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Passerine (traducción)

Posted originally on the Archive of Our Own at http://archiveofourown.org/works/34647502.

Rating: Teen And Up Audiences


Archive Warnings: Graphic Depictions Of Violence, Major Character Death
Category: Gen
Fandoms: Video Blogging RPF, Minecraft (Video Game), Dream SMP
Relationships: Wilbur Soot & Technoblade & TommyInnit & Phil Watson, Wilbur Soot
& Technoblade, Wilbur Soot & TommyInnit, Wilbur Soot & Phil
Watson, Technoblade & TommyInnit (Video Blogging RPF),
Technoblade & Phil Watson, TommyInnit & Phil Watson
Characters: Wilbur Soot, TommyInnit (Video Blogging RPF), Technoblade (Video
Blogging RPF), Cara | CaptainPuffy, Niki | Nihachu, Toby Smith |
Tubbo, Sapnap (Video Blogging RPF), Phil Watson | Philza, Clay |
Dream (Video Blogging RPF)
Additional Tags: Alternate Universe - Royalty, Found Family, Angst, Hurt/Comfort,
Character Death, Sleepy Bois Inc (Video Blogging RPF) - Freeform,
Sleepy Bois Inc-centric, Sleepy Bois Inc Angst, Spanish Translation,
tommy y wilbur son príncipes y technoblade es un dios salvaje que
philza recogió del bosque, Eso es todo el fic, Mención de las voces de
Techno, Wilbur también tiene voces, Techno decide ayudar, porque no
tiene nada mejor que hacer o eso dice, no beta morimos como l'manberg,
Tags específicos antes de cada capítulo
Language: Español
Stats: Published: 2021-11-16 Updated: 2023-07-07 Words: 46,492 Chapters:
6/7
Passerine (traducción)
by Muffinheadsquad

Summary

"Lo entiendo. Oíste que el lugar que amabas estaba en peligro, así que decidiste regresar,
pero yo... es solo que... ¿por qué no me llevaste contigo?" Aquí estaba, al fin. Haciendo
catarsis, o algo parecido a eso. "Los hubiera cazado contigo, Philza, a los que se atrevieron a
hacerle eso a tu aldea. Te hubiera entregado tu venganza en bandeja de plata. Incluso te
hubiera dado el mundo".

Philza no parecía arrepentido. Solo se veía cansado. "Pero no los cacé al final".

//

O, ese fic donde Techno y Phil son antiguos inmortales y Tommy y Wilbur... no lo son.

~Recordatorio de que esta historia no es nuestra, es una traducción solamente, favor de


revisar las notas.

Inspired by [Restricted Work] by blujamas, thcscus (blujamas)


Capítulo 1: Como un zorro a una madriguera (Como un águila a
un nido) Como el zorro a un conejo
Chapter Summary

Las voces lo condujeron a reinos, aldeas y pueblos —no importó lo que le ofrecieran a
cambio—, las voces no demandaban monedas, ellas demandaban sangre. Luchó para
hombres valientes y hombres estúpidos, para reyes avariciosos y rebeldes intrépidos.
Combatió para ejércitos condenados a ser derrotados, llevándolos a la luz de la victoria.
Perdió la cuenta de todos sus aliados con los que combatió lado a lado —después de un
tiempo—, sus nombres y caras se perdieron en el limbo de su nublada memoria.

Y luego se encontraba el Ángel de la muerte.

//

O, eternidad, imperios y los emperadores que los gobiernan.

Chapter Notes
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Él tuvo que haber tenido una vida antes. Una madre, un padre, un hogar. A lo mejor
hermanas o hermanos. Pero ha pasado tanto tiempo —demasiado tiempo— y ahora lo único
que conoce es este juego sangriento. Sus manos desconocen otra forma que no sean los puños
fuertemente apretados alrededor de una espada, blandiéndose eternamente, encontrando su
lugar entre pieles y huesos.

Todos ellos trataron de huir, por supuesto. Construyeron muros e intentaron ocultarse, pero él
siempre los encontraba. A veces, rogaban. A veces, preferían saltar de un acantilado antes
que enfrentarlo. Y algunas otras, lo miraban con los mismos ojos vacíos como los de él,
recibiendo a la muerte con los brazos abiertos. Esos eran los que él más envidiaba.

Technoblade nunca muere *Technoblade never dies*, es lo que susurraban en las hogueras y
piras funerarias.

Él rogaba para que eso no fuera verdad.

Las voces lo condujeron a reinos, aldeas y pueblos —no importó lo que le ofrecieran a
cambio—, las voces no demandaban monedas, ellas demandaban sangre. Luchó para
hombres valientes y hombres estúpidos, para reyes avariciosos y rebeldes intrépidos.
Combatió para ejércitos condenados a ser derrotados, llevándolos a la luz de la victoria.
Perdió la cuenta de todos sus aliados con los que combatió lado a lado —después de un
tiempo—, sus nombres y caras se perdieron en el limbo de su nublada memoria.
Y luego se encontraba el Ángel de la Muerte.

Era una de las pocas personas que tenían una reputación al nivel de la de Technoblade. Él
había escuchado acerca del ángel a través de historias susurradas y conversaciones en
tabernas. Escuché que tiene alas de obsidiana, comentó un aldeano a otro con su tarro de
cerveza en la mano. Oí que una vez masacró a una armada completa él solo. Incluso
atemoriza al Dios Verde.

Technoblade empezó a imaginarse a un hombre despiadado —un inmortal verdugo con la


misma mueca torcida como la suya—. Pero Philza no era un ángel vengativo. Era solamente
Philza.

Su encuentro fue pura casualidad, en una tierra invernal. Era inhóspito, pero rápidamente
empezaron a trabajar juntos en ella —primero como aliados, después como amigos—. A
pesar de todo, Philza había tenido una sonrisa más que una mueca, se había reído en vez de
carcajeado. En días tranquilos, pasarían sus días jugando ajedrez con una taza de té y
meditaciones silenciosas que calmarían las insistentes voces en la cabeza de Technoblade,
aunque durara muy poco.

"Sabes", Techno dijo en uno de sus combates de práctica (obviamente tenían que estar en
forma, porque los momentos de paz nunca duran tanto como la gente esperaría), "las historias
nunca hablan de este lado tuyo".

Philza se detuvo, una pequeña, juguetona sonrisa surgió en su cara. "Oh", dijo. "Entonces,
¿de qué hablan esas historias?"

"Ellos te llaman el Ángel de la Muerte". Techno plantó sus pies en pose de batalla mientras
Philza arremetía contra él con su espada embotada. "Dijeron que dejas un camino de
destrucción en tu vigilia que nada— ha!" Techno lo bloqueó, para cambiar a ofensiva "—que
nada es sagrado para ti".

Sus espadas se encontraron. Se empujaron mutuamente, tratando de conseguir una ventaja


sobre el otro y fue gracias a esa cercanía que Techno pudo divisar ese repentino cambio en
los ojos de Philza: una frialdad momentánea tan brutal como la furiosa tormenta que ocurría
en el exterior. Lo divisó y se esfumó al instante. Su brillo habitual regresó y Philza rio
mientras se impulsaba ligeramente hacia atrás con la espada de Techno.

"Las historias son realmente curiosas". Philza dijo mientras blandía su espada otra vez,
dándole apenas tiempo a Techno para esquivarla. "Algunas son ciertas..."

Se movió tan rápido que Techno no pudo hacer nada mientras Philza, sujetando la
empuñadura, se precipitaba directamente a sus costillas, derribando a Techno en el suelo. Se
hincó rápidamente, pero Philza ya estaba parado sobre él con la espada encima de su cabeza,
sus ojos brillando de una emoción que Techno no supo identificar. Fue la primera vez en su
vida inmortal, mientras se encontraba hincado enfrente de la primera persona a la que llamó
amigo, que se sintió cazado.

Después Philza bajó su espada. Le sonrió gentilmente a Techno —esa tranquila sonrisa a la
que Techno estaba acostumbrado— y le ofreció una mano enguantada.
"... y otras de ellas no". Philza finalizó. "Así que. ¿El mejor de tres?"

"Eres un bastardo", Techno dijo juguetonamente, incluso cuando las voces gritaban, corre,
corre, corre. Tomó la mano que le ofreció Philza y se levantó a sí mismo, quedando al lado
del hombre que seguramente pudo cortarlo en dos, sin importar que tan desgastada pudo
haber estado la espada. Mientras Philza le explicaba pacientemente todos los errores que
había cometido (pequeñas cosas como la posición de los pies y su agarre deficiente), Techno
encontró igual de excitante como aterrador que a pesar de sus eones en batallas sangrientas,
solo le tomó unos minutos a Philza para encontrar errores en su técnica. Pero la técnica de
Techno no estaba particularmente pulida; después de todo sólo le tomaba un ataque mortal
para acabar con la mayoría de personas. Algo le decía que Philza sería más difícil de matar
que eso.

Ellos conquistaron naciones, él y su amigo pelirrubio. Se deleitaban en la gloria, dioses


gemelos brillando en el campo sangriento. Sin embargo, a medida que su imperio crecía,
igualmente lo hacían sus enemigos. Venían en manada, día tras días, hasta que Techno olvidó
el sabor de la paz. Los días eran largos y las noches aún más largas; cada pequeño
movimiento era un espía en las sombras, cada aliado era un posible traidor, cada palabra era
una declaración de guerra. Su casa se convirtió en el objetivo de cientos de ejércitos.

A pesar de todo, lo único constante era Philza —hasta que ya no lo fue—. Technoblade
simplemente un día miró hacia arriba de un mapa con detalladas líneas enemigas, para darse
cuenta que estaba hablando al aire. Él no tenía idea de cuánto tiempo había estado solo,
sentado en una polvorienta biblioteca con un té rancio intacto en la mesa de la esquina. No
tenía idea si Philza alguna vez le había dicho que se iba a ir, o simplemente se fue así cómo
llegó de repente, velozmente, como una tormenta de nieve.

Después de eso, difícilmente había un punto para mantener el imperio. Las voces se estaban
aburriendo, de todas formas. Deseaban más. Una nueva batalla, más historias. Así que
Techno tomó su espada, su escudo, y se fue en barco. Lo había hecho millones de veces, pero
el pensamiento de un tablero de ajedrez sin usar en un castillo desmoronado, lo hizo sentir
algo parecido al arrepentimiento.

Technoblade deambuló por el mundo, tratando de apaciguar a las voces. Ninguno estaba
satisfecho. No importaba que tanta destrucción provocara, siempre había más trabajo por
hacer. Así que siguió trabajando. Perdió la cuenta del tiempo. Todo lo que recuerda de esa
época sangrienta es una sensación de insatisfacción, como si una historia hubiera sido
abandonada a mitad de camino. Años. Décadas. Tal vez más. Realmente no importa.

Al final, él sabía que siempre sería lo mismo. El mundo se acabaría, y él se quedaría —


siempre peleando, siempre solo—.

No sabía qué lo llevó a ese reino en primer lugar. ¿Realmente tenía que verlo él mismo?
¿Simplemente para saciar su curiosidad? ¿Estaba tan aburrido? ¿O había oído acerca de un
reino a salvo de las guerras y el trivial resentimiento de sus vecinos —manteniendo la paz y
neutralidad por un centenario—, y lo tomó como un reto? Lo que fuera, cuando Techno se
paró bajo la sombra del castillo dorado, mirando sus banderas ondear vagamente con la brisa
del verano, sintió una punzada de un sentimiento alguna vez conocido en su corazón. Había
algo sobre las paredes de piedra y las torres que se erguían hasta el cielo que le recordaban a
otro lugar, un lugar frío y lejano.

“Hola forastero” uno de los guardias en la puerta lo llamó. “¿Estás contemplando?”

Technoblade reparó en el tono alegre del guardia. La mayoría de los guardias que veían la
espada y la capa rojo-sangre de Technoblade rápidamente se ponían en guardia, pero aparte
de sus lanzas que parecían más decorativas que atemorizantes, los guardias en la puerta no
parecían estar alerta para nada. Arrogancia, las voces dijeron, este es el reino de la
arrogancia.

“Quizás” Techno dijo arrastrando las palabras, respondiendo al guardia. “Aunque, supongo
que estoy interesado en el interior, más que en el exterior”.

“¡Por qué no lo habías dicho antes!” El guardia lo invitó a pasar. “El castillo siempre está
abierto para los turistas. Sólo pasa directamente”.

Así fue como Techno se encontró a sí mismo paseando lentamente por los corredores del
castillo que, en situaciones normales, estaría combatiendo, espadas en mano. Los guardias
señalaron a sus armas, obligándolo a dejarlas en la entrada —como si Techno necesitara más
que sus manos (a veces, ni siquiera esas) para derramar sangre—. La deficiencia de la
seguridad en el castillo era desproporcional a su riqueza: lujosas alfombras que suavizaban
las pisadas de Techno, elegantes tapices que decoraban las paredes, ramos florecidos en
jarrones tan altos como él y pinturas al óleo con marcos de oro. Pinturas de solemnes
paisajes, de animales salvajes paseándose por jardines hermosamente arreglados, de un chico
pelinegro montando un caballo blanco, con un pequeño indicio de una sonrisa en la esquina
de su boca, y de un rey—

Technoblade se paró bajo la pintura, ubicada entre jarrones de irises. Oh pensó. Es por eso.
No era la arrogancia que hacía al reino creer que estaban protegidos de todo. Era su rey.

Retratado en pintura y en presencia, se veía idéntico a como Techno lo recordaba, los años no
dejaron su marca en su inmortal cara. Se encontraba parado detrás de un modesto trono, sus
manos se posaban gentilmente sobre los hombros de una mujer de pelo oscuro que debía ser
su reina. En los brazos de la reina estaba un bebé de rizos dorados, durmiendo pacíficamente.
En el suelo, a lado de los pies de la mujer se encontraba otro niño, mayor, con una diadema
dorada ubicada sobre sus cabellos castaños.

“¡Wilby!”

La voz chillona de un niño recorrió el pasillo. La mano de Technoblade instintivamente buscó


su espada mientras se volteaba del retrato y se encontró a sí mismo enfrente del mismo niño
de la pintura.

El príncipe. Era una cosa alta y delgada, su cara conservaba las apenas visibles marcas de la
niñez. No podía tener más de catorce años. En la pintura, se encontraba sonriendo,
inmortalizado para siempre en deleite. Pero aquí, lo estaba observando, con sus ojos oscuros
enfocados antinaturalmente, como si Techno fuera un libro particularmente interesante que él
estaba tranquilamente analizando en su cabeza. Techno ha visto esa expresión muchas veces
en la cara de viejos generales organizando las estrategias para la batalla.

“Alo”, dijo el príncipe cautelosamente.

Technoblade se descubrió a sí mismo alzando su mano en una pequeña ola. “Hola”.

“¡Wilby! ¡Espérame!” la primera voz volvió a llamar, más cerca esta vez, anunciando la
aparición de otro niño a la vuelta del pasillo. Por su lujosa vestimenta y su irritado séquito de
sirvientes persiguiéndolo, éste sólo podría ser el príncipe más joven, prácticamente un bebé
en la pintura pero ahora era un niño ruidoso de seis años.

El príncipe más joven caminó deliberadamente hacia su hermano mayor —¿Wilby?— y se


aferró decididamente a su lado mientras ambos miraban a Techno.

“Y ¿quién eres tú?” preguntó el pequeño príncipe, en lo que debió haber sido un intento de
tono amenazante. Sin embargo, sonó como lo que en realidad era: un niño.

“Un visitante” dijo Techno, dudoso de que debería decir ahora.

“¿Has venido para tener una audiencia con nuestro padre?” dijo el mayor de los príncipes en
un tono más alto.

“No puedes” dijo de golpe el menor de los príncipes, incrementando su agarre en la pechera
de su hermano mayor. “Papá prometió que hoy sería nuestro día con él, así que ya puedes
irte, ¡gracias!”

“Tommy, cálmate”.

“Pero Wilbur, papá dijo—”

“Se lo que nuestro padre dijo, Tommy.” El príncipe heredero —Wilbur, entonces, no Wilby;
solo los dioses saben lo que Techno hubiera dicho y hecho si el hombre realmente hubiera
nombrado a su hijo Wilby—, seguía observando a Techno como un buitre esperando un
animal muriendo para descender. “Entonces, visitante, ¿qué asunto te trae a nuestro reino?”

“No tengo ningún asunto,” Techno dijo. “Estoy de visita. Conociendo. Soy un viajero”.

“Primero eres un visitante y ahora eres un viajero”. Una sonrisa surgió en los labios del
príncipe. “Esta conversación sería más fácil si supiéramos tu nombre”.

Technoblade miró a los sirvientes alineados detrás de los príncipes, claramente poniendo
atención pero lo suficientemente alejados para mantener la ilusión de privacidad. Pero si
realmente conocía a su padre, sabría que la mayoría haciendo guardia alrededor de sus hijos
serían asesinos letales —sólo que él no anticipó la llegada de un dios—. ¿Qué harían si
escuchan su nombre? ¿Alguno de ellos lo reconocería? ¿Sabrían lo que implica tener a los
jóvenes príncipes parados enfrente de él? ¿Cuánto durarían si pelearan contra él?

Mientras regresaba su mirada a los príncipes, los encontró diminutos. Podría aplastarlos con
la suela de sus zapatos como un par de hormigas.
En vez de eso, Techno se encontró a sí mismo diciendo, “Mi nombre es…”

“¿Technoblade?”

Technoblade apartó su vista de los pequeños príncipes, encontrando con la mirada a su padre.

“¿Philza?”

Philza se quedó parado al final del pasillo, indudablemente siguiendo la familiar cadencia de
las voces de sus hijos. Los observaba ahora, aún parados ante Technoblade como ovejas
inocentes esperando su muerte. Pero los ojos de Philza no mostraban miedo. En cambio,
cuando observó de regreso a Technoblade, sólo sonrió, su cara se suavizó con un familiar
alivio —la expresión de un hombre que, después de una larga y difícil guerra, finalmente ve
paz en el horizonte—.

“Viejo amigo,” dijo Philza. “Es bueno verte de nuevo”.

Traidor, las voces clamaban, traidor traidor traidor traidor—

“¡Padre!” La voz de Wilbur los trajo de vuelta a la realidad; este era un castillo diferente, una
época diferente. “¿Conoce a este extraño?”

“Bueno, obviamente Wilbur”. Tommy rodó los ojos. “Papá acaba de decir su nombre, ¿no?
Technoblade. Ese es un nombre muy tonto”.

“¡Tommy!” Philza lo reprendió, sin un enojo real detrás de sus palabras. Se acercó más hacia
ellos, sus pasos tranquilos y uniformes. El séquito de sirvientes que había estado
persiguiendo a los dos chicos hicieron una reverencia por la deferencia hacia su líder, a pesar
de no estar portando la corona. En realidad, parecía un viajero casi tanto como el mismo
Technoblade —vestido con unos pantalones y una camisa igual de simples, perfectos para
mezclarse, perfecto para un hombre en fuga—.

“Ha pasado un tiempo,” Philza dijo cuando los alcanzó, poniendo gentilmente una mano
sobre la rubia cabellera de Tommy. El chico se arqueó hacia el toque como un girasol
intentando alcanzar el sol. Technoblade no supo si el movimiento fue calculado o un mero
acto de afecto. O, conociendo a Philza, ambos. “¿Cómo has estado?”

“¿Que cómo he estado?” dijo Techno incrédulo, sintiendo un familiar escalofrío en sus
huesos. “Phil, yo—”

“De hecho,” Philza interrumpió, hincándose para mirar directo a los ojos a sus hijos. “Wilbur,
lleva a tu hermano al jardín por un momento, por favor”.

Wilbur hizo un puchero, por primera vez viéndose como un niño de su edad “Pero tú dijiste
—”

“Sé lo que prometí, y siempre cumplo mis promesas, ¿o no?” Philza revolvió el cabello de
Wilbur y después el de Tommy. “Los alcanzaré en un momento, sólo necesito hablar de algo
con Technoblade”.
Wilbur se quedó observando a su padre por un largo tiempo, intentando descifrar la verdad en
sus palabras, después asintió. Tomó la mano de su hermano, llevándolo lejos. “Vamos,
Tommy,” dijo. “Juguemos afuera”.

“Technoblade sigue siendo un nombre tonto,” murmuró Tommy mientras pasaban cerca de
éste, seguidos por sus sirvientes.

Wilbur se encontró con la mirada de Techno, sólo por un momento, antes de que se fueran
por el pasillo saliendo de su vista, dejando solos a Technoblade y al rey.

Technoblade se volteó hacia Philza, su viejo amigo, y se encontró con la sonrisa borrada de
su cara.

Philza señaló el final del pasillo. “¿Caminamos?”

Technoblade sólo pudo asentir y seguir a Philza.

Estaban callados mientras caminaban. Technoblade recordaba días como este durante su
tiempo juntos, días largos de silencio en compañía mientras ellos simplemente existían
juntos. Pero era algo muy diferente esta vez. Había un borde. Techno pudo sentir como Philza
lo estaba midiendo, contando sus armas secretas, calculando sus mejoras. En cambio, Techno
trazó sus rutas de escape mientras Philza lo guiaba por los pasillos, luego por un amplio
tramo de escaleras. No quería esperar violencia de Philza, pero tampoco había esperado ser
abandonado.

Llegaron a un balcón que daba a un jardín, de donde indudablemente procedían la mayoría de


las flores del interior. Alrededor de pilares de mármol crecían glicinias y hiedra; rosales,
dientes de león y claveles florecían en masa al pie de elaboradas estatuas de piedra. En el
centro del jardín había un sauce llorón, cuyas ramas proporcionaban sombra a los dos niños
que se perseguían por la hierba. Su risa resonó a través del claro, llegando incluso a Techno y
a su padre en lo alto del balcón.

Durante un tiempo, los dos se limitaron a observar a los dos príncipes. Wilbur era obviamente
más rápido que Tommy, pero desaceleraba su paso lo suficiente para que su hermano
pequeño se divirtiera persiguiéndole los talones.

"Son un problema". El tono suave de Philza desvió la atención de Techno de los príncipes. El
rey estaba casi sonriendo, pero la dura mirada de sus ojos no desapareció. “Wilbur era más
tranquilo, antes de que naciera Tommy. Un pequeño ratón de biblioteca, escondido en su
habitación todo el día. Pero tengo la sensación de que no viniste para oír historias tontas
como esa". Philza se volvió hacia Techno. "Así que adelante. Déjame escucharlo".

Techno no sabía lo que se suponía que debía decir. No sabía lo que se suponía que debía
sentir. Durante años, había apartado a Philza de su mente, decidido a olvidar ese interludio de
paz. Había dejado que los recuerdos se infectaran como heridas no tratadas, y ahora pensaba
que prefería morir de la infección que reconocer en voz alta que era real, que el dolor estaba
ahí.
“No tenía intención de visitarte,” Techno dijo eventualmente. “No sabía que este lugar era
tuyo. Puedo irme si tú—”

“No”. Philza negó con su cabeza. “No te vayas. La verdad, esta reunión era inevitable. O, yo
esperaba que lo fuera”.

“¿Cuánto tiempo has estado aquí?”

Philza lo pensó. “¿Cuánto tiempo lleva en pie el reino?”

“Phil, eso es—”

“Lo sé. Personas como nosotros no deberían estar en un solo lugar por mucho tiempo”.
Philza suspiró, volteando hacia el horizonte. Apoyó sus brazos sobre las barandillas de hierro
forjado y miró más allá del jardín, contemplando las pendientes de las montañas, el reino que
se expande más y más, sin saber que su inmortal rey es lo único que se interpone entre ellos y
la destrucción. “Encontré un pequeño pueblo mientras viajaba, convirtiéndolo en algo más.
Me dije a mí mismo que me iría después de un año, después se convirtieron en dos años, tres
años, una década. Me fui eventualmente, antes de que descubrieran por qué su alcalde no
envejecía. Pero después descubrí, en el momento en el que me fui...” La expresión de Philza
se volvió fría. “Ellos fueron aniquilados. Cuando regresé, todo y todas las personas habían
sido quemadas sin dejar rastro. Eran sólo cenizas. Todo lo que construí… Había
sobrevivientes, por supuesto y ellos culpaban a su líder por abandonarlos, por supuesto, como
deberían. Así que me quedé. Lo reconstruí de nuevo, desde algo pequeño, de un pueblo
diezmado hasta lo que ves ahora. Hasta donde sabe la gente, el liderazgo se ha pasado de un
rey a otro que tiene un aspecto vagamente parecido, estoy seguro que los mayores tienen sus
sospechas, pero ¿realmente es algo tan malo ser conocido?”

Techno no se había percatado, hasta que Philza se volteó a mirarlo, que estaba esperando una
respuesta a su pregunta. Pero lo único que Techno pudo decir fue, “¿Es por esto que me
abandonaste?”

“Techno—”

"Lo entiendo. Oíste que el lugar que amabas estaba en peligro, así que decidiste regresar,
pero yo... es solo que... ¿por qué no me llevaste contigo?" Aquí estaba, al fin. Catarsis, o algo
parecido a eso. "Los hubiera cazado contigo, Philza, a los que se atrevieron a hacerle eso a tu
aldea. Te hubiera entregado tu venganza en bandeja de plata. Incluso te hubiera dado el
mundo".

Philza no parecía arrepentido. Solo se veía cansado. "Pero no los cacé al final".

“¿Qué?”

“Las personas que quemaron mi pueblo. No los cacé, por mucho que quisiera. Ya se habían
ido mucho tiempo antes de que yo llegara y en ese momento mi gente necesitaba un líder, no
un cazador. Y no te traje porque—”

“Porque no sé cuándo quedarme”.


Se mantuvieron ahí, dejando que las palabras se asentaran en el silencio que se tensaba más y
más como una cuerda alrededor del cuello de Technoblade.

Niégalo, quería gritarle, dime que me equivoco.

Philza no lo hizo.

“No necesito oír esto de ti”, Techno escupió. Un pozo de viejo dolor y enojo, alguna vez
seco, comenzó a llenarse de nuevo. “¿Acaso tus hijos saben lo que eres realmente? ¿Quién
eres? El ángel de la muerte, domesticado. Qué farsa”.

Philza se tensó. “No sabes nada de lo que estás diciendo”.

“Una vez te vi destrozar a un hombre con tus manos, ¿y ahora me estás hablando de
liderazgo? ¿De compasión?”

“Nunca dije nada de compasión. Si hubiera renunciado totalmente a mis métodos, mi reino
no sería lo que es hoy. Los perros domesticados siguen mordiendo”.

Philza dio un paso hacia él hasta quedar cara a cara. A pesar de las acusaciones que Techno le
lanzó, aún después de su sangrienta historia, Techno nunca había visto realmente enojado a
Philza. Pero tenía el presentimiento de que si seguía recorriendo este camino, terminaría
conociendo el alcance total de la ira de su viejo amigo. Los ojos de Philza eran duros como el
pedernal —a una chispa de incendiarlo todo—.

Technoblade desvió su mirada al jardín. Phil siguió su mirada hasta que ambos se
encontraron observando a los niños jugando debajo, que habían detenido su juego para
contemplar a su padre y al forastero.

No pudieron oír nada de lo que Phil o Techno dijeron, pero Wilbur se paró con su cabeza
instintivamente ladeada, como si intentara voltear las palabras.

“¡Papá!” Tommy gritó. “¿Ya terminaste?”

“¡Ya casi!” Philza respondió. “Ahora voy con ustedes, ¿está bien?”

Tommy le dio un codazo a Wilbur y le dijo algo que provocó que Wilbur echara su cabeza
hacia atrás carcajeándose. Después ambos se fueron, regresando a su melosa niñez. Cuando
Techno se volteó de nuevo hacia Phil, la expresión del rey se había suavizado
considerablemente. Techno podría vivir otros mil años y nunca entendería con qué facilidad
Philza ocultaba su ira.

“No tenía la intención de… establecerme”, Philza dijo, más tranquilo ahora, como si le
implorara a un niño detener su rabieta. Sus ojos seguían mirando a sus hijos a lo lejos.
“Estaba feliz, por un tiempo, ver el reino crecer. Pero estos mortales y su corta, breve
existencia… ellos te atraen, Technoblade. Solía pensar que ellos eran insectos atraídos por las
llamas, condenados a quemarse por las cosas más intrascendentes. Hemos visto sus guerras,
tú y yo. Combatimos en ellas. Nosotros sabemos las cosas que se hacen los unos a los otros”.
Philza agarraba la barandilla como si fuera lo único que evitara que saliera volando. “Pero
con los años también he descubierto lo que hacen por los otros. Sus vidas siempre serán un
año, una semana, un día menos, sin embargo, eso no parece preocuparles demasiado. Viven
de todas formas. Aman a pesar de todo. Perdona a un viejo dios que anhela un pedazo de todo
eso para sí mismo”.

Recorrió una brisa del final de la mañana, llevando consigo la esencia de las flores y los
restos de la angustia que Techno aún conservaba. La ira seguía presente, y el sentimiento de
traición tan grande que probablemente nunca pueda superarse, sin embargo el cansancio
había empezado a instalarse. Technoblade estaba acostumbrado a rápidos combates y largas
cacerías, pero un altercado verbal era algo para lo que nunca había entrenado— mayormente
porque no tenía interés en hablar con alguien que importara desde… desde siempre, de
hecho.

Tal vez Philza ya estaba cansado también de su anterior vida. Siempre peleando, nunca a
salvo. Y aunque Techno creyó que solo era cuestión de tiempo para que ese juego de paz
terminara, pensó que quizá empezaba a entender por qué Philza aprovechó la oportunidad.
Era un movimiento torpe y Techno se burlaría por el resto de sus inmortales vidas, pero no
era la peor elección que alguien había hecho. Techno ha visto lo peor, esto era apenas una
gota en el mar de las malas decisiones.

Aún así. Era estúpido. Solo un vistazo más a Philza para que Techno comprendiera que él
seguramente también lo sabía.

“¿Son como tú?” Techno preguntó al final, sin saber qué respuesta estaba esperando. “¿Tus
chicos?”

Philza suspiró. “No le desearía mi destino ni a mi peor enemigo, mucho menos a mis propios
hijos”. Sus manos se tensaron sobre la barandilla. “Lo sacaron de su madre. Mortales. Bueno,
en todos los sentidos. Le agradezco a cualquier dios que haya existido por eso. Pero a
veces…”

“¿A veces?” Techno soltó cuando el silencio se extendió demasiado tiempo.

La mandíbula de Philza se tensó. “Es Wilbur. Habla acerca de unas voces…”

“¿Voces?”

Sus ojos se encontraron. Una conversación de hace muchas vidas se reprodujo en la mente de
Techno— un momento de debilidad en un castillo no tan diferente a este, donde derramó sus
secretos tan fácil como derramaba sangre. Las voces, Phil, demandan sangre. Se encontraba
un mundo de agonía en la mirada de Philza, una carga que sólo entendería un padre que teme
por su hijo.

“Estoy agradecido que no sea como yo”, dijo Philza. “Pero a veces temo que esté creciendo
más y más como tú”.

El aire se atoró en la garganta de Techno. Resistió la urgencia de mirar de nuevo hacia el


jardín, de buscar por el pasto al chico de la antigua mirada.
Las voces empezaron a cantar.

No estás solo, dijeron las voces, No estás solo, No estás solo, No estás solo—

“No” Techno dijo, poniendo sus manos en puños, apretando tan fuerte hasta conseguir
clavarse las uñas, provocando que saliera sangre —su penitencia diaria—. “Pero sólo es un
niño”.

Techno se detuvo. ¿De qué estaba hablando? ¿Qué importaba lo que fuera Wilbur? ¿Qué era
este dolor repentino en su pecho, una herida mucho más profunda, una vieja aflicción? Él no
conoce a ese niño. No debería importarle. No le importaba.

Pero Philza le sujetó la muñeca, como si supiera que Techno estaba a punto de huir,
forzándolo a encontrarse con su torturada mirada.

“Es por eso que esperaba que vinieras. La verdad, estuve muy cerca de ir a buscarte yo
mismo. No puedo hacer esto solo, Technoblade, por mucho que quiera. Eres el único—”

“Quieres mi ayuda” Techno dijo fríamente. “Mi ayuda, después de abandonarme. Después de
criticar mis maneras y llamarme un monstruo”.

Philza se estremeció “Yo nunca te llamaría así, mi amigo”.

Amigo. La palabra que Techno verdaderamente entendió en los días de nieve y dulce té.

“No te debo nada” Techno dijo tranquilamente. “No le debo nada a— a ese niño”.

“Lo sé”.

“Además tengo mejores cosas que hacer con mi tiempo”.

“Lo sé”.

“Después de todo lo que hiciste, ni siquiera debería estar escuchándote en este momento.
Sólo debería irme”.

“Lo sé, Techno, ya lo sé”.

Después Philza hizo algo que Techno, ni en un millón de años, se hubiera esperado. Se
arrodilló. Philza, una vez emperador, actual rey, el Ángel de la muerte, se inclinó frente a
Techno, agarrando patéticamente su capa, sus cabellos dorados inclinados. Las voces eran un
coro de disgusto y desprecio —oh, como el poderoso a caído— y cuando Philza volvió a
hablar, su voz vaciló.

“Lo siento muchísimo por haberme ido. Pero te lo estoy pidiendo, te lo ruego, haz esto por
mí. Por mi hijo. Por la amistad que alguna vez compartimos, Techno. Por favor. Por favor.
No sé cuánto tiempo más nos darán los dioses”.

“¿Qué quieres que haga?” Techno demandó, su propia voz desgastada en los bordes. “¿Qué
esperas de mí, Phil?”
Philza lo miró desde abajo, su cara completamente en agonía. “Quédate. Quédate y ayúdame,
lo más que puedas. Juntos, tal vez hasta podemos ayudarte también”.

Las voces se detuvieron. Sólo por un momento. Sólo por un respiro, en lo que consideraban
el peso de las palabras de Philza. Y, dioses, ese silencio —por muy breve, fugaz que fuera—
fue la cosa más dulce que Techno había escuchado.

Podemos ayudarte. ¿Qué significaba eso exactamente? ¿Eso qué implicaba?

Techno no sabía y no le importaba. Él vino en busca de un reino de paz y lo encontró.


Perdona a un viejo dios que anhela un pedazo de todo eso para sí mismo, Philza había dicho.
¿Y qué era esa paz sino el silencio? ¿Eso no era libertad al fin?

Así que cuando las voces empezaron a cantar de nuevo, un inmortal cazador le ofreció su
mano a un inmortal rey. El sol subió más alto, hasta el corazón del cielo mientras Techno
jalaba a Philza hasta estar de pie y se encontraban en el mismo lugar una vez más.

No tenía idea de lo que estaba haciendo. Pero realmente no había otra alternativa. Así que
Techno se encontró con la mirada de su viejo amigo y dijo, “Está bien. Tú y yo, una vez
más”.

Chapter End Notes

¡Hola! Antes de que continúes, me gustaría señalar que la representación de las voces en
este fic no pretende en absoluto ser paralelo con los problemas mentales de la vida real.
Me gustaría que todos tuvieran esto en cuenta. Sean respetuosos y amables. Gracias :)

-Es nuestra primera traducción, así que apreciamos comentarios y retroalimentación,


esperamos que les guste :D
Capítulo 2: Como un carrillón (Suena la casa de Augustus)
Chapter Summary

“Porque lo miras a él como me miras a mí y no sé qué pensar de eso”.

La mirada de Padre clavó en el asiento a Wilbur, incluso más que el dolor de su cuerpo.
Incluso Tommy se quedó callado, detectando —en el modo que un hermano menor lo
hace— que su hermano se encuentra en un tipo de problema que requiere absoluto
silencio.

“¿Y cómo te miro, Wil?” Padre cuestionó.

//

O flores, familia y la futilidad de intentar escapar del destino

Chapter Notes

Las advertencias de contenido son las siguientes:


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Ataques de pánico, muerte.

See the end of the chapter for more notes

Wilbur no sabía qué hacer acerca del forastero. Viajero. Lo que sea que fuera.

Padre había bajado al jardín con él y Wilbur podía decir que estaba triste. No sabía si el
forastero era la causa de eso, o algo más. O alguien más.

“Es necesaria una presentación formal”, Padre le había dicho a Wilbur y Tommy. “Él es
Technoblade. Un viejo amigo. Te dará clases por un tiempo, Wilbur”.

Wilbur había mirado al hombre, viéndolo a la suave luz de la mañana por fin. Technoblade.
Tommy tenía razón; era un nombre bastante tonto. Y uno que Wilbur había oído antes,
aunque no estaba seguro de dónde.

Era alto y delgado, y seguramente unos años mayor que Wilbur. También vestía como él, con
mangas abullonadas que Tommy siempre decía que lo hacían parecer un anciano. Un
pendiente de esmeralda colgaba de la oreja izquierda de Technoblade, similar al que llevaba
Padre en una cadena dorada alrededor de su cuello, escondido en secreto debajo de su camisa.
¿Era él también una especie de realeza, entonces? ¿Algún príncipe extranjero o un primo
lejano del que Padre nunca se molestó en hablarle a Wilbur? Padre guardaba muchos
secretos; este podría ser solo uno entre un millón.

Technoblade le dio un vistazo a Wilbur, asintió y luego dijo, “Empezaremos al amanecer,”


antes de retirarse.

Wilbur lo miró perplejo. “¿Qué...?”

Padre había luchado por mantener una sonrisa fuera de su rostro. “Ese es Techno para ti”.

Ahora estaban sentados en el comedor, cada quien con sus propios pensamientos —excepto
Tommy, cuyos pensamientos siempre debían salir de su boca, sin importar quién estaba o no
estaba escuchando—.

"—y Wilbur me hizo tropezar, pero me levanté muy rápido, lo viste, ¿no es así, papá? ¿Papá?
¿No es así?”

"Lo vi, lo vi", dijo Padre distraídamente. Estaba mirando su plato a medio comer como si
contuviera los secretos del universo. Wilbur asumió que solo lo estaba haciendo para no estar
mirando el asiento vacío de Mamá.

