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Me miró a los ojos, él sólo me miró a los ojos sabiendo que su destino estaba en mis

manos. Aún recuerdo esos ojos, aún recuerdo todo lo que sentí cuándo me miró,
recuerdo el miedo en su mirada, sus manos temblorosas, su respiración
acelerada,su piel pálida por los nervios, estábamos frente a frente, él oveja y yo
león, él cómo un roedor asustado y yo cómo la serpiente que lo estrangulaba. No
dijo nada, sólo me miró y yo apunté hacia él con mi arma, me invadió una tristeza
sin igual mezclada con odio, mi pecho se llenaba de ira a la vez que mis ojos
deseaban romper en llanto. Él me seguía mirando y yo jalé el gatillo al mismo
tiempo que mi mejilla se mojaba con una lágrima que dejé escapar, qué bueno que
estaba sólo con él, no hay espacio para los sentimientos cuándo se requiere quitarle
la vida a un hombre. Vi cómo la vida abandonaba su cuerpo inerte, vi su sangre
decorar el suelo y sus entrañas pintar las paredes, era un mal lugar para dar el
último suspiro, mira que es triste morir a manos de otro hombre sólo porque otro
hombre lo ordena, no nos conocíamos, simplemente él tenía un uniforme distinto al
mío. Vaya motivación para matar, él vestía un color distinto, ese era todo su pecado,
pero era él o yo. El túnel inmundo que fue su tumba estaba oscuro y sucio, se
separó de su pelotón y me tomó por sorpresa encontrarlo, me pregunto si hablando
se habría resuelto ese encuentro, me preguntó si era necesario terminar con su
existencia, ¿Tendrá familia? ¿Un padre o madre que lo esperaban? ¿Habrá sido
buen tipo? ¿Le habré hecho un favor a la humanidad al matarlo? o ¿Despojé de su
héroe a un pueblo? Tantas preguntas que él jamás me podrá responder, ojalá me
pueda perdonar si es que hay algún paraíso espero se lo haya merecido,
seguramente yo me he ganado el infierno.
Mientras pensaba todo ésto mi rostro se encontraba hecho un charco, tantas
lágrimas derrochadas por un hombre desconocido, ¡¿Quién iba a pensar que me
encontraría en ésta situación!? Tal vez nadie de mi pueblo se lo hubiera imaginado,
yo sólo era un pescador y ahora soy un asesino ¡Gran negocio la guerra!
transforma a buenos hombres en asesinos sin sueldo, con la única promesa de
defender la bandera correcta, y sólo dios sabe si defendemos la bandera correcta,
tal vez no le importe a dios, tal vez sólo se divierta al vernos arrancarnos las
entrañas los unos a los otros, tal vez nos mire cómo hormigas y sea un niño con una
lupa en un día de verano sin ningún quehacer académico observando cómo un
ejército rapiña a una ciudad entera. Hablando de niños, ¿Cómo estará mi
muchacho? ¿Estará bien? Espero que mis acciones no lo condenen cómo yo acabo
de condenar a la familia de este saco de carne y huesos ahora vacío, sin alma, sin
goce ni sufrimiento ¡JA! ahora no suena tan mal la muerte, sin goce y sin
sufrimiento, sólo paz, añoro la paz.

-¡Soldado! - La voz del sargento me sacó abruptamente de mis pensamientos


- ¡¿Qué ha pasado?! -
- ¡Un soldado que se separó de su pelotón! ¡Los demás deben estar cerca!
¡Démonos prisa! -

