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Ot ra Econom ía - Volum en I I - Nº 2 - 1º sem est r e/ 2008 - I SSN 1851- 4715 - www.riless.

org/ ot raeconom ia

Re pr odu cción de la vida , u t opía y libe r t a d: por u n a e con om ía


or ie n t a da h a cia la vida 1

Fr a nz J. H ink e la m m e r t
Doct or en Econom ía, filósofo y t eólogo de la liberación. Profesor de la Universidad
Cat ólica de Chile ( 1963- 1973) , de la Universidad Libre de Berlín ( 1973- 76) , de la
Universidad Nacional de Cost a Rica y del Depart am ent o Ecum énico de
I nvest igaciones ( DEI ) ( desde 1976) .

H e nr y M or a Jim é ne z
Doct or en Ciencias Económ icas y Em presariales. Cat edrát ico en la Escuela de
Econom ía y act ualm ent e decano de la de la Facult ad de Ciencias Sociales de la
Universidad Nacional, Heredia, Cost a Rica.

1 . El Se r H um a no com o
suj e t o ne ce sit a do: e l
cir cuit o n a t ur a l de la
Vida H u m a na com o
punt o de pa r t ida .

El Ser Hum ano, en


cuant o que suj et o
corporal, nat ural,
vivient e; se enfrent a en
prim er t érm ino a un
ám bit o de necesidades.
Siendo el hom bre un ser nat ural, est o es, part e int egrant e de la Nat uraleza, no
puede colocarse por encim a de las leyes nat urales, leyes que det erm inan la
exist encia de necesidades hum anas m ás allá de las sim ples “ preferencias” ( gust os)
de la t eoría económ ica neoclásica 2 .
Est as necesidades no se reducen a las necesidades fisiológicas –aquellas que
garant izan la subsist encia física, biológica de la especie–, pero obviam ent e las
incluyen. Se t rat a de m ás bien de necesidades ant ropológicas ( m at eriales, afect ivas
y espirit uales) , sin cuya sat isfacción la vida hum ana sencillam ent e no sería posible.

