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PUÑAL DE LUNA
(Adaptación)

Una escena desnuda. Sobre una banqueta, una luz que ilumina, también, una
mesa. Entra una mujer de, aproximadamente, 45 años que parece ignorar al
público. Se sienta en la banqueta y de la mesa toma un cigarrillo que enciende
con cierta displicencia. Luego mira hacia la platea y sonríe.

Dolores : (Afirmando) Están ahí. Bueno, no soy muy buena para estas cosas
de las presentaciones, pero, de todos modos... (hace una pausa):
me llamo María Dolores Bermúdez, aunque, claro, en esto de mi
profesión no queda bien decir tooodo el nombre, así que me dicen
Dolly. Y ¡claro!, ustedes querrán saber que carajo hago acá. Bue-
no, (se arregla el cabello) vengo a contarles una historia. Miren,
de una nomás para que se impresionen de entrada y así nos deja-
mos de pavadas: yo soy yira, ¿tá?. Y ustedes estarán pensando:
“¿Qué historia me puede contar, a mí, una yira?” (Gesto de com-
pliciad) ¡Vamooos, que tengo muchas! Pero, de “esas” no voy a //
contar. Por respeto y... (baja el tono) por la autora que fue la que
escribió sobre mí y quiere que les cuente otra historia. ¡En fín!.
Yo nací en Canelones y a los dos años, vinimos con mi familia para
Montevideo. Cuando tenía 8 años, comenzaron lo que llama “tras-
tornos de conducta”. (Nueva pausa, sonríe tímidamente) Le corté
unas trenzas muy largas, a una compañera de clase... ¡se armó un
quilombo!... Me internaron en un neuropsiquiátrico. Era rebelde; mi
familia no sabía que hacer, las monjas tampoco. ¿Saben?, hoy, //
viéndolo desde acá, pienso que no acepté que mi madre me dejara
de lado después del nacimiento de mi hermano. Antes, yo era el //
centro del hogar... (Pícara, al público) Bueno, a decir verdad toda-
vía no lo acepto. ¡Qué cosa, che! Para mi vieja, el varón era el sol,
la luna y las estrellas. (Una mueca) Yo pasé a ser la “flor del pan-
tano”. Eso causó todo el despelote en mi vida. (Pausa corta) En la
época que me tiraron en el reformatorio, no existían todos los es-
pecialistas que hay hoy en día. Ahora, son universitarios... antes
eran botonazos de túnica blanca que, al menor estornudo, uno co-
braba un sopapo y ¡pobre de vos si te quejabas!. No, no, ahora /
hay diálogo. Antes te pegaban y después te preguntaban, ahora te
preguntan y después te podés morir de hambre en una celda y na-
die va a mover un dedo por vos.... Cuando estuve con las monjas...
si me mandaba alguna macana, me señalaban un cuadro que ocupa-
ba toooda la pared y que representaba el cielo y el infierno. Me o-
bligaban mirar el infierno un rato largo porque decían que allí iba
a ir yo.... A los ocho años, eso, me asustaba, me hacía daño.
Después vino el Buen Pastor... Tenía 13 años cuando llegué, conocí
todos los delitos: proxenetismo14, robo... ¡Hay tanto horror y locura
para contar en esos lugares!. Ejemplo de algún maestro, tampoco
Al único que admiré, era un profesor de inglés, a los nueve años.
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Todavía estaba en el colegio de las monjas y tenían la esperanza


