la desintegración beta se produce un electrón, de modo que
el neutrino que ahí toma parte tiene que ser un neutrino electrónico.
Además, el neutrino tiene una antipartícula, el antineutrino. De hecho, hoy sabemos que la partícula que propuso Pauli
para explicar la desintegración de un neutrón en un protón y un electrón no es un neutrino: es un antineutrino electrónico.
Los neutrinos se producen de muchas formas: por ejemplo, cuando cuatro protones se unen para formar un núcleo de
helio en la fusión nuclear, dos de ellos se convierten en neutrones, de modo que emiten neutrinos electrónicos (además
de otras cosas). Esos neutrinos son los que produce el Sol, y son muy interesantes: otras partículas y la radiación emitidas
dentro del Sol tardan muchos años en salir de él, por su enorme densidad. Pero los neutrinos ni se enteran: salen
disparados del Sol como si no hubiera nada en su camino (bueno, casi). De modo que hay muchos, muchos neutrinos
atravesando la Tierra todo el tiempo, procedentes del Sol.
Cada centímetro cuadrado recibe unos setenta mil millones de neutrinos por segundo. Eso quiere decir que en la Tierra
entran unos 90.000.000.000.000.000.000.000.000.000 neutrinos cada segundo…una de esas cifras difíciles de asimilar.
Pero claro, pasan a través de la Tierra casi sin enterarse: aunque algunos, siendo tantos, sí que golpean algún nucleón y
desaparecen. Pero, para que te hagas una idea de qué difícil es pararlos:
Supongamos que queremos construir una barrera que detenga la mitad de los neutrinos solares que llegan a una
habitación, por ejemplo, con una pared de plomo. ¿Cómo de gruesa tendría que ser la pared? Pues…tendría que tener
un año-luz de grosor. No tengo palabras.
Los neutrinos también se producen en la fisión, tanto la artificial (en las centrales nucleares) como la natural. Vamos, que
hay neutrinos por todas partes, unos con más energía y otros con menos. Algunos tienen muchísima: por ejemplo, los
producidos en una supernova, cuando las reacciones nucleares se aceleran muchos órdenes de magnitud. De hecho, ésa
es una de sus utilidades más grandes: en una supernova la densidad es tan gigantesca que recibir información de lo que
pasa dentro es muy difícil…pero los resbaladizos neutrinos se escapan sin problemas y podemos detectarlos desde aquí.
Por cierto, hemos dicho que tienen muy poca masa o no tienen nada: al principio se pensaba que no tenían absolutamente
nada de masa. Sin embargo, hoy sabemos que sí la tienen, pero es muy pequeña - menos de la diezmilésima parte de la
del electrón. El neutrino es, efectivamente, un “neutrín” (salvo que no sufre la fuerza nuclear fuerte, claro, o los tendríamos
dentro de los núcleos con los protones y los neutrones).
Dejamos ahora los dominios de las partículas más conocidas para adentrarnos en aguas menos exploradas - ya que lo
hemos mencionado hoy, seguiremos la serie con el muón.

Esas maravillosas partículas - El muón. 2007/06/20


En la serie Esas maravillosas partículas
hemos hablado ya del electrón, el positrón,
el protón, el neutrón, los quarks y el fotón y
el neutrino. Hoy continuamos hablando de
una partícula poco conocida: el muón.
Por si no te acuerdas de lo que hemos
visto, aquí tienes el diagrama actualizado
con todas las partículas que hemos tratado
hasta ahora, incluida la de hoy:
Esas maravillosas partículas
En 1936, el físico Carl Anderson estaba
estudiando los rayos cósmicos y
catalogando las partículas detectadas.
Todas ellas encajaban con las conocidas
hasta el momento… excepto una.
Anderson observó una partícula de carga
negativa, como el electrón, pero mucho
más pesada (unas doscientas veces más).
Pero ésta no era la primera partícula
descubierta por el físico americano - en
1932 ya había descubierto el positrón (dato
que desgraciadamente no mencioné en
aquel artículo, pero que añadiré cuando la serie esté completa). De hecho, en 1936 recibió el Premio Nobel por descubrir
el positrón…y ese mismo año descubrió una nueva partícula.
Al principio, Anderson pensaba que había descubierto una partícula propuesta teóricamente por Hideki Yukawa, el pión
(que ya caerá en nuestras fauces más adelante en la serie). Sin embargo, las propiedades de esta misteriosa partícula no
coincidían con las del pión. Los físicos estaban desconcertados. El físico Isidor Isaac Rabi, según otros colegas, exclamó
“¿Quién ha pedido eso?” en un restaurante, refiriéndose a la nueva partícula.
Sin embargo, ésta era únicamente la primera de una serie de muchas partículas que se irían descubriendo en no
demasiados años y que habría que hacer encajar en algún armazón teórico - vamos, un problema. Willis Lamb, otro físico,
llegó a decir que “el descubrimiento de una nueva partícula solía ser recompensado con un Premio Nobel, pero a partir de
ahora debería ser castigado con una multa de $10.000”.
La partícula recién llegada cambiaría varias veces de nombre. Al principio, puesto que era más pesada que el electrón,
pero más ligera que el protón, se llamó a la nueva partícula mesotrón, utilizando la raíz griega meso-, “medio”, al estar su
masa entre las de las otras dos partículas. Sin embargo, más adelante se descubrieron otras partículas con masa
intermedia entre el electrón y el protón, y a todas se las llamó mesones. Para distinguir a ésta de las otras, se la denominó
mesón μ (mesón mu), por la “m” griega, ya que había sido la primera partícula “media”.
Pero este nombre también se dejó de utilizar: el mesón μ era distinto de todos los demás en un aspecto muy importante,
entre otros - era una partícula elemental, y los otros no. Al final se definieron los mesones como hemos hecho en esta
serie, como hadrones formados por dos_ quarks, de modo que el mesón μ no era realmente un mesón, además de no ser
tampoco un _bosón como los otros mesones. La “partícula mu” acabó llamándose muón…al menos, por ahora.
El muón es una partícula elemental, es decir, no está formada (que sepamos) por nada más simple, igual que, por ejemplo,
el electrón. Tiene espín semientero, es decir, es un fermión, lo mismo que el electrón. No siente la fuerza nuclear fuerte,
de modo que no puede formar parte del núcleo de los átomos. Si eres un fiel lector de esta serie, sabes cómo se llama un
fermión que no siente la fuerza nuclear fuerte: es un leptón, como el electrón. De hecho, tiene incluso la misma carga que
el electrón (su antipartícula, el antimuón, tiene carga positiva, como el positrón).
Pero, ¿en qué se diferencia entonces del electrón? ¡Casi todo es igual! Existen dos únicas diferencias entre ellos, una
relativamente importante y otra fundamental. La primera diferencia, que ya hemos
mencionado, es la masa: el muón es unas doscientas veces más pesado que el
electrón. La segunda es que, a diferencia del electrón, el muón no es estable.
¿Recuerdas el neutrón libre y su vida media de quince minutos? Los muones son
muchísimo más fugaces: su vida media es de tan sólo 2 microsegundos. Por eso no
vemos muones por todas partes, y por eso en los átomos hay electrones y no muones:
el muón es algo así como un súper-electrón inestable. Por cierto, cuando se desintegran
suelen hacerlo en un electrón, un antineutrino electrónico y un neutrino muónico, como
puedes ver en el siguiente diagrama de Feynman:
Crédito Wikipedia/DnetSyg (GPL)
Por si te lo estás preguntando, sí, la masa del muón es mucho mayor que la de las partículas resultantes, de modo que
éstas tienen una enorme energía cuando son creadas. La otra partícula que ves en el diagrama, además del muón, el
electrón y los neutrinos, es un bosón W que aparecerá más adelante en la serie.
¿De dónde salen los muones? Pues no de muchos sitios: para crear un muón hace falta una gigantesca cantidad de
energía. De hecho, no existe ninguna reacción nuclear en la Tierra que produzca muones. Los únicos que hay cerca de ti
(y sí que los hay, aunque no demasiados) son los que se producen cuando los rayos cósmicos alcanzan la atmósfera. Los
rayos cósmicos están compuestos en gran parte por protones de mucha, muchísima energía. Tanta que, cuando chocan
con los núcleos de los átomos de la atmósfera, producen lluvias de partículas exóticas, como los piones propuestos por
Yukawa. Estos piones duran muy poco tiempo y, tras recorrer tan sólo unos metros, se descomponen en muones y
neutrinos.
Podrías pensar que esos muones, producidos en las capas más altas de la atmósfera (a muchos kilómetros del suelo) y
con una vida media de sólo 0,000002 segundos, nunca jamás podrían llegar al suelo - y te equivocarías, porque no estarías
teniendo en cuenta los efectos relativistas. Si eres asiduo lector de El Tamiz (y si estás leyendo este artículo probablemente
lo eres) conoces la serie de Relatividad sin fórmulas: los muones producidos por los rayos cósmicos van tan deprisa que
los vemos “en cámara lenta” y son capaces de llegar mucho más lejos de lo que cabría esperar sin la relatividad: deberían
desintegrarse tras recorrer sólo unos 600 metros pero, sin embargo, recorren decenas de kilómetros hasta llegar al suelo
antes de desaparecer. De hecho, cosas como ésta son una prueba de que la Teoría de la Relatividad Especial no es una
“ilusión óptica”: los muones, cuando van muy rápido, viven más de lo que deberían.
Los muones que nos llegan son, en teoría, peligrosos. Piensa que la radiación beta, formada por electrones muy
energéticos, es muy peligrosa. Bien, esto es como “súper-radiación beta”…¡menudos pedazos de electrones! Pero, por
otro lado, la cantidad de muones producidos en la atmósfera es muy pequeña, de modo que los muones forman parte de
lo que se llama “radiación ionizante de fondo”…vamos, lo normal. Esto no quiere decir que si un muón te llega no tenga
ninguna posibilidad de producirte, por ejemplo, un cáncer, pero la cantidad de ellos es suficientemente pequeña como para
que esta probabilidad sea minúscula.
Los científicos, por supuesto, no quieren depender de la aleatoriedad de los rayos cósmicos y su entrada en la atmósfera
para producir muones: los crean ellos mismos. Aceleran hadrones a grandes velocidades y los hacen chocar con otros
hadrones, con lo que producen piones que se desintegran y así se obtienen los muones a discreción.
Si tienes imaginación, puedes hacerte la siguiente pregunta: Si los muones son súper-electrones, ¿podrían formar átomos
como los electrones, aunque fueran átomos de muy corta vida? Pues sí. De hecho, estos átomos existen (durante mucho
menos de un segundo, pero bueno). Por ejemplo, un protón con un muón (en vez de un electrón), es una especie de
hidrógeno con más masa…algo así como un isótopo del hidrógeno de muy corta vida, que los físicos llaman muonio, y
tiene incluso símbolo, Mu. Estos átomos exóticos duran lo mismo que los muones, claro, de modo que no vas a ver muonio
por ahí, pero se utiliza en algunas técnicas espectroscópicas.
De manera que el muón es una partícula fugaz, muy parecida al electrón, pero más pesada, y fue la primera de las
partículas inestables en ser descubierta. Puede que no esté por todas partes como los electrones o los neutrinos, pero es
muy importante, sobre todo por el sopapo que supuso para los físicos cuando les abrió los ojos ante la cantidad de
partículas que no habían pensado que podrían existir.
En la próxima entrega, el hermano pesado del electrón y el muón: el tauón.

Esas maravillosas partículas - El tauón. 2007/06/28


En la serie Esas maravillosas partículas hemos hablado ya del electrón, el positrón, el protón, el neutrón, los quarks y el
fotón, el neutrino y el “hermano pesado” del electrón, el muón. Hoy conoceremos al “hermano súper-pesado” del electrón
- el tauón.
Antes de lanzarnos a conocer al tauón quiero hacer un inciso para que te sea más fácil relacionar los fermiones estudiados
hasta ahora. Podríamos haberlo mencionado antes de empezar a hablar de cada partícula, pero creo que, de este modo,
introduciendo conceptos abstractos poco a poco y mezclándolos con las partículas, es más fácil asimilarlos - lo mismo
hicimos ya con el concepto de antipartícula.
Existe un concepto de nombre desafortunado pero que es muy utilizado en física de partículas, denominado generación.
El Modelo Estándar de partículas subatómicas divide a las partículas constituyentes de la materia (los fermiones) en tres
de estas “generaciones”.
Digo que el nombre es confuso porque los fermiones de una generación no son “hijos” ni derivados de generaciones
anteriores - lo único que diferencia una generación de la anterior es la masa. Las partículas de la primera generación son
ligeras, las de la segunda generación son más pesadas y las de la tercera generación son las más pesadas de todas.
Para que haya partículas en distintas generaciones de la misma “dinastía” es necesario que sean idénticas en todas sus
propiedades e interacciones (su carga, su color, las fuerzas que las afectan, etc.) excepto en la masa y, como consecuencia
de ella, la estabilidad: las partículas de cada generación son menos estables que las de la generación anterior.
Por ejemplo, si recuerdas el artículo anterior, dijimos que el muón era prácticamente igual que el electrón, sólo que más
pesado y menos estable. ¿Ves la relación entre ellos, en términos de “generaciones”? El electrón es un fermión de primera
generación, y el muón, su hermano pesado, es la segunda generación. Hoy, si no lo conocías ya, vas a conocer a la tercera
generación - el tauón.
Lo mismo ocurre con otras partículas que hemos estudiado, como los quarks: Los quarks up y down son la primera
generación, los strange y charm la segunda, y los top y bottom la tercera generación.
¡Y lo mismo sucede con los neutrinos! El neutrino electrónico es el de primera generación, el neutrino muónico es el de
segunda generación y el neutrino tauónico es el de tercera generación - todo encaja, cada neutrino en la generación de su
leptón correspondiente.
Sin embargo, todo lo que puedes ver con los ojos (y casi todo lo que hay en el Universo) es de la primera generación -
salvo los neutrinos, todas las partículas de las generaciones segunda y tercera son inestables. Cuanto mayor la generación,
mayor la masa y por lo tanto la inestabilidad. ¿Recuerdas el muón y sus dos millonésimas de segundo de vida? ¡Espera a
que conozcas la vida media de un tauón!
Por eso, los físicos ni siquiera están seguros de que no exista una cuarta generación de fermiones - es posible que exista,
pero que el tiempo de vida de esas partículas sea inferior al que podemos detectar con los instrumentos de que
disponemos. Podrían ser partículas que nacen y mueren antes de que el resto del Universo pueda darse cuenta de que
existen. Además, esas partículas serían tan masivas que para generarlas harían falta colisiones de una energía gigantesca:
los futuros aceleradores de partículas, desde luego, lo intentarán conseguir…pero tal vez no haya una cuarta generación.
En cualquier caso, centrémonos finalmente en la partícula de hoy, el tauón, también llamado leptón tau o partícula tau.
Como hemos dicho antes, es el hermano de tercera generación del electrón, es decir, es un súper-súper-electrón (el muón
era el súper-electrón, ¿recuerdas?) Igual que el muón tenía una masa de unas doscientas veces el electrón, el tauón tiene
una masa que es unas 17 veces la de un muón, ¡unas 3.500 veces la del electrón! De hecho, un tauón es casi el doble de
pesado que un protón.
El tauón es tan masivo que es el único leptón que puede desintegrarse en quarks. Por ejemplo, un tauón puede
descomponerse en un antineutrino tauónico y un bosón W (del que aún no hemos hablado en la serie), que a su vez puede
desintegrarse, entre otras cosas, en un quark down y uno anti-up (de modo que la carga total sea -1).
Pero, por otro lado, la vida del tauón es breve. Igual que la del muón era de unos dos microsegundos, la del tauón es de
únicamente una tres décimas de billonésima de segundo…sí, sí: 0,0000000000003 segundos. No es fácil asimilar esto, ni
hacerse una idea de cómo de pequeño es. Para hacerte una idea, es más o menos el tiempo que tarda la luz en atravesar
el espesor de una hoja de árbol. Ésa es la fugacidad del tauón.
Por lo tanto, pasaron muchos años hasta que conseguimos ver uno - es posible que cuando tú nacieras no los
conociéramos aún. En sus experimentos entre 1974 y 1979, Martin Lewis Perl y su equipo se dieron cuenta de que estaban
detectando una partícula nueva - en las reacciones de desintegración que observaban entre dos electrones a gran energía
hacía falta algo que no encajaba con nada de lo conocido hasta entonces…pero ese “algo” desaparecía rapidísimo,
desintegrándose en otras partículas.
Las características de la partícula podían deducirse de las que la producían y las partículas en las que la “intrusa” se
desintegraba, de modo que relativamente pronto se supo que debía tratarse necesariamente de una partícula masiva de
carga -1.
En unos años se confirmó la presencia de la partícula nueva, aunque no fue fácil debido a su corta vida, a la que se
denominó “partícula tau” o “tauón”, por la letra griega, copiando en cierto modo al muón. En poco tiempo se habían medido
las propiedades más importantes del tauón. Perl recibió el Premio Nobel en 1995 por este descubrimiento.
Aquí puedes ver el diagrama con todas las partículas vistas en la serie hasta ahora, incluyendo en la leyenda una
diferenciación de color para cada generación. Para tu información, hemos acabado de hablar de los fermiones del Modelo
Estándar. ¿Verdad que, poco a poco y con diagrama, no parecen tantos?

