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PUÑAL DE LUNA
(Adaptación)
Una escena desnuda. Sobre una banqueta, una luz que ilumina, también, una
mesa. Entra una mujer de, aproximadamente, 45 años que parece ignorar al
público. Se sienta en la banqueta y de la mesa toma un cigarrillo que enciende
con cierta displicencia. Luego mira hacia la platea y sonríe.
Dolores : (Afirmando) Están ahí. Bueno, no soy muy buena para estas cosas
de las presentaciones, pero, de todos modos... (hace una pausa):
me llamo María Dolores Bermúdez, aunque, claro, en esto de mi
profesión no queda bien decir tooodo el nombre, así que me dicen
Dolly. Y ¡claro!, ustedes querrán saber que carajo hago acá. Bue-
no, (se arregla el cabello) vengo a contarles una historia. Miren,
de una nomás para que se impresionen de entrada y así nos deja-
mos de pavadas: yo soy yira, ¿tá?. Y ustedes estarán pensando:
“¿Qué historia me puede contar, a mí, una yira?” (Gesto de com-
pliciad) ¡Vamooos, que tengo muchas! Pero, de “esas” no voy a //
contar. Por respeto y... (baja el tono) por la autora que fue la que
escribió sobre mí y quiere que les cuente otra historia. ¡En fín!.
Yo nací en Canelones y a los dos años, vinimos con mi familia para
Montevideo. Cuando tenía 8 años, comenzaron lo que llama “tras-
tornos de conducta”. (Nueva pausa, sonríe tímidamente) Le corté
unas trenzas muy largas, a una compañera de clase... ¡se armó un
quilombo!... Me internaron en un neuropsiquiátrico. Era rebelde; mi
familia no sabía que hacer, las monjas tampoco. ¿Saben?, hoy, //
viéndolo desde acá, pienso que no acepté que mi madre me dejara
de lado después del nacimiento de mi hermano. Antes, yo era el //
centro del hogar... (Pícara, al público) Bueno, a decir verdad toda-
vía no lo acepto. ¡Qué cosa, che! Para mi vieja, el varón era el sol,
la luna y las estrellas. (Una mueca) Yo pasé a ser la “flor del pan-
tano”. Eso causó todo el despelote en mi vida. (Pausa corta) En la
época que me tiraron en el reformatorio, no existían todos los es-
pecialistas que hay hoy en día. Ahora, son universitarios... antes
eran botonazos de túnica blanca que, al menor estornudo, uno co-
braba un sopapo y ¡pobre de vos si te quejabas!. No, no, ahora /
hay diálogo. Antes te pegaban y después te preguntaban, ahora te
preguntan y después te podés morir de hambre en una celda y na-
die va a mover un dedo por vos.... Cuando estuve con las monjas...
si me mandaba alguna macana, me señalaban un cuadro que ocupa-
ba toooda la pared y que representaba el cielo y el infierno. Me o-
bligaban mirar el infierno un rato largo porque decían que allí iba
a ir yo.... A los ocho años, eso, me asustaba, me hacía daño.
Después vino el Buen Pastor... Tenía 13 años cuando llegué, conocí
todos los delitos: proxenetismo14, robo... ¡Hay tanto horror y locura
para contar en esos lugares!. Ejemplo de algún maestro, tampoco
Al único que admiré, era un profesor de inglés, a los nueve años.
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Clara : ¡Ah, disculpen!. Llegué unos minutos tardes porque tuve problemas
con el tránsito. Espero que me sepan perdonar. Me presento ante
ustedes: me llamo María Clara, soy abogada. He sido convocada por
mi socio, el Dr. Kraig, para encargarme de la defensa de una chica /
que, al parecer tenía problemas bastante severos con la justicia. Lo
extraordinario de este caso, desde el principio, fue el hecho de que
mi socio me pidiera que no lo atendiera en el despacho y fuera a la
casa de una fulana llamada Dolly. El caso, en sí, no era grave, aunque
tenía aspectos que podían perjudicar a la chica en ciernes y, la tal /
Dolly, estaba dispuesta a cooperar en todo. En fín que llegué hasta
la casa de ella. Les confieso: desde el principio me impresionó, no /
solo su aspecto, sino, también el ambiente en el que vivía. Entre no-
sotros, no se necesita ser demasiado despierta para comprender /
cual era la ocupación de esta señora... si me entienden. Lo admito:
me sentí incómoda desde el mismo momento en que pisé en su casa.
