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Pedagogías Queer
Sobre las pedagogías Queer y desde el planteamiento de Carrera (2017) se entiende que:
Esta pedagogía se orienta a: i) denunciar la violencia que generan las rígidas normas de
género; ii) poner de relieve el carácter construido de los estereotipos de género, así como de
la lectura binaria del sexo, visibilizando la intersexualidad; iii) fomentar actitudes contrarias
al sexismo, la homofobia y la transfobia; y iv.) promocionar la valoración de la diversidad
sexual.
Siendo estas las orientaciones de la pedagogía Queer, valdría la pena preguntarnos si ¿las
formas de denuncia y de decolonización desarrolladas no atentarían también violentamente
contra aquellos contra los que se lucha? Y, ¿de qué manera las nuevas flexibles normas de
género no violentarán las concepciones conservadoras o tradicionales? Así mismo, el hecho de
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Lo que es muy engañoso, en cuanto al estado mental de los individuos de una sociedad, es la
“validación consensual” de sus ideas. Se supone ingenuamente que el hecho de que la
mayoría de la gente comparte ciertas ideas y sentimientos demuestra la validez de esas
ideas y sentimientos. Nada más lejos de la verdad. La validación consensual, como tal, no
tiene nada que ver con la razón ni con la salud mental. (…) El hecho de que millones de
personas compartan los mismos vicios no convierte esos vicios en virtudes; el hecho de que
compartan muchos errores no convierte a estos en verdades, y el hecho de que millones de
personas padezcan las mismas formas de patología mental no hace de esas personas gentes
equilibradas. (p.20)
En el mismo orden de ideas y hablando de un relativismo ético que necesita ser validado, al
hablar de la razón contra irracionalidad se entiende que:
Por irracional o inmoral que sea una acción, el hombre siente un impulso insuperable a
racionalizarla, esto es, a demostrarse a sí mismo y a los demás que su acción estuvo
determinada por la razón, por el sentido común, o al menos por la moral convencional.
(Fromm, 2011, p.60)
Volviendo a la pregunta de si las pedagogías Queer se promueven desde una postura ética
que protege la vida (a mediano o largo plazo) y al ponerlo en discusión con el imperativo
categórico de Kant (1980) que dice: “Obra como si la máxima de tu acción debiera tornarse,
por tu voluntad, ley universal de la naturaleza” (p. 73). ¿Podría afirmarse que las prácticas
sexuales respaldadas por la teoría Queer debieran tornarse leyes universales sin atentar contra
la permanencia de la especie humana? ¿Sin poner en riesgo no solo la educación del futuro,
sino también las generaciones? O más bien se debería considerar el planteamiento de Ignace
Lepp (1964) quien afirma:
El elemento demoniaco del instinto sexual es tanto más fuerte como el hombre es más
auténticamente hombre. En el animal el instinto sexual se contenta con obtener satisfacción,
que asegura el bien de la especie. Lo mismo ocurre con los hombres poco evolucionados
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PRIMER ARTÍCULO
AGENTES DE SOCIALIZACIÓN
A partir de esta marca sexual binaria – en muchos casos para nada natural, sino
médicamente construida-, los diferentes agentes de socialización socializarán a los niños en la
instrumentalidad-masculinidad, a las niñas en la expresividad-feminidad, y a ambos en la
heterosexualidad. En el marco de lo que Judith Butler, feminista precursora de la Teoría Queer,
en su obra "El género en disputa" (1990), denomina la matriz heteronormativa, en referencia a
las normas y discursos sociales relacionados con el género y la sexualidad, que dan lugar a la
concepción de identidades de género binarias, opuestas, jerárquicas y complementarias,
obligatoriamente heterosexuales. Impregnadas de sexismo y homofobia.
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Así, en la escuela se excluyen del currículum las aportaciones de las mujeres a la ciencia, así
como las aportaciones de los movimientos feminista y homosexual; la educación para la
igualdad y la promoción de la diversidad sexual continúan siendo materias pendientes; los
libros de textos reproducen roles y estereotipos de género, y los modelos de personas o familias
homoparentales brillan por su ausencia.
