Está en la página 1de 7

En la democracia parlamentaria los hombres de confianza de la masa no están ausentes,

pero se produce una suerte de adecuación al tener que participar de las comisiones

parlamentarias, lo que permite que “se adapten a las firmes formas jurídicas de la vida del

Estado y no se les elija de modo simplemente emocional, o sea, por sus meras cualidades

´demagógicas´ en el sentido peyorativo del vocablo”. (Weber 1992:1116). Agrega que:

“Precisamente en las condiciones actuales de selección de los jefes, constituyen un

Parlamento fuerte y unos partidos parlamentarios responsables, en cuanto lugar de

selección y prueba de los conductores de masas para los directivos del Estado, factores

fundamentales de una política estable” (Weber 1992:1116).

Los elementos constitutivos y funcionales de esta democracia parlamentaria, en apretada

síntesis serían: la legitimidad del sistema ubicada en el Parlamento, su eficacia en la

selección de los líderes en la arena parlamentaria, el control de burocracia y la negociación

entre los partidos, la estabilidad garantizada a través de la sucesión que produce el juego

parlamentario. Los actores políticos que tejen el juego institucional son: los partidos

políticos fuertes con representación parlamentaria y un Parlamento activo y vigoroso. En

este cuadro los actores relegados son la “masa del pueblo” y la burocracia que se pretende

controlar.

Max Weber, filósofo y sociólogo alemán, nunca llegó a mencionar directamente la

palabra demagogia, sin embargo, se refirió en contadas ocasiones sobre la democracia

que conocemos hoy como democracia plebiscitaria, en la que existe la legitimidad

carismática, con la cual podríamos comparar fácilmente con la demagogia. Al líder de

turno se le atribuyen cualidades que Weber define como “extraordinarias”, los

seguidores o dominados tienen un confianza plena en el líder, pues se ganó su


confianza lo suficientemente como para que tengan una fe ciega en él y en las

cualidades que en él ven; ahora bien, al igual como planteó Aristóteles, si éstas

cualidades extraordinarias, casi divinas no se mantienen y no se utilizan en beneficio

de los seguidores o dominados “el líder, caudillo o guía”, eventualmente perderá la

confianza de sus adeptos y, como resultado, traerá consecuencias para la democracia

y estabilidad ya establecida

SOBRE LA CUESTIÓN CARISMÁTICA Antes de tratar específicamente la democracia

plebiscitaria es pertinente referirse brevemente a la cuestión carismática. Weber trata y

diferencia distintos tipos de legitimidades, la tradicional, la formal-legal y la carismática.

Decía respecto de esta última: “Debe entenderse por ‘carisma’ la cualidad, que pasa por

extraordinaria (condicionada mágicamente en su origen, lo mismo si se trata de profetas

que de hechiceros, árbitros, jefes de cacería o caudillos militares), de una personalidad, por

cuya virtud se la considera en posesión de fuerzas sobrenaturales o sobrehumanas –o por lo

menos específicamente extracotidianas y no asequibles a cualquier otro-, o como enviado

del dios, o como ejemplar y, en consecuencia, como jefe, caudillo, guía o líder. El modo

como habría de valorarse ‘objetivamente’ la cualidad en cuestión, sea desde un punto de

vista ético, estético u otro cualquiera, es cosa del todo indiferente en lo que atañe a nuestro

concepto. Pues lo que importa es cómo se valora ‘por los dominados’ carismáticos, por los

‘adeptos’” (Weber 1992:193).

El carisma refiere al reconocimiento de las cualidades extraordinarias que los seguidores le

atribuyen al jefe o al héroe y que implica una entrega plena. En palabras de Weber: “Sobre

la validez del carisma decide el reconocimiento -nacido de la entrega a la revelación, de la

reverencia por el héroe, de la confianza en el jefe –por parte de los dominados,


reconocimiento que se mantiene por ‘corroboración’ de las supuestas cualidades

carismáticas – siempre originadas por medio del prodigio. Ahora bien, el reconocimiento

(en el carisma genuino) no es el fundamento de su legitimidad, sino un deber de los

llamados, en méritos de la vocación y de la corroboración, a reconocer esa cualidad. Este

‘reconocimiento’ es psicológicamente, una entrega plenamente personal y llena de fe

surgida del entusiasmo o de la indigencia y la esperanza” (Weber 1992:194).

El líder carismático logra la confianza de sus seguidores que le atribuyen cualidades

extraordinarias. Pero si no se corrobora la permanencia de estas cualidades traducidas,

especialmente, en el bienestar de los seguidores el carisma puede perderse. En palabras de

Weber: “Si falta de un modo permanente la corroboración, si el agraciado carismático

parece abandonado de su dios o de su fuerza mágica o heroica, le falla el éxito de un modo

duradero y, sobre todo, si su jefatura no aporta ningún bienestar a los dominados, entonces

hay la probabilidad de que su autoridad carismática se disipe. Este es el sentido

genuinamente carismático del imperio ‘por la gracia de dios’” (Weber 1992:194).

(https://revintsociologia.revistas.csic.es/index.php/revintsociologia/article/view/836/1048)
 No sólo eso: en la "República", el Sócrates imaginado por Platón señala que esa

democracia, una "forma agradable de anarquía", a su turno, como cualquier otro

régimen, se derrumba por sus propias contradicciones.

Al igual que de la aristocracia nacería la oligarquía y de ésta, la democracia, ese "gobierno

del pueblo" a su vez daría luz a la tiranía.

