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Palabras clave: Sincretismo, rituales funerarios, canon, más allá, alma, arte griego,
arte egipcio, arte helenístico, enkaustica, témpera, mimesis, naturalismo.
Ya desde períodos predinásticos, existe evidencia de esfuerzos egipcios por la
preservación del cuerpo de los difuntos (Arbuckle MacLeod). Inicialmente, los
primitivos ataúdes carecían de elementos ornamentales, consistían simplemente de
una caja rectangular de madera que servía para conservar el cadáver. Fue a partir del
período denominado Imperio Antiguo (2705-2250 a.C.) que los artesanos egipcios
empezaron a decorar los sarcófagos con símbolos mágicos que asistieran al muerto
en la resurrección de su espíritu. Por ejemplo, uno de los primeros símbolos hallados
en sarcófagos egipcios es el ojo de Horus, también denominado ojo de wedjat, cuya
imagen invocaba poder curativo y representaba el renacimiento. Dentro de este
período, en las dinastías V y VI, se pueden ver las primeras apariciones de máscaras
o cabezales pintados, los cuales pretendían representar al muerto dentro de los
parámetros estilísticos del convencionalismo egipcio (Lythgoe, 1910).
Aun así, por más similares que fueran sus religiones, sus filosofías artísticas no
podrían ser más distintas. Por un lado tenemos a los griegos con su visión de la
perfección en el embellecimiento de la figura humana y el naturalismo. En su análisis
de las antiguas discusiones filosóficas griegas sobre el arte, Zovko (2018) presenta el
propuesto del filosofo helenistico Plotino, quien argumenta que el artista busca
representar la belleza interior de un objeto, que es aquella “idea que el alma tiene
sobre una cosa en particular o característica” (Zovko, 2018). Para Plotino, la belleza de
una obra de arte yace en la creatividad del artista, quien “en su función mimetica
trasciende la naturaleza al perfeccionarla, corregirla, y completarla.” (Zovko, 2018). Por
otro lado, tenemos a la filosofía egipcia, que encuentra la perfección en la claridad con
la que se representan los objetos. Mientras que Plotino celebra cuestiones como el
escorzo y el sombreado en la busqueda mimetica de los artistas, los egipcios
consideraban estas cuestiones como problematicas ya que proponían la inevitable
substracción u obscuración de ciertas partes por otras. Como explica Gombrich
(1950), “No era lo más importante la belleza, sino la perfección. La misión del artista
era representarlo todo en tan clara y perpetuamente como fuera posible”. Aquí, se
podría argumentar, que se produjo un sincretismo de contacto de parte de los egipcios
hacia los griegos, ya que fueron efectivamente los egipcios quienes tuvieron que
aceptar esta incorporación foranea a sus propios rituales. Y si se tuviese que
ejemplificar este sincretismo egipcio graficamente, solo basta con observar los detalles
en dorado que los artistas egipcios añadían a los retratos griegos, los cuales servían
para unir a estas dos partes en un mismo lienzo (Doxiadis, 1995).