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La crisis
Una vez dominados los métodos, si bien adquirí seguridad
trabajando con ellos, luego de llevarlos a la práctica durante 11
años, con niños, adultos, docentes de música, bailarinas...,
comencé a cansarme de esta modalidad y el dar clases empezó a
resultar aburrido. A la distancia puedo pensar que ese modo
resultaba algo conductista. Planificando cada paso podía predecir
el “producto” final. Anticipaba lo que iba a venir.
El nacimiento de mi tercer hijo me obligó a pedir licencia, pero al
finalizarla no pude retomar las clases. Me resistía a volver a lo
mismo.
Esta crisis la tuvimos varios compañeros de mi generación y cada
uno fue encontrando distintas soluciones. Hoy en día al
encontrarme con ellos, con Pepa, Gustavo, Marga, los siento como
hermanos. Aman lo que hacen, tienen adeptos y no esperan
jubilarse.
Uno de ellos, mi amiga Marga Grajer, cantante lírica y popular,
actriz, directora de teatro y docente, viendo mi dificultad para
reinsertarme en la docencia, me invitó a presenciar sus clases de
música que lleva a cabo en una escuela de teatro.
De la técnica a la emoción
En las clases de Marga, la exploración vocal-corporal, la selección
y la construcción, eran la base de su trabajo. El movilizarlos
sensorialmente despertaba lo emocional y todo confluía en un
trabajo musical grupal.
Al finalizar el primer año, los alumnos de actuación, creaban
escenas a partir de sus recuerdos y las montaban en un pequeño
escenario. Lo que mostraban era increíble, parecían actores
consumados. Como público me emocionaba, me conmovía verlos
actuar. El secreto residía en que contaban cosas propias, desde la
memoria emotiva. Los personajes y las situaciones salían de ellos.
Estaban involucrados.
Mi mayor desafío era ver cómo transferir esta modalidad de
trabajo a la enseñanza musical. Deseaba generar el mismo
compromiso emocional a través de la música.
La improvisación musical
En las pedagogías actuales, en las más abiertas, la improvisación
musical es una manera de afianzar el conocimiento. Una manera
de evaluar el aprendizaje, cuánto se entendió del lenguaje del
autor, de la obra, del estilo.
No discrimina lo clásico de lo popular y reconoce que para
improvisar o crear música no es necesario saber leer notas.
Excelentes compositores inventan sus obras de oído, son
autodidactas. Desconociendo la lectura y la escritura musical,
producen obras muy hermosas.
Lo ideal sería tener esa formación dual. La académica, con la
lectoescritura, y la práctica auditiva.
Si bien el tema de la improvisación no está presente en todos los
conservatorios, salvo en la materia Composición que es otra
cuestión, algunos estudiantes que se relacionan con la música
clásica y la popular, por lo general van adquiriendo soltura para
improvisar. Recrean distintos autores y estilos.
Dentro de la música académica del siglo XX, las ideas de John
Cage son muy enriquecedoras y liberadoras. Su famosa frase:
“Todo ruido es digno de ser considerado”, la técnica del cluster, la
indeterminación, lo aleatorio, el minimalismo, habilitan, dan la
apertura para desarrollar la creatividad y desplegar las ideas
personales enriqueciendo la improvisación musical.
La música en la musicoterapia
El musicoterapeuta en la Argentina, está habilitado para trabajar
en distintas instituciones con pacientes y/o alumnos que tendrán
necesidades distintas, según las edades, clases sociales,
dificultades físicas, etc. Para ello es importante que pueda tener
diversas herramientas, una amplia gama de recursos musicales.
Trabajando con personas de la tercera edad, he notado que desean
conocer la música que les gusta a sus nietos adolescentes, para
estar más cerca de ellos. También volver a recordar la música del
pasado, cuando eran jóvenes. Así fue como en un taller, crearon
una canción en tiempo de vals, que decía así: “Que me hace muy
feliz, cantar canciones de ayer, las alegrías pasadas volverán a
florecer.”