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Estás haciendo cola para subir al autobús y alguien se te cuela. Te enfadas, pero no te atreves a
decirle nada.
Llevas tiempo pensando que mereces un aumento de sueldo, pero no se lo planteas a tu jefe. Está
claro que no es lo más adecuado tal y como están las cosas.
Quizás te hayas sentido identificado con alguna de ellas. En cualquiera de estos casos deberías
haber dicho lo que pensabas pero no lo hiciste.
La mayoría de las personas aceptamos pasivamente estas situaciones mientras sentimos como
perdemos el respeto por nosotros mismos. Hasta que a veces llegamos al límite y estallamos de
ira, lo que tiene unas consecuencias mucho peores.
Sin embargo hay una tercera forma de responder y de respetarte bastante más eficaz que la
simple pasividad o la peligrosa agresividad. Estoy hablando de la asertividad.
En este artículo aprenderás por qué es tan importante, cuáles son sus límites y por qué no todo el
mundo puede ser asertivo. También descubrirás 10 técnicas para dominar la comunicación
asertiva y los 4 pasos que debes seguir para crear el mensaje asertivo perfecto.
¿Qué es la asertividad?
La asertividad es una forma de comunicación que consiste en defender tus derechos, expresar tus
opiniones y realizar sugerencias de forma honesta, sin caer en la agresividad o la pasividad,
respetando a los demás pero sobretodo respetando tus propias necesidades.
Si eres lector habitual de este blog probablemente ya conozcas su significado. Se trata de decir lo
que realmente piensas controlando tu mensaje para que no sea demasiado agresivo o frágil.
Espero que tampoco creas que ser asertivo solucionará todos tus problemas en la vida, porque no
lo hará. Tampoco será apropiado en todas las situaciones porque cada contexto es distinto. Sin
embargo, te puedo asegurar que te sentirás más confiado y te comunicarás más efectivamente
cuando lo necesites.
Expresar tus verdaderos sentimientos y defender tus derechos puede ser maravillosamente
reconfortante. Cuando dices lo que quieres, independientemente de si lo consigues o no, logras
vivir de forma más auténtica y feliz.
Te sientes libre.
Ser asertivo sirve para exponer a los demás cuáles son tus verdades deseos y necesidades, y para
demostrar dignidad, autoconfianza y respeto por ti mismo.
Lo más interesante es que las peticiones que hagas desde la comunicación asertiva tendrán
muchas más probabilidades de tener éxito ya que estarás pidiendo legítimamente que se respete
tu punto de vista. Habitualmente te será útil para:
Dar tu opinión, hacer una petición o pedir un favor a alguien de forma natural y no como si
le estuvieras pidiendo que te perdonase la vida.
Expresar tus emociones negativas (quejas, críticas, desacuerdos, etc) y rechazar peticiones
sin que los demás se sientan heridos o molestos contigo.
Mostrar emociones positivas (alegría, orgullo, agrado, atracción) y hacer cumplidos sin
parecer demasiado volátil emocionalmente.
Preguntar por qué y sentirte legitimado a cuestionar la autoridad o las tradiciones.
Iniciar, continuar, cambiar y terminar conversaciones de forma cómoda y sin la sensación
de estar ninguneando o faltando al respeto a nadie.
Compartir tus sentimientos, emociones y experiencias con los demás y favorecer que ellos
compartan las suyas contigo.
Resolver los problemas cotidianos antes de que aparezcan emociones negativas como la
ira y el enfado y la situación se descontrole.
Sin embargo, siendo asertivo no lograrás que la gente te quiera, no se enfade nunca contigo, y que
te concedan todo lo que deseas. Por mucha asertividad que uses siempre habrá gente que seguirá
dándote un no como respuesta si les pides algo que va en contra de sus intereses o valores.
También habrá quien te pueda malinterpretar y tomarse tu mensaje como un ataque personal.
Nada es infalible.
Seguramente cuando eras pequeño te enseñaron que no debías contradecir a tus padres,
familiares y profesores, ¿me equivoco? Esa idea puede llegar a arraigarse y convertirse en una
voluntad inconsciente de intentar complacer siempre a los demás para evitar confrontaciones,
rechazos, o la sensación de culpa por haber herido los sentimientos de alguien.
