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Tímido

C ésar sabía que la hora se acercaba, y que la clase de “Psicología Jurídica” estaba a
punto de concluir. Como todos los viernes desde hace 3 meses, esperaba
impacientemente que el profesor diera por terminada su clase. Y la forma en se sabía,
era con la instrucción acostumbrada de lectura propuesta para el fin de semana.

La inquietud que César percibía, no consistía en el fastidio de la clase misma. Para esas horas de la
noche, su mente en harmonía con los latidos de su corazón, residía en superar al enemigo incómodo
personal, su propio miedo. Luchaba por mentalizarse y preponderar la aprensión que sentía ante
una presencia femenina en particular. Deseaba poder tener a la brevedad ese acercamiento y tener
una nueva oportunidad para verla e intentar cambiar de actitud. Anhelaba que las condiciones
tornaran favorables para iniciar una aspiración sentimental.

Su propósito y determinación, se encontraba fuera del campus. Al cabo de un momento, por fin su
mentor dijo las palabras esperadas:

—¡Chicos!, este fin de semana lean el libro de David Lykken, “Las Personalidades Antisociales”, y
sitúen con especial atención al tema de los pensamientos, de los sentimientos, de las relaciones, y
los patrones de conducta —, mientras lo dictaba en voz alta, también lo escribía en el pizarrón
blanco del aula para su copiado respectivo.

Cuando César terminó de copiar la instrucción, recogió de inmediato sus utensilios y se despidió de
todos. Apresurado se dirigió a la salida lo más pronto posible, y en su trayecto, alcanzó a escuchar
la indicación de sus amigos para la verbena acostumbrada en esa noche. A través de una seña
afirmativa con su mano derecha, les confirmó a “Paco”, “Guz” y “Claus”, que estaría con ellos en la
Basílica Colegiata de Nuestra Señora de Guanajuato, como suelen hacerlo desde hace dos meses.

Ese lugar es asombroso, el escenario es la Basílica en su explanada bellísima, haciendo juego con la
majestuosa arquitectura de estilo neoclásico de la misma Iglesia. Todos los viernes de fin de mes,
un grupo de Rondallas lugareñas interpretaban canciones memorables de romanticismo. Uno de los
grupos que se presentaría, era “La Rondalla Señorial de la Universidad de Guanajuato”, que
demostraría su talento, su formación cultural y su indumentaria artística identificatoria.

Por supuesto deseaba llegar con mis amigos a la hora pactada. Pero lo que tenía en mente era
presentarse con una notable diferencia, verse acompañado por una hermosa compañía.

Al bajar las escaleras del Edificio Central, mismo que albergaba el área de la División de Derecho,
Política y Gobierno, fugazmente rememoró la forma de su llegada a ese fabuloso lugar. Nunca caviló
que el programa de intercambio de estudiantes entre la UAM-Xochimilco y la Universidad de
Guanajuato, lo beneficiaría para consumar el último año de la carrera de profesión en Derecho. Con
incredulidad y expectación, se inscribió a ese programa. Una vez evaluado, recibió la agradable
noticia de su aceptación, mismo que daría inicio al comienzo semestre inmediato.

No daba crédito a suerte y en lo que experimentaría. Sabía en especial, que en ese último año
académico no lo efectuaría en la Ciudad de México. Su destino estaría establecido en Guanajuato

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durante ese año, en uno de los estados más emblemáticos del país por su historia, leyendas y
arquitectura colonial identificable.

Gracias a ese intercambio, disfrutaría de sus simbólicas calles con túneles en una ciudad capital, sus
pasajes emblemáticos y sus callejones motivos de leyendas populares, como el “Callejón del Beso”.
Sin duda, sería una aventura imborrable de por vida.

Ya fuera del inmueble, observó de reojo en la alto del Edificio del Auditorio de la Universidad, el
escudo distintivo de la misma y leyó en voz alta su lema: “La verdad os hará libres”. Para César, el
lema solamente era el extracto bíblico contenida en el libro de Juan 8: 31-32; por lo tanto,
argumentaba que la “verdad” comienza con el cambio personal. Su lógica, si quiere evolucionar en
algo en tu vida, inicia entendiendo y comprendiendo la “verdad”.

