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PAUL A. SAMUELSON
El ataque terrorista del 11 de septiembre a las Torres Gemelas del World Trade
Center de Nueva York, y al Pentágono de Washington, ha producido una inmensa destruc-
ción de vidas humanas y bienes materiales, pero ha enviado oleadas de horror, aprehensión
y simpatía a todos los pueblos del mundo.
Entre las muchas preguntas que se plantean desde entonces, a mí, como economista,
me bombardean con los siguientes interrogantes graves: ¿Qué implican estos
acontecimientos para la recesión o para la esperada recuperación mundial? Más en
concreto, ¿cuál será su impacto probable a corto y largo plazo en el precio de las acciones y
la rentabilidad de los bonos? ¿Devastará el pánico financiero a Wall Street y, por lo tanto,
inducirá indirectamente crisis de mercado en todo el mundo: en Tokio, Londres, Milán,
Frankfurt, Seúl, así como en Nueva York y Chicago? La historia recuerda la Gran
Depresión de 1929-1935, cuando todas las regiones del capitalismo sufrieron los mismos
terremotos de quiebras y desempleo.
No sólo de pan vive el hombre, ni sólo de dinero. En estos tiempos, los niños se
acuestan por la noche temiendo nuevos peligros. Y, a este respecto, sus padres y abuelos no
son más que niños grandes. Nada de lo anterior toca la angustia y el pesar específicos de los
miles de personas que han perdido a un familiar querido. Una estructura destruida se puede
reemplazar. Pero ninguna póliza de seguro puede compensar lo más mínimo la privación de
la humanidad cuando la duración de la vida de una persona es gratuitamente acortada.
Con esto no quiero restar importancia a la gravedad del lastre que suponen las
pérdidas provocadas por el éxito de los terroristas. Puede que los gastos estatales se
multipliquen en los países de la OTAN cuando se pongan en marcha las actividades de
represalia. A corto plazo, las oportunidades de empleo podrían incrementarse debido al
aumento inducido del gasto de consumo y de inversión. Siempre que las conmociones
adversas provocadas por el aumento de los precios del petróleo sean limitadas, la
posibilidad de recesión que amenazaba a Estados Unidos antes del 11 de septiembre podrá
acabar siendo menor debido al aumento del gasto militar. (Recordemos que el programa de
rearme de Adolf Hitler en 1933-1939 hizo desaparecer el desempleo masivo legado por la
República de Weimar que le precedió).
Por otra parte, la constante debilidad de los precios especulativos mundiales de las
acciones podría exacerbarse debido a las repercusiones psicológicas de las tragedias de
Nueva York y Washington.