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SANTA ROSA DE LIMA

Fue una religiosa dominica nacida en la ciudad de Lima, en el entonces Virreinato del Perú,
el 20 de abril de 1586. Su nombre de nacimiento era Isabel Flores de Oliva. Sus padres
fueron Gaspar Flores y María de Oliva Herrera.
Primeros años
Tuvo una infancia bastante típica, similar a la de otras niñas de la época. Tenía 12 años
cuando su familia se mudó a Quives. Desde el momento en que recibe el sacramento de la
confirmación es llamada “Rosa”, un sobrenombre afectuoso. Algunas biografías señalan
que era un sobrenombre de familia; otras más bien indican que el apelativo la mortificaba, y
que sólo llegó a aceptarlo al alcanzar la edad adulta. El caso es que “Rosa” pasó a ser el
nombre por el cual se le conocería mayormente.

Acontecimientos destacados
Eventualmente la familia regresaría a Lima. La joven Isabel se dedicaba a diversas labores
para ayudar a sostener la economía familiar. Como solía estilarse por aquellos días, los
planes de los padres de Isabel (Rosa) eran conseguirle casamiento, pero al parecer, la joven
no estaba de acuerdo con tal idea; de modo que decidió hacer voto de virginidad y abrazar
la vida religiosa, que de por sí le atraía mucho desde más joven.

Sin embargo, Rosa no se recluyó en un convento; con la ayuda de su hermano Hernando,


construyó una ermita en la propiedad de sus padres, donde se dedicó a la oración, la
contemplación, la reflexión, y en general a las actividades propias de una religiosa, según la
Orden de Dominicas Terciarias. Adoptó definitivamente el nombre de Rosa de Santa María.

A partir de entonces, sólo salía de su reclusión para las labores de tipo religioso entre los
indios y los negros de la región, o para reunirse con las mujeres que se dedicaban en la
ciudad a las actividades religiosas, o para visitar el templo. Es de notar que los padres de la
joven no veían con buenos ojos tanta devoción, que juzgaban excesiva.
Con el tiempo, llegó también a atender en la propiedad de sus padres a enfermos y
menesterosos, por lo cual se le tenía en gran estima en la comunidad.

La joven religiosa, en contraste, vivía según un régimen de ascetismo y mortificación,


dedicada a largas veladas de oración y lecturas religiosas.

Se le atribuyen hechos de naturaleza milagrosa, el más destacado relata su disposición a


defender Lima del ataque de corsarios holandeses, provocando la retirada de los piratas:
cuando Rosa se plantó en defensa del templo de Nuestra Señora del Rosario, el capitán de
la flota holandesa, Joris Spilbergen, murió de modo misterioso.

También se le atribuyen curaciones milagrosas, o que las primeras rosas de Lima brotaron
espontáneamente en su jardín.

Últimos años
Entre los hechos de índole milagrosa que se le atribuyen está el haber profetizado su propia
muerte, fuera de la casa de su familia. En efecto, sus últimos meses los pasó en la casa de
un amigo: Gonzalo de la Maza. Rosa se hallaba muy enferma, y su estado se agravó
notablemente. Murió el 24 de agosto de 1617, rodeada por la familia de la Maza.

Su muerte fue un acontecimiento de enorme trascendencia. Su fama provocó una gran


conmoción, y su sepelio fue multitudinario. Las multitudes intentaban llevarse alguna
reliquia del ataud, y sus ropajes fueron severamente dañados, al punto de que hubo que
cambiarlos.

Legado
Rosa de Lima fue objeto de una fuerte devoción desde el mismo momento de su muerte.
Recibió la beatificación el 12 de marzo de 1668. Posteriormente, es canonizada el 12 de
abril de 1671, mismo año en que fue declarada Patrona de las Américas.

Santa Rosa de Lima, siendo la primera religiosa nacida en el Nuevo Mundo en ser
declarada Santa, goza de gran devoción en toda hispanoamérica, España y Filipinas. Su
festividad se celebra el 30 de abril, ya que un registro erróneo estableció ese día como su
fecha de nacimiento; y para cuando se hizo la corrección, la fecha equivocada ya tenía
tradición.
SAN MARTÍN DE PORRES

Fraile dominico peruano

 Beatificación: por Gregorio XVI en 1837


 Canonización: por Juan XXIII en 1962
 Festividad: 3 de noviembre
 Conocido como: El santo de la escoba
 Nombre: Martín de Porres Velázquez
 Padres: Juan de Porres y Ana Velásquez
 Nombre: Martín de Porres Velázquez

Martín de Porres nació el 9 de diciembre de 1579 en Lima, Perú.

Hijo del hidalgo español Juan de Porres, miembro de la Orden de Alcántara, y de la afro-
panameña Ana Velásquez. En 1581 nació Juana, su única hermana.

