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Educar Es Responder ALa Pregunta Del Otro
Educar Es Responder ALa Pregunta Del Otro
EDUCAR ES
RESPONDER A LA PREGUNTA
DEL OTRO 1
“Los niños no están ahí principalmente para no- después de tantos siglos de discurso sobre
sotros. Somos nosotros quienes estamos ahí qué es educar, nos planteemos de nuevo esta
principalmente para ellos”. M. van Manen (2003) cuestión. En realidad, nunca hemos dejado de
El tono en la enseñanza, p. 19. hacernos esa pregunta. Y nunca dejaremos de
formularla mientras tengamos que enfrentarnos
a una visión del hombre abierta, plural; mientras
1. Educar es responder a la pregunta del otro entendamos que la construcción del ser humano
se hace en la contingencia e incertidumbre, en
Afirmar que educar es responder a una pre- la precariedad y la provisionalidad de los cono-
gunta del otro rompe todos los esquemas en los cimientos disponibles, en la diversidad de los
que se ha venido asentando nuestro discurso y contextos y circunstancias en los que se desen-
nuestra práctica educativos. Podría entenderse vuelve la vida de cada sujeto. Pero sí podemos
esta afirmación como un intento de minusvalor- afirmar una característica esencial de toda ac-
ar la figura del profesor, de relegar su función a ción educativa: No hay educación si no hay pre-
un segundo plano. No es esa mi intención. Más gunta; no hay educación si no hay respuesta a
bien pretendo recuperar la antigua tradición del una persona concreta y singular. Mientras las
ejercicio del maestro que enseña y educa, que conductas justas, tolerantes y solidarias no sean
hábilmente suscita las preguntas del educando cuestiones-preguntas que afectan a un sujeto,
sacándole de la indiferencia y provocándole el es decir, mientras el sujeto no se sienta interpe-
interés y el gusto por saber sobre sí y sobre lado, preguntado, no debemos esperar respues-
el mundo, por conocerse y saber interpretar el ta alguna sobre esas conductas. La educación
mundo que le rodea, por dar “sentido” a su ex- es un “encuentro” entre dos, del que busca y
istencia. Leer desde esta óptica los Diálogos de del que ofrece o propone, desde la propia ex-
Platón, y acercarse a la antigua tradición que periencia, modelos éticos de conducta; es un
recoge la literatura rabínica judía nos permite acontecimiento ético por el que el educando es
poner en cuestión el modo de entender la edu- re-conocido y acogido en la singularidad de su
cación en el que estamos instalados. Pretendo existencia (Bárcena y Mèlich, 2000).
que volvamos sobre nuestra tarea de educa-
dores e investigadores y descubramos cuál es La educación no contempla al educando
su naturaleza para, desde ahí, encontrar nuestro como un individuo que debe ser simplemente
espacio y nuestra función. “conocido” en todas sus variables para ase-
gurar el logro de unos resultados previamente
Quizás parezca algo anacrónico afirmar que establecidos; no es un objeto o tema de cono-
1 Artículo del Boletín Virtual REDIPE No 824 de junio 1 de 2013. Apareció inicialmente en (Revista Edetania). El autor es miembro del Comité
científico de Redipe.
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como ser moral no está en su autonomía, sino cunstancia” le condiciona y le constituye esen-
en la dependencia y “obediencia” al otro, es cialmente. Nuestro mismo pensamiento es un
decir, en la más radical heteronomía (Levinas, diálogo con la circunstancia. No hay nada in-
1991). teligible en absoluto (Ortega y Gasset, 1973).
El hombre es un ser situacional. Y fuera de su
2. No se educa en “tierra de nadie”. situación es ininteligible. Cuando afirmamos que
hemos de educar al hombre (y mujer) de nues-
Desde la fenomenología, el hecho educativo se tro tiempo, estamos afirmando, a la vez, que la
nos muestra como un acontecimiento situado, tarea de educar se realiza siempre en las co-
contextualizado, inimaginable fuera del tiempo y ordenadas espacio-temporales, dentro de las
del espacio. Afirmar, por tanto, que no se educa cuales todo individuo se expresa, piensa y vive.
