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Todo esto sufre una radical modificación durante la época de los descubrimientos
(véase el Cuadro 2.1). Varios factores que venían preparando el terreno finalmente
confluyeron en esta transformación: de una parte, la revolución cultural, conocida bajo
el concepto de Renacimiento, permitió la recuperación del saber del mundo helénico
y romano, la reivindicación de la supremacía del poder político, el desarrollo de las
ciudades (como comunidades de hombres libres), que, juntamente con haber sido
soporte de la revolución cultural, se convirtieron en espacios creadores de un nuevo
espíritu innovador a escala comercial, financiera y cultural, además de distinguirse
por construir gobiernos de mercaderes donde prevalecía un excepcional poder civil.
Por otra parte, la revolución económica medieval (cultivos más intensivos expansión
del artesanado) y las invenciones (energía hidráulica, las gafas, el reloj mecánico, la
imprenta) dieron un significativo impulso al aumento de la productividad, pero sobre
todo desempeñaron un papel fundamental aquellas innovaciones que permitieron que
la navegación diera un salto cualitativo (la brújula, el compás, el cuadrante náutico) y
que la guerra alcanzará mayor poder de fuego (artillería, artillado de los buques).
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del siglo por materias nacionales, en América
XIX primas urbanización Latina
Segunda Segunda Imperialismo Consolidación Industria, Todo el Gran
mitad del revolución colonialismo, de las nuevas comercio mundo con Bretaña,
siglo XIX industrial, fortalecimien clases mundial, diferente Estados
hasta 1913 renovación de to del sociales, migraciones intensidad Unidos,
transportes y sistema migraciones, Alemania
comunicación interestatal arte
vanguardista
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De igual forma durante este periodo se registró una significativa acumulación de
capital, que difería en modo fundamental de las épocas anteriores ya que, de modo
cada vez más generalizado, los excedentes comenzaron a utilizarse en el comercio,
las finanzas y en la producción de bienes.
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Si quisiéramos caracterizar las transformaciones que se estaban presentando en el
escenario internacional en esa época, en lugar de hablar del surgimiento de una
economía mundial, se debería, seguir a Fernando Braudel, y referirse a que se estaba
construyendo una economía mundo que “se sometía a un polo, a un centro. Todas
las economías mundo se dividen en zonas sucesivas. Está el corazón, después
vienen las zonas intermedias, en torno al eje central y, finalmente, surgen los
márgenes vastísimos que, en la división del trabajo que caracteriza a una economía
mundo, más que participantes son subordinados y dependientes”. En efecto, lo que
estaba teniendo lugar era la constitución de un vasto espacio económico plurinacional
jerarquizado, que ni económica ni políticamente se encontraban aún integrados y que
sólo se vinculaban a través de las actividades comerciales.
La ampliación del mercado nacional tuvo, sin embargo, en ese entonces, cuatro
consecuencias mayores:
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interpenetraciones entre los distintos segmentos mercantiles que comenzaban
poco a poco a operar de acuerdo con patrones análogos y con el instrumental
propio de las actividades de intercambio entre zonas distantes. De esta
dinámica floreció una secuencia de articulación espacial que le daba sentido,
proyección y fundamento a la naciente globalización económica.
4. Las actividades mercantiles internacionales estimularon la consolidación del
mercantilismo como la idea económica predominante. La alianza entre los
mercaderes y el poder político fue un rasgo típicamente europeo. A diferencia
de lo ocurrido en otras regiones, en Europa el desarrollo de las actividades
mercantiles contó con un amplio apoyo, cuando no fue inducido, por parte del
poder político. Portugal y España fueron claros testimonios de esto. Sólo en
Europa, el incipiente capitalismo se conjugó con el afán de conquista territorial,
combinación que dio origen a la concentración del poder capitalista y del
capital, y estimuló el surgimiento de una economía-mundo con proyección
global.
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De esta particular asociación entre actividades mercantiles y Estados se derivan tres
consecuencias mayores: de una parte, la competencia desatada por los Estados
europeos por la hegemonía se convirtió en un factor fundamental para la expansión e
intensificación del capitalismo en el continente y posteriormente a nivel mundial y, de
la otra, pone en evidencia la intrínseca relación que existe entre el desarrollo del
capitalismo, por ende, del fundamento de las tendencias globalizadoras, y las
actividades que en este plano ha desplegado el poder político. Con esto no
queremos sostener que el desarrollo del capitalismo haya sido una empresa
estatal, sino simplemente que se consolidó gracias a esta estrecha alianza entre
poder económico y político. En nuestro presente más inmediato, al igual que
ocurriera en el último tercio del siglo XIX, nuevamente nos enfrentamos a esta
realidad, por cuanto la liberalización que ha permitido la ampliación de la cobertura
de acción de la globalización económica ha sido una tarea emprendida por los mismos
Estados.
Además, cabe destacar que en este proceso de consolidación del capitalismo al poder
político le correspondió la misión de realizar el tránsito de un capitalismo disperso,
localizado principalmente en algunas ciudades y puertos mediterráneos y bálticos, a
uno concentrado, unificado, “nacional”, en torno al poder político. (Valga recordad que
a finales de 1490 había cerca de 500 entidades estatales en Europa). Esta
transformación desempeñó un papel muy importante en el posterior desenvolvimiento
de las tendencias globalizadoras en la medida en que dio lugar a la construcción de
nuevas espacialidades, es decir, desconocidas redes de interpenetración, que se
articulaban con las ya existentes y porque permitió que el capitalismo transitara de un
esquema fundamentalmente mercantil hacia una modalidad más productiva y llevará
la racionalidad del primero al campo del segundo, lo que, a la postre se convirtió en
un factor que potenció a un nuevo despliegue de las tendencias globalizantes. Esta
concentración del capitalismo, sin embargo, no dio lugar a una “estatización” del
mismo, por cuanto, ya en ese entonces, se hizo evidente que éste transcurre
básicamente a través de dos cauces: el espacio territorializado vinculado a las
actividades e intenciones que despliegan los Estados en la concreción de este
capitalismo y la especialidad de flujos, es decir, asociado a la lógica de la actividad
de las empresas transnacionales.
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la transparencia y, la regularidad en los intercambios, en la que cada cual sabe de
antemano cómo opera el proceso de cambio. Por último, el capitalismo constituye la
esfera de predominio de las grandes corporaciones y de las élites privilegiadas que
actúan en mercados oligopólicos y especulativos con el único objetivo de alcanzar
inmensos beneficios en el menor plazo posible. El intercambio asociado al comercio
entre regiones distantes y portador de complicados mecanismos de crédito, constituye
un sofisticado arte dispuesto sólo a unos pocos. Este último nivel es el que Braudel
define como un conjunto de actividades de naturaleza transnacional y lo asocia a la
emergencia de un tiempo mundial.
Como señala Giovanni Arrighi, en la definición del capitalismo de Braudel lo que
define:
- como capitalista a una agencia o un estrato social no es su predisposición a
invertir en una mercancía particular (por ejemplo, la industria). Una agencia es
capitalista siempre que su dinero esté dotado del poder de reproducirse (la
expresión es de Marx) de modo sistemático y persistente, con independencia
de la naturaleza de las mercancías y actividades particulares que sean,
incidentalmente, el medio para ello en un momento dado.
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Fue precisamente el surgimiento y la consolidación de estas prácticas capitalistas, lo
que desvirtuó la naturaleza de los circuitos mercantiles tal como se practicaban hasta
ese entonces y dio origen al surgimiento del capitalismo.
Siguiendo con la idea del mencionado autor, en los últimos quinientos años han tenido
lugar cuatro ciclos sistémicos de acumulación: el antedicho genovés, que se extendió
desde el siglo XV hasta inicios del siglo XVII; el ciclo holandés, que duró desde el
siglo XVI hasta principios del siglo XVIII; el británico, que abarcó la segunda mitad del
siglo XVIII, todo el siglo XIX y los primeros años del siglo XX y un ciclo norteamericano
cuyos orígenes se remontan a finales del siglo XIX y que ha continuado hasta la fase
actual de expansión financiera. Cada uno de estos ciclos sistémicos, en su tránsito
hacia el otro régimen, ha derivado en cambios fundamentales en el proceso de
acumulación capitalista a escala global. Pero más importante aún es el de que estos
tránsitos han estado en el trasfondo de las sucesivas fases por las que han
transcurrido el proceso histórico de globalización, ejemplifican cambios
fundamentales que se han producido en los tipos de interdependencia entre los
pueblos de distintas latitudes tienen el mérito de recordar lo que hoy muchas veces
deliberada o inconscientemente se olvida que la globalización reproduce un esquema
jerárquico y piramidal de poder a escala mundial, con un núcleo que, a través del
tiempo, se ha ido desplazando de un país a otro, unas zonas integradas que cambian
en función de las transformaciones que se presentan al nivel de la lógica de
funcionamiento de la economía mundial, en cada uno de esos ciclos, pero que, por
regla general, involucra a los países geográficamente próximos y unas zonas
periféricas o de escasa interacción.
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En el nivel propiamente cultural, los principales referentes de esta interconexión se
presentan en el conocimiento del “otro” y en la nueva difusión de los credos religiosos
cristianos en las regiones recién conquistadas. Es decir, la globalización en este plano
se llevó a cabo, bajo la forma de la occidentalización. Sin embargo, el ritmo que
adquiere esta tendencia difiere de lo que acontecía en el plano económico. Mientras
en ese último, el descubrimiento dio inicio a un nuevo ciclo, en el plano de la cultura
la tendencia predominante constituía una prolongación de la cultura europea
medieval. La conquista española era, y fue percibida, como una prolongación de la
reconquista española de la península ibérica en manos de los moros. Por eso, es que
América no fue convertida en una colonia, sino en un nuevo componente de la corona
de Castilla. Es decir, la evangelización de los aborígenes americanos no representó
el inicio consciente de un afán difusor de la cultura occidental, sino que se inscribió
en el ciclo de enfrentamiento con las culturas árabes en España.
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navegación hicieron posible que se mantuviese la regularidad de los intercambios
entre las partes y se iniciará el largo camino de dominio del espacio mundial,
involucrando a cada vez un mayor número de pueblos dentro de la racionalidad
globalizadora. En segundo lugar, el surgimiento del capitalismo dio una consistencia
a estas tendencias en la medida en que estimuló el surgimiento de una serie de
instituciones, prácticas y agentes que lucran del intercambio y de los contactos entre
los pueblos y, por lo tanto, perseveran el mantenimiento y reproducción del sistema.
En tercer lugar, con diferentes grados de intensidad, el acercamiento, deseado o no,
de los pueblos empezó a crear nuevas mixturas culturales e identidades de tareas.
En Europa, la visión cristiana del mundo fue remecida por la evidencia de la pluralidad
cultural de la humanidad, uno de cuyos más preclaros exponentes fue Francisco de
Vitoria. En cuarto lugar, la comparación que experimentaron los europeos frente a
pueblos de otras latitudes inicia el largo camino de la legitimación de las tesis basadas
en el progreso y en la superioridad de la racionalidad capitalista sobre las otras formas
de producción. en quinto lugar, el asentamiento de europeos en Asia, África y
América, y los grandes beneficios obtenidos por las clases acaudaladas, a lo que se
sumaron los millones de esclavos que fueron obligados a cruzar el Atlántico, las
mejoras salariales experimentadas por los trabajadores del campo y la ciudad en
Europa, que se beneficiaron de las nuevas oportunidades que inauguraba la
acumulación a escala mundial, se tradujeron en una lenta desvinculación con
respecto a sus lugares de origen para situarse en una nueva dimensión espacio-
temporal, en sexto lugar, se consolidaron nuevos imaginarios por las oportunidades
que abría esta nueva espacialidad globalizadora. La “leyenda el Dorado” fue, sin duda
uno de los más célebres. Por último, se asistió a una gran afirmación de la
entronización entre el poder político y los grandes mercaderes, lo cual no sólo sirvió
de base para la posterior consolidación de los Estados nacionales, sino que también
puso al Estado al servicio de las grandes empresas mercaderes.
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LA TERRITORIALIZACIÓN: ¿NUEVA FORMA DE GLOBALIZACIÓN?
A primera vista parecería lógico pensar que luego de la etapa inicial de las tendencias
globalizadoras -una vez que la capacidad transformadora de la época de los
descubrimientos llegó a su máximo apogeo y que se alcanzaron los mayores niveles
de sistematicidad posibles con los recursos disponibles en aquel entonces- se debió
haber asistido a un periodo de reflujo de dichas tendencias. Por lo tanto, uno de los
procesos que se inició y que caracterizó a la Europa del siglo XVII, como fue en efecto
la constitución de las naciones, nada tendría que ver con la progresión de este
desenvolvimiento global, sino más bien sería la constatación de un reflujo.
Por el contrario, a nuestro modo de ver, esto en ningún caso puede interpretarse
como un repliegue, como una etapa de relativa desglobalización, por cuanto la
constitución de las naciones en el Viejo Continente constituye a un continum que
profundiza y permite la realización en potencia, bajo nuevas modalidades, de la
globalización. Como señalábamos en un trabajo anterior, los procesos de
globalización han asumido una doble dimensión:
Este proceso constituye, en el fondo, una proyección cualitativa más que cuantitativa
de la globalización.
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Si la fase anterior fue un periodo en el cual el elemento nodal lo cumplió el comercio
internacional y la transformación fundamental se presentó a nivel del mercado que
potencialmente empezaba a dejar de ser parte integrante de las relaciones sociales,
para comenzar a convertirse en un factor con vida y movilidad propia, que dio inicio a
una recomposición de las relaciones sociales con base en su propia racionalidad, en
esta nueva fase los elementos más dinámicos fueron de naturaleza política, social y
cultural.
Por otra parte, las posibilidades de expandir los contactos a través del comercio
internacional encontraban un obstáculo mayor en la inexistencia de una división del
trabajo a escala internacional, en la que cada región económica debía cumplir
determinadas funciones precisas. El comentado caso del azúcar, primera gran
actividad propiamente transnacional y esbozo de una incipiente división internacional
del trabajo, constituyen más una excepción que la regla. La constitución de la nación
dio nuevos bríos a las tendencias globalizadoras en tanto permitió transformar los
espacios nacionales para convertirlos en avanzadas Las nuevas actividades que se
desarrollaban en el plano externo y sirvió también para concretar las diferencias en
los niveles de desarrollo que experimentaban las distintas regiones, con lo cual se
potenció la constitución de la división internacional del trabajo. En tal sentido, el
cambio en esta fase es más cualitativo que cuantitativo; constituye un “repliegue” para
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el dominio del territorio, para transformar los espacios aledaños a los grandes centros
de poder predominantes en ese entonces. Precisamente en estos años surgieron las
condiciones que hicieron posible que posteriormente se alcanzaron los niveles de
internacionalización que el mundo conoció en los siglos XIX y, sobre todo, durante el
XX. Por esta razón somos de la opinión de que el segundo momento globalizador se
centró en torno a la construcción de los estados nacionales de Europa, a lo que se
sumó el desencadenamiento de grandes guerras en el viejo continente que
culminaron en la paz en Westfalia y el surgimiento de un ordenamiento internacional.
