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DE UN ORDEN
Las elites y la construcción de Chile en
las polémicas culturales y políticas del siglo XIX
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EDICIONES
UNIVERSIDAD
CATÓLICA
DE CHILE
LA SEDUCCIÓN
DE UN ORDEN
Las elites y la construcción de Chile en
las polémicas culturales y políticas del siglo XIX
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EDICIONES UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
Vicerrectoría de Comunicaciones y Extensión
Casilla 114-D Santiago, Chile
Fax (56-2)-635 4789
Email: gechever@puc.cl
LA SEDUCCIÓN DE UN ORDEN
Las elites y la construcción de Chile en
las polémicas culturales y políticas del siglo XIX.
Ana María Stuven Vattier
©Inscripción N° 116.154
Derechos reservados
Primera edición
Octubre 2000
I.S.B.N. 956-14-0595-4
EDICIONES
UNIVERSIDAD
CATÓLICA
DE CHILE
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in 2023 with funding from
Kahle/Austin Foundation
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■
Porque me han permitido
disfrutar del mayor regalo: ser mamá.
A mis hijos Andrea, Matías y Mantoi.
UMARIO
Agradecimientos 13
Introducción 15
Bibliografía 301
i
Agradecimientos
yecto, largamente interrumpido por las situaciones que nos recuerdan que,
gracias a Dios, la vida no está sólo bajo nuestro control. Este libro ve la luz
gracias al apoyo e incentivo de Gabriela Echeverría, en Ediciones Universi
dad Católica de Chile.
Los valores, las ideas, los actores políticos reales constituidos en gru
pos y redes, las prácticas políticas y culturales han surgido con fuerza como
temas de investigación en la historia política. Los estudios en torno a las
sociabilidades y a la modernidad, como la gran transformación que opera
entre finales del siglo XVIII y mediados del XIX, han sido en parte conse
cuencia de las nuevas miradas. El mundo moderno es el resultado del surgi
miento del individuo como referencia central sobre el hombre y la sociedad;
una mutación ideológica vinculada con la Ilustración europea. El individuo
establece formas de sociabilidad caracterizadas por la asociación libre, y por
configurar espacios cuyo fin es la discusión. En términos políticos, la moder
nidad es el fin del Antiguo Régimen, y el paso hacia el imperio del concepto
de soberanía popular, con sus imperativos de representación y de definición
de un cuerpo de ciudadanos que la actualicen. Ello implica una nueva forma
de legitimidad contractual que se opone a la legitimidad histórica, y que se
deposita en un ente abstracto que es el pueblo. En el caso particular ameri
cano, la modernidad corresponde al período de reemplazo de la legitimidad
monárquica por la republicana. La modernidad política impuesta de súbito
sobre una sociedad tradicional.1
1 Los trabajos de Franfois-Xavier Guerra son particularmente iluminadores para conocer los
alcances de la modernidad y su relación con América Latina. Cfr. especialmente su Modernidad
e Independencias. Ensayos sobre las Revoluciones Hispánicas. (México: FCE, 1992)
2 Jürgen Habermas, The Structural Transformaron of the Public Sphere (Mass.: Cambridge
University Press, 1989). Respecto de la opinión pública en Francia, Cfr. Keith Michael Baker,
Inventing the French Revolution (New York: Cambridge University Press, 1990).
3 Jürgen Habermas, The Structural Transformaron of the Public Sphere: An Inquiry into a
Category ofBourgeois Society (MIT Cambridge, Press: 1996), p. 90.
INTRODUCCION 17
*
civil, y el aparecimiento en consecuencia de una esfera pública, concebida
como la esfera de los privados que se reúnen en público, usando como
medio la razón. Esta nueva esfera de lo social configuró un campo de batalla
donde se debatía con el poder público. También estableció una nueva forma
de contacto entre el Estado y la sociedad. Es decir, los temas sociales y
políticos fueron considerados legítimamente tareas cívicas de una sociedad
comprometida en el debate público crítico.
guró oficialmente un período que se había iniciado algunos años antes y que
se caracterizaba por una conciencia nacional impregnada de visiones
triunfalistas que habían surgido después de la victoria bélica contra la Confe
deración Perú-Boliviana. Su ingreso al Palacio Presidencial estuvo marcado
por el signo de la liberación de las normas que regían la discusión política y
por proyectos de gran envergadura, apoyados en una bonanza económica
proveniente fundamentalmente de la minería.
El Estado chileno fue una creación del sector dirigente; con el correr
del tiempo asumió su propia dinámica. La cohesión social y la comunidad de
valores configuraron lo que Alberto Edwards ha llamado la “fronda aristocrá
tica”, casi siempre hostil a la autoridad de los gobiernos y a veces en abierta
rebelión contra ellos.6 La clase dirigente chilena del siglo XIX guió sus accio
nes por el respeto hacia sus valores, teniendo en consideración una “razón
de Estado”, más pragmática y propiamente política. Desde este punto de
vista fue un grupo homogéneo, en el cual las diferenciaciones convenciona
les entre liberales y conservadores, tan comunes en América Latina, no res
ponden más que a actitudes pragmáticas o a problemas de énfasis. Subyace
siempre a todo análisis de las ideas la necesidad de tener en cuenta los
alguna manera une. Sartori incluye entre los elementos compartidos a los
valores que estructuran el sistema de creencias y las reglas del juego que se
pactan al interior de la sociedad.8 En el caso de la clase dirigente chilena
podemos identificar, por una parte, valores religiosos, éticos e históricos que
se derivan de una visión católica de la vida, y por otra, valores político-
sociales, que incluyen la valoración del orden social e institucional. Todos
los valores confluyen en ejercer un rol fundamental para la permanencia en
el poder. El tercer elemento estable es producto de lo que se concibe como
el espíritu de la época: un republicanismo riesgoso y definido vagamente en
sus alcances. Se le entiende principalmente como una forma de gobierno
opuesta a la monarquía; el tránsito de un Estado, encarnado en una figura, a
un Estado no encarnado, realidad abstracta y difusa. El gtupo que recibe la
nueva legitimidad debe crear nuevas legitimidades, lo que se traduce en una
búsqueda desesperada de la unidad que impida la disolución social.9 De ahí
que, a medida que el republicanismo se asoció crecientemente con deman
das democratizantes, la clase dirigente chilena intentó limitar sus alcances
alegando las circunstancias particulares de las naciones latinoamericanas,
sometidas a las amenazas de la anarquía social y política. Así, de esta fusión
entre valores salvados del naufragio del pasado y de nociones sobre los
fundamentos del futuro, la clase dirigente chilena intentaba construir la sín
tesis del presente.
8 Giovanni Sartori, The Theory of Democracy Revisited (New Jersey: Chatam, 1987)
9 Mona Ozouf, “L’Idée Républicaine et l’Interprétation du Passé National”, en Annales HSS,
novembre-décembre, 1998, n° 6, p. 1.076.
22 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
fica tan sólo que la discusión era posible y deseada en la medida en que el
planteamiento de la polémica no imponía amenazas inminentes contra los
valores establecidos. Se trata, por lo tanto, de formas de articulación de
disensos necesarios para configurar una nueva nación en la senda del pro
greso, desarrolladas al interior de un consenso valórico.
0
cierto momento, la polémica excede el sustrato de legitimidad que aporta la
base consensual en torno a los valores constituyentes de la identidad nacio
nal. Ello provoca la reacción inmediata de la clase dirigente hacia la
marginación del desafío planteado. En ese caso hablamos de “polémica
rupturista”, ejemplificada en el caso del artículo “Sociabilidad Chilena”, pu
blicado por Francisco Bilbao en 1844. A través de la constatación del desafío
y de la existencia de límites a la discusión, se puede demostrar, por reacción,
la vigencia de los valores que hemos identificado como constitutivos de la
cultura política de la clase dirigente, sobre la cual se quería fundar la nueva
nación chilena.
10 La Ley del 23 de junio de 1813, declaró libertad de imprenta, con excepción de las publicaciones
sobre escritos religiosos, pues para el gobierno era un “delirio que los hombres particulares
disputen sobre materias y objetos sobrenaturales, de modo tal que los escritos religiosos no
pueden publicarse sin previa censura del ordinario eclesiástico y de un vocal de la junta
protectora”. En 1846, la ley transifirió el control de los escritos religiosos a la autoridad civil,
pero mantuvo la restricción. Pilar González-Bcrnaldo de Quirós, “Literatura Injuriosa y Opinión
Pública en Santiago de Chile durante la Primera Mitad del Siglo XIX” op. cít.
24 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
11 Ricardo Donoso, Las Ideas Políticas en Chile (Santiago: Fondo de Cultura Económica, 1946).
12 Para otro enfoque de este tema, ver Gonzalo Vial C., Historia de Chile: 1891-1973 (Santiago:
Editorial Santillana, 1981), vol. I, tomo I.
13 Gabriel A. Almond, Comparative Politics: System, Process and Policy (Boston: Little, Brown
and Co., 1978).
INTRODUCCION 25
nes que mereció, las formas de respuesta que suscitó, el significado de las
acusaciones deducidas contra Francisco Bilbao, y la relevancia y proyeccio
nes del episodio para la cultura política chilena.
II
Los actores y su contexto: La opinión
pública en escena
III
La apertura a la polémica: El reino
del orden, 1841-1844
IV
Los desafíos al consenso: El temor al
desorden social, 1845-1850
I
Los consensos: República, orden social
y catolicidad en las primeras décadas de la
Independencia, 1810-1840
7 Sobre los catecismos políticos, ver Rafael Sagredo, “Actores Políticos en los Catecismos
Patriotas”, en Historia, n° 28 (1994).
8 Ricardo Donoso, op. cit.
9 Juan Amor de la Patria, “El Catecismo Político Cristiano”, en Ricardo Donoso, op. cit., p. 7.
10 Hay una polémica histórica respecto al autor. Consultar el texto editado por Ricardo Donoso,
op. cit.
11 Ricardo Donoso, op. cit., p. 97.
PRIMERA PARTE / CAP. I / LOS CONSENSOS: REPUBLICA, ORDEN SOCIAL Y CATOLICIDAD... 33
no se vea a la democracia como una forma superior de organización política, o como técnica
de gobierno mejor que otras. Pierre Rosenvallon, Le Sacré du Citoyen. Histoire du Suffrage
Universelen France (Paris: Gallimard, 1992). Respecto de los derechos individuales, “La idea
que la afirmación de derechos subjetivos del individuo como fundamento del contrato traía
consigo el riesgo de quiebre social ha atemorizado al pensamiento político europeo desde
Burke...”. Agrega el autor que de ese temor surgió la Asamblea Constituyente en Francia.
Fran^ois Furet, Revolutionary France, 1770-1880 (Oxford: Blackwell, 1992), p. 73-
23 Sobre el problema entre modernidad y tradicionalismo en la fundación de los estados de
América Latina, ver Fran^ois Xavier Guerra, Modernidad e Independencias: ensayo sobre las
revoluciones hispánicas (Madrid: Mapfre, cl992). Respecto del concepto de “pueblo soberano”,
ver, del mismo autor, “Le Peuple Souverain: Fondements et Logiques d’une Fiction (le XIXeme
Siécle)” en Quel Avenir pour la Démocratie en Amérique Latine (París: Editions du CNRS,
1989).
24 Ricardo Donoso, op. cit., p. 106.
25 Camilo Henríquez, “El Catecismo de los Patriotas”, en El Monitor Araucano, 27 y 30 de
noviembre, y 2, 7, y 10 de diciembre de 1813, P- 150.
36 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
30 Sobre la relación entre democratización social y prácticas electorales en el siglo XIX, ver
J. Samuel Valenzuela, “Hacia la formación de instituciones democráticas: Prácticas electorales
en Chile durante el Siglo XIX”, en Estudios Públicos, n° 66 (otoño 1997).
31 Para trabajar esta separación nos pareció útil el libro de José Murilo de Carvalho,
Desenvolvimiento de la Ciudadanía en Brasil (México: FCE, 1995), quien cita la división que
hace T.H. Marshall del concepto de ciudadanía en tres elementos constitutivos: derechos
civiles, políticos y sociales. Exigir la simultaneidad entre sociedad civil y política será la gran
revolución que propone Francisco Bilbao en su “Sociabilidad Chilena” de 1844. La discusión
se tratará más adelante.
32 Jorge Myers, Orden y Virtud, El discurso Republicano en el Régimen Resista (Buenos Aires:
Universidad Nacional de Quilmes, 1995), p. 73- Myers hace un análisis del republicanismo
argentino en términos muy similares al que podemos realizar para Chile.
33 Ver Ana María Stuven “Chile y Argentina: representación y prácticas para un nuevo mundo”,
en prensa.
34 Sesiones del Congreso Nacional de 1849. Cámara de Diputados, Sesión 11, 20 de junio de
1849, pp. 70-71.
38 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
35 A diferencia de lo que plantea Pierre Rosenvallon para el caso francés, en su trabajo, “La
République du Suffrage Universel”, en Fran^ois Furet et Mona Ozouf (eds.), Le Siecle de
ÍAvénementRépublicaine (Paris: Gallimard, 1993), en Chile, aún en 1865, no había unanimidad
respecto de la igualdad social. Así se explica que, a pesar de las presiones igualitarias, el
surgimiento de prensa de apelación popular, y el discurso de algunos republicanos
democratizantes, la Ley Electoral de 1861 fue consecuente con la visión anterior de pueblo y
con el reconocimiento de la necesidad de mantener las exclusiones. Efectivamente, aumentó
la posibilidad de intervención electoral del Ejecutivo al entregar el control eleccionario a las
Municipalidades, cuyas autoridades dependían de él, y al sancionar la condición de saber
leer y escribir para todo calificado. Ni siquiera la Ley Electoral de 1874 que eliminó en la
práctica los requisitos censitarios, al suponer que toda persona que sabía leer y escribir
poseía el censo, tuvo como intención la extensión del sufragio a nuevas capas de la población,
aunque a la larga tuvo consecuencias democralizadoras, al permitir la competencia y limitar
la capacidad de intervención del Ejecutivo. Esa ley entregó todo control eleccionario a los
mayores contribuyentes, quienes ya en 1869 habían ingresado al mecanismo electoral como
miembros de las Juntas Revisores de elecciones; en 1874 integraron también las Juntas
Calificadoras y Receptoras, dejando fuera a las municipalidades. Ver J. Samuel Valenzuela,
Democratización via Reforma: la expansión del sufragio en Chile (Buenos Aires: Editorial
del Ides, 1985).
PRIMERA PARTE / CAP. I / LOS CONSENSOS: REPUBLICA, ORDEN SOCIAL Y CATOLICIDAD... 39
39 Los libertadores se enfrentaron desde el comienzo con lo que ellos percibían como la dictadura
necesaria o la libertad inconveniente. Ya lo dice Bolívar cuando siguiendo a Rousseau expresa
en una carta que la libertad "... es un alimento suculento pero de difícil digestión. Nuestros
débiles ciudadanos tendrán que robustecer su espíritu mucho antes que logren digerir el
saludable nutritivo de la libertad”. Citado en Gonzalo Izquierdo, “La Evolución del Ideario
Político de Simón Bolívar’’, en Rolando Mellafe, Gonzalo Izquierdo, Cristian Guerrero,
Perspectiva Histórica de Simón Bolívar (Santiago: Editorial Universitaria, 1983), p. 39.
40 El tema de la “confianza” ha sido investigado por Bernardino Bravo Lira. Ver su artículo
“Junta Queremos” en Revista de Derecho Público, n°s 45-46, (Universidad de Chile, Facultad
de Derecho, enero-diciembre 1989), pp. 59-78. La cita de Infante aparece en la p. 71.
41 Ibid., p. 72.
42 27 de julio de 1811 en Boletín de la Academia Chilena de la Historia, año XXVII, n° 63
(Santiago, 2o semestre. 1960).
PRIMERA PARTE / CAP. I / LOS CONSENSOS: REPUBLICA, ORDEN SOCIAL Y CATOLICIDAD.. 41
mo”. Era, por lo tanto, el sentimiento que regulaba los actos de la autoridad
y definía el espacio donde podían expresarse los anhelos de libertad. Como
lo será posteriormente el orden, la confianza era el pilar sobre el que
descansaba el consenso social de la clase dirigente, y que no podían desa
fiar ni siquiera sus elegidos, como lo prueba el retiro del apoyo al mismo
O’Higgins en su momento.43 Indudablemente no podemos confundir el
ideario político de Camilo Henríquez y José Miguel Infante con el que
profesaban Juan Egaña o su hijo Mariano. Si bien todos ellos comparten
sus devaneos con la modernidad expresada en un discurso liberal, del que
no podían sustraerse aunque quisieran, desde el momento en que están
obligados a pensar la república, se separan ante el arrojo de los primeros
para adoptar un discurso intelectual que desconoce los temores y privile
gia el cambio. Sin embargo, en la medida en que el orden significaba para
ambos grupos una divisa de unidad social, y la garantía contra la anarquía,
prevalecía una visión común de la sociedad y el estado, por separado de
las expresiones discursivas de cada grupo.
Lo que representó el concepto de confianza como oposición a la in
certidumbre inicial, significó más adelante el concepto de orden como opuesto
a la anarquía que asolaba a otras naciones latinoamericanas y que la clase
dirigente chilena temía visceralmente.44 En ese sentido, fue una clave con
vertida en bandera, y resumió toda una interpretación del proceso histórico
vivido durante los procesos de emancipación. Sin embargo, la omnipresen-
cia del concepto le hace a veces aparecer vacío de significado, y exige dis
cernir en medio de una profunda ambivalencia discursiva.45 En el apego al
l
orden, y las distintas acepciones que asume, se retan a duelo y se dan la
mano un realismo anti-anárquico y un progresismo republicano. Esa
ambivalencia puede dar la impresión que la clase dirigente manipulaba la
política para parecer que propiciaba el cambio, pero queriendo ejercer el
poder autoritariamente. Eso no es real, aunque tampoco parece plausible
que el discurso progresista y la magnitud del cambio social que a veces
parecía propiciar puedan ser leídas literalmente. El siglo diecinueve chileno
46 Norbert Lechner, La Conflictiva y nunca acabada construcción del Orden Deseado (Santiago:
FLACSO, 1984), p. 57. Ver también Dennis H. Wrong, TheProblem of Orden What unitesand
divides socíety (Nueva York: The Free Press, 1994).
PRIMERA PARTE / CAP I / LOS CONSENSOS: REPUBLICA, ORDEN SOCIAL Y CATOLICIDAD,,. 43
49 En este caso son útiles los estudios sobre hegemonía social de Gramsci, especialmente su
trabajo titulado El Risorgimento (México: Juan Pablo Editor, 1986).
50 Mario Góngora, Ensayo histórico sobre la noción..., op. cit., p.46.
51 Norbert Lechner, op. cit., p. 83.
52 Nos apoyamos en la definición de consenso de Giovanni Sartori, en el sentido de que la pro
piedad definitoria de éste es un “compartir” algo que de alguna manera une, y que incluye
los valores que estructuran el sistema de creencias y las reglas del juego que se pactan al
interior de la sociedad. The Theory of Detnocracy Revisited (New Jersey: Chatam, 1987).
53 Nos basamos en la definición de cultura política de Gabriel Almond, Civic Culture Revisited
(Boston: Little, Brown and Co., 1980). Ver también Lucien Pye, Political Culture and Political
Development (Princeton: University Press, 1983).
PRIMERA PARTE / CAP. I / LOS CONSENSOS: REPUBLICA, ORDEN SOCIAL Y CATOLICIDAD 45
de acuerdo a las percepciones que tiene el sector dirigente sobre las amena
zas que enfrenta, o sobre la prevalencia del orden.59 Aunque permanente
mente apoyado en un sustrato social, la coyuntura definirá su aplicación a
un discurso que versará sobre la legalidad, la institucionalidad, la religión, la
filosofía, el lenguaje, la literatura, o la seguridad pública. En ocasiones será la
materialización de la noción de bien común, o de la virtud a lo Montesquieu 60
Si bien todos estos aspectos tienen vinculación con lo político, ocasional
mente la política aparecerá como la antítesis del orden, en la medida en que
ésta constituye el ámbito donde se expresan con más pasión las ideas y las
acciones que pueden constituir una amenaza al orden social.61
La palabra orden aparece repentina e insistentemente en todas las
expresiones discursivas de la clase dirigente a partir de la consolidación
institucional que sigue a la Batalla de Lircay de 1830. Sin embargo, es posible
establecer una filiación anterior con la palabra “confianza”.62 Es un tránsito
que sólo puede entenderse por el paulatino reconocimiento de la existencia
de “otros” que no dialogaban desde orígenes comunes. Así, la “confianza”,
necesaria para consolidar autoridades y superar la inseguridad inicial, que
explica el apoyo y posterior rechazo al autoritarismo del procer independentista
Bernardo O’Higgins, fue cediendo al “orden” necesario para evitar cualquier
trastorno de ese otro orden (ideológico además de público), que garantizaba
la hegemonía de la clase dirigente en el poder, y que se oponía
conceptualmente a la anarquía.
59 En la presentación de su libro Zapata and the Mexican Revolution, John Womack dice que
su obra “no es un análisis sino un cuento, ya que la verdad sobre la Revolución en Morelos
se encuentra en el sentimiento sobre ella". (Nueva York: Vintage Books, 1969), p. 165.
60 Alejandro Guzmán Brito considera que lo que Portales llamó “el principal resorte de la
máquina” es la virtud como entendida por Montesquieu. Cfr. su Portales y el Derecho (Santiago:
Universitaria, 1988).
61 Portales representa bien ese desprecio hacia “lo político” como una actividad inútil,
desorganizadora y que dificulta el progreso material. Ver más adelante la discusión en torno
a la noción de orden de Diego Portales. Cfr. Sergio Villalobos, Portales una Falsificación
Histórica (Santiago: Universitaria, 1989).
62 Sabemos que la crisis de confianza sobreviene ya durante los últimos gobiernos coloniales,
y se exacerba ante la inseguridad de la respuesta de los gobernantes españoles en América
hacia el invasor francés de la península. Este tema ha sido investigado por Bernardino Bravo
Lira, “Junta Queremos”, op. cit.
PRIMERA PARTE / CAP. I / LOS CONSENSOS: REPUBLICA, ORDEN SOCIAL Y CATOLICIDAD... 47
63 Aunque tales devaneos no son tan generalizados, y tal vez se resuman al período en que
rigió la Constitución de 1828.
64 Sobre la Constitución dé 1833, en este contexto, ver Ana María Stuven, “Una aproximación a
la cultura política de la elite chilena: concepto y valoración del orden social (1830-1860)”, en
Estudios Públicos, n° 66 (otoño 1997).
65 Al respecto José Victorino Lastarria, Don Diego Portales (Valparaíso: s/ed. 1861); Benjamín
Vicuña Mackenna, Introducción a la Historia de los Diez Años de la Administración Montt.
Don Diego Portales (Santiago: s/ed., 1863); Alejandro Carrasco Albano, Portales (Santiago: s/
ed.,1900); Francisco A. Encina, Portales (Santiago: Nascimiento, 1934); Jaime Eyzaguirre,
Fisonomía Histórica de Chile (México: Fondo de Cultura Económica, 1948); Simón Collier,
“The Historiography of the Portalian Period (1830-1891) in Chile”, HAHR, vol. 57, n° 4 (1977),
pp. 660 y ss., Ideas y Política de la Independencia de Chile (Santiago: Andrés Bello, 1977), y
“Conservantismo Chileno, 1830-1860. Temas e Imágenes”, en Nueva Historia. Revista de
Historia de Chile, Londres, año 2, n° 7 (1983); Alejandro Guzmán Brito, “Las Ideas Jurídicas
de don Diego Portales”, en Boletín de la Academia Chilena de la Historia, Santiago, vol. 93
(1982); Villalobos, Portales una falsificación histórica, op. cit.; Bernardino Bravo Lira
(compilador), Portales. El Hombre y su Obra. La Consolidación del Gobierno Civil (Santiago:
Editorial Jurídica / Andrés Bello, 1989). Alfredo Jocelyn-Holt, El Peso de la Noche. (Buenos
Aires: Ariel, 1997). Un interesante artículo sobre la historiografía en torno a Portales, publicó
Enrique Brahm García, “Portales en la Historiografía”, en Bravo Lira, op. cit., pp. 443-484.
48 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATT1ER
ces de gobernar con cierta eficiencia. Como sostiene Alberto Edwards, Porta
les comprendió “cuál era la necesidad suprema de la situación, esto es, dar al
gobierno fundamento social, ligarlo con los intereses de la sociedad a quien
defendía y que a su vez debía defenderlo, agrupar las fuerzas sociales en
torno de un poder vigoroso, capaz de dirigir los propósitos contradictorios,
y de refrenar las ambiciones impacientes”.70 Para lograr esta meta, el gober
nante podía ejercer el personalismo, desmerecer la ley, ejercer el poder con
facultades extraordinarias, y valerse de todos los recursos sobre los cuales
podía fundar el respeto al orden.
En suma, Diego Portales ligó el presente con las añoranzas del pasado
que sentía la clase política chilena de comienzos del siglo XIX, afianzando el
orden, a fin de llenar el espacio vacío dejado por la pérdida de la legitimidad
del gobierno monárquico. Ello permitió que en esta alternancia entre el
discurso del orden y el de la libertad, surgiera nuevamente el discurso liber
tario.
Si Portales dio seguridades de orden público, Andrés Bello fue sin
contrapesos la mayor figura intelectual de la historia de la larga duración de
la consolidación del estado chileno.71 Adquiere notoriedad en la década de
1830, especialmente por su función de editorialista de El Araucano, medio
portavoz de las ideas gubernamentales. En uno de sus artículos, Andrés
Bello, atribuyó los éxitos de la administración del General Prieto a sus “proce
dimientos rectos y justos”, y a la “profesión de principios liberales”. En este
contexto, definió estos principios como el restablecimiento de “los vínculos
70 Alberto Edwards, Bosquejo Histórico de los Partidos Políticos Chilenos (Santiago: Ediciones
Ercilla, 1936), p. 31.