Fue bautizado en la misma pila bautismal en que siete años más tarde lo sería Santa Rosa
de Lima, en la iglesia de San Sebastián.

Martín aprendió el oficio de barbero, que incluía el de cirujano y medicina general aunque
consagró su vida a ayudar a los más desfavorecidos. En 1594, entró en la Orden de Santo
Domingo de Guzmán.

Después de largos y denodados esfuerzos, se le concedió el hábito de religioso en


1603.

Otorgando votos de pobreza, obediencia y castidad. San Martín de Porres se sometía a


severas penitencias y a intensas horas de oración, dormía y se alimentaba poco. Su servicio
como enfermero se extendía desde sus hermanos dominicos hasta las personas más
abandonadas que podía encontrar en la calle.

Su santidad se manifestó a través del amor que mostró por los demás y la gran pureza de su
vida, especialmente en el cuidado que siempre dispensó a los pobres y los enfermos,
enfermero y hortelano herbolario, Fray Martín cultivaba las plantas medicinales que
aliviaban a sus enfermos.

Martín de Porres murió en Lima el 3 de noviembre de 1639.

Gozó ya en vida de fama de santidad. Prueba de ello fue su multitudinario entierro. La


ciudad entera se volcó para verlo por última vez. Su cuerpo fue llevado procesionalmente
hasta su sepultura en hombros de Feliciano de la Vega (arzobispo de México), Pedro de
Ortega Sotomayor (deán de la catedral de Lima y después obispo del Cusco), Juan de
Peñafiel (oidor de la Real Audiencia) y Juan de Figueroa Sotomayor (regidor del cabildo y
más tarde alcalde limeño), entre otras notabilidades presentes a la hora del entierro.

Fue canonizado en la Basílica de San Pedro en el Vaticano por el papa Juan XXIII en 1962
convirtiéndose en el primer mulato en ser canonizado por la Iglesia.
Los milagros aprobados por la Iglesia para su canonización ocurrieron en Asunción
(Paraguay) y en Santa Cruz de Tenerife (Islas Canarias).

Su festividad se celebra el 3 de noviembre. El Gobierno peruano lo declaró Patrono de la


Justicia Social.
Sus restos mortales descansan en la Basílica y Convento de Santo Domingo de Lima, junto
a los restos de Santa Rosa de Lima y San Juan Macías en el denominado "Altar de los
Santos Peruanos".
TORIBIO DE MOGROVEJO

