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Hay alrededor del cine de Tim Burton todo un arrebato de reconocimiento, de

admiración y de fanatismo, que lo hace uno de los directores de culto por excelencia,
debido a que cuenta con un público cautivo, el cual es capaz de ver sus filmes una, otra
y otra vez.
Su cine está rodeado de un halo misterioso, fantasmagórico y espectral, realmente
inconfundible, lo que lo vuelve sumamente atractivo para el espectador.
Desde que en 1982 debutó como director con el cortometraje Vincent, su estilo
particular fue bien acogido por la crítica, mereciendo el prestigioso Premio de la Crítica
en el Festival de Cine de Animación de Annecy.
Su forma de abordar los temas y la manera en que los representa, su toque estilístico y
su arte enigmático y expresivo, han llevado a analistas y escritores a estudiar su obra, a
escribir sobre su vida y analizar cada una de sus películas con detenimiento.
Las revistas cinematográficas contienen regularmente información y artículos sobre el
cine de Burton, y no solo eso, sino que alrededor de sus personajes y su concepto
artístico se ha creado todo un marketing de una serie de artículos, libros, posters,
títeres, muñecos, etcétera, que se venden en el propio website del excéntrico
realizador. Asimismo, actualmente su arte da la vuelta al mundo, en una gira de
exposición de sus principales obras y piezas originales, una colección de su labor
creativa, no solo cinematográfica, sino personal.
Lo que lo identifica y hace del cine de Tim Burton algo sui géneris y especial es que
posee un estilo único y propio, ciertos elementos que se repiten y están presentes en la
mayoría de sus historias, además de que la forma en que se presentan es visualmente
llamativa. De tal manera que con solo ver una imagen o fotografía nos remite
directamente al autor a tal grado, que ha sido una fuerte influencia en la cultura popular,
incluso el adjetivo “burtoniano” ya se utiliza para describir algo estéticamente parecido a
su obra artística.
Burton entreteje sus historias de una forma nebulosa y ambigua, en la que cuesta
definir cuál es la fantasía y cuál es la realidad, sumergiendo al espectador en un
universo irreal, con relatos emotivos y personajes insólitos, pero con problemáticas muy
humanas, lo que hace percibir sus películas como toda una experiencia, un viaje a
mundos góticos y oscuros, donde la luz y la sombra juegan un importante papel en la
estética y en la atmósfera visual creada por él.
Definitivamente, el peso de su autoría se aprecia en el sello estético de sus filmes
mucho más enfáticamente que en la narrativa, “sus obras se asientan, más que sobre
un argumento bien hilado, en un brillante diseño visual y en la fuerza y complejidad de
sus personajes, héroes solitarios sistemáticamente malinterpretados por la sociedad…
Tim Burton ha sido calificado con los adjetivos más variopintos: visionario, oscuro,
macabro, iconoclasta, genial, innovador, rebelde, individualista, extravagante,
inadaptado, hiperbólico, irónico, obsesivo, morboso, manierista, inconformista, anti
convencional, infantil, caprichoso, excéntrico, divertido, leal… Su físico frágil y
desgarbado nos recuerda a un desvalido niño perdido y muchos han destacado una
personalidad sumamente sensible, receptiva, cordial y tímida. Sin duda, Burton sería un
personaje perfecto para una de sus propias películas”
Por otro lado, para la creación de su mundo, Burton ha conformado un talentoso equipo
de trabajo, con el que se siente cómodo para inventar sus historias, ya que han sabido
captar de manera óptima el ambiente que desea trazar. Principalmente es de vital
relevancia la mancuerna con Danny Elfmann, su compositor de cabecera, quien a
través de su música consigue complementar exquisitamente la fantasía siniestra y
estrambótica de sus películas.
Asimismo, acostumbra repetir actores que son ya íconos de su cine, como Helena
Bonham Carter y, por supuesto, Johnny Deep, los cuales representan a esas figuras
invariables, personajes incomprendidos o marginados, mezcla de hombre, criatura y
espectro.
Aunque las temáticas sean diferentes, podemos afirmar que la constante es la creación
de un mundo distinto, irreal, en el que sumerge al espectador, quien vive su cine como
todo un viaje a universos alternos, como una experiencia novedosa y como una
aventura para los sentidos.
