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cumple cien
años: un
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Centenario del Movimiento Bauhaus: Google lo celebra con un doodle
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Marianne Brandt
Con la llegada del nazismo, fue expulsada por haberse casado con su
compañero judío Arieh Sharon. Stölzl creó una compañía de tejido
con otros estudiantes de la Bauhaus en Suiza. Gunta Stolzl diseñó
multitud de alfombras y textiles. "Queríamos crear seres vivos con
relevancia contemporánea, adecuados para un nuevo estilo de vida",
dijo una vez. "Era esencial definir nuestro mundo imaginario, dar
forma a nuestras experiencias a través del material, el ritmo, la
proporción, el color y la forma".
Margarete Heymann
Gertrud Arndt
Al igual que Sherman, Arndt
no usó una narrativa específica y no serializó sus fotografías en torno a cierto tema. Fueron
simplemente momentos instantáneos de emoción capturados en la película.
Annie Albers
Albers llegó a la Bauhaus en 1922 para continuar los estudios de
pintura que había comenzado en la Escuela de Artes y Oficios de
Hamburgo. Aunque lo cierto es que para el año 1923 ya pasaba casi
todo su tiempo en el taller de tejido, donde se convirtió en una
maestra de las telas. Albers utilizó el tejido para desarrollar un
lenguaje visual característico de patrones de bordes duros. Sus
primeros tapices tendrían un impacto considerable en el desarrollo
de la abstracción geométrica en las artes visuales. Exploró las
posibilidades funcionales de los textiles. En el año 1930, diseñó
una cortina de algodón y celofán que absorbía simultáneamente el
sonido y reflejaba la luz.
Ilse Fehling
Escultura abstracta realizada
por Ilse Fehling en 1922.
Alma Siedhoff-Buscher
Alma Siedhoff-Buscher
diseñó juguetes y mobiliario infantil para la renovación de los espacios cotidianos.
Otti Berger
Obra de Otti Berger que
muestra una pieza de algodón mercerizado y tintado.
Berger fue uno de los miembros más creativos del taller de tejido,
con un enfoque más expresivo y conceptual que el de muchos de sus
contemporáneos.
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DISEÑO
BAUHAUS
MUJERES ,
BAUHAUS
12/05/2019
Tiempo de lectura: 5 minutos
Será admitida cualquier persona de buena reputación, sin importar la edad o el sexo”;
así rezaba el Manifiesto Bauhaus publicado por Walter Gropius en 1919 con el que
hoy conocemos, parecía apostar por una revolución tanto estética como social. Sin
embargo, en una época como aquella (en la que Alemania acababa de legalizar el voto
femenino), no fue más que una declaración de intenciones. Durante los 14 años en los
que estuvo abierto el centro (en sus tres sedes de Weimar, Dessau y Berlín) pocas
mujeres pudieron decidir qué aprender. Muchos culpan a Gropius (que precedió
como director a Hannes Meyer y a Ludwig Mies van der Rohe), al que se le atribuye
asegurar que ellas solo estaban capacitadas para trabajar en dos dimensiones mientras
que los hombres podían hacerlo en tres. De este modo, la mayoría de las alumnas
fueron relegadas a los talleres de textiles, donde destacaron pero sin llegar a ser tan
importantes en los libros de historia como sus colegas (algunos eran sus propios
temáticas de los alumnos, mientras que Gertrud Arndt fue una de las precursoras del
autorretrato y a la que se le atribuye una frase que podría resumir las historias de
cientos de mujeres: “En realidad, yo quería ser arquitecta”. Incluso las que lo lograron,
como la diseñadora Lilly Reich, vieron como el tiempo no las trató con justicia.