La conservación de las tendencias globalizadoras sugiere que en esta fase se produjo
un cambio en los factores en que reposaba la globalización: si antes esta función la
cumplió básicamente el comercio que jalonó nuevas relaciones económicas e indujo
a significativas alteraciones en el plano social, político y cultural, Ahora estas últimas
se convirtieron en los elementos potenciadores. En condiciones como las que existían
en la Europa del siglo XVII, las transformaciones en los planos político, cultural y social
sólo podían desenvolverse en una dimensión territorial. La territorialización constituye
también una expresión espacio-temporal que propiciaba la conformación de nuevas
formas de organización social. En esta época, en Europa, cada comunidad podía
conservar sus particularidades y gozaba de la libertad para asumir o ignorar las
expresiones o productos culturales de otros pueblos. Tal vez con la sola excepción
de las grandes religiones, nada sugiere que se pudiese hablar de interpenetración
cultural y menos aún social. Sólo en América, ante la fuerza irresistible de las armas,
la codicia y la creencia en la superioridad del colonizador, se produjo un mestizaje
social y cultural que no pudo ser evitado por las comunidades nativas. Pero en el resto
del mundo, los contactos no revestían ningún grado de sistematicidad. La forma
territorializada de organización social, como la que comenzaba a imperar en Europa
en estos años, le otorgó una consistencia a su espacio geográfico permitiendo nuevas
formas de articulación con las regiones con las cuales se construyen mecanismos
interdependientes.
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consolidación de estas tendencias unificadoras tanto en el espacio europeo como en
las zonas previamente descubiertas.
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Por último, aun cuando fuese básicamente a través de la fórmula monárquica, se
integró, por medio de una burocracia, un ejército y una abrigada administración, un
espacio político nacional que retroalimentaba la de territorialización en los otros
planos. Como señala G. Arrighi, las ciudades Estado italianas Intentaron individual o
colectivamente una transformación deliberada del sistema de dominio medieval. Este
nuevo Estado sólo aparece con la consolidación de las Provincias Unidas, Estado
adaptado a las formas de acumulación de capital a escala mundial. En síntesis, todos
estos cambios favorecieron la consolidación de la primera modernidad fundamentada
en tomo a un más o menos intensa compatibilidad entre sociedad, nación y Estado.
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permitió la difusión de formas de consumo. Pero el comercio internacional no sólo fue
una esfera de intercambio de bienes, sino que, más importante aún, se convirtió en el
factor que hizo posible el surgimiento de la categoría de desarrollo. Si hasta la época
de los descubrimientos las diferencias desde el punto de vista del desarrollo entre los
distintos países eran escasas, a partir de estas nuevas condiciones, los países que
supieron compatibilizar la expansión del comercio internacional con su propia
modernización interna se convirtieron en naciones que alcanzaron altos niveles de
desarrollo y emergieron como las potencias hegemónicas.
Por el contrario, un país de dimensiones pequeñas como Holanda, donde existía una
sólida alianza entre el poder político, los comerciantes y productores, es decir, que
supo sacar provecho de las oportunidades de desarrollo que deparaba el nuevo
contexto regional e internacional, se convirtió, en ese entonces, en la principal
potencia europea. Los holandeses lograron la primacía porque fueron los primeros en
saber conjugar el desarrollo territorial articulado a una sólida presencia en la naciente
economía mundial. A diferencia de los españoles que organizaron su presencia
comercial mundial en torno al Estado, el poder de los holandeses que el comercio
quedó en manos de comerciantes acaudalados que iniciaron organizaciones
comerciales, como la Compañía de las Indias Orientales, y posteriormente de las
Indias Occidentales, que gozaban de la protección del poder público.
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comercio internacional, cuyo centro de gravedad quedó situado en el continente
europeo. Los mercaderes del Viejo Continente llevaban azúcar, textiles y bebidas a
África, de donde sacaban a los esclavos para transportarlos a América. De esta
última, obtenían metales preciosos, parte de los cuales se utilizaban para sufragar el
déficit comercial con los países asiáticos de donde obtenían especias y artículos
suntuarios. De esta manera, Europa se convirtió en la principal articulación y en el
centro nuclear de las tendencias globalizantes a nivel económico.
Finalmente, Durante esta fase se determinaron los parámetros en torno a los cuales
se organizó el sistema mundial en los siglos venideros La Guerra de los Treinta Años,
“la primera guerra (civil) generalizada europea”, conflicto que estimuló enormemente
el proceso de centralización del poder político y fortaleció la dependencia del Estado
con respecto a los sectores económicamente activos que financiaban la maquinaria
estatal, y que organizó la distribución del poder político y económico en Europa, se
selló con la paz de Westfalia, tratado que estableció unas normas de configuración
internacional en Europa, que quedaban garantizadas por las grandes potencias
europeas. Este Sistema que ha perdurado prácticamente hasta nuestros días dio
origen a un ordenamiento internacional que se realiza a partir del reconocimiento de
la independencia y la soberanía de los estados, los cuales actúan en el plano externo
motivados por la consecución de determinados intereses nacionales, de cuya
dinámica nace un sistema interestatal dominado por el balance de poder entre las
grandes potencias. Este sistema internacional no sólo implicó una legitimación de los
Estados (monopolio en la definición de sus acciones), sino también de las naciones
(contenido de los intereses), además de crear un ordenamiento que, a pesar de su
frágil estabilidad, permitió establecer cánones a través de los cuales se realizaba el
desarrollo de las tendencias globalizadoras.
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vida internacional (sistema de Westfalia), Segundo componente de la modernidad,
elevó el volumen y sistematizó el intercambio internacional, acentúa la diferenciación
desde el punto de vista del desarrollo, dio inicio a la creación de nuevos referentes (la
nación) Y comenzó el desmonte del fraccionamiento dentro de estos espacios
nacionales. Constituyó, en síntesis, un momento en el que se desplegaron las
potencialidades de la globalización en los diferentes campos. No obstante la
radicalidad de los cambios que se presentaron durante esta fase, la globalización
todavía constituye una dinámica que se desarrolla en potencia por cuanto las distintas
regiones del planeta seguían viviendo dentro de su propia dinámica y temporalidad.
Sólo en el Viejo Continente estaban surgiendo atisbos de interdependencia global.
Por ello, la definimos como una globalización avant la lettre.
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financiero. Es decir, se crearon nuevas formas de espacialidad consustanciales a las
nuevas necesidades que demandaba la industrialización.
Pero, sin duda, el aspecto más innovador fue que estas nuevas fuentes industriales
requerían de abundantes materias primas y de amplios mercados para la colocación
de sus productos. Si durante las fases anteriores las redes comerciales
internacionales producían un intercambio de bienes entre las distintas regiones del
planeta con “productos” originados localmente y que sólo de moda tangencial, salvo
casos muy puntuales, estaban orientados al mercado mundial, con el surgimiento de
las nuevas empresas industriales se potencia el desarrollo de una división nacional
del trabajo, se establece un circuito económico entre aquellas regiones que producen
las materias primas y los insumos productivos, los centros industriales que elaboraban
la nueva producción y los mercados de colocación de la producción a escala. Es decir,
dicho en otras palabras, si las anteriores redes mercantiles facilitaban el intercambio,
la Revolución Industrial integra el funcionamiento de la economía Nacional con las
regiones a escala de un mismo ciclo productivo y compenetra así la división interna e
internacional del trabajo, lo que depara un mayor nivel de consistencia y
sistematicidad a los intercambios económicos a escala internacional.
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El tiempo se convierte en un valor. Landes considera esencial la importancia
concedida al tiempo y al ahorro del mismo, lo que se traduce en un interés apasionado
por saber la hora (los ingleses en el siglo XVIII eran los primeros productores y
consumidores mundiales de instrumentos de medición del tiempo) y por la
trascendencia concedida a la rapidez del transporte. La industria disciplina a través
del manejo del tiempo porque los beneficios ya no se obtienen por la desigualdad de
precios entre productos extraídos de diferentes partes del mundo (dominio del
espacio), sino de las maldades en los costos de producción a partir de las disimilitudes
en el tiempo de producción. El “libro de instrucciones de la siderúrgica” ilustra
perfectamente esta tendencia:
Con el propósito de que la pereza y la villanía sean detectadas y los justos y diligentes
premiados, no prudente crear un control del tiempo por medio de un monitor; ordeno
y por esta declaro que de las 5 a las 8 horas y de las 7 a las 10 horas son 15 horas
de las cuales una hora y media son para el desayuno, almuerzo, etc. Habrá por lo
tanto 13 horas y media de servicio corrido. Todas las mañanas, a las 5 horas, el
vigilante debe tocar la campanilla, para el inicio de los trabajos, a las 8 para el
desayuno, media hora después para trabajar otra vez, a las 12 para el almuerzo, y a
la una para trabajar, y a las 8 para dejar el trabajo y cerrar.
Estas autoritarias medidas eran muy necesarias dado que los individuos, portadores
de un reciente pasado campesino, desconocían la regularidad del trabajo fabril,
estaban acostumbrados a los largos descansos, a las fiestas tradicionales e
intercambiaban sus actividades con largos periodos de reposo.
Desde el punto de vista de los imaginarios sobre el tiempo que se construyen a partir
de la Revolución Industrial, cabe destacar que esta valorización del tiempo empieza
a un sentido de pertenencia a uno mismo, mundo, a un tiempo mundial. En esta etapa
prevalece el tiempo de los dueños de la industria, pero, con el correr del tiempo, los
obreros ofrecerán como una de sus mayores habilidades, junto con la venta de su
fuerza de trabajo, la destreza en el manejo del tiempo. Es decir, la industria pone al
mundo globalizado a tiempo, dentro de una temporalidad comandada por ella.
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medida que se liberaliza se convierte en el fundamento para la reorganización de las
relaciones sociales, políticas y culturales.
El segundo cambio tiene que ver con que la Revolución Industrial, al tiempo que libera,
expande y reconvierte al mercado, modifica el papel que desempeñan la técnica y la
tecnología, antes sujetas a múltiples regulaciones y muchas veces desvinculadas de
la producción, que se convierten a partir de ahora en mecanismos fundamentales para
el aumento de la productividad, los beneficios y la acumulación de capital. Con esto
la sociedad pierde parte de su autonomía para establecer los criterios, mecanismos y
proporciones de su desarrollo, por cuanto estos empiezan a quedar ligados a la
capacidad de las empresas industriales para incorporar los avances científicos y
tecnológicos en el a acrecentamiento de sus márgenes de utilidad. Sin embargo,
conviene también recordar que la técnica no funciona por sí sola. Para que se active
se requiere de un nivel educativo, una transmisión de saberes y una adecuada
dinámica social, con lo cual la apropiación técnica sigue quedando sujeta a una
determinada realidad social. Esto también se traduce en un aumento de la
productividad por parte de algunas naciones, mientras otras se mantienen en niveles
tradicionales, lo cual amplía la brecha entre el mundo desarrollado y el conjunto de
países en desarrollo:
- De todas las consecuencias económicas de la era de la doble revolución -
escribe E. Hobsbawn-, la más profunda y duradera fue aquella división entre
países “avanzados” y países “subdesarrollados”. En 1848 era evidente que
países pertenecieron al primer grupo: la Europa Occidental (menos la
Península Ibérica), Alemania, Italia del Norte y algunas partes de Europa
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central, Escandinavia, los Estados Unidos y quizás las colonias establecidas
por inmigrantes de habla inglesa. Igualmente era claro que el resto del mundo,
salvo algunas pequeñas parcelas, bajo la presión irregular de las exportaciones
e importaciones occidentales o la presión militar de los cañones y las
expediciones militares occidentales, se estaba quedando retrasado o pasaba
a depender económicamente de Occidente.
Pero, al mismo tiempo, la industria rompe con las pretendidas secuencias temporales
del desarrollo.
Desde el punto de vista del desarrollo, la diferencia entre los países que acentúa la
Revolución Industrial es tributaria también del hecho de que para los países centrales
el eje del desarrollo deja de estar tan centrado en la posición o no de abundantes
recursos naturales (agrícolas, mineros, humanos) Y comienza a desplazarse hacia la
esfera de la eficiencia productiva, que establecen la primacía de la competitividad, es
decir, precisa la capacidad De especializarse y potenciar una oferta sensible a los
cambios que se producen al nivel de la demanda. En otras palabras, mientras el
grueso de los países en desarrollo sigue apegado a un intercambio internacional
basado en la complementariedad de su oferta exportable en relación con la demanda
mundial y su participación dentro del sistema es tributaria de su capacidad para
adaptar la oferta a los cambios que se producen en la economía mundial, los países
centrales basa en su interacción en la especialización, es decir, en sectores de punta
de origen industrial que con el paso del tiempo se convertirán en la columna vertebral
del desarrollo del nuevo comercio internacional. Con el desarrollo tecnológico y el
énfasis en la competitividad, la lógica del mercado en su nueva fase, o sea, la
economía de mercado, se desplaza y entra a operar en la economía internacional y
con las nuevas interpenetraciones que se construyen en el ámbito mundial comienza
un lento proceso de universalización de la economía de mercado. O sea, la economía
de mercado no queda confinada dentro de las fronteras nacionales sino que se
convierte en un componente del funcionamiento de la naciente economía mundial.
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imperialismo y que corresponde al declive británico y a la emergencia de los Estados
Unidos como centro hegemónico- estimuló un movimiento de internalización y, por
ende, De mayor interpenetración entre los pueblos. Fue en esta segunda época
cuando la economía de mercado rompió las fronteras nacionales y a través del
comercio se convirtió en un factor estructurante de la economía mundial.
La diferencia del naciente centro hegemónico con otra potencia de aquel entonces
que intentaba disputarle la supremacía puede ser ilustrativa de las nuevas tendencias
que estaban en juego. Mientras Alemania, país que emerge como un serio competidor
en el ámbito industrial, si yo apegada a una dimensión territorial del poder, los Estados
Unidos se encaminaron en dos direcciones de una parte, incorporaron su vasto
hiterland al desarrollo capitalista, y, de la otra, propendieron por una apertura de
mercado en los diferentes confines del globo (a veces pacífica y en otras
violentamente), lo que le permitió construir redes nuevas sobre las cuales asienta su
poder. Haciendo un poco de historia se puede recordar que la idea de la zona de libre
comercio de las Américas no es nada nueva. Ya en 1889, las autoridades
norteamericanas convocaron a una conferencia internamente con el objetivo de
liberalizar el comercio del hemisferio.
Por último, la tercera revolución industrial que data de finales de los años sesenta del
siglo XX, Acentúa el despliegue de las tendencias transnacionalizadoras, lo que ha
implicado un tipo de integración que atraviesa en distinto grado a la mayor parte de
las naciones, pueblos o comunidades. El elemento nuclear que se encuentra en juego
durante esta fase es la pretensión básicamente anglosajona de universalizar la
economía de mercado y a través de la desregulación convertirla en el principio
orientador para la conformación de sociedades de mercado.
Pero como tendremos ocasión de verlo más adelante, esta revolución industrial crea
también su contraparte: al fortalecer los espacios transnacionales, facilitar los
procedimientos de transferencia de conocimientos y tecnologías y al intensificar la
interdependencia permite que los distintos países puedan ensayar fórmulas
diferenciadas de interiorización de la globalización, lo que da origen a una ruptura de
cánones homogeneizadores que la universaliza economía de mercado pretende
imponer. Es decir, si la primera Revolución Industrial facilitó la adecuación de los
espacios nacionales de acuerdo con la lógica de funcionamiento de la economía de
mercado y si la economía mundial de finales del siglo XIX creó las condiciones para
que se exportara está economía de mercado a nivel internacional, la tercera no se ha
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traducido en una globalización de la economía de mercado, con la consecuente
homogenización de todas las economías nacionales, tal como lo han pretendido
determinadas doctrinas que han intentado incidir en el curso de la globalización, sino
que ha dado origen a una tendencia opuesta: la competencia en el plano global de
esquemas de acumulación y desarrollo “nacionales”.