Ella había estado comiendo cada vez más en su dormitorio. Tommy no se había dado cuenta
todavía, pero Wilbur sí. Wilbur siempre lo hacía.

"Y este tipo Techno, es un poco extraño, ¿no es así? ¿Él también me entrenará? ¿Tendré que
despertarme al amanecer como Wilbur?”

Wilbur hizo una mueca. "Por favor, no me lo recuerdes, Tommy".

Tommy le enseñó la lengua del otro lado de la mesa. “No es cómo si tuvieras más cosas que
hacer. Estoy seguro que te quedarás leyendo otra vez”. Él gesticuló dramáticamente a sí
mismo. “Yo, por mi parte, amaría estar bajo la tutela del Maestro Technoblade, no importa lo
estúpido que sea su nombre”.

Los dos se voltearon hacia su padre, uno expectante y el otro con una curiosidad morbosa.

Padre suspiró con cariño antes de alborotar el cabello de Tommy. “Lo siento, amiguito.
Quizás podamos encontrar a alguien más para ti. Estoy seguro de que la Capitana estaría
dispuesta a—"

"Pero yo quiero al Blade ", se quejó Tommy.

Wilbur resopló. “Sí, como si pudieras levantarte tan temprano. Todavía estarás en cama al
mediodía, puedo verlo desde ahora".

Padre le dio a Wilbur una sonrisa descarada que sólo reservó para su hijo mayor. "Te diré
algo, Tommy, si puedes levantarte igual que Wilbur, entonces puedes verlo entrenar con
Techno".

"¿En serio?" Tommy se apartó de la mesa, casi tirando la copa de vino de Padre. "¡Pues
buenas noches! ¡Temprano a la cama, temprano al premio, como siempre dicen!"

"¿Quién dice eso?" dijo Wilbur, pero Tommy ya se había ido, dejando a Wilbur con su padre
y el silencio.

Durante un rato, los únicos sonidos fueron los cubiertos que raspaban los platos y los latidos
de su corazón en sus oídos. Nunca se lo admitiría a Tommy ni a nadie, pero su relación con
Padre siempre era mejor cuando estaba su hermano. No era que Wilbur no amara a su padre,
o que pensara que su padre no lo amaba. Wilbur no recordaba cómo sucedió, pero en algún
momento del camino de estudiar la guerra y la política, de mirar el trono que algún día sería
suyo, de aprender a ser un príncipe, había olvidado cómo ser un hijo.

Y a veces, cuando Padre pensaba que no lo podía ver, lo miraba con un dolor inmenso, como
si estuviera de luto por algo que había perdido.

Debería ser Tommy , pensó Wilbur. El alegre Tommy, que lograba encantar a todos los que
conocía, a pesar de —o tal vez debido a— su carácter ruidoso. No él. No cuando Padre lo
miraba así.

Wilbur se tragó lo último de su cena y estuvo a punto de irse, si no fuera porque su padre le
habló.

"¿Wilbur?"

"¿Sí Padre?"

Padre se apoyó en su mano mientras observaba a Wilbur. "¿Quieres que esté ahí para ti
mañana?"

Wilbur se burló a medias. "No soy un niño, Padre".

"Por supuesto", dijo Padre. "Pero Technoblade todavía es un extraño para ti".

Wilbur frunció los labios mientras pensaba en las palabras de su padre. "¿Usted confía en él?"

"Sí" respondió de inmediato.

Wilbur asintió. "Entonces confío en él".

Padre lo miró fijamente durante un largo minuto y luego asintió. No había nada más que
decir, al parecer, así que Wilbur se marchó, dejando a su padre en el silencio.

La puerta de Tommy estaba firmemente cerrada cuando Wilbur llegó a los dormitorios. La
puerta de Wilbur estaba entreabierta, esperando. La luz de la luna se derramaba por las
ventanas arqueadas, pintando todo de plateado: la cama llena de libros a medio terminar y el
escritorio con marcas de las múltiples frustraciones de Wilbur al escribir música para la
guitarra que estaba en el suelo. Madre le había regalado esa guitarra por su décimo
cumpleaños. Solía tocar canciones de cuna (o canciones espeluznantes, cuando estaba de
humor para travesuras de hermano mayor) para Tommy, antes de que Tommy decidiera que
era un hombre grande y se mudara al dormitorio del otro lado del pasillo.

Su cuerpo se sentía lleno de pensamientos. Technoblade —el chico que no se veía mucho
mayor que él—, ahora estaba encargado de enseñarle a… ¿a qué ? Padre no había sido claro
con eso, entre otras cosas.

Con un suspiro, Wilbur agarró la guitarra del suelo y la arrastró con él hasta la ventana.
Mientras tocaba ociosamente de las cuerdas, miró hacia el horizonte más allá del cristal: los
extensos prados del castillo que terminaban en las puertas imponentes, y después de eso, su
reino. Su derecho de nacimiento.

Tocó un solo acorde discordante. Recientemente, nada había sido fácil para él. Música,
literatura, conversaciones —todo, al mismo tiempo, había sido muy agotador—. Incluso reír
con su hermano se sentía como un trabajo.

Los dedos de Wilbur se detuvieron en lo que indudablemente iba a ser otra mala nota. Algo
se movió en el jardín. Escudriñó a la figura hasta que consiguió un mayor enfoque.

“¿Technoblade?”

Wilbur colocó su cara más cerca del cristal, solo para asegurarse que sus ojos no lo estaban
engañando. Había mucha gente en el pueblo con pelo rosado, sin embargo, había muy pocos
que se movían con una gracia tan letal como la de una pitón.

Technoblade caminó a través del césped, desapareciendo por las puertas sin mirar hacia atrás.
No fue hasta que su respiración empañó completamente el vidrio, que se dio cuenta que
estaba hiperventilando. Se alejó de la ventana, tropezándose con su guitarra en lo que
caminaba hacia su cama. Se cubrió con sus sábanas, como si la oscuridad pudiera amortiguar
sus pensamientos.

¿A dónde va? seguido de ¿Regresará? ¿Regresará? ¿Regresará? ¿Regre —

“Llegas tarde”.

Wilbur parpadeó hacia la tenue luz del sol que lentamente se abría paso a través del
horizonte. “¿Qué…?”

Continuó parpadeando hasta que finalmente pudo reconocer sus alrededores: un suelo de
mármol liso, las cuatro columnas esculpidas como dioses que soportan el techo plano, la
hiedra cayendo del borde del techo como una cascada, separándolos como una cortina del
resto del jardín. Este era el pabellón de entrenamiento —el área de entrenamiento personal
de Padre—, donde intentó enseñarle a Wilbur esgrima antes de que quedara claro que las
armas no eran el fuerte de Wilbur.

"Está bien, hijo", había dicho Padre, atendiendo con cuidado la cortada en la pierna de Wilbur
que se había hecho con su propio estoque. "Los reyes realmente no necesitan saber pelear.
Para eso están los ejércitos". Padre había sonado enojado al decir eso, pero Wilbur de alguna
forma sabía que no era por su culpa.

"Pero tú sabes cómo". Wilbur había hecho un puchero, tratando de contener las lágrimas
mientras Padre le aplicaba hierbas medicinales en la herida.

"Bueno", dijo Padre, "eso es diferente".

"¿Diferente cómo?"

“Solo diferente”. Padre terminó de amarrar el vendaje alrededor de la pierna de Wilbur y


sonrió hacia él. “Te diré cuando seas mayor”.

Nunca lo hizo.

Pero hoy no era Padre el que se encontraba parado frente a Wilbur.

“¿Así qué?” Technoblade dijo, mientras gesticulaba hacia un pesado peto en la esquina.
“Estamos desperdiciando luz del día, pequeño príncipe. Así que apúrate”.

Wilbur volvió a parpadear. “Perdona, pero ¿cómo he…?”

Technoblade lo miraba silenciosamente mientras ambos esperaban a que Wilbur terminara la


oración. Sus ojos son rojos , Wilbur notó distraídamente, incluso cuando estaba esforzándose
en recordar cualquier cosa. No podía recordar cuando se durmió, o cuando despertó o cuando
bajó para encontrarse con su tutor en su primera lección.

“¿Entonces?” Technoblade lo empujó ligeramente.

Wilbur negó con su cabeza “No es nada, no es nada. ¿Qué vamos a, hum, aprender hoy?”

Technoblade inclinó su cabeza hacia un lado desinteresadamente. Su cabello estaba amarrado


en una trenza tan apretada que a Wilbur le dolía el cuero cabelludo de solo verlo. “Philza
dijo que apestas en el esgrima”.

Wilbur hizo una mueca mientras se dirigía hacia el peto, arrodillándose para filtrar su
contenido. “Esa es una forma de decirlo”. Agarró una de las espadas y se volteó hacia
Technoblade, quien aparentemente había traído su propia arma: una espada de aspecto
maligno con un rubí incrustado en la empuñadura. “Soy un poco mejor en las armas de larga
distancia, por si te preguntabas”.

“No lo estaba” Techno resopló. “Ponte en posición”.

Wilbur lo hizo.

“Eso no es correcto”.

Wilbur suspiró, “Te dije que—”


Technoblade caminó hacia Wilbur hasta quedar cara a cara. Wilbur se dio cuenta que era unos
centímetros más alto, por lo menos hasta que Technoblade lo derribó de espaldas con un
repentino golpe en el estómago. El aire salió de los pulmones de Wilbur en un instante.
Parpadeó lentamente hacia el techo por un momento, antes de que la indignación se asentara.

Se recargó en sus codos y miró a su tutor, que parecía cada vez menos impresionado.

"Podrías haber resistido eso si hubieras estado en la posición correcta", dijo Technoblade
lentamente.

"¡Pudiste haberme advertido!" Wilbur escupió, poniéndose de pie.

"Oh, ¿así es como funcionan las peleas, Su Alteza?" Technoblade se burló. "Muy bien,
entonces, si le agrada, Su Majestuosidad, voy a golpear su hombro con la parte plana de mi
espada a continuación".

"¿Qué?"

Más rápido que un suspiro, Technoblade hizo precisamente eso. Wilbur cayó de costado y su
propia arma salió volando de sus manos.

Technoblade rio sin una real calidez. “Esta vez incluso te advertí y aún así te derribé. Dioses,
eres patético”.

Wilbur quería decir, Voy a llamar a mi padre , pero se detuvo antes de darle el gusto a ese
bastardo engreído. En vez de eso, se levantó temblorosamente, su cuerpo entero adolorido
por el impacto, recogiendo su espada del suelo.

Se volvió a poner en posición. Technoblade alzó una ceja.

“Esto iría más rápido si me dijeras en qué estoy mal” Wilbur gruñó.

“Esto iría incluso más rápido si supieras lo básico” Techno replicó.

“Cállate”.

“Fuertes demandas para alguien que no puede colocar su pie izquierdo de manera apropiada”.

Wilbur consideró sus palabras, empezó a mover su pie izquierdo centímetro a centímetro,
observando a Technoblade hasta que finalmente este asintió bruscamente. Wilbur suspiró.

“¿Ves? No era— Oh dioses ”. Wilbur apenas tuvo tiempo para levantar su espada antes de
que la de Technoblade se estrellara contra la suya. El acero siseó. Las rodillas de Wilbur se
doblaron ante la sorpresiva fuerza de Technoblade —se sentía como si una casa entera
estuviera colapsando sobre él— y si caía, sería aplastado.

Technoblade retrocedió, dejando a Wilbur con el corazón martillándole en su pecho.

“¿Qué fue eso?” Wilbur reclamó. “Pudiste matarme”.


“Pude haberte matado múltiples veces desde que llegaste”. Technoblade le hizo un gesto para
que se volviera a poner en posición. Otra vez y otra vez y otra vez. “Nunca baje la guardia, Su
Alteza. Siempre asume que el enemigo está planeando atacar ".

"¿Qué sentido tiene esto?" Preguntó Wilbur. “El reino ha estado en paz por, los dioses saben
cuánto tiempo. No necesito arriesgar mi cuello por una habilidad que ni siquiera importa".

Technoblade lo consideró por un largo momento, el silencio entre ellos solo fue roto por el
comienzo del canto de los pájaros mientras el resto del mundo finalmente comenzaba a
despertar.

"¿Y qué harás cuando sí importe?" preguntó Technoblade.

"Nunca lo hará—"

"Pero digamos que sí lo hará", interrumpió Technoblade, dando un paso hacia Wilbur, sus
ojos rojos nunca apartándose del rostro del príncipe. “Digamos, hipotéticamente, que un
ejército extranjero ataca en este mismo momento. Tu padre no está aquí para ayudar. Nadie
está aquí para ayudar. Eres solo tú. ¿Te quedas ahí parado y eres destrozado por el enemigo?
¿Correrás como un cobarde y dejarás tu reino a los lobos?”

Wilbur se estremeció. "Eso no es…"

“O ni siquiera un ejército. Considera, si lo deseas, solo una muy inteligente y muy enojada
persona, que tiene a tu hermano”. Technoblade sonrió por la expresión en el rostro de Wilbur.
“Eso es todo lo que se necesita, sabes, para matar un reino —una sola persona que conozca
tus puntos débiles—. Así que lo que tienes que hacer es deshacerte de ellos. Los puntos
débiles, quiero decir. Este reino solo es impenetrable porque Philza se deshizo de todas sus
vulnerabilidades hace mucho. Entonces, ¿qué sucederá cuando tomes el trono?”

“Eso no es cierto", dijo Wilbur en voz baja, de pie bajo el aguacero de las palabras de
Technoblade. “Mi padre —él sí tiene vulnerabilidades—. Tiene a Madre. A Tommy”. A mí .

“Pero él tiene el poder de protegerlos”, respondió Technoblade. “Y tú no. Esa es la


diferencia”.

El sol había subido más alto en el cielo, pintando todo de dorado. A través de los huecos en la
hiedra, la cálida luz brilló sobre la piel de Wilbur, calentándolo de adentro hacia afuera. Se
imaginó la luz filtrándose en su piel, en sus huesos, en las grietas de su alma hasta que
pudiera estar completo de nuevo —un niño de sol, como Tommy—. Quería que el sol
quemara el cansancio, la tristeza, los pensamientos. Quería que el sol quemara a Technoblade
también, con sus duras palabras hechas más duras por su verdad.

Wilbur inhaló temblorosamente, dejando entrar el aire fresco y atrapándolo en sus pulmones
todo el tiempo que pudo. Luego lo dejó salir.

Miró a Technoblade y luego se puso en posición.

“Bien”, escupió. “Empecemos de una vez”.


“Wilby, te ves como basura”, dijo Tommy alegremente por encima de un plato de huevos.

“Tommy”, lo regañó Padre.

"No, no", dijo Technoblade con un bocado de carne en la boca. "El chico tiene razón, Phil,
Wilby se ve como basura".

Wilbur gruñó ante sus comentarios —y luego gruñó un poco más cuando el movimiento hizo
que sus costillas se sintieran como si se estuvieran rompiendo—. Ya se estaban formando
moretones por todos sus brazos por las varias veces que Technoblade lo había derribado al
suelo. Ni siquiera podía alcanzar sus cubiertos sin que un dolor le recorriera el costado, por lo
que su desayuno permaneció tentadoramente fuera de su alcance justo en frente de él.

La molestia inicial de Tommy por quedarse dormido y “perderse el Blade en acción” solo fue
igualada por su absoluto deleite al ver a su hermano mayor tan golpeado, y luego superada
por su emoción cuando Padre invitó a Technoblade a desayunar para contar el terrible
desempeño de Wilbur. Era para seguir su progreso, o alguna excusa como esa, aunque Wilbur
supuso que Padre solo quería evitar que Technoblade desapareciera a dondequiera que fuera,
como anoche.

“¿Lloró?” Tommy exigió, prácticamente vibrando en su silla.

Technoblade, sentado a su lado, cortó otro trozo de carne y lo masticó pesadamente antes de
responder, “Casi”.

“ Malvado ”, suspiró Tommy.

Padre observó a Wilbur con preocupación, examinando sus moretones. “Techno, tal vez la
próxima vez, ¿puedes ir un poco más suave?”

“No”, dijo Wilbur apresuradamente, haciendo una mueca cuando sus extremidades doloridas
protestaron. “ No . Le dije que no se contuviera”.

Padre alzó una ceja. “Lo dudo”.

"No, de verdad necesito esto, Padre", insistió Wilbur. Sus piernas se sentían como plomo y
algunos de sus huesos definitivamente estaban fuera de su lugar, pero para el final de su
sesión de cinco horas, había aprendido dónde golpear para matar y dónde golpear para
incapacitar, así como bloquear ataques y lidiar con ellos, y cómo luchar contra oponentes más
fuertes. "Que, en tu caso, serían todos ellos", había dicho Technoblade mientras corregía el
agarre de Wilbur en su espada.

“Deja que el niño tenga unos cuantos moretones, Phil” dijo Technoblade ahora, bajando una
copa de vino. “Es una buena práctica. Una buena distracción también”.

¿Distracción?

Wilbur miró a su padre, pero estaba demasiado ocupado tratando de obligar a Tommy a
comerse un plato de vegetales. Cuando volvió a mirar, Wilbur se encontró con la mirada de
Technoblade.

El otro chico lo estaba evaluando detenidamente. Wilbur vio esa mirada múltiples veces en
las pasadas cinco horas. Como si Technoblade lo estuviera inspeccionando —menos como un
profesor en una evaluación y más como un cirujano tratando de no hacer una mala incisión
—.

“¿Qué?” Wilbur preguntó finalmente. “¿Tengo algo en mi cara?”

“Sí. Derrota”.

Wilbur resistió las ganas de sacar la lengua, como indudablemente hubiera hecho Tommy.
"Eres un invitado muy grosero".

"Eres un príncipe muy débil".

“No veo qué es lo que mi destreza física—”

“O falta de ella”, añadió Technoblade.

“—tiene que ver con que seas un bastardo tan gruñón”, acabó Wilbur con intensidad.

"¡Wilbur!" dijo Padre, volteando para mirar a su hijo mayor. “¿Maldiciendo? ¿Delante de tu
hermano bebé? Te enseñé mejores modales que eso".

"No soy un bebé ", protestó Tommy. "¿Y qué significa bas—"

“Creo que esa es mi señal para irme”. Technoblade interrumpió abruptamente, levantándose
de su asiento.

"¿A dónde?" preguntó Padre.

"No es de tu incumbencia, en realidad", respondió Technoblade, no con arrogancia o


indiferencia, simplemente declarando un hecho.

El agarre de Padre se intensificó infinitamente en su cuchara. "Creo que sí me incumbe, estás


viviendo en mi castillo".

Technoblade se encogió de hombros. “Intenta detenerme, entonces”.

Se miraron el uno al otro, el rey y su visitante. Ojos rojos sobre azules. Un momento pasó.
Luego otro. Padre no se movió.

"Eso pensé", se burló Technoblade, y luego desapareció en un remolino de pelaje y seda


escarlata.

Wilbur observó a Padre, tratando de evaluar su reacción. Padre jamás se ha visto realmente
viejo, pero en este momento, Wilbur sentía que estaba viendo cómo envejecía miles de años
por segundo.
“¿Quién es él, realmente?” Wilbur preguntó antes de que pudiera perder sus nervios.

Padre parpadeó lentamente, como si estuviera saliendo de un sueño. “Un viejo amigo, ya te
dije”.

“¿Desde cuándo? No puede ser un amigo de hace tanto —sólo es un adolescente—. ¿Cuándo
lo conociste?” Wilbur insistió.

Padre apretaba sus labios continuamente como si estuviera intentando tragar algo rancio.
“¿Por qué importa eso, Wilbur?”

“Porque lo miras a él como me miras a mí y no sé qué pensar de eso”.

La mirada de Padre clavó en el asiento a Wilbur, incluso más que el dolor de su cuerpo.
Incluso Tommy se quedó callado, detectando —en el modo que un hermano menor lo hace
— que su hermano se encuentra en un tipo de problema que requiere absoluto silencio.

“¿Y cómo te miro, Wil?” Padre cuestionó.

Como si te decepcionara. Como si hubiera hecho algo que te lastimara y estás triste de que
no recuerde qué es.

“No tiene importancia”. Wilbur juntó lo que le quedaba de fuerza y se levantó de su asiento.
“Mis otros tutores no violentos están esperándome, si me disculpan, Padre, Tommy”.

Tommy lo miró de nuevo, con los ojos muy abiertos.

Padre sólo suspiró. “Es una larga historia, Wilbur”, dijo con infinita paciencia. Wilbur
hubiera preferido que gritara. “Una que no estás preparado para oír. Y tú tampoco” agregó,
dándole una sonrisa reconfortante a Tommy. “Pero un día yo les—”

“Claro” Wilbur se volteó, empezando a alejarse “ Un día . Cuando quiera que sea eso”.

Esperaba una refutación. O tal vez quería una.

Pero, como siempre, no había nada más que decir.

Estuvieron así por unos cuantos meses más.

Cada mañana, Wilbur se levantaría fuera de su cama y bajaría a los jardines, donde
Technoblade siempre estaría esperando —incluso después de las veces donde amenazaba en
irse— y las veces que realmente parecía que se iba a marchar. Technoblade juzgaría las
posturas de Wilbur, corrigiéndolas para demostrar cómo exactamente podrían usarlas en su
contra.

El tutor nunca estaba realmente complacido, sin embargo, eventualmente lograron abrirse
camino a través de las armas en el pecho y tuvieron que solicitar más con las cuales practicar:
lanzas, cuchillos y hachas. Ellos nunca hablaban más allá de las instrucciones y Wilbur nunca
volvió a quejarse —unas semanas después— cuando casi, casi , desarmó a Technoblade
durante una de sus prácticas con su estoque, antes de que inevitablemente Technoblade lo
derribara de nuevo.

“Casi te vencí” Wilbur sonrió, incluso mientras se levantaba del suelo.

“ Casi no servirá en la batalla, Su Alteza” Technoblade dijo mientras rodaba los ojos. “Y
estaba siendo suave contigo”.

“Lo que sea que te ayude a dormir en la noche”.

Technoblade resopló. ”Yo no duermo”.

Wilbur seguía debatiéndose si realmente estaba bromeando o no.

Eventualmente, los celos de Tommy crecieron más que sus ganas de dormir, empezó a seguir
a Wilbur al pabellón de entrenamiento, bostezando durante todo el camino, con una cobija
alrededor de sus hombros mientras se arrastraba por el césped mojado. Se sentaría en el
suelo, gritando consejos inservibles y riéndose de las derrotas de su hermano.

“Technoblade”, dijo el menor de los príncipes en un momento. “¿Me entrenarías junto con
Wilbur?”.

Technoblade miró a Tommy y su cobija, con una mirada tan seria que Wilbur pensó que
realmente estaba evaluando la destreza de su hermano menor. “Bueno, ustedes tienen un
nivel similar de habilidades—”

“Oye” Wilbur arrojó una pequeña piedra a la cabeza de Technoblade. Rebotó


inofensivamente de su trenzado cabello.

"Quiero ser fuerte como tú", dijo Tommy, inusualmente solemne mientras miraba a los chicos
mayores. "Y como papá". Levantó sus flacos brazos hacia ellos. “Mira estos, Technoblade.
Están llenos de potencial".

Technoblade arqueó una ceja hacia él, una sonrisa divertida apareciendo en sus labios.
“Pequeño príncipe, te faltan años antes de tener que aprender algo. Tu hermano está
entrenando para que tú no tengas que hacerlo. ¿Entiendes?"

Tommy hizo un puchero, pero asintió. Wilbur lo miró fijamente, sintiendo como si acabara de
presenciar la domesticación de una bestia salvaje. Miró a Technoblade, que había caminado a
una esquina del pabellón para estirarse.

"¿Cómo lograste que Tommy no pateara y gritara como lo hace cuando no obtiene lo que
quiere de mí?" Wilbur señaló.

"Yo no pateo y grito", resopló Tommy. ”Solo hago un ruido varonil”.

"Probablemente es porque me respeta a mí y no a ti", respondió secamente Technoblade.

Wilbur se volvió hacia su hermano. "¿Es eso cierto?" demandó, fingiendo dolor.
Tommy se encogió de hombros. "Te respetaría más si no estuvieras leyendo todo el tiempo".

"No estoy leyendo ahora", replicó Wilbur, al mismo tiempo que Technoblade dijo, "Yo
también sé leer, solo para tu información".

Después, desayunaban juntos. A veces, solo eran Wilbur, Technoblade y Tommy, repasando
la sesión de práctica: Technoblade, con sus secas correcciones y Tommy con sus entusiastas,
aunque a menudo inadecuadas, aportaciones. Y a menudo Padre se unía a ellos, y Wilbur
estaría mintiendo si dijera que no se sentía un poco validado cada vez que Technoblade
elogiaba —o lo más cerca que se podía acercar a elogiar— sus mejoras frente a su padre.

Madre había estado levantándose más tarde, tomando el desayuno en su habitación. Ellos la
visitaban ahí, Wilbur y Tommy, aunque normalmente ella estaría muy cansada para siquiera
hablar. Tommy una vez intentó presentarle a Technoblade, sin embargo ella se encontraba
dormida de nuevo para el momento en el que llegaron a la recámara.

“Probablemente es lo mejor” dijo Technoblade. “Me han dicho que no causo una buena
primera impresión con las madres, normalmente porque las conozco cuando acabo de
masacrar a sus hijos”.

“Por favor reserva los chistes mórbidos para después de que Tommy se haya ido a la cama,
Technoblade” comentó Wilbur.

“¿Qué significa masacrar ?” Tommy preguntó.

“Les hice cosquillas”, dijo Technoblade.

“Oh”.

“Hasta la muerte”.

“ Oh ”.

Wilbur le dió un golpe en el hombro, pero él también estaba riendo.

Tres meses pasaron, hasta que Technoblade finalmente cedió a dejar que Wilbur practicara
armas de largo alcance, que resultó no ser su fortaleza después de todo. La sesión había
acabado luego de que Wilbur casi le sacara los ojos a Tommy con una flecha. Tommy estaba
inconsolable.

“Por favor no le digas a Padre”, Wilbur suplicó mientras se hincaba en frente de su lloroso
hermano, limpiando las mejillas de Tommy tan pronto como las lágrimas salían. “Fue un
accidente, Tommy”.

Technoblade estaba carcajeándose, apoyado en uno de los pilares esculpidos del pabellón.
"¡Deberías ver tu cara!" se las arregló para decir entre carcajadas. "Oh, dioses, esto es
demasiado gracioso—"

Wilbur se volteó para mirarlo. “¿Sí sabes que si le dice a Padre, eso significa que tú también
estás en problemas?”
Technoblade resopló, “No le tengo miedo a tu padre”.

Ahí estaba de nuevo. El arrogante menosprecio, como si Padre no fuera nada para él. Wilbur
apretó su mandíbula para evitar que los comentarios mordaces se derramaran.

Tommy seguía llorando, su pequeño rostro enrojecido por el esfuerzo.

"Está bien", dijo Technoblade después de un largo momento. "Esto se está volviendo molesto
ahora. Detente".

Tommy no lo hizo.

"Tommy, detente ", dijo Technoblade más fuerte.

Tommy se detuvo, solo para limpiarse la nariz con su manga, hipar y luego llorar de nuevo.

"¿Qué le sucede? Eso suele funcionar”, gruñó Technoblade, acercándose a ellos con la
cautela de un cazador que se acerca a un animal salvaje.

"Bienvenido al mundo del hermano mayor", respondió Wilbur con amargura, todavía secando
gentilmente la cara de Tommy. "Esperamos que disfrute su estancia, pero lo más probable es
que sufra".

Technoblade se arrodilló junto a Wilbur.

“Tommy,” Technoblade exigió “Es muy irritante, eso que estás haciendo. Por favor cálmate”.

Tommy respondió llorando más fuerte.

“Oh, por el amor de— ¿Qué se necesita para que te calles? En este punto haré lo que sea”.

El llanto cesó de inmediato.

"Oh, dioses". Wilbur puso su cara en sus manos. "No se supone que digas eso, Techno. ¡Se
supone que nunca debes decir eso!"

“¿Qué? ¿Qué?” Technoblade exigió, pánico filtrándose en su voz por primera vez desde que
Wilbur lo conoció. “¿Qué hice? ¿ Qué demonios hice ?”

Tommy sollozó. "¿Dijiste que harías... lo que sea?"

Comprensión se plasmó en la cara de Technoblade “Bueno, no todo, per se…”

Los ojos de Tommy comenzaron a llenarse de lágrimas otra vez.

“Okay, okay, okay”. Technoblade restregó sus manos en su cara por la frustración. “ Está
bien . Una cosa y te callarás para siempre”.

"Quiero trenzar tu cabello", dijo Tommy de inmediato.

Technoblade parpadeó. “¿Qué?”


"¿ Qué ?" Repitió Wilbur. “Tú una vez hiciste que te dejara montarme como un pony a través
del castillo, ¿y le pides a él que te deje trenzar su cabello ?”

Tommy asintió con la solemnidad de un juez anunciando la sentencia de muerte de alguien.


Technoblade y Wilbur intercambiaron miradas— Technoblade, una de desconcierto y Wilbur,
una de máxima traición.

Así fue como se encontraron desperdiciando la mañana, sentados juntos en la hierba húmeda.
Wilbur se apoyó en sus manos y alzó su cara al sol, dejando que la luz se asentara en su piel.
Podía escuchar a Tommy corriendo alrededor, recolectando flores, mientras la brisa de
primavera soplaba por el jardín.

Por un momento, todo lo que Wilbur podía sentir era un repentino, extraordinario afecto, no
por nada en particular. Por todo . Por la brillante rueda giratoria en el cielo que convertía todo
en un dorado bruñido. Por la suave tierra debajo de sus manos. Por el aire en sus pulmones y
el polén en su lengua. Por los sonidos distantes de las pisadas de su hermano. Por el chico
sentado a su lado, que contra todo pronóstico, Wilbur descubrió que le agradaba más allá de
una mera tolerancia. Por la ligereza que empezó a desvanecer los pensamientos más
agotadores.

Abrió un ojo y encontró a Technoblade mirándolo de nuevo, con esa mirada demasiado seria.

"¿Qué?" preguntó Wilbur. “¿No puede un hombre estar feliz de que no esté siendo arrastrado
por una mañana?”

Technoblade se burló. “No desacredites mis habilidades de enseñanza así. Has sido arrastrado
cada vez menos estos días”.

“¿Se supone que eso fue un cumplido?”

“Ninguno de mis cumplidos jamás serán intencionales. Serán pasivo-agresivos, a lo mucho.


Abiertamente hostiles, en lo peor”.

“Oh, por supuesto, tenemos que arrancar una afirmación positiva de tus frías manos muertas,
¿es eso?”

“La única manera que lo obtendrás” Technoblade confirmó.

Se quedaron en silencio mientras otra brisa soplaba junto a ellos, ondeando el cabello suelto
de Technoblade a través de su cara.

Luego, antes de que Wilbur pudiera pensar dos veces sobre ello, dijo, “¿A qué te referías,
antes, cuando le dijiste a Padre que nuestras sesiones de entrenamiento eran una distracción?
¿Una distracción de qué?”

La expresión de Technoblade se oscureció por una fracción de segundo antes de que se


transformara en una cuidadosa neutralidad. Se encogió de hombros con indiferencia. "Bueno,
un chico en crecimiento como tú, se supone que debe tener pasatiempos más allá de... lo que
sea que estuvieras haciendo antes".
“Yo leía ”, dijo Wilbur. “Y tocaba música. Eso era una distracción suficiente, yo creo”.

“No de acuerdo a Philza”.

"¿Por qué hablas así, por cierto?" Wilbur se volteó para mirar a Technoblade directamente a
los ojos. "Llamas al rey Philza, lo cual puedo entender porque eres... bueno, tú . Pero Padre
también te llama viejo amigo, y yo le pregunté a Madre —porque Padre le cuenta todo a
Madre— pero ella nunca había oído de ti antes. Y conoces todas estas cosas sobre armas y
guerra. Demasiado".

“Eres de un reino que ha disfrutado de la paz por décadas, pequeño príncipe”, Technoblade
dijo, con un mundo de agotamiento en su voz. “Más allá de esos muros, es diferente. Conocer
la guerra joven no es del todo extraño. Los niños simplemente crecen más rápido ahí afuera.
Tienen que”.

Wilbur tomó un puñado de césped y lo arrojó a la cara de Technoblade. Technoblade, sin


inmutarse, simplemente sopló el césped fuera de su cara.

“Muy maduro, Su Alteza”, dijo Technoblade secamente.

"Te estabas poniendo triste otra vez", murmuró Wilbur, jalando sus rodillas hasta su barbilla.
Levantó la vista justo cuando Tommy se acercaba dando tumbos hacia ellos, con sus brazos
como una explosión de colores: astromelias amarillas, margaritas blancas, malvas púrpuras y
fresias del color del cabello de Technoblade.

“Oh, dioses”, se quejó Technoblade mientras Tommy dejaba orgullosamente su colección en


frente de ellos.

Tommy sonrió mientras se arrodillaba detrás de Technoblade. “Papá solía trenzar el cabello
de Mamá todo el tiempo, antes de que se sintiera cansada. Él me enseñó cómo”.

Technoblade se volteó hacia Wilbur. “¿Debería estar preocupado?”

"Mucho", dijo Wilbur sabiamente. "Al menos no tiene tijeras esta vez", agregó, recordando a
un mayordomo particularmente indignado que se había ofrecido tontamente a ser el muñeco
de entrenamiento de Tommy el año pasado y terminó con menos cabello de lo que había
esperado.

Tommy apartó la cabeza de Technoblade de Wilbur. “¡Quédate quieto!”, ordenó, empezando


a tomar puñados del cabello de Technoblade, colocándolos en su lugar.

“¡Ow!” dijo Technoblade después de un tirón particularmente fuerte.

“¡Lo siento!”, dijo Tommy alegremente, y empezó a trenzar en serio.

Wilbur se sentó y los miró en silencio, su feroz tutor y su incluso más feroz hermano menor.
La luz del sol parecía quedar atrapada en los enredos del cabello de Tommy, haciéndolo
brillar como un halo dorado. Wilbur nunca había visto a alguien tan concentrado como
Tommy lo estaba en ese momento, trabajando con el cabello de Technoblade, pausando solo
para pensar sobre qué flores debería colocar después. Y Technoblade, por su parte, no se
movía para nada, ni dejaba salir siquiera una palabra de queja, incluso cuando Tommy se
tomaba el tiempo para educarlos sobre el significado exacto de cada flor.

Podría escribir una canción sobre esto , reflexionó Wilbur, y luego se maravilló ante la idea.
Era como si un bloque que había estado cargando durante años se levantara, y su arte ahora
estuviera a centímetros de sus manos, si tan solo hubiera traído su guitarra hoy.

Mañana, se prometió a sí mismo. Escribiré nuestra canción mañana.

“Listo”, dijo Tommy al fin, amarrando el final de la trenza con el listón rojo que el mismo
Technoblade usaba seguido.

Wilbur parpadeó con sorpresa. “Tommy, eso es… en realidad bueno. Bastante bueno”.

Technoblade se inclinó hacia atrás y pasó sus manos delicadamente sobre la elegante trenza y
las flores insertadas en ella. Asintió apreciativamente, luego se detuvo antes de que pudiera
sonreír por completo. Porque seguía siendo Technoblade, después de todo.

“Decente”, fue su único comentario.

“¡No he acabado aún!” dijo Tommy, y mostró una flor más —una sola rosa amarilla—. “Esta
es mi favorita”, añadió mientras metía gentilmente la flor detrás de la oreja de Technoblade,
la que tenía el pendiente de esmeralda que a Wilbur le había parecido tan familiar, “porque
significa amistad”.

Technoblade se tensó. Su boca se abrió y se cerró, como si estuviera tratando de respirar pero
había olvidado cómo, antes de que finalmente dijera, “¿Entonces somos amigos?”

Tommy se levantó y sacudió el césped de su pantalón. “Bueno, obviamente”.

“¿Obviamente?”

“¡Oh, miren!” La repentina emoción en el tono de Tommy captó la atención de Techno y


Wilbur. Empezó a saludar a alguien en la distancia, su sonrisa brillante como la vida misma.
“¡Es papá y mamá!”.

¿Madre? Wilbur se puso en pie rápidamente, su corazón martillando en su pecho como una
polilla en llamas. Efectivamente, ahí estaba Madre, afuera en el sol una vez más, por primera
vez desde hace un año. Wilbur inhaló temblorosamente, no atreviéndose a respirar de nuevo,
como si la imagen frente a él fuera a desvanecerse como humo: Madre, sonriéndoles,
mientras caminaba con los brazos entrelazados con Padre a través del jardín.

Tommy corrió lo más rápido que sus pequeñas piernas le permitieron, aterrizando en los
brazos extendidos de su madre. Wilbur no pudo ignorar la breve mueca de dolor que atravesó
en la cara de su madre mientras tomaba a Tommy en un abrazo, pero eso no le impidió
sentirse aliviado de volverla a ver caminando.

“¿Bueno?” Technoblade dijo detrás de él. “Adelante, ve”.


Wilbur se giró hacia su tutor y, antes de que Technoblade pudiera protestar, lo tomó de la
muñeca y lo arrastró hasta donde Madre y Padre estaban esperando.

La sonrisa de Padre era gentil y acogedora, Wilbur casi podría perdonar la tristeza que
permanecía en sus ojos, como un fantasma que ronda en las proximidades de una
celebración.

“Tú debes ser Technoblade” Madre dijo alegremente, cargando a Tommy en sus brazos
mientras se dirigía al tutor. “Me disculpo por demorar demasiado en conocernos, aunque Phil
me ha estado contando todo lo que has hecho por nuestro Wilby”.

Wilbur esperaba las usuales respuestas frías de Technoblade y estaba bastante sorprendido
cuando inclinó su cabeza en lo que podría pasar como una deferencia para un ojo no
entrenado.

“Es un placer conocerla, Su Majestad. Sus hijos me han hablado mucho acerca de usted”.

Madre le dio una mueca conspirativa a Technoblade cuando preguntó, “Y confío en que todo
ha sido a mi favor, ¿verdad? ¿Nada acerca de lo filosa que puede ser mi lengua cuando estoy
de mal humor?”