Reich fue la mano derecha de Ludwig Mies van der Rohe, antes y después de que este
dirigiera la escuela a principios de los 30, pero pocas veces suele ser nombrada como
interiorismo, incluida la mítica butaca del mismo nombre. Ahora, tras varias décadas
de cierto ostracismo, la Fundación Mies van der Rohe acaba de reconocer su labor
como una de las grandes impulsoras del diseño racional en el siglo XX con la Beca
Lilly Reich para la igualdad en la arquitectura. Un talento, como tantos otros, que
La diseñadora fue la primera mujer en entrar a las clases de metal de László Moholy-
Nagy, de las que acabó siendo directora. En 1926 diseñó los accesorios de iluminación
para el edificio Bauhaus en Dessau. Sus lámparas, ceniceros y útiles para el hogar, que
Irene Bayer
Sin sus fotografías, en las que retrató el día a día de los estudiantes, gran parte del
en la época de Mies van der Rohe. En la imagen vemos su silla Weissenhof B42 hecha
Gracias a sus experimentos con el plástico fundó Atelier for Textile en Berlín, una
origen judío, con la llegada de los nazis al poder se le prohibió continuar trabajando y
fue deportada a Auschwitz en 1945, donde murió. Arriba, uno de los textiles que
desarrolló en la Bauhaus.
Alfombra 'Eclat' de Anni Albers para 'Knoll'.
© KNOLL
Anni Albers
Albers, con sus textiles pictóricos acabó siendo una de las principales creadoras
del Movimiento Moderno. Siguió diseñando para marcas toda su vida y grandes
exposiciones abordan su obra (la ultima en la Tate Modern de Londres hace unos
Tras pasar por el inevitable taller de textil, consiguió ser una de las pocas mujeres en
Fue quizás una de las mujeres con más poder en la escuela, donde permaneció más de
12 años y fue de las primeras maestras. Perdió su puesto en 1931 acuciada por
tejidos artesanales. En la imagen vemos una silla de Marcel Breuer con tela de la
artista.
Juego de té de Margarete Heymann.
© WRIGHT20
Margarete Heymann
por no ser aceptada en el taller de cerámica. A pesar de ello, su obra, como este juego
Tras cinco años como estudiante se convirtió en la mano derecha de Stölzl en el taller
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Arantxa Neyra.- Este año se celebra el centenario de la Bauhaus, la
escuela de arquitectura y artes aplicadas que promovió el funcionalismo, y
de la que salieron figuras imprescindibles en la historia del diseño. Muchas
de estas fueron mujeres emancipadas y con vocación artística, que se
matricularon atraídas por las promesas de igualdad de los folletos del
centro educativo más progresista de la época. Con el tiempo, en cambio,
se enfrentaron a una actitud ambigua por parte del profesorado y, en la
mayoría de los casos, a la invisibilidad y la falta de reconocimiento público
de su trabajo.
Jugaban al tenis, llevaban el pelo corto, vestían pantalones, iban al cabaret,
escuchaban jazz y eran dueñas de su propia sexualidad. Eran las ‘flappers’, el
prototipo de mujer moderna que exportó el cine mudo americano en la gran
pantalla y que las jóvenes alemanas asumieron sin pestañear. Con la Primera
Guerra Mundial —el reclutamiento de hombres para el frente y las necesidades
industriales derivadas del conflicto bélico— las mujeres salieron de casa y
accedieron a esferas hasta entonces solo reservadas para los hombres. Por su parte,
la Constitución de Weimar de 1919 había dado un paso de gigante en su
emancipación, reconociendo sus derechos a voto y a estudiar en cualquier centro
educativo.
En ese escenario nació la más revolucionaria escuela de arte y diseño que haya
existido nunca: la Bauhaus, un volantazo educativo y pedagógico basado en la
experimentación y la creatividad, que buscaba englobar toda la actividad artística
en una nueva arquitectura reunificando todas las disciplinas artesanales —
escultura, pintura, artes aplicadas y manuales— “como partes inseparables de la
misma” y “sin fronteras entre arte monumental y decorativo”.
Las tejedoras en la escalera dela
Bauhaus, 1927. T. Lux Feininger / Bauhaus-Archive, Berlín
Una utopía que apenas duró 14 años, ya que, reprimida por las fuerzas nazis, que
la tacharon de “nido de comunistas”, echó el cierre en 1933 dejando, eso sí, un
bonito cadáver: tres sedes —Weimar, Dessau y Berlín—, otros tantos directores de
altura —Gropius, Meyer y Mies van der Rohe— y un legado que la sitúa como un
referente indiscutible de la arquitectura, la tipografía, el diseño industrial, al que
siguieron (seguimos) mirando de reojo en busca de musas e inspiración un siglo
después.