de sacarme buena... pobres, pero ¡bueno!, este profesor, un día se
sentó a mi lado y empezó a tocarme; yo lo dejaba, no tenía ni idea
de porque lo hacía... A medida que fui creciendo, me dí cuenta de
que era un depravado. (Mueca triste, agridulce, como para sí) ¡Si
fuera el único que anda suelto por ahí!. Pero, mejor dejamos eso
y empezamos con la historia. Yo conozco a un abogado, Kraig, un
buen tipo ese... a pesar de ser leguleyo. Una amiga mía se metió
en flor de lío y yo quería ayudarla, así que lo llamé y le dije: “Mi-
re, Don Kraig, que estoy dispuesta a pagar lo que sea para que la
Rosita zafe de esta, así que usted deme una mano y ponga al me-
jor abogado que tenga a trabajar en esto”. A los dos días, cayó /
la doctora... ¡mi madre, que estirada que era!. Entró a mi casa con
la nariz fruncida, como si oliera algo feo y, a mí, ¡me miró de una
manera!. Yo la miré, nomás. Me dí cuenta que ella ya había adivina-
do en que trabajaba yo, pero... me hice la estúpida y la dejé pasar.
Miren, yo sé que mi trabajo no es muy recomendable, pero es de-
cente: yo nunca le robé a nadie y cada cosa que tengo, le guste o /
no a la “fruncida esa”, me la compré con mi propia plata, sin joder-
le la vida a nadie. Además, nunca escondí lo que soy. Soy esto y /
chau, pero, bueno, allí estaba la doctora y me importaba un cara-
jo lo que pensara de mí, mientras me la sacara a la Rosita de la /
cana.

La escena cambia. Dolly da la espalda al público, se repliega en sí misma. La luz


baja y comienza a encenderse otro espacio dentro del escenario. Entra otra mujer,
notoriamente distinta en porte y vestimenta a Dolly: traje sastre azul oscuro con
camisa blanca; está tocada con un delicado pañuelo de seda, usa lentes y lleva un
portafolio negro en su mano derecha. Deja el portafolio sobre una mesa, a su
izquierda y se sienta, delicadamente, en una silla. Se nota que es una señora.
Mira hacia el público.

Clara : ¡Ah, disculpen!. Llegué unos minutos tardes porque tuve problemas
con el tránsito. Espero que me sepan perdonar. Me presento ante
ustedes: me llamo María Clara, soy abogada. He sido convocada por
mi socio, el Dr. Kraig, para encargarme de la defensa de una chica /
que, al parecer tenía problemas bastante severos con la justicia. Lo
extraordinario de este caso, desde el principio, fue el hecho de que
mi socio me pidiera que no lo atendiera en el despacho y fuera a la
casa de una fulana llamada Dolly. El caso, en sí, no era grave, aunque
tenía aspectos que podían perjudicar a la chica en ciernes y, la tal /
Dolly, estaba dispuesta a cooperar en todo. En fín que llegué hasta
la casa de ella. Les confieso: desde el principio me impresionó, no /
solo su aspecto, sino, también el ambiente en el que vivía. Entre no-
sotros, no se necesita ser demasiado despierta para comprender /
cual era la ocupación de esta señora... si me entienden. Lo admito:
me sentí incómoda desde el mismo momento en que pisé en su casa.
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¡Estaba tan llena de cosas inútiles y mal gusto!. Había una hamaca /
paraguaya, por ejemplo, en un lugar que era absolutamente imposi-
ble que pudiera dársele alguna utilidad práctica... y como eso, algu-
nas cosas más, pero, bueno, los lugares, a veces sirven para juzgar
a sus habitantes y, a veces, no sirven para nada. En este caso, el /
lugar era típico de quién se ocupa de... bueno, ustedes ya saben que.
Otra de las cosas que me impactó, fue el trato que esta señora in-
tentó darme: como si fuera su igual, cosa, absolutamente inadmisi-
ble. Yo era una mujer casada, una profesional, una persona acostum-
brada a moverse por ambientes totalmente opuestos a los de la tal
Dolly, así que, intenté mantener una significativa distancia con ella,
marcando, además, la diferencia entre ambas. Y, claro, me dispuse a
escuchar su versión de los hechos. Aquí, si me permiten, voy a hacer
una apretada síntesis del caso: (se acomoda) Dolly tenía una amiga,
la Cata, que, al igual que ella es prostituta. Cata tuvo una hija, que, /
por referencias de Dolly, no salió trigo limpio; presumiblemente, an-
da enredada con gente nada recomendable y, por si fuera poco, nar-
cotraficantes. De hecho, y vamos al punto que nos interesa, esta jo-
ven, trabajaba, por recomendación de Dolly, en un boliche “Stand //
by” de un amigo de ella. Allí, también, trabajaba Rosita, otra amiga
de Dolly. El hecho es que la policía hizo un procedimiento antidroga
en el lugar y detuvo a todos. La chica involucró, en sus declaraciones
a la tal Rosita que, al decir de Dolly, nada tiene que ver, ni con la //
droga, ni con la chica. Hay que aclarar que la joven, que es menor de
edad, recuperó la libertad y Rosita se quedó adentro. Como imagina-
ran , la opinión de Dolly, sobre la chica no es nada buena, pero, ¡en /
fín!, que yo estaba allí para lograr la libertad de Rosita y su desvin-
culación de la causa. Entre nosotras se dio un intercambio de opinio-
nes muy interesante acerca de la justicia y su actuación. Dolly la ve
desde el punto de vista de quién se mueve en ambientes poco recomen-
dables y cuyos amigos suelen entrar, a la cárcel con más facilidad de la
que suelen salir. Además creen, y están convencidos, que los procedi-
mientos y las leyes se resuelven con “arreglos” ... y no de acuerdo al //
marco legal... Ustedes me entienden.

