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PARA ELSA, POR TODO Y POR SIEMPRE.
2
Prólogo.
Los clásicos son, nos decía a sus alumnos mi querido maestro Arnaldo Córdova,
pensadores universales por la trascendencia y la vigencia de su obra; aquellos
que han marcado hitos en la historia del pensamiento y definido coordenadas para
el análisis de la realidad social en las que nos seguimos moviendo. No cabe duda
que John Maynard Keynes entra dentro de esta categoría. A casi 125 años de su
nacimiento y a más de 80 de la publicación de su obra cumbre, la Teoría General
de la ocupación, el interés y el dinero, es irrefutable que se trata de uno de los
economistas más influyentes de todos los tiempos. Es también, como
frecuentemente señala con fina ironía el autor de este libro, Federico Novelo y
Urdanivia, uno de los economistas más citados y paradójicamente menos leídos.
De ahí la importancia de este libro, que nos ofrece una primera aproximación a la
obra cumbre de un gran economista y algo más: una lectura inteligente que
permite poner énfasis en las contribuciones más importantes de Keynes.
El ejercicio que realizó Novelo al escribir este libro resulta tanto más pertinente
dado que al calor de la primera gran crisis del siglo XXI varias aportaciones
keynesianas que habían sido duramente cuestionadas en el último tercio del siglo
XX fueron revaloradas y se recurrió sin ambages a las políticas económicas que
de ellas se desprendían para superar la emergencia. Sin embargo, la eficacia con
la que se pudo conjurar el riesgo de una segunda gran depresión llevó a una
rápida restauración de la ortodoxia económica y al regreso de las obsesiones por
la disciplina fiscal, circunstancia que en gran medida explica la larga recesión que
siguió a la crisis y en la que en términos generales aún se encuentra buena parte
del mundo. Estos eventos pusieron en evidencia al menos dos fenómenos: la
extraordinaria vigencia de las ideas de Keynes para entender y tratar de gobernar
al capitalismo contemporáneo, así como la fortaleza de la coalición de intereses
que soporta a la globalización neoliberal y defiende los dogmas ampliamente
rebasados y cuestionados de la economía neoclásica que la sustentan. Es por ello
que regresar a Keynes constituye no solo una aventura intelectual en nuestro
3
tiempo, sino una invitación a la acción, con miras a construir alternativas de
política económica, participación política y organización social ante el
estancamiento y la desigualdad.
4
viables, haciéndose cargo de las restricciones a las que se enfrentan actualmente
los estados nacionales. Las ideas de Keynes constituyen, sin lugar a dudas, la
apuesta más ambiciosa para reformar al capitalismo conciliando el interés
individual con el colectivo y las libertades individuales con la búsqueda de la
igualdad. Se trata de la propuesta más seria para gobernar al capitalismo
construyendo al mismo tiempo un conjunto de satisfactores sociales provistos por
el Estado, para corregir la secular tendencia al desequilibrio y a la perpetuación de
las desigualdades que es inherente a la economía de mercado.
Novelo también analiza los contextos en los que surgen las ideas de Keynes y las
de sus críticos y cómo las crisis económicas han puesto en evidencia la
importancia del análisis keynesiano para entender la racionalidad realmente
existente en el capitalismo contemporáneo, tan alejada de la que sirvió de base a
los primeros marginalistas para construir su sistema teórico.
5
empleos como medios para acrecentar la riqueza de una nación. Más que sus
interpretaciones equívocas sobre ciertos fenómenos económicos, fue su confianza
en la acción del Estado para garantizar la prosperidad a través de la política
económica la causa de las críticas y la animadversión del pensamiento liberal, en
el que se inscribe la economía política clásica, hacia el mercantilismo.
2
Citado por Federico Novelo en Invitación a Keynes, México, Fondo de Cultura Económica, 1997,
(Colección Popular 533).
3
John Maynard Keynes, Breve tratado sobre la reforma monetaria, México, Fondo de Cultura
Económica, 1992.
4
John Maynard Keynes, A treatise on money, London, Cambridge University Press, 1971.
6
1930 y finalmente desemboca en esta magna obra en 1936. Esta trayectoria está
fuertemente determinada no solamente por su propia formación intelectual, sino
por el contexto histórico. Lector inteligente de libros de historia y perspicaz analista
político, Keynes comprendió las consecuencias de largo plazo de la Primera
Guerra Mundial. En las Consecuencias económicas de la paz5 vio con claridad
que el costo excesivo de las condiciones impuestas a Alemania tendría efectos
nocivos en su recuperación económica y en la estabilidad europea, creando las
condiciones para un segundo conflicto, más desastroso aún que el primero.
7
síntesis coherente del pensamiento marginalista con algunos de los postulados
clásicos, Keynes es consciente de las debilidades del planteamiento. Incluso la
determinación del precio por la interacción entre la demanda y la oferta, que
constituye la piedra angular sobre la que se construye hasta nuestros días la
Microeconomía de los libros de texto, no está exenta de discusión cuando
distinguimos entre el corto plazo y el largo plazo. Por lo que respecta a la creencia
(no se le puede llamar de otra forma) acerca de que la economía es un sistema
autorregulado que se caracteriza por su tendencia automática al equilibrio, la
necesaria igualdad entre el ahorro y la inversión pasa de ser la condición de la
estabilidad del sistema a convertirse en cláusula de exclusión, ya que en los
hechos no hay ninguna garantía de que se pueda mantener a lo largo del tiempo.
Como señala Novelo, dicha falla se explica por “la tradición neoclásica de colocar
un supuesto en el sitio que debe ocupar una explicación: el supuesto es que el
incremento del ahorro produce –por la reducción automática de la tasa de interés-
un incremento de la inversión”.
8
demanda efectiva la que crea su propia oferta. Y su capacidad para estimular el
crecimiento económico será mayor entre más lejos se encuentre la economía del
pleno empleo. Como señala Novelo, “el más desafortunado supuesto de toda la
teoría clásica” es el pleno empleo inamovible. Más aún, la brecha entre la
producción real y la de pleno empleo abren la posibilidad de utilizar la política
monetaria como una palanca de crecimiento, ya que las consecuencias
inflacionarias de la expansión monetarias solamente son válidas para situaciones
de pleno empleo, las cuáles son tan excepcionales en nuestros días como los
mercados en donde aún existe competencia perfecta.
6
Akerlof, George y Robert Shiller, Animal spirits: cómo la psicología humana influye en la
economía, Barcelona, Editorial Planeta, 2009.
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keynesiana7, libro con una clara utilidad práctica para la docencia pero que
también constituía un punto de partida para revalorar las contribuciones de Keynes
en pleno ascenso del neoliberalismo. Una década más tarde publicó un segundo
libro que si bien estaba dirigido a un público más amplio, mantenía el rigor
analítico del primero, pero dejando clara su intención a partir del título: Invitación a
Keynes8. Este sugerente título cumple su propósito, ya que se trata de una
invitación a conocer no solo la obra económica, sino la vida, el contexto cultural, la
circunstancias económicas y políticas de Kenes, así como los autores y las
corrientes que más influyeron en su pensamiento.
Uno de los primeros libros que compré como estudiante de primer ingreso en la
Facultad de Economía fue La teoría económica keynesiana. Recuerdo que al ver
en la bibliografía que se trataba de un profesor de la Unidad Xochimilco de la
Universidad Autónoma Metropolitana me dio envidia (de la buena, dirían otros
clásicos) por no poder tomar clases con él. Pero la vida da muchas vueltas y
brinda satisfacciones inesperadas. Siendo él egresado de la Facultad (Escuela
Nacional cuando él estudió) de Economía de la UNAM y amigo de mis maestros,
tuve ocasión de conocerlo cuando ya había terminado la licenciatura, en casa de
mi director de tesis José Ayala Espino, y desde entonces hemos cultivado una
amistad que mucho agradezco y aprecio, por todo lo que de Federico he podido
aprender en muy diversos ámbitos, incluido por supuesto el de la economía.
Tratándose de uno de los principales conocedores de la obra de Keynes,
agradezco mucho la confianza que depositó en mí al pedirme que prologara este
libro, que se añade a la trilogía de Novelo sobre el pensamiento económico de
Keynes y sus repercusiones en la política económica de las tres últimas décadas.
Espero haber cumplido la misión de transmitir al lector la importancia y el valor de
leer esta obra, que estoy seguro que contribuirá a que la Teoría General sea más
leída y mejor comprendida.
7
Teoría económica keynesiana, México, Universidad Autónoma Metropolitana y Plaza y Valdés
Editores, 1987.
8
Federico Novelo Urdanivia, Invitación a Keynes, op. cit.
10
Leonardo Lomelí Vanegas9.
9
Profesor y exdirector de la Facultad de Economía (FEUNAM) y actual Secretario General de la
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
11
PARA LEER LA TEORÍA GENERAL DE LA OCUPACIÓN, EL INTERÉS Y EL
DINERO, DE JOHN MAYNARD KEYNES.
PRESENTACIÓN.
10
Profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM, México).
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tasa de interés del pleno empleo) y un fracaso artístico, todo ello visible en el
Tratado sobre la moneda (1930) a otra, donde la incertidumbre, la construcción
de expectativas, el espíritu animal de los empresarios, la preferencia por la
liquidez, la inestabilidad del sistema económico, el equilibrio con desempleo y la
gestión económica del Estado, fundamentan la nueva teoría, con arreglo a
importantes elementos psicológicos, propios del comportamiento humano –según
la clase- en sociedad.
“En mi opinión, no hay sitio, excepto en el ala izquierda del Partido Conservador,
para aquellos cuyos corazones están en el individualismo, pasado de moda y el
laissez-faire integral; aunque éstos contribuyeron en gran medida al éxito del siglo
XIX. Digo esto, no porque crea que estas doctrinas fueron erróneas en las
condiciones en las que nacieron, sino porque han dejado de ser aplicables en las
condiciones modernas” (Keynes, 1925: 303).
“Pero ahora estamos entrando en una tercera era, que el profesor Commons llama
período de estabilización y caracteriza justamente como “la alternativa real al
comunismo de Marx”. En este período, dice: “… se da una disminución de la
libertad individual, impuesta en parte por sanciones gubernamentales, pero
principalmente por sanciones económicas a través de la acción concertada de
asociaciones, corporaciones, sindicatos y otros movimientos colectivos de
fabricantes, comerciantes, obreros, agricultores y banqueros, sean éstos entes de
carácter secreto, semiabierto, abierto o de arbitraje”. Los abusos de esta época en
las esferas del gobierno son el fascismo por una parte y el bolchevismo por la otra
[…] No es un accidente que la fase inaugural de esta lucha política, que durará
mucho y tomará muchas y diferentes formas, se centre en la política monetaria.
Porque las interferencias más violentas en la estabilidad y en la justicia, a las que
el siglo XIX se sometió por la satisfacción debida a la filosofía de la abundancia
fueron precisamente las producidas por variaciones del nivel de precios” (Keynes,
1925: 305-307. El subrayado es mío –FNU-)11.
11
El respeto intelectual de Keynes a Commons se expresó, entre otras cosas, por medio de una
carta en la que le comunica: “Me parece que no hay otro economista con cuyo modo de pensar me
siento más de acuerdo” (citado en Skidelsky, 1992: 229).
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Resulta muy difícil exagerar la importancia que Keynes otorga a la historia y, muy
especialmente, al cambio de etapa (de la abundancia a la estabilización) que le
tocó vivir. Su creación de mayor relevancia, la Teoría general de la ocupación, el
interés y el dinero (1936), constituye el puerto de llegada tras una travesía que
partió de la tradición de la Teoría cuantitativa de la moneda y, en general, de la
opacidad marshalliana, encadenada al patrón oro, que transitó por el Breve tratado
sobre la reforma monetaria (1923) y, más notablemente, por el Tratado sobre la
moneda (1930), para arribar a la plenitud de lo que su compañero del Grupo de
Bloomsbury, Roger Fry denominó la vida imaginativa, considerablemente alejada
de las funciones biológicas (como la alimentación y la procreación, “vida material”)
y dedicada a las artes, la búsqueda del conocimiento científico y la escritura
creativa (Backhouse y Bateman, 2014: 93-94). Esta vida, por supuesto,
correspondía a lo que Keynes juzgó como la mejor parte del legado de George
Moore y sus Principia Ethica: “Nada importaba fuera de nuestros estados de
ánimo, nuestros y de los demás naturalmente, pero sobre todo nuestros. Esos
estados de ánimo no iban asociados ni a acciones, ni a resultados obtenidos o
consecuencias. Consistían en estados de contemplación y comunicación
intemporal, ampliamente desvinculados de un <<antes>> o de un <<después>>.
