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Título: La responsabilidad social empresarial ¿un salvavidas para mitigar el daño

ambiental?
Autor: Tapia-Godoy, J. P.
Número de páginas: 12
Breve resumen de las ideas principales del autor
El trabajo de Tapia-Godoy (2020) se centra en analizar el rol de la responsabilidad social
empresarial en el ámbito del daño ambiental, destacando la importancia de implementar
medidas jurídicas, éticas, empresariales, sociales y económicas al respecto, con el fin de
que los empresarios, empleados, y los ciudadanos en general, sean responsables del
impacto ambiental que ciertas prácticas producen y actúen en consecuencia.
Entre sus principales ideas, comenzaremos por destacar – en un contexto actual de
“calentamiento global” - la importancia de tomar medidas (que impliquen sanciones) para
paliar los daños ambientales. Relacionado con lo antedicho, es interesante la idea que nos
propone el autor al contraponer dos conceptos íntimamente relacionados con la RSE:
responsabilidad vs voluntad: “resulta contradictorio decir que alguien tiene una
responsabilidad de algo o con algo si esta persona puede decidir voluntariamente si
cumple o no con su responsabilidad” (Vargas-Chaves & Marrugo-Salas, 2015 como se citó
en Tapia-Godoy, J. P. 2020, p.4). Teniendo en cuenta que el concepto de responsabilidad
social implica un compromiso o la responsabilidad de cuidar o proteger, por ejemplo, el
medio ambiente para evitar los impactos negativos, el autor infiere entonces que “no se
trata de un compromiso voluntario en el que se trabaje en el cuidado y protección del
medio ambiente y las demás especies” (p.4); de ahí se desprende la necesidad de
proponer medidas regulatorias.
Otro concepto relevante que se trabaja en el texto es el de “sostenibilidad” a partir del cual,
las empresas deben tender hacia un desarrollo sostenible con el fin de satisfacer las
necesidades del presente sin comprometer a las futuras generaciones. De esta manera se
logrará preservar los recursos ambientales de los cuales dependemos todos. En ese
sentido, respecto a las acciones en el marco de la RSE propone lo siguiente:
“…solo tendrán sentido y se podrán ejecutar si van acompañadas de un conjunto de
medidas jurídicas, éticas, sociales, económicas que creen un círculo multidireccional
que garanticen el cuidado del ambiente y la salud de las personas involucradas y
afectadas durante el proceso de producción.” (Tapia-Godoy, J. P, 2020, p.4)
Con el fin de comprender y profundizar la importancia de lo antedicho, el autor describe y
trabaja sobre cada una de las medidas que expone.
En primer lugar, destaca las medidas jurídicas, sosteniendo que es importante que las
empresas puedan seguir las leyes que regulan las reglas de la RSE con el fin de evitar
daños medioambientales y que éstas, incluyan las sanciones que correspondan (civiles,
penales, fiscales, etc). Respecto a las ventajas que estas medidas implican, destaca:
“…soluciones con estándares más altos, claros, duraderos, seguros y transparentes
y con mayor credibilidad; además permiten conciliar adecuadamente los diferentes
intereses en competencia, proteger el bien común, contribuyen a suplir fallas del