71 Ver Fernando Murillo, Andrés Bello: Historia de una vida y una obra (Caracas: La casa de
Bello, 1986); Eugenio Orrego Vicuña, Don Andrés Bello (Santiago: Zig-Zag, 1953); Raúl Silva
Castro, Don Andrés Bello (Santiago; Andrés Bello, 1965); Rafael Caldera, Andrés Bello:
Pbilosopber, poet, philologist, educator, legilator, statema (London: George Alien and Unwin,
1977); Miguel Luis Amunátegui, Sobre don Andrés Bello (Santiago: Barcelona, 1902); Senado
de la República y Biblioteca del Congreso Nacional: El honorable Senador don Andrés Bello
López, primer rector déla Universidad de Chile (Santiago: Unidad de estudios y publicaciones
de la Biblioteca del Congreso Nacional, 1992); Walter Hanisch, Tres dimensiones del
pensamiento de Bello: religión, filosofía, historia (Santiago: Universidad Católica, 1965); José
Victorino Lastarria, Estudios sobre Andrés Bello. Compilación y prólogo de Guillermo Feliú
Cruz (Santiago: Fondo Andrés Bello, 1966); Pedro Lira Urquieta, Andrés Bello: 1822-1878
(México: Fondo de Cultura Económica, 1948); Horacio Jorge Becco, Medio siglo de Bellismo
en Chile (Caracas: La casa de Bello, 1980); Agustín Millares, Bibliografía de Andrés Bello
(Madrid: Fundación Universitaria Española, s.a.).
50 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
86 Hay una visión que disiente de la existencia del consenso al interior de la clase dirigente,
apoyada en las divisiones dentro del bando pelucón y la exclusión de los pipiólos durante la
década del 30. Ver Jorge Núñez Rius, “Estado, crisis de hegemonía y guerra en Chile, 1830-
41” en Ancles, (Santiago, Instituto de Estudios Contemporáneos, 1987), n° 6.
87 Juan Bautista Alberdi, Bases y Puntos de Partida para la Organización Política de la República
Argentina (Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1979).
54 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
88 Constitución de 1818, citado en Ricardo Donoso, Las ideas políticas en Chile, op. cit., p. 176.
89 Ibid.
90 El artículo 5o establece que “La religión de la República de Chile es la Católica Apostólica
Romana; con exclusión del ejercicio público de cualquier otra”. Aunque hubo mociones
anteriores para modificarlo, en 1865 se interpretó de tal manera de permitir el culto a
disidentes.
PRIMERA PARTE / CAP. I / LOS CONSENSOS: REPUBLICA, ORDEN SOCIAL Y CATOLICIDAD... 55
91 Ver Sergio Vergara Quiroz, “Iglesia y Estado en Chile, 1750-1850”, en Historia, n° 20 (1985),
p. 319-362. Vergara postula como su hipótesis de trabajo que durante el período 1810-1840,
“...en vez de ruptura se produce una continuidad en las relaciones Estado-Iglesia.... ambas
son expresiones de una misma sociedad católica”.
92 Sobre el tema de la influencia del pensamiento revolucionario francés en la clase dirigente
chilena, ver Gristián Gazmuri, “Dossier: La Revolución Francesa”, en Revista Universitaria.
N° 26 (Santiago, 1989) Y Ricardo Krebs y Cristian Gazmuri (edit), La Revolución Francesa y
Chile (Santiago: Universitaria, 1990).
93 Ver Sergio Villalobos et al., Historia de Chile (Santiago: Universitaria. 1980), T. III, p. 513.
56 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
fe y de la Iglesia, que llevará casi todo el siglo en tener sus primeras expre
siones institucionales.94 De hecho, antes de 1850 no existe evidencia de un
interés por lo que más adelante se llamó las “cuestiones teológicas”. No
obstante, éstas podrían filiarse con la tendencia proveniente de la Ilustración
ecléctica española a subyugar a la Iglesia en el plano terrenal, y por demos
trar la primacía institucional del Estado.95 Así puede interpretarse la medida
tomada por Ramón Freire en 1824 de confiscar las temporalidades de las
asociaciones religiosas, y la llamada al orden en las comunidades de vida
religiosa. El conflicto que realmente producía cualquier decisión que tocara
a la Iglesia queda de manifiesto cuando en 1830 se revirtió la medida, y se
devolvió a las órdenes religiosas sus temporalidades. Otra expresión de la
rivalidad entre el Estado y la Iglesia es el conflicto entre el Cabildo Eclesiás
tico y don Manuel Vicuña. El primero se negó a reconocerle como Vicario
Apostólicp de pleno derecho, a pesar de haber tenido el pase oficial que le
reconocía como tal. Nuevamente el conflicto en manos del gobierno, el
Ministro Joaquín Tocornal dio el pase definitivo a las bulas que le permitie
ron a Vicuña asumir como Vicario. Sin embargo, esta rencilla que no debiera
haber salido del interior de la Iglesia, le costó en parte su puesto al antecesor
de Tocornal, Ramón Errázuriz quien no pudo resolverla. Con motivo de su
renuncia, explícito el problema en forma pública desde las páginas de El
Araucano. Defendiendo su criticada indecisión para resolver el conflicto por
lo complejo de la situación, escribió: “En apoyo de mis opiniones expondré
cual ha sido la conducta de la Curia Romana desde que logró algún poder
hasta que la ilustración de los pueblos puso un dique a sus usurpaciones y
descubrió las arterias de que se valía para someter a las naciones a su yugo
o ejercer en ellas una peligrosa influencia: manifestaré igualmente cual es la
conducta que en el día observa con los países de América que tuvieron la
desgracia de pertenecer a la España, y entonces el mundo imparcial e ilustra
do decidirá si mi intención ha sido recta”.96
El esfuerzo por separar lo que constituía el ámbito de la religión del
ámbito de la Iglesia tenía estrecha relación con la defensa del Patronato,
Joaquín Campino, donde decía que "... la religión es el eje, y casi absoluto
móvil, no sólo de la moralidad de un pueblo, sino de su carácter nacional, de
sus costumbres, y del apego y respeto a las instituciones civiles”.101 Asimis
mo, en su Memoria Política sobre si Conviene en Chile la Libertad de Cultos,
Egaña argumentó contra la existencia de más religiones, alegando que po
nían en peligro la tranquilidad social, y conducían a la guerra civil. Más allá
del consenso sobre la fe verdadera y su utilidad como factor de cohesión
social, la tensión entre Iglesia y Estado fue de hecho el eje sobre el cual se
construyó la separación doctrinaria entre liberales y conservadores.102 Simul
táneamente, en el ámbito de la fe, la religión católica permaneció práctica
mente incontestada en todos los sectores ideológicos y sociales; la piedad
popular y las prácticas religiosas fueron un hito importante del calendario
decimonónico.103 Aun más, esta simbiosis entre catolicismo y estado chileno
que establecía la Constitución contribuyó a una identificación, explícita a
nivel de discurso público, entre el ser católico y ser chileno. “Renunciar a la
religión católica equivalía a renunciar al ser nacional. La nación, para conser
var su identidad, debía mantenerse católica”.104 Ello, sin embargo, no impi
dió que el proceso de cambio de actitud siguiera su curso, e invadiera áreas
relevantes de la cultura.
Diego Portales fue el exponente que con más desparpajo admitió la
utilidad de la religión como elemento de cohesión social, valorizando a la
Iglesia como instrumento de tranquilidad pública y como fuente de recauda
ción.105 En su apego al orden, apoyó su defensa de la unión entre el Estado
y la Iglesia, a pesar del distante respeto mútuo que se dio entre el Ministro y
los eclesiásticos, debido a sus públicos deslices y licencias morales. Todo rito
oficial de la Iglesia mereció siempre su irrestricto apoyo; devolvió los bienes
confiscados al clero regular, reglamentó la asistencia oficial a las ceremonias
101 Citado por Simón Collier, Ideas y Políticas, op. cit., p. 255.
102 Es interesante notar que en el caso chileno el universo doctrinario de liberales y conservadores
era prácticamente el mismo. Sus diferencias radicaban, obviamente, en su actitud frente al
cambio y, fundamentalmente, en su actitud ante el rol tutelar del Estado sobre la Iglesia. Cfr.
Simón Collier, Conservantismo chileno, 1830-1860, op. cit.
103 Mario Góngora,"Estudios sobre Galicanismo y la Ilustración católica...”, op. cit., p. 125.
104 Ricardo Krebs, “El pensamiento de la Iglesia frente a la laicización del Estado en Chile” en
Ricardo Krebs et al., Catolicismo y Laicismo (Santiago: Ediciones Nueva Universidad,
Vicerrectoría de Comunicaciones, Pontificia Universidad de Chile, 1981).
105 Diego Barros Arana, Un decenio de la Historia de Chile (Santiago: Imprenta Barcelona, 1913),
tomo I, pp. 145-158.
PRIMERA PARTE / CAP. 1 / LOS CONSENSOS: REPUBLICA, ORDEN SOCIAL Y CATOLICIDAD... 59
106 Cfr. Ernesto de la Cruz (compilador), Epistolario de Don Diego Portales (Santiago: Ediciones
de la Biblioteca Nacional, 1936), citado por Sergio Villalobos, Portales, una falsificación
histórica, op. cít., p. 260. El conflicto soobre su nombramiento está descrito en páginas
anteriores.
107 Francisco Encina y Leopoldo Castedo, Resumen de la Historia de Chile (Santiago: Zig-Zag,
1957).
108 limo. Sr. Rafael Valentín Valdivieso, “Oración Fúnebre en elogio del señor ministro don
Diego Portales”, en Oradores Sagrados Chilenos, Biblioteca de Escritores de Chile (Santiago:
Imprenta Barcelona, 1913), p. 149-
60 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
1 Para una aproximación al concepto de elite que se maneja en este trabajo, ver Guy
Chaussinand-Nogaret, J.M. Constant, C. Durandin y A. Jouanna, (eds.), Histoire des Elites en
France, du XVIeau XXe Siécle (París: Editions Tallandier, 1991). Para el caso chileno, ver
Sergio Villalobos, Origen y Ascenso de la Burguesía Chilena, (Santiago: Editorial Universitaria,
1987).
2 Cfr. Alberto Edwards, La fronda aristocrática, op. cit.
62 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... ! ANA MARIA STUVEN VATTIER
reconoce otro viajero, Samuel Haigh, quien en 1817 visitó Chile por primera
vez, sorprendiéndose que los chilenos sean "... preferentemente atentos con
los extranjeros, tanto que no era fuera de uso que detuvieran a un extranjero
en la calle, en la puerta o venta de alguna casa para invitarle y darle hospi
talaria acogida”.6 Según un censo, entre 1817 y 1819, vivían en el país, 137
extranjeros, sobre todo concentrados en Valparaíso y Santiago, con un claro
predominio de ingleses y estadounidenses. Se incorporaron rápidamente
con las principales familias, a través de lazos de parentesco, borrándose
tempranamente la condición de inmigrante. En el período 1810-1830 llegó
también al país un contingente de personalidades, algunas de ellas contrata
das por el gobierno, como Lord Cochrane, invitado por O’Higgins como
almirante de la escuadra chilena. Jorge Beauchef, Benjamín Viel, Juan
Mackenna y Guillermo Tupper son algunos de los franceses e ingleses que
ingresaron a las filas militares. Así, médicos, como Guillermo Blest y Nataniel
Cox, profesores como Ambrosio Lozier y Diego Thompson, y matemáticos
como Andrés Antonio de Gorbea fueron atraídos hacia el país por la clase
dirigente imbuida de la ideología del progreso.
Respecto de la clase dirigente del país, en una carta a un amigo vene
zolano, Andrés Bello le explica que en Chile dirige el país la “clase de los
propietarios”, para suerte de éste.7 Manuel Montt, por su parte reconoce la
enorme distancia que separaba al grupo dirigente de la masa del pueblo, en
una carta de 1845 a Salvador Sanfuentes, donde dice que “los partidos están
reducidos a propietarios y no propietarios, gente de frac y gente de manta”.
Como escribe Mario Góngora, se trata de un grupo que domina la propie
dad, y que también siempre estuvo abierto a los altos funcionarios y a los
militares salidos de los estratos medios, en la medida que su anhelo de
orden, garantía de su sobrevivencia, exigía acuerdos pragmáticos para perse
guir los fines propuestos.8 Por eso, Góngora, refiriéndose al régimen portaliano,
afirma que “... presupone que la aristocracia es la clase en que se identifica
el rango social, y todos sus intereses anexos, con la cualidad moral de prefe
rir el orden público al caos”.9 Esto sería el “principal resorte de la máquina”,
al que alude Portales en una de sus cartas, y el gran aporte de éste, haber
vinculado el estado autoritario a una forma legal, la Constitución de 1833, y
a un grupo determinado, la clase dirigente.
Algunos miembros de la clase dirigente se entroncaban con la noble
za peninsular; hubo doce títulos de Castilla asignados en Chile, la mayoría de
ellos comprados en diferentes sumas. No obstante, no fue su pertenencia a
una aristocracia de sangre la que legitimó el liderazgo político. Criollos en su
gran mayoría, sentían a Chile como su patria. Los vínculos con la tierra, con
la gente, con su historia, estaban arraigados, y aunque no podemos hablar
propiamente de la existencia de una nación, en la interacción para la crea
ción de una institucionalidad estable, este nuevo grupo dirigente iría defi
niendo sus expectativas para la futura nación. Por lo tanto, escribir sobre la
clase dirigente del siglo diecinueve es escribir sobre la nación que en un
primer momento ellos representan como únicos portavoces. Son su espejo y
el reflejo de su imagen; el “lugar de memoria” donde se reflexiona sobre la
nación.10
Efectivamente la independencia conquistó una existencia autónoma
como naciones soberanas, para los nuevos estados latinoamericanos. Para el
caso chileno se trata, sin embargo, de una nación difícil de conceptuar, ya
que presenta varios problemas. El primero, que Chile aparece como una
nación sin ningún afán nacionalista previo a la independencia. Segundo, esta
nación no necesariamente se remonta a una comunidad dotada de una espe
cificidad lingüística y cultural, religiosa o étnica distinguible, en la medida en
que Hispanoamérica es una gran nación sin identificaciones claras en su
interior. Como escribe Franyois-Xavier Guerra: “El problema de América La
tina no es el de nacionalidades diferentes que se constituyen en estados, sino
más bien el problema de construir, a partir de una misma ‘nacionalidad’
hispánica, naciones separadas y diferentes”.11 Lo anterior se aplica plena
mente al caso chileno, lo cual no implica decir que el nuevo estado no
10 Con esta afirmación no pretendemos desconocer que el sector popular llevaba en forma
paralela una existencia, para estos efectos anónima, pero no por ello menos destacable
como integrantes de la nación. Tan sólo sostenemos que no son interlocutores públicos en
el proceso de construcción de la nación y el estado, liderados por el grupo dirigente. Cfr.
Sergio Villalobos, Historia del Pueblo Chileno (Santiago: Instituto Chileno de Estudios
Humanísticos, 1980), Julio Pinto y Gabriel Salazar, Historia de Chile (Santiago: Lom, 1999).
11 Francois-Xavier Guerra, “La Nation en Amérique Espagnole: le Probléme des Origines”, en
Jean Baechler et al.. La Nation (París: Gallimard, s/a), p. 87
PRIMERA PARTE / CAP. II / LOS ACTORES Y SU CONTEXTO: LA OPINION PUBLICA EN ESCENA 65
12 Ibid., p. 88.
13 Para la conceptualización de sociedad civil, cfr. Emmanuel J. Sieyés, ¿Qué es el Tercer Estado?
(México: UNAM, 1989)
14 Cfr. Jurgen Habermas, The Structural Transformaron of the Public Sphere, op. cit.
15 Hannah Arendt, The Human Condition (Barcelona: Paidós, 1996), p. 46.
66 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
18 Ibid.
19 Juan Eduardo Vargas sostiene que la vida política tuvo escasa repercusión en la prensa
durante la llamada “anarquía”, a pesar de la cantidad de periódicos, alrededor de cien, que
circularon esporádicamente en el período. “El Pensamiento Político del Grupo Estanquero,
1826-1829” en Historia n° 9 (1970), pp. 7-36.
20 Cfr. Alien Woll, A Functional Past: The Uses Of The History In Nineteenth Century Chile
(Baton Rouge: Lousiana State University Press, c 1982) y la crítica de Ana María Stuven,
“Comentario al libro de Alien Woll: A Functional Past” en Opciones (1988). También Gertrude
Mayoka Yeager, Barros Arana's Historia General de Chile: Politics, History and National
Identity (Texas: Texas Christian University Press, 1981).
68 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
Para efectos de saber quiénes eran los que discutían, es decir, los
interlocutores de las polémicas que nos ocupan, es necesario situarse
cronológicamente en ese estado portaliano que, contextualizado culturalmente,
coincide con lo que se ha llamado la generación romántica. Esta fue esen
cialmente diferente de la generación romántica europea, en la medida en
que este grupo no fue nunca alejado del poder en Chile, sino al contrario,
reinstalado en el gobierno político, a partir del triunfo de Lircay en 1830. Eso
no significa que la generación romántica haya permeado todo el espectro
político; de hecho sus partidarios y detractores protagonizaron una ardiente
polémica. Hombres como Prieto, Egaña, Bulnes o Montt estaban alejados del
espíritu romántico; a Portales obviamente lo separaba un mundo. Tampoco
significa que pueda hacerse una lectura directa de las inspiraciones del ro
manticismo europeo al caso chileno, aunque parte importante de los libros
que llegaban y que se publicaban en Chile correspondían a autores román
ticos. Víctor Hugo, Lamartine, Byron, Goethe, Herder, Larra, Espronceda y
Zorrilla eran los autores que salían de las imprentas de las editoriales estable
cidas por los españoles Manuel Rivadeneira, José Santos Tornero y Pascual
Esquerra. Los chilenos, influidos por la lectura que hacían de los románticos
los exiliados argentinos, especialmente Domingo Faustino Sarmiento y Vi
cente Fidel López, devoraban las obras románticas, apropiándoselas para
adaptarlas a la construcción social a la que debían servir las ideas.21 La in
quietud por el romanticismo, así como el republicanismo, el liberalismo,
incluso la filosofía de la historia y el lenguaje, se refieren a las prácticas
políticas y culturales que pueden derivarse de sus lecturas. Ellas están en el
origen de las polémicas de la década de 1840 que nos ocuparán. Estas indu
dablemente se dan en un contexto que se relaciona con la evolución políti
ca, social, económica que tiene la república en sus primeros años de vida
independiente, y que justifican la afirmación de Mario Góngora, en el sentido
de que la Generación de 1842 es el primer punto de inflexión de la primera
definición de nación. También considera Góngora que 1840 es el período
natural para examinar el enfrentamiento de las mentalidades vieja y nueva.22
Así como ellas son importantes y atractivas porque generan un diálogo cul
tural, también lo son sus actores conocidos como la Generación de 1842.
Los autores que polemizaron en la década del 40 y posteriores fueron
una generación que incluyó maestros y discípulos, nacidos entre 1780 y
1810. Todos compartieron, en el tiempo, su cercanía cronológica con el
proceso de independencia y su participación en la reflexión sobre la nación
y el estado. Especialmente, algunos nacidos en otros países, todos convivie
ron en el Chile de los años 40, dando cuerpo a sus preocupaciones.23 Todos
ellos compartieron las convicciones comunes a su tiempo; el “espíritu del
tiempo”, que marcaba una concentración especial hacia el pensamiento libe
ral que provenía de Europa, y hacia la discusión de ideas conducentes a
explicar y orientar los cambios históricos que su misión de organizadores del
estado y forjadores de la nación requería. Todos compartían también el
apego a ideas republicanas, su preocupación por los temas religiosos y la
vinculación entre Iglesia y Estado; todos temían a la anarquía que asolaba a
otros países americanos, privilegiando el orden social frente a todo cambio
por temor al caos. Todos ellos tenían la relación política y cultural con la
Madre Patria como referente necesario, fuera para emularla o rechazarla. La
creencia en el progreso como destino moldeaba su pensamiento y su re
flexión; el cambio y la transición que conduce a él, era inspiración de todo
debate.
Las figuras más relevantes de la Generación de 1842 para las polémi
cas que analizaremos son: Andrés Bello, José Victorino Lastarria, Salvador
Sanfuentes, Jacinto Chacón, José Joaquín Vallejo, Francisco Bilbao, Pedro
í
Félix Vicuña, Manuel Antonio Tocornal, y los argentinos Domingo Faustino
Sarmiento, Vicente Fidel López y Juan Bautista Alberdi. Sin embargo, para la
posibilidad de la polémica, sus límites y su desarrollo, por ser su referente
desde el poder, son fundamentales algunas figuras políticas, como los Presi
dentes Manuel Bulnes (1841-1851), y Manuel Montt (1851-1861), así como el
gran Ministro de ambas décadas, Antonio Varas. En las posturas eclesiásticas
frente a la polémica, Monseñor Rafael Valentín Valdivieso es la figura pública
de mayor relevancia, y quien representa la autoridad y poder de la Iglesia.
23 Ortega y Gasset establece la “comunidad de fechas y comunidad espacial” como los atributos
primarios de una generación. Cfr. José Ortega y Gasset, En torno a Galileo (Madrid: Alianza,
1982). También H. Stuart Hugues, Conciencia y Sociedad. La Reorientación del Pensamiento
Social Europeo, 1890-1930 (Madrid: Aguilar, 1972), p. 14.
70 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... ! ANA MARIA STUVEN VATTIER
24
Sol Serrano, Universidad y Nación (Santiago: Universitaria, 1994), p. 75.
PRIMERA PARTE / CAP. II / LOS ACTORES Y SU CONTEXTO: LA OPINION PUBLICA EN ESCENA 71
25 Ivan Jaksic, ed., Andrés Bello: selected writings ofAndrés Bello (New York: Oxford University
Press, 1997).
72 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
ció de la opinión pública y donde ejerce con más pasión y brillo la polémica
que ocupará los capítulos siguientes. Sus obras, sumadas a su participación
polémica, permiten aquilatar la complejidad del personaje. Por una parte, un
hombre de su tiempo, que vive la complicada transición de los países lati
noamericanos, desde las seguridades y estabilidades que aportaba la monar
quía, hacia las repúblicas riesgosas y caóticas. Lo anterior está en el origen
de la preferencia de Bello por el orden social, base de toda posibilidad de
institucionalidad y comercio, lo cual hizo explícito al comentar en 1835, una
obra del filósofo Ventura Marín: “Lo que para nosotros hace particularmente
apreciables los trabajos de este ilustrado profesor... es la unión amigable y
estrecha que en ellos se advierte constantemente de la liberalidad de princi
pios con el respeto religioso a las grandes verdades que sirven de fundamen
to al orden social”.26 De allí también su énfasis en la educación, ejercida
también en la formación de una opinión pública, hacia la virtud cívica, la
única que permitiría el funcionamiento de las instituciones republicanas. Lo
anterior ha ocasionado muchos malos entendidos que afectan nuestro relato,
como por ejemplo, las comparaciones de Bello con José Joaquín de Mora,
otro gran maestro de la Generación de 1842; educador como Bello, y direc
tor del Liceo de Chile. Algunas simplificaciones han querido mostrar a Mora
como el liberal y romántico; a Bello como el clasicista y conservador. Sin
embargo, como sucede con la mayoría de los publicistas e intelectuales que
interactúan en estas páginas, ambos están formados en los ideales ilustrados
y ambos estuvieron claramente influidos por el romanticismo de cuño fran
cés. Basta leer algunos poemas de Bello, como los que publicó en el Museo
de Ambas Américas, periódico editado por su amigo García del Río en
Valparaíso en 1842, para comprender cuánto le influyó el romanticismo y su
lectura de Víctor Hugo. Su poema “La Oración por Todos” contiene verdade
ras explosiones emocionales que, aunque asimilables a Víctor Hugo, son
fruto de su propia experiencia de vida. “El Proscrito”, poema que quedó
inconcluso, es tal vez el intento más ambicioso de Bello por escribir poesía
romántica; no obstante, como sostiene Antonio Cussen allí expresa sus nos
talgias por el modelo clásico.27 Su influencia romántica, es aparentemente
contradictoria con las posiciones que asume en sus polémicas y con su rigor
clasicista. La contradicción aparente, característica de los personajes de la
Generación de 1842, entre ideas y propuestas, entre pensamiento y práctica
no es más que parte del diálogo interno entre el mundo tradicional y el
mundo moderno. Las polémicas no son más que el espacio donde esa ten
sión adquiere forma para reflexionar sobre el estado y la nación en proceso
de construcción.
Ese espacio se hizo posible, en parte, gracias a la llegada al poder del
General Manuel Bulnes, en 1841, hombre de consenso, quien daba garantías
tanto al ejército como general vencedor durante la Guerra contra la Confede
ración Perú-Boliviana, como al grupo dirigente civil, por ser un hombre
alejado de los partidos, con honores personales que permitían zanjar la dis
crepancia entre la candidatura conservadora de Joaquín Tocornal, y la liberal
del ex-presidente Manuel Antonio Pinto. Bulnes era una figura de unidad,
que permitía borrar las controversias políticas que generó la figura de Porta
les, así como disipar los temores de quienes veían en Pinto la posibilidad de
vuelta atrás en la política ordenadora que había conducido el Presidente
Prieto.