1
Versión aut or izada por los aut ores en base a dos acápit es del art ículo “ Por una econom ía orient ada
hacia la vida” , Econom ía y Sociedad, Nos 22- 23, Marzo Diciem bre 2003. Para una desarr ollo m ás am plio,
ver, de los m ism os aut ores: Hacia una Econom ía Para la Vida, DEI , San José, 2005.
2
Una “ relación de preferencia” expresa una elección ent re bienes alt ernat ivos que ot organ dist int os
grados de sat isfacción al consum idor. El pr oblem a es m axim izar est a sat isfacción o ut ilidad t om ando en
cuent a la rest ricción presupuest ar ia. Se t rat a adem ás de una “ ut ilidad abst ract a” que no hace referencia
al caráct er concret o y det er m inado de los bienes y por t ant o supone una perfect a relación de sust it ución
ent r e ellos, supuest o absurdo en la inm ensa m ayoría de los casos. Y a pesar de que el punt o de par t ida
se dice ser “ la escasez” ( deseos ilim it ados cont ra m edios lim it ados) , los efect os no- int encionales de la
decisión sobre la v ida hum ana y sobre la nat uraleza no son t om ados en cuent a m ás que com o
“ ext er nalidades” . Pero t ales efect os no- int encionales suelen ser la clav e para ent ender la realidad del
m undo, no sim ples efect os ex t ernos sobre t erceros.
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Para “ elegir” hay que poder vivir, y para ello hay que aplicar un crit erio de
sat isfacción de las necesidades a la elección de los fines. Est rict am ent e hablando, el
ser hum ano ( suj et o corporal) no es libre para elegir, sino libre para sat isfacer sus
necesidades.
El que las pueda sat isfacer en t érm inos de sus preferencias form a part e de
su libert ad, pero necesariam ent e, ést a es una part e derivada y subordinada. Si hay
necesidades, las preferencias o los gust os no pueden ser el crit erio de últ im a
inst ancia de la orient ación hacia los fines. El crit erio básico debe ser, precisam ent e,
el de las necesidades3 .
Y cuando est as necesidades son sust it uidas por sim ples “ preferencias” , el
problem a de la reproducción de la vida es desplazado, si no elim inado, de la
reflexión económ ica, pero est e es de hecho el problem a fundam ent al de la praxis
hum ana y el punt o de part ida de una Econom ía de la Vida 4 .
I ndependient em ent e de cuáles sean los gust os de una persona o de una
colect ividad, su fact ibilidad se basa en el respet o al m arco de la sat isfacción de las
necesidades. La sat isfacción de las necesidades hace posible la vida, la sat isfacción
de las preferencias puede hacerla m ás o m enos agradable. Pero para poder ser
agradable, “ ant es” t iene que ser posible5 .
Debem os, por t ant o, analizar est e problem a a part ir del circuit o nat ural de la
vida hum ana, circuit o o m et abolism o que se est ablece ent re el ser hum ano, en
cuant o que ser nat ural ( es decir, part e de la Nat uraleza) , y su nat uraleza ext erior o
circundant e, en la cual la vida hum ana es posible y se desarrolla. En est e
int ercam bio ent re el ser hum ano en cuant o que nat uraleza específica y la
nat uraleza ext erna a él ( m edio biót ico y abiót ico) , la nat uraleza en general es
hum anizada ( o deshum anizada) por el t rabaj o hum ano. El t rabaj o es, por t ant o, el
enlace de est e circuit o ent re el ser hum ano y la nat uraleza 6 .
Para ent ender y orient ar la praxis hum ana dent ro de est e m et abolism o,
ciert am ent e es pert inent e el desarrollo de una t eoría de la acción racional, ya se
t rat e de una “ gest ión de la escasez” ( t eoría económ ica neoclásica) , o una “ gest ión
de la sost enibilidad” ( econom ía ecológica) .
No obst ant e, una t eoría de la acción racional, t al com o la form ula
inicialm ent e Max Weber y la ret om a el pensam ient o económ ico neoclásico, se
reduce a una t eoría de la relación m edio- fin, en la cual subyace un crit erio de
racionalidad inst rum ent al propio del cálculo hedonist a de ut ilidad ( ut ilit arism o) y de
las relaciones m ercant iles ( eficiencia form al) . La reducción de t oda reflexión t eórica
y de t oda praxis hum ana a est a racionalidad inst rum ent al m edio- fin ha conducido a
la hum anidad a una crisis de sost enibilidad que hoy am enaza inclusive su
sobrevivencia y la de la propia nat uraleza.

3
Max- Neef, Elizalde y Hopenhayn clasifican las necesidades hum anas, desde el punt o de vist a
axiológico, en las siguient es cat egorías: subsist encia, prot ección, afect o, ent endim ient o, part icipación,
ocio, creación, ident idad y libert ad; y desde el punt o e v ist a exist encial en: Ser ( at r ibut os personales o
colect ivos) , Tener ( inst it uciones, norm as, m ecanism os, herram ient as) , Hacer ( acciones personales o
colect ivas) y Est ar ( espacios y am bient es) ( Cfr: Max - Neef, 1993: 58,59) . Agreguem os que algunas de
est as necesidades ( o sus sat isfact or es) son básicas ( alim ent ación, viv ienda, salud, educación) y deben
quedar garant izadas a t ravés del sist em a inst it ucional, m ient ras que la sat isfacción de las rest ant es se
logra m ediant e la relación subj et iva ent r e suj et os que com par t en solidar iam ent e la com unidad de
bienes, haberes y saberes a disposición.
4
Elegir ent re “ alim ent o” y “ ent ret enim ient o” no se reduce a una m era cuest ión de gust os o preferencias,
sin poner en peligro la vida m ism a. El adict o que “ prefier e” seguir consum iendo droga, aun renunciando
a su alim ent ación, a su seguridad y a su vida afect iva, opt a por la m uert e. Pero una vez m uert o ninguna
ot ra elección es posible. En general, donde exist en necesidades est á en j uego una decisión sobr e vida o
m uer t e, al decidirse sobre el lugar de cada uno en la div isión social del t r abaj o, en la dist ribución de los
ingresos y en la posibilidad de sat isfacer y pot enciar t ales necesidades. Por eso, nuest ro punt o de
part ida ha sido el suj et o de necesidades o el suj et o necesit ado.
5
Est e “ ant es” se refiere a una ant er ioridad lógica, y no se lo ent iende en un sent ido t em poral.
6
Cfr: Hink elam m er t y Mora, 2001: 122- 123.

