Está en la página 1de 2

EL “PALACIO DE LOS BICHOS” DE VILLA DEL PARQUE

La boda de la hija del señ or Giordano se había desarrollado con total normalidad. La
fiesta fue organizada en la mansió n pegada a las vías. Una buena excusa para acercar a
los afectos y conocidos hasta esa propiedad tan alejada donde residirían los novios ya
conformados en matrimonio. Los invitados recorrían el flamante castillo en medio de la
bacanal bien regada por las bebidas espirituosas.

Aquella noche, la locomotora que tiraba 40 vagones hizo sonar su pitido. El cochero no
escuchó . La algarabía, los gritos, anularon sus reflejos. Y, quizá s, el alcohol. La
locomotora arrastró varios metros el carruaje. Los caballos se desprendieron y
resultaron ilesos. El chó fer y su acompañ ante sobrevivieron a pesar de las fracturas
expuestas. Los novios, que iban en el asiento trasero, murieron en el acto ante la mirada
de los invitados de la boda. Familiares y amigos consternados no podían entender lo
acontecido. El padre de la novia estalló en un ataque de nervios incontenible. Dicen que
se tiró sobre el cadá ver de su hija destrozado debajo de la locomotora. En pocas horas,
la mansió n quedó vacía. Restos de comida, manteles manchados y copas a medio llenar
desparramadas. Por allí, pisoteado, un ramo. Ese tocado lanzado al aire para dar suerte
amorosa a alguna de las solteras. Tardaron semanas en limpiar el lugar. El Palacio de
los Bichos quedó inutilizado por décadas. El señ or Giordano no pudo superar jamá s
la muerte de su hija y de su flamante yerno. Al tiempo, abandonó la Argentina para
transitar el peor de los duelos en su Italia natal.

El palacio de los bichos o El castillo de Villa del Parque es como se conoce popularmente
a una mansión ubicada en la calle Campana 3220, barrio de Villa del Parque, Buenos
Aires

“El pozo de la muerte”

Hace añ os, en la calle Roca de Villa Nueva, Guaymallén, vivía una pareja de recién
casados que se mostraba muy feliz. No obstante, la alegría no duró mucho, ya que la
mujer apareció descuartizada en el pozo que la casa tenía en el patio.
Meses antes de ese momento, cuando el matrimonio se mudó a la vivienda,
decidieron realizar modificaciones y comenzaron cavando un pozo en la parte
trasera para levantar una pared. Pero, para sorpresa suya, en el fondo del bache
encontraron unos huesos fósiles de aborígenes que habían muerto
descuartizados. Durante una noche con tormenta eléctrica, el hombre cayó al hueco y
permaneció un largo rato dentro. Salía humo del lugar y se escuchaban ruidos de
tambores, sin embargo, el sujeto pudo salir con vida. Pero su mirada se percibía
diferente y su carácter, agresivo. En seguida, su esposa se puso contenta por su
reaparició n, pero algo había cambiado.
Una noche, la esposa se encontraba limpiando el patio y, de repente, su esposo llegó a
casa, observó que ella quería tapar la excavació n, ya que él no había iniciado nunca la
construcció n de la pared, y se puso furioso. Inmediatamente, tomó un cuchillo de la
cocina y comenzó a cortarla en pedazos: la cabeza, los brazos, las piernas. Luego,
colocó las ciento treinta partes en una bolsa y las tiró dentro del pozo.
Cuentan que pasó tres noches enteras gritando y bailando alrededor del pozo y
algunos dicen que, aquella triste noche tormentosa, el hombre había sido poseído por el
espíritu maligno de un aborigen que buscaba venganza para los suyos y que esa era la
razó n por la que había asesinado a su esposa.
Expresan, ademá s, que el pozo sigue en el mismo lugar y la casa está vacía, ya que
todos los añ os, para el aniversario del fallecimiento de la mujer, se escuchan tambores
de rituales indígenas de guerra y se observa salir humo con formas humanas del lugar.

También podría gustarte