A muchos nos educaron en la idea de que siempre debíamos intentar satisfacer y priorizar a los
demás, que no era correcto anteponer nuestras propias necesidades por encima de las de los
otros, y que cuando alguien decía algo que no nos gustaba debíamos callar.
Pero junto a la educación recibida, existen también otros factores que determinan que no te
comportes habitualmente de forma asertiva.
Recuerda que cuando no defiendes tus derechos o expresas tus emociones, estás invitando a los
demás a que te traten de esa misma forma.
Algunos roles están directamente relacionados con conductas no asertivas, como por ejemplo
ciertos puestos de trabajo de bajo nivel o el rol tradicional de las mujeres en algunas culturas.
Todavía en muchos lugares existe el estereotipo de que las mujeres deben ser sumisas mientras
que los hombres deben ser agresivos.
La paradoja es que nosotros mismos nos presionamos para actuar conforme el rol que se supone
que debemos desempeñar en cada momento: casi todos somos más pasivos y menos asertivos
delante del director general que frente el compañero de trabajo con el que compartimos mesa.
Cuando estás estresado es habitual sentir que estás perdiendo el control de tu vida. En esas
situaciones puedes actuar sin pensar y terminar expresando las emociones de forma muy agresiva
o incluso extremadamente pasiva, como si nada tuviera ya importancia.
Mucha gente cree que han nacido más agresivos o más pasivos y que no hay nada que puedan
hacer para cambiarlo.
Esta afirmación no es correcta del todo. A pesar de que es probable que exista una tendencia
natural a reaccionar de una manera u otra, todo el mundo puede aprender a ser más asertivo.
Como he comentado al principio, mucha gente ha aprendido a responder de forma no asertiva por
imitación de la conducta de sus padres, amigos o roles de referencia. Si siempre has tenido a tu
alrededor personas serviciales y complacientes, o agresivas y hostiles, es difícil que aprendas a
reaccionar de otra forma.
El primer paso para ser más asertivo es conocer el origen del problema.
Las 10 claves para ser más asertivo
A continuación encontrarás una recopilación de técnicas y herramientas que han demostrado ser
útiles para mejorar tu asertividad. No es necesario que las interiorices todas, con tan sólo poner en
práctica algunas seguro que notas la diferencia.
Para empezar es clave que sustituyas los pensamientos negativos que te surgen cuando haces
valer tus derechos.
Evita pensar cosas como “Soy un mal amigo por no dejarle dinero a mi colega” y cámbialo por una
visión más positiva y personal como “Merezco que me respeten y no puedo dejarle dinero a
alguien que nunca me lo ha devuelto”.
Un gran y clásico error de la gente pasiva es suponer que la gente sabe qué está ocurriendo en tu
interior.
Quizás creas que tu jefe sabe que quieres un aumento de sueldo, o que tu novia espera que la
invites a una cena romántica, o que tu amigo sabe lo mucho que te molesta que le dejes un
videojuego y que luego no te lo devuelva.
Sin embargo la gente no suele tener ni idea de lo que te molesta o de lo que realmente esperas de
ellos. Así pues, no utilices el argumento de que ya saben lo que quieres como excusa para no dar
un paso al frente, porque es falso.
Hablar de forma asertiva no transforma tu mensaje en la única verdad, pero sí que lo transforma
en tu verdad.
Espero que estés de acuerdo conmigo en que no existe la verdad absoluta. La verdad es un
invento humano. Damos por sentado que determinadas cosas son ciertas para así poder entender
el mundo que nos rodea.
Las verdades pueden ser desagradables, pero ese no es el motivo para no decirlas. A menudo las
verdades más duras son las más valiosas. ¿Te acuerdas de la historia del traje nuevo del
emperador? Es una fábula sobre la falta de asertividad, y al final se demuestra que decir lo que
crees que es verdad puede tener un poder enorme.
Lo que decida quizás te guste, o quizás no, porque le has dejado libertad para decidir.
Para ser asertivo no debes exponer tan sólo las situaciones, también debes dejar muy claro lo que
quieres.
No es fácil saber lo que se quiere, así que te recomiendo que antes lo pienses detenidamente.
¿Realmente quieres un aumento de sueldo o un proyecto más motivador? ¿Deseas que tu novio
no salga tanto con tus amigos o que cuando esté contigo te dedique más atención y cariño?
