Está en la página 1de 3

Las cualidades del abogado litigante

“Un abogado que nunca pisa los Tribunales nunca sabrá como entregar un buen
servicio a sus clientes. El mayor cumplido que un abogado puede recibir es: “El es un
buen abogado litigante” Cómo tener éxito como abogado. Carta escrita por Roland
Boyd a su hijo.

Si bien la principal labor del abogado se circunscribe a la defensa del cliente ante
los Juzgados y Tribunales, lo cierto es que no todos los miembros de un
despacho intervienen con frecuencia en sala. Distintas razones como la
especialidad del abogado, la organización interna del despacho o incluso la falta de
habilidades lo justifican. De hecho, un segmento importante tiende a evadir dicha
intervención. No obstante, el trabajo en el foro es fundamental para el abogado,
ya que el acto del juicio, sea cual sea el orden jurisdiccional, es el momento cumbre
para la defensa del caso y el lugar en el que, frente al adversario, habrá
que desplegar todas las habilidades que conforman nuestra profesión.
Con dichos antecedentes, en el presente post vamos a examinar algunas de las
cualidades que, a nuestro juicio, deben adornar al abogado procesalista o litigante.

El abogado litigante debe de ser, sobre todo, estudioso. La defensa del asunto
requiere siempre el conocimiento de las normas, doctrina y jurisprudencia
aplicable al caso, ya que en la fase de informe o conclusiones deberá razonar
debidamente su petición. Si es él quien ha llevado el asunto desde el principio, es
obvio que su estudio previo al juicio estará más asentado y requerirá menor esfuerzo;
pero si los antecedentes proceden de otro compañero, deberá realizar, antes del
juicio, un estudio profundo de la materia.
Ser organizado es igualmente una habilidad esencial. Al conocer con la suficiente
antelación la fecha de nuestra intervención, el abogado litigante tiene que
organizarse cuidadosamente para preparar las dos fases fundamentales del
juicio: práctica de la prueba y conclusiones. Para ello, deberá saber manejar
criterios de organización y gestión del tiempo estableciendo los hitos
temporales para la preparación del caso. No hay nada más desastroso para un
abogado que prepararse un juicio el día antes de la vista, salvo, claro está, en aquellos
casos en que las circunstancias del caso no han permitido la preparación (sustitución
de otro compañero, encargo repentino, etc...).
Vinculado a lo anterior se encuentra la constancia y disciplina. La constancia es la
virtud que nos lleva a que, una vez tomada una determinación o decisión
concreta, se lleve a cabo lo necesario para alcanzar las metas aunque surjan
dificultades externas o internas o disminuya la motivación personal, gracias a un
esfuerzo continuado para pasar a la acción venciendo las dificultades. Sin disciplina
será difícil la preparación de un juicio, máxime cuando, como hemos visto es
imprescindible un estudio y preparación bien gestionada del caso, y que duda
cabe que durante su preparación surgirán dificultades y adversidades como por
ejemplo los imprevistos o la acumulación puntual de trabajo.
El abogado litigante nunca dejará nada al azar. Todo juicio requiere la
determinación clara de la estrategia a seguir; la preparación de los
interrogatorios, tanto de nuestros testigos como a los de la parte contraria, y la
preparación del informe. Todo, absolutamente todo, debe estar medido y
previsto. Sorpresas, las mínimas.
Relacionado con lo anterior se encuentra la capacidad de concentración. En
estrados, el abogado deberá conocer la "topografía de la sala" y estar
permanentemente alerta y centrado en todo lo que ocurre a su alrededor no
perdiendo de vista ningún detalle que pueda ayudar a su defensa. Precisamente, el
ingenio y la capacidad de reacción será clave en juicio.
En sala, los abogados deben ser grandes comunicadores: son elocuentes e
imaginativos e ingeniosos, lo cual es fundamental ya que en el foro se producen
numerosas situaciones en las que los abogados deben comunicar con eficacia: los
interrogatorios, las aclaraciones al Juez o a las partes, el informe. Un abogado
en sala debe aspirar a ser cada vez un mejor orador. Para ello, deberá
perfeccionarse no solo técnicas de oratoria, sino igualmente en habilidades para la
práctica eficaz de los interrogatorios.
En estrado, el abogado deberá tener aplomo y dignidad y no se debe mostrar con
aire encogido. La pusilanimidad debilita la fuerza persuasiva del informe y, sin mengua
de la consideración y del respeto debido al Tribunal y a las partes, el orador forense
ha de tener presente que no es ni un superior ni un subordinado, en cuanto
tal orador, sino el portavoz de un derecho autónomo, el de la libertad de
defensa (Vicente GELLA).
En fin, estas son algunas, pero no todas, las cualidades que a nuestro juicio debe tener
todo abogado que interviene en el foro y que, como puede concluirse fácilmente,
representan por sí solas, un fiel reflejo de lo compleja, difícil y sacrificada que es
nuestra profesión.

También podría gustarte