Así que, con la actitud en ese cambio, descendió con precaución las famosa escaleras que consisten
en 113 escalones de piedra. Una vez en la calle, dio media vuelta y se encaminó al “Café
Conquistador”. El lugar, se encuentra justamente en los lindes bajos del edifico de la Universidad.
Guarida donde disfrutaba en especial los viernes, el exquisito café tostado veracruzano. Admiraba
las imponentes paredes de piedra y arquitectura del lugar, adicionalmente decoradas por estantes
de libros para su venta. Para César, ese día era especial y su atención principal la tenía hacia una
persona, que sólo los viernes, acudía a realizar el trabajo para ese lugar en especial.

En los vitrales del negocio, nervioso admiro a la distancia la silueta inconfundible que añoraba. Al
entrar, sintió cómo mis pasos titubean el caminar, y no podía disimularlo, —¡que hermosa es! — lo
dijo en voz baja. Ella era su motivo y la culpable de su miedo manifiesto, de su nerviosismo visible a
través del sudor emanado involuntariamente de su frente. Ella sin verlo, le ocasionaba su timidez y
su incapacidad de sociabilización. César, quería una oportunidad de mostrar la “verdad” cambiando
para bien, demostrando así su capacidad para ser empático, y en especial para con ella.

La mesa que acostumbraba era la más cercana donde se encontraba esa figura admirada. Sabía que
estaba cerca para su atención, y con contrariedad se acercó a ocuparla de nuevo. Una vez instalado,
sobre ésta dejo caer su libreta de apuntes y su bolígrafo, posicionado para ser utilizado en cualquier
momento. Intento tranquilizar sus emociones, y llevó sus manos al rostro, repitiendo nuevamente
en voz baja el lema: “la verdad os hará libre”, entendiendo que es necesario su cambio de actitud
para tener éxito, ése sería su propósito.

Reinicio la postura, e intento ejercer un diálogo, una conexión telepática, con ella:

—¿Puedes sentir mis ojos en ti?, reconozco que contigo soy tímido, te prometo no
girar la cabeza si intestas verme —, este escrito es mi sololoquio en este momento, e
intento prepararme ante lo inevitable.

Cómo explicarte que los viernes, ¿si estoy en la cafetería sólo es por ti?, que difícil e
incómodo este instante. Me aseguro de que, por un lado no puedas verme, y espero
por otro, que me veas.

No comprendo cómo me paralizaría al tenerte cerca de mí, porque entiendo que eso
es lo que me provocarías. Confirmaría mi inseguridad. Intentaré en decirte incrédulo

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cuando te aproximes, ¿Por qué me miras y porqué me parpadeas?, ante la pregunta
incomprensible asumiría que me darías una respuesta afable para mi personal.

César, discretamente observa cómo se desplaza libremente en la cafetería, la ve toma sus notas,
sonreír, ser amable, ser auténtica, y… cada vez, la siente más acerca.

—¡Háblame!, deseo por fin poder ver mi reflejo en tus ojos—, será extraño percibir
cómo tartamudeo cuando te dirijas a mí. Intentaré explicarte que tengas un poco de
piedad conmigo al tenerte a un costado, porque soy tímido y no puedo verte. Intentaré
decirte que tu mirada me tocará de muchas formas, de muchas maneras, sobre todo
para con mi alma y mi corazón. Tú harás que me sienta aturdido, estaría incómodo.

Como comprenderás, ser tímido es por ti, ¿lo puedes sentir? y es que es notable la
sensación de mi nerviosismo, de mi incomodidad por la situación amarga e
incomprendida.

Tal vez, es mejor que me quede callado cuando puedo interactuar algo contigo.
Aunque no lo creas, lo deseo porque te admiro. Ponte en mi lugar un momento y ojalá
puedas sentir cómo se hace nudo el estómago. Me cuesta trabajo entender que
aunque soy estudioso me cuesta trabajo dirigirme a ti. No me imagino lo difícil que
será apreciar mi comportamiento, por favor no lo juzgues, lamentaría mucho decir algo
que implique y/o te cause alguna incomodidad.

No es que esté obsesionado por ti, por tu apariencia o por tu conducta. Sólo intenta
entender, que soy una persona introvertida, asustado, que le cuesta mucho trabajo
hablarte. En esta servilleta, te escribo y te invito para salir esta noche. Que me regales
un momento y la oportunidad para que me conozcas, para nos acompañemos, para
escuchar la Rondalla nocturna en la Basílica por la verbena. Que conozcas y convivas
también con mis amigos. Sólo quiero decirte, que estás en mi mente y que me permitas
mostrarte mi fascinación por ti.

