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Esta es una traducción hecha por fans y para fans.

El grupo de The Man Of Stars realiza este trabajo


sin ánimo de lucro y para dar a conocer estas
historias y a sus autores en habla hispana. Si
llegaran a editar a esta autora al idioma español,
por favor apoyarla adquiriendo su obra.
Esperamos que disfruten de la lectura.
CONTENIDO
Sinopsis ..................................................................................................... 4

Prólogo ...................................................................................................... 5

Capítulo 1 ................................................................................................... 7

Capítulo 2 ................................................................................................. 17

Capítulo 3 .................................................................................................25

Capítulo 4 .................................................................................................32

Capítulo 5 .................................................................................................42

Capítulo 6 .................................................................................................53

Capítulo 7 ................................................................................................ 60

Capítulo 8 ................................................................................................ 70

Capítulo 9 ................................................................................................ 78

Capítulo 10 ...............................................................................................86

Capítulo 11 ................................................................................................94

Capítulo 12 .............................................................................................. 102

Grupo de The Man of Stars .....................................................................111


Sinopsis

Escapar. Localizar. Reclamar. El condenado Izaean Berserker K'laus no


esperaba encontrar a su compañera predestinada en una bahía médica.
O que fuera sea humana. Ciertamente no esperaba tener que verla
alejarse de él. Escapar de la estación es fácil. Rastrear a su compañera
en un planeta ajeno a él es un poco más difícil. Reclamar su corazón
podría tomar toda la magia que la Navidad tiene para ofrecer.
Especialmente cuando no puede decirle que no es el hombre que ella
cree que es...
No hay tiempo para Navidad, tiene un trabajo que hacer. Uno que no
incluye enamorarse. Holly era la mejor cuidadora de depredadores
modificados genéticamente del planeta. Hasta que uno de sus
protegidos la usó como juguete para masticar. Literalmente. Ahora el
único trabajo que puede encontrar es su pesadilla personal; Guardián de
ciervos en un resort navideño. Lo que sea. Solo tiene que sobrevivir
hasta Navidad. Lo que no incluye enamorarse del encantador y apuesto
conductor del resort. Pero es lindo y parece familiar... Cuando su
molesto ex suelta la bomba de que su nuevo enamorado no es quien
dice ser, ¿puede ella ver más allá de la mentira y aceptar la verdad en el
corazón de su apuesto alienígena?
Prólogo

Su hermosa y pequeña humana se estaba yendo.


K'laus de Izaea estaba de pie en su lado del campo de fuerza y frunció el
ceño cuando el sanador líder de la estación le habló. Se suponía que no
podía ver a través de la configuración de privacidad en el campo de
fuerza, pero podía. Sus adaptaciones visuales eran diferentes a las que
estaban acostumbrados los Lathar imperiales, y el personal de curación
aún no se había dado cuenta de eso. Lo que le había permitido estudiar
a la pequeña humana en su tiempo libre...
Cuando la trajeron, su rostro estaba inmóvil, era una belleza perfecta
pero distante como las estrellas que él había mirado cuando era niño,
soñando con el día en que viajaría entre ellas. Porque en ese entonces
no tenía dudas de que calificaría para entrenar como un guerrero
imperial. Era su destino... su derecho de nacimiento.
Hasta el día en que fue puesto a prueba, y todos sus sueños se
derrumbaron alrededor de sus oídos. Había dado positivo por la
mutación de Izaean, por lo que no habría entrenamiento imperial para
él.
En cambio, lo habían enviado a Parac'Norr y, con cada año que pasaba,
su ira sangrienta se había vuelto más profunda e incontrolable. Tan
malo que no recordaba el incidente que lo había llevado ahí, siendo
pinchado y empujado por sanadores de alto nivel mientras trataban de
averiguar por qué su ira era incluso menos controlable que la de un
Izaean normal. Por qué había atacado y lastimado a sus propios
hermanos...
Sacudió la cabeza, cortando esos pensamientos y enfocándose en
cambio en la pequeña y delicada hembra humana que escuchaba
atentamente al sanador.
Estaba más muerta que viva cuando la trajeron. En el instante en que lo
hicieron, en el instante en que él la vio, todo dentro de él se reinició. Se
aferró a ella como la aguja de una brújula hacia el norte verdadero.
Y ahora ella se iba...
—¡Nooooo! —rugió. Se arrojó al campo de fuerza cuando se vio
obligado a verla alejarse de él, en medio de las bahías médicas y salir por
las puertas dobles.
Rugió y golpeó el campo de fuerza, tratando de llegar a ella. Tratando
de seguirla. Pero no sirvió de nada, el campo no cedió. Finalmente, se
deslizó por la pared, su mirada fija en las puertas por las que ella había
salido, sus ojos brillando y enfocados.
No importaba cuánto tiempo le tomara.
Escaparía.
La encontraría.
La haría suya…
Capítulo 1

—Bienvenido a Faulkner Gen-Mod. ¿Como podemos ayudarte?


El brillante y alegre saludo de la recepcionista fue como un chirrido en el
último nervio de Holly Walters. Agarró su maleta con ruedas
destartaladas hasta detenerse. O lo habría hecho, sólo que el equipaje
tenía otras ideas. Su única rueda torcida, que anteriormente se
comportaba perfectamente, se desvió hacia la izquierda y provocó que
la maleta se estrellara contra la parte posterior de su pierna. Sus labios
se apretaron en una línea delgada, mientras hacía malabarismos con
una taza de papel desechable llena de café, tratando de no derramarla,
mientras miraba a la burbujeante rubia que la observaba sin ninguna
señal de reconocimiento en sus ojos.
Excelente, la chica era nueva, otra nueva. Maggie pensó que debía
haber envejecido. Dean prefería solo a jóvenes brillantes como el
“rostro de la empresa”. Estaban en los veinticinco años cuando se
trataba de recepcionistas.
—Hola —dijo ella, forzando una brillante sonrisa en su rostro—. Soy
Holly Walters, una de las guardianas principales de modificación
genética aquí. Yo… perdí mi credencial de seguridad...
No la había perdido. Se la había comido un tigre vicioso devorador de
hombres que también tenía la intención de comérsela a ella.
—¡Correcto! —Los ojos de la chica se abrieron—. Lo siento mucho. ¡No
te esperábamos hoy! Déjame imprimirte una nueva identificación.
—Gracias. Lo apreciaría.
Sonrió, apoyando un codo contra el elegante mostrador de metal
mientras la chica se ocupaba en el otro extremo de la recepción. Se dio
la vuelta y miró el enorme vestíbulo. Todo era de metal y cromo, con
fotografías artísticas de animales que se mostraban en las enormes
pantallas suspendidas en lo alto. Una voz masculina tranquilizadora y
autoritaria zumbaba de fondo, explicando los antecedentes de la
empresa.
Con un ojo atento a la conservación, Faulkner Gen-Mod, en asociación
con su empresa matriz, Faulkner Industries, habían reintroducido con
éxito poblaciones modificadas genéticamente de especies previamente
extintas en sus ecosistemas nativos. Este enfoque en la conservación...
Bla, bla, bla. Desconectó las relaciones públicas. Sí, Faulkner Gen-Mod
estaba impecablemente limpio en la superficie, pero su CEO, Dean,
estaba completamente enfocado en las ganancias. El ángulo de
conservación era sólo eso: un ángulo. La mayor parte de los esfuerzos
de la compañía se dirigían a proporcionar animales modificados
genéticamente para clientes ricos. Los clientes muy ricos estaban
dispuestos a pagar mucho por mascotas que no podían conseguir en
ningún otro lado.
Se alejó de la pantalla cuando apareció una vista de la sabana y apareció
un rostro familiar con rayas naranjas, blancas y negras.
Attila. Cerró los ojos y respiró, ignorando los recuerdos de estar
atrapada bajo un enorme cuerpo felino. El blanco de los colmillos letales.
Caliente agonía cuando su carne fue rasgada y desgarrada. Sangrante.
Sangre por todas partes.
Tragó saliva, tratando de apartar los pensamientos de su mente. Attila
fue un caso especial. Lo habían elevado a niveles de inteligencia
cercanos a los humanos, lo que ella argumentó que fue un error en ese
momento, un gran error. Los tigres eran super depredadores con una
inteligencia natural... impulsar eso era un desastre esperando para
suceder.
El ataque no fue su culpa. Había sido engañada. Lo sabía. Pero...
—Sra. Walters —dijo la recepcionista detrás de ella— ¿Su credencial?
—Doctora Walters —respondió ella automáticamente mientras se
giraba—. Muchas gracias.
Extendió la mano hacia la credencial, pero la joven la mantuvo fuera de
su alcance.
—Yo... no creo que nadie te esté esperando —dijo, con una mirada de
indecisión en su rostro.
Holly alargó el brazo y le quitó la credencial de los dedos.
—Está bien. Solo voy a ir a mi oficina y revisar mi investigación.
Con su premio en la mano, suspiró mientras se dirigía hacia el banco de
ascensores, con su nueva credencial de seguridad en mano. Fue un
milagro que ella no “envejeciera” como la novia de Dean... o el dulce
que se colgaba del brazo... lo que sea. ¿Cómo podría ser considerada
algo importante cuando él ni siquiera la había visitado después del
ataque?
Sacudiendo la cabeza, tomó un sorbo de su café en el ascensor,
emergiendo en el último piso donde estaban todas las oficinas
ejecutivas. Atravesó rápidamente las puertas exteriores, le sonrió a
Sophie, la asistente personal de Dean, que parecía sorprendida, y entró
en la oficina de su novio.
El hombre en cuestión estaba de pie junto a la ventana, con el
comunicador en la oreja. Se dio la vuelta, con una mirada irritada en su
rostro, y parpadeó sorprendido cuando la vio. No tardó mucho en
recuperarse.
Cubrió su unidad de comunicación con una mano a la boca hacia ella.
—Solo dame un minuto, ¿de acuerdo?
Encogiéndose de hombros, borró su expresión y caminó a través de la
oficina, estacionando su maleta junto a un gabinete pesado y apoyando
su trasero contra él.
Con los brazos cruzados, tomó un sorbo de su café mientras esperaba
que Dean terminara su llamada. No había algo serio entre ellos, no
como tal. Al menos, nunca habían tenido esa conversación, donde
ambos admitirían ‘estamos saliendo’.
Todo había comenzado con ella acompañándolo a las funciones
oficiales y, de alguna manera, todos habían asumido que estaban en una
relación... incluso ellos. Todavía tenía su vivienda, pero ella se quedaba
la mayor parte del tiempo en el lujoso departamento de él.
Al menos, lo hizo cuando no estaba en un hospital alienígena. Eso la
había hecho decidirse. Habían terminado. Todo finiquitado. Si él no
podía molestarse en visitarla cuando estaba al borde de la muerte, ¿qué
tenían?
Nada. No tenían nada.
Suspiró y tiró su taza de café vacía a la basura cuando él terminó su
llamada.
—¡Querida! ¡Qué bueno verte!
Sonrió ampliamente mientras cerraba el espacio entre ellos. Se agachó
a un lado, buscando besos en el aire en lugar del beso que él estaba
tratando de aterrizar en sus labios.
Con el ceño fruncido en su hermoso rostro, mantenido así por cirujanos
plásticos muy caros, se echó hacia atrás.
—¿Qué pasa, nena? ¿Un viaje difícil?
Ella parpadeó. No podría ser tan denso, ¿no? Pero este era Dean James
Faulkner, tercero, del que estaban hablando. Adorador del crédito
todopoderoso.
—¿Qué pasa? Oh caramba, no lo sé, Dean —respondió ella—. Un viaje
difícil… Podría haberme roto una uña… ¡Casi me mata tu maldito
proyecto de mascota tigre! Y para colmo, ‘mi novio’… —citó al aire—.
Ni siquiera se molestó en visitarme.
Parecía incómodo.
—Sabes que no me gusta usar términos tan anticuados y exclusivos,
Hols —dijo en tono de reprimenda.
Oh, está bien… estaba más molesto por que ella lo llamara su novio que
por cualquier otra cosa que hubiera dicho.
—Y además —agregó, arrojando más combustible al furioso incendio
que ella sentía—. Visitarte hubiera sido una admisión de culpabilidad
que hubiera indicado que el sujeto 10-C era defectuoso. Eso es, si
hubiera podido ir allí a visitarte. Esos alienígenas...
—Hubieran estado más que felices de permitir que personas cercanas
me visitaran —lo interrumpió—. Dada la gravedad de las lesiones. Como
el hecho de que casi muero.
Hablar de ello de una manera tan desapegada lo hizo más fácil. Como si
ella no fuera la que yacía en una cama de hospital, a las puertas de la
muerte, sin visitas. De repente se sintió triste. Dean era su única familia.
Su padre había muerto hacía años, y desde entonces solo había sido
ella… y su trabajo. Hasta Dean. Sí, bueno... si no hubiera sido por el
extraterrestre extraño y furioso en la cama junto a la suya, no habría
tenido compañía mientras se recuperaba. No es que recordara mucho
de eso. Había pasado la mayor parte durmiendo.
Pero, aun así, hubiera sido bueno que su novio... No, no era eso, decidió
abruptamente. Si no podía molestarse en visitarla cuando ella casi había
muerto, entonces estaba muy segura de que no valía la pena la relación.
—Entonces... hemos terminado —dijo, sorprendida de descubrir que su
corazón no latía con fuerza en su pecho. En cambio, sintió una
sensación de plenitud... de algo correcto—. Y estoy de vuelta. Quiero
volver a la acción. ¿Qué tenemos ahora?
Lo miró con una ceja levantada, imaginando proyectos en los rincones
más remotos del mundo. En algún lugar remoto, preferiblemente bien
lejos de la oficina, donde pudiera recuperarse en su propio tiempo y
darse un espacio de él.
Dean se congeló, una mirada de culpabilidad inundó su rostro.
—¿Qué? —exigió— ¿Qué es?
—Bueno… ese es el problema, Hols. Nosotros, bueno, no pensamos
que ibas a volver, así que contratamos a un nuevo científico principal —
dijo con una mueca de dolor—. No tengo nada para ti. Bueno, hay un
trabajo...

—¡Un nuevo científico líder! No puedo creerlo… —murmuró Holly


mientras el tren se detenía en la estación del resort. Su temperamento
había estado hirviendo a fuego lento desde que salió de la oficina y
abordó un transporte directo a su nueva asignación. Después de todo,
no tenía sentido volver a casa.
Lo había intentado hacer hasta que Sophie corrió tras ella con la
deliciosa noticia de que Dean había ordenado que empaquetaran su
apartamento y guardaran sus cosas cuando resultó herida.
Aparentemente, nadie había esperado que ella sobreviviera.
Así que no tenía novio y tampoco tenía un lugar para vivir.
Frunció los labios mientras bajaba su equipaje de mano del estante
superior. Era completamente comprensible que nadie hubiera esperado
que sobreviviera a un ataque como ese, y si no fuera por el equipo
médico alienígena, no lo habría hecho. Sus capacidades estaban tan por
delante de las de la humanidad que ni siquiera tenía una cicatriz que
mostrar por su enredo con Attila. Pero sus cicatrices, o la falta de ellas,
no eran el problema. Lo que dolía, lo que realmente dolía, era el hecho
de que Dean hubiera seguido adelante tan rápido. El hecho
simplemente reforzó la certeza de que había tomado la decisión
correcta. Ni siquiera le había dicho nada sobre su ruptura.
—En serio, ni siquiera han pasado dos semanas —dijo entre dientes
mientras se unía a la lenta fila de pasajeros que desembarcaban en
primera clase.
Al menos él había colaborado para eso… ella siempre había viajado en
primera clase a todas sus asignaciones, pero no sabía cuál era el
protocolo para el personal que inconvenientemente no había muerto.
Por lo que sabía, podría ser algo completamente diferente a lo que
estaba acostumbrada.
Respirando hondo, logró sonreír y dar un pequeño agradecimiento a la
asistente que se despidió de ellos. El hecho de que estuviera teniendo
un mal día... semana... mes... no significaba que debía ser mala con
alguien que solo intentaba hacer su trabajo.
—¡Disfruta de tu estadía en Christmas Falls! —la mujer respondió
alegremente— ¡Feliz navidad!
Su sonrisa se congeló y se apresuró a salir. Odiaba la Navidad, con la
pasión de mil soles de fuego. Eso no era algo nuevo. Había odiado la
temporada desde que su padre había muerto cuando ella era una
adolescente.
Su madre nunca lo había superado, y aunque nunca le faltó nada… la
mejor ropa, las mejores escuelas, vacaciones en la playa dos veces al
año en resorts exclusivos… había sido como si la Navidad ya no
existiera. Al menos no para la familia Walters.
Nunca volvieron a hablar del tema, como nunca volvieron a hablar sobre
su padre. Cada año, su madre, una extraordinaria socialité, desaparecía
en algún lugar exótico, dejando a Holly sola. Eso nunca la había
molestado. Había usado el tiempo para estudiar, elevando sus
calificaciones lo suficientemente alto como para permitirle calificar para
un lugar en Travers Allied, un instituto de aprendizaje que abarcaba
todos los sistemas Terran y se especializó en la modificación genética.
Se había ido de casa y nunca miró hacia atrás. Su madre estaba en algún
lugar de los sistemas exteriores ese año, en un crucero de clase alta en
las Nebulosas Cascade.
Salió por la puerta... y la Navidad la golpeó en la cara.
—Oh. Mi. Dios.
Con los ojos muy abiertos, miró a su alrededor. Era una escena
directamente sacada de la portada de una tarjeta de Navidad. La
estación estaba en una pequeña elevación sobre un pueblo lleno de
deliciosas casitas de bombones y tiendas con luces colgadas de farolas.
Un enorme árbol de Navidad se encontraba en medio de la plaza del
pueblo, sin decorar por ahora, pero no hizo falta mucha imaginación
para verlo con todos sus adornos navideños. Todo estaba rodeado de
colinas suavemente onduladas cubiertas de nieve que se elevaban hacia
el cielo cada vez más oscuro. Los villancicos llenaban el aire, el sonido
era un acompañamiento perfecto para el olor a chocolate caliente de
algún lugar.
—Dean, voy a matarte —siseó salvajemente y tiró de su maleta detrás
de ella mientras comenzaba a caminar penosamente a través de la nieve
hacia el único hotel de la ciudad, Pine Lodge, ubicado detrás de la plaza
del pueblo.
Media hora más tarde llegó a la puerta principal, mojada hasta la rodilla
y congelada hasta los huesos. El paseo había durado mucho más de lo
que esperaba, en lugar del breve paseo que parecía. Algo en el biodomo
afectó la forma en que sus ojos veían la distancia: un efecto óptico
deliberado para dar la ilusión de que el domo era mucho más grande de
lo que realmente era.
Empujando la puerta principal, prácticamente se cayó a través de ella. El
calor del fuego crepitante cerca del mostrador de recepción la golpeó, y
reprimió un gemido, tentada a colapsar en un pequeño charco en el piso
y quedarse allí hasta que sus huesos se descongelaran.
—¡Bueno, hola! ¡Bienvenida a Pine Lodge! —anunció una voz brillante, y
se dio la vuelta para encontrar a un recepcionista que había aparecido
detrás del escritorio, con una amplia sonrisa y un gorro de Papá Noel
firmemente en su lugar— ¿Cómo puedo ayudarte hoy?
Se dirigió hacia él, ahora estaba arrastrando más que empujando su
equipaje de mano. Cuando Sophie había dicho “resort navideño”
esperaba una ligera capa de nieve, algunas luces... más brillo y fantasía
que nieve real.
—Me gustaría registrarme por favor. Tengo una reserva.
Agotada, logró una pequeña sonrisa de algún lado. Había estado de pie
desde que salió de la estación espacial extraterrestre esta mañana, lo
que le había llevado horas... o, mejor dicho, le había llevado horas pasar
por la aduana e inmigración donde el personal parecía considerarla ya
no humana. Como si un breve viaje en una nave alienígena por razones
médicas hubiera cambiado repentinamente toda su especie.
—Por supuesto, déjame verificar por ti en el sistema. ¿Cuál es el nombre
de la reserva? —El recepcionista, cuya etiqueta con el nombre tenía
impreso ‘Robert’ en letras ordenadas, preguntó con una sonrisa.
Sonrisa que parecía ser un elemento permanente en su cara, ya sea por
el hecho de que era una persona perpetuamente feliz... o tal vez por la
cirugía. Si tuviera que trabajar aquí, definitivamente sería cirugía. Su
cara de perra en reposo era más apropiada para un centro turístico de
Halloween que esta dulzura navideña de bastón de caramelo.
—Holly Walters. Faulkner Gen-Mod ha hecho la reserva —dijo,
pasándose la mano por el cabello húmedo. Mojado por la nieve, ya
había comenzado a formar rizos gracias al calor del fuego en el
vestíbulo.
—Oh, sí… aquí vamos. Oh, ¿eres nuestra nueva guardián? Pippa estará
muy contenta. La manada ha estado inestable desde que Alison se fue
de baja por maternidad. No les gusta el cambio, ya sabes, no tan cerca
de Navidad.
—Ajá, sí —respondió ella mientras él se disponía a registrar su llegada,
sus dedos rápidos sobre el teclado—. Nueva guardián —de renos.
Reprimió su suspiro. ¿Qué sabía ella sobre los renos? Dulce maldita nada.
Era una especialista en especies depredadoras; lo que sabía sobre las
especies de manada podría imprimirse en el reverso de un sello.
Siempre y cuando fuera muy pequeño.
—Te he puesto en la habitación diecisiete —Robert le ofreció una
tarjeta—. Es una de nuestras habitaciones más tranquilas... pero no
tiene mucha vista de la ciudad. Puedo moverte si lo prefieres.
Captó su mirada esperanzada. Esa que decía: ‘Por favor, sé una buena
dama y quédate donde te he puesto’. No era una sorpresa;
probablemente el hotel estaba lleno ya que faltaban pocos días para
Navidad.
Tomó la tarjeta con una brillante sonrisa.
—¿Sabes qué? Tengo mucho trabajo que hacer monitoreando la
manada, así que el silencio es perfecto.
Cuando se volvió, un pequeño torbellino de cabello rubio atravesó la
puerta.
Se detuvo en medio de la recepción y le dirigió a Holly una mirada
suplicante.
—Por favor... por favor, dime que eres nuestra nueva guardián.
—¡Seguro que lo es, Pippa! —Robert cantó con deleite—. Acaba de
llegar. La registré en la habitación diecisiete.
—Oh, eso es excelente. Agradable y tranquilo allí. Soy Pippa, la gerente
del resort —se presentó mientras cruzaba la recepción, ofreciendo una
pequeña mano para que Holly la estrechara—. No tienes idea de cuánto
hemos estado esperando tu llegada.
Holly asintió mientras estrechaba la mano.
—Eso escuché. ¿Has tenido problemas con la manada? ¿Son un poco
rebeldes?
Pipa asintió.
—Se han unido mucho a Alison, nuestra cuidadora de tiempo completo.
Pero ella está de baja por maternidad y Gary... bueno, él ama a los
ciervos y todo eso, pero realmente corren alrededor de él. Y solo
tenemos unos pocos días hasta el espectáculo de Navidad. ¡Los niños
esperan ver a Papá Noel y sus renos!
Su corazón se hundió. Las modificaciones tipo Gen-mod que daban
animales que se habían agrupado siempre fueron un dolor en el culo
para tratar. Pero... al menos no era probable que la destriparan. Era una
manada de animales con los que podía tratar.
Plasmando una brillante sonrisa en su rostro, que no sentía, tranquilizó
a la gerente del resort.
—No te preocupes, estoy segura de que puedo obtener al menos un
vínculo parcial con ellos y hacer que trabajen en equipo. Los animales de
manada son criaturas de rutina. Una vez que vuelva a acomodarlos en
su rutina habitual, estoy segura de que todo estará bien. ¿Necesitas que
me dirija allí ahora, para obtener la configuración del terreno?
Pippa consultó el reloj anticuado que llevaba en la muñeca.
—No, estarán acostados ahorita por la noche. Lo mejor es empezar de
nuevo por la mañana. Para ser honesta, no esperábamos a nadie de
Faulkner hasta mañana de todos modos, pero me alegro de que llegues
temprano. ¡Hay tanto que hacer antes de Navidad!
Capítulo 2