Manuel Bulnes había nacido en Concepción en 1799, y desde los 12
años formó parte del brazo armado de la república. Durante la Guerra de
Independencia, fue apresado por la autoridades españolas y confinado a la
Isla Quinquina. En 1817 volvió al ejército al mando del general Ramón Freire,
y durante los conflictos de 1829, combatió con los conservadores bajo el
mando del futuro Presidente, José Joaquín Prieto, del cual era además pa
riente. No sólo por su filiación militar, sino por su carácter recio y una fuerte
voluntad, era partidario acérrimo del orden social; se propuso y logró el
aniquilamiento de los Pincheira que atemorizaban a la población en el área
cercana a Chillán. Por este mismo rasgo de su personalidad, consideraba que
su misión pública exigía el sacrificio de sus afectos, y esa actitud le comuni
caba a sus tropas. “Digamos un adiós a las costas de Chile, y no volvamos a
acordarnos de nuestros hogares, ni de nuestros hijos, ni de nuestras esposas,
sino para honrarlos con la vista de nuestros laureles...”, expresó en una
proclama dirigida el 5 de julio de 1838, al embarcarse con sus tropas en
Valparaíso.28 Las virtudes de Bulnes fueron reconocidas por algunos extran
jeros, entre ellos el Cónsul General francés Jacques Cazotte, quien comen
28 Alfonso Bulnes, Bulnes, 1799-1866 (Buenos Aires: Emecé Editores, 1946), p. 69.
74 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
tando las elecciones presidenciales de 1846, alabó las condiciones del Man
datario: “Don Manuel Bulnes es de elevada estatura y de considerable corpu
lencia. Su aspecto es noble y abierto, (...) Es lacónico y preciso en el mando:
recibe a todos los que tienen trato con él con la mayor benevolencia y
siempre está pronto a prestar un servicio. No se le conocen enemigos, ya
que es indulgente más allá de todo lo que pueda decirse. No ama las grandes
reuniones...”29 Su único defecto, reconocido por Cazotte, era la tendencia de
Bulnes hacia el nepotismo.
Poco antes de asumir el Gobierno, Bulnes se casó con Enriqueta Pinto
Garmendia, hija de Manuel Antonio Pinto, personaje clave en los rumbos
que asumió su política. Ella aportó el interés y la formación intelectual, que
complementaba los propósitos de desarrollo cultural y de paz social, que
animaron desde los comienzos al gobierno de Bulnes. Juan Bautista Alberdi,
exiliado en Chile durante esos años, relató que, a diferencia de su esposa,
Manuel Bulnes era enemigo de las reuniones de salón, muy lacónico y poco
dado a las digresiones intelectuales. Ella, en cambio, fue amiga de Claudio
Gay, de Domeyko, de Bello; también de José Joaquín de Mora y del futuro
presidente argentino, Bartolomé Mitre. Aparentemente, el carácter reflexivo
e independiente de Enriqueta, fue un apoyo también para las medidas con
ciliadoras que tomó su marido desde su llegada a la Presidencia, especial
mente la ley de amnistía a todos los desterrados por causas políticas que
promulgó en octubre de 1841, la cual incluyó a figuras tan ilustres como
O’Higgins y San Martín. Este gesto conciliador, sumado a las garantías de
compartir el espíritu de orden, fue un incentivo para que todos los sectores
comenzaran a aflojar sus tensiones políticas y a pensar, con él, en la conso
lidación de la nación, hasta ahora descuidada por la necesidad de construir
un Estado que funcionara eficiente y ordenadamente. En ese espíritu se
fundan sus grandes medidas civilizadoras: la Escuela Normal de Preceptores,
la Universidad de Chile, la subvención a la prensa periódica, que permitió
que surgiera el primer diario santiaguino, El Progreso; la fundación de la
Escuela de Artes y Oficios, la Escuela de Agricultura, el Conservatorio de
Música, la Academia de Pintura, y la contratación de Claudio Gay que dio
vida al Museo Nacional de Historia Natural.
Fue también Bulnes un hombre de prolijo y hábil manejo político. Su
decenio en la Presidencia se caracterizó por su espíritu de negociación per-
4. Los contestatarios
Manuel Bulnes posibilitó institucionalmente el surgimiento de una
intelectualidad crítica, a la cual Bello dio el contexto de diálogo y debate
necesario para que las ideas encontraran su espacio y salieran a la luz públi
ca.30 Entre los portavoces de esas ideas, quien asumió una de las posiciones
más combativas, tanto por su ilustración como por su radicalismo político,
fue José Victorino Lastarria (1816-1888). Su educación siguió el curso clásico
de los miembros de la clase dirigente de su generación, haciendo sus estu
dios en el Instituto Nacional. De origen social relativamente modesto, tal vez
por eso buscó figurar y defender su protagonismo, a fin de superar la inseguri
dad, para algunos convertida en prepotencia, que le acompañó durante su
vida. En 1834 se incorporó a un pequeño grupo de alumnos que asistía a las
clases privadas que dictaba Bello, y en 1839 se recibió de abogado. Lastarria
fue uno de los fundadores de la Sociedad Literaria de 1842, y ese mismo año,
30 Dona Goodman, The Repuhlic of Letters, a Cultural History of the French Enligbtenment
(Ithaca: Cornell University Press, 1994).
76 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
corresponden sus Recuerdos Literarios que son una fuente valiosa para co
nocer el desarrollo intelectual y político del país, y donde Lastarria se
autoasigna un protagonismo que, aunque real, demuestra su temor a ser
olvidado y a la falta de reconocimiento. De allí que la historiografía haya
tratado a Lastarria en forma igualmente apasionada. De “desconformado cere
bral”, lo trató Encina por considerar que sus posiciones lo situaban siempre
al borde del abismo. Julio César Jobet, en cambio, le considera el exponente
máximo del liberalismo democrático. Desde una posición menos polarizada,
Lastarria debe ser visto como un verdadero republicano de su tiempo, que
buscó sobresalir de manera que se hizo antipático para muchos de sus con
temporáneos e historiadores.33
Desde una perspectiva netamente conservadora, la expresión del nuevo
espíritu de desarrollo de las ideas y la posibilidad de actuar como opinión
pública, debido a la distensión que se vivía en el país, sumada a un ambiente
intelectual efervescente, gracias, sobre todo a la presencia de Bello y a los
inmigrantes argentinos, permitió que afloraran personajes como Francisco
Bilbao (1823-1865), y Jacinto Chacón (1820-1898).34 También integrantes del
grupo que conformaba la fila de los democratizantes, Lastarria y Pedro Félix
Vicuña, ambos ejercieron el periodismo. Bilbao tenía un mayor entusiasmo
por la filosofía, a pesar de que en los momentos en que se lanzó a la arena
pública, sobre todo cuando publicó “Sociabilidad Chilena” en el periódico El
Crepúsculo en 1844, su preparación intelectual no alcanzaba para empren
der el vuelo que intentó. Era muy joven, idealista. Devoraba las obras de
intelectuales franceses, como Lamennais, a quien consideró su apóstol. Tam
bién era admirador de Edgar Quinet, por sus posiciones panteístas, y del
filósofo del derecho Lerminier. La obra literaria de Lamartine inflamaba sus
sentidos, soñándose como un girondino en las barricadas de Santiago de
Chile. Esa era su veta romántica, tal vez la que mejor definía su personalidad,
y que coincidía armónicamente con una figura de gran hermosura. El espíri
tu soñador y verdaderamente revolucionario permeó toda su obra, escrita
entre los avalares del exilio, auto-impuesto al ser marginado y condenado
como blasfemo e inmoral por la publicación en El Crepúsculo. Así, de vuelta
a Chile, en medio de la lucha que emprendieron con Santiago Arcos para
fundar la Sociedad de la Igualdad, publicó un confuso escrito filosófico, Los
33 Ibid., p. 307.
34 Para un análisis de la obra de Bilbao, ver capítulo 8.
78 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION / ANA MARIA STUVEN VATTIER
35 Diego Barros Arana, Un Decenio de la Historia de Chile, op. cit, tomo II, p. 494.
PRIMERA PARTE / CAP. II / LOS ACTORES Y SU CONTEXTO; LA OPINION PUBLICA EN ESCENA 79
5. La “Argentina flotante”
En el campo de las ideas y de la reflexión política, sólo los emigrados
argentinos de la tiranía de Rosas podían hacerle algún peso al magisterio de
37 Aunque en realidad Francisco Antonio Encina opinó que López tenía una “cultura superficial
e indigerida”, y que era arrogante y suficiente. Historia de Chile (Santiago: Nascimento,
1949), T. XII, p. 423.
38 Ver capítulo 6.
PRIMERA PARTE / CAP. II / LOS ACTORES Y SU CONTEXTO: LA OPINION PUBLICA EN ESCENA 81
bre a la Generación de 1837. Sus miembros, entre los que destaca como
pocos Sarmiento, fueron los cultores del romanticismo en Argentina y Chile.
Durante su permanencia en Chile, Sarmiento expresó su romanticismo espe
cialmente en sus artículos costumbristas, publicados sobre todo en El Mercu
rio de Valparaíso, donde demostró su admiración por Victor Hugo y su ape
lación al pueblo como figura social y poética, encaminado hacia la libertad y
hacia la redención. Cultivó también el teatro y la crítica social, granjeándose
la antipatía de quienes vieron en él al extranjero soberbio, desconociendo al
hombre sensible y valiente, a quien, en opinión de su amigo Félix Frías, sólo
le faltó ser católico. “Mire todos los templos que he edificado en América (las
escuelas) y diga si cultivar la inteligencia no es acercar la criatura al creador”,
fue la respuesta de Sarmiento.3940
De la misma talla intelectual y espiritual de Sarmiento, y aunque no
participó directamente de las polémicas que nos ocupan, Juan Bautista Alberdi
1810-1884) fue también uno de los grandes instigadores en el proceso de
formación del grupo de intelectuales críticos agrupado en torno a la Genera
ción de 1842. Exiliado de la tiranía rosista, participó activamente en el perio
dismo durante su estadía en Chile, contribuyendo incluso a la formación de
La Revista de Valparaíso, y fue en esa ciudad donde produjo sus textos de
derecho constitucional más relevantes, los cuales culminan con sus Bases y
Puntos de Partida para la Organización Política de la República Argentina,
aparecida en 1852, con el fin de servir de inspiradora a los sectores políticos
que organizaban la República Argentina luego de la caída de Rosas. Así
como para Sarmiento, gobernar es educar, para Alberdi, gobernar es poblar,
y en eso recoge el espíritu de la vastedad del territorio argentino y la necesi
dad de darle forma con un espíritu creativo y emprendedor, para lo cual
Alberdi sólo confía en los inmigrantes. Alberdi había viajado por Europa, y
tenía una gran admiración por la cultura europea. “Europa nos ha traído la
noción del orden, la ciencia de la libertad, el arte de la riqueza, los principios
de la civilización cristiana. Europa, pues, nos ha traído la patria...”, escribió
en sus Bases.^ Y ese fue el sentimiento que intentó inculcar en la
intelectualidad chilena, a la cual imbuyó también del sentido de transición
social y política que vivía América, hacia destinos que consideraba grandio
sos pero desconocidos. En ese espíritu se inspira su máxima de “la república
posible”, adaptada a las necesidades de orden y desarrollo de los países
latinoamericanos. Alberdi no estuvo ajeno a las polémicas de la época, en
frentándose a Sarmiento en 1842 en sus Cartas Quillotanas.
Alberdi no tuvo la figuración pública en Chile, a pesar de su influjo
intelectual, de Sarmiento ni de otro miembro también proveniente del grupo
salido de la Sociedad Literaria argentina, institución que servirá de modelo a
unos 40 jóvenes del Instituto Nacional que fundan el homónimo chileno en
1841. Se trata de Vicente Fidel López (1815-1903), también impulsor del
romanticismo, dado a conocer en su país por Esteban Echeverría (1805-
1851). López, hijo de un conocido historiador y hombre público que compu
so el himno nacional argentino, llegó a Chile con 25 años, y colaboró en La
Revista de Valparaíso, donde en 1842 publicó su ensayo: “Clasicismo y Ro
manticismo”, que encenderá la polémica con Salvador Sanfuentes.41 Desapa
recida la Revista al sexto número, ejerció el periodismo en La Gaceta del
Comercio, mostrando su afición a la filosofía y a las letras. Fue profesor de
retórica en el Instituto Nacional en 1842, y en 1845 recibió su grado de
Licenciado en la Universidad de Chile. Lastarria le recuerda por sus ardientes
ojos negros y su fisonomía de árabe; por la firmeza de sus convicciones y la
energía de sus pasiones.42 Recalca también el espíritu democrático que ani
maba a López y otros de sus compatriotas, quienes aún carecían, según
Lastarria de la luz necesaria para conducir su camino liberal, Aunque ya
había participado en la esfera de la crítica intelectual, especialmente al co
mentar el discurso inaugural de Lastarria a la Sociedad Literaria, las ideas
filosóficas e históricas de López se difundieron especialmente a partir de la
presentación, en 1845, de su Memoria a la Facultad de Humanidades de la
Universidad de Chile, bajo el título, Sobre los Resultados Generales con que
los Pueblos Antiguos han contribuido a la Civilización de la Humanidad,
donde aboga por el cambio social y la revolución.43
Vicente Fidel López también regresó a Argentina luego de la derrota
de Rosas, ejerciendo como diputado, ministro de estado y rector de la Uni
44 Sobre López, Alexandrine de la Taille, Vicente Fidel López y su Experiencia Chilena, 1840-
1847, Tesis para optar al Grado de Licenciada en Historia, Instituto de Historia, Pontificia
Universidad Católica (Santiago, 1993).
PRIMERA PARTE / CAP. II / LOS ACTORES Y SU CONTEXTO: LA OPINION PUBLICA EN ESCENA 85
45 El seudónimo corresponde a las iniciales de Juan Bautista Chenau, argentino, muy popular y
leído entonces en Copiapó.
86 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
7. Política y disensión
En el bando contrario al de Tocornal y Jotabeche, aunque no por eso
menos radical que Vallejo, Pedro Félix Vicuña (1805-1874) fue uno de los
51 Sobre el caso del sacristán, cfr. Carlos Silva Cotapos, Historia Eclesiástica de Chile (Santiago:
Imprenta San José, 1925).
PRIMERA PARTE / CAP. II / LOS ACTORES Y SU CONTEXTO: LA OPINION PUBLICA EN ESCENA 91
8. La voz de la Iglesia
Si Varas fue el pilar en que comenzó a fundarse una actitud secularizante
por parte del poder civil, Monseñor Rafael Valentín Valdivieso (1804-1878)
fue su gran contrincante desde la autoridad eclesiástica. También ingresó a la
vida pública a temprana edad. Un año antes de recibirse de abogado en
1825, fue nombrado director del Hospicio de Inválidos. En 1829 fue Secreta
rio del Cabildo de Santiago, y en 1831, diputado suplente por la capital, y
titular en 1837.
Eclesiástico desde 1834, su vocación religiosa le llevó a ser misionero
en Chiloé y Copiapó, lo que le permitió conocer en terreno las dificultades
de la Iglesia, y la necesidad de reforzar la presencia de ésta en provincia. De
allí que, designado en julio de 1845 como Arzobispo de Santiago, una de sus
primeras tareas fue la organización de la Iglesia y la atención al clero que
debía servir a los fieles. En ese contexto, decidió la organización de las
diócesis de La Serena y Ancud, creadas junto con la Arquidiócesis de Santia
go en 1840. También reformó las órdenes regulares, tarea en la que demoró
20 años. Respecto a la formación académica del clero que sirviera el territo
rio, Monseñor Valdivieso reformó el Seminario Conciliar, a fin de dar a los
sacerdotes una educación rigurosa y específica para sus funciones. En el
terreno de la administración de la Iglesia, otorgó especial énfasis a organizar
sus propias oficinas, para lo cual creó la Secretaría del Arzobispado. En esa
misma línea, detectó que la Iglesia no prestaba suficiente atención a su pro
pia memoria histórica, por lo cual hizo copiar documentos importantes en
archivos españoles, y creó el Archivo del Arzobispado.
Consciente de las tendencias secularizadoras del siglo, Monseñor
Valdivieso asumió la defensa de la inmunidad de la Iglesia, para lo cual no
55 Fue José Antonio Torres en su libro Oradores Chilenos, citado por Jorge Huneeus Gana,
Cuadro Histórico de la Producción Intelectual de Chile (Santiago: Biblioteca de Escritores de
Chile, 1910.)
PRIMERA PARTE / CAP. II / LOS ACTORES Y SU CONTEXTO: LA OPINION PUBLICA EN ESCENA 93
56 Carlos Silva Cotapos, op. cit. Para mayores datos biográficos, consultar Rodolfo Vergara, Vida
y Obra de don Rafael Valentín Valdivieso (Santiago: Imprenta Nacional, 1886-1906), 2
volúmenes, y s/a, Rasgos biográficos del limo, y Rmo. Señor arzobispo doctor don Rafael
Valentín Valdivieso (Santiago: Imprenta de la Opinión, 1859).
ni
La apertura a la polémica:
El reino de la confianza, 1841-1844
1 Diego Barros Arana, Un Decenio en la Historia de Chile, op. cit., tomo I, p. 236.
96 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
2 Ibid.
3 Alberto Edwards, La Fronda Aristocrática, op. cit., p. 63-
PRIMERA PARTE / CAP. III / LA APERTURA A LA POLEMICA; EL REINO DE LA... 97
4 Chile nunca produjo más de 23.500 marcos de plata anuales de producción minera; en 1834,
en gran parte gracias a Chañarcillo, las minas de plata rindieron 164.935 marcos. Rafael
Sotomayor Valdés, Historia de Chile bajo el gobierno del general don Joaquín Prieto, op. cit.,
p. 207.
5 Sobre las condiciones políticas y económicas de Chile en las décadas de 1830 y 1840, ver
Simón Collier y William F. Sater, A History ofChile, 1808-1994 (New York: Cambridge University
Press, 1996).
98 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... ¡ ANA MARIA STUVEN VATTIER
periódico, dirigido por Juan Nicolás Alvarez, había iniciado una escalada de
denuncias de proscripciones, encarcelamientos, destierros y asesinatos de
los que culpaba directamente al desaparecido ministro Portales. Produjo ver
dadero escándalo, cuando comunicó que los grupos opositores que desea
ban participar en la contienda electoral habían organizado una “Sociedad
Patriótica”, cuyos miembros habían “jurado solemnemente derrocar la tiranía
y establecer sin estragos ni desgracias un gobierno que mereciese el encan
tador epíteto de republicano”.6 El gobierno reaccionó airadamente contra
este escrito, anunció un juicio de imprenta contra su redactor y, en medio de
gran alboroto público, condenó al periódico por sedición, obligándole a
pagar una multa. El grupo que defendía a Alvarez aprovechó la ocasión para
producir disturbios que exigieron la participación de la fuerza pública para
dispersarlos. Este desorden, sumado a presuntos intentos de asesinato contra
Bulnes, motivaron la declaración de un nuevo estado de sitio que se mantu
vo vigente hasta la elección presidencial de junio de 1841.
Para ningún contemporáneo parecía necesaria la aplicación de la
fuerza contra un periódico cuyos redactores contaban con más ingenio que
inspiración política. La lectura del artículo en mención, consideraban, no
habría ocasionado ningún escándalo, comparado con el juicio público por
sedición. Diego Barros Arana, escribiendo décadas después, insistía en este
punto: “Alarmarse seriamente por los escritos más o menos descoloridos y
vulgares de periódicos que tenían muy reducido numero de lectores, y dar
importancia a los desórdenes en las calles de Santiago, el día del jurado,
desórdenes que fueron reprimidos tan fácilmente, eran manifestaciones no
tanto de poquedad dé espíritu cuanto de un error de concepto sobre las
prácticas más corrientes de los países regidos por los principios democráti
cos. Pero, atribuir la menor seriedad (a estos hechos)... era una falta absoluta
de sagacidad y de penetración que se avenía mal en hombres de gobierno”.7
La percepción de estos eventos por el historiador sugiere la existencia
de un nudo historiográfico; el mismo que surgió posteriormente cuando se
relató la condena, también aparentemente desproporcionada, al escrito “So
ciabilidad Chilena” de Francisco Bilbao. Descartamos la hipótesis de la vio
lencia innecesaria al constatar que en éstos, como en otros casos, las res
puestas represivas son producto de una sensación muy fuerte, a veces sin
de tolerancia tenía sus límites, que la clase dirigente reaccionaba con toda su
fuerza cuando los percibía sobrepasados, y que ésta era una reacción innata
cuyos motivos no quedaban claros, ni siquiera para los observadores aten
tos.
Respecto del consenso en torno a la visión católica del mundo, tam
bién operaban inmisericordiosamente los límites, dentro del nuevo espíritu
de cierta permisividad. Así, en 1841, un periódico pudo publicar el discurso
de un alumno que, al graduarse del Instituto Nacional, abogó por la libertad
de cultos. No pudo, no obstante, resistirse a las explicaciones que le solicita
ron diversos grupos, entre ellos, eclesiales.12 La publicación de estas ideas
era posible, pero aún no impune. Nadie habría osado disentir públicamente
de la verdadera fe católica; probablemente los escrúpulos impedían
cuestionarse sobre ella, incluso en la intimidad de la conciencia. Comenzaba
a surgir, sin embargo, un deseo de separar la sociedad temporal y la espiri
tual religiosa a fin de posibilitar la independencia de la autoridad eclesial sin
involucrar las conciencias. Nuevamente, la gravedad de este proceso se hizo
evidente por su respuesta: en 1843, la Iglesia resolvió fundar La Revista
Católica, con el propósito manifiesto de defender la ortodoxia atacada por el
desviado espíritu del siglo.
Un reflejo de esta situación fue la polémica sobre la separación entre
religión y filosofía, considerada por los nuevos grupos como antecedente
necesario para la incorporación de ideas ilustradas laicas, que se mantuvo
durante toda la década de 1840. En una de sus manifestaciones, La Revista
Católica, recién fundada, dedicó una serie de artículos a la crítica de la
filosofía, como elemento destructor de la fe y expresión de la Reforma Pro
testante. El periódico argumentó que el Evangelio es la verdadera filosofía, y
el verdadero cristiano el perfecto filósofo. “Ahí está la Francia. Medio siglo
repitió sin cesar con Voltaire y Rousseau que sólo había un medio para dar la
paz al mundo: sentar la impía filosofía en los tronos y confiarle el poder
supremo. La Providencia satisfizo sus deseos, y la filosofía lavó las manos en
la sangre humeante del hijo de cien reyes y ocupó su trono”.13 La Revista
Católica se pregunta: “¿qué espectáculo se presenta a nuestra vista? Hombres
de todos los partidos, contemplad esa nación europea, olvidada de la reli
gión en la deshecha borrasca de su espantosa revolución. Fatal filosofía,
H Ibid.
15 Domingo Faustino Sarmiento, El Mercurio de Valparaíso. 26 de febrero de 1841.
104 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
17 Domingo Faustino Sarmiento, “El comunicado del otro quidam”, El Mercurio de Valparaíso,
3 de junio de 1842. También en “Artículos Críticos y Literarios”, en Obras de Domingo
Faustino Sarmiento (París: Belin Hermanos editores, 1909), tomo I, p. 231.
PRIMERA PARTE / CAP. III / LA APERTURA A LA POLEMICA; EL REINO DE LA... 107
18 Cfr. José Victorino Lastarria, Recuerdos Literarios, op. cit., p. 130. Para una posición distinta
ver Benjamín Vicuña Mackenna “Los antecedentes del Movimiento Literario de 1842. Recuerdos
e impresiones” en Atenea, año XIX, tomo LXVTII, n” 203, p. 41. Dice: “Más por esos mismos
tiempos abriéronse casi a la vez dos puertas a la luz. Por el oriente llegaron los emigrados
argentinos, empapados hasta la médula de los huesos en la corriente deslumbradora de las
ideas francesas que hasta hoy dominan soberanas en el Plata... Por el poniente... establecióse
la carrera de vapores del Pacífico que nos ponía al habla, breve y directa con la Inglaterra y
con la Francia”.
108 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
19 José Joaquín Prieto, Discurso del Presidente de la República ante el Soberano Congreso
(Santiago: 1841).
20 Carta del 14 de septiembre de 1841 publicada en Raúl Silva Castro, ed., Cartas chilenas
(Santiago: s/e, 1954), p. 73.
21 Sobre la fundación de la Universidad de Chile ver Rolando Mellafe et al. Historia de la
Universidad de Chile (Santiago: Universitaria, 1994) y Sol Serrano, Universidad y Nación, op,
cit.
22 El Museo de ambas Américas (Valparaíso: Imprenta M. Rivadeneira, 1842), vol. 1.
PRIMERA PARTE / CAP. III / LA APERTURA A LA POLEMICA; EL REINO DE LA... 109
rían la confianza del grupo dirigente chileno. Era un delicado juego de equi
librios a fin de no exceder la cautela conveniente y necesaria para que el
medio polémico continuara desarrollándose y permitiendo cambios gradua
les. Refiriéndose a este espíritu de permanente negociación, Lastarria co
menta: “Mas no estaba el peligro en su reprobación, sino en que si revelába
mos nuestras ideas con una franqueza que sublevase las preocupaciones y
los intereses de las potencias políticas y religiosas dominantes, aquella re
probación podía ser tomada como la expresión de una opinión pública ca
paz de autorizar todas las hostilidades de los poderosos contra el pobre
ensayo que hacíamos para asegurar nuestro desarrollo intelectual”.31
3. La idea de progreso
La idea del progreso continuo e inevitable de la humanidad, tal como
la sustentaron Voltaire, Turgot, Condorcet, Saint Simón, Reynal y otros pen
sadores ilustrados, leídos frecuentemente por la elite chilena, introdujo una
nueva visión de la historia, entendida ahora como un ascenso lento y gra
dual, pero también continuo y necesario hacia un cierto fin preparado al
interior de la racionalidad y la voluntad humanas. Ya no creen en que la
Providencia, desde y por todos los tiempos, toma de la mano al hombre y le
conduce por caminos desconocidos hacia un telos sobrenatural. Esto no
significa, ni la pérdida de la fe católica, ni la eliminación de golpe de la
Providencia como guía de la historia. De hecho, los filósofos de la historia
buscaron desesperadamente en este período un motor alternativo; el recurso
al “ardid de la razón” hegeliano es uno de los frutos de esta indagación sobre
el sentido de los fenómenos históricos. Sin embargo, una de las primeras
consecuencias de esta nueva visión es que, de alguna manera, se corta la
cadena lineal que une coherentemente pasado, presente y futuro. Tanto los
franceses como los latinoamericanos habían vivido un proceso de ruptura
con el pasado en sus respectivas revoluciones. La “leyenda negra” contra
España era más que un recurso político que permitiera cortar el cordón
umbilical con la metrópolis; era también una modificación de referentes cul
turales que afectaba desde la lengua hasta la religión legada por la madre
patria. La creencia en el progreso imponía una visión de futuro que reempla
31 IbicL, p. 91-
112 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
37 Discutiremos detalladamente esta posición de Bello al tratar las polémicas sobre el lenguaje
y filosofía de la historia en los capítulos 6 y 7. Allí se expresa bien la ambivalencia entre su
admiración por las ideas liberales y su rechazo a las eventuales desestabilizaciones como
consecuencia de un cambio brusco. Sobre este aspecto, cfr. Ana María Stuven “La Generación
de 1842 y la conciencia nacional chilena”, en Revista de Ciencia Política, n° 1, vol. IX.