Su valor dependía, según el principio de la unidad orgánica, del estado de cosas
de un todo no susceptible de ser útilmente analizado en partes. Por ejemplo, el
valor del estado de ánimo de estar enamorado dependía no solamente de la
naturaleza de las propias emociones, sino del valor de su objeto y de la
reciprocidad y naturaleza de las emociones del objeto; no dependía, si lo recuerdo
bien, o no dependía demasiado, de lo que acontecía o de cómo uno se sentía un
año después; si bien, por lo que a mí respecta, siempre defendí el principio de la
unidad orgánica a través del tiempo, el único que todavía hoy me parece plausible.
Los sujetos apropiados de contemplación y comunión apasionadas eran una
persona amada, la belleza y la verdad, y los objetos primarios en la vida de cada
uno eran el amor, la creación y fruición de la experiencia estética y la búsqueda
del conocimiento; el primero, a mucha distancia, el amor” (Keynes, 1949 –él
expresó su deseo de que fuera publicado en fecha posterior a su muerte-: 359).
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En opinión de Karl Polanyi, las cuatro instituciones que apoyaron la Paz de los
Cien Años (de la conclusión de las guerras napoleónicas al estallido de la Gran
Guerra, en 1914), fueron: El sistema del balance de poder que impidió el
surgimiento de un guerra larga y devastadora entre las grandes potencias; el
patrón oro; el mercado autorregulado, y el Estado liberal. El mercado
autorregulado, la importancia determinante de las leyes de ese mercado,
constituyó la institución más relevante, según este autor (Polanyi, 1992: 49-66).
Las cuatro sucumbieron casi simultáneamente: la primera, con el estallido de la
propia guerra, el resto durante y después de las hostilidades; con ellas, sucumbió
también el orden social, económico y político decimonónico.
“En la primera guerra mundial participaron todas las grandes potencias y todos los
estados europeos excepto España, los Países Bajos, los tres países escandinavos
y Suiza. Además, diversos países de ultramar enviaron tropas, en muchos casos
por primera vez, a luchar fuera de su región. Así, los canadienses lucharon en
Francia, los australianos y neozelandeses forjaron su conciencia nacional en una
península del Egeo -<<Gallípoli>> se convirtió en su mito nacional- y, lo que es
aún más importante, los Estados Unidos desatendieron la advertencia de George
Washington de no dejarse involucrar en <<los problemas europeos>> y
trasladaron sus ejércitos a Europa, condicionando con esa decisión la trayectoria
histórica del siglo XX. Los indios fueron enviados a Europa y al Próximo Oriente,
batallones de trabajo chinos viajaron a Occidente y hubo africanos que sirvieron
en el ejército francés. Aunque la actividad militar fuera de Europa fue escasa,
excepto en el Próximo Oriente, también la guerra naval adquirió una dimensión
mundial: la primera batalla se dirimió en 1914 cerca de las islas Malvinas y las
campañas decisivas, que enfrentaron submarinos alemanes con convoyes aliados,
se desarrollaron en el Atlántico norte y medio” (Hobsawm, 1995: 31-32). El 28 de
junio de 1914, en Sarajevo, fue asesinado el archiduque Francisco Fernando de
Austria-Hungría y semanas después estalló la Gran Guerra; este dramático
incidente desató un conflicto que, de manera casi imperceptible, ya se encontraba
en curso:
16
“En 1907, una autoridad del Ministerio de Asuntos Exteriores británico, Eyre
Crowe, escribió un excelente análisis sobre la estructura política europea y el auge
de Alemania. La cuestión principal que planteó, y que hoy sigue teniendo una
importancia clave, es si la crisis que llevó a la Primera Guerra Mundial fue
causada por el ascenso de Alemania, lo que provocó una especie de resistencia
orgánica ante la aparición de una nueva y poderosa fuerza, o tuvo como causa la
política específica y, por tanto, evitable, alemana. ¿Fue la capacidad alemana o el
comportamiento de este país lo que provocó la crisis?”
“<<Alemania tendría el acierto de crear una armada tan poderosa como podía
permitirse>>. Y en cuanto el país lograra la supremacía naval, mantenía Crowe, la
supremacía en sí –independientemente de las intenciones de Alemania- se
convertiría en una amenaza objetiva para Gran Bretaña, algo <<incompatible con
la existencia del Imperio británico>>” (Kissinger, 2012: 531-532).
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del cual la circulación monetaria influye en los precios es el de la demanda. Si,
como se supone, los individuos desean mantener cierta proporción constante, o
casi, entre sus stoks líquidos y la disponibilidad de otros bienes, cualquier
agregado al dinero en su posesión se transformará en demanda de otros bienes
en esa proporción. Pero esa demanda difícilmente podrá ser satisfecha si la
capacidad de producción de la economía está agotada, o si de cualquier modo la
oferta correspondiente tarda en manifestarse, por las rigideces de la producción
(por lo menos a corto plazo). La consecuencia será pues una inflación de
demanda, que reducirá el poder adquisitivo de los stoks de dinero en poder de los
individuos. El anterior exceso de liquidez no será considerado tal, porque el
aumento de los precios habrá restablecido la proporción habitual entre el valor
nominal de los otros bienes (o también entre dos valores reales: lo importante es
que se confronten valores homogéneos, o todos nominales o todos reales).
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equilibrante que tiene este movimiento de los precios internos con respecto a los
del resto del mundo. Las mercancías producidas en el país se encarecían
relativamente; el volumen de las importaciones aumentaba y se reducían las
exportaciones. El ingreso de mercancías tenía, como contrapartida, la salida del
metal. El oro fluía hacia el exterior devolviendo normalidad a las condiciones del
crédito. El resultado final, de largo plazo, era que el metal excedente se escapaba
de la órbita circulatoria, el crédito se enfriaba y los precios regresaban también a
su nivel normal. El equilibrio se restablecía y el aumento inicial (exógeno) en la
cantidad de dinero se revertía sin dejar consecuencias visibles” (Kicillof, 2012:
123). En el otro extremo, el ocupado por las naciones con déficit inicial, el
problema era mucho menos terso: “Cuando la estructura interna de precios de un
país divergía de los niveles de precios internacionales, el único medio legítimo
para que ese país se ajustara al flujo de las reservas de oro era la deflación. Esto
significaba permitir que su economía se contrajese hasta que los salarios en
descenso redujeran el consumo lo suficiente para restaurar la balanza externa.
Esto implicaba descensos drásticos de los salarios y de los ingresos agrícolas,
aumento del desempleo y una aguda alza en bancarrotas empresariales y
bancarias” (Block, en Polanyi, 1992: 34-35).
Con la Gran Guerra, las funciones del Estado –particularmente las fiscales, a los
efectos de una recaudación notablemente incrementada y a los efectos, también,
de un enorme gasto público que rompe el monopolio privado de la creación de
empleo- se modifican de raíz, inicialmente en los países de mayor desarrollo
relativo.
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países en el siglo XIX y hasta la primera Guerra Mundial. Eso corresponde a una
situación en la que el Estado se involucraba muy poco en la vida económica y
social. Con un 7-8 % del ingreso nacional, era apenas posible cumplir con las
grandes funciones de todo gobierno (policía, justicia, ejército, relaciones
exteriores, administración general, etc.), pero no mucho más. Una vez financiados
el mantenimiento del orden, el respeto del derecho de propiedad y los gastos
militares (que por sí solos a menudo representan casi la mitad del total), no
quedaba casi nada en las arcas del Estado. En esa época, los Estados también
financiaban algunas carreteras e infraestructuras mínimas, así como cierto número
de escuelas, universidades y hospitales, aunque los servicios públicos de
educación y salud accesibles para la mayoría de la población eran a menudo
bastante rudimentarios.
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inflacionarias), y con la capacidad gubernamental suplementaria de gestionar las
tasas de interés. La teoría entonces hegemónica proponía que la cantidad de
dinero (M) multiplicada por la velocidad de su uso (V) se igualara con el nivel de
precios (P) multiplicado por cantidad de bienes producidos (Q):
(1) M × V = P × Q,
(2) ɅM × V = ɅP× Q,
“Lenin tenía, ciertamente, razón. No hay medio más sutil ni más seguro de
trastornar las bases existentes de la sociedad, que envilecer el valor de la
moneda. El procedimiento pone todas las fuerzas recónditas de las leyes
económicas del lado de la destrucción, y lo hace de manera tal, que ni un solo
hombre, entre un millón, es capaz de notarlo”.
(3) ɅM × V = ɅP × ɅQ ≥ ɅN
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precio equilibrante: un premio a la posposición del consumo que significa el ahorro
y, simultáneamente, el precio del “capital libre” que es demandado por los
inversionistas (el precio de los fondos ahorrados es el incentivo para la inversión,
según la teoría clásica). Avanzar hacia una teoría de la ocupación, no sólo ni
dominantemente monetaria, implicó precisar los componentes de la teoría clásica,
a la que juzgaba inaplicable en el cambio de época; recuperar la precursora
intuición malthusiana de la demanda efectiva, con la inclusión del efecto
multiplicador; descubrir el desdoblamiento del antiguo empresario-inversionista, en
gestores de las empresas y compradores de acciones o bonos, obsesionados por
la búsqueda activos líquidos, (convertidos en especuladores por la incertidumbre
y por su (in)capacidad de construir expectativas que correspondieran con el
tiempo de agotamiento de la vida útil de los bienes de inversión), y elaborar la
crítica a y la sustitución de lo hasta entonces reconocido como teoría del dinero,
para originar la relevante teoría de la liquidez.
23
Bateman, 2014: 100). Montagu Norman –que gobernó el Banco de Inglaterra de
1920 a 1944 y jugó un papel protagónico en Génova- apoyó a Churchill en ese
retorno: “En opinión de hombres educados y razonables, no hay alternativa a la
vuelta al patrón oro. El ministro de Hacienda sin duda será atacado hiciera lo que
hiciese, pero en el primer caso (patrón oro) será insultado por los ignorantes, los
apostadores y los industrialistas anticuados; en el último caso (no patrón oro) será
insultado por los instruidos y por la posteridad” (Jenkins, 2001: 452).
12
Los días 22, 23 y 24 de julio de 1925, Keynes publicó Las consecuencias económicas de la
paridad de la esterlina, en el Hogarth Press, de Leonard y Virginia Woolf. Para los Ensayos de
persuasión, los condensó con el título “Las consecuencias económicas de Churchill”, anunciando la
deflación de la vida proletaria británica, por el retorno al patrón oro con una libra sobrevaluada
frente al dólar, en un 10 %. Un error notable (Keynes, 1925b).
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oscuridad de Ricardo y su repercusión sobre Jevons, acerca de los papeles que
representan la demanda y el costo de producción en la determinación del valor
quedó definitivamente esclarecida. Después del análisis de Marshall, no quedó
nada por decir” (Keynes, 1926a: LV, citado en Kicillof, 2012: 176).