Los humanos eran tan fáciles de rastrear que era casi ridículo. Al igual
de lo fácil que había sido para él escapar de la estación en órbita. En ese
momento, la estación estaba dirigida por los B'Kaar, quienes tenía muy
poca o ninguna idea de cómo mantener a un Izaean bajo llave.
K'laus se detuvo en la cima de la pendiente nevada y miró hacia abajo,
hacia el pequeño pueblo en el valle debajo de él.
Había pasado las últimas semanas en la bahía médica de la estación
mientras trataban de controlar su furia de sangre. No recordaba haber
llegado allí. Todo lo que recordaba era negrura y rabia... la necesidad de
destrozar todo a su alrededor para tratar de calmar la furia que latía en
cada célula de su ser.
Se las había arreglado para juntar lo suficiente de las conversaciones del
sanador para saber qué había sucedido. La vergüenza lo atravesó. Había
lastimado a gente. Su furia de sangre se había descontrolado y los
sanadores de la estación habían sido su última oportunidad... si no
hubieran encontrado una cura, su próxima parada habría sido una
marcha hacia los desiertos en Parac'Norr y un disparo láser en la parte
posterior de su cabeza. Habría sido una misericordia. Nadie quería vivir
con la furia de sangre, la maldición que acechaba en su sangre.
Pero no había llegado a eso. Le habían inyectado algo y al cuarto día se
había calmado lo suficiente para tener largos periodos de lucidez. El
líder sanador había felicitado a todos por calmar a la bestia salvaje.
Ninguno de ellos se había dado cuenta de que su calma no tenía nada
que ver con la medicación y todo que ver con la pequeña hembra
humana que habían puesto en la cama cerca de la de él.
Había estado furioso cuando se la trajeron, había estado gruñendo y
arrojándose contra los campos de fuerza un segundo... al siguiente
estaba completamente enfocado en ella. Era diminuta y tan hermosa
que le había dolido el corazón y el cuerpo. Se había acercado lo más que
podía, respirando su olor y grabándola en su memoria.
Había sido herida, yaciendo allí como muerta, y durante muchas horas,
él pensó que podría perderla. Así que se mantuvo en vigilia, observando
los monitores en busca de cualquier señal de cambio, listo para alertar a
los sanadores por si acaso.
Entonces... a la mañana siguiente, murmuró suavemente mientras
dormía y se despertó. Sus ojos eran de un marrón cálido que lo había
paralizado al instante, y eso fue todo. Entre un segundo y el siguiente, él
se había convertido en suyo por completo, completamente, y durante
todo el tiempo que debía respirar en esta existencia.
Sin embargo, según supo, era humana y demasiado valiosa como para
permitir que una bestia voraz como él, un izaen, se acercara. Pero
afortunadamente para ellos y para todos en la estación, no estaba allí
para ser emparejada con ningún guerrero Latharian o B'Kaar. En cambio,
se había curado y el día anterior la habían dejado irse.
Se había escapado de la enfermería una hora después de que ella se
fuera. Algún tipo de disturbio en el sector civil que se estaba
construyendo había desconectado los campos de fuerza el tiempo
suficiente para que él pudiera escabullirse sin ser notado, pero le tomó
casi un día completo encontrarla. Claro, había tenido que descubrir
cómo salir de la draanthing estación sin disparar ninguna alarma y, una
vez que estuvo en la superficie, también había tenido que encontrar
cómo rastrear a su pequeña humana. Sin embargo, su padre había sido
una sombra, uno de los asesinos del imperio capaz de encontrar a
cualquiera, en cualquier lugar de la galaxia conocida. Y él era el hijo de
su padre hasta la médula... Christmas Falls.
Inclinó la cabeza. El asentamiento debajo de él se veía... diferente a las
áreas por las que había viajado para llegar aquí. Pero la cúpula
protectora probablemente significaba que se trataba de algún tipo de
área de conservación. Habían tenido algunas en su planeta de origen,
establecidas para proteger a una especie vulnerable, ya sea flora o
fauna, por lo que entendió el concepto. El control del clima aquí estaba
puesto en nieve, por lo que asumió que, lo que fuera que estaba siendo
protegido, necesitaba un ambiente más frío. Hacía más frío de lo que un
ser humano podía soportar, pero solo un leve inconveniente para él
mientras bajaba la colina hacia los edificios.
Escogió el más grande para entrar en el asentamiento, con todos los
sentidos alerta en caso de que alguno de los humanos lo viera. Vestido
como estaba, con un mono de estación, nadie lo confundiría con un
humano. Llegó a la parte trasera de un montón de edificios anexos y los
rodeó, pegándose a la oscuridad que aún se aferraba a sus paredes. El
sol estaba a punto de salir y necesitaba un cambio de ropa rápido para
poder pasar desapercibido. Afortunadamente, su apariencia no era la
típica de Latharian, sus rasgos eran más anchos y sus pupilas más
redondeadas que la mayoría.
La salvación vino en forma de una puerta abierta. Al abrirla, encontró
una habitación con cestas llenas de ropa. Una sonrisa se dibujó en su
rostro mientras se movía rápidamente a través de las opciones de la
ropa. No había mucho que le sirviera a su cuerpo que era más grande
que el de un humano, pero encontró suficientes prendas para vestirse.
Eso sí, no encontró calzado, así que se quedaría con sus botas, por lo
que bajó el dobladillo de los extraños pantalones lo suficiente como
para ocultar el hecho de que las que usaba no era un atuendo humano.
Tendría que funcionar.
El sol se asomaba por el horizonte mientras él daba la vuelta al gran
edificio. Tenía que ser una especie de lugar de reunión central. Las
construcciones más grandes en cualquier asentamiento solían ser un
centro de poder, por lo que pensó que comenzaría allí a rastrear a su
pequeña humana.
—¡Ey!
Ignoró la voz que gritaba detrás de él mientras bordeaba la parte
trasera del edificio, con las manos en los bolsillos de la extraña chaqueta
humana.
—¡Ey! ¡Compañero! ¿Eres el chico nuevo? ¿Jamie Kringle?
Eso llamó su atención y miró hacia arriba. Un varón humano estaba
medio colgando de una puerta en la parte trasera del edificio, con una
mirada de acoso perpetuo en su rostro.
—¿Quién pregunta? —respondió a la pregunta con una propia. Siempre
fue la táctica más segura en situaciones como esta. Sin embargo, dos
cosas se destacaron de inmediato. Uno, el humano no lo había
etiquetado inmediatamente como un extraterrestre, lo cual era bueno y
dos, un “chico nuevo” debía entrar, y nadie sabía cómo se veía...
Lo cual jugó a su favor, especialmente porque sabía que el clima fuera
de este biodomo se estaba cerrando. Esa era la razón por la que había
tenido que cruzar el país a pie, en lugar de usar otro medio de
transporte. Todas las rutas de entrada y salida de la cúpula estaban
selladas hasta que pasara el mal tiempo.
Así que nadie entraba ni salía, incluido este Jamie Kringle, quienquiera
que fuera.
—El jefe dijo que aparecerías esta mañana —El humano se inclinó más y
arrojó algo.
Automáticamente, K'laus lo atrapó en el aire. Parecía una especie de
tarjeta electrónica.
—Tienes que usar eso —Señaló con la cabeza hacia un vehículo todo
terreno estacionado cerca. Y recoge del frente de edificio a una mujer
llamada Holly Walters. Llévala a los establos de ciervos en el lado este.
Aparentemente, necesita estudiar la mierda de venado o algo...
—Sí. No hay problema. En eso —dijo K'laus mientras giraba y se dirigía
al vehículo. Gracias a los dioses, los sanadores habían decidido
proyectar dramas humanos en el área médica de la estación, para
“comodidad de los pacientes humanos”. Le había permitido captar su
lenguaje y patrones de habla sin un traductor implantado.
Sonrió mientras se deslizaba en el asiento del operador y, un segundo
después, descubrió cómo encender la arcaica máquina. Una hora aquí y
ya había encontrado a su presa. Las cosas estaban mejorando.

Odiaba la Navidad y Christmas Falls... y a la nieve. Especialmente la nieve.


—¿No pueden bajar los controles ambientales por un momento? —
Holly se quejó por lo bajo, mirando por la ventana mientras salía del
comedor del hotel después del desayuno.
La nieve fresca había caído durante la noche, por lo que todo era de un
blanco inmaculado, brillante y cegadoramente perfecto. No tenía
muchas ganas de salir y trabajar en ello. En lo que a ella respecta, la
nieve solo pertenecía a las tarjetas de Navidad y a la película romántica
navideña obligatoria.
En lugar de volver arriba, giró a la izquierda para salir al frente del hotel.
El gerente del resort le había dejado un mensaje anoche para informarle
que su viaje a los establos la estaría esperando afuera a las 8 a.m.
Gracias a la “emoción” de ayer, se había quedado dormida y llegaba
tarde, lo que significaba que necesitaba sacar su trasero al frente para
no perder su transporte. Llegar tarde en su primer día era un no-no.
Puede que no quisiera estar aquí o cuidar de los renos, pero eso no
significaba que iba a ser poco profesional al respecto.
Pero podía caminar y hablar. Marcando el número de Dean en su unidad
de comunicación, se lo puso en la oreja mientras bordeaba la recepción
principal. Realmente no quería hablar con él, pero necesitaba los
archivos de la compañía sobre el linaje de los animales del lugar: cuál era
su estructura de ADN y qué técnicas se habían utilizado para crearlos. Se
negaba a meterse en una situación a ciegas, especialmente después de
Attila.
Pero la recepción era un caos total. De alguna manera, de la noche a la
mañana, la temporada navideña había aterrizado en Christmas Falls con
fuerza. La música salía a todo volumen de los parlantes ocultos,
compitiendo con el sonido tipo balbuceo de gansos de las hordas de
familias que esperaban para registrarse. Esquivó por poco ser aplastada
por dos niños en aerodeslizadores fuera de control y se deslizó afuera
justo cuando una voz femenina respondió a la llamada.
—¡Teléfono de Dean!
—Oh, Sophie… —Sus pensamientos se congelaron por un momento,
sus cejas se juntaron— ¿Dean te ha enviado su comunicador? Espero
que te pague extra por eso.
—Oh, sí... totalmente —la rubia y asistente personal de Dean trinó una
risa rápida—. Ya sabes cómo es él, todo trabajo y nada de diversión y
todo eso.
—Sí, desafortunadamente lo sé.
La respuesta de Holly fue sombría. Dean se involucraba tanto en su
trabajo que a veces se olvidaba de comer o dormir... o visitar a la novia
que casi muere a manos de uno de los modelos experimentales de la
compañía. Le había dicho que no deberían aumentar tanto la
inteligencia de Attila.
—Entonces… ¿cómo es Christmas Falls? —la otra mujer preguntó sin
aliento, sonando un poco distraída. Los ruidos en el otro extremo del
comunicador sonaban como si estuviera echando a alguien de la
habitación.
Los labios de Holly se fruncieron al darse cuenta. Había interrumpido
una cita temprano en la mañana por el sonido de la misma, lo cual era
extraño. Normalmente, Sophie estaba en la oficina a las siete y media.
¿Quizás tenía el día libre?
Observó el pueblo que se extendía frente a ella. Era como caer en una
pintura de caja de bombones.
—Es... navideño, eso es seguro.
—¡Eso es tan increíble! Siempre quise ir ahí. ¡Se ve increíble en los
folletos!
—Impresionante, sí... esa es una forma de decirlo —respondió ella, sin
querer reventar la burbuja de la chica. No era su culpa que a Holly no le
gustara la Navidad debido a demasiados malos recuerdos.
—Cuando veas a Dean, ¿podrías decirle que necesito que me envíen los
archivos de los generadores del complejo? Estoy a punto de dirigirme y
revisar los temas aquí para mi evaluación inicial, y me vendría bien esa
información.
—Por supuesto, Holly, tan pronto… como… —Su oración se
interrumpió, y Holly pudo escuchar la risa en su voz.
—Mira —dijo rápidamente—. Obviamente estás en tu día libre. Solo le
enviaré un mensaje. ¡Disfruta el resto de tu día!
Con eso, terminó la llamada e inmediatamente llamó a su mejor amiga
Audrey, quien respondió de inmediato.
—¡Hey chica! ¿Cómo está el infierno en la tierra?
Holly gimió. Por fin, alguien entendía su disgusto por todo lo
relacionado con la Navidad.
—Infierno. Un infierno total. Sin el fuego y el azufre. ¡En cambio, tienen
villancicos en bucle y una congelación sangrienta!
—No puedo creer que el imbécil en jefe te haya enviado allí —dijo
Audrey. Decir que no le gustaba Dean era quedarse corta. Luego respiró
pesadamente por la línea por un segundo.
Holly sonrió, sabiendo que su amiga tenía el comunicador debajo de la
barbilla mientras realizaba múltiples tareas. Siempre estaba en
movimiento, trabajando en dos trabajos que Holly conocía para llegar a
fin de mes, una hazaña que se hizo más difícil cuando su hermana
necesitaba atención médica tan compleja y costosa.
—Sí, bueno… este nuevo científico principal consiguió el trabajo
principal, y yo me quedé atrapada con malditos renos. ¿Qué sé yo sobre
los renos?
—Bueno... ¿qué hay de sus nombres? —sugirió Audrey.
—¿Lo siento? —preguntó Holly mientras bajaba los escalones hacia la
rotonda donde podían girar los vehículos frente al hotel. Eran poco más
de las ocho, por lo que el vehículo que la recogería debería estar aquí
pronto.
—No sé cómo se llaman. Todavía no he recibido los archivos. Por lo
general, solo obtienen nombres de sujetos. A menos que el guardián los
haya nombrado... ¿Qué? —preguntó mientras Audrey se echaba a reír.
—¡Los renos! Todo el mundo sabe sus nombres... Dasher, Prancer,
Donner, Blitzen...
Holly gimió.
—Entré directamente en ese…. Oh, maldito dios...
—¿Qué?
Se detuvo justo en medio de la pasarela, con la mirada clavada en una
escena a unos pocos metros de distancia. Un vehículo se había averiado
y un tipo vestido con un chaleco sin mangas estaba manipulando una
rueda de repuesto para colocarla en su lugar.
—Músculos —logró decir, susurrando por el comunicador.
—¿Músculos? —Audrey sonaba perpleja—. No, no creo que ese sea uno
de los nombres de los renos. No es uno que haya oído mencionar de
todos modos.
—No —respiró Holly por el comunicador—. Chico caliente con
músculos. Está cambiando un neumático y es un diez... no, es un veinte.
Audrey silbó.
—¿Una calificación de veinte… de la señorita no me doy cuenta de que
la sed se atrapa a sí misma? ¿Quién es este modelo de sensualidad?
—No lo sé —susurró, tratando de parecer indiferente mientras miraba
con los ojos al mismo tiempo. Valió totalmente la pena cuando el
bombón del chaleco sin mangas se puso en cuclillas para colocar el
neumático en su lugar, con los bíceps abultados. Era un inductor de
gemidos—. Lleva un momo de trabajo, así que creo que trabaja aquí.
Ante eso, su buen humor se fue en picada. ¿Trabajando aquí y luciendo
así? Iba a ser el objetivo de todas las esposas aburridas de turistas
adinerados que habían venido aquí para lucirse en las pistas del otro
lado del resort.
No le impidió mirarlo por el rabillo del ojo mientras él apretaba las
tuercas que sujetaban la rueda de repuesto en su lugar. Debió sentir su
atención porque miró en su dirección con curiosidad.
Fijó sus ojos al frente, mirando su unidad de acceso personal como si
tuviera los secretos de la vida. Sin embargo, solo por ese vistazo, le
parecía familiar.
Muy familiar. Simplemente no podía ubicarlo... ¿De dónde diablos lo
conocía?
Capítulo 3

Un vehículo se interpuso en su camino cuando dobló el final del edificio,


listo para conducir hasta las puertas principales del hotel y recoger a su
pequeña pareja. K'laus frunció el ceño y se asomó por la ventana. ¿Por
qué detenerse justo en medio de la carretera de vía única?
Cuando el motor de la pequeña todoterreno volvió a sonar, más un
gemido que un estruendo, tuvo su respuesta. El neumático de la rueda
trasera había reventado y la goma se agitaba inútilmente bajo las
cadenas para la nieve.
—¡Ey! ¡Espera! —gritó, saltando de su propio vehículo y dirigiéndose
hacia él. Una mirada rápida confirmó que nadie estaba parado en la
parte delantera del hotel esperándolo, por lo que se concentró en el
otro vehículo.
Llegó a la ventana para encontrar a una anciana, con los labios
apretados en una fina línea mientras trataba de ordenar al vehículo
recalcitrante para que obedeciera. Simplemente gimió de nuevo, el tren
de transmisión no pudo agarrarse con la rueda trasera afuera. Levantó
la vista cuando él llamó a la ventana.
—Tienes un neumático roto en la parte de atrás —le dijo— ¿Tienes uno
de repuesto? Puedo ponértelo si lo tienes.
—¡Oh! ¿lo harías? ¿Eso sería tan amable de tu parte, si no te importara?
—preguntó con una brillante sonrisa.
—De nada —Le devolvió la sonrisa. Los humanos todavía le parecían
extraños, tan pequeños y frágiles, incluso los machos, pero estaba
empezando a acostumbrarse a estar cerca de ellos. Y su Holly era
perfecta, con su cabello y ojos oscuros— ¿Quieres mostrarme dónde
está el repuesto?
—Por supuesto, solo dame un momento —La mujer humana se volvió
hacia un humano más pequeño en el asiento del pasajero junto a ella—
¿Ves Leo? ¡Tenemos nuestro propio ángel navideño!
—¿De verdad? —El humano más pequeño saltó para mirar a K'laus, sus
brillantes ojos azules brillando. Literalmente, nunca había visto a un
humano tan pequeño... luego se dio cuenta de que era un niño.
—No se parece mucho a un ángel —se quejó Leo, mirando de reojo a la
mujer. Tenían características similares, por lo que probablemente era un
pariente mayor—. Se parece un poco al tío Shane. ¿Verdad, abuela?
—Cierto —eso respondió a la pregunta de la relación familiar. K'laus
retrocedió cuando la mujer apagó el vehículo y abrió la puerta.
—Se parece, si, un poco. Siéntate quieto mientras ayudo al señor… —
indicó mientras lo miraba con curiosidad.
—Jamie Kringle —le dijo rápidamente, lo que hizo que ella abriera los
ojos como platos.
—Oh, ¿eres el nieto de Kris Kringle? Vaya, vaya… ¡Ciertamente creciste!
Por un momento se congeló, seguro de que ya había arruinado las cosas.
Se prohibió la tecnología de alto nivel en Christmas Falls para proteger
el ambiente y la sensación de estar en el viejo mundo dentro del
complejo, lo que significaba que no había escaneos biográficos ni de
ADN, por lo que no podía ser atrapado de esa manera. Pero si esta
mujer realmente conocía al humano que pretendía ser...
—Bien bajaré del coche —continuó, aparentemente sin necesitar
ninguna intervención de él en la conversación. Extendió una mano
automáticamente para ayudarla a bajar del vehículo y ponerla de pie
sobre la nieve resbaladiza—. No te he visto desde que eras un
adolescente. Sin embargo, tu abuelo dijo que te uniste al ejército. Está
tan orgulloso de ti.
De acuerdo, eso no era tan malo. Si nadie aquí había visto al verdadero
Jamie Kringle desde que era un adolescente, todo lo que tenía que
hacer era evitar al abuelo el tiempo suficiente para agarrar a su
compañera y salir de allí.
—Yo… —se miró a sí mismo y luego sonrió mientras la seguía a la parte
trasera del vehículo—. Sí, buena comida, ejercicio y todo eso.
—Hace bien al cuerpo. Eso es lo que siempre digo. El repuesto está aquí
—dijo ella abriendo la escotilla trasera del vehículo y mientras ésta se
eleveba, se inclinó, asintiendo significativamente hacia la parte
delantera del vehículo—. Tendrás que perdonar a Leo. Perdimos a
Shane en el conflicto de Edanian hace unos años. Leo idolatraba a su tío
y ha sido muy difícil para él. Ni siquiera estamos seguros de que se dé
cuenta de que Shane no va a volver a casa.
K'laus inclinó la cabeza. Puede que no sea humano, pero la pérdida era
universal.
—He perdido a muchos de mis hermanos en la batalla —dijo en voz
baja—. Así que sé cómo se siente. A veces es como si estuvieran en la
habitación de al lado y atravesarán la puerta en un momento. O
regresarán en el próximo transbordador de combate. Lleva tiempo, y
algunos necesitan más tiempo que otros.
—Oh, eres un buen chico —Sonrió y dio un paso atrás para permitirle
sacar la rueda de repuesto y el juego de herramientas de su espacio de
almacenamiento—. Soy Miriam… Miriam Skeldon —agregó—
¿Recuerdas, Skeldon Tree Farm detrás de las pistas?
—¡Ah! Sí, por supuesto… ¿Estás segura de que Leo es tu nieto? ¡No
pareces lo suficientemente mayor para ser abuela!
La distracción se ofreció con una sonrisa encantadora, por lo que no se
centró en el hecho de que “Jamie Kringle” obviamente no la recordaba.
—¡Oh, eres un rompecorazones, y eso es seguro! —cantó entre risas—.
Sí, es mi nieto. ¡Pero puedes salirte con la tuya, adulador!
Se rió entre dientes mientras se ponía a trabajar. No le tomó mucho
tiempo descubrir el juego de herramientas o la forma en que la rueda se
unía al vehículo, y cayó en las rutinas familiares de reparación y
mantenimiento de vehículos.
Antes de dar positivo por la mutación del ADN de Izaean, había vivido
en un pequeño planeta atrasado no muy diferente de Christmas Falls
con tecnología rudimentaria y granjas por todas partes. Había
aprendido a mantener la maquinaria al lado de su padre casi antes de
que pudiera caminar y todavía lo hacía en Parac'Norr. Incluso los
berserkers llenos de ira necesitaban técnicos de vehículos.
Sin embargo, al poco tiempo tuvo que quitarse el mono hasta la cintura,
dejándolo con solo una capa exterior delgada en el torso. Hacía frío aquí
y todos los humanos estaban abrigados, pero él estaba hecho de un
material más duro. En comparación con su hogar y las montañas de
hielo del mundo de Izaean, el clima de esta mañana era templado y
cálido. No quería sudar y apestar la ropa que iba a usar todo el día.
Justo cuando estaba colocando con fuerza la nueva rueda en su lugar,
un cosquilleo en la nuca le advirtió que estaba siendo observado.
Mirando rápidamente por encima del hombro, escudriñó el área, su
atención se enganchó en la esbelta figura de una mujer a menos de
treinta metros de distancia.
Holly Walters.
Apartó su atención de él, a pesar de que sabía que ella lo había estado
mirando, y se concentró en el dispositivo de comunicación en su mano.
Sonrió mientras observaba el brillante color que bañaba sus mejillas. Su
pequeña hembra lo había estado mirando completamente.
La sonrisa permaneció mientras colocaba la rueda en su lugar y
apretaba las tuercas, con cuidado de no apretarlas más allá de la
tolerancia de la máquina. Era mucho más fuerte que un humano, y si
cortaba metal con sus manos, alguien, en algún lugar, comenzaría a
hacer preguntas.
—Eso debería bastar —le gritó a Miriam mientras rodaba el neumático
desinflado hacia atrás y lo volvía a cargar junto con el juego de
herramientas en el compartimiento de almacenamiento— ¿Quieres
intentarlo ahora?
El motor del vehículo se encendió ronroneando, y mientras miraba, se
arrastró hacia adelante unos pocos pies, las cadenas para la nieve que
había reemplazado en la rueda mordiendo la nieve recién caída.
Miriam se asomó a la ventana y saludó.
—¡Todo bien ahora, gracias! ¡Y dile a tu abuelo que le dije hola!
—¡Lo haré! —Saludó mientras ella y Leo se marchaban. Luego dirigió su
atención a Holly, que estaba haciendo todo lo posible por no fijarse en
él. Agarrando su chaqueta de donde la había enganchado en un banco
cercano, caminó hacia ella.
—¿Señorita Walters? —gritó, necesitando que ella mirara hacia arriba y
lo viera, realmente lo viera— ¿Es la señorita Walters? ¿Debe ir a los
establos de ciervos hoy?

Oh, dios mío, el bombón caminaba hacia ella.