(Santiago, 1987).
38 El Crepusculario, Santiago, 1 de enero de 1844, n° 9.
39 Ibid.
40 Ibid.
PRIMERA PARTE / CAP. III / LA APERTURA A LA POLEMICA: EL REINO DE LA... 115
45 Ibid.
46 Bilbao a Pinto, Valparaíso, 7 de febrero de 1843. Biblioteca Nacional, Archivo Santa María
(en adelante SMA) 7100.
47 El Progreso, Santiago, 10 de noviembre de 1842, n° 1.
PRIMERA PARTE / CAP. III / LA APERTURA A LA POLEMICA: EL REINO DE LA... 117
48 Juan Nepomuceno Espejo, “Observaciones sobre la educación de las mujeres dirigidas a las
señoras directoras del Colegio de Santiago”, en El Crepúsculo, Santiago. 1 de febrero y 1 de
abril de 1844.
49 Cfr. "Correspondencia”, El Mercurio de Valparaíso, 10 de febrero de 1844.
50 Ihid.
51 El Progreso, Santiago, 20 de diciembre de 1842.
118 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... ' ANA MARIA STUVEN VATTIER
52 Domingo Faustino Sarmiento, “Viajes por Europa, Africa y América, 1845-1847” en Obras
Completas de Domingo Faustino Sarmiento (Santiago: Gutenberg, 1887-1899), tomo I, p. 39
’3 Ver Sol Serrano, op. cit.
José Victorino Lastarria, Recuerdos Literarios, op. cit., p. 230.
PRIMERA PARTE / CAP. III / LA APERTURA A LA POLEMICA: EL REINO DE LA... 119
las cuales figuraban los filósofos de la historia y los románticos franceses, así
como los poetas y escritores españoles. Incluso figura el polémico Abate de
Lamennais, cuyo Libro del Pueblo se editó en 1844 en Concepción. A fin de
incentivar la actividad editora, El Mercurio intento desafiar a los chilenos con
el argumento de que las imprentas de París habían publicado 6 mil trescien
tas obras en 1841, “escritas en todos idiomas, vivos y muertos”?5 Sarmiento
participó también activamente de esta campaña, haciendo notar que “los
escritores del siglo XVIII, haciendo una asombrosa emisión de libros que
inundaron de ideas nuevas todas las clases de la sociedad, prepararon e
hicieron necesario todo el grande movimiento en que terminó su época...”55 56
57 Antonio Varas. “Memoria anual del Instituto Nacional”, en Anales de la Universidad de Chile,
1845-1846 (Santiago, 1846), pp. 244-245.
58 En sus primeros tiempos en Chile, Sarmiento había golpeado duramente el orgullo nacional
chileno. Por ejemplo, recién llegado, publicó un artículo donde decía que “en ningún otro
estado de Sudamerica hay un espíritu nacional más peludo, más hediondo, más
monstruosamente abultado, que en la República de Chile”, cfr. El Mercurio de Valparaíso, 23
de febrero de 1843.
’9 El Mercurio de Valparaíso, 10 de junio de 1844.
PRIMERA PARTE / CAP. III / LA APERTURA A LA POLEMICA: EL REINO DE LA... 121
tías muy sólidas, que viven en la conciencia popular”.60 Existe, por lo tanto,
una incongruencia entre fondo y forma. “Nuestra faz exterior, nuestras insti
tuciones, son democráticas, son republicanas; nuestras costumbres, nuestras
inteligencias, las condiciones todas de nuestra situación actual, no lo son; de
aquí resulta que nuestra democracia esté en las apariencias y no en el hecho,
no en la vida social”.61 Para la clase dirigente, y para todos, a juicio de ésta,
era evidente que el proceso de conversión de una realidad formal en un
asunto “de fondo” no era materia rápida. De allí su apego a la moderación;
“...las ideas moderadas son ciertamente las más oportunas entre nosotros,
porque la democracia no se alimenta de exageraciones, sino de realida
des”.62 También de allí su rechazo a toda comparación con los Estados Uni
dos pues en ese país el fondo surgió paralelo a la forma. Las disposiciones
liberales que priman en esa nación se fundan nada menos que en una ilus
tración que ha cundido por todas las clases, en su riqueza, y por sobre todo,
en la existencia de “creencias populares, hijas del sentimiento religioso y de
la moral evangélica, que son el origen y la salvaguardia de la libertad repu
blicana”.63
Para el grupo que intentaba monitorear el cambio social en el país, las
ideas tenían por misión inspirar el cambio personal e intelectual. Ese era el
significado que se atribuía a la noción de cambios en la sociedad. La incor
poración de nuevos grupos como consecuencia de lo anterior no estaba
realmente prevista ni era deseada en la práctica. Igual cosa sucedía con el
cambio institucional, lo que quedó de manifiesto en la discusión sobre la Ley
de Régimen Interior aprobada el 10 de enero de 1844, y a medida que
arreciaron las críticas contra el Presidente Bulnes por el paso lento de sus
progresos. A estas respondía permanentemente el sabio Bello desde las co
lumnas de El Araucano. En un texto significativo expresó: “Sobre todo no
olviden que bajo el imperio de las instituciones populares es donde menos
puede hacerse abstracción de las costumbres, y que medidas abstractamente
útiles, civilizadoras, progresivas, adoptadas sin consideración a las circuns
tancias, podrían ser perniciosísimas y envolvernos en males y calamidades
sin término”.64
71 “Disertación sobre el Derecho que el Romano Pontífice tiene para Instituir los Obispos de
las Naciones Católicas” en Anales de las Universidad de Chile 1845-1846 (Santiago: 1846),
p. 264.
72 El Progreso, Santiago, 25 de noviembre de 1842.
73 Ihid.
126 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
derar que era un atentado contra las nociones que sobre la mujer predicaba
la Iglesia. La argumentación contra el periódico eclesial se apoyaba, por
sobre todo, en la crítica hacia su ignorancia de los progresos en Francia,
donde ya el clero no se permitía la condenación de un libro. En consecuen
cia, El Progreso no calificaba al libro sino tan sólo al hecho de que la Iglesia
se permitiera la libertad de censurarlo.74
El mismo diario, sin embargo, era mucho más cauteloso cuando se
pronunciaba sobre temas propiamente religiosos, lo que confirma que el
problema percibido como real era la Iglesia y, sobre todo, el clero. Comienza
a juzgárseles por separado de la profesión ininterrumpida de la fe católica y
de la adhesión a sus valores por parte de sus detractores. Así, cuando se
inició en el Congreso la discusión sobre Libertad de Cultos, en 1844, el
mismo diario El Progreso se trenzó en una polémica con La Gaceta de
Valparaíso, argumentando a favor de la primacía de las ideas y que, por lo
tanto, el país no requería de tal ley porque aún no había suficientes personas
con visiones diferentes en el país. Es “idealmente buena” dice, pero “inapli
cable a nuestras necesidades”.75 Y agrega: “Regla segura: antes de la institu
ción, las ideas que va a representar; antes de la sanción, el hecho sobre que
ha de recaer”.76 En consecuencia, si bien el diario no reconoce cambios en el
universo de valores, sí admite su posibilidad y la necesidad de readecuación
de las instituciones en respuesta a los cambios sociales.
En 1844 se hizo perceptible una actitud más intransigente en el medio
católico. La publicación de Sociabilidad Chilena por Francisco Bilbao provo
có una serie de reacciones públicas, por separado de las que afectaron al
autor, en la cual destacan la cantidad de publicaciones en defensa de la
religión.77 El Mercurio, por ejemplo, inició en el mes de julio una serie de
7<í De hecho Aimé Martin proporcionaba argumentos para que la Iglesia chilena le condenase.
Martin negaba la autoridad del clero sobre la base de que ninguna autoridad humana puede
dar el principio de certidumbre. Afirmó que la verdad existe pero sólo en Dios, quien se
expresa por las leyes de la naturaleza, dando acceso a una porción de verdad que el hombre
puede conocer. Ver su “Juicio al Bosquejo de una Filosofía de Lamennais”, reproducido en
Museo de Ambas Américas, op. cit., tomo I. (9), p. 349. El autor de los artículos de El Progreso
es Domingo Faustino Sarmiento. Ver Domingo Faustino Sarmiento, Obras Completas de
Domingo Faustino Sarmiento, op. cit., tomo II, p. 235 y sgtes.
75 El Progreso, Santiago, 26 de agosto de 1844.
76 Ibid.
77 La Revista Católica publicó, entre otros, 10 largos artículos como “refutación de los errores
religiosos y morales del artículo ‘Sociabilidad Chilena”’, entre el 1 de julio y el 1 de noviembre
de 1844. Nos referiremos en detalle a este tema en el capítulo 8.
PRIMERA PARTE / CAP. III / LA APERTURA A LA POLEMICA; EL REINO DE LA.. 127
con energía sobre la mecha que continuamente aplican los que querrían ver
incendiado el país”.2
Las relaciones entre la Iglesia y el Estado experimentaron una tensión
creciente desde 1843, en que la autoridad civil comenzó a enfrentar explíci
tamente a su contraparte eclesiástica, don José Alejo Eyzaguirre, Vicario Ca
pitular. Sabidas son también las dificultades que el Vicario Capitular Eyzaguirre
debió encarar para mantener su autoridad entre sus sacerdotes, quienes le
consideraban una figura de transición, elegido para el cargo tan sólo por
presiones del gobierno, para impedir que se nombrase a Monseñor Rafael
Valentín Valdivieso, de posiciones ultramontanas.
En este mismo ámbito, a partir de 1844 se sucedieron una serie de
hechos que revistieron la mayor importancia para la sociedad chilena, y que
permiten captar la tensión existente ante la presión que ejercen las ideas más
reformistas. A título de ejemplo, es conveniente mencionar algunas circuns
tancias que contribuyeron a crear el ambiente donde se expresó la necesi
dad de la fijación de límites.3
En junio de 1844, murió el patriota José Miguel Infante, de ideas disi
dentes, partidario de imponer el federalismo en Chile, y también hombre
profundamente respetado por su figuración en los procesos de la Indepen
dencia. Su figura era además admirada por las generaciones jóvenes, las
cuales acudieron a su entierro “con una solemnidad puramente popular has
ta entonces desconocida”, motivada adicionalmente por los discursos de
Eusebio Lillo y Francisco Bilbao contra la omnipotencia clerical y el fanatis
mo religioso. Agrega el historiador que nunca en Santiago se había visto una
“concurrencia más numerosa en el entierro de una persona, aun de patriotas
de gran prestigio, y de relaciones de familia mucho más extensas que las de
Infante”.4 Este fervor popular es la mejor explicación para los confusos even
tos que rodearon el funeral. En primer lugar, el prior de la Iglesia de Santo
Domingo, Fray José Santa-Ana, fue prohibido de hacer una oración fúnebre
por el Vicario Delegado, pues en su homilía no dejaba claro si Infante había
sido católico. Aunque la prohibición se mantuvo, en las negociaciones que
5 Cfr. Julio Heise G., 150 Años de Evolución Institucional, (Santiago: Andrés Bello. 1979),
p. 69, Sergio Villalobos, et al. Historia de Chile. (Santiago: Universitaria, 1980), tomo 3-
6 La Revista Católica, Santiago, n° 37, 15 de agosto de 1844.
132 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
7 Este decreto aspiraba a obtener la aplicación de una ley en el mismo sentido promulgada en
1823, y que había caído en desuso.
8 El Progreso, Santiago, 20 de marzo de 1845.
PRIMERA PARTE / CAP. IV / LOS DESAFIOS AL CONSENSO- EL TEMOR AL... 133
en la justicia. Las ideas del catolicismo social francés, según el cual los pue
blos marchan hacia la libertad deseada por Dios, habían llegado a las costas
chilenas, y el Abate de Lamennais con sus Palabras de un Creyente (1834)
crecía en popularidad entre la juventud del país.14 El ex tradicionalista fran
cés había roto con el Papado en 1826 y se había convertido en el profeta de la
democracia y el instigador de la separación entre la Iglesia y el Estado. Sus escri
tos sugerían la transferencia de la fe en la Iglesia hacia la fe en el Pueblo.
La prensa periódica, por su parte, había dado cabida a artículos di
fundiendo las nuevas doctrinas socialistas e incluso comunistas. Aunque de
impacto menor, causaban suficiente efecto como para que un hombre como
Domingo de Eyzaguirre, septuagenario y religioso, se sintiera tocado en 1845
por un artículo que exponía el comunitarismo de Fourier. Lo intentó, inclu
so, como explotación colectiva en su fundo pero fracasó.15 No fue un acaso
que en 1845 el Obispo de La Serena redactara una Carta Pastoral prohibien
do la lectura de 36 libros que incluían, además de los ilustrados Voltaire y
Rousseau, al propio Lamennais. La Revista Católica demostró el temor que
las ideas francesas producían cuando acusó la presencia de “algunos ciegos
aprobadores de la conducta que se observa en Francia contra la Iglesia y el
clero católico; para quienes las palabras de Guizot, Cousin o Dupin son
verdades inconclusas...”16 La condena a estos pensadores franceses se expli
ca fácilmente si se tiene en cuenta que con ellos se demostraba que las ideas
eran decisivas para la mantención o el cambio de la estructura social en
Francia, y que habían desarrollado una religiosidad al margen del Catolicis-
*
mo. El temor que despiertan los filósofos de la historia se inspira en que, por
su tendencia a eliminar la Providencia como motor único de la historia,
permiten una supuesta libertad de interpretación del pasado que bien puede
alterar la visión del presente que sustenta la elite.17 Era naturalmente difícil
aceptar que personas que se debatían en el mundo de las ideas tuvieran tal
influencia sobre la estructura de poder.
La Iglesia asumió la responsabilidad de rebatir las ideas desafiantes a la
visión tradicional del mundo. El conflicto recrudeció cuando no sólo la jerar
quía católica sino también la elite gobernante, percibió que estas ideas habían
penetrado la coraza del cuerpo social y anidaban en algunas conciencias. El
escándalo que provocó un caso que en cualquier otra circunstancia habría
constituido una anécdota se explica justamente porque alertó sobre la penetra
ción de visiones alternativas en el seno de la clase dirigente. Y esta reaccionó
poniendo sus límites al disenso, de consuno con la jerarquía eclesiástica.
La anécdota se refiere al matrimonio de acuerdo a la legislación ingle
sa, entre Carmen Blest y Jorge Liddard, protestante, a bordo del navio britá
nico Thalia. El cura párroco de Valparaíso declaró nulo el matrimonio y
ordenó la separación de los esposos. De inmediato surgió una polémica en
la prensa, cuyos actores principales fueron El Mercurio y La Revista Católica.
La argumentación del primero se fundamentó en su apoyo a la tolerancia
religiosa y a la autorización de matrimonio entre disidentes como paso nece
sario para la mantención de la prosperidad del país. Su discurso fue funda
mentalmente de orden legal, encaminado a demostrar la validez de la unión.
Demostró indignación, sin embargo, cuando la autoridad eclesiástica obtuvo
todo el apoyo de la autoridad civil y la fuerza pública para cumplir una
orden del Juez Eclesiástico. El Mercurio reaccionó afirmando que “...hay
hechos que enunciados simplemente dicen lo bastante para arrostrar todas
las simpatías de un lado, el oprobio y la vergüenza del otro. Entre esos
hechos, todo el mundo colocará el de la forzada separación de la Sra. de
Liddard, del lado de su padre y de su esposo en virtud de una orden de
allanamiento dictada por la autoridad secular a instancias de la eclesiástica!”.
Durante el episodio del sermón para las exequias de Infante, la autoridad
optó por el silencio (con excepción de la voz del Ministro del Interior, Ra
món Luis Yrarrázaval); en el caso Blest-Liddard optó por colaborar a fin de
evitar licencias cuyos efectos posteriores parecían arriesgar el equilibrio del
cuerpo social.
17 Ver capítulo 7.
136 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
18 Ver capítulo 3.
19 “Contestación de Don José Hipólito Salas a Vicente Orrego luego de su incorporación a la
Facultad de Teología”. El Progreso, Santiago, 12 de enero de 1848.
20 “Disertación sobre el Articulo 5° de la Constitución, que trata de la religión del Estado,
presentada ante la Facultad de Leyes por Don José Francisco Echenique para obtener el
grado de Licenciado en dicha facultad el día 5 de julio de 1849”. Anales de la Universidad de
Chile, Santiago, p. 165.
PRIMERA PARTE / CAP. IV / LOS DESAFIOS AL CONSENSO: EL TEMOR AL... 137
23 Franyois Furet indica que, para el caso francés, la revolución tuvo entre sus fuerzas de
inspiración una posición análoga a la expresada arriba. Se trata de la tesis unitaria de la
soberanía, que consiste en una síntesis usando el concepto de razón como la contribución
de cada hombre a la soberanía colectiva. Esa razón debía ser educada, lo cual regula la
práctica de los derechos políticos, permitiendo eventualmente su restricción. Ello indica la
profunda tensión que se vivió, incluso en Francia, entre abstracciones filosóficas y realidades
políticas. Cfr. Franfois Furet, Reuolutionary France, 1770-1880. (Oxford: Blackewell, 1992.)
Para el Abate Sieyés, profusamente leído en Chile, la razón y la voluntad popular debían
coincidir, ya que los derechos políticos, como los derechos civiles deben estar unidos en la
cualidad de ciudadano. Cfr. Emmanuel J. Sieyés, ¿Qué es el Tercer Estado? (México: UNAM,
1989), p. 78.
PRIMERA PARTE / CAP. IV / LOS DESAFIOS AL CONSENSO: EL TEMOR AL. 139
traería. Tampoco somos intolerantes con las opiniones ajenas, porque las
respetamos y las respetaremos siempre, con tal que tengan visos siquiera de
ser dirigidas con sana intención hacía el perfeccionamiento. Pero cuando no
se hallan revestidas de estas cualidades; cuando, al expresarlas, se habla a un
pueblo ignorante con el lenguaje revoltoso y alusivo de las asonadas turbu
lentas... entonces sí que somos intolerantes por convicción...”. El diario se
explayó sobre los inconvenientes de todo cambio de rumbo, acusó de actuar
con poca cordura y mala fe a quienes propiciaban la reforma, y enfatizó que
fomentaría “las verdaderas virtudes republicanas en cuya línea se ve la pri
mera, el respeto a las autoridades y a las leyes”.24
El grupo de personas cuya importancia El Mercurio intentaba minimi
zar, era aquel que había evolucionado hacia un liberalismo democrático, que
no se sentía parte de los antiguos pipiólos, y que integraba una oposición
cuyo carácter se reconocía por primera vez en la década. Atrás quedaban los
tiempos en que se decía que en Chile no existía oposición, y que el gobierno
no pertenecía a ningún partido. Por ejemplo, en 1844 El Progreso publicó
que en Chile no existía voluntad nacional que expresar, porque no había
partidos en pugna, ni cuestiones vitales que dividiesen a la sociedad. En ese
momento, el diario intentaba negar toda necesidad de cambio, fortaleciendo
la idea del consenso; si bien no podía negar la existencia de una pugna con
nuevos sectores, simplemente no les atribuía validez como interlocutores
porque no eran suficientemente ilustrados y, por lo tanto, suficientemente
racionales. Oponía así una razón nacional, encarnada en la sociedad ilustra
da, cuyas diferencias se limitaban a “cuestiones de marcha”, a una voluntad
nacional inclusiva de todos los sectores sociales. Con ello quedaban defini
dos los alcances de la soberanía popular y de un sistema republicano aristo
crático.
A través del sistema del cambio gradual, hacia 1845 quedaban pocos
vestigios de la armonía que reinaba a comienzos de la década entre los
miembros de la clase dirigente. La sensación de peligro era tal, que incluso
figuras progresistas como Domingo Santa María y Ramón Errázuriz, funda
ron la Sociedad del Orden, con el manifiesto propósito de restituir el valor
de la noción de orden como valor en sí mismo. Su fundación se precipitó
por los desórdenes públicos con motivo del Juicio de Imprenta contra el
Diario ele Santiago que desde su nacimiento venía atacando a la autoridad
del gobierno. A los pocos días, Pedro Félix Vicuña, líder de la facción más
liberal, fundó la Sociedad Demócrata. Contemporánea con las dos socieda
des que reunían a la elite, surgió la Sociedad Caupolicán, integrada por unos
60 artesanos. A juicio del historiador Domingo Amunátegui Solar, ésta fue la
primera sociedad verdaderamente democrática que hubo en Chile. Los con
servadores, los liberales y los excluidos (el pueblo) buscaron en un momen
to clave sus propios órganos de expresión y, simbólicamente, crearon tres
agrupaciones cuyos caminos tendieron a distanciarse con el correr de los
años. Las primeras fisuras se expresan con la evolución del concepto de
oposición, la desconfianza que motivó su accionar, y con la diferenciación
entre conservadores y liberales.
“Oposición: He ahí la palabra mágica con que se pretende falsear
todos los hechos, atacar a todas las personas, hollar todos los respetos, y
cohonestar todos los actos, aun los más subversivos y atentatorios a nuestras
instituciones”. La oposición es una fuerza destructiva, que entiende “por
libertad, anarquía y licencia”, y que llama al imperio de la constitución y las
leyes, tiranía.25 Se le acusa de no colaborar en el Congreso, de querer dividir
al país (fundamentalmente por sus críticas al Ministerio Montt), de excederse
en sus pedidos de reforma, y de propiciar el caos. Consecuente con este
pensamiento, la autoridad se permitió varias medidas represivas para calmar
la presión democratizante de la oposición. Pedro Godoy, director del Diario
de Santiago, y Manuel Bilbao, colaborador, fueron detenidos y enjuiciados
secretamente por su actitud crítica ante lo que ellos consideraban “excesos”
del Ministerio Montt. Especialmente atemorizantes fueron los desórdenes
que se produjeron en torno a la elección parlamentaria que se desarrolló en
1846. Constituyeron un hito que modificó el discurso político en forma defi
nitiva y reforzó todas las polaridades que habían surgido hasta el momento.
El llamado “motín de Valparaíso”26 y otros conatos de desacato a la autoridad
constituida que provocaron la declaración de estado de sitio, fueron el refle
jo de una situación inédita hasta ese momento: la existencia de fuerzas simi
lares en los dos grupos en pugna, lo que quedó demostrado con el escruti
nio, el cual, a pesar del poder de la intervención gubernativa en las eleccio
nes, dio 597 votos a las candidaturas oficiales y 520 a la oposición. La clase
dirigente chilena reaccionó de inmediato fijando sus límites que, por ejem
plo en el caso de Valparaíso, incluyeron la declaración de ilegitimidad de la
oposición. “De hoy en adelante no hay más partido de oposición: el resulta
do de sus trabajos ha sido la embriaguez, el robo y la sedición, y debe ser
juzgada por sus obras”. El discurso oficialista se alarmaba ante la presencia
de grupos indeseados. “Habéis visto removida la hez de la sociedad, y pron
ta a echarse encima de la ley, de la autoridad y de los buenos ciudadanos”.27
A partir de ese momento, la oposición debió asumir la responsabilidad del
rompimiento del espíritu de tolerancia y de la crisis de confianza que se
originó a raíz de la existencia de posibilidades reales de éxito para una
oposición que planteaba reformas consideradas inadecuadas. “¿De quién es
la culpa?”, se pregunta El Progreso a raíz de los desórdenes, “¡De esa oposi
ción que cada día mas desenfrenada e insolente, ha pretendido romper hoy
todas las leyes, para poner encima el monstruo horrendo de la anarquía!”
Agregaba también que la meta opositora era acabar con la religión y la ley.28
La ley, el respeto a la institucionalidad, se convierten en un pilar de
reemplazo para el consenso en torno a una visión homogénea de la organi
zación de la república. Ella es el medio a través del cual se delimitan los
derechos de los ciudadanos. Está en sus manos la regulación necesaria entre
el espíritu de conservación y de reforma en el proceso de constitución de la
república. A la institucionalidad corresponde velar por que el gobierno de
mocrático se perfeccione a la par con el pueblo, aun usando de formas
autoritarias. D’Alembert y Rousseau se convirtieron en una fuente útil para
citar y defender la relación necesaria entre el ejercicio de una autoridad
fuerte y la mantención de la legalidad necesaria para recorrer el camino
hacia el progreso. No se trataba de reemplazar el ideario liberal por otro
marco teórico. Era tan sólo el caso de retomar el camino extraviado y otorgar
prioridad a los valores más caros y necesarios que la tradición había legado.
Los sucesos recientes habían convencido a la clase dirigente de que, si bien
“los principios del partido liberal no son falsos en el sentido estricto de la
palabra, son de funesta aplicación en el día”. “El partido liberal representa en
todas partes las ideas que pueden dominar en un porvenir lejano: su error
está en quererles dar actualidad, y su mal en quererse sentar en el gobierno”.