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mercado y proteger a los más vulnerables.” (Peña, 2018 como se citó en Tapia-
Godoy, J. P, 2020, p.5)
Al respecto, el autor afirma que, en la actualidad, los mismos consumidores son quiénes se
han encargado de pedir a las empresas que tanto sus productos como sus acciones sean
ecológicas y sostenibles, porque de lo contrario, optarán por empresas que satisfagan sus
expectativas. Esto implica que las empresas comenzaran a pensar en la RSE como una
estrategia, impulsando también a la cadena de suministros (proveedores y aliados) a que
cumplan con dichas normas.
Por otra parte, también se analizan las medidas éticas. La ética de la empresa puede
definirse como “la disciplina que discierne lo que es bueno, recomendable, correcto de la
administración de las empresas capitalistas desde un punto de vista ético y moral”
(Cuevas, 2009 como se citó en Tapia-Godoy, J. P, 2020, p.6). Se trata de interpelar a
aquellos que toman decisiones para que sus objetivos vayan más allá de la generación de
riquezas, permitiendo que las decisiones favorezcan a la sociedad y al medio ambiente.
Al respecto, se desprende que las medidas éticas aplicadas en las empresas, benefician
tanto a ellas mismas como a los consumidores de sus productos, ya que, de esta manera,
mejoran la calidad disminuyendo el impacto negativo en el medio ambiente y ofreciendo
bienes de mayor calidad a sus clientes.
Otro aspecto de la RSE son las medidas sociales, a partir de las cuales, las empresas y la
comunidad deben trabajar en conjunto para ejecutarlas, evitando los daños en el medio
ambiente y la calidad de vida. Se trata de “incorporar el RSE en el corazón de la empresa y
que sea parte central de las operaciones de la misma” (Borroso, 2007 como se citó en
Tapia-Godoy, J. P, 2020, p.6).
Por su parte, también las medidas económicas contribuyen a la preservación ambiental,
por ejemplo, destinando parte de los recursos de las empresas para mejorar la ejecución
de las medidas de RSE, disminuyendo así el impacto negativo que general ciertas
prácticas inadecuadas. De esta manera, se busca el crecimiento económico sostenible,
intentando disminuir la desigualdad social y mitigar la contaminación.
Por último, el autor describe las medidas ambientales, que se encaminan hacia la gestión
responsable con el fin de reducir el impacto ambiental que general los desechos
industriales y también hacia el cuidado de zonas que están en peligro por estas actividades
empresariales.
Respecto a las ventajas y desventajas que implica la implementación de la RSE, afirma
que son más las ventajas, entre las cuales destaca:
“…una mejor imagen y reputación de la empresa, una considerable reducción del
riesgo empresarial, un aumento en las capacidades de los empleados y en su
calificación, una fidelización de la clientela la cual resulta muy importante en el
momento de la obtención de beneficios, una mejora en la competitividad entre
empresas, así como mayores oportunidades de obtener contratos con entidades
públicas.” (Tapia-Godoy, J. P, 2020, p.7)
También desarrolla las desventajas, las cuales se centran en la inversión de tiempo y los
costos, esto implica menos ganancias monetarias para los accionistas.

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Ahora bien, otro concepto impotente que se destaca en el texto es el de “Creación de valor
compartido” el cual se trata de una estrategia propuesta por Michael Porte y Mark Kramer
que busca “tanto la generación de recursos como un beneficio satisfactorio en las
necesidades sociales de los consumidores y la sociedad”, es decir que “involucra crear
valor económico de una manera que también cree valor para la sociedad al abordar sus
necesidades y desafíos” (p.7).
Es importante destacar además del beneficio económico la reputación de la marca, lo que
permite legitimar a las empresas a los ojos de sus clientes.
En suma, si bien muchas empresas como Hewlett-Packard y Walmart comenzaron a
implementar eficientemente la RSE, aún falta mucho por hacer y es importante que tanto
las grandes como pequeñas empresas, empiecen a comprometerse ya que aún, no se han
generado los resultados que el medio ambiente necesita.
Una última reflexión se destaca del resto, y nos interpela a todos los ciudadanos. Se trata
de no limitar solamente a las empresas o a las organizaciones la responsabilidad social, ya
que todos podemos y debemos “contribuir al mejoramiento de las condiciones de vida de
todas las demás personas; de los animales; y de los ecosistemas…” (p.9). Se trata de
encontrar fuentes de energía renovable para mejorar la calidad de vida de todos.
Valoración de los principales aportes y perspectivas que propone el autor.
Con el fin de mejorar el análisis, a continuación, enumeraré las principales ideas del autor
para luego, realizar unas valoraciones que considero pertinentes.
1) “Es necesario implementar medidas jurídicas, éticas, empresariales, sociales
y económicas con el fin de que los empresarios, empleados, y los ciudadanos
en general, sean responsables del impacto ambiental que ciertas prácticas
producen y actúen en consecuencia.”
Estoy de acuerdo con la idea expuesta por el autor. Tal como explica Vidal, María del Mar
(2013) los instrumentos de RSE (códigos éticos o de conducta, memorias o informes de
RSE o sostenibilidad, declaraciones sobre misión, etc) son “de carácter voluntario,
unilateral y autorregulado”. En ese sentido, podemos decir que, si la responsabilidad de
las empresas depende solamente de su voluntad, difícilmente cumplirán con las
regulaciones, ya que muchas de ellas probablemente, adhieran a la idea de Friedman,
Milton (1970) cuando sostiene que: “hay una y sólo una responsabilidad social de la
empresa: utilizar sus recursos y comprometerse en actividades destinadas a aumentar sus
beneficios…”. En ese sentido, la RSE, implica un gasto injusto donde “el ejecutivo
corporativo está gastando el dinero de otra persona por interés social general”, reduciendo
así el dinero de los accionistas y además, de los clientes (al subir los precios) y de los
empleados (al tener que bajar los salarios).
Por su parte, Kliksberg, Bernardo (2009) afirma al respecto que muchas empresas siguen
ancladas en una visión “narcisista” donde la única meta es la maximización del lucro, y sólo
existe la responsabilidad de rendir cuenta a los propietarios. A pesar de ello, actualmente -
según el autor - algunas corporaciones comenzaron a proponer un nuevo paradigma: la
idea del “stakeholder”, es decir, responsabilidades más amplias, y el deber de responder –
además de sus accionistas- a los consumidores, los empleados, la opinión pública y otros