Por un momento, el cerebro de Holly se bloqueó, toda su atención en lo
malditamente caliente que estaba el chico. Caminó hacia ella con un
andar de caderas flojas que no debería ser físicamente posible en la
superficie helada. No cuando todos los demás, incluida ella, tenían que
imitar a los pingüinos y caminar como un pato para no terminar cayendo
de sentón.
No, no era un paseo… era un acecho. Por un momento se sintió como
una presa siendo observada. Se le cortó la respiración, el pánico inundó
su cuerpo al recordar esos momentos finales antes de que Attila atacara.
Contuvo el aliento y forzó a su columna para ponerla dura como el
acero mientras lo miraba con dureza.
—Es doctora Walters, en realidad —le dijo con frialdad, con una voz que
afortunadamente no tembló— ¿Eres quien me llevará hasta los establos?
Su actitud gélida se deslizó sobre él como se desliza el agua sobre el
lomo de un pato. Sonrió, la expresión transformó sus facciones de
meramente hermosas a devastador de pantimedias.
—Si soy yo, soy Jamie Krin...
Antes de que pudiera terminar la oración, el sonido de un motor
chirriando y el chirrido de los frenos hizo que ambos se dieran la vuelta.
Sus ojos se abrieron con horror cuando un auto deportivo caro patinó
de lado al entrar en el semicírculo frente al hotel. No podía moverse.
Todo pareció suceder en cámara lenta cuando el conductor perdió el
control por un segundo y luego la parte trasera se derrapó. La rueda
trasera atrapó la nieve derretida, rociándola en un arco blanco y
fangoso... directamente hacia ella.
Chilló, el sonido se cortó cuando fue golpeada por algo grande y cálido.
Fuertes brazos la envolvieron mientras Jamie tiraba de ella y la apartaba.
Se aferró a él, girándose para ver la nieve salpicar donde había estado
un momento antes.
—Habría quedado empapada… —respiró, volteándose para mirarlo.
Él sonrió.
—Entonces es bueno que haya estado aquí para rescatarte. Tengo que
ayudarte, de lo contrario nunca sobrevivirías aquí, eres gente de ciudad.
Ya hacía mucho frío allí, pero su estado de ánimo cayó hasta el cero
absoluto. ¿Pensó que era una chica de ciudad que no podía sobrevivir
fuera de la ciudad? Atravesó el Sahara, atravesó lo que quedaba de la
selva amazónica y navegó por las muchas tierras baldías del planeta
para continuar con su investigación. Claro, en ninguno de esos lugares
ella había tenido vistas congeladas como las de Christmas Falls, pero ella
no era de ninguna manera, forma o figura, una ‘chica de ciudad’
indefensa.
Se liberó de sus brazos lo más rápido que pudo y dio un paso atrás,
reajustando su bolso sobre su hombro.
—Ciudad, ¿eh? Me aseguraré de decirle al próximo equipo de
expedición con el que trabaje que necesito un cuidado adicional —
respondió ella, levantando la barbilla para mostrarle que realmente no
le importaba lo que pensara de ella—. Estoy segura de que eso no les
molestará en absoluto, dado que dirijo esas expediciones. Y —añadió,
más allá de lo creíble que fuera que él pensara que era una ‘chica de
ciudad’—, ¡ponte una maldita camisa, por el amor de Dios! Hace mucho
frío aquí. No me gustaría que te resfríes llevándome a los establos.
Con eso, pasó junto a él, trepando al único otro vehículo que estaba
parado en el semicírculo y acomodándose en el asiento trasero. Abrió
su bolso de un tirón y sacó su tableta de datos para revisar los archivos
que Sophie acababa de enviarle.
La sorpresa la llenó cuando abrió el primero de ellos. Los ciervos eran
gen-uno, es decir estaban entre las primeras producciones de la
compañía y hace mucho tiempo que se dejaron de fabricar. No se tenía
conocimiento de que ningún gen-uno permanecía vivo, lo que
significaba que estos ciervos tenían más de veinticinco años. Lo cual era,
comprobó rápidamente, muy por encima de la edad natural de los
ciervos, ya sea en libertad o en cautiverio.
El vehículo se movió cuando su conductor subió. Lo miró por debajo de
sus pestañas. Era enorme, no solo alto, sino construido en líneas más
grandes, y estaba perfectamente construido. Puede que no se
especializara en modificación humana, principalmente porque era ilegal
en todas partes excepto en los mundos de Edania. En realidad, allí
también era ilegal, pero se aislaban del resto de los sistemas terrestres.
Aun así, pudo apreciar la fina constitución del hombre, lo que indicaba
un ADN impecable.
Sacudiendo la cabeza ante sus pensamientos fantasiosos, dejó que él
condujera mientras ella leía sobre sus nuevos cargos con pezuñas.
Capítulo 4

Holly no le habló durante todo el camino hasta los establos. K'laus se


pateó a sí mismo. No debería haber hecho ese comentario sobre la
ciudad, pero para ser justos, parecía del tipo de persona a la que una
fuerte brisa la elevaría. ¿Cómo iba a saber que ella era una especie de
líder de una expedición de supervivencia? Algo que no aprobaba. Las
expediciones de cualquier tipo eran peligrosas, ¿y estos humanos
dejaban que sus preciosas hembras simplemente vagaran sin ellos, sin
importar el riesgo?
Sin poder hacer nada al respecto por ahora, se concentró en conducir.
Al principio, había estado un poco preocupado de no saber qué camino
tomar y, por lo tanto, de no ser quien decía ser, pero tan pronto como
salieron del círculo de giro frente a la hotel, el letrero alegre frente a
ellos decía “a los renos” justo frente a ellos.
Mientras conducían, la miró con circunspección a través del espejo
retrovisor, pero ella no había levantado la vista ni una sola vez. Toda su
atención estaba en el dispositivo frente a ella, una versión humana de
un dataflex Latharian, pero eso no le importaba. Significaba que podía
estudiarla sin que ella se diera cuenta. Se las había arreglado para hacer
eso mientras estaba en la bahía médica de Devan'kra, pero había estado
inconsciente mientras se curaba. Había memorizado sus hermosos
rasgos mientras estaban quietos y sin animar, a diferencia de ahora.
Incluso en “reposo” sus rasgos cambiaban constantemente. Era
fascinante, y él estaba cautivado.
Se mordisqueó el labio inferior de la manera más adorable, sus cejas se
juntaron mientras se concentraba. Y leyó en silencio para sí misma, sus
labios formando las palabras en la pantalla frente a ella.
Afortunadamente, él podía leer los labios.
—… Especies de cérvidos… animales de manada grande… alcanzan
velocidades de hasta treinta y seis kilómetros por hora… machos y
hembras desarrollan cuernos...
Frunció el ceño. Se suponía que era la cuidadora de los ciervos, pero
parecía que los estaba repasando antes de llegar. Sin embargo, antes de
que tuviera la oportunidad de preguntar, llegaron y ella salió del
vehículo.
—¿Te recogeré más tarde? —Aparcó el vehículo y casi se cae cuando
intentaba seguirla.
Lo miró por encima del hombro, ofreciéndole una sonrisa tensa, pero
alguien ya estaba saliendo de los establos para saludarla. Sus pelos de
punta se erizaron ante la presencia de un macho humano, la rabia
dentro de él exigía que irrumpiera allí y le arrancara la cabeza al macho
desde su cuello. Solo el hecho de que su lenguaje corporal cambiara lo
había detenido. Después de un breve apretón de manos, se alejó del
otro hombre, sus modales y porte eran completamente profesionales.
K'laus observó cómo comenzaban a caminar de regreso a los establos,
despidiéndolo efectivamente. No tenía ningún motivo para seguirlos,
así que regresó al vehículo y observó si Holly miraba hacia atrás antes de
que entraran en los establos y desaparecieran de la vista.
Luego, cuando el hombre le abrió la puerta y justo antes de que entrara,
miró hacia atrás. A él. Una sonrisa se dibujó en los labios de K'laus
cuando encendió el motor de nuevo y giró el vehículo hacia la ciudad.
Puede que a ella no le gustara mucho, por razones que aún no podía
entender, pero se había fijado en él. Eso era un comienzo y un comienzo
era todo lo que necesitaba.
No tardó mucho en volver al hotel. Después de estacionar el vehículo
donde lo había encontrado, su supervisor, Karl, encontró muchas otras
tareas que debían completarse, lo que le llevó todo el día. Cuando
preguntó acerca de recoger a Holly de los establos, le dijeron que ya se
habían hecho cargo y le entregaron otra lista de tareas para completar.
El cielo estaba oscuro cuando las completó todas y se dirigió al hotel.
Estaba decorado para la Navidad humana del solsticio de invierno. Se
encontró mirando a su alrededor con asombro. Nunca había visto
tantas decoraciones brillantes en un solo lugar. O decoraciones tan
brillantes. Habían celebrado el solsticio de invierno en el planeta en el
que había crecido, pero no había sido nada como esto.
El día había sido uno como cualquier otro, con campos y ganado que
cuidar, pero habían tenido un tronco de invierno en el fuego, cortado
del árbol de las vistas, y una gran fiesta en el salón largo de la aldea. Fue
un momento de celebración y un recordatorio de que la familia y la
comunidad eran las luces que los llevarían a través de la dureza del
invierno.
Sin embargo, los humanos llevaron el solsticio de invierno a un nivel
diferente. Aparentemente ellos adoraban a un hombre gordo con un
traje rojo, obviamente una especie de dios, y le ofrecían regalos que se
llevaba en su saco. No estaba claro cómo este dios lograba visitar todos
los hogares del planeta para cobrar su diezmo, pero por lo que parecía,
tenía algo que ver con los renos. Y una lista ‘de buenos’…
Sacudiendo la cabeza, se dio la vuelta para encontrarse atrapado por la
sonrisa de megavatios de una mujer humana con cabello pálido y labios
delineados en rojo sangre. Se congeló, sintiendo como si estuviera
mirando a un kronestrag, un depredador feroz en su planeta natal que
rastreaba a su presa sin descanso.
—¡Bueno, hola! —trinó, tambaleándose hacia él en un par de brillantes
tacones rojos— ¿Tú debes ser Jamie Kringle? Robert dijo que llegarías
hoy.
—¿Lo hizo él? —No tenía idea de quién era Robert, pero aceptarlo
parecía la mejor opción.
—Absolutamente, y me ofrecí a darte la bienvenida. Soy Maxine —le
sonrió mientras unía su brazo con el de él—. Somos como una familia
grande y feliz aquí en Pine Lodge, ¡así que soy como tu nueva mejor
amiga! Ahora, te he puesto en la habitación treinta y cuatro, una de las
mejores para el personal.
Se detuvo y miró a su alrededor.
—¿Ya trajiste tus maletas?
Negó con la cabeza, tratando de descubrir cómo liberarse de sus garras
sin ofenderse, pero ella tenía un agarre mortal en su brazo.
—No, nos separamos durante el viaje —explicó suavemente,
agradeciendo nuevamente esos interminables dramas humanos—.
Aparentemente, la compañía las enviará por mensajería cuando lleguen.
—¡Oh! Entonces no te preocupes por nada —Sonrió, acompañándolo a
través del salón principal de la recepción. Los turistas llenaban el área,
todos hablando al mismo tiempo. Se vio obligado a detenerse un par de
veces cuando los niños pequeños caminaban o corrían frente a él—.
Tendrás una línea de crédito en varios puntos de venta en el resort, que
debería ser suficiente para solucionar el problema hasta que llegue tu
equipaje.
Sonrió de nuevo cuando entraron en uno de los ascensores,
extendiendo una mano para evitar que un par de turistas se unieran a
ellos.
—Lo siento mucho, este ascensor no funciona bien —dijo con una
amplia sonrisa profesional, los dientes aún eran muy evidentes. Se
sorprendió de que los turistas no reconocieran que ella era un
depredador y corrieron presas del pánico—. Por favor diríjase al otro
lado de la recepción. Esos ascensores funcionan perfectamente.
Los otros humanos le dieron las gracias y luego se dieron la vuelta y se
dirigieron hacia el otro lado. Cuando las puertas se cerraron, él la miró
de soslayo.
—¿Este ascensor está funcionando mal? —Si es así, ¿por qué diablos
estaban en él?
—¡Oh, no! —soltó una risa tintineante que asaltaba los oídos—. No te
preocupes; estamos perfectamente seguros. Simplemente no quería
quedar atrapada aquí con invitados charlando. Nunca se callan.
Si no tuviera una cara de póquer tan buena, su ceja le habría hecho la
guerra a la línea del cabello.
—Además… —se rió y se acurrucó más cerca de él—. Recién nos
estamos conociendo, y realmente no queremos que nada se interponga
en el camino de eso. ¿verdad?
—Eh... ¿no? —Incluso a sus oídos, no sonaba convencido. El solo hecho
de estar tan cerca de ella, de que ella lo tocara, lo hizo sentir un poco de
náuseas. La única mujer que quería que lo tocara era Holly.
Además, estaba bastante seguro de que Maxine ya le había cortado la
circulación en el brazo, y se las arregló para recuperarlo cuando el
ascensor se detuvo y salieron a lo que debía ser el nivel del personal.
—Te acabo de poner aquí abajo —dijo, moviéndose por el pasillo de
una manera que implicaba mucha más acción de cadera de lo que
debería. Tal vez estaba luchando por mantener el equilibrio sobre esos
ridículos tacones. Pero luego ella le lanzó una mirada sensual mientras
agitaba la tarjeta de acceso sobre el panel.
—Estoy al final del pasillo —respiró con voz ronca—. Perfecto para...
una pequeña cita de medianoche.
—Estoy casado —le dijo sin rodeos. No lo estaba, todavía no, pero bien
podría estarlo. Holly Walters era la única mujer que le interesaba desde
el primer momento en que inhaló su esencia.
—¡Oh! —Entrecerró los ojos y sus movimientos se detuvieron. Su
mirada se posó en su mano—. Tú no usas un anillo de bodas.
Se encogió de hombros, ignorando el tono acusatorio.
—Se me atora cuando estoy trabajando, así que no lo uso todo el
tiempo.
Con un buen juego de pies que su antiguo tutor de combate cuerpo a
cuerpo habría elogiado, se las arregló para colocarse en el lado derecho
de la puerta, con ella en el otro lado.
—Gracias por mostrarme mi habitación, Maxine. No me gustaría
apartarte de tus deberes —dijo brevemente y cerró la puerta en su cara.
Se apoyó contra ella, cerró los ojos y sintió la frustración de la mujer del
otro lado. Eventualmente, la escuchó pisotear sus pasos y marcharse,
dejándolo solo, gracias a los dioses.
Estremeciéndose, miró alrededor de la pequeña habitación. Tenía poco
más que una cama, un pequeño escritorio y un riel en la pared para
colgar su ropa. Una puerta conducía a un pequeño baño. Observó la
ducha, preguntándose si encajaría allí.
Sacudiendo los hombros, se dio la vuelta y salió de la habitación,
guardando su tarjeta de acceso. Tendría que bajar a la ciudad y
conseguir algo de ropa y otras necesidades si iba a pasar desapercibido
aquí. Y algo de comer no estaría mal. Su estómago gruñía como un
dearin. Y, si tenía suerte, podría volver a encontrarse con Holly...


Llegaron a los establos más pintorescos situados en una ladera nevada
que Holly había visto en su vida. En serio, era como si se hubiera metido
dentro de una película de romance navideño o algo así. Su mirada se
dirigió al muy guapo conductor. Aparte del hecho de que el héroe del
cuento era un imbécil arrogante y exaltado que parecía pensar que era
una chica de ciudad y no podía encontrar la salida de una bolsa de
papel… No, en realidad eso no estaría fuera del libreto, eso saldría
directamente de una maldita película romántica navideña.
Metiendo todas sus notas en su bolso, salió del vehículo y dejó caer
medio pie más o menos en la nieve. Y se hundió hasta la mitad de la
pantorrilla. Excelente. Simplemente genial. Estaba acostumbrada a
lugares como la sabana africana reconstruida, no el ártico.
—¿Te recogeré más tarde? —Jamie dijo mientras salía del lado del
conductor del vehículo.
Miró por encima del hombro y le ofreció una pequeña y anodina sonrisa.
Pero entonces su atención se centró en alguien que salía de los establos
para saludarla.
Enderezó los hombros, con la esperanza de que sus nervios por tratar
con ciervos no estuvieran escritos en su rostro, y caminó hacia él.
Estaba más preparada que nunca para enfrentarse a una manada de
animales de presa.
—¡Ey! —gritó el chico frente a ella. Probablemente tenía poco más de
veinte años con una constitución larguirucha y una cosecha de cabello
cobrizo brillante. Sus ojos azules eran amistosos cuando la alcanzó y le
ofreció una mano.
—¿Debe ser la doctora Walters? Soy Gary, asistente de portero aquí.
Encantado de conocerte.
—Igualmente —respondió ella, dándole una sonrisa profesional y
estrechándole la mano con firmeza antes de dar un paso atrás— ¿Cómo
están las cosas aquí? ¿Me dijeron que la manada reaccionó mal ante la
pérdida de su cuidador líder?
Gary asintió mientras comenzaban a caminar de regreso a los establos.
Con cada paso que daba, podía sentir la mirada del conductor sobre
ellos, como un picor entre los omoplatos.
—Si, no reaccionaron bien. Son criaturas de hábitos, y realmente no les
gusta que se alteren sus rutinas. Jingle en particular se ha tomado muy
mal la ausencia de Alison. Pero… trabajó todo el tiempo que pudo y con
los bebés que necesitaban cuidados extra in vitro...
—Oh sí. Por supuesto —Holly asintió. Había leído las notas del archivo.
El embarazo de Alison Bancroft era de alto riesgo y se tomó la decisión
de ingresarla en el hospital para garantizar la seguridad de la madre y
los gemelos que llevaba.
—Estoy segura de que la decisión no se tomó a la ligera. Solo
necesitamos que la manada vuelva a estar en equilibrio ahora. ¿Quieres
darme un resumen de la situación actual y su rutina diaria?
Gary sonrió y comenzó a hablar, con la cara y las manos animadas. Holly
mantuvo la mitad de su atención en él, absorbiendo toda la información
que le impartía con práctica eficiencia. Pero eso no impidió que se girara
para mirar por encima del hombro justo cuando llegaban a la puerta del
granero.
Jamie todavía estaba allí, observándola. Se estremeció ante la expresión
de su rostro, en algún lugar entre la crueldad y el deseo. Era peligroso,
muy peligroso en verdad. Era bueno que fuera inmune a los hombres
guapos y sus encantos. Tan sexy como era Jamie... no caería presa de él,
ni de las intenciones que tuviera.
Media hora más tarde se encontró con una horca en la mano,
literalmente paleando mierda.
—Sabes, me sorprende cómo criaturas hermosas como tú puedan
producir tanta mierda —dijo, usando un hombro contra la parte trasera
densamente peluda de Jingle para hacer que el gran reno cambiara su
peso sobre el otro pie.
Por el resumen de Gary, sabía que los limpiaban todos los días, pero
parecía haber al menos una semana de mierda allí.
Jingle resopló, mirando por encima del hombro con diversión en sus
hermosos ojos. Estaba acostumbrada a tratar con animales
genéticamente modificados, que a menudo eran mucho más
inteligentes que sus contrapartes naturales, pero esta manada era de
primera generación, por lo que no esperaba mucho de ellos. La había
sorprendido la profundidad de la inteligencia en sus ojos cuando los
saludó a cada uno de ellos. Su corazón había sido instantáneamente
robado por sus narices aterciopeladas y naturalezas curiosas.
Podrían ser gen-uno, pero quienquiera que haya trabajado en ellos
realmente sabía lo que hacían. Los ocho miembros de la manada
estaban encantados con sus propias personalidades muy distintas y
estaban muy dispuestos a seguir las instrucciones. Principalmente.
En este momento, Jingle en su mayoría solo se interponía en su camino
mientras limpiaba su puesto.
—Sé lo que estás haciendo —Se rió entre dientes mientras se detenía
de nuevo para darle caricias—. Esto es lo que buscas ¿No es así, guapo?
—murmuró ella mientras acariciaba su hocico.
Solo movió una oreja hacia ella en respuesta. Negó con la cabeza y le
dio unos minutos más, apoyándose en su hombro cubierto de pelo.
—Eres un chico tan guapo.
Se perdió en el toque, necesitándolo tanto como el animal frente a ella.
Se demostró que acariciar mascotas, no es que los renos realmente
puedan considerarse “mascotas” reduce el estrés y la ansiedad en los
humanos, y Dios sabía que necesitaba un poco de alivio del estrés
después de las últimas semanas.
Mientras sus dedos acariciaban el suave pelaje de la oreja de Jingle,
permitió que sus pensamientos divagaran. Y vagaron por su camino feliz
de regreso a su sexy conductor de antes. De nuevo.
Claro, se había permitido algunos pensamientos sobre Jamie y sus
bíceps ridículamente sexys... o el culo apretado que tenía en esos
vaqueros. Pensó que se había comportado muy bien, y a una chica se le
permitían algunos pensamientos sobre un chico sexy. ¿Verdad?
Pero… tenía trabajo que hacer, que no incluía babear por un tipo que
probablemente pasaba la mayor parte de sus noches en las camas de
las huéspedes femeninas del albergue. No estaba hecha para algo
casual, de ninguna manera, de ninguna forma. Lo que hizo que fuera
aún más sorprendente que hubiera estado con Dean durante tanto
tiempo. Nunca le había dado ninguna confirmación de que su relación
realmente fuera a alguna parte. Pero eso estaba todo en el pasado
ahora y lo había mandado a paseo. Se sentía más ligera de lo que se
había sentido durante meses.
Suspiró y le dio a Jingle otra caricia antes de ponerse de pie y atacar la
basura con más vigor.
Todavía no podía comunicarse con Dean. No había respondido a
ninguno de sus correos electrónicos. Sabía que había un problema con
las comunicaciones debido al clima, pero aun así...
—Está bien, sol, ya terminaste y estás limpio —le sonrió a Jingle
mientras salía de su puesto y se dirigía al siguiente.
Después de su reunión inicial con la manada, revisó sus registros y
descubrió con placer que el cuidador anterior había mantenido registros
meticulosos. Toda la manada gozaba de excelente salud y parecía estar
bien adaptada, sin la inestabilidad que a menudo aparecía en los gen-
uno.
Se sintió aliviada por eso. Después de solo un poco de tiempo en su
compañía, se había enamorado de la manada.
—Está bien, Snowy, tu turno —dijo, con voz alegre mientras doblaba la
esquina hacia el siguiente puesto. Sólo para encontrarlo vacío.
—Mierda.
Abrió la puerta de un tirón para confirmar que, realmente Snowy se
había ido. Su ritmo cardíaco se disparó mientras giraba para escanear el
granero. ¿Adónde había ido? No podía ver ni la piel ni el cabello de él, lo
que la preocupaba más que si hubiera estado cuidando a un depredador
que no podía ver. Un depredador atacaría... pero un animal de presa se
escondía cuando estaba herido o enfermo.
—No, no, no, no —gimió, corriendo hacia la puerta para comprobar que
todavía estaba cerrada. Se negó a perder un reno. No durante su turno
de vigilancia.
—¡Gary! —gritó, tratando de no dejar que el pánico llenara su voz— ¡El
puesto de Snowy está vacío!
El asistente del cuidador asomó la cabeza, una bandera de cobre
brillante sobre la pared del establo de Ivy.
—Oh, él siempre está haciendo esto. Consulta la tienda de piensos. Es
un cerdo absoluto. Sólo una barriga con piernas.
—¡En ello!
Dio media vuelta y se dirigió por el costado de los establos hacia el área
de alimentación al final del granero. A menos de la mitad del camino, su
pánico se disolvió en diversión cuando vio el trasero grande y peludo
que sobresalía de la puerta.
—¿En serio, Snowy? —exigió, con las manos en las caderas— ¡Ven aquí,
ahora mismo!
El reno se arrastró hacia atrás y se dio la vuelta. Se echó a reír. Todavía
estaba comiendo, sus mejillas llenas de zanahorias masticadas como un
enorme hámster.
—Hambre, ¿eh? —preguntó, sacudiendo la cabeza. Era más parecido a
un niño travieso que a un problema serio.
—Vamos —ordenó— ¡Vamos a llevarte de vuelta a tu puesto antes de
que empieces a parecer una zanahoria!
Capítulo 5

Más tarde esa noche, Holly salió del restaurante del hotel sintiéndose
llena y contenta. La buena comida y el largo baño caliente que se había
dado nada más entrar, para entrar en calor después de estar todo el día
al aire libre, habían hecho maravillas con su estado de ánimo.
Se puso la chaqueta mientras salía de la recepción y se adentraba en el
frío de la noche. Tenía la intención de ir a la ciudad después de la cena
de todos modos para hacer algunas compras. Después de todo, solo
faltaban unos días para Navidad y todavía necesitaba comprar el regalo
de Audrey.
Saliendo por la puerta principal del hotel, se levantó el cuello y comenzó
a caminar por la calle. Había sido un día largo pero bueno,
sorprendentemente bueno, en realidad. No esperaba que le gustara
tanto trabajar con los renos, y era encantador trabajar con Gary.
Obviamente se preocupaba mucho por la manada, y ellos por él. El
problema era que no lo escuchaban en absoluto.
No tardó mucho en llegar al centro de la ciudad, y en algún lugar entre
el hotel y la calle principal, parecía haber retrocedido en el tiempo. Las
calles se cerraron, los edificios se elevaban a ambos lados de ella, y las
ventanas en forma de arco de las tiendas se iluminaron con sus
exhibiciones tentadoras. Con los adoquines bajo sus pies y los cantantes
de villancicos con trajes victorianos junto al quiosco de música en medio
de la plaza del pueblo, sintió como si hubiera retrocedido en el tiempo.
—Maldita Navidad por todas partes —se quejó, pero su voz no tenía
tanto veneno como antes. Tal vez eso tenía que ver con el hecho de que
dondequiera que mirara, la gente tenía amplias sonrisas. El lugar
emanaba felicidad y anticipación, espíritu comunitario, de una manera
que rara vez había visto antes.
—Chocolate caliente primero —decidió. El chocolate caliente era una
tradición navideña que podía seguir—. Entonces de compras.
Se puso de puntillas para mirar a lo largo de la calle y ver si podía
detectar la fuente del maravilloso olor a chocolate que flotaba en el aire.
Una familia parlanchina que venía por el otro lado la hizo hacerse a un
lado. Un goteo helado en la parte posterior de su cuello la hizo mirar
hacia arriba bruscamente para ver un montón de nieve a punto de
separarse del dosel sobre ella.
Chilló y cerró los ojos con fuerza mientras trataba de agacharse a un
lado, esperando que la nieve golpeara. De ninguna manera sería capaz
de salir del camino a tiempo. Simplemente no era lo suficientemente
rápida.
Pero antes de que la nieve pudiera caer, un par de fuertes brazos la
envolvieron y se encontró acurrucada contra un amplio pecho. Escuchó
un whhumppff cuando la nieve cayó en cascada a su alrededor, pero
protegida por el cuerpo más grande, no se cubrió de nieve.
—Esto se está convirtiendo en un hábito —retumbó una voz profunda y
miró hacia un par de ojos azules familiares.
Jamie. La había rescatado. De nuevo.
—Oye —respiró ella, sintiéndose segura acurrucada contra su amplio
pecho. La mayor parte de la nieve parecía haberle golpeado los
hombros, dejando una capa brillante que centelleaba.
—Oh, Dios mío, podrías haberte lastimado —jadeó, levantando la mano
para quitarle la nieve de los hombros— ¡O empapado! ¿Estás bien?
Sus labios se curvaron cuando la puso sobre sus pies y sacudió el resto
de la nieve. Se apiló alrededor de sus pies en pequeños montones de
nieve.
—Estoy bien. Haría falta algo más que un poco de nieve para
molestarme —Frunció el ceño mientras miraba hacia arriba, apretando
la mandíbula—. Necesitan verificar los controles ambientales en el
domo. Algunas de estas cosas se están derritiendo, lo que las hace
resbalar... si golpea a alguien, podría causarle una lesión grave.
—Los llamaré de inmediato —dijo rápidamente el comerciante, que
había salido cuando la nieve había caído. Los miró con preocupación—
¿Están bien los dos?
—Estamos bien —le aseguró Jamie, deslizando un brazo alrededor de
ella—. Era solo un poco de nieve. Nada de eso te golpeó. ¿Verdad?
Negó con la cabeza ante su pregunta, sorprendida de que la hubiera
cubierto tan rápido. Ni siquiera lo había visto en la calle.
—¡Ey! ¿Me estás acosando?
—¿Qué? —La miró sorprendido—. No claro que no. Mi equipaje no llegó,
así que solo estaba comprando algunos suministros para sacarme del
apuro.
Las mejillas de ella se sonrojaron cuando él señaló un par de bolsos,
adornados con los logotipos de las tiendas locales, que parecían haber
sido arrojados a un lado.
—¡Ay, tus cosas!
Lanzándose hacia adelante, las recogió, pero afortunadamente,
ninguno de los contenidos estaba mojado. Sosteniéndolos, ella ofreció
una sonrisa.
—No pasa nada, y gracias por salvarme de nuevo. ¿Podrías…? No
creo… —empezó a detenerse, sintiéndose avergonzada. Todo lo que
había hecho fue rescatarla, dos veces, y ella lo acusó de ser un acosador.
—¿Hacer qué? —preguntó él, tomando las bolsas de ella. El leve roce de
sus dedos la hizo temblar.
Levantó la barbilla, ignorando el calor en sus mejillas.
—Supongo que no te gustaría tomar un chocolate caliente conmigo. ¿lo
harías? ¿Dejarme agradecértelo?