“Oh, le aseguro, ellos no la han descrito como menos que perfecta”. Technoblade miró a
Philza. “Aunque, Philza pudo haber dicho una o dos cosas sobre su estrictos estándares para
el té”.

Padre se rio. Se acercó más a Madre y a Tommy, manteniendo un brazo alrededor de la


cintura de Madre. Como para estabilizarla. Como para mantenerla unida, solo un poco más.
“Te lo dije en confianza, Techno”.

“Technoblade”, repitió Madre. “Ese es un nombre bastante extraño”.

“¡Yo dije lo mismo!” añadió Tommy alegremente, siempre ansioso por ser parte de la
conversación de los adultos.

Technoblade solo se encogió de hombros, una vez más demostrando un nivel de cortesía que
Wilbur nunca hubiera esperado del mismo hombre que regularmente se oponía a las órdenes
del rey. “Me sentiría demasiado como un traidor si lo abandonara ahora, después de todos
estos años con él. Es mi único compañero constante, más leal que la mayoría”.

“La lealtad es un regalo muy preciado”, suspiró Madre suavemente. Pasó a Tommy a un
brazo y extendió el otro, hasta tocar la mejilla de Technoblade. “En verdad espero, mi niño”,
ella continuó, su voz tan tranquila como un lago quieto, “que encuentres a las personas en las
que puedas confiar más que en tu propio nombre. Te mereces eso y más, por todo lo que has
hecho por mi familia”.

Technoblade parpadeó lentamente, por primera vez quedándose sin habla.

Tommy soltó una risita. “Techno se está sonrojando”.

“No lo estoy”, soltó Technoblade con fuerza.


“Sí, lo estás”, se burló Tommy, recargándose en los brazos de Madre, seguro de que ella
nunca lo soltaría. “Estás tan —”

“Tommy, no tortures al pobre niño”, dijo Madre, aún cuando ella misma se estaba riendo.

“¿Wil?” Padre extendió su mano y sacudió el cabello de Wilbur juguetonamente. “Te ves
como si estuvieras a cien millas de distancia”.

Wilbur suspiró lentamente. “Solo estoy… recordando”.

“¿Recordando qué?”

Esto . La suave sonrisa de Madre. La alegre risa de Tommy. Las protestas superficiales de
Technoblade. La mano de Padre sobre su cabeza. Todo .

“Nada”, dijo Wilbur. “Olvida que dije algo”. Le sonrió a su padre, por primera vez sin
reserva. Nunca se había sentido tan ligero. Casi era un hijo otra vez. “¿Te gustaría vernos a
Techno y a mí practicar?”

La expresión de Padre se suavizó. “Por supuesto. Me encantaría”.

Fue el último día bueno.

El golpe en la puerta llegó a medianoche. Sacó a Wilbur de la comodidad de un dormir sin


sueños.

“¡Wilbur!” la voz de Technoblade. Urgente. Casi enojada. “ ¡Wilbur! ¡Abre la puerta! ”

Wilbur arrojó sus sábanas y se lanzó a abrir la puerta. Technoblade se encontraba parado
fuera de su habitación, sus ojos rojos resplandeciendo en la oscuridad.

Dijo las tres palabras que atormentarían a Wilbur hasta el día en que muriera.

“Es tu madre”.

Corrieron a través del castillo, Wilbur, por primera vez, más rápido que su maestro. Llegaron
al largo pasillo que llevaba a la recámara de sus padres, que ya estaba llena de sirvientes.

“¡Muévanse!” demandó Technoblade, su voz resonando sobre el bullicio. “ Muévanse, o los


obligaré ”.

Los sirvientes se hicieron a un lado, dejando libre un camino para Wilbur y Technoblade.
Wilbur no podía registrar ninguna de sus caras, o de sus voces.

Todo lo que había era silencio, hasta que ocurrió el peor sonido que Wilbur jamás había
escuchado. Un grito angustiado que enfrió la sangre de Wilbur. Tommy. Tommy está aquí.

Se adentró en la habitación, encontrando a su hermano hecho un ovillo al pie de la cama. La


cama donde su madre reposaba. Dormida. No. No dormida.
No dormida. No dormida. No dormida —

Wilbur no podía respirar. Tommy seguía llorando, llorando por su mamá. Por su padre.

Padre . Los ojos de Wilbur escanearon la habitación, pero no había rastros del rey. Ningún
rastro del hombre que acababa de perder a su esposa.

“Tommy” Technoblade pasó por delante de Wilbur adentrándose en la recámara. Wilbur


podía verlo, podía verlo todo, pero se sentía como si estuviera observando la vida de alguien
más pasar desde las profundidades del océano. Todo pasó tan lento, tan distante. Technoblade
arrodillándose junto a su hermano, arrancándolo del frío suelo. Tommy envolviendo sus
brazos sobre el cuello de Technoblade, enterrando su cabeza en su hombro y gritando.

Gritando. Tan fuerte. Tan fuerte. Demasiado fuerte.

Technoblade, girándose hacia Wilbur, entregándole algo, presionándolo en sus fríos dedos.

Wilbur miró sus manos. Era una carta. Arrugada. Manchada con sus propias lágrimas,
dándose cuenta tardíamente.

Techno , decía. Dile a los chicos que lo siento. Y dile a Wilbur que él será un mejor rey del
que yo fui.

El mundo se derrumbó bajo los pies de Wilbur, dejándolo suspendido en el aire. En caída
libre, sin un verdadero final.

“No”, pensó, o tal vez dijo, o tal vez gritó, “no, no, no, esto no es como se supone que
debería ser—”

Oh , dijeron las voces, pero esto ya ha pasado antes .

Wilbur parpadeó. Y parpadeó de nuevo.

“Padre… ¿se ha ido?” dijo, sin apartar sus ojos de la carta. “¿Se fue?”

“Wilbur” la voz de Technoblade, sobreponiéndose/alzándose sobre los sollozos agonizantes


de Tommy. ¿Eso era preocupación en la voz del otro chico? “Encontré la carta deslizándose
bajo mi puerta y para el momento en el que llegué aquí, ya era demasiado tarde. Tu madre,
ella estaba…”

“¿También se había ido?” La carta empezó a temblar violentamente. O, no la carta sino la


mano de Wilbur. “Pero ella estaba… ella estaba justo aquí. Esta mañana, ella nos vio
entrenar. Ella estaba sonriendo. Ella estaba… estaba viva . Technoblade— Techno —”

Esto era inevitable.

Wilbur apretó sus manos sobre sus orejas. “¡Cállate!”

Estaba destinado a ser así. *It was meant to be*.


“¡Vete!” Wilbur cayó sobre sus rodillas, presionando sus manos cada vez más y más fuerte
para bloquear el sonido. “Creí que me había librado de tí. ¡Tú dijiste que me dejarías en
paz!”

Un dolor repentino se envolvió en el brazo de Wilbur, y abrió los ojos para encontrarse a
Technoblade arrodillado enfrente de él, sus manos en un agarre de hierro sobre la muñeca de
Wilbur. Tommy se había ido — ¿Cuándo pasó eso? — y el silencio que dejó atrás era casi
tan desgarrador como su grito.

“Vuelve a mí, Wilbur” Technoblade ordenó, “¿A quién oyes?”

“A tí,” dijo Wilbur con dificultad.

Él no era para este acto. No para este escenario.

“Y a las voces”.

Technoblade asintió, suavizando su agarre sobre la muñeca de Wilbur. “Puedo ayudarte”.

Nadie puede.

Wilbur apretó sus ojos cerrados, pero todo lo que podía ver era la silueta quieta de su madre.
La carta de Padre.

“Wilbur, mírame”.

Wilbur sacudió su cabeza. “No puedo”.

“Entonces escúchame. Puedo ayudarte”, Technoblade repitió firmemente, “porque también


oigo voces”.

Los pulmones de Wilbur empezaron a doler por la rapidez de sus respiraciones. “¿Las oyes?”
Sonó como un niño, buscando consuelo en una figura distante. Pero había tanto dolor como
para dejarle espacio a la vergüenza.

“Sí”, Technoblade dijo. “Así que respira conmigo hasta que se vayan y después podemos
descubrir el siguiente paso juntos”.

Eso fue todo lo que hicieron. Respiraron. Inhalando, exhalando e inhalando de nuevo. La
mano de Technoblade en su muñeca y el olor dulce y enfermizo de las flores pudriéndose lo
mantenía arraigado al suelo. Al universo.

Inhalando, exhalando e inhalando de nuevo.

Y entre una respiración y la otra, Wilbur finalmente recordó dónde había escuchado el
nombre de Technoblade antes.

“Padre— él…” Wilbur se tragó un sollozo. “Él una vez me contó una historia, cuando era
joven. La primera vez que las voces… me hablaron. Me contó una historia acerca de un dios
inmortal, que fue condenado a oír voces en su cabeza para siempre. Un dios de la sangre.
Technoblade . ¿Eres un dios?”

“No te preocupes de eso ahora”. Su voz era distante, pero amable. “Eso no importa”.

“Pero no recuerdo como termina la historia”. El agotamiento era una manta pesada,
presionándolo hasta que se recargó en el hombro de Technoblade. Su garganta se sentía
adolorida, como si hubiera tragado vidrio roto.

Esta historia no tiene final , dijeron las voces, pero también sonaron distantes.

“Cuéntame cómo termina la historia” Wilbur imploró, incluso mientras sentía lo último de su
conciencia lentamente fracturándose hacia la nada. “Dime que seguirás aquí cuando cierre el
libro”.

“Wilbur, yo—” Technoblade murmuró algo tan bajo como para oírlo y luego dijo, “Está bien.
Estaré aquí”.

Wilbur quería decir más, o quizás no.

Afuera, en algún lugar lejano, campanas empezaron a sonar, tocando la balada de la muerte
de su madre. Anunciando su ascenso.

Dile a los chicos que lo siento. La voz de su padre esta vez, tan callada como el resto.

Entre una respiración y la otra, Wilbur era rey. Entre una respiración y la otra, se quedó
dormido.

Chapter End Notes

Entre una respiración y la otra, al fin subimos el fanfic. (Jaja).


Capítulo 3: Cuando el frío viento llega desde el norte (qué voy a
hacer)
Chapter Summary

//

“No”, Tommy comenzó, repensando sus palabras incluso mientras las iba diciendo, “no
tiene nada que ver con ser rey. Creo que quiero decir que era diferente antes… antes de
que él empezara a elegir ser rey por encima de ser mi hermano mayor”.

“Oh, Tommy”. La tristeza en la voz de Techno hizo que los ojos de Tommy se abrieran
de golpe. “¿Crees que tiene opción?”

//

O hipocresía, felicidad y la pesadez de ciertos secretos.

Chapter Notes

Las advertencias de contenido son las siguientes:


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-
Ataques de pánico.

See the end of the chapter for more notes

Tommy sabía una o dos cosas sobre los secretos.

Cuando tenía cinco años fue la primera vez que escuchó la palabra, susurrada de padre a hijo.

“Mantengamos esto en secreto, ¿está bien Wil?” Papá dijo en la tranquilidad gentil de
medianoche, ajenos a la presencia de Tommy que se encontraba afuera de la puerta de la
biblioteca, pendiente a cada palabra. Incluso en ese momento, Tommy debió haber sabido
que Wilbur era especial, si Papá estaba hablando con él de esa forma: no como si fuera un
niño fastidioso, sino como si fueran iguales, soportando las mismas cargas y cicatrices de
guerra.
“¿Pero qué pasa si nunca se van?” Wilbur susurró como respuesta. Tommy jamás había
escuchado a su hermano mayor tan atemorizado.

Tommy se retiró antes de que pudiera escuchar el resto de la conversación que obviamente él
no debía escuchar. Mirando hacia atrás, quizás una parte de él quería preservar su imagen de
oro de su hermano mayor —como un fósil cristalizado en ámbar. Porque los hermanos
mayores nunca se asustan. Los hermanos mayores jamás palidecen. Los hermanos mayores
jamás se acobardan. Los hermanos mayores son inmortales. Se aferraría a esa creencia hasta
que fuera demasiado tarde.

Tenía seis años cuando adquirió un secreto para guardar él mismo, y realmente entendió su
peso.

Un año después, su hermano fue coronado.

Tommy estaba parado orgullosamente en la multitud mientras Wilbur se arrodillaba en frente


de un hombre con vestiduras blancas. La luz del sol de las ventanas caía sobre las gemas de la
corona sostenida sobre la cabeza de Wilbur —una corona que alguna vez fue de su padre,
pero ya no más. Wilbur recitó juramentos de protección y generosidad, bondad y rectitud,
verdadera justicia y lealtad inquebrantable al reino, y el hombre de la túnica blanca lo
proclamó Rey Wilbur, Protector del Pueblo, Gobernante del Reino. Que reine por mucho
tiempo . Tommy era quien había aclamado más fuerte, suficiente para sacudir las vigas de
arriba, y cuando Wilbur sonrió, sabía que había sido solo para él.

Dos años después, en la cúspide de su décimo cumpleaños, Tommy le preguntó a


Technoblade la misma pregunta que le había estado haciendo desde que se conocieron. ¿Me
entrenarías? Esta vez, Technoblade dijo sí.

El tiempo se desplegó como un pergamino desatado, rodando y perdiéndose en la distancia


sin que Tommy lo notara. Crecieron juntos, él y su hermano rey. Más altos y anchos, más
fuertes e inteligentes —más Wilbur para lo último, si Tommy era honesto—. Los deberes de
Wilbur lo separaban de Tommy la mayoría del tiempo, pero eso estaba bien, porque Tommy
tenía a Techno. Entrenaban y hablaban hasta que Techno era inevitablemente llamado de
vuelta al lado del rey, pero para entonces Tommy estaba calmado. Los días en los que estaba
solo eran los peores, pero principalmente indistinguibles en su silencio monótono.

Un día de esos, se encontró a sí mismo vagando sin rumbo a través del castillo. A medio
camino de un pasillo vagamente familiar, escuchó algo que había sido extrañado demasiado
desde la muerte de su madre. Música.

Siguió el sonido hasta una puerta ligeramente entrecerrada. Tommy contuvo su aliento
mientras observaba a través de la abertura y después perdió el aire por completo cuando
descubrió la fuente de la melancólica melodía: Wilbur, cansancio grabado en la curvatura de
sus hombros y en la piel bajo sus ojos, rasgueando su guitarra, maldiciendo cuando fallaba
una o dos notas, pero aún así continuando, aún así tocando, aún así siguiendo adelante. Y con
él estaba Technoblade con un violín de dulce sonido, sus cicatrizadas manos moviéndose
gentilmente sobre las cuerdas, su brazo sobre el arco moviéndose con fluidez a través del
aire. Ambos tenían sus ojos cerrados, completamente inmersos en su propia música y Tommy
sabía —en el fondo de su interior— que este era un mundo al que nunca podría pertenecer.
Por eso cerró la puerta y se retiró a su silencio.

A la edad de quince años, Tommy era lo más viejo que jamás había sido, pero nunca se había
sentido más joven.

Las cámaras oficiales de Wilbur no estaban destinadas para aquellos fuera de su consejo, pero
Tommy nunca ha sido bueno siguiendo las reglas. El guardia afuera de las puertas dobles con
tallados (realmente pretencioso, en la correcta opinión de Tommy) simplemente suspiró al ver
la figura de Tommy acercándose por el pasillo, moviéndose hacia un lado para dejarlo pasar.

“Su Majestad tiene mucho papeleo por hacer”, el guardia dijo, tratando —y fallando— de
sonar firme.

“Si es así, Su Majestad ciertamente recibirá mi estimada compañía”, Tommy respondió,


dándole al guardia una pequeña sonrisa y un saludo mientras se adentraba a las oficinas del
rey.

Pasada la puerta había una larga, escasamente decorada habitación. Solía haber pinturas en
las paredes de reyes pasados —sus antepasados con cabello dorado y brillantes ojos azules—
pero la primera cosa que Wilbur había hecho como rey fue quitarlas. Tommy recordó que se
había sentado en el suelo de las oficinas, observando mientras Wilbur se subía a una escalera,
arremangaba sus mangas hasta sus codos y empezaba a arrancar las pinturas de sus ganchos.
Hubo tanta violencia en sus movimientos, como si esa tarea fuera la perdición de su
existencia. Una vez hecho, Wilbur se quedó parado en el centro de su devastación,
contemplando las paredes desnudas, y asintió una vez para sí mismo, satisfecho. Tommy aún
no sabía si Wilbur siquiera se había dado cuenta que estaba ahí también.

Las únicas pinturas que había ahora en las paredes eran los paisajes que Mamá solía hacer. El
favorito de Tommy era el de una cordillera cubierta en neblina azul, porque podía ver en la
esquina donde Mamá le había dado el pincel por unos cuantos segundos —tres pinceladas
errantes en una pintura por lo demás perfecta que estaban como un recordatorio de que,
alguna vez, Tommy había existido en el mismo universo que su madre.

Estanterías recargadas sobre una pared, las otras dos paredes con unas ventanas de piso a
techo con vista a los jardines. Al centro de todas las cosas había un escritorio y en él un rey.

Wilbur se encontraba sentado garabateando sobre un pergamino. Su corona recargada a un


lado del tintero y una taza de té helado.

“¿Qué estás haciendo?” preguntó Tommy, cerrando la puerta detrás de él.

Wilbur no contestó. No dio señal de siquiera haberlo escuchado.


Tommy rodó los ojos y sacó dos manzanas de sus bolsillos. Se dirigió al escritorio, hizo a un
lado una pila de pesados y aparentemente importantes libros y se subió para quedar en una
posición de sentado, sus piernas colgando del borde.

“Has estado aquí todo el día, sabes,” Tommy dijo despreocupadamente, equilibrando una de
las manzanas en la punta de su dedo. “Te perdiste el desayuno y la comida”.

Wilbur solo gruñó como respuesta.

“El Reino se está incendiando,” Tommy continuó. “Disturbios en las calles. Los guardias
están dando un golpe de Estado. Techno los está liderando”.

“Claro, Tommy”, Wilbur dijo evasivamente, estirándose para mojar su pluma en el tintero.

Tommy movió casualmente el tintero fuera de su alcance. Wilbur levantó la mirada,


finalmente reconociendo su presencia, aunque con molestia.

“¿Qué quieres, Tommy?” preguntó Wilbur, irritado.

Tommy tomó una de las manzanas y la plantó justo frente a su hermano. “Morir de hambre es
una forma bastante mierda de morir”, Tommy dijo. “Encuentra una forma menos estúpida de
morir”.

Wilbur observó la fruta como si nunca hubiera visto una antes. “No tengo hambre,” dijo,
exactamente en el momento en el que su estómago empezó a gruñir.

Tommy resopló. “Que vergonzoso para ti”.

“Cállate”. Pero Wilbur se encontraba dejando su pluma y alcanzando la manzana. Tommy


mordió la suya para esconder su sonrisa de autosatisfacción.

Tommy se inclinó para echar un vistazo a lo que Wilbur estaba escribiendo. La familiar letra
cursiva de su hermano ya había cubierto la mayoría de la página con palabras como
intenciones y fortificaciones y conscripción .

“¿Conscripción?” repitió Tommy con una boca llena de manzana. “¿Qué significa eso?”

“Traga antes de hablar”, dijo Wilbur suavemente.

“Traga antes de hablar ”, se burló Tommy. “Suenas como nuestra antigua institutriz. Tan
gruñona- ¡agh! ”

Había inhalado muy rápido; un pedazo de manzana sin masticar se deslizó repentinamente
por su garganta y se quedó ahí. Tommy jadeó por aire, intentando alcanzar algo para beber.
Wilbur colocó apresuradamente su taza de té en la mano de Tommy y lo bebió con
entusiasmo hasta que sus vías respiratorias estaban despejadas de nuevo. Cuando miró a su
hermano a través de sus ojos con lágrimas, Wilbur estaba desesperadamente frunciendo sus
labios en una valiente pelea para aguantar su risa.

“Eres un… idiota”, jadeó Tommy. “Y tu té es basura”.


Wilbur se pasó un pulgar a través de su boca para borrar su sonrisa. “Techno hizo ese té”.

“Oh”. Tommy miró la diminuta taza de té con curiosidad; no podía imaginar a su rudo tutor
preparando pacientemente té por nadie, ni siquiera Wilbur. “Está bien entonces”.

“Dioses, Tommy”. Wilbur apoyó su codo en su escritorio y descansó su mejilla en la palma


de su mano. La mirada que le dio a Tommy fue una de sumo afecto, a pesar del evidente
agotamiento grabado en cada centímetro de su rostro. “¿Alguna vez saldrás de tu adoración
heroica hacia él?”

Tommy dio otra, considerablemente más pequeña mordida a su manzana. Masticó la dulce
pulpa, pensando todo el tiempo en su maestro de cabello rosado que les había enseñado a él y
a Wilbur todo lo que sabían de supervivencia, y no solo a través de la lucha.

Techno pudo haberse ido. Debió haberse ido, luego de esas noches largas donde Tommy se
despertaba llorando, los malos temperamentos de Wilbur, días donde ambos se sentían tan
desgastados que destrozarse entre ellos se sentía como la única forma de arreglarlo, de una
frustración y un enojo que no tenían otra forma de salir mas que gritando. Pero él se quedó.
Se quedó para ver a Wilbur ser coronado, se quedó para ser su más confiable consejero, se
quedó y lo mantuvo unido cuando todo el mundo esperaba que el niño rey se cayera a
pedazos bajo la presión. Se quedó y marcó la altura de Tommy en una de las estatuas del
pabellón de entrenamiento, a pesar de su insistencia de que Tommy no había crecido ni un
centímetro. Se quedó incluso después de que Wilbur lo forzara a asistir a bailes y galas, y
soportó cada una de las burlas de Tommy acerca de los trajes pomposos que era obligado a
usar.

¿Cómo diablos podría Tommy dejar de adorar a alguien así?

Tommy tragó y se encogió de hombros. “Tal vez si fueras genial, te adoraría como un héroe
también”.

Wilbur se burló. “Soy genial”.

“Wilbur, si tienes que decir ‘soy genial’ para probar que eres genial, no eres genial”.

“¿Te acuerdas”, dijo Wilbur de repente, enderezándose en su asiento y mirando fijamente la


fruta color rojo sangre en su mano, “cuando solíamos recoger estas con Madre?”

Y Papá , casi añadió Tommy, antes de detenerse. “Bajábamos a los huertos con grandes
cestas de mimbre”, recordó Tommy. “Solías cargarme en tus hombros para que pudiera
alcanzar las que estaban en las ramas más altas”.

Una sonrisa nostálgica se formó en los labios de Wilbur. “Probablemente no te podría cargar
ahora”.

“No estoy tan pesado—”

Wilbur sacudió su cabeza. “No es una cuestión de si podría, es una cuestión de si me


dejarías”.
Tommy abrió su boca para replicar, luego rápidamente la cerró cuando se dio cuenta que era
verdad. Él probablemente no apreciaría estar en los hombros de Wilbur, ni siquiera lo
necesitaría. Había tenido un estirón en algún momento del año pasado, enojando bastante a
Techno cuando estuvo claro que Tommy sería más alto que él si continuaba a ese ritmo. Eso
significaba que pronto sería más alto que Wilbur también.

“Podríamos simplemente intentar disparar a las manzanas con flechas”, ofreció Tommy
gentilmente.

“Intentaré no apuntar a tu ojo esta vez”, respondió Wilbur con una risa.

“No recuerdo mucho sobre ella”, admitió Tommy mientras rodaba su manzana entre sus
manos, como si eso de alguna forma pudiera hacer su risa distante más clara en su cabeza.
“Pero recuerdo cuánto le gustaban esos días de recoger manzanas. Estábamos ahí hasta
medianoche, si se salía con la suya. Solía recolectar las flores de los manzanos y nos las
arrojaba solo para hacernos reír cuando nos quejábamos de aburrimiento”.

“No”, dijo Wilbur en voz baja. “Ese era Padre”.

Tommy quería patearse a sí mismo. “Oh. Bueno. Lo siento, supongo, te dije que realmente no
recuerdo—”

“Está bien, Tommy, no hay necesidad de que te disculpes”. Wilbur lanzó su manzana alto en
el aire y la atrapó con gracia con una mano. “Te abandonó a ti también”.

Terminaron el resto de sus manzanas en silencio, ninguno de ellos dijo otra palabra sobre los
fantasmas que han estado colgando sobre ellos por casi una década. Le parecía a Tommy que
las personas eran perseguidas por dos tipos de fantasmas: los de aquellos que murieron y los
de aquellos que se fueron. Era solo su suerte que tuviera ambos.

Cuando ambos acabaron, Wilbur silenciosamente envolvió los corazones de manzana en una
hoja extra de pergamino y la colocó en el borde de su mesa para desecharla más tarde.
Mientras lo hacía, la atención de Tommy volvió a la carta en la que Wilbur había estado
trabajando cuando entró.

“No respondiste mi pregunta”, dijo Tommy, pateando distraídamente el escritorio de Wilbur


con sus suelas. “¿Qué significa conscripción?”

Wilbur suspiró mientras tomaba su pluma de nuevo. “No necesitas saber, Tommy”.

Tommy se molestó por la respuesta desinteresada. “Soy un príncipe de este reino, Wilbur.
Merezco saber”.

Wilbur arqueó una ceja hacia él. “Oh, ¿de pronto estás interesado en los asuntos del reino?”

“Siempre he estado interesado”.

“¿Cuál es nuestro producto de exportación con mayores ingresos, entonces?”

“Uh”. Tommy escaneó la mesa. “Manzanas. ¿Té? Pergamino”.


Wilbur giró sus ojos. “Eres un niño ridículo”. Empezó a escribir en la carta de nuevo.

“No soy un niño”, murmuró Tommy.

“Sí lo eres. Mírate. Se supone que eres un príncipe, y aún así pasas tus días jugando a las
luchas con Techno, o molestando a los guardias, o molestándome. ¿Qué parte de tu
comportamiento no es infantil?”

La pluma de Wilbur se detuvo a mitad de un enunciado mientras sus palabras se asentaban


sobre ellos. Tommy sintió sus mejillas calentarse y rápidamente se puso de pie antes de que
Wilbur pudiera ver. Sus entrañas se revolvieron ante el insulto, y el persistente sabor a
manzana en su lengua se volvió rancio y amargo.

“Tommy—” llamó Wilbur, pero Tommy ya se estaba encaminando hacia la puerta. “Tommy,
espera”.

“No eres mi maldito jefe”, escupió Tommy sin voltearse, entrelazando sus palabras con una
ira venenosa.

“Sí lo soy , de hecho, pero eso es aparte”. Tommy escuchó el asiento de Wilbur arrastrarse
contra el suelo, pero no pisadas corriendo tras de él. “¡Tommy! Dioses. Estás probando mi
punto si sales por esa puerta”.

“No me importa. Jódete, Wilbur, ¡jódete!” Tommy abrió las puertas de golpe, asustando al
guardia afuera. Cruzó el umbral, dándose una bofetada en sus mejillas como si de alguna
forma eso pudiera disipar la vergüenza que se acumulaba ahí.

No debería estar tan enojado. Los tres —Techno, Wilbur y el mismo Tommy— habían dicho
peores cosas en el pasado, hacia y sobre ellos, pero rara vez dolía como esto. Tal vez porque
surgió luego de que la memoria de su padre fue conjurada entre ellos. Tal vez porque había
sido su primera conversación adecuada en una semana. Tal vez porque Wilbur tenía razón.
Wilbur siempre tenía razón.

Las puertas se cerraron fuertemente detrás de él, haciendo eco a través del pasillo vacío.

Vamos , rezó Tommy, corre tras de mí .

Pero las puertas se mantuvieron cerradas, y eso fue suficiente respuesta.

Tommy encontró a Techno en el pabellón de entrenamiento, practicando sus estocadas con el


tridente plateado que Wilbur le había obsequiado hace unos años. Technoblade le dio un
vistazo a la expresión en la cara de Tommy y le arrojó una lanza que había estado recargada
en una de las estatuas. Sin palabras, tomaron sus posiciones en el centro del pabellón,
midiéndose el uno al otro por un momento antes de saltar a la acción.
Después de seis años bajo la tutela de Techno, Tommy podía defenderse por sí mismo de
caballeros del doble de su edad y tamaño. Incluso había vencido a Wilbur una vez, aunque el
hermano mayor profusamente mantuvo que había ido fácil con Tommy. Pero nunca había
vencido a Techno.

Tommy estaba seguro que incluso Wilbur, quien había estado entrenando con Techno por más
tiempo, nunca le había ganado a su tutor. En un momento realmente desolado cuando tenía
trece, Tommy eventualmente se dio cuenta que el hombre contra el que estaban peleando
podría ni siquiera estar usando toda su fuerza.

Pero eso no importaba ahora mismo. No se trataba de ganar esta vez.

Tommy se precipitó hacia Techno con un grito visceral, un sonido que vino desde lo
profundo de su pecho. Techno lo desvió fácilmente, pero Tommy continuó la embestida,
asestando golpe tras golpe demoledor. Se mantuvo gritando todo el tiempo, gritando sin
sentido, gritando a su hermano, a su papá, a su reino, a los mismos dioses. Sentía como si su
garganta se fuera a desgarrar por sí sola.

Tommy logró empujar a Techno hacia una de las estatuas, la que tenía las marcas de la altura
de Tommy a través de los años. Techno gruñó cuando Tommy clavó la culata de su lanza en
el pecho de Techno, y luego contraatacó atrapando su eje en las puntas de su tridente. Con un
solo tirón de su brazo, Techno arrancó la lanza de las manos de Tommy. Cayó al suelo en
algún lugar detrás de Tommy, pero eso no lo detuvo. Cerró sus puños y golpeó
indiscriminadamente a Techno, sus nudillos encontrando un brazo, una costilla, una
clavícula.

Y Techno simplemente se mantuvo ahí, recibiendo todo. Dejó que Tommy quemara su ira
hasta agotarse, sin una palabra de protesta. Cuando Tommy colapsó en el suelo, hecho un
agitado y sudoroso desastre, Techno silenciosamente colocó su arma a un lado y se recostó
junto a él.

Pasaron media hora simplemente así, mirando el techo, escuchando la respiración agitada de
Tommy lentamente desacelerando. Ninguno de los dos habló. Ninguno lo necesitaba. El
silencio era un lenguaje por sí mismo, y Techno era el más fluido en él. Por ende él era quien
sabía exactamente cómo romperlo.

“Déjame adivinar”, dijo Techno despacio, “¿tú y Wilbur tuvieron una pelea otra vez?”

Tommy exhaló a través de su nariz. “Me llamó un niño molesto”, murmuró.

“Hace eso todos los días, Tommy”.

“Lo sé. Pero fue diferente esta vez. Puede que lo haya dicho en serio”.

“Ah”. Se oyó un crujido de tela cuando Techno cruzó sus brazos debajo de su cabeza.
“Bueno, Wilbur no está teniendo una semana muy divertida, así que tomaría todo lo que diga
con una pizca de sal”.

“Yo no sabría eso”, Tommy se quejó. “Ninguno de ustedes me dice nada”.


“Nunca expresaste un deseo de ser informado”.

“Apreciaría ser informado de todas formas”.

“Anotado, entonces”.

Se extendió otro momento de silencio antes de que Tommy susurrara, “Ni siquiera corrió tras
de mí. Lo hubiera hecho, antes”.

De reojo, vio a Techno cambiar de posición de forma que quedó mirándolo a él, su brazo
recargado en el suelo.

Cuando Techno habló de nuevo, su voz era paciente. “¿Antes de qué? ¿Antes de que fuera
rey?”

Tommy suspiró. Sintió como si sus pulmones se hubieran desatado en todo el caos. Todo en
su pecho estaba muy apretado, demasiado adolorido. Cerró sus ojos contra el dolor, viendo a
su hermano en la oscuridad: rizos castaños cayendo sobre sus ojos mientras se inclinaba
sobre su guitarra, sonriendo a su propia música. Tommy daría lo que fuera por escuchar a
Wilbur tocar así otra vez.

“No”, Tommy comenzó, repensando sus palabras incluso mientras las iba diciendo, “no tiene
nada que ver con ser rey. Creo que quiero decir que era diferente antes… antes de que él
empezara a elegir ser rey por encima de ser mi hermano mayor”.

“Oh, Tommy”. La tristeza en la voz de Techno hizo que los ojos de Tommy se abrieran de
golpe. “¿Crees que tiene opción?”

Tommy se giró para al fin mirar a Techno a los ojos. No mucho había cambiado con Techno a
través de los años. Él aún conservaba su cabello largo y ocasionalmente dejaba a Tommy
trenzarlo. Sus manos se conservaban con tantas cicatrices como siempre, con algunas frescas
de vez en cuando, de aventuras que no le contaba a nadie, y todavía usaba camisas con
demasiados volantes para el gusto de Tommy. Pero ya no usaba el pendiente de esmeralda
que solía usar cuando eran jóvenes; Tommy no podía recordar la última vez que vio a Techno
con él. En su lugar estaba el zafiro que Tommy le había dado hace dos años —más como una
broma—, y solo admitiría que estaba complacido de ver a Techno usándolo bajo amenaza de
muerte.

La expresión de Techno estaba indescifrable, de esa manera característica de él cada vez que
salían temas incómodos. Su pasado. Secretos de Estado. Papá.

“Algo realmente está pasando”, dijo Tommy, observando el rostro de Techno


cuidadosamente. “Algo malo”.

La cara de Techno permaneció sin cambios, salvo por el rasgo delator en la esquina de su
boca que indicaba su enojo. Tommy solo había visto a Techno realmente enojado unas pocas
veces, y no estaba ansioso por añadir a esa lista.
“Las cosas están un poco delicadas en este momento”, dijo Techno, “pero lo estoy intentando.
Realmente lo estoy, y necesito que lo sepas, Tommy”.

“Lo sé”, dijo Tommy decididamente. “Confío en ti”.

Porque mientras Techno se había quedado cuando Tommy y Wilbur estaban en su peor
momento, le habían pagado de la misma manera. Algunos años después de que empezó el
reinado de Wilbur, Techno se había dedicado a estudiar el arte de gobernar, la política y la
etiqueta como si su vida dependiera de ello. Era el único aspecto que le faltaba, había dicho,
y necesitaba cubrir a Wilbur cuando las cosas se complicaran en los debates. Y aunque
Tommy y Wilbur no podían entender su repentino entusiasmo, sabían que su tutor necesitaba
descansar tanto como cualquier ser humano, así que habían desarrollado sus propios métodos
para hacer que Techno comiera y bebiera, y a menudo tenían que sacarlo físicamente de la
biblioteca. Techno eventualmente cedió a calmarse luego de que tiró a Wilbur al suelo en una
de sus luchas para lograr que se fuera a la cama.

Y cuando a veces desaparecía en medio de la noche, o se iba a dioses saben dónde durante
días, ellos simplemente le daban la bienvenida de vuelta cuando estaba listo, sin hacer
preguntas, en parte porque la mirada en la cara de Techno después de sus pequeñas escapadas
insinuaba que quien preguntara sería arrojado por un balcón.

“Si las cosas están tan mal, ¿entonces por qué estás aquí?” preguntó Tommy. “¿No deberías
estar al lado del rey, Señor Mano Derecha?”

Techno arrugó su nariz como respuesta.

“Oh”. La risa salió de Tommy, espontánea pero acogedora. “Ya veo, ya veo. Te sacó a ti
también, ¿verdad?”

“Sugerí una solución que acabaría con todos nuestros problemas fácilmente. Wilbur la vetó.
Rotundamente”.

Tommy sonrió. “Entonces estás haciendo una rabieta”.

Techno se burló. “No soy tú, Tommy”. Hizo una pausa. “Pero supongo que según la
definición del diccionario de una rabieta, actualmente estoy en medio de una”.

Tommy se echó a reír, ese tipo de risa que acababa en jadeos e hipos. Techno lo miró con una
leve sonrisa, y ambos disfrutaron de la simplicidad del momento: solo dos chicos en el suelo
en un día caluroso de verano, la risa rebotando en su piel como la luz del sol.

“Vamos a estar bien, Techno”, le aseguró Tommy una vez que se calmó. “Digo, se trata de ti
y de Wilbur. Lo resolverán como siempre lo hacen”.

Techno miró a Tommy por un momento antes de apartar su vista rápidamente. “Creo que eso
es suficiente basura sacarina por un día. Levántate para que pueda tirarte al suelo otra vez”.

“¿Qué significa sacarina?”


“Significa que tienes que repasar tu vocabulario, Tommy”. Techno se puso de pie y le ofreció
una mano a Tommy.

Tommy sonrió mientras Techno lo levantaba, y aunque su mano estaba llena de cicatrices, era
cálida.

Tommy giró sus hombros hacia atrás hasta que escuchó el satisfactorio crujido de sus huesos
acomodándose. Él y Techno habían entrenado hasta que el sol se puso, momento en el que
llegó un mensajero a informarle a Techno que el rey Wilbur había llamado a su tío y estaba
llorando por ayuda (no con esas palabras, pero lo suficientemente cerca para interpretarlo
así).

“Ve”, le había alentado Tommy cuando Techno había vacilado en los escalones que bajaban
del pabellón de entrenamiento. “Al menos uno de nosotros es bienvenido de vuelta en la
gracia de Su Majestad”.

“Él debería estar buscando una manera de regresar a la tuya”, respondió Techno, y se fue.

Tommy había pasado el resto de la tarde golpeando a un muñeco de entrenamiento con su


lanza, hasta que otro sirviente vino a llamarlo para la cena la cual —como era de esperarse—
comió solo en un comedor vacío. Después, había decidido tragarse su orgullo y se encaminó
de regreso a las oficinas de Wilbur. El guardia que vigilaba afuera se había ido, lo que
significaba que Techno seguía adentro; después de todo, ¿quién necesitaba guardias con
Techno ahí?

A medida que Tommy se acercaba, se empezaban a filtrar voces por la puerta, amortiguadas
pero volviéndose más claras conforme se aproximaba.