27 Proclama del Intendente de Valparaíso don Joaquín Prieto del 1 de abril de 1846.
28 El Progreso, 12 de marzo de 1846.
142 LA SEDUCCION DE UN ORDEN, LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
42 Benjamín Vicuña Mackenna, Los Girondinos Chilenos (Santiago: Editorial Guillermo Miranda,
1902).
43 Benjamín Vicuña Mackenna consideró en su momento que “el establecimiento de la República
Francesa es un hecho de la humanidad, es una época, Chile se ha entusiasmado profundamente
y la América entera debe haberse conmovido al ver que la nación más adelantada del
mundo viene a realizar el dogma que nosotros habíamos realizado, justificando así con su
ejemplo aterrador y solemne nuestra conducta política, revistiendo a la República del prestigio
que le faltaba en Europa...” Crónica del 15 de junio de 1848". AVM, vol. 33, pieza 7. El
mismo autor dice que fue bajo el influjo de Ja Revolución Francesa que “se inició la publicación
de La Reforma, para pedir al gobierno las reformas que necesitaba Chile con el fin de evitar
las violencias y conflagración de los partidos”. Apuntes varios de 1850y 1851. AVM., vol., 33,
pieza 15.
44 El Progreso, Santiago, 28 de mayo de 1848.
PRIMERA PARTE / CAP. IV / LOS DESAFIOS AL CONSENSO: EL TEMOR AL 147
63 Carta de Don Manuel Montt, Ministro del Interior, al Presidente de la República Don Manuel
Bulnes. El Mercurio de Valparaíso, 18 de marzo de 1846.
M El Mercurio de Valparaíso, 6 de mayo de 1845.
65 “Espíritu de Reformas”, art. 2, El Mercurio de Valparaíso, 10 de noviembre de 1845.
66 La ley de imprenta, vigente desde 1828, establecía penas consideradas moderadas a quienes
"abusaran” de la libertad de prensa consagrada en la Constitución de 1833, mientras que el
proyecto presentado por el Gobierno en esta oportunidad, entre otras penas, hacia partícipe
solidario de la ofensa al editor del periódico o diario afectado.
PRIMERA PARTE / CAP. IV / LOS DESAFIOS AL CONSENSO; EL TEMOR AL 155
67 Ricardo Donoso, Las Ideas Políticas en Chile. (México: Fondo de Cultura Económico, 1946),
p. 361.
68 El Progreso, Santiago, 23 de julio de 1846.
156 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
los factores de orgullo para los chilenos. Con expresiones típicas del lengua
je optimista de comienzos de la década de 1840, El Mercurio expresaba su
satisfacción porque el país había hermanado orden con libertad, “en una
sociedad en que el orden tiene por obstáculo viciadas costumbres y la liber
tad, las preocupaciones de la ignorancia. Lo cierto es que las leyes del país
imperan y que ellas han garantido a la sociedad contra la arbitrariedad del
despotismo y contra la licencia de la anarquía, enemigos igualmente temi
bles para la verdadera libertad, la libertad modesta y moderada que nos
conviene...”73 Transcurridos tan sólo dos años, el orden había triunfado sin
contrapesos y la libertad había dejado lugar a aquellos valores fundamenta
les y funcionales para la mantención del poder en las mismas manos. Así
decía El Progreso, en 1846, poco después de los motines de Valparaíso: “ya
es ocasión que nos convenzamos de que no es libertad lo que nos hace falta
sino orden, como no es tampoco la justicia lo que más riesgo corre entre
nosotros sino la autoridad; y que por consiguiente, los mejores ciudadanos
son aquellos que contribuyen de cualquier modo a robustecer ésta, y no
aquellos que sólo la quieren ver pisoteada o infamada”.74
Ya nos hemos referido a la introducción en el discurso político de la
polaridad conservador-liberal. Especialmente sintomático respecto de las
fisuras que esas polaridades presagian es la vinculación del polo conserva
dor con la noción de orden. Es así que el partido de gobierno en las eleccio
nes de marzo de 1846 se llamó a sí mismo Partido del Orden o Conservador.
El apego al orden, más que al progreso, se había convertido, en el lapso de
6 años, en la divisa de la clase dirigente. Constituía también el referente a
través del cual era posible imponer los límites necesarios a sectores cuya
visión del mundo se distanciaba progresivamente de los elementos consen
súales tradicionales. En la fijación de los límites se impuso la polaridad licen
cia-libertad. Licencia fue cualquier intento por traspasar “un terreno vedado
que no se debe ni se puede pasar sin comprometer la salud de la patria y sin
grande peligro para todos”. De alguna manera el espacio vacío, por donde
se transitaba hacia el progreso en forma lenta y segura, se había convertido
en un terreno vedado para el cambio debido a las inseguridades que éste
provocaba. El grupo dirigente, que había iniciado el gobierno del General
Bulnes actuando en forma cohesionada, intentando conciliar el liberalismo
5. Reforma o revolución
La década de 1840 llegó a su fin marcada por la manifestación de
visiones del mundo divergentes de las que tradicionalmente había sostenido
la clase dirigente chilena, y por la expresión de éstas en la radicalización de
las posiciones de los bandos políticos hasta culminar en la Revolución que
sufre el país en 1851. En el nivel factual parece determinante la decisión del
Presidente Bulnes de apoyar (casi sinónimo de designar, si se considera el
control electoral que ejercía el Ejecutivo) a Manuel Montt, símbolo del auto
ritarismo más acérrimo, para las elecciones presidenciales, lo que le granjeó
las antipatías de los antiguos liberales. No obstante, la decisión corresponde
a la última etapa de erosión de la confianza de la clase dirigente respecto de
la posibilidad de transitar controladamente hacia el progreso en un régimen
que autorízase grados crecientes de libertad. El liberalismo había salido de
los libros hacia la calle y, por lo tanto, había llegado el momento de recupe
rar el control seriamente amenazado. Así lo reconoce el Primer Mandatario
79 Gabriel Sanhueza, Santiago Arcos, (Santiago: Editorial del Pacífico, 1956) p. 125.
80 Citado por Luis Alberto Romero, en ¿Qué Hacer con los Pobres? Elite y Sectores Populares en
Santiago de Chile, 1840-1895 (Buenos Aires: Sudamericana, 1997).
81 Ibid., p. 69.
82 Sobre la Sociedad de la Igualdad, ver Sergio Grez, De la Regeneración del Pueblo a la Huelga
General, 1910-1890 (Santiago: DIBAM, 1998); Gabriel Salazar, Labradores, peones y proletarios.
Formación y crisis de la sociedad popular chilena del Siglo XIX (Santiago: Ediciones SUR,
Colección Estudios Históricos, 1900); Cristian Gazmuri, El "48” chileno..., op. cit., y Luis
Alberto Romero, La Sociedad de la Igualdad. Los artesanos de Santiago de Chile y sus primeras
experiencias políticas. 1820-1851 (Buenos Aires: Instituto Torcuato di Telia, 1978.)
83 Ver Ana María Stuven. “Chile y Argentina: Representación y Prácticas Representativas para
un Nuevo Mundo”. En prensa.
PRIMERA PARTE / CAP. IV / LOS DESAFIOS AL CONSENSO, EL TEMOR AL... 161
87 Ver Roger Chartier, Espacio Público, Crítica y Desacralización en el Siglo XVIII. Los Orígenes
Culturales de la Revolución Francesa (Barcelona: Gedisa, 1995), p. 36.
88 El Progreso, Santiago, 18 de julio de 1850.
PRIMERA PARTE / CAP. IV / LOS DESAFIOS AL CONSENSO: EL TEMOR AL... 163
VI
Literatura y libertad:
El romanticismo
t VII
Realidad e interpretación:
Visiones sobre el pasado,
presente y futuro
VIII
Los límites de la polémica:
“Sociabilidad chilena” por
Francisco Bilbao
V
Ortografía y lenguaje
1. El esfuerzo educacional
Las polémicas ortográficas de 1842 y 1844, cuyos principales actores
son Domingo Faustino Sarmiento y Andrés Bello, adquieren su primer signi
ficado al interior de la misión educadora que el Estado asumió con especial
dedicación desde comienzos de la década de 1840.
El esfuerzo estatal se reflejó tanto en el aumento de establecimientos
educacionales como en la creación de nuevas instituciones encaminadas a
perfeccionar la calidad de la educación.1 En 1842 se creó la Escuela Normal
de Preceptores con el objeto de preparar maestros de enseñanza primaria;
en 1843, con la designación de Antonio Varas como Rector del Instituto
Nacional, se reformó su plan de estudios a fin de enfatizar el carácter de
“instrucción elemental ó preparatoria de las profesiones científicas” que de
bía tener la educación secundaria. Se trajeron profesores desde el extranjero,
se aumentaron las remuneraciones y se mejoraron las instalaciones físicas
del plantel con la construcción de un gran edificio. En 1843, Andrés Bello
inauguró la máxima obra educacional del decenio: la Universidad de Chile.
Es importante mencionar también la fundación, en 1844, de la Escuela de
Agricultura; en 1849 de la Academia de Pintura de Santiago; y, en 1851, del
Conservatorio de Música.2
1 Cfr. Sol Serrano, op. cit., y Nicolás Cruz, El Plan de Estudios Humanista en Chile, 1843-1876.
Tesis doctoral inédita, Pontificia Universidad Católica de Chile, 1994.
2 Diego Barros Arana afirma que en 1843 existían 64 escuelas primarias estatales y municipales en
el país; Francisco Antonio Encina da cuenta de 280 para el año 1852. Cfr. Diego Barros Arana, Un
Decenio en la Historia de Chile, op. cit., tomo I, p. 259- Francisco Antonio Encina, Historia de
Chile. Desde la prehistoria hasta 1891 (Santiago: Nascimento, 1949 ), tomo 12 , p. 506.
170 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
3 Esta es la visión predominante de Diego Barros Arana, Ignacio Domeyko y José Victorino
Lastarria. Francisco Antonio Encina les hace una fuerte crítica en su Historia de Chile aludiendo
a la atención que Bello prestaba a la educación primaria en sus memorias y en sus artículos
de prensa. Cfr. Francisco Antonio Encina, Historia de Chile, op. cit., vol. 12, pp. 488 y sgtes.
SEGUNDA PARTE / CAP. V / ORTOGRAFIA Y LENGUAJE 171
4 Andrés Bello, “Educación”, El Araucano, 1836, publicado en Obras Completas de don Andrés
Bello (Santiago: Imprenta de G. Ramírez, 1883) vol. VIII , p. 215.
5 Citado en Francisco Antonio Encina, Historia de Chile., op. cit., vol. 12, p. 490.
6 Domingo Faustino Sarmiento, Recuerdos de Provincia (Barcelona: Ramón Sopeña, 1967),
p. 161. Lastarria se atribuye la presentación a Montt en sus Recuerdos Literarios. La mayoría
de los relatos parece contradecirle. Ver José Victorino Lastarria, Recuerdos Literarios, op.
cit., p. 83-
172 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
7 Sarmiento fue, por ejemplo, un ardiente defensor de todo proyecto de edición de libros en
el país. Establecía una línea consecuencia! que se iniciaba con la impresión de libros, seguía
con la difusión de las ideas, los progresos de la educación y la democracia entendida como
“la participación de los bienes de la asociación, por el mayor número de asociados.” En un
artículo sobre el tema expresó: “Con esta completa falta de lectura y de las ideas que ella
despierta o hace nacer, con este abandono de espíritu, que pone a la generalidad de nuestras
gentes fuera del movimiento de las ideas, ¿es extraño que se observe la completa indiferencia
por el bien público, y la apatía que nos distingue?”. Cfr. El Mercurio de Valparaíso, 10 de
junio de 1841.
8 Entre sus obras principales sobre la materia figuran, en 1841, la reproducción del Método de
Lectura en Quince Cuadros, por Bonifaz; su Análisis de las Cartillas, Silabarios y Otros
Métodos de Lectura conocidos y practicados en Chile, de 1842; su extenso trabajo sobre
Educación Popular; su Memoria leída a la Facultad de Humanidades y diversos instructivos
sobre metodología de la enseñanza primaria.
9 Cfr. artículo firmado como GNT, correspondiente a la penúltima letra de cada uno de sus
nombres. El Mercurio de Valparaíso, 18 de junio de 1841.
10 El Mercurio de Valparaíso, 10 de junio de 1841.
SEGUNDA PARTE / CAP. V / ORTOGRAFIA Y LENGUAJE 173
2. Ortografía y emancipación
La reflexión en torno a la ortografía castellana consignó la atención de
los estudiosos desde la constitución de las nuevas naciones independientes
de la Madre Patria. El lenguaje había, evidentemente, sufrido mutaciones y
adaptaciones a lo largo de los siglos de dominio colonial, y parecía necesario
reconocer la identidad de las nuevas naciones en este ámbito. El pilar educa
cional difícilmente podría fundarse sobre bases sólidas si no se aceptaba que
a las nuevas poblaciones y a las nuevas formas de sociabilidad que habían
surgido correspondían también nuevas formas expresivas. Era importante
también reflexionar en torno a las formas de incorporación a una cultura
nacional en ciernes de personas cuyo vínculo con España era tenso o inexis
tente. Indudablemente el castellano era el idioma natural, pero ¿qué castella
no? ¿Cómo se expresarían en un lenguaje definido en la península los nue
vos conceptos y mestizajes lingüísticos incorporados por el contacto con el
mundo americano?
Ya en 1823 Andrés Bello y Juan García del Río, residentes a la sazón
en Londres, publicaron en la Biblioteca Americana un trabajo, “Indicaciones
sobre la conveniencia de simplificar y uniformar la ortografía en América”,
instando a que la ortografía castellana se adaptara a la pronunciación, y se
dejara de lado el apego a los orígenes. Es notable, sin embargo, que desde la
publicación de ese primer trabajo, Bello insistió sobre la conveniencia de un
cambio gradual, por lo que sugirió que la proposición de reforma ortográfica
que siguió a este trabajo se aplicara en dos etapas.12 A pesar de ello, su
convencimiento de que la lengua de los nuevos territorios debía responder a
11 Domingo Faustino Sarmiento, Obras Completas (París: Belin Hermanos ed., 1909), tomo V.
12 Cfr. Guillermo Rojas Carrasco, Filología Chilena. Guía Bibliográfica y Crítica (Santiago:
Ediciones de la Universidad de Chile, 1940). El autor reproduce el artículo de Bello “Ortografía
Castellana”, donde además afirma que “las reformas ortográficas no deben ser patrocinadas
por institución alguna, sino que deben imponerse espontáneamente”, ya que de todas las
tentativas que pudieran hacerse “prevalecerán aquellas que la experiencia acredite ser las
más adecuadas”.
174 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
las exigencias del nuevo ideario emancipador era evidente. “La libertad es en
lo literario, no menos que en lo político, la promovedora de todos los ade
lantamientos. Como ella sola puede difundir la convicción, a ella sola es
dado conducir, no decimos a una absoluta uniformidad de práctica, que es
inasequible, sino a la decidida preponderancia de lo mejor entre los hom
bres que piensan. Pero, ¿no es de temer, se dirá, que esta libertad ocasione
confusión, y que tomándose cada cual la licencia de alterar a su arbitrio los
valores de los signos alfabéticos, se formen tantos sistemas diferentes como
escritores? Nosotros no lo tememos. Entre las varias tentativas que se hagan
para perfeccionar la ortografía, prevalecerán aquellas que la experiencia acre
dita ser las adecuadas al fin”.13 Preocupado por el argumento de la pérdida
de la uniformidad en las publicaciones peninsulares y americanas, el maes
tro contestaba: “Las reformas... no perjudicarían la inteligencia de nada de
cuanto se ha escrito desde las Siete Partidas; y como nuestra escritura se
perpetúa, no por la dureza del material sino a la manera de las especies
animadas, por la fecundidad de la reproducción, cada lustro, cada año vería
multiplicar las ediciones de los libros elementales y populares...”14
El planteamiento de Bello contenía también un elemento de juicio
hacia el legado colonial, en la evaluación de las políticas educacionales im
plantadas en América. Bello admite que “aunque sea ruboroso decirlo, es
necesario confesar que en la generalidad de los habitantes de América no se
encontraban cinco personas en ciento que poseyesen gramaticalmente su
propia lengua, y apenas una que la escribiese correctamente. Tal era el efec
to del plan adoptado por la corte de Madrid respecto de sus posesiones
coloniales, y aún la consecuencia necesaria del atraso en que se encontraba
la misma España”.15 Es decir, y esto es importante para el análisis de la
polémica posterior con Sarmiento, mientras Bello observa América desde
Europa, e incluso durante sus primeras experiencias americanas, su posición
frente al legado español es crítica respecto de la transmisión de la cultura. Al
igual que su futuro contendor, con anterioridad a su interiorización con las
consecuencias que tendrían para la hegemonía de la clase dirigente los cam-
0
bios y rupturas respecto de las tradiciones culturales del pasado, Bello man
tiene una posición abiertamente favorable a las modificaciones y adaptacio
nes de lenguaje y escritura que requiere la vida americana. Considera que el
lenguaje es histórico y, por lo tanto, sujeto a cambio; la ortografía debe
reflejar esos cambios.
Esta actitud se ve confirmada en 1835, cuando el canónigo Francisco
Puente publicó en Chile su De la Proposición, sus Complementos y Ortogra
fía, donde proponía, entre otras cosas, resolver la letra “x” en “es”, la “y” por
“i” y la “j” por “g”. Bello publicó un artículo en El Araucano celebrando el
aparecimiento de la obra, en especial por su adaptación de la escritura a los
sonidos.16 También fue representativo su comentario a los Elementos de Filo
sofía del Espíritu Humano por Ventura Marín. Bello consideró particular
mente apreciable su trabajo por “la unión amigable y estrecha que en ellos
se advierte constantemente de la liberalidad de principios con el respeto
religioso a las grandes verdades que sirven de fundamento al orden social”.17
Siete años después, cuando Sarmiento aparece defendiendo ideas muy simi
lares a las que Andrés Bello había hecho suyas, el maestro saltó a la palestra
con argumentos que parecían trascender el lenguaje para hablar de un mun
do amenazado, cuyas bases debían intentar preservarse.
distintas de las que (debían) representar, o bien usándolas aún después que
en los países y entre las gentes que con más perfección se habla el castella
no, (habían) caído en desuso, y (habían) sido sustituidas por otras nuevas”.19
Efectivamente, llamándoles “arcaísmos o modos de hablar anticuados”,
Fernández Garfias elaboró una larga lista de términos en que denunciaba la
forma como “se dice” corrigiéndola al como “debe decirse”. Allí aparecía,
por ejemplo, la corrección de “acorrucarse” por “acurrucarse”; “adeudar” por
“me debe”; “absurdidad” por “absurdo”; “arismética” por “aritmética”; “Anrique”
por “Enrique”; “ardil” por “ardid”; “arbedrio” por “albedrío”. Corregía incluso
al cronista Alonso de Ovalle, quien en su Historia de Chile expresaba que a
alguien le habían dejado caer desde la “aleta del tejadoI ”. Fernández Garfias
sostenía que la expresión correcta, según la Academia de la Lengua, era el
“alero”.
Lanzado el detonante, la discusión provocó una decena de artículos
de prensa. Sarmiento fue el primero en recoger el guante. En términos simi
lares a los que anteriormente había utilizado Bello, sostuvo que no debían
repudiarse los términos que había forjado el pueblo chileno favoreciendo
otros que igualmente habían sido acuñados por un pueblo: el español. Sar
miento reconoció con preocupación que se hacía mal uso del idioma y de la
gramática, y explicaba que esta última no había sido hecha para el pueblo,
por lo que difícilmente podía éste aprender sus rudimentos. Sin embargo,
sostuvo que con reglas y normas no se progresaba, ya que “el hábito y el
ejemplo dominante podrán siempre más”. Con ello afirmaba nuevamente el
predominio de la cultura y las ideas por sobre la normativa; la preponderan
cia de esas ideas en toda construcción social, y establecía un rol activo al
pueblo en la creación de la cultura. “La soberanía del pueblo tiene todo su
valor y su predominio en el idioma: los gramáticos son como el senado
conservador, creado para resistir a los embates populares; para conservar la
rutina y las tradiciones: son a nuestro juicio, si nos perdonan la mala palabra,
el partido retrógrado, estacionario, de la sociedad habladora; pero como los
de su clase en política, su derecho está reducido a gritar y desternillarse
contra la corrupción...”20 Evocando el “ardid de la razón” hegeliano, Sar
miento agrega que ellos son de todos modos acarreados por el torrente
innovador y tienen que acabar adaptándose a esta fuerza que los supera. Es
decir, no se pronuncia en contra de la corrección en el uso del lenguaje;
simplemente expone su certeza de que la modificación en las costumbres
antecede cualquier cambio expresivo; que la cultura es dinámica e histórica.
Como Bello años antes, sostiene que el idioma castellano, concebido como
parte de nuestra herencia hispánica y al igual que ella, es histórico y, por lo
tanto, sujeto a reforma y a cambio.
Con estas afirmaciones, Sarmiento dejaba planteadas las implicancias
de la polémica. A partir de allí, ésta adquiere su verdadera dimensión como
polémica cultural y sociopolítica, en la medida en que la discusión sobre la
lengua deja de ocupar un compartimiento aislado para abarcar principios
que incluyen definiciones amplias, visiones de la sociedad y del rol de los
distintos actores en ella. Como lo expresa el mismo Sarmiento en uno de sus
artículos polémicos: “Nos hemos visto, pues, metidos y sin saber cómo en
una alta y peliaguda cuestión de idioma, de gramática, de literatura y aún de
sociabilidad, porque tal es el enlace y la trabazón de las ideas, que no es
posible hablar de idioma sin saber quién lo habla o escribe, para qué, para
quiénes, dónde, cómo y cuándo”21 Los vocablos son expresión de una deter
minada cultura, razón por la cual el lenguaje escrito debe asimilarse al cam
bio en las formas fonéticas que son, a su vez, expresión de la cultura nacio
nal. El idioma, además, desde el momento que tiene una intencionalidad,
cumple una finalidad social, lo que Sarmiento llama el “para qué”.
Al margen de la posición doctrinaria sostenida años atrás, Andrés Be
llo intervino en la discusión bajo el seudónimo de “Un Quídam”. Criticando
implícitamente a Sarmiento por mostrarse “tan licenciosamente popular en
cuanto a lo que debe ser el lenguaje”, afirmó: “Si el estilo es el hombre,
según Montaigne, ¿cómo podría permitirse al pueblo la formación a su anto
jo del lenguaje, resultando que cada cual vendría a tener el suyo, y conclui
ríamos por otra Babel? En las lenguas como en la política, es indispensable
que haya un cuerpo de sabios, que así dicte las leyes convenientes a sus
necesidades, como las del habla en que ha de expresarlas; y no sería menos
ridículo confiar al pueblo la decisión de sus leyes, que autorizarle en la
formación del idioma”.22 Bello demuestra así, por una parte, que compartía
23 También cuando evalúa las consecuencias de uno de sus artículos diciendo que “la primera
manifestación que de esta efervescencia ha salido a luz, suscrita por Otro Quídam nos saca
fuera de la cuestión literaria y nos lleva a otra social, a la que iremos de mil amores, porque
lo creemos no solo necesario, sino también útil y laudable. Ver “El Comunicado del Otro
Quídam”, El Mercurio de Valparaíso, 3 de junio de 1842.
SEGUNDA PARTE / CAP. V / ORTOGRAFIA Y LENGUAJE 179
27 Ibid.
28 Cfr. Claude Lefort, Essaissurlapolitique, XIX-XX siécles (París: Editions du Seuil, 1986).
182 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
del mundo hispánico. De allí que los espíritus más progresistas, en su misión
antimonárquica y democratizadora, cuestionaron no sólo el lenguaje como
parte del legado colonial, sino muchas de las instituciones y formalidades
que hasta hacía poco aparecían naturales. Así como el lenguaje pasa a ser
histórico y no natural, otro tanto sucede, por ejemplo, con la Iglesia Católica,
lo que permite entender, en parte, el surgimiento de actitudes contestatarias
cuya crítica a la Iglesia se enmarca dentro de un rechazo anterior a España.
Naturalmente, dentro de su visión hegemónica del poder, la clase
dirigente chilena consideraba natural su control del proceso de creación de
una identidad nacional. Por otra parte, su actitud mesurada y temerosa ante
el cambio imponía la gradualidad a que hemos aludido en otra sección, al
mismo tiempo que recomendaba la reducción de los ámbitos de cambio a
fin de impedir que abarcase a la sociedad en su totalidad. De allí que, salvo
en el plano político, la autoridad tradicional española era raramente desafia
da, pues se entendía que Chile seguía perteneciendo a una cultura definida
en la península. El pensamiento emancipador había abierto algunas com
puertas, al incluir en sus lecturas a autores ingleses y franceses. Su influen
cia, sin embargo, se había limitado hasta ese momento a la discusión políti
co-institucional, y en ese ámbito había cumplido su función para la defini
ción republicana de la clase dirigente.