—¿Cómo es posible que nunca hayas tomado chocolate caliente antes?


¿Habiendo crecido en un lugar como este? —Holly le preguntó, su
hermoso rostro hacia arriba mientras caminaba a su lado, con una taza
de humeante chocolate caliente en ambas manos.
K'laus se encogió de hombros, su propia taza en una mano mientras
extendía el otro brazo para sostenerla por si resbalaba en la nieve. Era
un riesgo real si las temperaturas del domo comenzaban a fluctuar.
Pero hasta ahora, parecía que solo la nieve en ese dosel se había
derretido y resbalado.
—Es como cualquier cosa realmente, si es tu norma, no parece especial.
¿Tiene sentido? —preguntó, mirándola.
Estaba totalmente improvisando. El único paralelo en el que podía
pensar era en el asombro que los guerreros latharians habían mostrado
ante su destreza en la batalla... pero entre los izaens no era nada
especial. Todos tenían rabia de sangre, la capacidad de aprovechar esa
furia primaria y usarla en la batalla. La suya era un poco más... extrema
que la mayoría.
Pero revelar el hecho de que él era un extraño no estaba en la agenda.
Pensaba que él era Jamie Kringle, nacido y criado aquí mismo en
Christmas Falls y por ahora, así iba a ser.
—Oh, absolutamente. Pero es agradable, ser yo tu primera vez… —dijo
con una pequeña sonrisa burlona.
Le lanzó una mirada aguda, logrando no atragantarse con el sorbo de
chocolate caliente que acababa de tomar. ¿Había imaginado el doble
sentido allí? Parecía demasiado sana y profesional para algo así.
Pero no, la pequeña sonrisa que curvó sus labios decía que no lo había
imaginado en absoluto. Tragó el bocado ardiente de dulce líquido y
crema, logrando no salpicar y rociarlo por todas partes cuando el calor
lo golpeó de costado. Sería su primera en más formas que solo el
chocolate caliente. No era inocente, pero sería su primera humana. Y su
última mujer, si él se salía con la suya...
Vio una sonrisa en sus ojos mientras levantaba su taza y tomaba un
pequeño sorbo. La pequeña bruja bromista. Se las arregló para no
gruñirle, resistiendo la tentación de empujarla hacia la puerta de una
tienda cerrada y averiguar a qué sabía el chocolate caliente
directamente de sus labios.
—Tienes un pequeño… algo… —le dijo, levantando una mano para
señalar su boca. Sabía que tenía crema en el labio, pero no hizo ningún
movimiento para limpiarlo. En cambio, la miró, su expresión
deliberadamente desorientada. ¿Lo tocaría voluntariamente?
Su respiración se detuvo cuando ella levantó la mano, su voz era un
suave murmullo.
—Aquí, déjame.
Su toque era suave y delicado. Y lo quemó hasta el hueso. La había
sostenido en sus brazos dos veces, pero esta era la primera vez que ella
lo tocaba. La primera vez que había iniciado el contacto. La miró,
cautivado mientras ella sonreía.
—Todo se ha ido.
Luego lamió la crema de su dedo en un breve destello de una lengua
rosada que forzó un gemido desde el centro de su pecho. Si estuvieran
en cualquier lugar menos aquí... si él no estuviera fingiendo ser un
hombre humano agradable y seguro, ya la habría tenido debajo de él,
gritando su nombre mientras la reclamaba.
Pero estaban aquí, y él estaba fingiendo ser humano, así que tenía que
jugar bien. Por ahora.
—Provocadora —le dio una cálida sonrisa, pero mantuvo sus instintos
depredadores bajo control.
La seguridad era la clave. Necesitaba que ella lo viera como alguien con
quién estaba a salvo y le diera la oportunidad de conocer al verdadero él
antes de que se revelara como un extraterrestre. No solo un
extraterrestre, sino un izaen, la peor encarnación posible de todos los
tipos de Lathar que jamás se hayan encontrado: una bestia llena de furia
sangrienta capaz de enfrentarse y destruir ejércitos enteros... pero que
nunca dañaría un cabello de su cabeza.
—Tal vez —respondió ella—. Aunque parece que te gusta.
—Oh, lo hace. A mí también me gustas mucho. ¿Has sido una cuidadora
de ciervos por mucho tiempo? —preguntó, cambiando
deliberadamente la conversación hacia temas más seguros. No quería
una cosa de una noche. Estaba jugando para siempre y deseando
obtener marcas de apareamiento alrededor de sus muñecas.
Eso era lo único que lo salvaría cuando descubrieran que no estaba.
Dada su preocupación por la pequeña mujer humana en la cama
contigua a la suya, los sanadores no tardarían mucho en averiguar
adónde probablemente había ido. Pero su propio destino era un
concepto abstracto. Si lo rechazaba, su vida había terminado de todos
modos. Sabía que la rabia en su sangre nunca toleraría que se la llevaran.
Tendrían que deshacerse de él, por la seguridad de todos a su alrededor.
Una extraña expresión cruzó el rostro de ella ante su pregunta.
—¿Puedo contarte un secreto? —le preguntó cuando encontraron una
mesa vacía en medio de la plaza del pueblo. El área estaba cubierta y
había calentadores de patio para evitar que los humanos murieran de
frío, además de que no se había acumulado nieve en los pequeños
bancos.
—Por supuesto —dijo él extendiendo una mano para ayudarla a tomar
asiento.
—Tienes modales del viejo mundo. Es una delicia —le sonrió mientras
se sentaba y él se acomodó frente a ella—. Está bien, entonces es hora
de confesar. En realidad, no soy una cuidadora de ciervos. Soy una
especialista en modificación genética, pero me concentro
principalmente en especies depredadoras, no en animales de manada
como los ciervos.
Eso explicaba por qué había estado en la estación espacial con heridas
tan graves. Pero, por supuesto, no podía preguntar sobre eso. No sin
revelar quién y qué era.
—¿Oh? Entonces, ¿cómo terminaste aquí en Christmas Falls? —preguntó,
tomando otro trago de su chocolate caliente. Le recordó al pastel de
campo de Latharian, pero en forma líquida. ¿Quizás esta fue la versión
que la humanidad usaba para sus guerreros?— ¿Decidiste un cambio de
campo?
Sus labios se fruncieron mientras negaba con la cabeza.
—No. Tuve… un accidente así que estuve fuera del trabajo por un
tiempo. Este era el único trabajo disponible cuando regresé.
Sus palabras fueron tensas y su expresión cerrada, la ira bien escondida
en el fondo de sus ojos. Algo había pasado, eso era seguro. Sin embargo,
no estaba seguro de qué.
—Espero que no haya sido un accidente grave —respondió, mirándola
cuidadosamente sin parecer hacerlo.
Lo último que quería era que ella pensara que era un asqueroso
obsesivo, incluso si estaba obsesionado con ella. Rápidamente había
deducido de los programas humanos que había visto que ser etiquetado
como asqueroso obsesivo era algo malo. El problema era que obsesivo
era el núcleo mismo de un Latharian que había encontrado a su
compañera predestinada.
—¿Estás completamente recuperada ahora?
Sabía que lo estaba. De ninguna manera el sanador líder en la base la
habría dejado ir si no lo hubiera hecho. Además, se las había arreglado
para echar un vistazo a las lecturas médicas de su cama antes de que la
dieran de alta. Probablemente gozaba de mejor salud después de una
estancia en el Devan'kra que durante los años anteriores.
—Sí. Lo estoy, gracias por preguntar —le sonrió por encima del borde
de su taza y él se perdió en el brillo de sus ojos oscuros. Una imagen lo
golpeó de ella sonriéndole por la mañana, con el pelo revuelto por el
sueño. Un dolor salvaje lo golpeó para hacer realidad esa fantasía y
pronto.
—¿Puedo preguntar qué pasó? —La presionó un poco, esperando que
ella se abriera—. Si tratas con depredadores en el día a día… eso suena
un poco serio. Los humanos... la humanidad en su conjunto, no está
construida para enfrentarse a especies depredadoras, incluso las de
este planeta.
Lo miró directamente, y por un momento él se preguntó si se había
equivocado y ella de alguna manera se había dado cuenta de que él no
era quien decía ser. O incluso humano para el caso.
Luego suspiró, enrollando sus manos alrededor de su taza en la mesa
frente a ella. Llevaba guantes para que él no tuviera que preocuparse de
que se congelara ni nada.
—Yo... me descuidé —admitió en voz baja—. Estaba lidiando con un
depredador, un tigre mejorado. Habían aumentado su inteligencia, lo
cual sabía, pero no me di cuenta de cuánto. Fue lo suficientemente
inteligente como para ocultarnos eso. Sacó lo mejor de mí y se escapó.
Me lastimó gravemente en el proceso.
Extendió la mano ante la angustia en su voz, poniendo su mano sobre la
de ella.
—Siento mucho que hayas tenido que pasar por eso.
Se encogió de hombros, sin mover su mano, y su mirada buscó la de él.
—Habría estado muerta si no fuera por uno de los alienígenas. Attila, el
tigre, sintió a otro depredador cerca y me dejó para proteger su
territorio. Al menos, eso es lo único que tiene sentido por lo que
recuerdo. Las imágenes de las cámaras de seguridad no eran utilizables.
Attila sabía dónde estaban las cámaras y cómo permanecer fuera de la
vista.
—¿Un extraterrestre te salvó? ¿Contra un tigre?
La sorpresa lo llenó. Los latharians eran resistentes, y podía imaginarse
a uno de ellos enfrentándose a un gran felino como ese para salvar a
una hembra, pero en realidad no los habría descrito como
depredadores. Guerreros sí, pero no depredadores.
—Ajá, sí, aparentemente. No el emperador ni nadie así sino uno más
joven. Cade Vorr. No está en la Tierra en este momento, así que no pude
agradecerle en persona. Sin embargo, le escribí un correo electrónico
de agradecimiento. Espero que lo reciba —Un Vorr. K'laus apenas pudo
evitar que sus ojos se abrieran de par en par por la sorpresa. Ahora el
comentario sobre un depredador tenía sentido. Los Izaean habían
sospechado durante mucho tiempo que las antiguas líneas de sangre no
se habían extinguido en ese clan, aunque desde luego, ellos nunca
dirían nada al respecto. Al igual que los Vorr, los Izaea tenían sus
secretos que el imperio no necesitaba descubrir.
—Bueno, me alegro de que él estuviera cerca para salvarte —dijo con
un apretón de su mano. Si alguna vez conociera a este Cade Vorr, le
agradecería al mismo hombre. Siempre estaría en deuda con los Vorr
por salvar a su pareja.
—De lo contrario, no estaríamos aquí bebiendo chocolate caliente y
obligados a soportar otra ronda de esta canción —se rió entre dientes,
mirando a su alrededor mientras los cantantes de villancicos
comenzaban de nuevo. Algo sobre pasillos y ramas de acebo—. Sí,
villancicos navideños. O los amas o los odias —se rió, el sonido suave y
despreocupado. Miró hacia arriba y por encima de su hombro justo a
tiempo para advertirle lo suficiente de que alguien estaba allí antes de
que una gran mano aterrizara en su hombro.
De lo contrario, podría haber reaccionado violentamente al ser tocado.
Tal como estaban las cosas, se armó de valor, mirando hacia arriba para
encontrar a un hombre humano mayor que le sonreía.
—¿Qué tiene que hacer un hombre para que su nieto lo visite cuando
regresa a la ciudad? —El humano retumbó, la voz profunda llena de risa
que hacía juego con las líneas alrededor de sus profundos ojos azules.
Kris Kringle. El abuelo de Jamie. K'laus se congeló por un segundo,
seguro de que su engaño había terminado, pero luego se dio cuenta de
que el viejo humano se les había acercado. Como si los reconociera... no,
reconoció a K'laus, lo cual era imposible. Nunca antes había visto al viejo
macho en su vida, incluso si se parecía un poco a los machos de su
propia línea antes de que se descubriera que era Izaean y lo enviaran a
Parac'Norr.
—¿Y quién es tu encantadora compañera? —Kris Kringle agregó,
inclinándose hacia adelante y ofreciéndole una mano a Holly—. Soy Kris,
el abuelo de Jamie. Espero que haya estado haciendo todo lo posible
para encantarte. Le he dicho cien veces que no soy demasiado viejo
para cuidar algunos bisnietos.
K'laus casi gimió. Ahora no había forma de que ella no hiciera otra cosa
que salir corriendo tan rápido como sus piernas se lo permitieran.
—¡Papá! —siseó, deseando como el infierno que Jamie llamara así a su
abuelo—. Estábamos tomando un chocolate caliente. No hay necesidad
de tirarnos al altar todavía.
Afortunadamente, ella no pareció ofenderse.
—Ha sido muy encantador —Sonrió, estrechando la mano del
anciano—. Pero tengo que irme. Mañana tengo que empezar temprano
mi trabajo, así que los dejare chicos para que se pongan al día, ¿Te veo
por la mañana para que me lleves, Jamie?
Él asintió, apaciguado por el hecho de que ella quería volver a verlo.
—A las ocho en punto —prometió, y mantendría la promesa, incluso si
tuviera que matar a otros empleados del hotel.
—Es una cita —le dedicó una sonrisa cegadora y, con un gesto,
desapareció entre la multitud. Dejando a K'laus solo con el abuelo
humano que de alguna manera lo había reconocido, aunque nunca se
habían conocido.
—Una chica encantadora —dijo Kris, mirando la forma en que Holly
había desaparecido— ¿Comienza temprano? Entonces, ¿no es una
turista?
K'laus negó con la cabeza, observando al humano con atención. Ahora
que podía verlo correctamente, se dio cuenta de que realmente se
parecían. Tanto es así, que era espeluznante. De repente se preguntó
qué aspecto tendría en realidad este Jamie Kringle.
—No. Es la nueva cuidadora de ciervos del resort. Llegó ayer, comenzó
esta mañana.
Kris se recostó, una mirada de satisfacción en su rostro arrugado.
—Bien. Esos muchachos necesitan una mano cariñosa ahora que Alison
se ha ido.
K'laus solo asintió. No tenía idea de quién era Alison, y decir algo solo
revelaría su ignorancia.
—Oh, me encontré con Miriam Skeldon antes —dijo, levantando su taza
para vaciar lo último de su chocolate caliente—. Dijo que te saludara.
—Oh, ella lo hizo. ¿de verdad? —Kris sonrió, la expresión hizo que K'laus
se preguntara si había algo entre los dos humanos mayores—. Tendré
que aparecer allí para visitarla. Debe ser duro para una viuda vivir sola
en el borde de la cúpula de esa manera.
—Eso suena como una buena idea. ¿Quieres una bebida? ¿Puedo ir a
buscar una para ti? —preguntó, dándose cuenta de repente de que el
viejo humano no tenía chocolate caliente para calentarlo. O incluso un
abrigo particularmente grueso para protegerlo del frío.
—Oh no, no voy a parar. Solo que te vi desde el otro lado de la calle —El
anciano se puso de pie, con las manos sobre la mesa—. De hecho,
debería irme. ¡Hay mucho que hacer antes de Navidad, ya sabes!
Por un momento, por la forma en que cambiaron las luces de las ramas,
pareció tener una capucha roja que cubría la mitad de su rostro. K'laus
negó con la cabeza, disipando el pensamiento fantasioso.
—Estoy seguro de que te han instalado en alguna habitación elegante
del hotel, pero asegúrate de venir a visitarme, ¿de acuerdo? La casa está
muy vacía en estos días sin familia.
K'laus se había levantado al mismo tiempo que el viejo humano y asintió.
—Por supuesto. Me aseguraré de hacer eso. Buenas noches... papa.
—Buenas noches, hijo —Y con eso, el anciano se alejó con un gesto por
encima del hombro, dejando al berserker alienígena sumido en sus
pensamientos.
Si podía pasar por lo suficientemente humano como para engañar a un
humano haciéndole creer que era familia, ¿por qué no podía quedarse
aquí... en la Tierra?
Capítulo 6

Para decepción de Holly, Jamie no estaba de servicio como conductor a


la mañana siguiente, sino otro chico que ella no conocía.
Aparentemente, algunos miembros del personal habían contraído un
virus de gripe desagradable, por lo que todos estaban cambiando de
roles para asegurarse de que todo estuviera cubierto, y Jamie había sido
presionado para trabajar en otro lugar.
No le impidió pensar en él todo el día, incluso cuando la manada hizo
todo lo posible para hacerla correr en círculos. Habría sido frustrante si
no hubiera sido lindo cuando se dio cuenta de que estaban jugando algo
parecido a las sillas musicales o algo parecido para hacerla reír. Pero se
las arregló para asegurarse de que sus vacunas estuvieran al día y los
revisó antes del gran espectáculo navideño que se llevaría a cabo en
unos días. Ivy parecía cojear un poco, cosa que estaba vigilando.
Holly frunció los labios, tocándolos mientras su conductor, de nuevo, no
Jamie, se detuvo frente a la cabaña. Si fuera necesario, sacaría a la
hembra más pequeña y el trineo tendría que correr con siete ciervos y
no con ocho. No le importaba si era un número impar o si era Navidad,
la salud y el bienestar de sus animales era su principal prioridad. Luego
se congeló, un pequeño ceño fruncido en medio de su frente. ¿Cuándo
se habían convertido en sus animales?
Antes de que pudiera pensar más en eso, Pippa apareció en la puerta de
la cabaña como un torbellino de temática navideña.
—¡Ay! Ahí estás, Holly —dijo con alivio mientras Holly salía del vehículo
todo terreno y avanzaba hacia ella con una combinación de alivio y
propósito—. Lo siento mucho, pero voy a tener que pedirte un favor.
—Eh, seguro. ¿En qué puedo ayudar? —preguntó, acomodando su
bolsa de trabajo de manera más segura en su hombro.
Independientemente de lo que fuera en lo que Pippa necesitara ayuda,
esperaba que no fuera algo relacionado con el hotel. Su única
experiencia en el sector hotelero habían sido cuatro horas desastrosas
como recepcionista en prácticas. Se las arregló para reservar a tres
invitados en la habitación equivocada y envió la centralita a colapsar—.
Tengo que advertirte, mi única experiencia laboral involucra
laboratorios o animales...
—¿Qué hay de los árboles? —preguntó Pippa, con una expresión de
súplica en su rostro. Una gran caja con patas apareció en la puerta
detrás de ella. Un momento después, Jamie miró a su alrededor y sonrió
al verla.
—La mitad del personal del resort está enfermo con este maldito virus
de la gripe, y no tengo a nadie para decorar el árbol en el medio de la
plaza. Jamie ya se ha ofrecido voluntariamente... pero como
técnicamente no eres parte de mi personal... —la pequeña rubia hizo
una mueca de esperanza en sus ojos.
Decoración de árboles. ¿Qué tan difícil podría ser?
—Claro —dijo Holly con una sonrisa—. Me encantaría ayudar. ¡Déjame
ir a mi habitación y dejar mi bolso y bajo enseguida!
Pippa le tendió la mano.
—Si no es nada confidencial, puedo ponerlo detrás de la recepción para
ti. Robert lo protegerá con su vida lo prometo.
—Oh, maravilloso. Gracias.
Con la bolsa descargada, Holly sonrió cuando Jamie bajó los escalones
hacia ella, equilibrando fácilmente la precaria caja de adornos.
—Muchas gracias, chicos —cantó Pippa y luego se fue.
Jamie se rió.
—No ha parado hoy. Ha sido una pesadilla absoluta. ¿Nos vamos?
—Eso escuché. ¿La mayoría del personal está enfermo? —Le siguió
fácilmente el paso mientras caminaban por la calle principal.
Asintió.
—Alguna variante nueva. Tiene al médico del complejo bastante
preocupado —Bajó la mirada hacia ella—. Me alegra ver que no estás
afectada. Suena como una enfermedad desagradable.
—Esa es una de las ventajas de trabajar para Faulkner —Se encogió de
hombros con desdén—. Todas las vacunas e inyecciones están
disponibles, por lo que no transmitimos nada a los animales. ¿Y tú? ¿Sin
resfriado?
Sacudió la cabeza, deteniéndose por un momento para dejar pasar a
una gran familia de turistas.
—No. Ni uno. Tenía todas mis vacunas en el ejército. Deben ser actuales.
Salí hace poco.
Era ex militar. Bien, las cosas tenían mucho más sentido ahora. Como la
forma en que estaba construido y el aire, generalmente capaz, a su
alrededor... y la mirada dura que tenía a veces, cuando pensaba que ella
no lo estaba mirando. De acuerdo, entonces tal vez no era tanto como
una zorra masculina saltando de cama en cama como ella había
pensado.
—Gracias por tu servicio —dijo con una sonrisa, deteniéndose para
mirar el árbol que se suponía que debían decorar. Era... enorme como
un mamut. Deslizando una mirada de reojo a la caja en sus brazos,
arrugó la nariz.
—O bien Pippa cometió un error de cálculo —comenzó solo para seguir
su mirada hacia las otras cuatro cajas que ya estaban en el suelo frente
al árbol—. Está bien, será mejor que empieces. ¿Debemos?