“—calladas hoy”, alguien decía. “Pero eso no significa nada. Creo que saben algo que yo no,
Techno”.

Tommy aguantó su respiración mientras apretaba su oreja contra la puerta.

“¿Hiciste los ejercicios de respiración que te enseñé?” El suave tono de Techno.

“Que si— claro que lo hice. Hice todo lo que dijiste, siempre lo hago”. El tenso murmullo de
Wilbur.

“¿Entonces por qué no me dejas hacer esto por ti?”

¿Hacer qué? Tommy se había inclinado lo más cerca que se atrevió.

“Porque eso no va a ayudar”, dijo Wilbur. Se escuchaba como si esta fuera una discusión que
habían tenido millones de veces antes. “No sabemos por qué se están juntando en la frontera
todavía”.
“Has estudiado historia. Sabes que nunca nada bueno viene de ese tipo de maniobra, Wilbur.
Mientras tanto, cuanto más esperemos, menos preparados vamos a estar cuando ellos—”

“Si lo hacen”, interrumpió Wilbur, “no estamos del todo desprevenidos. Envié los avisos de
conscripción”.

Hubo una pausa pesada. “¿Lo hiciste?” Tommy no sabía si Techno se oía más impresionado o
indignado. “¿Cuándo?”

“Esta tarde, luego de que mi hermano menor me mirara a los ojos y me diera cuenta de
cuánto tengo que perder”.

En ese momento, Tommy se había alejado apresuradamente de la puerta como si lo hubiera


quemado. Se dio la vuelta y corrió, su cabeza dando vueltas y su corazón martillando,
inseguro de si debía reír o llorar. Algo realmente malo estaba pasando, algo que había hecho
pensar a Wilbur que iba a perder todo. Tommy nunca puso mucha atención a sus maestros de
historia (nunca eran tan geniales como Techno) pero sí sabía que su familia había mantenido
la paz en el reino durante décadas, y que las pláticas sobre fronteras nunca eran asuntos
divertidos.

Ahora, en el silencio de su habitación, caminaba de un lado a otro, sintiendo los nudos de su


cuerpo e intentando arduamente de ignorar la terrible sensación de que estaba al borde de
algo demasiado grande para comprender.

Pero había una cosa de la que estaba seguro. Nada de esto estaría pasando si su padre se
hubiera quedado. Techno lo hizo, aún cuándo solo tenían pocos meses de conocerlo. ¿Qué lo
había detenido de hacer lo mismo?

Y luego estaba la culpa de saber exactamente qué pudo haber hecho que se quedara, qué
podría haberse hecho. Secretos. Qué cosas tan terribles y pesadas.

Tommy todavía estaba dejando un camino sobre su alfombra cuando llamaron a la puerta,
sacándolo de sus pensamientos.

“¿Si?” llamó, sintiendo de repente la necesidad de agarrar una de las espadas decorativas que
colgaban de su pared.

“Soy yo”.

Wilbur. Tommy se relajó. Y luego, retrocedió, ¿Wilbur?

Tommy abrió su puerta lentamente, inseguro de quién estaba esperando al otro lado: ¿el rey o
el hermano?

Pero parado en el umbral, sus hombros caídos y su sonrisa cansada, estaba solo Wilbur.

“Hola”, dijo Wilbur. “¿Puedo pasar?”

Tommy rodó sus ojos. “Techno te dijo que vinieras, ¿verdad?”


La sonrisa desapareció del rostro de Wilbur. “¿Acaso importa?” preguntó exhausto.

“Supongo que no”. Tommy retrocedió para dejar entrar a Wilbur.

Wilbur se adentró como un turista, observando cada centímetro de la habitación de Tommy


como si cada cosa fuera un artefacto valioso. ¿Cuándo fue la última vez que Tommy había
dejado que su hermano mayor entrara en su habitación? Probablemente cerca de cuando
Wilbur movió sus cosas a los aposentos del rey.

“Me gusta esto”, dijo Wilbur ociosamente, señalando una antigua estrella de la mañana que
colgaba junto a la puerta. “Creo que realmente une a la habitación”.

“Déjate de tonterías, Wilbur”, espetó Tommy, la vehemencia de la mañana regresando como


olas amargas a la orilla. “Solo dime por qué estás aquí”.

Wilbur suspiró mientras se arrojaba a uno de los sofás libres. “Tenemos que hablar, Tommy”.

“Bien”. Tommy se recargó contra la pared y se cruzó de brazos, observando a Wilbur con
sospecha. “Habla, entonces”.

Wilbur cruzó sus piernas y devolvió la mirada escrutadora de Tommy diez veces; sus ojos
oscuros parecían estar hechos con el solo propósito de observar a la gente. “En primer lugar,
me gustaría disculparme por lo que dije antes. Nunca eres una molestia para mí, Tommy.
Pero sí eres un niño”.

“Wilbur—”

Wilbur levantó una mano para silenciarlo. “Déjame terminar”, dijo, ejerciendo no la
autoridad de un soberano, sino la de un hermano primogénito. “ Eres un niño. Eso no es algo
malo; tienes permitido ser lo que eres, y eres joven. Pero esa también es la razón por la que
pensé que era mejor ocultarte cosas. En mis esfuerzos por protegerte, te aparté, y esa es la
última cosa que quiero. Y tienes razón, hablar con Techno sí me ayudó a llegar a esa
conclusión, pero todos necesitamos la ayuda de Techno de vez en cuando, ¿no?”

Tommy se mofó, pero sabía que no podía discrepar. Wilbur también lo sabía.

“No necesito ser protegido, Wilbur”, dijo Tommy débilmente.

“¿Entonces por qué siempre te ves tan triste?”

Los ojos de Tommy se clavaron en los de Wilbur. “¿Qué?”

Había un mundo lleno de dolor en la expresión de Wilbur. “Siempre que piensas que nadie te
está viendo, te ves muy triste, Tommy. Pero yo te veo. Bromeas y te ríes y gritas todo el día,
pero en el momento en que estás solo, tú— tú pones esa mirada en tu cara. Como si
estuvieras cargando un gran peso y estuvieras intentando encontrar un lugar donde dejarlo,
pero no hay ninguno . He visto esa mirada antes, Tommy, y por eso tengo miedo por ti.
Porque Padre—”

“No”, graznó Tommy. “No me compares con él, Wilbur. No me parezco en nada a él”.
“Entonces pruébalo”. Wilbur se levantó de repente, haciendo que Tommy se pegara contra la
pared. “Haz lo que él nunca tuvo el valor de hacer, y dime . Dime qué está mal, Tommy.
Dime lo que estás cargando, y te ayudaré”.

El pecho de Tommy se sintió oprimido por la presión del secreto de hace una década. Sus
ojos instintivamente escanearon la habitación por una salida, una manera de irse, una manera
de nunca volver a hablar de esto. Quería más que nada hundirse en el papel tapiz detrás de él
y no volver a ver la luz del día.

La expresión de Wilbur se suavizó ante el pánico de Tommy, y lentamente se sentó


nuevamente en el sofá.

“Lo siento”, dijo gentilmente. “No era mi intención—”. Se pellizcó el puente de la nariz y
dejó escapar un largo suspiro. “Soy muy mierda en esto. Okay. Okay. Mira. Para probarte que
puedo manejar tu secreto, te diré el mío”.

Las cejas de Tommy se fruncieron. “Tienes un millón de secretos, Wilbur. Tal vez incluso
más que eso”.

“Lo sé. Pero este es el secreto, Tommy”.

Ahí estaba otra vez; la sensación de que estaba parado en el precipicio de un oscuro e
insondable abismo.

“Yo”, dijo Wilbur, “escucho voces”. Tocó su sien con su dedo. “Justo aquí. Voces que no son
mías, ni de nadie más, hasta donde sé. Todavía estamos intentando averiguarlo”.

“¿Estamos?” suspiró Tommy.

“Techno y yo”.

“Ah. Claro”. Tommy se inclinó ligeramente hacia adelante, confusión y miedo enfrentándose
en su interior. “¿Qué dicen estas voces?”

“A veces, son misteriosas. Vagas. Hablando sobre el destino e hilos. A veces, solo se burlan
de mí. Y a veces, es peor”. Wilbur respiró temblorosamente. “Mucho peor”.

“¿Y ahora mismo?” preguntó Tommy, inseguro de si quería saber la respuesta.

“Ahora mismo”, dijo Wilbur silenciosamente, “me están diciendo que te mate”.

Tommy se quedó sin aliento. De pronto estaba muy consciente de cuántas armas —
decorativas o no— tenía en sus paredes. “Wilbur, no puedes—”

“No lo voy a hacer, Tommy”, dijo Wilbur, sonando herido de que Tommy alguna vez pudiera
pensar lo contrario. “Nunca te lastimaría. Pero las voces— dicen que es inevitable. Que es tu
destino morir en mis manos. Que esta es… que esta es una historia que ha sido contada
muchas veces y que no podemos cambiar cómo termina”.

“¿Y cómo termina?”


“Mal”, susurró Wilbur. Su tono dejó claro que fuera lo que fuera, Tommy no estaba
preparado para oírlo.

“Bueno tú no— no sabes en realidad si lo que las voces están diciendo es real, ¿verdad? Tal
vez todo es una tontería y no va a pasar realmente”.

“Pero ya ha pasado”. Wilbur tragó saliva, y tanto él como Tommy se prepararon para lo que
estaba a punto de decir. “Hace dos meses, las voces me dijeron que algo estaba por venir. Que
un ejército se estaba reuniendo en nuestras fronteras del norte”.

“Pero no tenemos ningún enemigo”.

“Eso pensé también. Pero envié algunos espías a investigar, por si acaso, y lo confirmaron”.
Wilbur juntó sus dedos, sus ojos tan duros y oscuros como el hierro pulido. “Justo como
dijeron las voces. Puede que se acerque una guerra, Tommy”.

¿Qué fue lo que dijo Techno? Wilbur no está teniendo una semana muy divertida. Tommy
podría reírse de la gran subestimación de ese enunciado, si no estuviera tan ocupado
ahogándose con su propia lengua.

Guerra. Una palabra tan pequeña para algo tan grande.

“Bueno”. Tommy se deslizó hasta el suelo cuando sus piernas se rindieron. “Con que así es”.

“Techno y yo estamos intentando contactar con el general de la armada extranjera”, dijo


Wilbur, y Tommy notó por primera vez cuántos cabellos plateados había adquirido Wilbur,
casi brillando a la luz de la luna que entraba por las ventanas. “Estamos haciendo todo lo que
podemos para evitar que pase, Tommy. Pero, sí. Así es. Esos son mis más grandes secretos.
El resto son intrascendentes”. Respiró hondo, como para estabilizarse. “Creo que es tu turno,
Tommy”.

Tommy se rio amargamente. “Luego de esa revelación, cualquier cosa que diga va a sonar
estúpida”.

“No será así”, dijo Wilbur resueltamente. Se recargó en el sofá, dándole a Tommy una mirada
gentil. “Cuando estés listo, Tommy. Estoy justo aquí”.

Tommy atrajo sus piernas hacia él y envolvió sus brazos alrededor de sus rodillas,
aferrándose con su vida. Esto era demasiado, muy rápido. Quería gritar. Quería romperse los
nudillos contra la estatua de mármol con las pequeñas marcas de Techno. Quería pellizcarse y
despertar el día anterior, cuando nada estaba mal excepto por el punzante dolor en su pecho
que nunca había desaparecido, incluso nueve años después. Quería a sus padres.

El mundo se había oscurecido de repente, y en las sombras, Tommy finalmente lo dejó ir.

“¿Quieres mi secreto, Wilbur?” Presionó su cara contra sus rodillas, como si eso pudiera
esconder su vergüenza del mundo. “Lo vi”.

Ahí estaba. La verdad. O una confesión. O ambas.


“Esa noche, lo vi a él”.

Escuchó a Wilbur tomar aire. No había necesidad de explicar. Entre ellos, solamente había un
‘él’, y solamente había una noche.

“Me besó el cabello, y eso fue lo que me despertó. Lo vi alejarse de mi cama, hacia mi
ventana. Lo vi abrirla, y lo vi trepar hacia afuera. O saltar hacia afuera. Quiero decir que
voló, como un ave. Pero no recuerdo muy bien esa parte. Lo que sí recuerdo es simplemente
estar acostado. Totalmente despierto, sabiendo que algo estaba jodidamente mal. Solo me
quedé ahí”. Los ojos de Tommy comenzaron a arder, así que los cerró antes de que la primera
de las patéticas lágrimas pudiera caer. “Eventualmente, salí de mi cama, y fui a su habitación,
queriendo creer que había soñado todo. Y ahí fue cuando encontré a Mamá”.

Aún podía verlo, en sus recuerdos. Recordaba muy poco de ella, pero nunca podría olvidar
cómo había subido a la cama junto a ella, tratando de despertarla. Nunca podría olvidar su
confusión cuando no lo hizo, ni el dolor cegador cuando se dio cuenta de por qué.

“Y casi todos los días, Wilbur, eso es en lo único que pienso. Cómo estaba despierto y pude
haberlo detenido, y pude haber hecho que se quedara, y tú no hubieras tenido que ser rey tan
joven. Pude haberte salvado de todo esto, Wilbur. Y ahora, todo se ha ido a la mierda y todo
es mi—”. Un sollozo se escapó de sus labios, repentino e implacable. “Quiero ayudarte. Pero
no sé cómo. Nadie nunca me enseñó”.

“Tommy…” La voz de Wilbur sonó distante.

“Pero lo peor”, continuó Tommy, tratando de ignorar el nudo que apretaba su cuello, “es que
tal vez debí haberlo visto venir. Solía pasar por tu puerta, en medio de la noche, cuando
vivías al otro lado del pasillo. Dejé mi puerta abierta, solo un poco, después de la primera vez
que pasó, solo para ver si vendría de nuevo. Y lo hizo, muchas veces. Solía pensar que
eventualmente tocaría, pero nunca lo hizo”. Tommy apretó su agarre sobre sí mismo,
temblando de dolor, y tal vez de alivio también. “Creo que se estaba despidiendo mucho
antes de que se fuera, Wilbur”.

Por un momento, la única respuesta a sus palabras fue el silencio. Tommy tenía miedo de
mirar hacia arriba, para ver si Wilbur se había ido, enojado y traicionado.

Pero en su lugar, Tommy sintió unos cálidos brazos rodearlo y atraerlo hacia algo seguro y
sólido.

“Tommy”, Wilbur susurró en su cabello, “tenías seis ”.

Y eso fue todo. Eso fue lo que quebró a Tommy, al fin. Se encontró con su hermano,
envolviendo sus brazos alrededor del torso de Wilbur y enterrando su cara en su pecho. Las
lágrimas al fin salieron, una culminación de nueve años de culpa y paranoia, de tropezar por
la vida sin conocer su relación con su hermano, de temer ese día donde Wilbur se enteraría de
lo que no pudo hacer y lo odiaría para siempre.

Pero esto no era odio. Esto era lo opuesto.


“Shhh”. Wilbur pasó una mano por el cabello de Tommy. “Está bien, Tommy. Déjalo salir”.

Solo eran ellos dos en ese momento. No había voces, ni fantasmas, ni secretos.

Solo Wilbur y Tommy. Tommy y Wilbur.

Eventualmente, los sollozos de Tommy se calmaron. Sus mejillas se encontraban mojadas y


frías por las lágrimas, pero podía respirar mejor que nunca. Se retiró del círculo de brazos de
Wilbur y encontró a su hermano observándolo con una gentileza que él no podría merecer en
mil años.

“¿Ves?” Wilbur dijo, quitando delicadamente algunas lágrimas perdidas de las mejillas de
Tommy. “¿No se siente más ligero cuando tienes a alguien con quien compartirlo?”

Tommy moqueó, “Siempre tienes que tener la razón, ¿verdad?”

“Bueno, por supuesto. De otra manera seré despojado de mi título como el Gran Maestro de
la Pretenciosidad. El Consejo tendrá un día libre”.

Tommy rio húmedamente. “¿Qué dirán tus voces después de que sufras tal desgracia?”

“Curiosamente,” Wilbur dijo suavemente, “están muy calladas ahora mismo”.

“Entonces, ¿qué pasa ahora?” Tommy susurró en la oscuridad.

“No lo sé”, Wilbur confesó, “Pero lo que sí sé es que no debe haber más secretos entre
hermanos, ¿De acuerdo?”

“De acuerdo”. Tommy sonrió. “No más secretos”.

Wilbur lo miró como si quisiera decir algo más, pero Tommy nunca tendría la oportunidad de
descubrir qué era, porque en ese momento, Techno irrumpió a la habitación, su expresión
como el fuego infernal.

Wilbur se encontró de pie en un instante, acercándose para alcanzar la nota arrugada que
Techno le ofrecía. Tommy observó cómo la cara de su hermano perdía su color mientras sus
ojos escaneaban el mensaje.

“¿Qué?” Tommy demandó, sus latidos sonando en sus oídos. “¿Qué es lo que dice?”

Cuando Wilbur volteó a verlo, sus ojos estaban sombríos y atormentados. “¿Querías saber
para qué eran las conscripciones , Tommy? Bueno, estás a punto de descubrirlo”.

Chapter End Notes


¡Muchas gracias por leer! Esperamos que lo hayan disfrutado, el siguiente capítulo es
largo entonces tengan paciencia :,D
Capítulo 4: Mis aves de la misma especie (cada vez se parecen
más a centuriones)
Chapter Summary

//

Todos los ciudadanos aptos del reino son llamados al castillo del rey, decían todas las
cartas, llevadas de ciudades bulliciosas a aldeas tranquilas por mensajeros en los
caballos más veloces del reino y aves mensajeras que tomaban sus familiares rutas
plasmadas por el viento. La guerra se acerca y es momento de defender tu patria.

//

O guerra, calidez y el acto de darle la bienvenida a alguien a casa.

Chapter Notes

Las advertencias de contenido son las siguientes:


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-
-
-
Violencia/Descripción de violencia
Agresión
Muerte

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Tres hombres estaban parados en un balcón donde antes había dos. Un rey mortal, un
príncipe mortal y su maestro de ojos rojos. En los jardines de abajo, los viajeros se estaban
reuniendo, la mayoría cansados de su viaje de cada rincón del vasto reino. Incluso ahora,
seguían llegando más a la capital, observando con confusión, un aviso de conscripción
guardado en sus bolsillos o aplastado entre dedos nerviosos.

Todos los ciudadanos aptos del reino son llamados al castillo del rey , decían todas las cartas,
llevadas de ciudades bulliciosas a aldeas tranquilas por mensajeros en los caballos más
veloces del reino y aves mensajeras que tomaban sus familiares rutas plasmadas por el viento.
La guerra se acerca y es momento de defender tu patria.
La carta de conscripción continuaba especificando que solo aquellos por encima de los
dieciocho años podían formar parte del ejército del rey. Muchos habían optado por ignorarlo.
Entre la horda que se dirigía lentamente al corazón del reino estaba un chico de cabello
castaño a un año de la edad estipulada. Mantenía puesta la capucha de su desgastada capa,
para que nadie pudiera ver los trazos de la niñez todavía grabados en su piel como una marca.

Alguien lo notó. Fue una chica con cabello tan rosa como los hibiscos que cultivaba en su
jardín. Había vivido en la ciudad toda su vida. Una vez, un hombre con el mismo cabello rosa
hibisco había entrado en su florería, sus ojos sombríos y desenfocados. Le había preguntado
si tenía rosas amarillas a la venta, y las había comprado todas. Solo hasta después se había
dado cuenta de quién era el hombre, pero para entonces ya se había ido, dirigiéndose hacia el
bosque que rodeaba la ciudad. Ahora, caminaba por las calles de la ciudad que se habían
vuelto desconocidas en el transcurso de una semana. Había dejado su jardín al cuidado de un
anciano vecino. Había dejado un letrero en la puerta de su florería, diciéndoles a los clientes
esperanzados que estaba cerrada indefinidamente. No había nada más que hacer ahora mas
que seguir el curso de la multitud, vigilando a un extraño que definitivamente era mucho más
joven, preguntándose si viviría más que ella.

Pasaron debajo de las puertas del castillo, donde una mujer a la que llamaban la Capitana
vigilaba atentamente. Estaba bajo las órdenes de rechazar a cualquiera demasiado joven,
demasiado enfermo o demasiado viejo, pero cada vez que los miraba a los ojos, solo se veía a
sí misma. Se había abierto paso hasta su posición, se había asegurado de ganar su reputación
y había vigilado a la familia real por más de una década. Fue su obstinación lo que la llevó
hasta donde estaba, adornada con medallas del rey, tanto viejas como nuevas. Era obstinación
lo que veía en estas personas ahora. Así que mientras cumplía con su deber al cerrar el paso a
los más jóvenes, los más enfermos y los más ancianos, si se daba la vuelta por un momento
cuando una vieja guerrera hacía lo mejor por esconder las arrugas del dorso de sus manos
cicatrizadas, o cuando un chico de diecisiete años jalaba su capucha para ocultar su cara, o
cuando un herrero de mandíbula tensa de la ciudad pasaba cojeando con un pie roto que no se
había curado aún… bueno, ella también consideraría ese su deber.

Cuando el chico y la florista se encontraron en el jardín, estaba lleno de gente. Las personas
estaban hombro con hombro, empujando y jalando como una marea sobre los restos
pisoteados de las flores de la reina fallecida. La florista hizo una mueca cuando sus botas
pasaron por pétalos y tallos, devolviéndolos violentamente al suelo. El chico no se dio cuenta
de las flores en absoluto. Él estaba viendo el balcón, mirando al hombre cuyo llamado fue
respondido por miles.

La mayoría de ellos nunca había visto a su rey antes, pero todos habían escuchado las
historias de un chico coronado en la víspera de su decimosexto cumpleaños luego de la
desaparición misteriosa de su padre —o muerte, o asesinato, dependiendo de qué rumores
creyeras— y guiado por un extraño consejero. Un reino de paz nunca tendría razón alguna
para conocer el nombre de Technoblade, pero aquellos que escucharon la historia popular de
un emperador de ojos rojos de una tierra fría y distante, susurraban entre ellos por el
parecido, o la coincidencia, o cualquier palabra que pudieran usar para explicar la creciente
inquietud en sus entrañas.
Las historias también decían que el rey era amable y generoso, con la ambición soñadora que
viene con su juventud, y que el príncipe menor podría encantar a mil detractores con su
ingenio y humor. Parados juntos, se veían tan distintos como el día y la noche: uno oscuro,
uno claro. Pero nadie podía negar la hermandad compartida grabada en su majestuoso porte,
ambos productos de una infancia casi inundada en la etiqueta y el decoro.

El príncipe se acercó a su hermano. “Son muchas personas, Wil”, murmuró.

Los ojos del rey eran indescifrables en la brumosa luz de la tarde nublada. “No son
suficientes”, replicó.

Su tutor se cruzó de brazos mientras examinaba a la multitud reunida, ya calculando


posiciones de batalla y redactando estrategias. Esta no era, después de todo, su primera
guerra, ni pensaba que sería la última. “Supervisaré el entrenamiento lo más que pueda,
mientras tengamos tiempo. He identificado algunos potenciales líderes de batallón entre los
guardias y las personas que vinieron hace rato. Delegaré la responsabilidad de entrenar a los
reclutas más nuevos”.

“Que es la mayoría de ellos”, señaló Wilbur. “Nunca tuvieron una razón para aprender a
luchar, antes de esto”.

“Estás subestimando a tu gente, Wilbur”, replicó Technoblade pacientemente. “Hay otras


razones además de la guerra. Mira, ahí. ¿Ves a esa persona con un arco? Es un cazador,
acostumbrado a disparar a objetivos veloces, lo que lo hace un buen miembro para nuestra
línea de arquería. Las personas de las regiones montañosas están acostumbradas a montar a
caballo, así que ahí está nuestra caballería establecida. Los mineros y los herreros están
acostumbrados a manejar objetos afilados y pesados. Dales espadas anchas en lugar de picos
y martillos, y estaremos listos para partir”.

Wilbur le lanzó una mirada perpleja. “Suenas casi optimista. ¿Te golpeaste la cabeza con una
pared esta mañana?”

“He visto peores probabilidades”.

Tommy se burló. “Esto es diferente a todos tus libros de guerra, Techno. Esto es la vida real”.

No notó la mirada conocedora compartida entre su hermano y su tutor.

“De todos modos”, continuó Technoblade, “he contactado a gremios mercenarios para
complementar nuestra ofensiva. Nuestras arcas pueden manejar el golpe. Después de todo,
este reino solo ha estado ocupado con el comercio durante décadas”.

“¿Y si todo se va a la mierda de todas formas?” preguntó Tommy silenciosamente.

La expresión de Techno se endureció. “No lo hará”.

“¿Cómo puedes estar tan seguro?” demandó el joven príncipe. “Por lo que he estado
escuchando, no somos más que un montón de tontos armados con palos contra esta— esta—
¿cómo se hicieron llamar?”
“La Armada Verde”, contestó Wilbur, sin quitar los ojos de la gente de abajo.

“Un nombre ridículo, si me lo preguntas”, dijo Technoblade.

Tommy no se rio, como normalmente lo haría. “Ese mensaje que recibiste decía que
masacraron a un pueblo entero, Wilbur”, dijo con voz entrecortada. “Un pueblo entero,
aniquilado de la noche a la mañana como hormigas”.

Las manos de Wilbur se agarraron alrededor de la barandilla del balcón, sus nudillos
volviéndose blancos mientras los apretaba. “Fueron tomados por sorpresa. Nosotros no
seremos tan desafortunados”.

Ninguno de ellos dijo lo obvio, que era el hecho de que si Wilbur no hubiera mantenido sus
secretos tan cerca de su pecho, el pueblo que alguna vez estuvo en su frontera norte pudo
haber sobrevivido. Pudieron haber sido advertidos. Hubieran sido salvados de su condena
despiadada. Casos hipotéticos, les había dicho antes Technoblade, eran inútiles y solo
dañaban su camino a seguir. Pero el hecho aún se mantenía en el silencio incómodo entre
ellos, roto solamente por su tutor diciendo, “Otros pueblos a lo largo de la ruta de la Armada
Verde han sido evacuados. Esperamos que los refugiados lleguen a la ciudad en tres días,
pero los campamentos temporales estarán terminados y listos para entonces”.

“¿Y cuál es el estatus de la Armada?”

“Basado en los reportes de los espías, tenemos medio mes, a lo mucho, antes de que lleguen
al Valle, lo que nos da otra semana para preparar las tropas antes de partir. La armería debería
acabar de contar y repartir armas para mañana, y se han cargado caravanas con otros
suministros”.

“¿Y la otra cosa que planeamos…?”

“Se están recolectando los materiales mientras hablamos. Los alquimistas están trabajando
tan rápido como pueden, dado que es un trabajo delicado. Pero debería estar terminado antes
de que nos vayamos”.

“Bien”. Wilbur levantó su cabeza hacia el sol, respirando los últimos vientos dulces de
primavera. Cuando lo hizo, Tommy y Technoblade fueron los únicos en notar las marcas
frescas de rasguños que recorrían la pálida columna de su garganta. Tommy abrió su boca
para hablar, pero fue silenciado por una silenciosa sacudida de la cabeza de Techno.
“Supongo que es hora”.

En un movimiento fluido, Technoblade saltó a la barandilla del balcón, balanceándose


precariamente como un acróbata en una cuerda floja, su querido tridente en su mano. Golpeó
la culata del tridente contra la barandilla, produciendo un sonido como de una campana
tañendo, una y otra vez hasta que la multitud estuvo casi en silencio, su atención captada.

“Su rey”, gritó, “hablará ahora. Sugiero que escuchen”.

Saltó hacia atrás entre Tommy y Wilbur, quien le dio una sonrisa agradecida antes de
volverse a su gente. Su ejército.
“Amigos”, comenzó Wilbur, su voz resonando sobre la multitud quieta, ahora aferrándose a
cada palabra. “Los veo a todos desde donde estoy. Entiendo que están asustados. Están
confundidos. Hace años, les prometí la paz sobre la corona de mi padre, y ahora los llamo a la
guerra. Esto no es nada menos que traición. Estén seguros que enfrentaré consecuencias por
ello”.

La multitud se alborotó. Incluso Tommy miró a su hermano con sorpresa, una pregunta
muriendo rápidamente en sus labios cuando Wilbur continuó.

“Pero eso será después”, continuó el rey. “Por ahora, nos enfrentamos a un enemigo que ha
aniquilado despiadadamente a nuestra gente en la frontera norte. Eso es lo que debemos tener
en mente mientras nos preparamos para enfrentarlos. Más que una batalla para defendernos,
esto es una guerra de venganza. Debemos recordar las vidas inocentes que se perdieron por la
absurda avaricia de nuestros invasores, y juro otorgarles su venganza en bandeja de plata”.

Los ojos de Techno se oscurecieron, pero no interrumpió. Su vista se desvió al pabellón de


mármol sentado en la distancia, justo donde se detenía la multitud. Sus cofres habían sido
saqueados, las desafiladas armas de entrenamiento habían sido fundidas para hacer espadas
más afiladas y mortales. La hiedra que caía de su techo se balanceaba ligeramente con el
viento, ofreciéndole un breve vistazo al vacío y polvoriento suelo que se extendía detrás.

Se preguntó si alguna vez volvería a poner un pie en él.

La florista fue la única que no estaba mirando al rey mientras hablaba de valentía y de
mantener la fe. En cambio, siguió la mirada lejana del tutor, pero todo lo que pudo ver fue un
pequeño edificio blanco, cubierto de maleza.

“Este no será el fin de nuestra nación”, dijo el rey con una nota de finalidad, sus oscuros ojos
recorriendo la multitud reunida, pero sin observar sus caras en absoluto. Abrió sus brazos,
como si recibiera un abrazo de alguien que nadie más podía ver. “Se ha mantenido en pie por
siglos, y se mantendrá durante muchos más. Veremos a nuestros enemigos arder, mis amigos,
y esparciré sus cenizas sobre las tumbas de las personas que nos quitaron. Y cualquiera que
sobreviva al fuego deseará haber perecido en las llamas, y no por mi mano. Mi única
esperanza es que ustedes se sientan igual, y confíen en que están en las manos más capaces
que puedo encontrar”. Se volteó hacia el tutor. “Están bajo la custodia y guía del general
Technoblade. Juntos, defenderemos este reino, o moriremos en el intento”.

El silencio de la multitud dio paso a un aplauso estruendoso, el grito jubiloso de cientos de


personas que no sabían, en verdad, lo que les esperaba en el campo de batalla. La vieja
guerrera con las manos cicatrizadas estaba íntimamente familiarizada con la violencia, y se
volteó amargamente de la emoción. Había sido como ellos, alguna vez, pero ya no más.
Aprenderían, tarde o temprano, pero no sería una lección gentil.

Sin embargo, los unían algunas cosas. Confiaban en su joven rey y en su príncipe. Confiaban
en su general. Y deseaban ver a sus enemigos arder.

El chico en la multitud sentía esa unidad hasta sus huesos. Esto es , pensó, esto es lo que
significaba ser parte de algo. Pertenecer a algo. Sintió una sonrisa dibujarse en su rostro, y
pronto se unió al ruido, gritando hasta que sus pulmones empezaron a doler, uniéndose al
furioso júbilo de la gente. Iba a mantenerlos a raya. Iba a hacer retroceder al enemigo, y a
proteger a la tierra que lo crio. E iba a ser un héroe. A la edad de diecisiete años, Tubbo era lo
más viejo que jamás había sido, pero nunca se había sentido más joven.

Solo una persona no se veía impresionada por las palabras del rey. El tutor convertido en
general estaba observando al rey, su boca, una delgada línea de desaprobación.

“¿Desde cuándo obtuve el ascenso?” preguntó Technoblade lentamente.

Wilbur se encogió de hombros con desdén. “De todas formas ya estás actuando como un
general”.

“Pero yo—”

“Technoblade”. La voz del rey se volvió fría mientras miraba a su viejo tutor. “Prometiste
ayudarme. ¿Era eso una mentira?”

Los ojos de Technoblade brillaron peligrosamente. “Cuidado, Wilbur”, dijo en voz baja. “No
olvides con quién estás hablando”.

Wilbur parpadeó, sus ojos se aclararon de pronto. Abrió su boca para decir algún tipo de
réplica, tal vez una disculpa, pero ahí estaba Tommy —el brillante y ruidoso Tommy—
inclinándose tanto sobre la barandilla que Technoblade tuvo que jalarlo del reverso de su
camisa. Cuando se volteó hacia ellos, estaba radiante, sus ojos brillando en el resplandor de la
tarde.

“Vamos a ganar”, dijo Tommy, sus oídos aún resonando con la aprobación de la multitud.
“Realmente vamos a ganar, ¿verdad?”

Wilbur y Techno intercambiaron una mirada; una mirada, y todo estaba perdonado, la
conversación guardada para otro día. El general todavía miraba al rey con algo cercano a la
preocupación, y los círculos oscuros bajo los ojos del rey se estaban volviendo más difíciles
de ignorar cada día, pero nada de eso importaba ya. Si Tommy decía que iban a ganar,
entonces por los dioses, ninguno de ellos le diría lo contrario, no cuando se veía lo más feliz
que había estado en un mes.

“A estas alturas del próximo mes, regresaremos a preocuparnos sobre rutas de comercio y
molestos sicofantes”, Wilbur le aseguró.

“¿Qué demonios es un sicofante?”

“Dioses”. El rey le dio una mirada a su hermano que era tanto de molestia como de
adoración. “Recuérdame contratar a un mejor tutor de lingüística para ti cuando volvamos a
casa”.

Tommy rodó sus ojos. “Buena suerte encontrando a alguien que pueda soportarme.
Ahuyentaré a cualquiera en 3 días a lo mucho. Puedes apostar toda tu maldita vida en eso”.

Wilbur le sonrió a Technoblade. “Puedo pensar en una persona. Techno, serías—”


“Termina ese enunciado”, dijo Technoblade con su habitual voz monótona, “y acabaré con tu
linaje justo en este balcón. Te arrojaré, condenados sean los testigos”.

Cuando el rey y el príncipe se echaron a reír —durante un momento brillante, niños de nuevo
— Technoblade se encontró sonriendo. El cielo estaba oscuro y sombrío, pero ahí, en ese
balcón, había rayos de sol.

“Somos ustedes y yo”, dijo Technoblade, colocando una mano sobre la cabeza de Tommy y
la otra en el hombro de Wilbur. “Una vez más”.

El Valle Azul se extendía delante de Tommy, desapareciendo en el brumoso horizonte. Las


dos montañas que rodeaban al valle se elevaban amenazantes ante él, extremos gemelos de
las imponentes cadenas montañosas que servían como las fronteras naturales del reino. Un río
corría por el centro del valle, iluminado como oro líquido por el sol que lentamente se
elevaba sobre las colinas distantes.

A pesar de todo, pensó Tommy mientras inhalaba el frío viento del amanecer, este no sería el
peor lugar para morir.

El valle fue nombrado por los lirios azules que crecían en él, bordeando los acantilados y
floreciendo a lo largo de las orillas del río. Pero no eran las flores que Tommy estaba
buscando.

Se aventuró por la ladera, manteniendo sus ojos cerca del suelo. Había enrollado sus
pantalones para mantenerlos secos del rocío de la mañana que se aferraba a la maleza, pero
eso dejaba todo por debajo de sus rodillas vulnerable a las trampas que habían sido colocadas
alrededor del campo. Un mal movimiento y perdería un pie por sus aventuras. Pero estaba
determinado a hacer que el viaje valiera la pena.

Había pasado una semana desde que llegaron al valle, y aunque eso significaba que la
mayoría de sus preparativos estaban terminados, también significaba que la próxima etapa
sucedería en cualquier momento. Tommy podía sentirlo respirando en su cuello. La única
forma de combatirlo era con una distracción implacable: manteniendo sus manos ocupadas.
Así que bajó la colina, un paso cuidadoso a la vez, hasta que un destello amarillo en su
periferia llamó su atención.

“Te encontré”, dijo, dirigiéndose hacia las flores que estaban agrupadas bajo una roca, casi
indistinguibles de sus vecinas de iris azul, si no fuera por el centro dorado que les dio su
nombre.

Cuando Tommy regresó al campamento, tenía un puñado de glorias de la mañana en su mano


y una sonrisa en su rostro. Todos ya estaban despiertos, agrupados alrededor de fogatas,
haciendo ejercicios matutinos o simplemente dando vueltas. Alguien había traído su guitarra,
y su suave música resonaba sobre los sonidos de conversaciones y risas. La gente alzaba su
cabeza cuando Tommy pasaba, diciendo su nombre o saludándolo para que se les uniera a
desayunar. Él declinó alegremente, pero no sin antes intercambiar bromas y cortesías con
algunos de los más conocidos.

Era fácil evitar las sombras de esta forma. En la luz apropiada, él podía evitar el cabello
revuelto de aquellos que no habían dormido en días, o la mirada sombría que la Capitana
escondía rápidamente con una sonrisa forzada, o el olor a azufre que se aferraba a su ropa
como un parásito desagradable e implacable.

“Es muy trágico, ¿no crees?”

La pregunta detuvo a Tommy en seco. Se volteó hacia la persona que preguntó, y se encontró
frente a una chica sentada al lado de una piedra de afilar, lentamente afilando una pequeña
cuchilla. “¿Perdón?”

La chica sonrió mientras señalaba con la cabeza las flores en sus manos. “Glorias de la
mañana. Se marchitan el mismo día que florecen, y duran solo hasta que el sol se pone”. Hizo
una pausa. “Tal vez menos, ahora que las arrancaste”.

Tommy se llenó de vergüenza, sintiendo de repente el impulso de esconder el ramo detrás de


su espalda, como si eso de alguna forma pudiera borrar lo que hizo. “Lo siento, no pensé en
—”

La chica simplemente se rio. “No, no lo sientas. Sería la más hipócrita del mundo si te
regañara por recoger flores”. Ante la mirada confusa de Tommy, le explicó, “Tengo una
florería en la ciudad”.

“ Oh ”. Tommy miró las flores que sostenía en su mano, frunciendo sus cejas mientras
pensaba. “Es triste, supongo, que mueran tan rápido. Pero, ¿no son hermosas mientras
duran?”