En la polémica literaria, Sarmiento introduce una nueva área en la
cual la autoridad hispánica es puesta a prueba. Considera que uno de los
primeros pasos en la constitución de una identidad nacional es la elabora
ción de un canon intelectual y valórico propio. Dice: “Un idioma es la expre
sión de las ideas de un pueblo; y cuando un pueblo no vive de su propio
pensamiento, cuando tiene que importar de ajenas fuentes el agua que ha de
saciar su sed, entonces está condenado a recibirla con el limo y las arenas
que arrastra en su curso”. Para mayor claridad agrega: “El pensamiento está
fuertemente atado al idioma en que se vierte, y rarísimos son los hábiles
disectores que saben separar el hueso sin que consigo lleve tal cual resto de
la parte fibrosa que lo envolvía”.29 El problema es que, a su juicio, el idioma
español “ha dejado de ser maestro para tomar el humilde puesto de apren
diz”, quedando sujeto a las influencias de idiomas extranjeros, particular
mente el francés, que han concebido nuevas ideas y creado los medios para
expresarlas. Volviendo al origen de la polémica, Sarmiento justifica la intro-
30 Ibid.
31 Ibid.
32 La Revista Católica, n° 49, 21 de diciembre de 1844. A Guizot se le citó a menudo en
referencias contrarias a España. Particularmente Sarmiento, en su Memoria, le recuerda
afirmando que España no ha aportado nada a la civilización occidental. En el mismo tenor,
durante la polémica referente a la Memoria citó a Lamennais como afirmando que “Después
de siglos de gloria en todo género... de haber producido una de las más bellas literaturas de
Europa... ha caído poco a poco la España en un letargo tan profundo que bajo este respecto
no se le puede comparar con ningún otro país.” Domingo Faustino Sarmiento, Obras Completas,
op. cit., tomo V, p. 125.
184 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
excesos a que condujo y que parecen inherentes a todo cambio brusco, así
como a las condiciones sociales que impiden aplicar a la realidad chilena
ideas congruentes con la realidad francesa.33 Nuestro país no contaba con un
pueblo capaz de asimilar ideas que por el momento eran patrimonio de la
elite. El mismo García del Río, director del Museo de Ambas Américas y
colega de Bello en sus reflexiones ortográficas de Londres, reprodujo un
artículo del Journal des Débats, donde se aclaraba que “las clases superiores
no pueden enseñar al pueblo sino lo que ellas mismas saben; y pudiera
temerse que la instrucción primaria fuese para las masas la iniciación penosa
y peligrosa a la vez en esas ideas de libertad sin contrapeso, cuya esterilidad
comienzan a sentir las clases más elevadas de la sociedad, y de cuya carga
procuran aligerarse”.34 Es a este discurso de la prudencia al que Sarmiento
desafía en todas sus letras, especialmente cuando vincula a España con el
pensamiento retrógrado y con el espíritu colonial. La modernidad, según la
concepción que él defiende, no puede llegar por vía hispánica. Aun más, la
modernidad requiere modificaciones en el lenguaje y en sus formas expresi
vas. Lo retrógrado es lo español. “Es, pues, un sentimiento colonial el que,
envuelto en el ropaje del patriotismo”, ha hecho que Bello se oponga a la
adaptación del lenguaje y de la ortografía a la cultura nacional.35 Es, en
definitiva, a juicio de Sarmiento, la negación del principio de libertad que
privilegia las ideas, dejando que éstas se expresen de una manera más com
prensible para la mayoría. Como dirá en un artículo posterior: "... desde el
momento que por mutuo acuerdo una palabra se entiende ya es buena..”. Y
consagrando la necesidad de la aplicación del ideario moderno, agregó a
propósito del Discurso Inaugural de la Sociedad Literaria por Lastarria: “Se
ha dicho que la literatura es la expresión del progreso de un pueblo. Ahora
bien, marchar en ideología, en metafísica y en política, aumentar ideas nue
vas a las viejas, y pretender estacionarse en la lengua que ha de ser la
allá que lo que nuestra naciente civilización exige, los arcanos del idioma, y
haber hecho gustar a nuestra juventud del estudio de las exterioridades del
pensamiento, y de las formas en que se desenvuelve en nuestra lengua, con
menoscabo de las ideas y de la verdadera ilustración...”39 Los luchadores se
retiraron, y el tema quedó pendiente, sobre todo para Sarmiento, que perse
veró en la meditación en torno a la reforma ortográfica que facilitaría el
acceso de las mayorías a la educación. Su trabajo adquirió forma al año
siguiente, cuando el 17 de octubre presentó a la Facultad de Humanidades
de la Universidad de Chile su Memoria sobre Ortografía Americana.
Mientras tanto, Bello mantuvo su tono pausado, y su rol de liderazgo
intelectual se vio confirmado cuando asumió como Rector de la Universidad
de Chile. En el discurso que pronunció en la Instalación de la Universidad, el
maestro confirmó su altura de miras respecto de los temas en disputa y su
espíritu conciliador. Al mismo tiempo que rechazaba todo purismo exagera
do en materia de idioma, defendía la necesidad de normar las nuevas adqui
siciones idiomáticas. “Pero se puede ensanchar el lenguaje, se puede
enriquecerlo, se puede acomodarlo a todas las exigencias de la sociedad, y
aun a las de la moda, que ejerce un imperio incontestable sobre la literatura,
sin adulterarlo, sin viciar sus construcciones, sin hacer violencia a su ge
nio”.40
La Memoria de Sarmiento tuvo su origen en otras investigaciones y
obras, entre ellas, su Métodos de Lectura Conocidos y Practicados en Chile,
donde discute el problema de división de sílabas. De ahí surgió posterior
mente su idea de publicar un Silabario. La Memoria, culminación de su
reflexión sobre el tema, parte con una denuncia a la imposición de reglas
“tiránicas” del idioma en España, las cuales alcanzaron su clímax, a su juicio,
con la Inquisición, que impone una vuelta al latín como lengua docta y el fin
de todo pensamiento racional. “La España, gracias a su inquisición, no ha
tenido un solo escritor de nota, ningún filósofo, ningún sabio; y el desgracia
do Cervantes hundió con él en su tumba la única joya que podía ostentar la
nación más pobre de escritos que se conoce”.41 Citando la famosa frase de
Larra, “lloremos y traduzcamos”, Sarmiento justifica la separación definitiva
42 Ibid.
43 Ibid., p. 33.
44 Minvielle a Sarmiento, Santiago, 20 de octubre de 1843. En Domingo Faustino Sarmiento,
Obras Completas, op. cit., tomo IV.
45 La Gaceta, Santiago, 31 de octubre de 1843. Domingo Faustino Sarmiento, Obras Completas.
op. cit., tomo IV, p. 81
188 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
46 El Progreso, Santiago, 22 de febrero de 1844. En Sarmiento, Obras Completas, op. cit., tomo
IV, p. 173.
47 El Progreso, Santiago, 5 de diciembre de 1843. En Domingo Faustino Sarmiento, Obras
Completas, op. cit., tomo IV, p. 133.
SEGUNDA PARTE / CAP. V / ORTOGRAFIA Y LENGUAJE 189
5. El desenlace
En abril de 1844, la Facultad de Humanidades de la Universidad de
Chile emitió su parecer sobre la Memoria propuesta por Sarmiento, en un
informe dirigido al rector Andrés Bello, firmado por el decano, Miguel de la
Barra, y por Antonio García Reyes, secretario. La propuesta fue acogida con
reservas, ya que “por más deseable que sea el arreglo lógico de la ortografía
basado sobre la pronunciación, cree (la Facultad) que no puede adoptarse
sin graves inconvenientes de la manera repentina y absoluta que el señor
Sarmiento propone”. Se preguntan los examinadores: “¿No será tal vez im
prudente dar el ejemplo de un rompimiento brusco con las convenciones
universales de los pueblos españoles en punto a ortografía?” Y responden:
“Depóngase ese respeto conservador que se guarda hasta el día a las con
venciones; ábrase la puerta a la ancha libertad de pensamiento y de obra que
estas materias permiten, y en breve, cada pueblo, cada cuerpo literario, cada
escritor adoptará su sistema, y la ortografía del castellano se convertirá en un
caos que los más hábiles y poderosos ingenios no podrán reorganizar”. Más
adelante dice: “La Facultad cree que la reforma ortográfica debe hacerse por
mejoras sucesivas. Esta ha sido la marcha que ha llevado especialmente en el
presente siglo, marcha prudente que no violenta el curso de las cosas huma
nas; que concilia todos los intereses, y que sin causar controversias estrepito
sas ha ido insensiblemente operando el convencimiento general hasta per
mitirnos en el día usar una ortografía depurada de muchos de los defectos
que dominaban en el siglo anterior”.54
55 Esta polémica también se relaciona con la disputa política entre los ministros Montt e Irarrázaval,
representantes de las dos tendencias antagónicas que comienzan a perfilarse al interior del
gobierno. Sarmiento había optado por la defensa de Montt desde El Progreso, mientras
Lastarria, desde El Siglo, tomaba el partido de Irarrázaval.
’6 Correspondencia entre Sarmiento y Lastarria, 1844-1888 (Buenos Aires: s/e, 1954) , p. 25.
’7 El Mercurio de Valparaíso, 2 de mayo de 1844 . El destacado es del autor.
SEGUNDA PARTE / CAP. V / ORTOGRAFIA Y LENGUAJE 193
*
El proceso de independencia había dejado un “espacio vacío” donde
cabían todos los experimentos políticos, sociales y culturales que la teoría
política ponía en boga en la Europa ilustrada y liberal. Permitía que se expre-
sara con agudeza, sin embargo, el conflicto entre tradición y modernidad;
entre la teoría y la práctica, tan agudo en hombres como Bello, conflicto que
anteriormente podía darse con impunidad bajo el alero de un orden estable
cido desde la cúpula. Desapareciendo la antigua dirigencia, como es natural,
la preocupación de las clases dirigentes se vuelca hacia el problema del
poder, de su poder como reemplazante legítima de la elite removida, y al
sustento de una cultura de elite que irradiase, a su medida, hacia los sectores
más bajos de la sociedad. De ahí surgía el sentido del debate en torno a la
contradicción entre la inevitabilidad del cambio y el deseo de gradualidad;
entre la forzosa y necesaria incorporación de nuevos sectores de la sociedad
y la voluntad de control y freno para evitar desbordes. De esa dialéctica se
desprende la preocupación con las reformas en todos los ámbitos, en la
medida que están conscientes que lo que llamaban la “modificación de las
costumbres”, o “el espíritu civilizador”, tenía una injerencia directa sobre las
instituciones de las que hacían pender su poder. De allí el discurso de la
prudencia en Andrés Bello y sus discípulos, la búsqueda del equilibrio que
permitiese la mantención del respeto a los elementos consensúales a que
nos hemos referido, abriéndose al mismo tiempo hacia las reformas que se
perciben como necesarias. Sintomático de este problema es el siguiente tex
to de El Progreso-, “Tienen las naciones ciertos momentos de desaliento,
después de ensayos infructuosos para progresar, que se revelan en todos sus
actos y en todas sus opiniones, y en este caso se halla Chile; el justo medio,
el eclecticismo está a la orden del día, en política, en progreso, en literatura.
La palabra innovación hace encoger de hombros aun a los espíritus más
ardientes, y no es raro que sin apercibirse de ello, desmienten en la práctica
lo que reconocen en la teoría”.58
Sarmiento figuraba, en estos años, entre aquellos que querían llevar la
teoría a la práctica. Su proposición de reforma ortográfica fue uno de esos
intentos, del cual no necesariamente salió como triunfador, ya que se impu
so la noción de la gradualidad en el cambio que, al menos en apariencia, era
la bandera de sus contendores. De hecho, Bello había defendido, veinte
años antes, que las reformas se aplicaran en dos etapas. En 1844, cuando la
1. El Movimiento Romántico
“¿Enamoras: Eres romántico? ¿No enamoras: Romántico. ¿Vives a la
fasionable? ¡Qué romántico! ¿Vives a la bartola? Idem pero ídem. ¿Usas cor
sé, pantalón a la fulana, levita a la sutana y sombrero a la parejana? Ro
mántico. Tienes bigotes con pera, pera sin bigotes y patillas a la patriarcal?
Romántico refinado. ¿Cargas bastón gordo y nudoso a la tambor mayor? No
hay más que hacer. ¿Te peinas a la inocente? No hay más que desear. ¿Hueles
a jazmín, o hueles pero no a jazmín? ¿Te pones camisa, sin cuellos, o cuellos
sin camisa? ¿Sabes saludar en francés? II suffit. Tu est fierment romantique”.
Escribiendo bajo el seudónimo Jotabeche, el humor y la ironía del escritor de
Copiapó, José Joaquín Vallejo, maestro del costumbrismo en la Generación
de 1842, nos introduce en la complejidad, incomprensiones y malos entendi
dos que provocaba el movimiento romántico en Chile.1
“Para las niñas una rosa acomodada en el seno con cierta coquetería
y misterio, unos tirabuzones largos y flotantes en su sexo (sic), y en el opues
to bando una corbata anudada con descuido, posturas naturalmente negli
gentes y lenguaje culto sin parecerlo es lo más romántico que jamás han
visto. Para los viejos es romántico todo lo absurdo y todo lo exagerado, las
doctrinas nuevas, la moda y los principios liberales: los jóvenes llaman clási
cas a las feas, a las medianamente viejas y a la Cuaresma, cierta clase de
casadas, etc.”.2 Es Sarmiento quien esta vez usa de lenguaje jocoso para
3 María ele la Luz Hurtado, Teatro Chileno y Modernidad: Identidad y Crisis Social (Santiago:
Gestos, 1998), p. 50.
4 Ibid., p. 51.
5 Cfr. Arturo Andrés Roig, “Andrés Bello y los Orígenes de la Semiótica en América Latina”, en
Cuadernos Universitarios, n° 4 (Quito: Ediciones Universidad Católica, 1982).
SEGUNDA PARTE / CAP. VI / LITERATURA Y LIBERTAD: EL ROMANTICISMO 197
6 Cfr. Oscar Godoy, “Idea de Nación”, en Revista Universitaria, n° 37 (1992), p. 27; para el caso
latinoamericano, Pilar González-Bernaldo, “La Nación como Sociabilidad. El Río de la Plata,
1820-1862”, en Frangois-Xavier Guerra y Mónica Quijada (coords.), Imaginarla Nación, op.
cit., p. 179; y José Carlos Chiaramonte, “En Torno a los Orígenes de la Nación Argentina”, en
Marcello Carmagnani, Alicia Hernández Chávez, Ruggiero Romano (coords.), Para una Historia
de América, II, op. cit.
7 Bernardo Subercaseaux, Lastarria, Ideología y Literatura, op. cit., p. 61.
8 José Victorino Lastarria, Recuerdos Literarios, op. cit., p. 97.
9 Cfr. Leopoldo Zea, The Latín American Mind (Oklahoma: University of Oklahoma Press,
1963), p. 15 y sgts. También Bernardo Subercaseaux, Lastarria: Ideología y Literatura...,
op. cit.
198 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
10 Sobre la influencia que produjo Lamartine entre los jóvenes intelectuales chilenos el más
importante testimonio se encuentra en la obra del historiador Benjamín Vicuña Mackenna,
Los Girondinos Chilenos, op. cit.
11 Bilbao a Pinto, 28 de febrero de 1843, SMA 7107.
12 Según el pensador José Enrique Rodó, Esteban Echeverría fue el autor del primer ejemplo de
emancipación de la fantasía poética, y precursor de la generación romántica chilena de 1842,
con su poema La Cautiva, publicado en 1837. Cfr. Milton Rossel, “La Polémica del
Romanticismo”, Atenea, tomo LXXXV1I, n° 265 (julio 1947).
13
Juan Bautista Alberdi, Obras Postumas, vol. XV, p. 295. Citado por Raúl A. Orgaz, Sociología
Argentina (Córdoba: Assandri Editores, 1950 ), p. 348. Las ideas socialistas de Saint-Simon y
sus seguidores se publicaban en la Revue Encyclopedique y en Le Globe. En 1844 Francisco
ilbao pedía a su amigo Aníbal Pinto (futuro Presidente de Chile) que le enviara las revistas
mencionadas, “sobre todo lo que tenga relación con Leroux o la religión’’. Bilbao a Pinto, 19
de agosto de 1844, SMA 7102.
SEGUNDA PARTE / CAP. VI / LITERATURA Y LIBERTAD: EL ROMANTICISMO 199
14 Juan Bautista Alberdi, “Prólogo” a “Los Ideales de Mayo y la Tiranta” de Esteban Echeverría,
citado en Leopoldo Zea, The Latín American Mind, op. cit., p. 23
15 José Victorino Lastarria “Discurso Inaugural de la Sociedad Literaria”. En Recuerdos Literarios,
op. cit., p. 103-
200 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
todos los sectores que conformaban la elite del país, la orientación que
asumiera la cultura se convertía en fundamental, en la medida que se reco
nocía que de sus valores se desprendían consecuencias que afectaban el
poder del grupo dirigente.
La polémica en torno al romanticismo, que involucró a la generación
liberal de 1842, tuvo como sustrato el punto de vista común a toda la elite en
torno a la concepción utilitaria de la cultura. Surgió, en realidad, por la
lectura del contenido socio-político del texto romántico más que por un
problema de crítica literaria. Y en esto, los americanos nuevamente se distin
guen de los europeos, en la medida en que incluso novelas de tesis euro
peas, como las escritas por Víctor Hugo, Eugéne Sue, y George Sand, recubren
lo ideológico con pasiones y suspenso, revelando, como dice Bernardo
Subercaseaux, fe en la literatura y en la imaginación, una creencia en la
misión profética del escritor.16 En Hispanoamérica, particularmente en Chile,
el romanticismo sirvió propósitos de reivindicación de una autonomía inte
lectual, y de creación de una identidad cultural.17 Proporciona, o más bien se
cree que autoriza, una libertad de expresión y formal que complementa la
libertad de pensamiento que exhibe la nueva generación. Cuando se produ
ce el conflicto en torno al romanticismo, se trata de alguna manera de una
reedición de la disputa entre el predominio de las instituciones o de las
costumbres como agentes del cambio social. La libertad de expresión, la
“licencia” formal, podría constituir el antecedente que, como las costumbres,
precede el cambio, imprimiéndoles un carácter ante el cual las instituciones
acaban doblegándose. En los capítulos anteriores hemos sostenido que en
1842 el sistema político-institucional concebido y construido por la clase
dirigente no presentaba grietas que alertaran contra posibles desafíos. El
problema del romanticismo, como el de la lengua, indican que la clase diri
gente chilena estaba alerta no sólo hacia los desafíos a su poder factual, sino
también a aquellos que atentaban contra los principios que inspiraban el
consenso tácito que regía en su interior, y sobre el cual reposaba el aparato
institucional su sustrato valórico. La concepción utilitaria de la cultura impo
nía una visión que establecía vínculos entre la innovación en este rubro y el
cambio social, aunque sólo fuera comprensible para una cúpula intelectual.
Ellos se erigían, sin embargo, en guardianes del “orden”, estableciendo los
límites a la discusión y autorizando una mayor o menor difusión según su
participación como contendores o jueces. Los contenidos románticos no eran
nuevos en el Chile de 1842; sin embargo, en esa fecha despertaron pasiones
cuya motivación queremos indagar.
Efectivamente, la lucha entre clásicos y románticos había estallado en
Francia entre 1820 y 1822 por varias obras, entre las que destacan las Medi
taciones de Lamartine, las Poesías de Alfredo de Vigny, las Odas y el prólogo
a la obra Cromwell de Víctor Hugo. Cuando el eco de las disputas llegó a
Chile, Andrés Bello simpatizó con el romanticismo como movimiento libera
dor del arte. Dos años y meses después del estreno en Francia de Hernani
de Víctor Hugo (1830), Bello escribía en El Araucano-, “Se ha reconocido,
aun en París, la necesidad de variar los procederes del arte dramático; las
unidades han dejado de mirarse como preceptos inviolables. Las reglas no
son el fin del arte, sino los medios que él emplea para obtenerlos”.18 En ese
mismo año de 1833, en parte a causa de este artículo, desde las columnas de
El Araucano, Bello entró en polémica con el periódico El Correo, acusado de
querer introducir el romanticismo y la licencia en el país.19
En esta primera polémica, Bello figuró en el banquillo de los acusa
dos, si bien su posición distaba mucho de una defensa acérrima del roman
ticismo y, más aún, de un rechazo a todas las reglas. Sus inclinaciones por la
literatura romántica decían relación con la posibilidad de escapar a la obser
vancia estricta de los tres
i órdenes, y obtener así una mayor libertad creadora.
Por ahora, su visión del romanticismo no le permitía considerarlo un desafío
en sus implicancias o, si se lo sugería, le aparecía suficientemente remoto
como para merecer tomarlo en cuenta, como un peligro eventual contra una
estructura de poder, que Bello consideraba natural y afiatada. Evidentemen
te, la mayor apertura hacia una libertad literaria no implicaba necesariamen
te licencia para el cambio socio-político. Por eso, Bello pudo exteriorizar su
2. Literatura y sociedad
Si el movimiento romántico era tema conocido para la sociedad y la
intelectualidad chilena desde 1830, resulta curioso que una polémica sobre
su relación con la cultura y la sociedad tuviese que esperar hasta 1842. Llama
doblemente la atención si se considera que la disputa entre clásicos y román
20 Miguel Luis Amunátegui se refiere así al poema: “Podría decirse, si fuera permitida la expresión,
que es una poesía románticamente clásica. Puede decirse con entera exactitud que es una
poesía compuesta fuera de las preocupaciones e influencias de toda secta literaria, en que se
respetan con los clásicos las leyes eternas del arte, en que se buscan con los románticos los
nuevos horizontes abiertos al ideal artístico por la civilización moderna”. De la Influencia de
don Andrés Bello en los Orígenes del Movimiento Intelectual de Chile de 1842 (Santiago: S/I,
S/F). pp. 69-70.
21 El Crepúsculo, Santiago, 1 de octubre de 1843, p. 245.
22 Ibid., p. 237.
SEGUNDA PARTE / CAP. VI / LITERATURA Y LIBERTAD: EL ROMANTICISMO 203
ticos había terminado hacía casi una década, y que si bien los intelectuales
chilenos habían adoptado con gusto ciertos rasgos del romanticismo que
expresaban sus preocupaciones de fondo, ni Bello ni sus discípulos se con
virtieron en defensores a ultranza de la nueva escuela. Efectivamente, Bello
siempre condenó la tendencia de algunos a caer en la cursilería. Por su
parte, el principal opositor al romanticismo, Salvador Sanfuentes, reconocía
a éste sus ventajas. De la misma manera como se enfrentó a Sarmiento como
anti-romántico, al final de la polémica asumió una postura ecléctica, y criticó
el clasicismo riguroso en duros términos: “Nadie estará tal vez mas fastidiado
que nosotros de los innumerables sonetos llorones a Filis, de las insulsas
églogas pastorales, de los poemas cristiano-mitológicos, y de las ridiculas
odas amorosas que inundaban no ha mucho el parnaso español”.23
Incluso Sarmiento, líder con López de la facción considerada pro
romántica, aparece ambiguo en su posición. De hecho, un año antes de la
polémica, a propósito de la exhibición de La Nona Sangrienta, hizo gala de
toda su ironía para ridiculizar la obra desde el título mismo. “Catacumbas,
venenos, espectros, fantasmas, el desconocido, la visión, llamas, la víctima,
los gitanos, el puñal, la muerte, el lecho nupcial, lo horroroso hasta no más,
la desesperación, la fatalidad, todos los elementos, accidentes e incidentes
que acompañan el drama de nuestros días, lo romántico en fin, porque La
Nona Sangrienta es un drama romántico desrrejado y desaforado a más no
poder”.24 Sarmiento declaró en innumerables ocasiones su desprecio por un
movimiento que consideraba ya superado por la historia. Su posición, sin
embargo, aparece como pro-romántica, en la medida en que comparte las
insinuaciones sociales y la disposición al cambio que se desprenden del
contenido romántico, así como la liberalidad en las formas, las cuales consi
deraba que permitían la expresión de sentimientos y valores, entre ellos
socio-políticos, hasta ese momento excluidos del canon literario.
La problemática en torno al romanticismo en Chile requiere por lo
tanto de un análisis que considere, al menos, dos niveles. El primero se
refiere al movimiento romántico propiamente tal, a los valores que propug
nó y sus implicancias socio-políticas. El segundo se vincula con el discurso
23 Citado en Hugo Montes y Julio Orlandi, Historia de la Literatura Chilena (Santiago: Zig-Zag,
1974).
24 “La Nona Sangrienta”, El Mercurio de Valparaíso, 29 de agosto de 1841. Cfr. Domingo Faustino
Sarmiento, Obras Completas, op. cit., tomo X, p.110.
204 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
25 Cfr. Mario Góngora, Civilización de Masas y Esperanza. Y Otros Ensayos. (Santiago: Vivaría,
1987), en particular: “Romanticismo y Tradicionalismo”.
SEGUNDA PARTE / CAP. VI / LITERATURA Y LIBERTAD: EL ROMANTICISMO 205
28 Los capítulos 1 y 2 analizan en detalle el contexto histórico del período respecto de los
problemas que nos ocupan.
29 Pedro Félix Vicuña, Vindicación de los Principios e Ideas que han servido en Chile de apoyo
a la Oposición en las Elecciones Populares de 1846 (Lima: Imprenta del Comercio, 1846).
30 Cfr. capítulo 3-
SEGUNDA PARTE / CAP. VI / LITERATURA Y LIBERTAD: EL ROMANTICISMO 207
0
ciones. La complejidad del movimiento romántico permitía que todos los
bandos se sintieran interpretados por diversos matices dentro de un universo
que daba lugar, por una parte, a la expresión de visiones conservadoras y
tradicionalistas como por ejemplo la revalorización de las virtudes del espíri
tu caballeresco y del sentimiento religioso, y por otra, a demandas propias
de los elementos más progresistas, especialmente aquellas que se referían a
la incorporación social y democratización de la sociedad. Ejemplo de esto
último es la lectura de obras como el Ruy Blas de Víctor Hugo, donde pare
cen derribarse barreras entre clases sociales. En definitiva, esta versatilidad
que permitía el movimiento romántico, sumada a que la elite chilena había
adoptado posturas más propias de un “liberalismo cauto” que de un conser
vadurismo, permite aproximarse al conflicto en torno al romanticismo como
una polémica al interior de un consenso, que reflejó muy bien los problemas
de gradualidad en el cambio, de democratización de la sociedad, y de ten
sión por la influencia de la cultura en la conformación de nuevas estructuras
de poder.31
31 Mario Góngora, Civilización de Masas y Esperanza, op. cit. Respecto del romanticismo, las
diferencias entre liberales y conservadores en Chile se plantean alrededor de sus referentes
europeos. Los primeros adoptan preferentemente el romanticismo social francés con su
motivación por la libertad, y los segundos se inclinan hacia el costumbrismo español, cuyo
pensamiento se expresa en los escritos de Vallejo, Pérez Rosales y José Zapiola, Cfr. Hernán
Godoy, La Cultura Chilena..., op. cit., p. 330.