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En efect o, la acción racional m edio- fin, aunque necesaria en cont ext os


parciales y acot ados, result a ser una acción que t iene un núcleo irracional, por lo
que es necesario t rascenderla, superarla ( m as no abolirla) ; supedit ándola a una
racionalidad m ás int egral del respet o al circuit o nat ural de la vida hum ana, que
llam arem os, racionalidad reproduct iva.
Por eso, una t eoría de la racionalidad hum ana t iene que analizar y
desarrollar, no sólo est a acción racional m edio- fin, sino t am bién la posibilidad de
que la m ism a praxis hum ana pueda supedit ar la lógica de la racionalidad m edio- fin
a la racionalidad del circuit o nat ural de la vida hum ana, en cuant o que racionalidad
de la vida y de sus condiciones de exist encia.
Sin em bargo, est a posibilidad de una praxis hum ana allende la racionalidad
m edio- fin ( la racionalidad reproduct iva) , presupone el reconocim ient o de que la
relación ent re est as dos racionalidades es conflict iva y que, por t ant o, la sim ple
am pliación de los crit erios de la relación m edio- fin no es capaz de asegurar est a
racionalidad necesaria de la reproducción de la vida.
Dada est a conflict ividad, hace falt a una m ediación ent re am bas, en la cual se
reconozca a la racionalidad del circuit o nat ural de la vida hum ana com o la últ im a
inst ancia de t oda racionalidad; ya que es ést a la que sum inist ra el crit erio de
evaluación de la racionalidad m edio- fin.
Sin em bargo, est o a su vez presupone un reconocim ient o ant erior, que es el
m ut uo reconocim ient o de los seres hum anos com o seres nat urales y necesit ados,
ya que cada ser hum ano depende del ot ro, sust ent a al ot ro, part icipa en el
desarrollo del ot ro, com ulgando de un m ism o origen, de una m ism a avent ura y de
un m ism o dest ino com ún. Sólo a part ir de est e reconocim ient o del ot ro com o ser
nat ural, aparece la posibilidad de fij ar el circuit o nat ural de la vida hum ana com o el
condicionant e de t oda vida hum ana y, por consiguient e, t am bién, de cualquier
inst it ucionalidad.
Est e es, por t ant o, el punt o de part ida de t oda reflexión económ ica, ya que
sólo a part ir de est e reconocim ient o del ot ro com o ser nat ural y necesit ado, el ser
hum ano llega a t ener derechos y no puede ser reducido a un obj et o de sim ples
opciones de part e de él m ism o y de los ot ros.
Es por t ant o, el reconocim ient o de que el ser hum ano com o suj et o vivient e,
la corporalidad del suj et o, sus necesidades y derechos, han de ser el punt o de
referencia básico, fundam ent al, para la evaluación de cualquier racionalidad
económ ica y de t oda organización económ ica inst it ucionalizada. No, com o es la
norm a dom inant e, la eficiencia abst ract a o cualquiera de sus derivaciones
( com pet it ividad, t asa de crecim ient o, product ividad, t asa de ganancia, “ libert ad
económ ica” , m odernización, et c.) .
2 . Re pr oducción de la Vida H um a na , Ut opía y Libe r t a d
Plant earse la pregunt a por la sociedad alt ernat iva que querem os nos lleva de
inm ediat o a una pregunt a fundam ent al de la polít ica y de la filosofía polít ica: ¿cuál
es la m ej or sociedad posible? Tom ás Moro, en Ut opía, Francis Bacon en La nueva
At lánt ida y Tom ás Cam panella en La ciudad del sol, fueron los prim eros t eóricos del
Renacim ient o y de la Modernidad que int ent aron responder est a pregunt a, aunque
ya Plat ón lo había hecho en la Ant igüedad Clásica en La República, su obra
m aest ra. No obst ant e, la búsqueda de una sociedad perfect a suele convert irse en
una t ram pa, e incluso, en el cam ino al t ot alit arism o.
En prim er lugar, una respuest a a secas a la pregunt a ¿cuál es la m ej or
sociedad posible?, no es posible, por cuant o necesit am os un referent e acerca de “ lo
m ej or posible” . Est a referencia no la podem os t om ar de ninguna ét ica
preconcebida, porque no cont endría un crit erio de fact ibilidad. No podem os
form ular deberes ni m odelos de sociedad sin ant es det erm inar est e m arco de
fact ibilidad.

