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Sermón: Mateo 6:22-24 Llenos de luz y un solo Señor

Mateo 6:22-24 “La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo
es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; 23 pero si tu ojo es
maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que
en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas? 24
Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno
y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No
podéis servir a Dios y a las riquezas.”

Decía Aristóteles que de todos los 5 sentidos que tenemos el


más importante es el de la vista. Por medio de la vista se nos
abre el mundo. Y decía que la vista es la puerta del alma.

¡Qué don más hermoso que el don de la vista! Si nuestros


ojos están bien entonces podemos apreciar todos los detalles de
las cosas que nos rodean. Podremos caminar con seguridad y
sin tropezar. Pero cuando nuestros ojos no ven bien caminamos
por ahí inseguros, tropezando y muchas veces nos caeremos.

Jesús utiliza esa verdad de la vida para ilustrarnos la


importante de que nos examinemos y nos preguntemos cómo
están nuestros ojos. Porque hay ojos sanos y hay ojos que están
enfermos. Y lo más triste es que hay ojo completamente ciegos.
Veamos cómo Jesús distingue lo que es un ojo bueno de un ojo
malo. Y cómo eso en última instancia se relaciona sobre quién
es el Señor de tu vida.

En primer lugar, veamos lo que significa tener un ojo


bueno.
I. Un ojo bueno

Lo primero que hace Jesús es describir la función del ojo.


El ojo es la lámpara del cuerpo. Bueno no absolutamente
porque el ojo no es la fuente de la luz pero ella captura la luz y
así puede ver claramente y en ese sentido es como una lámpara.
Y si es la lámpara del cuerpo entonces es lo que trae luz a
nuestro cuerpo. Jesús habla aquí en sentido metafórico. Aunque
usa lenguaje físico la enseñanza es espiritual.

Ahora bien, si tu ojo es bueno, está sano, entonces todo tu


cuerpo se beneficia y estará lleno de luz.

Pero nos preguntamos. ¿Qué es un ojo sano? Un ojo sano


es uno que pone su mirada en Dios y es dirigido por la Palabra
y la voluntad de Dios. Es un ojo que sabe quién es él y qué Dios
espera de él. Es un ojo que tiene su norte claro y sabe hacia
dónde debe ir. E uno que tiene sus prioridades en orden y
procura vivir y ser dirigido por la mente sujeta a la Palabra de
Dios y no por los sentimientos, las emociones o los deseos de la
carne.

Lamentablemente hermanos y amigos, se dice que, por


encima de las crisis que enfrentamos a nivel mundial como lo
ha sido el coronavirus, y las guerras que se están viviendo hoy
en día, hay una crisis mayor que está destruyendo y matando al
mundo. Es una crisis que lleva más de 60 años destruyendo.
¿Sabes cuál es? Es la crisis de la identidad. En siglos anteriores
y por la influencia del cristianismo el mundo occidental sabía
quiénes eran ellos: ellos creían que eran criaturas hechas a la
imagen de Dios, varón y hembra nos creó. El es quien nos creó
y por tanto es El quien define lo que somos. Pero con el rechazo
de la Biblia como la Palabra de Dios y el rechazo mismo de la
existencia y/o intervención de Dios en el mundo, el mundo ha
decidido definirse a sí mismo. Y ha llegado a conclusión de que
ellos mismos son los que se definen sin referencia alguna a
Dios. Y algunos dicen: somos criaturas, otros: somos animales,
otros: somos moléculas, otros: somos un accidente de la
evolución, somos primates, somos seres sin propósito y sin
valor, somos hombres, somos mujeres, ni somos hombres ni
mujeres, no tenemos géneros, o definimos nuestro género o
nuestro género es cambiante según me sienta durante el día
(me levanté sintiendo mujer, pero a la media hora me siento
hombre, durante el día me siento que soy un pedazo de carne
que camina sin rumbo ni propósito, etc.). No en balde hay tanto
problema de salud mental en el mundo.

Tristemente, nos pasa lo mismo a los cristianos.