La afición de Marshall por el equilibrio parece derivar de sus intentos por conciliar
a Ricardo con Walras o, de manera más abstracta, a los costos de producción con
la utilidad marginal. El ámbito de las elaboraciones correspondientes a la teoría del
valor, la determinación de los “sacrificios” humanos del trabajo y la espera (costos
salario y capital) habrán de conciliarse con el “disfrute” del consumo (utilidad
marginal). La identidad valor-precio se construye, para Ricardo, del lado de la
oferta (Q = costos) y, para Walras, del lado de la demanda (V = utilidad). Marshall
está de acuerdo con el segundo, en el corto plazo; mientras que el primero es su
elegido en el definitivo largo plazo; no obstante, la incorporación que hace
Marshall de la noción ricardiana de costos, no resulta satisfactoria para un
conocedor notable de la obra de David Ricardo: “Puede añadirse que, no sólo en
este caso sino en general, el uso de la expresión <<coste de producción>> ha sido
evitado en este trabajo, como lo ha sido también el término <<capital>> en su
connotación cuantitativa, a costa de algún circunloquio engorroso. La razón es que
estos términos han venido a estar ligados inseparablemente con el supuesto de
que representan cantidades que pueden medirse independientemente de, y antes
que, la determinación de los precios de los productos. (Recuérdense los <<costes
reales>> de Marshall y la <<cantidad de capital>> implicada en la teoría de la
productividad marginal). Puesto que uno de los objetivos de esta obra consiste en
liberarse de tales presupuestos, la eliminación de los términos parecía el único
camino para no deslizar prejuicios en el tema” (Sraffa, 1966: 25)13 . Como telón de
fondo, la figura de J. B. Say, y su interpretación del dinero (vehículo de una
demanda que, paradójicamente, es función de la oferta) está presente en todo el
razonamiento.
13
La incorporación de esta importante aclaración de Sraffa me fue sugerida por mi amigo Ignacio Perrotini
Hernández, quien leyó el manuscrito de esta obra.
25
Por lo tanto, el valor (y precio) se determina, en la teoría clásica que enfrenta
Keynes, por la demanda (utilidad marginal), en el corto plazo, y por la oferta
(costos de producción), en el largo plazo. La distribución, por su parte, se
determina, en el corto plazo, por la aportación marginal (adicional) de cada factor
de producción al producto total (vgr. Salario = producto marginal del trabajo)
mientras que, en el largo plazo, está determinada por el salario de subsistencia (x)
igual al salario realmente pagado (x), [x = x]; la ganancia corresponderá a la
ganancia media de la actividad productiva (premio a la espera por el retorno de la
inversión, necesariamente mayor que la tasa de interés, y a la organización de la
producción), y la renta de la tierra, a la fertilidad media y a la fortaleza y
organización de los terratenientes (la Ley de Rendimientos Decrecientes, en
obsequio del talento de los inversionistas, supone que comienzan a producir en las
tierras de mayor fertilidad).
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ingreso (C/Y) crecerá (o disminuirá) en menor proporción que el ingreso y, por lo
tanto, el ahorro aumentará (o disminuirá) sin determinación alguna por parte de la
tasa de interés, que no es determinante sino determinada. Esta aclaración debe
extenderse a la confusión de la teoría clásica sobre el mercado de capital, al que
supone que concurren –como oferta- los fondos ahorrados (curva con pendiente
positiva) y, como demanda, los requerimientos de inversión (curva con pendiente
negativa). Este mercado se equilibrará –según la teoría dominante- por el precio
que, en tal mercado, no es otro que la tasa de interés; en la realidad, no existe
relación de causalidad entre el incentivo dominante para el ahorro (tasa de interés)
y el relativo a la inversión (expectativa de beneficios o eficacia marginal del capital
–tasa de descuento-). Ambos, que responden a estatutos propios y diferenciados,
habrán de compararse para definir el uso más conveniente de la parte del ingreso
que excede al consumo: ahorro o inversión.
27
“La deficiencia más acusada de la teoría clásica se ubica en el supuesto de pleno
empleo que tiñe con su impronta toda la arquitectura del sistema clásico. La
economía capitalista había dado muestras elocuentes en el primer tercio del siglo
XX de su capacidad para funcionar con un elevado nivel de capacidad ociosa y
una significativa proporción de los recursos existentes involuntariamente
desempleados –en especial los trabajadores-; la economía en los hechos no
parecía contar con ninguna tendencia automática hacia la recuperación. La teoría
clásica se mostraba en este terreno incompetente e inerme, porque simplemente
excluyó de su sistema esta posibilidad. No se preguntó explícitamente por los
determinantes del volumen de ocupación de los recursos disponibles, sino que
supuso que se encontraban en un estado de pleno empleo permanente” (Kicillof,
2012: 254-255).
28
“Tomemos, ante todo, los bienes de consumo que van al mercado para la venta.
¿De qué dependen los beneficios (o pérdidas) de los productores de tales bienes?
Los costes totales de producción, que son la misma cosa que los ingresos totales
de la comunidad contemplados desde otro punto de vista, se dividen en una cierta
proporción entre coste de bienes de consumo y coste de bienes de capital. Las
rentas del público, que son de nuevo la misma cosa que los ingresos totales de la
comunidad, se dividen también en cierta proporción entre gasto en la compra de
bienes de consumo y ahorros. Ahora bien, si la primera proporción es mayor que
la segunda, los productores de bienes de consumo ganarán dinero; porque sus
ingresos, que son iguales al gasto del público en bienes de consumo, serán
mayores (como lo muestra una breve reflexión) que lo que les ha costado producir
esos bienes. Si, por el contrario, la segunda proporción es menor que la primera,
entonces los productores de bienes de consumo obtendrán pérdidas
excepcionales. De lo cual se deduce que los beneficios de los productores de
bienes de consumo sólo pueden restablecerse o porque el público gaste una parte
mayor de sus recursos en tales bienes (lo que significa ahorrar menos), o porque
una mayor proporción de la producción tome la forma de bienes de capital (dado
que esto significa una producción menor proporcionada a los bienes de consumo).
Pero los bienes de capital no se producirán en una escala mayor a menos que los
productores de tales bienes estén obteniendo un beneficio. Así llegamos a nuestra
segunda cuestión: ¿de qué dependen los beneficios de los productores de bienes
de capital? Dependen de si el público prefiere mantener sus ahorros líquidos en
forma de dinero o su equivalente, o emplearlos para comprar bienes de capital o
su equivalente. Si el público se muestra reacio a comprar los últimos, entonces los
productores de bienes de capital sufrirán una pérdida; en consecuencia, se
producirán menos bienes de capital, con el resultado de que, por las razones que
antes se han dado, los productores de bienes de consumo también sufrirán una
pérdida. En otras palabras, todas las clases de productores tenderán a sufrir una
pérdida; y sobrevendrá el desempleo general. Esta es una descripción
excesivamente simplificada de un fenómeno complejo. Pero creo que contiene la
verdad esencial. Pueden sobreponerse muchas variaciones, fugas y
29
orquestaciones, pero la melodía es esta”14. La segunda y muy extensa cita,
fundamental para comprender la metamorfosis del quebranto financiero en la Gran
Depresión, proviene de la obra estelar de John K. Galbraith:
14
John M. Keynes, La Gran Depresión de 1930 (Diciembre de 1930), en Ensayos de persuasión,
Crítica, Grijalvo, Barcelona, 1988, pp.135-139. Respecto a las ganancias o pérdidas de los
productores de bienes de consumo, desde la versión en inglés (que se reproduce en la traducción),
se confunde el efecto de mayores o menores gastos en consumo (p. 138, 3er párrafo). Aquí, se
presenta una versión corregida por el autor (FNU)
30
obligaciones, la bancarrota y el colapso de la estructura. En esas circunstancias,
era perfectamente obvia la tentación de reducir la inversión en plantas productivas
a fin de seguir obteniendo beneficios. Sin olvidar que esto venía a sumarse a las
presiones deflacionarias. Pero una vez llegadas a esta situación, las entidades se
veían obligadas a reducir sus beneficios, con lo cual toda la pirámide de empresas
disminuía de tamaño y fuerza. Cuando esto sucedía, eran inevitables nuevos
cercenamientos. Solicitar préstamos para nuevas inversiones se hacía imposible
en estas condiciones. Sería realmente difícil imaginar un sistema mejor dispuesto
para facilitar la continuación y acentuamiento de la espiral deflacionaria.
3.- La pésima estructura bancaria. En los primeros seis meses de 1929, quebraron
346 bancos de distintas localidades del país, con un total neto de depósitos de 115
millones de dólares. Las quiebras de bancos pueden convertirse rápidamente en
un mal epidémico cuando la renta, el empleo y los precios o el valor de los objetos
se hunden como resultado de una depresión. Esto fue lo que sucedió después de
1929. Y, una vez más, sería difícil un mecanismo más apropiado para ampliar al
máximo los efectos del pánico. Lo frágil y tarado destruyó no solamente a los
restantes mecanismos frágiles y tarados sino que contaminó lo fuerte. Por todas
partes, ricos y pobres se dieron cuenta del desastre mediante la persuasiva
conciencia de que sus ahorros habían sido liquidados. No hace falta decir que este
sistema bancario, una vez inmerso en las convulsiones de la quiebra, afectó de
modo definitivo el gasto de sus depositantes y la inversión de sus clientes.
4.- La dudosa situación de la balanza de pagos. Los países extranjeros no podían
cubrir su balanza comercial adversa con EE.UU., mediante crecientes pagos en
oro, o al menos no por mucho tiempo. Lo cual significaba que o bien aumentaban
sus exportaciones a EE.UU., o reducían sus importaciones o bien dejaban
incumplidos los pagos de los préstamos anteriores. El presidente Hoover y el
Congreso actuaron rápidamente para eliminar la primera posibilidad –eliminar la
cuenta con mayores importaciones-: elevaron fuertemente el arancel.
Consecuencia de esta medida fue que las deudas –incluso las de guerra- no
pudieron ser satisfechas, y esto de rechazo provocó una estrepitosa caída de las
exportaciones norteamericanas. La reducción no fue grande en relación al
31
producto total de la economía norteamericana, pero contribuyó al desastre general
y repercutió de forma particularmente grave en la agricultura.
5.- Los míseros conocimientos de economía de la época. Los economistas y todos
aquellos que ofrecían consejo económico durante los últimos años veinte y
primeros treinta eran fundamentalmente malos economistas y perversos
consejeros. En los meses y años siguientes al crac del mercado de valores, los
honorables consejos económicos de los profesionales cargaron su orientación
hacia el tipo de medidas más apropiadas para empeorar las cosas. A partir de
entonces, la política económica adoptada no hizo sino empeorar cada vez más las
cosas. Para los republicanos el presupuesto equilibrado era, como siempre, alta
doctrina. Pero el programa del partido demócrata en 1932 abogaba –con una
concreción que los políticos rara vez aconsejan- por un ´presupuesto federal
equilibrado cada año sobre la base de una precisa estimación gubernamental
dentro de los límites señalados por los ingresos fiscales...´ El presupuesto
equilibrado no era un tema de reflexión y ni siquiera, como a menudo se ha
asegurado, una cuestión de fe. Más bien era una simple fórmula, y no fue el único
corsé que se aplicó a la economía. Hubo también el espantajo de un abandono del
patrón oro –cuya vigencia impedía la elevación del tipo de cambio- y, todavía más
sorprendente, de un riesgo de inflación. Si la economía hubiese estado
´fundamentalmente firme y sólida´ en 1929 los efectos del gran crac de la bolsa
habrían sido pequeños” (Galbraith, 1983: 242-254). Dos saldos plausibles, el
abandono del patrón oro y el establecimiento del New Deal, reflejan la asimilación
global de las pavorosas lecciones de la Gran Depresión. La Teoría general… ,
cuyas particularidades se analizan a continuación, representa la más duradera
reacción frente ese infortunio.
“La Teoría general del empleo, el interés y el dinero es una obra de una
fascinación imperecedera. Es simple y sutil, oscura y profunda. Ofreció una forma
sistemática de pensar, no solo sobre el comportamiento de las economías
contemporáneas, sino sobre los obstáculos que se interponen en la búsqueda de
32
una mayor riqueza en todos los tiempos. Combinó una visión del futuro con una
rigorosa demostración de la posibilidad de un equilibrio con desempleo. A pesar
de que los economistas jóvenes con inclinaciones especulativas se sentían
atraídos hacia ella como un almacén de ideas sugerentes, era su utilidad práctica
la que principalmente les atrajo en un mundo suspendido entre la democracia en
estado de putrefacción y la dictadura que estaba arrasando con todo” (Skidelsky,
2013: 725).