Aunque en la mayoría de los casos sus nombres quedaron a la sombra del de sus
maridos, sus piezas fueron atribuidas a “la Bauhaus” y su reconocimiento les llegó
muy tarde, “en general consiguieron salirse con la suya y labrarse su camino”,
considera Campi.
Una de ellas fue Anni Albers, la primera artista textil en exponer individualmente
en el MoMA (1949) y cuya exposición retrospectiva se pudo ver en Tate Modern
(Londres) hasta el 27 de enero . Fue alumna de Paul Klee, y con él consiguió
desarrollar su propia línea creativa hacia la abstracción. Apabulló con su diseño
de un tejido insonoro, reflectante y lavable concebido especialmente para
auditorios y desarrolló un estilo propio y personal que seguiría cultivando durante
toda su vida, incluso en Estados Unidos, a donde tuvo que emigrar junto a su
marido por la persecución nazi. Allí dio clases en la vanguardista Black Mountain
College , la escuela que recogió el testigo de la Bauhaus en el exilio, que alternaba
con viajes a Sudamérica para seguir aprendiendo técnicas de civilizaciones
precolombinas. Hoy nadie pone en duda su obra.
El precio de intentarlo
Sueño Nº 28, Amor sin ilusión, 1951, de Grete Stern. | Jorge Mara Gallery
Al frente, Otti Berger, artista textil, estudiante y luego profesora de la
Bauhaus, y Lis Beyer, también del taller textil, en una barca en el río Elbe
en 1927. | Bauhaus-Archive, Berlín
La fotógrafa Ellen Rosenberg, conocida como Ellen Auerbach, por su
nombre de casada. | Karl-Hubbuch-Stiftung, Freiburg / Münchner
Stadtmuseum, Sammlung Fotografie
La fotógrafa Hilde Hubbuch en la casa Haus der Rheinischen Heimat,
Colonia, 1928. | Karl-Hubbuch-Stiftung, Freiburg / Münchner Stadtmuseum,
Sammlung Fotografie
La artista textil Elisabeth Kadow fotografiada por Annelise Kretschmer en
1929. | Museum Folkwang Essen/ARTOTHEKFuente: El País
En el marco del primer centenario de la Bauhaus -la escuela superior de diseño fundada por Walter
Gropius-, El Inversor y la Construcción recuerda a las primeras alumnas que se volvieron expertas en
tapices, fotografías, mobiliario, objetos de diseño, cerámica y escultura, interiorismo y arquitectura.
Aunque muchas no terminaron los estudios, son parte del ADN del movimiento moderno y del diseño
industrial.
El año 2019 marca el primer centenario de la Bauhaus, la escuela superior de diseño fundada por
Walter Gropius en 1919 en Weimar (Alemania), una institución pensada como una comunidad
preocupada por dar respuestas a las necesidades sociales a través del trabajo creativo. Su influencia
en el mundo del arte, la arquitectura y el diseño fue y es fundamental para aprender la historia de la
estética del siglo XX.
Mientras los artistas hombres que formaron parte de la escuela alemana son hoy recordados como
creadores influyentes (Klee, Kandinsky, Gropius), la mayoría de las veces sus compañeras, también
formadas en la Bauhaus, son mencionadas como «esposas de» y/o poco referidas. Algunas de ellas
no lograron culminar sus estudios, pero no por eso dejaron de desarrollar una intensa vida creativa y
profesional que les permitió por un lado acentuar su lugar como protagonistas fuera del ámbito familiar,
y ser parte constituyente del movimiento estético generado en ese contexto.
la construcción del Pabellón de la Condesa Heriot (1932-34) -con su moderno ascensor acristalado de
paredes curvas incluido- fueron algunas de sus obras más importantes, además del significativo
proyecto de la emblemática Villa Moller (1927-1928).
Marianne Brandt
El trabajo inicial de Brandt impresionó tanto a László Moholy-Nagy que en 1924 abrió un espacio para
ella en el taller de metal, disciplina que anteriormente estaba prohibida para las mujeres. Brandt diseñó
algunas de las obras más icónicas asociadas a la Bauhaus: el cenicero que se asemeja a una bola de
metal y un infusor y colador de té de plata, que fue su primer diseño estudiantil.