Diagrama de partículas subatómicas


Ya que lo hemos mencionado, en la próxima entrada de la serie hablaremos de los bosones W y Z, los responsables de
la interacción débil.
Esas maravillosas partículas - Los bosones W y Z
2007/07/07
Antes de nada, acabo de crear la categoría para esta serie (algo que debería haber hecho hace bastante tiempo), para
que podáis tener una manera inmediata de ver todas las entradas juntas: Esas maravillosas partículas. De este modo no
tengo que enlazar todos los artículos anteriores.
Recordarás que, en la entrada del fotón, mencionamos que estas partículas son las intermediarias de la fuerza
electromagnética. Dicho de otra manera, cuando dos partículas interaccionan mediante la fuerza electromagnética (por
ejemplo, cuando dos electrones se repelen, o cuando un imán atrae a otro) lo hacen intercambiando fotones virtuales.
Cuando dediquemos una serie a las cuatro fuerzas fundamentales hablaremos más sobre este asunto.
Bien, aún nos quedan varias partículas de ese tipo por analizar. Hoy vamos a dedicarnos a los responsables de la
interacción nuclear débil, la responsable de las desintegraciones radiactivas: los bosones W y Z.
Estas partículas fueron predichas antes de ser descubiertas: después de que los físicos consiguieran, con la
electrodinámica cuántica, una teoría que explicaba muy bien la interacción electromagnética mediante el intercambio de
fotones virtuales, se preguntaron…¿no podría hacerse lo mismo con las otras fuerzas? ¿Puede haber otras partículas,
además del fotón, que sean los “intermediarios” de esas fuerzas?
En 1968, un grupo de científicos (Sheldon Glashow, Steven Weinberg y Abdus Salam) lograron plantear una teoría
unificada que explicaba muy bien tanto la interacción electromagnética como la fuerza nuclear débil. Éste fue el primer
paso hacia una (aún inexistente hoy en día) “teoría de gran unificación” que explique todas las fuerzas fundamentales;
puesto que combina la electromagnética y la débil, suele denominarse teoría electrodébil. Estos tres científicos obtuvieron
el Premio Nobel de Física en 1973 por su teoría.
La teoría electrodébil de Weinberg, Salam y Glashow proponía dos nuevas partículas como intermediarias de la fuerza
débil. Ambos eran bosones, que los científicos denominaron W y Z por razones, como siempre, algo arbitrarias. El bosón
W se llamó así por ser responsable de la interacción débil (W por weak en inglés), y el bosón Z recibió su nombre, medio
en serio y medio en broma, por decirse que era la última partícula que necesitaba ser descubierta.
Los tres físicos predijeron con gran precisión las propiedades que estas nuevas partículas debían tener (y de las que
hablaremos en un momento). Quince años después de la publicación de su teoría, en 1983, tanto el bosón W como el
bosón Z fueron observados por primera vez en el CERN. Los científicos responsables de los experimentos, Carlo Rubbia
y Simon van der Meer, recibieron el Premio Nobel en 1984 por este descubrimiento.
Podrías pensar que tiene mucho más mérito predecir las partículas que observarlas, pero ambos grupos recibieron el
Nobel porque ambas facetas de la investigación son absolutamente fundamentales para el proceso de la ciencia, y tanto
los científicos teóricos (como Einstein o Weinberg) como los experimentales (como Rubbia o van der Meer) se basan en
el otro grupo para conseguir avanzar. Sólo unos pocos genios absolutos, como Enrico Fermi, han sobresalido como
teóricos y experimentales.
Pero, ¿por qué fue tan difícil descubrir estas partículas? Su descubrimiento se ha producido, relativamente hablando, ayer
por la mañana, cuando la desintegración radiactiva se conoce desde hace mucho tiempo. La razón es, naturalmente, que
estos bosones son partículas extraordinariamente fugaces: su vida media es de unos 3·10-25 segundos. Como solemos
hacer para dar una idea de cómo de pequeño es esto, en primer lugar son 0,0000000000000000000000003 segundos.
Esto quiere decir que, desde que un bosón W o Z se crea hasta que vuelve a desaparecer, la luz podría recorrer una
distancia de 10-16 metros…¡no sería capaz ni de atravesar el núcleo de un átomo! Ésta es una de las dos razones, querido
lector de El Tamiz, por las que nunca has notado la existencia de estos bosones, incluso aunque hayas estado cerca de
algún material fisible.
Parte de la culpa de esta enorme inestabilidad de estas partículas está en su masa. Los bosones W y Z son enormes: casi
100 veces más pesados que un protón. Una vez más, es difícil hacerse una idea de cómo de pesado es esto, pero piensa
que un bosón de estos pesa más que un átomo de hierro entero. ¡Una sola partícula! Son “pesos pesados”, pero duran
muy poco tiempo.
De ahí que la fuerza nuclear débil casi no se note fuera del núcleo de los átomos: piensa que los fotones, responsables de
la electricidad y el magnetismo, son estables y pueden recorrer una distancia indefinida por el espacio, pero estos enormes
bosones W y Z viven tan poco tiempo que no pueden llevar la fuerza débil a ningún sitio más que a las proximidades muy
próximas de donde son generados.
Existen tres bosones en este grupo, todos ellos con espín 1 (recuerda, el espín entero significa que la partícula es un
bosón, semientero que es un fermión). El bosón W+ tiene la carga del protón, el W- es su antipartícula y tiene la carga del
electrón, y el bosón Z (a veces escrito Z0) no tiene carga, y no sólo eso: es su propia antipartícula.
Puede que recuerdes la desintegración beta, por la que un neutrón se desintegra y se convierte en un protón, un electrón
y un antineutrino electrónico (hablamos de ella en la entrada sobre el neutrón). Bien, a estas
alturas estás preparado para bucear más profundamente en esa desintegración. Lo que ocurre
“dentro del neutrón” es lo siguiente:
Recordarás que un neutrón está formado por un quark up y dos quarks down, mientras que el
protón está formado por dos quarks up y uno down. ¿Ves por dónde van los tiros? Lo que
sucede realmente es que uno de los quarks down se convierte en un quark up….pero claro,
ahí no se conserva la carga (el quark down tiene carga -1/3 y el up tiene +2/3), de modo que
se crea además un bosón W-.
Pero ese bosón se desintegra en muy poco tiempo, creando a su vez un electrón y un
antineutrino electrónico, que son los que nosotros vemos “desde fuera” cuando observamos
una desintegración radiactiva.
Diagrama de Feynman de la desintegración beta, con la participación del bosón W.
Por otro lado, los bosones Z son los responsables de un efecto muy poco común denominado corriente neutra, que es una
consecuencia inevitable de la teoría electrodébil: la corriente neutra hace que, intercambiando bosones Z (que no tienen
carga), las partículas se transfieran momento lineal unas a otras, empujándose sin que haya transferencia de fotones como
en la interacción
Por cierto, como puedes ver, estas dos partículas tienen masa (de hecho, muy grande) y son bosones. Hay gente que
piensa que los fermiones son “partículas con masa” y los bosones “partículas sin masa”, o incluso que todos los bosones
se mueven a la velocidad de la luz. Esto es cierto para los fotones (que no tienen masa y van a la velocidad de la luz), pero
no para otros bosones. Otro ejemplo es la partícula de la que hablaremos en la próxima entrega de la serie: el pión.
Esas maravillosas partículas - El pión
2007/08/02
Continuamos nuestro recorrido por las partículas subatómicas (elementales o no) en la serie Esas maravillosas
partículas con una partícula que hemos mencionado brevemente en entregas anteriores de la serie - el pión.
En 1935, Hideki Yukawa predijo la existencia de unas partículas no observadas hasta entonces, de masa intermedia entre
la del electrón y la del protón. Al principio, estas partículas se denominaronmesotrones, pero Werner Heisenberg (cuyo
padre era catedrático de griego en la Universidad de Munich) apuntó el detalle de que la raíz griega, mesos (medio), no
tiene “tr”, al contrario queelektron. De modo que estas partículas teóricas acabaron llamandose mesones.
Como ya dijimos en la entrada acerca del muón, en un principio se pensó que esa partícula era la predicha por Yukawa.
Sin embargo, pronto se descubrió que el muón no tenía que ver con los mesones de Yukawa, de modo que su observación
aún debería esperar unos años.
La razón de que no fuera fácil ver los mesones de Yukawa es que son partículas inestables, de modo que hace falta verlas
justo después de ser producidas o se desintegran en otras partículas subatómicas…y en aquella época no había
aceleradores de partículas que pudieran hacer colisionar partículas estables para producir otras inestables, como hacemos
ahora: hacía falta estar en el lugar adecuado y en el momento justo cuando se producían de forma natural.
En 1947, las primeras partículas que coincidían con las características predichas por Yukawa (los primeros mesones)
fueron descubiertas: los mesones pi, también llamados piones. El descubrimiento fue realizado por Cecil Powell, César
Lattes y Giuseppe Occhialini en la Universidad de Bristol, y los piones que vieron eran el resultado del impacto de rayos
cósmicos sobre la atmósfera, que produce muchas partículas inestables, entre ellas los piones.
Curiosamente, la ciencia avanzaba en su faceta experimental al mismo tiempo, y sólo un año más tarde el mismo César
Lattes, junto con Eugene Gardner, conseguiría producir piones artificialmente, bombardeando carbono con partículas alfa
(núcleos de helio).
Para premiar la faceta teórica y la experimental de la ciencia, la Academia concedió el Premio Nobel de Física de 1949 a
Hideki Yukawa por predecir los piones, y a Cecil Powell en 1950 por desarrollar las técnicas de
fotoemulsión necesarias para poder detectarlos.
Pero ¿qué es un pión? Si has seguido esta serie con interés, aunque puede que no recuerdes
todo (puedes revisar los artículos de la categoría), vas a entenderlo perfectamente. Un pión está
formado por un quark y un antiquark de primera generación (up, down, antiup y antidown). Como
puedes comprender, hay varios piones, dependiendo de qué combinación quark/antiquark se
tiene.
Por ejemplo, un quark up y uno antidown producen un pión de carga positiva, denotado como π+.
Un quark down y uno antiup componen el pión de carga negativa, π-. Y un quark up y uno antiup,
o unodown y uno antidown, producen el pión neutro, o π0. Estructura de un pión+
¿Qué consecuencias tiene todo esto? En primer lugar, al estar compuesto por quarks, un pión no
es una partícula elemental. Recuerda que las partículas compuestas por quarks se denominan hadrones, por lo que los
piones son todos hadrones.
En segundo lugar, al estar compuestos por dos quarks y no tres, los piones tienen espín entero. Como todos los demás
mesones (formados por dos quarks), son bosones, al contrario que los bariones (como los protones y los neutrones),
formados por tres quarks y de espín semientero, es decir, fermiones.
Además de todo esto, como hemos dicho antes, los piones no son fáciles de detectar porque duran muy poco tiempo: los
piones cargados (+ y -) sólo viven una cienmillonésima de segundo. ¡Pero esto es una eternidad comparado con la vida
media de los piones neutros, que sólo existen durante unos 10-17 segundos! Los piones cargados suelen desintegrarse en
un muón y un neutrino muónico, mientras que los neutros suelen hacerlo simplemente en dos fotones.
¿Quiere decir esta corta vida que los piones no son importantes? Nada más lejos de la realidad…sin los piones, la materia
como la conocemos no existiría. Recuerda que, cuando dividimos las partículas en fermiones y bosones, dijimos que los
fermiones son las partículas que constituyen la materia, y los bosones son las partículas responsables de las interacciones
(como la electricidad o el magnetismo).
Bien, los piones son los responsables de que existan los núcleos atómicos: los protones y neutrones del núcleo se atraen
unos a otros mediante la interacción nuclear fuerte, intercambiando piones virtuales constantemente. Claro, estos piones
desaparecen rapidísimo, pero los protones y neutrones siguen intercambiando nuevos piones todo el tiempo. Sin ellos, los
núcleos atómicos se desparramarían y no habría elementos químicos - la fracción de segundo que viven los piones es
esencial para crear la realidad que percibimos, a pesar de que su tiempo de vida y la distancia que recorren en el núcleo
atómico sean tan ínfimas que nunca tenemos una percepción directa de estas elusivas partículas.
Aquí tienes el diagrama de las partículas elementales vistas hasta ahora en la serie, incluyendo el pión:
Sin embargo, los piones no son los únicos mesones que existen - hay bastantes más. La próxima entrada estará dedicada
a otro de ellos: el kaón.

Esas maravillosas partículas - El kaón. 2007/08/26


Como parte de la serie Esas maravillosas partículas, en la que desentrañamos algunos de los misterios de las partículas
subatómicas (fundamentales o no), y después de hablar de un tipo de mesones, los piones, hoy nos dedicamos a otro
mesón: el kaón.
A pesar de que los kaones no tienen un gran efecto directo sobre lo que observamos, ni duran demasiado tiempo, son de
una enorme relevancia para la física de partículas, puesto que introdujeron una nueva propiedad de las partículas (además
de la carga, masa, etc.): la extrañeza.
Como recordarás de artículos anteriores de la serie, hasta que se empezaron a construir los aceleradores de partículas,
con los que se podían generar partículas inestables más o menos a la carta, los físicos se veían obligados a tratar de
detectar las que se producían naturalmente (la mayor parte de ellas originadas por los rayos cósmicos en las capas altas
de la atmósfera).
Bien, en 1947, G. D. Rochester y C. C. Butler se encontraban haciendo justo eso: tomando fotografías en una cámara de
niebla, tratando de detectar partículas generadas por los rayos cósmicos al impactar sobre las moléculas de la atmósfera.
Obtuvieron trazas de diversas partículas conocidas, pero también un par de fotografías del recorrido de partículas que no
se conocían: una de ellas era una partícula sin carga que se desintegraba en dos piones cargados (uno positivo y otro
negativo), y otra partícula, en este caso cargada, que se desintegraba en un pión cargado y otra partícula desconocida sin
carga.
Aunque Rochester y Butler no tenían mucha información sobre estas extrañas partículas, sí podían estimar la masa de la
partícula cargada, que parecía ser (aunque era una estimación burda) más o menos la mitad de la masa de un protón. Sin
más datos experimentales, los físicos estaban simplemente confundidos.
En 1950 se instaló una cámara de niebla en la cima del Monte Wilson (a mayor altitud, mayor facilidad para que las
partículas lleguen al detector). Allí se detectaron decenas de estas nuevas partículas, tanto las cargadas como las neutras,
y se pudieron determinar sus características con mayor precisión. Hacia 1953 ya se tenía un nombre para ellas: se decidió
llamar mesones-L a los muones y los piones, y mesones-K a estas nuevas partículas más pesadas. De ahí que ahora los
llamemos kaones.
A estas alturas los científicos estaban acostumbrados a detectar nuevas partículas con cierta regularidad, como ya hemos
visto en otras entradas de la serie: unas más pesadas, otras menos, unas cargadas y otras no. Algunas eran estables (las
menos) y muchas inestables. Pero estos mesones-Keran extraordinariamente raros, porque no se desintegraban tan
rápido como deberían.
Me explico: una de las maneras en las que se producen kaones es cuando un pión choca con un protón (por ejemplo, en
el núcleo de un átomo en la atmósfera). La interacción nuclear fuerte entre el pión y el protón produce, en un tiempo
cortísimo (unos 10-23 segundos) un par de kaones, que salen despedidos en diferentes direcciones.
Bien, lo lógico sería pensar entonces que estos kaones, a través de la interacción fuerte, se desintegrasen en otras
partículas igual de rápido: según salen despedidos en la atmósfera hay multitud de otros protones con los que chocar, por
ejemplo. Sin embargo, los kaones vivían un tiempo increíblemente largo: 10 -10 segundos. Antes de que te rías y me digas
que 0,0000000001 segundos no es un tiempo muy largo, piensa que las estimaciones teóricas eran de 10-23 segundos:
diez billones de veces más pequeñas. Es como si se estimase la vida de un ser humano en 100 años y se encontrase una
raza que vive una media de mil billones de años, ¡mucho más que la vida del Universo!
¿Por qué tardaban tanto en desintegrarse estas partículas? Al final lo hacían mediante la interacción débil, bastante más
lenta que la fuerte, de ahí que tardasen tanto tiempo, pero ¿por qué la interacción fuerte, que los había creado, no era
capaz también de destruirlos?
La respuesta la dieron Murray Gell-Mann y Kazuhiko Nishijima: existía un número cuántico nuevo y extraño, el cual no
poseían las partículas “normales” pero sí los kaones. Cuando se producía un par de kaones mediante la interacción fuerte,
uno de ellos tenía esa propiedad “con signo positivo” y el otro “con signo negativo”. Esa propiedad extraña, que se
denominó por eso mismo extrañeza(strangeness) se conservaba: ambas partículas tenían extrañezas opuestas, igual que
si se formasen un electrón y un positrón se conservaría la carga.
Pero a la hora de desintegrarse, cada una de esas dos partículas estaba sola en un mundo de partículas “no extrañas”. Al
alejarse de su punto de origen, los dos kaones estaban lejos uno del otro, de modo que ¿qué pasaba con la extrañeza si
esa partícula se desintegrase de nuevo en partículas “normales”? Sólo podría ocurrir si, por absoluta casualidad, chocase
con otro kaón de extrañeza opuesta a la suya y, entonces, se aniquilasen y diesen como resultado partículas normales.
Sin embargo, al contrario que la carga (que se conserva en cualquier interacción), esta extrañeza, haciendo honor a su
nombre, se conservaba en cualquier interacción excepto en la débil. De ahí que los kaones sí se desintegrasen al final,
cuando la interacción débil (más lenta que la fuerte) hubiera tenido tiempo de actuar, ya que al desintegrarse mediante la
fuerza débil la extrañeza podía no conservarse (podía tenerse un kaón de extrañeza +1 que se desintegrase en partículas
normales y la extrañeza “desapareciese”).
Desde luego, los científicos se preguntaban qué proporcionaba a esta partícula esa extrañeza y si habría otras (las hay,
aunque son aún más infrecuentes que los kaones): en 1964, el modelo quark(desarrollado fundamentalmente por el propio
Gell-Mann) incluiría un quark que precisamente confiere esta propiedad, el quark strange (extraño), y que poseen los
kaones.
En efecto, un kaón es un mesón (recuerda, un mesón es una partícula formada por dos quarks y, por lo tanto, un bosón)
caracterizado por tener un quark strange. Hoy sabemos que hay cuatro tipos de kaones (uno positivo, uno negativo y dos
neutros), y todos ellos tienen un quark strange y otro tipo de quark “normal” (up, down…). Todos ellos tienen masas
probablemente idénticas, más o menos la mitad que la de un protón.
Y, como hemos dicho al principio, es muy improbable que interacciones con alguno durante tu vida (lo mismo que con
otras partículas extrañas de futuras entradas de la serie). Pero eso no hace menos importante el hecho de que los kaones
fueron los instigadores de una nueva propiedad de las partículas, un nuevo número cuántico, un nuevo quark y una más
amplia comprensión del Universo en su conjunto: puede que tú y yo no toquemos materia “extraña”, pero se piensa que
puede haber grandes cantidades de partículas extrañas en el interior de las estrellas de neutrones,_ o incluso que puede
haber “estrellas extrañas” compuestas únicamente de este tipo de partículas._
Pero, como hemos dicho, los kaones no son las únicas partículas extrañas: hay otras, y algunas son los primos “extraños”
de los protones y los neutrones. Estas partículas (hay más de un tipo) se denominan hiperones, y a ellas estará dedicada
la próxima entrada de la serie, los hiperones.
_**Nota: **No hay diagrama de partículas actualizado para este artículo - no hemos tenido tiempo de prepararlo.
Probablemente tenga que esperar a la entrada sobre los hiperones. _

Esas maravillosas partículas - Los hiperones. 2007/09/17


En la serie de Esas maravillosas partículas hemos hablado de algunas muy corrientes, como el electrón, y otras bastante
“extrañas” (nunca mejor dicho), como el kaón. Hoy vamos a hablar de más partículas extrañas, aunque no de una sola
sino de un grupo: los “bariones extraños”, o hiperones.
Aquí tienes el diagrama de las partículas vistas hasta ahora en la serie, incluidos los hiperones:

La razón de que dediquemos un artículo a un grupo de partículas y no a una en especial es que, por un lado, todos los
hiperones tienen ciertas cosas en común de las que preferimos hablar en esta entrada y, por otro, varios de ellos son aún
relativamente desconocidos, de modo que no sabemos demasiado sobre ellos. Estamos ya en la zona de Esas
maravillosas partículas en la que rozamos la frontera de nuestro conocimiento de las partículas subatómicas.
¿Qué son los hiperones? Recordarás, espero, la anterior entrada acerca del kaón (si no la recuerdas, o no la has leído,
deberías hacerlo antes de seguir con este artículo), en la que hablamos acerca de esa misteriosa propiedad, la extrañeza,
similar a la carga o la masa, que poseían algunas partículas (las que contenían el quark strange o su antiquark). Bien, los
hiperones son bariones que contienen, al menos, un quark extraño (strange o antistrange) pero no tienen
quarks charm, top ni bottom (es decir, están compuestos de quarks “normales” y “extraños”).
Como, aunque hemos hablado de estos términos anteriormente en la serie, tanto nombre probablemente te hace pitar los
oídos, recordemos brevemente: las partículas formadas por quarks se denominan hadrones, y se ven afectadas por la
fuerza nuclear fuerte (de modo que pueden, por ejemplo, formar núcleos atómicos). Hay dos tipos de hadrones, los
mesones (formados por dos quarks, que son bosones) y los bariones (formados por tres quarks, que son fermiones). Bien,
los hiperones son “bariones extraños”, de modo que están formados por tres quarks, como el protón o el neutrón - pero
con una diferencia fundamental.
Tanto el protón como el neutrón estaban formados por quarks up y down, de primera generación y, por lo tanto,
relativamente estables. Pero, en el caso de los hiperones, al menos un quark es un quarkstrange, de modo que los
hiperones tienen, además de carga y masa, extrañeza. Y, al ser el quarkstrange de segunda generación, los hiperones
son todos muy inestables: por eso no has visto ninguno.
De hecho, los hiperones tienen todos vidas medias bastante cortas, de entre unos 10 -10 y 10-8segundos (salvo alguna
excepción), de modo que no pueden formar parte de la materia normal: se forman cuando colisionan partículas muy
energéticas y desaparecen bastante pronto. No tan pronto, generalmente, como cabría esperar: como recordarás de la
entrada del kaón, la extrañeza debe conservarse salvo en las interacciones nucleares débiles, de modo que (salvo que el
hiperón formado se encuentre con otro de extrañeza opuesta a la suya) pasa bastante más tiempo del que cabría esperar
hasta que un hiperón se desintegra. Sí, 10-8 segundos es muy poco tiempo, pero es billones de veces más de lo que sería
si no fuera por la extrañeza.
Estas partículas empezaron a descubrirse relativamente tarde, a finales de los años 40, debido a su corta vida media.
Podríamos decir que hay tres grupos de hiperones: los que tienen dos quarks “normales” y uno extraño, los que tienen uno
normal y dos extraños, y los que son completamente “extraños”.
Con un quark strange y dos quarks normales (up y down) existen tres posibilidades: down-down-strange, up-up-
strange y down-up-strange. Estos tres hiperones son los hiperones sigma, y son representados con esa letra griega, Σ.
Sin embargo, curiosamente no son los tres iguales: los dos primeros (Σ+ y Σ-) tienen una vida media normal para un hiperón
(unos 10-10 segundos), pero el hiperón neutro del trío, el tercero (Σ 0) es extraordinariamente inestable: en sólo 10-
20 segundos se desintegra en un fotón y otro hiperón compuesto por los mismos tres quarks que él (up-down-strange) pero

con menos masa (el exceso de masa se lo lleva, en forma de energía, el fotón liberado). Por eso suele decirse que Σ0 es
una forma excitada del hiperón en el que se desintegra, denominadolambda, Λ0.
Desde luego, Λ0 tampoco es estable, y desaparece a su vez en 10-10 segundos, pero es mucho más estable que Σ0. Todos
estos hiperones se desintegran, tarde o temprano, en piones, fotones y neutrones - y, como recordarás, los piones tampoco
son estables, de modo que la cosa no se para ahí, sino que hay más desintegraciones en poco tiempo.
Los hiperones con dos quarks extraños son, lógicamente, dos: el strange-strange-up y el strange-strange-down. Ambos
son denominados con la letra griega xi, y son el Ξ0 y el Ξ- respectivamente. Estos dos hiperones se desintegran en un
hiperón Λ0 y un pión, los cuales a su vez se desintegran en otras partículas.
De hecho, hay otras partículas Ξ además de estas dos (aunque no hablemos de ellas aquí, por no tratarse de hiperones),
y les ocurre algo parecido: se desintegran en partículas inestables, que se desintegran en partículas inestables, que… ¡es
como una cascada de desintegraciones! A toda la familia Ξ se las denomina partículas
cascada, debido a esto. Por cierto, la última de ellas (Ξ -b, compuesta por los
quarks strange-bottom-down) ha sido observada por primera vez este mismo año en
el Fermilab. Es la primera partícula subatómica observada que tiene un quark de cada
familia.
Finalmente, la partícula más “extraña” de todas las que conocemos: la que está compuesta
exclusivamente por quarks strange: la partícula Ω-, representada con la letra griega omega.
Existe otra partícula omega, la Ω0c, pero ésa tiene un quark charmed, de modo que no es
un hiperón. La importancia de Ω- es que su descubrimiento supuso el triunfo absoluto de la
denominada Óctuple Víade Murray Gell-Mann.
Estructura de la partícula Omega. Crédito: Wikipedia (GPL)

Gell-Mann (quien, como recordarás, es prácticamente el “padre” de los quarks) organizó las partículas formadas por quarks
en una serie de octetos y decenas, colocándolas en ellos de acuerdo con determinadas simetrías. Aunque no vamos a
extendernos aquí acerca de la Óctuple Vía, sí es muy interesante el hecho de que, de acuerdo con sus reglas y los
conjuntos de partículas que predice, es posible determinar las características de una partícula a partir del resto en su
grupo. Por ejemplo, cuando Gell-Mann propuso su teoría, un grupo de partículas que deberían ser diez estaba incompleto:
sólo había nueve.
En 1962, Gell-Mann utilizó las simetrías del modelo para predecir cómo debería ser esa partícula: su masa, su carga, su
extrañeza… Dos años más tarde, en 1964, se descubrió Ω- y se midieron sus características. Gell-Mann había clavado
absolutamente todas con su modelo. De modo que Ω- supuso el triunfo del modelo quark y la Vía Óctuple. ¿Puedes
imaginar cómo se sentiría el físico cuando le dijeron que había acertado de pleno? Por cierto, en 1969 recibiría el Premio
Nobel por su trabajo en este campo.
Curiosamente, aunque todos los hiperones, como hemos dicho, son inestables, su vida media es suficientemente larga
como para formar núcleos atómicos durante cierto tiempo (bien, no llega a una millonésima de segundo, pero algo es algo).
Estos “núcleos extraños” se denominanhipernúcleos, y fueron observados por primera vez en 1952. Hasta ahora hemos
visto hipernúcleos que contienen protones, neutrones y partículas Λ0 y Σ.
Después de dedicar esta entrada a fermiones, es decir, componentes de la materia (aunque, como hemos visto, no durante
mucho tiempo), dedicaremos el próximo artículo de la serie a un bosón, y el responsable de una de las interacciones
fundamentales del Universo: el gluón.
Esas maravillosas partículas - El gluón. 2007/10/18
Continuamos hoy nuestro recorrido por el mundo de las partículas subatómicas con la serie Esas maravillosas partículas.
Si has seguido la serie desde el principio (y, si no es así, deberías empezar con el primer artículo sobre el electrón, pues
hay conceptos que se han ido introduciendo a lo largo de la serie y damos por sentado ahora), recordarás que los hadrones
-las partículas formadas por quarks- sentían la interacción nuclear fuerte, mientras que otras partículas no.