Nuevo cambio de escena e iluminación. Dolly gira enfrentando al público, mien-


tras María Clara se retrae.
Dolly : ¿Saben qué?. A mí, eso de la justicia no me calienta, a decir verdad
no me importa si existe o no, yo no vivo de eso. Además aprendí muy
bien aquello del Viejo Fierro: “hacete amigo del juez, no le des de que
quejarse y cuando quiera enojarse, vos te debes encoger, pues siempre
es bueno tener, palenque donde rascarse”. Para mí, es como la Biblia
para los curas o como el Código para los abogados.( ) En fín, que des-
pués de discutir eso con la doctora, las cosas se pusieron más claras
porque las dos sabíamos que podíamos esperar la una de la otra y la //
charla se fue haciendo más linda, más suelta.
¡Fíjense que ella, hasta se animó a preguntarme si mis padres vivían
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y si alguna vez me había enamorado!. Claro que, la respuesta que le


dí a la última pregunta no le gustó nada, mejor dicho, se sintió incó-
moda como la gran siete... (pícara) más de lo que estaba, claro. Creo
que ella no esperaba que yo le contara que mi primer amor fue en el
Hospital cuando tenía 18 años y que se llamaba Marga; tenía el mis-
mo color de ojos que la doctora y cuando se lo dije, ella quedó toda
sorprendida, hasta se le cayeron los lentes... ¡pobre!. Ni escuchó //
que le conté también que Marga era soñadora, cariñosa, muy buena
y que murió a los dos años que salimos del hospital. Después de con-
tarle eso, le hablé de Gastón, un tipo conocido, un universitario, //
de familia tradicional, antigua. Yo tenía 23 años y él era un tipo //
sensible, de esos que trabajan con gente marginada y se preocupan
por los niños de los cantegriles. Me leía pasajes de libros de grandes
escritores, filósofos y pensadores. (Se queda en silencio algunos
segundos, después:) No me gusta mucho hablar de esto porque él es
el padre de mi hijo... cuando le dije que estaba embarazada y quería
tener al nene, se achicó, metió violín en bolsa y nunca más lo ví.
Pudo más “el que dirán”. A veces me acuerdo de él, no sé... me da
como cosa. (Un rápido gesto con la mano como intentando espantar
los sentimientos, le sirve para cambiar de tema) Le pregunté a la /
doctora si ella tenía hijos, me contestó que no, pero cuando le pre-
gunté si amaba al marido... ¡dió de vueltas para contestar!.

Se apaga la luz sobre Dolly, se enciende sobre Clara.


