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LAS AMONEDACIONES HISPANAS EN LA ANTIGÜEDAD

Francisca Chaves Tristán


Universidad de Sevilla

Resumen
El presente trabajo plantea un recorrido por las características básicas y la historia de las producciones
monetales antiguas en territorio peninsular desde las primeras emisiones emporitanas al final de las acuña-
ciones provinciales hispanorromanas. Se expone además una llamada de atención acerca de ciertos temas
problemáticos, ofreciendo asimismo un comentario sobre los trabajos que se realizan en la actualidad
siguiendo los últimos avances de la investigación en la Numismática antigua de Hispania, al tiempo que
se plantean nuevas líneas de estudio y se efectúa un balance del camino recorrido por la Historiografía
respecto a la cuestión.

Palabras clave
Moneda hispánica, cecas locales, Numismática, acuñaciones hispanorromanas, tipos monetarios anti-
guos.

Abstract
The present work is a study on the basic characteristics and on the History of the ancient coinage pro-
duction in Spain’s territory. The paper studies from emporitan coinages to the end of provincial mints in
Spain. Also, it offers a general evaluation of the development or recent research in ancient Numismatic,
trying to open new researching fields for future. A general reflection on the main topics of Historiography
on the subject is also done among those pages.

Keywords
Hispanic Coinage, Indigenous Coinage, Numismatic, Hispanorroman Mints, Ancient Numismatic Types.
HISPANIÆ. LAS PROVINCIAS HISPANAS EN EL MUNDO ROMANO

Hacia el conocimiento de las monedas de su obra Diálogos de medallas, inscripciones y otras an-
tigüedades, evidencia no solo una incipiente aunque se-
Se ha repetido en numerosas ocasiones el puesto ria aproximación a nuestras amonedaciones, sino que
privilegiado que ocuparon las monedas en el interés de refleja los conceptos entonces imperantes, marcando la
los estudiosos que, al menos desde inicios del siglo xvi, idea de la primacía de las monedas sobre otras fuentes:
fijaban su atención en el conocimiento de la Antigüe- de los once diálogos que incluye en su obra, ocho ver-
dad Clásica. Se iniciaría desde entonces un proceso en san sobre monedas.
cierto modo circular: los eruditos necesitaban el mate- Pero sería en el siglo xviii cuando se produjera un
rial para estudiarlo, con lo que fueron impulsando la avance notable en el conocimiento de las monedas de
formación de colecciones y, a su vez, éstas necesitaban la península Ibérica. Con pocos años de diferencia se
quienes estuvieran capacitados para organizarlas, me- publicarían las obras de Velázquez (Velázquez 1752) y
jorarlas y, en definitiva, entenderlas. del padre Enrique Flórez (Flórez 1757-1758, 1773).
Desde los primeros momentos, las monedas roma- Obra señera por su estudio de los alfabetos no latinos
nas ocuparon, por razones obvias –relativa abundancia, el primero, punto de referencia durante largo tiempo
facilidad de lectura, variedad de tipos muchos de los el segundo, que se ocuparía de las inscripciones mone-
cuales resultaban ya familiares por otras fuentes, etc.–, el tales en lengua latina (fig. 1).
primer puesto en la atención de coleccionistas y erudi-
tos, siguiendo más adelante el interés por las emisiones
procedentes de las ciudades griegas. Pero, poco a poco,
entrarían en el juego series monetales que, aun guar-
dando cierta relación, no se englobaban directamente
en estos campos. Las monedas producidas en suelo de la
península Ibérica serían uno de los conjuntos que sus-
citarían interés, primero solo a nivel local, pero luego
atraerían también la atención de estudiosos foráneos.

Los temas

La confección de catálogos donde se recogieran las


monedas dispuestas de forma que cualquier persona in- Fig. 1. Medallas de las colonias, municipios y pueblos antiguos de
teresada pudiera localizar los ejemplares que viniesen a España, E. Flórez, Madrid, 1757.
sus manos, resultó el primer y primordial paso desde
el momento en que se prestó atención a esta materia. Una figura de relevante interés durante el siglo xix
Aparte de ello, en el caso de la península Ibérica hubo sería D. Antonio Delgado (figs. 2 y 3), Anticuario de
también dos temas que quizá fueron los que desperta-
ron más interés y en algunas ocasiones constituyeron
objeto, tanto de los mayores aciertos, como de los más
enconados e inútiles debates. Los alfabetos no latinos
derramaron mucha tinta y los estudios en torno a ellos
oscilaron desde la encomiable y aún en parte vigente
obra de Velázquez, hasta las ridículas insistencias del
cura de Escalonilla recogidas en la fértil corresponden-
cia que hoy conserva la Real Academia de la Historia
(Chaves 1999, 219). El otro tema, al que se deben tanto
logros y aciertos como grandes errores, fue la pretendida
localización de cecas sin contar para ello con apoyos de
suficiente rigor histórico ni arqueológico, propuestas a
veces vanas, inventadas por el mero hecho de engrande-
cer el lugar de origen del erudito local (Mora 2004).