Las partículas vistas hasta ahora en la serie, incluído el gluón.


Cuando hablamos del pión, dijimos que estas partículas eran las responsables de la interacción nuclear fuerte residual,
que mantiene a los protones y los neutrones unidos en los núcleos de los átomos. Hoy vamos a estudiar la otra partícula
responsable de la interacción fuerte, pero no la residual sino “la de verdad”: la que mantiene a los quarks unidos dentro de
los hadrones. Esta esquiva pero pegajosa partícula no es otra que el gluón.
Antes de hablar del gluón (por cierto, ni qué decir tiene que voy a realizar simplificaciones atroces, de modo que si eres
físico como yo y esto te parece Barrio Sésamo, que te zurzan), vamos a recapitular un poco, pues hemos recorrido muchas
partículas, y creo que encontrar un paralelismo a la situación con la que te vas a enfrentar puede ayudarte a entenderla
mejor. De modo que, aunque parezca que lo que voy a decir no tiene nada que ver con los gluones, paciencia.
Recordarás que existen dos tipos de carga eléctrica, que denominamos positiva y negativa. Las partículas que tienen carga
eléctrica interactúan mediante la fuerza electromagnética, que se rige, en la física moderna, por la electrodinámica
cuántica. En la electrodinámica cuántica, dos partículas con carga interaccionan intercambiando fotones - suele decirse,
como ya mencionamos en la entrada sobre el fotón, que esta partícula es la intermediadora de la fuerza electromagnética.
Bien, si recuerdas la entrada acerca de los quarks, esas escurridizas partículas tenían, además de carga eléctrica, otra
propiedad diferente que los físicos denominaron color. Moon-Young Han y Yoichiro Nambu, los dos físicos que propusieron
la existencia del color (si no recuerdas por qué, relee la entrada de los quarks) iniciaron con ello la cromodinámica cuántica,
que es parecida a la electrodinámica cuántica pero estudia el color en vez de la carga.
Hasta aquí, todo correcto: igual que las partículas con carga interaccionan entre ellas, las partículas con color interaccionan
entre ellas. La primera complicación es el número de posibilidades: el color de un quark puede ser rojo, verde o azul
(bueno, puede ser de tres tipos, pero los llamamos así para tratar de recordar y entenderlo mejor), y el de un antiquark
puede ser anti-rojo, anti-verde o anti-azul. De modo que hay muchas más interacciones posibles que las de “cargas de
igual signo se repelen, cargas de signo contrario se atraen”. Como espero que recuerdes, la fuerza responsable en el caso
del color se denomina interacción nuclear fuerte.
Pero la complicación de la cromodinámica cuántica es muchísimo mayor que la que esa diferencia podría dar a pensar.
Cuando Han y Nambu desarrollaron el formalismo que explicaría los fenómenos observados hasta el momento en términos
del color, empezaron a definir las características teóricas que debería tener el “equivalente cromodinámico del fotón”, es
decir, la partícula mensajera de la interacción nuclear fuerte… y se encontraron con que tenía propiedades similares a las
del fotón, pero una muy diferente, y que hace del Universo lo que es.
La partícula mensajera, a la que se denominó gluón (del inglés glue, pegamento), porque mantiene a los quarks pegados
dentro de los hadrones), era relativamente similar a su hermano del electromagnetismo, el fotón: era una partícula sin
masa, sin carga y de espín 1, es decir, un bosón (esto es evidente porque sólo los bosones pueden ser mensajeros de las
interacciones). Pero, y aquí es donde la cosa se vuelve algo surrealista… el gluón tiene color. Y eso, querido lector, es
muy, muy raro.
De hecho, hay varios gluones, que tienen diferentes combinaciones de colores y anticolores: combinaciones de los pares
rojo/anti-verde, azul/anti-rojo, etc. Como hay tres colores y tres anticolores, hay nueve posibles combinaciones de color-
anticolor, por lo que podría pensarse que debería haber nueve posibles gluones, pero sólo hay ocho: la razón es algo
complicada (tiene que ver con la simetría de gauge de la cromodinámica cuántica) y, francamente, no sé explicarla de
forma suficientemente sencilla como para entrar en ello aquí. Lo importante es que hay varios gluones con distintas
combinaciones de colores. Pero eso no es lo raro:
Piensa en el fotón: es el responsable, por ejemplo, de la repulsión entre cargas del mismo signo. Un protón emite un fotón
virtual, que “le pega un golpe” al otro protón y lo empuja lejos de él. Pero el fotón no tiene carga, de modo que dos fotones,
por ejemplo, no se afectan para nada el uno al otro, y cuando el protón emite el fotón virtual, no interactúa con él, pues el
protón tiene carga, pero el fotón no. Perfecto.
¡Pero un gluón tiene color! El gluón es el responsable de intermediar entre las partículas de color, pero él también lo tiene,
de modo que tiene que intermediar consigo mismo intercambiando gluones, que deben intermediar consigo mismos
intercambiando gluones, que… Es algo así como lo de “El barbero del pueblo afeita a todos los que no se afeitan a sí
mismos. ¿Quién afeita al barbero?” El gluón sufre la fuerza de la que es el mensajero.
Las dos consecuencias más importantes de esta propiedad de que el gluón tenga la misma característica que controla
son, por un lado, que la cromodinámica cuántica es muchísimo más complicada que la electrodinámica cuántica; y, por
otro, que la interacción electromagnética llega muy lejos, pero la nuclear fuerte no, pero allí donde llega es intensísima.
Aunque se trate de una simplificación abyecta, piénsalo así: cuando un protón emite un fotón, el fotón emitido se va y no
tiene nada más que ver con el protón. Sin embargo, cuando un quark emite un gluón, el gluón y el quark interaccionan
mediante gluones, que interaccionan mediante gluones, que… ¡Se forma una especie de “hilo de pegamento” formado por
gluones virtuales! Llega un momento en el que el gluón no puede ir más lejos: por eso el alcance de la fuerza nuclear
fuerte es muy pequeño, de sólo unos 10-15 metros. Sin embargo, los fotones pueden ir tan lejos como quieran, de ahí que
la fuerza electromagnética tenga alcance infinito.
Pero, por otro lado, si la partícula “de destino” está cerca, pasa lo contrario: el gluón interacciona con ella mediante gluones,
que interaccionan mediante gluones, que… Se forma otro “hilo de pegamento”, de modo que, dentro de su alcance, la
interacción nuclear fuerte es muy, muy, muy intensa: por eso se llama “fuerte”.
De hecho, la interacción nuclear fuerte es tan fuerte que separar dos quarks unidos por gluones es prácticamente
imposible: de ahí que no veas quarks sueltos por ahí. Pero no sólo eso: ¡tampoco verás gluones sueltos, porque también
sufren la interacción fuerte! Esos “hilos de pegamento” son, por naturaleza, muy cortos, de modo que los gluones no
pueden irse por ahí, lejos de los quarks. Esta propiedad de los quarks y los gluones se denomina confinamiento: ambos
están condenados a no estar nunca solos, siempre pegados. Ni qué decir tiene que una explicación formal del
confinamiento es mucho más complicada que la historieta que acabo de contar, pero si te ha servido para entender más o
menos por qué existe, perfecto.
Según dos quarks se separan, la energía aumenta: hace falta mucha energía para separarlos aunque sea un poquito. De
hecho, llega un momento al tratar de separarlos en el que la energía que habría en el campo entre el par de quarks
separados sería tan enorme que requiere menos energía que aparezcan quarks nuevos, y en ese momento realmente
aparecen, de la nada, pares de quark-antiquark cerca de los quarks que estás separando, utilizando la energía del sistema,
de modo que los quarks ya no estén solos. Sé que suena muy raro que aparezcan partículas de ninguna parte, pero
recuerda que al separar los quarks -contra la interacción nuclear fuerte- estás dando muchísima energía al sistema, y
energía y masa son caras de la misma moneda.
Puedes pensar, entonces, en el núcleo de un átomo como un conjunto de protones y neutrones: éstos están pegados unos
a otros porque intercambian continuamente piones, como dijimos en artículos anteriores. Pero dentro de cada protón y
neutrón hay quarks, que están “pegados” porque intercambian continuamente gluones. De modo que el núcleo de un
átomo es un conjunto de quarks que intercambian partículas virtuales sin parar. Qué mundo más raro.
Pero lo raro no acaba ahí: teóricamente no es posible tener gluones aislados, pero sí grupos de gluones sin quarks. Una
“partícula” hecha sólo de gluones no tendría masa, pero sí color, y se denominaglueball (“bola de pegamento” o, a
veces, glubola). Aún no se ha observado ninguna, a pesar de que la energía para producirlas no es mayor que la que
alcanzan los mayores aceleradores de partículas, y no sabemos bien por qué: tal vez no existan en la realidad, o tal vez
se mezclen tan rápido con las otras partículas producidas que no nos haya dado, hasta ahora, tiempo a verlas.
Los gluones pueden ser raros, pero existir, existen: fueron detectados por primera vez en 1979 en el sincrotrón
alemán Deutsches Elektronen-Synchrotron (DESY), haciendo chocar electrones y positrones de mucha energía: se
produjeron distintos hadrones y un chorro de gluones que, por supuesto, se desintegraron en pares de quarks formando
más hadrones (dicho en “fino”, se hadronizaron) muy, muy rápidamente, pero ahí estaban durante un instante.
Salvo que se me haya pasado alguna (si es así, decídmelo y amplío esta parte de la serie), hemos hablado sobre todas
las partículas interesantes del Modelo Estándar que sabemos que existen, de modo que en la próxima entrada de la serie
hablaremos de la única que nos queda del modelo (antes de aventurarnos más allá), la partícula que los defensores del
Modelo Estándar juran y perjuran que existe, pero nadie ha visto: el bosón de Higgs.
Esas maravillosas partículas - El bosón de Higgs. 2007/11/20
Si quieres leer sobre la confirmación de la existencia del Higgs, puedes hacerlo aquí, pero la verdad es que yo leería este
artículo antes de seguir con aquél, aunque sea menos noticioso.
Hoy terminamos con la última partícula interesante del Modelo Estándar que nos
queda por ver en la serie Esas maravillosas partículas (esto no quiere decir que la
serie acabe, por cierto). Ya dijimos en el artículo anterior de la serie, el del gluón, que
habíamos acabado de recorrer todas las partículas que hemos observado – la que
nos queda por ver hoy es parte del Modelo Estándar, pero nunca ha sido detectada.
Hablaremos de la que a veces se llama Partícula de Dios, el bosón de Higgs.
Antes de empezar, un par de avisos pertinentes. En primer lugar, como digo de
manera algo repetitiva, si eres físico como yo puedes sufrir intensos deseos de golpear
la pantalla de tu ordenador según lees este artículo, debido a las atroces
simplificaciones que voy a hacer. Si sucumbes a la tentación y destruyes tu
ordenador, El Tamiz no se hace responsable – si quieres leer textos más técnicos,
hay muchísimos por la red. El Universo según Higgs.
No, en serio. Sigue leyendo.
En segundo lugar, querido lector, te pido que tengas paciencia: voy a empezar con algo que no parece tener que ver
directamente con esta misteriosa partícula fundamental, pero te aseguro que llegaremos a ella a su debido tiempo, y de
manera que entiendas por qué los físicos piensan que puede existir, y por qué algunos rezan secretamente por que exista
(y otros por que no exista). La cuestión es que éste es un asunto complejo, y no puedo ir deprisa ni escribir un artículo
breve. Por cierto, si no has leído los anteriores artículos de la serie puede que te cueste algo más entender algunos
conceptos: tal vez deberías empezar por el principio.
¿Preparado? Vamos allá.
A lo largo de esta serie de artículos hemos descubierto juntos multitud de partículas subatómicas, desde las más cotidianas,
como el electrón, hasta las más extrañas como los hiperones. Desde el momento en el que los físicos empezaron a darse
cuenta de la gran cantidad de partículas que había, trataron de explicar por qué existen ésas y no otras, a qué se deben
las características que tienen, qué simetrías existen (como el hecho de que el electrón tenga carga negativa y el positrón
positiva), etc.
Entre 1970 y 1973 se desarrolló lo que denominamos Modelo Estándar de física de partículas. Muchos físicos participaron
en el desarrollo, basándose además en numerosas teorías anteriores. El Modelo Estándar es una teoría cuántica de
campos, que combina la mecánica cuántica con la teoría especial de la relatividad. Es una teoría compleja, pero que
establece una serie de ecuaciones matemáticas que predicen la existencia de un gran número de partículas subatómicas
con distintas características y las interacciones entre ellas: analizando las ecuaciones puede concluirse qué partículas
existen y cuáles no, y cómo son las que existen.
Todas las partículas que hemos descrito en esta serie hasta hoy son consecuencias inevitables de esta teoría, de ahí que
se diga que son partículas “del Modelo Estándar”, y que estemos tan satisfechos con el modelo. Fíjate además en que
hemos hablado del fotón, los bosones W y Z y los gluones, de modo que el Modelo Estándar predice la existencia y
propiedades de las interacciones fundamentales correspondientes - la eléctromagnética, la nuclear fuerte y la nuclear débil.
Es decir, es un modelo muy completo y que describe muy bien el Universo que vemos.
Desde luego, sabemos perfectamente que el Modelo Estándar no es la “teoría final”. Para empezar, en esta serie no hemos
hablado una sola vez acerca de la gravedad, ya que el Modelo Estándar no la incluye. Además, aunque no está claro
dónde están los límites, parece probable que para energías muy grandes (mucho mayores que las que experimentamos
en la vida cotidiana) el Modelo Estándar no es válido. Sin embargo, estas limitaciones son conocidas desde el principio, y
el Modelo Estándar es, conscientemente, una teoría parcial.
Sin embargo, antes incluso de que existiera el modelo formalmente, ya se vio un problema teórico bastante irritante. La
forma más sencilla del Modelo Estándar que podía proponerse, la que tenía el menor número de suposiciones posibles y
la mayor sencillez matemática, era de una gran belleza y coherencia, salvo por un pequeño problema: según la forma
sencilla del modelo, todas las partículas deberían tener masa nula y moverse, siempre, a la velocidad de la luz.
Por supuesto, nadie supuso que la “forma simple” del Modelo fuera la correcta. Es evidente que hay muchas partículas
que sí tienen masa, y que nunca se mueven a la velocidad de la luz. De hecho, sólo algunas no
tienen masa, y son justo ésas las que sí se mueven siempre a la velocidad de la luz. La pregunta
inmediata que se hicieron los científicos, naturalmente, fue ¿por qué? Si la versión simple del
modelo no funcionaba, es que faltaba algo más: una extensión al modelo, algún tipo de
mecanismo por el que pudiera deducirse la existencia de la masa.
La respuesta a este problema fue dada por varios físicos casi al mismo tiempo, en varios equipos
y de manera independiente, en 1964. Entre ellos se encuentran Robert Brout, Francois Englert,
Gerald Guralnik, C. R. Hagen, Tom Kibble y Peter Higgs. Sin embargo, en 1971 Gerardus ‘t
Hooft denominó al proceso por el que se deduce la existencia de la masa mecanismo de Higgs,
y así seguimos llamándolo. No olvidemos, por otro lado, que hubo muchos otros físicos
involucrados en el proceso y no es justo olvidarlos, aunque Higgs fuera un paso más allá que
los demás (en breve veremos cómo) y por eso su nombre sea el que ha perdurado.
Peter Higgs
La idea de Higgs y los otros físicos que resolvieron el problema de forma similar fue la siguiente (planteada, por supuesto,
sin utilizar fórmulas y de forma simple): supongamos que existe un campo nuevo, como el eléctrico o el magnético pero
de una naturaleza diferente, que llena el Universo completo. Da igual que haya cargas, masas o que no las haya – el vacío
absoluto no sería realmente vacío, pues este campo hipotético (que llamamos hoy campo de Higgs) estaría en todas
partes.
Explicar la naturaleza de este nuevo campo no es fácil. De hecho en 1993 William Waldegrave, Ministro de Ciencia del
Reino Unido, lanzó un desafío a los físicos británicos para que tratasen de explicar, en una sola página de texto, qué es el
bosón de Higgs y por qué queremos encontrarlo: los cinco ganadores recibirían una botella de champán. El ganador fue
David J. Miller, cuya explicación puedes leer aquí.
De modo que voy a realizar una analogía que te ayude a entender de forma relativamente intuitiva cómo es este campo
de Higgs: una especie de “traducción” de las ecuaciones que lo definen a una imagen mental, basada en varias de las
explicaciones ganadoras del desafío. Eso sí, el concepto es muy abstracto, de modo que te pido que lo pienses despacio
y teniendo en cuenta que es una analogía.
El espacio del Universo, según las ecuaciones establecidas por Higgs, es algo así como un campo de hierba alta. Esta
“hierba alta” existe en todos y cada uno de sus puntos, y es la “representación mental” del campo de Higgs. Todas las
hojas de hierba están dirigidas en la misma dirección, sólo que esta “dirección” no es realmente una dirección en el espacio,
sino una dirección conceptual. Digamos, para seguir con nuestra analogía, que la dirección en la que crece esta hierba es
“hacia arriba”.
De acuerdo con la mecánica cuántica, no existe distinción entre ondas y partículas: toda onda es partícula y toda partícula
es onda. La cuestión es que cada una de las ondas asociadas a las partículas oscilan en una dirección determinada. Una
vez más, esta “dirección” no es una dirección física en el espacio tridimensional que vemos, es una “dirección” en ese
espacio conceptual que hemos definido antes. Distintos tipos de partículas tienen ondas que oscilan en diferentes
direcciones en este espacio imaginario.
Y aquí llega la clave de la cuestión – si la entiendes, comprendes la enorme importancia de estecampo de Higgs (si existe,
claro): Las partículas cuyas ondas asociadas oscilan en la misma dirección que las “hojas de hierba” pasan a
través de la hierba sin notarla en absoluto. Esas partículas se mueven a la máxima velocidad posible: la velocidad de
la luz. De acuerdo con la teoría de Higgs, nosotros llamamos a esas partículas “partículas sin masa”. Dicho en términos
algo más técnicos, esas partículas no interaccionan con el campo de Higgs, de modo que no lo notan. Es decir, el fotón
(por ejemplo) oscila “hacia arriba”, la dirección de la hierba, de modo que se mueve a la velocidad de la luz y no tiene
masa.
Otras partículas tienen ondas que oscilan casi en la dirección de la hierba, pero cuando se mueven tienen que apartar
algunas de las hojas de hierba (aunque no muchas) al estar ligeramente inclinadas. Al hacerlo, reducen su velocidad: les
cuesta más moverse a través del “campo de hierba” que a las partículas anteriores, aunque no mucho más. Estas partículas
son las que, en nuestro lenguaje, “tienen poca masa”. Observa cómo, en términos del campo de Higgs, estas partículas
tienen masa como consecuencia de interaccionar con el campo de Higgs. Como consecuencia adicional, no pueden
moverse a la velocidad de la luz: la hierba se lo impide.
Finalmente, una partícula con mucha masa tiene una onda que oscila en una dirección casi perpendicular a la de las hojas
de hierba: al moverse por el espacio, debe apartar casi todas las hojas de la hierba, de modo que (vista “desde fuera”) es
una partícula con mucha masa. Lo crucial del asunto es que la “masa” de todas las partículas conocidas es el nombre
que damos a la intensidad de su interacción con el campo de Higgs. El propio concepto de “masa” es una forma de
referirnos a algo más profundo y fundamental: la interacción mayor o menor de cada partícula con el campo de Higgs.
Cuando Peter Higgs envió su teoría a la Physical Review Letters, parece ser que fue rechazada por no cumplir uno de los
requisitos básicos de cualquier nueva teoría: realizar una predicción nueva, verificable mediante la experimentación, que
permitiera corroborar o rechazar su teoría. Decir que existe un campo misterioso del que se deduce la masa de forma
natural está muy bien, pero es simplemente otra manera de llamar a la masa. ¿Cómo saber si este campo existe realmente
o no?
Aquí es donde hace su aparición, por fin, la misteriosa partícula de hoy: puesto que la mecánica cuántica asocia a cada
campo (y las ondas que se propagan en él) una partícula, debería haber una partícula asociada al campo de Higgs. Dicho
de otra manera: cuando una onda recorre el “campo de hierba” de Higgs haciendo oscilar las hojas de hierba, debe haber
una partícula asociada a esa onda, de igual manera que cualquier onda tiene asociada una partícula. Esa partícula
asociada al campo de Higgs, que representa la ondulación de las hojas de hierba de igual manera que el fotón representa
la ondulación del campo electromagnético, es el bosón de Higgs, propuesto por el físico para cumplir el requisito pedido
por Physical Review Letters. Una vez propuesta la nueva partícula, la teoría de Higgs sí era comprobable
experimentalmente y fue publicada.
Naturalmente, no basta con afirmar que “existe una partícula asociada al campo”: hace falta dar ciertas características de
esa partícula, para poder saber si la observamos o no. Las ecuaciones de Higgs predicen ciertas propiedades de la
partícula asociada a su campo, aunque no todas. Por ejemplo, su espín debe ser nulo, con lo que es un bosón (de ahí que
se llame bosón de Higgs). Debe tener masa, aunque las ecuaciones no predicen cuánta. No puede tener carga y es su
propia antipartícula.
Desde entonces, naturalmente, comprobar que el bosón de Higgs realmente existe ha sido una obsesión de los físicos de
partículas: si se ve alguna vez, la teoría de Higgs quedará demostrada (y el Modelo Estándar, que se basa en ella, muy
reforzado). Aunque aún no se ha logrado ninguna observación, sí se han realizado experimentos indirectos que nos
permiten saber, al menos, en qué intervalo está su masa con cierta precisión. Los físicos están bastante seguros de que
su masa debería estar entre la de un átomo de hierro y el triple de la de un átomo de uranio – es decir, es una partícula
muy pesada.
Por si te lo estás preguntando, sí, el bosón de Higgs debe tener masa de
acuerdo con las ecuaciones del modelo. Lo cual quiere decir que la partícula
que proporciona la masa se la proporciona a sí misma: es decir, la dirección de
oscilación de la onda asociada a un bosón de Higgs no es paralela a las “hojas
de hierba”, contrariamente a lo que podría parecer lógico. Las cosas son así…
o, al menos, parecen serlo.
La mayor esperanza de los defensores del Modelo Estándar y el bosón de
Higgs se encuentra en el potentísimo LHC, el acelerador de partículas del
CERN del que ya hemos hablado en varias ocasiones. El LHC puede acelerar
partículas a velocidades tan gigantescas que puedan producir bosones de
Higgs, por ejemplo, al chocar un quark top con uno antitop, ambos producidos
por la desintegración de gluones:
Diagrama de Feynman de la posible producción de un bosón de Higgs. Crédito: JabberWok/Wikipedia(GPL).
Parte del problema es que, de acuerdo con las predicciones, el bosón de Higgs es una partícula de gran masa, de modo
que hace falta una enorme cantidad de energía para producirlos (de ahí que el futuro LHC pueda conseguirlo). El segundo
problema es que no es posible detectarlos directamente: entre otras cosas, se estima que tienen una vida media de unos
0,0000000000000000000001 segundos; pero sí es posible detectar las partículas en las que se desintegran.
Los
físicos

