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Los reyes del antiguo Israel y su influencia

en la cultura occidental
MENTE ALTERNATIVAJUNIO 25, 2019

Hasta los años ochenta, la discusión académica se había circunscrito a demostrar la


historicidad de las épocas que precedieron a la implantación de la monarquía israelita,
pero posteriormente, la arqueología, la filología y exégesis bíblica, así como la
antropología y la sociología aplicadas, también pusieron en entredicho la historicidad
de los datos bíblicos referentes a los inicios de la monarquía en Israel y, en particular,
los relativos a las figuras de David y Salomón y a la «época salomónica». Nos guste o
no, lo expuesto en las obras de Israel Finkelstein, Neil Asher Silberman y Lester L.
Grabbe, ha causado sorpresa entre los amantes de la historia revisionista y despertado
rechazo entre quienes siempre han confiado ciegamente en la historicidad de los
relatos de la Biblia. Una de las principales obras de Finkelstein y Silberman (2007) se
titula precisamente: “David y Salomón. En busca de los reyes sagrados de la Biblia y
las raíces de la tradición occidental.” Y el resultado de la búsqueda fue negativo: esos
personajes no fueron lo que se dice de ellos. Para el citado libro, David y Salomón son
construcciones ideológicas producidas en Jerusalén por círculos sacerdotales en
tiempos posteriores al exilio. Además, los dos arqueólogos israelitas, Israel Finkelstein
y Neil Asher Silberman, han escrito varios libros, resultado de sus excavaciones en
Israel, que se refieren a la historicidad de los libros del Antiguo Testamento y que han
concluido que la existencia de los patriarcas del Éxodo, la presencia de los israelitas
en el Sinaí, la conquista de Canaán y el período de los jueces, no son hechos históricos.
De la Jerusalén de David, ha aparecido algún escaso documento arqueológico. De la
Jerusalén de Salomón, no se conserva absolutamente nada. Jerusalén sería de este
modo una aldea sin importancia. El imperio de David y de Salomón no existió; es una
proyección muy posterior. Los israelitas son los cananeos de las montañas centrales de
Canaán (1250-1000 A.C.). En otras palabras, el relato bíblico es totalmente ficticio
respecto a lo que pasó en realidad, pero esas ficciones son muy reales en nuestra
cultura mal hecha y ahora prácticamente deshecha. La tradición judía y cristiana,
siguiendo el relato de la Biblia, exaltó los reinados de David y Salomón en Judá como
la «Edad de oro» en la que «la monarquía unida bajo una suerte de unión personal
llegó a constituir un verdadero imperio con capital en Jerusalén. Sin embargo, la
investigación reciente ha desmontado esta imagen idealizada, hasta el punto de que
llegó a decirse que la historicidad del rey David y el esplendor de Salomón «no es
mayor que la del rey Arturo». Sí, el rey Arturo, otra figura exaltada tal vez con algún
trasfondo histórico de los recuerdos colectivos, es un caso semejante. Pues usamos
siempre ese tipo de modelos culturales antiguos como si la antigüedad fuera en sí una
virtud y esos modelos no hacen otra cosa que enquistar los puestos de poder y todos los
niveles jerárquicos como algo que responde a la voluntad de dios. Dios mismo, como
un creador SEPARADO de nosotros, que aparentemente hizo surgir de la nada la
materia, por lo cual todo le pertenece, mientras se lo administran unos pocos
representantes suyos en la Tierra.

Lo expuesto en las obras de Israel Finkelstein, Neil Asher Silberman o Lester L. Grabbe
causa sorpresa y mucho rechazo en quienes siempre han confiado en la historicidad de
los relatos de la Biblia.

Situadas en un contexto de medio siglo de hallazgos, y de considerables avances de la


filología y exégesis bíblica, así como de la antropología y de la sociología aplicadas al
estudio de la Biblia, aquellas obras no hacen sino exponer el estado actual de la
situación aceptada por la mayoría de los estudiosos en base a investigaciones científicas
contundentes.

Y aunque toda nuestra vida hayamos creído en lo que dice la Biblia como la
incuestionable palabra de Dios —ya sea por tradición familiar o porque nuestro sueldo
proviene del diezmo y las ofrendas de los millones de creyentes—, ya nada podemos
hacer al respecto más que aceptar que fuimos engañados como niños pequeños e
indefensos, y sentarnos a pensar qué hacer para terminar con ese gasto de recursos que
generan los parásitos que viven de la buena fe de la gente.

Los creyentes merecen nuestro respeto, y son dignos de admiración. Pero todos aquellos
inútiles que no saben hacer otra cosa que comer bien y ostentar autos de lujo gracias al
bolsillo ajeno, desde nuestro punto de vista deberían enfrentarse a la justicia, pues se
han dedicado a vender mentiras, un dios que no existe, y promesas vacías a los
desesperados. Esto es: daño económico, moral y psicológico, todo junto.