Cada uno de estos estadios de la Revolución Industrial también han dado origen a
disímiles tipos de modernización. Si la primera era básicamente “nacional” y territorial,
la segunda estimuló el desarrollo de los vínculos internacionales mientras que la
tercera tiende a superar la nación, como elemento nodal del desarrollo. Obviamente,
esta secuencia no es generalizable a todas las experiencias humanas, simplemente
este es el tipo de desarrollo lógico que se deriva de las experiencias más avanzadas.
En otros países y en la situación actual se presenta una sobreposición de unas y
otras, tal como tendremos ocasión de analizarlo más adelante.
En el ámbito político, durante esta fase también se observan tendencias que tienden
a ubicar parte importante del mundo bajo una misma temporalidad. Así como la
revolución industrial determinó los lineamientos de la evolución económica europea y
mundial durante el siglo XIX, la Revolución Francesa de 1789 precisó los marcos
políticos e ideológicos y los cuales se empezó a desenvolver la vida pública. En buena
parte de Europa occidental, la abolición del feudalismo fue obra o bien de los ejércitos
franceses de ocupación o de sectores liberales que inspirándose en la experiencia
francesa eliminaron los diezmos y los derechos señoriales. Las políticas europeas
hasta 1917 se organizaron en tomo a los principios enarbolados por los
revolucionarios franceses en 1789, los partidos liberales e incluso el nacionalismo
tomaron sus programas de la gesta gala, los códigos legales infundieron un renovado
optimismo a la lucha por la construcción de estados de derecho en todo el mundo y,
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por último, en zonas distantes de los centros de poder el referente francés estimuló el
surgimiento de la política moderna.
Los aspectos, sin embargo, más perdurables y de mayor impacto que nos ha dejado
la Revolución Francesa fueron básicamente dos: de una parte, la división de la política
tanto nacional como a veces internacional en izquierda y derecha y, por otra parte,
por haber convertido la ideología en un factor potenciador de la modernidad en la
medida en que supuso que las ideas podían convertirse en orientadoras del cambio
social, estableciendo una clara demarcación con la tradición.
En cuanto al sistema internacional, sufre algunas modificaciones aun cuando no se
cuestionen los principios del sistema de Westfalia. La más importante fue la amplia
aceptación de la idea de qué los estados eran plenamente soberanos dentro de las
fronteras de su territorio, pero fuera de ellas las relaciones entre los estados se
enmarcaban en torno A los principios del mercado mundial autorregulado, el cual se
basa obviamente en el libre comercio y cuya garantía lo conformaba el inmenso poder
del Reino Unido.
25
LA SEGUNDA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Y LA INTERNACIONALIZACIÓN DE
LA GLOBALIZACIÓN.
Si las etapas previas fueron épocas en las cuales lentamente maduraron las
tendencias globalizadoras a través de la organización y regularización del comercio
mundial -elemento central durante la época de los descubrimientos-, la modalidad
territorializada de organización del espacio durante la era de los estados absolutistas
y la integración y sistematización de lo nacional y lo internacional durante la primera
Revolución Industrial, en ese entonces, la globalización sólo existía en potencia y
recubría todavía espacios muy limitados. Por el contrario, la fase que se inaugura
hacia mediados del siglo XIX y que se extiende hasta la Primera Guerra Mundial,
implica un salto cualitativo, una transformación radical de las diferentes
globalizaciones, tanto en lo que respecta a los contenidos como a sus alcances.
Desde el punto de vista de los procesos que caracterizaron a Europa, esta etapa se
inició con la gran ofensiva que las potencias colonialistas de la época realizaron por
conquistar y repartirse el continente africano, a lo que se sumó paralelamente la
incorporación por medio de la fuerza de grandes espacios civilizatorios en Asia, como
China y Japón, mientras la mayoría de la parte de América Latina se mantuvo
vinculada a través del comercio de exportación de materias primas. Con este reparto
geográfico y territorial del mundo, las políticas de dimensión mundial adquirieron todo
su sentido y, aun cuando fuese bajo un ropaje colonial y/o imperialista, prácticamente
todo el planeta quedó integrado en torno a los lineamientos políticos de las potencias
y de la "regulación” qué se desprendía de la economía mundial en proceso de
internacionalización. Esta fase culmina con la Primera Guerra Mundial, Segundo
conflicto de reordenamiento político internacional (El primero, como se recordará, fue
la guerra de los 30 años que comprometió a una buena parte del planeta, aun cuando
los episodios bélicos mayores tuvieran lugar solo en el continente europeo. A su
manera, la Primera Guerra Mundial constituyó una forma de globalización política
porque, entre otros móviles, pretendía reconfigurar el espacio económico y político
mundial, de acuerdo con la lógica de poder predominante que privilegiaba el dominio
territorial del espacio. En tal sentido, este conflicto fue una clara manifestación de la
arritmia que en ocasiones se presenta entre las distintas tendencias de la
globalización. Mientras la economía estaba dando origen al surgimiento de nuevas
espacialidades mucho más desterritorializadas, en tanto que redes de interconexión
sistemática en ámbitos particulares, lo que inauguraba inéditas formas de ejercicio del
dominio y de la supremacía, la política de las grandes potencias se mantenía centrada
en la ampliación de los espacios de dominación de una manera territorializada. Estas
dos dinámicas se encuentran inscritas en lógicas divergentes, sin embargo,
convergen en un punto: la aspiración de las potencias por ejercer dominio sobre el
"mercado mundial", lo que para unas se traducía en disputar a Gran Bretaña su
liderazgo.
26
Nada ilustra mejor el apego a esta dimensión territorial del espacio que la amplia
difusión que en este cambio de siglo alcanzaron las tesis geopolíticas, las cuales, en
sus diferentes versiones, asignaban al control territorial una importancia desmedida
en la definición de poder. Si en algo cambia el mundo con el advenimiento de los
Estados Unidos como potencia mundial, consiste precisamente en su capacidad para
ejercer su dominio espacial a través del control de las nuevas redes de interconexión
y, en ese sentido, adaptarse a formas de dominación más sutiles. Comparando la
Unión Soviética con los Estados Unidos, Bertrand Badie precisa que mientras la
primera "defendía una concepción clásica, territorial y político militar del poder,
Estados Unidos desplegaba una capacidad desterritorializada, sistémica, alimentada
de relaciones informales que daban origen a un juego de redes”. Igualmente, muchas
de las actividades expansionista de las potencias coloniales estuvieron motivadas por
afán de poder, por impedir que determinados recursos naturales cayeran en manos
de potencias enemigas y, en algunos casos no representaron mayor significación en
términos económicos. Así, por ejemplo, antes de la Primera Guerra Mundial, las
colonias representaban para Alemania menos del 1% Del comercio exterior. Con su
principal posición en África -el Congo belga-, Bélgica realizaba sólo el 1% del
comercio en 1912.
Desde un punto de vista planetario, hasta mediados del siglo XIX, las tendencias
globalizantes actuaban con impotencia, se circunscribía en ámbitos particulares y
afectaban sólo a algunas regiones, principalmente a Europa secundariamente al
continente americano. La globalización por lo tanto no constituía todavía un fenómeno
mundial, planetario o propiamente global. Hasta ese entonces dichas tendencias se
identificaban ante todo con lo que Braudel había definido como una economía-mundo,
es decir, se refería sólo a un fragmento del planeta, una zona que gozaba de cierta
autonomía capaz de satisfacerse asimismo y cuyos intercambios le conferían una
cierta unidad orgánica. Es decir, hasta mediados del siglo XIX la mayor parte de las
regiones del mundo interactuaban, pero al mismo tiempo se mantenían como
entidades autónomas.
También en este plano se observa que durante la segunda mitad del siglo XIX tuvo
lugar un cambio fundamental. El Advenimiento de lo globalizado, produjo
precisamente a partir de estos años porque se presentó una serie de crisis
simultáneas en la organización del poder, la producción y la cultura en todas las
regiones del planeta. Entre estas podemos citar la revolución Meiji en Japón, la
rebelión Taiping y la guerra civil en China, la guerra de Crimea, Los sucesivos
conflictos entre Rusia y el Imperio Otomano, las revueltas hindúes contra el dominio
británico, la guerra de Paraguay, las pretensiones imperiales sobre México, la guerra
civil en los Estados Unidos, las contiendas en el cono sur africano y las unificaciones
nacionales de Italia, Alemania, España y Serbia. Si bien todas estas situaciones
constituían crisis regionales de poder y de estabilidad, que reflejaban trayectorias
autónomas de desarrollo, ésta se convirtió en el origen de una historia propiamente
mundial porque se desarrollaron en un contexto de interacciones entre regiones cada
27
vez más competitivas, competencia inducida en alto grado por las fuertes
intervenciones europeas. Estas interacciones tuvieron efectos globalizantes. Las
soluciones a las crisis regionales comportaron un sostenido recurso a adaptaciones y
apropiaciones interregionales, que acabaron con la era de autosuficiencia, y
desarrollaron una sincronicidad competitiva que elevó las interacciones regionales a
un nuevo nivel global. Los márgenes y las periferias que salvaguardaban la distancia
se evaporaron y desdibujaron los espacios entre las regiones alguna vez autónomas.
Es decir, el proceso de globalización no fue simplemente la aceleración de una
continua expansión europea sino un nuevo orden de relaciones de dominación y
subordinación entre todas las regiones del mundo. Visto desde este ángulo, esta
dinámica captura la calidad revolucionaria del predominio europeo tal como se ejerció
desde mediados del siglo XIX. A diferencia de las otras regiones en crisis, Europa por
sí sola resolvió sus crisis regionales volcándose hacia afuera, externalizando la
búsqueda de soluciones a través de la expansión y la ocupación espacial,
sincronizando el tiempo mundial y coordinando las interacciones en el mundo. Las
iniciativas europeas se coludieron, sobrepusieron e interactuaron con las dinámicas
de crisis paralelas en las otras regiones. Fue así como nació una historia mundial en
la época global.
28
De igual forma, no obstante, las innovaciones que en los siglos anteriores se
produjeron en los transportes, la velocidad promedio de una diligencia, que llegaba a
2,2 kilómetros por hora en el siglo XVII, aumentó a sólo 3,4 kilómetros por hora en el
siglo XVIII y hacia mediados del siglo XIX ascendieron a 9,5 kilómetros. En estos dos
siglos, los cambios fueron tan paulatinos que no podían alterar el espacio ni el tiempo.
Un escenario similar se presentaba en el plano de las comunicaciones. En 1835
cuando se fundó la agencia de noticias Havas, Los medios de transporte de las
noticias hacia y del exterior eran los hombres y las palomas mensajeras. Todo se
modifica de un modo muy profundo cuando en 1854, con la utilización del telégrafo,
la agencia comenzó a relacionarse directa instantáneamente con varias capitales
europeas.
En la esfera de los transportes, los mayores avances tuvieron lugar con el desarrollo
de la navegación de vapor y del ferrocarril. No es fácil resumir la significación que tuvo
este medio de transporte terrestre en el mundo decimonónico, dado el lugar central
que comenzó a ocupar en la vida de las sociedades. Incluso varios fueron los estados
que se propusieron organizar y acometieron la modernización de sus respectivas
sociedades en torno al ferrocarril. La Rusia zarista fue uno de los ejemplos más
emblemáticos. El inusitado crecimiento económico que registró este país en vísperas
de la Primera Guerra Mundial fue tributario del empeño de las autoridades por
convertir el ferrocarril en la columna vertebral de la modernización económica y social.
Al igual que en el caso ruso, en todas partes el ferrocarril significó un gran impulso
para la modernización económica. No sólo por los eslabonamientos económicos que
generaba (producción de acero, hierro, carbón, industria metalmecánica, construcción
portuaria, almacenaje, madera, modernización y elevación de la productividad en el
campo, además de las nuevas posibilidades que inaugura para intensificar la
unificación del mercado nacional y de este con los colindantes), significativamente
mayores que los de la industria textil (pivote de la primera revolución industrial), sino
también por el impacto financiero, ya que demando grandes recursos monetarios en
la década de los 80 del siglo XIX, las inversiones en ferrocarriles ascendían a más del
20% del capital fijo en la economía (mundial), indujo a importantes avances científicos
y tecnológicos (mejoras en la producción de hierro y acero, ingeniería mecánica,
construcción de túneles y puentes), intensificó el comercio (cómo demuestra Paul
Bairoch, el ferrocarril significó una reducción de fletes terrestres en aproximadamente
un 80%) y aumentó el volumen de inversiones extranjeras internacionales (Gran
Bretaña ejerció un gran liderazgo mediante la financiación y la transferencia de
conocimiento y tecnología para la puesta en marcha de los ferrocarriles en Asia, África
y América latina, regiones en las cuales más que la unificación de los mercados
internos tuvo por misión facilitar el comercio internacional y el transporte de los
recursos naturales de la zonas de producción hacia los puntos de conexión con el
mercado internacional).
29
El ferrocarril también ejerció una poderosa influencia en la construcción de un
imaginario en torno al espacio y tiempo mundiales. Hasta mediados del siglo XIX,
cada ciudad, pueblo o aldea establecía su propio registro del tiempo; los tiempos eran
diversos y no existía coordinación entre unos y otros. Sin embargo, con el desarrollo
de los servicios de coche de correo a finales del siglo XVIII y la construcción del
ferrocarril a principios del siglo XIX crecieron las presiones para la estandarización del
tiempo calculado a escala supralocal.
Después de un periodo inicial, durante el cual cada país propendía, muchas veces
por razones de seguridad, cuando no por simple nacionalismo, a fijar normas
particulares en cuanto a la trocha, con la masificación de este medio de transporte y
carga se planteó la necesidad de establecer normas comunes para que el ferrocarril
pudiera convertirse de hecho en un sistema interdependiente de conexión entre los
distintos países. Igualmente, aportó nuevos elementos a la idea de un tiempo mundial
no sólo porque entró a participar en la constitución de una nueva espacialidad (la del
sistema ferroviario), sino porque también al " acortar " las distancias, separó al hombre
del tiempo regular y cíclico de la naturaleza e indujo a una unificación de los horarios,
primero de las regiones con respecto al centro y después entre los países. La
necesidad de regular el tráfico condujo a que, en 1884, la mayor parte de los países
del mundo sincronizaran sus respectivas horas nacionales de acuerdo con el tiempo
"universal" del meridiano de Greenwich.
30
parecía encogerse el espacio mundial por las facilidades que creaban el ferrocarril y
el barco de vapor, también se " acortaron " las distancias en los espacios más
cotidianos, en las ciudades, aldeas y pueblos. El viejo tiempo de la naturaleza o de
las campanas había quedado definitivamente atrás; con estos modernos medios el
mundo se sumergió de lleno en un tiempo social. Por último, todos estos medios y
sistemas de transporte no estaban desvinculado los unos de los otros. Por el contrario,
existían numerosos puntos de interconexión en las estaciones centrales de los
ferrocarriles y en los puertos marítimos y fluviales. Es decir, estos medios de
transporte articularon estas diferentes especialidades y, con la unificación del tiempo,
enlazaron los disímiles sistemas que de ellos se derivaban.
