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Gaucho

Yo estuve allí. Yo estuve cuando el godo le entregó la espada al General y


lo escuché decir que había que curar a los heridos y tenerle caridad a los
apresaos.
Dispués de la batalla me senté en un alto y miré mis manos, había sangre,
mía y algún enemigo, busqué mi arma y la sentí en la cintura; allí la puse
después de limpiarla en un poco de paja que arranqué del suelo. Un
hombre que había peleao al lado mío se agarraba el costado, le ví un gesto
de dolor en la cara y al mirarlo mejor, me dí cuenta que por los dedos le
corría la sangre pero el hombre, como buen oriental no se quejaba; lo vi
irse despacio, a tranco torpe, de seguro que por la herida. Yo me quedé un
rato más sentao, escuchando todavía los gritos de la pelea y sintiendo que
iba agrandándose el orgullo que me nacía por haber estao ahí.
Un primo mío se hizo milico, yo no….¿pa qué?, no necesite de uniforme pa
plantarme frente al godo y gritarle en la cara que tenía enfrente a un
oriental. Por un rato largo, todo fue cuchillo, choque de fierros, ruidos de
golpes… la tierra, ¡esta tierra! tenía quién la defendiera. Y me acordé del
día que quise acercarme a la milicia de Artigas, fue cuando vi pasar a
varios godos pisando en esta tierra como si fuera de ellos y ¡ni prestada se
las quise dejar!. Se lo dije a la mujer y ella me contestó “usted sabe lo que
quiere hacer” y si, yo sabía, sabía que no quería más godos mandones
dando vueltas por aquí.
Agarramos los hijos y nos fuimos con el General pal Río San José. Este
campamento, me recuerda a aquel otro porque junto a los milicos de
Artigas estábamos nosotros, los que andamos de pie en tierra, los que
hasta ese entonces nos pasábamos los días de faena en alguna suerte de
estancia pa llevar algo con que llenar el buche de los gurises y de la mujer
que nos esperaba en el rancho.
Ahora están también conmigo, no quisieron quedarse cuando les dije que
el General arrancaba pal norte y que yo me venía con él. “Nosotros vamos
con vos” me dijo la mujer y yo, pensé decirle que no, que se fuera pa la
casa de la hermana y que cuidara a los gurises que yo iba a regresar pero
fue mirarla parada ahí como midiéndome el coraje pa darme cuenta que
ella, que había parido sola las más de las veces, no se iba a ir a acurrucar a
la casa de nadies. “Nosotros vamos con vos” me repitió y como la otra vez
agarré la carreta, subí los gurises, alguna que otra cosa y arrancamos para
acá. Fue más fácil, no teníamos ya rancho para quemar…
“Pa lo que mande general”, le dije a Artigas, “el cuchillo sigue en la
cintura”, él me tendió la mano y con ese apretón, pasé a ser un patriota
más.
Es que, ¿sabe que cumpa?, no fue solo la pelea con los godos lo que me
hizo subir a la familia al carro y arrancar pa acá.
Es eso que quiero pa mis hijos, eso que todos nombran, eso que algunos
conocen y yo no. Eso….eso que llaman libertad

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