Influenciados por el mundo nosotros hemos caído en la misma
crisis. ¿Quién soy yo? ¿Cuál es mi propósito en la vida? Algunos
piensan que yo soy el hijo de un Rey y por tanto con derecho a
recibir ahora, de ese Rey, todas las riquezas que El me ha
prometido. Promesa que para ellos son principalmente físicas y
económicas. Otros, que el propósito de Dios para mi vida es que
yo sea feliz siempre. Otros, que después que tú seas sincero,
amable, cariñoso y “ames al Señor Jesús” es lo importante
aunque seas homosexual. Otros piensan que porque soy salvo
por la gracia de Dios y es El quien me santifica solo tengo que
dejar que Dios haga la obra, yo solo soy recibidor de su gracia y
cuando esa gracia venga a mí entonces yo caminaré en los
caminos de Dios.

Pero Jesús nos dice: No. ¿Tienes tú un ojo bueno? Un ojo


bueno es uno que pone su mirada en Dios. Sabe quién es él y
sabe lo que Dios espera de él. ¿Quiénes somos nosotros?
Nosotros somos hijos de Dios y siervos del Señor Jesucristo. Y
nuestro norte es amarle más y más y servirle cada día con todas
nuestras fuerzas y buscar que otros también amen al Señor
Jesús y vivan para Él. Ese es un ojo bueno. Ese es el ojo que hace
que todo nuestro cuerpo esté lleno de luz. Y si lleno de luz
entonces caminará sin tropezar, caminará rectamente por los
caminos que Dios mismo ha trazado para él. Como dice Pablo
en Efesios 2:10 “Porque somos hechura suya, creados en
Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de
antemano para que anduviésemos en ellas.”

Pero lamentablemente hay otro ojo. Hay un ojo que no es


bueno. Y es descrito por Jesús como un ojo malo.

II. Un ojo malo

V. 23 “pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará


en tinieblas.” Si tu ojo es maligno, es malo, está enfermo,
entonces inevitablemente todo tu cuerpo, es decir, toda tu vida
estará en tinieblas. Palabras fuertes de Jesús. A nadie le gusta
que le digan que está equivocado. Y Jesús nos dice que todos
aquellos que tienen ojos malos, es decir, ojos que no miran a
Dios, ni le aman, ni le adoran, ni viven para El ni dirigen su vida
por la Palabra de Dios, todos ellos están en tinieblas aunque
crean que tienen luz. No hay peor ciego que el que no quiere ver.

Con esto mismo confrontó Jesús a los fariseos quienes


crían que tenían ojos buenos. En Juan 8:12 “Otra vez Jesús les
habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue,
no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.”
Jesús es la luz del mundo y solo los que le siguen, los que creen
y confían en Jesús como su Dios y Salvador no andarán en
tinieblas sino que tendrán la luz de la vida en ellos. Todos los
demás, los que no me siguen, ni creen ni confían en mi ni me
reciben como Señor y Redentor andan en tinieblas. Y Jesús
demuestra que Él es la luz del mundo al sanar a un ciego de
nacimiento. Y a todo esto qué respondieron los fariseos en Juan
9:40-41 “¿Acaso nosotros somos también ciegos? 41 Jesús
les respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas
ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece.”

Así que un ojo malo es uno que no tiene la luz de Jesús en


su vida porque no ha creído ni confiado en El y por tanto todo
su cuerpo, toda su vida anda en tinieblas.

Jesús dice además “Así que, si la luz que en ti hay es


tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?” ¿Qué nos
enseña Jesús aquí. Jesús nos llama a que nos examinemos y nos
preguntemos qué clase de luz hay en nosotros. >Tenemos luz
verdadera o nuestra luz es tinieblas? Porque si la luz que
realmente hay en ti es tinieblas, entonces en donde no hay nada
de luz las tinieblas son peores.