Timothy William Burton nació el 25 de agosto de 1958 en Burbank, California. A los
dieciocho años ingresó en un programa que Disney creó para la formación de
animadores, y posteriormente fue contratado por la misma empresa para colaborar
como dibujante, sin embargo, su ya temprano gusto por lo gótico no encajaba con el
estilo alegre y liviano de Disney. Él mismo explica que “lo raro de Disney es que quieren
que seas un artista, pero al mismo tiempo quieren que seas un obrero de fábrica, un
zombie sin personalidad”[2]. No fue hasta que le permitieron rodar sus dos primeros
cortos, Vincent (1982) y Frankenweenie (1984), que Burton pudo explorar su propio
estilo visual y plasmar en pantalla todo ese talento contenido, transmitiendo un
concepto novedoso, dejando entrever todas las fuertes influencias que conformarían su
cine y que se convertirían en su sello autoral.
VINCENT
A partir de ese momento, su creatividad afloró, y despegó su creación cinematográfica.
Su primer largometraje, Pee-Wee’s Big Adventure (1985), seguido del gran éxito de
Beetlejuice (1988), le dieron la entrada a la Warner para la realización de Batman
(1989), en la que sorprendió al público y a la crítica por su cuidada estética gótica, que
continuaría utilizando en todas sus obras.
Con la cinta El Joven Manos de Tijera (Edward Scissorhands, 1990), Burton se
consolida ya como un director de gran prestigio y también muy rentable para los
estudios.
Su prolífica carrera cuenta con más de dos decenas de películas, entre las que se
encuentran las exitosas El Extraño Mundo de Jack (1993), la genial Big Fish (2003),
Charlie y la Fábrica de Chocolate (2005), la premiada Sweeney Todd (2007), Alicia en
el País de las Maravillas (2010), Big Eyes (2014) y El Hogar de Miss Peregrine Para
Niños Peculiares (2016), y muchas más.
Influencias artísticas
Tim fue un niño tímido, absorto y extraño, gustaba de la literatura fantástica y sombría
de Edgar Allan Poe y de las obras siniestras de Charles Dickens. Asimismo, estaba
completamente prendado de las películas de terror y ciencia ficción del momento. Su
encuentro con el cine de Vincent Price, actor de películas de terror de bajo presupuesto
y una relevante influencia para él, tanto, que su primer cortometraje le fue dedicado.
El expresionismo es la corriente que más ha influido en la conformación de su estilo
estético y visual. Dos de las películas expresionistas de mayor relevancia, El Gabinete
del Dr. Caligari (Robert Wiene, 1919) y Nosferatu (FW. Murnau, 1922), fueron
inspiración para sus principales obras. Asimismo, sus mundos, su iluminación y sus
personajes se ven fuertemente influenciados por el arte de directores como Fritz Lang
(Metropolis, 1927; El vampiro de Dusseldorf, 1931) o Paul Wegener (El Golem, 1920).
Por su parte, lo gótico, derivado también del expresionismo, se convierte en un estilo
concienzudamente desarrollado en Gran Bretaña a finales de los cincuenta y durante
los sesenta, retomando el cine clásico de terror y los tópicos de monstruos, de
vampiros, para que personajes como Drácula y Frankenstein, volvieran a la pantalla, a
cargo de los estudios Hammer. A su vez, en Estados Unidos, la American International
Pictures no quería quedarse atrás, por lo que inició una serie basada en las historias de
Poe, protagonizada precisamente por Vincent Price. Este vasto cine, clase B, se filtró
en el subconsciente de Burton, y fue de vital importancia para la posterior creación de
su obra.
Rasgos que predominan en las creaciones de Burton provienen de estas corrientes, por
ejemplo el acentuado uso del contraluz, las proyección de sombras gigantes y
tenebrosas, los ojos profundamente remarcados en negro, decorados que cobran vida y
se funden con los personajes, todo esto se puede apreciar tanto en el expresionismo
alemán como en el cine gótico de los sesenta. Temas y características que serán un
común denominador en su cine, tanto estéticamente como en contenido.
EdwardScissorhands, una película de culto
En general, como hemos visto ya, el cine de Tim Burton es de culto, por ofrecer un
estilo visual único y que su público reconoce y sigue fielmente. Porque se puede
considerar un cine raro, que genera curiosidad y expectación.