en “tierra de nadie” puede parecer una obviedad Afirmamos que todo individuo cuando viene a
y, por ello, una afirmación innecesaria. Sin em- este mundo hereda una gramática,es decir, un
bargo, constituye todo un desafío hoy para los juego de lenguaje, un conjunto de símbolos, si-
educadores y los pedagogos. Basta una somera gnos, ritos, valores, normas e instituciones que
consulta a nuestras obras, hojear y leer nuestros configuran un universo cultural (Mèlich, 2010).
trabajos científicos para constatar la ruptura ex- Y es esta gramática la que nos permite acerca-
istente entre nuestro discurso y la práctica edu- nos y entender al ser humano. En educación no
cativa. El término “educación”, y la acción misma contemplamos al hombre universal, sino a este
de educar, casi siempre se han entendido desde individuoconcreto que vive, siente y piensa en
enfoques “idealistas” difícilmente aplicables a un espacio y tiempo también concretos. “Porque
contextos concretos en los que se da cualquier el espacio y el tiempo, escribe Duch (2004, 173-
proceso educativo. El discurso y la praxis, el len- 74), son tan decisivos para la configuración de
guaje y la acción se han ubicado en espacios una existencia individual y colectiva con rostro
distintos, cuando no contrapuestos. Hemos con- humano, sería necesario que todos los agen-
struido un discurso pedagógico escasamente tes implicados en los procesos de transmisión,
operativo para orientar o guiar la acción educa- que operan en una determinada sociedad, se
tiva; hemos ignorado que cualquier texto escrito, propusieran como tarea fundamental una autén-
sin su contexto, es una página en blanco carente tica “pedagogía del tiempo y del espacio”, es
de significado, incapaz de interpretar y decir decir, entender la educación como equipaje que
nada acerca de la realidad. Y en educación, permita al hombre habitar su mundo y construir
como en otro ámbito del saber práctico, no se humanamente su espacio y su tiempo. No hay,
puede entender un texto sin tener en cuenta “su ni puede haberlo, discurso educativo sin tiempo
aquí y su ahora”. “Entre contexto y educación ni espacio, sin gramática, porque no hay ser hu-
hay una relación dialéctica. Un contexto empu- mano al margen o fuera del tiempo y del espacio.
ja o frena, crea posibilidades o impone límites,
suscita ilusión o desgana, engendra esperanza Considero que hoy es necesario (y diría que
o desesperanza” (González de Cardedal, 2004, urgente) hacer un gran esfuerzo para recuperar
11), pero nunca es indiferente o inocuo para la al sujeto de la educación como ser histórico,
acción educativa. gramatical,alejado de toda influencia idealista
que ha conducido a la pedagogía a la pérdida
El discurso educativo, influenciado por la de la realidad, reduciendo el “mundo” a lo que
filosofía idealista, ha pasado por alto, o no le puede ser conocido, a lo que tiene de “lógico” o
ha dado la debida importancia, a la condición resumible en conocimiento racional, a una visión
espacio-temporal del ser humano. Y esta “cir- deformada de la realidad del ser humano. “Toda
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nuestra cultura está surcada por esas dos ac- situación en contenido imprescindible de nues-
titudes: la que responde al guión idealista y al tra acción educativa, estamos en condiciones
postidealista... Lo grave de esos dos mundos ir- deeducar. “Estoy convencido, escribe Duch
reales no es que, en cuanto “representaciones”, (2004, 160), de que pedagogos y antropólogos
sustituyan al mundo real, sino que esos mundos deberían ejercer de terapeutas del tiempo y del
ponen en marcha sendos tipos de actividades espacio humanos”.