Una de las principales obras de Finkelstein y Silberman (2007), se titula: “David y


Salomón. En busca de los reyes sagrados de la Biblia y las raíces de la tradición
occidental.” Hasta los años ochenta, la discusión académica se había circunscrito a
demostrar la historicidad de las épocas que precedieron a la implantación de la
monarquía israelita, pero enseguida se puso en entredicho la historicidad de los datos
bíblicos referentes a los inicios de la monarquía en Israel y, en particular, los relativos a
las figuras de David y Salomón y a la «época salomónica».

En los años siguientes se produjo un intenso y acalorado debate sobre la datación de los
restos arqueológicos atribuidos a esta época, en el que se enfrentaban, por una parte,
Israel Finkelstein, David Ussishkin y Nadav Na’aman, representantes de la «Escuela de
Tel Aviv», y, por otra, arqueólogos estadounidenses como William Dever y Lawrence
Stager.

Diversas publicaciones de los años noventa, en particular de Niels Peter Lemche,


Thomas L. Thompson, Philip R. Davies y Keith Whitelam, pusieron en duda la
historicidad de los datos referidos a la época que discurre desde el período
premonárquico hasta bien entrada la época monárquica. La publicación de la inscripción
de Tel Dan contribuyó a encender aún más la disputa. Para el citado libro, David y
Salomón son construcciones ideológicas producidas en Jerusalén por círculos
sacerdotales en tiempos posteriores al exilio.

A pesar de las riquezas que se nos dice poseían David y Salomón (“… consiguió que la
plata fuera tan corriente como las piedras”), no se menciona nada de ellas en ni un solo
texto de Egipto y Mesopotamia ni de su harén legendario (además de exagerado).

No existen datos arqueológicos de Jerusalén que avalen los proyectos de construcción


de Salomón. Las excavaciones del siglo XIX y XX en torno a la montaña del Templo,
no arrojaron ni un solo rastro del santuario palaciego salomónico.

En 1993 se descubre el yacimiento de Tel Dan al norte y en él un objeto con la


inscripción “Casa de David”, escrita en arameo, lengua de los sirios, que corresponde a
la invasión de Jazael rey de Damasco en torno a 850 a.C.

Estela de Dan.

“Maté a Jojrán, hijo de Ajab rey de Israel, y maté a Ocozjías hijo de Joran de la Casa de
David…” También se encontró una inscripción de Mesa, rey de Moab, donde se hace
referencia a la Casa de David.

El hallazgo en 1993 de la estela de Tel Dan exacerbó los debates en torno a la figura de
David y su reino. La estela, fechada en el siglo IX, conmemora las victorias de un rey
arameo sobre la «casa de David», con alusiones que arrojan luz sobre la revuelta de
Jehú en Israel, a la que se refiere el segundo libro de los Reyes (9-10). El testimonio que
aporta esta estela, junto con el de la famosa inscripción de Mesa, no permiten dudar de
la existencia del fundador de la dinastía que lleva el nombre de David, pero sí de la
cronología y, en especial de su poderío militar.

La arqueología prueba que, al tiempo que surgían otros reinos vecinos, en Israel y Judá
se instauraron sendas monarquías cuyas capitales, Siquén y Jerusalén, en un principio
no pasaban de ser poblaciones poco más extensas que las de las aldeas de las comarcas
montañosas.
Israel no llegó a conformar un Estado hasta la época de Omrí, y Judá hasta la de Ozías,
como ha mostrado sobre todo Hermann Michael Niemann. Del mismo modo, Jerusalén
no llegó a ser capital de un Estado hasta finales del siglo VIII a. C. Así lo prueban
también los estudios en torno a la existencia de escuelas de escribas en las principales
ciudades o centros político-religiosos y culturales.

Estamos viendo aquí una diferencia de casi medio milenio 500 años, entre las
dataciones tradicionales y las actuales. Es como decir que los españoles conquistaron
América hace mil años, cuando en realidad fueron 500. Es un error demasiado grueso
para cualquier tipo de datación. Obviamente la primera no es científica, sino que se dató
de acuerdo con el antojo del escriba. Las fechas actuales son todas fiables y válidas.

Los judíos no se preocupan en absoluto por estos hechos, pues ¿qué nación no ha
exagerado respecto al esplendor y las virtudes de sus caudillos, lo cual es una práctica
común? Lo que sí llama mucho la atención es que los científicos judíos (que son de los
mejores del mundo) consideren esas fábulas mal datadas y en su mayoría inventadas,
casi como una especie regalo para todo el mundo occidental.

