Está en la página 1de 12

2023

Más allá del Arte


La definición ética en las Artes Visual

Juan MAnuel Báez PAdilla


jm.baezpadilla@ugto.mx
Instagram: @munaa_belze
Celular: 473 106 1644
1

Más allá del Arte


¿Para quién es el castigo? Si el fuego prometeico hubiera sido
considerado algo monstruoso seguramente la humanidad
seguiría en la penumbra, pero el castigo fue dado a Prometeo
y se le pusieron cadenas cuando era ya inútil, porque la
libertad ya se había echado al aire.

Munaa Belze: Todos queremos ser Zaratustra (2021: 4)

Resumen
La reestructuración conceptual en el Arte contemporáneo trajo consigo una
serie de problemáticas que son producto de varios siglos, desde la obra
como objeto de culto hasta el corporativismo generado a partir de los nuevos
modelos económicos con políticas cada vez más agresivas para el factor
humano. Las masas cumplen un papel fundamental a la hora de fundamentar
la contemporaneidad en un sinfín de parámetros y estándares muchas veces
indefinibles, sin embargo, existentes. Enfrentar la realidad de la estructura
del Arte en su contexto social es de vital prioridad para poder definir dichos
estándares que delimitan consecuentemente el comportamiento de los
artistas con el medio y con su propio profesionalismo, cuestionando la
validez que puede llegar a tener la justificación conceptual congruentemente
con las acciones que se realizan en una especie de moralismo ideológico y
propagandístico. ¿Cualquier práctica que se haga en nombre del Arte puede
ser justificada?

Palabras clave
Ideología.
Crítica.
Cultura de masas.
Valoración.
2

Introducción
En la integración artística del siglo XXI existen cuestionamientos acerca de
lo que es el Arte Contemporáneo y su estructura formal. Dicha integración
se encuentra muchas veces en la práctica de la labor social e incluso
humanitaria del Arte, constantemente contradictoria a los discursos
impositivos que puede llegar a plantear un artista. ¿Quién valida estas
prácticas? ¿Quién les ha dado ese derecho? En la práctica social no puede
decidirse un planteamiento teórico como una especie de determinismo
religioso, muchas veces englobado en la razón y su despliegue lógico,
porque eso logra únicamente el desplazamiento de minorías categorizadas y
marginadas, que, si bien aportan al discurso de lo diferente, se agotan a sí
mismas en el respeto, afluente de la llamada “libertad” de expresión. No
puede existir una diferencia en un todo homogéneo (uno).
El deber ser, que se suma a la nueva ética de lo artístico, su sobre-
categorización, no es más que la misma fuente de renovación simbólica de
la imagen, sin una verdadera renovación artística, y si Hegel (siglo XVIII)
se atrevió a plantear el fin del arte, es porque han existido motivos para
cuestionar su movilización y enfoque. El arte está condenado a desaparecer,
al menos en su propia motivación práctica y su constante preocupación llena
de presunciones sobre sí mismo. Lo que parece su finalidad estética de
liberación, es en realidad su propia cadena.
Danto (1964) hablaba de la supuesta democratización de la obra, del objeto
artístico, pero cuando se plantea al artista como principal ejecutante del
objeto e incluso del pensamiento, se echa a cuestas una responsabilidad;
tiene un nombre para recordarse y es dicho nombre lo que forma a la obra
como valor de pertenencia que invalida por completo esa democracia.
Dichas obras se presentan en su mayoría al público (en cuanto a museos y
galerías se refiere), pero es hecho de burla y se muestran casi
peyorativamente a las masas como un producto de determinado consumo.
Todas estas prácticas indican que no hay un Arte que reconocer, solo existe
la figura del artista y un puñado de objetos sin valor social, aunque de
política rebosan, y vanaglorian esa figura heroica despojada de una
motivación personal: el artista contemporáneo.
3