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Ent onces, cualquier im aginación de la m ej or sociedad posible t iene que


part ir de un análisis de “ la m ej or sociedad concebible” . Luego, la m ej or sociedad
posible aparece com o una ant icipación de la m ej or sociedad concebible. El
cont enido de lo posible es siem pre algo im posible que no obst ant e da sent ido y
dirección a lo posible. Y la polít ica es el art e de hacer progresivam ent e posible lo
im posible.
Podem os part ir de est e análisis para replant ear la cont raposición t radicional
ent re socialism o y capit alism o, lo m ism o que para evaluar la fact ibilidad de
cualquier propuest a de sociedad perfect a, ya se t rat e de una sociedad com unist a,
una sociedad anarquist a ( sin inst it uciones) o una sociedad de m ercado t ot al
( com pet encia perfect a) .
Tom em os el ej em plo de la cont raposición ent re socialism o y capit alism o, que
en gran m edida sigue vigent e en el debat e t eórico. Y t om em os a dos de sus
principales represent ant es: Carlos Marx y Max Weber. Sin duda, Marx part e de una
afirm ación ent eram ent e relevant e: la afirm ación de la vida hum ana concret a,
corporal, y no de ningún ant ropocent rism o abst ract o. Piensa est a afirm ación en
t érm inos de una plenit ud que describe com o “ reino de la libert ad” o com unism o, y
en relación a ella concibe la sociedad socialist a a la que aspira com o una
aproxim ación o ant icipación en t érm inos de “ lo m ej or posible” .
La concept ualización de t al plenit ud es absolut am ent e radical, m ient ras que
la sociedad por hacer aparece m ás bien com o una sociedad fact ible que se realiza
“ lo m ás posible” . Weber, en cam bio, ve con t oda razón que est e reino de la libert ad
es im posible, ut ópico, y lanza su crít ica cont ra el m ism o. Const at a, con razón, que
la abolición de las relaciones m ercant iles –que Marx considera com o part e de lo
posible– cae en el ám bit o de lo im posible. Sin em bargo, en su propio análisis,
Weber sigue el m ism o esquem a que le crit ica a Marx. En efect o, afirm a que
precisam ent e el capit alism o sí puede asegurar la reproducción m at erial de la vida
hum ana; pero com o no puede sost ener est a afirm ación en t érm inos em píricos, la
concibe t am bién en t érm inos de una plenit ud capit alist a im posible, concept o que
t om a de los prim eros análisis neoclásicos del equilibrio general de los m ercados. A
est e t ipo de ut opías podem os llam arlas “ Ut opías t rascendent ales” . Es la ut opía del
com unism o, es la ut opía del anarquism o, es la ut opía neoliberal del m ercado t ot al.
Ahora bien, cualquier propuest a de sociedad que se relaciona con una
plenit ud perfect am ent e im posible, se dist orsiona a sí m ism a, a part ir del hecho de
considerar su realización fáct ica com o pasos hacia aquella infinit ud en relación a la
cual ha sido concebida. La hist oria del siglo XX fue abundant e en proyect os de
const rucciones ut ópicas con consecuencias desast rosas para el ser hum ano y la
nat uraleza.
El horizont e ut ópico de la praxis hum ana es, sin duda, un elem ent o cent ral,
esencial, de est a praxis; pero el m ism o no puede form ularse a part ir de una
sociedad perfect a que se pueda alcanzar a t ravés de una aproxim ación cuant it at iva
calculable ( aproxim ación asint ót ica) , com o si se t rat ara de una relación m edio- fin.
Al int ent ar est e cam ino, t ransform am os el problem a de la búsqueda de una m ej or
sociedad en un problem a de progreso calculable, proceso que llega a ser
dest ruct ivo al m enos por t res razones: a) porque dest ruye t oda la vivencia de la
sociedad hum ana en est e cam ino fict icio hacia la realización de la sociedad
perfect a, b) porque elim ina t odo lo que no parece com pat ible con est e progreso
calculado, y con eso, se elim ina práct icam ent e la realidad y c) porque prom et e la
ut opía a condición de renunciar a t oda crít ica, a t oda resist encia. La ut opía llega a
ser el poder dest ruct ivo absolut o. Dest ruye la realidad porque si est a no es
com pat ible con los t érm inos de la sociedad perfect a, ent onces se t iene que elim inar
la realidad incluso de las ciencias em píricas. La realidad sólo se percibe com o
em piria cuant ificable, una abst racción que sust it uye a la realidad en nom bre de las
ciencias em píricas.
Sin em bargo, la realidad es una realidad de la vida. Real es aquello con lo
cual se puede vivir y lo que se necesit a para vivir: la nat uraleza y la convivencia

