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Este género literario sirve para divulgar y enseñar valores, así como
para sancionar aquellas conductas que resultan antisociales.
La fábula es un género muy antiguo. En Grecia encontramos los
registros escritos más antiguos, recopilados en la célebre
obra Fábulas de Esopo.
La palabra fábula procede del latín fabŭla, que tiene el mismo origen
que "habla". De allí que el término se relacione con el acto de contar
historias, normalmente inventadas, es decir, de ficción.
Características de la fábula
Dentro de los rasgos más característicos de las fábulas, podemos
mencionar los siguientes:
• Son populares;
• Son breves;
• Pueden comunicarse en verso o en prosa;
• El orden del relato es lineal, sin saltos temporales;
• Son educativas o moralizantes;
• Son atemporales;
• Los personajes representan arquetipos;
• Predominan los personajes de animales u objetos humanizados
(personificados), aunque también hay fábulas con personajes
humanos y divinos.
Estructura de la fábula
En términos generales, se conocen las siguientes partes de la fábula o
estructura del relato:
• Situación inicial;
• Conflicto;
• Desenlace o solución;
• Moraleja (esta puede ir antes o después del relato).
Elementos de la fábula
La fábula posee los siguientes elementos:
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EJEMPLOS DE
Fábulas cortas
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4 min. De lectura
Índice temático
Las fábulas son textos literarios de corta extensión con un contenido
educativo o ejemplificador. Por lo general, están destinadas a los niños
y niñas, por lo cual desempeñan un rol importante dentro de la
literatura infantil. Son textos con una finalidad didáctica que estimula la
curiosidad, la reflexión y la adquisición de valores, y suelen ser de
transmisión oral.
El perro y su reflejo
Había una vez un perro que estaba cruzando un lago. Al hacerlo,
llevaba una presa bastante grande en su boca. Mientras lo cruzaba, se
vio a sí mismo en el reflejo del agua. Creyendo que era otro perro, y al
ver el enorme trozo de carne que llevaba, se lanzó a arrebatársela. Sin
embargo, al querer quitarle la presa a su propio reflejo, perdió la presa
que tenía en su boca y se quedó sin nada.
Pedro y el lobo
Pedro solía divertirse burlándose de sus vecinos, pues gritaba
diciendo que había un lobo y cuando todos iban a socorrerlo se reía y
les decía que había sido una mentira. Un día, verdaderamente vino un
lobo y quiso atacar a su rebaño. El problema fue que cuando Pedro
comenzó a pedir auxilio, nadie le creyó, por lo cual el lobo acabó por
comerse a todas sus ovejas.
La liebre y la tortuga
La liebre siempre se burlaba de la tortuga por su lentitud. Un día, la
tortuga, cansada de su actitud, la desafió a correr una carrera. La
liebre, entre risas y muy segura de sí misma, aceptó el duelo. Cuando
comenzó la carrera, ella salió a toda prisa y la tortuga hizo lo propio
con su lento andar. Como la liebre daba por descontado que ganaría
ella, decidió dormir una siesta poco antes de llegar a la meta. Cuando
despertó, se dio cuenta de que se había dormido demasiado tiempo y
que la tortuga estaba a dos pasos de llegar. Corrió a toda velocidad
pero no hizo a tiempo, por lo cual la tortuga ganó la carrera y fue
ovacionada por los animales del bosque.
La cigarra y la hormiga
La cigarra disfrutaba muy tranquila del verano, mientras veía a la
hormiga trabajar duramente, recogiendo alimentos para el invierno.
Aunque le aconsejaba a la cigarra que dejara de ser tan holgazana e
hiciera lo mismo que ella, esta no hacía caso y seguía cantando muy
despreocupada bajo el sol. Un día, el invierno llegó, y la cigarra se
encontró a la intemperie, muerta de frío y sin alimento. Decidió
entonces acercarse a la casa de la hormiga y pedirle ayuda, pero ella
le respondió: “Mientras yo trabajaba, tú no hacías nada, mira ahora
cómo estamos”. Y diciendo esto, le cerró la puerta en la cara. La
cigarra se fue cabizbaja, pero aprendió la lección.
El ratón y el león
Un día el león se disponía a descansar luego de un largo día de caza.
Se echó debajo de un árbol, y en cuanto estaba por dormirse sintió
una molestia en la nariz. Cuando abrió los ojos, vio que se trataba de
un ratón, entonces se dispuso a comerlo para poder descansar de una
buena vez. En ese momento, el ratoncito le suplicó que no lo hiciera,
que si lo dejaba ir algún día se lo compensaría. Entre risas, el león lo
dejó escapar, incrédulo de esa promesa. Tiempo después, el león
quedó atrapado en la red de un cazador. Comenzó a gritar
desesperado y el ratón lo escuchó. Así fue como se acercó y, con sus
filosos dientes, pudo romper la red y salvar al león de su captor.
Moraleja: Las buenas acciones tienen su retribución, y una ayuda
puede provenir de quienes menos lo esperamos.
La rana y el escorpión
Un día descansaba la rana a la orilla de un río cuando vio que se
acercaba un escorpión. Atemorizada, se puso en guardia. Cuando lo
tuvo enfrente, el escorpión le pidió si por favor podía cruzarlo en su
lomo porque necesitaba llegar a la otra orilla. La rana desconfió, pero
la convenció cuando comprendió que si el escorpión la picaba, ambos
morirían ahogados. Así fue como lo subió a su lomo y comenzó a
nadar a través del río. En medio del camino, sintió un profundo
pinchazo en su lomo y se dio cuenta de que el escorpión la había
picado. Cuando le preguntó por qué lo había hecho, puesto que ahora
los dos morirían, el escorpión, mientras se hundían, le respondió: “No
pude evitarlo, está en mi naturaleza”.
El caballo y el asno
Un campesino tenía un caballo y un asno que usaba como animales
de carga. Un día, los dos iban con mucho peso en el lomo hacia la
ciudad, y el asno ya no podía resistir más, por lo cual le pidió al caballo
que lo ayudara con su carga. El caballo, indiferente, hizo oídos sordos
al pedido, y unos minutos después el asno cayó derrotado y murió al
instante. Entonces, el campesino tomó toda su carga y la puso encima
del caballo, a lo que sumó también la piel del asno. Así, el caballo, por
no haber querido ayudarlo, debió cargar con todo el peso el resto del
camino.
Moraleja: Siempre debemos ayudar al prójimo, pues de no hacerlo, de
un modo u otro, terminamos perjudicándonos a nosotros mismos.