Clara : A uno, la vida la va llevando por distintos lugares y más en esta pro-
fesión donde se orilla muchísimas veces con la marginalidad, con lo /
que está fuera de un marco legal y social que nos da cierta seguri-
dad, pero nunca dejo de sorprenderme cuando me encuentro, cara
a cara, con personajes como Dolly. ¿Cómo explicarles? Es una mujer
que tiene un bagage impresionante de vivencias y no se arrepiente /
de ninguna de ellas, por si fuera poco, ha sostenido relaciones amo-
rosas con hombres y mujeres y las declara abiertamente, sin pudo-
res. Este tipo de personas, digo, las que han vivido tan intensamen-
te experiencias tan límites, suelen ser muy profundas a la hora de /
preguntar y yo lo sufrí en carne propia cuando me preguntó si ama-
ba a mi marido. No sé porque le conté mi historia con mi marido, tal
vez porque me inspiró confianza o porque tenía necesidad de hablar,
de hecho, comencé a contarle... Gastón y yo nos amábamos cuando /
éramos novios...hace ya 17 años. Y en este tiempo, fui descubriendo
que a él no le interesa tener hijos y que yo, ya no estoy enamorada /
como cuando tenía 16 años y creía que la unión y el amor, eran eter-
nos. Y escuchando a Dolly, pude entender que amar es cosa seria y /
no es para cualquiera; que dormir con un hombre, vivir con él, no sig-
nifica amarlo. Cuando le dije que me hubiera gustado tener hijos, se
me quedó mirando como si estuviera viendo a una loca y no es para /
menos, primero le dije que ya no amaba a mi marido, que la vida con
él ya no me satisfacía y después le salgo confesando mi deseo de //
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ser madre... fue ahí, cuando me hizo ver que la maternidad, es algo /
más que una expresión de deseo, es un auténtico acto de amor. Y me
habló de ese hijo que nació por amor y que, con el correr de los años
se fue avergonzando de su madre hasta apartarla de su vida.

Otro cambio, Dolly está sentada en una banqueta, con un vaso en la mano.
Enciende un cigarrillo, mira la frente.
Dolly : ¡Qué cosa con la gente rica, che!. Esta mujer se animó a contarme lo
que le pasaba con su marido, que quería tener un hijo, pero cuando /
la quise enfrentar con la pobreza de esa vida de señora bien, inten-
tó cambiarme le tema y volver al asunto de la Rosa. Entonces yo le /
dije lo que pensaba de ella y las mujeres de su clase: les gusta mirar
los peces del otro lado de la pecera; cuando, a ese dolor, lo tienen
que vivir en carne propia, ponen cara fea y cambian de tema; escon-
den todo detrás de esas sonrisas de plástico que tanto placer les /
causa a sus maridos... ¡por favor!.

Cambio de clima, se encienden ambos espacios escénicos, las mujeres se en-


frentan cada una en su lugar.
Clara : ¡Qué fácil es criticar de afuera, ¿no?! ¡Hay que estar en esa vida //
para comprenderla!. Si hubieras sido criada para ser una buena mu-
jer para tu marido y una señora para la sociedad, tal vez (con énfa-
sis) y sólo tal vez, podrías entender.
Dolly : ¡Ay, dotora!, vos sí que te quejás al pedo, nomás! Decime, ¿vos sa-
bés lo que es andar trotando la vida, golpeándote el alma cada día,
muriéndote de ganas de ver y abrazar a un hijo que te desprecia /
pese a que le diste la vida contra la voluntad de su propio padre?
Clara : No, no lo sé, pero estoy segura de que fue tu opción, no la suya.
Dolly : Pero, ¿no ves que estás en pedo, vos? ¡Cómo se lo voy a consultar!
Clara : No entendiste, Dolores. Tal vez te duela, pero hay una realidad que
deberías aceptar: cuando tu hijo pudo optar, lo hizo y las dos cono-
cemos su elección.
Dolly : ¿Y vos creés que por eso lo voy a querer menos?. El amor, también
es aceptar lo que te duela si, con eso, hacés felíz a quién amás. El
pibe no quiso verme más y yo lo acepté, así de sencillo.
Clara : ¿Y qué tiene de sencillo eso, Dolores?
Dolly : Nada... (Angustiada) ¡la puta madre, nada!.
Clara : No quiero que tome como consuelo lo que voy a decirle, pero tampo-
co yo, tuve mucha suerte con mi madre. Me dio todo, es cierto: los
mejores colegios, los mejores vestidos, me compró los más novedo-
sos y caros juguetes, viajes por todo el mundo.
Dolly : Cuna de oro...
Clara : (Sin escucharla) Pero nunca me dió los mejores consejos, ni la me-
jor compañía. Ella supo siempre que mi matrimonio no funcionaba y,
sin embargo, cuando decidió hablar conmigo al respecto, lo único //
que me pidió fue que no me divorciara, que no perdiera el apellido /
de mi marido porque, junto al nuestro, era un lujo. Creo que ella ya
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sospechaba que él tenía una amante y tuvo miedo de mi reacción al