Exceso de libertad

Aquí va otro concepto difícil de concebir.

Básicamente, la idea es que una vez que la gente tiene libertad, quiere aún más.

Si la libertad a cualquier precio es el único objetivo, se produce un exceso de libertad que

genera un exceso de facciones y una multiplicidad de perspectivas, la mayoría de las

cuales están cegadas por intereses estrechos.

Quien desee ser líder debe entonces halagar a esas facciones, complacer sus pasiones, y ese

es un terreno fértil para el tirano, que manipula a las masas para "dominar la democracia",

según Platón.

Es más, esa libertad ilimitada degenera en histeria colectiva. Es entonces cuando la fe en la

autoridad se atrofia, la gente se inquieta y cede a un demagogo estafador que cultiva sus

miedos y se posiciona como protector. (https://www.bbc.com/mundo/noticias-55815159)


En “La República” de Platón existe un apartado en el que el autor se dedicar a narrar

y explicar el camino hacía la tiranía, en principio, por el exceso de libertad que existe

en las democracias, cuando se restringe en lo más mínimo la libertad de los

ciudadanos éstos se sientes irritados e incómodos, además, sienten indignación por la

inminente desigualdad entre ricos y pobres, de allí surgirá la figura de un líder o

caudillo que representa los intereses, del pueblo, convirtiéndose en el jefe y amigo del

mismo, mediante la promesa de riqueza, fortuna y bienes. Ya en el poder, se dedica a

repartir la fortuna de los ricos, quienes son expulsados, exiliados y asesinados,

instaurando un gobierno de violencia y terror, dando paso finalmente a la tiranía.

Averroes logra comprender esto en el apartado del “Transito a la tiranía” de su Exposición

de la «República» de Platón (Averroes, 1998, pp. 129-130). Allí explica claramente que en

las sociedades democráticas es donde el tirano cobra fuerza, impulsado por el pueblo. En la

democracia se da el apogeo de los holgazanes como los zánganos por el hecho de existir

una libertad antojadiza que va en contra de la ley. Por 20 lo tanto, para Platón, cuan

enfermedad, se deben aplacar estos malos hábitos con vigilantes o guardianes políticos que
estén guiados en lo posible por ideales como la virtud, la justicia y la razón para así evitar

la proliferación de ciudadanos que solo buscan la libertad individual, alabando y llevando a

líderes viles al poder. Es decir, los holgazanes y zánganos que llevan consigo los malos

hábitos de los anteriores gobiernos, zánganos que se han aprovechado de la democracia o

demagogia para seducir al pueblo, prometiendo bienes y riquezas. De ahí se comprende

esta incapacidad de los ciudadanos de que, a la más mínima restricción de su libertad,

adquirida de manera maliciosa por una forma de gobierno viciada por ellos mismos, estos

se irriten y luchen para no perder dicha libertad. Del mismo modo pasa con la imposición

de un amo, ya que los ciudadanos no están dispuestos a hacerse, bajo ninguna circunstancia

ni en ningún porcentaje, esclavos. Esto implicaría perder libertad, cosa que incomoda y

molesta, en este caso, al ciudadano. Platón presenta la transición de democracia a tiranía y

el inevitable surgimiento del tirano con el relato del hombre-lobo

“Así también cuando el que está a la cabeza del pueblo recibe una masa obediente y no se

abstiene de sangre tribal, sino que, con injustas acusaciones - tal como suele pasar- lleva a

la gente a los tribunales y la asesina, poniendo fin a vidas humanas y gustando con lengua y

boca sacrílegas sangre familiar, y así mata y destierra, y sugiere abolición de deudas y

partición de tierras, ¿no es después de esto forzosamente fatal que semejante individuo

perezca a manos de sus adversarios o que se haga tirano y de hombre se convierta en lobo?”

(República, 565e-566a). Por tanto, así como se narra, el origen del tirano como tal no se da

de golpe, siendo un proceso paulatino. Se hace necesario un líder o caudillo representante

de los intereses del demos que pueda acceder al poder y que, ante el caos de la democracia,

la inminente restricción de libertades y la aparente tensión entre ricos y pobres -teniendo en


cuenta la supuesta igualdad entre los mismos- imponga una política de violencia hacia los

enemigos del pueblo. Bajo este criterio, es que este líder se vuelve una figura de interés y

cercana para el pueblo. Esto implica que, como “amigo” y cercano a ellos, comience un

plan de acción de abolición de deudas y repartición de tierras entre el 2 De aquí en adelante,

al referirme a pueblo, estaré contemplando a los pobres o el común de ciudadanos ya que

los ricos son nombrados de forma separada. 21 pueblo y sus ciudadanos. Dicho sea de paso,

todos estos bienes son tomados mediante la ya nombrada actividad violenta de erradicar y

expulsar, no sin antes también haber recurrido al asesinato de los ricos que, al parecer, se

enriquecieron injustamente. El exilio es una herramienta de doble filo ya que, como acción

política de instauración del terror, hará que en los ricos exiliados se genere un rechazo hacia

el tirano como una imagen leal o como un personaje cercano al pueblo. Es por esto que,

después de un tiempo, el tirano tenderá a reconciliarse con los expulsados en un

movimiento de manipulación tanto política como económica, en beneficio propio

(https://repositorio.uahurtado.cl/bitstream/handle/11242/23854/FILLastreto.pdf?
sequence=1&isAllowed=y) Los límites de la libertad del tirano en La República de Platón

También podría gustarte