prácticas, igualmente extrañas a la realidad,
pero con las que tratamos de conformar el mun- ¿Cuál es nuestro contexto? Como peda-
do” (Mate, 1997, 132-133). En nuestro quehacer gogo no soy el más indicado para describir el
investigador, como pedagogos, hemos utilizado contexto socio-económico y cultural en el que
unas herramientas que, supuestamente, nos se desenvuelve nuestra vida en esta parte del
han permitido acercarnos a la realidad del ser mundo desarrollado, y que está afectando nec-
humano. Y con estas herramientas hemos pre- esariamente a los procesos educativos. Pero no
tendido “dar cuenta” de la formación-educación es aventurado afirmar que en el conjunto de la
integral de cada individuo. La historia de la inves- sociedad occidental, aparecen unas caracterís-
tigación pedagógica marca una línea o tenden- ticas o “circunstancias” que la describen e iden-
cia predominante que la vincula a un enfoque tifican. Una de estas características es la cre-
idealista del hombre, olvidando que éste sólo se ciente anomía en la que se desarrollan nuestras
entiende en y desde la “urdimbre de la vida” en relaciones personales y sociales. O lo que es lo
la que se resuelve, día a día, su existencia. mismo, la pérdida de referentes que garanticen
la socialización y la educación en aquellos pa-
Reivindicar el carácter histórico del ser hu- trones de conducta, tradiciones y valores que
mano conlleva para la educación varias exigen- se consideran fundamentales, no sólo para la
cias: a) la educación es una tarea original, sin- continuidad del modelo de sociedad, sino para
gular, no estandarizada y siempre inacabada, la interiorización de modelos éticos de vida.
incierta y arriesgada; b) no se puede educar si no Padecemos lo que Duch (1997) denomina una
se conoce la situación y el momento (contexto) crisis de “transmisiones”. No hemos encontrado
en que vive el educando; c) no se puede educar todavía los modos adecuados que nos permi-
en “tierra de nadie”, haciendo abstracción de las tan transmitir a las jóvenes generaciones las
características singulares de cada educando, claves de interpretación de los acontecimientos
pretendiendo hacer una educación de validez que han configurado nuestra historia personal y
universal. Cualquier acto educativo se da nec- colectiva. Ya nadie duda de que se ha producido
esariamente en “un aquí y en un ahora”, se da una quiebra en los grandes principios que du-
siempre en el contexto de una tradición, enuna rante muchos años han vertebrado la vida indi-
cultura. No hay un punto cero en el que nos po- vidual y social de muchas generaciones ; que las
damos ubicar. Estamos necesariamente atrapa- fundamentaciones antes válidas ya han dejado
dos por “nuestro” tiempo y “nuestro” espacio. Si de tener sentido como puntos de referencia en
un hecho no es algo que ha ocurrido al margen la vida de los individuos y grupos sociales, para
de todo contexto, sino que necesariamente es convertirse en meras opciones que, a menudo,
un hecho interpretado, también el ser humano poseen una muy pequeña influencia en los
es un hecho oacontecimiento que necesita ser asuntos sociales y culturales de nuestros días
interpretado y leído en su contexto para que (Duch, 1997). Y al desaparecer esas creencias
se pueda decir algo de él. Somos irremediable- fundamentales compartidas (valores), resulta
mente contexto, circunstancia,situación, y sólo muy difícil encontrar una nueva base general de
cuando convertimos “nuestra” circunstancia- orientación que constituya el punto de encuen-
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rantizar la convivencia y la formación personal. que afecta al ser humano, aquí y ahora, no hay
La pedagogía del valor ha venido descansando valor moral. El componente afectivo, pasional no
en la “comprensión intelectual” de los valores. es otra cosa que el sentimiento o pasión por la
De ahí se ha derivado una pedagogía cognitiva justicia, la libertad, la solidaridad, la tolerancia,
del mismo valor y de la educación moral, pre- etc. Este componente pasional o afectivo del val-
sente aún en nuestros días. Y los valores no son or es también componente esencial del mismo.
sólo discurso o ideas y concepto, ni tampoco Sin éste, el valor queda reducido a sólo idea o
son independientes ni se dan fuera o al margen concepto.
de la realidad histórica. Ésta los condiciona es-
encialmente. El valor no ocurre o sucede fuera El discurso y la práctica educativos han
del tiempo y del espacio, sin “circunstancia”. Su estado muy apartados de la experiencia. Hemos
condición de realidad histórica le afecta en su olvidado o ignorado que nunca se educa si no
naturaleza, como al mismo ser humano. Ello es en el envolvimiento de una tradición y de una
quiere decir que el valor moral es discurso, idea lengua, es decir, en una cultura como forma de
y concepto, pero también es experiencia. Y es entender y realizar la existencia humana. Si esto
esta experiencia, en sus múltiples manifesta- es así, vincular la educación a las experiencias
ciones, la que mueve al sujeto a incorporar a de la vida real de nuestros educandos se con-
su conducta la idea o concepto de un valor, la vierte en un axioma educativo. No hay lenguaje
que nos lo hace atractivo y nos atrapa (Ortega y y praxis educativos si no hay lenguaje de la ex-
Mínguez, 2001). Más aún, es la condición nec- periencia. Inevitablemente, hablar de educación
esaria, la puerta de acceso para que el valor pu- es hablar de experiencia. Sin ella, el discurso
eda ser aprendido o apropiado. educativo se torna en discurso vacío, en retórica
inútil.