enterarme.
Dolly : ¿Y vos cómo te enteraste?
Clara : (Reaccionando) Me lo dijo él.
Dolly : ¡Puta con la alta sociedad! ¿Y te lo dijo en la jeta, nomás?
Clara : Con delicadeza me pidió que aceptara su aventura extramatrimonial
con su secretaria y prometió que todo, entre nosotros seguiría co-
mo siempre ante los ojos de nuestros amigos.
Dolly : ¡Me cago en la delicadeza de tu marido, che!. ¡Yo, por menos le par-
to un fierro en la cabeza! (Clara la mira escandalizada) Perdoname,
pero no puedo ser delicada como él para decirte que no tenés que
ser una guampuda consentida solo por el apellido, además... vos no /
tenés pinta de ser de esas que “ojo por ojo, diente por diente”.
Clara : ¿Vos decís serle infiel, también?
Dolly : Quiero decir guampearlo, pero, me conformo con que lo mandés a la
mierda y te dejes de joder. ¡No puedo creer que en el círculo que /
vivís, no te haya aparecido algún candidato que te moviera la estan-
tería! (Repara en Clara que se sonroja y baja la cabeza) ¡Ah, apare-
ció!
Clara : (Con un hilo de voz) Si, pero...
Dolly : ¡Pero nada, mija, metele para adelante! ¿O él no te da ni medio?
Clara : No, no es eso.
Dolly : ¿Entonces? (Clara calla, Dolly adivina en ella un secreto) Entonces
vos ya le estás poniendo los cuernos al delicado de tu marido, pero
te da vergüenza.
Clara : (Sonríe) Algo de eso hay.
Dolly : Mirá, mas vale que haya mucho de eso porque sino vos sos una idio-
ta y perdoname que te lo diga sí, pero yo no sé ser delicada. No tuve
tiempo de aprender, ¿viste?.
Clara : No, no. Está bien. (Decide confiar, se lanza a confesar) No es que
esté engañando a mi marido, quiero decir, es más que eso: estoy e-
namorada.
Dolly : ¿No digo yo? Ustedes no guampean, ustedes “se enamoran”
Clara : No, Dolly, de veras, esto es distinto: realmente, estoy enamorada.
Dolly : A ver... ¿cómo es eso?
Clara : Usted lo conoce...
Dolly : (Interrumpiéndola) ¡No me lo digas! ¿El dotorcito? (Clara afirma)
¡Miramelo al Kraig!. Y, claro, todo el día juntos, laburando... ¡si no te
dabas cuenta de que tenías un bomboncito al lado tuyo...merecías /
quedarte con el “delicado”!.
Clara : ¡Ay, Dolly, me llevó tanto tiempo entenderlo!.
Dolly : ¡Y, claro, con tanta pavada dándote vueltas! (Clara la mira sin en-
tender) Digo por la forma que te criaron.
Clara : No es solo eso, Dolly. Usted se queda en la superficie. Las cosas no
son tan sencillas y menos en el mundo que yo me muevo. Desde que
nacemos hay muchos hilos que van tejiendo nuestra vida y que poco
nos atan.
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Dolly : Mira, dotorcita, en mi mundo también se teje y se desteje y se en-