En una hora, K'laus se dio cuenta de que Holly era tan estricta como
cualquier general o comandante de guerra con el que había trabajado y
que decorar árboles de Navidad era un arte y una ciencia que nunca
dominaría.
—No... tenemos un grupo de rojo por allá y uno de verde por aquí —
anunció desde su posición en la escalera encima de él, con los labios
fruncidos.
Reprimiendo su suspiro, trabajó en mover las pequeñas bombillas para
su satisfacción. Por séptima vez.
—¿Cómo luce así? —preguntó, mirando hacia arriba.
La luz detrás de ella había convertido su cabello oscuro en un halo
castaño ardiente, y sus mejillas y nariz estaban rosadas por el frío.
—Sí... se ve bien —le sonrió y él se congeló, incapaz de apartar la
mirada. Era la mujer más impresionante que jamás había visto. Todo lo
que quería hacer era arrancarla de su posición y aplastar sus labios bajo
los suyos. Averiguar si sabían tan dulces como parecían.
—Está bien, eso concluye las luces y decoraciones... ahora tenemos que
poner el ángel en la punta —anunció, metiendo la mano en la caja que
sostenía en su cadera. Era grande para una mujer tan pequeña, y por un
momento se tambaleó en los escalones, un pequeño jadeo escapó de
sus labios mientras se agarraba a la barandilla.
Él ya estaba allí, sosteniendo la parte inferior de la escalera.
—Casi —respiró, sus ojos brillaban mientras su corazón retumbaba en
su pecho. Si se caía, podría lastimarse. Algo que no… no podía permitir.
Su pronta futura compañera no sufriría ningún daño bajo su vigilancia.
De ninguna manera. De ninguna forma.
—Solo ten cuidado —le advirtió, extendiendo su mano hacia la caja
mientras ella se estiraba para poner al ángel en la parte superior del
árbol. Apenas respiró cuando ella se estiró, su suéter se separó de sus
vaqueros para revelar una rebanada de piel satinada de la que no podía
apartar la mirada. A diferencia de algunas de las mujeres que había visto
aquí, que eran delgadas y nervudas hasta el punto de ser esqueléticas,
Holly tenía curvas agradables.
Solo los recuerdos de su figura y la forma en que se apretó contra él
cuando la salvó de la caída de la nieve el día anterior, lo mantuvieron
despierto la mitad de la noche. En sus sueños, la había explorado más, la
arrastró hacia el hueco de una de las puertas cerradas de la tienda y
exploró sus labios con tanta seguridad como sus manos habían
explorado su pequeño cuerpo curvilíneo.
Se había despertado duro y dolorido, obligado a terminar en la ducha
para poder volver a la cama y finalmente dormir. El gruñido se abrió
paso desde el centro de su pecho, solo detenido por la voluntad de
hierro que sostenía sobre sí mismo. Estaba vestido para el aire libre, sí,
pero estos “vaqueros” que usaban los humanos no eran tan efectivos
para ocultar el estado de su cuerpo como lo habrían sido los cueros de
combate.
Holly logró colocar al ángel, y él respiró aliviado.
—Baja ahora —ordenó, con un tono más áspero en su voz que no pudo
evitar—. Antes de que te caigas.
—¡Oh, no me voy a caaaerrrr! —terminó con un chirrido cuando la
escalera se tambaleó justo en ese momento y ella perdió el equilibrio.
Se movió a la velocidad de la luz, levantándola en el aire para acunarla
de forma segura contra su pecho con un brazo mientras agarraba la
escalera para que no cayera sobre un pobre humano desprevenido con
el otro.
—Hola —logró decir sin aliento, con los brazos alrededor de sus
hombros.
—Hola —Sus labios se arquearon mientras enderezaba la escalera y
luego envolvió su brazo libre alrededor de ella también. Encajaba
perfectamente contra su pecho, como si estuviera destinada a estar
allí— ¿Te vas a quedar un tiempo o simplemente vas de paso?
Holly gimió y se rió, y al instante se convirtió en un sonido que él quería
escuchar de nuevo.
—Eso fue terrible. ¡Por favor, dime que no tienes una reserva de chistes
de papá!
—Está bien, no lo haré —Estuvo de acuerdo de inmediato, aunque la
idea de ser padre y poder usar esos chistes de papá de verdad lo dejó
sin aliento.
Instantáneamente, una imagen de ella, vestida con su camisa, su
estómago hinchado con su joven, llenó su mente. Era todo lo que podía
hacer para quedarse allí, y no salir a buscar un lugar privado para que
pudieran trabajar en hacer realidad esa fantasía.
—Lo sabía. ¡Tienes un alijo de chistes de papá! —Sonrió, inclinándose
más cerca.
Él también se inclinó, toda su atención en el escaso espacio entre sus
labios. Todo su cuerpo le dolía con anticipación. De ese primer toque.
De cómo se sentirían sus suaves labios bajo los de él. De cómo ella se
entregaría a él... dulcemente, lo tenía decidido. No era una luchadora y
él no quería que lo fuera. Solo quería a su dulce y pequeña humana con
curvas en sus brazos para siempre.
—¡Ey! ¡Ey! ¡Jamie! ¡Soy yo, Leo! —Una vocecita insistente lo atrapó al
borde de su conciencia y levantó la cabeza, aun compartiendo el aliento
con Holly. Miró por el rabillo del ojo para ver a Leo, el nieto pequeño de
Miriam Skeldon, inclinado sobre la barrera alrededor del gran árbol de
Navidad y saludándolos como un maníaco.
Volvió a mirar a Holly mientras la frustración lo invadía. Tan cerca y tan
lejos.
—¿Mantendrás ese pensamiento? —murmuró y suavemente la puso de
pie. Debido a que tenían una audiencia, y tan joven, él no la deslizó por
la parte delantera de su cuerpo como si tuviera que hacerle saber
cuánto lo afectaba. En cambio, soltó su agarre en la parte posterior de
sus rodillas y la colocó en el suelo antes de dirigirse hacia Leo. Holly solo
le sonrió y comenzó a colocar las chucherías en las ramas más bajas.
—Hola, chico —dijo con una amplia sonrisa para el joven— ¿Cómo estás?
No estás aquí por tu cuenta. ¿o sí? —preguntó de repente, mirando a su
alrededor y sin ver a la abuela de Leo ni, de hecho, a ningún adulto con
Leo.
—No, mi papá está allí con su cita —Leo pronunció la palabra con
disgusto, agitando una mano en la dirección general de las mesas cerca
del puesto de chocolate caliente. Efectivamente, una pareja estaba
parada allí, el macho compartía las características que Leo tendría
cuando madurara y alcanzara su mejor momento.
—Me harté de las cosas blandas, y lo que estás haciendo parece más
divertido. ¿Puedo ayudar?
—Errr...
K'laus no estaba acostumbrado a los jóvenes. No había niños en
Parac'Norr, de hecho, el único ser que alguna vez pasó la infancia allí fue
su líder de guerra, el hijo de Raalt. Recordaba a otros niños cuando
crecía en su planeta natal, pero eso era todo. La mayoría de los seres
mantuvieron a sus crías bien alejadas de K'laus y sus hermanos. Los
guerreros de Izaean eran inestables e impredecibles. Peligroso.
—Vamos… si tengo que verlos besarse, voy a vomitar. De verdad —dijo
Leo, haciendo sonidos de vómitos falsos.
K'laus miró entre donde estaban y donde estaba sentado el padre con
su hembra. No estaba lejos, con una línea de visión clara. Tan pronto
como el macho buscara a su descendencia, podría verlo aquí con Holly y
K'laus. Y Holly era una buena persona, digna de confianza. Cualquiera
podría ver eso.
—Está bien —Estuvo de acuerdo, extendiendo la mano para levantar al
joven por encima de la cerca—. Pero tienes que hacer lo que dice Holly.
¿Lo prometes?
Capítulo 7

Esta colina es un maldito asesino. ¿no es así? Holly preguntó al reno que
caminaba junto a ella mientras la nieve crujiente crujía bajo sus pies.
Snowy no respondió, mirando su bolsillo con ojos esperanzados. Ella se
rió entre dientes y frotó la piel detrás de su oreja antes de ofrecerle otro
trozo de zanahoria.
La mitad de la manada “Snowy, Candy, Ivy y Ginger” y ella estaban en el
recinto en la parte trasera de los establos. Quería comprobar que todas
las vallas estaban en buen estado a pesar de que estaban en un
biodomo. Varias notas en los registros de Alison habían indicado la
posibilidad de que un gran depredador, tal vez un lobo, se hubiera
infiltrado en la cúpula. Así que Holly se aseguró de estar atenta y le
advirtió a Gary que se asegurara de que los establos estuvieran seguros
y salió a revisar la cerca.
Eran cercas eléctricas adaptables, lo que significa que nada debería
poder atravesar para llegar a sus ciervos, pero llevaba un rifle colgado
del hombro, por si acaso. Tenía suficiente poder de frenado para
derribar a un rinoceronte cargando, no es que existiera ninguno fuera
de un zoológico en estos días. Había aprendido la lección después de
Attila, y ningún simple lobo la haría caer.
Hasta ahora, sin embargo, todo iba muy bien. La valla estaba en
funcionamiento, sin roturas, y cada punto débil que había identificado
aguantaba bien.
Se detuvo un momento y se volvió. A esta altura, los establos estaban
debajo de ella y las laderas nevadas descendían hasta el fondo del valle
donde la ciudad yacía como una joya centelleante en medio de la pálida
perfección.
Resopló, su flequillo se levantó de su rostro. En realidad, era muy bonito
aquí arriba. Dejando a un lado toda la basura navideña, era agradable
volver a estar en la naturaleza, incluso en la naturaleza cultivada de un
biodomo administrado. Sin embargo, se había perdido de todo esto, de
tratar con animales en un entorno natural en lugar de en los zoológicos
a los que estaba acostumbrada, encerrada en un laboratorio buscando
muestras viables o, peor aún, las interminables reuniones que su
posición como científica principal parecía requerir.
Apoyó la mano en la espalda de Snowy y le dio de comer rebanadas de
zanahoria con la otra.
—¿Cómo he llegado a esto, eh chico? —reflexionó, acariciando el suave
pelaje de sus orejas. Prefería estar aquí, sola con los animales y sin
informes que hacer ni KPI de los que preocuparse—. Apuesto a que
todo de lo que tienes que preocuparte es de dónde vendrá tu próxima
zanahoria o si tienes paja blanda para dormir. ¿Qué tal si asumes el
cargo de científico principal y yo me quedo aquí, eh?
Aquí. Con el hábil y muy sexy conductor, uno en el que estaba tratando
de no pensar después de ese incidente junto al árbol de Navidad. En
todo lo que había podido pensar toda la noche fue en estar entre sus
brazos, contra ese pecho sólido y ancho, y en la forma en que sus labios
casi habían rozado los de ella...
Snowy revolvió y husmeó sus bolsillos nuevamente en busca de más
golosinas. No pudo evitar reírse.
—Gary tenía toda la razón sobre ti, Snowy. Eres panza con piernas.
Siguió a lo largo de la línea de la valla, crujiendo en la nieve prístina todo
el camino. No había más programado para esa noche, pero por lo que
había leído, durante los ciclos de nevadas, las condiciones podían
volverse bastante difíciles aquí. Ciertamente no quería ser atrapada en
ese clima.
A medida que avanzaba, repartió el resto de las golosinas al ciervo que
la acompañaba. Los había traído como soborno para mantener la
manada con ella, pero no los necesitaba. El pequeño grupo se había
quedado con ella durante todo el recorrido por el recinto. Bueno, todos
menos Candy, que se estaba quedando atrás. Holly tomó nota mental
de vigilarla para asegurarse de que estaba bien.
Se detuvo en la parte superior del recinto y se apoyó contra la cerca. El
cielo estaba despejado y lleno de estrellas. Desde aquí, ni siquiera se
podía ver la construcción de la nueva estación espacial alienígena en
órbita baja. Por supuesto, ella sabía que todo era una simulación, la
cúpula programada para mostrar una vista de cómo se vería el cielo sin
la contaminación y las tormentas que azotaban afuera. Aun así, se
alegró de que no mostrara la base alienígena.
Tenía sentimientos encontrados al respecto. No podía negar que le
habían salvado la vida. Había echado un vistazo a sus registros médicos
del ataque y... ¡joder!, incluso con un equipo formado por los mejores
cirujanos traumatólogos humanos, no habría sobrevivido.
No, su continua capacidad para respirar y disfrutar de la vida se debía
directamente a la avanzada tecnología médica y a los médicos de la
base de Latharian. Así que ella realmente no podía desear que se fueran.
Si no estuvieran allí, definitivamente estaría muerta en este momento.
No había otra forma de verlo.
Por un momento, su mente volvió al tipo grande que había estado en la
bahía junto a ella. Había sido consciente de él todo el tiempo que estuvo
allí. Incluso sospechó que había estado soñando con él antes de salir del
coma. Extrañamente, a pesar de que él era ruidoso con todos sus
rugidos y gruñidos, y aunque en realidad nunca lo había visto bien
gracias a los escudos de privacidad, él no la había asustado ni una sola
vez.
De hecho, de una manera extraña, le recordaba a Jamie. Lo cual era
ridículo... el sexy y habilidoso ex-militar estaba literalmente a un mundo
de distancia de un extraterrestre letal que no parecía hablar, solo gruñía.
Los doctores lo habían llamado algo… Izaean. Había buscado la palabra
cuando salió de la base. Parecía traducirse aproximadamente como
‘berserker’. Jamie era demasiado bueno para ser algo parecido a un
berserker alienígena.
Justo cuando Snowy había devorado el último bocadillo, su unidad de
comunicación emitió un pitido. Una sonrisa curvó sus labios cuando vio
el nombre y la identificación de Audrey en la pantalla.
—Entonces, ¿cómo va la versión nevada del infierno? —preguntó tan
pronto como Holly respondió la llamada. Oyó ruido de tráfico de fondo,
lo que significaba que Audrey estaba en el metro de camino a casa o,
más probablemente, a su segundo trabajo. En serio, Holly no tenía ni
idea de cómo su amiga se las arreglaba para seguir adelante a una
velocidad tan vertiginosa.
Miró a su alrededor.
—En realidad, es bastante bonito.
Audrey jadeó y exigió:
—Estás bien, ¿quién eres y qué hiciste con mi amiga?
Se rió.
—Quiero decir, es agradable estar aquí arriba. Lejos de toda la gente y
la basura navideña.
—¿Con los renos? ¿No son como la mierda navideña máxima? Si
recuerdas que tiran del trineo de Papá Noel. ¿Verdad?

Para su decepción, de nuevo no era Jamie quién iba a llevarla de regreso


a la ciudad. En cambio, Robert le sonrió desde el asiento del conductor.
Le devolvió la sonrisa, logrando ocultar su decepción. Su conversación
en el camino de regreso por las colinas fue cómoda y tuvo el beneficio
adicional de contarle gran parte de la historia del resort y las familias
que habían vivido allí durante años. Incluidos los Kringle.
Aparentemente, Jamie no acababa de ingresar al ejército. Había
entrado en las fuerzas especiales y era una especie de héroe después de
un rescate hace un par de años. Se mordió el labio. Un héroe ex-soldado
no se parecía el hombre libertino que saltaba de cama en cama como
ella lo había pintado mentalmente.
—Entonces, ¿qué logró sacarte de detrás del mostrador de recepción
hoy? —preguntó mientras conducían por el centro de la ciudad.
—Necesidad —Lanzó por encima del hombro. Con solo unos pocos días
para Navidad, el lugar estaba repleto de turistas en busca de esa magia
navideña, por lo que les tomó un tiempo zigzaguear para llegar al
hotel—. La mayoría del personal está mal con este virus de la gripe. Es
realmente desagradable. Luego se cortó la luz en el ala norte, lo que
significaba que Dave, Jamie y Todd habían estado trabajando allí todo el
día y Pippa no puede conducir un todoterreno, así que yo era el único
disponible para ir a buscarte.
Eso explicaba la ausencia de Jamie entonces. Asintió.
—Sabes, estoy cualificada para conducir un todoterreno si me necesitas.
—¿De verdad? —Robert sonrió por encima del hombro ante la noticia
mientras entraban en el camino semicircular frente al albergue—. Se lo
diré a Pippa. Sería genial tener más opciones. ¿Estás segura de que no te
importa?
—No, en absoluto. Cualquier cosa que pueda hacer para ayudar —dijo
mientras se detenían frente a las puertas principales. Como si estuvieran
en el momento perfecto para su llegada, las puertas se abrieron para
revelar a Pippa, la gerente del complejo, con Jamie siguiéndola.
—Uh, oh.
Roberto se rió.
—Puede que te arrepientas de haber dicho eso.
—Bueno Yo...
—¡No te puedes retractarte! —dijo Robert, todavía sonriendo mientras
ella abría la puerta. No le dio la pista de que su comentario abortado no
había tenido nada que ver con querer retirar su oferta y más porque
todas sus células cerebrales se habían estancado al ver a Jamie
poniéndose un abrigo de invierno. La camiseta que usaba se ceñía sobre
un cuerpo tallado hecho para el pecado, uno que absolutamente quería
sacar de su ropa y explorar a su antojo.
Al bajar, se volvió y encontró a Pippa allí mismo, con una expresión
entre esperanzada y desesperada.
—Realmente, lamento mucho preguntar esto —comenzó con una
mueca de dolor, mirando entre Holly y Jamie—. Pero no tengo a nadie
que se ocupe del puesto de chocolate caliente durante la feria de
Navidad, comenzando como en… diez minutos. Hay alguna
oportunidad...
Antes de que terminara de hablar, Holly le tendió su bolso. Pippa
rompió en sonrisas.
—¡Gracias! ¡Muchas gracias! ¡No saben cuánto me están salvando la vida
en este momento! —exclamó, ya reclamando el bolso de Holly y
llevándolos en dirección a la ciudad—. Cuando llegues allí busca a Mabel
en la tienda de bastones de caramelo. Dijo que lo arreglaría todo...
simplemente no puede manejar dos puestos sola, ¡pero está allí si la
necesitas!
Y con eso, se fue, de vuelta al hotel como un torbellino de energía.
—Lo juro —gimió Holly, moviendo los hombros—. Si pudiéramos
embotellar eso, haríamos una maldita fortuna.
Jamie se rió.
—Esa es la verdad. Obviamente es la magia de la Navidad.
—Debe ser. Será mejor que bajemos y hagamos nuestra parte —Y si
tenía suerte, la magia del chocolate caliente navideño reemplazaría el
largo baño caliente que había estado a punto de tomar después de
cargar balas de paja todo el día—. Con suerte, ninguno de los clientes
notará si huelo a ciervo. No tengo paja en el pelo. ¿verdad?
Lo miró de soslayo para ver si le molestaba su estado directo desde los
establos. Solo le sonrió.
—No, no hay paja, heno o cualquier otra cosa remotamente parecida a
un ciervo —Se inclinó y tomó aire—. Y hueles de maravilla. Como
siempre.
¿Había notado a qué olía? Por un momento, a Holly se le trabó la lengua.
El tiempo suficiente para que él alcanzara su mano y la metiera en su
brazo.
—Podría ser resbaladizo —dijo al ver su mirada.
—¿De verdad? —Había estado en la nieve y el hielo todo el día, pero—.
Sí. Estos adoquines son una verdadera perra cuando la temperatura del
clima baja.
Caminaron juntos por la ciudad a través de la multitud, y nunca había
estado más consciente de un chico que ahora. Su casi beso de la noche
anterior seguía jugando una y otra vez en su mente. ¿Se había visto
decepcionado cuando Leo los había interrumpido o solo había sido su
imaginación? No había hecho ningún otro movimiento hacia ella en toda
la noche, ni siquiera cuando regresaron al hotel, así que tal vez él pensó
que había tenido suerte en escapar de la situación...
Se mordió el labio. Necesitaba hablar con Audrey sobre esto, ella no era
de las que se la pasaba cuestionándose a sí misma tanto.
—Deja de pensar tanto —Jamie se inclinó para murmurarle al oído
cuando llegaron a la plaza del pueblo donde estaban todos los puestos.
Levantó la mano para suavizar la arruga entre sus cejas, el suave toque
envió una chispa a través de todo su cuerpo—. Lo que sea que te
preocupe, no es tan malo como crees. Lo prometo.
Asintió, pero antes de que pudiera decir nada, vio la tienda de bastones
de caramelo, la mujer de cabello gris detrás de ella los saludaba con la
mano locamente.
—Esa debe ser Mabel —Le dio un codazo a Jamie en esa dirección y
después de cinco minutos de introducción vertiginosa en el arte de
hacer chocolate caliente, se quedaron solos para atender el puesto.
Acostumbrada a trabajar en espacios abiertos con animales, no había
considerado lo que sería trabajar tan cerca de un tipo atractivo como
Jamie. Lo cual hizo estragos en sus sentidos. El puesto era pequeño, lo
que significaba que se movían constantemente uno alrededor del otro,
y parecía que él aprovechaba cada oportunidad para rozarla. No de una
manera espeluznante, sino de una manera que enviaba fuego a través
de sus venas y la hacía querer presionarse más contra él.
Cada contacto envió una emoción a través de ella y de él. Al menos la
pequeña mirada en sus ojos cada vez que ella se disculpaba por
tropezar con él, le decía que el contacto lo afectó tanto como a ella.
Al principio pensó que lo estaba haciendo a propósito, pero volvió a
evaluarlo cuando vio lo concentrado que estaba en el trabajo que les
habían dado.
Cada cliente fue recibido con una brillante sonrisa y escuchó
atentamente para hacer su pedido correctamente la primera vez. No
titubeó ni una sola vez, aunque ella sabía que había estado trabajando
todo el día, y también en trabajos manuales. Eso tenía que dejar a una
persona muy cansada.
—Gracias. Pondré eso en la caja de caridad para la fundación del resort.
Sonrió cuando otro cliente rechazó su cambio. Estaba segura de que
tenía algo que ver con su encantadora sonrisa.
—Jamie —murmuró Holly, girándose a medias para tocar su brazo
cuando un nuevo cliente llegó al frente de la fila y la ignoró
deliberadamente, mirando más allá de ella a Jamie.
Rubia y hermosa, estaba envuelta en un abrigo rojo brillante, su
bufanda blanca y su sombrero rojo la hacían lucir muy navideña.
—Tienes una clienta.
Se dio la vuelta, mirándola antes de notar a la otra mujer. A pesar de
que hacía frío afuera, hacía mucho tiempo que se había quitado el
abrigo de invierno y solo estaba vestido con una camiseta de manga
larga que mostraba su impresionante cuerpo.
Suprimiendo el escalofrío que le había causado tocarlo, se movió hacia
la parte trasera del puesto y los dejó solos.
—Bueno, hola guapo. ¿Dónde te has estado escondiendo? —La voz de
la otra mujer era baja y sensual, con la cantidad justa de vibra de ‘ven a
la cama’.
Holly sacudió los malvaviscos en el cuenco que esperaba con
vehemencia. No tenía nada que ver con ella si tenía algo con la mitad de
los residentes locales o el personal aquí. Un par de días trabajando
juntos y un casi beso no significaba que ella tuviera ningún tipo de
derecho sobre él. Incluso si ella quisiera tener alguno...
—No me he estado escondiendo en absoluto, Maxine —dijo, su voz
más reservada de lo que ella había escuchado antes—. Pippa me
mantuvo muy ocupado con todo el personal enfermo en este momento.
Ahh, esta era Maxine. Holly había oído hablar de ella. En su mayoría,
quejas del resto del personal de que la glamorosa recepcionista se había
metido en su cama al primer resfriado y se negaba a dejarla a pesar de
que todos los demás también estaban al borde de la muerte. No parecía
que fuera muy querida.
—Esta horrible gripe —Estuvo de acuerdo Maxine, llevándose la mano a
la garganta y manejando una pequeña tos que sonaba muy falsa—. Ha
sido absolutamente miserable.
—Lo ha sido. ¿Qué puedo prepararte? —preguntó Jamie.
Holly se volvió y miró por encima del hombro, observando la fila de
clientes que se formaba detrás de Maxine.
Esta noche estaban cambiando rápidamente, por lo que realmente
esperaba que él no quisiera detenerse y charlar con ella. Iban a sentirse
abrumados si lo hacía.
—Tomaré un chocolate caliente con caramelo con crema batida y
malvaviscos —decidió, sus labios en un puchero perfecto.
—Aunque sólo uno pequeño. Tengo que cuidar mi peso, ¿sabes? —dijo,
lanzando una mirada mordaz a la figura de Holly abrigada contra el frío.
A diferencia de Jamie, ella se estaba congelando en ese lugar—. A
diferencia de algunas, obviamente.
—¿Perdón? —La voz de Jamie pasó de amigable a bajo cero en un
santiamén— ¿Podrías repetir eso?
—Yo-yo… —tartamudeó Maxine, su mirada apuñalando a Holly, que se
había dado la vuelta para ver este pequeño drama y cruzó los brazos
sobre el pecho. La mujer detrás de Maxine tampoco parecía
impresionada—. Tú sabes lo que quiero decir.
—No… me temo que no. Vas a tener que explicármelo —respondió
Jamie, su voz fue firme no dándole nivel de camaradería o apoyo para
que ella saliera del apuro.
—Es... no te preocupes por eso —dijo rápidamente—. En realidad, no
me siento muy bien, así que creo que debería volver...
Jamie no dijo nada mientras se alejaba, pero luego dirigió una sonrisa
encantadora a la dama que se acercó a continuación.
—¡Feliz navidad! ¿Qué puedo prepararte?
Empezaron a trabajar de nuevo, preparando bebidas en un silencio
amistoso. Luego alcanzaron los malvaviscos al mismo tiempo,
rozándose las manos. Lo miró cuando él le indicó que debería ir primero.
—Gracias por eso —dijo en voz baja.
No fingió no saber de qué estaba hablando.
—De nada. Nadie puede abusar de mi m... mi amiga y salirse con la suya.
Su corazón se hinchó y todavía lo miraba mientras iba a dejar caer los
malvaviscos en la parte superior de su bebida. Pero ella no estaba
prestando atención, lo calculó mal y jadeó cuando tiró la bebida. Antes
de que el líquido caliente pudiera derramarse sobre su mano y brazo, él
estaba allí, apartándole las manos de un golpe.
—¡Ay dios mío! —jadeó cuando salpicó todo sobre él en su lugar—.
Necesitas poner eso bajo agua fría.
Agarrando sus brazos, empujó sus manos bajo el grifo de agua fría en el
pequeño fregadero.
—¿Por qué hiciste eso? ¡Estás quemado!
La miró con una pequeña y extraña sonrisa en sus labios mientras ella se
preocupaba por él.
—Si no lo hubiera hecho, tú te habrías quemado. Eso es inaceptable —
Su caballero con una camiseta verde ajustada.
Lo miró bajo sus pestañas, dándose cuenta de repente de lo cerca que
estaba. Luego se inclinó de repente y reclamó sus labios en el beso más
dulce y suave que nadie le había dado jamás.
Capítulo 8