La única diferencia con nuestro presente más inmediato es que mientras que las
actuales innovaciones en el plano de la comunicación y de la información sean
masificado velozmente y millones de personas pueden disponer de esos medios
modernos, incluso en sus propios hogares, en el siglo pasado su acceso estaba
restringido a las grandes empresas industriales, los ferrocarriles, las empresas
31
navieras, los militares, las agencias noticiosas y el cuerpo diplomático pero, en ese
entonces, el impacto de estos modernos medios fue muy grande, sobre todo si se
compara con lo que había antes y si se tiene en cuenta que hasta mediados del siglo
XIX la información se transmitía a la misma velocidad del traslado de las personas y
de las cosas. "La tecnología de frontera para la transmisión de noticias era entonces
la paloma mensajera". La única diferencia que presentaban estas tendencias
predominantes a finales del siglo XIX y en nuestro presente más inmediato es la
vertiginosidad, no de la revolución en sí porque las tres se realizaron en un plazo no
mayor a una década (1770, 1880-1990 y 1970-1980), sino su masificación. Si se
requirió que pasarán 40 años para que la radio estuviese al alcance de 50 millones
de personas, fueron necesarios 15 años para que un número similar de personas en
los Estados Unidos tuviera un computador personal pero sólo 4 años para que un
idéntico número de personas tuviera acceso a Internet.
32
vastos sectores que habitaban principalmente en las áreas rurales de Europa y a
buena parte del mundo periférico, hace su ingreso con fuerza en la historia.
Al igual que durante el último tercio del siglo XX, con los grandes avances registrados
en estas esferas del siglo XIX, las innovaciones en el campo de los transportes y de
la comunicación, más la solidez del patrón oro con su tasa de cambio fija, la prioridad
otorgada a la estabilidad de cambio que generaba una gran confianza en el sistema
y la consiguiente libertad en el movimiento de los capitales, permitieron integrar las
principales bolsas y dar origen así a un mercado financiero que empezaba a
proyectarse a escala global. Así, por ejemplo, la integración entre los mercados de
capital de Estados Unidos y la Gran Bretaña se produjo a raíz de la puesta en
funcionamiento del cable telegráfico en julio de 1866. esta innovación aceleró el
flujo de información entre ambos mercados con el cable los inversionistas podían
encontrar la información sobre los precios y ejecutar las respectivas órdenes con el
intervalo de un día, en lugar de las tres semanas que demoraba el barco. De acuerdo
con la percepción de numerosos intelectuales de la época, esta fluidez en el
movimiento del dinero constituía el rasgo más importante del capitalismo de la época.
Rudolf Hilfering, en 1910, escribía al respecto: "El capital financiero, en su
consumación, se autonomiza del suelo de donde es originario. La circulación del
dinero será innecesaria; el incesante devenir del dinero ha alcanzado su objetivo: la
sociedad regulada, y el perpetuum mobile de la circulación, encuentra al fin su paz".
33
relación con terceros países. Gran Bretaña como potencia hegemónica dominante,
promovió a los cuatro vientos el libre comercio y desempeño, de ese punto, un gran
papel en la adaptación por parte de la mayoría de los países libres del mundo de los
instrumentos de la economía de mercado que Inglaterra había aplicado previamente
en su espacio nacional y en la liberalización de los intercambios, lo que se tradujo en
la suscripción de un conjunto de acuerdos de liberación del comercio entre los
principales países de Europa y América. Es decir, al igual que a partir de la década
de los años 80 del siglo XX, la aceleración de estos intercambios y la unificación de
un naciente mercado mundial difícilmente hubiesen alcanzado tal envergadura si no
hubiesen estado acompañados de una ideología que le sirviera de soporte. La
direccionalidad en ese entonces y ahora ha asumido la globalización económica ha
sido tributaria al peso ejercido por la ideología y a la capacidad de determinados
poderes políticos para ponerla en funcionamiento. Ello nuevamente demuestra que
nada dista más de la realidad que la idea de qué es la globalización sería un proceso
carente de relaciones de fuerza y poder.
La intensificación de los contactos económicos y la nueva interdependencia que se
estaba creando a partir del comercio internacional, en condiciones en que los países
centrales manifestaban una gran necesidad de productos provenientes de las zonas
periféricas, dio origen también a un sustancial crecimiento de las inversiones
extranjeras. De acuerdo con la información de la Unctad, más del 50% de las
inversiones en destinaba a la explotación de recursos primarios, 30% al transporte y
el 10% a las manufacturas. Gran Bretaña difería en ese entonces de los otros grandes
inversionistas mundiales, como Francia y Alemania. Mientras estos destinaban el
grueso de sus capitales al mismo continente europeo, Gran Bretaña canalizaba sólo
el 5% al Viejo Continente, radicaba el 46% de sus posiciones de ultramar, el 25% de
los Estados Unidos y el 18% en América latina. Gran Bretaña actuaba como una
genuina potencia global capaz de imprimir una orientación a la manera como se
estaban desplegando las tendencias globalizadoras en la economía.
Una tendencia propia de este periodo fue el gran auge registrado por las migraciones
internacionales. La difícil situación económica y social por la que atravesaban varios
países europeos, las facilidades en el transporte, la incorporación de nuevas regiones
a la economía mundial y la demanda de mano de obra ocasionaron una gran
migración de europeos dentro de Europa, pero también (sobre todo a raíz del fin de
la trata de esclavos) en dirección a América y Oceanía, principalmente. Esta corriente
migratoria, presente ya en la primera mitad del siglo se intensificó sobre todo en el
último tercio del siglo XIX entre1880 y 1913 más de 35 millones de personas salieron
de Europa en busca de mejores oportunidades laborales y se desplazaron a otros
continentes, 10 millones de rusos se asentaron en Siberia y en Asia central, 1 millón
de europeos del sur se instalaron en África del Norte, 12 millones de chinos se
desplazaron en dirección al sur y sureste de Asia y 1 millón y medio de hindúes se
instalaron en el sur de Asia y en el este y sur de África.
34
El volumen migratorio fue muy importante en determinados países. Para Estados
Unidos llegó a representar más del 30% de su fuerza de trabajo y una correspondiente
reducción de un casi 20% en los países de origen (Italia, Irlanda, Suecia, etc.). Esta
migración -que a veces se radicaba en el país de destino y en otras se mantuvo bajo
la forma de un flujo continuo de idas y venidas a tu país de origen-, mucho mayor en
volumen e importancia que los actuales desplazamientos humanos, no sólo constituye
una evidencia de que en el siglo XIX se estaba asistiendo también a un acelerado
proceso de internacionalización social, favorecido por la inexistencia de obstáculos
para la movilidad (valga recordar que en ese entonces no se requería ni de pasaportes
ni de visas), situación prácticamente imposible hoy dado a los enormes frenos que
existen para la libre movilidad de mano de obra, sino que también se convirtió en un
fenómeno muy significativo por los saberes, ideas y habilidades que estas
migraciones llevaban consigo a los países de destino.
Esta segunda Revolución Industrial no afecto por igual a las distintas regiones del
planeta. Si hacia 1800, Europa Occidental, que representaba el 10% de la población
mundial, realizaba el 15% de la producción mundial mientras que, en 1913, las zonas
más desarrolladas del Viejo Continente y Estados Unidos que alcanzaban el 17% de
la población del planeta, representaban casi el 50% del producto mundial. De modo
más evidente que la primera revolución, fue un sólido impulso a la diferenciación entre
un centro y va a estas zonas periféricas. Es decir, en momentos en que se fortalece
la internacionalización, los países más desarrollados fueron capaces de crear
sistemas económicos autocentrados y pudieron sacar provecho a las nuevas
tendencias mundiales. Esto se puede observar claramente en la estructura de la
producción y la demanda. Entre 1820 y 1913 la población norteamericana ocupada
en la producción primaria descendió del 70% al 27%, y creció proporcionalmente el
número de personas ocupadas en la industria y los servicios. Por el contrario, en las
zonas periféricas se mantuvo la anterior estructura de trabajo y de producción.
35
segunda mitad del siglo XIX empezaron a aparecer instituciones que prefiguraban las
formas de organización internacional del siglo XX. En 1865 se crea la Unión
Telegráfica Internacional; en 1874 se instituyó la Unión General de Correos, en
1875 la Comisión Internacional de Pesos y Medidas, en 1879 la Convención para
la Reglamentación Internacional de las Rutas Marítimas, etc., instituciones que,
sin desafiar el poder de los Estados, comenzaron a volver más compleja la vida
internacional en tanto sirvieron de marco regulatorio en campos determinados y por
qué eran institucionalidades que contribuían a resolver problemas que los órganos
estatales por sí solos ya no podían solucionar.
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- fuertemente centralizado, a semejanza de la naturaleza específica del Estado
francés -escribe Jean-Philippe Peermans- qué traducía, en la edificación, el
compromiso típico francés entre las fracciones rentistas, burocrática e
industrial de la burguesía, el urbanismo de esta época era una expresión
concentrada en la originalidad del desarrollo de la Francia del siglo XIX (...) es
sorprendente constatar que la progresión del ingreso per cápita en Francia fue
durante el siglo XIX mucho mayor que el aumento del capital per cápita, si lo
comparamos con la situación inglesa y alemana. Éste fenómeno fue resultado,
entre otras, de la importancia del artesanal y de su capacidad para enfrentarse
a las nuevas necesidades engendradas por las municiones socioeconómicas
gracias a esta inflexibilidad de las formas no industriales, estas producciones
resistieron bien las transformaciones provocadas por la extensión de la red
ferroviaria. Contribuyeron a la diversificación del consumo y al incremento del
producto material mucho más de lo que dejan entrever las series estadísticas
preocupadas exclusivamente por el registro de los "verdaderos" bienes
industriales.
37
globalización (definida en términos de imperialismo) Al fin de la historia. No debe
extrañarnos, por lo tanto, que en condiciones como las imperantes en nuestros
tiempos, esta misma idea renaciera, aunque disfrazada con un ropaje diferente: si
antes del futuro pertenecía al socialismo, Francis Fukuyama proclamó nuevamente el
fin de la historia pero esta vez se expresaba en el tiempo del capitalismo de occidente
y del liberalismo.
Por último, durante esta fase, se asistió grandes innovaciones científicas y técnicas
que, junto a la renovación de los medios de transporte, crearon las condiciones para
la emergencia posterior de los modernos sistemas de comunicación y de las industrias
culturales, lo que se tradujo en una intensificación de los flujos culturales mundiales.
Ya hacia mediados del siglo XIX existía una gran demanda de información por parte
de los círculos financieros, comerciales, militares y políticos. Esto se convirtió en un
sólido estímulo para la aparición y consolidación de agencias noticiosas (Havas en
Francia en 1835, Wolf en Alemania en 1848, Reuter en Gran Bretaña en 1851) Y para
la masificación de medios de comunicación impresos. No fue extraño que
precisamente en esos años los periódicos se convirtieron en importantes empresas
que empezaban a contar con una planta profesional de periodistas y que se
beneficiaron del perfeccionamiento de las impresiones son las rotativas que, en el
caso de los periódicos, permitía producir, a mediados de los años 60 más de 35 mil
ejemplares por hora. Algo similar ocurría con la industria del libro. La instrucción, la
existencia de un público cultivado y la demanda de información se convirtieron en un
sólido estímulo para el surgimiento de un mercado del libro. Es decir, la información
y el saberse entronizaron en el mercado y permitieron que el saber y la información
(principalmente occidental) se difundieran en todo el globo.
Igualmente, en esta época se perfeccionó la fotografía y hacia finales del siglo tuvo
lugar la primera proyección cinematográfica (28 de diciembre de 1895 en París).
En 1899, Guglielmo Marconi realizó la primera comunicación basada en ondas herz
entre Inglaterra y Francia con lo cual se dio nacimiento a la telegrafía sin hilos. En
1885 se realizó la primera grabación Sonora analógica, producción que empezó a
ser explotada por grandes empresas especializadas en la reproducción sonora
(Deutsche Grammophon Gesellschaft en 1898 y Columbian Brodcasting System en
1889). Si a esto sumamos las masivas migraciones, la expansión del comercio
internacional y de las inversiones y las políticas imperialistas y colonialistas,
fácilmente se puede suponer que los vínculos en el mundo se volvieron más sólidos
y los contactos culturales más estrechos. Sin embargo, sería erróneo suponer que
con estas innovaciones se aceleró la globalización cultural. Más bien se podría hablar
de una intensificación de la internacionalización cultural y del surgimiento de los
factores que harán posible en los años venideros el desarrollo de las industrias
culturales. Pero lo que sí es muy significativo es que la cultura asumió los canales de
distribución del mercado de lo cual se desprende que con el tiempo parecieran
industrias culturales y se producirá una acentuación de mercantilización de los bienes
culturales. A ello cabe agregar Que el espesor cultural de los pueblos de Asia y África,
38
a veces con sus grandes civilizaciones y en otras porque el comercio constituía una
actividad muy localizada, sirvió de barrera impermeabilizadora para la penetración
cultural europea, por lo que el radio de acción de esta quedó confinado básicamente
A Europa, las colonias blancas de Oceanía y el continente americano.
39
LA TERCERA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Y LA GLOBALIZACIÓN
Estas revueltas fueron una clara expresión de grandes cambios que se estaban
presentando en distintos niveles del edificio social. El desarrollo de la educación,
ligado a las políticas del Estado de bienestar inducido por las transformaciones
modernizadoras que estaban teniendo lugar en el plano de la economía, se tradujo
en un significativo incremento del número de estudiantes que frecuentaba en los
centros de educación superior. En Francia, por ejemplo, el 15% de los jóvenes
estudiaba en uno de estos establecimientos en 1970 en contraste con el 4% que
frecuentaba la universidad en la década de los 50. La educación superior estaba
dejando de ser un privilegio para unos pocos y se estaba convirtiendo en un
40
mecanismo de movilidad social para nuevos sectores sociales. Pero la educación no
sólo estaba acabando con las rigideces sociales de antaño, también se encontraba
en el trasfondo de otro tipo de consecuencias: esta generación de jóvenes era más
ilustrada que la de sus progenitores, se había adueñado y había interiorizado los
modernos avances técnicos y tecnológicos, y en lo que respecta a los países
desarrollados, se había creado e instruido durante la época dorada del capitalismo y,
además, desconocía en carne propia los horrores de la guerra; era, en síntesis, una
generación más instruida y como había transcurrido su existencia en un medio más
libre, era mucho más exigente que sus padres y cuanto a una mayor libertad. "Lo que
los hijos podían aprender de sus padres -escribe E. Hobsbawn- resultaba menos
evidente que lo que los padres no sabían y los hijos si".
También esta fue una época en que se modificó el papel de la mujer en la sociedad.
No sólo por el creciente número de mujeres que se convirtieron en cabeza de hogar,
sino porque muchas de ellas ingresaron masivamente a la vida laboral, se convirtieron
en un nuevo actor político y con ello la anterior representación social estructurada en
torno a las clases sociales comenzó a desdibujarse a favor del reconocimiento de
nuevas formas de representación social y política. Es decir, en momentos cuando se
produjo esta conmoción social cuya máxima expresión se alcanzó con las revueltas
del 68, se estaba frente a una cambiante y, por lo tanto, también incierto escenario
político y social en el que se entremezclaban las antiguas y las nuevas formas de
representación social y política.
A esto se añade el hecho de que durante estos años dorados aumentó sensiblemente
el bienestar general de la población, los incrementos salariales reales fueron
elevados, el desempeño se mantuvo en niveles muy bajos y, por lo tanto, la capacidad
de consumo de bienes materiales, culturales y simbólicos fue extremadamente fuerte.