quieren, pues, calcular cuántas posibles combinaciones de partículas pueden producirse por la desintegración de un bosón
de Higgs, y con qué probabilidad se produce cada una de esas combinaciones. Si se detectan esas combinaciones de
partículas en el LHC y con una frecuencia similar a las probabilidades predichas, será muy probable que se haya
“observado” un bosón de Higgs. Los sensores del LHC registrarán datos a un ritmo de unas 10.000 copias de la
Enciclopedia Británica por segundo durante los experimentos, que los científicos analizarán para tratar de descubrir el
bosón de Higgs escondido en ellos, si es que está ahí.
Así que puede que la noticia de la detección de esta partícula tan fascinante no sea inmediata, sino que es posible que se
anuncien observaciones compatibles con ella, que los científicos vayan calculando probabilidades y combinaciones y, poco
a poco, la comunidad científica se vaya convenciendo de que se ha “visto” un bosón de Higgs. También es enteramente
posible que no se vea absolutamente nada, que los patrones de partículas producidas en el LHC sean completamente
incompatibles con la teoría de Higgs y que haya que buscar otras alternativas (hay físicos que no creen que el campo de
Higgs exista). Muy probablemente lo sepamos, en uno u otro sentido, en unos cuantos años… salvo que el LHC destruya
la Tierra como dicen algunos (va a ser que no).
Actualización el 4 de julio de 2012: El CERN ha publicado la posible confirmación de la existencia del bosón de Higgs.
Como dije al escribir este artículo, se trata de una convicción gradual y cautelosa de que el bosón existe, pero todo tiene
muy buena pinta. Puedes leer sobre ello aquí.

Todas las partículas del Modelo Estándar vistas en la serie.


Y de una partícula hipotética a otra, sólo que la siguiente ni siquiera es parte del Modelo Estándar: en la próxima entrada
de la serie hablaremos del gravitón.

Esas maravillosas partículas - El gravitón. 2007/12/18


En el anterior artículo de la serie Esas maravillosas partículas, en el que hablamos acerca del bosón de Higgs, terminamos
con la última partícula interesante del Modelo Estándar de partículas subatómicas. A partir de hoy nos adentramos en
aguas procelosas: estudiaremos partículas que no sólo no han sido observadas experimentalmente, sino que están fuera
del modelo que tantos éxitos ha tenido en sus predicciones.
Por otro lado, estar fuera del Modelo Estándar no tiene por qué significar que la partícula en cuestión sea una frívola
suposición ni nada por el estilo: no es vergonzoso para una partícula estar fuera de él; para empezar, los físicos saben
que el Modelo Estándar no es una teoría completa del Universo y las partículas que en él existen, pues no explica todo lo
que hemos observado hasta ahora. Algunas de las partículas de las que hablaremos a partir de hoy serán, en efecto,
apuestas arriesgadas por parte de los físicos teóricos que las han propuesto, pero otras son posibilidades muy reales y
estamos ahora mismo buscándolas. De hecho, hoy verás cómo puedes poner un granito de arena en esta búsqueda desde
tu propia casa.
En cualquier caso, la primera partícula más allá del Modelo Estándar de la que vamos a hablar es, aunque hipotética,
nombrada con relativa frecuencia. En gran parte esto se debe a que, como veremos, todo sería tan bonito y simétrico si
esta partícula existiese… hablaremos del gravitón.
Como suelo decir, si sabes del asunto puede que sufras, te muerdas las uñas y rechines los dientes al ver las
simplificaciones y la manera de hablar con la que me propongo atacar el asunto (puede que más que “atacar” a ti te parezca
“destruir”). Si sufres, lo siento, pero la filosofía de El Tamiz es “antes simplista que incomprensible”. Hay muchos textos
muy técnicos y completos por ahí, y si este estilo no te gusta, mejor dejas de leer esta entrada.
Dicho esto –y soy consciente de que me repito, pero es inevitable–, recordemos algunas de las partículas de las que
hemos hablado en la serie. Si la has seguido desde el principio, tienes un conocimiento básico pero espero que sólido
sobre las partículas fundamentales que son responsables de casi todas las interacciones que conocemos. Espero que
recuerdes cómo el fotón era el responsable de la interacción electromagnética, el gluón de la interacción nuclear fuerte (y
los piones de la interacción nuclear fuerte residual), y los bosones W y Z los que se encargaban de la interacción nuclear
débil.
Es decir, cada una de estas interacciones puede ser modelada teóricamente mediante el intercambio de partículas virtuales
(en todos los casos, como también espero que recuerdes, bosones). Esto es consecuencia de que el Modelo Estándar es
el hijo de la teoría cuántica de campos. Todas esas interacciones pueden producir ondas, y los bosones que las transmiten
(como el fotón) no son más que la cuantización de esas ondas. Si has seguido la serie de Cuántica sin fórmulas hasta el
momento, deberías estar ya familiarizado con este concepto para el caso de la radiación electromagnética y el fotón.
Hasta aquí, todo correcto. Pero, ¿y qué hay de la gravedad? Es la única interacción fundamental que no hemos
mencionado en el párrafo anterior. ¿Es que la pobre gravedad no tiene una partícula asociada que es intercambiada y
cuantiza sus ondas? La fuerza gravitatoria tiene un comportamiento extraordinariamente similar, en algunos aspectos, a
la electromagnética, aunque en otros es muy distinta. ¿No puede regirse por leyes físicas similares y tener su propia
partícula?
Este razonamiento, aunque a un nivel y con una abstracción mucho mayores, lo han realizado muchos físicos
fundamentales, y el resultado ha sido una partícula hipotética que sería para la gravedad lo mismo que el gluón es para la
interacción fuerte, o el fotón para la electromagnética. No es muy original, pero el nombre que se ha dado tradicionalmente
a esta partícula es el de gravitón. Algunos físicos juran y perjuran que debe existir, mientras que otros los miran arqueando
las cejas con desdén. Sólo los experimentos darán la razón a unos o a otros.
Como digo, el gravitón es una posible partícula fundamental, pero eso no quiere decir que no tengamos ni idea de cómo
puede ser. De existir, es probable que siga los mismos patrones que los otros bosones que hemos mencionado antes. Por
ejemplo, el gluón tiene masa y es inestable, con lo que la interacción nuclear fuerte tiene un alcance muy corto. Sin
embargo, el fotón tiene masa nula y es estable, por lo que la interacción electromagnética, y por lo tanto la luz, tienen un
alcance infinito.
Tú mismo, querido lector, puedes estimar entonces algunas de las características del gravitón, si es que existe, sin usar
una sola ecuación. Para empezar, notamos la fuerza gravitatoria de objetos extraordinariamente lejanos, como vemos
continuamente en astronomía: por ejemplo, el Sol orbita el centro de la Vía Láctea, y las galaxias forman cúmulos
globulares alrededor de su centro de gravedad común. De modo que la gravedad tiene un alcance gigantesco – de hecho,
pensamos que tiene un alcance infinito, aunque no estamos completamente seguros.
De modo que el gravitón probablemente no tiene masa, y si la tiene será minúscula. Los cálculos a partir del alcance
medido de la interacción gravitatoria dan un máximo posible de masa al gravitón de unos 10 -69 kg: es decir, que como
mucho es cien billones de cuatrillones de veces más ligero que un electrón. Pero vamos, la mayor parte de los físicos
apuestan por un alcance infinito y una masa nula, lo mismo que en el caso del fotón.
Además, puesto que sería el responsable de una interacción, el gravitón sería un bosón – tendría unespín entero. Es
posible que recuerdes que el fotón tenía un espín de 1, debido a la naturaleza de la interacción electromagnética. Los
físicos predicen que el gravitón tendría un espín de 2 porque la gravedad es un campo tensorial de segundo orden, pero
esa razón tan rimbombante es lo de menos: lo importante es que sería un bosón, como el fotón.
No sólo eso: de tener masa nula, como creemos que la tiene, el gravitón se movería a la velocidad de la luz, igual que el
fotón. La fuerza gravitatoria tendría pues (como creemos que tiene) un alcance infinito y se transmitiría a 300.000 km/s.
De modo que un gravitón sería muy parecido a un fotón en varios aspectos… pero muy diferente en otros.
Esto no debería ser sorprendente: para empezar, la fuerza electromagnética y la gravitatoria son de una intensidad
totalmente distinta. Por ejemplo, amable y paciente lector, ahora mismo tú estás notando la interacción electromagnética
en multitud de fenómenos: la luz que llega a tus ojos con las letras que lees, el contacto de la silla y el suelo, los sonidos
que oyes (pues la vibración se produce por la repulsión eléctrica entre capas electrónicas)… estás interaccionando
electromagnéticamente con docenas de otros objetos.
Pero sólo notas la fuerza gravitatoria de un objeto: la Tierra. La gravedad es muy, muy débil, de modo que hacen falta
masas gigantescas para que puedas notarla. Sí, también eres atraído por otros objetos, pero prácticamente no notas nada
– desde luego, no con los sentidos, al contrario que en el caso de la interacción electromagnética.
¿A dónde quiero llegar con esto? A que el gravitón transporta una energía muchísimo más pequeña que el fotón y, por lo
tanto, es muchísimo más difícil de detectar que el fotón. Para poder detectar uno haría falta producir un gravitón de mucha
energía – por ejemplo, en un acelerador de partículas como el LHC en construcción.
Sin embargo, existe otra diferencia aún más importante entre ambas fuerzas, y esa diferencia es la clave del asunto: la
gravedad modifica el espacio-tiempo a su alrededor, la fuerza electromagnética no.
Claro, de acuerdo con la Teoría General de la Relatividad de Albert Einstein, las masas curvan el espacio-tiempo a su
alrededor. Seguro que has visto las imágenes de la Tierra en una especie de sábana curvada por nuestro planeta. Es
decir, aunque no vamos a entrar a discutir el asunto en profundidad, la gravedad define qué forma tiene nuestro Universo,
al completo o partes pequeñas de él. Por lo tanto, cualquier cosa relacionada con la gravedad es más complicada que en
el caso de las otras fuerzas. Piénsalo así: un gravitón se mueve por el espacio
a la velocidad de la luz, al mismo tiempo que determina la forma de ese
espacio. La cosa se vuelve rara.
De hecho, se vuelve tan rara que no la entendemos aún, al menos para todas
las energías. Haría falta una teoría que combinase la cuántica con la relatividad
general para poder tener una teoría cuántica del campo gravitatorio, y eso,
como hemos comentado hace tiempo aquí mismo, es muy difícil. Pero algunas
de las teorías propuestas en esa línea utilizan los gravitones como cuantización
del campo gravitatorio.
El problema teórico es grande, pero el experimental no lo es menos: ¿cómo
“ver” un gravitón? La solución no es conceptualmente complicada, pero llevarla
a la práctica es más complejo. El mejor indicio de que los gravitones podrían
existir es que las ondas gravitacionales existen, y tal vez podríamos observar
una. No las hemos visto nunca directamente, pero las observaciones de un
sistema binario por Russell Alan Hulse y Joseph Hooton Taylor Jr. demostraron
indirectamente que estas ondas existen (de hecho, Hulse y Taylor recibieron el
Premio Nobel de Física en 1993 por esas observaciones).
Onda gravitacional creada por un sistema binario. Crédito: K. Thorne (Caltech), T. Carnahan (NASA GSFC).
Si pudiéramos observar y medir una onda gravitacional directamente, a partir de sus
características sería posible determinar las del gravitón y tal vez observar uno como
partícula. El problema es que, al tener una energía tan minúscula, las ondas
gravitacionales son muy difíciles de detectar. Para que te hagas una idea, el sistema
Sol-Tierra en su movimiento emite ondas gravitacionales: ambos cuerpos se mueven
alrededor del centro de gravedad, y si estás por ejemplo en un punto alejado de ellos,
la gravedad ahí cambia rítmicamente dependiendo de la posición del Sol y la Tierra
(pasa por un máximo y un mínimo con un período constante, como una onda de otro
tipo). No somos un sistema binario, pero la figura de arriba te puede ayudar a entender
lo que trato de decir.
De modo que podría ponerse un pequeño anillo de partículas flotando en el espacio y,
según la onda gravitacional pasara, las partículas se acercarían y alejarían unas de
otras rítmicamente, algo parecido a esto:
Pero claro, en la figura el movimiento está exagerado. Pero muy, muy exagerado: las partículas se moverían una distancia
máxima de unos 10-24 metros…¡menos de un billón de veces el tamaño de un átomo! Las ondas gravitacionales son
diminutas, y ésa es la razón de que aún no hayamos detectado ninguna directamente. Piensa que la potencia total emitida
por el sistema Tierra-Sol en forma de ondas gravitatorias es de unos 300 vatios – cinco bombillas de 60 W cada una. La
potencia total emitida por el Sol en forma de ondas electromagnéticas es de unos 3·10 26 watios. Ahí tienes la diferencia.
Detectar estas ondas, y a partir de ellas los gravitones (si es que existen) es, como digo, muy difícil, pero no imposible.
Aparte del futuro LHC, existen varios proyectos funcionando ahora mismo que tratan de detectar y medir las propiedades
de estas ondas: el problema es que no basta con tener aparatos muy precisos (suelen utilizarse interferómetros láser de
una precisión tremenda). Las perturbaciones de estas ondas son tan minúsculas que hace falta, para empezar, ser
consciente de todos los otros efectos que pueden alterar el aparato, calcularlos, restarlos de las medidas… para al final
quedarse con lo que sí es la onda gravitacional, si es que está ahí. Cualquier otro efecto (gravitatorio pero no ondulatorio,
de vibración del propio aparato, electromagnético…) debe ser descartado cuidadosamente.
Los observadores más prometedores para tratar de detectar ondas gravitacionales son el LIGO (Laser Interferometer
Gravitational-Wave Observatory, Observatorio de Ondas Gravitacionales por Interferómetro Láser), una colaboración del
MIT y de Caltech, y el GEO alemán, situado en Hannover. Pero todo esto no es el reducto de los observatorios y
universidades lejanos: puedes colaborar en este proyecto desde tu propia casa. Si eres un habitual de El Tamiz conoces
probablemente el programa BOINC de computación compartida, del que hemos hablado antes aquí. Bien, utilizando
BOINC puedes añadir el proyecto Einstein@Home al programa y así donar parte del tiempo de proceso de tu ordenador
a realizar los cálculos necesarios para detectar ondas gravitacionales a partir de los datos de LIGO y GEO. Si tienes un
procesador pasadísimo de vueltas con refrigeración líquida para jugar a los últimos juegos que han salido este año, ¿se
te ocurre algo mejor que hacer con ese maquinón mientras no lo usas que encontrar un gravitón?