Holly no había podido dormir por ese beso. Simple y dulce, la había
sacudido hasta la médula, pero casi tan pronto como sintió los labios de
Jamie sobre los suyos, más clientes que querían chocolate caliente los
obligaron a separarse. No había podido tener un momento con él
después de eso, un grupo de empleados del hotel los barrió en el
camino de regreso al albergue. Tampoco había sido su conductor esa
mañana. De hecho, las llaves la habían estado esperando en la
recepción con una nota de Pippa de que todas sus licencias habían sido
verificadas y si no le importaría conducir hasta los establos.
Holly detuvo el gran vehículo cerca de los establos. El estacionamiento
estaba vacío, el vehículo de Gary también estaba notablemente ausente.
Un ceño creció en su entrecejo. Se había visto un poco desanimado la
noche anterior, y ella esperaba que no se hubiera contagiado con este
maldito virus de la gripe también.
Mordiéndose el labio, bajó del vehículo mientras sus pensamientos
volvían a la noche anterior. Ese beso. ¿Y si Jamie se arrepentía? ¿Y si él
estaba tratando de evitarla ahora? No creía haber dado la impresión de
que se había arrojado sobre él la noche anterior... de hecho, él la había
besado. Aunque sabía eso, los demonios de la duda simplemente no la
dejaban en paz.
—Hola, chicos —gritó mientras abría las puertas principales, entrando
en el interior más cálido de los establos— ¿Cómo están todos esta
mañana?
Una bocanada de paja y cálido olor a reno la golpeó y respiró hondo.
Podía verse viviendo con ese olor por el resto de su vida.
Candy levantó la cabeza, balbuceando suavemente en señal de
bienvenida cuando pasó Holly. Extendió la mano y acarició el hocico
aterciopelado del gran ciervo de camino a la pequeña cocina en la parte
trasera de los establos. Encendía la tetera y luego comenzaba las rondas
para asegurarse de que la manada desayunara antes de sentarse con
una bebida caliente.
Sin embargo, antes de llegar a la mitad de los establos, el roce de una
bota hizo que la sangre se congelara en sus venas. Se congeló
instantáneamente, con los ojos muy abiertos mientras escuchaba. Sí, ahí
estaba otra vez, en el último cubículo cerca de la cocina, el sonido de
alguien moviéndose.
Mierda. Alguien estaba aquí. No podía ser Gary porque su auto no
estaba afuera y él ya le había dicho que vivía al otro lado de la cúpula.
Demasiado lejos para caminar.
Entonces, ¿quién era?
Su mirada se dirigió a la oficina al otro lado de los puestos. El gran rifle
que llevó con ella cuando salió, para proteger a la manada, estaba
encerrado allí. Para conseguirlo, tendría que pasar por el puesto donde
estaba el intruso. Si quienquiera que fuera la persiguiera, nunca
conseguiría abrir la caja fuerte y cargar el rifle a tiempo.
Mierda, mierda. Necesitaba otra opción.
Manteniendo su respiración ligera, se deslizó hacia la izquierda y
recogió lo más cercano, una de las horquillas que usaban para limpiar
los establos. Levantándola ligeramente, se arrastró hacia adelante, con
la mirada fija en el último puesto. Era el puesto de Ivy y su corazón se
retorció al pensar en alguien lastimando a la pequeña reno. Ivy era un
amor absoluto que amaba a la gente. Ella no entendería a alguien
tratando de lastimarla. Estaría completamente devastada.
Se acercó sigilosamente, hasta que una voz profunda y familiar llegó a
sus oídos.
—Efil a ladtath ti delias vortratan.
Frunció el ceño. Eso fue eso…
—¿Jamie?
Poniéndose de pie, miró por encima de la pared del establo y descubrió
que Jamie estaba allí con Ivy. Levantó la vista, con una mano en el cuello
del pequeño ciervo donde la había estado acariciando, su expresión
culpable por un momento.
—Oh, hola, Holly. No te escuché entrar —dijo, desenganchándose un
capullo de la oreja con una sonrisa, su expresión se iluminó— ¿Cuánto
tiempo has estado ahí?
—Gracias a Dios, solo eres tú —soltó un suspiro de alivio, apoyando la
horquilla contra la pared—. Pensé que alguien había entrado aquí por
un momento.
—No. Sólo yo.
Volvió a palmear el cuello de Ivy e indicó la paja donde yacía en el
establo recién limpiado.
—Pensé que empezaría con esto antes de que llegaras. El lado
izquierdo del granero está listo, solo los puestos de la derecha
necesitan ser arreglados ahora.
Parpadeó sorprendida. Esa fue una buena hora más o menos de trabajo.
—¿Cuánto tiempo has estado aquí arriba? ¿Por qué estás aquí arriba? No
es que me queje. Siempre es bueno tener ayuda para palear mierda.
—Hubo un problema con uno de los nodos meteorológicos cerca de
aquí y, como soy un poco hábil con las cosas de ingeniería, Pippa me
pidió que echara un vistazo en lugar de llamar a un ingeniero de la
compañía. Aparentemente, cuestan la tierra —Se encogió de
hombros—. Cuando estuve allí, Gary envió un mensaje al grupo de
empleados de que él también se había enfermado, así que pensé en
pasarme y echarte una mano con estos mimosos.
—Ah... bueno, gracias —Sonrió, genuinamente contenta de verlo... y
aún más contenta de que no pareciera haber ninguna incomodidad
entre ellos—. Está bien, solo voy a encender la tetera y ordenar el
desayuno de estas bestias peludas. Entonces podemos tomar un café.
Creo que te lo has ganado.
—Amén a eso —se rió entre dientes—. Déjame tomar lo último de esto
y estaré ahí para ayudarte.
Saludó por encima del hombro mientras se alejaba. Había venido a
ayudarla, solo porque sí. Hizo que una sensación cálida y difusa se
extendiera desde el centro de su pecho. Apuesto y considerado... y no
el salta camas que había asumido, no después de cómo manejó a
Maxine la noche anterior. Ahora él estaba aquí, todo el camino en el frío
para que no tuviera que cuidar a los ciervos ella misma.
No podía evitar la sonrisa en su rostro mientras recorría la cocina y la
sala de alimentación, preparando la comida matutina de los renos. Les
gustaba algo caliente por la mañana, y el alimento especializado que
encontró en los contenedores era de la mejor calidad, lo que la
complació. Se alegró de que el complejo estuviera cuidando a sus
animales. Algunos lugares no lo hicieron, a pesar de que los animales
modificados genéticamente eran terriblemente caros. Eso era algo que
nunca había entendido. ¿Por qué gastar tanto en un animal y luego no
alimentarlo bien?
Su unidad de comunicación emitió un pitido justo cuando vertía agua
caliente en el último de los ocho cubos de alimentación.
—Hey chica. ¡Oh… Dios mío, tengo noticias para ti! —contestó mientras
llevaba la pesada tetera de vuelta al mostrador.
—¿Qué noticia es esa?
Casi dejó caer la tetera cuando la voz de Dean llenó el aire en lugar de la
de Audrey.
—¡Dean! —casi chilló—. Lo siento, pensé que eras Audrey.
Eso le enseñaría a mirar la pantalla antes de contestar. Pero para ser
justos, dado que él había estado evitando sus llamadas recientemente,
realmente no esperaba que él la llamara. Y, en lugar de sentirse aliviada
de que finalmente se hubiera puesto en contacto, ella estaba... ¿irritada?
—Obviamente —respondió, con un toque de diversión burlona en su
voz.
—¿Hay... algo que necesites? —preguntó, volviendo a los baldes para
mezclar el alimento.
—En realidad, tengo algunas noticias para ti.
—¿Oh? —Continuó mezclando. Si se trataba de otro montón de
reuniones o licitaciones de proyectos, simplemente colgaría y fingiría
que los protocolos meteorológicos del biodomo estaban fallando.
—Sí, sé cuánto odias la Navidad, y tenemos una nueva tarea. Trabajar
con una especie resucitada.
—¿De verdad? ¿Cuál? —preguntó, sin hacerse ilusiones.
La compañía había estado trabajando en muchas especies extintas, la
mayoría de ellas con las que no tenía experiencia ni deseaba trabajar.
Teniendo en cuenta que casi la habían dejado en la banca,
probablemente era una especie de mosquito resucitada o algo así.
—El tilacino.
Se congeló.
—¿Alguien obtuvo una muestra estable y logró replicarla?
—Uh, huh. Encontraron algo de ADN estable en una antigua colección
privada en alguna parte. Sé que tienes algo con ellos, así que pensé que
te gustaría entrar. Llámalo una disculpa por no... ya sabes... visitarte
mientras estabas enferma.
—¡Absolutamente! —Daría su brazo derecho por estudiar al tilacino. Se
habían extinguido desde la década de 1930 y nadie había podido
clonarlos— ¿Cuándo comienza la tarea?
—La primera camada está a punto de nacer ex vitro. Tendrías que salir
de Christmas Falls en Nochebuena y viajar directamente.
Nochebuena. Sólo dos días de distancia. Miró alrededor de sus cubos de
alimentación. Eso dejaría a la manada sin un cuidador experimentado. Y
Jamie...

No había tenido la intención de besar a Holly la noche anterior. Acababa


de suceder. Pero no podía arrepentirse de haberlo hecho. Se había
estado comportando bien, aunque cada vez que ella rozaba contra él
era como el canto de una sirena, cada célula de su cuerpo se despertaba
y sintonizaba con las de ella. Antes de darse cuenta, sin siquiera
quererlo, sus labios estaban sobre los de ella.
K'laus bajó la cabeza, gimiendo ante el recuerdo. Sus labios habían sido
tan suaves y dulces bajo los de él. El mero toque lo había convertido en
un esclavo al instante. Había sido todo lo que podía hacer para contener
la rabia y la pasión que llenaban su alma y no aplastar su diminuta forma
contra la suya más grande y más dura mientras tomaba lo que quería...
necesitaba de sus dulces labios.
Sin embargo, al mismo tiempo había sido tan fácil como respirar. Solo la
idea de lastimarla, o asustarla, lo hacía sentir enfermo hasta el fondo de
su alma.
Esas dos necesidades, ambas en guerra entre sí y también
perfectamente sincronizadas, lo habían mantenido despierto toda la
noche, especialmente desde que los eventos se habían confabulado y
no había logrado tener otro momento a solas con ella. Había dado
vueltas toda la noche, atormentado por sus propios pensamientos y
necesidades hasta que finalmente se vio obligado a levantarse y
atenderse solo en la ducha.
Pero no había sido suficiente, e incluso ahora, con su perfume en el aire,
sus pensamientos estaban consumidos por ella. Consumido por los
pensamientos de su beso y la necesidad de besarla de nuevo más
profundamente, más duramente.
Interrumpió sus pensamientos rápidamente antes de que pudieran
oscurecerse. Necesitaba ser amable con ella. Lo último que quería era
asustarla. No sería el Berserker violento e inestable que la rodeaba. De
ninguna manera. De ninguna forma. La furia de sangre y su
imprevisibilidad habían asegurado que los de su especie, los izaeans,
fueran excluidos del programa de nuevas parejas. Tampoco tenía la
intención de dejar que fuera la sentencia de muerte de su relación con
Holly.
Dejando lo último de la paja para el pequeño reno en el establo con él,
le dio unas palmaditas en la grupa mientras se dirigía a la puerta. Había
algo relajante en ayudar con los animales. No eran los kervasi de su
juventud, pero eran algo similares... solo que con un par de piernas
menos y menos tendencia a tratar de arrancarle pedazos a quienquiera
que los cuidara.
Dejando su horca apoyada contra la pared cerca del siguiente establo,
se dirigió a la sala de alimentación al final del granero. Para ser un
macho grande, siempre había sido ligero de pies, algo que lo había
ayudado muchas veces en la batalla. Así que no le sorprendió que Holly
no se diera cuenta de su presencia en la puerta, su voz se elevó
mientras hablaba en su dispositivo de comunicación. Estaba a punto de
anunciarse, pero algo en su expresión lo detuvo.
Dio un paso atrás y se congeló, derritiéndose en las sombras.
—¡Dean! Lo siento, pensé que eras Audrey —Su voz era sin aliento y
suave. Sus ojos se entrecerraron. ¿Quién era este Dean? Ningún visitante,
humano o no, la había visitado mientras estaba herida en la estación,
pero por el tono de su voz, este hombre era alguien cercano a ella.
—Obviamente —El sonido de la voz masculina levantó todos los pelos
de la nuca de K'laus. Era presumido y engreído, todo al mismo tiempo.
El tipo de hombre al que quería golpear en la cara. Repetidamente.
—¿Hay... algo que necesites? —La voz de Holly se enfrió un poco
mientras regresaba a los baldes para mezclar el alimento. El olor
reconfortante de la vegetación cálida y algo fuerte llenó el aire. Le
recordó las gachas que se servían en el desayuno en el comedor de
Parac'Norr.
—En realidad, tengo algunas noticias para ti —El acento del hombre era
muy parecido al de Holly. Suave y culto, educado incluso. El labio de
K'laus se curvó un poco hacia atrás. La mayoría de los izaean no fueron
educados más allá de cierto nivel. Su líder, Raalt, lo intentó, pero fue
difícil cuando los estudiantes se enfurecieron y destrozaron las aulas.
Aun así, tenía habilidades diferentes, que este ‘Dean’ nunca podría
comprender.
—¿Oh? —Continuó mezclando, su atención en los cubos frente a ella.
Apreció su precisión y el cuidado que tuvo al asegurarse de que cada
animal tuviera la cantidad correcta para sus necesidades.
—Sí, sé cuánto odias la Navidad y tenemos una nueva tarea. Trabajar
con una especie resucitada.
K'laus se balanceó sobre sus talones. No sabía que Holly odiaba las
vacaciones humanas de invierno. No había dado ninguna pista y parecía
feliz de estar involucrada. ¿Y a quién no le gustaban las celebraciones?
Sus ojos se entrecerraron. Más importante aún, ¿por qué?
—¿De verdad? ¿Cuál? —preguntó. Estaba jugando con calma, su tono
sonaba indiferente y distante, pero pensando que nadie la observaba,
su expresión traicionó su interés.
—El tilacino.
Se congeló.
—¿Alguien obtuvo una muestra estable y logró replicarla?
¿Qué eran los tilacinos? K'laus se pateó a sí mismo, deseando haber
investigado más sobre la Tierra y sus animales y no tener que depender
de la información de viejas comedias de situación.
—Uh, huh. Encontraron algo de ADN estable en una antigua colección
privada en alguna parte. Sé que tienes algo con ellos, así que pensé que
te gustaría entrar —Tuvo que detener el gruñido que salía de la parte
posterior de su garganta. Este draanthic estaba usando los intereses de
Holly en su contra y tratando de robársela. Todos sus temores se
hicieron realidad cuando ella respondió, su voz brillante y ansiosa.
—¡Absolutamente! ¿Cuándo comienza la tarea?
—La primera camada está a punto de nacer de ex vitro. Tendrías que
salir de Christmas Falls en Nochebuena y viajar directamente.
Dio un paso atrás, su corazón hundiéndose. Iba a dejarlo. En cuestión de
días ella se iría y él perdería su oportunidad con ella.
Su mandíbula se tensó, un diminuto músculo en la esquina latía. Si
alguien hubiera estado observando, habría visto sus ojos parpadear en
negro mientras luchaba por contener la bestia de su ira en su interior.
Nadie se la iba a quitar. Solo tendría que asegurarse de que no
pudiera… no quisiera irse.
Tenía que hacer que ella quisiera quedarse. Con él. Para siempre.
Capítulo 9

Al finalizar la llamada, miró su unidad de comunicación durante largos


minutos, mordiéndose el labio inferior. Era una tarea de ensueño. No,
más que eso, era la tarea de sus sueños.
El tilacino era una especie de depredador con la que nadie vivo había
trabajado nunca. Todo lo que tenían que hacer era un registro histórico
de un período en el que los registros no eran completos y la ciencia del
cuidado y la conservación de los animales no había madurado. Dudaba
que realmente pudiera usar mucho dentro de los registros que tenían, si
los autores en ese entonces hubieran sabido siquiera tomar nota de la
información que necesitaba.
Sería una pizarra en blanco. Una oportunidad para independizar su
nombre de Faulkner. Independiente de Dean, quien había firmado
conjuntamente todos los documentos que había presentado en el
Instituto de Conservación...
Un movimiento llamó su atención y miró hacia arriba para encontrar a
Jamie en la puerta. Rápidamente, metió su unidad de comunicación en
su bolsillo.
—Hola, guapo —Sonrió—. Justo a tiempo para ayudar a alimentar a las
bestias hambrientas.
Solo el olor del alimento tibio en el aire había provocado una reacción
en la manada. Golpes y sonidos suaves llegaron desde el granero
principal, y luego el sonido de las puertas de los establos siendo
pateadas.
—Son más que un poco impacientes, creo —Sonrió cuando ella le
ofreció el cubo de comida más cercano.
—La historia de mi vida —se quejó, con buen humor—. Dirigida por
bestias grandes y peludas.
Le lanzó una mirada traviesa por encima del hombro y se frotó la piel de
la barbilla.
—¿Justo ahora?
—Vete con la tuya ahora —se rió, rozándolo con los dos primeros cubos.
Su profunda risa la siguió mientras se disponían a alimentar al rebaño.
Casi había terminado cuando Jamie llamó, con una preocupación en su
voz profunda.
—¿Holly? ¿Puedes venir a echarle un vistazo a Jingle? No se está
apoyando en su pata trasera izquierda.
—Estoy en camino —gorjeó, ocultando su preocupación mientras
tiraba el pestillo del puesto de Snowy. Las campanas de alarma sonaron
a través de ella mientras se dirigía en esa dirección. No tenían mucho
tiempo hasta el espectáculo de Navidad, y parecía que podría tener dos
renos fuera de servicio...
—Oye, Jingle —canturreó cuando entró al establo con Jamie y
descubrió que, sí, el corpulento ciervo estaba parado con una de sus
patas traseras balanceándose en el suelo. ¿Cómo pudo haberse
lastimado aquí? No había nada aquí… y él había estado bien ayer
cuando ella los había acostado a todos por la noche.
Chasqueando la lengua preocupada, pasó las manos por sus piernas,
buscando algún problema. Sin embargo, todo parecía estar bien.
—No puedo sentir ninguna herida o hinchazón —Miró a Jamie— ¿Cómo
estaba antes cuando limpiaste el puesto?
Negó con la cabeza, inclinándose, y ella percibió un toque de piel cálida
y gel de ducha fresco con olor de pino.
—Caminando normalmente.
—Así que lo que sea que haya pasado, sucedió mientras estaba aquí —
reflexionó, comenzando a ponerse de pie—. Tendré que conseguir el kit
de escaneo y hacer una va… ¡Ophhhfff!
Algo duro y pesado la empujó en la parte baja de la espalda y la envió a
estrellarse contra Jamie. Contuvo el aliento, sus fuertes brazos la
envolvieron, pero su impulso los derribó a ambos. Un segundo después,
estaba tumbada sobre el ancho pecho de Jamie.
—¿Qué diablos..? —respiró, con una mano en el hombro de Jamie
mientras se echaba el pelo hacia atrás para mirar a Jingle.
Quien resopló con diversión antes de caminar, con bastante normalidad,
para meterse en su cubo de alimentación.
—¿Por qué, pequeño...? —No pudo evitar reírse. Los había sorprendido,
completa y absolutamente los había engañado.
Miró a Jamie y toda la diversión se esfumó. Su expresión era dura y
concentrada cuando su mano se deslizó hacia arriba en su cabello.
—No tuvimos la oportunidad de hablar anoche —gruñó con voz
profunda.
—Solo cállate y bésame otra vez —ordenó, sacudiendo la cabeza.
Asintió, la insinuación de una sonrisa curvó sus labios.
—Como desee mi señora.
Su mano se apretó en la parte de atrás de su cabello, y ella se
estremeció con anticipación cuando sus labios se elevaron para
encontrar los de ella. Este beso, sin embargo, no se parecía en nada al
suave, casi casto beso de la noche anterior.
En cambio, reclamó sus labios con fuego y pasión, no con fuerza ni
exigencia, pero con una delicadeza devastadora que la hizo temblar en
sus brazos. Un pequeño jadeo, o grito, se le escapó. No estaba segura
de cuál, pero no importaba. El ablandamiento de su cuerpo contra el de
él y la extensión de sus manos sobre su amplio pecho eran una
invitación al igual que la ligera separación de sus labios.
Necesitaba más. Mucho más y él no necesitaba una segunda invitación.
Con un profundo gemido en la parte posterior de su garganta que envió
escalofríos por todo el cuerpo de ella, profundizó el beso con un
empuje seguro de su lengua.
El calor y la necesidad explotaron a través de ella, cautivándola mientras
él la besaba como si fuera su dueño. Y ella no se quejaba. Cada toque,
cada golpe de su lengua hizo que los fuegos artificiales explotaran en
cada célula de su cuerpo, y siguió adelante, ansiosa por más.
El beso se volvió salvaje y acalorado, pero luego él se separó, su
respiración tan entrecortada como la de ella.
—Necesitamos parar...
Hizo un puchero, incapaz de evitarlo. Ahora que la había besado
correctamente, no fue suficiente.
—Al menos —agregó, su expresión se suavizó cuando levantó la mano
para colocar suavemente un mechón de su cabello detrás de la oreja—.
Tenemos que parar aquí. Este no es el lugar en el que planeé hacerte
mía por primera vez.
Casi se derritió. Tenía una manera encantadora de decir las cosas, y el
tono de posesividad cuando decía la palabra “mía” simplemente lo
hacía por ella.
—Está bien —respiró, asintiendo— ¿Más tarde entonces?
—Si me invitas a compartir tu cama, sí. ¿Quieres?
Nunca antes había tenido un chico que le preguntara. Por lo general,
una cosa llevaba a la otra y terminaban en la cama, así que esto... esto
era diferente. Esto es bueno y diferente.
—¿Si me acompañas a cenar primero? —preguntó, sin aliento. Luego se
mordió el labio y lo miró, esperando verse sensual—. Porque vas a
necesitar todas tus fuerzas.
—Oh, ¿las voy a necesitar? —se rió suavemente. Dios, incluso la risa del
tipo era excitante.
Pero luego su expresión se volvió dura y miró bruscamente hacia un
lado, como si estuviera escuchando algo.
—¿Dejaste la puerta lateral abierta? —preguntó, con las manos en la
parte superior de sus brazos mientras los ponía de pie.
—No, no he estado ahí hoy. ¿Por qué?
—Porque está abierto. Y lo cerré cuando traje la paja antes.

