Está en la página 1de 4

Cuando el trabajo se pierde

por Dr. Carlos Pinto


Toda situación inesperada puede provocar una
crisis tanto en la persona que lo experimenta
como en su familia. Cuando se pierde el trabajo,
la seguridad de contar con un salario se
desvanece y ello provoca inestabilidad económica
y emocional. ¿Cómo enfrentar la situación?
¿Enfocándose en la pérdida o en el pacto de Dios?

Cuando el padre de familia pierde el trabajo, por la razón que sea,


se instala un sentimiento de preocupación en el interior de la familia.
Esta situación se torna difícil especialmente cuando él es el único
que solventa las necesidades económicas de su familia.
Infortunadamente, este caso es muy común en las últimas décadas
debido a la inestabilidad laboral y económica que enfrentan nuestras
sociedades.

Frente al despido laboral y el desempleo, las familias sirven de refugio y de


desahogo para aquellos varones que se sienten humillados profundamente en su
identidad masculina; por lo general, los hombres en esa situación experimentan
sentimientos de descontento, ira y desánimo entre otros, porque ellos y sus familias
se ven forzados a danzar al son de la música de la falta de trabajo y de dinero.

El varón, desde tiempos inmemorables, ha sido considerado el encargado de la


economía doméstica. Por ejemplo, en sociedades del trópico amazónico, la división
de roles y labores es muy marcada. Estos grupos humanos participan de un
sistema de subsistencia orientado a actividades de recolección, caza y pesca.
Aquí, el varón es percibido desde tiempos lejanos como el más fuerte y por lo tanto,
es él quien se encarga de la caza, la pesca y de combatir a los gigantes de la
naturaleza. El varón es quien con orgullo lleva a sus hijos al bosque para
enseñarles la difícil tarea de dominar los peligros que conlleva ser un cazador pues
este es un rol que está muy asociado a la imagen de la masculinidad. En este
medio, el varón no se siente afectado en su autoestima por haber sido despedido
de su empresa. Sin embargo, se podría sentir muy mal si sale de caza y regresa
sin traer la presa que es el símbolo de triunfo del hombre sobre la naturaleza.

Al parecer el varón, padre de familia, tanto en la selva tropical como en la selva de


cemento o ciudad, se siente afectado emocionalmente al no poder suplir las
necesidades de su familia. Por el contrario, poder hacerlo trayendo una buena caza
o un buen salario reafirma su masculinidad y su posición de persona
económicamente activa en la economía doméstica. Por esta razón, cuando el
padre pierde su trabajo o está desempleado, se afecta emocionalmente y esta
situación le impacta, no solo a él, sino a toda la familia.

El gran impacto

Cuando el varón recibe la noticia de despido y es consciente de que está sin


empleo, experimenta una serie de sentimientos intensos. Por momentos podrá
sentir tristeza; en otros, la ira le invadirá o simplemente sentirá desconsuelo frente a
una realidad que no puede controlar ni cambiar. Sentirse «menos hombre» por no
proveer económicamente a su esposa e hijos es un valor machista que experimenta
con mucha frecuencia en estos momentos. Es cierto que esta es una tradición
cultural, pero no se puede negar que todavía está vigente en el mundo interior del
varón. En parte, él siente que no ha logrado las expectativas que la sociedad le ha
impuesto y esto le causa iras contra sí mismo, su familia y la sociedad.

En la cultura latinoamericana, el varón y padre, que muchas veces mantiene a su


familia, se siente humillado cuando tiene que depender económicamente de su
esposa debido a su desempleo. Para él, este es un rol opuesto a lo asignado: lo
aceptable es que él sea independiente y sustente a su familia. Entonces, frente a
sus hijos intentará, en ocasiones, negar esta realidad utilizando engaños y
promesas para no hacer evidentes sus sentimientos de humillación. Sin embargo,
en los momentos de intimidad y soledad podrá experimentar sentimientos de
lástima hacia sí mismo.

También es común que algunas veces el varón reaccione buscando apoyo en su


familia; otras veces la agredirá para ventilar así su irresuelta ira interior.
Lógicamente, esta es una manera inadecuada de expresar los sentimientos de
frustración e ira, sin embargo, es común que en esta etapa el nivel de ansiedad y
estrés escalen a niveles que para algunos son incontrolables. Por ejemplo, durante
esta etapa es notorio el alto índice de eventos de agresión verbal y física ocurridos
en el interior de la familia. Al parecer, el varón desempleado experimenta una gran
tensión que afecta la forma en que interactúa con su familia.

Por esta razón se recomienda que él exprese sus sentimientos de frustración por
medio del diálogo, para que la intensidad de sus emociones disminuya y no sean
manifestados posteriormente en actos de agresión.