Gunta Stölzl
Gunta fue una de las primeras en llegar a la Bauhaus, en 1919. Mientras experimentaba con una
amplia gama de disciplinas, Stölzl se centró en el tejido, un departamento que dirigió desde 1926 hasta
1931. Su trabajo se destaca por sus complejos mosaicos de patrones, compuestos por líneas
onduladas que se funden en mosaicos caleidoscópicos de colores. De
Con la llegada del nazismo, fue expulsada por haberse casado con su compañero judío Arieh Sharon.
Stölzl creó una compañía de tejido con otros estudiantes de la Bauhaus en Suiza, en la que diseñó
multitud de alfombras y textiles. «Queríamos crear seres vivos con relevancia contemporánea,
adecuados a un nuevo estilo de vida», dijo una vez. «Era esencial definir nuestro mundo imaginario,
dar forma a nuestras experiencias mediante el material, el ritmo, la proporción, el color y la forma».
Gertrud Arndt
Gertrud soñaba con convertirse en arquitecta pero al llegar a la Bauhaus, en 1923, vio que las clases
de arquitectura aún no estaban disponibles en la escuela. Sobre esa base, comenzó fabricando
alfombras con dibujos geométricos en el taller de tejido. Aunque era sobresaliente en el telar, fue su
práctica fotográfica la que perfeccionó fuera de los talleres de la Bauhaus, convirtiéndose -con su serie
de autorretratos Máscaras de retratos- en precursora de artistas como Cindy Sherman.
La serie muestra a Arndt interpretando una variedad de roles femeninos tradicionales y con una
profusión de velos, encajes y sombreros. También se especializó en fotografiar edificios y paisajes
urbanos.
Ilse Fehling
Fehling se destacó por sus formas escultóricas y diseños de teatro, habilidades que perfeccionó aún
más en la Bauhaus. Fue alumna de Paul Klee y del escultor Oskar Schlemmer. Sus objetos y su teatro
dieron vida a la fantasía y la función. En 1922 patentó un escenario redondo giratorio para títeres de
palo. Después de dejar la escuela, se mudó a Berlín y pasó su tiempo entre la confección de
escenografías y esculturas.
Luego de estudiar en Roma a principios de la década de 1930, Fehling regresó a Alemania. Entonces
sus esculturas, forjadas en metal y piedra, fusionando cubismo y corporalidad, fueron consideradas
«degeneradas» por los nazis.
Ise Gropius
Conocida con el apelativo de Mrs. Bauhaus -por el que le llamaba cariñosamente su propio marido-,
Ise Gropius llegó a la escuela poco antes de aquella exposición de 1923 como la prometida de Walter
Gropius, con quien contrajo matrimonio pocos meses después (con Kandinsky y Paul Klee como
testigos). Desde entonces, Ise se volcó a la vida de la escuela apoyando el trabajo de su marido y
desempeñando labores de organización, edición y secretaría. Una vez que Walter renunció como
director, se convirtió en coautora de muchos de sus textos, artículos y conferencias, un trabajo que él
siempre le reconocería y una labor literaria que llegaría a emprender en solitario vendiendo diferentes
ensayos a distintas editoriales de Alemania y del Reino Unido. Con esta faceta consiguió cierto
reconocimiento, aunque decidió dejarla totalmente de lado después de que la revista literaria
norteamericana The Atlantic Monthly rechazó publicar su artículo «Grandma was a career girl» por
promocionar la «espantosa idea» de las mujeres trabajadoras.
Alma Siedhoff-Buscher
Fue una de las pocas en el departamento de madera. Alma desarrolló diseños de juguetes y muebles,
incluido su «juego de construcción de barcos pequeños», que sigue en producción hoy en día. El juego
manifestó los principios centrales de Bauhaus: sus 22 bloques, forjados en colores primarios, podrían
construirse en la forma de un barco, pero también podrían reorganizarse para permitir la
experimentación creativa.
También obtuvo notoriedad gracias a sus diseños de kits de recorte y libros para colorear. Sin
embargo, su trabajo más audaz fue una habitación para niños en Haus am Horn, una casa diseñada
por miembros de Bauhaus que ejemplificó la estética del movimiento. Siedhoff-Buscher lo llenó con
muebles blancos modulares y lavables.