La piedra de afilar se detuvo lentamente mientras la chica sólo se sentaba allí, mirando a
Tommy con una expresión inexplicable en su rostro.

Bueno , pensó Tommy, esto es incómodo .

“Sabe, Su Majestad”, dijo la chica al fin, “me recuerda a alguien. Es un soldado en este
campamento, y de su misma edad también. Está afuera entrenando en algún lugar en este
momento, pero tengo la sensación de que si se conocieran, serían buenos amigos”.

Tommy abrió su boca para contestar, pero se dio cuenta de que sólo podía asentir. La chica le
dio una pequeña y triste sonrisa, como si pudiera entender su silencio aún más que si hubiera
hablado, y regresó a su trabajo. Tommy levantó sus pies del suelo y empezó a caminar hacia
el corazón del campamento, pero las palabras de la chica lo siguieron pisándole los talones.
Esa era la verdadera tragedia, ¿no? Más que las flores que solamente florecían por un día, la
devastación más amarga estaba en el qué pasaría si . Tommy no podía entender por qué, pero
se encontró deteniéndose en un escenario: una vida diferente donde hubiera conocido a esa
persona a la que le recordaba a la chica, donde ninguno de los dos fueran jóvenes soldados.
Serían buenos amigos , ella había dicho, pero eso no era verdad. Tommy sintió,
inexplicablemente, hasta sus huesos, que si hubiera conocido a ese chico, serían hermanos.

Fue solo hasta que la tienda real estuvo a la vista que Tommy se dio cuenta de que ni siquiera
le había preguntado el nombre del chico.

“—si movemos este batallón aquí, podrían proporcionar cobertura. Pero también correríamos
el riesgo de— ¿Tommy?”

Tommy levantó la cabeza. Ni siquiera se había dado cuenta de que había entrado a la tienda.
Encontró a Wilbur de pie ante el largo escritorio que ocupaba la mayoría de la habitación,
recargado sobre un mapa lleno de pequeñas piezas talladas que representaban varias
posiciones de las tropas. A su lado, con el cabello suelto, estaba Technoblade. Ambos lo
estaban mirando con preocupación.

“¿Qué?” demandó.

“Estás— estás llorando, Tommy”, dijo Wilbur suavemente.

Tommy tocó su mejilla con su mano libre, y se sorprendió al encontrarla mojada. Se frotó los
ojos con furia hasta que estuvieron libres de lágrimas. Este no era el momento. Este no era el
puto momento .

Se adentró más en la tienda, ignorando la mirada preocupada que Wilbur le lanzó a Techno, y
el encogimiento de hombros de Techno como respuesta. Tommy se detuvo en una esquina del
mapa y señaló un grupo de arqueros tallados agrupados en lo que sería la colina en la que
estaban actualmente.

“No necesitamos tantos”, dijo con determinación. “Sólo uno. Sólo tú, Wilbur”.

Wilbur parecía frustrado por el cambio de tema, pero no tuvo otra opción que seguirle la
corriente a su hermano pequeño. “Estás sobreestimando mi puntería, Tommy”.

Tommy se alejó del mapa, arrojándose en una silla desocupada en la esquina. Le hizo una
seña a Techno para que se acercara, y el general obedeció en silencio.

“Siempre lo logras cuando importa”, dijo Tommy mientras Techno tomaba asiento en el suelo
delante de él, de espaldas a Tommy. Mientras Tommy juntaba el cabello de Technoblade en
su regazo, añadió, “Excepto las muchas, muchas veces que perdiste un duelo contra Techno”.

Normalmente, esto hubiera garantizado una risita o, al menos, una rodada de ojos, pero
Wilbur simplemente se inclinó sobre el mapa otra vez, su expresión fría de nuevo.

Techno se volteó hacia Tommy y susurró, “No debemos romper su intenso y bestial
enfoque”.

Tommy resopló. “La única cosa bestial sobre él es esa enredada melena de león que él llama
cabello”.

Wilbur levantó la cabeza de golpe para mirarlos a ambos. “Escuché eso”.


“Claro que lo hiciste”, dijo Techno, volteándose de nuevo. “Los leones tienen un sentido del
oído incomparable”.

Tommy se rio en voz baja para sí mismo mientras comenzaba a trenzar el cabello de Techno,
sus dedos haciendo nudos con la facilidad que venía con años de práctica. Esta había sido su
rutina durante la última semana: Wilbur estudiaba minuciosamente los planes de batalla con
una obsesión en los ojos que se volvía más frenética durante el día, Techno destacaba cada
fallo en los cambios propuestos por Wilbur hasta que encontraban uno que se veía en realidad
útil, y Tommy trenzaba. Mantenía sus manos ocupadas. Si no fuera por la distracción del
cabello de Techno entre sus dedos, lo más probable es que Tommy se uniría a la chica de la
florería en la piedra de afilar, puliendo distraídamente su lanza hasta el apocalipsis.

A veces, Tommy se despertaba en medio de la noche y encontraba a su hermano todavía


despierto, repasando sus planes y susurrando para sí mismo; o, no para sí mismo. Las voces.
Las misteriosas, omniscientes y, espeluznantes como el demonio, voces que habían
atormentado a su hermano por años.

Tommy empezó a entrelazar las glorias de la mañana, que había encontrado, en el cabello de
Techno, para esconder el hecho de que sus manos habían empezado a temblar. Hace dos
noches había pasado lo peor. Tommy había sido despertado por el sonido del vidrio
rompiéndose. Al abrir sus ojos, había encontrado a Wilbur de pie junto a su catre, con un
trozo de vidrio roto sostenido en su mano y elevado sobre su cabeza, listo para golpear en el
pecho de Tommy.

Tommy había dejado de respirar por completo. “¿Wil?” había dicho, su voz saliendo dócil y
temblorosa.

“Estamos destinados a matarte”, Wilbur había bramado, sangre goteando de su brazo de lo


fuerte que estaba agarrando el vidrio roto. “Te mataremos, Tommy. Es el destino, está
destinado a ser así—”

“Wilbur”. Tommy se había estirado para agarrarse a la camisa de su hermano. “Wilby, por
favor, no me lastimes”.

Wilbur había parpadeado rápidamente, sus pestañas brillando con lágrimas sin derramar. “No
me habías llamado así en tanto tiempo”. Y el pedazo de vidrio había caído, pero no en la piel
de Tommy; en el suelo al lado de su catre, hacia la tierra suave. Wilbur se había arrodillado a
su lado por el resto de la noche, susurrando disculpas que persiguieron a Tommy hasta su
sueño intranquilo. Para la mañana, Wilbur parecía haber olvidado por completo el incidente,
o elegido ignorarlo completamente, y Tommy ya estaba recogiendo flores de la ladera con
dedos temblorosos.

Tommy volteó ahora para encontrar un paño blanco atado alrededor de la mano izquierda de
Wilbur, donde el vidrio había cortado su piel. Era la única evidencia de que esa noche no
había sido un sueño, y de que las voces de Wilbur estaban tomando el control lentamente.

Debe ser el estrés , pensó Tommy mientras trenzaba la última gloria de la mañana en el
cabello de Techno. Cuando la guerra terminara, Wilbur volvería a la normalidad otra vez, y
Tommy podría regresar a no estar totalmente aterrado de su hermano mayor.
“Listo”, dijo Tommy al fin, colocando la trenza terminada sobre el hombro de Techno.

“Al fin ”. Techno se levantó y sacó una de las glorias de la mañana de su cabello. La metió
detrás de la oreja de Tommy antes de moverse hacia uno de los cofres metidos bajo la mesa.
“Considera esto como una muestra de mi gratitud”.

Abrió el cofre y sacó algo oscuro y doblado. Cuando lo desdobló, Tommy se puso en pie de
un salto, sus ojos haciéndose grandes al ver el saco azul y rojo que sostenía Techno, con
botones dorados brillantes, y el escudo de armas real cosido donde estaría el corazón de
Tommy.

“Lo terminaron”. Tommy no pudo evitar la risa que brotó de él. “Realmente lo terminaron”.

“Dioses, Tommy”, dijo Techno con una pequeña sonrisa. “Solamente es un uniforme”.

Pero no era solamente eso, y Techno lo sabía. Él y Wilbur habían recibido sus propios
uniformes semanas antes, el general y el rey en sus llamativos colores. En el caos de la
preparación, nadie había notado al príncipe siguiéndolos en una simple túnica blanca hasta el
último momento. Y ahora los sastres lo habían hecho. Realmente lo habían terminado.

Tommy corrió hacia Techno, sonriendo tan fuerte que creyó que sus mejillas podrían partirse
de puro júbilo. Techno rodó sus ojos, pero sostuvo el saco para que Tommy entrara en él. Le
quedó. Perfectamente.

Tommy giró en un pequeño círculo antes de darle a Techno una reverencia burlona. “Sir
General”.

Techno devolvió el gesto. “Su Alteza”.

“Ustedes dos”, dijo Wilbur, y Tommy pudo oír la sonrisa en su voz, aunque débil, “son tan
estúpidos”.

Tommy bailó hacia su hermano, tirando la pieza tallada que Wilbur estaba a punto de poner
sobre el mapa. Por encima de los sonidos de protesta de Wilbur, Tommy tomó sus manos y lo
arrastró con él, tarareando una melodía vagamente familiar, haciéndolo girar en círculos
lentos que podría considerarse un baile bajo la definición más vaga. Wilbur se relajó mientras
Tommy continuaba tarareando la canción, permitiendo que Tommy lo girara más y más.

“No puedo creer que aún recuerdes eso”, dijo Wilbur suavemente, su expresión insondable.

“¿Recordar qué?”

“Esa canción—”

Y luego lo escucharon. El sonido que heló la sangre de Tommy. El sonido que hizo que
Tommy y Wilbur se congelaran donde estaban. El sonido que hizo que Techno se acercara
instintivamente hacia ellos.

Los tambores de guerra, haciendo eco sobre el campamento, eclipsando la música de una
guitarra, las conversaciones entre amigos, el chirrido de una cuchilla contra una piedra de
afilar, el pum pum pum de un soldado de diecisiete años practicando su arquería apuntando a
un roble oscuro, el pum pum pum del latido del corazón colectivo del ejército, el pum pum
pum de mil pies marchando cada vez más cerca.

El enemigo había llegado al Valle Azul.

Emergieron de la niebla como espectros, la brumosa luz del sol se reflejaba en sus espadas
pulidas. Desde arriba de la colina, Techno podía verlos moviéndose a través del valle en un
flujo constante, los soldados indistinguibles en su formación estrecha. Al frente, alguien
portaba su bandera: dos espadas cruzadas sobre un simple fondo verde. Su imagen hizo que
Techno apretara sus puños con una repentina e inidentificable ira.

Este era el momento. Parecía que toda la Armada Verde estaba aquí, como esperaban; aunque
el valle serviría como un cuello de botella a favor del Ejército Real, también era el único
camino directo hacia el corazón del reino. Así que ahora ambos lados arrojarían todas sus
piezas sobre el tablero. Una batalla decisiva, un final rápido. Sólo un ejército emergería
intacto de este valle, y Techno estaría condenado si no era el de Wilbur.

Techno se volteó hacia el rey parado junto a él. “¿Estás listo?”

Los ojos de Wilbur estaban fijos en las montañas. “Nunca estaré más listo”.

El campo detrás de ellos estaba vacío. Todos estaban en posición, moviéndose como un reloj
bajo las órdenes que habían estado practicando durante días. Los únicos que quedaban en la
colina eran Wilbur, Tommy y Techno.

Y los arqueros.

Tommy corrió hacia ellos, su pecho agitado por el esfuerzo. “Lanzaron la señal”, anunció sin
aliento. “Es hora”.

Wilbur se volteó hacia el grupo de arqueros detrás de él. Entre ellos había una fogata
flameante, proyectando sombras parpadeantes sobre la cara de Wilbur mientras tomaba una
flecha de su carcaj y sumergía en las llamas su punta envuelta en tela. La docena de arqueros
— lo mejor de lo mejor, escogidos personalmente por el mismo Wilbur — lo copiaron sin
decir nada. La tela, cubierta en un combustible incendiario especial, ardería fielmente hasta
alcanzar su objetivo.

Wilbur se volteó hacia el Valle, colocando la flecha en su arco. Con una respiración profunda,
jaló la flecha hacia atrás y apuntó al cielo. Detrás de él, los arqueros hicieron lo mismo.

“Sostengan”.

La Armada Verde se acercaba.


“¡ Sostengan! ”.

Techno sintió que una mano se cerraba alrededor de la suya, enterrándole las uñas en su
palma, y miró hacia abajo para encontrar a Tommy mirando fijamente a las fuerzas invasoras,
sus ojos sin parpadear. Ahora estaban lo suficientemente cerca para que Techno pudiera ver el
resplandor del sol naciente rebotando en sus corazas.

Sin decir nada, Techno apretó la mano de Tommy.

Ahora , pensó Techno. Tiene que ser ahora . Al mismo tiempo, Wilbur gritó, “¡Fuego!”

Más de una docena de flechas ardientes se arquearon sobre el valle como cometas rojos y
dorados. La Armada Verde pausó, tal vez en confusión ante la patética demostración de
fuerza; sólo trece flechas volando a través del aire. Ni siquiera llegarían a las filas delanteras.

Pero eso no importaba. No eran el objetivo previsto.

Hubo una vez, cuando la puntería de Wilbur había sido tan pobre, que no habría faltado nada
menos que intervención divina para corregirla.

Así que Techno la había corregido. Ahora, Wilbur acertó. Su flecha aterrizó entre la maleza, y
luego hubo fuego.

Se sentía como si el valle entero estuviera ardiendo, el calor abrasando la piel de Techno
incluso desde donde estaba. Las flechas ardientes habían incendiado una línea de fuego que
corría horizontalmente a través del valle, aislando por completo a la Armada Verde. Los
soldados del Ejército Real habían rociado esa área con el persistente combustible incendiario
en el momento en que vieron que el enemigo se acercaba, y luego retrocedieron rápidamente
a las montañas, refugiándose para la siguiente fase. El fuego no los detendría para siempre.

Wilbur dio una señal, y los arqueros se dispersaron a sus siguientes posiciones, dejando a los
tres totalmente solos, observando el muro de fuego en busca de las primeras señales de vida.
Vino en la forma de un hombre con una capa blanca, atravesando las llamas como si
simplemente fuera una inconveniencia. Ignoró el calor, sacudiendo una brasa de su hombro
antes de que sus ojos los encontraran en la colina. Apuntó con su espada, directamente a
Wilbur.

“Esa no es una bandera blanca de rendición, Techno”, dijo Wilbur en voz baja.

“No, no lo es”, respondió Techno, finalmente soltando la mano de Tommy y agarrando su


tridente. “Era una posibilidad remota de todos modos. Un poco de calor no es nada para
asesinos en serie”.

Tú debes saberlo , zumbaron sus voces.

Este no es el momento para su descaro , Techno pensó en respuesta, como si eso pudiera
detener la antigua melodía que comenzaba a sonar en su cabeza.

El resto del ejército enemigo siguió al hombre de blanco, con menos gracia, pero con
terquedad, como malditas cucarachas arrastrándose por el valle. Y luego hubo un grito de
batalla, sonando desde todas las direcciones mientras el Ejército Real salía de sus escondites
— en los árboles o en la hierba, desde el río y desde las montañas — , tomando por sorpresa
a sus enemigos. Pero la Armada Verde estaba bien entrenada. Se recuperaron con rapidez, y
aunque la mayoría de su ejército estaba atrapado detrás del fuego, estaban respondiendo. No
pasó mucho tiempo hasta que empezaron a caer cuerpos, y no sólo de enemigos.

La mano de Techno se apretó alrededor de su tridente mientras el valle se llenaba con sonidos
de guerra, pero no fue por miedo. Techno nunca lo admitiría en voz alta, pero podía sentir
algo parecido al entusiasmo correr por sus venas. Esto era familiar. Esto era algo que sabía,
en lo profundo de sus huesos, que podía hacer sin fallos. Ser el maestro de Wilbur, y luego el
de Tommy; eso había sido aterrador. ¿Pero esto? Esto no era nada. Esta era sólo otra batalla
por pelear, sólo otra guerra por ganar.

“Tenemos que ayudar”, dijo Tommy, sus pies ya se estaban moviendo colina abajo.

La mano de Wilbur salió disparada, arrastrando a Tommy hacia atrás. Tanto Techno como
Tommy lo miraron con sorpresa, pero Wilbur estaba viendo más allá de ellos, a la carnicería
que estaba sucediendo justo debajo de sus pies, sus ojos oscuros como la tierra de una tumba
recién cavada.

“¿Wilbur?” preguntó Tommy con asombro.

Wilbur parpadeó rápidamente, como si estuviera saliendo de un sueño. “Aún no”, dijo en voz
baja.

“¿Qué quieres decir con aún no?” demandó Tommy, soltándose del agarre de Wilbur.
“¡Nuestra gente está muriendo ahí abajo!”

“Wilbur”. Techno giró a Wilbur por los hombros hacia él. “Tenemos que irnos. Ahora ”.

Wilbur tomó un respiro tembloroso. “Lo sé. Maldita sea, lo sé ”. Miró a Tommy, parado al
lado de ellos con su rostro lleno de confusión. “Pero no puedo dejar a Tommy — ”

“¡No hables de mí como si no estuviera aquí!” escupió Tommy con enojo. “Wilbur, este no es
el tiempo ni el lugar para subestimarme. ¡Maldita sea, tenemos que irnos!”

“Tommy”, dijo Wilbur, observando a Tommy con sorpresa, “yo nunca te subestimo — ”

“¡Entonces pruébalo! Vámonos ”.

“Tienes razón”. Una resignación cansada coloreó las palabras de Wilbur. “Pero quédate cerca
de mí”. Volteó a ver sombríamente a Techno. “No pierdas la cordura ahí afuera”.

Techno pudo oír la advertencia en su voz.

“Siga su propio consejo, Su Majestad”, respondió Techno amargamente, notando los ojos
muy abiertos de Wilbur y sus manos temblorosas.

“Hablo en serio, Techno”. La expresión de Wilbur se endureció mientras bajaba la voz,


hablándole a Techno y sólo a Techno mientras Tommy estaba distraído por la pelea de abajo.
“Esta es una orden directa de tu rey. Mantenlas bajo control”.

Él piensa que puede controlarte , susurraron las voces. Él piensa que es tu dueño. ¿Vas a
darle la razón, como el perrito leal que eres?

“Lo prometo, Wilbur”, dijo Techno.

Después de todo, los perros domesticados, como dijo alguien una vez, siguen mordiendo de
la chingada.

“Muy bien”, dijo Wilbur, echándose su arco al hombro con una mirada de determinación.
“Vamos a la guerra, muchachos”.

La primera vez que la Capitana mató a alguien, tenía quince años. Él la hubiera matado. Ella
lo había visto en sus ojos, perdido en un frenesí de borrachera en una pequeña y solitaria
taberna lejos de aquí. Él se había acercado a ella con sus pesadas manos, así que ella había
tomado una botella de una de las mesas y la había roto contra un costado de su cabeza. Y
cuando eso no había sido suficiente para detenerlo, ella había enterrado las afiladas piezas
directo a su garganta.

Ella había corrido de la taberna de inmediato, corrido del pueblo y no había dejado de correr
hasta que llegó a la capital del reino, donde un rey con compasión grabada en su sonrisa le
había ofrecido un trabajo, un hogar y una vida que le aseguraba que ningún hombre se
atrevería a cruzarse con ella de nuevo.

Pero incluso después de todos estos años, la Capitana todavía podía recordar la sensación de
la piel cediendo bajo el filo de su arma. Todavía podía ver el rostro del hombre,
contorsionándose con dolor e incredulidad, apenas capaz de procesar lo que le estaba pasando
antes de que la agonía de la muerte se lo llevara. Todavía podía escucharlo ahogándose con
su propia sangre, gorgoteando húmedamente antes de quedar al fin, al fin quieto. Pero hubo
un momento, entre el asesinato y la huida, en donde ella simplemente se sentó al lado del
cadáver de su propia obra, entumecido y vacío y frío.

Los soldados no tendrían tanta suerte esta vez.

Podía verlo en sus rostros: los que nunca habían visto un día de violencia en sus vidas,
haciendo sus primeros asesinatos justo en frente de ella. Podía ver a algunos de ellos dudar,
entrar en pánico, caer en el mismo abismo donde ella cayó antes. La mayoría de ellos
trataban de evitar eso, sus cerebros almacenando el daño para otro día. Pero otros se
quedaban congelados, atrapados en sus propios pensamientos, hasta que sus camaradas los
encontraban, o sus enemigos.

La Capitana no podía ayudar. Ella lo quería, más que nada, porque ¿no era ese su trabajo?
¿No se suponía que ella debía protegerlos?
Y luego otro enemigo vendría corriendo hacia ella, y todo en lo que podía pensar era en
mantenerse con vida y sobrevivir a la próxima hora, el próximo minuto, el próximo respiro.
La Armada Verde ya había empezado a abrirse paso a través del muro de fuego, y no pasaría
mucho tiempo antes de que el resto de ellos llegara con sed de venganza.

La Capitana agitaba su gladio, desviando el golpe entrante de un enemigo antes de clavarle su


hoja en lo profundo de su pecho. Ella no estaba mirando para verlo caer; ya se estaba
moviendo a través del campo de batalla, abriéndose paso hacia un grupo de soldados reales
atrapados entre una pendiente rocosa y media docena de enemigos. Ella derribó a dos antes
de que el resto la notara, y la Capitana se encontró enfrentándose a cuatro enemigos a la vez.

Con un escudo en una mano y su espada en la otra, había poco que la Capitana pudiera hacer
además de enfrentarlos.

Esto es todo , pensó, esta es mi última batalla .

“Pequeño pedazo de mierda”, uno de ellos escupió las palabras hacia ella. “¿Crees que eres
muy valiente, tú sola?”

Se abalanzaron hacia ella, y la Capitana alzó su escudo instintivamente para recibir un golpe
que nunca llegó. Cuando miró de nuevo, encontró a los cuatro soldados muertos en el suelo,
con un hombre con una capa roja y azul, y flores en su cabello, de pie sobre los cuerpos que
aún se movían. Escurría sangre por las puntas de su tridente, demasiada para haber venido
sólo de los cuatro cuerpos. Cuatro cuchillos para lanzar faltaban en su bandolera que cruzaba
su pecho, y la expresión de su rostro era lo suficientemente fría como para congelar el
infierno.

“Deja de mirar y ponte a trabajar, soldado”, dijo Technoblade; el mismo Technoblade que la
Capitana había visto cargando al pequeño príncipe en sus hombros por el castillo; el mismo
Technoblade que se movía incómodamente en trajes demasiado ajustados durante eventos
formales que él, a pesar de todo, siempre veía hasta el final; el mismo Technoblade que el
anterior rey, el salvador de la Capitana, le confió a sus hijos.

La Capitana apenas podía reconocerlo.

Pero una vez más, algo en el fondo de su mente le dijo que lo estaba viendo realmente por
primera vez. Ella había escuchado los rumores, los susurros, las preguntas acerca de cómo
nunca parecía cambiar a través de los años. Ignoró todo eso por ahora. Él era el hombre que
acababa de salvar su vida. Era lo único que importaba en la guerra.

Ella saludó. “¡Señor, sí señor!”

Con un breve asentimiento Technoblade se fue, simplemente una mancha de color cortando
un camino violento a través del valle, su tridente brillando en la luz del sol. Un quejido llamó
la atención de la Capitana, y se volteó hacia los soldados reales que había estado tratando de
rescatar.

“¿Están bien?”, les preguntó.


Uno de ellos — un recluta nuevo que no reconoció — balbuceó, “¿Quién demonios es ese?”

“Ese era tu maldito general”, espetó. “Así que ya pueden dejar de acobardarse en su rincón.
The Blade se ha unido a la batalla”.

La risa fue lo peor. Wilbur podía sentirla haciéndose más fuerte en su cabeza, el sonido de
mil voces diferentes riéndose de un chiste del que no estaba privado, un chiste con él como
remate. Pero luego la herida que se seguía curando en su mano le dolía, recordándole lo que
había hecho y dónde estaba. Estaba parado sobre una piedra, sus pies apoyados sobre musgo,
derribando a enemigos distantes con flechas. Él era el Rey Wilbur, Protector del Pueblo,
Gobernante del Reino, Líder del Ejército Real, y había traído a toda esta gente aquí.

Y no iba a decepcionarlos.

Podía ver la cabeza dorada de Tommy debajo de él, ocupándose de los enemigos que se le
escapaban a Wilbur. Era bueno. Aterradoramente bueno. Era fácil olvidar lo capaz que era
Tommy para la destrucción. Estaba tan acostumbrado a ver a Tommy perder contra Techno
que había olvidado que contra cualquier otro, Tommy era una fuerza a considerar por sí
mismo.

Pero eso no ayudaba mucho a disipar la angustia que sentía Wilbur en su interior. Él era,
después de todo, también un hermano mayor.

Tommy se abalanzó contra un enemigo, con la lanza afuera. El enemigo blandió su espada,
pero Tommy se agachó justo a tiempo y barrió su pierna para derribar al hombre. Wilbur vio
cómo la lanza lo atravesó limpiamente, y el cuerpo todavía se estaba retorciendo cuando
Tommy ya estaba girando para enfrentarse a otro. Este ni siquiera pudo acercarse a un metro
de Tommy antes de que Wilbur le atravesara su garganta con una flecha.

Tommy se giró y le sonrió a Wilbur. “¡Nada mal, chico arquero!”

A pesar de todo, Wilbur esbozó una pequeña sonrisa. Una sonrisa que se borró de su cara
cuando un movimiento repentino apareció por el rabillo de su ojo.

“¡Tommy, cuidado !” gritó Wilbur, justo cuando el soldado enemigo se abalanzó hacia
Tommy. Ambos cayeron al suelo, una maraña de extremidades y espadas.

Wilbur buscó una flecha y se encontró con su carcaj vacío.

¡Mierda! , pensó.

Mierda , las voces afirmaron felizmente.

Wilbur apresuradamente colgó su arco sobre su hombro y, en el mismo respiro, desenvainó


sus espadas gemelas de sus fundas. Bajó de su posición, sus dientes chocaron por el impacto,
pero el dolor no se registró porque Tommy está en peligro.

El soldado enemigo tenía a Tommy clavado en el suelo, una espada levantada sobre su
cabeza y lista para caer. Tommy luchaba, tratando desesperadamente de alcanzar la lanza que
había sido tirada de su mano, pero Wilbur ya estaba pateando al enemigo violentamente. Este
rodó por el suelo, permitiendo que Wilbur se interpusiera entre él y Tommy, las espadas
gemelas brillando amenazantes a la luz del fuego.

“Aléjate de mi hermano, maldito”, siseó.

“Qué conmovedor”, dijo burlonamente el soldado. Era diferente de los demás, Wilbur se dio
cuenta. No sabía cómo exactamente, pero sólo lo era . Sus ojos y su cabello eran negros
como el carbón, en fuerte contraste con la capa blanca manchada de sangre que usaba
alrededor de sus hombros.

“Tú…” dijo Wilbur, frunciendo sus cejas. “Te vi cruzando el fuego. ¿Cómo?”

El hombre se burló. “¿Creíste que ese pequeño truco podría lastimarme?” Alzó su espada;
viéndola bien, parecía estar hecha de obsidiana pura, completamente negra hasta la
empuñadura. “Yo nací en fuego”.

“¿Eres el líder de este ejército?” demandó Wilbur.

Lanzó una carcajada corta. “ ¿Yo? No, no, yo simplemente soy un peón en este juego. Un
peón con un rencor por resolver, pero un peón aún así”. Sonrió. “Ahora, muéstrame lo que te
enseñó, rey”.

Wilbur no necesitaba que lo repitiera. Se abalanzó hacia el hombre, iris azules crujiendo bajo
sus pies. Sus espadas se encontraron, y desde ahí fue un baile. Las espadas brillaban mientras
Wilbur empujaba al hombre hacia atrás, pero él lo igualaba golpe con golpe. Wilbur se lanzó
hacia adelante con su espada izquierda, pero el hombre lo esquivó con fluidez antes de
blandir su espada en un arco medio que le habría quitado limpiamente la cabeza si no hubiera
retrocedido. Desde ahí, el hombre lanzó su ofensiva, golpeando desde arriba, pero Wilbur
logró cruzar sus espadas y bloqueó el golpe a tiempo. El golpe resonó hasta sus huesos, pero
el enemigo no le dio tiempo para recuperarse, empujando su espada con más fuerza contra él.
Wilbur clavó sus talones en el suelo y lo empujó, usando el peso del hombre en su contra.
Había esperado que eso lo hiciera perder el equilibrio y pudiera acabar con esto de una vez
por todas, pero en vez de eso, el enemigo blandió otra vez, fintando otro golpe por arriba
antes de cambiar a un golpe lateral en el último momento.

Wilbur bloqueó el golpe, pero la fuerza lo tiró al suelo. El soldado de la capa blanca se paró a
su lado, una sonrisa juguetona asomándose por sus labios.

“Eso fue decepcionante”, dijo, girando su espada perezosamente entre sus dedos. Como si
tuviera todo el tiempo del mundo. “Esperaba que un hombre entrenado por un dios de la
sangre, por lo menos, pues, derramara alguna”.

Wilbur se congeló. Miró al hombre que estaba parado frente a él, entendiendo de pronto.
“Estás aquí por Techno”.

El hombre dejó de girar su espada. “Me sorprende que te dijera lo que es. Debes significar
mucho para él”. Su sonrisa era lenta y fría. “Eso hace todo esto más divertido”.

Levantó su espada y la blandió hacia abajo.

Pudieron haber sido horas. Pudieron haber sido días. Incluso pudo haber sido el espacio entre
un respiro y otro. Technoblade ya no lo sabía.

Más y más enemigos estaban encontrando maneras de cruzar el muro de fuego. Los arqueros
del Ejército Real hacían lo mejor por dispararles antes de que pudieran unirse al combate,
pero su terrible falta de experiencia comenzaba a notarse. Se estaban formando grietas. Se
acercaban a un punto de quiebre.

No , Techno pensó, su tridente en una mano, un látigo de cadena con empuñadura de hueso
en la otra. No si puedo evitarlo .

Se encontró a sí mismo justo en medio, atraído no por la violencia sino por el sonido de la
gente de Wilbur — su gente — pidiendo ayuda. La ayuda de un dios.

Sangre , demandaban las voces. Sangre para el dios de la sangre . (Blood for the blood god).

Pero Techno no quería sangre, no hoy. Quería justicia.

“Agáchense”, les dijo a los soldados del Ejército Real que se habían juntado a su alrededor.
Techno se dio cuenta con sorpresa que no lo habían buscado para pedirle su protección, sino
para brindarle la de ellos. Como si sus frágiles cuerpos mortales pudieran hacer una
diferencia cuando se trataba de él. Tontos , quería decir, pero lo único que salió fue “Al suelo
todos, ahora ”.

Fueron rápidos al obedecer. Se tiraron a la hierba justo cuando Techno arremetió con su
látigo. La pesada cadena dibujó un arco por el aire antes de encontrar su objetivo,
enrollándose alrededor del cuello de un soldado enemigo. Techno tiró bruscamente,
derribando al soldado. Desenredó el látigo y lo hizo girar para golpear a un enemigo justo en
la cabeza. Hubo un crujido enfermizo cuando la fuerza del látigo le trituró un hueso. Antes de
que el cuerpo tocara el suelo, Techno giró el látigo hacia otros objetivos; apuntando a
gargantas, sienes, tobillos, cualquier cosa para tirar o triturar. Estaba parado en el ojo de la
tormenta, su látigo crujiendo en el aire como un trueno.

Cuando el látigo de cadena regresó a sus manos, estaba cubierto con sangre.

“Pueden levantarse ahora”, les dijo a los soldados que estaban mirándolo aturdidos desde el
suelo. “Encárguense de los rezagados”.
“¿Cuáles rezagados ?” uno de ellos preguntó con incredulidad, pero Techno ya se estaba
moviendo de nuevo.

Se lanzó a sí mismo por el aire, volando ingrávido por un breve momento sobre la masacre, y
luego se estrelló con su tridente, empalando a un hombre en la tierra. Sacó su tridente con un
nauseabundo chapoteo y luego lanzó un cuchillo justo en el ojo de un soldado que se
aproximaba. Otro se acercó corriendo hacia él, pero se hizo cargo rápidamente de este
también.

Este era su elemento. Aquí era donde pertenecía.

Más , las voces demandaban, más más más —

Este no era su elemento.

Aquí no era donde pertenecía.

Estaba bajo órdenes estrictas del rey de mantenerse bajo control, y no iba a fallar ahora.

Y luego lo escuchó. Techno no podía explicar cómo lo oyó por encima de los sonidos de
espadas chocando y personas muriendo y fuego ardiendo. Era como si su alma sólo hubiera
estado escuchando para ese sonido y nada más.

A lo lejos, un grito.

Cuando era un niño, Tommy había intentado escalar el costado del castillo. No recordaba la
caída, pero recordaba el golpe. Recordaba la sensación de sus huesos fragmentándose debajo
de él, el dolor tan cegador que casi se desmaya. No sabía quién lo encontró finalmente, pero
eventualmente se despertó en su habitación, su brazo izquierdo en un cabestrillo y Wilbur
dormido a su lado. Techno había estado recargado en la pared contraria, mirándolo.

“Ha estado aquí durante días”, había dicho Techno. “En serio casi lo matas del susto,
Tommy”.

Eso fue lo más enojado que Techno había estado con él, y ese fue el momento en el que
Tommy entendió que lo que en realidad quería decir es que él casi mata a ambos del susto.

Cuando la espada del hombre de la capa blanca rompió a través del eje de la lanza y hacia el
hombro de Tommy, recordó ese dolor, y lo sintió multiplicado por mil. Sintió cómo la espada
atravesó su piel clavándose en su clavícula, y sólo había fuego en sus venas.

“ ¡Tommy! ” Sintió la mano de Wilbur jalándolo hacia atrás, y ambos trastabillaron, Tommy
aún sosteniendo los extremos rotos de la lanza con la que había tratado de proteger a Wilbur.
Tommy cayó de rodillas, el dolor haciendo que todo se viera blanco. Voy a desmayarme ,
pensó, voy a morir —

“Pequeño héroe”, gruñó el hombre mientras se acercaba a ellos de nuevo, la punta de su


espada escurriendo con la sangre de Tommy. “Sólo estás retrasando lo inevitable. Ahora
quédate quieto mientras acabo contigo”.

“Tommy”. Las manos de Wilbur estaban sobre él, presionando su herida. “Tommy, Tommy,
ven aquí, te voy a arreglar, te voy a arreglar — ”

“Wilbur”, Tommy graznó cuando el hombre de la capa blanca avanzó. “Wilbur, el enemigo
—”

“Di adiós, principito”, el hombre se rio, levantando su espada una última vez.

Tommy agarró a Wilbur, incluso cuando todo su cuerpo tembló con el movimiento, cubriendo
el cuerpo de su hermano mayor con el suyo. Cerró sus ojos, esperando el coup de grâce.

Nunca llegó.

Cuando Tommy miró de nuevo, encontró a Technoblade parado frente a ellos, bloqueando la
espada del enemigo con su tridente.

“Al fin”, gruñó el hombre, empujando contra el eje del tridente de Techno. “Te he estado
esperando, bastardo sanguinario”.

Techno inclinó la cabeza a un lado, considerando al enemigo detenidamente. “Yo”, dijo de


forma monótona, “ni siquiera te conozco”.

Los ojos del hombre se endurecieron. “Tú los mataste. Tú me quitaste a ambos, y ni siquiera
lo recuerdas”. Saltó hacia atrás, cortando el aire entre ellos con su espada, salpicando el suelo
a los pies de Techno con la sangre de Tommy. “Está bien. Sólo tengo que hacerte recordar”.

Techno se volteó para mirar a Tommy y a Wilbur, su expresión cuidadosamente neutral.


Observó la herida de Tommy, Wilbur aún intentando desesperadamente suprimir el flujo de
sangre.

“Techno”, suspiró Tommy.

La mandíbula de Techno se tensó. “Váyanse”. Se volteó de nuevo hacia su enemigo, su


trenza ondeando con el viento. La mayoría de las glorias de la mañana se habían ido. “Cuida
a tu hermano, Wilbur”.

“Qué — ”

“Tommy, vámonos”, dijo Wilbur severamente. Empezó a jalarlo hacia la roca musgosa en la
que había estado parado. Recargó a Tommy sobre ella y se dedicó a la tarea de asegurar el
tajo en su hombro. Wilbur arrancó el final de su saco rojo y azul, y empezó a envolverlo
alrededor del hombro de Tommy.
“No puedo ver, Wilbur”, protestó Tommy, esforzándose por ver más allá de la cabeza de
Wilbur.

“No necesitas ver eso”, Wilbur insistió sombríamente, apretando la tela alrededor de la
herida. “No quieres ver eso”.

“¿Ver qué?” demandó Tommy, su garganta doliendo. ¿Cuándo había empezado a gritar?
“Wilbur, ¡tenemos que ayudarlo!”

Antes de que Wilbur pudiera contestar, hubo un fuerte crack , como un trueno, haciéndolos a
ambos encogerse. Wilbur se volteó hacia el sonido, justo lo suficiente para que Tommy
pudiera echar un vistazo a la pelea sobre su hombro, justo lo suficiente para ver a
Technoblade levantar al hombre por su cuello y estrellarlo directo al suelo, destrozando la
tierra una vez más.

Debería estar muerto. Cuando Technoblade lo estrelló contra la tierra con suficiente fuerza
para agrietarla, sabía que el hombre debió haber muerto en la primera vez. Pero no lo hizo.
En lugar de eso, simplemente le sonrió a Technoblade con dientes ensangrentados, su cara
dibujada en una fría y — para el disgusto de Techno — triunfante arrogancia.