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involucrados. Por lo tanto, considero que es necesario contrarrestar - a partir de medidas
punitorias – el accionar de aquellos “shareholdes” que intentan maximizar todo lo posible
sus beneficios, priorizando los derechos e intereses de los accionistas e inversores y
dejando de lado a los trabajadores, las comunidades locales, etc.
Otro motivo por el cual las empresas no se responsabilizan de su gestión, tiene que ver
con las deslocalizaciones productivas, ya que las corporaciones transnacionales a partir de
la implementación de políticas neoliberales, comenzaron a formar, como sostiene Vidal,
María del Mar (2013) “cadenas de producción planetaria”, permitiendo que las
corporaciones “eviten y fracturen la responsabilidad jurídica sobre las condiciones en las
que se lleva a cabo la producción que se ha externalizado”. De esta manera, evaden
ciertas reglas, ejerciendo presiones en los gobiernos donde desarrollan sus filiales - y
cuyas economías dependen de sus cuantiosas inversiones – con el fin de evitar que
adopten medidas jurídicas que incidan en el coste de las actividades empresariales, como
regulaciones laborales, medioambientales, etc. En ese sentido, creo que es fundamental el
papel que la administración pública pueda desempeñar como reguladora entre las partes
involucradas. De esta manera, no se pasa por alto la asimetría de poderes entre los
diferentes actores en cuestión, es decir, se evita “la posibilidad de que los intereses y el
poder del capital logren imponerse de este modo disimulando las relaciones de fuerzas
existentes”.
En suma, la mera voluntad de las entidades no alcanza para mitigar los problemas
ambientales que existen, debido a que el cumplimiento de las medidas de RSE no es
vinculante ni exigible por ningún medio jurídico, por lo que queda excluida la
responsabilidad por la violación de los compromisos adquiridos.
2) “Las empresas deben tender hacia un desarrollo sostenible con el fin de
satisfacer las necesidades del presente sin comprometer a las futuras
generaciones. De esta manera se logrará preservar los recursos ambientales
de los cuales dependemos todos.”
Esta idea propone la gestión responsable de los recursos naturales; la reducción del
impacto ambiental; se trata de un posible bienestar humano que involucre la equidad
social, la justicia y la igualdad de todos; etc.
Actualmente, existen datos que resultan alentadores respecto a la posición que toman las
corporaciones acerca de la RSE. Por su parte, Klilsberg, Bernardo (2013) comenta algunos
datos relevantes de la revista “The Economist” entre los cuales destacamos los siguientes:
“las resistencias iniciales hacia la RSE están en retroceso”. Por ejemplo: “4000 empresas
de 90 países han suscripto al Pacto Global de la ONU, comprometiéndose a cumplir con
los 10 principios sobre derechos, laborales, medio ambiente y corrupción que comprende”;
y además, “160 empresas líderes han establecido el Consejo Empresarial para el
Desarrollo Sostenible que promueve el compromiso de las empresas con la sociedad.”;
concluyendo en que “todas las empresas transnacionales tienen hoy políticas de RSE.”.
Acerca de esta cuestión podemos agregar que las empresas sostenibles tienden a ser más
atractivas para los consumidores y que ese desarrollo garantiza un futuro próspero y
equitativo. Se trata de equilibrar las necesidades humanas con la conservación del planeta,
promoviendo la armonía entre la economía, la sociedad y el medio ambiente.