El carácter histórico, experiencial del valor
moral nos obliga a un giro radical en cómo pen- 4. La educación es, en sí misma, una acción
samos la educación y en cómo la llevamos a ética y política
la práctica. En la enseñanza del valor se hace
inevitable que hable la experiencia en la que La educación es, en sí misma, una acción éti-
el valor se expresa y se manifiesta, desde una ca. “No hay educación sin ética. Aquello que
doble vertiente: en lo que es o debe ser (expe- distingue la educación del adoctrinamiento es
riencia positiva), y en lo que no debe ser (ex- precisamente que la primera tiene ineludible-
periencia negativa). La corriente “idealista” de mente un componente ético” (Mèlich, 2002, 51).
la educación ha destacado el aspecto formal o No puede haber acción educativa si no tiene
cognitivo del valor en su pretensión de huida de como finalidad la consecución de objetivos
toda contaminación subjetivista o relativista del en sí mismos valiosos, éticamente asumibles
valor. Y en este afán por “salvar” el valor, éste por todos. Una educación que prescinda de
se pierde. La idea de justicia, solidaridad, tol- los valores, en la pretensión de ser “neutral” u
erancia, libertad, etc. dejan de ser sólo ideas y “objetiva”,además de ser imposible e indesea-
conceptos, y se convierten en valores cuando ble, es una contradicción en sus propios tér-
afectan, conmueven y trastocanal sujeto, cu- minos. Cada acción educativa se sostiene en
ando encuentran su “complicidad”, cuando es- función de que asume, implícitamente, que algo
tán atrapadas por la inevitable realidad histórica merece ser enseñado y aprendido. En cada ac-
que envuelve la vida de todo individuo (Ortega ción educativa se transmiten, inevitablemente,
y Mínguez, 2001). Sin la pasión por la idea o determinadas preferencias, actitudes y valores.
concepto, sin su irremediable condición histórica La ética no nos la podemos quitar de encima,
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forma parte de nuestro equipaje de humanos. sos, y nos llevan a metas también muy distintas,
Tampoco la acción educativa se puede sustraer y condicionan inevitablemente las estrategias de
a la “servidumbre” de la moral. “Educar es ya una actuación. Quizás la pregunta que nos debamos
tarea moral, refugiarse en la enseñanza de unos formular sea ésta: ¿qué ética o qué moral debe
contenidos meramente instructivos, al final, se estar presente en el discurso educativo? O más
ha mostrado como una pretensión ingenua. La concretamente: ¿qué ética o qué moral debe in-
decisión misma de transmitir unos contenidos spirar nuestra acción educativa, aquí y ahora?
u otros es ya una opción moral, en cuanto se La respuesta que demos a estas preguntas no
estima valiosa para contribuir a la “mejora” de es retórica, ni inocua o indiferente. El modelo o
los alumnos” (Bolívar, 1998, 48). Al afirmar la in- paradigma moral por el que optemos en nues-
evitabilidad de los valores en la acción educativa tra acción educativa nos lleva, necesariamente,
rechazo la posición de aquellos que sostienen a una determinada construcción de persona, y
que ya no es defendible la presencia de ningún también a una determinada manera de hacer-
criterio axiológico o normativo en la educación. nos presentes en la sociedad (Ortega, 2004).