Biografía
Después de algunos años, deseando estudiar Derecho civil y eclesiástico, se trasladó a
la Universidad de Salamanca. Allí recibió la influencia de su tío Juan de Mogrovejo,
profesor en dicha Universidad y en el Colegio Mayor de San Salvador o de Oviedo
en Salamanca. Habiendo sido invitado por Juan III de Portugal, a enseñar en la ciudad
de Coímbra, Juan de Mogrovejo llevó consigo a su sobrino, y ambos residieron algunos
años en la Universidad de esa ciudad.
De vuelta a Salamanca, su tío falleció poco después del regreso. Toribio resolvió seguir la
carrera de este, llegando a ser profesor de leyes en la Universidad de Salamanca, donde su
erudición y virtud le llevaron a ser designado como inquisidor general de Granada. El
rey Felipe II le propuso al papa Gregorio XIII su nombramiento como arzobispo de Lima,
sucediendo a Gerónimo de Loayza.
En marzo de 1579, recibió el nombramiento para el cargo por parte del papa Gregorio XIII.
Como ni siquiera era sacerdote, aun habiendo recibido dispensa papal para la recepción de
las diversas órdenes menores, fue ordenado en Granada y poco después, recibió la
consagración episcopal en Sevilla. Finalmente, en septiembre de 1580 embarcó con destino
a su sede episcopal, donde llegó en mayo del año siguiente. Lo acompañó su hermana,
Grimanesa de Mogrovejo y su esposo Francisco Quiñones, quien llegó a ser corregidor y
alcalde de Lima.
Arzobispo de Lima
En marzo de 1579, Gregorio XIII lo nombró arzobispo de Lima en virtud a una cédula de
presentación del rey. Llegó al puerto de Paita(Perú) en mayo de 1581 e inició su trabajo
como misionero viajando a Lima a pie, bautizando y enseñando a los nativos.
Al llegar a Lima, como arzobispo, tomó posesión de su sede el viernes 12 de mayo de 1581.
Allí se dedicó a lograr el progreso espiritual de sus fieles. La ciudad había quedado sin
arzobispo durante seis años, de 1575 a 1581 y estaba en una grave decadencia espiritual con
un sistema en que el régimen de patronato facultaba a los virreyes a intervenir en asuntos
eclesiásticos, dando origen a frecuentes disputas entre el poder espiritual y el temporal, por
lo cual los conquistadores cometían muchos abusos y los sacerdotes no se atrevían a
corregirlos. Muchos para excusarse del mal que estaban haciendo, decían que "esa era la
costumbre". Toribio de Mogrovejo les respondía que "Cristo es verdad y no costumbre", y
empezó a atacar fuertemente todos los vicios y escándalos. Las medidas que tomó contra
los abusos que se cometían le atrajeron muchas persecuciones y atroces calumnias. Sin
embargo, prefirió callar y solía decir: "Al único que es necesario siempre tener contento es
a Nuestro Señor".
Toribio de Mogrovejo se destacó por su fuerza de trabajo. Desde muy de madrugada ya
estaba levantado y repetía frecuentemente: "Nuestro gran tesoro es el momento presente.
Tenemos que aprovecharlo para ganarnos con él la vida eterna. El Señor Dios nos tomará
estricta cuenta del modo como hemos empleado nuestro tiempo". Su generosidad lo llevaba
a repartir a los pobres todo lo que poseía. Un día al regalarle sus camisas a un necesitado le
recomendó: "Váyase rápido, no sea que llegue mi hermana y no permita que Ud. se lleve la
ropa que tengo para cambiarme".
Son abundantes los testimonios de su caridad, entrega y desinterés total por lo material:
antes de poner su firma a cualquier decreto que lo requiriese, anteponía la palabra "gratis".
En una ocasión, cuando se desató una terrible peste en la ciudad que causó innumerables
muertos y enfermos, muchos de ellos pobres que abarrotaban los hospitales, le mandó decir
a su cuñado Francisco Quiñones, alcalde de Lima, que gastase todo su dinero en socorrerlos
y que si faltaba, que pidiese prestado que luego él lo devolvería. En otra ocasión, un
altercado gravísimo entre dos nobles limeños terminó con la condena a muerte de uno de
ellos. Solo el perdón del otro, que los ruegos de medio Lima no consiguieron, podía salvar
de la ejecución al condenado. Ya a punto de realizarse el ajusticiamiento, el arzobispo de
Lima fue a buscar al ofendido, se arrodilló a sus pies y suplicó por su perdón como si fuera
para él mismo. Obtuvo el perdón.
Fue, además, uno de los eclesiásticos contrarios a las corridas de toros. Mandaba cerrar las
ventanas de su casa cuando había corridas en la plaza, que es donde antes se hacían, y
prohibió a su familia asistir a ellas. La Iglesia solía oponerse a estas tanto por el peligro de
morir sin confesión al que se exponían los hombres combatientes, como por la
"promiscuidad" pecaminosa que existía entre hombres y mujeres en las gradas, que le
escandalizaba.
Labor pastoral
Toribio de Mogrovejo era consciente de la extensión de su arzobispado, que comprendía
desde la ciudad de Lambayeque hasta la ciudad de Quito. A este hecho, y a las tres visitas
pastorales que realizó recorriendo y organizando su jurisdicción, se debe el origen de las
circunscripciones políticas que asumiría la colonia y continuaría posteriormente