“Ah. Ya veo”, dijo Techno con su mano alrededor de la garganta del enemigo. “¿Qué está
haciendo un dios de la guerra en un lugar como este?”

“Diría lo obvio”, dijo el hombre tranquilamente, señalando al baño de sangre a su alrededor.


“Pero este es un asunto completamente personal”.

Pateó a Techno, dándole un golpe en su estómago que lo lanzó hacia atrás. Techno se apoyó
en la tierra, dispuesto a no darle más terreno al dios de la guerra. Tommy y Wilbur estaban en
algún lugar detrás de él, y esa era la única razón que Techno necesitaba para levantar su
tridente de nuevo.

El dios de la guerra se puso de pie tambaleándose, luego pareció que simplemente se sacudió
la experiencia de tener su cabeza estampada contra el suelo con la fuerza de veinte toros
desbocados. Se tronó el cuello para liberar la tensión y simplemente agarró su espada de
nuevo.

“Ahora que nos introducimos apropiadamente”, dijo el dios de la guerra, “tomémonos esto
más en serio, ¿de acuerdo?”

Se movió rápido, más rápido de lo que Techno esperaba. Apenas logró desviar un golpe
dirigido directamente a su corazón. Techno empujó con su tridente en represalia, pero el dios
de la guerra simplemente se apartó con gracia antes de regresar con toda su fuerza. Techno
tomó uno de los cuchillos de su bandolera y lo lanzó, logrando rozar al otro dios — sólo
apenas — antes de chocar armas de nuevo.
Ataque por ataque, golpe por golpe. Pudieron haber seguido así para siempre. Un dios de la
guerra y un dios de la sangre. En otra vida, pudieron haber sido aliados.

Techno intentó recordar en vano cuál de las muchas personas que había derribado a lo largo
de los siglos había pertenecido a este hombre, pero había demasiadas; una larga fila de
fantasmas por los que pasaría el resto de su vida inmortal expiando.

¿Expiando? las voces se rieron. ¿Qué es lo que hay que expiar? ¿Acaso un león expía por
matar a la gacela? ¿Acaso el fuego expía por quemar?

Techno saltó hacia atrás y lanzó su cuchillo, el cual desvió el dios de la guerra fácilmente con
su espada. Lanzó otro, y el dios de la guerra lo esquivó. Otro, que cayó inofensivamente en la
tierra. Techno buscó otro, y encontró su bandolera vacía.

“Esto es inútil”, dijo el dios de la guerra. “Sólo baja tus armas, y tal vez — tal vez — te daré
la muerte piadosa que nunca les diste. Peleas y te esfuerzas, pero ambos sabemos cómo
termina. Mortales y sus juegos sangrientos… sólo puede haber un desenlace, ¿cierto?”

“La guerra no se ha acabado aún”, replicó Technoblade.

El dios de la guerra sonrió, sus ojos moviéndose hacia algo por encima del hombro de
Techno. “¿Estás seguro de eso?”

Techno miró detrás de él, sus ojos encontrando primero a Tommy y a Wilbur, agachados bajo
una roca. Techno no se atrevió a detenerse en la mirada asustada en el rostro de Tommy
mientras lo miraba de vuelta, y continuó buscando en el horizonte lo que había llamado la
atención del dios de la guerra.

Su corazón — lo que quedaba de él — se hundió cuando notó a los miles de refuerzos


enemigos que estaban inundando al Valle Azul.

Tubbo estaba parado en las aguas que le llegaban a la rodilla del río que atravesaba el valle.
Antes cristalino, ahora corría rojo con sangre. Amigo o enemigo, no parecía importar; todos
sangraban igual.

La corriente del río estaba tirando de él. Está bien, parecía decir, puedes dejarte ir ahora.

Y Tubbo lo quería hacer. Por los dioses, lo quería, más que nada. Su carcaj estaba vacío de
flechas. Había perdido su arco y su espada en el caos. Todo lo que tenía ahora era su daga, su
cuchilla no más larga que sus manos e igual de frágil. Su cuerpo se sentía como si hubiera
estado peleando durante semanas, pero un vistazo al sol arriba de su cabeza le dijo que sólo
habían sido horas.

Horas de masacrar sin sentido su camino a través de la batalla. Era mejor cuando todavía
tenía flechas; cuando podía pararse y disparar a enemigos distantes sin pensar en ellos como
personas . Cuando recurrió a usar su espada, cuando se acercó lo suficiente para ver el miedo
en sus ojos mientras su espada atravesaba tela y piel, cuando la sangre lo pintó de carmesí,
fue repentinamente, aterradoramente real.

Antes, había querido ver a sus enemigos arder. Ahora, sólo quería que todo acabara.

Tubbo levantó la mirada ante el sonido de gritos. Enfrente de él, había enemigos corriendo a
través de la pared de llamas, cortando el fuego uno tras otro como una marea interminable.
Las palabras refuerzos y demasiados y retirada hacían eco en los oídos de Tubbo mientras se
quedaba sin aliento.

Apretó el agarre de su daga mientras los refuerzos enemigos avanzaban, deshaciéndose de las
personas que estaban muy débiles, muy cansadas, o eran muy inexpertas, para pelear.
Personas como Tubbo.

Se aproximaron. Un ejército infinito.

Tubbo sintió bilis subiendo por su garganta. Demasiados, demasiados, demasiados . Sintió
lágrimas calientes deslizarse por sus mejillas. Demasiados, demasiados . Sintió su miedo y su
pavor como un peso físico, casi poniéndolo de rodillas. Demasiados .

Al final, Tubbo no era ningún héroe. Pero alzó su daga de todas formas.

“Se acabó”, susurró Tommy. Se recargó en su hermano mientras ambos miraban el valle, a
los enemigos que descendían sobre su ejército como una parvada de halcones. El dolor en su
hombro ahora sólo era una preocupación distante. No lo mataría; pero sabía que la muerte
vendría por él de todas formas. “Estamos jodidos”.

Wilbur estaba muy quieto.

“Wilbur”. Tommy se volteó hacia su hermano. “Sabes que te amo, ¿verdad?”

El rey le dirigió una mirada penetrante. “¿Qué diablos estás diciendo?”

Tommy tragó con dificultad, tratando —y fallando— de mantener las lágrimas adentro. “Te
— te amo. No creo que alguna vez lo haya dicho, pero es verdad. Supuse, que si es mi última
oportunidad — ”

“Esta no es tu última oportunidad”, espetó Wilbur, sus ojos oscureciendo. Se giró, mirando
hacia Technoblade, quien todavía estaba parado entre ellos y el soldado misterioso. “
¡Techno! ”

Techno miró a Wilbur de vuelta, su expresión indescifrable. No miró a Tommy.

“Es hora”, Wilbur llamó.


Por un momento, Techno sólo observó. Y luego, lentamente, deliberadamente, asintió. “Lo
siento, Wilbur”.

“¿Qué?” demandó Tommy. “¿De qué están hablando?”

Wilbur no respondió. Ni siquiera estaba escuchando.

Tommy sólo pudo observar mientras Wilbur desenganchaba un cuerno de su costado. Lo


puso en sus labios de forma mecánica, sus ojos en blanco y observando a la nada.

“¿Wilbur?” suplicó Tommy. “Wilbur, qué está — ”

Wilbur sopló el cuerno.

Ella lo escuchó. Todos lo hicieron. Sus cabezas se levantaron ante el sonido de un cuerno de
guerra haciendo eco a través del valle; un lento y triste sonido como los inicios de un canto
fúnebre, o el llanto de un ave solitaria separada de su parvada.

La florista se encontró con los ojos de una mujer al otro lado del campo. Una extraña, sólo
familiar por cortos e intrascendentes encuentros en el campamento. Pero en ese momento,
eran almas gemelas, unidas en su determinación. La florista asintió. La mujer le dio un saludo
solemne. Era ahora o nunca.

La florista observó la horda entrante de enemigos, masacrando todo lo que se encontraba a su


paso. Pero el Ejército Real ya no estaba peleando. No, estaban corriendo. Dejaron sus armas
y corrieron de vuelta en la dirección de la colina, tropezando con iris y hierbas y enredaderas
de glorias de la mañana. La Armada Verde — superándolos diez a uno — los persiguieron,
sin saber lo que estaba por venir.

La florista empezó a correr, la roca en su bolsillo volviéndose cada vez más pesada con cada
paso. Pero, al contrario que los demás, se dirigía hacia el norte, hacia una de las montañas
escarpadas que rodeaban al valle.

Sabía que los otros —al menos los que aún no estaban muertos— deberían dirigirse hacia la
otra montaña, precipitándose a través de árboles y sotobosques como ella. Había cincuenta de
ellos en total, pero únicamente dos eran los realmente necesarios para el trabajo.

“Si pierden el coraje,” el rey dijo durante la reunión de medianoche donde expuso sus planes
a los voluntarios, “sólo asegúrense de que alguien más aún lo tenga. Este es nuestro último
recurso, pero probablemente también sea nuestra única opción”.

Les dijo a todos los presentes que eran libres de irse. Ninguno de ellos lo hizo.

Al resto del campamento solo le informaron dos cosas: “Cuando oigan el cuerno, corran por
sus vidas,” y “No le digan al Príncipe Tommy”.
La florista saltó sobre rocas y maleza, sus latidos retumbaban en sus oídos.

“ ¡Oye! ”

Se arriesgó a mirar hacia atrás, y se encontró con tres soldados de la Armada Verde corriendo
tras ella. Estaban menos acostumbrados al terreno de lo que ella estaba —había recorrido este
sendero un millón de veces en la última semana— sin embargo, la estaban alcanzando
rápidamente, sus espadas alzadas y listas.

La florista continuó corriendo. Pero sus rodillas gritaban, sus pulmones al borde del colapso.
Estaba cansada. Tan, tan cansada—

Un grito vino de atrás. Trató de ignorarlo, hasta que lo oyó de nuevo. Miró hacia atrás otra
vez, y se detuvo repentinamente cuando se dio cuenta de lo que estaba pasando. Uno de los
soldados enemigos estaba en el suelo, con una pequeña daga clavada en su nuca. Los otros
dos se estaban regresando, enfrentándose al atacante que debió seguirlos hasta el bosque.

Alcanzó a ver el cabello castaño, un cuerpo pequeño. Oh, dioses .

Era el chico que había mentido para entrar al ejército, y había luchado en él hasta el final. La
florista miró atrás, hacia la cueva donde estaba su principal objetivo. Estaba tan cerca.

Pero vio al chico desarmado.

La decisión ya estaba hecha. Bajó corriendo la montaña, su hacha en mano. Los soldados
habían acorralado al chico contra un árbol, sus espadas listas para cortar su vida a los
diecisiete años. Pero eso significaba que estaban de espaldas a ella, y nunca la vieron venir.

“Sólo pretendan que están cortando un árbol”, el general les había enseñado durante su fase
de entrenamiento en el castillo. “El hacha hará el trabajo, pero tomará unos cuantos golpes”.

Sólo le tomó dos: uno al cuello, el otro al cráneo. Los dos soldados cayeron muertos a sus
pies. El chico la miró, respirando pesadamente, su rostro manchado con sangre y tierra. Se
veía como si hubiera envejecido cincuenta años en un día. La florista ya no reconocía al
joven y temerario chico que había corrido alrededor del campamento haciendo las tareas más
triviales, sonriendo de oreja a oreja, sintiéndose orgulloso por formar parte de algo más
grande que él. Estaba herido, magullado y sangrando, con ojos tan atormentados que la
florista no pudo evitar preguntarse qué cosas había visto desde que el sol se levantó sobre el
campo de batalla.

¿Qué es lo que te ha hecho el mundo? pensó. Pero todo lo que dijo fue “¿Estás bien?”

El chico sólo pudo asentir sin hablar.

“Tienes que salir de aquí”, dijo de prisa, escuchando a más soldados subir por la montaña.
“Ten. Toma esto”.

Ella colocó decididamente su hacha en sus manos. El chico agitó la cabeza vigorosamente.
“No puedo”, graznó. “Debes protegerte — ”
Ella le dio una amarga sonrisa. “Confía en mí, niño, la necesitas más que yo. Ahora, vete.
Conoces tus órdenes. Regresa al campamento. Sigue el sol”. Antes de que pudiera pensarlo
mejor, jaló al chico a sus brazos, abrazándolo fuertemente. Por un momento, él sólo pudo
quedarse en una lánguida sorpresa. Y luego ella sintió que sus brazos se cerraban a su
alrededor. Él escondió su cabeza en su hombro y dejó salir un sollozo desgarrador.

Cuando la florista lo dejó ir, había una nueva chispa en los ojos del chico, débil, pero mejor
que nada.

El chico se giró para irse, pero se detuvo en la línea de árboles. “¿Cuál es tu nombre?”,
preguntó.

“Niki”, ella dijo. “Mi nombre es Niki”.

“Nos vemos luego, Niki”, dijo el chico, y se fue.

Lo miró por un tiempo, sintiendo su corazón más ligero de una forma en la que no podía
explicar. Pero luego una rama se rompió en la distancia, anunciando la llegada de tropas
enemigas. La florista se preparó mentalmente por última vez, y se dirigió a la cueva.

Adentro, apilado de un extremo a otro de la cueva, conectado a las cavernas subterráneas


naturales que se extendían a lo largo de la montaña, estaba el último recurso del rey. La única
cosa que se interponía entre su reino y la perdición certera.

Veremos a nuestros enemigos arder , el rey les había prometido ese primer día, hace una
eternidad.

No era exactamente arder, pero explotarlos hasta su destrucción total era un compromiso
aceptable.

El pedernal estaba en su mano. Todo lo que podía oler era azufre y el olor lejano de iris. Sus
perseguidores estaban en la entrada de la cueva, gritando cuando se dieron cuenta de lo que
estaba a punto de hacer. Tal vez suplicaron. Nunca lo sabría.

“Los veré a todos en el infierno”, dijo amargamente, y le prendió fuego al pedernal.

En la cima de la montaña opuesta, en una cueva casi idéntica, la Capitana hizo lo mismo.

“Por mi reino”, le susurró a la cueva vacía, y dejó el fuego caer.


Niki esperó que, por lo menos, plantaran las flores más hermosas en su tumba.

Las explosiones sacudieron al mundo. Sacudieron al mismo sol de su leal órbita. Wilbur se
apoyó contra la roca en la que una vez se había parado sin miedo, y vio a las montañas caer.

Sí , corearon las voces, esto siempre estuvo destinado a pasar .

Wilbur había estado aquí antes. Lo había soñado. Lo había vivido. Mientras la avalancha de
rocas y tierra caía en cascada hacia el valle — aplastando a cualquiera lo suficientemente
desafortunado para quedarse atrás, amigo o enemigo — Wilbur sintió un tirón de familiaridad
en su interior. Sus oídos zumbaban por toda la violencia; las voces, los gritos, las ráfagas que
seguían y seguían.

Bandadas de aves se elevaron hacia el cielo, perturbadas de sus perchas. Eran los únicos
sobrevivientes.

Cuando el polvo se asentó, todo lo que Wilbur podía ver era un montón de devastación donde
el Valle Azul solía estar. Sus enemigos, aplastados por las miles de rocas o enterrados vivos
bajo sus órdenes. Y sus aliados…

Wilbur se dobló sobre el suelo y vomitó.

“Wilbur”.

Sus oídos seguían zumbando. Expulsó lo último de su contenido estomacal, tosiendo sangre y
saliva. No parecía tener final.

“ Wilbur ”.

Wilbur se volteó, casi asustado de lo que encontraría detrás de él.

Tommy, su cara pálida, sus ojos abiertos y observando, como si nunca hubiera visto a Wilbur
antes.

“Tommy”, Wilbur graznó. Deja de mirarme así. Aparta tu vista. Aparta tu vista. Aparta tu
vista.

“Qué…” la voz de Tommy era tan pequeña. “¿Qué carajos hiciste?”


“¿Qué carajos hizo?” demandó el dios de la guerra. Intentó moverse hacia el rey y el
príncipe, pero Techno estaba ahí, siempre bloqueando su paso.

“No des un paso más”. Techno levantó su tridente, apuntando sus puntas hacia el pecho del
dios de la guerra. “Tu ejército se ha ido. No queda nada por lo que pelear”.

“ Bastardo ”, gruñó el dios, su espada de obsidiana tembló en sus manos. “¿Crees que esto
me duele? Yo morí hace años”.

Techno respiró hondo. Sus manos aún apestaban a azufre.

“Ven, entonces”, dijo, agotado. Sangre para el dios de la sangre . “Te mataré otra vez”.

El dios de la guerra saltó hacia él, empezando el ciclo de nuevo.

“Dijiste ‘no más secretos’”. Las uñas de Tommy se clavaron en sus palmas, dejando marcas
ensangrentadas. “Lo prometiste , Wilbur”.

Todos estaban muertos. Todos estaban muertos , por culpa del hombre que Tommy no podía
soportar llamar su hermano. Quería cavar en su piel y arrancar cada parte que fuera de
Wilbur. Quería destriparse a sí mismo, desgarrarlo todo desde adentro, si eso era lo que hacía
falta para deshacerse de los gritos en su cabeza.

Wilbur no lo estaba viendo a los ojos. Tommy se acercó a él y lo agarró bruscamente por el
cuello de su camisa.

“¡ Mírame , pedazo de mierda!” gritó Tommy. El suelo seguía temblando, o tal vez sólo era
él. Lágrimas calientes se derramaron por sus mejillas, lágrimas de una ira demasiado grande
para su cuerpo. “¿Por cuánto tiempo has estado planeando esto? ¿Fue desde el inicio? ¿Acaso
miraste a nuestra gente a los ojos y nunca te molestaste en decirles que la estabas llevando al
matadero ?”

“Algunos debieron haber sobrevivido”, susurró Wilbur, sus palabras casi perdidas en el
viento. “Les advertí”.

Tommy lo sacudió violentamente. “¡Ese no es el maldito punto!” sollozó.

Wilbur al fin lo miró, pero no había nada detrás de sus ojos oscuros. “Hice lo que tenía que
hacer, Tommy”, fue todo lo que dijo.

Tommy lo empujó violentamente. Sus manos se sentían sucias. Se sentía inmundo. En su


cabeza, aún podía escuchar las cuerdas de una guitarra solitaria, tocando sobre la suave risa
de soldados que ahora se habían simplemente… ido. Ido en un instante, entre una respiración
y la otra. Le había resultado tan fácil a Wilbur.
¿Le resultaría fácil a Tommy, también?

“La jodiste”, escupió Tommy. “ La jodiste , Wilbur”.

“Tommy — ” Wilbur estiró su brazo hacia él, pero Tommy retrocedió.

“¡No me toques!”

En batalla, cuando dos oponentes estaban a la misma altura — en fuerza, en sabiduría, en ira
— sólo se necesitaría una cosa para acabar con todo. Un soldado. Un error. Un movimiento.

El dios de la guerra había visto una buena cantidad de batallas, y las había ganado todas,
excepto una. La única que había importado, y lo perdió todo, porque un dios de la sangre
había decidido unirse a las fuerzas opuestas. Un soldado . Después, el dios de la guerra se
había arrastrado a través del campo de batalla, con la garganta ardiendo por gritar el nombre
de su amante al tranquilo cielo. Cuando lo encontró, el dios de la guerra se había arrastrado
hacia su cuerpo roto, enroscándose alrededor de él como si de alguna manera lo pudiera
calentar hasta regresarlo a la vida, y se había quedado así por años, dejando que el musgo y
las hierbas crecieran sobre ambos. Se hubiera quedado así para siempre, al lado del cadáver
podrido hasta los huesos, pero un fuego se había encendido dentro de él, un fuego que no
sería saciado hasta que tuviera la cabeza del dios que le había arrebatado todo.

Ahora aquí estaba, enfrentándose al mismo culpable. Era un baile sanguinario. El dios de la
guerra lanzaba una estocada y el dios de la sangre la bloqueaba. El dios de la sangre se
lanzaba y el dios de la guerra lo esquivaba. Como el empuje y el tiro de las olas, atraídos
entre ellos por una gravedad de violencia.

Pero todo lo que el dios de la guerra necesitaba, y lo sabía, era una sola oportunidad. No la
desperdiciaría.

“¡No me toques!”

Las palabras eran el chillido agudo de un niño asustado. Un sonido familiar en un campo de
batalla, indistinguible de cualquier grito que viniera antes.

Pero el dios de la sangre se volteó hacia él, dejando sus defensas completamente abiertas. Un
error .

El dios de la guerra alzó su espada por encima de su cabeza. Era muy difícil matar a un dios,
pero no imposible. En las manos correctas — como las manos de un guerrero con fuego en su
corazón y matanza en su sonrisa — sólo se necesitaba un golpe.

Adiós, dios de la sangre , pensó. Mi venganza está completa .


Techno se giró instintivamente hacia el grito de Tommy, justo a tiempo para verlo alejarse de
las manos extendidas de Wilbur. El dolor atravesó el rostro de Wilbur, pero fuera de eso
estaba ileso. Ambos estaban a salvo. Sin cuchillos en sus espaldas, sin flechas a través de sus
gargantas.

Una sombra cayó sobre Technoblade, y cuando recordó dónde estaba, era demasiado tarde.

Technoblade se volteó para ver la punta de una espada ensangrentada, a un respiro de su cara.
Pero no era la espada de obsidiana del dios de la guerra, que venía a recoger su alma. Era un
familiar sable plateado, atravesado justo en el pecho del dios de la guerra.

Technoblade sólo pudo observar mientras el dios de la guerra miraba el sable clavado a través
de su corazón, su brazo aún sosteniendo su espada en lo que hubiera sido un golpe mortal. En
cambio, la espada de obsidiana cayó inofensivamente de su lánguido agarre, en la tierra, y el
dios de la guerra le siguió de cerca.

Detrás de él había un hombre alado, su cabello dorado atrapaba los rayos del sol poniente.

No , las voces gritaron. Tú no. Tú no. Tú no.

“Hola, Techno”, dijo Philza.

Wilbur lo vio primero. Tal vez así era como siempre estaba destinado a pasar. Una parte de él
siempre estaría, infaliblemente, buscándolo a él. Tommy le siguió un momento después.

Wilbur vio que los hombros de su hermano se aflojaban, como una marioneta con sus cuerdas
cortadas de repente. “¿Papá…?”

Su padre estaba parado frente a Techno y al cuerpo inmóvil del soldado de capa blanca. Ante
el sonido de la voz de Tommy, se volteó, y miró a sus hijos por primera vez en una década.

Y así entra a escena una vez más , las voces susurraron.

Y antes de que Wilbur pudiera decir algo, Tommy ya estaba corriendo.

Un movimiento. Eso era todo lo que tomaría.


En el suelo al lado de él había uno de los cuchillos para lanzar del dios de la sangre, perdido
durante la batalla. Con lo último de su fuerza, enroscó sus dedos alrededor de la empuñadura.
Su amor lo estaba llamando a casa. Podía escucharlo en el cálido viento. Pero no podía
enfrentarlo antes de vengarlo. Y así, con todo lo que le quedaba, el dios de la guerra apuntó.

Y lanzó.

Papá. Su padre estaba ahí. Su papá, parado entre los iris azules del mismo color de sus tristes
ojos. Los años se desvanecieron como humo, y Tommy era un niño de nuevo. No había
explosiones. No había guerra. No había partida. Sólo había un hijo y su padre.

Tommy sintió que una risa histérica salía de él mientras corría, incluso cuando sus mejillas
aún ardían con lágrimas. Había todo. Había confusión, había dolor, había ira, había alivio,
había incredulidad, había alegría —

“¡Papá!” gritó Tommy, extendiendo sus brazos abiertamente mientras corría, como un ave a
punto de volar.

“Tommy”. La sonrisa de papá seguía siendo la misma, después de todos estos años. Extendió
sus brazos para recibir a Tommy en un abrazo. “Mi niño. Has crecido mucho”.

— y luego hubo dolor, cuando el cuchillo encontró su marca en el corazón del príncipe.

Techno miró a Tommy caer hacia atrás, increíblemente lento. Le tomó un momento asimilar
la realidad, y para entonces, Wilbur estaba gritando, gritando tan fuerte que ahogó todo lo
demás, incluso las voces que empezaron a chillar en la cabeza de Techno.

“ ¡Tommy! ” gritó Philza, corriendo hacia el cuerpo inmóvil de Tommy, pero Wilbur ya
estaba ahí, abrazando a su hermano en su pecho. Techno sólo podía mirar, completamente
entumecido, completamente frío, completamente perdido dentro de su propia cabeza.

No, no, no, no, no — esto no podía estar pasando. Esto no podía estar pasando. Se había
acabado. La guerra había acabado . Había hecho todo lo que pudo para protegerlos, para
proteger a Tommy. ¿Por qué aún así terminó de esta forma?

“Así es como se siente”, alguien jadeó, “perderlo todo”.

Para cuando Techno se volteó hacia el dios de la guerra, listo para destrozarlo extremidad por
extremidad, estaba muerto, con una sonrisa en su cara. Jódete , pensó Techno furiosamente,
jódete jódete jódete —
“¡Techno!” El grito de Wilbur lo trajo bruscamente de vuelta a su cuerpo, con la fuerza de un
cometa estrellándose contra la tierra. “ ¡Ayúdame! ”

Techno se tambaleó hacia ellos, su sangre tan pesada como el plomo, su visión borrosa. Pero
podía ver la única cosa que importaba. Su Tommy, yaciendo tan quieto en los brazos de su
hermano. Su Tommy, quien trenzaba su cabello con flores de olor dulce. Su Tommy, quien
era rápido para enojarse pero más para reír. Su Tommy.

El sol se estaba poniendo sobre el Valle Azul.

Hubo un terrible, terrible silencio; el tipo de silencio que siempre venía antes de algo
devastador. La calma antes de la tormenta. Tommy siempre había odiado los silencios. Le
daba a su mente demasiados espacios para llenar con oscuridad. Así que traía luz, en su lugar.
Ruido y risas, bromas y burlas, cualquier cosa para mantener el silencio a raya.

Wilbur había ayudado con el peso, como prometió, pero ahora estaba de vuelta, presionando
contra el pecho de Tommy, sofocándolo bajo su peso. Había dolor. Demasiado dolor. Pensaba
que ya había sentido el dolor, ¿pero qué sabía realmente? Sólo tenía quince años.

Tommy sintió que alguien lo levantaba en sus brazos. Los brazos de un hombre que había
extinguido las vidas de dos ejércitos de un solo golpe. Tommy quería empujarlo lejos, escupir
su ira y su disgusto, pero estaba muy débil para hacer algo. Solamente podía yacer ahí,
mirando el rostro de su hermano retorcido por la angustia. Su boca se estaba moviendo,
diciendo palabras que Tommy apenas podía oír.

Déjame , quería decir Tommy. Devuélveme al suelo .

Pero luego Wilbur comenzó a tararear. Era una canción. La canción. La canción que Tommy
había tarareado apenas esta mañana, hace una eternidad.

“¿Qué…?” respiró Tommy, el resto de la pregunta muriendo en sus labios. No podía


mantener sus ojos abiertos. Tenía que. Sabía que tenía que hacerlo, porque sino él estaría —

“Tu canción de cuna”, sollozó Wilbur, sus lágrimas golpeando las mejillas de Tommy. “Es la
canción de cuna que solía tocar para ti en mi guitarra, cuando eras más joven”. Y
simplemente así, todo lo que vino antes fue perdonado y olvidado y

— muerto. ¿Pero acaso eso era algo tan malo? El descanso estaría bien. Si significaba que sus
pulmones dejarían de doler. Si significaba que su pecho dejaría de doler. Dormir. Dormir era
bueno. Dormir era — “Extraño tu música, Wilbur”.

Tommy pudo sentir que alguien le acariciaba su pelo, tan gentilmente. Tan cariñosamente.
“Mantén tus ojos abiertos, Tommy”. Techno . “Mantén tus malditos ojos abiertos”.
— malo. Necesitaba mantenerse despierto. Techno se lo estaba diciendo, y Tommy siempre
hacía lo que Techno decía. Porque Techno era su tutor, su maestro, su hermano mayor. “Me
hubiera…” Tommy tosió. Sintió sangre correr por su mandíbula, y después nada. “Me
hubiera gustado escucharlos tocar juntos otra vez”.

El agarre de Wilbur se apretó. En algún lugar lejos, alguien estaba gritando por un médico, y
Tommy sabía. Tommy sabía que era —

“Tocaremos para ti”, prometió Techno. “Cuando lleguemos a casa, tocaremos para ti las
veces que quieras, Tommy. Dejaré que me ganes cuando entrenemos. Dejaré que trences mi
cabello, o incluso cortarlo todo si quieres. Cualquier cosa que quieras, sólo mantén tus ojos
abiertos”.

Una sombra cayó sobre ellos, en la forma de alas que Tommy sólo había visto una vez antes,
cuando había volado fuera de la ventana del cuarto de Tommy y fuera de sus vidas para
siempre. O, no para siempre. Tommy intentó alzar su cabeza para ver el rostro de su padre,
pero el dolor era demasiado.

“ Papá ”, susurró Tommy. Aún quería hacer muchas cosas. Aún quería gritarle a Wilbur y
luego abrazarlo. Aún quería encontrar flores para el cabello de Techno. Aún quería ir a casa,
al reino que habían protegido. Aún quería abrazar a su papá.

Pero una oscuridad se estaba acumulando rápidamente.

“¿Tommy?” Tommy no tenía idea de quién había dicho su nombre. Todo sonaba muy
distante.

“No me dejen”, suplicó Tommy. “Por favor. Estoy muy asustado”.

“Estamos aquí, Tommy”. Un beso en su frente. Alguien sosteniendo su mano. Fuertes brazos
alrededor de él. Wilbur, tarareando su antigua canción de cuna. Cálido, incluso en la
oscuridad. “Siempre estaremos aquí”.

— muy tarde .

“Gracias”, respiró Tommy. “Gracias. Yo…” Le quedaba mucho por decir, mucho por ofrecer.
Amor. Perdón. Alegría. Pero lo dejaría ahí, hasta que despertara de nuevo.

Los ojos de Tommy se cerraron.

La risa de su madre nunca había sonado más clara.

En algún lugar en la distancia, el Dios Verde comenzó a sonreír.


Chapter End Notes

¡Aloo! Lamentamos la tardanza, este capítulo es muy largo por lo que nos tomó más
tiempo de lo esperado. En fin, esperemos que estén preparados para sufrir :)
Capítulo 5: empujando la lanza hacia tu costado (una y otra y
otra vez)
Chapter Summary

//
Muerto. Está muerto. Está muerto y se ha ido para siempre. Las voces estaban gritando,
arañando las paredes que Techno había levantado alrededor de ellas y que había tratado
de mantener por años. Todo por Wilbur. Todo por Tommy. Ahora uno de ellos estaba
muerto y el otro se estaba muriendo; no había duda de eso. Wilbur no sobreviviría a
esto. Y tampoco Techno.

//
O conversaciones, contar pecados y asumir el costo de ser un hermano.

Chapter Notes

Esto es solo más de 7 mil palabras de personajes procesando su dolor y gritándose entre
ellos sobre eso así que las advertencias de contenido son las siguientes:
-
-
-
-
Muerte, descripción de dolor/duelo.

See the end of the chapter for more notes

Sostuvo a Tommy por primera vez en una habitación iluminada por el sol.

Había llegado antes de lo esperado, era una cosita tan pequeña, mucho más pequeña de lo que
había sido su hermano. Las parteras les habían dicho que había una posibilidad de perderlo
dentro de una hora y su esposa había sostenido al recién nacido contra su pecho, sollozando
contra su piel pálida.

“Mi bebé”, había llorado, “mi pequeño guerrero. Sé valiente, Tommy, sé fuerte”.

Pero Tommy estaba tan quieto en los brazos de su madre.


Philza había estado a su lado, viéndola arrullar y llorarle a un bebé que no se movía. Había
vivido un millón de vidas y todas sus miserias combinadas no podían compararse al dolor de
ver morir a su hijo en su lecho de nacimiento. Y mientras pasaban los minutos, inconsciente
al creciente abismo en su pecho, se dio cuenta que ni siquiera podía llorar. Era una tristeza
demasiado grande para las lágrimas, un dolor demasiado infinito para medirlo.

Y cuando su esposa le había ofrecido el bebé, para darle la oportunidad de decirle adiós a
pesar de su propia desesperación, Philza hizo algo que nunca se perdonaría. Él dudó.

Miró al silencioso bulto en sus brazos, muerto antes de que siquiera pudiera vivir, y sintió la
fractura en su corazón crecer. Éste era el destino de la humanidad, eventualmente. No
importaba si Tommy vivía para el siguiente año, la siguiente década o el siguiente respiro,
aún así moriría algún día. Amargado y entumecido y lleno de odio hacia el mundo, Philza se
preguntaba si era mejor que Tommy muriera ahora, antes de que pudiera amarlo más. Las
personas lamentan la belleza de una rosa marchita, pero un capullo sin florecer da una pena
más silenciosa.

Pero Tommy no era una flor. Él era Tommy. Era el hijo de Phil y ahora lo amaba tanto como
lo podría amar después, a pesar de que ese después podría nunca llegar. Pero sus brazos
estaban hechos de piedra. No se levantaban por más que se los ordenaba. Si sostenía a
Tommy ahora, sabía que jamás lo dejaría ir. Seguiría a su bebé hasta la tumba.

Y luego él estaba ahí, escabulléndose entre los guardias y las parteras, pasando bajo la
atención de un dios afligido. Subió a la cama, sonriéndole a su madre, aparentemente ajeno
—o inmune, como a menudo eran los niños con un brillo en los ojos— a la angustia que
impregnaba el aire de la habitación.

“¿Este es mi hermano?” preguntó Wilbur, inclinándose sobre el bebé en los brazos de su


madre. “¿Puedo sostenerlo, madre?”

Un nudo se formó en la garganta de Phil. Se volteó antes de que Wilbur pudiera ver su rostro,
y cuando se giró de nuevo, Wilbur tenía a Tommy en el gentil pliegue de sus brazos. La luz
del sol caía sobre ellos y Phil quería recordarlos así para siempre: sus dos hermosos hijos,
inmortalizados en oro. Los rizos castaños de Wilbur escondían su expresión mientras se
inclinaba sobre el bebé, murmurando algo que Phil por poco no escucha.

Y el bebé comenzó a llorar.

Wilbur retrocedió, sorprendido, su cara llena de temor. “¿Qué pasó?”, preguntó


frenéticamente. “¿Hice algo mal?”

“No”, sollozó Phil, cayendo de rodillas ante los tres; su amorosa y risueña esposa, su amable
y desconcertado Wilbur, y su ruidoso y chillón Tommy. “Hiciste todo bien, mi niño. Eres
perfecto”.

Ahora Wilbur sostenía a su hermano —ya no un bebé, pero aún tan, tan pequeño— en su
pecho mientras caminaban a través del silencioso y vacío campamento. Wilbur dijo las
palabras que por primera vez le había dicho a su hermano todos esos años atrás, repitiéndolas
una y otra vez, como un encantamiento o una plegaria para traerlo de nuevo a la vida.
“Te amaré por siempre, te amaré por siempre, te amaré por siempre”.

Pero esta vez, Tommy no despertó.

Y Philza seguía hecho de piedra.

Caminó por las ruinas solo. La noche había caído, pero la luna y las estrellas estaban
cubiertas por nubes pesadas, dejando a la tierra en completa oscuridad. El cielo mismo estaba
de luto.

Tubbo se movió a través de la oscuridad, la antorcha en su mano creaba sombras que


parecían dirigirse hacia él como fantasmas indefensos. Caminó distraídamente sobre los
escombros, sus pies encontrando tierra y piedra, y a veces la carne de un camarada caído —o
de un enemigo, ¿pero acaso eso seguía importando?— que no había tenido tanta suerte como
él. Sus oídos seguían zumbando por la explosión y sus huesos se sentían como un castillo de
cartas a un soplo de colapsar, pero estaba vivo. Él estaba vivo , mientras los demás no.

Cuando el polvo se había asentado y los sobrevivientes habían salido arrastrándose de la


destrucción, Tubbo los había contado. Habían sido advertidos, por supuesto. Habían oído la
señal del rey y corrido tan rápido como pudieron, pero no todos ellos fueron lo
suficientemente veloces.

El Ejército Real había dejado la ciudad capital con veinte mil soldados.

Al final, sólo quedaron ochocientos.

No todos ellos murieron en la explosión. La mayoría ya estaban muertos para cuando las
montañas cayeron, asesinados por los enemigos y su caballería. Pero el olor a azufre aún se
mantenía en el aire, como una acusación, siguiendo a Tubbo mientras hacía sus rondas. Se
suponía que debía estar buscando a otros sobrevivientes, pero él había aprendido una cosa o
dos sobre causas perdidas. Podía recorrer este valle por días y sólo encontraría los restos
rotos de dos ejércitos; una tumba en masa que no le daría honor a nadie. En un siglo, las
personas caminarían de nuevo por esta tierra y sólo verían colinas verdes floreciendo con
flores azules.

El príncipe estaba muerto. Eso es lo que se decía. Asesinado en los últimos momentos de la
guerra; su última víctima. Hace un mes, Tubbo había visto al príncipe reír en un balcón, su
rostro iluminado desde adentro. Ahora no quedaba luz alguna en ningún lado.

Arriba, las nubes se abrieron y los cielos empezaron a llorar.


Estaba lloviendo afuera. Techno podía escuchar las gotas golpeando el techo de la tienda y
filtrándose por las grietas. Pero el infinito frío que sentía era de algo completamente
diferente.

Había colapsado en el suelo al momento de entrar a la tienda, temblando con sus brazos
alrededor de sus rodillas, incapaz de sentir algo más allá del frío implacable. Se sentía como
si su torrente sanguíneo se hubiera congelado, con brutales carámbanos apuñalándolo desde
adentro. Y cuando intentó esconder su cabeza en el oscuro hueco de sus brazos, un solo
pétalo azul cayó en su piel.

