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EL ESPACIO QUE LLENA EL HOMBRE EN EL LIBRO VACÍO DE JOSEFINA

VICENS

Los hombres escriben ficciones porque están encarnados,


porque son imperfectos. Un Dios no escribe novelas.

Ernesto Sábato

Cuando las bellas palabras se niegan a obedecer las decisiones del poeta, surge

una obra de arte literario; se revelan ante su creador, no se acomodan a sus reglas, son

rebeldes y deciden tomar su rumbo, aunque finalmente saben que el único que puede

controlarlas para evitar su extravío es su creador. Entonces el artista no tiene más

remedio que acatar la decisión de sus pequeñas, porque sabe que aunque caminen solas,

él les brinda eso que las hace caminar. El autor las imagina, inventa y da vida a partir de

lo único que posee: él. A partir de ello, comienza a crear mundos alternos, mundos en

donde si bien los conflictos siguen existiendo, han mutado a otra categoría más sublime,

más soportable. Así mismo, nunca termina su tarea de construcción y re-construcción,

puesto que, como dice Borges en sus diálogos con Sábato, si el escritor llegara a

“llenar” su libro, ya no tendría nunca más algo para decir, nunca más algo que dibujar

en un libro vacío.

La escritora mexicana Josefina Vicens, en su novela El libro vacío, publicado en

1958, pretendió plasmar no una obra, sino la creación de esa obra, no terminó de

edificar un personaje, le brindó a éste la posibilidad de irse construyendo a lo largo de

su mundo de papel, no creó una historia, porque ésta se erigió tan luego terminó de

pasmar la última palabra. Ante todo, Vicens nos ofrece un esbozo de aquello que nunca

es posible llenar, no por incapacidad del autor o del lector, sino porque siempre estará

vaciándose y llenándose por la simple razón de estar en contacto con el hombre, la

1
criatura más cambiante (en cuanto a ideas, razonamientos, pensamientos, sentimientos)

que puede existir, ser que en un instante aprende y olvida.

Josefina Vicens proyecta todo este asunto por medio de un personaje en el que

dibuja de manera muy acertada parte de esa naturaleza humana: la vida común, los

conflictos internos y la incapacidad de saciar las expectativas, este “hombre” lleva por

nombre José García. Él es quien se encarga de sufrir las vicisitudes que le han sido

dadas a partir del momento en que se decidió darle vida dentro de un texto, sin

embargo, Vicens le atribuyó un carácter más a este protagonista, un aspecto que rompe

el prototipo de obra literaria: atribuyó a José García la capacidad de ser su propio

creador y de irse revelando a sí mismo y al mismo tiempo desvelar a su lector una

realidad que pocas veces es capaz de percibirse.

Es necesario señalar cómo es nuestro personaje: José García es un hombre que a

sus cincuenta años decide comenzar a escribir, aunque el principal y mayor problema se

muestra en su imposibilidad de hacerlo, principalmente a falta de “tema”, aunque esto

no sea mas que una máscara que oculta los verdaderos conflictos, surgidos

instantáneamente a partir del contacto entre su vida, la pluma y sus dos cuadernos. Pero

sus conflictos humanos son precisamente eso que puede quitar el vacío a su empresa,

esa problemática humana es lo que le permite seguir escribiendo, seguir intentando,

fracasar y volverlo a intentar. Claro está, el hombre nunca dejará de modificarse, y él

nunca dejará de sentir que le falta algo. Diariamente se sienta por las noches a tratar de

escribir, a empezar por algo que lo lleve a la respuesta final, sin embargo, nunca viene

todo y siempre aparece la nada, lo incompleto: “Todo esto y todo lo que iré escribiendo

es sólo para decir nada y el resultado será, en último caso, muchas páginas llenas y un

libro vacío.”1 El intento de escribir algo perfecto que logre saciar su espíritu

1
Josefina Vicens, El libro vacío / Los años falsos, Fondo de Cultura Económica, México, 2006, p. 54.

2
definitivamente nunca llegará, estos anhelos vuelan y se alejan de sus cuadernos, lo que

efectivamente se acomoda en el papel son sus pensamientos y emociones, sus tristezas y

fracasos que al parecer considera nada, insignificantes ante lo que se supone un

“verdadero escritor” puede inventar.