la república peruana. Estas visitas pastorales lo forzaron a pasar solo ocho de sus
veinticuatro años como arzobispo en la ciudad de Lima, lo que le ganó algunas críticas por
parte de las autoridades virreinales. El resto del tiempo, lo pasó viajando por el país. La
primera de estas visitas se inició en 1584 recorriendo el norte de la sierra peruana desde
Lima hasta Cajamarca, pasando por Chachapoyas y Moyobamba, invirtiendo en ella seis
años. En la segunda visita, realizada entre 1593 y 1597, se dirigió nuevamente hacia el
norte, pero esta vez por la zona litoral del departamento de Áncash, Trujillo y Lambayeque.
La tercera, que inició en enero de 1605, quedó inconclusa por su muerte. Entre una y otra,
realizó viajes a pueblos de Lima, Callao, Mala, San Vicente de Cañete, Chincha y Nazca.
La mayor parte del recorrido lo hizo generalmente a pie, indefenso y a veces solo; expuesto
a las inclemencias del clima, desiertos, animales salvajes, fiebres y tribus de indígenas
hostiles. En esta visita, bautizó y confirmó a cerca de medio millón de personas, entre ellas
a santa Rosa de Lima, san Francisco Solano, san Juan Macías y san Martín de Porres.
Respecto a su labor pastoral entre los pueblos indígenas, buscaba la manera de hacerse
entender por estos, bien fuera aprendiendo y hablándoles en su propia lengua o, cuando la
lengua de estos le era desconocida, buscando otras maneras, como varias veces le sucedió.
Su interés por los indígenas no se limitaba a la evangelización, pues se empeñó en mejorar
sus condiciones de vida, especialmente de aquellos empleados en las grandes propiedades
rurales y en las minas. Reivindicó que sus derechos fuesen debidamente respetados por los
españoles y que hubiese verdadera armonía entre las clases sociales, como preconizaba
la Escuela de Salamanca, que había conocido en sus años de estudio en España.
Durante su trabajo episcopal en Lima, Mogrovejo convocó y presidió el III Concilio
Limense (1582-1583), al cual asistieron prelados de toda Hispanoamérica, y en el que se
trataron asuntos relativos a la evangelización de los indígenas. De esta asamblea se
obtuvieron importantes normas de pastoral, como la predicación en las lenguas nativas,
para lo cual fue creada una facultad de lenguas nativas en la Universidad de San Marcos y
la catequesis a los esclavos negros, así como la impresión del catecismo en
idiomas castellano, quechuay aymara que se constituirían en los primeros textos impresos
en Sudamérica.
Hizo construir caminos, escuelas, varias capillas, hospitales, conventos y fundó el primer
Seminario americano en Lima en 1591, que en la actualidad lleva su nombre. En obediencia
a las directrices dictadas en el Concilio de Trento, se propuso reunir a los sacerdotes y
obispos de América para promulgar leyes acerca del comportamiento que deben tener los
católicos, para lo cual congregó a trece sínodos diocesanos y tres concilios provinciales.
Insistió y obtuvo que los religiosos aceptaran parroquias en sitios supremamente pobres.
Gracias a sus gestiones, el número de parroquias o centros de evangelización en su
arquidiócesis, aumentó de 150 a 250 parroquias en su territorio, al momento de su
fallecimiento veinticinco años después.
Fallecimiento
A los sesenta y ocho años, Toribio de Mogrovejo cayó enfermo en la población
de Pacasmayo, pero aun así continuó trabajando hasta el final, llegando a la ciudad
de Zaña en condición agonizante. Allí hizo su testamento en el que dejó a sus criados sus
efectos personales y a los pobres el resto de sus propiedades. Murió a las tres y media de la
tarde del Jueves Santo el 23 de marzo de 1606, en el Convento de San Agustín.
Su proceso de canonización fue iniciado de inmediato, con el reconocimiento de sus
virtudes heroicas. Fue beatificado el 28 de junio de 1679 por el papa Inocencio XI,
mediante su bula "Laudeamus" y canonizado el 10 de diciembre de 1726 por el
papa Benedicto XIII, mediante su Bula "Quoniam Spiritus".
Su fiesta en el santoral católico se celebra el 23 de marzo, aniversario de su muerte. Sin
embargo, en la ciudad de Lima se celebra la Solemnidad de Santo Toribio de Mogrovejo el
27 de abril, día de la traslación de sus reliquias desde Zaña hasta la Ciudad de los
Reyes (Lima), donde hoy sus restos son venerados en su capilla de la basílica catedral. Este
mismo día se celebran fiestas en su honor en su lugar de nacimiento, Mayorga, España; y
también en el de su muerte, Zaña, Perú. También en Mayorga las fiestas patronales se
celebran en su honor, los 5 últimos días de septiembre, girando en torno a la fecha del 27 de
septiembre (día en el que se conmemora la llegada de las segundas reliquias de Toribio, que
fueron honradas por los mayorganos que las procesionaron portando teas y antorchas). En
esta fiesta se porta el vítor, un estandarte que se entregaba a los estudiantes doctorados en
la Universidad de Salamanca, y en el que se recoge el nombre del santo y su lugar de
nacimiento, Mayorga. Esta fiesta, "El Vítor", ha sido declarada de Interés Turístico
Nacional.

