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Enviado el 02 de mayo de 2013 y aprobado el 04 de mayo de 2013

EDUCAR ES
RESPONDER A LA PREGUNTA
DEL OTRO 1

Pedro Ortega Ruiz

“Los niños no están ahí principalmente para no- después de tantos siglos de discurso sobre
sotros. Somos nosotros quienes estamos ahí qué es educar, nos planteemos de nuevo esta
principalmente para ellos”. M. van Manen (2003) cuestión. En realidad, nunca hemos dejado de
El tono en la enseñanza, p. 19. hacernos esa pregunta. Y nunca dejaremos de
formularla mientras tengamos que enfrentarnos
a una visión del hombre abierta, plural; mientras
1. Educar es responder a la pregunta del otro entendamos que la construcción del ser humano
se hace en la contingencia e incertidumbre, en
Afirmar que educar es responder a una pre- la precariedad y la provisionalidad de los cono-
gunta del otro rompe todos los esquemas en los cimientos disponibles, en la diversidad de los
que se ha venido asentando nuestro discurso y contextos y circunstancias en los que se desen-
nuestra práctica educativos. Podría entenderse vuelve la vida de cada sujeto. Pero sí podemos
esta afirmación como un intento de minusvalor- afirmar una característica esencial de toda ac-
ar la figura del profesor, de relegar su función a ción educativa: No hay educación si no hay pre-
un segundo plano. No es esa mi intención. Más gunta; no hay educación si no hay respuesta a
bien pretendo recuperar la antigua tradición del una persona concreta y singular. Mientras las
ejercicio del maestro que enseña y educa, que conductas justas, tolerantes y solidarias no sean
hábilmente suscita las preguntas del educando cuestiones-preguntas que afectan a un sujeto,
sacándole de la indiferencia y provocándole el es decir, mientras el sujeto no se sienta interpe-
interés y el gusto por saber sobre sí y sobre lado, preguntado, no debemos esperar respues-
el mundo, por conocerse y saber interpretar el ta alguna sobre esas conductas. La educación
mundo que le rodea, por dar “sentido” a su ex- es un “encuentro” entre dos, del que busca y
istencia. Leer desde esta óptica los Diálogos de del que ofrece o propone, desde la propia ex-
Platón, y acercarse a la antigua tradición que periencia, modelos éticos de conducta; es un
recoge la literatura rabínica judía nos permite acontecimiento ético por el que el educando es
poner en cuestión el modo de entender la edu- re-conocido y acogido en la singularidad de su
cación en el que estamos instalados. Pretendo existencia (Bárcena y Mèlich, 2000).
que volvamos sobre nuestra tarea de educa-
dores e investigadores y descubramos cuál es La educación no contempla al educando
su naturaleza para, desde ahí, encontrar nuestro como un individuo que debe ser simplemente
espacio y nuestra función. “conocido” en todas sus variables para ase-
gurar el logro de unos resultados previamente
Quizás parezca algo anacrónico afirmar que establecidos; no es un objeto o tema de cono-

1 Artículo del Boletín Virtual REDIPE No 824 de junio 1 de 2013. Apareció inicialmente en (Revista Edetania). El autor es miembro del Comité
científico de Redipe.

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cimiento. Más bien lo considera como alguien Tradicionalmente, el profesorado ha en-


que debe ser re-conocido y acogido en todo lo tendido su tarea como la de un experto que ha
que es. En la acción educativa hay propuestas, de transmitir sus saberes o conocimientos a las
acompañamiento y guía que se traducen en la nuevas generaciones. Saber, instruir han sido
escucha, la atención y el cuidado del educando las funciones con las que los profesores más se
(Manen, 1998). Educar es pasar a la “otra oril- han identificado. Para ello, han centrado sus es-
la”, situarse en la realidad del otro para hacer fuerzos en la adquisición de los conocimientos
posible el alumbramiento de una nueva criatura, científicos que deben transmitir y en las técnicas
en expresión de H. Arendt (1996). La acción de y estrategias para su enseñanza. Otros conteni-
educar no va, ni se da, en una sola dirección del dos como los valores morales (tolerancia, diál-
profesor al alumno, del educador al educando. ogo, solidaridad, justicia, libertad, etc.) y otras
Y la iniciativa no la tiene el profesor-educador, funciones (acompañar, escuchar y guiar el pro-
proponiendo o imponiendo determinados con- ceso de la construcción personal de cada edu-
tenidos de un programa ya establecido, sino el cando), aun formando parte de los contenidos
educando cuando solicita ayuda y acompañami- obligatorios del curriculum escolar y de la tarea
ento en su formación personal; cuando, desde educadora de todo profesor y educador, en la
su vulnerabilidad y necesidad, hace una pregun- práctica han estado ausentes en las aulas. Se
ta en la esperanza de encontrar una respuesta supone que los contenidos morales son de es-
de acogida. Educar, al contrario de enseñar, es casa utilidad para el ejercicio de una profesión,
responder a una pregunta que se formula desde o no aportan nada para su incorporación al mer-
una situación concreta de necesidad; es estar cado del trabajo. Existe una clara disfunción del
atento para dar respuesta a las aspiraciones de sistema educativo, al menos en nuestro país.
un sujeto (educando) concreto que se expresa Todavía sigue centrado, a pesar de las declara-
desde situaciones, formas y lenguajes también ciones formales contenidas en los Documentos
concretos. “Mientras que el profesor esgrime de la Administración Educativa, en la trans-
un discurso lógico, un discurso informativo, el misión de saberes, aprendizajes de conocimien-
maestro propiamente no habla, muestra y, por tos y competencias que preparen, del mejor
lo tanto, su forma es inspiradora, evocadora, modo posible, a las futuras generaciones para
sugerente” (Mèlich, 2010, 277). En educación su incorporación a la sociedad desde el desem-
no hay, ni puede haberlo, un lenguaje universal. peño de un puesto de trabajo (Ortega, Mínguez
Este es siempre el lenguaje de alguien, atrapa- y Saura, 2003). Por otra parte, tampoco las fa-
do por “su” tiempo y por “su” espacio. Si educar milias muestran un claro interés por otros con-
es responder, la respuesta no se da a un indi- tenidos educativos que no sean los claramente
viduo sin rostro y sin entorno, sino a alguien. La profesionales (Ortega, Mínguez y Hernández
educación más que la respuesta a una pregunta Prados, 2009). La educación en valores morales
del otro es responder del otro. El otro, cualquier quedaría reservada para otros ámbitos u otras
otro siempre es pregunta que nos interpela, que instituciones.
nos concierne. Alguien que nos “descentra”, nos
trastoca y nos saca del pequeño santuario de Se percibe, por otra parte, una tendencia
nuestro yo para situarnos “en la otra orilla”, en o estado de opinión que considera el carácter
la radical dependencia del otro. Al otro no nos lo ético-moral de la educación como un “añadido”
podemos “quitar de encima”; es la pesada carga o complemento de calidad (una nueva compe-
que siempre nos acompaña como equipaje de tencia), como una necesidad coyuntural de la
nuestro peregrinar, mientras decidamos vivir actual sociedad: “Si el nivel de desarrollo social
éticamente, es decir, en la responsabilidad. y tecnológico que presentan las sociedades del