Si esto fuese así, a la educación, como afirman Todo discurso educativo viene “de algún sitio” y
Gil y Jover (2008), sólo le cabría desvanecerse va “hacia algún lugar”, se plasma en unos mo-
en una especie de relación difusa en la que dos concretos de responder a los retos actuales
nadie busca nada de nadie, en un mercadillo del ser humano. Y todas las éticas no hablan el
donde cada cual escoge lo que se le antoja en mismo lenguaje, ni tienen el mismo contenido y
función de unas modas que se saben pasajeras. tampoco los mismos propósitos. En este trabajo
Y concluyen dichos autores: ”Sólo desde una se opta por una ética y una moral material (no
actitud hipócrita, o desde la comodidad del que formal), que encuentra en el sentimiento moral
escribe atrincherado en su despacho sin ningún de acogida del otro, en la compasión solidaria
compromiso de acción, puede mantenerse una el núcleo básico o soporte de la acción educa-
ausencia de criterios normativos que implicaría tiva. No es la ética idealista de raíz kantiana que
tener que aceptar que la miseria y la sumisión pretende justificar e impulsar el comportamiento
valen lo mismo que la calidad de vida y la lib- moral de los individuos desde la obligatoriedad
ertad, aduciendo, quizás, que esos conceptos de unos principios universales y abstractos,
reflejan los valores occidentales y por lo tanto ajenos a todo contexto y a toda consideración
no se puede demostrar su validez general” (Gil subjetiva o particular de un individuo, a toda
y Jover, 2008, 237-238). afección o sentimiento que pueda poner en ries-
go la objetividad y universalidad de esos prin-
El discurso pedagógico, por otra parte, no cipios (Ortega, 2006).
tiene como función principal “describir y explicar”
un estado de cosas, sino prescribir actuaciones Es en los filósofos de la Escuela de Frank-
que cambien situaciones, en algún sentido ética- furt (Horkheimer y Adorno) y en Levinas donde
mente no deseables, o contribuyan a una mejora encontramos una propuesta clara de una moral
de la situación actual. Es decir, el discurso ped- material que tiene como contenido las experi-
agógico, por naturaleza, está volcado a la ac- encias reales de la vida de los seres humanos
ción, y a la acción ética; es, en su misma raíz, un en las circunstancias en que les ha tocado; cir-
discurso práctico y ético. Por ello, cuando habla- cunstancias que, para Horkheimer y Adorno, es-
mos del carácter ético de la educación nos refer- tán inexorablemente vinculadas a la experiencia
imos a la praxis, no sólo a un discurso encerrado límite del Holocausto. De una lectura somera
en la pura reflexión o ejercicio intelectual. de estos autores se desprende que la moral
Pero los presupuestos éticos son muy diver- es: a) resistencia al mal; b) compasión ante el
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sufrimiento del otro; c) compromiso con la jus- ación de la razón conduciría a un decisionismo
ticia; d) memoria de las víctimas. “No cabe la entregado a los mecanismos de dominación.
vida justa en la vida falsa” (Adorno, 2004, 44). Cuando compadecemos, cuando noshacemos
Con estas duras palabras denuncia Adorno la cargo del otro, nos mueve no una razón ab-
hipocresía de una sociedad que pretende al- stracta de la dignidad de la naturaleza humana,
canzar un nivel de vida humana, moralmente sino un sentimiento “cargado de razón”, que in-
digna, en complicidad con las estructuras de tentar justificarlo con argumentos desde la moral
dominación que ahogan la libertad y la posibi- idealista, constituiría un sarcasmo para todos
lidad misma de vivir. La resistencia a lo que “no aquellos ultrajados a quienes se les ha negado
debe ser” no es sólo resistencia al sufrimiento la dignidad. ¿Por qué tienen que justificar los ex-
histórico de los inocentes, sino a toda forma de plotados su derecho a ser tratados como per-
explotación y humillación que ha hecho de la Il- sonas? Más bien son quienes explotan los que
ustración un sistema totalitario como ningún otro deben argumentar o dar explicaciones de sus
sistema (Horkheimer y Adorno, 1994). La obra conductas contra los derechos de los otros. No
Dialéctica negativa (Adorno, 1975) es una dura es el sentimiento moral, sino la realidad inmoral
crítica al discurso moral idealista que más que la que necesita una fundamentación “racional”
ofrecer una base para la construcción de una (Horkheimer, 2002).