Lo cierto es que las diversas prácticas que en la actualidad se


condensan en una serie de interrogantes sobre el devenir artístico, necesitan
una reevaluación completa, pues se fundamentan en una proposición del
Arte que si bien puede seguir siendo funcional -solo para algunas cuantas
personas- ya no es aplicable a los nuevos medios y contextos tanto sociales
como técnicos. Sale a flote la principal problemática, el artista que está
sobre un pedestal, produciendo arte como una forma más de expresión
humana, pero no como la única ni la más importante. Reevaluar la función
ética que delimita a las prácticas artísticas es imperativo para las crisis
actuales, principalmente para dejar de pensar las disciplinas artísticas como
entidades divinas e incuestionables. No es definir al Arte, sino definir al
artista. ¿Cuál es la responsabilidad que trae consigo la libre práctica de
creación?
Ética para artistas… por los artistas
En toda época existen aquellos que quieren ser anunciadores del cambio, la
novedad, la vanguardia, abogando por una ley que resuelva los problemas
del mundo, pero hay que considerar que no puede existir tal cosa que pueda
ser llamada una regla universal o absoluta pues incluso la muerte,
considerada como algo en común e inevitable para todos, sigue teniendo
diferentes percepciones, al punto de que el cuerpo en descomposición puede
ser negado y refutado por un factor tan simple como la perspectiva religiosa.
Los problemas no se pueden generalizar bajo una sola perspectiva. Intentar
dirigir todos los esfuerzos posibles a instaurar una especie de orden
hegemónico, de carácter tanto práctico como idealista puede parecer una
solución, pero su debilidad estructural está en la suposición ética de que
existe un común a todos: que puede ser la ley en algunos casos o la
percepción de libertad, ambas situadas en una valoración moral.
La realidad comprendida en sociedad tiene su propia medida, por un lado,
en el terreno de lo irracional, como la principal fuente de horror para el
sujeto contemporáneo; por otro lado, aquello a lo que se le puede llamar
“pensamiento”, signo distintivo de lo humano, no está exento de encontrarse
en otras especies. Es por esta misma razón que resulta imposible querer
calzar un tipo de máxima universal, encarnada muchas veces como una
4

especie de superioridad moral, porque hasta aquella postura que niega la


moral (Nietzsche, 1886) desde el planteamiento relativista de una naturaleza
irracional sigue jactándose de una postura correcta -la personal-. Ahí se
encuentra una particularidad pues la acción que se postula como solución
también puede llegar a tener como finalidad real el convencimiento y
adoctrinamiento, señalando fallas o presumiendo aciertos, pero no para
realmente integrarse en una causa social. Bajo todos estos parámetros es que
se construye gran parte de la realidad artística contemporánea, por demás
plagada del contexto económico, cuyas reglas ya no están dominadas por
supuestos “profetas” teóricos o “artistas consumados”, sino por aquellos que
poseen a las instituciones del arte (desde el nivel empresarial hasta la
coordinación museográfica), medios para la vida digna, porque no hay que
olvidar que el acto de creación también responde a una necesidad humana.
Hablando de la postura de los artistas respecto a su realidad, primeramente,
hay que tomar la responsabilidad en el hecho de que todo se acopla a sus
propias posibilidades y no a las que debería tener, aquí la práctica llega
como consecuencia mas no como cambio. De esta forma, todas aquellas
manifestaciones artísticas que generan conflictos en la estructura
institucional y sus autoridades, así se rechacen, se les margine -como
socialmente se le rechaza a los que no entienden dicha estructura-, nunca
van a dejar de formar parte de ese contexto. Lo que la institución pelea en
ese sentido no es -aunque lo parezca- la preservación de la práctica artística
como incentivo social, más bien, hace lo posible por determinar lo que está
fuera del discurso. ¿Para qué? Cuando “todo vale” es necesario incluir y/o
exterminar para que se cumpla la condición de un todo -así funciona la
cultura de masas-: “…cualquier concepto ideológico de apariencia o alcance
universal puede ser hegemonizado por un contenido específico que acaba
"ocupando" esa universalidad y sosteniendo su eficacia” (Zizek, 2003, p.
14). Ejemplo claro de esto es la diversidad expresiva del discurso artístico,
que se sostiene en la falta de una crítica abierta a cualquier tipo de diálogo
que excluya contradicciones -porque según sus reglas se debe sustentar o
justificar por sí misma y nunca por otros medios-, pero, que estigmatiza el
estudio teórico o trabajo de campo que muestre otro tipo de panorama,
5

