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Apuntes para Catequesis

Comunión para Adultos

CAPITULO 6. La pasión y resurrección de nuestro señor Jesús

Tema 27. Ascensión y glorificación del Señor Jesús

Introducción

1. ¿Sabes en donde se encuentra Jesús?


2. ¿Ya entiendes por que tuvo que morir nuestro Señor Jesús

Lectura central del tema

Colosenses 1, 15-20.

“Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en Él fueron creadas
todas las cosas, tanto en los cielos como en la tierra, visibles e invisibles; ya sean tronos o dominios o
poderes o autoridades; todo ha sido creado por medio de Él y para Él. Y Él es antes de todas las cosas,
y en Él todas las cosas permanecen. Él es también la cabeza del cuerpo que es la iglesia; y Él es el principio,
el primogénito de entre los muertos, a fin de que Él tenga en todo la primacía. Porque agradó al Padre
que en Él habitara toda la plenitud, y por medio de Él reconciliar todas las cosas consigo, habiendo hecho
la paz por medio de la sangre de su cruz, por medio de Él, repito, ya sean las que están en la tierra o las
que están en los cielos”.

Desarrollo del tema

Cristo, la imagen del dios invisible

Dios habita en luz inaccesible y ningún hombre lo ha podido ver (cf. 1 Tim 6:16),
aun cuando Moisés pidió ver el rostro de Dios, la respuesta fue negativa (Ex 33:20). Y no es que Dios se
esconda del hombre, sino que su santidad es tan grande que cualquiera que lo viera moriría. Pero el Dios
eterno, que no tiene principio ni final, se ha dado a conocer en Cristo (Juan 14:9). En Jesús vemos la
imagen exacta y visible de Dios, en Cristo, Dios nos muestra su amor, sabiduría, justicia y bondad; todo
el esplendor de su ser.
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Cristo, el primogénito de toda creación

El salmo 89:27 dice: “Yo también le pondré por primogénito, el más excelso de los reyes de la
tierra”. La posición de Cristo no es de un ser creado, como algunos grupos aranistas sostienen, sino de
un ser superior a todo lo creado, el primero, el soberano. El contexto nos lleva a Genesis 1:1, Cristo
como agente activo en la creación.

Cristo, el creador de todo

Los judíos entendían que Dios es eterno y creador, eso diferenciaba a YHWH de los otros dioses.
Dios era el único que había creado todo el cosmos, y ese Dios creador había elegido a Israel como su
pueblo. Pablo ahora identifica a YHWH con Jesús, no es un dios aparte. Lo mismo hace mención el
apóstol Juan en su evangelio: “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue
hecho.” (Juan 1:3)

Aunque muchos en la comunidad de Colosas fueron instados a rendir culto a los ángeles, Pablo
les recalca que al ser creador de todo, Cristo es superior a todo y tiene poder sobre todo. El Señor
dijo “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.” (Mt 28:18) por lo cual no hay nada creado que
sea digno de adoración. Cristo es más importante que los ángeles, más necesario que el pan que
comemos, es más importante que el trabajo que disfrutamos es más relevante que los hijos que
tenemos. Todo fue creado por medio de él y para él.

Jesús es superior a todo poder terrenal, no hay rey ni presidente que sea más alto que Él. Jesús
es soberano sobre todo medio de comunicación, sobre todo acontecimiento y sobre todo sistema
político/económico. Cristo es más alto que cualquier poder humano. Los imperios pasan y caen, los reyes
nacen y mueren, pero el Señor permanece para siempre y su autoridad no ha cambiado, ni lo hará. No
hay ángel más alto que Él, ni demonio que pueda contra Él. Aún Satanás está bajo su dominio. Cristo es
superior a TODO lo creado y fuimos creados para Él.
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Cristo, antes de todo

Jesús nunca tuvo un inicio, Él es eterno. Nuestra mente no puede siquiera imaginarlo pero Jesús
es preexistente, existió antes de la encarnación y antes de la creación de todo. “el cual, siendo en forma
de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse” (Fil 2:6).