K'laus empujó a Holly detrás de él mientras caminaba hacia la puerta


abierta. Los pelos de la nuca los tenía todos erizados, cada instinto que
tenía le advertía que estuviera alerta. Al igual que antes, cuando había
estado revisando el nodo meteorológico más arriba en la pendiente.
Varias veces se detuvo y escudriñó su entorno, seguro de que estaba
siendo observado. No podía ser uno de los turistas humanos. Nunca
antes había visto un grupo de seres tan mal equipados para cualquier
tipo de mal tiempo. Su idea de la ropa para el mal tiempo era...
interesante por decir lo menos. Parecía más diseñado para la estética
que para resistir cualquier clima severo.
Y de ninguna manera ninguno de ellos podría ocultarse de él de todos
modos. No solo era Izaean y podía olerlos, sino que su clan tenía una
adaptación visual para el planeta que habían colonizado. Lo que sea que
lo había estado acechando definitivamente no era humano. Y si estaba
aquí con Holly y el ciervo... la furia rodaba por sus venas, buscando una
salida. Él no dejaría que lo que fuera lastimara a ninguno de ellos.
Holly lo sorprendió enganchando una de las horquillas apoyadas contra
la pared. Ante su ceja arqueada, ella se encogió de hombros.
—Gary está enfermo, así que lo que sea que esté ahí fuera...
Quería discutir. Quería empujarla hacia atrás y encerrarla en la sala de
alimentación para que pudiera estar a salvo, pero no podía. No sin
preguntas. Y ella era la guardiana principal aquí, así que técnicamente
era su jefa.
Entonces, en cambio, asintió y le indicó que se quedara detrás de él
mientras doblaban la esquina al final de los puestos. La puerta lateral
estaba abierta, aleteando con el viento creciente y dejando entrar
ráfagas de nieve. Sus ojos se entrecerraron cuando llegaron a ella.
—Esto ha sido empujado desde adentro —se dio cuenta, asomándose
para recoger el pasador de madera que normalmente lo mantenía
cerrado—. Esta mojado.
—Marcas de dientes —Los ojos de Holly se abrieron como platos
cuando se lo quitó de las manos y pasó los dedos por las marcas en la
superficie—. ¡Mierda… uno de ellos está fuera!
Tiró la clavija en su mano y se dio la vuelta, revisando todos los puestos
como si un demonio estuviera tras de ella.
—¡Es Snowy!
Apareció frente a él, su expresión angustiada.
—No puede ser que yo no haya cerrado correctamente la puerta de su
establo, pero él está ahí afuera solo.
Empujándolo, corrió hacia la puerta abierta y miró hacia afuera. La
noche estaba comenzando a caer y la tormenta estaba llegando,
reduciendo la visibilidad a unos seis metros.
La tormenta fue provocada artificialmente, sí, pero no por ello era
menos real y peligrosa. Había echado un vistazo al nodo meteorológico
antes. Una vez que se iniciaba un ciclo meteorológico, no había forma
de detenerlo.
—Siempre está buscando comida —murmuró, mirándolo—.
Probablemente pensó que podría encontrar algo por ahí.
K'laus miró hacia la tormenta, con el brazo delante de ella para evitar
que saliera corriendo.
—Es de una especie que está acostumbrada a este clima. ¿no es así?
Asintió, pero luego negó con la cabeza.
—No lo entiendes. Está modificado genéticamente. Ninguno de estos
ciervos está acostumbrado a estar en la nieve. Han estado
acostumbrados a los establos toda su vida. Además, es un animal de
manada. Incluso si sus instintos salvajes surgieran, se basarían en estar
en una manada, no solo.
Draanth. Vale, eso cambiaba las cosas. Especialmente con un
depredador por ahí.
—Ve a ponerte algo de equipo —le ordenó—. Conectaré el remolque y
nos reuniremos afuera. ¿Está bien?
Se reunió con él afuera en menos tiempo del que le tomó a él enganchar
el remolque de transporte a la parte trasera del gran vehículo todo
terreno que ella había conducido hasta ese lugar. Cuando lo hizo, tuvo
que ocultar su sorpresa. Colgado de su espalda había un rifle grande,
similar a las armas con las que había entrenado desde la infancia. Lo que
fue aún más sorprendente fue la forma en que lo manejó, como si
supiera absolutamente lo que estaba haciendo.
—Tú conduce yo voy manejar la escopeta —dijo con firmeza,
colocándose en el asiento del pasajero—. Las notas de Alison dicen que
es posible que un lobo haya entrado en la cúpula, así que tenemos que
encontrar a Snowy y rápido.
Inclinó la cabeza. Sus instintos sobre la presencia de un depredador ahí
fuera estaban todos a punto en ese momento. En este caso, hubiera
preferido estar equivocado, pero en el fondo de su corazón sabía que
no lo estaba, o que el depredador estaba muy lejos.
La nieve era prácticamente cegadora mientras la atravesaban a una
velocidad vertiginosa. Confió en todas sus habilidades no humanas para
mantenerlos en equilibrio mientras buscaban, buscando incluso el más
mínimo indicio de una grupa peluda.
—No puede haber ido muy lejos —gritó Holly sobre el viento y la
nieve—. Sigamos dando vueltas hacia afuera.
Él asintió y siguió sus instrucciones, muy consciente de la diminuta
mujer a su lado. Había pensado que era suave y delicada, alguien a quien
proteger, pero ahora se dio cuenta de que era más que capaz en su
propio campo: determinada y despiadada incluso, especialmente
cuando se trataba de proteger a sus animales.
Y draanth, si eso no fuera lo más sexy que jamás había encontrado.
—¡Mierda! Allá. ¡Dos en punto! —gritó y él giró el gran vehículo de esa
manera, con cuidado de no hacer un tirón en el remolque y liberarlo.
La nieve se aclaró un poco cuando finalmente vieron a Snowy. El ciervo
estaba de pie, con los pies puestos y las astas hacia abajo...
defendiéndose de un enorme depredador tipo cánido.
El lobo. Tenía que serlo. Y estaba a punto de saltar y atacar al venado.
Un gruñido de rabia se liberó del pecho de K'laus, y se arrojó fuera del
vehículo y a través de la nieve hacia la criatura, interponiéndose entre
esta y su presa.
—¡Jamie!
Holly gritó cuando el lobo se abalanzó sobre él, pero estaba listo para
ello, golpeando su hocico gruñendo en un movimiento que
evidentemente no esperaba. Sus ojos se clavaron en él con avidez y vio
su propia muerte allí.
—No está pasando, draanthic —le gruñó, manteniéndose entre él y su
presa detrás de él.
—Quédate atrás, Holly —ladró, al verla moverse en su visión periférica.
Estaba allí, sacando el rifle.
—Simplemente está en el lugar equivocado en el momento equivocado.
Podemos reubicarlo...
El lobo gruñó y se abalanzó sobre ella, tomando el camino de menor
resistencia. En un abrir y cerrar de ojos, K'laus vio su pensamiento. Su
presa original estaba protegida, pero había otra, más pequeña pero más
fácil de alcanzar. Así que la eligió a ella.
Gritó, su visión se filtró roja mientras volaba sobre la nieve para
interceptarlo. Su corazón se aceleró a medida que el tiempo se
ralentizaba. No iba a llegar a tiempo. El lobo saltó, con las poderosas
piernas agrupadas debajo de él, los labios curvados hacia atrás para
revelar sus viciosos dientes.
Buscando un último estallido de velocidad, se lanzó a través del aire.
Extendiéndose, estiró su cuerpo lo más que pudo...
El triunfo estalló a través de él cuando agarró la pata trasera del lobo y
tiró. Gruñó mientras giraban y daban tumbos por el aire, Izaean y el lobo
en una voltereta mortal de dientes perversamente afilados y fuertes
golpes. Rugió mientras lo envolvía, evitando las mandíbulas
chasqueantes mientras rodeaba su garganta con un gran brazo y
apretaba.
—¡No no! ¡No lo mates! —rogó Holly, ya en su línea de visión y
levantando el rifle—. Podemos reubicarlo.
Casi le rugió por su estupidez, acercándose tanto a una criatura viciosa
como esta. Pero se lo tragó, logrando enganchar sus piernas alrededor
de la bestia y volteándose de costado para estirarla. El suave pfft-pfft
del rifle y la sacudida del lobo en su agarre le dijeron que había
disparado y dado en el blanco. Segundos después, el lobo se quedó
inerte en su agarre, finalmente sedado.
Dejó caer la cabeza sobre la nieve por un segundo y luego la levantó
para fijarla en ella con una mirada dura.
—¡Eres la mujer más terca y estúpida que conozco!
Capítulo 10

El rugido de Jamie casi aturdió a Holly y la dejó en silencio, pero medio


segundo después su ira la alcanzó y le respondió bruscamente:
—¿Perdón?
—Me escuchaste.
Empujó hacia arriba y se retorció con el mismo movimiento, apartando
al gran lobo de él en una demostración de fuerza. Era casi tan
impresionante como la forma en que había derribado al animal en
primer lugar.
Nunca había visto a nadie tan rápido o tan fuerte. No en un ser humano,
de todos modos. Pero él era ex-militar, ex-fuerzas especiales…. Había
oído historias sobre programas secretos de mejora. Tenía que ser eso.
Había sido modificado de la misma manera que los animales con los que
ella trabajaba.
Tendría que preguntarle al respecto, suponiendo que no fuera un tema
delicado, pero eso sería en otro momento. Como uno cuando no
estuviera tentada a ponerle un dardo tranquilizante en el culo.
Se elevaba sobre ella, la furia en su rostro.
—¡Podrías haberte lastimado aquí!
Oh, no, no lo había hecho. Eso solo hizo que la rabia rodara por sus
venas aún peor. Ella se acercó, apuñalándolo en el centro de su amplio
pecho con el dedo.
—¿De verdad? ¿Estás hablando en serio? ¿Sigues pensando que soy una
especie de chica de ciudad mimada que necesita cuidados? —exigió,
apartándose el cabello alborotado por el viento de la cara para poder
mirarlo mejor. Era mucho más alto que ella, pero no lo encontraba
intimidante. Por el momento, le resultaba irritante tener que mirar hacia
arriba para encontrarse con sus ojos.
—¡No! —dijo maldiciendo, pero el viento arrancó la mayoría de las
palabras, haciéndolas sonar extrañas y raras—. Por supuesto que no. He
visto cómo trabajas. He visto cómo manejas eso —Asintió hacia el gran
rifle en sus manos, cargado con dardos tranquilizantes de alto
rendimiento—. Pero esto… —Hizo un gesto hacia el lobo
inconsciente—. Esto es otra cosa. Este es un depredador real, no uno de
tus experimentos. Realmente podría haberte lastimado. ¡Incluso
matarte!
Se quedó quieta.
—¿Como Attila, el tigre que me llevó a la estación espacial? ¿El que me
mutiló tanto que los médicos humanos no pudieron salvarme, así que
tuvieron que ser los extraterrestres?
Se congeló, y una expresión extraña cruzó su rostro, en algún lugar
entre la realización y la culpa. Pero ella no podía averiguar de qué tenía
que ser culpable. Un segundo después, la arrastró a sus brazos, con rifle
y todo.
—Sé que eres más que capaz. Demonios, eres un mujer aguerrida —
murmuró, su voz profunda suave en su oído mientras su forma más
grande bloqueaba la mayor parte de la tormenta que rugía a su
alrededor—. Tendrás que perdonarme por ser un completo cavernícola.
Vi a ese lobo amenazándote y me perdí.
Su ira se desinfló en un santiamén y se apoyó contra él.
—Haces que sea muy difícil estar enojada contigo cuando dices cosas
como esa —se quejó ella, queriendo quedarse en sus brazos para
siempre. Solo Snowy, que se amontonaba junto a ellos en busca de
calor, la detuvo—. Pero tenemos que recuperar a este tipo. Antes de
que todo esto se vuelva demasiado complicado para conducir.
Terminó con ella manejando de regreso, Snowy cargado cómodamente
como un insecto en el remolque y Jamie en la plataforma del todo
terreno, con el rifle apuntando al lobo aún inconsciente.
Media hora más tarde estaban de vuelta sanos y salvos, Snowy de
vuelta en su establo mientras el lobo se despertaba a su propio tiempo
en una de las jaulas seguras detrás de las salas de examen. Había
revisado la jaula y estaba sólida, sin áreas oxidadas o dañadas, aunque
no se había usado durante años. Estaría a salvo allí hasta que pudieran
conseguir que las autoridades de conservación pertinentes entraran y lo
trasladaran de vuelta a su propio hábitat.
—No hay vuelta atrás —Jamie giró la cabeza cuando ella se unió a él
mirando por la ventana cerca de la puerta principal del granero.
Afuera estaba prácticamente blanco, una ventisca furiosa que
significaba que ni siquiera podían ver el todoterreno en el
estacionamiento a menos de diez pies de distancia.
—¿Para cuánto tiempo está programado? —preguntó, tratando de no
dejar que su corazón diera un vuelco anticipando por la expectativa de
pasar más tiempo a solas con él. Preferiblemente en algún lugar cálido y
seco en lugar de en medio de una ventisca.
Le deslizó una mirada de soslayo.
—Hasta la mañana. Alrededor de las seis de la mañana.
Mierda. Miró su reloj. Se acercaba a las once. La sorpresa la llenó. Les
había tomado más tiempo de lo que había pensado localizar a Snowy,
traerlo de regreso y establecerlo.
—Bueno, —dijo, empujándose desde el marco de la ventana—.
Supongo que será mejor que encontremos algunas mantas y nos
acostemos en la oficina.

Había estado rodeada de muchos hombres en su vida, tanto personal


como profesionalmente, pero ninguno había afectado a Holly como lo
hizo Jamie Kringle.
Murmuró una disculpa cuando lo rozó por lo que pareció la centésima
vez mientras colocaban sus mantas sobre las camas plegables en la
oficina principal. O, mejor dicho, estaba poniendo mantas en la cama
plegable mientras Jamie se las arreglaba con lo que parecía ser una
colchoneta de camping muy fina en el suelo. Se estremeció. Había
dormido sobre ellas muchas veces en expediciones... sabía lo
incómodas que eran.
—Oh, esto es ridículo —dijo de repente, deteniéndose y mirándolo—
¿Por qué no compartes la cama conmigo?
Se enderezó, una extraña luz en sus ojos mientras la miraba
directamente. Contuvo el aliento ante el calor oscuro que vio allí. No
había sido más que un perfecto caballero, pero sabía que era peligroso.
Físicamente peligroso, lo había demostrado con el lobo, pero también
peligroso para ella a nivel personal. A nivel masculino-femenino. Era
consciente de él de una manera que nunca antes había sentido con un
hombre.
—¿Me invitas a compartir tu cama? —preguntó, su voz baja y profunda
enviando escalofríos a lo largo de su espalda. Ella sabía lo que estaba
preguntando. Si lo hiciera, habría poco sueño.
Con el corazón en la garganta, asintió. Caminó hacia ella, cada paso más
cerca enviando la anticipación rodando por sus venas más alto.
No dijo nada mientras se paraba frente a ella. Simplemente se estiró y
deslizó una mano grande en la caída suelta de su cabello. Ella se mordió
el labio y él gimió.
—No me mires así, kel… cariño —gimió—. O no seré responsable de
mis acciones.
Se inclinó hacia abajo, sus próximas palabras susurradas contra sus
labios.
—Te he deseado desde el momento en que te vi. Ha sido un infierno
ignorar mis instintos.
—¿Qué instintos son esos? —susurró ella, extendiendo las manos sobre
la amplia extensión de su pecho. Se había quitado la pesada chaqueta
de invierno y, aunque el aire era frío ahí, estaba vestido solo con una
camiseta delgada. Definitivamente su temperatura corporal era más
caliente que la de ella.
—Los instintos que querían que te echara sobre mi hombro y
encontrara la habitación más cercana con una cama para hacerte mía —
Fue lo último que dijo cuando se inclinó y reclamó sus labios.
Al igual que el beso anterior, fue caliente. Demandante. Gimiendo, se
presionó más cerca, deslizando sus manos sobre sus hombros. Metió
una mano en el pelo corto de su nuca, sintiendo los sedosos mechones
deslizarse sobre sus dedos.
No esperó una invitación esta vez, separando sus labios con un golpe
fuerte de su lengua. Gimió cuando él la condujo dentro, cada roce de su
lengua contra la de ella haciendo que la excitación se extendiera más a
través de su cuerpo. Más apretado. Más difícil.
Se separó, su respiración comprometida.
—Bueno, tenemos una habitación… y una cama...
Sus labios se curvaron en una sonrisa contra los de ella.
—La tenemos. ¿No es así?
Pero él se apartó para mirarla, su expresión seria.
—Tengo que advertirte pequeña, yo busco un para siempre. ¿Eso te
asusta?
Su expresión era intensa, y ella no tenía a dónde ir, pero descubrió que
no quería ir a ningún lado. Después de tantos novios que se negaron a
comprometerse, su enfoque y determinación fueron un bálsamo para
un alma que no se había dado cuenta de que estaba magullada y
maltratada.
—No —Sacudió su cabeza. —Es agradable.
Sonrió, con expresión depredadora, y la levantó en brazos.
—Oh, va a ser más que agradable. Te lo prometo.
Chilló, aferrándose a sus enormes hombros, pero un segundo después
él la colocó en el centro de la cama y sus labios estaban sobre los de ella.
Después de eso, no se habló. La besó con una delicadeza devastadora,
dejándola necesitada y aferrándose a él. Sus ropas desaparecieron
como por arte de magia, o por manos muy ansiosas, y antes de que ella
supiera qué era qué, él estaba apoyado sobre ella, la cabeza muy gruesa
de su polla empujando su entrada.
Contuvo el aliento ante la sensación, la necesidad se enroscó en cada
célula de su cuerpo en guerra con los nervios por el tamaño de él.
—Está bien —murmuró, empujando su barbilla hacia arriba para poder
besarla debajo y a lo largo del costado de su cuello.
Sus manos se cerraron en garras contra la parte superior de sus sólidos
brazos cuando él comenzó a mecerse, no dentro de ella sino contra ella.
La gruesa y pesada longitud de su polla se deslizó contra ella, en el
surco de los labios de su coño. Empujando. Presionando. Acariciando
contra su clítoris en un movimiento continuo.
Gimió cuando el placer recorrió su cuerpo en espiral, centrado en el
pequeño manojo de nervios entre sus muslos. Le dolía, sus caderas se
mecían con las de él. Necesitando más. Necesitando todo.
Necesitándolo.
—Jamie —jadeó ella, girando la cabeza y obligándolo a encontrar sus
labios desde donde había estado besando detrás de su oreja. —Por
favor —exigió ella contra su boca.
Gruñó, el sonido más sexy que jamás había escuchado.
—No. Quiero que te corras primero, quiero todo tu placer. Quiero
escucharlo y luego sentirlo mientras hago que te corras de nuevo sobre
mi polla.
No pudo evitarlo. Gimió, llevada imposiblemente cerca del borde por
sus palabras. ¿Qué poder tenía él sobre ella para que su cuerpo
reaccionara de esa manera?
—Eso es todo, kelarris —gimió, acelerando sus movimientos. —Sólo un
poco más. Dame tu placer. Vente. Ahora.
Jadeó, destrozándose mientras se movía contra la sólida barra de su
polla. Sus caderas se sacudieron, el calor como un maremoto lavó a
través de su cuerpo. Su coño se apretó con fuerza alrededor del vacío,
un dolor profundamente arraigado que sabía que solo él podía aliviar.
—Joder, sí... Jamie, por favor —suplicó entrecortadamente. —Te
necesito ahora.
—Me tienes. Lo prometo. —Se movió sobre ella, besándola de nuevo
mientras se apretaba contra la entrada de su cuerpo y comenzaba a
deslizarse dentro de ella.
Contuvo el aliento, aferrándose a él. Era enorme, estirándola, pero no
tanto como para doler. En cambio, solo se aseguró de que sintiera cada
centímetro de él mientras se mecía suavemente hacia adelante y hacia
atrás, moviéndose dentro de ella en breves embestidas.
Se sintió como una eternidad, pero luego estaba completamente
asentado dentro de ella, luego levantó la cabeza para mirar hacia abajo,
hacia su rostro.
—Eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida —le dijo mientras
ella se apretaba a su alrededor, su coño palpitaba con la necesidad de
más. El calor golpeó sus mejillas, y se estiró para reclamar un beso
rápido. ¿Qué podía decir ante algo así? ¿Cómo podría reaccionar ante la
mirada de reverencia en sus ojos? Así que recurrió a las amenazas.
—Si no te mueves, ahora mismo —gruñó—. Te voy a echar de esta
cama y tendrás que dormir en el maldito suelo toda la noche.
Sonrió con diversión en sus ojos.
—Como ordene mi señora.
Con un brazo apoyado en la mano junto a su cabeza, él se echó hacia
atrás, mirándola a los ojos mientras se deslizaba dentro de ella. Todo el
camino en un largo empujón. Ella gimió. Luego lo hizo una y otra vez,
cada vez más fuerte y más rápido.
Sus gemidos y jadeos llenaron la habitación, compitiendo con el erótico
sonido de piel contra piel. El aire ya no era frío, su piel donde rozaba
contra la de él se calentaba. Gimió y levantó las piernas, envolviéndolas
alrededor de sus delgadas caderas.
Sus movimientos se hicieron más lentos y dejó caer la cabeza,
maldiciendo en voz baja.
—Joder, hermosa, vas a hacer que me derrame antes de que esté listo.
Sonrió, deslizando sus manos sobre su glorioso cuerpo.
—Yo...
Pero no llegó a terminar su frase. Su boca se estrelló contra la de ella y
se olvidó de todo menos del fuerte beso dominante y las demandas que
él le hizo con su cuerpo.
Sus movimientos se aceleraron, cada centímetro de su forma grande y
poderosa se inclinó para brindarles placer a ambos. Era todo lo que
podía hacer para aferrarse a él, balanceando sus caderas contra las de él
mientras perseguían su placer juntos.
El calor y la tensión aumentaron más y más fuerte. Su beso, la doble
penetración de su lengua y su polla, fueron su perdición. Antes de que
estuviera lista, sintió que comenzaba a desmoronarse de nuevo. Su
respiración tartamudeó, sus caderas siguieron su ejemplo, y gimió
cuando él se apartó para mirarla a los ojos.
—Está bien, hermosa —murmuró, deslizando su mano entre sus
cuerpos. —Déjate ir. Dámelo todo a mí.
Sus hábiles dedos encontraron su clítoris y ella se perdió. El éxtasis
estalló a través de ella en una ola imparable. Gritó en silencio mientras
la atravesaba, hundiéndola. Apretó con fuerza su polla, ordeñándola
por todo lo que valía.
Él gimió, casi colapsando sobre ella, y luego perdió el control. Con un
gruñido, agarró su cadera, sosteniéndola con fuerza mientras la
impulsaba. Cada empuje duro enviaba su placer en una espiral más alta.
Una vez, dos veces... en el tercer empujón se enterró profundamente
dentro de ella, echando la cabeza hacia atrás para rugir su propia
liberación a las vigas de arriba.
Capítulo 11

—Dios mío, Holly, ¿lo hiciste? ¿Te acostaste con Músculos?


El grito de triunfo de Audrey en la línea hizo que las mejillas de Holly se
sonrojaran y aplastó la unidad de comunicación contra su pecho por un
momento, mirando a su alrededor en caso de que alguien la hubiera
escuchado.
—Shhh —advirtió cuando se lo puso en la oreja de nuevo. —La gente
está aquí, ¿sabes? ¡Pueden oirte!
—¡No me importa! —Audrey se rió. —¡Mi niña está recibiendo algo y ya
era hora! ¡Sabía que Dean era una mierda en la cama! Entonces, ¿cómo
es Músculos? ¿Está construido como un semental y puede pasar toda la
noche?
Holly no pudo evitar la pequeña curva de sus labios cuando se asomó
por el final del todoterreno hacia donde Jamie estaba descargando el
último reno detrás de la cabaña. Faltaba menos de una hora para el
desfile navideño del centro turístico y el trineo de Papá Noel ya estaba
aquí, listo para engancharse.
—Su nombre es Jamie. Y... oh diablos, sí —se rió de nuevo. —En ambos
aspectos. Y algo más. Digamos... Dean, ¿quién?
Audrey abucheó por la línea. Nunca había fingido el hecho de que no le
agradaba Dean y pensaba que él trataba terriblemente a Holly.
—¡Vamos niña! Por supuesto, sabes que con quien te beses en Navidad
será tuyo para siempre. Son las reglas de la Navidad.
—¡Psshhhht! No seas ridícula —respondió Holly. —Lo que sucede en
Christmas Falls se queda en Christmas Falls.
—No. Uh-uh, creo que eso es Las Vegas.
—Bueno, lo estoy haciendo sobre Christmas Falls —Sonrió, observando
a Jamie mientras conducía a Snowy al corral temporal. Estaba
despojado de una camiseta otra vez y ella no pudo evitar admirar su
espalda ancha y ese culo en sus vaqueros ajustados.
—Oh, me voy a ir al infierno, deseando a alguien con Santa aquí —
susurró.
Sin embargo, las palabras de Audrey acerca de que Jamie sería suyo
para siempre la golpearon fuerte. Aunque toda su noche había sido tan
caliente como la mierda, ella se iría pronto. Y de alguna manera, a pesar
de sus palabras sobre buscar algo para siempre, parecía que, en el
fondo, Jamie era un chico de pueblo. Había estado fuera y visto el
mundo, pero aun así volvía a casa. De ninguna manera querría irse de
aquí, y por ella ir a donde los horrores del mundo real se mantenían a
raya.
Suspiró y luego se enderezó cuando un ramo de flores rodeó el final del
edificio principal del hotel. Un escalofrío de advertencia le recorrió la
nuca cuando vio los zapatos de cuero italianos, totalmente inadecuados
para este clima, y las piernas de un traje de diseñador.
Dean.
—Mierda. Audrey, me tengo que ir. Dean está aquí.
—Oh mierda. Está bien, muñeca. Llámame si me necesitas.
—Gracias.
Dejando caer la unidad de comunicación en su bolsillo, Holly echó a
andar por el estacionamiento, tratando de evitar a Dean antes de que se
acercara al ciervo... o a Jamie.
—¿Dean? —Se detuvo justo en frente de él, interrumpiéndolo— ¿Qué
demonios estás haciendo aquí?
—¡Holly! —Sonrió mientras miraba alrededor del enorme ramo. —Estoy
aquí por ti cariño. Para pedirte perdón y llevarte a un romántico fin de
semana navideño de reconciliación.
Se quedó boquiabierta tanto que debió parecer una caricatura.
—Uno, no me llames así. Y dos, no vamos a volver a estar juntos. ¡En
primer lugar, no estábamos realmente juntos!
Su sonrisa se deslizó una fracción, pero rápidamente se reafirmó.
—¿Cómo puedes decir eso, cariño? ¡Vivimos juntos durante dos años!
Un sudor frío brotó a lo largo de su columna vertebral. Su voz era lo
suficientemente alta como para despertar el interés de todos los que
estaban en la parte trasera del hotel. Incluyendo a Jamie. Lo vio
enderezarse, su expresión intimidante mientras miraba en su dirección.
En este momento, sin embargo, tenía problemas más grandes con los
que lidiar. A saber, un ex novio que no estaba captando la indirecta.
—¿Viviendo juntos? Sí, seguro que a veces compartíamos el mismo
espacio, pero rara vez al mismo tiempo. O estabas fuera por negocios o
yo estaba fuera por una misión. Probablemente pasamos un total de
seis semanas juntos. Y seis semanas no es cohabitar.
—¿Holly? ¿Hay algún problema aquí? —La voz profunda de Jamie sonó
justo detrás de ella y ella quiso arrojarse a sus brazos aliviada. Pero no lo
hizo. Era una mujer adulta y no necesitaba a un hombre que peleara sus
batallas por ella.
—No —Negó con la cabeza con firmeza. —Ningún problema. Mi ex
novio tiene el extremo equivocado del palo y está a punto de irse.
—¿Ex novio? —Sintió el frío adicional en el aire cuando Jamie dirigió su
dura mirada a Dean— ¿El que te dejó sola mientras estabas gravemente
herida en el hospital alienígena?
Dean no pestañeó y se inclinó hacia delante para ofrecerle la mano a
Jamie.
—Dean Faulkner, de Faulkner Gen-Mod.
—Jamie Kringle. De Christmas Falls —dijo Jamie, estirando la mano para
envolver la mano de Dean en la suya más grande. Por un momento,
Holly esperó que el dolor aflorara en el rostro de Dean cuando Jamie
demostró que tenía una sacudida más fuerte, pero debería haberlo
pensado mejor. Jamie no necesitaba recurrir a esos trucos para
demostrar su masculinidad.
La sonrisa de Dean desapareció.
—No, tú no lo eres.
—Creo que el hombre sabe su propio nombre —Holly se rió entre
dientes.
—No. En serio. —Dean la miró y, por una vez, ella no vio artificio en su
expresión. —Se suponía que debía estar sentado al lado de Jamie
Kringle en el camino hacia aquí.
Se encogió de hombros.
—Entonces, regresó antes de lo planeado. No es gran cosa.
Dean miró entre los dos.
—No, no lo entiendes. Jamie Kringle volvió. En la bodega. Está muerto,
Holly. Este tipo es un impostor.