Cuanto más claro tengas lo que quieres, más probable será que lo consigas.
Una vez tengas un objetivo, no te apartes de él. En una conversación tensa es normal que haya
ocasiones en las que la otra persona parezca no escucharte, no atienda a tus argumentos o incluso
te desprecie.
En esos casos recuerda por qué estás allí. Recuerda que has regresado a la tienda a devolver un
objeto defectuoso, que has llamado a tu vecino porque su música no te deja dormir por las
noches, o que lo que realmente quieres es que tu novia no te ignore cuando está con sus amigas.
Además de conocer cuál es tu objetivo real en esa situación, debes ser capaz de transmitir exacta y
detalladamente lo que quieres y no una vaga idea general, o la situación probablemente se te
escape de las manos.
Imagínate que entras en un restaurante a pedir algo para comer. ¿Verdad que no pedirías sólo “un
bocadillo”? En su lugar pedirías algo más específico, como un bocadillo mediano de jamón ibérico
con pan con tomate, ¿cierto?
Contrariamente a lo que hace mucha gente, no tiene ninguna utilidad mantener una conversación
en la que tan sólo quieras expresar tu enfado. ¿Qué pretendes conseguir realmente?
Hecho objetivo: “Tu escrito tiene faltas de ortografía y el formato varía en cada página”
Así lograrás que tu comunicación sea mucho más precisa y que la gente no se sienta agredida ni
juzgada antes de empezar a tratar con el problema.
-Me gustaría que me subierais el sueldo un 15% porque de esta forma estaré alineado con la
media del sector por el trabajo que estoy realizando.
-Disculpa, ¿te importaría hablar un poco más bajo por el teléfono? Me duele un poco la cabeza y
me cuesta concentrarme así.
De la misma manera, cuando alguien te pida algo también estás en tu derecho a negarte sin dar
explicaciones. A pesar de que dar un motivo es bueno porque restará agresividad a tu mensaje y
proporcionará una explicación a tu comportamiento, también estarás dejando una puerta abierta
a que tu interlocutor te lo discuta.
Si negarte sin dar explicaciones te parece demasiado brusco, una buena idea es ofrecer
alternativas al final de tu negativa:
-No puedo ayudarte con el trabajo. Estoy a tope hasta fin de mes. ¿Por qué no se lo preguntas a
Andrea a ver si a ella le va bien?
Incluso cuando no sea tu intención, es habitual que en las conversaciones intensas las demás
personas perciban que las estás culpando. Utilizar la palabra «Tú» en tus argumentos puede
intepretarse fácilmente como una acusación y entonces, como mecanismo de auto-protección, la
gente se cierra y se distancia.
¿Por qué hablar desde ti (también llamado utilizar «mensajes Yo») es tan importante en la
comunicación asertiva?
Porque te ayudará a expresar tus verdades sin hacer que la otra persona se sienta atacada o se
ponga a la defensiva. En lugar de decir “Me has tratado muy mal estos últimos días” puedes decir
“Me siento disgustado con la forma en que me has tratado últimamente”.
Aunque básicamente estás diciendo lo mismo, lo centras en tus sentimientos en lugar de hacer ver
a la otra persona que ha hecho algo mal. La clave es usar «Yo» en lugar de «Tú», y mantenerse
siempre concentrado en el problema que tienes, no en acusar o culpar la otra persona.
“Me siento incómodo cuando alguien conduce mi coche y prefiero ser yo quien lo haga” en lugar
de “Es mejor que tú no conduzcas mi coche”
“Agradecería mucho que me avisara con unos días de antelación antes de decirme que tengo que
viajar el fin de semana” en lugar de “Lo que ahora me pide es un problema”
“Me gustaría ser capaz de acabar mis argumentos sin que se me interrumpiera” en lugar de
“¡Siempre estás interrumpiendo mis explicaciones!”
9. Contagia tus emociones
Otra de las ventajas de los mensajes «Yo» es que son muy difíciles de discutir porque siempre irán
seguidos de una emoción o sensación, y nadie te podrá discutir nunca cómo te sientes.
Además, las emociones se contagian al hablar de ellas. Cuando expresas lo que sientes la gente
empatiza contigo porque conoce la emoción a la que te estás refiriendo.