Los años treinta del siglo XX comenzaron muy mal, con los pavorosos efectos
planetarios de la Gran Depresión, y terminaron peor, con el comienzo de la
Segunda Guerra Mundial. La puesta en escena de los componentes del New Deal,
del presidente Franklin D. Roosevelt, incluidos los grandes reconocimientos de
Keynes a esa estrategia que, declaraba, convirtió a los Estados Unidos en el
laboratorio económico del mundo, y la utilización docente de las pruebas (1934) y
posterior publicación (1936) de su libro, La teoría general sobre el empleo, el
interés y el dinero (en adelante, La teoría general), conformaron el lado plausible
de esa década bárbara.
33
mayor diferencia con la remuneración a los otros factores, maximizando su
ganancia.
34
asalariado disfruten de una remuneración relativa más o menos fija, la magnitud
de la ocupación puede definirse bastante bien, para nuestro objeto, tomando una
hora de empleo del trabajo ordinario como unidad y ponderando una hora de
trabajo especial proporcionalmente a su remuneración; es decir, una hora de
trabajo especial de trabajo a la unidad en que se mide el volumen de ocupación, y
llamaremos unidad de salario al salario nominal de una unidad de trabajo. Por
tanto, si E representa la nómina de salario (y sueldos), S la unidad de salarios y N
la cantidad de empleo, E=NS” (Keynes, 1951: 50-51).
Por lo que hace al carácter fijo de muchas de las categorías de la teoría clásica,
que la acaba convirtiendo en una teoría estática, Keynes explica que muchas
decisiones del presente deberán considerar importantes elementos del futuro, del
que sabemos muy poco, si algo; la presunción de diferencias entre el futuro y el
presente, el cuadro dominado por la incertidumbre, obliga a imaginar expectativas
y a construir previsiones, de corto plazo para la fijación de precios –que son
resultado de los costos marginales de factores (oferta), de la remuneración a los
mismos y del volumen de ocupación (demanda), y de largo plazo para las
decisiones de inversión; eso determina el carácter dinámico de la teoría
keynesiana. Resulta imposible exagerar la importancia que, para Keynes, tiene
esta cuestión: “Sin la incertidumbre, Keynes es algo así como Hamlet sin el
príncipe” (Minsky, 1987: 17).
35
(¿con quién más podría pasar?) comienza la arbitraria metamorfosis de la
incertidumbre en probabilidad: “Una vez incluida la incertidumbre, el objeto de
elección no es ya un grupo de bienes de composición conocida, sino un conjunto
de alternativas excluyentes, cada una con su específica probabilidad” (Friedman,
1966: 90). La siguiente metamorfosis sufrida por la incertidumbre, muy útil para
atrapar incautos durante la orgía especulativa de los derivados envenenados (La
Gran Recesión), consistió en convertirla en riesgo, con las consecuencias que
hasta esta fecha se padecen: “El uso de la palabra ´riesgo´ para cubrir
acontecimientos fortuitos que no pueden asegurarse trasmite una precisión falsa,
que conforta a los mercados, pero que no tiene ninguna base en la ciencia”
(Skidelsky, 2009: 62). Con arreglo a tales distorsiones, entre otras cosas, se
decretó la domesticación del ciclo económico que se salió de madre en 2007.
V.1.- EL CONSUMO.
36
consumo) y que tiende a cero (hay un momento en que ninguna porción del
ingreso incrementado se destina al consumo, no solo por la utilidad marginal
decreciente). Mientras que lo que Keynes definió como economía clásica supone
que la inversión deriva de la abstinencia en el consumo, él afirma que entre mayor
sea la parte del ingreso que se gasta de esta forma, mayor será el efecto
(multiplicador) que la inversión tendrá sobre el ingreso y, en último término, sobre
la ocupación; Keynes precisa el origen del término: “El concepto de multiplicador
fue primeramente introducido en la teoría económica por R. F. Kahn (alumno de
Keynes en Cambridge) en su artículo sobre <<The Relation on Home Investiment
to Unemployment>> (Economic Journal, junio de 1931). Su razonamiento en este
artículo dependía de la noción fundamental de que, si la propensión a consumir en
varias circunstancias hipotéticas (juntamente con otras condiciones) se da por
conocida y concebimos que las autoridades monetarias u otras públicas tomen
medidas para estimular o retardar la inversión, el cambio en el monto de la
ocupación será función del cambio en neto en el volumen de inversión; y pretendía
sentar principios generales para calcular la relación cuantitativa real entre un
incremento en la inversión neta y el aumento de la ocupación total que le
acompañará” (Keynes, 1951: 114). El multiplicador de Keynes, basado en el
trabajo de Kahn, es el multiplicador de inversión, y la mecánica es la siguiente:
El multiplicador (k) es igual al ingreso (Y) dividido por el propio ingreso menos la
parte de él destinada al consumo (c): k = Y / Y – c; lo que es igual al ingreso
dividido por la parte de él destinada al ahorro (s): k = Y / s; como c y s son
fracciones de Y, el multiplicador es igual al recíproco de s, lo que permite afirmar
que k será mayor entre mayor sea c. Si se asume que el nuevo nivel de ingreso
(Y´) es igual a la inversión (I) multiplicada por el multiplicador (k), Y´ = I x k, resulta
que un mayor nivel de consumo habrá de generar un mayor nivel de ingreso. Si
este último se divide por la unidad de salario, se tiene una adecuada aproximación
al nuevo nivel de ocupación (N). Las complicaciones que enfrenta el pleno
cumplimiento del efecto multiplicador, tienen que ver, en primer lugar con la rigidez
de la oferta monetaria que, en su caso, dificulta la metamorfosis en ingreso
monetario del resultado de k × I; la segunda complicación deriva de la
37
convergencia o divergencia del ámbito público y el privado, en una eventual
competencia o convergencia por el uso del crédito disponible en el sistema
económico, y la tercera, corresponde al componente importación de la producción
nacional que, de existir, filtra una parte del efecto multiplicador hacia el exterior y,
así, disminuye el ingreso (y el empleo) resultantes. Esta primera sección ilustra lo
que Keynes denominó la Función Consumo, con su primera variable
independiente, la propensión marginal a consumir (dC / dY).
38
El tema del consumo, la magnitud y estructura de la demanda, la inflación
derivada del conflicto entre salarios y beneficios, y su efecto en el papel de la
demanda, de cara al crecimiento económico, son parte de los elementos de una
teoría alternativa sobre el propio crecimiento, dirigido por la demanda, que supera
con mucho a la llamada vieja teoría del crecimiento, que ha estado dirigida por la
oferta. En la elaboración keynesiana, la inversión responde –mediante una
previsión- a la construcción de expectativas sobre el comportamiento futuro de la
demanda para el cálculo probable de beneficios (Setterfield –editor-, 2005: 320
pp.).
V.2.- LA INVERSIÓN.
39
que no se hiciera nada. En efecto, la depresión debía seguir libremente su curso,
única forma en que llegaría a curarse, de modo espontáneo. La causa de la crisis
era la acumulación de venenos en el sistema; a su vez, las penalidades
resultantes eliminarían la ponzoña y devolverían la salud a la economía. Según lo
declaró explícitamente Joseph Schumpeter, el restablecimiento del sistema
siempre tenía lugar espontáneamente. Y añadió: <<Y eso no es todo: nuestro
análisis nos conduce a creer que la recuperación sólo puede ser efectiva si se
produce por sí misma>>” (citado en Galbraith, 1989: 213). Por su parte, Keynes
contemplaba a los liquidacionistas como víctimas de un severo problema mental:
40
macroeconomía –la rama que analiza la economía completa como una entidad
que es diferente a la suma total de sus partes” (Chang, 2014: 105).
El incentivo para invertir, entonces, sólo de manera indirecta guarda relación con
la tasa de interés, tal que el uso del ingreso que excede al consumo será en
inversión (I) si la eficacia marginal del capital (r) excede a la tasa de interés real –
sustraída la inflación- (i), durante la vida útil del bien de inversión:
Y = c + s, si i > r.
El cálculo de la renta financiera que deriva del ahorro, mediante la tasa de interés,
se realiza del presente hacia el futuro, mientras que los beneficios de la inversión
se calculan, mediante la eficacia marginal del capital (una tasa de descuento),
desde el futuro hacia el presente. Para que la eficacia marginal de capital pueda
compararse con la tasa de interés, se le define como “… la tasa de descuento que
lograría igualar el valor presente de la serie de anualidades dada por los
41
rendimientos esperados del bien de capital, en todo el tiempo que dure, a su
precio de oferta” (Keynes, 1951: 135):
PO = BE / (1 + r) n, donde:
PO.- precio de oferta de los bienes de capital (costo de reposición), que induce al
fabricante a producir una unidad adicional de los mismos;
r.- Eficacia Marginal del Capital; la tasa de descuento que iguala, en el tiempo, a
PO con BE, y
n.- Los años de vida útil o los plazos de capitalización del bien de capital de que se
trate.
Durante la fase A (expansiva) del ciclo económico, la eficacia marginal del capital
tiende a disminuir. En las ramas de mayor rentabilidad, el espíritu animal de los
empresarios les llevará a incrementar la inversión irracionalmente, con lo que
disminuyen los beneficios esperados; simultáneamente, la mayor demanda de los
bienes de capital correspondientes, elevará el precio de oferta de los mismos, con
lo que se disminuye r y se ingresa en la fase B (depresiva) del mismo ciclo
económico corto.
42
en unidades de salario (Ds) encuentra una respuesta elástica, igual o mayor, del
lado de la oferta, también medida en unidades de salario (Zs)- y, en segundo
lugar, la posibilidad de que otros bienes resulten sucedáneos adecuados del que
ha sufrido un incremento en la demanda –elasticidad sustitución-. Ni la producción
privada ni la sustitución por otra mercancía resultan posibles, o frecuentes, en el
caso del dinero, lo que explica la resistencia de su precio (i) a disminuir.
CUADRO 1
El empresario ofrecerá tanto empleo cuanto mayor sea la diferencia entre el costo
primo y el costo del resto de factores; es decir, donde mayor sea la ganancia; y el
cruce de esta curva de oferta con la de demanda agregada determina a la
43
demanda efectiva en una situación de equilibrio, generalmente distinta a la del
pleno empleo. Uno de los aspectos más relevantes de la elaboración keynesiana
es su ruptura, en este tema de la inversión, con la teoría clásica que la hace
depender de la oferta de fondos ahorrados, que premia a la espera –antes de
Marshall, a la abstinencia- y que construye una teoría del valor que lo reconoce
como fruto del trabajo, y remunera a ese sacrificio con el costo de producción
salario, y del capital, espera a la que remunera con el costo de producción tasa de
interés, negando la filiación ricardiana al trabajo como única fuente de valor.
15
“Entre las máximas de la finanza ortodoxa, ninguna, seguramente, es más antisocial que el
fetiche de la liquidez, la doctrina según la cual es una virtud positiva de las instituciones de
inversión concentrar sus recursos en la posesión de valores líquidos. Olvida que las inversiones
no pueden ser líquidas para la comunidad como un todo” (Keynes, 1951: 153-154).
44
ganancia) en construir una fábrica, un ferrocarril, una mina o una hacienda, no
habría mucha inversión como resultado simplemente de cálculos ponderados”.
“Sin embargo, las decisiones de invertir en negocios privados del viejo tipo eran,
en gran parte, irrevocables no sólo para la comunidad en conjunto, sino también
para los individuos. Con la separación entre la propiedad y la dirección que priva
hoy, y con el desarrollo de mercados de inversión organizados, ha entrado en
juego un nuevo factor de gran importancia, que algunas veces facilita la inversión,
pero también contribuye a veces a aumentar mucho la inestabilidad del sistema.