La había perdido.
En el instante en que ese maldito ex novio suyo había dicho que estaba
mintiendo, que el verdadero Jamie Kringle estaba muerto, la había
perdido. Había visto bajar las persianas detrás de sus ojos y su lenguaje
corporal. La forma en que ella lo miraba había cambiado.
K'laus suspiró y levantó la cabeza, dejándola caer contra la pared detrás
de él con un ruido sordo. Una y otra vez. No importaba lo fuerte que lo
golpeara, no era como si tuviera algo allí para dañar de todos modos.
Sus hazañas recientes lo demostraron.
¿Qué diablos había estado pensando?
Había visto todos esos espectáculos humanos. Sabía que las mujeres
humanas apreciaban la honestidad. Pero ese era el problema… no
había estado pensando. Obviamente. Lo que debería haber hecho, tan
pronto como su relación se volvió física, fue aclarar quién y qué era
exactamente.
Aunque… ‘Oye, kelarris, pensé que deberías saberlo. En realidad, no soy
Jamie Kringle. Tomé la identidad de un hombre muerto para acecharte y
acercarme a ti. Ah, sí, y yo soy el monstruo alienígena de la cama de al
lado en la estación espacial alienígena. Estuve allí porque incluso los de
mi propia especie piensan que soy peligroso y estaban tratando de
decidir si ejecutarme o no’. Sí, eso no le iba a caer bien.
De hecho, se sorprendió de que un escuadrón de recuperación imperial
no hubiera llegado ya para detenerlo. Levantando la cabeza, miró a
través de los barrotes de su celda ya través de la habitación individual
que constituía el departamento de policía de Christmas Falls.
Normalmente, el concepto de un departamento de policía lo habría
divertido y fascinado. El imperio no tenía fuerzas de paz civiles de la
misma manera. E incluso si lo hicieran, ninguno de ellos habría
considerado encerrar a un izaen en una celda como esta. Los barrotes...
diablos, las paredes mismas eran demasiado delgadas para resistir la ira
de la sangre.
Rabia de sangre que estaba completamente ausente ahora. La
maldición que había perseguido su sangre desde que había llegado a la
pubertad, la bestia siempre presente e incansable que daba vueltas y
esperaba el momento en que bajó la guardia se había ido. O al menos,
tan aplacado que bien podría no estar más allí.
Ni siquiera podía invocarla para salir de ahí. ¿Cuál sería el punto? Todo lo
que haría sería rastrear a Holly, la mujer que ya no lo quería.
Porque él le había mentido.
Y ese era el quid de la cuestión.
No sabía que él no era humano, que era un alien. Eso no había sido lo
que había puesto esa horrible mirada cerrada en sus ojos que le
desgarró el corazón y el alma… eso había hecho que la misma bestia en
su sangre se agudizara con la miseria y el dolor. No, había sido descubrir
que no era quien decía ser. No lo que él había dicho que era.
Gimió y volvió a dejar caer la cabeza hacia atrás, ignorando la apertura
de la puerta del departamento de policía. Estaba jodido porque incluso
si pudiera hacer que ella mirara más allá de esa mentira, todavía tenía
que lidiar con la más grande, la de su especie.
—Me gustaría una explicación de por qué tienen a mi nieto bajo
custodia cuando no ha hecho nada malo.
K'laus levantó la cabeza ante el sonido de una voz profunda e iracunda
al frente del departamento.
Para su sorpresa, Kris Kringle estaba allí, su mata de cabello blanco casi
iluminada bajo la tira de luces. El clima rugía de nuevo afuera,
enmarcado en la ventana detrás de Kris, y por un momento el viejo
humano pareció ser parte de él, una manifestación física de oscuridad,
nieve y caos. Por un momento, casi pudo creer que el anciano era uno
de los Aesiia, pero luego sacudió la cabeza y la extraña idea desapareció.
—Él es... bueno, no es el sargento Kringle, y me temo que hacerse pasar
por personal militar muerto es un delito —dijo el oficial en el escritorio
con cuidado, como si no quisiera molestar al anciano. Probablemente
porque acababa de hacer referencia al nieto muerto de Kringle.
Draanth, K'laus se había hecho pasar por él. A pesar de que no lo sabía,
todavía era una mierda lo que había hecho.
—No, no es el sargento Jamie Kringle —dijo Kris en un tono que sugería
que un suspiro estaba esperando entre bastidores. —Pero si revisa los
registros, encontrará que es el sargento Carl Kringle. El hermano
gemelo de Jamie.
K'laus se congeló allí mismo en su celda, contra la pared de ladrillo
pintado. Esto no estaba pasando. Las posibilidades de que él llegara a la
ciudad y lo confundieran con un hombre que no había llegado era una
cosa, pero ser capaz de hacerse pasar por el hermano del hombre
muerto también... De ninguna manera.
—Revise su escaneo de retina —ordenó Kris, guiando al oficial de
policía hacia la celda de K'laus.
Trató de captar la atención del humano, intentando advertirle que
absolutamente no pasaría un escáner de retina. No creía que ese tipo de
cosas estuvieran permitidas en Christmas Falls. Sin tecnología avanzada,
eso decía el folleto. Tan pronto como los sistemas registraran que no
era humano, sonarían todo tipo de alarmas. Ese escuadrón de
recuperación imperial derribaría la puerta más rápido de lo que podrías
decir, Christmas Falls.
—Está bien, Sr. Kringle, si usted lo dice —El oficial de policía miró a
K'laus. —Ahora, no quiero ningún problema, señor. Avance hacia los
barrotes, por favor.
—Por supuesto —Estuvo de acuerdo K'laus y se levantó del duro banco.
Estas no eran las peores condiciones que había tenido que enfrentar.
Comparado con Parac'Norr, este lugar era prácticamente un
alojamiento de lujo.
Así que se paró frente a los barrotes como un buen chico, con las manos
todavía atadas frente a él con las tontas esposas de plástico que le
pusieron cuando llegó.
—No hay necesidad de hacer esto, ¿sabes? —dijo mientras se inclinaba
hacia adelante, sus palabras más para el anciano humano que para el
oficial que estaba jugando con el escáner de retina. Era un equipo
arcaico incluso comparado con el que tenía el Izaean, y parecía ser
temperamental en el mejor de los casos. Esa había sido la razón por la
que no lo escanearon cuando llegó.
—¡Disparates! —Kringle retumbó, su voz profunda estaba a un paso del
ho-ho-ho al que K'laus había sido sometido en cada representación de
Santa Claus desde que había llegado. Con una voz como esa, sin
mencionar la barba blanca, fue un milagro que no asumiera el papel de
Santa en el gran espectáculo de la ciudad. Pero si hubiera hecho eso, no
estaría aquí sacando a K'laus del encierro.
La máquina que el humano al otro lado de los barrotes sostenía frente a
su cara emitió un pitido suave y un rayo de luz brilló en su ojo. Resistió el
impulso de parpadear, manteniéndose quieto hasta que terminó.
—Bueno, estaré… —murmuró el oficial, sus cejas arqueándose tanto
que prácticamente se fusionaron con la entrada del cabello. —
Concordancia registrada. Sargento Carl Kringle, retirado.
K'laus estaba tan sorprendido como el humano, pero de alguna manera
logró mantener su expresión neutral, incluso un poco irritada.
Exactamente como lo haría un hombre que había sido encerrado bajo
falsos pretextos.
—Bueno, ahora ya lo sabes —gruñó. —Entonces, ¿qué tal si me dejas
salir de aquí?
El oficial de policía no tardó mucho en dejarlo salir, disculpándose
profusamente por la confusión. Mantuvo la boca cerrada durante las
toneladas de papeleo que el humano requirió solo para dejarlo salir por
la puerta. Tan pronto como terminaron, se volvió hacia Kris Kringle para
encontrar al hombre mayor observándolo.
—Sabes que no soy tu nieto —dijo sin rodeos.
Kris asintió, con un toque de diversión en la forma en que se arrugó la
piel en las comisuras de sus ojos.
—No lo eres. Yo sé eso.
—Ni siquiera soy humano.
Listo, lo había dicho.
Esperó a que la expresión de Kris se desmoronara, se torciera en estado
de shock. En cualquier momento ahora como ese conocimiento
registrado. Pero el viejo humano se quedó allí, mirándolo.
—Lo sé.
—Soy un izaen —insistió. —El peor tipo de Lathar. Un berserker.
Kris sonrió, un pequeño resoplido de diversión en el fondo de su
garganta.
—Bueno, eso es apropiado.
—¿Como lo supiste? ¿Y por qué ayudarme? —Se cruzó de brazos,
mirando al humano mayor hacia abajo— ¿Por qué un humano haría
todo esto por un extraterrestre? ¿Un extraterrestre peligroso que ni
siquiera conoce?
—Llamémoslo simplemente la magia de la Navidad. ¿Podemos? —Kris
sonrió— ¿Y por qué un extraterrestre, un buen hombre, debería estar
excluido de eso? ¿De la magia de la Navidad? Ahora, ¿vas a quedarte
aquí o vas a hacer algo con esa hermosa joven cuidadora? ¿La del ex
gilipollas?
Su estado de ánimo se fue en picada.
—¿Qué puedo hacer? Sabe que mentí sobre mi nombre. ¿Cómo diablos
le digo que también mentí sobre mi especie?
—Tú lo dijiste —Kris fue tan directo como antes. —Explicate. Es todo lo
que puedes hacer. Si ella no te escucha, si no está preparada para darte
una oportunidad, ese es un problema de ella... no de ti. Pero creo que
estarás bien. Ahora ¿Que estas esperando? ¡Ve a la estación!
K'laus parpadeó.
—¿La estación?
La expresión de Kris se puso seria.
—Sí, tu chica se va de Christmas Falls. Esta noche.
Capítulo 12

Dejar Christmas Falls fue más difícil de lo que había pensado que sería.
Holly se paró en la plataforma mientras esperaba su tren, sollozando en
su pañuelo. Alergias, se dijo a sí misma, por haber hundido la cara en el
pelaje de su reno cuando se había despedido de la manada.
Pero ella sabía bien que no era eso. No eran alergias. Dejar a los ciervos
fue como arrancarse su propio corazón. En solo unos pocos días se
habían abierto camino hasta su corazón. A pesar de que era una adicta
confesa a los depredadores, la naturaleza más suave y afectuosa de la
manada era tan acogedora y reconfortante que no quería irse.
Pero tenía que hacerlo. Dean no solo llegó y le arrancó las escamas de
los ojos por lo de Jamie, sino que también le hizo saber que la fecha de
inicio del trabajo del tilacino se había adelantado. Si todavía lo quería.
En realidad, se secó las lágrimas de las mejillas con dedos fríos. Había
sido más un caso de que si todavía quería tener un empleo, tenía que
irse ahora mismo. Porque Dean era un completo imbécil. Cuando sus
intentos de reconciliación fracasaron, le dio un ultimátum: vete ahora o
busca otro trabajo.
Su mandíbula se tensó cuando el silbato de un tren sonó en la distancia.
Cuando llegó, el estilo retro-chic del lugar la había llevado a la cima, y no
había podido esperar para irse. Pero ahora, vio el vapor apenas visible
sobre las colinas por las que serpenteaba el camino con miseria.
Señalaba su partida de ese lugar y descubrió que no quería irse.
Pero ella tenía que hacerlo.
Dean pensó que tenía la ventaja al amenazarla con su trabajo, y lo hizo
solo porque ella no quería que las cosas entre ellos volvieran a ser como
antes. ¿Y por qué debería querer volver a una relación en la que eran
poco más que naves en la noche, compañeros de piso con beneficios
cuando se encontraban en el mismo lugar? O donde ella era una ayuda
adicional para Dean en todas las funciones elegantes a las que asistía.
Una relación en la que, cuando ella había sido casi fatalmente herida
mientras trabajaba para su compañía, él simplemente cerró su
apartamento y contrató a un nuevo científico principal en lugar de
correr a su lado.
Eso por sí solo habría sido suficiente para que dijera que no, pensó
mientras el vapor sobre las colinas se volvía más denso y más definido.
Incluso podía oír el silbato ahora. Se agachó y acercó más su pequeño
equipaje de mano.
Ahora que había recobrado el sentido, le había dicho hacia dónde se
podía ir con sus fortalezas, o la falta de ellas, de su relación anterior. Y
eso fue antes de que siquiera considerara a Jamie.
Su respiración tartamudeaba dolorosamente en su pecho. Se había
enamorado dura y rápidamente del tipo apuesto y encantador que
siempre había dicho que evitaría como la peste.
Había visto a ese tipo de hombres una y otra vez. Usaban su apariencia
como un arma y se salían con la suya, porque la mayoría de la gente
todavía asumía que las personas atractivas eran agradables. Como si ser
guapo significara que de alguna manera eran inherentemente buenos.
Lo había visto todo el tiempo en libros y holopelículas. El villano siempre
era horrible de ver. Como si su apariencia fuera un indicador visual de la
corrupción interna.
Pero ella sabía bien que las cosas no eran así.
Algunas de las personas más desagradables se veían mejor. El exterior
no coincidía con lo que había dentro, pero actuaba como una máscara.
Uno hubiera creído que la humanidad en su conjunto ya se habría dado
cuenta de eso.
No es que ella pensara que Jamie era malvado. Sus pensamientos
estaban lejos de ahí. Pero era un mentiroso. Ni siquiera se llamaba Jamie,
por el amor de Dios...
—¿Holly?
Como si pensar en él lo hubiera conjurado, la familiar voz profunda de
Jamie sonó detrás de ella.
Su corazón dio un vuelco doloroso, y se dio la vuelta para encontrarlo
de pie detrás de ella. Todavía estaba vestido con la misma ropa que
antes, cuando la policía del resort se lo llevó, con las muñecas atadas
porque no tenían esposas lo suficientemente grandes como para que le
cupieran.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó. ¿Cómo había sabido que ella
se iba? Entonces ella sacudió la cabeza— ¿Sabes qué, Jamie, no
importa… cuál diablos es tu nombre de todos modos? No puedo seguir
llamándote así. No es tu nombre.
Dio un paso adelante, con las manos extendidas como si fuera un ciervo
asustadizo a punto de salir corriendo. La cautela y la miseria llenaron sus
ojos, golpeándola como un puñetazo en el estómago.
Un grupo de turistas se apiñaba en la plataforma detrás de él, y se vio
obligado a dar un paso más cerca. Ella levantó la barbilla, negándose a
retroceder.
—Mi nombre es K'laus —dijo cuidadosamente, con resignación en sus
ojos. Como si esperara que ella no le creyera.
—Apto para la temporada —comentó secamente— ¿Por qué mentiste?
Cerró los ojos por un momento, como si se preparara para lo que estaba
por venir. Cuando volvió a mirarla, ya no era Jamie. Él era... algo más.
Algo que la asustaba muchísimo y la atraía, todo al mismo tiempo.
—Porque no soy humano, Holly. Soy Izaean.
Se congeló, su respiración saliendo de sus pulmones por la sorpresa.
Izaean. Conocía ese nombre... sabía lo que era un izaen. Un
extraterrestre, y no un extraterrestre cualquiera. El tipo de
extraterrestre Lathar, al que los extraterrestres con los que la
humanidad tenía una alianza les temían. Más que eso…
—Tú —respiró ella, con los ojos muy abiertos al darse cuenta. Sabía que
lo conocía de alguna parte. —Estabas en la cama a mi lado.
Asintió, su gran cuerpo se mantuvo inmóvil, mirándola.
—Estuve allí cuando te trajeron. Estabas tan pálida que no pensé que
sobrevivirías. Pero quería que lo hicieras, con cada célula de mi cuerpo.
Empecé a observar tus monitores, listo para alertar a los sanadores si
algo cambiaba en tu condición. Me sacó de mi ira sangrienta, me
permitió concentrarme.
Surgieron detalles medio recordados de su estancia en la estación.
Había estado medio inconsciente con analgésicos y otros
medicamentos, delirando de dolor, pero recordaba algunas cosas.
Como el enorme alienígena en la bahía junto a la suya.
—Estabas rugiendo. Atacando los campos de fuerza —dijo y él asintió.
—Yo… no era yo mismo —admitió. —Estaba experimentando la Furia
de la Sangre. Tú me sacaste de ahí.
No pudo evitar dar un paso hacia él. Él era un extraterrestre... De alguna
manera eso fue una sorpresa, pero ahora podía verlo. Era enorme.
Como construido en líneas más grandes. Y había algo más en él, algo
indefinible, pero definitivamente no humano.
—¿Por qué estabas allí? ¿Te lastimaste?
No podía dejar de mirarlo. Había hablado con extraterrestres cuando la
dieron de alta del hospital de la estación y en su viaje de regreso aquí,
pero ninguno de ellos la había llenado con el mismo tipo de fascinación
que él.
Su expresión se torció con vergüenza por un momento.
—No, Holly —Su voz era baja cuando tomó su mano. Ella lo dejó
tomarla, su toque la hizo temblar. —No estaba lesionado. Estaba siendo
retenido. Probado y pinchado antes de que decidieran si sacarme o no
de mi miseria. Había caído completamente en la Furia de la Sangre y no
podía salir. No hasta que te vi. Tú me sacaste de ahí, kelarris.
—Me has llamado así antes. ¿Qué significa? —respiró, el recuerdo de su
noche juntos volviendo a ella. Oh, Dios mío, se había acostado con un
extraterrestre.
Y había sido bueno. Mejor que bien. Había sentido una conexión con él
que nunca había experimentado con un hombre humano.
—Significa amada —murmuró, pasando el pulgar por el dorso de su
mano. —Significa luz de mi vida. Significa que eres todo para mí, y que
te amaré hasta el día en que ya no respire.
—Oh… —respiró. Su ira hacia él había desaparecido— ¿Es por eso que
me seguiste? A...
Asintió.
—En el momento en que te vi, fui tuyo. Escapé y te seguí hasta aquí
para tratar de persuadirte de que fueras mía.
Frunció el ceño.
—Pero, ¿por qué te hiciste pasar por Jamie?
Sonrió suavemente.
—Lamento haberte mentido. Llegué y alguien me confundió con Jamie
Kringle, y seguí adelante.
Frunció los labios.
—Bueno, no más mentiras. ¿Comprendido?
Su mirada cortó la de ella.
—Te refieres a...
Había escapado de lo que equivalía a una estación espacial y la había
encontrado en la Tierra. Más que eso, la había cuidado como un ángel
guardián mientras estaba enferma. Y... en algún lugar entre compartir
chocolate caliente y salvar a Snowy de ese lobo, ella se había
enamorado de él con fuerza y rapidez.
Le dio una pequeña sonrisa.
—Dilo otra vez.
Su sonrisa era sabia mientras la tomaba entre sus brazos.
—¿Decir qué otra vez? ¿Qué a pesar de todas las probabilidades en
nuestra contra, te amo? ¿Qué te he amado desde el momento en que te
vi? Holly, ¿aceptarías mi reclamo y me tomarías como tu compañero?
—Esposo —lo corrigió ella. —O compañero, no me importa cuál. ¡Sí! Lo
haré. Ahora... es Navidad, K'laus. Solo cállate y bésame, ¿de acuerdo?

Día de Navidad

La vida de K’laus había cambiado en el espacio de una sola rotación


planetaria. Ayer mismo había estado languideciendo en una celda,
contemplando su propia ejecución ante la llegada del inevitable
escuadrón de recuperación imperial. Era un izaen que había estado
sumido en una ira sangrienta, sin duda estaban levantando ladrillos por
su escape y estaban desesperados por capturarlo en caso de que se
enfureciera con algunos humanos en alguna parte.
Ahora estaba acurrucado entre varios miembros de la familia de Kris
Kringle en el sofá grande, con un vaso de algo gaseoso y alcohólico en la
mano mientras observaba a Holly entreteniendo a un grupo de niños
con datos sobre los renos de Santa.
Sus pensamientos se detuvieron mientras se deleitaba mirando a su
delicada y hermosa pareja. Ella había accedido a su reclamo, e incluso
ahora un anillo brillaba en su dedo. Aparentemente, también debían
completarse otros rituales humanos, pero no le importaba. Ella era suya,
había pasado la noche en sus brazos. No para dormir, pero...
Se sacudió los pensamientos, que definitivamente no eran apropiados
para una compañía mixta, y sonrió mientras se llevaba la copa a los
labios para tomar un sorbo de champán, lo que aparentemente era
costumbre después de anunciar un compromiso. Le gustó, fuerte y
burbujeante y su ira de sangre no reaccionó en absoluto. Sonrió cuando
las marcas oscuras en sus muñecas llamaron su atención.
Era un izaen y había estado furioso por la sangre. Había sido la palabra
clave... Pero esa mañana se había despertado con el mejor regalo de
Navidad de todos: Marcas de apareamiento rodeando sus muñecas. Los
dioses habían bendecido su apareamiento con Holly, probando sin
sombra de duda que ella era, de hecho, suya y que habían sido hechos el
uno para el otro.
—Hola guapo —Holly se dejó caer en el asiento junto a él con una
brillante sonrisa— ¿Qué tal si tomamos un descanso después del
almuerzo?
—¿Eso está permitido? —murmuró él, incapaz de resistirse a inclinarse y
robar otro beso de sus labios. Había pasado toda la noche besándola,
pero no era suficiente. Nunca sería suficiente— ¿No hay sanciones por
no participar en todas las festividades requeridas?
Se rió mientras se inclinaba hacia él, el ligero peso de su cuerpo cálido y
agradable contra el de él.
—Creo que, dado que estamos recién comprometidos, nos dejarán ir.
—Eso espero.
—Sabes —dijo en voz baja para que solo él pudiera escuchar, sus ojos
oscuros con calidez y amor. —No quería venir a este trabajo. No quería
tener nada que ver con los renos, pero en cambio, me trajo un nuevo
trabajo en el resort y mi propio héroe alienígena. Te amo.
El calor se extendió desde el centro de su pecho, y él se inclinó para
acariciarle la nariz con la suya.
—Yo también te amo. Te amaré hasta el día en que deje de respirar y
me haga uno con las estrellas. Y entonces te amaré por la eternidad.
Epílogo

Audrey Callahan era la chica más afortunada del mundo o la más


desafortunada, dependiendo de a cuál de los integrantes de su extensa
y bastante numerosa familia le preguntaran.
Afortunada porque, después de años de trabajar en dos, a veces incluso
en tres trabajos, de alguna manera había conseguido un trabajo de
primera como una de las primeras trabajadoras humanas en el sector
civil de la nueva base en la órbita terrestre.
Desafortunada porque, como a su prima pequeña Demi le gustaba
decirle con la confianza absoluta de un niño de seis años, seguramente
habían extraterrestres que eran monstruos y les gustaba comer
humanos para el desayuno. O cena. O como un tentempié de
medianoche... todo dependía de la hora del día y de lo inventiva que se
sintiera la pequeña.
Sin embargo, en este momento, mientras bajaba del transporte y
entraba en la esclusa de aire de la nueva base, Audrey no pudo contener
la sonrisa que se deslizó por su rostro. El dique aéreo se abría a un
corredor de paredes de vidrio y se le reveló toda la gloria de la estación
espacial, o al menos el sector civil de la misma.
Había cúpulas de vidrio por todas partes, algunas con lo que parecían
parques y otras parecían grandes estadios deportivos. Debajo de ella
estaba el centro comercial, una pared entera semicircular de tiendas,
bares y otros establecimientos mientras torres de oficinas y bloques
residenciales se elevaban en lo alto.
Sus ojos se agrandaron mientras giraba, tratando de presionarse contra
el vidrio para ver los techos. No, no podía verlos, no desde este ángulo.
¿Qué tan jodidamente grandes eran?
—Ya sabes —Una voz sonó detrás de ella. Era tan profunda que sonaba
como montañas moviéndose una sobre otra y envió un latido a través
de la parte inferior de su cuerpo tan intenso que tuvo que tragarse un
grito ahogado. —Mi madre siempre decía que, si los vientos de invierno
cambiaban, terminarías pegado al vidrio.
Con las mejillas encendidas, se enderezó. Mierda. Se suponía que iba a
encontrarse con su nuevo jefe, Utak Tev, aquí y lo último que quería
hacer era hacer el ridículo.
Al volverse, se encontró cara a cara con un monstruo. Un monstruo de
piel roja y gris que vestía un traje con toda clase de cosas.
Su voz se congeló mientras su garganta se cerraba, su boca moviéndose
silenciosamente.
Era enorme. Con cuernos y… sus ojos se agrandaron mientras
retrocedía… una cola.
—Eres… eres...
No llegó más lejos. Sus palabras se cortaron cuando cayó sobre algo
detrás de ella y aterrizó con fuerza sobre su trasero. Cerrando los ojos
con fuerza, contuvo la respiración mientras esperaba que las manos con
garras la desgarraran.
Demi tenía razón. Los alienígenas eran monstruos, y ahora ella iba a
terminar como un bocadillo...

FIN
Grupo de The Man of Stars

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