1
La mirada del sargento era de desconcierto al ver mis mejillas mojadas por el llanto,
aún así no lo mencionó, supongo que todos pasamos por ésto en ésta maldita
guerra, no puedo creer lo que acabo de hacer.
-Tranquilo soldado, el primero siempre es difícil, después tendrás tiempo para
resolver tus sentimientos por ahora debemos avanzar, ¡La gloria nos espera! -
¿Qué tendrá de gloria morir en ésta pila de estiércol? Pensaba mientras veía la
pose heróica del sargento mientras se disponía a seguir con nuestra misión. El
sargento era un veterano, hombre alto y fornido, tenía una cicatriz muy notable en la
mejilla y llevaba la cabeza afeitada, tenía un aspecto bastante macabro, parecía que
no le temía a nada y me sorprendió bastante su comprensión al ver mi llanto, tal vez
detrás de ese semblante inquebrantable existe un buen hombre, un campesino, un
carpintero o que se yo, nunca hay tiempo de detenerse a conocerse más a fondo,
los últimos meses sólo hemos andado de aquí para allá buscando a nuestro
enemigo, al parecer por fin encontramos rastro de ellos y pienso que me hubiera
gustado no ser yo él que lo haya descubierto. Nuestra misión es una en un millón,
es de esas misiones suicidas con poca probabilidad de sobrevivir, al menos eso dice
el sargento, tal vez sólo lo diga para mantenernos alerta aunque la crudeza de ésta
guerra no me da esperanza de que sea sólo exageración de nuestro intimidante
líder, me pregunto si él está dispuesto a morir por su bandera o ¿acaso debo decir
nuestra bandera? Nunca me consideré nacionalista, mi lealtad sólo le pertenece a
mi familia en realidad, nunca sentí amor por alguien más que no tuviera mi sangre,
tal vez eso es lo que me hace tan ajeno al conflicto en el que participamos éstos
hombres y yo. Soy yo el más joven de todos, el único que tiene ahora una baja en
su récord de muertes, mi padre era ingeniero y me dotó de algunas habilidades que
el ejército encuentra útiles en estos tiempos, yo decidí dedicarme a la pesca,
siempre me gustó estar sólo con el mar y las enseñanzas de mi padre me ayudaron
a construir un gran negocio, extraño a mis colaboradores, pasar juntos el día
combatiendo contra grandes peces que le llevan sustento a nuestras familias, me
forzaron a cambiar mi grupo de pescadores por un grupo de asesinos patrióticos,
¿Quién demonios está tan dispuesto a morir por las palabras de un hombre que se
hace llamar presidente de una nación? Al parecer ellos sí, yo sólo intento regresar
con mi amada Sofía y mi pequeño Héctor, ellos son mi patria, mi nación, mi todo.

-¡Ahí! ¡Miren eso! ¡PECHO A TIERRA!

Una ráfaga de balas despiadadas interrumpieron la calma de nuestra caminata,


todos buscamos protección, creímos haber encontrado al enemigo primero, pero
ellos se adelantaron. Con las primeras balas los veteranos rápidamente
respondieron el fuego, mientras yo con mucho pánico me lancé a una roca que se
encontraba en medio de todo el alboroto.

-¡Fuego a discreción! ¡Arrebaten la victoria de sus manos! -

2
El sargento y su pasión para las masacres me estaba irritando pero era efectiva, el
enemigo no imaginaba encontrar a tan feroz pelotón en una puñado de hombres
canosos y un pescador asustado, pero vaya que sabían usar las armas, uno de los
más hábiles era el segundo al mando, Sargento 2do Roberto Muralla, hombre
tranquilo con un tigre sediento de sangre dentro de él, rápidamente asesinó al
primer hombre en disparar mientras contenía al resto con sus balas y granadas, yo
por otra parte atiné a lanzar una granada cerca de un grupo de 4 hombres, los
aniquilé enseguida, ésta vez no pude ver sus rostros, ésta vez no sentí lo mismo
que con el primero y me invadió el miedo de convertirme en un hombre insensible a
la muerte.
- ¡Bien hecho Pescador! ¡Gran lanzamiento! - me gritó Muralla, los disparos eran el
ruido de fondo de tan rara felicitación.
El pelotón completo luchó con fiereza, hasta yo me comencé a sentir con valor de
seguir luchando aún cuando no estaba de acuerdo con todo ésto y después de dos
largas horas quedamos victoriosos en esa batalla, ningún herido y cien por ciento de
efectividad, vaya que estaba entre leones ¡Reyes de la sabana! por un momento me
sentí orgulloso de estar con ellos.
El sargento nos ordenó buscar entre los cadáveres suministros y munición o
simplemente cualquier cosa que nos pudiera ayudar a continuar la lucha,

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