Los estudiosos

La figura de Antonio Agustín, arzobispo de Tarra-


gona, se ha venido considerando como el iniciador del
estudio de las monedas antiguas producidas en nuestro Fig. 2. Retrato de D. Antonio Delgado (1805-1879), Anticua-
país durante la Antigüedad. La publicación, en 1587, rio de la Real Academia de la Historia, 1848-1879.

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blicado en el Memorial Hispánico Español en Barcelona,


en 1878 y 1880, sino que sus planteamientos a partir
de los entonces recién hallados tesoros de Mazarrón
(1861) y Cheste (1864), dieron pie a que se reconociera
como amonedación producida en suelo de la península
Ibérica la que los cartagineses emitieron en ella durante
la Segunda Guerra Púnica, series que hasta entonces se
habían tenido como norteafricanas.
La figura clave de la primera mitad del siglo xx fue
sin duda D. Antonio Vives, a quien se le debe un de-
purado catálogo –La Moneda Hispánica (Vives 1926)–
que aún hoy sigue siendo punto de referencia por haber
desechado piezas inventadas o falsas y presentar una re-
novada seriación de la moneda hispana que, desde hace
unos años y poco a poco, se va revisando a través de
minuciosas monografías sobre las cecas peninsulares.
Tras una etapa gris, en los años cincuenta del pasado
siglo, comenzaría a renacer la Numismática en la uni-
versidad estimulada por los profesores Mateu y Llopis,
Navascués y Beltrán Martínez. Pero sería a partir de
los años setenta cuando las corrientes de investigación
europeas, en buena parte por impulso y de la mano
de L. Villaronga (Villaronga 1994, 2004), actualizasen
estos estudios, cristalizando así una nueva generación
de investigadores como se observa en la bibliografía
adjunta, al final del capítulo.

Las colecciones

Fig. 3. Tomo I del Nuevo Método... de D. Antonio Delgado, El trabajo de los eruditos y estudiosos mencionados
Sevilla, 1871. no hubiera sido posible sin contar con las monedas
mismas. Por ello es preciso resaltar el papel que desem-
la Real Academia de la Historia de 1848 a 1867, desde peñaron –y desempeñan– para este fin las principales
cuya entidad realizó una encomiable labor rescatando grandes colecciones hispanas, máxime cuando, en la
algún tesoro –como La Oliva– y protegiendo la ad- actualidad, quién se interese por el estudio de la amo-
quisición de monedas, además de redactar con la fértil nedación peninsular antigua deberá necesariamente
colaboración de otros estudiosos de la Numismática contar con sus ejemplares.
hispana –Collantes, Mateos Gago, Rodríguez de Ber- La colección más notable es la que hoy se guarda
langa, etc.– una obra que rompía con las tendencias del en el Museo Arqueológico Nacional (Alfaro 1999,
mero catálogo tratando de situar las amonedaciones de 15-49) compuesta por más de 300.000 ejemplares, de
la península Ibérica en su contexto histórico relacio- los que una parte interesante fue emitida en suelo his-
nándolas con las fuentes epigráficas, arqueológicas y pano durante la Antigüedad (Navascués 1971) y, por
los textos escritos conocidos: Nuevo Método de clasifi- fortuna, recientemente se está publicando habiendo
cación de las medallas autónomas de España, publicada aparecido ya tres volúmenes dentro de la serie inter-
en Sevilla en 1871 (Mora Serrano 1997). nacional Sylloge Nummorum Graecorum (Alfaro 1994,
En este siglo el interés hacia las monedas acuñadas 2004; Arévalo 2005), estando ya otros en preparación.
en Hispania rebasaba las fronteras peninsulares y obras Su formación se inicia con Felipe V, fecha en que la
como la de A. Heiss (Heiss 1870) serían utilizadas du- colección del monarca se integró en el Gabinete de
rante mucho tiempo fuera de nuestras fronteras. Al Medallas de la Biblioteca Real en 1712, y tuvo un im-
mismo tiempo, se desenvolvería un inquieto y curioso portante punto de inflexión cuando, en 1836, pasaba
personaje, J. Zóbel de Zangroniz, ligado asimismo a a ser pública y no privada de la Casa Real. Después de
quienes se movían en la Real Academia de la Historia recorrer diversas sedes, en 1867 quedó integrada en el
donde se conserva una interesante documentación al recién fundado Museo Arqueológico Nacional como
respecto (Chaves 1999, 2005). Este autor no solo dejó uno de sus más importantes fondos. Paralelamente, la
un sugerente «Estudio histórico de la moneda antigua Real Academia de la Historia fue formando una exce-
española desde su origen hasta el Imperio romano», pu- lente colección que, por diversos avatares, tras un bri-