Yo te pregunto, ¿cuál es tu ojo? ¿Tienes un ojo bueno o


tienes un ojo malo? ¿Sabes quién eres tú? ¿Tienes claro cuáles
son tus prioridades en la vida? ¿Vives para Dios? ¿Vives para
adorar a Dios y vivir para Él? ¿Eres dirigido por la Palabra de
Dios?

Ahora bien, Jesús no solo nos dice que nuestra vida debe
estar marcada con el reconocimiento de quiénes somos
nosotros y cuál es el propósito de nuestra vida como cristianos
sino también reconocer que de tras de todo esto es el hecho de
que solo podemos tener un solo Señor.

III. Un solo Señor

V. 24 “Ninguno puede servir a dos señores; porque o


aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y
menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las
riquezas.” Jesús nos habla de una imposibilidad. Ninguno,
nadie, es imposible servir a dos señores.
El verbo servir aquí en el griego es importante. Servir
aquí significa servir como esclavo no como empleado. No
podemos servir a Dios y servir a las riquezas. Es el uno o el otro.
O el norte de mi vida es Dios o lo son el buscar hacerme rico.
Ambos no pueden subsistir en el creyente. O amamos a Dios o
amamos al mundo. Es el uno o el otro. No podemos tener aquí
lo mejor de dos mundos. Jesús dice: ninguno puede hacerlo. No
te engañes.

Pero aquí hay un principio importante que señalar. Y es


que el creyente tiene a Dios como su Amo y lo ha escogido para
servirle exclusivamente a Él. Nosotros somos discípulos de
Cristo. Esa es la gran comisión, la de hacer discípulos en todas
las naciones. Y el discipulado no es parcial. No podemos ser
discípulos parciales. Y decirle a Dios: Sí, Señor Dios yo te sirvo
con parte de mis cosas. Te sirvo con parte de mi tiempo, parte
de mi dinero, parte de mi devoción, parte de mi compromiso,
parte de mi entrega. Jesús no. Somos llamados a amar a Dios con
todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra
mente y con todas nuestras fuerzas (Marcos 12:30).

Muchos pueden tener dos o tres trabajos y así tener dos


o tres patronos. Pero solo lo pueden hacer si sus otros trabajos
son a tiempo parcial. Y cuando uno exige más tiempo tenemos
que escoger y dejar uno y quedarnos con dos o con uno solo. En
cambio, Dios demanda todo: todo nuestro tiempo, dinero,
compromiso, todo. En todo momento, en toda circunstancia, en
todo lugar sea que estemos solos o rodeados de gente, el
creyente debe demostrar que tiene a Dios como su Señor y Amo.

Pero alguien pudiera decir: no estoy de acuerdo. La


relación entre Dios y nosotros no es la relación de Amo y
propiedad sino de Padre a hijo. Y yo pregunto ¿por qué no?
Sería incompatible si Dios fuera un Padre amoroso y un Amo
tirano y cruel. Pero ese no es el caso. El Dios que nos ha
adoptado no es otro que el Padre de nuestro Señor Jesucristo.
Él es nuestro Padre y nosotros somos sus siervos. Así como
Jesús es el Hijo de Dios pero también el Siervo de Dios. Isaías
42, 49, 50, 52-53 nos describen al Mesías como el Siervo de
Dios. Y Jesús mismo nos dice que El vino no a hacer su voluntad
sino la voluntad del que lo envió (Juan 6:38). ¿Por qué? Porque
para Jesús era su deleite amar al Padre que lo ha amado tanto.
Y al escuchar su Palabra y obedecerla Jesús sabía que ese era el
camino que debía recorrer y así alegrar a su Padre amoroso.

Y con esto finalizo. ¿Es Jesús el Señor, Amo y Dueño de tu


vida? Yo espero que sí. Así que en estos tiempos de guerras, de
luchas contra gobiernos políticos, de tanta maldad Jesús nos
llama a considerar quiénes somos nosotros, cómo estamos
dirigiendo nuestras vidas, cuáles son nuestras prioridades. Y
todo esto testificará quién es el Señor de nuestras vidas: si Dios
o el mundo y sus riquezas.

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