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IGLESIA FUENTE DE SALVACION

RESUMEN DEL CAPITULO 8 y 9 DE LOS HECHOS (Clase N°7).

Sin duda. Pablo fue uno de los principales instigadores de la persecución que se levantó
contra la Iglesia en Jerusalén en aquel momento (en el mismo día en que Esteban fue
asesinado). Tan intensa fue aquella persecución, que los cristianos fueron dispersados
todos a través de Judea y Samaria.
Los hombres piadosos que se lamentaron sobre Esteban. Saulo se volvió cada vez más
furioso y enérgico en su persecución. Hizo verdaderos estragos en la Iglesia. La asoló y
devastó literalmente. Entraba casa por casa, arrastraba fuera de ellas a hombres y
mujeres, y los entregaba en la cárcel. Después, como veremos más adelante, cuando eran
traídos a juicio, él votaba para que fueran ejecutados (Hechos 26:10). A pesar de todo,
la persecución no detuvo el esparcimiento del Evangelio. Tuvo el efecto exactamente
opuesto. Antes de esta persecución, habían estado recibiendo enseñanza y
entrenamiento de los apóstoles; ahora estaban listos para salir. La persecución fue la
que los obligó a hacerlo, pero la realidad es que salieron. Los que se esparcieron no se
establecieron. En cambio, se mantenían viajando de lugar en lugar, comunicando las
buenas nuevas del Evangelio. (Hechos 11:19) afirma que algunos viajaron hasta lugares
tan distantes como Chipre, Fenicia y Antioquía. Podemos estar seguros de que viajaron
hasta muchos otros lugares distantes también. Esto no quiere decir que fueran todos
predicadores en el sentido actual de la palabra. Simplemente testificaban con gozo y
libertad sobre Jesús. Aunque sólo eran personas corrientes, conocían la Palabra y se
convirtieron en canales del amor y el poder de Jesús. Es evidente que ninguno de
ellos se quejó por la persecución. La consideraron como otra oportunidad para ver qué
haría el Señor.
El éxito del Evangelio era un milagro mucho mayor de lo que parecería a simple vista,
puesto que toda aquella gente había estado engañada (embrujada, atónita, maravillada)
a manos de un hombre llamado Simón, que ejercía la magia (hechicería), y se hacía pasar
por algún grande (algún ser de gran poder). A éste oían atentamente todos, desde el
más pequeño hasta el más grande, diciendo: "Este es el gran poder de Dios." Le habían
hecho caso durante mucho tiempo, porque los tenía asombrados con sus trucos mágicos.
El pueblo vio algo mucho más maravilloso en los milagros de Felipe, y creyó las buenas
nuevas del reino (gobierno, poder y autoridad) de Dios y el nombre de Jesucristo. El
Evangelio que Felipe predicaba, insistía en este gobierno y poder de Dios, manifestado
a través de Jesucristo en su personalidad y naturaleza como Mesías y Salvador.
Seguramente les diría todo lo que Pedro les había dicho a sus oyentes en el día de
Pentecostés y después.
Sin embargo, en aquel momento, la mayoría de los creyentes se habían marchado de
Jerusalén. Por tanto, Saulo fue por decisión propia al sumo sacerdote y le pidió cartas
oficiales para las sinagogas de Damasco, que le dieran autoridad para arrestar a cuantos
hallase de este Camino fueran hombres o mujeres, y traerlos atados a Jerusalén
(Hechos 26:11, 12). Esto significaría juicio ante el Sanedrín, y probablemente la
sentencia de muerte. "El Camino" era un título muy interesante que recibían los
creyentes, y que era aceptable para ellos. Cristo es el camino de salvación, el camino de
la vida. (Hechos 19:9, 23; 22:4; 24:14, 22.) Damasco se hallaba a unos 220 kilómetros
de Jerusalén en dirección nordeste, pero probablemente el camino en aquellos días
tuviera cerca de 320 kilómetros. Cuando ya estaban llegando, lo rodeó repentinamente
un resplandor de luz del cielo (centelleó como un relámpago). Como señala Hechos 26:13,
siguió brillando alrededor de él con una luz más potente que el sol del mediodía. Mientras
tanto, los hombres que viajaban con Saulo permanecían atónitos, oyendo la voz (el
sonido), pero sin ver a nadie. (Hechos 26:14) dice que todos cayeron por tierra, pero
pudieron levantarse antes que Saulo. Según parece, Saulo cerró los ojos debido al
continuo resplandor; sin embargo, sí vio a Jesús. Después, cuando se levantó del suelo,
no pudo ver nada. Sus compañeros de viaje lo tomaron de la mano y lo entraron en
Damasco. Allí permaneció durante tres días, incapaz de ver, y no comió ni bebió nada.
El Señor le ordenó de nuevo a Ananías que fuera, y lo tranquilizó diciéndole que Saulo
era su propio vaso escogido para llevar su nombre en presencia de los gentiles (las
naciones) y también ante reyes, y ante los hijos (pueblo) de Israel. Más aún: Jesús
mismo le mostraría a Saulo, le advertiría, le haría ver cuánto le sería necesario padecer
por su nombre.
Saulo se convirtió de inmediato en parte del cuerpo de discípulos de Damasco. Puesto
que había aceptado el envío del Señor, no esperó para comenzar a predicar a Cristo. De
inmediato se fue a las sinagogas donde antes había pensado buscar a los creyentes y
enviarlos atados a Jerusalén. Pero, para el asombro de todos (un asombro total que casi
los dejaba sin sentido), proclamaba a Jesús como el Hijo de Dios. La gente apenas podía
creer que esta fuera la misma persona que asolaba (destrozaba, traía destrucción
sobre) aquellos de Jerusalén que invocaban ese nombre.
Repaso.

1) Mencione los diferentes milagros que se dieron en el capitulo 8 y 9 de los


Hechos.

2) Escriba los nombres de los personajes que el Espíritu Santo usó en los
capítulos 8 y 9 de los Hechos.

3) Que haría usted como seguidor de Cristo para la propagación del Evangelio en
todo el mundo?

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