Esto acentuaba las tendencias individualistas, en tanto que la satisfacción de las
necesidades pasaba cada vez más a través del consumo y se realizaba menos en los
ambientes públicos. Desde dos ángulos estas tendencias afectaron particularmente a
los jóvenes: de una parte, se manifiestan síntomas de rebeldía contra esta dictadura
del consumo, pero, de la otra, jóvenes de todo el mundo, esos 270 millones que
mencionábamos anteriormente, gracias a los avances registrados por los medios de
comunicación, hacían parte de una cultura que se globalizaba y ellos precisamente
41
eran uno de los principales blancos de las industrias culturales (moda, música, series
televisivas).
42
ofrecer nueva gama de productos. Por último, pero no por ello menos importante, las
nuevas tecnologías de las comunicaciones, la modernización de los transportes y de
manera muy especial la revolución informática ocasionó un gran impacto en la esfera
de producción (nuevas industrias, robotización, informatización de la producción,
etc.), En la organización industrial y en la comercialización de bienes. El anhelo de la
gran ciudad industrial, cuyo ejemplo clásico con la General Motors, pertenecía a la
historia. Comenzaba la era de las industrias posfordistas, constituidas por redes de
dispersas empresas medianas y pequeñas en regiones aledañas o, cuando era el
caso de conquistar nuevos mercados o encontrarse en proximidad a importantes
nichos de mercado, en países distantes. En los países periféricos, lugares en los
cuales el fordismo fue débil y donde también se dificulta encontrar ejemplos
posfordistas, La modalidad de acumulación flexible se realizó básicamente mediante
la implantación de las industrias maquiladoras, entidades productivas libres de
cualquier tipo de autoridad política, flexibles en su producción y sobre todo
caracterizadas por ser unidades donde son escasas o inexistentes las regulaciones
laborales. En México, por ejemplo, la industria maquiladora a lo largo de sus más de
30 años, sólo ha podido integrar menos del 3% de partes y componentes de origen
nacional a los procesos de producción.
Al respecto, conviene hacer una pequeña salvedad: este tránsito de uno a otro
régimen de acumulación se debe entender en perspectiva, es decir, como tendencia
y no como una situación consumada. En efecto, en ese entonces se empieza a asistir
a cambios en los marcos de relación salarial y laboral, nuevas formas de producción,
modernos sistemas de gestión, etc., todo lo que apunta a dejar atrás el esquema
fordista. Pero ello no se debe interpretar, como ocurre en parte sustancial de la
literatura, como si se hubiera producido un cambio radical que habría modificado la
naturaleza misma del capitalismo. Como señala el mismo David Harvey, el geógrafo
que popularizó la noción de la acumulación flexible,
43
particularmente el yen y el marco. Esta decisión estuvo motivada por el enorme déficit
exterior de Estados Unidos frente a sus dos grandes competidores: Japón y Alemania,
lo que había sido provocado por una intensificación de la competencia internacional
entre la potencia hegemónica y las dos potencias mercaderes. El resultado fue una
recuperación de la competitividad de Estados Unidos, una mayor rentabilidad para
sus empresas y un mayor equilibrio en su balanza comercial. Con esta decisión, el
peso en la mantención global del sistema se transfirió a Japón y Alemania, lo que
había sido provocado por una intensificación de la competencia internacional entre la
potencia hegemónica y las dos potencias mercaderes. El resultado fue una
recuperación de la competitividad de Estados Unidos, una mayor rentabilidad para
sus empresas y un mayor equilibrio en su balanza comercial. Con esta decisión, el
peso en la mantención global del sistema se transfirió a Japón y Alemania, se
exacerbó la competencia a nivel internacional y el pivote del sistema de Bretton
Woods, la relativa estabilidad financiera del periodo de posguerra, cedió su lugar a
una gran variabilidad, de donde se desencadenó la globalización financiera.
El otro evento fueron las crisis del petróleo de 1973-1974 y de 1979 a 1980, con las
cuál el precio del crudo importado subió de 3,73 dólares por barril en 1973 a 33,50
dólares en 1980. Estas crisis no fueron la causa de transformaciones estructurales,
como se sugiere a veces, sino simplemente agudizaron las tendencias que ya venían
latentes y que exigían una pronta solución. En un periodo de ocho años, los países
de la OPEP obtuvieron un excedente de 360 mil millones de dólares, de los cuales la
mitad se depositó en bancos Occidentales y el 40% se invirtió en los países
desarrollados. Esta inmensa masa monetaria en circulación fue ofrecida por los
grandes bancos principalmente a los países en vías de desarrollo en forma de créditos
con bajas tasas de interés, antecedente que explica la crisis de la deuda que estalló
a inicios de la década de los años 80.
En cuanto a los países del Este, y de modo especial la Unión Soviética, esta crisis los
favoreció enormemente: la URSS, en su calidad de primer productor mundial de
petróleo, dispuso de inmensos recursos financieros que le permitieron esconder las
disfuncionalidades de su modelo y prolongan así la lenta agonía de su sistema. Pero
también los hidrocarburos permitieron que se intensificará la interdependencia de
estos países con la economía capitalista mundial, ya que empezaron a disponer de
divisas que se utilizaron para adquirir masivamente productos occidentales. Por eso
los años dorados de la Unión Soviética se prolongaron hasta finales de la década de
los 70. Los demás países socialistas también se beneficiaron a su manera, de esta
bonanza. Cuba, por ejemplo, fue autorizada para reexportar el petróleo soviético que
adquiría abajo precio a cambio de azúcar. Otros países, entre ellos un buen número
de Estados de la Europa Central, al igual que buena parte de los latinoamericanos,
contrajeron deudas con la banca internacional, fenómeno que fue agudamente
resentido por algunos países como Polonia que a inicios de los 80´s, tuvo que hacer
frente a una aguda crisis económica y social que casi se llevó por delante al gobierno.
44
Por último, para los países desarrollados, en su calidad de grandes importadores de
petróleo, estas crisis sirvieron de estímulo para aumentar sus capacidades
exportadoras y poder mantener así el equilibrio de sus balanzas de cuentas corrientes
y acelerar la reconversión, modernización productiva con el fin de reducir su
dependencia de la importación de hidrocarburos. Con respecto a todos estos países,
es decir los exportadores de petróleo, en desarrollo no petroleros, socialistas y
altamente industrializados, estas crisis se convirtieron en acontecimientos que
aceleraron e intensificaron la internacionalización de sus economías.
Ante el adverso panorama financiero y comercial incentivado por el aumento del
precio del petróleo, no fue extraño que en los países desarrollados se planteará con
mayor urgencia la necesidad de buscar una salida a la crisis, sobre todo cuando la
tasa de crecimiento de los países de la OCDE había descendido del 3,9% en el
período 1960-1968 al 1.9% entre los años 1973 y 1979.
Este proceso que afectó primero a las grandes empresas, rápidamente se extendió
hacia las medianas y pequeñas unidades. Las empresas medianas fueron
precisamente las que se encontraron en una posición de mayor fragilidad -su
producción se destinaba fundamentalmente a abastecer el mercado nacional- Ya que
fueron aventajadas desde arriba por las grandes transnacionales que entraron a
competir en sus mercados y, desde abajo, por las nuevas oportunidades productivas
inauguradas por la revolución informática, ocasionando una acentuación de la
flexibilización productiva, que ha permitido que los pequeños productores se apropien
con mayor agilidad de estos avances científicos y tecnológicos y entren a competir en
campos fuertemente especializados.
Es decir, la aparición de importantes segmentos transnacionales consolidados en la
economía mundial rompió con la unicidad de los espacios económicos nacionales,
que sólo tangencialmente entraban en contacto, entre sí a través de las actividades
comerciales internacionales. Además de la gran movilidad que el fin de la
convertibilidad del dólar y las crisis del petróleo imprimieron los flujos financieros, que
dieron origen a la aparición de circuitos monetarios transnacionales, la flexibilización
45
de la producción inauguró especialidades diferenciadas para el funcionamiento de las
empresas. En este plano, los cambios más importantes que se presentan son dos: de
una parte, la aparición y consolidación de nuevas especialidades en el funcionamiento
de la economía; además de los tradicionales en espacios internacionales, nacionales
y mundiales se consolida un ambiente macro regional (que involucra a países
colindantes o a zonas fronterizas al margen de la actividad de los estados). De otra
parte, se produce una interpenetración entre estas espacialidades que poca relación
guarda con una configuración tipo piramidal; más bien constituye una compleja red
de espacios que interrelacionan de acuerdo con la lógica de funcionamiento de la
economía de mercado.
De esta dinámica que asume la economía mundial en su fase actual conviene resaltar
un par de elementos que establecen una marcada diferencia con la tendencia que el
capitalismo había asumido prácticamente de sus orígenes. Si desde la constitución
territorializada de las naciones se intento homogeneizar los espacios nacionales, lo
que -en lo económico- debía dar lugar a la conformación de una especialidad única,
la tendencia que se empieza a traslucir marcadamente a partir de esta fase, al
construir redes espaciales de interacción económica, es la liberación de la región y
de la localidad del manto homogeneizador de la nación, lo que les abre perspectivas
de desarrollo al margen, e incluso a veces en contravía de la "voluntad” de la misma
nación y la inserta dentro de la dinámica mundial. Esto obedece básicamente a dos
46
motivos: de una parte, constituye la constatación de qué así como no existen los
Estados naciones uniformes, tampoco existen los espacios nacionales
homogeneizados y, de la otra, que la globalización económica se realiza no tanto a
partir de espacios nacionales, aun cuando existían países, Estados y sobre todo
gobiernos que desempeñan un papel de primer orden en la conformación de estas
nuevas tendencias, sino de polos transnacionales que se articulan en una dimensión
global.
47
y las innovaciones tecnológicas constituyen un trasfondo que potencia el desarrollo
de las tendencias globalizantes sin que la globalización económica se resuma en ello.
El otro factor que vale la pena señalar consiste en que estos años adquirió gran fuerza
la entronización de elementos culturales en la producción, lo que se podría denominar
la culturización de la producción. Desde que el producto dispone de un valor de uso,
pero también de un valor estático y consumista. Ellos no sólo han significado la
consolidación de Estados intermedios en escala de producción y comercialización, en
los cuales se diseñan las imágenes, se establecen las estrategias publicitarias y se
producen los segmentos sociales hacia los cuales se destina a la mercancía, sino
más bien un nexo entre el producto y la producción.
Esta culturización de la producción se expresa igualmente en el hecho de que la
flexibilización en lugar de la anterior estandarización de la producción permite crear
productos para mercados específicos que se adaptan a las diferencias de gusto que
expresan los consumidores.
- A instancias del propio Estados Unidos, en septiembre de 1985, las cinco naciones más
desarrolladas acordaron forzar el dólar a bajar en 40% para reducir el déficit comercial de
Estados Unidos. Este acuerdo, llamado acuerdo plaza, ha tenido efectos perversos sobre la
48
economía mundial. El objetivo de depreciar el dólar era reducir el déficit externo de Estados
Unidos y mejorar la competitividad. El énfasis de los países del G-S en la parte comercial fue,
sin embargo, errado. Olvidaron el efecto del acuerdo sobre los flujos del capital. Durante el
sistema de Bretton Woods, El 90% de los movimientos netos de capital estaba ligado al
comercio internacional. Con los tipos de cambio flexibles, sin embargo, esta situación cambió
diametralmente. La inversión de capital, hasta entonces principalmente destinada a los
mercados internos, empezó también a moverse internacionalmente. La fuerza que mueve la
economía internacional desde 1971 no es el comercio internacional, sino los flujos de inversión
de capital (...) países del G-5 lograron hacer bajar el dólar. Al anunciar que su objetivo era de
apreciarlo el 40% anunciaron también a los inversionistas, principalmente japoneses, que la
rentabilidad de sus inversiones en dólares en Estados Unidos se despreciaría junto con el
dólar. Como resultado, hubo un retiro de fondos de Estados Unidos que llevó al crash bursátil
de 1987 (...) Los inversionistas japoneses redujeron su inversión en bonos del gobierno
norteamericano, desde un 25% de la deuda pública de Estados Unidos en 1987 a un solo 7%
en los tres años siguientes. El masivo retiro de capitales de Estados Unidos, se volcó como
entradas de capital a Japón, donde género el auge de la segunda mitad de la década de 1980,
el cual reventó en la burbuja de diciembre de 1989. Con el crack de la bolsa de Japón, el capital
salió de este país y se volcó en Asia del este, donde generó otro auge y burbuja, que tuvo su
punto más alto en 1994, a partir del cual el capital empezó a abandonar Asia, generando la
crisis asiática de 1997.
A partir de este momento, cada vez se planteó de modo más urgente la necesidad de
que los Estados y las economías nacionales se adaptaran a estos nuevos círculos
globalizados lo que dio un poder inconmensurable a los agentes privados
trasnacionales en la determinación de las reglas de juego prevalecientes en la
economía mundial. No se puede hablar de una genuina globalización financiera hasta
que todos los mercados financieros del mundo estén completamente integrados de lo
cual se desprende que se tiene que establecer idénticas tasas de interés, análogas
formas de rentabilidad para los capitales y una idéntica o por lo menos equilibrada
tasa de cambio. Por el contrario, en la actualidad estos capitales transnacionales se
benefician precisamente de los grandes diferenciales que en estos planos subsisten
entre los países. Por ende, La transnacionalización de los flujos financieros se
beneficia de la inexistencia de una globalización de estos flujos y no de la existencia
de la misma como se asevera generalmente.
49
Pero en general, fue con el ascenso de los Estados Unidos al rango de potencia
mundial, cuando comenzaron a proliferar las grandes empresas transnacionales.
Generalizando se podría decir que hasta la década de los años 70, las grandes firmas
eran, ante todo, corporaciones multinacionales, las cuales se caracterizaban por
disponer de numerosas filiales en diferentes países del mundo, pero tenían su centro
en el país de donde era oriunda, las estrategias se dictaban desde la casa matriz y
los beneficios iban a parar fundamentalmente al país de origen. A partir de la década
de los años 70, las antiguas empresas multinacionales evolucionaron hasta
convertirse en corporaciones transnacionales, cuyos rasgos fundamentales son el
parcial desapego con respecto a su país de origen por cuanto muchas veces realizan
el grueso de sus transacciones desde los paraísos fiscales, a lo que en ocasiones se
suma el que, debido a las grandes funciones que muchas veces comprometen a
empresas de más de un país, pierden sus rasgos originales, se encuentran
localizadas en varios países, abarcan diversos estadios de la producción y
corporativamente se reparten los beneficios. Como señala E. Hobsbawm,
- hasta los años 70 una empresa que hubiera deseado poner en marcha la
producción de automóviles en un país distinto al de origen, debía construir una
fábrica entera y transplantar todo el proceso productivo al lugar, previamente
elegido (...) Hoy, En cambio, es posible descentralizar la producción de
motores y de otros componentes y después hacerlos converger donde se
quiera desde un punto de vista práctico, la producción ya no se organiza dentro
de los continentes políticos del Estado en que se halla en la casa madre.
50
racionalidad de las redes por ellas construidas en el seno del mercado mundial,
ambiente en el cual se alzan como sus principales agentes.
El poder de estas empresas se mantiene fuerte con respecto a los países débiles y
en desarrollo, pero la situación es diferente en relación con las naciones más
desarrolladas o poderosas.
51
estratégica de largo plazo y no obstante los niveles de autonomía que han alcanzado
siguen dependiendo del Estado en la realización de gran parte de sus actividades.