Cuando faltan los mercados de valores no tiene objeto intentar revaluar con
frecuencia una inversión en la cual nos hemos comprometido. Pero la bolsa fija
nuevos valores a muchas inversiones todos los días y estas operaciones dan
frecuentes oportunidades a los individuos (aunque no a la comunidad en conjunto)
para revisar sus compromisos. Es como si un agricultor, habiendo observado su
barómetro después del desayuno, decidiera retirar su capital del negocio agrícola
entre diez y once de la mañana y reconsiderar si debía volver a él posteriormente
durante la semana. Pero las revaluaciones diarias de la bolsa de valores, aunque
se hacen con el objeto principal de facilitar traspasos entre individuos de
inversiones pasadas, ejercen inevitablemente influencia decisiva sobre la tasa de
las inversiones corrientes; porque no tiene sentido crear una nueva empresa
incurriendo en un gasto mayor que aquel a que se puede comprar otra igual ya
existente, mientras que hay un incentivo para gastar en una nueva emisión lo que
podría parecer una suma extravagante, si puede venderse en la bolsa de valores
con una ganancia inmediata. Por eso ciertas clases de inversiones se rigen por el
promedio de las previsiones de quienes trafican en la bolsa de valores, tal como
se manifiesta en el pecio de las acciones, más bien que por las esperanzas
genuinas del empresario profesional” (Keynes, 1951: 148-150).
El equipo empleado sufre una disminución de valor cuando se utiliza (T) y sufre
otra disminución de valor cuando no se utiliza (T´), con una rebaja del primer caso,
cuando se incurre en algún desembolso para paliar el segundo. Al restar al primer
dato el segundo, se obtiene el costo de uso (U):
45
U = T – T´
El ingreso nacional total será igual al ingreso de todas las empresas menos el
costo de uso de toda la producción. Si A representa al ingreso bruto nacional y U
al costo de uso, el ingreso del sistema económico es igual a A – U (Dillard, 1968:
71-72).
“En principio presupone, evidentemente, que exista una relación constante entre
stock de capital y nivel de la producción final: esa relación se llama coeficiente de
capital, o coeficiente de aceleración o acelerador” (Napoleoni, 1962: 1). En una
interpretación dinámica, como previsión de los inversionistas, respecto a
variaciones visibles en el consumo, el acelerador (a) deberá entenderse como “…
expresión de la respuesta de la inversión (I) al cambio previamente experimentado
por el consumo (C):
46
Cuando Malthus acepta que el capital puede exceder su monto en relación con la
población demandante y en relación con el trabajo disponible, se resiste a aceptar
la inversa, de manera que el exceso de capital se convierte en un incentivo
adverso a la inversión, como lo sugirió Kalecky: <<La tragedia de la inversión es
que causa crisis porque es útil. Sin duda, mucha gente encontrará esta teoría
paradójica, pero no es la teoría la que es paradójica, es el objeto de estudio, la
economía capitalista, la que lo es>> (Kalecky, 1939: 318, citado en King, 2009:
52).
“La teoría se puede resumir diciendo que, dada la psicología del público, el nivel
de producción y de ocupación en general depende del volumen de inversión. Lo
planteo de ese modo, no porque sea el único factor del que depende la producción
agregada sino porque, en un sistema complejo, se acostumbra considerar como la
causa causans el factor más sujeto a fluctuaciones bruscas y apreciables. De una
manera más general, la producción agregada depende de la propensión a
atesorar, de la política de la autoridad monetaria en la medida en que afecte el
volumen de dinero, del estado de confianza respecto al rendimiento esperado de
los bienes de capital, de la propensión a gastar y de los factores sociales que
influyen en el nivel del salario monetario. Mas, entre todos estos factores, los
menos confiables son aquellos que determinan la tasa de inversión, pues en ellos
influyen nuestras ideas del futuro, acerca del cual sabemos tan poco” (Keynes,
1937: 221). Tanto por lo que hace a la formalización kaleckiana de la inversión,
como a la del multiplicador, las coincidencias con Keynes son casi totales:
I = m (C1 + A) – nK
16
Ya se sabe que, para Keynes, el largo plazo (alrededor de cinco años) corresponde a la vida útil
de los bienes de inversión.
47
segundo escribía como economista, con horrible redacción y excesiva
formalización, pero si se observa con detenimiento la última parte de la ecuación
kaleckyana, y se reflexiona a profundidad sobre la elaboración keynesiana, la
función negativa del stock de capital existente, viene a ser una suerte de negación
de la incertidumbre que, a la hora de hacer comparaciones, se complica por una
mala traducción (de las muchas en que incurrió Eduardo Hornedo) sobre una
expresión clave de Keynes: “Los espíritus animales” de los empresarios, espíritus
a los que el traductor del FCE convirtió en “la energía animal”: But individual
initiative will only be adequate when reasonable calculation is supplemented and
supported by animal spirits, so that the thought of ultimate loss which often
overtakes pioneers, as experience undoubtedly tell us and them, is put aside as
heathly man put aside the expectation of death (Keynes, 1993: 343): “… pero la
iniciativa individual solamente será adecuada cuando el cálculo razonable esté
apuntalado y soportado por la energía animal, de tal manera que la idea de
pérdidas finales que a menudo detiene a los precursores, como la experiencia le
muestra a ellos y a los demás, se rechaza del mismo modo que el hombre lleno de
salud hace caso omiso de sus probabilidades de muerte”, (Keynes, 1951: 147).
“Además, será una gran ventaja en el orden de los acontecimientos que defiendo,
que la eutanasia del rentista, del inversionista que no tiene ninguna misión, no
será algo repentino, sino una continuación gradual aunque prolongada de lo que
hemos visto recientemente en Gran Bretaña, y no necesitará de un movimiento
revolucionario” (Keynes, 1951: 361).
48
“Los especuladores pueden no hacer daño cuando sólo son burbujas en una
corriente fuerte de espíritu de empresa; pero la situación es seria cuando la
empresa se convierte en burbuja dentro de una vorágine de especulación. Cuando
el desarrollo del capital de un país se convierte en subproducto de las actividades
propias de un casino, es probable que aquél se realice mal” (Keynes, 1951: 157).
f1(y) + f2(i) = M1 + M2 = M
49
la medida en la que dicha teoría no prevé el uso especulativo del dinero (M2), por
lo que:
Si, con Keynes, suponemos que M1 sirve a las tareas de consumo e inversión y
M2 a las de especulación, el éxito de la primera describe un círculo virtuoso de
operación del sistema económico, por cuanto con ella crecen el ingreso y el
empleo; mientras que el éxito de M2, siempre como proporción de M, describe la
conversión del sistema en una economía de casino. La conclusión relativa a
aquello que corresponde a la política monetaria salta a la vista, si se asume el
peso extraordinario de la especulación para esterilizar los esfuerzos
gubernamentales para reducir, con arreglo al incremento de la oferta monetaria, a
la tasa de interés y hacerlo de manera perdurable. La escasez del dinero, que
presiona al alza de la tasa de interés, carece de justificación y se inspira en la
usura: “Era usura, escribió a un corresponsal, <<extraer del prestatario alguna
cantidad adicional al verdadero sacrificio del prestamista que la debilidad de la
posición negociadora del prestatario o su extrema necesidad hace plausible.
Encuentro interesante exponerlo de esta manera porque realmente viene a ser lo
mismo que mi teoría de la liquidez” (citado en Skidelsky, 2009: 175).
50
En una situación de equilibrio, con una tasa de interés alta, M0 = (M1o + M2o)→io,
la autoridad monetaria realiza un esfuerzo por disminuir la tasa de interés,
mediante el incremento de la oferta monetaria, ɅM´ > (M1 + M2) → Vi1, con lo que
crecerá la demanda de dinero para consumo e inversión, ɅM11 y la
correspondiente a la especulación, ɅM21; el resultado de estos incrementos,
especialmente el correspondiente a propósitos especulativos, es una nueva
presión al alza de la tasa de interés. Esta esterilización de la manipulación
monetaria para reducir los costos financieros, es la trampa de liquidez (Novelo,
2014: 118-119), que impide la reducción duradera de la tasa de interés que, a su
vez, al compararse con la eficacia marginal del capital no amenaza al desarrollo
preferente de la inversión ni, en último término, al crecimiento de la ocupación. La
trampa de liquidez, en opinión de Keynes, es la más fuerte evidencia de la falta de
robustez, de la debilidad, de la sola manipulación monetaria para obtener una
reducción temporalmente adecuada de la tasa de interés, y un argumento robusto
para esperar los mejores efectos de incremento en la ocupación, provenientes de
las políticas fiscales17:
GRÁFICA 2.
TRAMPA DE LIQUIDEZ.
17
“... es casi siempre por su prodigalidad por lo que se conoce a un hombre: Enrique VIII, para sus
esposas; Luis XIV, para sus amantes, y el general Douglas Mac Arthur, para sus discursos. Los
keynesianos han sido asociados para siempre a los gastos públicos” (Galbraith, 1955: 53).
51
Tasa de interés activa Tasa de interés pasiva
M0
X0 M'
Y1
i0
X1 Y2
i1
(Y )
L1
(i) 1
L2
(i) 0
L2
0 1 0 1
M1 M1 M1 M2 M2 M2
“Todas estas leyes (las del sistema de Keynes) difieren de las que proporciona el
sistema clásico” (Kicillof, 2010: 290).
Por lo hasta ahora analizado, las relaciones de causalidad entre las categorías
keynesianas, son las siguientes:
52
La eficacia marginal del capital es una función de la expectativas de beneficios y
del precio de oferta de las bienes de inversión, durante toda su vida útil: r = f (BE,
Po, µ), y
II.- La tasa de interés así determinada (i*), en conjunto con la eficacia marginal del
capital EMK (I), establece el volumen de la inversión I;
III.- A través del multiplicador k, los cambios en la inversión (I*) repercuten sobre la
demanda agregada DA, que en conjunto con el precio de la oferta global Z fijan el
ingreso Y de equilibrio;
IV.- Cada nivel de producto y de ingreso de equilibrio (Y*) se asocia, a su vez, con
un determinado volumen de ocupación; por último,
V.- Dada la productividad del trabajo, el nivel de ocupación de equilibrio (N*) está
asociado con un nivel determinado de salario real W/P* (Kicillof, 2010: 291-292).
18
Posiblemente la cita más evocada de Keynes, aunque de manera incompleta, es “En el largo
plazo estamos todos muertos. Los economistas se plantean una tarea demasiado fácil, y
demasiado inútil, si en cada tormenta lo único que nos dicen es que cuando pasa el temporal el
océano está otra vez tranquilo” (Keynes, 1923: 95).
53
La causalidad que propone Kicillof plantea ciertas interrogantes. La primera está
referida a las desconocidas razones por las que el punto de partida no
corresponde a la economía productiva, sino a la monetaria, la determinación de la
tasa de interés (i). Este comienzo, en mi opinión, se aparta de la secuencia
propuesta por Keynes, que inicia con el examen de la Demanda Efectiva y con su
primer componente, la demanda de bienes de consumo. Al respecto, podría
iniciarse la cadena con una figura que partiera de esa demanda, ubicada a la
izquierda del numeral III y que colocara en el eje de las ordenadas al consumo (C)
y en el de las abscisas al ingreso (Y), con una línea que se inicia en el origen, con
pendiente de 45 grados, que correspondería a C = Y (donde todo el ingreso se
destina al consumo); esta recta estaría cortada por una curva de pendiente
54
negativa leve, en un nivel de ingreso tal que C < Y, tal cual acontece en la realidad
y que sugiere que, según crezca el ingreso, menor será la parte de él destinada al
consumo; el planteamiento sugiere, también, que existen niveles previos de
ingreso en los que el consumo podría ser mayor o igual al propio ingreso
(Napoleoni, 1962: 333 –fig. 1b-); la propensión marginal al consumo es,
simultáneamente, el más estable y el primero de los usos del ingreso y tendiente a
cero. Una segunda figura podría tener en el eje de las ordenadas al multiplicador
[(Y/Y-C) > 1] y en el de las abscisas al ingreso trazando una línea de pendiente
positiva mayor de 45 grados y con tendencia a acercarse al eje de las ordenadas,
con lo que se explicaría (en lugar de suponer) el origen del multiplicador. En el
numeral III de la cadena propuesta, es correcto iniciar con la demanda efectiva
(DA), aunque se debiera concluir con el nuevo nivel de ingreso (Y*) y colocar -
entre ambos- al producto del multiplicador y la inversión (kI*), de manera que la
secuencia de las identidades fuera realmente causal:
DA = kI* = Y*
19
Un duradero error de la teoría clásica consiste en proponer, para incrementar la ocupación, la
reducción de los salarios reales por parte de los trabajadores. Se olvida que lo que pueden pactar
con sus empleadores son exclusivamente los salarios nominales, además de la consecuencia en
la propia teoría de acercar en el tiempo la presencia de la llamada desutilidad marginal del salario
y, con ella, el desempleo de quienes, así, vean disminuir la capacidad adquisitiva de su salario.