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bienestar no va acompañado de un desarrollo tiva se convierte, entonces, en respuesta a una


progresivo en las competencias éticas de las pregunta que viene del otro (educando) en una
personas que las formamos, los déficits y con- situación concreta. Y cada educando formula
tradicciones que tales sociedades están eviden- “sus” preguntas, desde situaciones personales,
ciando pueden dar al traste con los progresos que demandan también respuestas singulares.
que la modernidad sin duda ha conllevado” De otro modo no podríamos hablar deeducar,
(Martínez, 2001, 60). Estando de acuerdo con sino de conformar a los alumnos a esquemas
esta afirmación, considero, sin embargo, que preestablecidos supuestamente aceptables
el carácter ético de la educación no le viene para ellos.
de “fuera”, de su oportunidad o de sus efectos
benéficos para el individuo y la sociedad. No es He afirmado antes que la educación es
sólo que la acción educativa deba tender a un una respuesta a la pregunta “del otro”. Pero en
fin valioso, como final de un proceso, para que educación la respuesta se traduce siempre en
podamos hablar de educación. Su carácter axi- la acogida del otro(alumno, educando), en el
ológico es un elemento constituyente, esencial reconocimiento del otro, en hacerse cargo de
de la misma acción educativa que la atraviesa él (Ortega, 2004). No es la acción del profesor
de principio a fin. Sin ética, no hay educación. o técnico de la enseñanza que centra su ac-
tividad en la transmisión de unos determinados
Con ser preocupante la orientación instru- “saberes”, permaneciendo ajeno o indiferente
mental o utilitarista de la enseñanza, hay otro a la realidad de la vida del educando, a su cir-
aspecto de la misma que merece ser tenido en cunstancia y contexto. Es el sujeto en todo lo
cuenta: Se detecta una descontextualización del que es el que debe ser educado, no una parte
sujeto (educando) a quien se pretende educar. o aspecto de éste. Sólo cuando el educador se
Para nada cuenta su contexto, la realidad en la hace responsable del otro, responde a éste en
que vive. Se parte del supuesto de que todos su situación, se preocupa y ocupa de él desde la
los alumnos son iguales, e iguales son también responsabilidad, se está en condiciones de edu-
sus circunstancias. Se asume, en la práctica, car. Por eso la educación no se entiende ni se da
que todos tienen las mismas aspiraciones, in- al margen de la ética, sin una relación moral con
tereses y dificultades; que la acción educativa el otro (educando). Es decir, de aquella respon-
acontece en una misma realidad. Se parte de un sabilidad con cualquier otro en la que nos en-
sujeto abstracto e irreal a quien, se supone, ten- contramos inmersos desde siempre por el mero
emos queeducar. Y éste, obviamente, no existe. hecho de existir. “El hecho de que nuestra obli-
¿Dónde queda entonces la acción educativa? gación hacia el otro esté enraizada en nuestra
En toda acción educativa hay una pregunta que propia existencia, nos permite superar la lógica
se hace indispensable: ¿quién es este alumno- jurídica de la reciprocidad y anteponer sus dere-
educando para mí? ¿cuál es mi relación con él? chos a los nuestros. En ese caso realizamos
Y se puede responder a estas preguntas desde nuestro ser de forma suprema al sacrificarnos
la negación e indiferencia hacia el otro, o des- por el otro, ayudándole en su propia realización”
de el reconocimiento y la acogida. En el primer (Crespi, 1996, 99). Por ello, cuando postulamos
caso, no se educa. En el segundo, la respuesta otro modelo de educación demandamos otros
se da desde la ética, desde la moral. En esta se- presupuestos éticos y antropológicos como pun-
gunda respuesta el alumno-educando no es vis- to de partida de la acción educativa; aquellos
to, ni tratado como simple pretexto para que el presupuestos que explican al hombre no como
profesor realice determinadas tareas o enseñe un ser en sí y para sí, sino como una realidad
determinados conocimientos. La acción educa- abierta al otro y para el otro, cuya realización