José García es dueño de una vida como tal, presa de una vida común como un hombre

de carne y hueso, de ella es de lo único que puede tomar algo para lograr escribir: su

vida matrimonial, su trabajo, sus hijos Lorenzo y José, sus problemas económicos, sus

conflictos entre temas como la muerte o el amor. Como dice Sábato, “…la literatura no

es un pasatiempo ni una evasión, sino una forma –quizá la más completa y profunda- de

examinar la condición humana.”2 José, ese hombre solitario que vive encerrado en la

cárcel de la cotidianidad, personaje que se muestra no cómo un héroe, sino como un

hombre con debilidades, miedos, indecisiones, tristezas; no sólo está revelando aquello

que es, sino la condición humana en la que todo ser humano se ve envuelto, quiera o no.

El protagonista demuestra que el libro no puede saciarse porque la vida tampoco

lo consigue: “Y llego a mi casa con la sensación de un gran vacío que pudo llenarse con

sólo decir una palabra o tender los brazos.3 Y aquí entra la necesidad de llenar el vacío,

no con algo imaginario, sino con lo único que puede ser colmado: el contacto con los

otros. El hombre es un ser social por naturaleza, la convivencia va inventando a cada

hombre, lo va haciendo de él, éste y no otro. La sociedad finalmente es quien brinda la

posibilidad de decir algo; si no hay otro, no hay nada que decir. Así mismo, cada

individuo adquiere identidad, diferencia para con los otros, se apropia de determinados

sentimientos, que aunque diversos, coinciden en una unidad sintética respecto a otras

personas.4 Es así, que José García puede plasmar todos sus conflictos y a la vez, figurar

2
Ernesto Sábato, El escritor y sus fantasmas, Seix Barral, Buenos Aires, 2006, p. 7.
3
Josefina Vicens, óp. cit., p. 77.
4
Cfr. Jean-Paul Sartre, ¿Qué es la literatura?, Aurora Bernárdez (trad.), 7ª ed., Losada, Buenos Aires, 1950, p. 17.

3
los trances de cada hombre inserto en el mundo. Si bien, la postura que José adopta

explícitamente es la de queja al no tener nada que expresar ajeno a su yo, está implícita

la manera de enunciar lo que a cada hombre aqueja y que sin embargo se pierde entre la

masa de actividades diarias, de diálogos cansados y de aburrimiento temporal. José así

lo señala: “…no soy más que un hombre mediano […] Un hombre común, exactamente

eso, un hombre igual a millones y millones de hombres.” 5 Las revelaciones del

personaje ya no son individuales como parece, sus vivencias se transportan a un plano

colectivo, ofrecen una idea del mundo, no idealizado ni imaginario, por el contrario, un

mundo real, con miles de personas que a diario sufren y gozan, con millones de seres

humanos que a diario viven, sobreviven y mueren.

Como ejemplo de lo anterior, está la cuestión del trabajo, actividad que está muy

lejos de ser íntima, es una acción que además de proporcionar sobrevivencia o confort,

ofrece la colocación de una persona dentro de una esfera social. Arendt dice:

El trabajo proporciona un «artificial» mundo de cosas, claramente distintas de


todas las circunstancias naturales. Dentro de sus límites se alberga cada una de
las vidas individuales, mientras que este mundo sobrevive y trasciende a todas
ellas. La condición humana del trabajo es la mundanidad.6

Uno de los problemas a los que se enfrenta José dentro de su vida “normal” es

ésa, la del trabajo, mundo que a pesar de aislarlo, es la ventana que le ofrece la visión a

un mundo lleno de iguales. Por su trabajo sale a la calle, lugar donde surgen un sin fin

de planteamientos con respecto a su papel activo entre los demás; por su trabajo puede

vivir los aprietos de sus compañeros de trabajo y percatarse de que al final todos los

hombres experimentan situaciones similares. El trabajo le ofrece ese punto a partir del

cual puede focalizar las distintas vidas individuales a las que Arendt se refiere. Por

5
Josefina Vicens, óp. cit., p. 31.
6
Hannah Arendt, La condición humana, Paidós, España, 1993, p. 21.

4
supuesto que esto no tendría mayor efecto si sus intenciones no fueran ser escritor, mas

son esenciales a la hora de reflexionar su realidad e intentar no dejarla caer en sus

cuadernos. Al final, esto es lo valioso: la cotidianidad puede ser dicha a partir de la

vivencia.