La gente tampoco suele ser consciente de las consecuencias de sus acciones sobre el estado
emocional de los demás. Describir tus emociones probablemente sorprenda a muchos y les haga
reflexionar.
“Me siento muy desilusionada cada vez que me prometes algo y lo incumples de nuevo” es mucho
más asertivo y te permitirá mantener una conversación más productiva que con un “¡Nunca
cumples tus promesas!”.
¿Te suena la serie “El encantador de perros”? En ella, el entrenador canino César Millán muestra
cómo educa perros.
Pero la realidad es algo distinta: César no adiestra perros, sino que entrena a sus amos para ser
líderes. Y gran parte de lo que se aplica a los perros también puede aplicarse a los humanos.
El aprendizaje fundamental de César es que los perros son animales de manada y están
preparados para seguir a los líderes más asertivos, los que no pierden la calma con facilidad.
Enseña a los dueños a comportarse de esta forma, ya que su anterior conductanerviosa se
contagiaba a los animales.
En los hombres ocurre lo mismo. Debido a que las emociones son contagiosas, si quieres
comunicarte de forma asertiva deberás transmitir también eso con tu lenguaje corporal. Pero hay
más.
Los niveles altos de testosterona están relacionados con una mayor asertividad, mientras que
cantidades elevadas de cortisol se asocian con el estrés y el nerviosismo. Los líderes presentaban
más testosterona y menos cortisol que el promedio de participantes.
Descubrieron que es posible modificar los niveles de estas hormonas en sangre gracias a la
propiocepción o vía de doble sentido entre el cerebro y los músculos. En concreto, encontraron un
tipo de posiciones, las llamadas Posturas de Poder, capaces de incrementar la producción de
testosterona y reducir los niveles de cortisol.
Las Posturas de Poder son aquellas que hacen tu cuerpo tan grande como sea posible, como la
posición que adoptan los deportistas cuando ganan una competición (brazos levantados, pecho
hinchado, cabeza ligeramente hacia arriba y boca abierta) o las personas cuando están orgullosas
(manos apoyadas en la cintura, piernas separadas, mentón hacia arriba).
Estas posturas son innatas: las adoptan incluso los atletas ciegos pese a no haber visto nunca a
nadie hacerlas.
Lo que el estudio reveló es que mantener una postura de este tipo durante dos minutos podía
alterar la producción hormonal y hacer que la gente se comportara de forma más asertiva.
Varias investigaciones han demostrado que para conseguir la máxima asertividad debes usar la
comunicación subjetiva para describir lo que ocurrirá si todo sigue igual, y a continuación
presentar tu propuesta.
Los hechos. Primero describe la conducta de la otra persona. La conducta puede ser positiva o
negativa, según si pretendes agradecer algo o expresar tu descontento. Recuerda que debes
hablar de hechos y no de juicios, y ser lo más específico posible.
Tus sentimientos. Ahora explica cómo te hace sentir esa conducta. ¿Frustrado? ¿Triste?
¿Satisfecho? Habla desde ti y de tus sentimientos, e intenta mantenerte calmado.
Las consecuencias. Describe las consecuencias de que tu interlocutor siga manteniendo esa
conducta. Aquí también puedes añadir los sentimientos que prevés experimentar, cómo ese
comportamiento afectará a otras personas o situaciones, o dar más detalles de esa conducta.
La solución. Finalmente explica concretamente los cambios que quieres que se produzcan en el
comportamiento de la otra persona. De esta forma la gente podrá responder de forma proactiva,
al contrario de si tan sólo expusieras un listado de tus problemas sin sugerir soluciones.
«Has trabajado mucho para terminar este proyecto (conducta) y estoy muy orgulloso de ti (cómo
te sientes). Así seguro que vas a tener éxito en tu negocio (consecuencias).»
«A menudo entregas tus proyectos tarde (conducta) lo que me molesta bastante (cómo te sientes)
porque da la sensación de que todo el departamento es muy desorganizado (consecuencias).
Quiero pedirte que a partir de ahora seas puntual en la entrega (solución).»
«Cada vez que me dices lo que debo hacer (conducta) me siento amenazado (cómo te sientes)
porque gritas mucho y me señalas (más detalles). Me gustaría que dejaras de hacerlo de esa
manera (solución).»