No. Pasó sus manos bruscamente por su cabello, arrancando mechones rosas de sus raíces en
su desesperación por remover hasta la última de las glorias de la mañana de los enredos de su
trenza. Corría sangre de los lugares donde sus uñas rasgaban su cuero cabelludo, pero Techno
descubrió que no le importaba. No podía importarle. El mundo entero podría quemarse a su
alrededor y lo único en lo que estaría pensando sería en las flores aún atrapadas en su cabello,
su olor sacarino como veneno en sus pulmones.

Tomó las flores en sus manos manchadas de sangre y temblorosas, y las arrojó lo más lejos
que pudo en la habitación, donde aterrizaron a los pies del rey.

Wilbur se sentó en el catre donde su hermano dormía — solía dormir —, apretando al chico
marchitado contra su pecho. Estaba meciéndose adelante y atrás, murmurando palabras que
Techno no podía entender, mientras apartaba el cabello del rostro pálido e inmóvil de
Tommy.

Muerto. Está muerto. Está muerto y se ha ido para siempre. Las voces estaban gritando,
arañando las paredes que Techno había levantado alrededor de ellas y que había tratado de
mantener por años. Todo por Wilbur. Todo por Tommy. Ahora uno de ellos estaba muerto y el
otro se estaba muriendo; no había duda de eso. Wilbur no sobreviviría a esto. Y tampoco
Techno.

Sangre, demandaban las voces, sangre para el dios de la sangre.

Sus manos se cerraron en puños, tan fuertemente que sus uñas rompieron la piel de sus
palmas. Corría sangre por sus manos, pero no sería suficiente. Quería una masacre. Quería
venganza violenta. Y no había nada ni nadie a quien dirigir su ira. Todos sus enemigos
estaban muertos. No había adónde ir, sólo hacia dentro.

El cuchillo de Techno seguía enterrado en el pecho de Tommy, en el corazón de Tommy.

Es tu culpa, comenzaron las voces. La sangre te sigue adonde sea que vayas. ¿Creíste que
podías huir de ella?

Creyó que lo había hecho. Por los dioses, por primera vez en su maldita vida, creyó que
finalmente había encontrado un lugar seguro. Un lugar donde nadie sabía de su pasado
sangriento, ni le importaba. Un lugar con cielos despejados y un cálido jardín donde podía
pretender que era algo que nunca podría ser. Mortal. Y ahora, todo se vino abajo a su
alrededor. Su farsa. Su ingenuidad. Este era el precio de esos días dorados.
Él debió haberse ido en la primera oportunidad que tuvo. Nunca debió haberlos conocido.

“Wilbur”. El nombre rasgó su garganta. Apenas podía escucharse a sí mismo hablar. Intentó
de nuevo, poniendo toda la fuerza que le quedaba en sus palabras. “ Wilbur . Déjalo ir”.

De reojo, pudo ver a Philza alzar su cabeza desde su silencioso asiento en la esquina. No
había dicho ni una palabra desde que llegó, ni siquiera mientras caminaban de vuelta a la
tienda con el cuerpo de Tommy entre ellos. Por una vez, Techno estaba agradecido por su
silencio. Si escuchaba la voz de Philza ahora mismo, le atravesaría el pecho con su tridente.

Techno se puso de pie con dificultad cuando estuvo claro que Wilbur no lo estaba
escuchando. Sus piernas amenazaron con colapsar bajo su propio peso, y se sostuvo del borde
de la mesa de planeación, donde soldados tallados en madera aún se mantenían atentos para
una guerra que ya había acabado. Todo acabó .

“Tenemos que arreglarlo, Wilbur”, dijo Techno, sus palabras salieron con voz irregular.

Se tambaleó hacia Wilbur, su mano extendida. La cabeza de Wilbur se levantó ante el


repentino movimiento, sus ojos abiertos y furiosos.

“Aléjate de nosotros”, gruñó, presionando a Tommy más cerca de él. El movimiento hizo que
la cabeza de Tommy se inclinara hacia un lado, permitiendo a Techno observar su cara a la
luz de las velas por primera vez.

Techno se quedó sin aliento. Tommy se veía tan… tranquilo. Como si simplemente estuviera
durmiendo. Como si en cualquier momento, sus ojos se abrieran y les sonriera a ambos,
disipando fácilmente la tensión como sólo Tommy podía.

Despierta , Techno suplicó, rezó, deseó. Por favor despierta.

Pero nunca lo haría otra vez.

“No puedes sostenerlo para siempre”, escupió Techno. “Por los dioses, Wilbur, todavía hay
una daga en su pecho”.

Wilbur miró al quieto bulto en sus brazos, dándose cuenta del estado de su hermano por
primera vez. Ausentemente, mecánicamente, estiró una mano para limpiar una mancha de
tierra de la mejilla de Tommy. Su expresión se volvió enojada cuando la tierra obstinada se
aferró fuertemente a la piel de su hermano, y Techno temió que pudiera arrancar la carne de
Tommy hasta el hueso.

“¿Estás tratando de pelarlo ?” demandó Techno furiosamente.

Wilbur lo miró con una mirada de ira desenfrenada, pero no contestó.

Con un bufido, Techno tomó una pieza de tela que colgaba de la mesa y se dirigió a las
solapas de la tienda. Las abrió y se estiró hacia la lluvia, atrapando las frías gotas de lluvia
con la tela hasta que estuvo húmeda. Agua fría escurría por su muñeca, pero era un
sentimiento distante, sentido por otro hombre, en otro tiempo.
Cuando se volteó de nuevo hacia ellos, Wilbur seguía aferrado a Tommy como si no quisiera
dejar ir su vida.

“Déjalo ir”, ordenó Techno.

Wilbur sacudió su cabeza en silencio, sus hombros temblorosos. “No puedo”.

“Wilbur—”

“Dije, no puedo ”.

Techno caminó hacia él hasta que estuvo de pie sobre Wilbur. “Claro que puedes. Es fácil.
Sólo abre tus malditos brazos y ponlo en la cama”.

Wilbur lo fulminó con la mirada. “ Sería fácil para ti, ¿no es así?”

Techno frunció el ceño. “¿Qué significa eso?”

Frío . Todo estaba frío. Frío en sus pulmones, frío en su corazón, frío en las profundidades de
su alma —si aún tenía una—. Frío por la lluvia, frío por la piel de Tommy, frío por la
condenadora mirada de Wilbur.

Se escuchó un trueno en la distancia. Iba a ser una larga noche.

Es fácil , había dicho. Sólo abre tus malditos brazos.

Wilbur no sabía si quería reír o llorar ante las palabras de Techno. Ya no había nada fácil.
Cada respiro se sentía como si inhalara vidrio roto, cada pensamiento era un grito furioso.
Había sangre en su boca de donde se había mordido el interior de su mejilla, sólo para evitar
gritar. Y, por los dioses, sí que quería gritar. Quería destrozar el mundo entero con sus
propias manos; quemarlo y quebrarlo, no dejar nada atrás, ni siquiera un susurro de lo que
alguna vez fue. No se merecía ni siquiera la memoria de Tommy.

“Me escuchaste”, Wilbur siseó al hombre parado frente a él, ambos contemplándose pero no
mirándose realmente. “Todo te resulta fácil, ¿no es así, dios de la sangre ?”

Las cejas de Techno se juntaron con ira. “No puedes arrojarme eso a la cara. No esta noche.
No después de todo lo que hice por ti”.

Los brazos de Wilbur temblaron. Miró a la cara de su hermano durmiendo— ¿durmiendo?


¿Durmiendo? No está durmiendo. Está muerto. Muerto. Con un respiro tembloroso, Wilbur
trazó la curva de la mejilla de Tommy, deteniéndose donde solía formar un hoyuelo cuando
sonreía. Y luego Wilbur miró abajo, en donde un cuchillo aún sobresalía de su pecho como
un violento recordatorio. Lágrimas frescas inundaron sus ojos y trató desesperadamente de
quitárselas parpadeando antes de que pudieran caer. Y, aun así, una lágrima rebelde se deslizó
por su rostro, cortando su sucia mejilla a la mitad.

Muerte . Una palabra tan pequeña para algo tan grande.

Wilbur ni siquiera había querido a Tommy en el campo de batalla, en primer lugar. Había
planeado dejar a Tommy en el castillo, donde estaría a salvo tras sus muros y guardias
personales. Pero Techno —maldito Techno— lo había disuadido.

“Tommy es más fuerte de lo que quieres admitir”, había dicho Techno. “Y más inteligente de
lo que cualquiera le da crédito. Y si lo dejas atrás, no sólo perderás una pieza irremplazable,
también perderás el amor de tu hermano. No puedes decirme que Tommy te dejará pelear esta
guerra sin él. ¿Qué harás cuando él, inevitablemente, proteste? ¿Encerrarlo en su habitación?
¿Encadenarlo a la pared? Intentaste protegerlo antes y mira a dónde te llevó”.

Y entonces Wilbur había llevado a su hermano al frente de batalla, ordenó a los sastres que le
hicieran un uniforme que Wilbur hubiera matado para nunca verlo usar, y luego había
mandado a su hermano —su hermanito, su Tommy— hacia el matadero.

Y ahora estaba muerto. Muerto en los colores rojo y azul de la familia que le había fallado
una última vez.

No , sisearon las voces, no tu familia .

Wilbur miró a Techno directo a los ojos, de nuevo. “Esto es tu culpa”.

Y, al final, Techno estaba en lo correcto. Fue malditamente fácil para Wilbur pararse, abrir
sus brazos y colocar a Tommy en el catre. Antes, su cuerpo se había movido por sí solo, pero
esta vez, cada acción fue deliberada. Deliberadamente, se quitó su rota y sangrienta capa y la
puso sobre Tommy, para mantenerlo caliente —si el calor fuera algo que los cadáveres aún
sentían—. Deliberadamente, escondió un pelo suelto de Tommy detrás de su oreja.
Deliberadamente, Wilbur dejó ir a su hermano. Deliberadamente, se volteó y le hizo frente a
Technoblade.

La ira, al parecer, era una emoción más fuerte que el dolor.

Los ojos de Technoblade brillaban en la parpadeante luz de las velas. Todavía sostenía una
tela mojada en su mano, pero la apretó tan furiosamente que Wilbur no estaría sorprendido si
solamente fuera pedazos ahora.

“Ten mucho cuidado”, dijo lentamente Techno, “con lo que estás a punto de decirme,
Wilbur”.

“Tú me dijiste que lo trajera aquí”. Wilbur arrojó la acusación como una flecha desde un
arco, viéndola golpear su marca. “Y tú eras su objetivo. Todos éramos sólo puto daño
colateral por toda la mierda que has hecho. El pasado te alcanzó, Technoblade. ¿Por qué
demonios tuviste que arrastrarnos contigo?”
Un trueno retumbó a su alrededor como unos perversos tambores de guerra, seguido por un
rayo de luz que bañó todo en un pálido resplandor. Technoblade y Wilbur se miraron a través
del espacio cubierto de flores que crecía entre ellos con cada palabra. Eran dos fantasmas en
el limbo. Estrellas gemelas atraídas por su gravedad colapsante.

Iban a destruirse entre ellos esta noche.

Y Wilbur iba a disfrutar cada maldito minuto.

“Te dije”, gruñó Technoblade. “Te dije que me ocuparía de ellos, ¿no? Pude haber detenido
esto en la frontera, pero tú querías jugar al dignatario pacífico aún cuando los hechos
sangrientos te estaban mirando directamente a la cara”.

Wilbur recordaba ese día claramente: el día en el que el primer reporte de los espías había
llegado, confirmando lo que las voces le habían susurrado burlonamente por semanas.
Wilbur, como siempre, había buscado el consejo de Technoblade. Y Technoblade había leído
las misivas una vez, miró arriba y simplemente dijo, “Podría matarlos a todos”.

Wilbur había retrocedido. “Techno, eso no es lo que—”

“Podría hacerlo. Sabes que podría”. Technoblade se había inclinado sobre su escritorio,
mirando a Wilbur a los ojos con una mirada brumosa. “Sólo di la palabra”.

Wilbur no lo hizo. Habían discutido, como nunca antes lo habían hecho, como lo estaban
haciendo ahora. Y Technoblade se había ido, azotando las puertas de la oficina de Wilbur con
tanta fuerza que había tirado los libros de sus estanterías.

Y luego, ni siquiera un día después, la Armada Verde había masacrado una ciudad entera en
la frontera.

¿Había estado Technoblade en lo correcto entonces? ¿Estaba Technoblade en lo correcto


ahora? Wilbur se dio cuenta que no importaba. No le importaba. Todo lo que quería hacer era
desgarrar y romper. Su furia no discriminaría.

“Ah, Technoblade”. Wilbur sacudió su cabeza con pesar. “Siempre escogiendo la violencia,
en cada oportunidad”.

Technoblade inhaló lentamente. “No sabes de lo que estás hablando”.

“Oh, ¿no lo sé?” Wilbur observó cómo el rostro de Technoblade se retorcía con sorpresa y
sombría anticipación, rápidamente ocultados por una capa de indiferencia. ¿Sabía lo que
estaba por venir? ¿Lo temía tanto como Wilbur ansiaba echarle sal a la herida? “Tommy no
sabía adónde te ibas en tus pequeñas escapadas nocturnas. Pero yo sí”, dijo Wilbur
finalmente, encontrando una especie de deleite sombrío en la forma en la que Techno se
congeló. “¿Pensaste que no me daría cuenta? ¿Pensaste que no haría preguntas o te seguiría
?”

“Eres un idiota, Wilbur”, dijo Techno, sus palabras nada menos que venenosas.

Wilbur sólo sonrió ante su furia. “¿Al menos te divertiste asesinando por el bosque, Techno?”
Tenía diecisiete años cuando lo descubrió. La verdad, ni siquiera sabía cómo había llegado al
bosque. Fue exactamente como la primera vez que había visto a Techno irse, todos esos años
atrás, cuando las violentas voces lo habían seguido hasta la oscuridad y se había despertado
en algún lugar sin recordar cómo había llegado ahí. Pero toda su confusión había sido
rápidamente reemplazada con miedo cuando descubrió a Techno moviéndose entre los
árboles, siguiendo algo que se arrastraba por el suelo del bosque. O no algo. Alguien .

Wilbur se había escondido tras el tronco de un árbol, sus manos tapando su boca, apenas
podía respirar mientras la presa de Techno suplicaba por su vida. Y luego había escuchado el
sonido inconfundible de una espada siendo desenvainada. Un grito, luego un golpe húmedo.
Eso fue todo, antes de que Wilbur se desmayara de nuevo. Cuando se despertó, estaba en su
cama en el castillo, su corazón golpeando su pecho, pero completamente ileso. Había
respirado hondo, contento de dejarlo todo como una pesadilla, antes de que notara la hoja
verde que tenía en la mano.

Nunca había hablado de eso, hasta ahora.

“Adelante”, dijo Wilbur mientras Technoblade simplemente lo miraba, respirando


pesadamente. “Dime que has cambiado. Dime que no sé de lo que estoy hablando. Dime que
no eres el mismo dios sediento de sangre de las historias”.

“Esperaba que tú, de todas las personas, lo entendieras”. La voz de Technoblade sonaba
tensa, como una cuerda apretada a punto de quebrarse. “Conoces las voces; no te dejan en
paz. Exigen saciarse, Wilbur, y a veces son imparables. Pero me he esforzado tanto, maldita
sea ”. Ahí estaba. La grieta, una pequeña fractura que se fisuraba lentamente en algo más. “Si
realmente me estabas siguiendo, sabrías que no había matado a nadie durante años hasta hoy.
Me detuve. Luché contra las voces, incluso si tomó todo de mí. ¿Crees que me atrapaste,
Wilbur? Todo lo que se necesitaba para definirme eras tú y Tommy. Pero continúa y
encuentra otras definiciones si eso te hace feliz. Veamos si aún me queda algo que me
importe”.

Eso hizo que Wilbur se detuviera, aunque fuera por un segundo. “¿Entonces en dónde has
estado…?”

“Buscando a tu padre”, escupió Techno, y las palabras cayeron entre ellos como un peso
muerto.

Wilbur volteó a ver al hombre en cuestión, pero su padre no se había movido en años,
permanecía sentado con su cabeza en sus manos, inconsciente de la tormenta a su alrededor.
Ni una palabra, ni un movimiento. Por supuesto , pensó amargamente, notando los hombros
caídos de su padre y las alas de obsidiana plegadas a su alrededor. ¿Por qué esperaría algo
diferente? Wilbur quería enojarse con él, quería que su visión se volviera roja cada vez que
vislumbraba el cabello dorado de su padre en su periferia. Pero sólo sentía lástima. Wilbur no
había visto a su padre en años, pero ahora, no veía al frío y distante rey del pasado. Sólo veía
una patética excusa de un hombre, alguien que había abandonado a sus hijos, que sólo
regresó después de que todas las decisiones difíciles habían sido tomadas. Después de que
Wilbur había sido forzado a tomarlas. No quería desperdiciar un solo pensamiento más en la
cómica visión de su padre sentado a leguas del cuerpo de su Tommy, ni siquiera
molestándose en mirar a los ojos al único hijo que le quedaba.
“Así es”, dijo Techno ásperamente, llamando la atención de Wilbur de nuevo. El dios de la
sangre estaba parado con sus puños apretados a los lados, temblando con furia. Wilbur nunca
había visto tanto odio en sus ojos, ni siquiera cuando se abría paso por el campo de batalla.
Wilbur se deleitó con ello. “Salí, cada noche, durante años, ignorando las voces, ignorando
todo, para buscar a tu padre. Para devolvértelo. Porque te vi. Cada comida que te perdiste,
cada hora que te la pasaste estudiando política en vez de dormir, cada vez que sentiste que te
ahogabas, lo vi. Yo estuve ahí , y me mató, así que fui a buscar a alguien que te ayudara.
Intenté decirte que he cambiado. Sólo muerdo cuando mi familia está en peligro, pero todavía
me ves como una clase de perro rabioso. ¿Y esas personas que sí maté en el bosque? Eran
criminales, Wilbur—”

“Como si eso cambiara algo”.

“¡Dile eso al ejército que acabas de volar en pedazos!”

“¡Tú colocaste los explosivos!”

“Y tú diste la orden. ¿Así que dónde nos deja eso?”

Por un momento, ellos simplemente se quedaron allí, mirándose y recuperando el aliento. La


tormenta aún rugía afuera, pero una parte de ella vivía dentro del pecho de Wilbur.

Éste era el juego final. Wilbur sabía que estaban parados en un precipicio; si uno de ellos
saltaba, se perderían el uno al otro para siempre. Así que Wilbur saltó.

“Tal vez fue mejor que Tommy muriera antes de que descubriera lo que eres”, dijo
lentamente. Deliberadamente. “Debes estar feliz. Al menos ahora, él nunca tendrá la
oportunidad de saber qué clase de monstruo eres en realidad—”

Technoblade se movió como un rayo. Wilbur lo había anticipado, pero aún así no pudo evitar
un jadeo cuando Techno se lanzó hacia él, enviándolos a ambos al suelo. La cabeza de Wilbur
golpeó la tierra apisonada, pero el dolor fue bienvenido. Technoblade se arrodilló sobre él,
con sus puños cerrados alrededor del cuello de la camisa de Wilbur. Wilbur podía sentir la ira
de Technoblade irradiando de él como el calor de un violento incendio forestal, pero cuando
miró a los ojos a su viejo tutor, sólo pudo ver su propia sonrisa miserable reflejada de vuelta.

Technoblade estiró un puño hacia atrás, su cuerpo entero temblaba.

“Adelante”, dijo Wilbur. “Demuestra que tengo razón”.

Hubo una fracción de segundo donde Wilbur pensó que Technoblade simplemente se iría,
como siempre supo que lo haría, eventualmente. Y luego su puño se estrelló con la cara de
Wilbur.

Hubo un crujido enfermizo y un dolor punzante. Wilbur supo por la cantidad de sangre
caliente que escurría por el costado de su rostro que Technoblade le había roto la nariz.

Wilbur se echó hacia atrás, mirando a Technoblade con ojos muy abiertos. Technoblade lo
miró con la misma sorpresa, su enojo desapareció brevemente de su rostro para revelar una
genuina preocupación.

“Yo—” comenzó Technoblade, pero Wilbur lo interrumpió con una risa burlona.

“¿Es todo lo que tienes, dios de la sangre?” dijo e inmediatamente pateó a Technoblade.

Technoblade salió volando y se estrelló contra el catre justo detrás de él. Wilbur se quedó sin
aliento cuando vio al catre temblar y luego colapsar.

“ ¡No! ” Technoblade estiró sus brazos, pero no fue lo suficientemente rápido.

El lánguido cuerpo de Tommy cayó al suelo con un golpe sordo.

Por un momento, todo estuvo en silencio. Sólo se oyó el retumbar distante de un trueno, tan
lejano ahora, mientras Technoblade y Wilbur simplemente miraban el cuerpo de Tommy
tirado en la tierra delante de ellos, como basura abandonada, como un juguete —una vez
amado, ahora roto— desechado por las manos de un bebé descuidado.

Se odió a sí mismo por ello, pero su primer instinto fue buscar a su padre. Miró a su padre a
los ojos mientras el viejo rey se levantaba lentamente de su asiento, su boca era una delgada
línea de desaprobación. Siempre desaprobación , las voces sisearon. Incluso ahora. En
especial ahora .

Wilbur apartó su mirada de la de su padre, sólo para encontrarse con la de Technoblade, su


pálido rostro plasmado de dolor.

“¿Qué demonios acabamos de hacer?” susurró Technoblade, casi demasiado bajo para ser
escuchado por encima de los golpes de la lluvia.

Pero Wilbur ya se estaba poniendo de pie. Antes de que Technoblade pudiera decir otra
palabra, Wilbur corrió.

“No”.

La advertencia fue suave, pero no dejó lugar para discusión. Techno se detuvo en la orilla de
la tienda donde se había preparado para perseguir a Wilbur y se volteó ante el sonido de la
voz de Philza.

Philza había recogido el cuerpo de Tommy en sus brazos, pero estaba mirando directamente a
Techno.

“Necesita su espacio”, continuó Phil, sus ojos azules casi grises en la sombría luz.

¿Cómo podrías saberlo? Techno quiso decir, pero su mirada cayó y se fijó en Tommy. Lo
que quedaba de su ira se evaporó cuando notó el estado de su her— su pupilo. Aún había
sangre y lodo en su piel y en su ropa, la daga todavía sobresalía de su pequeño pecho sin
respirar. Phil sostenía al chico con infinita delicadeza, la cabeza de Tommy acurrucada en la
curva de su brazo, la mejilla de Tommy presionada contra su pecho; exactamente como uno
sostendría a un bebé recién nacido. Techno se preguntó cuándo fue la última vez que Phil
había sostenido a Tommy así —si es que Tommy se lo había permitido pasados los tres años
— y se dio cuenta que en realidad no importaba. Los brazos de un padre nunca olvidaban la
forma de un hijo.

No es que Techno supiera algo sobre ser un padre. O ser un hijo.

Techno asintió de mala gana a Philza. “Y tenemos que limpiar a Tommy”.

Phil miró abajo, al cuerpo en sus brazos, su expresión nublada. “Supongo que deberíamos”.

Se movieron en silencio, cuidadosamente. Techno tomó la tela que había tirado durante su
pelea con Wilbur y fue a mojarla en la lluvia de nuevo, quedándose en el frío para permitir
que las gotas de lluvia lavaran la sangre de sus nudillos. La sangre de Wilbur. Su estómago se
encogió mientras el agua manchada de sangre escurría de sus manos, pero luego de unos
momentos, sus manos estuvieron limpias otra vez. Cuando se volteó hacia Tommy y Phil, se
dio cuenta que Phil ya había sacado el cuchillo del pecho de Tommy.

“¿Esto es tuyo?”, preguntó Phil amargamente, pasando su mano por el mango tallado del
cuchillo.

“Deberías saberlo”, dijo Techno. “Tú me lo diste”.

Phil lo miró con sorpresa. Techno sólo pudo encogerse de hombros, inseguro de cómo actuar
con él ahora.

“Fue hace mucho tiempo”, dijo Techno. “Me diste un juego completo”.

“Durante el—”

“Sí”, Techno lo interrumpió. “Durante ese tiempo”.

Por primera vez, Phil parecía de su edad: anciano y desgastado por sus años sin fin. Techno
podía ver que estaba recordando todo: su imperio de sangre y gloria, interrumpido solamente
por meses de cálida compañía. Parecía que sus cuerpos recordaban tanto como sus mentes,
porque se deslizaron fácilmente hacia su sombrío trabajo, lado a lado, sin tener que decir una
sola palabra. Mientras Phil quitaba la suciedad del cabello de Tommy, Techno frotaba las
manchas de sus brazos y la persistente de su mejilla. Y cuando la respiración de Techno
empezó a disminuir ante la vista de la irregular herida del pecho de Tommy, Phil
silenciosamente le quitó a Tommy su camisa rota y le puso una nueva que no portaba las
cicatrices de su batalla.

Dieron un paso atrás, examinando su trabajo. Tommy estaba pulcro. Tommy estaba
impecable.

Tommy estaba muerto.


De todas las cosas que lo pudieron haber roto, Techno no entendía por qué tuvo que ser la
imagen de Tommy viéndose realmente limpio . Se había contenido cuando estaban
caminando de vuelta al campamento, se había contenido cuando Wilbur lo inmovilizó con
acusaciones que simplemente hicieron eco de lo que las voces le estuvieron diciendo por
años. Monstruo, monstruo, monstruo . Ha matado a miles de hombres, ha visto a aliados
siendo destripados y ha sido testigo de la caída de reinos. Ha visto a Philza arrodillarse. Ha
presenciado el fin del mundo cientos de veces y ha observado a las personas reconstruirlo una
y otra vez mientras él se mantenía alejado, impotente, con ganas de gritarles por ser tan
tontos, pero también anhelando, con todas sus fuerzas, el ser capaz de amar algo lo suficiente
para incluso amar lo que crece de sus ruinas.

Y contemplar la pacífica cara de Tommy fue lo que finalmente, finalmente, hizo a


Technoblade —emperador de hielo, dios de la sangre, destructor de mundos— llorar.

Se mantuvo frente al cuerpo de Tommy, dejando caer sus lágrimas. Se sintió a sí mismo
destrozado por culpa y dolor, miseria y rabia. Y de repente lo entendió todo. Entendió el
tormento en los ojos del dios de la guerra. Entendió el sufrimiento de las viudas y huérfanos
que había dejado a su paso. Entendió la agonía de un mundo entero que había sido puesto de
rodillas por un despiadado dios, y lo sintió todo.

Una mano se cerró alrededor de su tembloroso hombro.

“Techno”. La voz de Philza era una cosa distante. “Tenemos que hablar”.

“¿Hablar?” Techno se giró, sacudiéndose la mano de Philza de su hombro. El otro dios


simplemente retrocedió, dándole a Techno su espacio. Techno odió eso casi tanto como la
mirada vacía en el rostro de Philza. “¿De qué hay que hablar?”

“Acerca—” Philza tragó, recargándose en la mesa como si ya no pudiera soportar su propio


peso. “Acerca de por qué me fui”.

“Tu hijo está muerto”. Las palabras sabían a ceniza en su lengua. “Su cadáver está justo
enfrente de ti , ¿y tú quieres hablar sobre ti mismo?”

Philza retrocedió, pero esa fue la extensión de su reacción. “Esto es importante. Tienes que
entender—”

“ ¿Qué me queda por entender? ”

“No se ha acabado”. Los ojos de Philza lo perforaron. “La guerra no ha acabado”.

Techno exhaló pesadamente. “No me jodas ahora mismo. Acabé. Terminé ”.

“¿Ayudaría”, dijo Philza lentamente, “si te dijera que el líder de la Armada Verde —su
general, su gobernante, lo que sea— sigue ahí afuera?”

Techno parpadeó, sus ojos aún ardían con lágrimas calientes. “ ¿Qué? ”

Los labios de Philza se dibujaron en una fina línea —un hábito que Techno reconoció de sus
días de imperio como algo que hacía cuando trataba de no gritar. “Me fui por miles de
razones diferentes, Techno. Cuando mi— cuando ella murió, sólo lo supe. Aunque el dolor
de perderla era más de lo que podía soportar, sabía que algo peor llegaría. Y llegó —más
pronto de lo que creí, pero ocurrió”. Miró a Tommy, su expresión indescifrable. “La muerte
de ella me destruyó. Pero sabía que el día que perdiera a mis hijos sería el día que destruiría
el mundo”. Sus ojos se deslizaron a Techno. “Entiendes eso, supongo”.

“Lo entiendo”. Techno no quería estar de acuerdo con él o algo así, pero no había otra
explicación para que lentamente las voces se hicieran cada vez más y más ruidosas dentro de
su cabeza. Estaba empezando a perderse a sí mismo. Ya lo había hecho, cuando lastimó a
Wilbur de esa manera. Sólo han pasado unas horas. No había forma de saber qué podría hacer
—en qué se convertiría— después. Observó a Philza, por primera vez se dio cuenta de que el
Ángel de la Muerte debe llamarse así por una razón.

“Nosotros, dioses, somos diferentes. Nuestro dolor es infinito, pero también lo es nuestro
poder”. Philza bajó su mirada hacia sus manos. “Ningún ser debería tener ambos. Dolor, en
un mortal, ya hace demasiado maldito daño. En nosotros, sería miles de veces peor. Así que
hice la única cosa que sentí que podría salvarme —salvar a todos— de mi dolor”. Ojos azules
se encontraron con los rojos. “¿Has oído hablar del Dios Verde, Technoblade?”

Technoblade se encontró a sí mismo asintiendo. El Dios Verde. Una fuerza infame, pero un
misterio para todos. Technoblade ha encontrado su nombre grabado dentro de árboles más
viejos que la civilización y escrito en los textos sagrados de los mortales.

Philza sonrió. “El Dios Verde puede traerlo de vuelta”.

El resto del mundo se desvaneció.

Y en su lugar, surgió una esperanza.

“Es por eso que…” Una sola lágrima —la última de su clase, la última que Techno pudo dar
— cayó por su mejilla, caliente y ligera. “Es por eso que no te estás desmoronando ahora
mismo”.

“Oh”. Philza le dio una sonrisa triste. “Créeme, viejo amigo, me estoy volviendo loco. Sólo
que tengo más práctica en esconderlo que tú. Saber que puedo revivir a mi hijo no hace una
mierda con el dolor de ver a mi hijo morir en primer lugar”.

“¿Y tu esposa…?”

Eso puso a Philza serio de inmediato. “No lo sé. Los textos que leí —y fueron millones—
tenían historias contradictorias sobre las reglas del Dios Verde. Lo que puede hacer y lo que
no. Todos estaban de acuerdo en que es poderoso. Creo que es incluso más poderoso que tú y
yo combinados. Pero él puede traer de vuelta a Tommy, y ahora mismo eso es lo único que
importa”.

Techno estuvo callado por un momento, simplemente procesando el peso de la revelación que
hizo Philza.

Después dijo, “¿No pudiste decir todo eso antes de que le rompiera la cara a Wilbur?”
Philza hizo una mueca. “Lo siento. Yo estaba… bueno, volviéndome loco, como ya dije. Me
conoces”.

Techno asintió. “Te conozco. Siempre lejos antes de las consecuencias, ¿no es así?”

“Techno—”

“Pudiste quedarte para explicar,” dijo Techno en voz baja. “O pudiste haberme llevado
contigo”.

Ambos sabían que ya no estaba hablando únicamente de Tommy.

Philza sacudió su cabeza con tristeza. “Lo que me dio el coraje para irme la noche que murió
mi esposa, Techno, fue saber que tú te quedarías. Vi en lo que te estabas convirtiendo para los
chicos, y lo que ellos se estaban convirtiendo para ti. Sabía que podía irme, porque ellos te
tenían a ti”.

“¿Pero a quién tenía yo , Phil?” Techno reclamó.

Los ojos de Philza se abrieron de par en par. “Techno, eso—”

“ Tú y yo ”, Techno continuó, sin oír nada más allá del palpitar de su propio corazón. “Eso
fue lo que dijiste. ¿Entonces dónde estabas cuando estaba desesperado leyendo una biblioteca
entera, llena de libros sobre historia, política y maldita etiqueta , sólo para encajar en una
vida que nunca pedí? ¿Dónde estabas cuando casi todas las noches Tommy se despertaba
aterrado de sus pesadillas, o cuando Wilbur se arrancaba el cabello por ser rey a los dieciséis
? ¿Dónde estabas cuando las voces se hicieron tan fuertes para ambos que tuvimos que tomar
turnos para recordarnos mutuamente de respirar?”

Hubo un sonido fuerte, sorprendiendo a Techno y a Philza. Observaron la mesa en la que


Philza se había estado recargando, sólo para descubrir que una parte se había desprendido por
completo, quedando en la mano de Philza.

“Oh”. Philza observó sin comprender las piezas rotas en su mano. “Eso—” Miró
desesperadamente a Techno. “¿Qué hago ahora?”

Technoblade se cruzó de brazos. “Discúlpate, para empezar”.

“¿Por la mesa o por irme?” Ante la mirada nada impresionada de Technoblade, Philza hizo
una mueca. “Perdón. Eso fue… mi terrible intento de humor, supongo”. Respiró hondo,
tirando las piezas rotas de su mano. “Sé que tengo mucho por lo que pedir perdón”, empezó.

Techno suspiró. “Va a haber un ‘ pero ’ ahora, ¿verdad?”

“Pero”, continuó Philza, encontrándose con la mirada decepcionada de Techno de frente, algo
cercano a la tristeza pasando por su rostro, “tenemos el resto de nuestras vidas para mi
redención. Voy a disculparme contigo cada minuto de cada día, una vez que todo esto se haya
acabado. Nunca dejaré de intentar compensarte, pero tendrá que esperar hasta que estemos a
salvo. Hasta que todos estemos en casa”. Miró deliberadamente a Tommy, luego de vuelta a
Techno. “Como dije, esta guerra no se ha terminado. El Dios Verde sigue ahí afuera. Esto fue
simplemente su invitación”.

“¿Una invitación ?” Techno pensó en los miles de cuerpos — enemigos y aliados —


enterrados bajo los escombros de las montañas explotadas. Su tridente y látigo, aún
manchados con sangre espesa. ¿Qué es lo que había dicho el dios de la guerra? Yo soy
simplemente un peón en este juego. “¿Todo esto es un chiste para él?”

Philza asintió con fuerza. “Él es más dios que nosotros”.

“¿Me estás diciendo mortal, Philza?”

“Eso depende”. Philza sonrió gentilmente. “¿Todavía crees que es un insulto?”

Techno no respondió. En vez de eso, se volteó hacia el frente de la tienda, hacia la furiosa
lluvia de afuera.

“Alguien necesita encontrar a Wilbur”.

Philza lo encontró en la orilla de la colina, hincado sobre un racimo de flores azules, con la
lluvia cayendo sobre sus hombros. Parecía insensible al frío —a completamente todo— pero
cuando Philza extendió sus alas sobre él, cubriéndolo de la lluvia, sus oscuros ojos se posaron
sobre su padre, sólo por un segundo. Sólo por un latido. Pero fue un reconocimiento, que era
más de lo que Phil jamás podría esperar merecer.

Las palabras de Techno resonaban en su cabeza, cada sílaba dejando heridas sangrantes que
Phil nunca mostraría. Techno ya había sufrido tanto. Demasiado. Phil preferiría morir antes
que añadirle a eso. Cualquier disculpa que se le pudiera ocurrir ahora sería inútil; un pequeño
y patético rasguño contra un iceberg que él creó. Las acciones, después de todo, dicen más
que las palabras, y Philza no era sino un hombre de acción. Rey a los dieciséis , Techno había
dicho, como si fuera lo peor que se podía ser.

Ahora, viendo a su hijo, Philza supo que era verdad.

Wilbur estaba sosteniendo su propia mano en su regazo. En la oscuridad, Phil apenas podía
ver una áspera y apenas curada cicatriz en su palma. Quería preguntar un millón de cosas a la
vez — estás bien quién te hizo eso qué pasó algún día me perdonarás perdóname perdóname
perdóname — pero mantuvo su silencio, aun cuando era la segunda cosa más dolorosa que
jamás había hecho.

Esperó.

Y esperó.

Esperaría hasta el fin del mundo, si fuera necesario.


Y luego, eventualmente, Wilbur habló. “En verdad estaba destinado a pasar”.

“¿Perdón?” preguntó Phil gentilmente.

“Sí”. Suspiró Wilbur pesadamente. “Deberías estarlo”.

“Wil—”

“¿Por qué no nos visitaste?” preguntó Wilbur de repente. Arriba, un rayo cruzó el cielo de
medianoche, y Phil finalmente pudo ver — realmente ver— a su hijo. Su mandíbula era más
afilada, sus hombros más anchos, pero bajo la sangre y la suciedad y los ojos embrujados,
aún era su chico. Su Wilbur, aterrado de la oscuridad. “¿O al menos escribiste una carta?
¿Cualquier cosa?”

El corazón de Phil se destrozó. “Porque si lo hacía, si me permitía pisar esa puerta, sabía que
no tendría el valor de irme de nuevo”.

“¿Y alguna vez pensaste en nosotros?”

“Por supuesto. Cada segundo de cada día”.

“Yo nunca pensé en ti”, dijo Wilbur. “O, al menos, intenté no hacerlo. Fue difícil. Te veía en
todos lados. En las pinturas, en el jardín, en cada pasillo. En los ojos de Tommy. En las
palabras de Techno”. Cerró su mano cicatrizada, tan fuertemente que la herida se abrió de
nuevo, derramando sangre en el césped. “Pero lo extraño es que nunca te vi en mí”.

Un trueno retumbó sobre el valle, pero Philza apenas lo escuchó. “Creo que eso es algo
bueno, Wilbur”.

“No”. Wilbur sacudió la cabeza tristemente. “No, no lo es. Estoy cansado de pretender que lo
es. Estoy cansado de todo. Desearía que pudiera ser tal como tú y dejarlo todo sin mirar
atrás”.

Eso fue suficiente. Philza fue y se arrodilló frente a Wilbur, sus manos encontrando sus
hombros. La expresión de Wilbur se desmoronó, y Philza supo que no era sólo lluvia lo que
goteaba de sus mejillas.

