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INSTITUTO TECNOLOGICO DEL ALTIPLANO DE


TLAXCALA

Taller de Lectura

Alumno: Kevin Arturo Jiménez Sánchez

Carrera: Ingeniería en Agronomía

Titulo: El naufragio del Titán

Autor: Morgan Robertson

Páginas: 95-106
Un muro de niebla gris, y Rowland encontró la lucidez suficiente para murmurar: «Me han
drogado», pero en apenas un instante se vio en la oscuridad de un jardín que le resultaba
conocido.
¿Te das cuenta, en tu bondad, pureza y verdad, de lo que has hecho?
en los confines más remotos de aquel vacío, y oyó su propia voz, llamando a esa mujer.
Se oyó una respuesta, y buscando esa segunda voz divisó a su amada.
Allí estaba, en el otro extremo del inmenso espacio, y sus ojos conservaban la ternura y su voz
repetía la súplica que él solo había conocido en sueños.
Pero parecía que los dos no podían entenderse, y él volvió a oír el grito desesperado: «Myra,
Myra, ¿dónde estás?», y a continuación la misma
Entonces apareció en la lejanía una débil y minúscula llama que empezó a crecer.
Cuando volvió a buscar a los dos, vio que habían desaparecido, y en su lugar había dos nubes
espesas que se convirtieron en una miríada de luz y color, girando y expandiéndose hasta
llenar el espacio.
Y a través de ella venía directa hacia él la primera llama, cada vez más grande.
Oyó una ráfaga, y al intentar descubrir de dónde procedía vio en la otra dirección un objeto
sin forma definida, al que la llama, cada vez más
Y le pareció que esa luz y esa oscuridad eran el bien y el mal de su vida.
Trató de descubrir cuál de ellas le alcanzaría primero, pero no sintió pena ni sorpresa cuando
vio que la oscuridad estaba más cerca.
Se fue aproximando cada vez más, hasta rozarlo por un lado.
— dijo una voz.
El universo gris se transformó en niebla, la llama de luz en la luna que se alzaba sobre ella y
La pequeña figura blanca, que acababa de pasar como una centella entre los tres espías, estaba
delante de él.
Como avisada del peligro por un instinto subconsciente, había acudido en sueños, en busca
de seguridad y protección, al antiguo amante de su madre, el fuerte y débil, el degradado e
infamado aunque noble, el perseguido, drogado y casi completamente indefenso John
Rowland.
El primer oficial corrió a la vía y el capitán, que había permanecido allí, se abalanzó sobre el
telégrafo de la sala de máquinas y esta vez accionó la palanca.
Pero cinco segundos más tarde la proa del Titán empezó a elevarse, y enfrente, a ambos lados,
se pudo ver entre la niebla una superficie helada de treinta metros de altura que se interponía
en su rumbo.
Cesó la música en el teatro y, en medio del maremágnum de voces y gritos y del ensordecedor
ruido del metal arañando y chocando contra el hielo, Rowland escuchó la voz angustiada de
una mujer que llamaba desde la escalera del puente:.

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