tretejen. Todos tenemos los mismos agujeros en los mismos luga-/
res y a veces mucho peor que en tu mundo ¿y sabés por qué?, por-
que, en mi mundo, la gente es bruta, ignorante y cuando son malas /
personas, cuando nacieron torcidos, se denuncian por dos pesos. En
todas partes se cuecen habas. Es la gente la que falla, Clarita, pero
cuando uno es bien parido, tiene que luchar y no dejarse joder por
los mal nacidos. Esos, están en todos los niveles.
Clara : Yo pensaba que, en otras clases sociales, la gente era más afectuo-
sa, más humanizada.
Dolly : ¿Así que vos pensabas eso?. Pobrecita, ¡como se nota que te lava-
ban la cabeza desde chiquita! Te metieron todos los buzones que
habán disponibles en el mercado y, encima, algún tranvía de regalo.
¿Sabés que? La diferencia entre ustedes y nosotros, es que la //
gente cascoteada no frunce la naríz, frente al mal olor de los otros
pero, como son humanos, también son roñosos, si te pueden arran-
car las muelas te las arrancan...y sin anestesia. Y otra cosa, no tie-
nen instrucción, cosa que los ricos si. No es lo mismo aprender a //
las patadas, que aprender en los libros.
Clara : Pienso que la gente como usted, es más sincera.
Dolly : ¡Vos sí que pensás al pedo!. Decime: ¿no te das cuenta que a los tor
cidos y a los derechos, Dios, los repartió por todas partes?. Allí, /
donde hay un tipo derecho caminando, jugate la cabeza, que, a su /
costado, hay un jodido haciéndole sombra y serruchándole las pa-
tas.
Clara : A lo mejor usted tiene razón, pero me cuesta creerlo. Me cuesta /
aceptar que no haya un lugar donde la gente sea como debe ser. //
Me niego a creer que el mal es la norma del mundo. Yo creo en ///
Dios.
Dolly : ¡Ah!, ¿y yo no?.
Clara : Yo le rezo, le pido que nos salve de vivir al margen del amor y la
verdad. Él ha sido, siempre, mi refugio en los momentos más com-
plejos de mi vida.
Dolly : Y yo, no lo veo como una cueva donde uno se esconde. A Dios, hay /
que ayudarlo, hacerle fácil el trabajo. Si lo tenemos cerca es por-
que salimos a buscarlo, no porque Él venga a golpearnos la puerta y
si vos creés que sos la única que se arrodilla y suplica, entonces, //
estás meando fuera del tarro. Achicá con el espejo que eso de ha-
cer rulitos al ombligo, también es pecado.

Cambio de escena. Se apaga la luz sobre Dolly. Clara gira enfrentando al pú-
blico.
Clara : Es increíble lo que se puede aprender de personas que jamás pensó
conocer. Para mí, Dolores era una prostituta, primero y solo una //
clienta, después. A medida que iba transcurriendo nuestra charla,
fui entendiendo algunas cosas. No es que la vida se me estuviera /
haciendo más fácil, pero si menos complicada, casi, diría, de una //
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claridad meridiana.