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como ser moral no está en su autonomía, sino cunstancia” le condiciona y le constituye esen-
en la dependencia y “obediencia” al otro, es cialmente. Nuestro mismo pensamiento es un
decir, en la más radical heteronomía (Levinas, diálogo con la circunstancia. No hay nada in-
1991). teligible en absoluto (Ortega y Gasset, 1973).
El hombre es un ser situacional. Y fuera de su
2. No se educa en “tierra de nadie”. situación es ininteligible. Cuando afirmamos que
hemos de educar al hombre (y mujer) de nues-
Desde la fenomenología, el hecho educativo se tro tiempo, estamos afirmando, a la vez, que la
nos muestra como un acontecimiento situado, tarea de educar se realiza siempre en las co-
contextualizado, inimaginable fuera del tiempo y ordenadas espacio-temporales, dentro de las
del espacio. Afirmar, por tanto, que no se educa cuales todo individuo se expresa, piensa y vive.
en “tierra de nadie” puede parecer una obviedad Afirmamos que todo individuo cuando viene a
y, por ello, una afirmación innecesaria. Sin em- este mundo hereda una gramática,es decir, un
bargo, constituye todo un desafío hoy para los juego de lenguaje, un conjunto de símbolos, si-
educadores y los pedagogos. Basta una somera gnos, ritos, valores, normas e instituciones que
consulta a nuestras obras, hojear y leer nuestros configuran un universo cultural (Mèlich, 2010).
trabajos científicos para constatar la ruptura ex- Y es esta gramática la que nos permite acerca-
istente entre nuestro discurso y la práctica edu- nos y entender al ser humano. En educación no
cativa. El término “educación”, y la acción misma contemplamos al hombre universal, sino a este
de educar, casi siempre se han entendido desde individuoconcreto que vive, siente y piensa en
enfoques “idealistas” difícilmente aplicables a un espacio y tiempo también concretos. “Porque
contextos concretos en los que se da cualquier el espacio y el tiempo, escribe Duch (2004, 173-
proceso educativo. El discurso y la praxis, el len- 74), son tan decisivos para la configuración de
guaje y la acción se han ubicado en espacios una existencia individual y colectiva con rostro
distintos, cuando no contrapuestos. Hemos con- humano, sería necesario que todos los agen-
struido un discurso pedagógico escasamente tes implicados en los procesos de transmisión,
operativo para orientar o guiar la acción educa- que operan en una determinada sociedad, se
tiva; hemos ignorado que cualquier texto escrito, propusieran como tarea fundamental una autén-
sin su contexto, es una página en blanco carente tica “pedagogía del tiempo y del espacio”, es
de significado, incapaz de interpretar y decir decir, entender la educación como equipaje que
nada acerca de la realidad. Y en educación, permita al hombre habitar su mundo y construir
como en otro ámbito del saber práctico, no se humanamente su espacio y su tiempo. No hay,
puede entender un texto sin tener en cuenta “su ni puede haberlo, discurso educativo sin tiempo
aquí y su ahora”. “Entre contexto y educación ni espacio, sin gramática, porque no hay ser hu-
hay una relación dialéctica. Un contexto empu- mano al margen o fuera del tiempo y del espacio.
ja o frena, crea posibilidades o impone límites,
suscita ilusión o desgana, engendra esperanza Considero que hoy es necesario (y diría que
o desesperanza” (González de Cardedal, 2004, urgente) hacer un gran esfuerzo para recuperar
11), pero nunca es indiferente o inocuo para la al sujeto de la educación como ser histórico,
acción educativa. gramatical,alejado de toda influencia idealista
que ha conducido a la pedagogía a la pérdida
El discurso educativo, influenciado por la de la realidad, reduciendo el “mundo” a lo que
filosofía idealista, ha pasado por alto, o no le puede ser conocido, a lo que tiene de “lógico” o
ha dado la debida importancia, a la condición resumible en conocimiento racional, a una visión
espacio-temporal del ser humano. Y esta “cir- deformada de la realidad del ser humano. “Toda

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nuestra cultura está surcada por esas dos ac- situación en contenido imprescindible de nues-
titudes: la que responde al guión idealista y al tra acción educativa, estamos en condiciones
postidealista... Lo grave de esos dos mundos ir- deeducar. “Estoy convencido, escribe Duch
reales no es que, en cuanto “representaciones”, (2004, 160), de que pedagogos y antropólogos
sustituyan al mundo real, sino que esos mundos deberían ejercer de terapeutas del tiempo y del
ponen en marcha sendos tipos de actividades espacio humanos”.
prácticas, igualmente extrañas a la realidad,
pero con las que tratamos de conformar el mun- ¿Cuál es nuestro contexto? Como peda-
do” (Mate, 1997, 132-133). En nuestro quehacer gogo no soy el más indicado para describir el
investigador, como pedagogos, hemos utilizado contexto socio-económico y cultural en el que
unas herramientas que, supuestamente, nos se desenvuelve nuestra vida en esta parte del
han permitido acercarnos a la realidad del ser mundo desarrollado, y que está afectando nec-
humano. Y con estas herramientas hemos pre- esariamente a los procesos educativos. Pero no
tendido “dar cuenta” de la formación-educación es aventurado afirmar que en el conjunto de la
integral de cada individuo. La historia de la inves- sociedad occidental, aparecen unas caracterís-
tigación pedagógica marca una línea o tenden- ticas o “circunstancias” que la describen e iden-
cia predominante que la vincula a un enfoque tifican. Una de estas características es la cre-
idealista del hombre, olvidando que éste sólo se ciente anomía en la que se desarrollan nuestras
entiende en y desde la “urdimbre de la vida” en relaciones personales y sociales. O lo que es lo
la que se resuelve, día a día, su existencia. mismo, la pérdida de referentes que garanticen
la socialización y la educación en aquellos pa-
Reivindicar el carácter histórico del ser hu- trones de conducta, tradiciones y valores que
mano conlleva para la educación varias exigen- se consideran fundamentales, no sólo para la
cias: a) la educación es una tarea original, sin- continuidad del modelo de sociedad, sino para
gular, no estandarizada y siempre inacabada, la interiorización de modelos éticos de vida.
incierta y arriesgada; b) no se puede educar si no Padecemos lo que Duch (1997) denomina una
se conoce la situación y el momento (contexto) crisis de “transmisiones”. No hemos encontrado
en que vive el educando; c) no se puede educar todavía los modos adecuados que nos permi-
en “tierra de nadie”, haciendo abstracción de las tan transmitir a las jóvenes generaciones las
características singulares de cada educando, claves de interpretación de los acontecimientos
pretendiendo hacer una educación de validez que han configurado nuestra historia personal y
universal. Cualquier acto educativo se da nec- colectiva. Ya nadie duda de que se ha producido
esariamente en “un aquí y en un ahora”, se da una quiebra en los grandes principios que du-
siempre en el contexto de una tradición, enuna rante muchos años han vertebrado la vida indi-
cultura. No hay un punto cero en el que nos po- vidual y social de muchas generaciones ; que las
damos ubicar. Estamos necesariamente atrapa- fundamentaciones antes válidas ya han dejado
dos por “nuestro” tiempo y “nuestro” espacio. Si de tener sentido como puntos de referencia en
un hecho no es algo que ha ocurrido al margen la vida de los individuos y grupos sociales, para
de todo contexto, sino que necesariamente es convertirse en meras opciones que, a menudo,
un hecho interpretado, también el ser humano poseen una muy pequeña influencia en los
es un hecho oacontecimiento que necesita ser asuntos sociales y culturales de nuestros días
interpretado y leído en su contexto para que (Duch, 1997). Y al desaparecer esas creencias
se pueda decir algo de él. Somos irremediable- fundamentales compartidas (valores), resulta
mente contexto, circunstancia,situación, y sólo muy difícil encontrar una nueva base general de
cuando convertimos “nuestra” circunstancia- orientación que constituya el punto de encuen-