Doblemente herido

En nuestra sociedad, el varón es el símbolo de la persona económicamente


productiva. Este rol rígido provoca que se le margine cuando no cumple con esta
expectativa, por estar sin trabajo. Irónicamente, la actitud más común en nuestro
medio es marginar y rechazar a una persona desempleada como si fuera culpable
de su condición.

«A mí me han dicho que soy un vago, un vividor y no digno de confiar. Algunas


personas hasta me dijeron que seguramente yo mismo provoqué mi despedida para
así poder vivir del trabajo de mi mujer.»

Estas eran las frases que don Manuel (un hombre que vivió esta experiencia)
recordaba con tristeza. Como podrá imaginarse, las reacciones de la sociedad
aumentaron aun más el dolor de este varón —y de prácticamente cualquier padre
de familia—, que vive una temporada de desempleo.

La pregunta que menos desea escuchar el padre desempleado es: «¿Hasta cuándo
seguirás así? Tú sabes que debes alimentar a los hijos, debes conseguir cualquier
cosa.» Estas afirmaciones son interpretadas por él como si le estuvieran acusando
de disfrutar de su condición de no tener trabajo. De esta manera, los sentimientos
de culpabilidad se intensifican y pueden llevar a provocar un cuadro depresivo. Por
ende, en esta etapa él se aísla, se desalienta y percibe al futuro de manera muy
negativa.

Afortunadamente, para muchos esta etapa es pasajera y queda superada cuando la


familia acepta la condición de desempleo y asume la actitud de brindar apoyo y
ánimo en vez de crítica. Ese trato provoca que el varón y padre de familia
comience a sentir una fuerza motivadora interna con la cual puede volver a creer en
sí mismo y buscar otro trabajo.

Al verlo llegar de la calle, los hijos y la esposa dudan entre preguntarle: «¿Cómo te
fue?» o callar y esperar que él diga la frase esperada: «Encontré un nuevo
empleo».

Esta danza de callar y esperar provoca ansiedad en la familia, pero es necesaria en


estos momentos. Tanto la esposa como los hijos están llamados a asumir un rol de
aceptación, tolerancia y apoyo, el cual es de mucha necesidad para la tranquilidad
de él en este proceso de búsqueda de reinserción laboral.

Cuando el mal se torna en bien

Algunas mujeres manifiestan que el tiempo de desempleo de sus esposos fue difícil
al inicio, pero que al final se tornó en un tiempo de mayor acercamiento e intimidad.
Esto es posible cuando la pareja utiliza la crisis del desempleo para estar más
tiempo juntos y cuando el varón sin trabajo se involucra más en las tareas de la
casa y llega a valorar el trabajo que su esposa realiza diariamente. Los hijos
también pueden disfrutar cuando el padre desempleado utiliza el excedente de
tiempo libre llevándolos al parque y realizando actividades de recreación con ellos.

Esta crisis puede llevar a una relación de interdependencia mutua y a una mayor
cercanía entre quienes conforman la familia, la cual se verá abocada a
reorganizarse en una forma democrática y responsable para suplir el vacío
económico que vive. Cuando la familia reacciona de esta manera, el padre de
familia desempleado y toda su familia habrán logrado utilizar esta crisis en su favor
y él estará en mejores condiciones anímicas para salir otro día más en búsqueda
del añorado trabajo.

«En los próximos meses, será mi esposa quien nos mantendrá», decía César, otro
varón y padre desempleado, quien con alegría pudo ver cómo su desempleo motivó
que su esposa buscara un trabajo temporal. Al parecer, algunas veces los
momentos oscuros ayudan a ver con mayor claridad las estrellas.

Reflexión

Toda situación inesperada puede provocar tanto una crisis en la persona que lo
experimenta como en la familia a la que pertenece. Cuando un padre pierde el
trabajo, la seguridad de contar con un salario se desvanece y ello provoca
inestabilidad económica y emocional. La familia cristiana que enfrenta esta
situación puede enfocarse en «pérdida» o enfocarse en el «pacto de Dios». Puede
recordar que Dios ha establecido un pacto entero de amor y protección con su
pueblo (Gn 12.1–3) que brinda paz en medio de la crisis. Saber que Dios se ha
comprometido a ser un padre sustentador y protector de su pueblo, provee un
sentimiento de esperanza en momentos de desempleo.

El autor es Peruano, realizó estudios doctorales en Psicología Clínica y Familiar, es


Coordinador de la Asociación Latinoamericana de Asesoramiento y Pastoral
Familiar, EIRENE Internacional, también dirige la División de Educación de HCJB
para América Latina. © Apuntes Pastorales, edición abril – junio, 2004. Volumen 21
– Número 3.

También podría gustarte