Un regalo que, desde nuestro humilde punto de vista, es el origen de toda la


podredumbre del capitalismo occidental que está a punto de colapsar. Vamos a citar
directamente el mencionado libro:

“La historia de los reyes sagrados del antiguo Israel, David y Salomón es uno de los
regalos más perdurables desde el Medio Oriente a la civilización occidental, desde las
encumbradas catedrales y los elegantes palacios de la Europa media hasta las
silenciosas galerías de los museos de arte mundialmente famosos, con los púlpitos de la
América pueblerina y las epopeyas de Hollywood. Las figuras de David, Pastor,
Guerrero, y el rey protegido por Dios, y su hijo Salomón, gran constructor, Juez sabio
imperturbables soberanos de un vasto imperio, se han convertido en modelos
intemporales de liderazgo correcto confirmado por la divinidad. Han configurado las
imágenes occidentales sobre la realeza y han servido como modelos de Piedad, región,
expectación mesiánica y destino nacional. Ahora, gracias a la arqueología, podemos
diseccionar, por primera vez, los principales elementos de la historia bíblica para ver
cuándo y cómo surgió cada uno de ellos. Los resultados de nuestra búsqueda serán,
quizá, sorprendentes, pues los descubrimientos de las últimas décadas han mostrado lo
lejos que se hallaba el mundo real de David y Salomón de los esplendorosos retratos
escriturarios.” (Finkelstein y Silberman pg. 245).

Los relatos bíblicos que componen la «Historia del ascenso de David al trono» y la
«Historia de la sucesión al trono» revisten carácter legendario y no fueron redactados
sino a finales del siglo VIII o comienzos del VII (el relato bíblico los sitúa en el siglo XI
a.C.). Conservan, sin embargo, como afirma Finkelstein, vagos recuerdos que poseen un
trasfondo histórico, como los que se refieren a Gat como la ciudad filistea más
importante en la época o a los pequeños reinos arameos de Geshur y Maacah en la
periferia de Damasco.

Los dos arqueólogos israelitas, Israel Finkelstein y Neil Asher Silberman, han escrito
varios libros, resultado de sus excavaciones en Israel, que se refieren a la historicidad de
los libros del Antiguo Testamento. La existencia de los patriarcas del Éxodo, de la
presencia de los israelitas en el Sinaí, la conquista de Canaán y el período de los jueces,
no son hechos históricos.

De la Jerusalén de David, ha aparecido algún escaso documento arqueológico. De la


Jerusalén de Salomón, no se conserva absolutamente nada. Jerusalén sería una aldea sin
importancia. El imperio de David y de Salomón no existió. Es una proyección muy
posterior. Los israelitas son los cananeos de las montañas centrales de Canaán (1250-
1000 A.C.)

Mapa del Culto de Baal: El poderoso culto que


ha dominado la Tierra durante la historia
humana bajo registro
En otras palabras, el relato bíblico es totalmente ficticio respecto a lo que pasó en
realidad, pero esas ficciones son muy, pero muy reales en nuestra cultura mal hecha y
casi deshecha. La tradición judía y cristiana, siguiendo el relato de la Biblia, exaltó los
reinados de David y Salomón en Judá como la «Edad de oro» en la que «la monarquía
unida bajo una suerte de unión personal llegó a constituir un verdadero imperio con
capital en Jerusalén. La investigación reciente ha desmontado esta imagen idealizada,
hasta el punto de que llegó a decirse que la historicidad del rey David y el esplendor de
Salomón «no es mayor que la del rey Arturo».

Sí, el rey Arturo, otra figura exaltada tal vez con algún trasfondo histórico de los
recuerdos colectivos, es un caso semejante. Usamos siempre ese tipo de modelos
culturales antiguos como si la antigüedad fuera en sí una virtud y esos modelos no
hacen otra cosa que enquistar los puestos de poder y todos los niveles jerárquicos como
algo que responde a la voluntad de dios. Dios mismo, como un creador SEPARADO de
nosotros, que aparentemente hizo surgir de la nada la materia, por lo cual todo le
pertenece, mientras se lo administran unos pocos representantes suyos en la Tierra.

Estamos en condiciones de demostrar hoy, con evidencias estrictamente científicas, que


la nada no existe, por lo tanto, no podemos sacar algo de allí. La materia tampoco es una
ilusión de energía e información (es holográfica) y tampoco un dios separado, antes
bien, existe un experimento que demuestra de manera empírica que todo es una sola
cosa. Se llama “POTENCIAL TRANSFERIDO” y fue concebido por la genialidad de
un judío–mexicano, desaparecido misteriosamente en 1994, el Dr. Jacobo Grinberg.

Esto es un avance, ya que la arqueología no es la única disciplina que tiene pruebas


sobre la verdad de los relatos bíblicos. Hemos invitado al Dr. Llogari Pujol que, con un
sorprendente método de literatura comparada demuestra que muchos relatos y
personajes bíblicos están copiados de otros libros que existían mucho antes. Fueron sus
palabras: “Sin los cuentos escritos de la fértil creatividad egipcia, tampoco existiría el
Antiguo Testamento.”

Esto y mucho más, estudiaremos en la segunda parte del curso “LA VERDAD SOBRE
LA BILIA” de VIDA COHERENTE. No te lo puedes perder, pues aquí presentamos la
evidencia de todas las mentiras que heredó Occidente, de mentes mucho más cultivadas
y que, desde nuestro punto de vista, son la principal causa del fracaso que estamos
viviendo en el mundo actual.

Informes e inscripciones al taller en Vida Coherente Online.

Arqueólogos de la Universidad de Tel Aviv


afirman que Moisés no existió

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