No sólo es anterior a la creación y agente activo en esta, sino que continúa sustentando el
Universo. Dios no se apartó de su creación, Cristo sustenta y gobierna todo. Ni un solo gorrión cae a
tierra sin que Dios lo sepa y cada uno de nuestros cabellos tiene Dios los tiene contado (cf. Mt 10:29-
30). Paciente es nuestro Señor que hace salir el sol sobre toda criatura, aun da el aire para que respiren
aquellos que blasfeman su nombre. Subsisten gracias a Cristo.

Cristo, la cabeza de la iglesia

En la primera parte del poema Pablo nos habla de Cristo como el Creador de todo, el mediador
que gobierna y preserva la creación. Pero ahora el apóstol aterriza estas ideas para mostrarnos que este
Señor no es alguien intangible y lejano, sino que Cristo caminó entre los hombres y es quien lidera a la
Iglesia. La imagen de Dios entró a la historia humana para reconciliar todas las cosas por medio de la
cruz y es Señor sobre su pueblo.

La Iglesia no está para satisfacer los deseos de sus miembros sino para cumplir el propósito de
su Salvador. Él es la cabeza y todos los miembros de este cuerpo se mueven bajo el control y la dirección
de Jesús. No se trata de la Iglesia, sino de Cristo.

Cristo, el primogénito de entre los muertos

Jesús dijo “porque yo vivo, vosotros también viviréis” (Juan 14:9). Él ha vencido a la muerte. La muerte
no es un conflicto para su pueblo, pues tenemos la esperanza de que así como Cristo se levantó de entre
los muertos, así nosotros seremos levantados y podremos decir “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?
¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” (1 Cor 15:55).

Cristo tiene la preeminencia, él es el primero en todo: el primero en servicio, humillación y


sacrificio, el primero en ser vindicado. Todo rincón de su creación será juzgado con justicia y aquellos que
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lo rechazaron desearan que las montañas caigan sobre sus cabezas pero será demasiado tarde, porque
Él vendrá desde los cielos sus poderosos ángeles, en llama de fuego, para dar retribución a los que no
conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de
eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder. (2 Tes 1:7-9).

Pero su pueblo será vindicado, los que murieron en Cristo se levantarán y junto a los que estén
vivos se encontrarán en el aire con nuestro Señor. Nuestros cuerpos serán transformados de esto
corrupto a un cuerpo incorruptible y viviremos eternamente con Él.

Cristo, la plenitud de la deidad

En el antiguo testamento la presencia de Dios descendía sobre el tabernáculo de moisés y


posteriormente sobre el Templo, pero Dios no habita en lugares hechos por manos de hombre (Hch
7:48): Cristo sustituye al tabernáculo o cualquier casa hecha por los hombres y representa a Dios en
persona. Él es el Templo donde mora la presencia de Dios y su cuerpo, la Iglesia, es ahora la casa de
Dios.

Y ojo aquí, no hablamos de un “poquito” de Dios, de un dios pequeño, o un ser creado. Hablamos
de toda la plenitud, perfecto en deidad, verdadero Dios y hombre.

Cristo, el reconciliador de todo

Cristo no es ajeno a la historia humana, sino que se hizo parte de ella. Murió en un rincón olvidado
del Imperio, en una muerte vergonzosa para cualquier hombre del primer siglo. Jesús no es sólo una idea
en la mente de sus seguidores, sino que fue alguien que vivió entre ellos. El cristianismo es una fe histórica,
con un redentor que fue asesinado bajo el poder de Poncio Pilatos.

Pero en esa muerte en la cruz se hizo la paz. La enemistad que había entre Dios y los hombres
se ha convertido en reconciliación por medio de Cristo. Éramos enemigos más ahora hemos sido
adoptados como hijos por medio de Jesús. No es algo que pudiéramos haber logrado solos, Dios mismo
tuvo que encarnarse, caminar entre los hombres, humillarse en la cruz y resucitar para lograr esto (Fil
2:6-11). Es por medio de la fe que somos justificados, que somos reconciliados con Dios y tenemos paz
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(Rom 5:1). Toda esta creación será renovada a su tiempo y nuestros cuerpos serán transformados. El
cielo y la tierra se unirán por la eternidad. Cristo ha eliminado la mancha de culpabilidad de su pueblo,
la cual nos impedía acercarnos al trono de Dios. El acta con los cargos que había en nuestra contra la
eliminó clavándola en la cruz (2:14). Y ahora gozamos de eterna paz en Cristo Jesús.

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