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HISPANIÆ. LAS PROVINCIAS HISPANAS EN EL MUNDO ROMANO

llante principio en 1751, supervisada por una serie de Cataluña, hábilmente gestionados, con ejemplares
anticuarios especialistas en Numismática (Manuscrito muy diversos, destacando los procedentes de la ac-
de Velázquez, fig. 4) entre los que se contaría en el tual zona catalana. Como muestra de las colecciones
que se reunieron en otra época y de la importancia
que llegaron a revestir y que aún mantienen al con-
seguirse que no se dispersaran, vale la pena aludir a
la colección de D. Francisco Mateos Gago (fig. 5),

Fig. 5. Retrato de D. Fran-


cisco Mateos Gago (1827-
1890), presbítero y coleccio-
nista afincado en Sevilla.

quién dejó en Sevilla más de 12.000 ejemplares entre


los que se encuentran numerosas piezas, algunas de
gran rareza, pertenecientes a monedas hispanas anti-
guas. El lote fue comprado por el ayuntamiento his-
palense, donde hoy se conserva (Fernández Chaves/
Chaves Tristán 2004) y se está tratando de actualizar
el antiguo catálogo de Collantes (fig. 6). La tenden-
cia a la publicación de los fondos de las institucio-
nes aumenta por fortuna aunque aún queda mucho
por hacer. Algunos ejemplos, entre otros, pueden ser
Fig. 4. Lámina conservada en la Real Academia de la Histo- el conjunto propiedad del ayuntamiento de Huesca
ria con dibujos de monedas de la Ulterior de L. J. Velázquez, (Domínguez Arranz et al. 1996), las monedas de la
autor del Ensayo sobre los alfabetos de letras desconocidas que se colección Gómez-Moreno del Museo Arqueológico
encuentran en las más antiguas medallas y monumentos de Espa- de Málaga (Mora Serrano 1994) o el Monetario de la
ña, Madrid, 1752.
Universidad de Sevilla (Chaves 1997).
Además de lo expuesto, en los últimos años se está
siglo xix D. Antonio Delgado (fig. 2), quedó rezagada llevando a cabo una importante labor de catalogación
y eclipsada por la del Museo Arqueológico Nacional. y recuperación para el investigador de la moneda his-
No obstante, la riquísima documentación que en ella pana dispersa en grandes colecciones y museos ubica-
se guarda y las aún numerosas monedas que conserva, dos fuera de nuestro país. Solo tres ejemplos bastarán
con presencia de ejemplares hispánicos antiguos (Al- para valorar su envergadura: British Museum (Pure-
magro 1999; Chaves 1999; Ripollès/Abascal 2000), la foy/Meadows 2002), Bibliothèque Nationale de Fran-
siguen presentando como fundamental en el estudio ce y la antigua colección Loring, hoy en el Royal Coin
de las cecas peninsulares. También en esta institución Cabinet de Estocolmo (Ripollès 2003, 2005).
se vienen publicando minuciosamente sus fondos, no
sólo la colección numismática, que cuenta ya con seis
volúmenes, sino la interesante documentación reunida Primeros contactos de la península Ibérica
desde los inicios de su funcionamiento. con las monedas
Una relación de las abundantes colecciones pri-
vadas y locales sería demasiado prolija. Aún en Ma- Como enseguida veremos, en el suelo peninsular y
drid se encuentran otras muy notables, como la del salvo varias notables excepciones, la producción de mo-
Instituto Valencia de D. Juan (Ruiz Trapero 2000), neda propia no se extendería hasta después de la Segun-
la del marqués de Cerralbo o la perteneciente a la da Guerra Púnica, en paralelo a la expansión de Roma.
Fábrica de Moneda y Timbre. Es también de justi- Solo ciertos hallazgos esporádicos y la presencia de esca-
cia mencionar el archivo y los conjuntos de mone- sos tesoros, representan un testimonio de la reducida y
das conservados en el Gabinete Numismático de casi esporádica circulación monetal de piezas foráneas,