Aunque la mayoría de nosotros no hablamos de esta forma, es importante que reflexiones sobre la
manera en que vas a expresar tus sentimientos a partir de ahora para que sea lo más clara y
menos agresiva posible.
Empieza desde cero
De la misma manera que si estuvieras aprendiendo a montar en bici no te tirarías cuesta abajo por
el Kilimanjaro, con la asertividad también debes practicar en situaciones menos comprometidas
antes de aspirar a metas más altas.
Lo ideal es que empieces a practicar en situaciones de bajo riesgo, como pedirque te cambien de
sitio en un restaurante o que te den otra habitación en un hotel.
Progresivamente, afronta situaciones más complejas como pedir incrementos de sueldo, negarte a
favores de amigos, o discutir temas con alta carga emocional. Poco a poco irás cogiendo práctica y
ganando confianza para ser más asertivo.
Cuando hayas hecho de la asertividad un hábito, te preguntarás como es que has sobrevivido
hasta ahora sin usarla. Y luego ya no te harán falta estrategias porque empezarás a sentirte
cómodo diciendo lo que piensas. Por que decir lo que piensas es lo natural.
Recuerda que habrá muchas ocasiones en las que no tengas éxito. Es normal. La clave está en no
venirse abajo y volver a intentarlo con más ganas. No es el miedo al rechazo lo que separa la gente
con mayor o menor confianza, sino cómo reaccionan a él.
La asertividad. Todo el mundo sabe lo que es pero en el fondo nadie la practica, ¿me equivoco?
Probablemente hayas leído lo mismo que yo. Que es una actitud y una forma de comunicar donde
defiendes tus derechos con firmeza. Y seguramente también conozcas sus beneficios: si eres
asertivo sentirás que respetan tus convicciones y opiniones, y eso puede ser un gran apoyo para tu
autoestima.
Sin embargo, lo habitual es que frente las exigencias de los demás terminemos respondiendo con
pasividad. Hasta que a veces un cúmulo de circunstancias provoca que no podamos aguantar más
y estallemos.
Esto no suele dar buenos resultados. Si en un arrebato de asertividad le dices a un amigo que no
piensas volver a dejarle dinero o le recuerdas a tu jefe que es un déspota, lo más probable es que
termines ganándote muchos enemigos. Y por eso regresas a la seguridad de la pasividad.
Entonces, ¿existe alguna forma correcta de usar la asertividad? ¿Es posible conseguir que te
respeten pero a la vez empaticen contigo?
La comunicación asertiva no solo te ayudará a defender lo que crees justo para ti. Como
aprenderás hoy, también es capaz de mejorar la calidad de todas tus relaciones.
El principal obstáculo de la asertividad viene de lejos. Durante siglos la sociedad nos ha estado
enseñando una forma de comunicarnos que provoca conflictos y malestar, a esconder nuestros
sentimientos (¿recuerdas cuántas veces tus padres te dijeron que no llorases cuando eras
pequeño?) y a fingir delante de los demás.
Si te centras en comprender tus necesidades y las de los demás, y no en ganar las discusiones, tu
forma de relacionarte cambiará totalmente. Porque en el fondo nuestras necesidades como seres
humanos son muy parecidas, y eso te permitirá crear vínculos emocionales.
Hacer una petición concreta que respete las necesidades de las personas
Esta comunicación es empatía pura. Una vez empieces a usarla no solo te parecerá natural
expresar tus necesidades, sino que enterrarás tu papel de víctima al responsabilizarte por fin de
tus emociones.
Pero antes un aviso: esta forma de asertividad no tiene como objetivo convencer a los demás o
imponer tus deseos (aunque son efectos secundarios habituales). La meta es que lograr que
comprendan plenamente tus necesidades y emociones.
Por eso se centra en expresar sentimientos y necesidades, en lugar de críticas o juicios morales.
Para ello debes describir lo que ha ocurrido sin emitir ningún juicio o interpretación, simplemente
explicando de la forma más objetiva que puedas lo que has observado.
Si no lo haces así y tu interlocutor percibe que estás emitiendo un juicio sobre lo que es bueno o es
malo, va a dejar de escucharte desde el primer segundo.
Imagínate que llevas veinte minutos haciendo cola para comprar unas entradas para el cine. Te
descuidas un momento para mirar el móvil y a la que vuelves a levantar la vista ves que hay una
persona delante de ti que antes no estaba.