Otro cambio de escena. La luz, ahora, va hacia Dolly, apagándose sobre Clara
Dolly : ¡Pucha con la gente rica, che!. ¡Mire que complicarse la vida así!. Yo,
a los ricos, siempre los vi como eso, nada más: ricos. Escuchando a
la dotorcita, más me convencía de que no andaba mal rumbeada. No
solo son ricos porque tienen plata, sino que son ricos porque tienen
tiempo... (Rápida) para gastarlo al santo pedo nomás, haciéndose //
problemas por las buenas costumbres, el “que dirán” y todas esas /
cosas que lo único que hacen es que vivas mirando por encima del /
hombro por si alguien te quiere joder. Más la escuchaba y la mira-
ba y más me convencía de que era medio guaranga al ponerse en el
papel de damita de porcelana. Por cosas como las que le pasaban a
ella es que la caca nos llega la naríz y hay más corrupción, miserias
y más mentiras entre la gente. (Nuevo cambio de clima: la luz se /
enciende sobre Clara y ambas retoman el diálogo) Ustedes cuidan
tanto el culo al lado de la estufa para no sentir frío, que termina /
quemadito: nadie dice ni hace nada. Nadie dice lo que siente. Un /
día de estos, van a prohibir la venta de espejos porque vamos a te-
ner vergüenza de mirarnos. Gente como vos, aumenta el hedor en /
la tierra y mirá que no quiero ofenderte, pero esa manía de jugar a
las escondidas, cada uno y con los vecinos, es lo que hace el caldo /
gordo para que todos los peces que andan sueltos por la calle y que
se sientan en los ministerios, en los bancos de las parroquias, en //
los bordes de las piscinas, puedan manejar los hilos de los desgra-
ciados que somos la mayoría.
Clara : No me joda, Dolores.
Dolly : (Genuinamente sorprendida) ¡Epa! ¡Qué lenguaje, dotora! No se ol-
vide que usted es una dama. ¡No se me eche a perder, ahora.!
Clara : ¿Y qué esperabas?. Desde que nos conocemos has estado critican-
do cada cosa que he hecho, que digo y no sé si las que voy a decir!.
Todo tiene un límite, Dolores y un momento. (Vuelve el juego de //
Luces. Dolly a oscuras. Clara enfrenta al público) En medio de la /
horrible situación que vivo, he conseguido, para sostenerme y no
perder la cordura, una esperanza. Mi amor por Kraig es real y lo
que me mantiene de pie aunque aún de cabeza gacha. Dolores ha-
bía nombrado los espejos y cada vez me convencía más que cada
uno de nosotros es el espejo del otro. Así la sentía yo a ella.
Dolly me fue mostrando una y otra vez, también, un reflejo de mí
que me incomodaba y que yo sabía real. Diez años atrás, yo hubie-
ra enfrentado la situación de otra manera manera. Hoy, la Santa
costumbre, el miedo, me han ido carcomiendo y no sé si tengo ///
fuerzas para enfrentar al mundo. Me reconozco cobarde, pero sé
también, que he sufrido y para sufrir hay que ser corajuda.
Dolly : (En penumbras) Esta es la conversación de la sarna con las ganas
de rascarse.
Clara : (Escuchando) ¿Qué? ¿Qué dijiste?
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Vuelve la luz sobre ambas.


Dolly : Menos mal que, entre tanto defecto que tenés, la sordera no es
uno de ellos. Dije que estás perdiendo el tiempo.
Clara : ¿Con Kraig?
Dolly : No, m hija, no. Aguantando esa vela que ya no da luz, allá, en tu regia
casa. Vos criticás a tu marido, pero, ¿sabés qué?, vos no tenés coraje.
En la vida uno tiene que jugarse. El Dr. Kraig, es un hombre de ley,
sufrió mucho en su vida y no quiere seguir sufriendo. Así que, dale y
buscá el momento porque el que no busca, no encuentra
Clara : Lo voy a encontrar, Dolores.
Dolly : Parece que va a llover. (La luz se apaga sobre Clara. Dolly retoma /
su intimidad con el público). Fue decirle eso, miren, y la dotorcita
cambió: dió vuelta la pisada. Y no digo que fue por la charla que tuvo
conmigo; la chica estaba madura pero no se había dado cuenta.
En fín que si hay cosa que debo agradecerle a la Rosita, fue la ma-
cana que se mandó y que me permitió conocer a la dotorcita. ¡Ah,
que abombada soy! Yo no les conté en que quedó lo de la Rosita...
La Dotora la sacó de la cana y ¿ustedes piensan que vino a verme?
Nada, ni en foto la volví a ver, eso sí, como a los quince días de te-
ner la libertad, la mujer, sin alma ,me mandó un hermoso vestido /
para agradecerme la gauchada. Entre nosotros: la Rosita jugó su-
ció y no hay dudas de eso: se involucró con los narcos; la pendeja,
no fue tan culpable y yo lo presentí desde el principio, pero... no le
dije nada a la dotora... ¿para qué?; ella la sacó igual y el juez se //
tragó el anzuelo... La mina hizo la suya. Está bien hacer la de uno, /
pero sin dañar a los otros, esto es fundamental. Yo, lo aprendí a //
las trompadas, como tantas cosas en mi vida pero...¡bueno!, ya pasó.
(Cambia el tono) Y, en cuanto a la dotora, ¿podrían creerme que le
dio una patada al “delicado” ese que tenía como marido y se apare-
ció, un día en el Bar del Ñato, con el Dotor Kraig?. ¡Ah, pero eso no
es todo! ¡Venían del Registro Civil , casados!. Por eso les decía yo /
que había cambiado la pisada. No la volví a ver, pero me parece que
ahora es felíz.