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hum ana 7 . Para volver a est a realidad, el punt o de part ida sólo puede ser la
reivindicación del ser hum ano com o suj et o, que insist e en sus necesidades y en sus
derechos, en conflict o con la lógica propia de los sist em as inst it ucionales. No se
t rat a sólo de un conflict o de clases, sino fundam ent alm ent e, del conflict o ent re la
posibilidad de la vida frent e a la lógica propia de los sist em as.
Por t ant o, debem os plant ear la referencia ut ópica de ot ra m anera. La ut opía
es una fuent e de ideas sobre el sent ido de la vida, una referencia para el j uicio, una
reflexión sobre el dest ino, una im aginación de los horizont es. Para no invalidar est a
pret ensión, la ut opía j am ás debe convert irse en un fin por realizar, ni siquiera de
m anera asint ót ica.
La ut opía no debe t ransform arse en societ as perfect a que rige y que se
im pone sobre la realidad y sobre la volunt ad de t odos. La ut opía es m ás bien una
especie de “ idea regulat iva” , en el sent ido kant iano del t érm ino ( nos referim os al
Kant de Crít ica de la razón pura) . Solam ent e com o t al, la ut opía no llega a ser
nuevam ent e una cárcel, un m uro o un cam po de concent ración; sino una fuent e de
vida y de esperanza. Est a es la Ut opía Necesaria.
Podem os ahora int ent ar responder a la pregunt a de part ida sobre “ la m ej or
sociedad posible” . No se t rat a de realizar lo ut ópico com o t al, sino de aspirar a un
est ado, siem pre en re- evolución, que aun no exist e, pero que es deseable y posible
de realizar. Hoy, el realism o polít ico, o la polít ica com o art e de hacer posible lo
im posible, t iene que proponerse un m undo, una sociedad, en la cual cada ser
hum ano pueda asegurar su posibilidad de vida dent ro de un m arco que incluya la
reproducción de la nat uraleza, sin la cual la propia reproducción de la vida hum ana
no es posible.
La libert ad hum ana no puede consist ir sino en una relación del suj et o con
sus inst it uciones, en la cual el suj et o som et e a las inst it uciones a sus condiciones
de vida. En cam bio, las “ m áquinas de libert ad” ( aut om at ism o del m ercado, leyes de
la hist oria) , prom et en la libert ad com o result ado del som et im ient o absolut o a las
inst it uciones y sus leyes. No adm it en ninguna “ suj et icidad” del ser hum ano, que es
t ransform ado en una part e del engranaj e de la “ m áquina de libert ad” ( David
Friedm an) . Los suj et os libres son libres en el grado en el cual son capaces de
relat ivizar la ley en función de las necesidades de la vida. La libert ad no est á en la
ley, sino en la relación de los suj et os con la ley. Considerando la ley del m ercado, la
libert ad consist e precisam ent e en poder som et erla a las necesidades de los suj et os.
El reconocim ient o m ut uo ent re suj et os corporales y necesit ados im plica
necesariam ent e la relat ivización de cualquier ley en función de est e reconocim ient o.
La ley vale solam ent e en el grado en el cual no im pide est e reconocim ient o m ut uo.
Veam os, a m anera de ej em plo, el caso de la “ libert ad del consum idor” . Las
relaciones m ercant iles capit alist as int erfieren de una det erm inada m anera en la
espont aneidad del consum idor, deform ándola. Reem plazan la orient ación por los
valores de uso por ot ra basada en los valores de cam bio y en la ganancia 8 . El
consum idor pierde así su libert ad. Reivindicarla significa int erpelar, enfrent ar y
supedit ar a las m ism as relaciones m ercant iles, en la m edida en que se com port en
com o dest ruct oras de la espont aneidad y, por t ant o, de la libert ad. 9