208 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
32 Refiriéndose a la polémica del romanticismo, Encina acota: “El romanticismo había sido sólo
el pretexto de un choque que obedecía a rivalidades nacionales y al amor propio irritado.
(...) Vicente Fidel López, en vez de buscar el gusto del público y halagarlo, lo trató de alto
abajo (...) Vallejo se burló de él en términos crueles y Salvador Sanfuentes arremetió con
acritud contra el malhadado artículo”. Francisco Antonio Encina, op. cit., tomo 12, pp. 427-
433-
33 Citado en Alberto Edwards, “Jotabeche”, estudio crítico y biográfico, en Biblioteca de Escritores
de Chile, Obras de don José Joaquín Vallejo, (Santiago: Imprenta Barcelona, 1911), p. xxvi.
SEGUNDA PARTE / CAP VI / LITERATURA Y LIBERTAD: EL ROMANTICISMO 209
progreso. Para quienes lo tenían más claro, como Juan Bautista Alberdi, el
progreso significaba “la extensión de los principios de nuestra revolución
democrática, al dominio de la literatura y de la lengua; un paso más, una faz
nueva, digámoslo así, del cambio de 1810; es la revolución hecha en la
expresión (la literatura), después de haberse hecho en la idea (la socie
dad)...” Y citando a Larra, agrega: “Libertad en literatura como en las artes,
como en la industria, como en el comercio, como en la conciencia. He aquí
la divisa de la época...”44 Planteada esta definición libertaria de la época,
parece lícito que la clase dirigente chilena se pregunte si corresponde discu
tir, como reflejo de la época, posibilidades que parecen totalmente excedi
das de cualquier realismo y, más aún, de cualquier proyecto democratizador
que ella contemple, como por ejemplo la posibilidad de que las clases infe
riores gocen de derechos al margen de la gradualidad dictada por el instinto
de sobrevivencia del grupo dirigente.
No por acaso, la polémica culminó con un llamado generalizado hacia
la fijación de límites. Se imploraron límites a la acción de la prensa y a todas
las formas polémicas, especialmente por parte de los más conservadores,
cuyo universo valórico parece haber sido el más tocado. En una intervención
mediadora y final, Antonio García Reyes, parlamentario y futuro autor de la
Memoria presentada ante la Universidad de Chile sobre la Primera Escuadra
Nacional, acusó a Sarmiento de aplicar tácticas inmorales. Dijo también: “En
vez de polémicas, se ha excitado una riña de puñal, en vez del tono comedi
do que la educación recomienda, se ha empleado la manera de la plebe
soez...”45 La polémica sobre el romanticismo, a juicio de los sectores más
conservadores, estaba a punto de abandonar el ámbito literario que le había
dado lugar y posibilidad. Como lo afirmara Sarmiento hacia el final de la
polémica, “la cuestión del romanticismo ha sido, sin embargo, de mucho
provecho. Bajo la apariencia de una cuestión literaria, se han desarrollado
principios sociales que le importa a la juventud estudiosa no perder nunca
de vista; y se han despertado esas dos tendencias que se hacen la guerra en
todas las sociedades y que en la nuestra parecían estar adormecidas, a saber,
la del progreso, la del statu quo”.46
44 Juan Bautista Alberdi, “Algunas vistas sobre la Literatura Americana”, Revista de Valparaíso,
tomo I, n° 6 (julio de 1842).
45 “Cuestión Literaria”, El Semanario de Santiago, n° 4 (4 de agosto de 1842).
46 “Segunda Correspondencia de un Imparcial”, El Mercurio de Valparaíso, 7 de agosto de
1842.
214 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
í'~i Ver Alejandro Fuenzalida Grandón, Lastarria y su Tiempo (Santiago: Imprenta Universo,
1909)
48 La Gaceta del Comercio, Valparaíso, 9 de agosto de 1842. Este artículo ha sido atribuido a
Vicente Fidel López, pero Norberto Pinilla, en La Polémica del Romanticismo de 1842, op.
cit., lo desmiente.
SEGUNDA PARTE / CAP. VI / LITERATURA Y LIBERTAD: EL ROMANTICISMO 215
49 “Chateaubriand y su influencia sobre la literatura francesa “El Museo de Ambas Américas, op.
cit., tomo III, n° 30, pp. 235-243. Es probable que este artículo, que aparece sin firma,
pertenezca al director de la publicación, Juan García del Río, autor de 230 de los 251 artículos
que publicó la revista.
216 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
50 Andrés Bello, “Juicio Crítico a Don José Gómez de Hermosilla”, Obras Completas, op. cit.,
vol. VII, p. 265.
51 Anónimo, La Gaceta del Comercio, Valparaíso. 9 de agosto de 1842. Se le ha atribuido a
Vicente Fidel López, pero Norberto Pinilla lo desmiente.
52 Domingo Faustino Sarmiento, El Mercurio de Valparaíso, 25 de junio de 1842. El artículo era
una protesta contra la decisión de la Municipalidad de Valparaíso de no construir un teatro
en la ciudad.
SEGUNDA PARTE / CAP. VI / LITERATURA Y LIBERTAD: EL ROMANTICISMO 217
53 Juan Bautista Alberdi, “Algunas vistas sobre literatura americana Revista de Valparaíso,
tomo I, n° 6 (julio de 1842).
54 Vicente Fidel López, “Clasicismo y Romanticismo “ Revista de Valparaíso, tomo I, n° 4 (mayo
55 Juan Bautista Alberdi, “Algunas vistas sobre literatura americana”, Revista de Valparaíso,
tomo I, n° 6 (julio de 1842), p. 117.
56 Ibid., p. 119.
’7 Bernardo Subercaseaux, Lastarria, Ideología y Literatura, op. cit.
’8 Francisco de Paula Matta, “Boletín Dramático”, El Crepúsculo, Santiago, n° 3 (1 de agosto de
1843), p. 103.
SEGUNDA PARTE / CAP. VI / LITERATURA Y LIBERTAD: EL ROMANTICISMO 219
59 Ihid., p. 106.
VII
Realidad e interpretación: Visiones sobre
el pasado alteran el presente y el futuro
1 Diego Barros Arana, Un decenio en la Historia de Chile, op. cit., tomo I, p. 541. Francisco
Antonio Encina y Leopoldo Castedo, Resumen de la Historia de Chile, op. cit., tomo II,
p. 1030.
2 Su obra consta de 16 volúmenes sobre botánica y zoología, publicados entre 1845 y 1854;
dos grandes volúmenes, con láminas de carácter geográfico, zoológico, botánico e histórico,
el Atlas de la Historia Física y Política de Chile publicado en París en 1854, y su Historia
Física y Política de Chile, publicada también en París entre 1844 y 1848.
222 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
2. La filosofía de la historia
Que la clase dirigente chilena tuviese especial interés en la reivindica
ción de los estudios históricos se explica, en parte, al tomar en cuenta, en
primer lugar, el auge que esta disciplina había tenido en Europa, en particu
lar desde la Revolución Francesa, y los debates que motivaba la “filosofía de
la historia”, tema predilecto de filósofos, juristas, teólogos e historiadores. Es
también fundamental considerar que al interior del espacio vacío que había
dejado en América la pérdida de la legitimidad monárquica latía una enorme
voluntad de reinstalación de vínculos que permitieran recomponer o que
brar definitivamente con elementos discursivos referidos a realidades socio-
políticas y culturales de la metrópoli. La valoración, positiva o negativa, de la
experiencia histórica reciente, más allá del mero relato de los hechos como
lo sugería la filosofía de la historia, otorgaba al discurso histórico una por
ción de autoridad sólo comparable con el poder rector que ejercía sobre las
conciencias el magisterio eclesiástico.
Todos los líderes intelectuales del país reconocían, en el plano teóri
co, la importancia de la filosofía de la historia. Aunque luego fuese necesario
desconocer en la práctica lo que se sustentaba en el plano de las ideas, negar
la importancia de la moda europea no era aceptable, menos aún cuando sus
publicistas eran los brahmanes intelectuales de la universidad francesa: Víctor
Cousin, Jules Michelet, Edgar Quinet y Jean-Louis-Eugéne Lerminier. Por su
intermedio, los chilenos recibían además las especulaciones filosóficas e his
tóricas de la intelectualidad alemana e italiana. Quinet produjo la traducción
que dio a conocer a Johann G. Herder, y Michelet hizo accesible La Ciencia
Nueva de Gianbattista Vico. Gracias a ellos, se introdujeron en el vocabulario
culto de la nación términos y frases como “sociabilidad”, “filosofía de la
224 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
6 Fue tal su impacto que El Mercurio debió responder a un reproche de El Araucano cuyo
editor consideraba inaceptable que se hubiese publicado primero en Bolivia la traducción
del Curso de Cousin. El Mercurio se excusó diciendo que quienes se interesaban podían
leerlo en francés. Cfr. El Mercurio de Valparaíso, 28 de mayo de 1845.
7 Las elaboraciones de Edgard Quinet fueron especialmente importantes en relación a la obra
de Francisco Bilbao. Discutiremos sus aportes en el capítulo pertinente. Cfr. Bernardo
Subercaseaux, Lastarria, Ideología y Cultura, op. cit., p. 208; y Raúl A. Orgaz, “Sociología
Argentina” en sus Obras Completas (Córdoba: Assandri 1950), tomo II, capítulo III.
SEGUNDA PARTE / CAP. VII / REALIDAD E INTERPRETACION: VISIONES SOBRE... 225
8 Juan María Gutiérrez, Noticias Históricas sobre el Origen y Desarrollo de la Enseñanza Pública
Superior en Buenos Aires, desde 1767 hasta 1821 (Buenos Aires: Ediciones de la Cultura
Argentina, 1915 ), p. 70.
9 Juan Bautista Alberdi, “Doble armonía entre el objeto de esta institución, con una exigencia
de nuestro desarrollo social; y de esta exigencia con otra general del espíritu humano” en
Félix Weinberg, El Salón Literario de 1837 (Buenos Aires: Hachette, 1977 ), p. 141.
10 José Victorino Lastarria, Recuerdos Literarios, op. cit., p. 58.
226 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION.. / ANA MARIA STUVEN VATTIER
Ambas Américas dedicó diez artículos, a pasar revista a todas las tendencias
de filosofía de la historia. Sin negar la trascendencia de una escuela que
concita atracción en Europa, y suscribiendo la utilidad de la historia, el autor,
seguramente uno de sus propietarios, el colombiano Juan García del Río,
decía añorar el momento en que, “desengañados los pueblos de ilusiones
seductoras y corruptrices, se convenzan que después de todo, la nación más
feliz es aquella cuyas instituciones, a la sombra de un poder más fuerte y
protector ofrecen mayores garantías para el reposo de los ciudadanos, y para
el dulce y apacible cultivo de la industria, las artes y las letras”. Se insiste en
que la moral de la historia debe fundarse siempre “en el respeto debido a la
autoridad legal, ya sea ejercida por reyes en una monarquía o por magistra
dos electivos, y a nombre del pueblo, en una república”.11
La expansión del conocimiento que permitió, por ejemplo, la Socie
dad Literaria, a pesar del reducido número de sus miembros, fue en gran
parte producto de las lecciones privadas que daba Andrés Bello en su casa.12
Aunque el espíritu de renovación que animaba a la Generación de 1842 en
ciernes se desarrolló dentro de los límites de una relación estudiante-alum
no, según Lastarria, fue gracias a las lecturas ilustradas de la futura genera
ción liberal, que bebía de la fuente de la historiografía francesa, que pudo
producirse el despertar del grupo que se interesaría en la historia y la utiliza
ría como elemento de tesis para sustentar sus doctrinas. En opinión de
Guillermo Feliú Cruz, así se da inicio a una modalidad “que no nos es pro
pia. Esa era la tendencia del siglo”.13 Entre las tendencias más importantes
figuraba el romanticismo, el cual valorizó como estímulo en el proceso de
creación de una identidad nacional, los principios de libertad y de autono
mía nacional, que recogió por todas partes la literatura hispanoamericana,
incluyendo a Lastarria. El ensayista uruguayo José Antonio Rodó consideró
que “la obra de reivindicación de la autonomía literaria” debe comprenderse
en sus dos caracteres principales, el sentimiento de la naturaleza y el senti
miento de la historia.14 Ello explica que por lo general coincidiesen en los
mismos jóvenes las preocupaciones literarias e históricas, rasgo propio del
15 Ibid., p. 103.
16 La Gaceta del Comercio, Valparaíso, 31 de mayo de 1842.
228 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
y puros instintos del corazón humano, será sin duda el tema de la Universi
dad en todas sus diferentes secciones”. Bello admitió también explícitamente
en su discurso la existencia del debate planteado por los filósofos de la
historia, su admiración por algunos de sus exponentes, entre ellos el mismo
Herder y Sismondi, y fijó su posición personal sobre la materia: “Yo miro,
señores, a Herder como uno de los escritores que han servido más útilmente
a la humanidad: él ha dado toda su dignidad a la historia, desenvolviendo en
ella los designios de la Providencia, y los destinos a que es llamada la espe
cie humana sobre la tierra. Pero el mismo Herder no se propuso suplantar el
conocimiento de los hechos, sino ilustrarlos, explicarlos; ni se puede apre
ciar su doctrina sino por medio de previos estudios históricos. Sustituir a
ellos deducciones y fórmulas sería presentar a la juventud un esqueleto en
vez de un traslado vivo del hombre social; sería darle una colección de
aforismos en vez de poner a su vista el panorama móvil, instructivo, pinto
resco de las instituciones, de las costumbres, de las revoluciones, de los
grandes pueblos y de los grandes hombres; sería quitar al moralista y al
político las convicciones profundas que sólo pueden nacer del conocimiento
de los hechos...”18
Todo lo anterior afectaba directamente al trabajo historiográfico; por
un lado le otorgaba un marco institucional en qué cobijarse pero, por otro,
imponía sus reglas. El desarrollo de la disciplina al interior de la institución
universitaria requería de la aceptación de metodologías que respondían al
imperativo de la visión del mundo dominante más que a las aspiraciones
específicas de quienes comenzaban a cultivar el género historiográfico, pues
a partir del ingreso al país de la filosofía de la historia, en su apropiación
local, se evidenció que el método empleado influía directamente, e incluso
creaba, una nueva conciencia histórica nacional. Se justifica plenamente, por
lo tanto, la reacción que suscitó el discurso de Bello entre algunos jóvenes
historiadores. El diario El Progreso, por ejemplo, respondió a los pocos días
manifestando su desconfianza hacia el método del Rector, argumentando
que éste parecía confuso sobre lo que se debía creer, y no aportaba un “hilo”
que permitiese salir del “laberinto de las opiniones”. En cambio, “asistiendo
a una obra concluida, a una recomposición de las partes aisladas que él no
pudo encadenar, a esas síntesis de los nuevos escritores, (el lector) domina
18 “Discurso Inaugural del Rector don Andrés Bello pronunciado el 17 de septiembre de 1843”.
en Anales de la Universidad de Chile (1843-1844) (Santiago: 1846).
230 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
ría todo con su vista y hallaría una superficie compacta que le reflejaría los
objetos, un espejo magnífico en que descubriría el cuerpo del pasado, con
su fisonomía, con sus colores”. En definitiva, el redactor opinó que la pro
puesta del Rector le parecía digna de “desecharse”.19
La discusión histórica había trascendido las aulas universitarias, y ya
había invadido otros ámbitos de discusión intelectual, haciendo difícil la
reimplantación de verdades unívocas al respecto. Se le relacionaba con to
dos los aspectos de la cultura y del saber, y las conclusiones que recomenda
ba la escuela filosófica constituían un programa que debía aplicarse en los
establecimientos educacionales. Esa era la opinión, por ejemplo, de Domin
go Faustino Sarmiento y Vicente Fidel López, quienes dirigían el Liceo. En
una cuenta de su gestión anual, publicada en la prensa, expresaron su inten
ción de incorporar un curso de “Historia... arreglado según las teorías filosó
ficas de la escuela moderna, que se proclama con el nombre de filosofía de
la historia y que es tan útil y esencial para adquirir una instrucción sólida y
positiva en todas las ciencias sociales; ciencias que sin este conocimiento no
pueden tener mérito, ni exactitud, y que ni siquiera pueden ser comprendi
das a fondo”.20
Sarmiento, incorporado a la Universidad en 1843 con su polémica
Memoria sobre ortografía, había incursionado en reiteradas ocasiones por la
reflexión histórica, incluso en la prensa. En 1841, uno de sus primeros artícu
los publicados en El Mercurio contenía un itinerario de la investigación his
tórica en las distintas épocas, donde el autor consideraba superadas las eta
pas dedicadas al estudio de los hechos, a crónicas, y a críticas. “Una época
refiere lo que ha visto, otra coordina estos datos en un cuerpo, otra los
compara y los examina, hasta que viene una que los explica y los desenvuel
ve. Tal es la época actual, que se ocupa de explicar los hechos históricos, y
colocarlos, no en el orden cronológico, en que se han sucedido, sino en el
orden progresivo de los desenvolvimientos de la sociedades”.21 En otro artí
culo publicado más adelante en El Progreso, afirmó: “El estudio de la historia
forma, por decirlo así, el fondo de la ciencia europea de nuestra época.
Filosofía, religión, política, derecho, todo lo que dice relación con las institu-
3. La polémica de 1844
El primer discurso histórico leído oficialmente ante las autoridades de
la Universidad de Chile se encomendó a José Victorino Lastarria. No es de
extrañar que el maestro pensara en su discípulo rebelde para esta misión, si
se toma en cuenta que, de alguna manera, la discusión histórica ya había
involucrado a los dos. Relata Lastarria que, en la sesión solemne del 22 de
septiembre de 1844, “la más espléndida que ha habido, como que era la
primera, aquellos graves doctores me oyeron la lectura de la Introducción de
la Memoria con una indiferencia glacial; y sin embargo de que les rogaba
24 “Investigaciones sobre el Sistema Colonial de los Españoles por José Victorino Lastarria”, El
Progreso, Santiago, 27 de septiembre de 1844. Domingo Faustino Sarmiento, Obras Completas,
op. cit., tomo II, p. 217.
25 Vicente Fidel López, “Clasicismo y Romanticismo”, en Norberto Pinilla, La Polémica del
Romanticismo en 1842 (Buenos Aires: Américalee, 1899), p. 26.
SEGUNDA PARTE / CAP. Vil / REALIDAD E INTERPRETACION: VISIONES SOBRE... 233
34 Ibid., p. 18.
35 Ibid., p. 16.
36 Ibid., p. 28.
37 Ibid., p. 33.
38 Ibid., p. 37.
39 Ibid., p. 39.
236 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
Criticó, sin embargo, sus expresiones sobre el legado hispánico con argu
mentos de fatalidad y de oportunidad. “La España ha procedido con sus
colonias como Chile procedería con las suyas, sin otra diferencia que las que
establecerían las luces de la época y las diversas formas de gobierno”. Y
también: “Ese lenguaje era excelente como medio revolucionario; pero trein
ta años después es injusto y poco exacto”.40 Sarmiento entendía que, supera
da la revolución, no parecía conveniente utilizar argumentos que desencade
nasen apetitos de cambio que a la hora no se veían como prudentes. Andrés
Bello también asumió la defensa de la imagen de la Madre Patria apoyándose
en argumentos similares. “La injusticia, la atrocidad, la perfidia en la guerra,
no han sido de los españoles solos, sino de todas las razas, de todos los
siglos...” “los españoles abusaron de su poder... no con impudencia, como
dice el señor Lastarria... sino con el mismo miramiento a la humanidad, con
el mismo respeto al derecho de gentes, que los estados poderosos han ma
nifestado siempre en sus relaciones con los débiles...”41 Demostrando una
visión de la naturaleza humana que justifica plenamente su temor a que
argumentos morales provoquen demandas por un cambio en la estructura
de poder, que afecte a quienes detentan la autoridad heredada de la legitimi
dad hispánica, Bello afirmó: “Los débiles invocan la justicia: déseles la fuerza
y serán tan injustos como sus opresores”.42 La defensa de la imagen de Espa
ña obedeció en parte a una oposición real contra la “leyenda negra” propa
lada por el historiador norteamericano Robertson, pero también, y más ur
gentemente, a que los sectores más conservadores temían los efectos que
pudiese padecer su grupo en el caso de encontrarse un contenido sustitutivo
“liberal” para el espacio vacío que produjo el abandono de las formas de
legitimidad colonial. El temor incluía, además de los contenidos ideológicos
sustitutivos, los referentes culturales. En ese sentido, Francia suponía mayo
res riesgos por su mayor permeabilidad a ideas revolucionarias.
No puede separarse de la discusión sobre el rechazo al vínculo espa
ñol, la denuncia de Lastarria de la opresión de los sectores marginados de la
sociedad, herencia no superada, y que en esos momentos parece dirigida,
con razón, hacia el grupo que detenta el poder. Critica duramente las leyes
impuestas por el conquistador, pero también alude a la estructura social que
43 Ibid., p. 75.
44 José Victorino Lastarria, “Bosquejo Histórico de la Constitución del Gobierno de Chile durante
el primer periodo de la Revolución de 1810 a 1814” en Miscelánea Histórica y Literaria, op.
cit., tomo I, p. 92.
43 Andrés Bello, Obras Completas, op. cit., vol. VII, p. 82.
238 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION.. / ANA MARIA STUVEN VATTIER
46 Ibid., p. 73.
47 José Victorino Lastarria, Recuerdos Literarios, op. cit., p. 198.
SEGUNDA PARTE / CAP. VII / REALIDAD E INTERPRETACION: VISIONES SOBRE... 2J9
51 Ibid.
Ibid., p. 204.
53 Alejandro Fuenzalida Grandón, Lastarria y su Tiempo (Santiago: Imprenta Universo, 1909),
p. 143. Diego Barros Arana, Un decenio en la Historia de Chile, op. cit., tomo II, p. 440.
SEGUNDA PARTE / CAP. Vil / REALIDAD E INTERPRETACION: VISIONES SOBRE... 241
Cristianismo, así como para cuestionar las visiones canonizadas del pasado.
Bello, sin embargo, no consideraba adecuado ahondar en el problema por
las consecuencias que auguraba para el orden establecido. Por ello, prefirió
centrar sus críticas en el problema de la discusión metodológica, como lo
demuestra su artículo publicado en El Araucano en noviembre de 1844. Allí
planteó la preeminencia del conocimiento y de la narración de los hechos
sobre la filosofía de la historia, argumentando que "... no estamos en el caso
de hacer... historia filosófica, sino en el de discutir y acumular datos para
trasmitirlos con nuestra opinión y con el resultado de nuestros estudios críti
cos a otra generación que poseerá el verdadero criterio histórico y la necesa
ria imparcialidad para apreciarlos”.54 Agregó, además, que sólo la atención
de los eventos y personalidades de un período podía producir una historia
elegante, entretenida y moralmente instructiva.
Lastarria optó por marginarse de la polémica. Posteriormente se excu
só apelando al respeto que sentía por su maestro, pero admitiendo que Bello
había prescindido “casi completamente de la cuestión sobre filosofía de la
historia, pues apenas hizo alusión a nuestro sistema, para dar testimonio de
su originalidad, o mejor dicho de su excentricidad”.55 En ese momento se
apoyó, en cambio, en la aprobación de Edgar Quinet, quien conoció su
trabajo a través de Francisco Bilbao, y le citó en su obra El Cristianismo y la
Revolución Francesa (1845). También le envió una carta considerando su
trabajo “de todo punto excelente”.56 La coincidencia en las visiones republi
canas y de rechazo al pasado monárquico había sido más poderosa que las
discrepancias filosóficas entre el apóstol del panteísmo en Europa y quien
decía negar progresivamente el rol de la Providencia en la historia.
La relación entre la lectura que hicieron los miembros más progresis
tas de la sociedad chilena de la filosofía de la historia y sus consecuencias
socio-políticas y culturales se hizo cada vez más evidente después del debate
motivado por las Investigaciones... de Lastarria. Vicente Fidel López, a quien
encontramos escribiendo en las páginas de la Revista de Valparaíso y partici
pando en la polémica sobre el romanticismo, analizó el tema en la Memoria
que presentó a la Universidad de Chile en 1845 para optar al grado de
bachiller en la Facultad de Humanidades, y que tituló: Sobre los Resultados
Generales con que los Pueblos Antiguos han contribuido a la Civilización de
la Humanidad.^ Allí afirmó que “la historia no es otra cosa que la lucha
recíproca que sostienen los que quieren detener el progreso con los que
quieren desatar los lazos que le impiden volar sin obstáculo sobre las alas de
58 López, como Lastarria, estableció un vínculo irreductible entre
la libertad”.57
historia y cambio social, el cual adicionaba nuevos elementos a la definición
de progreso que compartía la intelectualidad decimonónica, y aportaba un
contenido para el espacio transitorio que habitaban las primeras generacio
nes independientes. En su Memoria exponía: “La historia en su conjunto
consiste para mí, en la aparición de los partidos y de las revoluciones que
han modificado la condición moral de la humanidad... Un pueblo estaciona
rio, es decir, un pueblo cuyas ideas estén estancadas siempre en un punto,
es una hipótesis inconcebible, es un contrasentido con las leyes inalterables
de la razón y de la sociedad”. También afirmaba que: “Las revoluciones no
sirven sólo para destruir, sino que ponen también en el caso de reconstruir
lo que antes estaba malo, dando a la sociabilidad bases más anchas y más
sólidas”.59 El ensanchamiento de la base social, que de hecho implicaba una
democratización de la sociedad, encontró amplia acogida, entre otros con
Sarmiento, quien consideró que el trabajo de su colega era “digno de la
pluma de Lerminier o Cousin...”60
4. La Polémica de 1848
En Agosto de 1846, la Facultad de Filosofía y Humanidades de la
Universidad de Chile anunció un certamen cuyo tema debía ser “una compo
sición literaria en prosa o verso, que tenga por asunto un suceso o época de
57 Tanta fue la exaltación e incomprensión que rodeó la filosofía de la historia que, contó
Vicente Fidel López, poco después de presentar su Memoria, tres jóvenes le pidieron que les
hiciera clase de historia. López les habría dicho: “Supongo que ustedes tendrán nociones
generales de historia universal”. “No”, le contestaron, “nosotros no queremos perder el tiempo
en esos fatigosos y aburridos estudios o lecturas de historia, sino aprender filosofía de la
historia”. Diego Barros Arana, Un decenio en la Historia de Chile, op. cit., tomo I, p. 546.