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tro en la convivencia social. Nos encontramos otras posibles, de situarnos en el mundo, un


metidos en “tierra de nadie. Los antiguos crite- modo particular de existir. Asumir esta realidad
rios han perdido su originaria capacidad orien- significa aceptar, de ante mano, que toda acción
tadora, y los nuevos aún no se han acreditado educativa es necesariamente singular e irrepeti-
con fuerza suficiente para dar a los individuos ble, como singular e irrepetible es la realidad de
y grupos sociales la posibilidad de orientarse cada sujeto, la singularidad de su existencia;
y situarse en el entramado social. Habermas significa que la acción educativa es siempre ar-
(2002, 54) hace un juicio muy acertado de la riesgada e incierta porque el conocimiento que
situación del hombre en la sociedad “racionali- tenemos del ser humano es también inseguro,
zada” de nuestros días: “En la medida en que provisional y parcial, nunca definitivo, ni total;
la ciencia y la técnica penetran en los ámbitos significa asumir en la práctica que en educación
institucionales de la sociedad, transformando nunca hay unlenguaje, sino plurales, múltiples y
de este modo a las instituciones mismas, emp- por lo tanto ambiguos lenguajes; significa con-
iezan a desmoronarse las viejas legitimaciones. tar con el contexto social como punto de partida
La secularización y el desmoronamiento de las en la acción educativa, pues no hay individuo
cosmovisiones, con la pérdida que ello implica que se entienda ni viva fuera o al margen de
de su capacidad de orientar la acción, y de la su contexto; significa poner en cuestión tanto el
tradición cultural en su conjunto, son la otra cara discurso pedagógico como la práctica educativa,
de la creciente racionalidad de la acción social”. durante mucho tiempo asentados en supuestos
Esta fractura en las creencias, a la que antes conocimientos científicos. En verdad, después
hacíamos referencia, produce desconcierto y de tantos años de investigación educativa,
orfandad, y necesariamente se traduce en inse- ¿cuántos procesos educativos encuentran su
guridad e incertidumbre en los procesos educa- explicación adecuada y suficiente en nuestros
tivos. Vivimos y educamos en tiempos inciertos. hallazgos pedagógicos? Responder a esta in-
A pesar de todo nos vemos obligados a seguir quietante pregunta situaría el discurso y la prác-
educando, a seguir acompañando a los “recién tica educativos en el ámbito de la cruda reali-
llegados” en su proceso de construcción per- dad, alejada de todo idealismo; nos situaría en la
sonal y en la tarea ineludible de transformación senda de dar respuestas, siempre provisionales,
social. inciertas y precarias, a los retos de unos individ-
uos condicionados por el tiempo y a las nuevas
Este escenario social nos obliga a introducir exigencias de una sociedad siempre cambiante.
el contexto, la “situación” en la acción educati- Hemos sido víctimas de una “vana aspiración a
va, y asumir, en la práctica, no sólo la realidad poder llegar a disponer de una ingeniería ped-
psico-biológica del educando, sino, además, agógica que dé un estatuto serio al saber acerca
toda su realidad socio-histórica. Y esta realidad de la educación y que evite que cada profesor
es compleja, poliédrica, inmanejable. Somos tenga que inventarlo” (Gimeno, 2008: 135); he-
biografía, historia narrada o contada de sucesi- mos depositado nuestra confianza en los pro-
vas experiencias que han ido configurando, en el cesos de planificación y control de la enseñan-
tiempo, nuestra identidad múltiple. Somos lo que za, como si fuesen algoritmos que estructuran la
hemos “ido viviendo”. Y la vida a los humanos no acción y la determinan; hemos confiado dema-
es algo que les venga dado por naturaleza, sino, siado en el refuerzo legitimador de las prácticas
por el contrario, tarea permanente, un “quehac- de evaluación pretendidamente “objetivas” (Gi-
er”, en expresión feliz de Ortega y Gasset. Las meno, 2008). Nadie medianamente inteligente
múltiples experiencias vividas han conformado puede estar convencido de haber encontrado la
en nosotros una determinada manera, entre solución válida, sea en forma de paradigma, de

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recurso pedagógico, de método u organización cando, ni impone un determinado recorrido. La