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LAS AMONEDACIONES HISPANAS EN LA ANTIGÜEDAD

efecto, sería una colonia focense muy ligada a Massalia,


Emporion, la que produjera las más antiguas monedas
emitidas en suelo peninsular (Campo 1992). Los pasos
iniciales se nos presentan aún confusos en cuanto a fijar
unas fechas exactas, que hoy planteamos en torno a me-
diados del siglo v a.C., y a definir el patrón monetario
seguido (Campo, en HMHA, 20-24). De todos modos,
parece clara su relación con el ambiente de la plata fo-
cense y con Massalia, como se advierte en la presencia
de piezas que ahora se atribuyen a Emporion (Villaron-
ga 1995b), en el célebre tesoro de Auriol, donde la ma-
yoría de sus ejemplares proceden de la ceca massaliota.
Ya se encuentran en él unas menudas monedas fraccio-
narias de plata, con una cabeza de carnero como tipo
principal y punzón al reverso, que se acuñaron en la
mencionada ceca «catalana» (fig.7).
Estos pequeños valores fraccionarios, anepígrafos, es
decir, sin leyenda identificativa, y cuyos tipos predomi-
nantes se tomarían del variado acervo oriental (fig. 8),
darían paso años después a monedas donde ya se intro-
ducen las iniciales de la ceca, siempre en alfabeto grie-
go, inspirando ahora su tipología en la rica gama de las
emisiones griegas suritálicas y sicilianas, abandonando
los flanes globulares y el estilo arcaizante por formas más
acordes con el circulante mediterráneo del momento,
tendencia que se iba a acrecentar a lo largo del siglo iv
a.C. Un desfile variopinto de cabezas de dioses –Apolo,
Atenea, etc.–, de animales –gallo, lechuza, toro, etc.–
y hasta de objetos –ánfora, astrágalo, etc.–, ilustran los
Fig. 6. Antiguo catálogo de la colección de D. Francisco Ma- tipos de estas monedas, realizadas siempre en plata y en
teos Gago, hoy en el ayuntamiento hispalense, realizado por F. valores fraccionarios (fig. 9 y 9 bis) sin que llegasen aún
Collantes de Terán y F. Caballero Infante, Sevilla, 1892. a emitir dracmas, que hubieran constituido las unidades
(Campo 2002b). Las relaciones comerciales con otros
centros mediterráneos, en especial Massalia, pueden jus-
procedentes en su mayoría del occidente griego (Campo tificar las emisiones emporitanas, pero es preciso sopesar
1997). Se discute si representaban un valor económi- en este sentido otros dos ambientes, el gadeirita y el pú-
co, de prestigio o simbólico, y si arribaban a manos de nico cartaginés. Respecto al primero se ha señalado un
mercenarios contratados por los contendientes medite- dato interesante que atañe ya a la emisión de las drac-
rráneos en liza –griegos y púnicos– o se introducían por mas: la similitud de los patrones metrológicos utilizados
vías comerciales. El caso es que no tenemos constan- tanto en la ciudad griega como en la fenicia (4,70 g),
cia de una circulación fluida ni, por el momento, se ha que no responden a los habituales en el Mediterráneo.
planteado una valoración específica de los mencionados Además, el tipo de reverso que los de Emporion coloca-
numismas aparte de su mero valor metálico. Al final del ron en sus dracmas, iniciadas a fines del siglo iv a.C.,
capítulo ofrecemos un selectivo aparato cartográfico y parece inspirarse en una figura básica que resulta una
también una tabla con la relación de cecas hispanas y de las más utilizadas en la amonedación cartaginesa: un
propuestas de ubicación (tabla 1). caballo parado (fig. 10) (Villaronga 2000).
Comienza así la colonia griega una serie nueva emi-
Los griegos (mapa 1) tiéndose el valor de dracma y eligiendo para el anverso
una cabeza femenina inspirada en la factura de Aretusa
Si el nacimiento y uso de las monedas más antiguas presente en las célebres monedas siracusanas o, más bien,
se sitúa hoy en Lidia a fin del siglo vii a.C., o más bien a en los ejemplares cartagineses a los que también la sici-
inicios del vi a.C. y fueron los griegos quienes llevaron liana había servido de modelo. Sobre el anverso escriben
hacia Occidente –Magna Grecia y Sicilia– esa forma en griego la leyenda de la ciudad, completa y en genitivo
de dinero que en definitiva representa un nuevo modo plural, algo característico de la amonedación urbana grie-
de relación financiera y económica, cabe esperar que el ga. En el reverso figura un caballo sobre el que vuela una
fenómeno no tardara en llegar a Iberia de su mano. En victoria de la misma manera que ésta aparecía encima