Esas maravillosas partículas - La radiación de Cherenkov. 2008/01/29


Continuamos hoy nuestro viaje por el mundo de las partículas subatómicas en la serie Esas maravillosas partículas. Hace
ya un par de entregas de la serie que estamos hablando de partículas hipotéticas, y de hecho hemos abandonado ya
incluso el Modelo Estándar de partículas subatómicas (del cual, como sabes si has seguido la serie, la única partícula no
observada hasta ahora es el bosón de Higgs).
En cualquier caso, el artículo de hoy no está dedicado a una partícula en concreto, sino a un fenómeno que se utiliza de
manera habitual para detectar partículas subatómicas. De hecho, al principio íbamos a publicar hoy un artículo sobre un
par de partículas hipotéticas, pero la manera en la que estamos tratando de encontrarlas es precisamente utilizando este
fenómeno físico, de modo que era necesario explicarlo, y… bueno, la verdad es que es tan fascinante que merece su
propio artículo: hablaremos acerca de la radiación de Cherenkov.
En 1934, el físico soviético Pavel Alekseevič Čerenkov (que a veces se escribe Cherenkov, Cherenkhov o incluso
Cerenkhov) se encontraba realizando experimentos relacionados con la radiactividad cuando observó un fenómeno
curioso: cuando se bombardeaba una botella llena de agua con radiación alfa o beta muy energética (partículas cargadas,
como núcleos de helio o electrones que se mueven muy rápido), la botella brillaba con una luz azulada. Este efecto se
denominó, en su honor,efecto Čerenkov, y la radiación suele llamarse radiación de Čerenkov. Es más, el científico recibió
el Premio Nobel de Física en 1958 por este descubrimiento.
Para entender a qué se debe este interesante fenómeno –que, como he dicho antes, se utiliza muy a menudo en física de
partículas– es necesario antes hablar de otro que, al principio, no parece relacionado con él. Sin embargo, quiero intentar
convencerte de que, si entiendes uno de ellos, el otro no es demasiado difícil de aceptar. De modo que permite, querido
lector, que haga un inciso y hablemos brevemente acerca de los estampidos sónicos y la barrera del sonido.
Como probablemente sabes, cuando un objeto se mueve más deprisa que el sonido en un medio determinado, como el
aire, se dice que ha sobrepasado la “barrera del sonido”, y en ese momento se produce un fuerte estampido que se
denomina estampido sónico. Algún día tenemos que dedicar un artículo detallado sobre este asunto y ese nombre tan
engañoso de “barrera del sonido” pero, en cualquier caso, estoy seguro de que estás familiarizado con su existencia.
Dicho mal y pronto, lo que sucede es lo siguiente: cuando un objeto se mueve en el aire, el objeto aparta el aire que hay
delante de él, y el aire “rellena” el espacio que el objeto deja por detrás. La presión justo delante del objeto aumenta un
poquito, y disminuye un poco por detrás. Se genera por lo tanto una pequeña onda de presión: el aire aumenta de presión
y luego disminuye según pasa el objeto. Si observases una molécula del aire según pasa el objeto, realizaría una especie
de movimiento de vaivén – se apartaría hacia un lado y luego volvería más o
menos a su posición inicial. Cuanto más rápido se mueve el objeto, más rápido
debe apartarse el aire.
Normalmente, la única manera de notar esto es estar muy cerca del objeto
(seguro que, si conduces, has notado esto cuando pasas al lado de un camión
grande), pero cuando el objeto se mueve más rápido que el sonido, las cosas
se complican – en ese momento las pequeñas “crestas” de presión generadas
según avanza el objeto no tienen tiempo de alejarse de él antes de que se
produzca la siguiente cresta: se acumulan realizando una interferencia
constructiva que genera una “súper-cresta” de presión, es decir, una onda de
choque. Cuando esta onda de choque te alcanza oyes el estampido; hay otros
fenómenos curiosos asociados a este brusco cambio de presión de los
que hemos hablado con anterioridad:
F/A-18 “Hornet” rompiendo la barrera del sonido sobre el Pacífico.
La idea básica es la siguiente: si te mueves más rápido que el sonido en un determinado medio, generas una onda de
choque en el medio porque las “mini-ondas de presión” que vas generando en tu movimiento no tienen tiempo de alejarse
unas de otras antes de interferir constructivamente. Es como si creases pequeñas crestas de ola en el agua, pero las
generaras tan deprisa que se fueran acumulando unas sobre otras, creando una ola enorme.
Si hasta aquí estamos de acuerdo, imagina conmigo aunque al principio suene raro o imposible: ¿qué pasaría si en el
párrafo anterior sustituimos la palabra “sonido” por la palabra “luz”? ¿Qué sucede si te mueves más rápido que la luz en
un determinado medio, de modo que las “mini-ondas luminosas” que creas a tu paso –si pudieras crearlas– no tengan
tiempo de alejarse antes de interferir constructivamente?
La respuesta, querido y paciente lector, es naturalmente que se produce una “onda de choque luminosa” (sí, el término
“onda de choque” no es realmente aplicable en este caso, pero bueno). El medio que te rodea no produce un fuerte
estampido, sino una onda electromagnética – eso es la radiación de Čerenkov.
Estoy bastante seguro de que tu primera pregunta tras leer esto va a ser algo así como Pero ¿cómo diablos puedes decir
“si te mueves más rápido que la luz”? ¡Eso es imposible! Al menos, ésa fue la pregunta que me hice yo la primera vez que
me contaron esto. La clave es sutil pero importante: la luz no se mueve igual de rápido en todas partes. La imposibilidad
de alcanzar la velocidad de la luz, de acuerdo con la Teoría Especial de la Relatividad, se refiere a la velocidad de la luz en
el vacío, es decir, 300.000 km/s.
Sin embargo, por ejemplo en el agua la luz no se mueve a 300.000 km/s, sino a 225.000 km/s. De modo que, aunque es
imposible que, por ejemplo, un electrón se mueva más rápido que la luz en el vacío, es perfectamente plausible que se
mueva más rápido que la luz en el agua. De modo que un electrón que viaja por el agua a 250.000 km/s puede producir
fenómenos tan extraños como el estampido sónico, pero relacionados con la luz, no con el sonido.
El proceso, en este caso, es el siguiente: cuando un electrón, o cualquier otra partícula cargada, se mueve por el interior
de un aislante, modifica el campo eléctrico a su alrededor. Por ejemplo, según pasa el electrón, los electrones más externos
de los átomos cercanos son repelidos por él, de modo que se alejan de él, pero cuando ha pasado, vuelven a su posición
inicial, pues el átomo los sigue atrayendo igual que antes. Según pasa el electrón, se crea un movimiento de vaivén en los
electrones circundantes. Algo parecido sucede si se trata de una partícula alfa cargada positivamente, aunque al revés.
Sin embargo, cualquier carga acelerada emite radiación electromagnética: este movimiento de ir y venir de los electrones
al paso de una partícula cargada genera una serie de ondas electromagnéticas al paso del electrón, algo parecido a las
ondas de presión generadas cuando un cuerpo se mueve en el aire y las moléculas se apartan y luego vuelven. De igual
manera que en aquel caso, estas mini-ondas electromagnéticas interfieren entre ellas de manera destructiva y no se notan
“desde fuera”.
Ah, pero ¿qué sucede si el electrón va más rápido que la luz en el agua? Entonces estas ondas electromagnéticas no
tienen tiempo de alejarse antes de que se genere la siguiente y se “suben unas encima de otras” como las pequeñas olas
del ejemplo anterior. Al paso del electrón, el agua emite una onda electromagnética perfectamente detectable desde fuera,
el equivalente del estampido sónico… pero de radiación. La radiación de Čerenkov.
Un par de aclaraciones: en primer lugar, este fenómeno sólo se produce cuando las partículas cargadas se mueven a
través de un medio aislante. En los conductores, los electrones más externos de los átomos se mueven libremente por
todo el cuerpo, de modo que no se pueden producir estos movimientos bruscos de vaivén de los electrones. En segundo
lugar, moverse más rápido que la luz en el agua es posible, pero no sencillo: hace falta que las partículas cargadas tengan
velocidades realmente altas, de modo que no esperes ver este fenómeno en la vida cotidiana.
Finalmente, la radiación de Čerenkov no es solamente luz: es radiación electromagnética de distintas frecuencias,
fundamentalmente ultravioleta. Eso sí, cuando es realmente intensa, una fracción razonable tiene una frecuencia
suficientemente baja como para ser radiación visible (es decir, luz), de modo que es posible ver el medio brillar con nuestros
ojos, aunque con una luz muy cercana al violeta: de ahí que la radiación de Čerenkov
sea de color azulado.
De hecho, si ves un medio aislante –como el agua– brillar con una luz azulada que parece
no tener explicación, eso quiere decir que hay un gran número de partículas cargadas
que se mueven muy rápido por su interior y, de hecho, la mayor parte de la radiación
ni siquiera la estás viendo, porque es de una frecuencia mayor que la que pueden
detectar nuestros ojos. Ésta es la razón de que las piscinas de los reactores nucleares
brillen con luz azul:
Ésta es una de las dos razones también por las que mucha gente piensa que cuando
algo es radiactivo, brilla, algo que es totalmente falso.
Aunque parezca un fenómeno tan extraordinario que raramente pueda detectarse, el
efecto Čerenkov tiene multitud de usos. Se emplea, por ejemplo, para estimar el ritmo de
la fisión en reactores como el de la foto: a mayor número de núcleos fisionados por
segundo, mayor cantidad de partículas emitidas y mayor intensidad en la radiación de
Čerenkov. Si aquello empieza a brillar más de la cuenta, ¡ojito!
Radiación de Čerenkov en la piscina del Advanced Test Reactor del Idaho National Laboratory.
Lo mismo sucede en observaciones de astrofísica: cuando la atmósfera recibe, por ejemplo, radiación gamma procedente
del espacio, se producen verdaderas cascadas de partículas inestables muy energéticas. Muchas de estas partículas están
cargadas y se mueven rapidísimo: a velocidades de hasta el 99,997% de la de la luz en el vacío. Tan rápido que producen
radiación de Čerenkov. Es posible, por lo tanto, analizar las características de esta radiación para conocer qué partículas
se produjeron. Esta técnica se conoce como IACT (Imaging Atmospheric Čerenkov Technique), y es empleada por
telescopios como el VERITAS estadounidense o el MAGIC (Major Atmospheric Gamma-ray Imaging Čerenkov Telescope)
de las Islas Canarias.
Pero la cosa no acaba ahí: es posible utilizar la radiación de Čerenkov para detectar e identificar partículas subatómicas
en los aceleradores de partículas, e incluso medir su velocidad dependiendo del ángulo que forma la radiación emitida con
la trayectoria de la partícula. El tan esperado LHCdispondrá de detectores de este tipo.
El caso es que la radiación de Čerenkov no sólo es un fenómeno interesante que nos enseña lo extraño que puede ser el
Universo cuando lo miramos en condiciones diferentes de aquéllas a las que estamos acostumbrados en la vida cotidiana.
Se emplea frecuentemente en la investigación científica, y muy particularmente en física de partículas, como veremos en
el próximo artículo de esta serie, acerca de los bosones X e Y.

Esas maravillosas partículas - Los bosones X e Y. 2008/03/03


El artículo de hoy de la serie Esas maravillosas partículas es el primero en abandonar el Modelo Estándar de partículas
subatómicas. Como recordarás si has seguido la serie, el bosón de Higgs aún no ha sido detectado, pero incluso esa
elusiva partícula está dentro del Modelo. En la entrega de hoy vamos más allá.
¿Por qué ir más allá del Modelo Estándar, si funciona tan bien y ha predicho tantas partículas observadas? Existen varias
razones para hacerlo, pero de lo que pocos dudan es de que el Modelo Estándar es sólo una parte de una teoría más
completa que aún está por llegar. Entraremos en eso dentro de un momento. Sin embargo, la cuestión es que una gran
parte de las teorías que pretenden ir más allá del Modelo Estándar tienen algo en común: predicen, al contrario que este
modelo, que el protón no es una partícula estable.
De acuerdo con muchas de esas teorías, la desintegración de un protón requiere la existencia de bosones nuevos, que no
existen en el Modelo Estándar (y que, desde luego, no han sido observados). El artículo de hoy nos llevará desde los
primeros tientos para ir más allá del Modelo hasta la propia desintegración del protón y los bosones X e Y.
La primera razón por la que es muy posible que el Modelo Estándar no sea la “teoría última” en física de partículas es la
propia naturaleza de cualquier modelo teórico: observamos el mundo a nuestro alrededor, creamos teorías que tratan de
explicar lo que vemos y predecir cosas que no podríamos sin esas teorías y, finalmente, tratamos de observar lo que la
teoría predice. De modo que un modelo depende mucho de lo que somos capaces de ver cuando lo creamos.
Aunque actualmente estamos trabajando en aceleradores de partículas más poderosos que cualquier cosa que hayamos
construido hasta ahora, como el LHC, y hay planes para construir detectores más sensibles que lo que hubiéramos podido
imaginar, como el Hyper-Kamiokandé, nuestras teorías actuales han
sido creadas a partir de lo que hemos podido ver hasta ahora: las
partículas provenientes de los rayos cósmicos (y sus desintegraciones
en la atmósfera) y fuentes estelares, y las partículas que existen en la
materia que observamos y podemos crear en aceleradores. Pero todo
esto tiene un límite de energías.
Por ejemplo, el acelerador de partículas más potente del que
disponemos ahora mismo es el Tevatrón del Fermilab, capaz de acelerar
protones hasta una energía de 1 TeV (un billón de electronvoltios). Esto
quiere decir que cualquier fenómeno que aparezca, por ejemplo, cuando
la energía de las partículas es de 100 Tev, es algo desconocido para
nosotros. No sólo probablemente no lo hemos tenido en cuenta al crear
nuestras teorías actuales: sería imposible comprobar si esas teorías lo
predicen correctamente o no, porque no podemos observarlo.
LHC superpuesto con la superficie.
El LHC será capaz de acelerar protones y antiprotones hasta unos 7 TeV, y se cree que a esas energías podremos llegar
a detectar el bosón de Higgs, pero aún no sabemos qué sucederá a energías mayores. Por ejemplo, varias teorías predicen
que para energías enormes (casi un billón de TeV) las fuerzas débil, electromagnética y fuerte se combinan para formar
un único campo (algo que no predice el Modelo Estándar). E incluso muchas de esas teorías no tienen idea de qué puede
sucederle a la fuerza gravitatoria a esas energías.
Pero si el LHC acelera partículas a energías inconcebibles para nosotros, y estos nuevos fenómenos se producirían a
energías casi un billón de veces superiores, ¿por qué preocuparnos de ello? ¿No es algo tan lejano a lo que existe en el
Universo que no tiene importancia?
En absoluto. Si queremos entender realmente cómo es el Universo, tiene toda la importancia del mundo.
La cuestión es que esas energías son gigantescas ahora, pero no lo fueron muy cerca del Big Bang: y todo lo que vemos
ahora proviene de lo que sucedió entonces. De modo que muchas de las explicaciones sobre por qué las cosas son como
son ahora requieren entender cómo fueron las cosas cuando la propia naturaleza de las interacciones fundamentales era
totalmente distinta de la que es ahora.
Además, el Modelo Estándar no explica (ni trata de hacerlo, pues es hijo de la cromodinámica cuántica y la teoría
electrodébil, que se restringen a las fuerzas débil, electromagnética y fuerte) la gravedad. Es decir, somos plenamente
conscientes de que no tenemos una teoría cuántica de la gravedad, y de que las formulaciones actuales de ambas teorías
no encajan matemáticamente, de modo que nadie duda de que nos falta mucho por hacer – y para hacerlo hace falta ir
más allá del Modelo Estándar.
No sólo esto: existen cosas que sí hemos observado ya y que son difíciles de explicar mediante el Modelo Estándar. Una
de ellas es la abundancia de materia respecto a la antimateria en el Universo. Sí, hay algo de antimateria, pero muy,
muy poca. De acuerdo con el Modelo Estándar, una de las leyes de conservación en el Universo es la del número bariónico,
que es igual al número dequarks menos el número de antiquarks, dividido por tres:

Al dividir por tres, el número bariónico del protón es B = 1, mientras que el del antiprotón es -1. De este modo, es posible
hacer chocar un protón con un antiprotón (B total = 1 - 1 = 0) y obtener partículas con B = 0, como electrones o fotones.
Pero un solo protón, al tener B = 1, nunca podrá desintegrarse en “cosas que no sean bariones”, pues B tiene que seguir
siendo 1. Dicho en términos más simples: un barión no puede convertirse únicamente en cosas que no son bariones ni al
revés.
De modo que, si hubo un tiempo en el que no había bariones, es lógico pensar que en el Universo en total, si sumamos
todos los números bariónicos deberíamos obtener un 0 como una catedral. Por ejemplo, si hay una barbaridad de protones,
debe haber una barbaridad exactamente igual de antiprotones, para que B total = 0. Pero esto no es así ni en broma.
De hecho, apenas hay antimateria en el Universo comparada con la materia –salvo que, por supuesto, no hayamos podido
detectarla por alguna razón–. Por cierto, esto no requiere que en el instante inicial hubiera muchos protones y muy pocos
antiprotones, con un poquito de desequilibrio basta: si los pares protón-antiprotón generados se aniquilasen al principio, el
pequeño exceso de materia “normal” que quedaría podría haberse convertido en toda la materia que vemos hoy en día.
Sólo hace falta que existieran 10.000.000.001 protones por cada 10.000.000.000 antiprotones para que la relación
materia/antimateria/radiación que observamos hoy sea como es. Pero 10.000.000.001 ≠ 10.000.000.000, y las leyes de
conservación en física no son “más o menos”.
Esta asimetría inicial entre materia y antimateria, que posiblemente produjo los bariones que vemos hoy (y que haya tan
pocos antibariones) se denomina bariogénesis, y es muy difícil de explicar si se acepta la conservación del número
bariónico. Es decir, hay dos opciones:
• El número inicial de bariones y antibariones no era el mismo en el origen del Universo. B ≠ 0 desde el principio.
• El número bariónico no se conserva. B = 0 al principio, pero ahora B ≠ 0.
Lo mismo sucede con el número leptónico L, que se define de manera parecida a B, como la resta del número de leptones
menos el número de antileptones:

Así, un fotón (L = 0) puede dar lugar a un par electrón/positrón (L = 1 y L = -1, luego L total = 1 - 1 = 0). Pero, una vez más,
si L = 0 en el Big Bang, ¿por qué hay tantos electrones y tan pocos positrones? Y si L ≠ 0 en el Big Bang, ¿por qué no se
conserva L desde antes del Big Bang, cuando no había leptones ni antileptones?
Existen muchas posibles explicaciones de la bariogénesis/leptogénesis, unas más esotéricas que otras. Algunas de las
más sólidas son las que he mencionado antes, las que predicen una unificación de las fuerzas electromagnética-débil-
fuerte para altas energías. Estas teorías suelen denominarse Teorías de Gran Unificación, TGUs o GUTs (en inglés).
Algunas de las TGUs más populares son el Modelo de Georgi-Glashow, el de Pati-Salam, la Teoría de Heim, el modelo
331, la Trinificación (sí, sí, menudo nombrecito), etc.
En muchas TGUs no se conservan ni B ni L, sino que se conserva un número combinado de los dos:B-L, es decir, la resta
de B menos L. Lo más importante de esto es que, según estas teorías, es posible convertir bariones en leptones y
viceversa: un protón (B = 1, L = 0) podría convertirse, por ejemplo, en un pión (B = 0, L = 0) y un positrón (B = 0, L = -1),
de modo que al principio B-L = 1, y al final B-L = -(-1) = 1, de modo que se conserva B-L pero no se conservan ni el número
bariónico ni el leptónico.
El problema que tienen todas estas teorías es que son dificilísimas de comprobar experimentalmente precisamente por lo
que he mencionado al principio sobre el Modelo Estándar: a energías “normales” son indistinguibles experimentalmente
de él en prácticamente nada, y aún no hemos llegado a disponer de partículas tan energéticas que muestren si se
comportan según alguna de estas teorías o no.
¡Ah! Pero la no conservación de B ni L hace que la mayor parte de estas teorías predigan un hecho experimental
comprobable “en el Universo normal” que el Modelo Estándar prohibe terminantemente: la desintegración del protón.
En efecto, según muchas de las TGUs el protón no es una partícula estable. Como recordarás de la entrada sobre
el neutrón, el Modelo Estándar le da una vida media de unos minutos cuando es libre, pero dentro del átomo es estable.
Sin embargo, el protón es estable de ambas formas. Bien, según estas TGUs ninguno de esos dos bariones es estable de
ninguna manera: el neutrón libre tiene, como en el Modelo Estándar, una vida media de unos minutos, pero tanto el protón
libre como el que está en un átomo como el neutrón en el átomo, al cabo del tiempo, se desintegran.
¿Por qué no vemos entonces los protones y neutrones de los átomos a nuestro alrededor desintegrándose? ¡Fueron
creados hace unos catorce mil millones de años! Han tenido tiempo de sobra para haber desaparecido ya, convertidos por
ejemplo en piones y positrones, ¿no?
Pues no. Ninguna de esas teorías predice una vida media para el protón de unos minutos, ni de unas horas, ni de unos
años, ni siquiera de unos cuantos millones de años. Aunque el número concreto varía, se trata de vidas medias de unos
1036 años. Y se estima que el Universo lleva existiendo “tan sólo” unos 1,4·10 10 años. Según estas teorías, un protón
podría existir sin desintegrarse desde elBig Bang hasta hoy, volver a hacerlo de nuevo, y de nuevo, y de nuevo, viviendo
toda la vida del Universo una y otra vez… y así 1027 veces antes de desintegrarse. Es apabullante.
Dicho de otra manera, es posible que todos los protones y neutrones sean inestables pero que aún no les haya dado
tiempo a desintegrarse. Suena raro, pero así es: y, una vez más, hace difícil comprobar si esas teorías son ciertas, salvo
que nos sentemos mirando a un protón durante 1.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000 años. Los físicos
tienen paciencia, pero no tanta.
Las buenas noticias son que 1036 años es la vida media. Siempre existe la posibilidad de que un protón se desintegre a
los diez minutos de existir, aunque es una probabilidad casi nula. Y la cosa mejora si no miramos un protón, sino dos:
entonces la probabilidad de que uno se desintegre al cabo de cierto tiempo es el doble que si sólo miramos uno. Si son
diez protones, la probabilidad es diez veces mayor, etc.
De modo que los científicos han hecho justo eso: observar cantidades
ingentes de protones durante mucho tiempo. De ese modo se aumenta la
probabilidad de que alguno de ellos se desintegre mientras lo miramos y
comprobemos si esas teorías son ciertas o no. El mayor intento de este tipo
es el detector de partículas Super-Kamiokandé, del que hemos hablado con
anterioridad. El Super-Kamiokandé no ha observado una sola desintegración
de un protón, y de hecho ahora mismo ni siquiera se utiliza para eso, sino para
estudiar neutrinos, pero eso no quiere decir que los protones no se
desintegren.
¿Cómo ver a un protón desintegrarse? Mirando muchos protones durante
mucho tiempo.
El Super-Kamiokandé, con su enorme piscina de agua (que los físicos que lo utilizan ven como“piscina de tropecientos
protones”) habría detectado la desintegración de los protones a partir de la radiación de Cherenkov: tiene una multitud
de fotodetectores que hubieran determinado la intensidad y la dirección de la radiación de Cherenkov producida por las
partículas muy energéticas en las que se hubiera desintegrado el protón, y a partir de las medidas de esos fotodetectores
se hubiera podido confirmar la desintegración incluso de un único protón.
Cada uno de los fotodetectores del Super-Kamiokandé es como un ojo de una extraordinaria sensibilidad, observando sin
descanso el agua de la gigantesca piscina durante años, esperando el leve destello de la radiación de Cherenkov producida
por la desintegración de algún protón. Observando año tras año, sin que ese destello se produzca.
El hecho de que no se haya detectado ninguno establece un límite inferior para la vida media del protón de 1035 años. Es
decir, ni confirma ni elimina las TGUs que predicen 1036 años. Hace falta un detector con más protones (es decir, más
agua) y mejores fotodetectores para ir más allá: si logramos, por ejemplo, fijar el mínimo de vida media en 1040 años, la
mayor parte de las TGUsactuales se van al garete, mientras que si se detecta la desintegración de un protón, el Modelo
Estándar queda obsoleto y la cosa se pone realmente interesante.
Existen planes para construir un detector diez veces mayor que el Super-Kamiokandé, el Hyper-Kamiokandé. Si finalmente
se construye, esperamos que pueda hacer que nos decantemos por una u otra opción respecto a la bariogénesis.
De confirmarse la desintegración del protón y estas TGUs, harían falta nuevas partículas en nuestros modelos: hasta
ahora, las únicas dos maneras en las que un leptón (por ejemplo, un electrón) y un barión (por ejemplo, un protón) podían
interaccionar era mediante la gravitación (que no aparece en el Modelo Estándar) o mediante la fuerza electromagnética.
Cuando un barión se desintegraba, como en el caso de un neutrón libre, lo hacía –entre otras cosas– en otros bariones, y
las partículas intermediarias eran las responsables de la interacción débil, los bosones W y Z.
Pero si un protón o un neutrón pueden desintegrarse en cosas que no son bariones –como predicen estas TGUs– hacen
falta partículas nuevas que intermedien en la desintegración de bariones en leptones, en vez de bariones en bariones: algo
así como los “bosones W y Z” pero de un nuevo tipo de interacción fuera del Modelo Estándar. Estos nuevos bosones
son los bosones X e Y. ¿Quién ha dicho que los físicos siempre son originales nombrando cosas?
Estas partículas, desde luego, son hipotéticas. Su existencia depende básicamente de si el protón se desintegra o no. Y
algunas de sus propiedades dependen de la vida media del protón; bueno, mejor dicho, la vida media del protón puede
ser deducida en parte de las propiedades de los bosones X e Y, de modo que si medimos esa vida media podemos inferir
algunas de ellas.
De lo que no cabe duda es de que, de existir, son partículas de una masa gigantesca (más o menos un trillón de veces la
masa del electrón), muy inestables y de un alcance minúsculo. Si no fuera así, las veríamos y los protones se desintegrarían
a un ritmo que podríamos detectar sin ningún problema. Pero, de existir, permitirían que el Universo que vemos tenga
tanta materia y tan poca antimateria – lo cual supone, por ejemplo, que existamos nosotros, pues si hubiera un equilibrio
absoluto entre ambas, el Universo sería probablemente sólo radiación y no habría átomos ni, evidentemente, nadie que
escribiese ni leyese este artículo.
Vamos, que de ser las TGUs ciertas, si los bosones X e Y no existieran no estarías ahí leyendo esto, pues la materia y la
antimateria se habrían aniquilado mutuamente hace mucho tiempo. Pero si los bosones X e Y fueran menos pesados de
lo que son, los protones y neutrones se habrían desintegrado hace mucho tiempo y tampoco estarías aquí.
Es decir, que es posible que la razón de que estés leyendo esto ahora mismo sea la existencia de los bosones X e Y con
las propiedades que tienen. Irónicamente, de existir suponen que, inevitablemente, todos y cada uno de los protones y
neutrones del Universo mueran algún día. De una manera o de otra, existimos en un lugar y un momento efímeros y
afortunados en el Universo. Visto así, el Principio Antrópico no parece ninguna tontería.
En la próxima entrega de la serie, la materia oscura.

Esas maravillosas partículas - La materia oscura. 2008/04/23


Continuamos hoy buceando por el extraño pero fascinante mundo de las partículas subatómicas dentro de la serie Esas
maravillosas partículas. Hace ya unos cuantos artículos que estamos hablando de partículas que no están dentro
del Modelo Estándar de partículas subatómicas. Existen multitud de partículas hipotéticas fuera del modelo, unas más
plausibles que otras, y estamos hablando de las que más felices harían a muchos físicos si se descubrieran (ni qué decir
tiene que otros se comerían el sombrero).
Hoy no vamos a hablar de ninguna partícula específica, sino de un asunto más amplio y que necesitamos mencionar antes
de estudiar algunas partículas que llegarán a la serie en breve. Antes de seguir con más “maravillosas partículas” haremos
un pequeño interludio para hablar sobre unaTerra incognita de la cosmología moderna: la materia oscura. Algunos lleváis
esperando este artículo (así como otro sobre la energía oscura, que llegará tarde o temprano) durante meses, de modo
que espero que me perdonéis la tardanza y disfrutéis de la lectura.
La razón de que hablemos de ella en esta serie es sencillamente que, como veremos a lo largo de esta entrada, una de
las explicaciones más satisfactorias de la existencia de la materia oscura para la mayor parte de los físicos es precisamente
la existencia de partículas elementales hipotéticas, de características algo peculiares. Pero antes de postular más
partículas, ¿por qué necesitamos hacerlo? En otras palabras –y estoy convencido de que muchos de vosotros habéis
pensado esto con palabras algo más fuertes–, ¿qué diablos es la famosa materia oscura?
Aquí tienes mi definición: la materia oscura es todo lo que no vemos ni sabemos lo que es, pero pensamos que está
ahí. No intimida tanto como el nombre parece sugerir, ¿no? En cierto sentido, es como el nombre Terra incognita que los
cartógrafos solían aplicar a los territorios aún no explorados. Ahí había algo, desde luego, pero nadie sabía qué. Es más
sencillo decir materia oscuraque lo que sabemos que hay en el Universo pero que no tenemos ni la más remota idea de lo
que es. Además, el físico que utiliza la primera expresión suena más sabio, ¿y a qué físico no le gusta sonar sabio ante el
profano?
Desde luego, no podemos quedarnos aquí. En primer lugar, ¿por qué pensamos que hay algo que no vemos? Y en
segundo lugar, aunque no sepamos lo que es, no podemos simplemente marcar los mapas del cosmos con “Aquí hay
dragones”: ¿qué alternativas plausibles hay? ¿qué cosas podría haber ahí fuera que no podamos ver de ninguna manera?
Para entender la razón de que pensemos que hay muchas cosas ahí fuera que no vemos hace falta comprender el
concepto de velocidad orbital, que ya mencionamos al hablar acerca del ascensor espacial. Básicamente, cuando un
objeto gira alrededor de otro debido a la fuerza de la gravedad, la velocidad con la que se mueve depende de la distancia
al centro de gravedad y de la masa que atrae al objeto.
Un ejemplo algo tonto: si la Tierra tuviera menos masa de la que tiene, la fuerza de atracción sobre la Luna sería menor y
la velocidad de nuestro satélite a nuestro alrededor, si se mantuviera en la misma órbita, sería más pequeña. Del mismo
modo, si la Luna se encontrase más cerca de nosotros, necesitaría moverse más deprisa para mantener la distancia. Dicho
de otra manera: sabiendo la velocidad de la Luna y su radio de giro es posible determinar la masa del objeto que
la atrae hacia el centro, en este caso la Tierra.
Es decir, alguien podría no ver la Tierra sino simplemente la Luna, medir el radio de su órbita y su velocidad de giro: a
partir de estos datos (ni siquiera hace falta la masa de la Luna) sería posible
calcular la masa del objeto que la hace girar, es decir, la Tierra.
Bien, esto precisamente estaba haciendo en 1933 el astrofísico suizo Fritz
Zwicky, sólo que no lo hacía para la Tierra y la Luna, sino para un cúmulo de
galaxias muy lejano, el Cúmulo de Coma, que se encuentra a unos 321 millones
de años-luz de nosotros. Las galaxias de ese cúmulo, como las de todos ellos,
se encuentran realizando órbitas alrededor del centro de gravedad del cúmulo.
Zwicky estimó la masa total del cúmulo de galaxias a partir del brillo de las
estrellas, suponiendo que se trataba de galaxias “normales”, con una proporción
determinada de masa en las estrellas frente a materia menos visible, como nubes
de gas y polvo. Luego calculó la misma masa a partir de la velocidad de las
galaxias y la distancia al centro de gravedad del cúmulo – algo similar a lo que
he descrito en el párrafo anterior, aunque bastante más complicado (pero eso no
viene al caso ahora).
Cúmulo de Coma. [Versión a 4097x3557
px](http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/9/90/Comasluster_nasajpl.jpg “”). Crédito: NASA/JPL-
Caltech/GSFC/SDSS.
Lo importante es que el resultado parecía totalmente absurdo: la masa del cúmulo, calculada a partir de la velocidad de
las galaxias, era mayor que la masa visible. Pero no era sólo un poco mayor, algo que podría deberse a algún fallo en el
cálculo o alguna fracción de la masa que no se pudiera haber visto bien. Ni siquiera era bastante mayor: era 400 veces
más masivo de lo que se veía. Zwicky se dio cuenta rápidamente de que había algo muy, muy importante ahí mismo –
algo que no se podía ver, pero que debía estar allí. Algún tipo de materia que, por razones desconocidas, no se podía
detectar desde la Tierra.
Posteriormente se realizaron distintos cálculos en muchas partes del firmamento, y la conclusión era siempre la misma:
hay mucha más masa ahí fuera que la que podemos ver. En particular, el trabajo de Vera Rubin a finales de los 60 y
principios de los 70 mostró que todas las galaxias espirales que podemos ver giran más deprisa de lo que necesitarían, si
su masa fuera la que percibimos. La conclusión, una vez más, es que en ellas hay mucho que no podemos ver. Con lo de
“podemos ver” no sólo me refiero a las estrellas: gran parte del gas y el
polvo interestelares son visibles de una u otra forma, porque absorben y
emiten radiación más o menos energética. Lo que falta por ver no es
simplemente “difícil de ver”: nos es totalmente invisible.
Además, como en el caso de Zwicky, no se trata de un pequeño
desajuste entre lo que vemos y lo que nuestros cálculos indican que está
ahí. Para que te hagas una idea, observa el siguiente diagrama de la
composición estimada del Universo:
Aparte de la energía oscura (de la que hablaremos en algún otro momento, pero que es otra forma de decir “Aquí hay
dragones”), fíjate en la diferencia entre la materia que vemos y la materia oscura: ¡un 4% frente a un 23%! Esto quiere
decir que, de acuerdo con nuestros cálculos, ahí fuera hay casi seis veces más materia oscura que la normal. No es
un problema de un leve ajuste: realmente no tenemos ni idea de cómo es el Universo.
Naturalmente, los físicos se dedicaron entonces a tratar de explicar la razón de esta diferencia tan catastrófica entre lo que
vemos y lo que calculamos. Básicamente existen dos explicaciones posibles, y aún no estamos completamente
convencidos de cuál es la correcta:
• Nuestros cálculos están mal. Esto sería posible si, por ejemplo, nuestras concepciones de la gravitación o de la inercia
son erróneas. Existen modelos alternativos que definen una gravedad modificada respecto a la de Einstein, modificaciones
de las Leyes de Newton e incluso intentos de construir una teoría cuántica de la gravedad que justifique las observaciones.
Sin embargo, ninguno de estos modelos ha logrado hasta el momento ajustarse a las observaciones que hemos realizado.
• Realmente hay algo ahí fuera que no vemos. Si es así, nuestros esfuerzos deben dirigirse en primer lugar a postular
hipótesis sobre la naturaleza de ese algo (porque “materia oscura”, por mucho que impresione al lego, no llega muy lejos),
y en segundo lugar a tratar de detectarlo. Sí, es invisible para muchos de nuestros medios de observación, pero hay que
encontrar alguna manera en la que sí pueda detectarse directamente.

De hecho, hemos detectado indicios de materia oscura difíciles de ignorar varias


veces. El problema, en general, es que parece estar localizada en los lugares en los
que hay materia normal (como los halos de las galaxias), como si estuviera mezclada
con ella. Sin embargo, hemos tenido suerte en alguna ocasión, cuando colisiones
tremendas han separado temporalmente la materia oscura de la materia que
podemos ver. Ya hablamos hace un año de una de estas observaciones, en la que
se observó la influencia gravitatoria de un anillo enorme de materia que deformaba
la luz que nos llega, pero que era totalmente invisible en todas las longitudes de
onda.
Aquí puedes ver una imagen del cúmulo en el que se detectó este anillo, combinada
con la influencia gravitatoria de la materia que no vemos, que se muestra como un
anillo más oscuro (la imagen está tratada, realmente no se ve el anillo sino su
influencia gravitatoria):
Anillo de materia oscura. [Versión a 1280x1280
px](http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/c/c3/CL0024%2B17.jpg “”). Crédito: NASA.
Este tipo de observaciones hacen que la mayor parte de los científicos sean partidarios de la segunda de las posibilidades
de las que hemos hablado arriba, es decir, pensamos que sí que hay algo en el Universo que no podemos ver y que aporta
un porcentaje tremendo de su masa total. Con lo que tenemos que preguntarnos qué diablos es, y para eso también hay,
básicamente, dos posibilidades que no se excluyen mutuamente con un nivel de aceptación razonable:
• Se trata de objetos estelares difíciles de ver. Es decir, es materia normal a nivel subatómico, con lo que su masa
estaría fundamentalmente formada por protones y neutrones, como la demás, pero estos cuerpos celestes pueden ser
casi imposibles de ver por no emitir radiación y ser muy compactos. Se trataría, en cualquier caso, de materia oscura
compuesta por bariones, es decir, materia oscura bariónica.
• Se trata de partículas subatómicas más o menos exóticas. En este caso no estaríamos hablando de bariones –como
los protones y neutrones– sino de otras partículas, como los neutrinos o incluso partículas hipotéticas no pertenecientes
al Modelo Estándar. Como te puedes imaginar, esta sería la posibilidad más interesante y va a llevarnos a hablar en la
serie de algunas de estas partículas. En este caso estaríamos hablando de materia oscura no bariónica.
La primera opción es menos revolucionaria. Sí es cierto que hay algunos objetos estelares compuestos de materia normal
y corriente que son muy difíciles de ver, como los agujeros negros, las estrellas de neutrones o las enanas marrones, sobre
todo si están aislados. Pero recuerda que para explicar la gigantesca cantidad de masa que nos queda por ver haría falta
un número enorme de estos objetos, y la mayor parte de ellos suelen estar
dentro de sistemas estelares normales, con lo que son más fáciles de
detectar.
Puesto que este tipo de objetos deberían ser muy masivos y compactos y
encontrarse fundamentalmente en los halos de las galaxias, se
denominan MACHOs: Massive Astrophysical Compact Halo Objects, o lo
que es lo mismo, Objetos Astrofísicos de Halo Masivos y Compactos. El
nombre es algo rebuscado porque es algo jocoso, y pretende ser
precisamente la palabra “macho”. La razón es que la otra alternativa
fundamental, de la que hablaremos en el siguiente artículo de la serie, es
justo lo contrario: algo pequeño y sutil que, como veremos, es algo así
como un “alfeñique”. ¿Quién ha dicho que los astrofísicos no pueden
divertirse con nombres estúpidos de vez en cuando? Aunque la verdad es
que, como enclenque y alfeñique que soy, no me hace demasiada gracia
el nombre.
MACHO (agujero negro aislado actuando de lente gravitatoria). Crédito: Ute Kraus (CC 2.0 Attribution Sharealike License).
La explicación de los MACHOs tiene diversos problemas. Uno de ellos es que la mayor parte de ellos son díficiles de
detectar, pero no imposibles de detectar. Para explicar una masa total del Universo debida a ellos mucho mayor que la
que podemos ver debida a las estrellas normales hacen falta muchísimos, y hasta ahora no se ha detectado el número
suficiente ni de lejos. Además, los modelos de nucleosíntesis que describen la formación de átomos después del Big
Bang indican que no es posible que se hayan formado tantísimos protones y neutrones comparados con el resto de las
partículas fundamentales como para justificar la existencia de esa legión de MACHOs que no vemos.
Desde luego, nadie duda de que hay muchos MACHOs (no, no voy a hacer ninguna broma fácil), y hemos hablado de
varios tipos de ellos en La vida privada de las estrellas. Se han observado, directa o indirectamente, todos ellos, y cada
vez somos más eficaces en detectarlos. De hecho, se piensa que estos objetos escurridizos tal vez representen hasta un
20% de la materia oscura de nuestra galaxia si nos ponemos generosos – pero parece difícil que ellos solos sean la
explicación.
Ahí entra, por fin, la física de partículas en la que tanto nos regodeamos en esta serie: ¿qué partículas subatómicas
servirían para explicar la materia oscura? Sólo hay una partícula subatómica del Modelo Estándar que reúne las
características necesarias para explicar esa tremenda cantidad de masa invisible, pero la mayoría de los cosmólogos
piensa que debe haber algo más que constituya la mayor parte de la materia oscura. ¡Ah, pero de eso hablaremos en
la próxima entrada de la serie!

Esas maravillosas partículas - Los WIMPs


2008/06/18
Continuamos hoy nuestro recorrido por el mundo de las partículas subatómicas en la serie Esas maravillosas partículas.
En el último artículo de la serie hablamos acerca de la materia oscura que, como recordarás si leíste el artículo, es la
forma chic de decir “cosas que pensamos que están ahí pero no tenemos ni idea de lo que son ni las podemos ver”.
En aquella entrada decíamos que existen dos posibilidades para explicar la materia oscura, si realmente hay algo ahí fuera
que no vemos: una posibilidad es la materia oscura bariónica, fundamentalmente en forma de MACHOs (Massive
Astrophysical Compact Halo Objects, Objetos Astrofísicos de Halo Masivos y Compactos). De esa posibilidad hablamos
en el artículo anterior; es la menos interesante puesto que no requeriría de partículas subatómicas exóticas. Sin embargo,
también espero que recuerdes que dijimos entonces que el nombre de MACHO era una broma debida al nombre de las
partículas más representativas de la segunda posibilidad, la materia oscura no bariónica. De ellas hablaremos en la entrada
de hoy: los WIMPs.
La mayor parte de las entradas de esta serie son bastante abstractas, de modo que estás avisado; además, parto de la
base de que sabes lo que es un neutrino, las diferencias entre ellos y los neutrones, el concepto de vida media, etc. En
resumen, si no has leído esta serie hasta ahora mi consejo es que empieces por el principio. Dicho esto, vamos con
los WIMPs.
Aunque las partículas responsables de la materia oscura no bariónica –si ésta existe– sean desconocidas, de lo que nadie
tiene la menor duda es de que deben tener propiedades bastante concretas para que representen un porcentaje tan grande
de la masa del Universo pero no consigamos verlas. La más importante de estas propiedades es que no deben
interaccionar mediante la fuerza electromagnética: deben ser neutras.
Si no lo fueran, emitirían radiación electromagnética en cuanto sufrieran aceleración, y además reflejarían parte de ella, la
absorberían y emitirían de nuevo, etc. Es muy difícil para una partícula cargada permanecer “invisible”, y menos aún para
una cantidad tan grande de ellas como hace falta para explicar el defecto de masa del Universo visible. Además, estas
partículas hipotéticas deben tener masa – puesto que precisamente eso es lo que nos falta por ver al mirar a nuestro
alrededor. Finalmente, estas partículas no deben interaccionar con la materia “normal” en la mayor parte de los casos, o
hubiéramos notado su presencia hace mucho tiempo.
¿Qué opciones tenemos en el Modelo Estándar de partículas subatómicas, al que dedicamos la primera parte de esta
serie? La verdad es que solamente una: ya sé que lo primero en lo que probablemente vas a pensar es en el neutrón (tiene
masa y es neutro), pero recuerda que los neutrones libres son inestables, y en unos quince minutos se desintegran. Por
algo se habla de materia oscura no bariónica – los neutrones son bariones, y cuando se asocian a otros bariones, como
los protones, forman materia “normal”, y ya hablamos de los problemas que eso supone para explicar la materia oscura
en el artículo anterior.
Existen algunas otras partículas más en el modelo estándar que no tienen carga, como algunos mesones, pero no son
estables, de modo que tampoco pueden explicar la existencia de esta materia o hubiera desaparecido (convirtiéndose en
materia visible y fotones) hace muchísimo tiempo. Algo parecido sucede con el bosón de Higgs: es neutro y tiene masa,
pero su vida media es minúscula, con lo que no puede ser el responsable de toda la masa que falta. No, el único candidato
serio del Modelo Estándar es el “neutrón pequeñito”, el neutrino.
El neutrino tiene masa, es estable, es neutro y apenas interacciona con nada: de hecho, como espero que recuerdes si
leíste el capítulo dedicado a él, nos costó bastante detectarlo a pesar de que una cantidad inimaginable atraviesa la Tierra
y nuestros cuerpos cada segundo. En principio, la enorme cantidad de materia que no vemos podría estar simplemente
compuesta de neutrinos.
El problema es que los neutrinos tienen una masa muy, muy pequeña: por lo tanto, se mueven muy, muy rápido. De ser
los responsables de la materia oscura, ésta sería materia oscura caliente, es decir, compuesta por partículas que se
mueven a gran velocidad. Y los modelos cosmológicos nos indican que si hubiera habido siempre tal cantidad de materia
en forma de neutrinos el Universo debería ser algo mucho más homogéneo de lo que es: sin embargo, la materia (incluida
la materia oscura) se encuentra “apelotonada” en galaxias y cúmulos de galaxias, algo que –según nuestros modelos
actuales, que podrían estar errados– es incompatible con la materia oscura caliente.
La única solución sería la materia oscura fría no bariónica: partículas neutras, estables, que apenas interaccionen con
nada y además con bastante más masa que los neutrinos, de modo que se muevan mucho más despacio y permitan la
existencia de acumulaciones de materia como vemos en el Universo a nuestro alrededor. No hay ninguna partícula así en
el Modelo Estándar, de modo que aceptar su existencia significa automáticamente ampliar el Modelo. Estas partículas
hipotéticas serían una suerte de “súper-neutrinos”: Partículas Masivas de Interacción Débil; en inglés, Weakly Interacting
Massive Particles, es decir, WIMPs.
De ahí, como dijimos en el anterior artículo, el nombre de MACHOs: en inglés, “wimp” significa“enclenque, calzonazos”.
Puesto que los objetos astronómicos hechos de materia bariónica son la alternativa fundamental a los WIMPs, se les dio
el nombre de MACHOs en broma, como “alternativa a los enclenques”. Pero ahora en serio, si existen, ¿cómo diablos
detectar los WIMPs?
Al igual que en el caso de los neutrinos, la cosa no es sencilla. Estamos postulando la existencia de una o más partículas
subatómicas que son, por definición, muy difíciles de detectar: ¡si no, ya lo habríamos hecho hace mucho tiempo y no
estaríamos hablando de “materia oscura”! La única manera de detectar un WIMP es si, por pura chiripa, impacta de lleno
sobre el núcleo de algún átomo, aunque esto es altamente improbable – la sección eficaz de estos impactos es minúscula.