para resolver los cada vez más complejos y di- educación es construcción, edificación; y levan-
versos problemas que tiene planteados la edu- tar, construir el edificio de lo que uno proyecta
cación (Sarramona, 2003). ser es una tarea en la que la participación del
propio sujeto es insustituible. La educación pre-
Pero a pesar de esta incertidumbre que para para vivir y vivir éticamente, es decir, desde
envuelve la acción educativa, sí es posible, en la responsabilidad. La educación es propuesta,
estas mismas circunstancias, educar. Es posible ofrecimiento respetuoso, testimonio de un modo
ayudar a las jóvenes generaciones a adquirir el de vida, hecho desde la experiencia de un estilo
equipaje o competencias necesarias para desci- ético de vida. Y esta iniciación o introducción a
frar e interpretar la realidad de su entorno, a leer una vida ética, que es la educación, viene siem-
los acontecimientos y a encontrar las claves de pre de la mano del otro, del acompañamiento del
interpretación de su propia existencia; es posible otro, desde el testimonio ético del otro.
ayudar a los “recién llegados” a situarse en un
mundo, en “su” mundo que está siempre necesi- 3.- Los valores, contenido de la educación
tado de nuevas aportaciones. Quizás, aquí, en
esta labor hermenéutica, encontremos hoy los Existe un acuerdo generalizado, al menos for-
educadores nuestra función más importante. La malmente, entre los educadores y pedagogos en
educación no es la interpretación petrificada de que debemos educar a la totalidad de la perso-
la existencia humana, sino la reinterpretación, na. Y esta afirmación, recurrente en la literatura
en un nuevo contexto, “de las tradiciones hu- pedagógica, la asumimos con total naturalidad.
manas que siempre tienen que ver con el pre- A veces, ingenuamente se piensa que basta con
sente, con sus desafíos, incertidumbres e inter- la simple formulación de un objetivo para que
eses” (Duch, 2004, 179); es ayudar a alguien éste “milagrosamente” se convierta en realidad.
concreto a recorrer un camino que arranca en Y las afirmaciones y los buenos propósitos no
algún lugar, viene de algún sitio, y lleva hacia necesariamente se traducen en la práctica. Con
algún destino como meta y finalidad del trayecto; demasiada frecuencia en educación abundan
es ayudar a “leer” los acontecimientos desde la más los buenos propósitos que la realización de
pluralidad que sea posible; es ayudar a introducir los mismos. Es un hecho inobjetable que la valo-
en el mundo a los “recién llegados”, a alumbrar ración social del conocimiento científico-técnico,
un nuevo nacimiento por el que el mundo se o simplemente del saber intelectual está muy
renueva sin cesar (Arendt, 1996). Y este recorri- por encima del equipamiento moral. Se sigue
do educativo es único e irrepetible para cada in- pensando que el “equipamiento intelectual” es
dividuo. A diferencia de la ciencia o de la filosofía suficiente para la formación de la persona y del
sistemática que se dirige al hombre universal y ciudadano. El concepto de persona “formada” no
abstracto, la educación se dirige a cada persona conlleva necesariamente, para un elevado por-
concreta en la singularidad de una vida humana. centaje de la población, el equipamiento moral.
De aquí que debamos ser muy prudentes en la Es verdad que el aprendizaje o apropiación de
extrapolación de conclusiones en nuestra inves- valores morales se considera como un fin plau-
tigación pedagógica. sible, pero este es “prescindible” en la práctica,
sin que por ello se ponga en cuestión la acción
Se debería tener en cuenta que el camino educativa. La sombra de la Ilustración todavía
de la formación personal quien lo recorre es el sigue siendo muy alargada, impregna la vida
educando. El educador acompaña, orienta y intelectual y se traduce en prácticas de con-
guía, anima y facilita, pero no suplanta al edu- ducta inmoral que han merecido duras críticas

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de Horkheimer y Adorno, en su obra Dialéctica valoramos; son el “humus” en el que se resuelve


de la Ilustración (1994) por su contribución a la nuestra existencia humana y moral. Los valores
historia ininterrumpida de sufrimiento y sacrificio morales son aquellas cualidades que nos atraen
de los excluidos. y nos atrapan, que nos sacan de nuestra indifer-
encia, trastocan y transforman nuestra vida, nos
La educación de la persona en los valores ayudan a hacer un mundo más humano, más
morales ha ocupado, hasta ahora, un segundo digno, más habitable; aquellas cualidades sin las
lugar en las prioridades del conjunto de la socie- cuales nuestra vida no podría ser calificada de
dad. Esta ha demandado, con mayor urgencia, humana. Son el esqueleto y la arquitectura que
la formación intelectual y la preparación científi- dan sentido y coherencia a nuestra existencia,
co-técnica de las jóvenes generaciones para su el “alma” de la vida humana, aquello que, en úl-
inserción laboral en la sociedad, olvidando que tima instancia, nos puede decir quiénes somos
la educación no se cumple plenamente ni sólo (Ortega y Mínguez, 2001).
en los conocimientos, ni tampoco en su mera
realización técnica. Para este fin exclusivo, la Uno de los grandes pensadores del pasado
aportación de la educación en valores no es rel- siglo, Ortega y Gasset (1973), al hablar de las
evante. Sólo cuando los problemas de la violen- creencias, dice que éstas se confunden, para
cia, consumo de drogas, corrupción, etc. han sa- nosotros, con la realidad misma. Son nuestro
cudido fuertemente nuestra “tranquilidad y paz mundo y nuestro ser. “Las creencias constituyen
social” nos hemos vuelto hacia los valores como el estrato básico, el más profundo de la arqui-
dique de contención de los males que se nos tectura de nuestra vida. Vivimos de ellas y, por lo
vienen encima. Y entonces hemos pedido a la mismo, no solemos pensar en ellas: Pensamos
institución escolar que, una vez más, venga en en lo que nos es más o menos cuestión. Por eso
nuestro auxilio. Quizás nos hayamos equivocado decimos que tenemos estas o las otras ideas;
en la estrategia. Hemos llamado a una puerta en pero nuestras creencias, más que tenerlas las
cuyas manos no está la respuesta “suficiente”, ni somos” (Ortega y Gasset, 1973, 18). Los valores
tampoco la más eficaz a los problemas morales morales (justicia, solidaridad, libertad, toleran-
que nos afectan. Si se demanda el equipamiento cia, dignidad de la persona, etc.) son nuestras
moral de nuestros jóvenes (y del conjunto de la creencias o convicciones profundamente ar-
sociedad) para hacer frente a esos problemas, raigadas en nosotros y durante mucho tiempo
entonces, la familia es el ámbito de intervención interiorizadas; por ello son difícilmente modi-
insustituible y privilegiado, la puerta a la que nec- ficables, y están destinadas a acompañarnos
esariamente hay que llamar. Y la razón radica en durante toda nuestra vida, encontrando diversas
la naturaleza misma del valor moral. Este no es formas de realización (manifestación) en función
sólo idea y concepto sobre la justicia, la toler- de las culturas en que, necesariamente, son re-
ancia, la solidaridad, la paz y la libertad. etc. No interpretadas. Los valores morales (nuestras
es solo discurso y reflexión. Los valores morales creencias) son finalistas en tanto que compo-
son, en su raíz, convicciones profundas, creen- nentes esenciales de la vida humana, y nunca
cias prescriptivas que orientan y dirigen nuestra pueden ser considerados como un “añadido”, ni
conducta (Escámez y otros, 2007); creencias siquiera ser empleados como medios o instru-
que se traducen necesariamente en modos y mentos para obtener otros fines.
estilos éticos de vida que configuran un modo
determinado de afrontar la existencia; son como Hasta ahora, el acceso al mundo ético de los
los ojos o ventanas a través de los cuales vemos valores se ha basado en el “discurso y la reflex-
y nos asomamos al mundo, lo juzgamos y lo ión” sobre la necesidad de los mismos para ga-

