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El origen del mundo y de los hombres

Viracocha, el ser supremo de los incas, fue el creador de todas las cosas. En la soledad
de la Tierra recién nacida, creó una raza de seres gigantescos, pensando que grandes serían sus
obras y generosos sus sentimientos. Pero los gigantes eran torpes y de pocas luces, y
destrozaban todo lo que tocaban. A su paso, las selvas se convertían en páramos, masas
informes de vegetación y animales pisoteados; allí donde sus pies se posaban, nacía un lago. De
modo que Viracocha pronto comprendió su error y, uno por uno, los gigantes fueron destruidos.
Creó entonces una raza de hombres hechos a su semejanza, y les enseñó a trabajar la
tierra, a cultivar el maíz, a cazar a los animales. Les enseñó también a vivir en paz y armonía:
sabías eran sus palabras, todo se aquietaba ante el sonido de su voz.
Pero un día los hombres, ambiciosos del poder de Viracocha y cansados de sus reglas, le
hicieron la guerra.
El dios, sorprendido y enojado, decidió castigarlos y lo hizo enviándoles Uno Pachacuti,
el diluvio universal. Se abrió el cielo y la lluvia cayó sin cesar… Crecieron los ríos, los lagos se
tragaron los poblados. Y los hombres soberbios, que habían roto la paz rebelándose contra su
dios, fueron uno a uno devorados por las aguas, que se los tragó a todos.
Viracocha, entonces, decidió reconstruir el mundo. Para ello fue al centro del lago
Titicaca y habló. Sus palabras eran suaves pero imperativas a la vez: al escucharlas, el Sol y la
Luna ascendieron desde el fondo del lago hasta el cielo, las aguas se aquietaron y volvieron a
sus cauces los ríos. El cielo detuvo su llanto. Viracocha construyó un templo y, finalmente, dio
la orden para que el mundo fuera poblado nuevamente. Montañas y rocas, arenales y árboles,
ríos y todos los accidentes naturales lanzaron de sí, en el acto, a miles de hombres. Estos, al
principio, lo adoraron como a su dios en el templo creado, pero andando el tiempo, al verlo
entre ellos como a un hombre común, quisieron asesinarlo.
Viracocha, entonces, pronunció unas palabras y la tierra ardió y ardió. Las lenguas de
fuego lamían los árboles, incendiaban las chozas y carbonizaban todo aquello que se
interpusiera en su camino. El viento, aliado de Viracocha, soplaba furioso alentando el desastre.
Hasta que los hombres, atemorizados y arrepentidos, se arrodillaron ante él y le pidieron perdón.
Con un bastonazo del dios, el fuego se apagó. Y Viracocha, en su bondad, apagó también el
fuego de su corazón.
Después, estuvo muchos años enseñándoles a los hombres las reglas de la supervivencia
y el arte de convivir en paz, hasta que un día se internó en el mar: caminaba como si fuera este
una simple llanura, se alejaba impasible, como la espuma del mar. Pero dejó una promesa: las
aguas que hoy se lo llevaban algún día lo regresarían a la orilla.
Tiempo después, Viracocha le ordenó al Sol que enviara a sus hijos a la Tierra. El Sol
envió a un hijo y a una hija, para guía y consuelo de los hombres.
Los recién llegados aparecieron en las orillas del lago Titicaca y desde allí convocaron a
los hombres para que los siguieran. Debían peregrinar por valles y quebradas, en busca del lugar
ideal para fundar el nuevo reino. Llevaban bastones de oro e iban golpeando el suelo con ellos.
Allí donde los bastones se hundieran en la tierra encontrarían el lugar para fundar su reino. La
gente creyó en ellos: sus palabras irradiaban verdad, sus ojos fulguraban como el Sol. Y los
siguieron, atravesando ríos, arroyos, montes y mesetas.
Muchas veces intentaron los hijos del Sol hundir sus bastones, pero la Tierra no lo
permitía. Por donde los hermanos sagrados pasaban, se fertilizaban los campos y se secaban los
pantanos, los ríos volvían a sus cauces, los árboles florecían. Y los animales salvajes los seguían
sin dañarlos.
Después de un largo camino, llegaron al monte Wanakauri, y la Tierra recibió en su
seno los bastones de oro, señalando el lugar donde florecería la gran ciudad del Cuzco.
Entonces, los hijos del Sol miraron a su pueblo y les prometieron ser como su padre el
Sol: alimentarlos a ellos y a sus cosechas, compartir su calor con todos, brindarles prosperidad.
El pueblo inca había encontrado su lugar.

Versión libre del relato mitológico inca.


Para responder con el texto

1- ¿Quién es Viracocha?

2- ¿Qué actos realiza?

3- ¿Por qué son castigados los primeros hombres? ¿y los segundos? ¿Por qué les parece que los
últimos hombres que creó Viracocha fueron finalmente perdonados?

4- ¿Quiénes son los enviados de Viracocha y qué deben hacer?

5- ¿Por qué los hombres confían en la honestidad de los hijos del Sol?

6- ¿Hay en el relato indicaciones de lugar y tiempo? ¿Por qué?

7- ¿Se sabe a qué pueblo o cultura pertenece este relato mitológico? ¿Cómo se dan cuenta?

Repasamos

8- Buscar en el texto 6 palabras agudas, 6 graves y 6 esdrújulas.

9- Buscar en el texto 6 sustantivos, 6 adjetivos y 6 verbos.

10- Buscar en el diccionario las palabras resaltadas en el texto.

11- Busquen en el texto 3 verbos que se utilicen en singular y tres en plural.

Verbos en singular Verbos en plural

Repasamos conceptos de gramática

La sílaba tónica y el acento

En nuestro idioma, casi todas las palabras tienen una sílaba que se pronuncia más fuerte:
es la portadora del acento y se denomina sílaba tónica. El acento puede o no estar escrito. El
acento ortográfico es el que se marca con una señal gráfica sobre la vocal acentuada: la tilde.
Según cuál sea su sílaba tónica, las palabras se clasifican en agudas, graves y esdrújulas.

Agudas, graves y esdrújulas

Las palabras agudas, son las acentuadas en la última sílaba, por ejemplo: azul – ñandú
– caracol – tenés. Estas palabras van a llevar tilde cuando terminan en n, s o vocal.

Las palabras graves, son las acentuadas en la penúltima sílaba, por ejemplo: lápiz, siempre,
examen, mármol. Estás palabras no van a llevar tilde cuando terminan en n, s o vocal.

Las palabras esdrújulas, son las acentuadas en la antepenúltima sílaba, por ejemplo: Antártida,
murciélago, música. Siempre llevan tilde.
El sustantivo

Los sustantivos son palabras que permiten nombrar diferentes entidades: seres, objetos
físicos y psíquicos, sensaciones y relaciones. Por ejemplo: árbol, casa, Diego, chicos, amor.

El adjetivo

Los adjetivos expresan las características de una entidad. Por ejemplo: mesa grande,
chicos malos, perro rabioso.

El verbo

El verbo es una clase de palabra que indica que algo sufre un proceso (floreció), se
encuentra en un estado (Juan está de buen humor) o realiza alguna clase de actividad (corrió).

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