TEORÍA QUEER
SEGUNDO ARTÍCULO
"No me creo que los docentes no experimentan cotidianamente los efectos de la violencia
sexual y de género en la escuela"
Paul B. Preciado (antes conocido como Beatriz Preciado) es un filósofo feminista dedicado
a los estudios de género y a la teoría queer, que entiende que la identidad sexual y de género de
las personas es una construcción social. El suicidio del joven trans Alan ha vuelto a poner
sobre la mesa la preocupación sobre el acoso escolar y la transfobia, y la semana pasada
los colectivos LGTBI se manifestaban en Barcelona para reclamar la implicación de la
comunidad educativa en la respuesta al acoso vinculado a cuestiones de identidad sexual y de
género. Preciado habla con El Diari de l’Educació sobre una escuela que considera un espacio
de reproducción de violencias y propone un modelo educativo que permita superarla.
Tenemos una visión todavía idealizada del colegio, como un espacio para el aprendizaje de
los niños, como si fuera realmente un espacio de libertad. No se trata simplemente de que el
colegio reproduzca conductas homófobas, transfóbicas o estereotipos machistas, sino que es
una de las instituciones claves donde se lleva a cabo el proceso de normalización de género o
de sexualidad. Y éste es un proceso violento. Curiosamente dos de los espacios más violentos,
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el doméstico y el colegio, son aquellos que están más idealizados en nuestro imaginario como
espacios de protección de la infancia. Hay que desmitificar estos espacios. En los años 60 se
inicia una crítica, desde los movimientos feministas, homosexuales y más tarde movimientos
transsexual y transgénero, de la violencia inherente a estos espacios pedagógicos, pero hay
todavía mucho trabajo por hacer.
Hoy la institución colegio está en una crisis profunda. Por una parte, la transformación
neoliberal ha supuesto un derrumbe de una institución que era fundamentalmente pública y
vinculada a la regulación estatal. Nos encontramos por tanto en una situación inédita. Por una
parte, tenemos que defender la institución colegio, como un derecho universal, pero al mismo
tiempo, necesitamos criticar las violentas normas de género y sexuales en las que
históricamente se apoya.
Hay ya mucha gente que está llevando a cabo esta crítica, pero necesitamos hacer visibles
estas luchas y establecer alianzas. En el contexto actual del Estado español hay en cierta forma
un retorno a los valores normativos, que son invocados en algunas ocasiones por la iglesia
católica. El colegio es también espacio de fabricación de la identidad nacional, de
normalización racial y religiosa… Necesitamos un colegio más abierto a la crítica, porque ¿qué
significa una pedagogía que no acepta la crítica?
Tendríamos que hacer una marea de colegios para pensar colectivamente cómo queremos
ser educados y educar a nuestras generaciones futuras. Nos falta creatividad, imaginación
política cuando pensamos en el colegio. Me gustaría que hubiera un colegio que fuera
suficientemente plástico, capaz de trabajar con la riqueza de todas las subjetividades posibles.
Yo crecí en un colegio católico de Burgos sólo para niñas, en el que yo era un caso de
fracaso escolar. Gracias a una profesora que tenía un hijo autista y montó un grupo de ocho
personas con una educación experimental, con una atención personalizada, de mucho respeto,
yo pude salir adelante. Esa experiencia me cambió radicalmente la vida, no sólo porque en el
colegio tradicional hubiera fracasado a nivel académico, sino también porque quizás no hubiera
sobrevivido.
Es crítico con el modelo de escuela inclusiva por el que se viene luchando desde hace
unos años.
Hay iniciativas tanto pedagógicas como políticas muy respetables de aquellos que trabajan
con una voluntad de crear una escuela inclusiva, pero somos muchos los que venimos de
movimientos minoritarios y criticamos la idea de inclusión, porque supone tolerar al otro e
integrarlo con la condición de que sea marcado como otro. Esto es lo que Foucault llamaba la
“exclusión incluyente.” Uno de los grandes problemas de la escuela inclusiva es que el otro
queda como una nota a pie de página en una escuela que no cambia. Se sigue practicando la
misma pedagogía: se añade simplemente una silla para el “diferente”, el “discapacitado”, pero
no se pone en cuestión la epistemología normativa de la escuela.