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rantizar la convivencia y la formación personal. que afecta al ser humano, aquí y ahora, no hay
La pedagogía del valor ha venido descansando valor moral. El componente afectivo, pasional no
en la “comprensión intelectual” de los valores. es otra cosa que el sentimiento o pasión por la
De ahí se ha derivado una pedagogía cognitiva justicia, la libertad, la solidaridad, la tolerancia,
del mismo valor y de la educación moral, pre- etc. Este componente pasional o afectivo del val-
sente aún en nuestros días. Y los valores no son or es también componente esencial del mismo.
sólo discurso o ideas y concepto, ni tampoco Sin éste, el valor queda reducido a sólo idea o
son independientes ni se dan fuera o al margen concepto.
de la realidad histórica. Ésta los condiciona es-
encialmente. El valor no ocurre o sucede fuera El discurso y la práctica educativos han
del tiempo y del espacio, sin “circunstancia”. Su estado muy apartados de la experiencia. Hemos
condición de realidad histórica le afecta en su olvidado o ignorado que nunca se educa si no
naturaleza, como al mismo ser humano. Ello es en el envolvimiento de una tradición y de una
quiere decir que el valor moral es discurso, idea lengua, es decir, en una cultura como forma de
y concepto, pero también es experiencia. Y es entender y realizar la existencia humana. Si esto
esta experiencia, en sus múltiples manifesta- es así, vincular la educación a las experiencias
ciones, la que mueve al sujeto a incorporar a de la vida real de nuestros educandos se con-
su conducta la idea o concepto de un valor, la vierte en un axioma educativo. No hay lenguaje
que nos lo hace atractivo y nos atrapa (Ortega y y praxis educativos si no hay lenguaje de la ex-
Mínguez, 2001). Más aún, es la condición nec- periencia. Inevitablemente, hablar de educación
esaria, la puerta de acceso para que el valor pu- es hablar de experiencia. Sin ella, el discurso
eda ser aprendido o apropiado. educativo se torna en discurso vacío, en retórica
inútil.
El carácter histórico, experiencial del valor
moral nos obliga a un giro radical en cómo pen- 4. La educación es, en sí misma, una acción
samos la educación y en cómo la llevamos a ética y política
la práctica. En la enseñanza del valor se hace
inevitable que hable la experiencia en la que La educación es, en sí misma, una acción éti-
el valor se expresa y se manifiesta, desde una ca. “No hay educación sin ética. Aquello que
doble vertiente: en lo que es o debe ser (expe- distingue la educación del adoctrinamiento es
riencia positiva), y en lo que no debe ser (ex- precisamente que la primera tiene ineludible-
periencia negativa). La corriente “idealista” de mente un componente ético” (Mèlich, 2002, 51).
la educación ha destacado el aspecto formal o No puede haber acción educativa si no tiene
cognitivo del valor en su pretensión de huida de como finalidad la consecución de objetivos
toda contaminación subjetivista o relativista del en sí mismos valiosos, éticamente asumibles
valor. Y en este afán por “salvar” el valor, éste por todos. Una educación que prescinda de
se pierde. La idea de justicia, solidaridad, tol- los valores, en la pretensión de ser “neutral” u
erancia, libertad, etc. dejan de ser sólo ideas y “objetiva”,además de ser imposible e indesea-
conceptos, y se convierten en valores cuando ble, es una contradicción en sus propios tér-
afectan, conmueven y trastocanal sujeto, cu- minos. Cada acción educativa se sostiene en
ando encuentran su “complicidad”, cuando es- función de que asume, implícitamente, que algo
tán atrapadas por la inevitable realidad histórica merece ser enseñado y aprendido. En cada ac-
que envuelve la vida de todo individuo (Ortega ción educativa se transmiten, inevitablemente,
y Mínguez, 2001). Sin la pasión por la idea o determinadas preferencias, actitudes y valores.
concepto, sin su irremediable condición histórica La ética no nos la podemos quitar de encima,

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forma parte de nuestro equipaje de humanos. sos, y nos llevan a metas también muy distintas,
Tampoco la acción educativa se puede sustraer y condicionan inevitablemente las estrategias de
a la “servidumbre” de la moral. “Educar es ya una actuación. Quizás la pregunta que nos debamos
tarea moral, refugiarse en la enseñanza de unos formular sea ésta: ¿qué ética o qué moral debe
contenidos meramente instructivos, al final, se estar presente en el discurso educativo? O más
ha mostrado como una pretensión ingenua. La concretamente: ¿qué ética o qué moral debe in-
decisión misma de transmitir unos contenidos spirar nuestra acción educativa, aquí y ahora?
u otros es ya una opción moral, en cuanto se La respuesta que demos a estas preguntas no
estima valiosa para contribuir a la “mejora” de es retórica, ni inocua o indiferente. El modelo o
los alumnos” (Bolívar, 1998, 48). Al afirmar la in- paradigma moral por el que optemos en nues-
evitabilidad de los valores en la acción educativa tra acción educativa nos lleva, necesariamente,
rechazo la posición de aquellos que sostienen a una determinada construcción de persona, y
que ya no es defendible la presencia de ningún también a una determinada manera de hacer-
criterio axiológico o normativo en la educación. nos presentes en la sociedad (Ortega, 2004).
Si esto fuese así, a la educación, como afirman Todo discurso educativo viene “de algún sitio” y
Gil y Jover (2008), sólo le cabría desvanecerse va “hacia algún lugar”, se plasma en unos mo-
en una especie de relación difusa en la que dos concretos de responder a los retos actuales
nadie busca nada de nadie, en un mercadillo del ser humano. Y todas las éticas no hablan el
donde cada cual escoge lo que se le antoja en mismo lenguaje, ni tienen el mismo contenido y
función de unas modas que se saben pasajeras. tampoco los mismos propósitos. En este trabajo
Y concluyen dichos autores: ”Sólo desde una se opta por una ética y una moral material (no
actitud hipócrita, o desde la comodidad del que formal), que encuentra en el sentimiento moral
escribe atrincherado en su despacho sin ningún de acogida del otro, en la compasión solidaria
compromiso de acción, puede mantenerse una el núcleo básico o soporte de la acción educa-
ausencia de criterios normativos que implicaría tiva. No es la ética idealista de raíz kantiana que
tener que aceptar que la miseria y la sumisión pretende justificar e impulsar el comportamiento
valen lo mismo que la calidad de vida y la lib- moral de los individuos desde la obligatoriedad
ertad, aduciendo, quizás, que esos conceptos de unos principios universales y abstractos,
reflejan los valores occidentales y por lo tanto ajenos a todo contexto y a toda consideración
no se puede demostrar su validez general” (Gil subjetiva o particular de un individuo, a toda
y Jover, 2008, 237-238). afección o sentimiento que pueda poner en ries-
go la objetividad y universalidad de esos prin-
El discurso pedagógico, por otra parte, no cipios (Ortega, 2006).
tiene como función principal “describir y explicar”
un estado de cosas, sino prescribir actuaciones Es en los filósofos de la Escuela de Frank-
que cambien situaciones, en algún sentido ética- furt (Horkheimer y Adorno) y en Levinas donde
mente no deseables, o contribuyan a una mejora encontramos una propuesta clara de una moral
de la situación actual. Es decir, el discurso ped- material que tiene como contenido las experi-
agógico, por naturaleza, está volcado a la ac- encias reales de la vida de los seres humanos
ción, y a la acción ética; es, en su misma raíz, un en las circunstancias en que les ha tocado; cir-
discurso práctico y ético. Por ello, cuando habla- cunstancias que, para Horkheimer y Adorno, es-
mos del carácter ético de la educación nos refer- tán inexorablemente vinculadas a la experiencia
imos a la praxis, no sólo a un discurso encerrado límite del Holocausto. De una lectura somera
en la pura reflexión o ejercicio intelectual. de estos autores se desprende que la moral
Pero los presupuestos éticos son muy diver- es: a) resistencia al mal; b) compasión ante el