FRANCISCO SOLANO

Biografía
Nació en Montilla (Diócesis de Córdoba) en marzo de 1549. Francisco fue el hijo de Mateo
Sánchez Solano y Ana Jiménez. Tuvo dos hermanos, Diego e Inés. Creció en un hogar
cristiano y comenzó su educación con los padres de la Compañía de Jesús, los jesuitas de su
ciudad, entrando luego en la Orden de San Francisco a los 20 años. Cursó Filosofía y
Teología en el convento de Loreto de Sevilla, ordenándose sacerdote en 1576. Solicitó sin
éxito ser destinado como misionero al norte de África.
Regreso a Córdoba
La muerte de su progenitor le hizo volver temporalmente a Montilla para visitar a su madre,
que padecía ceguera. Sin embargo, su estancia se prolongó más de lo previsto debido a una
epidemia de peste. En Montilla realizó varias curaciones inexplicables que dieron comienzo
a su fama como hacedor de milagros. Era «no hermoso de rostro, moreno y enjuto», como
nos lo describe uno de sus contemporáneos. En Montilla se atrajo las miradas de todos por
el espíritu con que hablaba y la santidad que emanaba de todo su ser.
En 1581, Francisco Solano fue destinado como vicario y maestro de novicios al convento
cordobés de la Arruzafa, donde solía visitar a los enfermos y recomendaba a los más
jóvenes que tuvieran paciencia en los trabajos y adversidades. Desarrolló, al igual
que Francisco de Asís, el fundador de su Orden, una relación especial con los animales.
Cuentan que había una serpiente de gran tamaño que atacaba a ganados y pastores y hacía
estragos en toda la región, y a la cual Solano reprendió y ordenó ir al convento, donde fue
convenientemente alimentada. Dicen que después de comer la serpiente se marchó y no
volvió a causar daño en la comarca.
Misionero en América
En 1589, el rey Felipe II pidió a los franciscanos que enviaran misioneros a Sudamérica.
Finalmente, y para alegría suya, Francisco fue el elegido para la misión de extender
la religión en estas tierras. Después de un accidentado viaje al Virreinato del Perú, con
naufragio y peligro de perecer en el trayecto, como su destino
era Tucumán (actual Argentina), emprende este larguísimo viaje en compañía de ocho
franciscanos más. Había que atravesar los Andes por el valle de Jauja, Ayacucho y llegar
hasta Cuzco; cruzar la meseta del Collao (la actual Bolivia) por Potosí y entrar en los
confines del norte argentino, para de nuevo bajar hasta Salta y finalmente hasta las llanuras
del Tucumán. Aquí permanece hasta mediados de 1595, como misionero. Recorrió los
territorios de Tucumán hasta las pampas y el Chaco Paraguayo y Uruguay. Tenía y se sirvió
del don de lenguas y llegó a adquirir las de los nativos a los que fue a predicar.
Fray Francisco llegaba a las tribus más guerreras e indómitas y, aunque al principio lo
recibían al son de batalla, después de predicarles por unos minutos con un crucifijo en la
mano, conseguía que todos empezaran a escucharle con un corazón dócil y que se hicieran
bautizar por centenares y miles. El Padre Solano tenía una hermosa voz y sabía tocar muy
bien el rabel y la guitarra. En los sitios que visitaba divertía muy alegremente a sus oyentes
con sus alegres canciones.
Francisco Solano misionó por más de 14 años por el Chaco Paraguayo, por Uruguay, el Río
de la Plata, Santa Fe y Córdoba del Tucumán, siempre a pie, convirtiendo
innumerables indígenas y también muchísimos colonos españoles.
Un día en el pueblo llamado San Miguel, estaban en un toreo, y el toro feroz se salió del
corral y empezó a cornear sin compasión por las calles. Llamaron al santo y éste se le
enfrentó calmadamente al terrible animal. La gente vio con admiración que el bravísimo
toro se acercaba a Fray Francisco y le lamía las manos y se dejaba llevar por él otra vez al
corral, conducido por el cordón de su hábito.
Llegada a Lima

Francisco Solano junto a Juan José de Vértiz y Salcedo, Pedro de Cevallos y Hernando
Arias de Saavedra en el Monumento a España (Buenos Aires). Como atributo, Francisco es
representado tocando el violín
El Virreinato y los superiores de la Orden residían en Lima (Perú) a donde llamaron a Fray
Francisco en 1595. Llegado a Lima, fue nombrado Guardián del Convento de Recolección
Nuestra Señora de los Angeles. Como siempre, se resistió todo lo que pudo antes de aceptar
cualquier cargo de responsabilidad, exagerando de manera deliberada su propia incapacidad
para gobernar, pero finalmente tuvo que acatar la autoridad de sus superiores.
Su obsesión por la pobreza era tal que en su celda, tan sólo tenía un camastro, una colcha,
una cruz, una silla y mesa, un candil y la Biblia junto con algunos otros libros, como todos
los frailes. Era el primero en todo y jamás ordenó una cosa que no hiciera él antes.
Sus consejos eran prudentes, y cuando tenía que reprender a alguno de los demás frailes, lo
hacía con gran celo y caridad. Sus excesivas penitencias y su espíritu de oración no le
impedían ser alegre con los demás. Solano era también el santo de la alegría.
Solano pasaría en Lima los últimos años de su vida. A pesar de su precario estado de salud,
continuaba haciendo grandes penitencias y pasaba noches enteras en oración. También iba
a menudo a visitar a los enfermos o salía a las calles a predicar con su pequeño rabel y una
cruz en las manos. Así conseguía juntar a un gran número de personas y las congregaba en
la plaza mayor, donde se dirigía a la muchedumbre en alta voz. Predicaba en todas partes:
en los talleres artesanales, en los garitos, en las calles, en los monasterios e incluso en los
corrales de teatro. Especial significado tuvo su oposición a ciertos espectáculos teatrales en
los que a su juicio se ofendía a Dios.
Últimos años
En octubre de 1605, Solano pasó a la enfermería del convento. Postrado y gravemente
enfermo del estómago, apenas si podía salir a predicar y a visitar a los enfermos. Procuraba
asistir a la comida en el refectorio junto con los demás frailes, pero comía muy poco, tan
sólo unas hierbas cocidas, debido a su avanzada edad. Además, se guía excediéndose en sus
penitencias y no miraba por su delicada salud.
Finalmente murió el 14 de julio de 1610, día de San Buenaventura. Ese mismo día y a la
misma hora se produjo un toque de campanas en el convento de Loreto, en Sevilla, donde
había estudiado Filosofía.