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¡Estaba tan llena de cosas inútiles y mal gusto!. Había una hamaca /
paraguaya, por ejemplo, en un lugar que era absolutamente imposi-
ble que pudiera dársele alguna utilidad práctica... y como eso, algu-
nas cosas más, pero, bueno, los lugares, a veces sirven para juzgar
a sus habitantes y, a veces, no sirven para nada. En este caso, el /
lugar era típico de quién se ocupa de... bueno, ustedes ya saben que.
Otra de las cosas que me impactó, fue el trato que esta señora in-
tentó darme: como si fuera su igual, cosa, absolutamente inadmisi-
ble. Yo era una mujer casada, una profesional, una persona acostum-
brada a moverse por ambientes totalmente opuestos a los de la tal
Dolly, así que, intenté mantener una significativa distancia con ella,
marcando, además, la diferencia entre ambas. Y, claro, me dispuse a
escuchar su versión de los hechos. Aquí, si me permiten, voy a hacer
una apretada síntesis del caso: (se acomoda) Dolly tenía una amiga,
la Cata, que, al igual que ella es prostituta. Cata tuvo una hija, que, /
por referencias de Dolly, no salió trigo limpio; presumiblemente, an-
da enredada con gente nada recomendable y, por si fuera poco, nar-
cotraficantes. De hecho, y vamos al punto que nos interesa, esta jo-
ven, trabajaba, por recomendación de Dolly, en un boliche “Stand //
by” de un amigo de ella. Allí, también, trabajaba Rosita, otra amiga
de Dolly. El hecho es que la policía hizo un procedimiento antidroga
en el lugar y detuvo a todos. La chica involucró, en sus declaraciones
a la tal Rosita que, al decir de Dolly, nada tiene que ver, ni con la //
droga, ni con la chica. Hay que aclarar que la joven, que es menor de
edad, recuperó la libertad y Rosita se quedó adentro. Como imagina-
ran , la opinión de Dolly, sobre la chica no es nada buena, pero, ¡en /
fín!, que yo estaba allí para lograr la libertad de Rosita y su desvin-
culación de la causa. Entre nosotras se dio un intercambio de opinio-
nes muy interesante acerca de la justicia y su actuación. Dolly la ve
desde el punto de vista de quién se mueve en ambientes poco recomen-
dables y cuyos amigos suelen entrar, a la cárcel con más facilidad de la
que suelen salir. Además creen, y están convencidos, que los procedi-
mientos y las leyes se resuelven con “arreglos” ... y no de acuerdo al //
marco legal... Ustedes me entienden.
ser madre... fue ahí, cuando me hizo ver que la maternidad, es algo /
más que una expresión de deseo, es un auténtico acto de amor. Y me
habló de ese hijo que nació por amor y que, con el correr de los años
se fue avergonzando de su madre hasta apartarla de su vida.
Otro cambio, Dolly está sentada en una banqueta, con un vaso en la mano.
Enciende un cigarrillo, mira la frente.
Dolly : ¡Qué cosa con la gente rica, che!. Esta mujer se animó a contarme lo
que le pasaba con su marido, que quería tener un hijo, pero cuando /
la quise enfrentar con la pobreza de esa vida de señora bien, inten-
tó cambiarme le tema y volver al asunto de la Rosa. Entonces yo le /
dije lo que pensaba de ella y las mujeres de su clase: les gusta mirar
los peces del otro lado de la pecera; cuando, a ese dolor, lo tienen
que vivir en carne propia, ponen cara fea y cambian de tema; escon-
den todo detrás de esas sonrisas de plástico que tanto placer les /
causa a sus maridos... ¡por favor!.