Lou Scheper-Berkenkamp
Como muchos de sus contemporáneos de la Bauhaus, Scheper-Berkenkamp era una apasionada
colorista, un interés que impulsó en el taller de pintura mural de la escuela, donde fue una de las pocas
mujeres. En Moscú, con su compañero y esposo, Hinnerk Scheper, estableció un centro para
asesoramiento de color para arquitectura y paisaje urbano, diseñando esquemas de color para
construcciones exteriores e interiores de la capital rusa.
Tras el cierre de la Bauhaus en 1933, Lou trabajó como pintora independiente en Berlín y publicó
varios libros para niños. Después de la muerte de su marido, Lou Scheper-Berkenkamp se hizo cargo
del negocio de diseño de colores, en el que llevó a cabo los planes para el edificio de la Filarmónica de
Hans Scharoun, el Museo Egipcio y el edificio del aeropuerto Tegel, en Berlín.
Anni Albers
Después de su salida, en su cargo como directora de taller la sustituirá brevemente otra de las grandes
mujeres de la Bauhaus, Anni Albers. Ann llegó a la escuela en 1922 con la intención de convertirse en
pintora, pero descubrió entre los hilos y retales de su taller textil todo los recursos para desarrollar
obras de arte. Fue la primera artista textil en exponer sus obras en una exposición individual en el
MoMa de Nueva York. Además de originales patrones y tapices, durante sus años en la Bauhuas
experimentó con nuevos materiales como el celofán, con el que logró crear un novedoso tejido
reflectante capaz de absorber el sonido. Antes de finalizar sus estudios se casó con el joven profesor,
y también antiguo alumno, Josef Albers. Con él formó una de las parejas artísticas más importantes del
siglo XX. Después del triunfo del nacionalsocialismo y del cierre definitivo de la Bauhaus, en 1933,
juntos emigraron a Estados Unidos, donde continuaron desempeñando una importantísima labor
artística.
Lucia Moholy
Otra de estas mujeres que influyó de manera importante en la vida cotidiana de la escuela y en sus
alumnos sería sin duda Lucia Moholy, esposa de László Moholy-Nagy. Antes de su llegada a la
Bauhaus había trabajado como editora en diferentes editoriales de Berlín y publicado diversos escritos
de carácter vanguardista -bajo el seudónimo de Ulrich Steffen-, pero durante sus años en la escuela
será en la fotografía donde vuelque toda su atención. Se convirtió en la encargada de fotografiar los
trabajos de los alumnos y en la autora de gran parte del material fotográfico que se conserva del día a
día de la vida en la escuela.
Pero ella no fue la única en caer rendida ante la incipiente fotografía de principios de siglo, ya que fue
una práctica hacia la que se inclinaron y desarrollaron otras estudiantes de la Bauhaus como Grete
Stern, Gertrud Arndt, Judith Kárász, Irena Blühová, Grit Kallin-Fischer -una de las pocas mujeres, junto
a Marianne Brandt, que accedieron al taller de metal-, Etel Fodor-Mittag o Florence Henri.
Fue una artista formada en París bajo la tutela de Fernand Léger y Amédée Ozenfant, que pasó
brevemente por la Bauhaus de Dessau en 1927. Residió en la vivienda del matrimonio Moholy, donde
se convirtió en íntima amiga de Lucia Moholy, quien la alentó a alejarse de la pintura y a desarrollar su
talento como fotógrafa. En ese campo terminó cosechando grandes éxitos, al punto de situar su
nombre y la calidad de sus trabajos a la altura de la de los grandes artistas de la fotografía
experimental de la época.
No está claro si fue Ise Gropius, la esposa del fundador de la Bauhaus, la que posó ataviada
con una máscara de Oskar Schlemmer sentada en la silla del Club 13-3, que Marcel Breuer
diseñó hacia 1926 y que recibiría el nombre de uno de sus amigos de la Bauhaus:
Kandinsky. La nueva biografía de Walter Gropius: La vida del fundador de la
Bauhaus (Turner) escrita por Fiona MacCarthy recuerda que la escuela siempre tuvo más
mujeres que hombres. Más alumnas que alumnos. Muchos más profesores que profesoras.