Aquí entra el papel de escritor, que sin percatarse, José García está asumiendo,

la de ser un revelador del mundo, como alguna vez lo dijo Sartre. 7 El hombre por

naturaleza tiene la necesidad de expresar aquello que siente y percibe, por ello el

lenguaje dentro de sus capacidades ocupa un lugar esencial, es un ser afortunado; el

escritor es mayormente dichoso al poder inmortalizar ese lenguaje efímero que se borra

instantáneamente tras haber sido pronunciado. No se trata aquí de glorificar cualquier

palabra, no, lo maravilloso se encuentra en poder capturar lo importante y saberlo

sujetar como se abraza un amor, causarle bien y no lastimarlo en el intento, es decir,

saber trazar esa realidad de manera que quede en el recuerdo y no en el olvido. José

sabe que este aspecto es necesario: “que no sea un ir poniendo, rellenando, dejando

caer, sino un transformar, hasta que sin tema, sin materia, el vacío desaparezca.” 8Como

todo buen escritor (aunque él no lo percibe de esta forma) reflexiona acerca de la

técnica poética. Él nos habla de cómo evita a toda costa crear algo vacío sobre unas

páginas que de hecho cuando uno las compra ya vienen con el vacío incluido. No se

trata de llenar y nada más, sino de saberlo hacer. Esta característica es fundamental a la

hora de hablar de obra de arte literario pues es lo que convierte en un texto literario o

no. He aquí la vocación de José, no es un hombre tratando de escribir la realidad de la

vida, es un hombre que de hecho ya está escribiendo sin darse cuenta esa realidad, y las

7
Cfr. Raúl H. Castagnino, ¿Qué es la literatura? La abstracción ‘literatura’. Naturaleza y funciones de lo
literario, 8ª ed., Nova, Buenos Aires, 1980, p. 162.

8
Josefina Vicens, óp. cit., p. 43.

5
señales que indican su triunfo sobre el vacío son los sentimientos de complementariedad

que suscita en la lectura de sus páginas.

Por otro lado, está eso que no puede dejar de mencionarse: el carácter de la

novela a la cual pertenece José García. La novela contemporánea dista mucho de ser

igual a la decimonónica, en muchos aspectos es distinta, sin embargo, la manera de

abordar al personaje es bastante desigual. La definición de Sábato me parece adecuada

para explicarlo:

La novela del siglo XX no sólo da cuenta de una realidad

más compleja y verdadera que la del siglo pasado, sino que ha

adquirido una dimensión metafísica que no tenía. La soledad, el

absurdo y la muerte, la esperanza y la desesperación, son temas

perennes de toda la gran literatura.9

Esta nueva forma de ahondar en la temática es lo que convierte a los personajes

en seres más autónomos, más reales y ontológicos. De ninguna manera resulta

apropiada en la novela contemporánea la creación de personajes acartonados o simples.

José García es una muestra dual de lo que aquí menciono: él es un ser complejo, lleno

de disturbios en su manera de pensar, es un tipo que se descifra como una persona lo

hace en la realidad. Por otro lado, la novela que está construyendo también es un

modelo de novela contemporánea, sus problemas “reales” son también problemas de la

obra. La carga afectiva de la cual está dotado se trasmuta y vive dentro de su libro, lo

construye y evita su deceso. La novela es parte de una época, en la cual los conflictos

existenciales sobresalen ante los demás. Ese período necesita de la voz reveladora para

poder manifestarse, y la novela lo ofrece.