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HISPANIÆ. LAS PROVINCIAS HISPANAS EN EL MUNDO ROMANO

de las cuadrigas de Siracusa y como también la copiaron y el desembarco de Escipión, se hicieron permanen-
algunas emisiones de Cartago en Sicilia. Sin embargo, tes en la península Ibérica (Villaronga 1981-1983).
algo debió de hacer cambiar la selección tipológica y, ya No es fácil sin embargo decidir cuándo se dejaron de
entrado el siglo iii a.C., se advierte un giro hacia imáge- emitir dichas dracmas modificadas, últimas de la ceca,
nes más claramente griegas. En esta serie, las dracmas y mientras unos autores se inclinan por los primeros
sustituyen el caballo parado por un Pegaso y el nombre años del siglo ii a.C. (Villaronga 2002, 59-72), otros
de los ciudadanos aparece situado en el reverso; la cabeza observan que estas monedas se encuentran en tesoros
femenina se vuelve a derecha en vez de a izquierda y se formados a finales del mismo y a inicios del siguiente
rodea de los delfines que siempre habían acompañado al siglo (Campo HMHA, 47-49; 1992). Con el tiempo,
modelo de la Aretusa siracusana, pero que no figuraban las nuevas series llegan a incluir en las dracmas símbo-
en el grupo anterior (fig.11). los y/o letras constituyendo los grupos de las últimas
Aunque la fecha precisa de la modificación iconográ- emisiones. Se caracterizan también por un descenso en
fica es difícil de precisar, un cambio de intereses comer- la calidad artística y técnica, aprovechando a menudo
ciales a raíz de los acontecimientos que se sucedieron en viejos cuños, pero hay que reiterar que durante este
el Mediterráneo occidental, pudo originar esta sustitu- periodo la ceca solo emitió plata y que el bronce uti-
ción de tipos en un momento en que los de Emporion lizado por los de Emporion fue el numerario acuñado
quizá no querían que su moneda pudiera confundir- por el pueblo de los indiketes –Untikesken–, es decir,
se con la de los derrotados cartagineses tras la Primera por los indígenas que rotularon sus piezas en ibérico,
Guerra Púnica, pues, aunque las fuentes histórico-ar- formando parte de la misma ciudad y conviviendo en
queológicas no indican que ésta influyera directamente vecindad con los emporitanos. La tipología continúa
sobre los emporitanos (Campo, en HMHA, 32), era siendo del gusto griego, aquí con unidades donde figu-
evidente que el equilibrio de fuerzas en el Mediterráneo ra Palas-Atenea en anverso y, en reverso, el consabido
se estaba inclinando del lado romano. Una aproxima- Pegaso (fig. 13) y un toro embistiendo en las mitades
ción a Cartago, desde el punto de vista de la propa- (fig. 14) (Campo 2002a).
ganda que podía representar la moneda, no debía de La otra colonia griega cercana, Rhode, también
considerarse oportuna incluso si la ceca hubiera estado produjo una exquisita serie de dracmas, similares en
inactiva un tiempo, como se podría pensar observando estilo y peso a las de Emporion, con cabeza femenina
el relativamente corto número de cuños que se detecta en el anverso, a izquierda, y leyenda urbana en griego,
para la primera serie. Se observa con claridad una mayor mientras que en el reverso colocaron el tipo parlante
producción de las segundas emisiones de dracmas que de la ciudad, una rosa que, a diferencia de la Rhode
tendrían una vida intensa, siendo además copiadas por oriental, se dibuja vista desde abajo o, en una serie más
los galos y, muy profusamente, por los habitantes de la escasa, vista desde arriba, acompañando a las unidades
propia península Ibérica, como veremos más adelante. varios divisores en plata (fig. 15) (Villaronga 2000, 27-
Recordemos que también se emitieron varios divisores 74). Otra novedad a diferencia de Emporion, es la pro-
en plata, nunca en bronce, que serían asimismo imita- ducción de moneda en bronce con los mismos tipos,
dos por cecas indígenas (Campo 2002b). reacuñándose buena parte de los ejemplares conserva-
En cuanto a la identificación de la diosa figurada en dos sobre piezas cartaginesas sardas de caballo/palme-
el anverso, no es suficiente esgrimir las espigas del pelo ra que actúan como soporte. Su ceca no alcanza ni el
presentes en las dracmas iniciales para pensar en Perséfo- volumen ni el tiempo de emisión de la emporitana,
ne, ya que las siguientes se rodean de los delfines caracte- lo que no es óbice para que también en las Galias se
rísticos de la ninfa siracusana y sería absurdo identificarla imitan estas monedas, siendo el probable origen tipo-
en ellas con Aretusa. Al copiar el modelo se hizo igual lógico de las llamadas monnaies-à-la-croix (Campo, en
con los atributos que conllevaba, pero la imagen en sí HMHA, 36).
es más plausible que corresponda a Artemis, divinidad
políada de focenses y massaliotas (Pena 1973). Además Los púnicos (mapa 2)
esta diosa, andado el tiempo, aparecería en Emporion con
arco y carcaj, en una escasa serie de bronces acuñada a Es imprescindible recordar que con este nombre
finales del siglo i a.C. (Llorens 2005, 119-120). nos estamos refiriendo a un conjunto poblacional muy
Si las circunstancias políticas influyeron en un amplio que engloba tanto a los fenicios asentados des-
cambio de tipos, al final del siglo iii a.C. asistimos a de el siglo ix a.C. en adelante en ciertos lugares de la
una curiosa modificación de la cabeza de Pegaso, di- península Ibérica, configurando una «colonia», como
señada ahora como una figura humana doblada sobre a gentes que, de forma más o menos aislada, constitu-
sí misma agarrándose los pies con las manos (fig. 12, yeron minorías mezcladas con la población local o al
rev.). Este matiz diferenciador se ha atribuido a la pre- menos conviviendo con ella sin limitarse a las franjas
sencia romana, pensando que la ceca emporitana pudo costeras. A éstos se superponen los intereses que man-
suministrar moneda a las legiones que, tras el 218 a.C. tuvieron los cartagineses mucho antes de la Segunda