porque es en la crítica valorativa del objeto -ya no considerado obra- donde


puede darse una contradicción.
Todo lo que contenga en su nombre o en su planteamiento la palabra “Arte”
y sus derivados seguirá siendo parte de ese sistema, porque hasta lo que
lleva como sobrenombre el “anti” afirma la existencia de su contrario y es
incluso una excusa para ejercer la autoridad criticada, sin embargo,
anhelada. Esa cuestión reformativa no debería formularse desde la
problemática de la deserción o de sus categorías, porque estas ya son sus
consecuencias estructurales, y como en todo, la fuente de todo problema que
no se puede resolver internamente está afuera de su burbuja, en este caso,
fuera de lo que comúnmente se llama “Arte contemporáneo”. La ética
valorativa que se adopta como medicina, en el intento de mantener viva una
forma pura del concepto “Arte”, sustentada en la vasta colección de teorías
estéticas, en la obsesión por demostrar un punto, es inviable cuando la
aplicación real se muestra de frente. Esas parcialidades han hecho ya
suficiente para hacer visible el terreno estéril. Lo que vive en negación de su
realidad, en aislamiento, está condenado a desaparecer. La formulación
museográfica, por ejemplo, que intenta acercarse a las masas, como una
estructura de planteamiento democrático para salir de la burbuja, sin
embargo, consigue un efecto de discriminación y estigma, cuando su
discurso se basa en una condescendencia al objeto artístico ejerciendo ese
“todo vale” y de igual forma se motiva en la autoridad ejercida desde las
practicas positivistas, donde la razón dominante es vista como la única razón
práctica (pensamiento categorizado y logos). Esta razón dominante no
implica forzosamente una ética formal, porque ni siquiera se pone en duda
el valor simbólico del objeto artístico ni el valor humanista necesario para
reconocer esa democracia. Incluso, puede llegar a hacer uso práctico de la
moral y aun así no ser ético.
Con la llegada de nuevas formas de expresión surgen problemas como lo
son la saturación de la imagen o la redefinición de los medios expresivos.
Esta constante diferenciación es un enfrentamiento entre lo nuevo y lo viejo,
entre lo igual y lo diferente; como sea, la realidad de los planteamientos
sobre el progreso es muchos más agresiva de lo que parece pues la crisis que
6

se ha generado en torno a la formación de una individualidad, a la nula


identidad que se puede atribuir a cualquier cosa o que cualquier persona
sufre es consecuencia directa del estándar del progreso. En la búsqueda de
ese perfeccionamiento también llega un miedo a lo diferente donde la
percepción que originalmente busca la diferencia como medio de
investigación del entorno se ve superada por la forzosa idea de controlar
para llegar a una forma ideal, adosada a la constante necesidad de pertenecer
a un grupo homogéneo. ¿Hay que tener miedo a los nuevos medios? Tener
miedo a lo nuevo es repetir el estigma de la idealización. El ejemplo está en
las tecnologías digitales que al pretender ser democráticas pueden ser objeto
del control mediático, se perciben como peligrosas y aun así no dejan de ser
al mismo tiempo otra posibilidad de emancipación, la diferencia está en el
hecho de ser parte de un estándar o no, curiosamente, entendiendo que el
estándar utiliza la pertenencia y las crisis de individualidad a su favor. De
aquí también se sustentan valoraciones estéticas. La belleza, al final, es una
constante al igual que sucede con los medios tradicionales, solo una manera
de formalizar el objeto de consumo: “Lo bello digital proscribe toda
negatividad de lo no idéntico. Solo tolera diferencias consumibles y
aprovechables. La alteridad deja paso a la diversidad” (Han, 2015, p. 22).
Concluyentemente, esa imagen que se sustenta en lo consumible no tiene
una capacidad real para sostenerse por sí misma, pues solo existe en cuanto
a su modelo de consumo, fuera de eso no hay más; es por eso que, a la par
que surgen expresiones análogas surgen también expresiones “novedosas”,
pero no porque se encuentren en la repetición o una supuesta interpretación
nueva quiere decir que no sean la misma imagen, así es que, al plantearse
en cualquiera de esos dos caminos, únicamente abonan a la percepción de
una imagen estática, cuyo consumo ya se ha determinado desde antes de que
siquiera se haya pensado su existencia.
La motivación de la imagen está en su posibilidad de lenguaje, sus
categorías (conceptos, retórica, poéticas) son una manera de utilizarlo; sin
embargo, la naturaleza ambigua de la realidad como interpretación no
podría permitirse unilateralidades, así como tampoco aseveraciones
apresuradas, pues como agentes caóticos igualmente requieren cierta
estructura para evitar todo tipo de individualismos. Todo despliegue que
7