Lo radical sería hacer una crítica a la norma como eje de la pedagogía, hacer una pedagogía
anti-normativa, en vez de incluir al que es diferente. En el caso de las normas de género y
sexuales, no se trata de “incluir” al niño homosexual o transexual, sino de cuestionar la norma
heterocentrada y machista del colegio que hace que toda disidencia de género y sexual sea
percibida como patológica.
El caso de Alan no es puntual ni es único, es uno entre tantos. Ahora se está hablando más
de los casos de jóvenes trans, pero en el caso de niños y niñas queer, niños afeminados, niñas
masculinas, niños y niñas son objeto de acoso y vejaciones. ¿Qué significa hacer una escuela
inclusiva con una norma heterocentrada? Hace falta una pedagogía radical que incluya la
increíble heterogeneidad de todos los alumnos. No se trata de incluir al que es diferente, sino
de crecer en un ámbito pedagógico en el que la heterosexualidad no es la norma.
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Pero son muy pocos los que tienen acceso a un colegio de este tipo.
Me parecería maravilloso que hubiera un conjunto de colegios que apostaran por una
pedagogía queer y dijeran que apuestan en su currículum por una educación feminista. ¿Qué
significa esto? Invocar las tradiciones feminista, anticolonialista, … Ahí radica el único cambio
político en el que creo realmente. ¿Dónde están los cuerpos pedagógicos, las escuelas, los
institutos, que decidan dar un paso al frente y decir que quieren constituir una red de colegios
transfeministas y queer? A veces pasa por incluir en el currículum pequeños elementos que
puedan hacer que se hablen de las cosas que no se hablan. Y si hay esta red podemos organizar,
por ejemplo, toda una serie de talleres de formación.
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La realidad es que la mayoría de docentes no ha oído hablar de teoría queer. ¿No les
queda muy lejos esta propuesta de una red de escuelas transfeministas y queer?
La cuestión es que para llevar a cabo esta crítica el docente también tiene que criticar su
propio modelo de género. En Francia, donde he trabajado más, hasta los años 80 una persona
abiertamente homosexual no podía ser docente. Esto revela el alto grado de normalización
heterocentrada de la escuela. También requiere un examen de autocrítica de los docentes y un
examen de sus propias ideas heterosexistas o machistas.
Todo esto choca con un modelo escolar muy concreto. Lucas Platero nos recordaba en
una entrevista que desde la educación infantil el currículum evalúa si los niños y niñas
pueden identificar su género y el de otros.
que el parlamento funcionara de la misma manera, que todas las instituciones pudieran
funcionar de este modo, en lugar de como dispositivos de reproducción de la violencia. ¿Cómo
se hace? Que el conjunto de profesores que no quieren seguir reproduciendo este tipo de
normas sociales y de género se unan para pensar cómo hacerlo de otra manera. Que den un
paso adelante para elaborar una pedagogía queer. Es utópico, pero no imposible. Si no
queremos que el caso de Alan se repita, no hay tiempo que perder, lo imposible es hoy lo
necesario.
TERCER ARTÍCULO
Por ello, la casa de estudios abre el máster en Estudios LGBTIQ+, pionero en España y en
los países de habla hispana, una iniciativa impulsada desde laDelegación del Rector para
Diversidad y Medio Ambiente.
La Complutense también detalla que los estudios LGBTIQ+ incluyen los estudios gays y
los queer, que ponen en cuestión el modelo binario de la sexualidad o
la “identidad/orientación de género/sexual única” y dando visibilidad y reconocimiento a las
personas de la diversidad.
Asimismo, esta importante universidad asegura que los egresados en este máster contarán
con “atractivas perspectivas en el mercado de trabajo”.
Referencias
Carrera, M. (22 de Noviembre de 2017). Por una pedagogía Queer en la escuela, hacia una
educación verdaderamente inclusiva. La Región. Recuperado de:
http://www.laregion.es/articulo/xornal-escolar/pedagogia-queer-escuela/
20171122181511750144.html
Lepp, I. (1964). La comunicación de las existencias. Buenos Aires: Ediciones Carlos Lohlé.