SAN JUAN MACIAS


Biografía de San Juan Macías
Juan Macías nació el 2 de marzo de 1585 en Ribera del Fresno, villa de Extremadura en
la diócesis de Badajoz, España. Fueron sus padres Pedro de Arcas y Juana Sánchez, por lo
que su nombre debió ser Juan de Arcas Sánchez. El cambio de nombre se debe
fundamentalmente a que las tierras de pastoreo eran llamadas "las Macías" y a los
pastorcitos "los Macías". Por eso es que se le conoce como Juan Macías o Juan Pastorcillo.
Se sabe que quedó huérfano desde los cuatro años y medio y bajo el cuidado de un tío que
lo dedicó al pastoreo. Cuentan que a la edad de 28 años, una noche de Navidad, Juan
interrumpió la conversación de sus parientes para decirles que se marcharía.
Luego conoce a un comerciante con el que trabajó y con él hace un primer viaje a América.
Llegó primero a Cartagena de Indias(Colombia) luego al Reino de Nueva Granada, pasando
por Pasto y Quito (Ecuador), para llegar finalmente al Virreinato del Perú donde se
quedaría hasta su muerte. Su primera acción al llegar a Lima fue indagar sobre la Orden de
Predicadores, indicando que se proponía ingresar a ella para servir a Dios de acuerdo a la
voz que escuchó a los 20 años que le ordenaba venir al Perú.
Confiado en su especialidad, trabajó con ganaderos en las afueras de la ciudad y allí nace su
vocación a la vida religiosa. Su extrema bondad lo hacía frecuentemente repartir lo poco
que tenía entre los pobres, hacía labor social y apoyaba a la Orden de Predicadores como
hermano lego en el convento de dominicos de Santa María Magdalena donde finalmente
fue admitido y luego el 23 de enero de 1622 tomó los hábitos. Un año después hizo los
votos definitivos el 25 de enero de 1623.
San Juan Macías fue amigo íntimo de San Martín de Porres y coetáneo de Santa Rosa de
Lima. Fueron los tres santos Dominicos que, en el siglo XVII animaron la vida Cristiana de
la ciudad de Lima.
Consejero de ricos y pobres
Ya en el convento, San Juan Macías marcó su vida en la profunda oración, la penitencia y
la caridad, pero debido a ello sufrió una grave enfermedad por la cual tuvo que ser
intervenido en una peligrosa operación. Sin embargo, nunca descuidó a los más necesitados
a quienes desde el portón del monasterio ayudaba. Era frecuente ver a los mendigos, los
enfermos y los desamparados de toda Lima que acudían buscando consuelo. La clase alta, a
quienes se les llamaba "pobres vergonzantes" tampoco era ajena a sus consejos, incluso el
propio Virrey Toledo y la nobleza de Lima acudían a él. San Juan Macías cuidaba, incluso,
de que los ricos caídos en desgracia económica no sean vistos para no causarles pena y
dolor. San Juan Macías no distinguía entre las personas y ayudaba a todo aquel que
necesitase un pan o una palabra.

Sentía mayor propensión al retiro y la soledad que a la conversación y la comunicación con


