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Dos exposiciones nos traen las formas y aromas del furor urbano de Barcelona y del
campo sobrio de Valladolid a través de la investigación poética de sus materiales
Esta reseña podría haberse llamado “historia de dos ciudades”, como la novela de
Dickens ambientada en la Inglaterra y Francia de la revolución francesa. Pero, más allá
de las dualidades culturales diferenciadas entre Barcelona y Valladolid, me parece más
interesante hablar no de encasillamientos excluyentes, sino de procesos. Creo que a
David Bestué también: los de las transformaciones químicas que se suceden en la
materia a nivel microscópico, los cambios sociales y políticos que van constituyendo los
sistemas ciudadanos en los que vivimos, y los procesos propios, las dudas a las que se
enfrenta en cada un contexto y sus posibilidades poéticas.
Desde hace más de diez años, Bestué realiza análisis en los que deconstruye la realidad
más cercana y desarticula convenciones, ya sea desde la escritura –ha escrito libros y
artículos sobre arquitectura moderna y contemporánea– como desde la presentación
de sus proyectos instalativos. De su mano, nos hemos acercado también a Madrid, El
Escorial, La Coruña o Pamplona para conocer no sólo edificios, sino también las
relaciones que se establecen entre los materiales con los que se construyen, los
hechos socioeconómicos que las rodean y las decisiones de políticas que esconden.
Una mirada hacia un paisaje y un paisanaje, una imagen de ciudad incluso antes de ser
ciudad y nuestra forma de habitarla. En estas visiones que mezclan épocas y
temporalidades, el material, que también tiene un origen y unos tiempos específicos,
se ve atravesado por la investigación y entendimiento del pensamiento de la poesía,
aquel que nos permite nombrar la parte por el todo, hacer analogías improbables,
contagiar fondo y forma por la cercanía… en definitiva observar y expresar fuera de lo
aceptado, lo establecido o convencional.
Así, en estas dos muestras, trabajando desde una poética del detrito urbano o del
desecho cultivado, los restos de lo que es ruina del progreso o de un pasado
inamovible, se convierten literalmente en objetos-palabras para una nueva escritura al
margen que, esperemos, amplíe horizontes.