aprovecha dicha imagen como posibilidad está dentro de una valoración


ética, entender que puede caer en el adoctrinamiento es esencial.
Aprovecharse a su vez de las diferencias subjetivas, de las moralidades que
giran alrededor del discurso conceptual del Arte es, por otra parte, fuente de
propuestas oportunistas o demagógicas. Hay que ser cuidadosos a la hora de
querer forzar la democracia artística.
La corriente que fluye en la represa
Proponiendo un ejemplo histórico que dio inicio a las vanguardias del siglo
XX: el hecho de deslindarse de la cuestión mimética respondía a una
necesidad contextual que estaba en busca de algo más que formalidades, si
bien no técnicas al menos teóricas; naturalmente, con la aparición de una
nueva moda (fotografía y máquinas) aparecieron minorías, que, al sentirse
desplazadas por el relevo situacional de poderío cultural, intentaron abrirse
camino por una oportunidad de existencia, llevando como estandarte una
motivación destitutiva, desorganizadora, actitud que denotaba, más allá de
un desarrollo real de los elementos formales de representación, una
percepción de progreso y superioridad.
En cuanto a la práctica social se refiere, esta estará determinada por una
composición cultural completa, no solamente en el estrato ideológico sino
en todas sus capas, y cada una de dichas capas será factor crítico en los
ámbitos de la formulación tanto teórica como técnica; es decir, que, por cada
problemática o énfasis que involucre a la cultura en cualquiera de sus
niveles y clases habrá una respuesta creada a partir de sí misma, tanto como
modelo tradicional, así como modelo transgresor. Esto permite que la
estructura se adapte a su propia capacidad autorregulada, cosa que no se
cumple si sus elementos se ven forzados a responder a terceros, como bien
se pueden representar por las políticas económicas, de mercado y de
satisfacción de las masas. Desde estas formulaciones habría que
preguntarse: ¿Acercarse a un público? O ¿Esperar a que el público se
acerque?
La propia idea del rechazo es consecuencia de su contexto, claro está, lo que
existe por naturaleza diferente de lo otro siempre estará condicionado a no
8

formar parte de algo. Problematizando esta idea en la aplicación


contemporánea, existe el enfoque de que todo puede ser aceptado, tanto
como en el rigor del discurso tampoco se puede aceptar cualquier cosa.
Estas contradicciones expresadas provienen del planteamiento hegemónico,
de la unificación conceptual del Arte, definido incansablemente como
actividad humanista. Las acciones son solo causa de una formalidad mayor,
lo que se critica, tanto en pro del servicio político como del gusto personal o
la autorrealización, no pueden llegar a una emancipación real si se siguen
cuestionando desde un planteamiento teórico disfuncional. Esto quiere decir
que, la supuesta respuesta de libertad no se ha dado a la tarea de indagar
sobre quien mueve los hilos o quien los fabrica, dando paso a la
subordinación de influencias externas o, en su defecto, darse cuenta de la
realidad institucional del Arte y actuar como si nada estuviera pasando.
Aceptar en este sentido que no hay una verdadera fluidez discursiva permite
entender por qué su desarrollo se percibe como algo inmóvil o cíclico.
Repetir es algo inevitable, por revolucionario que pueda parecer el
panorama, no es más que un puñado de remolinos atrapados en su forcejeo
por parecer más fuertes o reales y el hecho de que la crítica pierda su
relevancia impide el desarrollo de soluciones, demeritando así la crisis
humanista de emancipación del sujeto contemporáneo, más bien, reduciendo
la práctica artística a ser un mero objeto de propaganda ideológica
inmiscuida completamente en las políticas neoliberales. El hecho de que no
exista discrepancia o contradicción solo permite la instauración de
fascismos que se alejan de su supuesta libertad de expresión: “Cuando se
proclama que el arte de un país debe ceñirse a un estilo particular (que es,
siempre, algún estilo del pasado) o a un contenido particular (sea heroico,
moral o eugenésico), el artista queda inmediatamente inhibido y el arte
desaparece.” (Read, 1963, p.114)
El nuevo panorama (paradigmas encontrados)
Entender los nuevos medios o los viejos medios no es tan importante para
definir soluciones, sino que solo dejan en claro que el papel del artista no es
cambiar paradigmas, pues si se piensa en una serie de movimientos y
momentos históricos, dichos cambios se relacionan más a un síntoma
9