Por otra parte, si los WIMPs realmente representan un porcentaje muy


grande de la masa del Universo, probablemente están por todas partes.
De hecho, los modelos actuales que proponen su existencia predicen que
hasta miles de billones de ellos (1015) atraviesan cada kilogramo de tu
cuerpo cada segundo: en estos modelos nuestra Galaxia (como todas las
demás) está inmersa en una especie de halo de WIMPs, una niebla
invisible que lo envuelve todo. Aunque la probabilidad de que choquen
con algún núcleo sea minúscula, al igual que sucede con los neutrinos,
hay tal cantidad de ellos que es prácticamente inevitable que alguno
choque de vez en cuando.
La posible nube de WIMPs envolviendo la Galaxia.
Crédito: Davison E. Soper/University of Oregon.

El problema, por supuesto, es detectar el choque. Existen diversos experimentos que tratan de hacerlo, y básicamente
son de tres tipos. Por un lado, un número ingente de estos WIMPs (si existen, claro) atraviesan el Sol cada segundo, y la
masa de nuestra estrella es gigantesca, de modo que muchos de ellos están impactando contra núcleos de átomos del
Sol en este momento. Utilizando modelos podemos predecir el tipo de partículas que se producirían en esos choques, y
entre ellas deben estar neutrinos muy energéticos. El detector de neutrinos Super-Kamiokande trata de detectar estos
neutrinos procedentes de impactos de WIMPs según hablamos, aunque hasta ahora no ha tenido éxito.
El segundo modo de detectar estos WIMPs es de manera similar a la que se utiliza para detectar neutrinos: cuando
el WIMP choca con el núcleo atómico y éste es empujado, se mueve bruscamente y emite radiación electromagnética, es
decir, fotones. Detectando estos fotones podemos saber que se ha producido ese choque: desde luego, hacen falta las
mismas precauciones que para detectar neutrinos, de modo que no confundamos fotones que no tengan nada que ver con
los que queremos observar.
El principal experimento de este tipo fue el DAMA/NaI se desarrolló entre 1996 y 2002 en elLaboratori Nazionali del Gran
Sasso, en Italia. En él se utilizaron cristales de yoduro de sodio (NaI) de unos 10 kg cada uno, rodeados de tubos
fotomultiplicadores como los del Super-Kamiokande. A partir de los fotones detectados y eliminando las detecciones que
se corresponden con otras causas “explicadas”, se trató de determinar la existencia de WIMPs y alguna de sus
características, además de comprobar si la época del año modifica la frecuencia de detección.
No, no es que en invierno haya “lluvias de WIMPs”, pero casi: el Sol se mueve respecto al centro de la Vía Láctea a una
velocidad de unos 800.000 km/h, y la Tierra con él. Si la Galaxia está envuelta enWIMPs y éstos no giran con la misma
velocidad que nuestra estrella, nos movemos como un coche en la lluvia, recibiendo impactos de gotas continuos en el
parabrisas (sólo que las gotas son los WIMPs, claro). Sin embargo, la Tierra gira alrededor del Sol, de modo que a veces
nos movemos más rápido contra la “lluvia de WIMPs” y a veces más lentamente. Como consecuencia, es posible que la
frecuencia de choques de estas partículas varíe con la época del año.
De hecho, el experimento DAMA/NaI detectó impactos contra los átomos del cristal que son compatibles con las
características de los WIMPs, y verificó una variación estacional de los sucesos de detección. Sin embargo, muchos
científicos no están demasiado convencidos: por un lado, no se han verificado los resultados en ningún otro detector (hay
unos cuantos), y además el argumento principal del DAMA/NaI es precisamente la variación estacional, que podría tener
otras razones que no fueran la “lluvia de WIMPs”, y tal vez en este experimento no se hayan descartado realmente todas
las otras partículas que pueden haber producido los impactos.
Los científicos del mismo laboratorio Gran Sasso ya tienen algún detector más sensible, y están diseñando otros aún
mejores, para comprobar si las detecciones del DAMA/NaI fueron engañosas o realmente hay algo detrás. Hasta ahora,
los sucesores del DAMA/NaI no han encontrado nada.
Finalmente, el tercer modo de detectar estos WIMPs es notando el choque entre
la partícula y el núcleo contra el que impacta como una vibración del material.
Esto es, como puedes comprender, muy complicado: los átomos de cualquier
material se están moviendo todo el tiempo, vibrando alrededor de sus posiciones
de equilibrio e incluso “revoloteando” libremente según la fase en la que esté la
materia. Notar el movimiento brusco de un átomo cuando es empujado por
un WIMP no es tarea fácil, pero, aunque resulte sorprendente, tampoco es
imposible.

Criostato del CDMS.

El experimento CDMS (Cryogenic Dark Matter Search, Búsqueda Criogénica de Materia Oscura) se desarrolla actualmente
en la mina de Soudan, en los Estados Unidos. Allí, los científicos tienen discos semiconductores de silicio y germanio,
enfriados hasta temperaturas de prácticamente el cero absoluto (tan sólo unos 0,05 K) para que sus átomos estén
prácticamente quietos. Cuando una partícula penetra en el material se producen movimientos bruscos de los electrones
(si la partícula está cargada), y si el impacto es contra el núcleo se produce una onda de sonido producida por ese átomo
al desplazar a los que tiene alrededor en su vibración.

Sí, es exactamente lo que piensas que es: los científicos están tratando de oír a los
WIMPs, aunque lo hacen midiendo las diferencias en la resistencia eléctrica del material
cuando pasa la onda sonora y lo calienta levemente. Analizando los movimientos de los
electrones y los núcleos, pueden determinar qué tipo de partícula ha impactado. Hasta ahora
no han detectado ni el más mínimo murmullo procedente del impacto de una de estas
partículas hipotéticas, pero siguen aumentando la sensibilidad del aparato todo el tiempo de
modo que veremos qué pasa.

Disco detector del CDMS. Crédito: Fermilab.

En este vídeo puedes disfrutar de una visión “acelerada” del proceso de construcción del CDMS:
[quicktime]http://www.fnal.gov/pub/presspass/press_releases/CDMS_Photos2008/video/CDMS-construction-time-
lapse2004.mov[/quicktime] Crédito del vídeo: CDMS Collaboration. Enlace de [descarga
directa](http://www.fnal.gov/pub/presspass/press_releases/CDMS_Photos2008/video/CDMS-construction-time-
lapse2004.mov “”).
Desde luego, es perfectamente posible que, según estos instrumentos aumenten su sensibilidad, lleguemos a una
conclusión negativa. Los modelos de WIMPs les dan unos intervalos de valores para la masa y la sección eficaz de sus
interacciones con los núcleos de los átomos ordinarios. Cada vez que el CDMS y otros como él aumentan su sensibilidad
y no detectan nada, disminuyen como consecuencia la máxima sección eficaz. Es posible que llegue un momento en el
que sus resultados invaliden los modelos de WIMPs de que disponemos, en cuyo caso probablemente habrá que buscar
otra explicación a la materia oscura.
Si, por el contrario, confirmamos la existencia de estos WIMPs, ¿cuál sería su naturaleza y dónde encajarían con las otras
partículas? Hay varias partículas hipotéticas cuyas características teóricas son compatibles con las de los WIMPs, pero el
candidato teórico a WIMP más aceptado de todos será el objetivo de la siguiente entrada de la serie (en la que también
hablaremos del concepto desupersimetría): el neutralino.

Esas maravillosas partículas - El neutralino. 2008/10/13


Hace ya unas cuantas entradas que la serie Esas maravillosas partículas ha dejado atrás todas las partículas subatómicas
confirmadas, e incluso el propio Modelo Estándar de física de partículas. En el último artículo de la serie hablamos acerca
de los WIMPs, esas elusivas partículas hipotéticas que podrían dar cuenta de la existencia de la materia oscura que tantos
quebraderos de cabeza da a los cosmólogos.
Sin embargo, al igual que –como vimos– el término materia oscura es una forma un tanto pedante de decir “cosas que no
vemos ni sabemos lo que son”, los WIMPs son “partículas que tienen la masa que nos falta por ver pero que casi no
interaccionan con nada”. La postulación de su existencia es interesante, pero parte de las consecuencias de esa
existencia, es decir, de la aparición en el Universo de una masa que no hemos logrado ver. Ahora bien, de existir los
WIMPs y tener esas características,¿por qué son así? ¿dónde encajan con todas las demás partículas? ¿qué mecanismo
teórico exige su existencia?
Responder a estas preguntas nos llevará a hablar de la supersimetría, brevemente del reciente Premio Nobel de Física
2008 y la ruptura espontánea de la simetría, del tan en boga LHC y del máximo candidato a WIMP, cuya confirmación
supondría una noticia bastante más importante que la del bosón de Higgs: el neutralino.
Antes de seguir, un par de avisos recurrentes: en primer lugar, esta entrada aborda problemas bastante complejos, de
modo que, si sabes del asunto, las simplificaciones y explicaciones burdas que voy a hacer pueden ponerte la carne de
gallina o los ojos llorosos. Si destruyes tu ordenador en un ataque de furia, El Tamiz no se hace responsable: no esperes
que me ponga a hablar de grupos de Poincaré o nada parecido, porque eso no va a pasar.
En segundo lugar, el grado de abstracción de artículos como éste es bastante grande: es posible que, por mucho que
intente explicarlo de forma llana, te resulte un ladrillo infumable, o tengas que dejar de leer un rato y volver a él en otro
momento, o que te haga falta una aspirina a medio camino. Trato de utilizar ejemplos cercanos a nuestra intuición para
hacerlo más concreto, pero el problema es precisamente ése (como verás en unos cuantos párrafos): que estamos
hablando de cosas tan ajenas a nuestra experiencia cotidiana que es muy difícil dejar atrás las fórmulas y ecuaciones y
traducirlas a cosas que podamos, no ya calcular, sino entender y hacer nuestras. De modo que paciencia, y vamos con
ello.
A lo largo de la serie hemos mencionado varias veces el hecho de que, por muy bello y sólido que sea, ningún físico duda
de que el Modelo Estándar de partículas subatómicas no es el modelo teórico definitivo que describe la estructura del
Universo, pues nunca ha pretendido serlo – es, desde su nacimiento, un modelo constreñido a unas condiciones
determinadas y sujeto a una teoría incompleta.
Para empezar, como hemos comentado en ocasiones anteriores, la teoría en la que se basa el Modelo Estándar no incluye
la gravedad, sino sólo las interacciones electromagnética, nuclear fuerte y nuclear débil. Puesto que la gravedad existe,
todo el mundo es consciente de que hace falta una teoría más general que el modelo del que actualmente disponemos (y
que se convertiría entonces en un caso especial de la teoría general).
Pero, además de las limitaciones de la teoría de la que parte, el Modelo Estándar se aplica a unas condiciones más o
menos concretas: las de lo que podemos observar. Esto puede parecer una perogrullada (¿a qué otras condiciones se va
a aplicar?), pero no lo es tanto. Piensa que las partículas subatómicas que observamos, la forma de comportarse que
tienen y las interacciones que existen entre ellas están muy restringidas. Sería ingenuo pensar que las reglas que podamos
deducir de su comportamiento en estas condiciones sean válidas para otros lugares o
momentos en los que las cosas fueran muy distintas – y lo han sido, y mucho, durante la
historia del Universo.