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sufrimiento del otro; c) compromiso con la jus- ación de la razón conduciría a un decisionismo
ticia; d) memoria de las víctimas. “No cabe la entregado a los mecanismos de dominación.
vida justa en la vida falsa” (Adorno, 2004, 44). Cuando compadecemos, cuando noshacemos
Con estas duras palabras denuncia Adorno la cargo del otro, nos mueve no una razón ab-
hipocresía de una sociedad que pretende al- stracta de la dignidad de la naturaleza humana,
canzar un nivel de vida humana, moralmente sino un sentimiento “cargado de razón”, que in-
digna, en complicidad con las estructuras de tentar justificarlo con argumentos desde la moral
dominación que ahogan la libertad y la posibi- idealista, constituiría un sarcasmo para todos
lidad misma de vivir. La resistencia a lo que “no aquellos ultrajados a quienes se les ha negado
debe ser” no es sólo resistencia al sufrimiento la dignidad. ¿Por qué tienen que justificar los ex-
histórico de los inocentes, sino a toda forma de plotados su derecho a ser tratados como per-
explotación y humillación que ha hecho de la Il- sonas? Más bien son quienes explotan los que
ustración un sistema totalitario como ningún otro deben argumentar o dar explicaciones de sus
sistema (Horkheimer y Adorno, 1994). La obra conductas contra los derechos de los otros. No
Dialéctica negativa (Adorno, 1975) es una dura es el sentimiento moral, sino la realidad inmoral
crítica al discurso moral idealista que más que la que necesita una fundamentación “racional”
ofrecer una base para la construcción de una (Horkheimer, 2002).
sociedad justa es, por el contrario, su producto
y cumple una función legitimadora de la misma. Desde hace años propugno (Ortega, 2004)
Desvelar el mal histórico, resistir a la dominación un discurso educativo que se plasme en una ac-
sobre los más débiles es una función inherente titud compasiva y en una respuesta de acogida
a la moral, es su razón de ser; resistir la propa- a la personaconcreta del otro, cuyo soporte ya
ganda de ocultación que impide el conocimiento no es la moral “idealista” de la ética discursiva
de los sufrimientos que provoca, es una tarea que contempla individuos abstractos e intempo-
inaplazable de una moral que tiene como meta rales, sino la ética de la alteridad y de la hospi-
el “que la injusticia no tenga la última palabra” talidad, la “ética del rostro, del huérfano y de la
(Horkheimer, 2000). viuda”, en expresión feliz de E. Levinas; la ética
de la com-pasión, es decir, la ética delhacerse
Cuando decimos que la educación es insep- cargo del otro (Levinas, 1991). Este enfoque de
arable del sentimiento moral no defiendo ningún la ética y de la moral conlleva la “deconstruc-
tipo de irracionalismo moral. En otro lugar (Orte- ción” del sujeto moderno y la construcción de
ga, 2006) he defendido que la respuesta moral una subjetividad que no se defina como relación
en el ser humano no es una reacción emotiva del yo consigo mismo, sino como relación con
ciega a la razón. No es una respuesta ajena a el otro, como respuesta al otro y del otro inter-
la racionalidad. Sostengo que “en el origen de pelante, hasta el punto de llegar a una “descen-
esta moral no está la razón, sino el sentimiento, tración radical del punto de vista posesivo de
el “pathos”, el anhelo de justicia que ponga fin “mis” derechos o “nuestros” derechos y su sus-
al sufrimiento de los excluidos de la felicidad a titución por la perspectiva de los derechos de
la que tienen derecho; está la urgencia de soli- “los otros” (Bello, 2004, 105). En esta ética el su-
daridad con los miserables. En esta moral no es jeto sólo llega a ser sujeto moral en la medida en
la razón la que nos inclina a obrar según el de- que su identidad se rompe y se transforma, se
ber, pero tampoco es un sentimiento irracional. quiebra por la presencia del otro (Mèlich, 2001).
Es una afección en la conciencia por el recono- En este acto de descentramiento del propio yo,
cimiento de los otros en sus circunstancias con- el sujeto se hace responsable del otro, es decir,
cretas” (Ortega, 2006, 513). Suprimir la medi- sujeto moral. Nos constituimos en sujetos mo-