Durante este año, que se cumple el centenario de la fundación de la escuela, ya se ha
preguntado cuántas de las alumnas encontraron un hueco en la historia del diseño. Es difícil
pensar en alguien más que Marienne Brandt —y sus famosas lámparas y teteras—, pero las
composiciones textiles de Anni Albers han sido expuestas este año en la Tate Modern de
Londres consiguiendo un doble logro: reconocer el trabajo que merece la pena difundirse y
ampliar los hitos de la Bauhaus al terreno textil, un campo en el que la escuela sobresalía.
¿Qué era ser moderno? ¿Soñar con muebles fabricados en serie? ¿Vivir sin ornamentos?
¿Vestirse con libertad? ¿Eliminar las mayúsculas? “Lo escribimos todo en pequeño para
ahorrar tiempo” dijo Ise. La unidad en la diversidad era la esencia de la Bauhaus. “Ahora
estamos progresando en todas las direcciones”—escribió también Ise—. “Creo que podemos
estar viviendo el mejor momento de nuestra vida”. No fue fácil. Había ido a escuchar una
conferencia de Gropius cuando él tenía 40 años y ella 22. Se sentó en primera fila. Se visitó
para llamar su atención: capa negra y sombrero. Y lo hizo. Él pidió cenar con ella. Como no
se lo concedieron, al día siguiente envió a su sobrino a averiguar su dirección. Gropius la
cortejó. Ella dudó. Él dijo que no podía perder el tiempo y ella dejó a su novio y llegó con
una maletita a Weimar. Corría el año 1923. Ise se hizo moderna con esa decisión. No vivió
con él hasta que no estuvieron casados. Fue él quien lo organizó: estaba divorciándose de
Alma, tenía relaciones con una alumna, con una poetisa y con una bailarina. Ise se hizo con
el puesto de la señora Gropius. Y a Gropius le salió una biógrafa.
“Las esposas de los futuros ocupantes de las tres casas dobles de los maestros —Moholy-
Nagy y Feninger, Kandinski y Klee, Muche y Schlemmer— no podían resistirse a dar su
opinión: “Planos de las parcelas! Todas las mujeres de la Bauhaus están entregadas al nuevo
entretenimiento: "la mujer como persona creativa". Frau Nina (Kandinsky) quiere una
chimenea, Frau Klee, una estufa de carbón; a Frau Muche le gustaría todo eléctrico; Frau
Schlemmer no quiere nada eléctrico”, anotó Ise.
De la misma manera que Gropius defendía que los accidentes naturales del terreno deben
formar parte del diseño, entre los fundamentos sociológicos de la vivienda mínima para los
nuevos modelos de hogar listó que debían “aliviar parcialmente a cada mujer de sus tareas
domésticas con espacios comunitarios, instalaciones compartidas, guarderías para los niños
y jardines en los tejados”. Lo escribió él que sabía que Ise no podría tener hijos. A esas
claves de la arquitectura moderna Gropius añadía la necesidad de las mujeres de participar
en actividades remuneradas y liberarse de la dependencia del hombre. “La emancipación
intelectual y económica de las mujeres hacia una colaboración de igualdad con los
hombres”. Corría 1933. Gropius insistía en que todos los adultos necesitaban una habitación
propia, “por pequeña que sea”, dijo en su discurso sobre urbanismo durante el congreso del
CIAM de 1933. Virginia Woolf lo había escrito en 1929.
La segunda esposa de László Moholy-Nagy, Sibyl Pietzsch, que entonces trabajaba como
guionista de cine en Berlín, escribió: “El poder de Hitler, que había sido una payasada
provinciana, se volvió inesperadamente real en 1931”. Con Hitler, la vida se fue
oscureciendo bajo las nubes tóxicas de la cobardía y la traición. Gropius se lo contó a otra
mujer, su querida hija Manon que había tenido con Alma Mahler: “No te puedes llegar a
imaginar las dificultades que me he encontrado en los últimos meses en esta Alemania
empobrecida y machacada. Fiel a mi plan de vivir y trabajar solo por cosas que me parecen
importantes y dignas de mis esfuerzos, he luchado mucho por existir, por una vida decente,
como la que querría tener todo el mundo, pero te puedo decir que es más satisfactorio
guiarse por las ideas propias, ser pionero, que pensar solo en lo que da dinero”.