Son conocidas al respecto las presiones que ejercen sobre el gobierno
norteamericano para que suscribiera el Acuerdo de Libre Comercio de América del
Norte, no obstante, la oposición de varios grupos internos de presión y el lobby que
han realizado las empresas transnacionales europeas en Bruselas para acentuar la
liberación económica dentro del espacio europeo y para que se concierten posiciones
frente a terceros países.
Esto se convierte en un fenómeno capital del nuevo escenario mundial por dos
razones principales: de una parte, las guerras comerciales se convierte en un contexto
que obliga a las empresas, y de suyo a los países, tanto a los que tienden a
identificarse con las estrategias de sus “propias” empresas transnacionales como
aquellos interesados en intensificar la presencia de estas en sus propios espacios
nacionales, a acelerar la transnacionalización de sus procesos productivos y de sus
economías, porque la intensificación de la competencia conduce a que los países
siempre deban estar en condiciones de no perder la condición de global player
(transformación cualitativa que refuerza la lógica del sistema en su conjunto), e
igualmente las guerras comerciales se constituyen en una dinámica que abarca a un
número cada vez mayor de países y de regiones, a los cuales adopta para convertirlos
en propósitos de sus competiciones estratégicas. De este doble proceso se constituye
una especialidad jerárquica (la geoeconomía) que, dependiendo del grosor y la
intensidad de los circuitos transnacionalizados, divide el espacio económico mundial
en zonas centrales, integradas a los respectivos centros, regiones de interés y, por
último, franjas marginadas.
Es decir, de estas guerras comerciales, que son el resultado de los cambios que se
han presentado en los procesos productivos, se desprende una nueva configuración
piramidal del mundo, determinada por los niveles de interacción que los países y
regiones tienen con los flujos transnacionales, lo que reproducen mecanismos de
poder y dependencia en el mundo. De estas guerras, por lo tanto, se desprende una
geoeconomía, es decir, la manera como se organiza la economía mundial a través de
las especificidades de la actividad económica, la "especialización" de las distintas
52
áreas geográficas, su lugar en la división internacional del trabajo y la intensidad de
la interdependencia económica.
De otra parte, estas guerras comerciales, que cristalizan profundos cambios en los
sistemas económicos, suponen un cambio radical en las condiciones y capacidades
para impulsar el desarrollo por parte de los distintos países. Si antes el desarrollo
quedaba básicamente circunscrito a los países industrializados, a partir de esta nueva
realidad, mucho más flexible y adaptable que las que existían con anteriores, ciertas
regiones del mundo periférico asimilan este "desarrollo económico moderno" y se
convierten en nuevas regiones de moderna acumulación y desarrollo (v. gr., Los
países del sudeste asiático). En este sentido, la modalidad transnacional que asume
el capitalismo imperante abre posibilidades de desarrollo para los países del sur, aun
cuando los condiciona en la medida en que esto se convierte en una realidad sólo si
compatibilizan adecuadamente las reformas internas con las tendencias
predominantes en la naciente economía mundial. Esto es lo que explica, entre otros,
porque en esta época se asiste a una atomización del Tercer Mundo, con un conjunto
de países que logran ascender dentro del sistema (v. gr., algunos países de Asia
Pacífico), otros se hunden en las profundidades del Sur (gran parte de África
subsahariana) Y los demás quedan en una situación intermedia, luchando para no
descender a posiciones más periféricas y tratando de seguir el derrotero de los países
más exitosos.
53
costos y mantener las condiciones de competitividad y los niveles de eficiencia, se
propenda, primero en estos países y posteriormente se intenta repetir en otras
latitudes, a desmantelar las rigideces laborales previas a cambio de lo cual se
generaliza la subcontratación, el trabajo a tiempo parcial, el alargamiento de la
jornada laboral y la reducción salarial, proceso que transcurre paralelo a un sensible
incremento en los ingresos de aquellos sectores que se encuentran más entronizados
con el sistema.
Conviene señalar que estos cambios en las relaciones laborales no son resultado
natural de la globalización en sí, sino de la modalidad del capitalismo por la que han
optado numerosos Estados, entre varios de los más poderosos (Estados Unidos,
Gran Bretaña), para adaptarse a las tendencias y tratar de encausar la globalización
económica hacia un contexto de mayor desregularización, lo que a la postre conduce
a que otros lo intenten o se vean constreñidos a repetir dicha experiencia.
A los anteriores se suman otros cambios estructurales que comenzaron a alterar el
tejido mismo de la sociedad. Si la década de los años 50 marcó el fin de la milenaria
clase campesina en los países industrializados y posteriormente en el Este y en el
entonces tercer mundo, poniendo término a la contratación entre el campo y la ciudad,
dado que la numéricamente frágil población rural ha terminado adoptando los hábitos
y formas de vida urbana, en los años 70´s, el turno recayó en la clase trabajadora. No
sólo se comenzó a asistir a una disminución numérica de los trabajadores manuales,
fenómeno muy acentuado en los países desarrollados, sino también a su dispersión,
como resultado de la flexibilización de la producción, y a su transformación en otras
categorías sociales por el peso creciente que comenzó a tener el sector terciario en
la economía.
54
a un reflujo de las tendencias socialdemócratas, ya que estas se habían identificado
a tal punto con la existencia de los movimientos sindicales y sobre todo del Estado de
bienestar, que cuando este último entró en su fase crítica como resultado del paulatino
desmonte de los compromisos fordistas y los primeros se replegaron por la
flexibilización de las relaciones laborales, vieron minado el terreno sobre el cual
construían su discurso.
55
cada vez era más evidente que el control territorial sobre esa porción del viejo
continente ya no deparaba poder al país de los soviets. De ahí su inclinación a
intensificar los vínculos con los Estados Unidos, Europa Occidental y normalizar las
relaciones con Japón y los tigres y dragones de Asia-Pacífico. O sea, se propuso
convertir a la URSS en parte de los circuitos transnacionales globales.
Algunos acontecimientos internacionales, entre los que cabe citar esta la evolución
iraní de 1979 y el arribo de Gorbachov al poder de la Unión Soviética en 1985,
contribuyeron a desdibujar el ordenamiento predominante, pues dejaron de
expresarse en términos de la bipolaridad reinante en la época de la Guerra Fría.
56
Igualmente el mayor margen del que gozaban los países que se encontraban en las
zonas de la superpotencias eran Estados socialistas, a contracorriente de los
intereses norteamericanos del gobierno alemán, la reanudación de las relaciones
diplomáticas, comerciales de algunos países latinoamericanos con los Estados
Soviéticos con el propósito de abrir márgenes de negociación internacional, vía de la
voluntad imperial de los Estados Unidos, las reiteradas variaciones de una mayor
equidistancia de algunos Estados socialistas con respecto a los lineamientos
soviéticos, cómo Checoslovaquia la primavera de Praga de 1960, Hungría a lo largo
de la década de los 70 y 80, Polonia con el activo movimiento Solidaridad entre 1980-
1981, y la Rumania de Ceaucescu, A ló que se sumaba el consumismo entre chinos
y soviéticos fueron una clara demostración de globalización política bajo la forma de
la Guerra Fría estaban llegando a su fin y se estaba asistiendo a una desglobalización
de esta forma política de las instituciones que la acompañaban.
Esta erosión del poder se manifestó de manera más cruda en la Unión Soviética que
los Estados Unidos debido a que el país de soviet siempre se mantuvo apegado a
una concepción tradicional del poder, en el cual la riqueza y el capital eran simples
condiciones que permitían la reproducción del poder político. Mientras tanto, los
Estados Unidos siempre, pero con mayor énfasis a partir de los años 70, comenzaron
a concebir el poder no tanto en una perspectiva territorial sino económica (liderazgo
en los sectores de punta), en donde la riqueza y el capital eran un fin en sí y,
podríamos decir que también posmoderna, consistente en la conservación de la
supremacía mediante la conformación de redes que le garantizaban reproducir su
hegemonía. Los intentos gorbachovianos por globalizar su país y desapegarse de la
concepción tradicional del poder se vieron frustrados porque terminaron ocasionando
el derrumbe del sistema antes de qué los mecanismos de cambio entraran en
funcionamiento.
En resumidas cuentas, las décadas de los años 70 y 80 constituyen un momento
crucial en la historia de la globalización. En sí, antes de esta fase, la globalización
existía como una serie de circuitos débilmente intercomunicados, con espasmódicas
situaciones de mayor interacción, sucedidas por otros largos periodos de
aquietamiento de las tendencias globalizadoras, cuando no de reflujo de las mismas.
57
LA CAÍDA DEL MURO Y LA SINCRONIZACIÓN DE LAS TENDENCIAS
GLOBALIZADORAS
Desde varios puntos de vista se puede considerar la caída del Muro de Berlín (8 y 9
de noviembre de 1989) cómo el acontecimiento capital de la historia del tiempo
presente. De una parte, puso término al denominado breve siglo XX, como lo ha
acreditado E. Hobsbawm, siglo que se inició tardíamente en 1914 y finalizó de manera
apresurada en 1989. Por otra parte, fue el evento que simbolizó la caída del principal
sistema socioeconómico competitivo del capitalismo: el socialismo soviético. Además,
fue un evento que contribuyó a acelerar el desmoronamiento de la otra gran potencia
(la Unión Soviética) y de dos de las instituciones que simbolizaban la época de la
Guerra Fría: el pacto de Varsovia y el Consejo de ayuda. CAME, Y selló el triunfo
definitivo de los Estados Unidos, con lo cual la bipolaridad como eje ordenador de las
relaciones internacionales quedó definitivamente regalada al museo de la historia.
Igualmente, hizo posible la reunificación alemana, proceso que ha iniciado una nueva
página de la historia europea que, por cierto, aún no termina de escribirse. Por último,
significó la ampliación de la esfera de acción del capitalismo transnacional.
A partir de este evento y de la decisión de las sociedades Europeas Centro-Oriental
de optar por el establecimiento de la economía de mercado por una integración en la
economía mundial en sustitución al difunto esquema de planificación centralizada
como sistema de gestión, prácticamente todo el mundo por primera vez en la historia
se encuentra a merced de la economía de mercado, con la sola excepción de ciertos
islotes que aún intentan preservar modelos alternativos de desarrollo.
Pero la mayor importancia que tiene la caída del Muro de Berlín en nuestro presente
más inmediato consiste en que fue el acontecimiento que sincroniza las diversas
tendencias globalizadoras que venía desplegándose desde finales de la década de
los años 60 -la tercera revolución industrial e informática, la intensificación de la
globalización económica y financiera, el ocaso de la Guerra Fría como forma de
ordenamiento político de los pueblos aunado a las profundas transformaciones
culturales (nuevos referentes) y sociales (desaparición de la estructura social propia
de la sociedad industrial)-, Las ubicó en un único movimiento envolvente y las
proyecto hacia nuestro presente más inmediato. Como producto de esto la
sincronización y del indefectible cierre de un intenso periodo, a inicios de la década
de los años 90 se popularizó la idea de que la globalización es un fenómeno singular,
inédito en la historia, o que estaba dando origen a una nueva era, en la historia de la
humanidad. Lo cierto es que con este acontecimiento se ingresó, a una nueva fase
en el desarrollo de las tendencias globalizadoras, más intensas, más sistematizadas
que las que habían tenido lugar en épocas anteriores y mucho más sincronizadas.
Con la caída del Muro de Berlín hemos ingresado a la última fase de la globalización,
la cual, la que se desarrolla en nuestra inmediatez, en nuestra historia del tiempo
58
presente. Una de las grandes fortalezas de esta etapa de la globalización ha
consistido en que los procesos que desde hace algún tiempo venía desarrollándose
y que, en sus diferentes manifestaciones (sociales, económicas, políticas y
culturales), convergen en torno al desdibujamiento de las fronteras entre lo interno y
lo externo, y que fueron refractadas por la caída del Muro de Berlín, se toparon con
una doctrina: una ideología, que empezaba a ocupar posiciones hegemónicas, el
Neoliberalismo, que había salido de su anterior enclaustramiento y que se estaba
convirtiendo en un discurso que alcanzaba cada vez mayor aceptación a lo largo y
ancho de todo el mundo. Este discurso que se adecuaba a la naturaleza intrínseca de
la globalización se ha convertido en un elemento que ha contribuido a justificar la
necesidad de propender hacia una mayor liberalización e integración en sistema
mundial y a una mayor uniformidad de las experiencias de los distintos países para
asumir como propias las dinámicas que se están desarrollando en el plano global.
59
desarrollo económico se entendía como un mecanismo que debía servir a la sociedad
mejorar las condiciones de vida de sus miembros, con este cambio la economía se
ha convertido en una finalidad en sí misma.
Como lo señalamos en páginas anteriores, desde hace algunos años varios factores
estaban contribuyendo a sacar el neoliberalismo de su anterior encierro (El fin de la
estructura de clases propia de la sociedad industrial, que había dejado sin piso al
marxismo, el debilitamiento del Estado de bienestar que privaba a la sociedad de
democracia y a la democracia cristiana de esos principales referentes). Al despuntar
la década de los años 90 se le sumaron otros tantos: de una parte, la restructuración
de los modelos desarrollistas de los países en vías de desarrollo fue un proceso que
venía siendo impulsado por organismos multilaterales, entre los que se destaca el
Fondo Monetario Internacional, que proclamaba los cuatro vientos la pertenencia de
los preceptos neoliberales y que condujeron a muchas naciones en desarrollo a
aplicar dichas disposiciones en la reconfiguración de sus economías e incluso de sus
sociedades. El resultado de este esfuerzo emprendido por la FMI consistió en que el
neoliberalismo comenzó a ganar terreno en muchos países del sur y se convirtió, en
un comienzo, en una doctrina de alta popularidad en estos países.
Por su parte, el hecho de que la mayor parte de los países de Europa Centro - Oriental
optara prestamente, en medio del fragor de su pacífica revolución, por establecer una
economía de mercado, proceso en el cual correspondió una vez más al Fondo
Monetario Internacional un papel de primer orden, parecía corroborar la validez, la
pertinencia y sobre todo el carácter universal de este tipo de discurso y acción. Ya la
reconversión de los países del heterogéneo sur había demostrado que el
neoliberalismo no era un recetario aplicable sólo a un puñado de naciones
desarrolladas; en él también podían inspirarse y apoyarse las naciones que aún
60
tenían un largo trecho por recorrer para alcanzar la verdadera modernidad. Ahora,
cuando el turno correspondió a los países de Europa Centro-Oriental, naciones que
habían experimentado en carne propia un modelo alternativo de sociedad, donde el
mercado (Y ni hablar de la economía de mercado) Era prácticamente inexistente o se
limitaba a circuitos muy restringidos, el neoliberalismo pareció demostrar que era un
legítimo pensamiento con pretensión de universalidad.
Pero sin duda la situación más importante que le da validez a este discurso radicó en
el hecho de que la gran potencia triunfadora de la guerra fría, los Estados Unidos, se
habían convertido desde la década de los años 80 en los grandes abanderados de su
causa. Los preceptos neoliberales ya habían sido puestos en práctica con anterioridad
en otros países. El Chile de Pinochet y la Gran Bretaña thatcheriana, pueden
considerarse como los primeros experimentos de reorganización social a partir del
cuerpo doctrinal del neoliberalismo, pero, por el subdesarrollo y el carácter dictatorial
del primero así como por la escasa y muchas veces objetada influencia mundial de
la segunda, estos casos no podían por sí solos convertirse en modelos que atrajesen
la atención e intentasen ser reproducidos en otras latitudes. Todo esto sufrió un
drástico cambio cuando los Estados Unidos, bajo la presidencia de Ronald Reagan
dieron inicio a su revolución conservadora.