los demás, según le confesó al Padre Maestro Ramírez: “si no lo ocupase la obediencia,
nadie le habría visto jamás la cara”. Pero el oficio de portero, en el que perseveró por más
de veinte años, contrariando su inclinación natural, le servía de continuo ejercicio de la
obediencia, y por esto lo desempeñaba con tanto placer y alegría, como empeño y
dedicación. Su extrema humildad y respeto hacia sus semejantes era notoria. Daba de
comer a sus pobres puestos de rodillas y a las mujeres jamás las miraba, fijando la vista en
el suelo. Siempre trató de evitar cualquier tipo de tentación.
Sus milagros
Cuentan las crónicas que una noche un fuerte temblor de tierra sorprendió a Lima. Mientras
los fieles rezaban el oficio en el coro, San Juan Macías oraba en la capilla de Nuestra
Señora del Rosario. El primer sacudón hizo que los religiosos salgan presurosos a
refugiarse en el jardín del claustro, pero él escuchó una voz que lo detuvo, él contó que era
la Bienaventurada Virgen María y se quedó porque se sintió protegido. Finalmente quedó
sano y salvo, el templo casi íntegro.
En 1678, en el Convento de Santo Domingo, Francisco Ramírez, novicio de 20 años de
edad, con el objeto de limpiar su celda, levantó un pesado baúl, sin recordar que padecía de
una hernia inguinal. El esfuerzo provocó el estrangulamiento de la misma por lo que se
requería la intervención correspondiente, en ese entonces desconocida. Los facultativos,
tras examinar al paciente, diagnosticaron un fatal desenlace por lo que le administraron los
santos óleos. El Prior del Convento, R.P. Nicolás Ramírez, puso en manos del enfermo un
pequeño cuadro de Fray Juan Macías, fallecido hacía 33 años, indicándole rezar pidiendo
que intercediese por él. Los frailes dejaron al enfermo rezando y cayeron dormidos. Al
retornar, tuvieron la sorpresa de encontrar al novicio incorporado y libre de dolencia. Este
milagro fue autenticado por los frailes que presenciaron este hecho, siendo uno de los 2 que
sirvieron para que el Papa Clemente XIII lo declare Venerable el 27 de febrero de 1763.
Tras su muerte se le atribuye el milagro del arroz de Olivenza, que se produjo el 23 de
enero de 1949 en la población extremeña de Olivenza cuando la cocinera de la Institución
Hogar de Nazaret, Leandra Rebollo, natural del pueblo de San Juan Macías, nombró al
entonces beato cuando faltaba el cereal para los pobres, y el arroz de pronto comenzó a
aumentar desmesuradamente en la olla siendo requeridas varias más para completar la
comida. Este hecho fue reconocido como milagro oficial por la Iglesia Católica en 1974. 1
Muerte
Sesenta años de edad contaba fray Juan Macías cuando le visitó la enfermedad que le
llevaría a la tumba. El médico que le asistía había perdido toda esperanza de recuperación,
y el propio fray, Juan Macías se daba cuenta que le había llegado la hora de partir de este
mundo al Padre, para entrar en la contemplación definitiva de aquellos, "Cielos nuevos y
tierras nuevas" que, en repetidas ocasiones había visitado fugazmente en compañía de su
venerable amigo San Juan Evangelista. En aquel trance supremo, de cara a la verdad
absoluta que es Dios contó a los religiosos de su convento, los favores que Dios le había
regalado en su vida, desde su niñez hasta aquel momento, y cómo le había hecho gozar de
la visión de su santa gloria en repetidas ocasiones. No me olvide, hermano, y
encomiéndame a Dios, le rogó fray Juan de la Torre, su amigo. "Padre mío, donde la
caridad es más perfecta, cree su reverencia que me habría de olvidar? Le doy mi palabra:
allá le seré mejor amigo de lo que le fui acá", le respondió. A otro que le recomendaba a sus
pobres, le contestó: "Con que tengan a Dios les sobra todo; y para su consuelo, les queda el
hermano Dionisio de Vilas y otros buenos amigos que no les harán faltar lo necesarios.
Juan Quezada, benefactor de los pobres, llegó también hasta su lecho para pedirle que no se
olvidara de él y de su esposa. "Olvidarme? En el corazón le llevó bien asentado, y también
a la señora doña Sebastiana, su mujer". ¡Qué esperanza la que nos diste fray Juan. Cumple
lo que dijiste! La hora señalada por Dios, ha llegado. Es la hora de la despedida definitiva.
Fray Juan Macías se lo advierte a los hermanos, que lo acompañan: "Ahora, sí. Es llegada
mi hora. Que se haga en mí la voluntad del Señor". Siguiendo la costumbre de aquellos
tiempos, los religiosos de la comunidad se dirigen procesionalmente a la habitación de fray
Juan, acompañando el Santo Viático. Fray Juan se sienta, con la ayuda de sus hermanos y,
por última vez, recibe con todo fervor la santa comunión.
Después de unos minutos de oración, en profundo recogimiento, el prior le administra el
sacramento de la Unción de los Enfermos, en medio de salmos e himnos que los religiosos
cantan invocando el perdón y la misericordia de Dios.
Cuando los hermanos cantaban la tierna plegaria "Salve Regina", con la que los Dominicos
despiden a sus hermanos de este mundo, fray Juan Macías entregaba su alma al Creador.
