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El texto explicativo
Suplemento
Ecología
Viernes 6 de Julio de 2007
Sabido es que la crisis energética nos está afectando y el descontento que produce la
racionalización energética que, lamentablemente puede llevar al desempleo masivo por falta
de producción industrial, no nos permite reconocer, cuánta energía malgastamos
cotidianamente, a veces mucha más de la necesaria. Más allá de la crítica situación en que
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nos encontramos, quizás sea esta una buena oportunidad para adoptar conductas más
racionales con respecto a la energía que estamos acostumbrados a derrochar.
Podemos preguntarnos qué tienen en común la lamparita del baño que quedó prendida
durante toda la noche, y el proceso de recalentamiento que afecta al planeta. A primera
vista, nada. Parecen dos hechos no relacionados, pero no es así, pues ese derroche
energético está directamente ligado con la degradación del ambiente.
Como ya sabemos una de las principales maneras de generar energía eléctrica es quemar
gas, petróleo y carbón. Y esto produce además de electricidad, gases y compuestos
químicos que van a parar a nuestra atmósfera. Son estos gases y moléculas de
desperdicios los principales impulsores del fenómeno del cambio climático y deterioro
ambiental.
Por eso la protección de los ecosistemas depende en buena parte del ahorro de energía
eléctrica y técnica, que hagamos.
El Dióxido de Carbono, principal responsable del calentamiento global, no es la única
amenaza que sale por las bocas de las chimeneas. Cuando una usina térmica "fabrica"
electricidad quemando hidrocarburos, también produce compuestos como óxidos de
nitrógeno y de azufre. Ambas familias de sustancias están vinculadas con la aparición de la
"lluvia ácida", que ataca de manera directa a los árboles y jaquea la propia supervivencia de
los bosques.
Esta mala relación entre "alto consumo energético", y daño al medioambiente saltó a la vista
en tiempos recientes.
La pregunta clave es: ¿cuánta electricidad se puede economizar sin prescindir del confort
que nos brindan el aire acondicionado, la calefacción, la luz y el resto de la parafernalia de
aparatos eléctricos que nos rodea? Desde ya que mucha. Un informe publicado por la
revista Scientific American reconoce que países "gastadores", como los Estados Unidos
pueden llegar a reducir su consumo eléctrico total, entre un 24% y un 44%.
La arquitectura no resulta ajena al desperdicio de energía. Muchos edificios tienen sus
ventanas orientadas hacia el sur, en lugar del norte y el este, lo que impide aprovechar la
energía solar correctamente. Además, se debe tener en cuenta que por las rendijas de
puertas y ventanas se escapa un importante porcentaje de calefacción o aire acondicionado.
Para mejorar esta situación, aislar correctamente las viviendas y oficinas es un paso básico.
Para ilustrar los beneficios del uso eficiente de la energía basta saber que, por cada
kilovatio-hora de energía eléctrica que logramos ahorrar, se evita lo emisión de,
aproximadamente, un kilogramo de dióxido de carbono en usinas que queman carbón o
petróleo, y si las centrales funcionan a gas se lanzarían al aire casi 800 gramos menos de
CO2.
En pocas palabras, usar racionalmente la energía eléctrica en una casa, oficina, o fábrica,
no sólo es una manera inteligente de bajar la cuenta de luz y ahorrar dinero, sino también de
reducir la emisión de gases de invernadero. Y eso resulta indispensable para la salud de
nuestro ya demasiado maltratado planeta.
Graciela Maubé de Grisolía
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