Si le dices “Es usted un maleducado, ¡se ha colado!” probablemente esa persona se defienda,
porque en su realidad interna nadie se considera grosero. Pero si le dices “Disculpe, antes usted
no estaba delante de mí” es más probable que reconozca la situación.
Sí, quizás niegue tu observación, pero entenderás por qué lo hace y cómo lidiar con eso más abajo.
Lo importante es que describiendo lo que has observado sin añadir ninguna evaluación personal
aumentarás las probabilidades de que te escuchen, evitando que se pongan a la defensiva de
inmediato.
Porque, como dijo en su momento el filósofo Krishnamurti, observar sin juzgar es la forma más
elevada de inteligencia humana.
Si el primer paso de la comunicación asertiva es observar sin juzgar, el segundo es expresar tus
sentimientos. Esto es muy importante por una razón: porque tus sentimientos son la única
realidad que no admite discusión.
Camino a la Acción
De esas 3 etapas que preceden tus actos (información, pensamientos, sentimientos) ¿cuál dirías
que es la única realidad indiscutible?
Vale, la información que observas NO tiene por qué ser la realidad. ¿Y tus pensamientos?
Imagínate que has quedado para una primera cita después de conocerle por internet. Esperas 10,
20 y hasta 40 minutos hasta que decides llamar. Y tiene el móvil desconectado.
Lo único que es real e indiscutible son tus sentimientos. Aunque la información que recibas sea
incorrecta y lo que pienses esté equivocado, lo que seguro que es cierto es lo que eso te hace
sentir.
Si te sientes triste, ¿alguien puede convencerte de que estás alegre? No, tu tristeza es real.
Las situaciones y los actos de las personas nos provocan emociones, y solo comunicándolas
conseguiremos expresar nuestra realidad más interna. Porque aunque sean negativas, se ha
demostrado científicamente que es una de las formas más eficaces de generar empatía, la base de
la asertividad.
Por ejemplo: “Me siento solo” describe una experiencia emocional tuya, mientras que “Siento que
no me quieres” es una interpretación de los sentimientos de la otra persona, y como tal puede
estar equivocada.
Evita dar a entender que hay algo incorrecto en el otro. Solo así conseguirás que empaticen
contigo y empiecen a respetar tus necesidades.
El tercer paso consiste en encontrar y expresar tus necesidades reales. Es el paso más difícil, pero
también la llave de la comunicación asertiva.
Primero debes tener claro que tus sentimientos no aparecen por arte de magia. Tampoco los
provocan los actos de los demás: los crean tus necesidades. Te sientes bien cuando tus
necesidades están satisfechas, y mal cuando no lo están.
Por ejemplo, si te sientes solo es porque necesitas recibir más afecto y cariño. Si te enfadas
cuando alguien se apropia de tus méritos en el trabajo, es que necesitas sentirte reconocido.
Las necesidades representan la parte más profunda de nuestra humanidad, por eso todos
compartimos las mismas. Existen muchas clasificaciones, pero yo las separo en las siguientes:
Las necesidades vitales (comer, dormir) suelen estar siempre cubiertas, pero a las otras (seguridad,
identidad, aprecio, libertad, comprensión y diversión) les darás más o menos importancia según la
situación y momento en que estés.
Pero todo el mundo comparte las mismas necesidades. Todos necesitamos sentirnos apreciados,
seguros o comprendidos. Por eso es más fácil conectar con la gente cuando las expresas, porque
saben a lo que te refieres.
Y esto nos lleva a otra de las claves principales de la relaciones personales. Cuando no entiendas
los motivos de alguien para hacer o decir algo, para enfadarse o deprimirse, pregúntate qué
necesidad no cubierta puede haber detrás. O mejor aún, pregúntale qué necesita realmente.
Quizás ahora estés pensando que mostrar tus necesidades te hará vulnerable. Pero la realidad es
todo lo contrario. Te ayuda a empatizar con los demás porque estarás hablando en un lenguaje
universal, y eso provoca que también sientan la necesidad de abrirse tal y como quedó
demostrado en este estudio.