(Cambio de iluminación. Luz sobre Clara para su confesión al público)


Clara : ¡Ha pasado tanto tiempo desde que estuve con Dolores, por última /
vez!. Fue un día muy especial en mi vida y quise compartirlo con la //
mujer que logró hacerme romper con las ataduras, porque fue en las
charlas que tuvimos que fui viendo una realidad distinta; una reali-
dad que sabía que existía pero que nunca había visto de cerca. No /
de manera tan descarnada, al menos. Cuando fuimos con Tito por el
Bar de su amigo, después de casarnos, sentí totalmente genuina su
alegría al saber que me había decidido a dar ese paso y eso me re-
confortó; ¡ella tuvo tanto que ver!. No sé que pasará en mi futuro, /
pero tengo la seguridad que esto es lo que quiero, Tito es mi mejor
realidad, la que construyo día a día y sé que el porvenir está sobre
bases firmes. A Dolores la recuerdo con cariño, pese a lo distinto
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de nuestros lenguajes.

(Clara camina hacia atrás, dando la espalda al público, mientras la luz de su /


espacio baja lentamente, a la vez que sube la de Dolores. Ésta está ocupada
con alguna labor, Clara regresa. La luz se intensifica en toda la escena.)
Clara : ¡Dolores!
Dolly : (Girando) ¡Pero, miren quién vino a visitarme! (Se abrazan) ¿Qué ha-
cés por aquí?.
Clara : Tuve que venir a una cuadra de aquí a atender un caso y me dije que
era momento de venir a saludarla.
Dolly : ¿Y a quién vas a salvar ahora, vos?
Clara : Voy a intentarlo, al menos. El hijo de una señora que regentea una /
pensión en la cuadra de abajo, ¿sabe de quién hablo?.
Dolly : Me parece que sí. El botija de metió otra vez en problemas.
Clara : ¿Tiene esa costumbre?
Dolly : ¡Pshh!, dos por tres.
Clara : ¿Es creíble o no?.
Dolly : Depende de lo que hizo ahora.
Clara : De lo que se presume que hizo.
Dolly : ¿Se dice así?. Mirá, vos. De todos modos, abrí el ojo con ese, mirá /
que no es ningún santito y tiene varias entradas en la cana.
Clara : Eso no lo hace culpable.
Dolly : ¡Vos no cambiás más!. Yo conozco el paño, m hijita, ese está metido
hasta la manija.
Clara : Como estuvo Rosita.
Dolly : (Rié a carcajadas) ¡Así que no te tapé el ojo!. Está bueno... pero vos
nunca me dijiste nada.
Clara : ¿Para qué?. Y, además, salió todo bien. Ganamos, ¿no?
Dolly : Y si. Bueno y decime ¿cómo está el dotor Kraig?
Clara : (Pícara) Muy bien.
Dolly : (Vuelve a reir) Eso no te lo enseñé yo, che. Eso lo aprendiste solita,
me parece.
Clara : Nos acordamos muy seguido de usted. No olvidamos la mano que nos
diste.
Dolly : No empieces a decir pavadas porque te echo de aquí. Uno cosecha lo
que siembra. ¡Si sabré eso yo! Fijate, vos estás conmigo y mi hijo no.
Esto lo sembré yo solita. (Cambia a una fingida alegría) ¿Querés to-
mar algo?. Tengo un whisky que me regaló un cliente.
Clara : Dele, la acompaño.
Dolly : (Sirve dos copas mientras habla) A vos también te hacen regalos tus
clientes, ¿no?. Ya ves, dotora, la vida es la misma en todos lados. Las
dos recibimos regalos de la gente que atendemos, aunque hagamos /
trabajos distintos. (Le alcanza la copa) Salud, Clarita, porque la vida
siga siendo esa cosita jodida que encontramos cada día y para que //
podamos seguir condimentándola como queramos. (Brindan)
Clara : Salud, Dolores, por usted, para que siga siendo una mina llena de sa-
biduría simple.
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Dolly : (Emocionada) No sigas con la pavada. (Beben) Decime, che, ¿vos no /


me vas a tutear nunca?.

APAGON

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