55
inversiones y reducción perdurable de la tasa de interés. Se requiere la mano
visible del Estado.
“Se dice algunas veces que sería ilógico por parte de la mano de obra resistirse a
una rebaja del salario nominal y no a otra del salario real. Por razones que damos
más adelante, y afortunadamente, como veremos después, esto puede no estar
tan falto de lógica como parece a primera vista; pero lógica o ilógica, ésta es la
conducta real de los obreros” (Keynes, 1951: 22).
Las dos agarraderas teóricas de la propuesta reductora de los salarios que, según
la economía ortodoxa, favorecería el incremento de la ocupación, son: la Ley de
Rendimientos Decrecientes, que se traslada de la tierra a la ocupación, y la
identidad Salario Monetario = Producto Adicional del Trabajo; la primera es una
importante derivación de todo el sistema propuesto por David Ricardo, que tiene
las características siguientes:
Ricardo, cuyos esfuerzos teóricos se diferencian de los de Adam Smith por cuanto
concentró sus elaboraciones en explicar la forma en la que la riqueza se distribuye
entre los agentes, y no sólo en las causas por las que llega a existir, compartió con
éste una sólida confianza en los beneficios del libre comercio. Los agentes
económicos de Ricardo, son: los propietarios de la tierra, que la arriendan; la clase
trabajadora que presta sus servicios a cambio de un salario, y la clase capitalista
que alquila la tierra, da trabajo a los obreros y organiza el proceso productivo;
convertido en modelo, este enfoque presenta algunas restricciones: un solo
producto (el trigo), la identidad de la inversión con el fondo de salarios y una
duración anual del proceso productivo. La formalización descansa en un elemental
sistema de ecuaciones:
(a) f(0) ≥ 0;
56
(c) f´´(N) < 0
(1.3) W = NX,
(1.4) K = W,
(1.5) P = X – R – W, donde:
Si se observa el modelo formado por las ecuaciones de 1.1 a 1.5, resulta evidente
que es incompleto, ya que está constituido por cinco ecuaciones y tiene siete
incógnitas. Para completarlo, se añaden las dos ecuaciones siguientes:
(1.6) N= N´,
57
N´ y K´ representan, respectivamente, las cantidades disponibles de trabajo y de
capital. La condición prevista por Ricardo, en el ánimo de alcanzar la estabilidad
de todo el sistema, consiste en que el salario pagado sea igual al salario de
subsistencia (x = ´x), de donde resulta la última ecuación necesaria para el
equilibrio natural:
(1.8) x = ´x
La reducción de los salarios monetarios (SM) produce una reducción del costo
primo (CP); la reducción del CP produce una reducción del precio (P); si la
20
“Cuando el precio de mercado de la mano de obra es superior al natural, la situación del
trabajador es floreciente y próspera, pues puede disponer de mayor cantidad de artículos de
primera necesidad y de satisfacciones y, por lo tanto, mantener una familia numerosa. Sin
embargo, cuando, debido al estímulo que los salarios elevados proporcionan para el incremento de
la población, aumenta el número de trabajadores, los salarios vuelven a su precio natural y a veces
hasta bajan más, en virtud de una reacción” (Ricardo, 1817: Capítulo V, p. 98).
58
demanda/precio es elástica (ΛD/ṾP≥1), crecerá la demanda (D); si la oferta (Z) es
elástica frente a variaciones en la demanda (ΛZ/ΛD≥1), crecerá la inversión (I) y,
con ella, la ocupación (N). Al analizar los efectos de la disminución de los salarios
sobre las variables independientes del sistema económico keynesiano (propensión
marginal a consumir, eficacia marginal del capital y tasa de interés), Keynes
demuestra el resultado adverso de la propuesta:
“La teoría ortodoxa, que Keynes atacaba, sostenía que una reducción de las tasas
de salarios monetarios implicaba una reducción de los salarios reales, y que una
reducción de los salarios reales conduciría a un incremento del empleo. El
59
argumento de Keynes era muy diferente del que después han elaborado
inadecuadamente los keynesianos bastardos; porque, según éstos, las tasas de
salarios monetarios son rígidas por razones institucionales. El argumento (de
Keynes) se fundaba en que, si durante una depresión se consiguiera reducir los
salarios, la situación empeoraría porque ello conduciría a una disminución de
precios y a expectativas de caídas posteriores que desanimarían la inversión; por
otra parte, la caída del valor monetario de las acciones reduciría la disponibilidad
del crédito y pondría a los bancos en peligro de quiebra” (Robinson, 1976: 118-
119).
“El profesor Viner concluyó que la única diferencia entre Keynes y los economistas
clásicos, con respecto a temas como la oferta de mano de obra y las tasas de
salarios, consistió en la negación previa por parte de Keynes de que una
reducción de los salarios monetarios reduciría el desempleo. Viner fue uno de los
primeros críticos que puso en duda la habilidad de Keynes en continuar la
correlación clásica entre las reducciones de salarios reales y el desempleo. Viner
creyó que Keynes no había refutado en realidad a los economistas clásicos sino
que simplemente había indicado que las reducciones a los salarios monetarios
podrían conducir a expectativas adversas y a un comportamiento rígido de la
inversión. En realidad, Keynes permitió a los economistas demostrar más que
esto, fundamentalmente que el mecanismo clásico no es la palanca automática
que se pensaba que era” (Klein, 1983: 113-114).
60
salario monetario actual incluso si el costo de la vida aumentara un poco-, sin
embargo, no pueden encontrar trabajos. ¿Qué determina el número de personas
en una sociedad que se encuentran en esta posición? O, para hacer la pregunta
de otra manera ¿qué determina el número de personas que encuentran
ocupación? La negativa clásica a considerar a estos hombres como realmente
desocupados involuntarios se resuelve a sí misma en una receta para encontrarles
ocupación. Sólo necesitan aceptar salarios menores y encontrarán trabajo. Keynes
hace objeciones a este procedimiento de los economistas sobre dos bases
separadas. Su primera objeción se refiere a la base práctica de la inutilidad de dar
consejos que sabemos que no se aceptarán, incluso si son buenos consejos. Es
tiempo de que los economistas que desean dar consejos prácticos a los estadistas
comprendan que los salarios monetarios son rígidos, que los trabajadores, de
hecho, rehusarán reducir los salarios monetarios. Pero la principal objeción de
Keynes consiste en la negativa de la teoría que se expone como base para el
tratamiento. Si se reducen los salarios monetarios, no se deriva de esto
necesariamente que habrá algún aumento en la ocupación” (Lerner, 1936: 217-
218).
61
precios. Este carácter real del proceso inflacionario es mucho más perceptible en
los países subdesarrollados que en los países industriales” (Noyola, 1956: 604,
citado en Martínez y Manrique, 1991: 305).
62
La simplificación propuesta permite establecer algunas posibles complicaciones
que dicha teoría enfrenta en los hechos:
ɅZ = Incremento de la oferta;
π = Inflación.
63
tasa de remuneración de los factores productivos que entran en el costo marginal
y, en parte, de la escala de producción como un todo, es decir (considerando
conocidos el equipo y la técnica), del volumen de ocupación. Es verdad que,
cuando pasamos a la producción como un todo, el costo de la misma, para
cualquier industria, depende parcialmente de la producción de las demás; pero la
variación más importante, de la que no hemos hecho caso, es el efecto, tanto
sobre los costos como sobre el volumen, de los cambios en la demanda. Es de
este lado donde tenemos que introducir ideas completamente nuevas cuando nos
ocupamos de la demanda en conjunto y ya no más de la de un producto aislado,
considerado separadamente, suponiendo invariable la demanda total” (Keynes,
1951: 283).
64
En la muy calificada, y elogiada, opinión de Thomas Piketty, la desigualdad
fundamental (r > g, donde r = a la tasa de rendimiento del capital, y g = a la tasa
de crecimiento económico) conforma una realidad histórica que ha permitido a la
clase de poseedores dedicarse a otra cosa que a su propia subsistencia. En el
análisis que realiza, de la Antigüedad al siglo XXI, se enfatiza que: “Durante la
mayor parte de la historia de la humanidad, el hecho principal es que la tasa de
rendimiento del capital siempre fue por lo menos 10 o 20 veces superior a la tasa
de crecimiento de la producción y del ingreso” (Piketty, 2014: 388).
“Yo mismo defendí durante muchos años con convicción las teorías que ahora
ataco y creo no ignorar cuál es su lado fuerte” (Keynes, 1951: 7 –Prefacio-).
“El mercantilismo es, por lo tanto, el primer paso que da el nuevo Estado secular
en su camino hacia la realización cabal del liberalismo. Su aceptación es bien
natural. La acción de un gobierno fuerte ha asegurado la paz; ¿por qué no ha de
obtener también la prosperidad?” (Laski, 1939: 52).
65
La obra más reconocida sobre dicho periodo es la del profesor E. F. Heckscher, La
época mercantilista, editada por el Fondo de Cultura Económica en 1953. En ella,
se destacan cuatro características de ese pensamiento económico que son las
siguientes:
21
Para calcular la tasa de interés (i), Keynes (y los mercantilistas) establece(n) la relación de la
cantidad de dinero (M) con la preferencia por la liquidez (Pl), tal que i = Pl /M. Al crecer M, Ceteris
paribus, disminuye i.
66
gran superabundancia de productos y mercancías de fuera importados todos los
años en Inglaterra no sólo ha determinado una penuria de dinero, sino que,
además, ha arruinado toda la industria que podría haber dado trabajo a un gran
número de personas del pueblo bajo, permitiéndoles sacar de ese trabajo dinero
para pagar sus alimentos y bebidas y que hoy se ven obligados a holgar o a vivir
de la mendicidad y del robo […] El pensamiento mercantilista mataba dos pájaros
de un tiro. De una parte, se desembarazaba el país de un sobrante de
mercancías, en el que, según se creía, radicaba la causa del paro forzoso y que
se reputaba perjudicial por todos los conceptos; de otra parte aumentaba la
cantidad de dinero existente en el país” (Heckscher, 1953: 569-570 y 624).
“Por tanto, el único arte infalible para hacer a una nación feliz y lo que llamamos
floreciente, consiste en proporcionar a todos la oportunidad de trabajar; para
conseguir lo cual, el primer cuidado del gobierno debe ser promover tan gran
variedad de manufacturas, artes y oficios como el ingenio humano pueda inventar;
y el segundo, estimular la agricultura y la pesca en todas sus ramas, para obligar
igualmente a la tierra y al hombre a rendir el máximo de su capacidad; pues así
como la una es una regla infalible para atraer a una nación grandes multitudes de
gentes, la otra es el único medio de mantenerlas y alimentarlas. La grandeza y la
67
felicidad de las naciones deben esperarse de esta política y no de las frívolas
regulaciones de la prodigalidad y la frugalidad (que, según las circunstancias de
las gentes, tomarán el giro más conveniente); porque déjese que el valor del oro y
de la plata suba o baje, el bienestar de todas las sociedades dependerá siempre
de los frutos de la tierra y del trabajo de la gente; ambos juntos son un tesoro más
cierto, más inextinguible y más real, que el oro del Brasil o la plata de Potosí”
(Mandeville, 1729: 127)22.
“Ricardo conquistó a Inglaterra de una manera tan cabal como la Santa Inquisición
a España. Su teoría no fue aceptada sólo por la City, los estadistas y el mundo
académico, sino que la controversia se detuvo y el punto de vista contrario
desapareció completamente y dejó de estudiarse. El gran enigma de la demanda
efectiva, con el que Malthus había luchado, se desvaneció de la literatura
económica. Ni una sola vez puede verse mencionado en cualquiera de los trabajos
de Marshall, Edgeworth y el profesor Pigou, de cuyas manos ha recibido su mayor
madurez la teoría clásica. Sólo pudo vivir furtivamente disfrazada, en las regiones
del bajo mundo de Carlos Marx, Silvio Gesell y el mayor Douglas” (Keynes, 1956:
43).