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rales no en un ejercicio de autonomía, sino en mensiónanamnética. No somos responsables


la dependencia del otro, cuando respondemos sólo de aquellos con quienes convivimos , o de
de él, cuando nos hacemos cargo de él desde los “recién llegados”, o de los que han de venir.
la más radical heteronomía (Levinas, 1991), tér- Somos deudores de aquellos que nos han pre-
mino éste que “ha sido dañado hasta el punto de cedido, de todos aquellos que hicieron posible la
volvérsenos hoy irreconocible e ingrato como tal experiencia de justicia y de libertad, de solidari-
principio moral” (Bárcena y Mèlich, 2000, 130). dad y de tolerancia que hoy nos permiten ejercer
de humanos. De su legado, y de lo que que aún
Pero “hacerse cargo del otro” implica asumir la queda por construir, también somos responsa-
realidad de éste en todas sus dimensiones, tam- bles para que sus vidas no hayan sido baldías
bién su realidad socio-histórica. Por ello, la tarea (Ortega, 2009). “Nuestra vida tiene algo pendi-
de educar es inseparable de la acción política. ente que nos impide instalarnos de una vez por
Quizás una de las tareas más urgentes que todas, algo pendiente con los que nos han pre-
debe abordar el discurso y la praxis educativos cedido, y que nos demanda una constante reu-
sea tomarse en serio elcontexto de la acción bicación y resituación” (Mèlich, 2010, 120). El
educativa. De ello depende que el educador pu- discurso pedagógico, y más aún nuestra praxis
eda encontrar el espacio en el que sea posible educativa, han vivido de espaldas o han inten-
establecer una relación ética con el educando; tado cancelar nuestro pasado más inmediato; no
de ello depende que el educador pueda entrar han encontrado, todavía, un espacio para hacer
en todo aquello que es importante para el edu- justicia a los sufrimientos de tantas víctimas que
cando, evitando así que la actuación educativa sucumbieron ante la barbarie. Se ha puesto en
decaiga en retórica; de ello depende que la ex- práctica, por el contrario, una pedagogía y una
periencia de vida, y no sólo el discurso, juegue educación centradas en la búsqueda del “equi-
un papel básico e indispensable en la acción librio y de la armonía social”, reticente a toda
educativa; de ello depende que podamos hablar experiencia del mal. Y una pedagogía y una edu-
de educación y no de un ejercicio manipulador. cación que no pongan su telos en la cancelación
Y si el contexto y, por tanto, la experiencia están del mal, quedan reducidos a una función más del
presentes en el discurso y la praxis educativos, engranaje social, a una legitimación del “orden”
también la política. ¿Qué otra cosa es la expe- social. “Sólo la memoria de todas las víctimas
riencia sino la urdimbre de la vida que envuelve nos puede hacer recuperar la dignidad moral,
a cada individuo? ¿Qué otra cosa es la vida de hacerles justicia y construir el futuro” (Ortega,
cada individuo sino la experiencia de ser vulner- 2006, 521).
able, la experiencia de sufrimiento que jalona
cada uno de nuestros días? ¿Qué otra cosa Asociar el carácter político de la acción ed-
debe hacer el educador si no es responder, aquí ucativa a sólo coyunturas singulares o necesi-
y ahora, al sufrimiento del otro en la acogida y dades de un momento o contexto determinado
en la compasión? Si educar implica asumir toda significa ignorar la naturaleza misma del ser hu-
la realidad socio-histórica de cada educando, la mano que “como personas no podemos ni debe-
educación se convierte y es una acción y una mos evitar la idea de que los problemas que
tarea esencialmente política cuando “bajamos vemos a nuestro alrededor son intrínsecamente
de Jerusalén a Jericó”. problemas nuestros. Son responsabilidad nues-
tra, con independencia de que también lo sean o
Hay otro aspecto en la educación, escasa- no de otros” (Escámez, 2003, 197). O entender
mente tratado, que la convierte en una acción el significado político de la educación como un
esencialmente moral y, por ello, política: su di- “añadido” es ignorar que el componente político

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es inseparable de las condiciones de vida de a la realidad de cada sujeto concreto implica in-
cualquier individuo que reclama ser acogido en corporar un nuevo lenguaje y unos nuevos con-
toda su realidad. La educación es y se define tenidos en la acción educativa. Significa tomarse
como una acción política. Es esencialmente una en serio la inevitable condición histórica del ser
acción política. La institución escolar no puede humano. H. Arendt (1996, 208), a la hora de
ni debe vivir de espaldas a la realidad de su en- decirnos algo “nuevo” y también “antiguo” sobre
torno. Por el contrario, debe procurar que los es- la educación, nos ha dejado estas palabras: “La
tudiantes adquieran las competencias básicas educación es el punto en el que decidimos si
para un discurso público que se traduzca en: amamos al mundo lo bastante como para asum-
“el ejercicio de juicios decisivos sobre asuntos ir una responsabilidad por él y así salvarlo de
públicos; el interés por el bien público; el desar- la ruina que, de no ser por la renovación, de no
rollo moral para conocer y hacer lo justo en las ser por la llegada de los nuevos y los jóvenes,
situaciones conflictivas de la vida social y la dis- sería inevitable”. Sólo una pedagogía del “aquí y
posición para el servicio a la comunidad” (Es- del ahora”, alejada de todo idealismo, es capaz
cámez, 2003, 207). Ello supone oponerse a la de encontrarse con el ser humano concreto que
“cultura del yo” en la que está instalado el hom- demanda, desde su vulnerabilidad, una respu-
bre moderno y revalorizar la esfera pública como esta moral, es decir, responsable. Sólo una ped-
ámbito de realización personal; desenmascarar agogía del amor es capaz de hacerse cargo del
el narcisismo omnipresente de nuestra sociedad otro. Sin amar es imposible educar.
que busca en la vida “privada e íntima” la fuente
de la felicidad, sin referentes externos y con- Dirección del autor: Pedro Ortega Ruiz. C/ Torre
vivenciales; exige un gran esfuerzo para enfren- Alvarez, 5, Escalera 4ª, 3º B.
tarse a la “suspensión del mundo público” como C.P. 30.007
forma normal de vida. Murcia. E-mail: portega@um.es

A los educadores les es exigido prestar aten-


ción a las circunstancias concretas de cada su- Bibliografía
jeto que reclama ser atendido y escuchado en
“su” situación, en la experiencia concreta de su Adorno, Th. W. 1975. Dialéctica negativa. Ma-
vida para poder ser ayudado (educado) en “su” drid: Taurus.
proyecto de construcción personal, que nunca Adorno, Th.W. 2004. Minima Moralia. Madrid:
se va a producir al margen o fuera del “aquí y del Akal.
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