Me gustaría huir, pero no puedo ya que veo tu hermosa sonrisa. Esta actitud me
incomoda, me mantiene encadenado, pero es hora de despertar. Estás cerca, y no
puedo dejar que sientas mi confusión.

César se arrepintió por lo escrito, arrugó la servilleta con la invitación efectuada y lo


abandonó en la mesa, como papel de uso. En su confusión, también se criticó y sabía que se
había excedió en sus apuntes precarios en la libreta.

—¿Haces la tarea?, te he observado como siempre desde la mesa de enfrente, escribiendo en tu


libreta, ¡me sorprende verte tan entretenido, tan inspirado! Obvio no pretendo distraerte, ni
repercutir en tus ideas frescas por el tema que escribes. Simplemente, no quise interrumpirte. Creo
que sería innecesario tomarte la orden. Sé lo que pedirás. Sé el tamaño de la taza y el tipo de café
que solicitarías. Ahora, aquí lo tienes, ya no te interrumpo para que sigas con la inspiración que
reflejas, para que sigas escribiendo lo que tiene tu mente —.

César lentamente alzó su vista, y por primera vez cruzaron sus miradas. Vislumbró el actuar y la
iniciativa de ella, y se enterneció. Sin proponérselo, le dio una lección de vida y se sintió tonto por

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un momento. Esa hermosa mujer le enseñó lo que es ser valiente. César entendió que se debe
valiente, y que debe enfrentar los hechos con carácter en su actuar. Ella cambió mi vida. Todos
tenemos que ser valientes algún día.

Sus miradas lo decían todo, un hermoso gesto ante “una situación incómoda” valía más que mil
palabras. La empatía fue mutua, sus miradas fueron de cristal transparente, lenguaje sin sonido
preveniente del alma.

Todo pude expresarse con la mirada. Así, comienza la amistad, así comienzan las emociones. Ella
tomó la servilleta arrugada, y con su sonrisa, me dio la respuesta que tanto deseaba.

Una hora más tarde “Paco”, “Guz” y “Claus”, contemplaron la llegada de una pareja, uno conocido
y su acompañante por conocer. Se acomodaron en la plazuela para deleitarse mejor con la música.
Pidieron algo de beber, y escucharon con atención y sentimiento, las melodías interpretadas por las
Rondallas asistentes. El escenario era colorido, se sentía el romanticismo, la buena música, la alegría
y qué mejor con los amigos del alma. Por supuesto, el corazón palpitante ante la aceptación de la
hermosa dama admirada, ahora le acompañaba.

El piso de piedra negra donde se encontraban sentados, no era obstáculo de incomodidad para
exteriorizar la alegría desbordada de ese pequeño grupo. El sentimiento de César, lo sentía naciente,
y seguramente en poco tiempo, floreciente al pasar a otro nivel. Hermoso es estar posados sobre el
piso de piedra tan característico del lugar, y más con adorable compañía. A la distancia el mosaico
pintoresco de los asistentes, que disfrutan en todas las edades de un evento tan habituado con ello.
Para César, extraño de nacimiento en esa tierra, siente el fluir de la energía positiva de la gente, y
por esas canciones que celestialmente se entona en el fondo.

Por primera vez, descartando la timidez y mostrando su valentía, toma de la mano a la persona
motivó de mis miedos. No había rechazo, y no había barrera de inquietud. Mirarla a sus ojos y sin
que existieran palabras, fue un bello mensaje de tan linda compañía.

—¡Qué hermoso se siente que ahora seas parte de mi vida! —, César lo dijo convencido.

Pudo comprender que la timidez, representa uno de los comportamientos que pueden tener efectos
negativos para la vida. Es natural sentir miedo a lo desconocido, pero es importante sociabilizar y
encontrar la empatía de alguien. La seguridad personal, la conversación, la simpatía y el lenguaje
corporal debe ser seguro. Es y será un comportamiento que ayudará a las personas a superar su
miedos, lograr su autoconfianza y disfrutar las experiencias que el destino les prepara.

Piensa en lo que te gustaría decirle aún chico o a una chica que te guste, e intenta plasmarlo todo a
través de la mirada como elemento de conversación, y sin timidez.

FIN

Rogelio García Gaxiola

4/4

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