Nuestras necesidades son el motor de nuestro comportamiento, y las críticas que la gente emite
son el reflejo de que no las ha satisfecho. Si alguien te dice “Es que nunca me escuchas” lo que
quiere comunicar realmente es que su necesidad de comprensión no está cubierta. Si tu pareja te
recrimina que te importa más tu trabajo que ella, lo que en realidad te está diciendo es que
necesita más afecto.
Esta es la fase más difícil de la comunicación asertiva porque no estamos educados para identificar
y expresar nuestras necesidades, sino para juzgar a los demás cuando no las respetan. Pero es
imprescindible para alcanzar el paso final.
Un ejemplo:
Decir “No me grites” a alguien no le muestra el camino a seguir a partir de ahora. Tú lo que quieres
decirle es “Trátame con respeto”, ¿verdad?
Vale, “Trátame con respeto” es mejor porque expresa lo que sí quieres, pero tiene otro problema:
es demasiado vago y no concreta nada. En cambio “¿Te importaría dejarme terminar de hablar y
bajar la voz conmigo?” sí que expresa específicamente lo que quieres.
Otro ejemplo:
“No me gusta que llegues tarde” no es ni concreto ni comunica la acción que esperas de alguien.
“Me gustaría que fueras puntual” expresa tu deseo, pero tampoco lo especifica. Sin embargo
“¿Cómo crees que puedo conseguir qué llegues 5 minutos antes a las reuniones?” sí que informa
exactamente del siguiente paso que esperas en esa persona.
Céntrate en lo que quieres y sé lo más específico posible. Convierte tus peticiones en acciones
concretas que los demás puedan realizar. Cuanto más claro seas, más probabilidades tendrás de
que satisfagan tus necesidades.
Por último, cuando hagas una petición, asegúrate de que en ningún momento se convierte en una
exigencia. De lo contrario no estarás empatizando con la otra persona, sino demostrándole que
antepones tus necesidades a las suyas.
Cuando alguien percibe que no vas a reaccionar mal responda lo que responda, generarás
confianza, se sentirá más libre y las probabilidades de que acepte se multiplicarán por dos. Está
demostrado científicamente.
También es importante realizar tus peticiones en forma de pregunta, porque así demostrarás que
respetas sus necesidades. Tal y como avala este estudio, preguntar es más convincente que pedir.
Cuando a pesar de todo esto te encuentres con un no, habitualmente significará que tu petición
supone un sacrificio demasiado grande en las necesidades de la otra persona. Entonces deberás
continuar dialogando para encontrar nuevas posibilidades que os permitan satisfacer las
necesidades de ambos.
Imagínate que quieres pedirle a un compañero de trabajo que deje de presentar los proyectos en
equipo como si él fuera el único responsable.
Sí, un día puedes perder la paciencia y decirle “¡Estoy harto de que nunca me reconozcas nada!”.
Las dos últimas veces que has presentado el proyecto no has mencionado mis aportaciones (tu
observación) y eso me desconcierta (tu sentimiento) porque me gustaría que se reconociera mi
trabajo (tu necesidad). ¿Te importaría mencionar de qué forma yo también he colaborado la
próxima vez que lo presentes? (tu petición)
Ahora supón que tu pareja se pasa varias horas al día viendo series en la televisión y lleváis meses
sin hacer algo juntos.
Puedes decirle: “Está claro que ya no te importo porque nunca salimos juntos”
Llevamos varios meses sin salir a hacer algo juntos (la observación) y eso me entristece (tu
sentimiento) porque me gustaría sentir que me quieres (tu necesidad). ¿Podemos salir este
sábado a cenar a nuestro restaurante favorito? (tu petición)
A menudo no será necesario que menciones todos los componentes del proceso porque ya
quedarán claros, pero al principio es buena idea que te acostumbres para no dar pie a otras
interpretaciones.
¿Para qué te servirá la comunicación asertiva?
Esto te permitirá:
Sentirte con el derecho a hacer peticiones que antes evitabas por miedo a molestar o perder
amigos
Dejar de sentirte atacado y entender que cuando alguien está enfadado es porque no ha podido
satisfacer alguna de sus necesidades
La comunicación asertiva no es solo una forma de defender tus derechos o decir que no. Es una
nueva manera de relacionarte con las personas que te rodean y, me atrevería a decir, de contribuir
a la vida.
Empieza a practicarla y comprobarás su poder para conectar personas. Yo ya lo hice y cambió mis
relaciones.