Cambio de escena. Se apaga la luz sobre Dolly. Clara gira enfrentando al pú-
blico.
Clara : Es increíble lo que se puede aprender de personas que jamás pensó
conocer. Para mí, Dolores era una prostituta, primero y solo una //
clienta, después. A medida que iba transcurriendo nuestra charla,
fui entendiendo algunas cosas. No es que la vida se me estuviera /
haciendo más fácil, pero si menos complicada, casi, diría, de una //
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claridad meridiana.
Otro cambio de escena. La luz, ahora, va hacia Dolly, apagándose sobre Clara
Dolly : ¡Pucha con la gente rica, che!. ¡Mire que complicarse la vida así!. Yo,
a los ricos, siempre los vi como eso, nada más: ricos. Escuchando a
la dotorcita, más me convencía de que no andaba mal rumbeada. No
solo son ricos porque tienen plata, sino que son ricos porque tienen
tiempo... (Rápida) para gastarlo al santo pedo nomás, haciéndose //
problemas por las buenas costumbres, el “que dirán” y todas esas /
cosas que lo único que hacen es que vivas mirando por encima del /
hombro por si alguien te quiere joder. Más la escuchaba y la mira-
ba y más me convencía de que era medio guaranga al ponerse en el
papel de damita de porcelana. Por cosas como las que le pasaban a
ella es que la caca nos llega la naríz y hay más corrupción, miserias
y más mentiras entre la gente. (Nuevo cambio de clima: la luz se /
enciende sobre Clara y ambas retoman el diálogo) Ustedes cuidan
tanto el culo al lado de la estufa para no sentir frío, que termina /
quemadito: nadie dice ni hace nada. Nadie dice lo que siente. Un /
día de estos, van a prohibir la venta de espejos porque vamos a te-
ner vergüenza de mirarnos. Gente como vos, aumenta el hedor en /
la tierra y mirá que no quiero ofenderte, pero esa manía de jugar a
las escondidas, cada uno y con los vecinos, es lo que hace el caldo /
gordo para que todos los peces que andan sueltos por la calle y que
se sientan en los ministerios, en los bancos de las parroquias, en //
los bordes de las piscinas, puedan manejar los hilos de los desgra-
ciados que somos la mayoría.
Clara : No me joda, Dolores.
Dolly : (Genuinamente sorprendida) ¡Epa! ¡Qué lenguaje, dotora! No se ol-
vide que usted es una dama. ¡No se me eche a perder, ahora.!
Clara : ¿Y qué esperabas?. Desde que nos conocemos has estado critican-
do cada cosa que he hecho, que digo y no sé si las que voy a decir!.
Todo tiene un límite, Dolores y un momento. (Vuelve el juego de //
Luces. Dolly a oscuras. Clara enfrenta al público) En medio de la /
horrible situación que vivo, he conseguido, para sostenerme y no
perder la cordura, una esperanza. Mi amor por Kraig es real y lo
que me mantiene de pie aunque aún de cabeza gacha. Dolores ha-
bía nombrado los espejos y cada vez me convencía más que cada
uno de nosotros es el espejo del otro. Así la sentía yo a ella.
Dolly me fue mostrando una y otra vez, también, un reflejo de mí
que me incomodaba y que yo sabía real. Diez años atrás, yo hubie-
ra enfrentado la situación de otra manera manera. Hoy, la Santa
costumbre, el miedo, me han ido carcomiendo y no sé si tengo ///
fuerzas para enfrentar al mundo. Me reconozco cobarde, pero sé
también, que he sufrido y para sufrir hay que ser corajuda.
Dolly : (En penumbras) Esta es la conversación de la sarna con las ganas
de rascarse.
Clara : (Escuchando) ¿Qué? ¿Qué dijiste?
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de nuestros lenguajes.
APAGON