9
Ernesto Sábato, óp. cit., p. 95.

6
Es así, que el lapso durante el cual actúa nuestro héroe, forma parte de su

inconsciencia y pensamiento, eso que le permite manifestar lo que todo hombre debe

vivir: su realidad: “En rigor, es de tu realidad de lo único que puedes hablar. Y si de ella

no te es posible extraer lo que requieres para un libro distinto y trascendente, renuncia a

tu sueño.”10 La novela que José García elaboró noche tras noche, no es un libro vacío,

por el contrario, es la viva imagen de lo que el siglo XX ha producido a nivel literario.

Esa dimensión ontológica que llegan a alcanzar las novelas y sus personajes en estos

tiempos es resultado de esa búsqueda del yo interno, cuya semilla se siembra

principalmente a partir del protestantismo y la caída de las grandes entidades en las que

se depositaba el destino, la vida y la muerte. José es una partícula de esa sociedad como

ya se mencionó, pero sus átomos se distinguen de la masa al pretender recrear esa

realidad. Su escapatoria es llenar un libro vacío, no con nihilismo, sino con todo, el

medio donde se desenvuelve su sociedad y él.

Además, José es ese escritor que busca y rebusca entre sus bastos pensamientos,

conocimientos e imaginación; al final, la obra termina siendo un pedazo de él, una

partícula más de su ser, puesto que lo que ha llenado con su lenguaje, armonizado y

puesto en una sola línea de puntos convergentes que igual se dirigen a un mismo punto:

revelar esa parte de él que se mantenía oculta, parte equiparable en todos los seres

humanos. José no dice:

El artista es un ser distinto, vulnerable, asombrado, trémulo,


herido de nacimiento y por vida, difícilmente incorporable a la
realidad diaria […] Pero el notarla tanto como para poder
manejarla y convertirla en obra de arte, es la mejor demostración
de que no ha podido incorporarse a ella, de que no ha sido
devorado por ella. La describe con tal verdad que es como si le
arrancara un trozo. Lo que tiene de distinto es lo que sólo el gran

10
Josefina Vicens, El libro vacío / Los años falsos, Fondo de Cultura Económica, México, 2006, p. 179.

7
artista logra: que esa realidad la conocemos de siempre y, no
obstante, la notamos por primera vez.11

Es en esta parte donde José García demuestra ser un artista; entre velos, acepta

que lo ha conseguido. Revelar eso que no se ve a simple vista, desmantelar una realidad

aparentemente descubierta, que la mayoría de las veces permanece entre sombras, es

algo que sólo las artes pueden brindarnos, en este caso, la literatura.

En José García vive ese genio creador, capaz de arrancar un trozo de su

cotidianidad para exponerlo y decir: “así soy, débil, con estabilidad económica y

familiar, pero al mismo tiempo sin equilibrio emocional, soy un hombre que puede decir

hoy una cosa y mañana otra, soy un ser que desea escribir y llegar a crear algo digno,

pero, sobre todo, soy el intento que todo hombre lucha por dejar a tras, día con día, al

levantarse y colocar un pie fuera de la cama”.

Finalmente, José García, el personaje y el escritor, siempre tratarán de llenar eso

que no se puede llenar, porque la literatura se llena con el hombre y como éste nunca

puede permanecer completo, es un intento vano.

Existen dos libros vacíos en la obra:

Uno, el libro vacío está colocado en cada ser humano, siempre tratará de llenarlo

al igual que José García, unos quedarán hartados, otros conformes, otros satisfechos, al

final, nadie puede llenar nada.

Por otro lado, está ese libro vacío que José siempre quiso llenar y al igual, como

todo buen poeta, nunca podo lograrlo.

11
Josefina Vicens, óp. cit., p. 198.

8
Bibliografía

Arendt, Hannah. La condición humana, Paidós, España, 1993.

H. Castagnino, Raúl. ¿Qué es la literatura? La abstracción ‘literatura’. Naturaleza y

funciones de lo literario, 8ª ed., Nova, Buenos Aires, 1980.

Sábato, Ernesto. El escritor y sus fantasmas, Seix Barral, Buenos Aires, 2006.

Sartre, Jean-Paul. ¿Qué es la literatura?, Aurora Bernárdez (trad.), 7ª ed., Losada,

Buenos Aires, 1950, p. 10.

Vicens, Josefina. El libro vacío / Los años falsos, Fondo de Cultura Económica,

México, 2006.

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