Eran las 6:45 pm, del día 16 de septiembre de 1645.
Beatificación y canonización
Gracias a la pluma de fray Juan Meléndez, O.P. hoy podemos conocer la fisonomía de fray
Juan Macías; "Era de cuerpo mediano, el rostro blanco, las facciones menudas, frente
ancha, algo combada., partida con una vena gruesa que desde el nacimiento del cabello del
cual era moderadamente calvo, descendía al entrecejo, las cejas pobladas, los ojos modestos
y alegres, la nariz algo aguileña y oscura, las mejillas enjutas, pero sonrosadas y la barba
espesa y negra.
Con la muerte de fray Juan Macías se inició una nueva etapa de veneración de su memoria:
su sepulcro comenzó a ser visitado por mucha gente.
Treinta y seis años después de su muerte, los restos de fray Juan Macías fueron trasladados
a un ataúd de cedro y, para sorpresa de todos los presentes, los hallaron incorruptos. Ahora
mismo, se pueden apreciar los restos de fray Juan Macías, disecados, mas no corruptos.
Fue beatificado por el papa Gregorio XVI, el 22 de octubre de 1837. El Papa Pablo VI lo
canonizó el 28 de septiembre de 1975.
Como todos los años, los restos de San Juan Macías son trasladados el jueves posterior a su
fiesta central (18 de septiembre) desde la Basílica de Santo Domingo en el Cercado de
Lima, llamada la de los Santos Peruanos, hasta la parroquia que lleva su nombre ubicada en
el jr Kikijana s/n, (Urbanización Túpac Amaru) en San Luis, Lima. La razón por la cual los
restos de San Juan Macías debían llegar un jueves y retirarse el día lunes posterior obedece
a que la Parroquia San Juan Macías se encuentra cerca de los terrenos que pertenecían a la
antigua hacienda Limatambo administrada por la Orden. Por tal motivo, el día lunes de su
retorno a la Basílica de Santo Domingo en el Centro de Lima, es obligatorio su paso por el
Asentamiento Humano "San Juan Macías", en donde se encuentra la Cuasi Parroquia
"Virgen Peregrina" de San Borja, la que se encuentra en territorio de la antigua Hacienda
Limatambo, lugar en donde San Juan Macías, iba junto a San Martín de Porres, su gran
amigo. Cuentan los cronistas que San Juan Macías y San Martín de Porres, quienes eran
amigos entrañables, visitaban dicha zona para el recojo de los productos de panllevar,
llegando en día jueves y regresando con los productos el día lunes siguiente. También
llegaban a la hacienda para un reparador descanso de sus arduas y duras labores.
La Parroquia que lleva su nombre data del año 1970, en que fue inaugurada gracias a los
aportes de sus fieles y por impulso de la Orden de Predicadores (Padres Dominicos). La
Orden de Predicadores fue convocada inicialmente por Su Eminencia, Cardenal Juan
Landázuri Ricketts (+), quien dispuso que se establecieran en la que hoy es la Parroquia
"San Norberto" de Santa Catalina, en el distrito de La Victoria - Lima. Sin embargo, por
allá en el año 1970, se había terminado de construir la Urbanización Túpac Amaru, situada
en dos distritos: La Victoria y San Luis. Su Eminencia, decidió pedirles a los Padres
Dominicos que formaran una Comunidad nueva en dicha nueva zona. Su primer párroco
fue el padre Andrés Hernández OP, quien se encontraba trabajando en las misiones de la
Provincia Dominica del Perú, entre los departamentos de Ayacucho, Cuzco y Madre de
Dios. Por aquel entonces, el Prior de la Orden de Predicadores era el padre Manuel Álvarez
Renard OP, quien recibió el encargo de Su Eminencia el Cardenal Juan Landázuri Ricketts,
ya fallecido. Ambos Sacerdotes viven a la fecha y tienen más de sesenta (60) años de vida
consagrada en la Orden de Predicadores - Dominicos.
Además, cada año, sale en procesión por las calles del Centro histórico de Lima, el cuarto
domingo del mes de septiembre, en hombros de sus devotos de la Hermandad de Caballeros
de San Martín de Porres y San Juan Macías O.P.. Esta Hermandad, junto a la de la
Hermandad de San Juan Macías de San Borja, son las únicas Hermandades Oficiales,
reconocidas por Resolución Arzobispal. Cabe destacar que ambas Hermandades se
encuentran asentadas en las mismas zonas en las que San Juan Macías vivió. La primera de
ellas en la zona de La Recoleta, donde daba de comer a sus pobres y la segunda en la zona
de la ex hacienda Limatambo, donde San Juan Macías caminó y laboró tantas veces.
Durante la celebración por los sesenta años de vida sacerdotal de los padres Andrés
Hernández O.P. y Manuel Álvarez O.P., en la Parroquia San Juan Macías, el primero de
ellos destacó lo especial de dicha Parroquia. Dijo: "Esta Parroquia tiene algo especial, algo
que no tienen otras, tiene la bendición de San Juan Macías y eso se siente en el ambiente,
en el aire que respiramos. Debemos tener presente a nuestro Juan y saber que siempre
estará protegiéndonos".
FORM
ACION
RELIG
NOMBRES Y APELLIDOS:

IOSA GIANELLA ANDREA


GARRO RAMIREZ

PROFESORA:
PAOLA ARRIETA

TEMA:
BIOGRAFIA DE LOS SANTOS
PERUANOS

GRADO:
6TO
AÑO:
2019

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