Ni siquiera hace falta salirse del Modelo Estándar para ver a lo que me refiero: en el “mundo
normal”, de las energías habituales a nuestro alrededor, las fuerzas electromagnética y
nuclear débil son bien diferentes. Sin embargo, cuando la energía de las partículas
involucradas es muy grande, las cosas cambian: por encima de unos 100 GeV, las
interacciones electromagnética y débil se unifican, y se convierten en una única fuerza
indistinguible, la interacción electrodébil.
Mosquito, alias “superprotón”. Crédito: Alvesgaspar (CC 3.0).
Para que te hagas una idea, un mosquito volando tiene una energía cinética de unos 1000 GeV, de modo que un protón
de 100 GeV tiene el 10% de la energía cinética de un mosquito, ¡pero concentrada en la masa de un protón! Esto significa
que se mueve a una velocidad prácticamente igual que la de la luz; 100 GeV es una verdadera barbaridad, de ahí que
normalmente las fuerzas electromagnética y débil sean claramente distintas, en el intervalo de energías de partículas que
solemos observar. Sin embargo, tenemos pruebas experimentales de esta unificación a altas energías, y el Modelo
Estándar las predice correctamente.
Hoy en día estas energías no se encuentran en prácticamente ningún sitio: nosotros logramos observar qué sucede en
esas condiciones provocándolas artificialmente con aceleradores de partículas como el Tevatrón o el LHC. Sin embargo,
en los inicios del Universo energías de 100 GeV no eran nada inusual – cuando las partículas se movían así de rápido y
la temperatura del cosmos era de unos 1015 K (sí, quince ceros, no es ningún error) no existían una fuerza débil y otra
electromagnética, sino que eran una sola. Según el Universo se fue enfriando, ambas se diferenciaron y hoy en día las
vemos como cosas distintas.
Muchos físicos de partículas piensan que algo parecido sucedería con la interacción fuerte si aumentásemos aún más la
energía de las partículas (o lo que es lo mismo, si nos retrajéramos aún más hacia el origen del Universo de modo que la
temperatura fuese aún mayor): entonces, las tres fuerzas (electromagnética, débil y fuerte) se convertirían en una
sola. Desgraciadamente, aunque no estamos seguros del valor, el umbral energético por encima del cual las tres fuerzas
se unifican está muy por encima de cualquiera de los aceleradores actuales – puede tratarse de unos 1015 GeV, lo cual
significa que un protón se mueva tan rápido que tenga un billón de veces la energía de un mosquito en vuelo. Por ahora,
cualquier cosa que pensemos al respecto no va a tener confirmación experimental directa, pues no podemos acelerar tanto
un protón… pero sigue leyendo.
Las teorías que predicen esta unificación de las tres fuerzas a esas energías inimaginables, como ya hemos mencionado
en artículos anteriores de la serie, se llaman Teorías de Gran Unificación (TGUs), y son algunas de las teorías más
prometedoras en física fundamental. La razón de que los físicos saliven profusamente cuando piensan en ellas es la
siguiente: a principios del siglo XIX se pensaba que la electricidad y el magnetismo eran fuerzas diferentes, pero
posteriormente se descubrió que se trataba de una misma interacción con “dos caras”, el electromagnetismo.
Posteriormente se descubrieron otras interacciones, como la nuclear débil… pero ahora sabemos que, en realidad, la
electromagnética y la débil son la misma fuerza que muestra “dos caras” cuando las condiciones son adecuadas (es decir,
para pequeñas energías). Parece lógico pensar que algo parecido puede suceder con la interacción fuerte e incluso, quién
sabe, con la gravedad.
La cuestión es que, para que pueda existir una unificación fuerte-débil-electromagnética, hace falta ampliar el Modelo
Estándar de alguna manera, pues en su forma actual no la contempla. Las buenas noticias son que es posible hacerlo de
modo que la nueva teoría tenga varias ventajas extraordinarias:
• Que prediga lo que ya vemos de un modo tan acertado como el Modelo Estándar, de modo que éste sea un caso
particular de la nueva teoría.
• Que prediga el valor esperado de la masa del bosón de Higgs (recordarás del artículo correspondiente que el
Modelo Estándar no la puede calcular).
• Que incluya, a altas energías, la unificación de todas las interacciones excepto la gravitatoria.
Suena muy bien, ¿verdad? Las “malas noticias” son sólo una, y seguro que te la esperas, porque cosas así vienen
siendo cosa habitual en física de partículas desde su nacimiento: para que estas teorías funcionen es necesario
duplicar el número de partículas existentes.
Sí, así como suena: este tipo de teorías no añaden una partícula nueva o dos, sino que predicen quetodas y cada una de
las partículas del Modelo Estándar tienen un “compañero fantasma”, una partícula relacionada pero que no hemos visto
jamás. Es como si todas las partículas que vemos (electrones, fotones, piones, bosones W o Z, etc.) tuvieran una “imagen
en un espejo” que no solemos ver. Dicho con otras palabras, es como si existiera una simetría más allá de lo que vemos,
una supersimetría.
La “imagen en el espejo” de cada partícula es su compañero supersimétrico, también llamadosupercompañero (ya sé que
esto empieza a sonar como unos dibujos animados de superhéroes, pero qué se le va a hacer). El electrón tiene el suyo,
lo mismo que el protón, lo mismo que el fotón y todas las demás partículas que hemos visto a lo largo de la serie.
Si lo piensas, es algo parecido a lo que sucede con las antipartículas: toda partícula tiene un “compañero simétrico”, la
antipartícula, que tiene algunas propiedades idénticas y otras diferentes, como la carga: el electrón tiene al positrón, los
neutrinos a los antineutrinos correspondientes, etc. Al tener en cuenta las antipartículas se duplicó el número de partículas
conocidas con anterioridad… y con la supersimetría sucede lo mismo de nuevo.
Sin embargo, en el caso de los supercompañeros la diferencia fundamental es el espín: como espero que recuerdes de
artículos anteriores de la serie, aunque no hemos hablado muy en profundidad de él, el espín de una partícula determina
si se trata de un fermión (como el electrón) o un bosón (como el fotón). Los primeros tienen un espín semientero (1/2, 3/2,
etc.) y se trata de partículas “individualistas” –de ahí que exista un principio de exclusión para los electrones pero no para
los fotones– y, generalmente, constituyentes de la materia. Los segundos tienen un espín entero (0, 1, 2, etc.) y se trata
de partículas “colectivistas” que suelen ser portadoras de interacciones fundamentales. Si lo que acabo de decir te suena
a chino, es posible que te venga bien empezar esta serie por el principio.
Bien, el supercompañero de cada partícula elemental del Modelo Estándar tiene un espín que es 1/2 mayor que el de la
partícula original. Por ejemplo, el archiconocido y cotidiano electrón tiene un compañero supersimétrico, el selectrón: como
el electrón tiene un espín de 1/2, su supercompañero tiene un espín de 1… con lo que es un bosón. Como puedes
comprender, lo mismo sucede con cualquier otro fermión: al añadir 1/2 a su espín, el supercompañero es un bosón.
Pero, claro, también pasa al contrario: cualquier bosón del Modelo Estándar, como el fotón (espín 0), tiene un
supercompañero que es un fermión (en este caso, de espín 1/2, como el electrón), el fotino. La manera de nombrar a los
supercompañeros es precisamente la que acabas de ver en ambos casos: el compañero bosónico de un fermión tiene el
mismo nombre con una s- delante (selectrón, sprotón), mientras que el compañero fermiónico de un bosón tiene el mismo
nombre con el sufijo -ino, comofotino, higgsino, etc.
Las propiedades de cada partícula supersimétrica son diferentes, y dependen de la teoría que se trate, pero como puedes
imaginar, no son las mismas que la de la partícula “original” en absoluto: aparte ya de que se trate de un bosón en vez de
un fermión –o al contrario–, la masa, la carga y otras propiedades son también diferentes. La supersimetría duplica la
riqueza –y la complejidad– del Modelo Estándar.
Las teorías que la incluyen se denominan, por lo tanto, teorías supersimétricas. A cambio de multiplicar por dos el número
de partículas teóricas, con ellas tenemos las tres ventajas que he mencionado antes (que no son moco de pavo), y otra
más de la que hablaré en un momento. De hecho, casi todas las teorías modernas más prometedoras incluyen la
supersimetría en sus ecuaciones. Pero esto no quiere decir que no haya problemas.
Para empezar, sucede lo mismo que con la antimateria. Hemos hablado con anterioridad del hecho sorprendente de que
veamos tanta materia en el Universo y tan poca antimateria, y de los intentos teóricos de explicar este hecho con algunas
Teorías de Gran Unificación: si hay una simetría entre partículas y antipartículas, ¿por qué vemos tantas partículas y tan
pocas antipartículas? En el caso de la supersimetría, ¿por qué vemos tantos protones, electrones y fotones y ningún
sprotón, selectrón o fotino?
Si los compañeros y supercompañeros fueran realmente simétricos, veríamos unos y otros por igual, pero esto no sucede.
Es decir, la supersimetría está rota, y nadie sabe quién ha sido – mejor dicho, la supersimetría se ha roto espontáneamente,
si es que en algún momento fue una simetría real. Este problema de la ruptura espontánea de la supersimetría es un
verdadero quebradero de cabeza para los físicos de partículas, pero al menos tienen ejemplos similares en los que
basarse, como el caso de partículas/antipartículas y también el del bosón de Higgs y la masa de las partículas.
Como espero que recuerdes del artículo sobre el bosón de Higgs (si no lo recuerdas léelo de nuevo, porque si no no vas
a entender nada de lo que viene a continuación), el campo de Higgs tiene una dirección conceptual, que determina la masa
de las partículas elementales –incluído el propio bosón de Higgs–. Ahora bien, ¿por qué tiene esa dirección y no otra? Una
vez más, pensamos que en el origen del Universo el campo de Higgs no tenía una dirección privilegiada, y todas las
partículas tenían masa nula, pues no se veían afectadas por él: existía una simetría entre ellas, en lo que a la masa se
refiere.
Sin embargo, en un momento determinado, según la temperatura del Universo fue disminuyendo, el campo de Higgs se
decantó por una dirección en concreto, rompiendo la simetría de manera espontánea. Es posible que el siguiente ejemplo
te ayude a comprender la idea: supongamos que las posibles direcciones del campo de Higgs son todas las de una brújula
en un mapa. El campo de Higgs puede “apuntar” a cualquier ángulo, de 0 a 360°, y la dirección que elija determinará la
masa de todas las partículas. Imagina, para tener una imagen visual, que el campo de Higgs es un lápiz sobre el mapa, y
que la punta del lápiz indica la dirección del campo de Higgs (por ejemplo, justo hacia el norte).
Ahora bien, muy poco tiempo después del Big Bang, como he
dicho, el campo de Higgs no tenía una dirección privilegiada
debido a las energías extremas involucradas en el Universo. En
nuestro ejemplo del lápiz, es como si el lápiz tuviera tanta
energía que lo levantásemos, de modo que estuviera
completamente vertical, apoyado sobre su punta.
Evidentemente, el lápiz se encuentra en equilibrio inestable, y se
mantiene en pie porque lo estamos sujetando verticalmente.
El campo de Higgs antes y después de romperse la simetría.
Crédito: [Nobel Prize Foundation (PDF)](http://nobelprize.org/nobel_prizes/physics/laureates/2008/info.pdf “”).
Pero, poco a poco, el Universo se va enfriando, y el campo de Higgs no se sostiene “verticalmente
sobre el mapa”, sino que busca un estado de mínima energía. Puesto que estaba en equilibrio
inestable, y existían pequeñas fluctuaciones en su estado (algo inevitable, al tener en cuenta la
naturaleza cuántica del Universo), en un momento dado se colapsó sobre el mapa en una dirección
concreta – a partir de ahí, la masa de todas las partículas y el propio bosón de Higgs quedó
determinada tal y como es hoy. La simetría de la masa se había roto espontáneamente al disminuir
la temperatura del joven Universo.
Yoichiro Nambu. Crédito: Betsy Devine (CC 3.0).
El estudio de las rupturas espontáneas de simetría ha valido este año el Premio Nobel de Física a
tres investigadores, Yoichiro Nambu, Makoto Kobayashi y Toshihide Maskawa, y es factible pensar
que, en un futuro cercano, logremos explicar la ruptura de la supersimetría de una manera similar. Hasta ahora, desde
luego, no sabemos por qué las partículas que vemos y sus supercompañeros son tan diferentes.
Lo que parece –aunque no sepamos por qué– es que las versiones supersimétricas de las partículas normales tienen
masas enormemente grandes comparadas con las de las partículas que vemos, y son en su mayor parte
tremendamente inestables: de ahí que no las veamos por ninguna parte. Pero lo realmente interesante (y alentador) es
que la más ligera de las partículas supersimétricas, de acuerdo con la mayor parte de las teorías, es estable.
El hecho es que, por suerte para nosotros, de las cuatro combinaciones posibles entre el zino (el supercompañero del
bosón Z), el fotino (supercompañero del fotón) y el higgsino (supercompañero del bosón de Higgs), una de ellas resulta
tener una masa relativamente pequeña (para ser una partícula supersimétrica, claro) y ser estable: esas cuatro
combinaciones posibles se denominanneutralinos, aunque normalmente cuando se habla de “el neutralino” nos referimos
a la más ligera y estable. Si lo encontramos habremos dejado obsoleto el Modelo Estándar y abierto las fronteras de la
física de partículas – de ahí que si el LHC detecta neutralinos la importancia, en mi opinión, sea mayor aún que si detecta
bosones de Higgs.
Pero es que, al ser estables, los neutralinos (los neutralinos estables, no los otros tres, claro) no sólo son detectables tras
producirlos nosotros haciendo colisionar otras cosas: ahí está una cuarta ventaja de las teorías supersimétricas que los
predicen, además de las tres que he mencionado antes. La cuestión está en que estas teorías predicen la posibilidad de
una producción masiva de neutralinos en el Universo joven, y al tratarse de partículas neutras y que sólo interaccionan –
como los neutrinos– a través de la interacción débil, pueden estar aún ahí fuera en cantidades enormes, sin que
hayamos logrado detectarlos aún.
Si has seguido la serie desde sus comienzos, ya sabes dónde vamos a acabar: el neutralino interacciona débilmente con
el resto de la materia, pero, al contrario que el neutrino, tiene una gran masa (probablemente entre 100 GeV y 1 TeV), por
pequeña que sea comparada con el resto de los supercompañeros. Es decir, de existir el neutralino, se trata
indudablemente de un WIMP. Pero observa que aquí, al contrario que en el artículo sobre los WIMPs, no hemos partido
de la existencia de la materia oscura y la intención de explicarla, sino al revés: hemos partido de teorías nuevas y calculado
las propiedades de una de las partículas que predicen, y resulta que esa partícula, de existir, cumple todos los requisitos
para convertirse en una de las principales responsables de la existencia de la materia oscura.
En el artículo acerca de los WIMPs mencionamos los distintos modos en los que tratamos de descubrirlos: si el CDMS del
que hablamos allí detecta un neutralino, muchos físicos van a ponerse a dar botes de contentos (y otros no tanto), lo mismo
que si lo vemos en el LHC. Pero, como siempre y afortunadamente, por ahora se trata de una hipótesis sin confirmar, de
modo que tendremos que esperar hasta que tengamos alguna prueba de su existencia, o bien resultados experimentales
que sean incompatibles con ella.
Dado que el proyecto actual que trata de expandir las fronteras de nuestro conocimiento en física de partículas y
cosmología es el LHC, y que parece que las noticias al respecto se han calmado un poco –con lo que no estoy hasta las
narices del tema–, es probable que dediquemos alguna entrada futura de la serie a hablar de él y el Tevatrón, y las distintas
maneras de detectar partículas que se utilizan en ellos. Más información cuando toque el próximo artículo de la serie. Ah,
y si has llegado hasta aquí (con o sin aspirina), gracias por tu tesón y paciencia, y espero que el viaje haya merecido la
pena. En la próxima entrada, otra candidata a explicar la materia oscura: el axión.
Esas maravillosas partículas - El axión. 2009/02/03
En la última entrada de la serie Esas maravillosas partículas hablamos acerca del neutralino, principal candidato a WIMP y,
como tal, una de las explicaciones posibles más favorecidas por los físicos para dar cuenta de la materia oscura. Ni qué
decir tiene que nos encontramos ya muy lejos de los artículos de la serie en los que hablábamos de “viejas conocidas”,
partículas observadas y bien explicadas por el Modelo Estándar de la física de partículas. Hoy seguimos hablando de
partículas hipotéticas, de materia oscura y de candidatos a explicarla, aunque “atacando” un problema diferente al principio.
Eso sí, un par de avisos al respecto: antes de nada, si no has leído la serie desde el principio te recomiendo
encarecidamente que lo hagas. Utilizaré términos a los que los “habituales” ya están acostumbrados, y si no los conoces
esta entrada (ya de por sí abstracta) te va a resultar infumable: si no sabes lo que es un gluón o lo que es la interacción
fuerte, hala, a empezar la serie. Además, ya que estamos hablando de algo hipotético, tendré que decir muchas veces “si
existe”, “su existencia explicaría…“, pero ni sabemos si la partícula de hoy existe (y muchos piensan que no), ni siquiera
sabemos muchas de las propiedades que podría tener, sólo algunas.
De modo que ésta no será una entrada larga. ¿Por qué escribirla entonces, si no voy a decir mucho? Por un lado, porque
escribir una serie sobre partículas subatómicas sin mencionar algunas como la de hoy sería dejarla incompleta; y por otro,
porque si alguno de los experimentos que se están realizando ahora mismo (y los hay, ¡unos cuantos!) detecta la partícula
de hoy, como las hipotéticas de artículos anteriores, al menos (¡espero!) recordarás haber oído hablar de ella antes e
incluso, tal vez, recordarás algunas cosas básicas sobre ella. Y en último caso, al menos podrás dirigirte a este artículo o
similares para conocer más sobre ella. Dicho esto, hablemos sobre la susodicha partícula hipotética de hoy: el axión.
Curiosamente, Ciencia Kanija acaba de publicar hoy mismo una noticia sobre axiones… el mismo día que publicamos aquí
este artículo, y sin que ninguno de los dos hablásemos con el otro sobre el asunto. Desde luego, recomendada
lectura: http://www.cienciakanija.com/2009/02/03/los-axiones-apuntan-a-su-retorno/
Como hemos mencionado muchas veces a lo largo de la serie, hay dos cosas muy claras acerca del Modelo Estándar de
física de partículas: no tenemos una teoría que explique de manera más exacta que él las partículas que conocemos, ni
de lejos… y estamos absolutamente seguros de que el Modelo no funciona sin extenderlo de algún modo. Aunque todavía
no hemos observado ninguna partícula que no esté predicha por el Modelo Estándar (y de hecho aún estamos buscando
una de ellas, el bosón de Higgs), sabemos que hay condiciones en las que el Modelo no se cumple (como para muy altas
energías), y también que hay “agujeros”: cosas que son de una determinada manera, pero no sabemos por qué, aunque
tienen pinta de tener una razón de ser que aún no hemos podido ver. Me explico. De entre las muchas ecuaciones que
describen matemáticamente el Modelo Estándar, algunas se refieren a la cromodinámica cuántica, es decir, la parte de la
física cuántica que estudia la interacción fuerte. Ya hemos hablado de ella en esta serie, especialmente al estudiar
los piones y los gluones. El comportamiento de estas partículas, la interacción fuerte entre los quarks en general y todo lo
relacionado con ellos está muy bien descrito por esta parte del Modelo; de ahí que los físicos estén tan contentos con él.
Ahora bien, una ecuación fundamental de la cromodinámica cuántica contiene un término cuyo valor no está
determinado por ninguna otra cosa en el modelo, de modo que, en principio, podría tener cualquier valor posible (dentro
de un orden). Dependiendo del valor de ese término (que voy a llamar “término fantasma”), algunas cosas que observamos
en las partículas subatómicas serían de una manera u otra. Por ejemplo, la simetría carga-paridad (hablamos sobre estas
simetrías al estudiar el positrón en esta misma serie) sólo se conserva en las interacciones fuertes si ese término tiene
exactamente el valor cero.
Ya sé que a ti y a mí que se conserve esa simetría o no nos trae al fresco, pero la violación de la simetría paridad-carga
en las interacciones fuertes sí tiene consecuencias que se pueden medir. Una de las más importantes es que, si se viola
esa simetría, el neutrón debe tener un momento dipolar eléctrico, y al revés (si el neutrón no tiene momento, no puede
violarse la simetría). “¡Pero si el neutrón es neutro!”, puede que exclames tú. “¡Ah, eso es que no te has leído la serie
desde el principio!”, responderé yo. Al hablar del neutrón explicamos que el neutrón no es neutro porque no haya cargas
en él, sino porque la suma de las cargas que lo componen es nula. Sin embargo, nada impide en principio (y nada en
absoluto si la simetría carga-paridad puede violarse) que las cargas del neutrón estén colocadas de modo que tenga un
momento dipolar eléctrico, es decir, que si lo miramos por un extremo o por el otro notemos que uno tiene carga positiva
y otro negativa. Sin embargo, todas las medidas que se han realizado sobre el momento dipolar eléctrico del neutrón han
dado el mismo resultado: es nulo, con un margen de error minúsculo. Nadie ha medido nunca un valor que, teniendo en
cuenta el error en la medida, no sea compatible con un momento dipolar nulo. Por lo tanto, estamos bastante seguros de
que el neutrón no tiene momento dipolar eléctrico.
Pero, puesto que simetría carga-paridad y momento del neutrón van “de la mano”,
estamos bastante seguros de que en la interacción fuerte sí se mantiene la simetría
carga-paridad o, dicho en términos matemáticos de las ecuaciones de la cromodinámica
cuántica, el término “fantasma” en la ecuación que he mencionado antes debe valer
exactamente cero, aunque no hay absolutamente nada en la teoría que obligue a que
así sea. Desde luego, es posible simplemente encoger los hombros. “Ah, pues así será,
el equilibrio de la Naturaleza”, podemos decir. Pero también es posible preguntarse si
hay algo que no hemos visto aún, o algo en lo que no hemos pensado aún, que obligue
a ese factor a tener necesariamente un valor nulo. Esto es lo que hicieron dos físicos en
Roberto Peccei y Helen Quinn 1977, la australiana Helen Quinn y el italiano Roberto Peccei, trabajando por entonces
ambos en los Estados Unidos. Por cierto, aunque se salga del tema, cuando Quinn se doctoró sólo el 2% de los físicos
eran mujeres. La proporción ha mejorado, pero no lo suficiente. ¡Cambiemos esto, señoritas!
El caso es que ambos físicos, trabajando en equipo, desarrollaron la que hoy se llama teoría Peccei-Quinn. Según esta
teoría, ese término no es simplemente una constante, sino que se corresponde con un nuevo campo de
fuerzas. Dependiendo del potencial de este campo, el factor “fantasma” tiene un valor u otro – existe, por lo tanto,
una forma determinada del nuevo campo para la que el factor desaparece, ¡toma exactamente el valor cero! Con lo que,
en la teoría de Peccei y Quinn, existe un campo nuevo que cumple las condiciones adecuadas para que el término sea
precisamente nulo.
Pero claro, en la teoría cuántica de campos, a cada campo le corresponde un bosón asociado (el gluóna la interacción
fuerte, el fotón a la electromagnética, etc.), de modo que debe haber una partícula subatómica nueva asociada a este
campo de Peccei-Quinn. Frank Wilczek, uno de los físicos más involucrados en el estudio de la interacción fuerte
(y ganador reciente de un Nobel en este campo, por cierto), trabajó sobre las propiedades de esta nueva partícula
hipotética poco después de la publicación de la teoría de Peccei-Quinn, y le dio el nombre de axión: una marca de
detergente de la época (Axion, del grupo Colgate-Palmolive), ya que esta partícula “limpiaba” el problema de la simetría
carga-paridad. Sí, yo tampoco tengo palabras.
Una vez predicho el axión, de ser cierta la teoría Peccei-Quinn, ¿cómo es esa partícula? Y, lo que es más importante, ¿por
qué demonios nadie la ha visto nunca?
La respuesta a la primera pregunta es que sólo lo sabemos en parte. De existir, sabemos que el axión debe ser un
bosón (con espín 0), y que no puede tener carga eléctrica, o lo hubiéramos detectado hace mucho tiempo salvo que no
fuera estable, y debe serlo de acuerdo con las características del campo que cuantiza. La respuesta a la segunda tiene
que ver con la primera: pensamos que su masa es minúscula, millones o hasta miles de millones de veces más ligero
que un electrón. Puesto que no tiene carga no es susceptible a la fuerza electromagnética, y sólo muy débilmente a las
nucleares fuerte y débil, con lo que apenas interacciona con la materia “normal”. Recuerda que cada segundo atraviesa
tu cuerpo unos doscientos billones de neutrinos y tú, tan fresco. ¡Pero los neutrinos están ávidos y deseosos de
interaccionar con la materia normal comparados con los axiones!
Con todo esto, comprenderás que es muy difícil estar seguros de si los axiones existen o no. Una de las formas de tratar
de buscarlos es utilizar campos magnéticos muy intensos, ya que es posible, de acuerdo con las ecuaciones que los
describen, que los axiones aparezcan, aunque sea fugazmente, a partir de fotones en el seno de un campo magnético
muy fuerte. También es posible tratar de detectar axiones de origen externo a la Tierra, pero es aún más difícil, claro está,
que detectar neutrinos.
En la actualidad hay varios experimentos en marcha para tratar de detectar axiones:
• El PVLAS (Polarizzazione del Vuoto con LASer, Polarización del Vacío con Láser) italiano anunció hace algún tiempo que
sus observaciones parecían indicar la detección de axiones. Sin embargo, otros equipos internacionales han comprobado
las condiciones de sus experimentos y no han estado de acuerdo y, recientemente, el propio equipo del PVLAS ha
anunciado que, tras mejorar la sensibilidad y protección del sistema, su anterior interpretación de los resultados
experimentales no es coherente y que no tienen pruebas de la detección de ningún axión.
• El ADMX (Axion Dark Matter Experiment, Experimento de Materia Oscura de Axiones)estadounidense trata de detectar
axiones cósmicos, procedentes del halo de la Vía Láctea, a través de una cavidad resonante con un intenso campo
magnético. Hasta ahora no ha detectado axiones con éxito.
• El CAST (CERN Solar Telescope, Telescopio Solar del
CERN) europeo, del CERN, en la frontera franco-suiza, trata de
detectar axiones procedentes del Sol. No ha detectado ningún
axión, aunque sí ha estrechado bastante el cerco: ha ido limitando
los intervalos posibles para algunas propiedades de los axiones,
como su masa, a través de sus propios fracasos.
CAST. Crédito: CERN.

De detectarse los axiones, la noticia sería la repanocha por dos


razones: por un lado, desde luego, por la verificación de la teoría Peccei-Quinn y la explicación de la conservación
“forzosa” de la simetría carga-paridad en cromodinámica cuántica. Por otro (tal vez más importante, en mi opinión sí)
porque, si has seguido la serie hasta ahora, eres consciente de qué bien explicarían los axiones la materia oscura: son
estables, apenas interaccionan con la materia normal, pero tienen masa (aunque sea poca, con lo que harían falta
muchísimos para dar cuenta de toda la masa que falta)… algunos cosmólogos piensan que nuestro Universo puede estar
“nadando” en una especie de “sopa de axiones lentos”, un condensado de Bose-Einstein de estas tenues partículas con
poca masa y poca energía cinética cada una, pero una masa total pasmosa. De ser así, la cosa huele a Premio Nobel – la
materia oscura, como bien sabes si has seguido la serie, es uno de los problemas cosmológicos más acuciantes que
tenemos.
El problema para esta interpretación es que, según los experimentos que he mencionado arriba y otros van aumentando
su sensibilidad y, sin embargo, siguen sin detectar axiones, el límite superior para la masa del axión sigue disminuyendo.
Es posible que llegue un momento en el que el único axión posible compatible con nuestros experimentos tenga una masa
tan ridícula que no tenga sentido seguir hablando de él… o es posible que, uno de estos días, alguien haga un anuncio
que nos deje a todos con la boca abierta. Ya veremos.

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