22
Hay, en la traducción de esta cita, otro de los recurrentes errores de Eduardo Hornedo (Keynes,
1956: 347).
68
liquidan la de Ricardo basándose en que era judío, lacayo de “los intereses del
capital”. Pero la parcialidad de Keynes por Malthus, aunque moralmente
admirable, -pues son pocos los que ensalzan a un precursor, y Keynes estaba
convencido de que Malthus lo era suyo-, llega a extremos que no son mucho más
razonables que el odio de Marx” (Schumpeter, 1971: 540-541)23.
“Respecto del asunto que ahora discutimos, parece como si nunca hubiéramos de
comprendernos bien, y casi desespero de poder explicarme alguna vez cómo es
posible que, después de leer los dos primeros párrafos de la primera sección de
mi último capítulo, todavía “entiende Ud. que yo digo que si se pone en acción una
gran capacidad productiva, el resultado será desfavorable a los intereses de la
humanidad”. De modo expreso digo que mi objeto es mostrar cuáles son las
causas que ponen en juego la capacidad de producción; y si recomiendo una
cierta proporción de consumo improductivo, es evidente que lo hago con la
expresa y única finalidad de proporcionar el motivo necesario para la máxima
producción continua. Y creo, además, que esta cierta proporción de consumo
improductivo, que varía de acuerdo con la fertilidad del suelo, etc., es en absoluto
necesario e indispensable para poner en movimiento los recursos de un país…
23
“… partiendo de su condición de oruga de los estudios de la moral y de crisálida de historiador,
pudo finalmente extender las alas de su pensamiento y estudiar el mundo como economista”
(Keynes, 1933: 177).
69
Ahora bien, uno de los motivos más esenciales de producción es que los
responsables de la actividad industrial reciban una parte adecuada de lo que se
produce. Pero Usted mismo admite que un gran ahorro temporal, que se inicie
cuando las utilidades son suficientes para estimularlo, puede ocasionar tal división
del producto que no dé motivo para aumentar más la producción. Y si no se llama,
con propiedad, estancamiento a un estado de cosas en el cual no hay motivo,
durante cierto tiempo, para aumentar más la producción, no sé cómo pueda
llamársele; en particular cuando este estancamiento dejará sin trabajo, de modo
inevitable, a la próxima generación. Sabemos por experiencias repetidas que el
precio en dinero del trabajo no baja nunca hasta que muchos obreros han estado
parados por algún tiempo. El problema consiste en si este estancamiento de
capital y el subsiguiente de la demanda de trabajo, que origina el aumento de
producción si a la vez no hay un consumo improductivo adecuado de parte de los
terratenientes y capitalistas, puede producirse sin perjuicio para el país y sin
ocasionar una disminución de la felicidad y riqueza, como hubiera ocurrido si el
consumo improductivo de aquéllos hubiera estado en tal proporción con el exceso
natural de la sociedad que no se hubieran interrumpido los móviles de la
producción y se hubiera evitado, en primer lugar, una demanda anormal de
trabajo, y luego una disminución necesaria y repentina de la misma. Pero si esto
es así, ¿cómo puede decirse que la frugalidad puede ser perjudicial para los
productores, aunque pueda no serlo para el estado, o que un aumento de
consumo improductivo entre los terratenientes y capitalistas no pueda ser, algunas
veces, remedio apropiado para un estado de cosas que fracasan los móviles de la
producción?” (Malthus, 1946 [1820]: XXXVI-XXXVII).
70
determinadas mercancías cuando sube su precio de mercado sin un alza
proporcional en su costo de producción en dinero. Y, por otra parte, siempre que
baje el valor de la producción de un país, calculado por el trabajo que con ella se
puede comprar, mientras que el valor de los anticipos es el mismo, disminuirá el
poder y el deseo de emplear trabajadores, y se detendrá durante algún tiempo el
aumento de la producción” (Malthus, 1946 [1820]: 305). Con la diferenciación entre
valor y riqueza, producción y realización, resulta evidente la paternidad
malthusiana de esa significativa intuición: la demanda efectiva.
esquemática, Carlos Marx –quien fallece el mismo año en que nació J. M. Keynes
(1883)- analiza los componentes, las tres figuras, de lo que denominó el proceso
cíclico del capital; esta relevante aportación que, como se desprende de sus
forma dineraria del capital (D), asumiendo que el dinero es capital si, y sólo si, se
metamorfosea en dos formas específicas de mercancía (M) que son los medios
fuerza de trabajo; hasta aquí, los ciclos del capital se verifican en la esfera de la
en la que el capital toma una forma productiva (P), de manera que: D-M...P; éste
capitalista y en la que una parte del trabajo es impaga y apropiada por el mismo
71
aquellas que la hicieron posible y que contiene una magnitud de valor mayor que
circulación para intercambiarse por otra magnitud dineraria (D´), también, por
donde la economía clásica vio una puerta hacia el pleno empleo, Marx descubriera
produce mercancías por medio de mercancías, que son las células con las que
funciona.
consumo), en un solo capital constante (C), y otro variable (V), al tiempo que suma
capitalistas (Pc), para capital constante adelantado (Pac) y para capital variable
• C + V + Pc + Pac + Pav = W
Karl Marx Fiedrich Engels, Las metamorfosis del capital y el ciclo de las mismas, en El capital,
24
Tomo II / Vol. 4, Siglo veintiuno Argentina editores, S. A., México, 1976, pp. 29-142.
72
Veamos la relación con los agregados keynesianos:
1945: 397-406). Ésta, digamos, estrecha cercanía entre ambos análisis, permite
brizna de simpatía por los padres fundadores del marxismo, tal como se lo
1935:
“De los dos, prefiero a Engels. Puedo darme cuenta que inventaron cierto método
y una manera abominable de escribir, caracteres ambos que sus sucesores han
conservado con fidelidad. Pero si me dice usted que descubrieron una clave para
ellos nada que no sea un afán anacrónico de controversia ... Creo que estoy
seguida, supongo yo, pero sí durante los próximos diez años- el modo de pensar
del mundo sobre los problemas económicos” (Citado en Harrod, 1951: 463).
73
sus seguidores, ya para divulgar un keynesianismo altamente comedido y
le llamaría Joan Robinson), ya para alumbrar una prole, más bien escasa, de
proporción importante del contenido de la tinaja, ya que buena parte del resto se
74
Para Estey, existe un espectro de teorías del subconsumo de muy diferenciada
calidad científica que, en su condición de mayor ingenuidad (el teorema A más B,
por ejemplo), parten de suponer que hay costos de la producción que, al tiempo
que se cargan a los precios de la oferta industrial, no representan pago alguno a
los consumidores. Es el caso de los fondos para la depreciación, renovación y
otras reservas, con los que el mayor C. H. Douglas ofrece la teoría más ingenua
del subconsumo, por cuanto los recursos que se reservan no habilitan como
ingreso a los consumidores y, al ser un costo, sí forma parte del precio de una
oferta industrial que, por esta razón, no podrá realizarse:
“Douglas clasifica en dos grupos todos los pagos hechos por una organización
económica:
75
entre ingreso bruto e ingreso neto, habrá de afectar adversamente al consumo. Sí
hay ingenuidad (al ubicar el problema en un sitio distinto a aquel en el que
realmente está), pero no tanta.
Se dispone de una teoría mucho más atendible, la del ahorro excesivo, que Foster
y Catchings popularizaron en los Estados Unidos. Estey ofrece esta sucinta
exposición: “La sociedad no gasta todo su ingreso; parte habrá de ser ahorrado.
Parte lo ahorra la misma industria, pues no todo el valor del producto de la
industria se distribuye en forma de ingresos; parte se retiene para aumentar el
equipo productivo. De lo que se distribuye en ingresos, una parte también se
ahorra. Estos ahorros, a través de los bancos y emisiones de valores, regresan a
la industria, donde son invertidos, es decir, son usados para la compra de equipo
productivo, o sean los medios para producir más bienes” (Estey, 1960: 255).
76
encuentra en todas las sociedades industriales. El capitalismo produce pocos
ricos, muy ricos y muchos pobres, muy pobres.
77
que a su vez mantendría e intensificaría la demanda, y así en adelante. Pero todo
esto no es lo que Hobson tiene en mente, creo”, escribió a Brailsford, el 27 de
octubre de 1926 (citado en Skidelsky, 2013: 528-529). Desde aquí, se va
prefigurando la pertinencia que tendrá para Keynes una trascendente reforma
del pensamiento económico: el enunciado de la Ley de Say, pero al revés.
“El mundo no está gobernado desde lo alto de tal manera que los intereses
parte, a la dinámica misma de las categorías del propio sistema (una alta eficacia
marginal del capital habrá de producir una baja eficacia marginal del capital).
estima para toda la duración de los bienes de inversion y, por ello, conforma la
marginal del capital (r), crecerá la inversion (I) y, por el efecto multiplicador, la
78
la disminución), el consumo (C), con un crecimiento perceptible del ahorro (S); el
económico tiene una coincidencia –en el origen- con el punto de partida de las
como sobreinversión que resulta de una tasa de interés muy baja. El término es
una etapa posterior al pleno empleo, del todo infrecuente; si cabe, la solución
camino al primero, se mantenga lo más baja posible la tasa de interés y que, con
79
semiauge (una línea horizontal paralela –y mucho más alta- a la tasa de interés),
(Mackay, 2009:143 pp.) Muchos años después, John K. Galbraith volvió sobre el
tema y, a partir de los casos analizados por Mackay, lo amplió hasta la revisión de
la conducta colectiva durante crisis más recientes (Galbraith, 2009: 141 pp.).
80
individual, la vertiente psicológica de las crisis (Shiller, 2003: 330 pp.), y en el
en los engaños y propaganda de los instrumentos con los que se originan e inflan
cómo describe Mackay ese abandono; primero, entre 1719 y 1720, en el caso de
“Tanto las clases altas como las bajas tenían una perspectiva única de riqueza sin
límites. No había nadie de renombre entre la aristocracia, con las excepciones del
con las subidas y bajadas de los títulos del Misisipí. La Rue de Quincampoix era el
punto de encuentro principal de los corredores y, como era una calle estrecha e
presión de la multitud. Sus casas, cuyo alquiler solía costar mil libras al año en
épocas normales, reportaban ahora unos ingresos de doce a dieciséis mil libras.
Un zapatero remendón, que tenía allí un puesto, ganaba unas doscientas libras
gran afluencia de personas que se reunían allí para hacer negocios atrajo una
81
afluencia aún mayor de espectadores. Y éstos, a su vez, atrajeron al lugar a todos
producían alborotos y peleas. Al anochecer solía ser necesario enviar una patrulla
podía transitar por Cornhill a causa del gran número de carruajes. Todos iban allí a
balada publicada en la época y cantada por las calles (“Una balada del Mar del
Sur”):
podía ser saciada ni siquiera por los Mares del Sur” (Mackay, 2009: 81).
obligando a que el no coludido las escuchara antes de formular las suyas; en uno
equivocadas del grupo cómplice-; la del complemento a ésta, ofrecida por Deutsch
que un grupo numeroso de gente había llegado a una conclusión distinta a la suya
Milgram –en la que el sujeto adopta la conducta del rebaño por el poder de la
que no hacer nada o hacer otra cosa- y que sugiere que la humanidad ha
mercado, entre otras cosas. Es probable que, en esta área, la mayoría de la gente
confiaban en las pruebas que tenían ante los ojos: la longitud de una línea trazada
25
En este experimento, el sujeto debía administrar descargas eléctricas a una persona sentada a
su lado (cómplice del experimento); no había tales descargas, pero el cómplice fingía recibirlas y
experimentar gran dolor. A pesar de ello, cuando el profesional ordenaba la continuación de las
descargas, la mayoría de los sujetos del experimento le obedecía.