7
Est e concept o de realidad com o condición de la posibilidad de la v ida hum ana est á generalm ent e
ausent e en las ciencias em pír icas. Est as t ienen una realidad abst ract a, inclusive m et afísica, producida a
part ir de la realidad pero abst rayendo del hecho de que la r ealidad es condición de posibilidad de la vida
hum ana. Se t rat a ent onces de una “ r ealidad pura” , de una em piria. En las ciencias sociales,
seguram ent e la econom ía es la que ha llevado m ás lej os la const r ucción de est a em piria: la econom ía de
los neoclásicos es “ econom ía pura” .
8
Est a int erfer encia ocurre en t odos los m odos de producción, pero se v uelve pr edom inant e en la
producción m ercant il, ya que en est a ocurre t am bién la predom inancia de la especificación de la
necesidad en general a t ravés de las r elaciones de producción.
9
Con respect o al papel de los m edios de com unicación, una dicot om ía sim ilar surge ent re “ liber t ad de
opinión” y “ libert ad de prensa” .

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Una econom ía de la vida j uzga a la libert ad hum ana a part ir de sus


posibilidades de vida o m uert e: el ej ercicio de la libert ad es solam ent e posible en el
m arco de la vida hum ana posibilit ada. Su punt o de part ida es el análisis de la
coordinación del t rabaj o social y de los crit erios de fact ibilidad de las m últ iples
act ividades hum anas necesarias para producir un product o m at erial que perm it a la
supervivencia y el desarrollo de t odos, a part ir de una adecuada sat isfacción de las
necesidades hum anas.
No se dedica al análisis de inst it uciones parciales –em presas, escuelas,
sindicat os, et c.–, ni de inst it uciones globales –sist em as de propiedad, m ercado,
Est ado–, sino a las form as de la organización y coordinación de la división social del
t rabaj o, en las cuales ést as inst it uciones se insert an. Porque en cuant o t ales,
deciden sobre la vida o la m uert e del ser hum ano y, de est a m anera, sobre la
posible libert ad hum ana.
La opción por la vida hum ana am enazada dem anda una nueva solidaridad,
aquella que reconoce que la opción por la vida del ot ro es la opción por la vida de
uno m ism o. El ot ro est á en m í, Yo est oy en el ot ro. Es el llam ado del suj et o, el grit o
del suj et o. En nom bre de est e suj et o, t oda ley absolut a, y en especial la ley del
m ercado, debe ser relat ivizada en relación a la posibilidad de vivir. Est a ley puede
ser válida sólo en la m edida en que respet e la vida, no es legít im a si exige o
conlleva a la m uert e, al sacrificio de vidas, al cálculo de vidas.
La racionalidad que responde a la irracionalidad de lo racionalizado sólo
puede ser la racionalidad de la vida de t odos, incluida la nat uraleza, porque sólo
hay lugar para la vida hum ana si exist e una nat uraleza que la haga posible. Y est a
racionalidad de la vida sólo se puede fundar en la solidaridad ent re t odos los seres
hum anos.
Se t rat a de una solidaridad necesaria, pero no por eso inevit able. Se puede
enfrent ar el proceso dest ruct ivo del m ercado t ot al solam ent e disolviendo las
“ fuerzas com pulsivas de los hechos” , lo que únicam ent e es posible por una acción
solidaria. Mient ras que para el pensam ient o neoclásico y neoliberal, la asociación y
la solidaridad ent re los seres hum anos es vist a com o una dist orsión ( el equilibrio
general com pet it ivo exige agent es económ icos at om íst icos) , para una econom ía de
la vida son el m edio para disolver est as “ fuerzas com pulsivas de los hechos” .
3 . Re fe r e ncia s bibliogr á fica s
Hinkelam m ert , Franz J. y Henry M. Mora ( 2001) ; Coor dina ción socia l de l
t r a ba j o, M e r ca do y r e pr oducción de la vida hum a na . Preludio a una t eoría
crít ica de la racionalidad reproduct iva. DEI , San José, Cost a Rica.
Max- Neef, Manfred y ot ros ( 1998) ; D e sa r r ollo a Esca la H um a na . Concept os,
aplicaciones y algunas reflexiones. Edit orial Nordan- Com unidad, Barcelona.

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