61
fundamento para la existencia de un mercado libre, es un requisito importante, la
experiencia histórica también demuestra que cuando se han desarrollado las bases
de la modernización y cuando los circuitos globalizado tienen un gran estudio como
ocurre en la actualidad, la concepción colectivista puede convertirse en un factor
potenciador del desarrollo, tal como lo demuestra el ejemplo japonés.
Ahora bien, esta fortaleza de las actuales tendencias globalizantes que se encuentran
en una ideología determinada un factor que las impulsa a proseguir en la celda de su
expansión y universalización, constituye uno de los mayores obstáculos que enfrenta
cualquier persona que quiera detrás de la comprensión de la esencia de la
globalización. De una parte, porque se produce una gran confusión tanto en sus
epígonos, detractores, como en el ciudadano común en torno a los significados de los
conceptos de globalización y de neoliberalismo. Para muchos, sobre todo en aquellos
que deliberadamente asumen posiciones contestatarias, ambos conceptos son
concebidos como sinónimos y por eso muchas veces plantea como objetivo
estratégico luchar contra la globalización porque ese sería un procedimiento que
aparentemente les permitiría contrarrestar la fuerza inexorable del neoliberalismo.
Quienes se adscriben a las tesis neoliberales, por el contrario, se imaginan que se
encuentran en la cresta de la ola del progreso, de la modernidad de la posmodernidad,
según sean sus preferencias y de que en el futuro después de todo está con ellos.
62
ajustándose a la direccionalidad que le imprimirían los sectores que, en esas
circunstancias, se encontrarían asumiendo las posiciones y hegemónicas en el ámbito
mundial. El contenido de las leyes globalizadoras sería el mismo, pero la forma sería
seguramente otra.
Ahora bien, la entronización entre la caída del Muro de Berlín, la expansión de las
tendencias globalizantes y el discurso no se agota en esta compleja dimensión del
problema. Existe otro ángulo, más simple, pero no por ello menos importante. En la
década de los años 90, la globalización, en el discurso de buena parte de las élites
políticas y económicas, ha pasado a ocupar el lugar que se asignaba en occidente a
la extinta Unión Soviética, como representación del mal, que servía de justificación ni
pretexto cuando se cometían grandes excesos (apoyo a regímenes dictatoriales,
violación sistemática de los derechos humanos, invasiones, injerencia de los asuntos
internos, etc.) Y, por esa razón, se ha convertido en una coartada cuando no en un
simple pretexto para aplicar reformas y profundas restructuraciones que, de lo
contrario encontraría una seria resistencia.
- hay una buena razón -escribe Edward Luttwak-, para que el avance del turbo
capitalismo (El capitalismo de inspiración norteamericana en su fase
transnacional, H.F.) Vaya acompañado de tanto debate en torno a la
globalización. Para los intereses de la empresa privada, hablar de la
globalización es la mejor manera de conseguir la sonoridad del resto de la
nación en su lucha contra las leyes y las instituciones que le parecen más
restrictivas. Naturalmente, las empresas francesas que actualmente pide la
supresión de las leyes de protección de empleo, por ejemplo, prefieren que la
atención se centre en su batalla contra los competidores extranjeros y no en el
conflicto contra los sindicatos de su propio país.
En síntesis, el papel de este discurso, que ningún modo puede ser minimizado, genera
una gran confusión en ciertos sectores por cuanto no son pocos los que tienden a
equipar la globalización con neoliberalismo, a percibirlos como dos categorías
sinónimas, cuando en realidad, tal como hemos tenido ocasión de demostrarlo, existe
un enorme sustrato globalizador real distinto del plano donde se desenvuelve la
ideología. Tal como se presenta actualmente, que esta última converja, alimente y
redireccione la globalización, no significa que no exista. Simplemente, como en todo
proceso histórico siempre existen actores interesados en asumir la dirección de los
procesos para encaminarlos de acuerdo con sus intereses.
63
Al tiempo que el mundo de los años 90 ha puesto al neoliberalismo a la ofensiva, la
actual situación tiende a desvirtuar la validez de los discursos alternativos. Junto con
el marxismo, parecería que todas las teorías inspiradoras de los movimientos
radicales fueron a parar “al museo de la historia junto al arado y la rueca”, Al decir de
Engels, lo que, a su vez, se convierte en otro alimento que infunde nuevos bríos al
poder omnipresente del neoliberalismo. Numerosos son los casos de organizaciones
de izquierda que han comenzado a adoptar otros referentes doctrinados que le
permiten acoplarse y activar dentro del sistema. En la esfera cultural, las huellas
dejadas por la calidad de las transformaciones son también profundas. No tan sólo el
realismo socialista desapareció por completo (lo cual probablemente no sea nada
malo), sino que, además, la perspectiva de emplear y orientar la cultura como vehículo
de afirmación de nuevos valores en la formación de individuos más preocupados y
conscientes de los candentes problemas universales, empieza hacer hoy más un
nostálgico recuerdo o la acción de un puñado de fundamentalistas. Esa cultura que
funcionaba con la política y que creaba expectativas de cara a futuro ha sido sustituido
por otra emparentada con el discurso de los medios de comunicación y catalizada por
las necesidades del mercado. Es ilustrativa, al respecto, la famosa sentencia de
Christa Wolf, renombrada escritora disidente de la antigua Alemania oriental, quien,
con gran tristeza, después del derrumbe del muro, escribió: “Mi país va hacia el Oeste
y todo mi texto se vuelve incomprensible”.
Un primer indicador que particulariza esta nueva fase, pero cuyos orígenes se
remontan a la etapa anterior se puede visualizar en el hecho de que entre los años
1984 y 1994 se asistió a un masivo tránsito de países que reorientaron sus esquemas
de desarrollo de uno hacia adentro, en otro hacia fuera, entre los cuales se cuentan
más de 60 Estados que llevaron a cabo las medidas unilaterales de apertura y
liberalización acorde con los compromisos de la Ronda Uruguay del GATT. Es decir,
durante estos años ha sido cuando más se ha intensificado y masificado a la
convergencia de las economías nacionales con los circuitos trasnacionales, lo que,
de suyo, se ha convertido en uno de los principales estímulos que refuerza la
ampliación de la cobertura de la acción de las tendencias globalizantes.
Esta convergencia, que, además, es sincronizada, que conduce a una concordancia
de gran parte de los países del mundo en torno a una pretendida, anhelada o
aborrecida, pero finalmente real economía global, desempeña un gran papel en la
reafirmación de la globalización puesto que se convierte en un nuevo referente que
contribuye a la creación de un imaginario mundial: por primera vez, prácticamente
64
todos los países del mundo propenden por un mismo esquema que consiste en la
adaptación de sus respectivos espacios nacionales como parte constitutiva de los
circuitos globalizados en procesos de integración.
- En todo el mundo -escribe Zaki Laidi-, las sociedades políticas parecen estar confrontadas a
los mismos problemas, a los mismos desafíos, incluso en la manera de enunciarlos. Se habla
hoy de la crisis del Estado, de la privatización del sector público, de la transparencia de la
administración, de la valorización del capital humano, sin hacer mención de temas más
políticos como el tránsito al mercado o a la democracia. De aquí se desprende el sentimiento
de vivir una temporalidad única.
Otras tendencias que han particularizado al mundo a partir de la década de los años
90 y que retroalimenta en la idea de la convergencia se observan en las siguientes
prácticas:
65
2. La generalización de estrategias encaminadas a atraer inversión extranjera y
crear las condiciones para suscitar el interés de las grandes empresas
transnacionales por su capacidad de penetrar mercados, sus elevados
recursos financieros, sus formas modernas de gestión y sus novísimas
tecnologías. En este sentido, se ha producido un importante cambio de actitud:
si antes las empresas trasnacionales encontraban obstáculos y despertaba en
suspicacia cuando deseaban penetrar determinados mercados, en la
actualidad, se manifiesta una favorabilidad hacia ellas en tanto que son
percibida como los principales agentes facilitadores de la adaptación a los
procesos globalizadores.
Esta situación reviste una importancia particular debido a que la globalización está
fortaleciendo una tendencia que venía manifestándose desde hace un par de décadas
y que consiste en que ésta emergiendo una nueva división internacional del trabajo
pero que a diferencia de las anteriores no ubica per se a los países que ocupaban
posiciones más frágiles dentro del sistema en la categoría de productores y
66
exportadores de materias primas, mientras se reserva la producción industrial y las
industrias de punta a los países más desarrollados. Por el contrario, la intensificación
de las tendencias globalizantes de la economía abre intersticios y crea oportunidades
para que cualquier país con capacidad de insertarse exitosamente en los circuitos
modernos (creación de pueblos trasnacionales de acumulación) pueda convertirse en
una nación plenamente integrada y ascender en el nuevo sistema económico mundial.
Una breve comparación puede ayudarnos a ilustrar este punto. En la década de los
años 70, cuando estalló el Boom petrolero, Argelia, rico país en recursos energéticos,
utilizó los grandes excedentes que le generaba la exportación de crudo, para dotarse
de una sólida infraestructura industrial estatal, la mayor del continente africano
después de Sudáfrica: realizó grandes inversiones de la industria pesada, muy
protegida por todo tipo de regulaciones de cuya producción sólo imprimo porcentaje
se destinaba al sector exportador, razón por la cual el país y yo interactuando con la
economía mundial a través de las exportaciones de hidrocarburos. Es decir, su eje
consistió en el desarrollo del mercado interno, pero si yo siendo a la distancia el
ejemplo soviético, reproduzco un esquema en el que la creación de una subida
industria pesada no sólo debía garantizar el crecimiento y el desarrollo sino también
la independencia económica del país, razón por la cual se estableció una relación
equidistante frente a los grandes centros económicos y financieros mundiales. Al cabo
de tres décadas, este inmenso esfuerzo económico se ha evaporado y hoy por hoy
Argelia es un país tan vulnerable a las oscilaciones internacionales y a las presiones
externas, como la mayor parte de los países africanos. Lo único que lo mantiene a
flote en su participación en el estratégico mercado de los hidrocarburos, rubro que
sigue representado el 85% del total de las exportaciones.
Diferente es la situación en Corea del Sur, país que supo de modo pragmático
establecer vínculos con Japón y los Estados Unidos, donde el Estado asumió un papel
activo de la modernización económica mediante el estímulo al desarrollo de un
poderoso sector privado, que contó en su etapa inicial con todo tipo de regulaciones.
Pero esta industrialización tenía un norte diferente al argelino: consistía en un medio
que debía permitir desarrollar estrategias de exportación. Entre 1965 y 1994, Corea
aumentó sus exportaciones. El crecimiento del sector manufacturero se convirtió en
el pilar que estimuló el aumento del ahorro interno y, por consiguiente, abrió el
volumen de las inversiones y con las exportaciones generó las divisas que le permitían
importar bienes de capital y cubrir las deudas contraídas.
67
además, en un debilitamiento de los otros sectores económicos que siguieron
dependiendo de los suministros provenientes del exterior. Corea, por su parte, se ha
convertido en un país exitoso porque has sabido conjugar el desarrollo interno. Para
lo cual ha contado con un estado programador. Con un sector industrial exportador
que has sabido utilizar sus ventajas comparativas a escala internacional. En síntesis,
estos casos demuestran que el desarrollo, en un contexto como el imperante, sólo es
pensable si se concibe el desarrollo económico interno en interacción constante y
permanente con los circuitos globalizados.
68
de organización y representación de la sociedad japonesa al esquema
norteamericano o a un pretendido modelo global. En Europa, no obstante, la gran
convergencia que se está produciendo en torno a la unión económica y monetaria,
las especificidades nacionales siguen subsistiendo y constituyen, sin lugar a dudas,
una de las fuentes que otorga mayor dinamismo al proyecto de la unión europea. En
otras palabras, la globalización Económica no es sinónimo de economía global,
implica romper o renegar las tradiciones y la cultura de cada pueblo. Por el contrario
trata de ser radica aquí en que estimula a la construcción Tejidos de redes que ponen
en competencia de los elementos sociales, culturales, políticos y económicos de cada
pueblo. Esto es una realidad, de la cual deben aprender las naciones
latinoamericanas, países que por múltiples circunstancias han asumido de manera
pasiva la globalización y por ello han tenido que identificarla como adaptación a la
economía global mediante una asimilación o crítica de economía de mercado, tal
como lo ha venido sugiriendo los organismos multilaterales de la crisis de la deuda
externa.
De esto se pueden extraer importantes conclusiones: de una parte más allá de la
intensificación de los intercambios tal como sugieren determinar los indicadores
económicos, la globalización económica no se puede seguir visualizando como un
elemento aislado de las otras manifestaciones sociales. La calidad de la cultura, el
tipo de sociedad, la educación, la institucionalidad reinante son factores que se
encuentran en el trasfondo de todo proceso estabilizador, lo que a la postre, sirve de
explicación de la amplia gama de procedimientos (nacionales o simplemente
específicos) de inserción internacional. De otra parte, si la globalización no es
equivalente a homogeneización de las economías nacionales, incluso tienen a
acentuarse las diferencias locales, regionales, nacionales y macro regionales, esto
trabaja en contra de la resistencia que la economía se ha autonomizado de la política.
- por esas mismas razones, la apertura hacia el mercado internacional ha de tener efectos muy
diversos en países que no cuentan con protecciones estatales, ni con sólidas instrucciones
civiles, ni con redes de solidaridad Inter social, y en otros que, gracias al desarrollo de
movimientos sociales y políticos, cuentan con plataformas institucionales e incluso, con una
cultura civil que les permite resistir y hasta desviar, los embates que provienen de la economía
global.
Para países débiles y frugalmente insertos, como la mayor parte de las naciones
latinoamericanas, en este plano se plantea un doble desafío. En la manera como se
está configurando el naciente sistema mundial, se exacerba, de una parte, la
individualización de las opciones, es decir la vida internacional se convierte en un
escenario en el cual cada uno lucha por su propia subsistencia en una especie de
darwinismo internacional y, de la otra, se reproducen a escala internacional un
ambiente análogo al que existe a nivel social, donde lo colectivo ha sido suplantado
por la búsqueda individual y privada de la satisfacción de las necesidades sociales.
Esto explica en alto grado las dificultades que los países latinoamericanos han
experimentado en el plano de la integración, la cual se vuelve funcional a la lógica
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imperante cuando permite mejorar las condiciones de inserción internacional, pero se
convierte en un obstáculo cuando no permite realizar las opciones individuales. Un
ejemplo paradigmático lo encontramos en el caso de Chile que ha vacilado entre el
Mercosur (alternativa colectiva) Y la suscripción de un acuerdo de libre comercio con
los Estados Unidos (opción individual).
La situación general por la que atraviesan actualmente nuestros países hace más
urgente este cambio de actitud tanto frente a la globalización como con respecto al
sentido y uso que se le asigna a la estrategias de integración: las grandes explosiones
sociales que se han extendido en los últimos años desde México hasta la Patagonia,
las situaciones de extrema ingobernabilidad en Perú, Ecuador y Colombia, las
crecientes dificultades por las que atraviesan países como Cuba y Venezuela para
mantener la viabilidad de los esquemas imperantes y el aumento de la vulnerabilidad
de la sociedades en el frente externo, tal como lo testimonial el caso argentino,
justifican el rápido cambio de perspectiva que debe traducirse en una nueva ola de
reformas.
70
En síntesis, con la globalización no debe ni puede haber lugar a fatalismo, cuando se
tiene claridad sobre lo que se desea.