A su vez, cada una de sus películas genera un gusto particular, un grupo de seguidores
y se vuelve un filme de culto en sí misma. Un claro ejemplo lo es, indudablemente,
Edward Scissorhands, la cual se convirtió en una poderosa cinta para Burton, cargada
de contenido sensorial, narrativo y actoral, es un punto crucial de impulso en la carrera
de su realizador y en la dupla con su actor fetiche Johnny Deep.
Estrenada en 1990, aparece en un contexto en el que se dan grandes y millonarias
producciones cinematográficas, en las que se busca principalmente mostrar los nuevos
efectos especiales para sorprender al público.
Después del éxito de Batman, Burton ya estaba en posición de elegir un proyecto
personal, así que retoma un boceto que realizó cuando apenas era un adolescente.
Para la realización del guion hace mancuerna con Caroline Thompson, quien logró
captar la idea que tenía él en mente y desarrollarla en un argumento poderoso y bien
estructurado.
El personaje central, Edward (Johnny Deep), está claramente inspirado en Cesare, el
sonámbulo de El gabinete del doctor Caligari, “estéticamente, los dos personajes van
caracterizados prácticamente igual con el maquillaje blanquecino y la mirada muy
remarcada y expresiva, e incluso lucen ropas parecidas. Además no solo en lo estético
se asemejan, sino que sus actuaciones y sus gestos son muy similares”[3]. Así como su
castillo, en cuanto a su iconografía, arquitectura asimétrica y decoración siniestra, está
obviamente apoyado en el estilo expresionista germano.
Burton proyecta dos dimensiones distintas, dos mundos completamente diferentes que
interactúan, a través de los protagonistas. Frente al castillo, un lugar sombrío e
inquietante , pero a la vez, con un magnetismo atrayente, los suburbios se presentan
sin personalidad, aburridos y la gente que los habita se muestran autómatas y
superficiales. Con su cuidada y monótona apariencia, muestran una realidad
contrastante y opuesta a la peculiar y estrafalaria que habita Edward, un personaje
solitario y excéntrico, clara referencia al cuento de La Bella y la Bestia.
En la fábula contada por una abuela a su nieta, el inventor de Edward -interpretado
justamente por Vincent Price- muere antes de poderle dar manos, así que se queda con
tijeras en su lugar. Él es acogido por la familia de Peg (Diane Wiest) y se instala en su
casa llamando la atención de todo el vecindario. Edward se encariña con Kim (Winona
Rider), la hija de Peg, y esto termina de complicar las cosas para él, porque provoca los
celos de Jim, su novio.
De este choque entre los dos ambientes, una de las obsesiones del cine burtoniano, se
desata el conflicto en el que un ser marginado lucha por encajar en un mundo al que no
pertenece. Sensación que el mismo Tim Burton experimentaba de niño y que refleja en
este tipo personajes.
“Burton, como Edward, siempre se ha sentido limitado a la hora de comunicarse con los
demás. No es de extrañar que la cámara, la imagen, se convierta en mediadora entre el
individuo y el mundo. Como en otras películas del cineasta, también son habituales los
planos picados y contrapicados con un sentido expresivo, sobre todo para denotar
posiciones de fuerza y poder de unos personajes sobre otros”
La temática está, a su vez, inspirada en el romanticismo que encuentra belleza en las
situaciones extremas, en lo desconocido y adverso, e incluso en tocar el tema de la
muerte, en la misma forma en que el expresionismo lo adoptara en su momento.
Asimismo, a través del argumento, el autor envía una crítica a la sociedad frívola e
insustancial, que no está abierta para quienes son raros o diferentes. Y ni el amor con
toda su fuerza es capaz de redimirla. A la postre, el cuento de hadas, que no es
únicamente para niños, no tiene en la narrativa burtoniana, un final feliz.
En conclusión, podemos apreciar con claridad que ya en Edward Scissorhands se
hacen presentes los rasgos y elementos que el espectador buscará a partir de entonces
en el cine de Burton. La dicotomía entre géneros que el autor gusta combinar, como lo
son la fantasía y el terror, que aunque parecen opuestos, en sus historias y con su
estética característica, embonan a la perfección, y han logrado que su público seguidor
desarrolle un gusto obsesivo por lo siniestro y emotivo, ese estilo subjetivo y particular
que imprime atractivo a lo oscuro y fúnebre, y que le ha valido un marcado culto cinéfilo
alrededor de su obra.

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