sociedad justa es, por el contrario, su producto
y cumple una función legitimadora de la misma. Desde hace años propugno (Ortega, 2004)
Desvelar el mal histórico, resistir a la dominación un discurso educativo que se plasme en una ac-
sobre los más débiles es una función inherente titud compasiva y en una respuesta de acogida
a la moral, es su razón de ser; resistir la propa- a la personaconcreta del otro, cuyo soporte ya
ganda de ocultación que impide el conocimiento no es la moral “idealista” de la ética discursiva
de los sufrimientos que provoca, es una tarea que contempla individuos abstractos e intempo-
inaplazable de una moral que tiene como meta rales, sino la ética de la alteridad y de la hospi-
el “que la injusticia no tenga la última palabra” talidad, la “ética del rostro, del huérfano y de la
(Horkheimer, 2000). viuda”, en expresión feliz de E. Levinas; la ética
de la com-pasión, es decir, la ética delhacerse
Cuando decimos que la educación es insep- cargo del otro (Levinas, 1991). Este enfoque de
arable del sentimiento moral no defiendo ningún la ética y de la moral conlleva la “deconstruc-
tipo de irracionalismo moral. En otro lugar (Orte- ción” del sujeto moderno y la construcción de
ga, 2006) he defendido que la respuesta moral una subjetividad que no se defina como relación
en el ser humano no es una reacción emotiva del yo consigo mismo, sino como relación con
ciega a la razón. No es una respuesta ajena a el otro, como respuesta al otro y del otro inter-
la racionalidad. Sostengo que “en el origen de pelante, hasta el punto de llegar a una “descen-
esta moral no está la razón, sino el sentimiento, tración radical del punto de vista posesivo de
el “pathos”, el anhelo de justicia que ponga fin “mis” derechos o “nuestros” derechos y su sus-
al sufrimiento de los excluidos de la felicidad a titución por la perspectiva de los derechos de
la que tienen derecho; está la urgencia de soli- “los otros” (Bello, 2004, 105). En esta ética el su-
daridad con los miserables. En esta moral no es jeto sólo llega a ser sujeto moral en la medida en
la razón la que nos inclina a obrar según el de- que su identidad se rompe y se transforma, se
ber, pero tampoco es un sentimiento irracional. quiebra por la presencia del otro (Mèlich, 2001).
Es una afección en la conciencia por el recono- En este acto de descentramiento del propio yo,
cimiento de los otros en sus circunstancias con- el sujeto se hace responsable del otro, es decir,
cretas” (Ortega, 2006, 513). Suprimir la medi- sujeto moral. Nos constituimos en sujetos mo-
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es inseparable de las condiciones de vida de a la realidad de cada sujeto concreto implica in-
cualquier individuo que reclama ser acogido en corporar un nuevo lenguaje y unos nuevos con-
toda su realidad. La educación es y se define tenidos en la acción educativa. Significa tomarse
como una acción política. Es esencialmente una en serio la inevitable condición histórica del ser
acción política. La institución escolar no puede humano. H. Arendt (1996, 208), a la hora de
ni debe vivir de espaldas a la realidad de su en- decirnos algo “nuevo” y también “antiguo” sobre
torno. Por el contrario, debe procurar que los es- la educación, nos ha dejado estas palabras: “La
tudiantes adquieran las competencias básicas educación es el punto en el que decidimos si
para un discurso público que se traduzca en: amamos al mundo lo bastante como para asum-
“el ejercicio de juicios decisivos sobre asuntos ir una responsabilidad por él y así salvarlo de
públicos; el interés por el bien público; el desar- la ruina que, de no ser por la renovación, de no
rollo moral para conocer y hacer lo justo en las ser por la llegada de los nuevos y los jóvenes,
situaciones conflictivas de la vida social y la dis- sería inevitable”. Sólo una pedagogía del “aquí y
posición para el servicio a la comunidad” (Es- del ahora”, alejada de todo idealismo, es capaz
cámez, 2003, 207). Ello supone oponerse a la de encontrarse con el ser humano concreto que
“cultura del yo” en la que está instalado el hom- demanda, desde su vulnerabilidad, una respu-
bre moderno y revalorizar la esfera pública como esta moral, es decir, responsable. Sólo una ped-
ámbito de realización personal; desenmascarar agogía del amor es capaz de hacerse cargo del
el narcisismo omnipresente de nuestra sociedad otro. Sin amar es imposible educar.
que busca en la vida “privada e íntima” la fuente
de la felicidad, sin referentes externos y con- Dirección del autor: Pedro Ortega Ruiz. C/ Torre
vivenciales; exige un gran esfuerzo para enfren- Alvarez, 5, Escalera 4ª, 3º B.
tarse a la “suspensión del mundo público” como C.P. 30.007
forma normal de vida. Murcia. E-mail: portega@um.es
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