83
sobre una tarjeta o el dolor experimentado por una persona sentada junto a ellos”
ofrecen (se podría estar eligiendo, a partir de esta “información”, al peor de los dos
Para el caso de los mercados financieros, el camino preferente por el que se sigue
“En un estudio realizado en 1986, John Pound y yo intentamos averiguar qué era
ello rastrean todas las comunicaciones ocurridas entre inversores particulares. Por
boca a boca en mayo de 1995, cuando una secretaria de IBM recibió la orden de
Lotus Development Corporation por parte de esa empresa, transacción que debía
y luego a un amigo –un técnico de ordenadores que inició una serie de llamadas
Una compañía para llevar a cabo una actividad muy provechosa, pero que nadie
debe saber en qué consiste26-, sino por constituir una causa principal de las
desde hace más de treinta años, con el thatcherismo del Reino Unido y el
26
Charles Mackay, Delirios populares extraordinarios y la locura de las masas, op. cit., p. 85. El
promotor obtuvo la suscripción, en un solo día, de más de mil acciones (2 libras esterlinas por
suscripción) y marchó al continente la misma tarde. Nunca más se supo de él. Loc. cit.
86
estado de ánimo la impulsa a invertir en exceso” (Citado en Akerlof y Shiller, 2009:
33 n.).
racional y que, por ello, corresponde a una forma optimista de espíritu animal. La
sobre todo algunas de las más importantes de nuestra vida, las tomamos porque
la mala fe, que opera como una suerte de efecto multiplicador de la confianza y
que no estuvo previsto ni por Keynes ni por el resto del Grupo de Bloomsbury, al
“No me ocupo, sin embargo, del hecho de que ese aspecto de nuestro código (el
absoluta razón. Lo que más importa es que, según pienso ahora, se apoyaba en la
hecho ganar enormes sumas de dinero- a comentar sus éxitos financieros a otra
cada vez más inversores, y así sucesivamente. Tarde o temprano, el fraude debe
“Desde finales de la década de 1990 hasta el año 2006, los precios de la vivienda
privadas que ofrecían servicios similares (pero con tipos de interés elevados o que
que no eran adecuadas para sus prestatarios. Anunciaron a bombo y platillo unos
pagos iniciales reducidos que a menudo encubrían unos tipos de interés mucho
más elevados que se aplicarían más adelante. Los prestamistas tuvieron mucho
y mal informadas. Aunque este comportamiento quizá no sea ilegal, creemos que
deseaban deshacerse de ellos cuanto antes. Esto fue posible, a su vez, gracias a
los cambios radicales que se estaban produciendo en los métodos con que se
hipotecas, como las Sociedades de Ahorro y Préstamos, eran las mismas que las
ofrecían hipotecas pocas veces las mantenían en cartera si no que las vendían.
fracciones muy variadas. Igual que los tenderos espabilados habían descubierto
89
que podían hacer un buen negocio vendiendo un pollo a trozos, los mercados
financieros se habían dado cuenta de que era posible vender las hipotecas por
quienes las conceden y suelen sentir escaso interés por comprobar las
Ahora bien, si las hipotecas –o las porciones que corresponden a las de riesgo
más elevado- conllevan que éste sea muy elevado, es natural plantearse la
cuestión siguiente: ¿quién va a comprarlas? Pues resultó que, una vez que las
superior). En realidad, estas clasificaciones eran tan elevadas que tenían que
Según Charles Calomiris, dos pizcas de magia permitieron que las agencias de
un 10 y un 20 %.
90
Los que compraron estos paquetes basura de elevada clasificación no tenían
ningunas ganas de examinarlas a fondo, ya que lo que deseaban era obtener los
cuestionar una clasificación AAA. Por descontado, los que habían reunido la
una motivación. Pero los que se hallaban al inicio de la cadena, los que había
“La historia comienza prácticamente en 2000 y 2001. En 2000 se produjo una gran
exuberancia irracional de los años puntocom. En índice de crecimiento real del PIB
91
experimentó una desaceleración de un 4 % en 1999 y la primera mitad del 2000, a
tasa de los tipos de interés, que había sido del 6 % durante la última mitad de
para creer que ambas medidas fueron efectivas, ya que la economía se recuperó.
antes del pánico Y2K (efecto 2000). En este nuevo boom, el estímulo procedía de
la vivienda. En solo cuatro años, entre 2001 y 2005, el gasto inmobiliario aumentó
vida (porque creen que los precios continuarán subiendo por encima de sus
inmobiliario, como si todo el mundo fuera a pensar que debería comprar ahora,
2006. En Los Angeles, Miami, San Francisco y algunas otras zonas, aumentaron
ningún motivo para detener la fiebre, ya que los honorarios que estaban
obteniendo de las transacciones, con una actividad tan dinámica, eran enormes. Y
lo que es más sorprendente aún, los que estaban al otro lado del libro contable se
Los motivos de que los compradores adquirieran estas hipotecas son muchos y
sencillos. Por una parte, los compradores habituales de hipotecas, varios tipos
beneficios de las comisiones por tramitación de solicitud de los créditos, pero sin
que tuvieran que reflejar las hipotecas en sus libros contables. Como ya hemos
se quedaban con las hipotecas, sino con partes en forma de grandes paquetes,
con lo cual resultaba muy difícil o prácticamente imposible conocer las hipotecas
los precios de la vivienda, que siempre habían subido. Por lo tanto, en este caso
93
parecían existir pocos motivos para temer incumplimientos. Además, en el caso de
que una agencia de clasificación hubiera creído que lo opuesto era cierto, que las
tasas que se estaban haciendo muy ricos a toda velocidad” (Akerlof y Shiller,
FIGURA 2
que la teoría económica convencional tenga alguna eficacia explicativa, por cuanto
considera que todos los motivos de participación de los agentes son económicos y
94
Cuando los supuestos de la teoría útil son, como deben ser, realistas, es posible
Esta carga de realismo en los supuestos puede ilustrarse de forma tal que las
conductas racionales y los motivos económicos expliquen tan sólo una pequeña
agentes:
CUADRO 2
CONDUCTAS
MOTIVOS
RACIONALES IRRACIONALES
Fuente: Elaboración propia, con apoyo en: George A. Akerlof y Robert J. Shiller,
2009: 277.
Por teoría alternativa debe entenderse aquella que, como la keynesiana, sea
positiva, con supuestos realistas que informan cómo son las cosas (y no cómo
deberían ser, que es el caso de las teorías normativas, como la neoclásica) y que,
95
El problema complementario, y de enorme magnitud, está en el cuerpo de
los viejos liquidacionistas: la austeridad: “¿Puede ocurrir algo como esto (el
difícil creer que en el siglo XXI pueda ocurrir algo así de malo. Ahora bien, sería de
necios minimizar los riesgos que una recesión prolongada supone para los valores
96
autoritario que recuerda a los que se expandieron por tantos países de Europa en
últimos años? Y si algo más adelante, en este mismo año, se le presenta una
y me susurró: <<A la salida, nos darán un látigo para que nos fustiguemos>>. Hay
que reconocer que Schäuble gusta de predicar sermones apocalípticos aún más
la gente que dice estas cosas –que declara sabiamente que nuestros problemas
tienen raíces muy profundas y la solución no es fácil; que nos tenemos que
CUADRO 3.
Germánico Años
97
1690-1696 Inglaterra Gloriosa Revolución
Sur y Mississippi
Siete Años
y Recuperación de Bonos
Continental
Napoleónicas
y Fabricación de
Espaldas al Embargo
de Interés
98
1836 Inglaterra Auge del Sector Textil
de Patata de 1846
Campaña de 1872
Urbanización
de la Posguerra
99
1931-1933 Europa Suspensión de Créditos
Coordinación
Macroeconómica
Inicio de la Crisis de
Petrodólares
Capitales
Brasil
Grecia Gubernamentales
100
“De acuerdo con un estudio ampliamente citado (Reinhart y Rogoff, 2011: 470
pp.), casi ningún país atravesó por una crisis financiera entre 1945 y mediados de
los años setenta, cuando el factor financiero estaba sometido a una regulación
férrea. Entre mediados de los años setenta y finales de los ochenta, el porcentaje
económica keynesiana, más que enlistar los ámbitos y las medidas concretas de
las políticas monetaria y fiscal; sobre la primera, vale decir que Keynes la
101
por cuanto el dinero –mediante la política adecuada- fácilmente puede dejar de ser
promoción del pleno empleo: “Hemos introducido por primera vez al dinero en
nuestro nexo causal, y podemos echar una primera ojeada a la forma en que los
si nos vemos tentados a asegurar que el dinero es el tónico que incita la actividad
del sistema económico, debemos recordar que el vino se puede caer entre la copa
por la liquidez del público aumentan más que la cantidad de dinero; y mientras
capital baja con mayor rapidez que la tasa de interés; y mientras es de suponer
aumentado y los precios han subido, el efecto de esto sobre la preferencia por la
liquidez será aumentar la cantidad necesaria de dinero para mantener una tasa
102
El tema central, en la búsqueda del pleno empleo y en su relación con la
conducir el incremento de las inversiones incluso más allá del punto en el que la
eficacia marginal del capital (r) se iguale con la tasa de interés (i). El asunto
“Por mi parte, soy ahora un poco escéptico respecto al éxito de una política
mito de evitar gravar a los ricos, porque ellos dedican buena parte de sus recursos
empleo a partir del gasto gubernamental tiene un aspecto que hace que la
103
oposición resulte particularmente intensa. En un sistema de laissez-faire, el nivel
una caída de la producción y el empleo (tanto directamente como por medio del
mientras dura, aun cuando deje de ser escaso y aun cuando se acerque a o se
104
el costo. El Estado, mediante la política fiscal adecuada, puede llevar la expansión
de la inversión más allá del punto de encuentro de la eficacia marginal del capital
con la tasa de interés, sin considerar la rentabilidad, mientras el capital siga siendo
realidad para la defensa de los ricos contra los pobres, o de aquellos que poseen
alguna propiedad contra aquellos que no poseen ninguna>>” (Chang, 2014: 74).
Un muy atendible autor remite a una cita esclarecedora, respecto a este tema
dura, como excedente sobre su costo original, que decir que es productivo; pues
dura, teniendo sus servicios un valor total mayor que su precio de oferta inicial, se
disminuirá, sin que se haya hecho menos productivo –al menos en sentido físico”
105
La enorme capacidad del Estado para gestionar directamente las inversiones que
106
echarle un vistazo para convencerse por sí mismo)´. Mark Blaug es aún más
categórico: ´La Teoría General es simplemente un libro poco claro y mal escrito´.
Seymour Harris, en la Introducción de la renombrada Guía de Hansen, escribió
que ´la exposición ofreció dificultades, pues muchas ideas no habían sido
pensadas claramente; hubo algunas confusiones y aun errores; no era muy clara
la relación entre la Teoría General y la doctrina aceptada, y Keynes, como
muchos innovadores, particularmente los que no están empapados en el tema, se
inclinó por exagerar la novedad de su enfoque y desarrollo´” (Kicillof, 2007: 18).
“Keynes considera dado el stock de capital disponible. Su modelo es también
estático y excluye el análisis de problemas de largo plazo. Otra crítica observa que
el modelo es demasiado agregado” (De Haan, 2016: 50).
107
socialdemócrata ha participado en ayudar al retorno de las altas doctrinas del
equilibrio presupuestal y la reducción de impuestos a los ricos.
27
“Por ejemplo, muchos economistas neoclásicos –incluso el <<progresista>> Paul Krugman-
argumentan que no deberíamos criticar la existencia de fábricas con salarios bajos en los países
pobres porque la alternativa podría ser el desempleo. Y es verdad… si aceptamos la estructura
socioeconómica subyacente como algo dado. Sin embargo, si estamos dispuestos a modificar la
estructura misma, veremos que existen numerosas alternativas a esos empleos de salario bajo o
paupérrimo […] Los trabajadores tendrían que elegir entre empleos de salario bajo y empleos de
salario alto, y no entre empleos de salario bajo y desempleo” (Chang, 2014: 92).
108
CUADRO 4.
109
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Skidelsky, Robert, 1992, John Maynard Keynes. The Economist as Savior (1920-
1937), Penguin Books, Nueva York.
114
ÍNDICE
DEDICATORIA. 2
PRESENTACIÓN. 12
V.1.- EL CONSUMO. 34
V.2.- LA INVERSIÓN. 37
115
VIII.4.- LOS TEÓRICOS DEL SUBCONSUMO. 71
BIBLIOGRAFÍA. 108
116