Francisco Antonio Encina y Leopoldo Castedo, Resumen de la Historia de Chile, op. cit.,
tomo II, p. 1032.
58 Anales de la Universidad de Chile (1845-1846), (Santiago: 1846), p. 308.
59 Ibid., p. 310.
60 “Resultados Generales con que los Pueblos Antiguos han contribuido a la Civilización de la
Humanidad. Memoria Universitaria de Vicente Fidel López”, El Progreso, Santiago, 25 de
julio de 1845. Domingo Faustino Sarmiento, Obras Completas., op. cit,, tomo II, p. 291.
SEGUNDA PARTE / CAP. VII / REALIDAD E INTERPRETACION: VISIONES SOBRE... 243
61 Diego Barros Arana, Un decenio en la Historia de Chile., op. cit., tomo II, p. 446. Luz María
Fuchslocher A, “Lastarria en la Universidad de Chile” en Alamiro de Avila Martel et al.,
Estudios sobre José Victorino Lastarria (Santiago: Ediciones Universidad de Chile, 1988).
62 José Victorino Lastarria, Bosquejo Histórico de la Constitución del Gobierno de Chile durante
el Primer Periodo de la Revolución de 1810 hasta 1814 (Santiago: Imprenta Barcelona, 1909).
Prólogo de la edición de 1868.
63 Se refiere a la Memoria presentada a la Universidad en el segundo aniversario de su instalación
por don Diego José Benavente, miembro de la Facultad de Leyes y Ciencias Políticas, con el
título “Memoria sobre las Primeras Campañas de la Guerra de la Independencia de Chile”.
244 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
nos, pues, algunos momentos del mido de las armas... y vamos a estudiar la
constitución del poder que daba movimiento a la sociedad...”64
Aceptando la tesis de que “...es la civilización quien produce las cons
tituciones escritas, y que es un hecho indudable que por ellas pueden cono
cerse el grado de cultura y la situación moral y política en que se halla un
pueblo”, el autor emprendió la defensa de los grupos revolucionarios y con
cluyó con un diagnóstico lapidario del estado de esa civilización. La derrota
que en 1814 restituyó el dominio español en el país parecía, en su análisis, la
consecuencia lógica de la carencia de una verdadera revolución regeneradora
del “espíritu de la sociedad” que la situara en condiciones de superar el
legado del despotismo español. “No había pues un solo elemento de unidad,
un solo interés, un solo principio que pudiera servir de centro a una mayoría
respetable de prosélitos ardientes una vez que desapareciera de la sociedad
el único vínculo que la ligaba a su metrópoli”65
El segundo trabajo histórico de Lastarria justificó nuevamente que el
liderazgo universitario lo analizase en detalle. Si bien ganó el premio al que
postulaba, en parte por ser el único concursante, el Informe que emitió la
Comisión nombrada por la Facultad de Humanidades de la Universidad no
escatimó críticas al enfoque de la obra, e hizo esfuerzos por hacer notar que
ese tipo de trabajo no pertenecía propiamente al campo del historiador.
Aclarando que el autor había dejado aparte “el hilo de los acontecimientos”,
la Comisión consideró que la Memoria era “menos brillante y fascinadora
que aquellas producciones destinadas a satisfacer la curiosidad por los suce
sos pasados...”66 Se concedía que la Memoria “satisface los objetos que el
autor se propuso”,67 y que está escrita con estilo “elegante y puro”.68 Al
mismo tiempo, sin embargo, la Comisión consideró su deber aclarar que “se
abstiene de pronunciar juicio alguno de la exactitud de los hechos a que el
autor de la Memoria alude y que le han servido para fundar su doctrina” 69
Con esta afirmación, la Comisión, que integraban Antonio Varas y Antonio
64 José Victorino Lastarria, Bosquejo Histórico de la Constitución del Gobierno de Chile, op. cít.,
p. 162.
65 Ibid., p. 262.
66 “Informe de la Comisión nombrada por la Facultad de Humanidades de la Universidad” en
José Victorino Lastarria, Miscelánea Histórica y Literaria, op. cit., p. 156.
67 Ibid.
68 Ibid., p. 159.
69 Ibid.
SEGUNDA PARTE / CAP. VII / REALIDAD E INTERPRETACION: VISIONES SOBRE... 245
70 Ibid., p. 160.
71 José Victorino Lastarria, Recuerdos Literarios, op. cit., pp. 216-217.
72 Ibid., p. 217.
246 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
73 José Victorino Lastarria, Bosquejo Histórico de la Constitución del Gobierno de Chile, op. cit.,
p. 39.
74 Ibid., p. 140.
75 Andrés Bello, Obras Completas, op. cit., vol. VII, p. 101.
76 Ibid., pp. 112-113.
SEGUNDA PARTE / CAP. Vil / REALIDAD E INTERPRETACION: VISIONES SOBRE... 247
77 Ibid., p. 114.
78 El Progreso, Santiago, 1 de enero de 1848.
79 Andrés Bello, Obras Completas, op. cit., vol. VII, p. 120.
248 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
nacional chilena que la elite buscaba reconstruir después del colapso del
edificio de la sociedad tradicional. Había dos visiones del mundo compitien
do por la supremacía, y si los contemporáneos no estaban completamente
conscientes de ello, los principales contendores sí lo estaban. Lastarria había
atacado los fundamentos de la visión católica del mundo cuando eliminó a la
Providencia de cualquier intervención activa en las causales de la historia
humana, y en los argumentos que extrapoló de esta exclusión, para postular
el libre albedrío absoluto del hombre, sugirió una visión de la sociedad
antitética al sistema que la institucionalidad portaliana había cimentado para
Chile. Bello, convertido en expresión del conservantismo, comprendía las
implicancias de la filosofía de la historia lastarriana y, en consecuencia, con
sideró necesario descalificar su sistema. Bello expresaba la posición concep
tual de un discurso hegemónico en Chile, que subyacía a la organización del
poder y del conocimiento; además, en esta batalla en particular, la posición
que sustentaba como Rector de la Universidad de Chile le confería una auto
ridad indudable para definir los límites que separaban las formas de conoci
miento legítimo e ilegítimo, lo que facilitó que a Lastarria se le despachase
como “excéntrico”.
El sentido de urgencia que expresaban los contendores y espectado
res de un debate aparentemente erudito y especializado permite relacionarlo
con percepciones de ruptura en la visión tradicional del mundo al interior de
la clase dirigente chilena. Es posible que, tanto la posición conservadora de
Bello como el sistema crítico de Lastarria, representasen intentos por respon
der a esta percepción. Utilizando la caracterización sugerente de Karl
Mannheim sobre las “luchas por la autonomía” por parte de las diversas
esferas culturales, podemos argumentar que Lastarria, motivado con la posi
bilidad de “un reordenamiento de la relación jerárquica entre realidades es
pirituales” buscó deliberadamente provocar un rechazo a la experiencia matriz
para quebrar así la estructura jerárquica, mientras Bello intentaba mantener
la visión del mundo tradicional cohesionada. Mannheim, en su estudio sobre
la Edad Media, constató que en esa época el énfasis valórico decisivo caía en
un elemento trascendente, en Dios, y a partir de allí afirmó que, “mientras
esta valoración se encontraba apoyada en la conciencia colectiva, las otras
realidades se mantenían orgánicamente juntas y la imagen del mundo se
redondeaba y completaba en forma relativamente estable”. Sin embargo,
agregaba que cuando este clímax jerárquico se abandona como experiencia
y se convierte en problemático, como de hecho sucedió debido a un cambio
en el proceso social y, por lo tanto, en el “espíritu de la época”, todos los
SEGUNDA PARTE / CAP. VII / REALIDAD E INTERPRETACION: VISIONES SOBRE... 249
80 Karl Mannheim, Structures o/Thinking (Londres: Routledge and Kegan Paul, 1974), pp. 38-39.
81 José Victorino Lastarria, Recuerdos Literarios, op. cit., p. 231.
82 Ibid., p. 231.
250 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
83
Diego Barros Arana, Un decenio en la Historia de Chile, op. cit., tomo II, p. 448.
VIII
Los límites de la polémica: “Sociabilidad chilena”
por Francisco Bilbao
1 Las principales biografías de Bilbao son: Armando Donoso, Bilbao y su Tiempo (Santiago:
Editorial Zig-Zag, 1913); Alberto J. Varona, Francisco Bilbao, Revolucionario de América. Vida
y Pensamiento. Estudio de sus Ensayos y Trabajos Periodísticos (Panamá: 1973); Pedro Pablo
Figueroa (ed.), Obras Completas de Francisco Bilbao (Santiago: 1897) 2 volúmenes; Manuel
Bilbao (ed.), Obras Completas de Don Francisco Bilbao (Buenos Aires: Imprenta de Buenos
Aires. 1865) 2 volúmenes. Recientemente fue publicada: Gonzalo Fernández Meriggio, Francisco
Bilbao. Héroe Romántico de América (Valparaíso: Casa Editorial de Valparaíso, 1998).
SEGUNDA PARTE / CAP, VIH / LOS LIMITES DE LA POLEMICA: “SOCIABILIDAD CHILENA”,., 2)3
Entre los autores franceses sobre los que Bilbao reflexiona, figura
preferentemente Víctor Cousin. De hecho, el Cours sur L’Histoire de la
Philosophie que dictó Víctor Cousin en 1828 tuvo gran influencia en los
medios intelectuales de Chile.6 Cousin sostenía que “la historia... es la ciencia
de la relación de los hechos con las ideas”, y afirmaba que “...los hechos en
sí mismos son insignificantes; pero, fecundados por la razón, manifiestan la
idea que encierran...”7 Bilbao le recomendaba en una carta a su amigo Aníbal
Pinto que comprara las obras de Cousin, admirado por las reflexiones de
éste sobre el “espíritu de las épocas”. Le alertaba también contra lo que él
interpreta como determinismos en la obra de Cousin, especialmente el
determinismo geográfico. Se refería con ello a las manifestaciones del “espí
ritu de la época” que se expresarían a través del tiempo y del espacio en
estadios progresivos, limitando el voluntarismo humano que Bilbao aprecia
ba por derivar de la categoría racional del hombre. Por eso Bilbao alertaba a
Pinto que: “Ese optimismo tan exagerado, esa necesidad o fatalidad a que
sujeta todos los grandes hechos, los grandes hombres, esa limitación de la
libertad que le agobia por la influencia del espacio, todo esto no me gusta.
Creo en las leyes naturales, en Dios y hasta cierto punto en el panteísmo,
pero creo más en la libertad y en su poder tan grande”.
La confianza que depositaban Michelet, Quinet y Lerminier, discípulos
de Cousin, en que las ideas son el motor del cambio histórico, era atractiva
para los liberales chilenos, pues les permitía identificarse con un plantea
miento que confirmaba su certeza en la influencia cultural de las ideas, aun
que en ocasiones favorecieran a las instituciones como motor de cambio
social.8 Escribía Lerminier: “La forma más elevada de la filosofía es el idealis
mo... Es por el idealismo que el axioma puede convertirse en dogma”.9 En la
marcha de la historia, coordinada por “la libertad moderna”, perfectible, sólo
“nuevas ideas podrían regenerar las costumbres”.10 Además, a diferencia de
Cousin, Michelet y Quinet habían discutido el problema de la causalidad
6 Ver capítulo 7.
7 Víctor Cousin, Cours de l’Histoire de la Philosophie Moderne (París: s/p, 1847), vol. I,
avertissement, p. 1.
8 Ver Ana María Stuven y Jorge Myers, “Filosofía de la Historia en Francia: Cousin, Michelet,
Quinet y Lerminier” en Revista de Historia Universal, 8,1987. También, Bernardo Subercaseaux,
Lastarria, Ideología y Literatura, op. cit., p. 208, y Raúl A. Orgaz, Obras Completas, op. cit.,
vol. I, cap. III.
9 Lerminier, De ílnfluence de la Philosophie, op. cit., p. 347.
10 Ibid., p. 368.
SEGUNDA PARTE / CAP. VIH / LOS LIMITES DE LA POLEMICA: “SOCIABILIDAD CHILENA’... 255
11 Ana María Stuven yjorge Myers, “Filosofía de la Historia en Francia: Cousin, Michelet, Quinet
y Lerminier”, op. cit., p. 85.
12 El Mercurio de Valparaíso, 4 de enero de 1844
13 El Mercurio de Valparaíso, 2 de enero de 1844
14 El Mercurio de Valparaíso, 4 de enero de 1844.
15 Cfr. nota 5.
16 Bilbao a Pinto, Valparaíso, 1844 s/f., SMA 7110.
256 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
22 “Le Génie des Réligions”, en Oeuvres Completes de Edgar Quinet, op. cit., libro 1, p. 39.
23 Ibid., libro 7, p. 371.
24 Ibid., “El Ultramontanismo”, en Oeuvres Completes de Edgar Quinet, op. cit., p. 212.
SEGUNDA PARTE / CAP. VIII / LOS LIMITES DE LA POLEMICA: “SOCIABILIDAD CHILENA'.. 259
2. “Sociabilidad Chilena”
28 En su tesis sobre el origen de los términos que se utilizan para describir “lo social”, Jean
Dubois establece que el término “sociabilidad” corresponde, desde la economía política, al
vocabulario social (“socialismo”) y al vocabulario político (“instituciones”). Cita al autor
decimonónico C. Dulac, quien define el socialismo como “la doctrina de la sociabilidad
traducida en instituciones”. Cfr. Jean Dubois, Le Vocabulaire Politique et Social en Frunce de
1869 a 1872 (París: Larousse, S/F). Tesis.
29 Francisco Bilbao, “El Evangelio Americano”, parte II en Pedro Pablo Figueroa, Obras Completas,
op. cit., vol. 1, p. 199.
30 Lerminier, De l'Influence de la Philosophie, op. cit., p. 360.
31 Francisco Bilbao, “El Evangelio Americano”, en Pedro Pablo Figueroa, Obras Completas, op.
cit., p. 304.
32 Francisco Bilbao, “Sociabilidad Chilena”, en Pedro Pablo Figueroa, Obras Completas, op. cit., p. 12.
SEGUNDA PARTE / CAP. VIH / LOS LIMITES DE LA POLEMICA: "SOCIABILIDAD CHILENA'... 261
33 Ibid., p. 13.
34 Ibid., p. 18.
35 Lerminier, De l’Influence de la Philosophie, op. cit., p. 88. La familiaridad de Bilbao con
Lerminier también queda de manifiesto cuando, en carta a Pinto, se lamenta: “Leo poquísimo
a Lerminier. No sé si has visto una pequeña traducción que hice de él...” Bilbao a Pinto, 7 de
febrero de 1843. SMA 7100.
36 Ibid., p. 329-
37 “Introduction a la Philosophie de l’Histoire de l’Humanité, Avertissement", en Oeuvres Completes
de Edgar Quinet, op. cit., p. 383-
2Ó2 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
38 Francisco Bilbao, “Sociabilidad Chilena” en Pedro Pablo Figueroa, Obras Completas, op. cit.,
vol. 1, p. 18.
39 Ibid., p. 20.
40 Ibid., p. 21.
41 Ibid., p. 30.
42 Pedro Pablo Figueroa, Obras Completas, op. cit., vol. 1, p. 74. Esto fue señalado por Bilbao
durante su defensa en el juicio a que era sometido.
43 Ibid., p. 26.
SEGUNDA PARTE / CAP. VIII / LOS LIMITES DE LA POLEMICA: 'SOCIABILIDAD CHILENA'... 2Ó3
49 Ibid., p. 47.
50 Ibid.
SEGUNDA PARTE / CAP. VIII / LOS LIMITES DE LA POLEMICA: “SOCIABILIDAD CHILENA'... 2Ó5
demostró una capacidad de percibir los alcances reales del mensaje de Bil
bao más allá de su comprensión racional de las ideas. Ello obedece, en
parte, a que algunos visionarios comprendieron el desafío planteado por
Bilbao pero, principalmente, a que los valores que conformaban la cultura
política de la clase dirigente chilena actuaban espontáneamente como motor
de la acción en defensa de la mantención de la estructura sociopolítica de
seada por ese grupo.
3. El excéntrico Bilbao
Sería fácil juzgar como parcial el juicio de sus contemporáneos y la
visión historiográfica sobre Bilbao. La situación es más compleja, y requiere
atención sobre otros factores; una nueva mirada que incluya el reconoci
miento a que las reacciones humanas en sociedad, y sobre todo desde el
poder, tienden a responder a percepciones conscientes o inconscientes, pero
de profundo contenido político, respecto de los intereses en juego. Es nota
ble y digno de recogerse que, como en el caso de la acusación a El Diablo
Político que relatamos en páginas anteriores, el análisis de fenómenos tan
próximos impidió tomar conciencia del verdadero desafío que Bilbao plan
teaba y, por lo tanto, del profundo sentido que tuvo la reacción de la clase
dirigente contra su trabajo.51 Efectivamente, José Victorino Lastarria y Diego
Barros Arana, escribiendo en 1878 y 1913 respectivamente, mantuvieron has
ta el final la visión de que habría pasado desapercibido si no fuera por la
atención que el juicio atrajo sobre él. Barros Arana escribió que Bilbao no
era más que “un escritor sin valor filosófico o literario”, cuyo único mérito
residía en sus cualidades morales.52 Para Lastarria, Bilbao “no correspondía a
las aspiraciones liberales porque su metafísica y su misticismo nada enseña
ban y nada prometían y no tenían más novedad que la de presentar bajo una
forma rara... la crítica al catolicismo”.53 Incluso el sociólogo Hernán Godoy,
en su obra sobre la cultura chilena, opina que “el revuelo provocado por el
ensayo de Bilbao fue enorme y desproporcionado para un trabajo juvenil y
declamatorio”.54
51 Ver capítulo 3-
52 Diego Barros Arana, Un Decenio en la historia de Chile, op. cit., tomo I, p. 534.
53 José Victorino Lastarria, Recuerdos Literarios, op. cit., p. 237.
54 Hernán Godoy Urzúa, La Cultura Chilena, op. cit., p. 331.
266 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
61 Francisco Antonio Encina, Historia de Chile desde la Prehistoria hasta 1891, vol. 12,
pp. 31-33.
62 Ibid., p. 36.
SEGUNDA PARTE / CAP. VIII / LOS LIMITES DE LA POLEMICA: ‘SOCIABILIDAD CHILENA’... 2Ó9
5. El escándalo
“Sociabilidad Chilena” permitió la expresión de los límites de la polé
mica en la medida en que, tanto la obra como el autor, fueron expulsados
del ámbito de discusión legítima. Sin embargo, las ideas planteadas genera
ron un importante debate posterior en que participaron todos los medios de
prensa. Sus características fueron fundamentalmente diversas de las polémi
cas anteriores, principalmente por la verdadera cruzada que iniciaron los
sectores eclesiales y más conservadores para amedrentar sobre los riesgos
que el mensaje de Bilbao implicaba para la sociedad. Los contendores de
estos medios raramente asumieron una actitud de completa solidaridad con
el escrito de Bilbao, si bien intentaban reivindicar algunos principios, muy
matizados, del ideario que éste había publicitado.
En primer lugar, respecto del cambio, cundió la denuncia del estanca
miento en el proceso de democratización social. El discurso del cambio gra
dual parecía agotarse y, en otros términos, se planteaba el ideal de Bilbao de
adaptación al siglo. Bilbao, en un artículo de prensa posterior a la publica
ción de su ensayo, argumentó que el recurso a la “moderación” era producto
de una “falta de armonía intelectual”. “Como son hombres que profesan
principios que la reforma destruye, que tienen preocupaciones que evapo
ran la innovación, su susceptibilidad humana se resiste a entrar de un modo
franco en el campo nuevo que a sus ojos se presenta: de aquí la resistencia
74 ibid.
274 LA SEDUCCION DE UN ORDEN. LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
89 Ibid.
90 Francisco Bilbao, “Sociabilidad Chilena". En Pedro Pablo Figueroa (ed.) Obras Completas,
op. cit., vol. 1, p. 74.
91 “Al Progreso”, La Gaceta del Comercio, Valparaíso, 19 de agosto de 1844.
92 “Al Progreso”. La Gaceta del Comercio, Valparaíso, 12 de agosto de 1844.
SEGUNDA PARTE / CAP. VIH / LOS LIMITES DE LA POLEMICA: “SOCIABILIDAD CHILENA’... 279
6. El legado
Se ha intentado mostrar la forma como se articulaba la socialización
de verdades alternativas, y cómo operaban los valores que se definieron
como consensúales para la clase dirigente chilena y que eran la base de la
mantención de su hegemonía en el poder. Los sucesos y debates en torno a
la publicación en El Crepúsculo demuestran que Bilbao dejó un legado im
1. Polarización y revolución1
Hacia 1850 los sectores más liberales de contenido doctrinario tendie
ron crecientemente hacia la democratización de la sociedad y de la política.
También presionaron con fuerza por proyectos secularizantes, especialmen
te por la autonomía de la Iglesia. El consenso en torno al orden como opo
sición a la anarquía se mantuvo, adquiriendo durante la década nuevas ca
racterísticas e incorporando nuevos actores. Para esos sectores más liberales,
los radicales, se abrió el espectro de nuevos órdenes que no necesariamente
expresaran el mismo consenso que había operado hasta la fecha, lo cual
constituyó una nueva amenaza para el orden tradicional.
A mediados de siglo, el fantasma del desorden institucional acechó
conjuntamente con el del desorden social. “Pesa sobre las personas encarga
das del poder una inmensa responsabilidad ante Dios y los hombres si la
conservación del orden público se descuida” por obra de los anarquistas que
quieren destruir las leyes y las instituciones, amenazaba El Verdadero Chile
no ya a comienzos de 1850.2 Este artículo formaba parte de una serie encami
nada a valorizar el orden como fundamento de todo progreso, incluidos el
diplomático y económico. El orden legal aparecía crecientemente como una
1 Este capítulo es una versión modificada y abreviada de: Ana María Stuven, “Una Aproximación
a la Cultura Política de la Elite Chilena: Concepto y Valoración del Orden Social, 1830-1860”
en Estudios Públicos, n° 66 (otoño, 1997).
2 El Verdadero Chileno, 10 de mayo de 1850.
286 LA SEDUCCION DE UN ORDEN LAS ELITES Y LA CONSTRUCCION... / ANA MARIA STUVEN VATTIER
3 Benjamín Vicuña Mackenna, Historia de la Jornada del 20 de Abril de 1851 (Santiago: Rafael
Jover, Ed._ 1978).
4 ASM, documento 4278.
5 Ver Benjamín Vicuña Mackenna, Historia de la Jornada..., op. cit.
TERCERA PARTE / CAP. IX / REVOLUCIONES, ORDEN Y PROGRESO, 1850-1860 287
2. Orden y progreso
El gobierno de Manuel Montt se caracterizó por su vocación de pro
greso material: construcción de caminos, puentes, ferrocarriles, ampliación
de la frontera, apertura de nuevos territorios, fortalecimiento de la marina
mercante, incentivo a la inmigración europea. Confiaba en que el desarrollo
del país produciría condiciones de orden; sabía que el orden social e
institucional eran requisitos para el bienestar económico, por lo que no tre
pidaba en hacerlo respetar a toda costa. Por lo tanto, así como en la década
de 1830 predominó la polaridad orden-anarquía, y en 1840 el país se debatía
entre orden y libertad, en lo que siguió a la Revolución de 1851 el orden se
definió fundamentalmente como requisito para el progreso del país.
Subsistió, a ratos predominantemente, un discurso político que de
mostraba que el fantasma de la anarquía continuaba presente. De hecho, el
país se mantuvo bajo períodos de excepción durante cinco años y un mes.
Eran frecuentes las discusiones en la Cámara y las denuncias sobre eventua
les conspiraciones, muchas de las cuales eran de mínima cuantía. El país
estaba alerta. La discusión sobre la amnistía prometida por el Presidente
Bulnes a los revolucionarios del 51 lo demostró. Era un tira y afloje; lo que
por una parte se daba, por otra se negaba. Así lo reconoció el Ministro Varas
cuando en 1852 se pidió y obtuvo facultades extraordinarias al Congreso en
medio de la oferta gubernamental de amnistía: “El propósito del gobierno es
echar un velo de olvido sobre los acontecimientos pasados, pero este propó
sito será contrariado si el orden no está asegurado, si el gobierno no se halla
en posesión de medios expeditos y eficaces para alejar todo ataque, toda
tentativa dirigida a perturbarlo”8 El problema de la amnistía fue de larga
21 Domingo Santa María, “Apuntes sobre la Revolución 1851”, Archivo Santa María, doc. 4278.
22 El Mercurio, 18 de mayo de 1853-
TERCERA PARTE / CAP. IX / REVOLUCIONES, ORDEN Y PROGRESO, 1850-1860 295
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Impresos
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