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Introducción: Cada uno de nosotros sabe o debe saber que estamos viviendo en tiempos de
tanta confusión sobre si hay alguna verdad suprema por la cual vivir o simplemente
declarar que hay tantas verdades y que cada quien escoja creer lo que le perezca verdadero.
Y saben, hermanos y amigos, en nuestra confusión, como humanidad nos ha sido tan fácil y
ligera escoger la segunda que dice que no hay verdad absoluta o suprema, sino que cada
quien puede escoger creer lo que le perezca verdadero. Y como resultado es que hoy se
declaran creencias vergonzosas como las siguientes: “creo que no soy hombre, me siento
mujer o viceversa”; “el matrimonio es legítimo si es formado por dos mujeres o
viceversa”; “Estás en tu derecho de abortar si no deseas a tu bebé”; “Sigue los deseos de
tu corazón”; “ámate más a ti mismo” “Yo soy tan especial” “Creo que Dios no existe, está
muerto” “Creo que hay muchos dioses y puedo escoger adorar al que mejor me convenga
o me sirva”, etc… Donde sea que nos movamos, así viven y conviven las personas.
Inclusive, en la vida de la iglesia hay personas así, pero no muchas o no todas.
Pero todo lo que hemos dicho solo es la punta de nuestro más grande problema como seres
humanos. La raíz de nuestro más grave problema es el terrible pecado en nuestros
corazones. Lo que ha ocasionado que nuestros corazones declaren que no hay verdad
suprema y que no existe un verdadero Dios supremo es por nuestros pecados. El pecado en
nosotros es como un rey tirano, opresor, tramposo y usurpador que domina con toda malicia
nuestros corazones desde que estábamos en el vientre de nuestra madre y detesta al
verdadero, único y legítimo Rey de nuestras vidas, Dios; el pecado en nuestros corazones es
como una ley suprema y malvada a la que están sujetos nuestros corazones de día y de
noche y que no hay fuerza humana que la puede destruir y derrocar.
Y saben, mientras el terrible pecado esté dominando nuestros corazones. Mientras el
pecado, gobierne como un malvado rey en nuestras vidas, no estaremos dispuestos a
reconocer al verdadero Rey y único Rey supremo en nuestras vidas. Mientras el dominio, el
gobierno, la dirección la ejerce el pecado en nosotros, no estamos dispuestos a reconocer
que hay una verdad suprema a la que hay que sujetarnos y que esta verdad suprema se
origina en el verdadero Rey supremo y Señor de todas las cosas, el Dios de la Biblia. Esta
es la realidad de nuestras vidas como seres humanos. El panorama no es nada alentador.
Y es que esta triste realidad

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