Uno de los temas que con el tiempo alcanzará cada vez mayor relevancia guarda
relación con el impacto que este tipo de globalización económica tiene en el medio
ambiente porque propicia el consumo abundante de energía y, sobre todo, por su
propensión a desplegar actividades exportadoras.
- en la medida en que las normas que rigen el libre comercio es mantener la producción local,
todos los países y comunidades explotan lo que produce e importan lo que necesitan, la
intensidad energética del transporte. El envasado y la producción aumenta. Un pollo, por
término medio, recorre 2000 km antes de que se lo coma.
Quizá uno de los planos donde existe menor calidad sobre la manera como se
manifiestan las tendencias globalizantes es el social. La precarización de las
condiciones laborales, la flexibilización del trabajo, el gran aumento de las actividades
a tiempo parcial, la ampliación de la brecha entre Ricos y pobres, la elevada
concentración de la riqueza, el impacto de las tecnologías y de la informática en el
empleo, el alto desempleo, fenómeno que se ha convertido en un verdadero plagio
en las industrializadas naciones europeas, etc., ninguna de estas situaciones propias
de la sociedades modernas puede ser atribuida a la expansión que ha registrado la
globalización en el transcurso de los últimos años. La tendencia hacia la precarización
de las condiciones laborales no ha sido el resultado de la mayor interpenetración
económica entre los pueblos, sino del tipo de capitalismo por el cual se han inclinado
los países más desarrollados.
La competencia laboral por parte de los países con salarios más bajos tampoco puede
interpretarse como un efecto de la globalización en el cambio social. En los inicios de
la época moderna, cuando se quiso venir la tristeza de las corporaciones, Jesús la
llevaron las restricciones que impone a los gremios durante la reubicación de las
actividades manufactureras en el campo o en aquellas zonas que se encontraban por
fuera de la jurisdicción de los gremios. Es decir, ni siquiera esta práctica constituye
hoy por hoy una novedad. Así como tampoco podemos suponer, como es ya casi una
tradición en cierta literatura, que está precarización de las condiciones laborales y el
resultado del impacto que la organización social tiene en las modernas tecnologías
de la informática. Más bien se puede argumentar, siguiendo a Daniel Cohen, que
siempre ha habido un grande espacio entre el acelerado ritmo de transformación que
alcanzan las estructuras productivas y el desarrollo más lento del tejido social.
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Todas estas situaciones son más bien el resultado de la profunda reorganización
capitalista a la que se ha asistido en las últimas décadas, el peso de los discursos
neoliberales que han acelerado el desmonte de las instituciones y políticas
asistenciales y privatizando la seguridad individual y social, del repliegue del Estado
de la esfera social y de la menor no cobertura de sus políticas redistributivas. Como
acertadamente escribe Jean-Paul Fitoussi:
- Lo que genera el sufrimiento social no es la mundialización en sí, sino el retorno a una lógica
pseudo impotencia de los estados (...) La ideología consiste en que seguimos percibiendo los
mercados como lugares ficticios de coordinación cuando en realidad en el lugar de las
relaciones de fuerza, debido a que no están mediatizados por los Estados.
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- La tercera realidad es la de México marginado. Un sector ajeno al mercado.
Caracterizado principalmente por el autoconsumo y la autoproducción. Una
realidad de pobreza extrema para 26 millones de mexicanos. Un sector que se
encuentra en una buena parte ajeno a los impactos negativos de la
globalización, precisamente por vivir fuera del mercado, pero potencialmente
abierto a impactos positivos de la misma.
73
diferenciados como diferenciadores. La globalización divide en la misma medida que
une: la causa de la división son las mismas que promueven la uniformidad del globo”.
Esta diferenciación se expresa de manera particular sobre las capas medias, dado
que constituyen unos segmentos sociales que parcialmente se encuentran en ambos
extremos. En ocasiones hacen suyo el espacio y el tiempo mundial básicamente a
través del consumo pero en otras, sobre todo en periodos de recesión, crisis o
turbulencia económica, social y/o política cuando se reducen las posibilidades de
endeudamiento y de satisfacción a través del consumo, deben caer en una situación
de desconexión con los círculos globalizados. De ahí que estos sectores sufran de
modo muy dramático la incertidumbre, la ansiedad y el miedo.
Segundo, el miedo al otro, producto de que las identidades colectivas han perdido su
anclaje material y simbólico y su lugar es ocupados por una retracción al hogar y a un
individualismo negativo. “La Interiorización de la competencia y la precariedad como
experiencias vitales agudiza la sensación de soledad e incomunicación”. Tercero, el
miedo al sinsentido, en la medida en que los referentes individuales pierden su fuerte
significado, crecen las dificultades de elaborar un sentido de vida individual. En
síntesis, las capas medias oscilan constantemente entre su disfrute del tiempo
mundial y su pertenencia local. En el campo político algunos autores consideran que
no es aplicable la globalización a la política. Así, por ejemplo, Erick Hobsbawm señala:
74
caída del Muro de Berlín y el Desvanecimiento inmediato de una rígida, pero no sólida
ni fuerte configuración mundial, que tenía la cualidad de dar servicio de expresividad
a los asuntos internacionales, el mundo entero entró en una etapa de desconcierto
desasosiego e incertidumbre. Tal vez lo que mejor era dar pérdida de los anteriores
puntos de referencias en corriente idéntica del mundo de los años 90 con un orden,
sino un desorden mundial. Pero la política que, en general, como lo precisaba Braudel
se expresa en un tiempo breve, prontamente reconfigurar nuevas formas de
expresividad y recomponer espacialidades que intentan dar un nuevo sentido al
mundo.
Esta estructuración piramidal del poder internacional desde varios ángulos se puede
identificar con una nueva expresión que asume la globalización política. De una parte,
porque da lugar a la conformación de redes, que se diseminan espacialmente y ponen
en interacción de modo diferenciado a los distintos países. Por otra parte, este
esquema piramidal construye un imaginario político de globalización en la medida en
que no están pegadas las posibilidades de movilidad dentro de este sistema. Todo
75
país que realice adecuadas reformas, refuerza sus mecanismos de negociación
internacional, fortalezca su presencia los circuitos económicos internacionales, puede
convertirse en global player, y pasa, de ese modo hacer parte del sistema. Por último,
se concretiza la idea de la sincronización de todos los estados en torno a un tiempo
mundial que, en un primer momento se asoció con la idea de la emergencia de un
nuevo orden mundial fundamentado en el derecho y la convergencia de todos los
países con la economía mundial, y, posteriormente, como resultado de las varias
crisis financieras que han azotado al mundo, con el mayor peso que el contexto
globalizado ejerce sobre los espacios nacionales.
La segunda tendencia consiste en que cada vez se hace más evidente que el mundo
no está dando lugar a la conformación de una economía global que subsume a las
nacionales, sino una agudización de las competencias entre los distintos modelos
nacionales, de lo cual se desprenden formas particulares de organización de los
espacios políticos mundiales. Así, por ejemplo, se observa un comportamiento
diferente de los vértices del esquema piramidal con relación a las zonas integradas y
en las regiones de interés. Japón en el sudeste asiático y Alemania en Europa Centro
- Oriental se caracterizan por destinar grandes recursos a inversiones directas, ayuda
al desarrollo, exportación de capital y reubicación de unidades productivas para la
exportación en directo al mercado mundial. Incluso una misión japonesa para asistir
a Vietnam en la restructuración de su economía proponía hacer algunos años del
gobierno de dicho país para delinear una política Industrial que le permitiera conservar
parte importante del sector estatal de la economía. Por el contrario, Estados Unidos
ha sido desplazado del primer lugar que ocupaba la exportación de capitales hacia
América latina, con la selección de México, y salvo las maquiladoras, las inversiones
de la región se encuentran en la explotación de recursos naturales o en la creación
de unidades productivas para abastecer estos mercados, pero no para intensificar las
capacidades exportadoras de estos países. Por otra parte, las empresas tanto como
japonesas como alemanas han involucrado a los países asiáticos y centroeuropeos
en sus redes globalizantes de producción y comercio, lo que se ha traducido en
acceso a la tecnología, capitales, mercados savoir-faire. Nada de esto se observa en
el caso norteamericano. Por último, las dos potencias mercaderes ponen énfasis en
la mano de obra calificada y unos estados deficientes, mientras Estados Unidos se
inclina por la utilización de mano de obra barata y por restringir el papel del Estado en
la economía.
Esta tendencia, que se puede volverse aún más compleja en la medida en que nuevos
países asuman posiciones de liderazgo y escala mundial, ejemplifica una propensión
del mundo actual que consiste en la utilización de las competencias culturales,
institucionales, políticas, etc., entre los pueblos. En otras palabras, los elevados
niveles de interacción característicos del mundo actual hacen más difícil que se
agudice la competencia basada no en un esquema homogéneo, si no a las diferencias
históricas, culturales e idiosincráticas de los pueblos. Una vez disipada la furia de
estar ingresando en una nueva era, todo apunta a que la globalización más que la
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uniformización se está constituyendo en un procedimiento que permite y inundializar
las diferencias. En síntesis, atrás parece haber quedado irremediablemente el periodo
en que la constitución de espacios globalizadores apuntaba a la creación de circuitos
de homogenización. Al contrario, todo parece demostrar que la tendencia actual se
encamina en un sentido diferente, la tropiezan de estos circuitos no para crear un
modelo de economía, sociedad y cultura y política mundiales si no para la realización
de las particularidades y las diferencias. Por último, conviene comentar que, de
acuerdo con sus comportamientos en relación con las zonas integradas, Las
potencias mercaderes asumen de manera más creativa a la globalización en la
medida en que involucran estos países dentro de sus redes de interpretación
económica. Para desgracia nuestra, en Estados Unidos se entiende la globalización
como simple adaptación de nuestros países tales que a y estadounidenses de
economía de mercado sin que intermedien incentivos para acá América latina se
convierte en un componente de las redes globalizantes estimuladas por los
norteamericanos.
En los años 90 también se han acentuado las tendencias que están modificando las
formas tradicionales de organización política. El Estado es objeto de una merma en
su cobertura de acción debido a que comienza a ser desbordado desde arriba por la
globalización y también desde abajo por las estrategias de descentralización
impulsadas por la aplicación de las terapias de shock en países del sur y del este, Y
por la descentralización administrativa entre naciones más desarrolladas. Pero si ha
perdido significación en cuanto a su cobertura, mantiene una alta centralidad en lo
77
que respecta a su capacidad de acción. No es equivocado sostener que el Estado se
ha convertido en un actor estratégico, que probablemente realiza menos funciones
que antes, pero tanto más importantes que las que tenía. De ahí qué no tengan mucho
asidero las usuales aseveraciones que se señalan un debilitamiento del estado. Claro
está que no es el mismo estado de antes. Más bien como lo señala Ulrich Beck,
estamos asistiendo a su transformación en un estado transnacional cooperante, es
decir, un aparato que debe renunciar a la soberanía para resolver sus problemas
nacionales en un mundo globalizado.
- ante lo global de firmarlo regional y local -escriben dos analistas mexicanos- Y ante el mercado
indiferenciados de su playa en las diferencias sociales, incluidas aquellas de grupos étnicos y
culturales y, en general, una extraordinaria presencia de la sociedad civil plural y diversificada
que ha logrado una multitud de organizaciones cívicas y ciudadanas con fines distintos, y que
eso no hay un innegable factor político relevante dentro de las naciones, pero también en el
plano internacional . esta variedad organizativa ha dado lugar a diversas ONG y otras
agrupaciones ciudadanas que representan corrientes de opinión y pues ya que expresan
energéticamente, planteando existencia del Estado y también a los partidos políticos,
erigiéndose en factores nuevos e inaudibles en el proceso de toma de decisiones
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la vida internacional y, de la otra, están creando nuevos mecanismos de identificación,
distintos a los que surgían de los proyectos nacionales, lo que transforma el papel de
la política, las instituciones y los partidos políticos, en tanto que dije centrales de la
organización social. Sí, se comienza asistir a una desinstitucionalización de las formas
de hacer política. Lo que asigna un carácter peculiar al actual fácil globalizadora es
que a diferencia de las anteriores no involucrar directamente como un agente activo
y dinámico al Estado el desarrollo de estas tendencias. Más bien ocurre lo contrario,
esta fase globalizadora inicia en unas condiciones particulares como es el hecho de
que el Estado, desde la década de los años 30, venía en un constante proceso de
fortalecimiento, y ahora por lo tanto la actual hola globalizadora ocurre en momentos
en que el Estado es más fuerte que nunca. Por último, las manifestaciones culturales
de la globalización en esta nueva fase se escriben en una perspectiva diferente a la
economía, pero análoga a la política. El principal punto de entronque con la economía
se expresa que con la mercantilización de buena parte de estas actividades se ha
consolidado un sector económico de cultura que en un país como Francia consiste en
que medio millón de personas trabajar de esa rama, es decir el 2% de la población
activa, y maneja una cifra de negocios que ronda el 2,5% del PIB. Algo similar ocurre
en el plano de la comunicación. Si en la década de los años 70, el sistema de medios
de comunicación todavía era elitista, o por oyes masivo. Si estaba articulado en torno
a la prensa escrita, uno está en torno a la TV. Cierra altamente dependiente del
Estado, de manera directa o indirecta, oye está casi totalmente en manos privadas.
Si en los 70 estaba orientado por y para la política, ahora lo está por el mercado. Por
último, si los años 70 era un sistema que tenía fines culturales y educativos, hoy los
sustantivos son de entretenimiento información.
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comunicaciones locales, los mercados informativos y las migraciones han hecho
posible la difusión de las lenguas regionales por todo el mundo.
En este sentido, lo paradigmático de esta problemática consiste en que la
instantaneidad como a las sincronizadas y el tiempo mundial pone en contacto, en
comunicación y competencia las distintas comunidades obligándolos a desnudarse y
argumentar comparativamente sus fundamentos de valor.
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pluralismo y la diversidad. Esta nueva cultura y las recientes por más de política se
distinguen como diferente a las identificaciones nucleadas en torno a la nación y al
Estado, pero también sé de marca como distintas a cualquier intento de aceptar
acríticamente una pretendida cultura hegemónica de la globalización.
En síntesis, hay algo que el mundo entero debe aprender a preservar de esta última
etapa de la globalización. La desaparición de la Guerra Fría, como vector ordenador
de la vida internacional, ha demostrado que detrás de este esquema simplificado en
torno al cual funcionaba el mundo, se esconden corrientes profundas que evidencia
en la diversidad del mundo como producto de la multiplicidad de historias que dan
origen a respuestas específicas a los problemas incluidos los globales. Hacia finales
de la década de los años 90 te va a hacer evidente que la sincronización de las
tendencias globalizadoras que se había producido como resultado de la caída del
Muro de Berlín ya se encontraba llegando a su fin. Ese estadio de la globalización se
empezó a gustar y la dinámica de la coyuntura se empezó a diluir. Es precisamente
este reflujo de la ola ascendente de la globalización lo que ha permitido hacia finales
de la década comenzar a entender sus significados más profundos. Con ello no se
quiere señalar que estemos ingresando en una etapa de reflujo: simplemente el
impulso sincronizador se ha agotado y cada vez son más los países, comunidades,
pueblos, etc. que aparecen estar comprendiendo que no hay una globalización, sino
diferentes formas de zoom y la. Como proceso, por lo tanto, mantiene toda su vitalidad
aun cuando sea incierta la direccionalidad que asuma de cara al siglo XIX.
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