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3) Actualmente, son los mismos consumidores quiénes solicitan a las empresas
productos y acciones ecológicas y sostenibles, porque de lo contrario,
optarán por empresas que satisfagan sus expectativas. Esto implica que las
empresas comenzaran a pensar en la RSE como una estrategia.
Una visión renovada acerca del RSE está en boga, la cual se relaciona con las nuevas
generaciones de consumidores. Se trata del juego de “ganar-ganar” que nos propone
Kliksberg, Bernardo (2013) el cual se basa en múltiples investigaciones que sostienen por
un lado que las empresas, al implementar las medidas “ganan en posicionamiento de
mercado, competitividad, productividad, capacidad de reclutar y retener los mejores
talentos, sostenibilidad y valores de sus acciones” y agrega por otro que “también gana la
sociedad y la economía”.
En este sentido, Friedman, Milton (1970) nos propone un interrogante: ¿Hasta qué punto
se justifica un costo impuesto a sus accionistas, clientes y empleados para este propósito
social? Para dar una posible respuesta, nos centraremos en una de las desventajas que
sufren las empresas por no abogar las prácticas de RSE. Al respecto, el autor destaca la
posibilidad de que algunos clientes y empleados pueden abandonarlo por otros
productores y empleadores “menos escrupulosos en el ejercicio de sus responsabilidades
sociales”, y concluye sosteniendo que la doctrina de la RSE “es un manto para acciones
que se justifican en otros motivos más que una razón de aquellas acciones” y esta cuestión
agrega, puede “que les otorgue prestigio en el corto plazo”.
De aquí se desprenden algunas ideas propuestas por Vidal María del Mar (2013)
relacionadas con el posicionamiento de las empresas respecto de la RSE. La autora
sostiene que algunas iniciativas tienen como fin desviar la atención de las cuestiones
empresariales más críticas y evitar regulaciones públicas y negociaciones con los
sindicatos y las organizaciones sociales, y que, por lo tanto, las RSE hace referencia a “los
compromisos de carácter ético que asumen voluntariamente las empresas, con el objetivo
de delimitar el debate sobre esta cuestión y evitar propuestas en aras de nuevas
regulaciones de carácter coercitivo y sancionador”.
Por lo tanto, este aporte que realiza Tapia-Godoy (2020) resulta interesante porque nos
permite reflexionar acerca de la postura que las empresas adquieren respecto al
cumplimiento de las medidas de RSE.
4) La estrategia de “Creación de valor compartido” permite crear valor
económico y al mismo tiempo, crear valor para la sociedad abordando sus
necesidades y desafíos.
En épocas donde las empresas han sido vistas como una causa importante de los
problemas sociales, ambientales y económicos, los consumidores pierden cada vez más
su confianza respecto de ellas y, por ende, los líderes políticos toman medidas que
socavan el crecimiento económico. En este contexto es sumamente importante redefinir el
propósito de la corporación a partir de un concepto que Porter y Kramer (2011) definen
como “la creación de valor compartido”. En esta nueva concepción se reconoce que son

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las necesidades sociales y no sólo las necesidades económicas convencionales, las que
definen los mercados.
En este sentido podemos decir que no basta con que las empresas adopten cierta
responsabilidad corporativa, ya que se las termina inculpando aún más por las fallas de la
sociedad. Se trata de volver a unir los negocios con la sociedad y reconocer las
necesidades de la gente. De eso hablamos cuando nos referimos a “valor compartido”. No
es filantropía o sustentabilidad, es “una nueva forma de éxito económico” (Porter y Kramer,
2011, p.3). Estos cambios impulsarán una oleada de innovación y crecimiento de la
productividad en la economía global. Por lo tanto, es necesario que las empresas
comprendan que, aprender a crear valor compartido es la mejor oportunidad para volver a
legitimarlas.

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