cultural, en todas sus esferas. De manera natural, el verdadero papel artístico


(que no siempre se adopta por el artista) es en este sentido el de ser un
agente de formalización del ya mencionado paradigma, pero no ser el
paradigma en sí mismo, aunque en su propia esfera -la del arte- lo parezca.
Los nuevos paradigmas responden a la especulación, desde que la práctica
de representación dejó de ser la regla por excelencia. Especulación que
responde a una valoración inseparable de la ética (axiología y moral). El arte
no existe por sí mismo, ni para sí mismo; por lo tanto, siempre estará
condicionado por agentes externos, contextuales y no es el arte como
debería ser sino el que es, porque en sus diferentes formas de divergencia y
de oposición a sí mismo hay detonantes que lo encaminan a ser como es. No
responde a la novedad sino al hecho de que la creación surge de su propia
necesidad sin esperar una autenticidad real pues no existe tal cosa, lo nuevo
en este sentido no es sino la repetición bajo nuevos estándares, imaginativos
y reales, pero no necesariamente revolucionarios. Lo revolucionario bajo
valoraciones proféticas, emergentes, solo es una forma más de la novedad
por la novedad y es por defecto acción aprovechable para las políticas
neoliberales. Si se quisiera buscar una forma nueva de la aplicación artística,
aunque seguirá siendo parte del castigo cultural o en su defecto del
aprovechamiento, no para separarse o para integrarse; debería reformularse
su categorización, en una forma optimista de expandir su panorama, puesto
que las masas, más allá de tener una función “estandarizada” de
comportamiento y establecimiento de cánones, también pueden llegar a ser
instrumento para generar nuevos conocimientos y por su parte, generar otras
formas de emancipación social.
Practicar el ejercicio de creación artística implica por su parte muchas reglas
que no están escritas ni reguladas por nada -para eso se necesita la hipotética
crítica de arte-, pero que, finalmente, son parte de una responsabilidad
mayor que no se muestra hasta no ver más allá de lo que, desde su origen, se
ha seguido llamando “Arte”, y que se ha manipulado a favor de unos
cuantos, por conveniencias meritorias, de clase o de trascendencia política.
El hecho de buscar la justificación del Arte en sus propias prácticas sin un
discurso contextualizado es producto de creer en un ejercicio técnico que
10

responde a subjetivismos. El ser un fin en sí mismo. Si no se ha superado el


fantasma del papel misticista del Arte al mitificar al artista, quiere decir que
no se tiene plena conciencia de la importancia que tiene socialmente,
entendiendo que ser una forma de expresión importante no implica que
tenga validez automática, más bien, quiere decir que tiene la misma
relevancia social que cualquier otra actividad que aporta algo a la
dignificación humana:
¿Qué hacer con esa responsabilidad?

Bibliografía
Benjamin, W., (2003), La obra de arte en la época de su reproductibilidad
técnica, 1ª edición: Editorial Ítaca.
Brea, J. L., (2010), Las tres eras de la imagen: imagen-materia, film, e-
imagen, Akal ediciones.
Camnitzer, L., (2019), Manual anarquista para la preparación artística
(ponencia), Memoria Congreso Bellas Artes: La educación artística para el
Perú y Latinoamérica.
https://repositorio.ensabap.edu.pe/bitstream/handle/20.500.14157/21/Luis
%20Camnitzer.pdf?sequence=1&isAllowed=y
Danto, A., (1964), El mundo del Arte.
Danto, A., (1999), Después del fin del Arte: El arte contemporáneo y el
linde de la historia, Editorial Paidós Transiciones.
Foster, H., (2001), El retorno de lo real: La vanguardia a finales de siglo,
Akal ediciones.
Medina, C., (2010), contemporáneo: Once tesis, Revista de Artes visuales, p.
72-76.
11

Nietzsche, F., (1886), Más allá del bien y del mal, editorial Edimat.
Sontag, S., (1966), Contra la interpretación y otros ensayos, Estados Unidos:
Picador.
Read, H., (1963), Al diablo con la cultura, 1ª edición, Buenos Aires: Ediciones
Terramar.
Thompson, J. B., (1990), Ideología y cultura moderna: Teoría crítica social
en la era de la comunicación de masas, 1ª reimpresión de la 2ª edición,
División de Ciencias y Humanidades de UAM-Xochimilco.
Valdivia, B., (2013), Ontología y vanguardias: Orígenes de la estética de la
fragmentación, Editorial Calygramma.

También podría gustarte