“Dejarte a ti y a Tommy”, dijo Philza, “casi me mata, Wilbur. Pero sabía que tenía que
hacerlo, para salvarte exactamente de esto”. Lo sacudió ligeramente, desesperadamente, sólo
para obtener cualquier tipo de emoción detrás de esos fríos ojos cafés. “Podemos traerlo de
vuelta, Wilbur. Este no es el fin”.

Le contó a Wilbur de sus planes, de los años que había pasado cazando cada rastro y cada
susurro del Dios Verde, quien podía reescribir la historia, rebobinar la misma muerte.

“Yo sé”, dijo Philza. “Yo sé que esto no me absuelve de las cosas que he hecho; abandonarte,
cuando tu madre acababa de… creía que te estaba protegiendo de mi mundo, pero debí
entenderlo antes. Tú eres mi mundo. Tú y Techno y Tommy. Y después de esto, después de
que el Dios Verde nos traiga de vuelta a tu hermano, podemos ir a casa juntos. Y puedes ser
Príncipe Wilbur otra vez, si quieres. O podemos ir a otra parte, encontrar un lugar donde
nadie sepa nuestros nombres y simplemente ser ”.

Por un rato, Wilbur estuvo callado otra vez.

Habla , suplicó Philza. Por favor háblame .

Al fin, Wilbur dijo, “Sabes, a los niños no les importa realmente por qué sus padres se
fueron. Sólo les importa que lo hicieron . Es una bendición, supongo, que yo nunca fui
realmente un niño, aún cuando era joven”. Asintió una vez, casi para sí mismo. “¿Y cómo
estás seguro de que el Dios Verde nos dará lo que queremos? ¿Después de todo lo que ha
hecho?”

“Porque lo obligaré”, juró el Ángel de la Muerte.

Wilbur se mofó. “Claro. Techno me contó sobre ti, ¿sabes? Bueno, supongo que tú me
contaste sobre Techno primero, con tus historias para dormir. Cada vez que le rezaba a los
dioses, sólo te estaba rezando a ti. No soy un hombre muy religioso ahora”. Wilbur le dio el
fantasma de una sonrisa. “Pero supongo que la fe es más fuerte cuando se pone a prueba,
¿verdad?”

Antes de que Philza pudiera decir algo, Wilbur arrojó sus brazos alrededor de su padre,
envolviéndolo en un abrazo. Philza se quedó quieto, una congelada e inmóvil estatua en los
brazos de su hijo. Y luego se quebró. Se inclinó hacia Wilbur, sus propios brazos rodeándolo
y acercándolo. Aún recordaba la última vez que Wilbur se había dejado abrazar así por su
padre. Era mayor ahora, y más pesado, pero eso nunca importaría. Phil nunca había olvidado
su vacilación inicial al sostener a Tommy; esa vergüenza lo seguiría para siempre. Pero
después de eso, había prometido abrazar a sus hijos tanto tiempo como se lo permitieran. Y
había jurado nunca ser el primero en soltarse.

Phil había pasado nueve años, diez meses, tres días y dieciséis horas lejos de su hijo mayor. Y
ahora, en la lluvia y en la oscuridad donde nadie podía verlo llorar, estaba al fin en casa.

Wilbur escondió su cara en el hombro de su padre, aferrándose con su vida. “Esto no es un


perdón”, susurró.

“Lo sé”, Philza susurró de vuelta.

“Y aún nos debes una maldita explicación”.

“Lo sé”.

“Y cuando Tommy regrese, tendrás que hacer lo imposible para apaciguarlo. Ese niño guarda
rencores por más tiempo que yo”.

“Lo sé, Wilbur, lo sé”.

Phil sintió que Wilbur asentía. “Entonces ahí empezaremos”.


Cuando regresaron, Technoblade estaba esperando en la entrada de su tienda, la luz detrás de
él lo convertía en algo poco más que una sombra. En su mano izquierda había un rollo de
vendas listo para la nariz de Wilbur. Wilbur se encontró a sí mismo sonriendo, una broma
lista en su lengua, pero fue silenciado cuando Techno cruzó la lluvia y envolvió a Wilbur en
sus brazos. Wilbur se hundió sin palabras en el abrazo del dios, y ambos estuvieron cálidos al
fin.

El perdón llegaba fácilmente con los hermanos, después de todo.

El Ángel de la Muerte miraba en silencio. No sería bienvenido para este momento, no cuando
aún había demasiado entre los tres, pero sabía que algún día, lo sería otra vez. Un día, los
cuatro estarían juntos en un hogar lleno de luz solar. Pensando en ese tiempo distante, Philza
al fin sintió paz.

Dentro de la tienda, un príncipe de cabello dorado seguía durmiendo.

Chapter End Notes

Lamentamos la demora, estuvimos ocupadas con cosas de la vida. Pero prometemos que
este año acabaremos el fanfic y después esperen otras traducciones. Por ahora esperamos
que disfruten este y los próximos capítulos, sólo faltan 2. :D

Gracias por leer <3


Capítulo 6: Mis palmas y dedos aún apestan a gasolina (de
arrojar combustible al fuego)
Chapter Summary

Y en una noche tranquila y silenciosa, una noche diferente, por encima del sonido de
pezuñas golpeando rítmicamente la tierra, un rey se dirigió a un dios y preguntó,
“¿Cómo crees que es la muerte?”

“¿Por qué preguntas?”

“¿Qué tal que él… Y si es más gentil con él?”

//

O viajes, tribulaciones y verdad.

Chapter Notes
See the end of the chapter for notes

No habría grandes discursos esta vez, Tubbo lo sabía. En su lugar, formaron una fila lúgubre
como almas esperando a las puertas del inframundo, donde encontrarían juicio o absolución.
Los únicos sonidos eran murmullos cansados y suaves golpes mientras los soldados
sobrevivientes del Ejército Real apilaban lo que quedaba del campamento en carros y
vagones. Tanto los heridos como los muertos fueron colocados gentilmente en camas de paja,
con sábanas cubriendo lo peor de sus heridas, una cortesía fútil para un ejército que había
visto algo peor tan sólo el día anterior. Habían encontrado unos pocos sobrevivientes durante
su búsqueda de la noche anterior, pero como Tubbo había temido, la mayoría fueron
cadáveres que debían cargar de vuelta. A veces ni siquiera un cuerpo entero. A veces sólo un
brazo, una pierna. Un solo mechón de cabello rosa hibisco. Una mano arrugada aún
sosteniendo una espada manchada de sangre. Algunos voluntarios se quedarían en el valle
para continuar con la búsqueda vacía, pero para la mayoría del Ejército Real — incluido
Tubbo — era hora de dirigirse a casa.

Casa. Se había ido solamente hace unas pocas semanas, pero apenas podía conjurarla en su
mente. Le parecía como si todo antes de la guerra fuera una vaga y desconocida reliquia
preservada detrás de un vidrio empañado. Por más que Tubbo lo intentara, solamente podía
ver visiones borrosas de lo que había detrás: una memoria fracturada de un pueblo silencioso,
una pequeña casa en las afueras, su familia… Se había ido para la guerra en medio de la
noche, con sólo una letra escrita apresuradamente que dejó en la mesa de noche de su
hermana para explicar a dónde iba, lo que quería hacer. Protegeré este reino. Te protegeré .
Se preguntó si ella podría reconocerlo, aún cuando él ya no podía reconocerse a sí mismo.
¿Acaso la familia no era para eso? ¿No se supone que ellos lo reconocerían, incluso si — en
especial si — él se sentía como un extraño en su propio cuerpo?

Tubbo alzó su cabeza hacia el cielo, dejando que los débiles rayos del amanecer calentaran
sus extremidades congeladas. Había ocurrido una terrible tormenta en la noche, pero los
únicos rastros de ella eran las gotas de rocío sobre el césped y el lodo resbaloso debajo de sus
botas. Se sacudió a sí mismo fuera de su ensueño.

Había más trabajo por hacer.

Siempre había más por hacer.

Lentamente, Tubbo se movió alrededor de la bulliciosa panoplia de personas y carretas,


ayudando donde podía, amarrando cajas con suministros, alimentando a los caballos y
revisando sus bridas, acomodando el cabestrillo del brazo de alguien. Cualquier cosa que lo
mantuviera en movimiento. Cualquier cosa que lo distrajera del sentimiento que lo carcome
por dentro. Miró por encima de su hombro hacia el valle detrás de ellos, esperando ver a un
soldado vestido de verde arrastrándose por los escombros hacia él, reanimado por la
venganza, pero no había nada además del aire libre y una bandada de aves volando
flojamente por encima. Cuervos carroñeros o buitres, no importaba. Tendrían un gran
banquete hoy.

Instintivamente, los ojos de Tubbo se dirigieron hacia abajo. Y ahí fue cuando los vio.

Una simple carreta jalada por caballos, idéntica a sus vecinos salvo por las dos personas
paradas al lado como almas que están de luto; un rey y un general, gemelos en su miseria.
Tubbo sintió una extraña punzada en su pecho cuando cayó en la cuenta de quién
exactamente estaba en esa carreta, a quién exactamente le estaban diciendo adiós. Mientras
Tubbo observaba, el rey se inclinó sobre la carreta, como si fuera a entrar junto a su ser
querido. Pero luego retrocedió, sus hombros temblando y sus manos muy adentro de sus
bolsillos. Tubbo se preguntó si también estaban temblando. Por un momento, pareció como si
el general fuera a dirigirse hacia el rey, pero en su lugar sacó algo de su propio bolsillo y se
estiró hacia la carreta. Cuando se alejó, sus manos estaban vacías y quietas.

El general asintió hacia el rey, y luego se fueron, desapareciendo debajo de la colina y


dirigiéndose hacia el norte — la dirección opuesta a casa — . Pudo haber sido un truco de la
luz, pero Tubbo podría jurar hasta su tumba que vio a una de las aves alejarse de su bandada,
sus alas de obsidiana reluciendo mientras seguía a su procesión de dos personas. Pero luego
parpadeó y el rey, el general y el ave se habían marchado.

Y aunque Tubbo sabía que los asuntos de la realeza no le incumbían, se encontró a sí mismo
caminando hacia la carreta, empujado por una gravedad que no podía ignorar. Entre una
respiración y la otra, Tubbo estaba viendo el rostro de un príncipe muerto.

Tubbo había visto cientos de cadáveres — habían caído contra él durante la batalla, o los
había liberado de piedras y tierra — pero pocos se habían visto tan pacíficos como el príncipe
en la muerte. Era casi como si estuviera durmiendo, su herida mortal escondida por su ropa y
la capa, rojo y azul, extendida hasta su barbilla. Su cabeza descansaba en un suave heno
apenas un poco más oscuro que su cabello dorado. Tubbo casi podía visualizarse sacudiendo
al príncipe para que despertara. Y el príncipe parpadearía con somnolencia en sus ojos, le
preguntaría a Tubbo quién era y él contestaría “un amigo”, y tal vez en otra vida eso no sería
una mentira.

Las mejillas de Tubbo se sentían cálidas. Sabía que debía estar llorando. Sabía que debía
estar triste. ¿Pero por quién? ¿A quién le estaba llorando? El príncipe de su reino, sí, pero la
dura verdad, un extraño. Un extraño cuya risa aún hacía un leve eco en la cabeza de Tubbo
como una canción medio recordada de una infancia distante. Un extraño que se había jugado
la vida por su reino y la había perdido a un latido de la victoria, si es que esta amargura podía
llamarse así. Un extraño que no se sentía para nada como un extraño. Pero un extraño aún así
, se recordó a sí mismo.

Y a través de lágrimas, Tubbo vio lo que el general había dejado, colocado gentilmente detrás
de la oreja del príncipe, como una ofrenda final: una sola rosa amarilla.

Sería un viaje largo. A la Armada Verde le había tomado más de un mes en hacer el mismo
trayecto, pero — como Techno lo había señalado — habían sido ralentizados por sus
soldados de infantería y su gran cantidad. Techno y Wilbur no tenían ninguno. Con los dos
caballos que Techno había robado del campamento, tal vez podrían hacer la mitad del tiempo
si cabalgaban a toda velocidad, pero aún así no sería suficiente para Wilbur. Cada minuto era
uno más en donde aún no salvaba a su hermano, y cada segundo chocaba contra él como olas
erosionando un acantilado hasta volverlo guijarros y polvo. Estaba feliz de no haber traído un
reloj de bolsillo con él. El tic tac constante lo habría llevado a la locura.

Como si no estuvieras loco ya , las voces se burlaron, pero casi fueron ahogadas por el viento
silbando en los oídos de Wilbur mientras espoleaba a su caballo para ir más rápido, siguiendo
la bandera rosa del cabello de Techno volando detrás de él mientras cabalgaba delante. Había
atado su cabello con un nudo simple; no habría trenzas elaboradas por un buen tiempo, no
habría flores cargadas de significado. Wilbur se había dado cuenta que la muerte no era un
solo abismo gigante, sino una colección de pequeñas perforaciones lentamente rasgando a
través de lo trivial.

Pero él lo arreglaría. Ellos lo arreglarían.

Wilbur se había dado cuenta de inmediato de lo que el Dios Verde quería decir con su
invitación. Sólo había un lugar al que podría estarlos invitando. El lugar donde empezó todo,
el lugar sobre el que las voces habían susurrado en un tono autosatisfactorio, donde la
Armada Verde había atacado primero: el pueblo en la frontera del norte. Era oportuno que el
primer gran fracaso de Wilbur fuera donde escribiría el segundo. El Dios Verde traería a su
hermano de vuelta, y todo estaría bien. Los detalles, Wilbur los resolvería después. Por ahora,
cabalgaría.

El norte era una tierra brutal. Wilbur había desviado su mirada mientras pasaban debajo de
las cimas destruidas de las montañas que rodeaban al Valle Azul, pero el olor a sangre y
azufre se había quedado con él hasta que llegaron a la tundra más adelante. Y luego
simplemente no había nada, sólo aire libre y campos ondulados de césped atrapados entre el
verde de la vida y los desvanecidos rojos de la muerte. No había pueblos, ni ciudades, ni
viajeros que los encontraran en el descuidado camino que sólo Techno parecía capaz de
seguir.

Se detuvieron sólo para descansar a sus caballos. Una vez, con el sol justo sobre ellos, se
habían detenido bajo la sombra de una roca, recargándose en su peñascosa superficie con sus
hombros ligeramente tocándose. Techno había jalado su camisa sobre su cabeza para limpiar
el sudor, y Wilbur había visto los moretones y heridas que cubrían el delgado pero fuerte
cuerpo de su viejo amigo.

“Estás observando”, Techno acusó sin voltearse para verlo.

“Sólo pensaba”, replicó Wilbur, su mirada atrapada en una cicatriz particularmente


desagradable que recorría la columna vertebral de Techno. “Siempre pensé que los dioses
eran… invencibles. Pero son igual de frágiles que los humanos, ¿no es así?”

Techno se burló, jalando su camisa sobre su cabeza una vez más. “Tal vez no ‘ igual de ’. Un
golpe mortal para ti sería un rasguño para mí”.

“Así que lo que sea que dejó esas cicatrices en ti… fue horrible, ¿no?”

Techno se mantuvo en silencio por un momento. “He vivido una vida muy larga, Wilbur”,
dijo finalmente, mirándolo con un destello indescifrable en los ojos. “Cosas horribles vienen
con ese territorio”.

Wilbur tragó, inseguro de a dónde quería llevar la conversación, pero también sin querer
dejar ir la vulnerabilidad que Techno tan escasamente compartía. “Pero los dioses pueden ser
asesinados. Pa — Philza, él mató al dios de la guerra”.

A ninguno de ellos se le escapó el temblor en la voz de Wilbur cuando mencionó al asesino


de su hermano o la vacilación con la que dijo el nombre de su padre, pero ambos decidieron
ignorarlo en silencio. Techno tomó un vacilante sorbo de su cantimplora de agua, mirando a
la distancia mientras pensaba.

“Tomaría una cantidad de fuerza considerable para matar a un dios”, dijo Techno lentamente,
sus cejas se fruncieron. “Y tu padre, Phil — ”

“Él es así de fuerte, ¿eh?” Wilbur levantó su cabeza y buscó en el cielo hasta que encontró la
figura distante de su padre flotando por encima, sus alas de obsidiana extendidas
ampliamente. No se habían dicho más de unos pocos enunciados cuidadosos desde la noche
en la que regresó su padre, y Wilbur sabía que aún faltaba un largo tiempo antes de que
pudiera ver su cara sin sentir como si lo hubieran golpeado en el estómago. Wilbur había
construido historias alrededor del hombre durante años, justificaciones y explicaciones, y
viciosas escenas donde Wilbur le gritaba hasta que sus pulmones se rendían. De cierta forma,
Wilbur estaba decepcionado porque Philza había resultado estar en lo correcto. Se había ido
para salvar a sus hijos, y ahora su abandono estaba superado por el hecho de que podía traer a
Tommy de vuelta. ¿Cómo podría Wilbur resentirse por eso? ¿Acaso él no habría hecho lo
mismo?
Era difícil odiar a alguien cuando sus acciones tenían sentido. Pero maldita sea si Wilbur no
iba a intentarlo de todas formas.

Esto no es un perdón , le había dicho a su padre. Nunca añadió un ‘ aún ’. Incluso la mera
posibilidad de absolución, pensó Wilbur, era más de lo que Philza merecía.

“ Yo morí hace años ”.

Wilbur le lanzó a Techno una mirada confundida, pero Techno aún estaba observando hacia
el frente, su mirada perdida.

“Eso es lo que dijo el dios de la guerra. Creo… creo que por eso fue más fácil matarlo. Creo
que él nos dejó hacerlo”. Techno cerró sus ojos mientras una repentina ráfaga de viento sopló
a través de la tundra, levantando los cabellos detrás del cuello de Wilbur. “La venganza es un
motivador poderoso. Pero es como un fuego al que tienes que seguir alimentando o se
extingue; o te quema”. Le ofreció la cantimplora a Wilbur, quien la tomó y la llevó
silenciosamente a sus labios. “Creo que el dios de la guerra simplemente se quedó sin leña”.

“O tal vez se cansó de lanzar mierda a las llamas”.

Techno soltó una breve risa suave. “Supongo que nunca lo sabremos”. Se separó de la roca y
se dirigió hacia los caballos que pastaban. “Si sigues deteniéndonos con preguntas tontas,
llegaremos a la frontera cuando seas polvo y huesos, y realmente no quiero negociar por dos
personas muertas. Una ya es un problema”.

Wilbur le lanzó la cantimplora a la cabeza, pero Techno la atrapó en el aire sin ningún
esfuerzo, sin siquiera mirar atrás.

“Presumido”, gruñó Wilbur, pero estaba sonriendo por primera vez en lo que se sentía como
siglos.

Esto no durará , le recordaron las voces mientras seguía a Techno de vuelta a sus monturas.
Este escenario está preparado para una tragedia, príncipe. Esta hambrienta audiencia no
aceptará otra cosa.

Jódanse tú y tu escenario , pensó Wilbur, llamando la atención de Techno mientras el general


se subía a su caballo. Hubo una vez, en donde Wilbur se hubiera acobardado ante las
resonantes amenazas dentro de su cabeza. Pero ahora miraba de vuelta al monstruo y se
negaba a ser el primero en retroceder.

Y siguieron cabalgando.

Durmieron bajo las estrellas.

O, más precisamente, Wilbur durmió — irregularmente, sacudiéndose y retorciéndose con


pesadillas — . Sería ingenuo pensar que podría encontrar paz en algún lado, incluso en el
olvido del sueño. Si hubiera sido por él, hubiera cabalgado toda la noche sin detenerse, pero
Techno había vetado vehementemente la idea. Wilbur había intentado discutir, pero Techno lo
había callado rápidamente con “Eres inútil para mí si estás privado de sueño”.

A través de los años, Techno había aprendido que la única forma de lograr que un hombre
como Wilbur cediera era cortando rápido y profundo. Por la forma en la que la mandíbula de
Wilbur se tensó, Techno sabía que había logrado su objetivo. Se disculparía, pero siendo
honesto, haría casi cualquier cosa para lograr que Wilbur descansara. A pesar de la divinidad
en sus venas, incluso Techno sentía como si se estuviera desgastando. No podía ni siquiera
imaginar lo que las últimas semanas le habían hecho a un mortal como Wilbur.

Wilbur se había bajado de mala gana de su caballo y se había acostado en el frío suelo de la
tundra con una pila de mantas.

“Yo vigilaré primero”, dijo Techno, sabiendo que no despertaría a Wilbur hasta el amanecer.

Wilbur asintió, sabiendo lo mismo. Y para cuando Techno escuchó las señales del descenso
de un dios alado, Wilbur estaba dormido.

Techno le lanzó una mirada a Philza mientras se recargaba sobre una pila de sus suministros.
Su cabello rubio estaba alborotado por el viento y su ropa estaba arrugada, pero para un
hombre que había pasado el día más cerca del sol de lo que cualquier ave jamás podría, no
había nada relativamente fuera de lugar. Excepto sus ojos. Techno nunca había visto a un dios
más fatigado; pero, otra vez, no se había visto al espejo en un tiempo.

“¿Ya estás pensando en irte de nuevo?” Techno reflexionó.

Philza desvió su mirada de la figura durmiente de Wilbur. “No” fue su simple respuesta.

Techno fijó la mirada en el hombre frente a él, deseando que pudiera creerle. Philza suspiró
mientras se sentaba en el césped, cruzando sus piernas. Por un rato, lo único que llenó el
silencio fueron el soplar del viento y el graznido distante de un ave de caza.

Y luego Philza dijo, “¿Cómo era él?”

Techno levantó la vista de donde había estado arrancando ociosamente el césped a su lado,
pero Philza estaba mirando a Wilbur de nuevo, su expresión indescifrable en la tenue luz de
la luna. El rostro de Wilbur era una cosa pálida y, bajo esa pila de mantas, era como si no
estuviera respirando. Techno desvió la vista rápidamente.

“¿A qué te refieres?” Techno lo incitó a seguir cuando se veía contento con sólo observar a su
hijo hasta el amanecer.

Parpadeando lentamente, Philza corrigió, “Tommy — ¿cómo era Tommy mientras crecía?”

Las uñas de Techno se clavaron en la tierra. Ni Techno ni Wilbur habían mencionado el


nombre de Tommy. Philza no había hablado para nada, principalmente porque estaba
decidido a mantener la mayor distancia posible entre él y Wilbur, pero para el beneficio de
quién, Techno no lo sabía. Pero ahora el nombre se asentó entre ellos, tan pesado como una
maldición, tan esperanzador como una plegaria.
Techno analizó la pregunta de Philza, trazando la línea entre la verdad y lo que quería decir.
No habían muchas intersecciones. La infancia de su hijo era un lujo que Philza había perdido
en el momento en el que escribió esa patética excusa de una carta de despedida, y se
necesitaría más que unas cuantas conversaciones llorosas durante una tormenta para volver a
caer en la gracia de Wilbur y Techno.

Eventualmente, Techno se encogió de hombros. “Tommy era Tommy”.

Philza asintió como si hubiera entendido suficiente. ¿Pero cómo podría? Se había ido cuando
Tommy tenía seis años y había regresado justo a tiempo para verlo morir. Tommy había
tenido una vida — aunque corta — entre ambos momentos. Philza no conocía al quisquilloso,
enojadizo y apasionado Tommy. Al valiente, intrépido y beligerante Tommy. No había estado
ahí para verlo crecer, no había estado ahí para enseñarle cómo. Ese fue Wilbur. Y Techno.

“Él era…” Techno arrancó un puñado de césped de la tierra y lo arrojó con pereza al aire. El
viento lo levantó y lo sopló al norte. Techno pensó sus palabras hasta que las hojas de césped
desaparecieron en la noche. “Él era amado. Es la única cosa que tienes que saber”.

Philza levantó su cabeza hacia las estrellas y Techno se volteó antes de que la primera de las
lágrimas pudiera caer.

“Gracias, Techno”.

Y siguieron cabalgando.

Y en una noche tranquila y silenciosa, una noche diferente, por encima del sonido de pezuñas
golpeando rítmicamente la tierra, un rey se dirigió a un dios y preguntó, “¿Cómo crees que es
la muerte?”

“¿Por qué preguntas?”

“¿Qué tal que él… Y si es más gentil con él?” Por un momento, el rey fue un niño de nuevo:
torpe y aterrado. Cada sombra era un enemigo y cada latido era el último. “¿Qué tal que es
mejor que esto?”

Y el dios miró al cielo azul y púrpura, donde las estrellas se perseguían entre ellas a través de
la oscuridad como un billón de niños rebeldes, con sólo las distantes montañas cubiertas de
nieve en el horizonte como recordatorio de su destino terrenal. Con el dulce aire en sus
pulmones y el trote constante de su corcel, el dios casi podía verse viajando entre galaxias,
vagando, pero, por primera vez, no solo.

“Wilbur”, dijo el dios, “no hay nada mejor que esto”.

Y siguieron cabalgando.
Los días se volvieron semanas, y Philza miró desde el cielo mientras la tundra pasaba de
alpina a polar. De verde a blanco. De césped a nieve. De frío a más frío.

Se estaban acercando, y se estaba volviendo más difícil respirar.

Wilbur y Techno habían dejado ir sus caballos cuando el suelo se volvió resbaloso, y ahora se
estaban abriendo camino lentamente a través del yermo congelado, con Wilbur envuelto en
piel y vellón. Quedó inmediatamente claro que Wilbur los iba a atrasar. Se tambaleaba hacia
Techno, quien se detenía cada pocas millas para permitir que el joven rey lo alcanzara antes
de moverse de nuevo. Philza sabía que, con sus propios medios, él y Techno podrían terminar
el viaje más rápido; pero si Phil sabía eso, entonces Wilbur seguramente también. Y aunque
este hombre enojado y en duelo era casi un extraño para él, Philza casi podía ver a Wilbur
apretando sus dientes mientras se forzaba a sí mismo a caminar más rápido, caminar más
lejos, impulsado por la misma terquedad y perfeccionismo frustrado que había usado en todo
lo que hacía cuando era un niño.

Philza los seguía de cerca, volando más y más bajo. Si cualquiera de ellos preguntaba, diría
que era porque el aire se estaba volviendo más escaso mientras se dirigían más al norte. Pero
ninguno de ellos lo hizo, ahorrándole a Phil la molestia de mentir entre dientes.

Había perdido la cuenta de cuántas veces se había encontrado a sí mismo mirando a Wilbur,
observando su paso confiado y sus alborotados rizos castaños y las oscuras bolsas debajo de
sus ojos. Deseaba que Wilbur lo volteara a ver aunque fuera una vez, incluso si su mirada era
fría y llena de odio, sólo para que Philza supiera que Wilbur aún lo podía ver.

Casi todos los días, se sentía como si lamentara la muerte de dos hijos en vez de uno.

Techno ya era un punto rosa en la distancia. Se acababa de detener para esperar a Wilbur
cuando sucedió.

Hubo un fuerte crac que le recordó a Philza el sonido de huesos rompiéndose, y miró abajo
justo a tiempo para ver aterrado cuando Wilbur cayó a través de nieve y hielo,
desapareciendo en las aguas heladas que esperaban debajo.

Phil no lo pensó. En un momento, estaba en el cielo, y en el siguiente se estaba precipitando


hacia la tierra, atravesando la brecha en el hielo donde Wilbur había estado parado tan solo
un segundo antes. Sintió cómo el agua fría lo envolvía, tan fría como la muerte, pero ya
estaba buscando a su hijo en la oscuridad. Sus manos lo buscaron, de forma desesperada y
salvaje, siguiendo un instinto que Philza pensaba que había perdido hace mucho.

Por favor , suplicó, el frío clavando sus crueles garras en su piel, por favor, por favor, por
favor, no a él también —

Los dedos de Phil se cerraron alrededor de una muñeca, luego un antebrazo y luego nadó
hacia la tenue luz de arriba. Pero Wilbur estaba tan pesado, sobrecargado por su abultada
ropa, y el agua estaba tan fría, y Phil se seguía estirando, y ya no le quedaba aire en sus
pulmones…
Una mano se cerró alrededor de la suya, tirando de él por el resto del camino. Salió a la
superficie, jadeando, y levantó a Wilbur colocándolo en hielo sólido antes de subir detrás de
él.

Phil se arrastró hacia donde Wilbur yacía, indiferente a cualquier otra cosa. Se arrodilló al
lado de su hijo, quien estaba tan pálido y quieto, con sus ojos cerrados— justo como su
hermano—.

No . Phil agarró el cuchillo que estaba guardado en su bota y empezó a cortar la ropa mojada
de Wilbur. La cuchilla atravesó el vellón y rasgó la tela, y Phil arrancó todo hasta que Wilbur
se quedó sólo con su túnica más seca. No . Phil cerró sus dedos sobre su otra mano y
comenzó a presionar sobre el pecho de Wilbur, siguiendo el latido de su propio corazón
frenético. No .

“Vamos”, Phil susurró bajo su aliento, intentando mantener la cuenta de sus desesperadas
compresiones pero sin poder concentrarse en otra cosa que no fuera el rostro de Wilbur, su
oscuro cabello sucio con la blanca nieve. “¡Vamos, Wilbur!”

“ — Philza ”. La voz de Techno rompió a través del pánico. “¡Lo vas a romper!”

Dieciocho, diecinueve, veinte…

“Quédate conmigo, mi niño. Quédate conmigo ”.

…veinticinco, veintiséis, veintisiete —

Un jadeo violento salió de los labios de Wilbur mientras sus ojos se abrían, mirando al cielo
gris de arriba, y luego se estaba retorciendo en su costado, tosiendo agua. Temblando,
sofocándose con aire, pero vivo .

Phil dejó salir un respiro tembloroso mientras caía, sintiendo como si el mundo se hubiese
caído debajo de él y luego hubiera regresado de golpe, enterrándolo en la tierra y el hielo.
Casi lo pierdo . El pensamiento regresó a él como un cuchillo en el pecho. Miró sus manos
temblorosas, a sus muchas cicatrices y callosidades, a la pequeña y desvanecida línea en la
base de su meñique donde Wilbur, a los dos años, lo había mordido. Ni siquiera recordaba
por qué Wilbur había estado tan enojado en ese entonces — a veces Phil pensaba que los
niños pequeños eran amenazas impulsadas principalmente por su pequeña furia — pero
recordaba la mirada que Wilbur le había dado cuando retiró su mano ensangrentada.

No era exactamente miedo de ser reprendido. Incluso tan joven como era, sabía — como
todos los niños deberían — que era lo suficientemente amado para ser perdonado por
cualquier cosa.

Era arrepentimiento. Arrepentimiento de haber lastimado a su padre o de no haber mordido


más fuerte, Philza nunca lo supo. Era la misma mirada que Wilbur le estaba dando ahora.
Una mirada que decía, lo siento , y al mismo tiempo, moriría sólo para lastimarte .

Pero la única cosa que Wilbur dijo en voz alta fue un débil y tembloroso “¿Padre?”, antes de
que sus ojos se cerraran y se hundiera de nuevo en la nieve, su pecho subiendo y bajando
suavemente. Dormido, no muerto.

“Tenemos que sacarlo del frío”.

Los ojos de Philza se posaron en Techno. Casi había olvidado que el otro dios estaba ahí,
arrodillado del otro lado de Wilbur. Si Phil no lo hubiese conocido por siglos, no se habría
dado cuenta de la manera en la que los ojos de Techno se endurecieron mientras
silenciosamente se quitaba su capa y la envolvía firmemente alrededor de Wilbur. Techno
levantó al hombre durmiente en sus brazos, la cabeza de Wilbur se reclinó contra su hombro
mientras comenzaba a caminar con determinación a través de la tundra una vez más, esta vez
cauteloso de la inestabilidad del suelo helado. Philza lo miró, su pulso aún acelerado,
sorprendido por la gentileza con la que Techno le había quitado a su hijo.

Una vieja conversación salió a la superficie de la memoria de Philza entre dos inmortales en
el inicio de una nueva era.

Mi gente necesitaba un líder, no un cazador. Y no te traje porque—

Porque no sé cuándo quedarme.

Pero esta vez, Philza no sabía para quién era la acusación.

Miró a la distancia. En algún lugar de ahí, había un pueblo. En ese pueblo, había un dios. Un
dios por el que Philza había sacrificado el amor de sus hijos. Un dios que tenía las respuestas
para todas las preguntas que Philza jamás se había preguntado, incluso la pregunta de si todo
había valido la pena. ¿Valió la pena la ira de Wilbur? ¿Valió la pena una infancia que Philza
nunca pudo presenciar?

Y luego Phil recordó a Tommy, en los preciosos momentos que tuvieron antes de que se
desangrara en los brazos de su hermano. Y por él, decidió Phil, abandonaría mil reinos. Y si
sus hijos lo odiaban por eso, entonces al menos estarían vivos para hacerlo. Y al menos
tendrían a Technoblade.

El Ángel de la Muerte se puso de pie.

Y siguieron caminando.

Luego de una caminata corta, encontraron una cueva , medio enterrada en la nieve pero
relativamente cálida por dentro. Techno colocó a Wilbur en una esquina y apiló todas las
pieles que sobraban sobre él, mientras Philza se concentró en hacer fuego.

“Bueno”, dijo Techno, sentándose a los pies de Wilbur y recargándose contra la pared de la
cueva, sintiéndose mareado, “no morirá de hipotermia, al menos”.

Como respuesta, Wilbur estornudó dormido.

“Aunque una muerte por resfriado común no está fuera de la mesa”, corrigió Techno. “No
caería exactamente de forma gloriosa, pero supongo que nadie realmente obtiene la muerte
que quiere. O se merece”.

Cuando su comentario seco sólo fue seguido por silencio, Techno se volteó para encontrar a
Phil inclinándose sobre una pila de palos y tela. Tenía un pedernal en una mano y un cuchillo
pequeño en la otra, y los estaba golpeando con fuerza, pero nada se prendió. Phil murmuró
algo bajo su aliento mientras golpeaba más fuerte, y luego el cuchillo se le resbaló,
cortándolo. Philza soltó tanto la cuchilla como la piedra con una maldición, llevándose su
mano herida a su pecho.

Techno alzó una ceja ante su torpeza. “¿El largo viaje al fin te está afectando, Philza? Creí
que ya estabas acostumbrado a ellos”.

“No es por el viaje”, dijo Philza en voz baja. “Sabes que no”.

“Tal vez”, reconoció Techno, volteándose para mirar hacia la entrada de la cueva. La noche
había empezado a caer afuera, la nieve en el suelo brillaba como lava líquida bajo la luz de la
puesta de sol. Techno se encontró a sí mismo agarrando el zafiro azul que colgaba de su
oreja, girándolo ausentemente entre sus dedos.

Podía sentir los ojos de Philza sobre él, pero se rehusó a voltear. Luego de un momento,
Techno pudo escucharlo tomando el pedernal y el cuchillo de nuevo, golpeándolos tan
vigorosamente que Techno por poco no escuchó la pregunta que susurró. “¿Qué le sucedió?”

“¿Qué le sucedió a qué?”

Philza dudó, pero luego aclaró, “La esmeralda que te di”.

“La última vez que revisé, estaba en el fondo de un lago en alguna parte”.

Phil dejó salir una risa sin humor. “Debí haber esperado eso”.

Finalmente, Techno se volteó hacia él. “¿Entonces por qué no lo hiciste?”

La pregunta pareció haber desconcertado a Phil. Por poco soltó el pedernal de nuevo y sus
ojos se agrandaron.

“¿Qué pensaste que haría, Phil?” Techno continuó antes de que Phil pudiera siquiera respirar
para responder. “¿Cargarla conmigo incluso después de que te fuiste? ¿Colgarla de mi oreja
como un recordatorio constante de una amistad dos veces traicionada?” Techno bufó ante la
mirada afligida en el rostro del otro dios. “No actúes como si tú fueras más sentimental.
¿Debería señalar que la esmeralda que yo te di está visiblemente ausente de tu cuello real?”

Phil miró abajo, como si también se acabara de dar cuenta que el collar de esmeralda que
hacía juego con el arete de Techno ya no estaba ahí. Aún observando el lugar donde solía
estar, Phil dijo, “Ahí vas de nuevo con tus suposiciones, Techno”.

“¿Mis suposiciones ?”

Cuando Philza encontró su mirada de nuevo, sus ojos azules brillaron como hielo iluminado
desde adentro. “Tú una vez me acusaste de no tener nada sagrado. Creí que después de todos
estos años te habrías dado cuenta”. Golpeó el pedernal y, finalmente, el fuego ardió en la
oscura cueva. “Wilbur, Tommy, tú. Eso es lo que es sagrado para mí”.

Por un tiempo, sólo había entre ellos el parpadeo de las llamas, proyectando sombras en las
frías paredes y en sus aún más frías expresiones. Trajo de vuelta a Techno a un tiempo
diferente, una tierra diferente de hielo y nieve, pero con la misma compañía —

No. No la misma. Nunca la misma, ni ahora. Ninguno de ellos había envejecido, pero ambos
habían cambiado irrevocablemente. Incluso las manos de Techno casi habían olvidado la
forma de la violencia. Las voces lo intentaron, pero se mantuvo gentil. Amable. Leal. Un
barco con un ancla estable. Cuando miró a Phil, todo lo que vio fue un hombre que una vez
tuvo eso para sí mismo, y ahora estaba intentando desesperadamente merecerlo de nuevo.

Calidez se filtró lentamente en Techno.

Abrió su boca para responder, para decir algo , fuera un comentario cargado de agresividad
pasiva o una disculpa o una pregunta; nunca lo sabría, porque, en ese mismo momento, algo
se movió.

“...¿Techno?” dijo una aturdida y ahogada voz.

Wilbur estaba despierto.

Chapter End Notes

¡Hola! Hemos regresado con una nueva actualización (por fin :D). Disculpen la
tardanza, pero su dosis de trauma ya regresó. Aunque esta es solo la primera parte de
este capítulo. Esperen más actualizaciones pronto (ojalá XD). Esperemos que les haya
gustado y que hayan bulleado a Philza tanto como nosotras.
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