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EL SISTEMA INMUNOLÓGICO

El sistema inmunológico es el que nos ayuda a protegernos contra las


enfermedades causadas por pequeños invasores, como pueden ser los
parásitos, los virus o las bacterias. Está formado por células, órganos y tejidos
que trabajan en equipo para frenar y destruir a todos estos patógenos. Todos
estos elementos de nuestro sistema inmune, además, están siempre muy
atentos a las señales de nuestro cuerpo por si acaso es necesario luchar y
combatir a algún otro ser extraño.
Esto es posible gracias a que el sistema inmunológico puede comunicarse
con todo el cuerpo y puede enviar mensajes advirtiendo de que el cuerpo
está siendo atacado. Tras este aviso, las células se activan y se dirigen a la
zona afectada para destruir a los invasores, y a esto se le denomina
“respuesta inmunitaria” (una de las más habituales es la producción de
proteínas). Pero para que esto funcione correctamente el sistema
inmunológico debe saber qué células son buenas y cuáles son malas,
aunque a veces el cuerpo puede confundirse y atacar a las buenas sin
querer, como ocurre por ejemplo en la diabetes.

TIPOS DE CÉLULAS EN EL SISTEMA INMUNOLÓGICO


En el sistema inmunológico cada célula realiza una función específica. Pero,
¿dónde se encuentran estas células? Estas células tan inteligentes se
encuentran dentro de nuestro torrente sanguíneo y se denominan “glóbulos
blancos”. Dentro de los glóbulos blancos podemos distinguir las siguientes
categorías:
 Células de memoria. Las células de memoria recuerdan los antígenos que
ya han atacado al cuerpo. Ayudan al cuerpo a combatir los nuevos
ataques de un antígeno específico.
 Células de tipo B. Las células B también se denominan linfocitos B. Estas
células producen anticuerpos que se unen a los antígenos y los neutralizan.
Cada célula B produce un tipo específico de anticuerpo, por ejemplo, hay
una célula B específica que ayuda a combatir la gripe.
 Células de tipo T. Las células de tipo T también se denominan linfocitos T.
Estas células ayudan a eliminar las células buenas que ya se han infectado.
Dentro de las células T existen las “colaboradoras” (las células T
colaboradoras le dicen a las células B que empiecen a producir anticuerpos
o les indican a las células T asesinas que ataquen) y las “asesinas” (las células
T asesinas destruyen las células que han sido infectadas por el invasor).

EL SISTEMA INMUNOLÓGICO Y LA INMUNIDAD

El sistema inmunológico, como habrás podido ver, es muy inteligente


y puede adaptarse a nuevas infecciones todo el tiempo, y así es como
nuestros cuerpos van obteniendo una inmunidad que puede ser de dos
tipos: activa y pasiva.
 Inmunidad pasiva: Cuando nacemos nuestro cuerpo muchas veces ya ha
obtenido algo de inmunidad, porque los bebés obtienen anticuerpos de su
madre a medida que se desarrollan. Tras el nacimiento, los más pequeños
pueden seguir recibiendo anticuerpos de la leche materna, de leche animal
o de otros tratamientos. A este tipo de inmunidades adquiridas se les
denomina “pasivas”, porque no son desarrolladas por el sistema inmune.
 Inmunidad activa: Cuando nuestro cuerpo desarrolla ciertas inmunidades
con el tiempo a través del propio sistema inmune hablamos de inmunidad
“activa”, y generalmente se produce cuando nos exponemos a alguna
enfermedad y nuestro sistema inmune la combate. Esta lucha del sistema
inmune hace que, ante esa misma exposición en el futuro, nuestro
cuerpo esté más preparado para luchar, aunque no todas las personas
adquieren los mismos niveles y por eso algunos nos enfermamos más o
menos que otras personas.
Existe también otra forma de adquirir inmunidad activa, y es a través de las
vacunas, que introducen microbios que ya están muertos o modificados
para que no nos enfermemos. Eso sí, debemos tener en cuenta que las
vacunas no siempre nos ofrecen una inmunidad permanente, y ese es el
motivo por el que muchas vacunas tienen refuerzos o nuevas dosis.

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