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LAS AMONEDACIONES HISPANAS EN LA ANTIGÜEDAD

Mapa 1. Ubicación de las cecas en la Hispania Citerior (autora e ICAC/UDG, a partir de HMHA: 1997, 123).

Guerra Púnica y su presencia activa durante algunos y con tres valores, anepígrafas en principio (fig. 16)
años precedentes de la misma. Si entre todos estos y luego con alguna letra marcando la emisión. Pero
componentes existen rasgos que podríamos calificar es interesante advertir que la ciudad se encontraba in-
de étnicos, la evolución de cada cual y las progresivas mersa en un mundo iconográfico helenístico como se
diferencias hacen que los diversos grupos adquieran advierte en la presencia del Melkart portando leonté
características personales. En este sentido, las mone- a la manera del Heracles griego y en el uso además de
das producidas por ellos deben considerarse como un un rostro de frente, muy probable representación solar,
hilo conductor de su desarrollo, a veces por caminos que recuerda las palabras de Estesícoro cuando alude al
diferentes, y testimonio del proceso de etnogénesis que viaje de Heracles al extremo Occidente en la copa de
cada cual ha seguido (Chaves, en prensa b). Helios (fig.17) (Mora 2005a, 1354). No hay seguridad
Gadir (Alfaro 1988, 1994; HMHA), la renombra- acerca del momento preciso en que la ciudad comen-
da colonia tiria más antigua de Occidente, solo ini- zara a emitir sus piezas de plata (fig. 18), pero de las
ciaría sus emisiones con menudas piezas de bronce, a dos series argénteas conocidas puede que la inicial, que
las que la Arqueología ha atribuido la fecha de primer incluye por vez primera el nombre de los ciudadanos
cuarto del siglo iii a.C. por su hallazgo en la factoría de Gadir, se produzca tras la derrota de los cartagineses
de Las Redes (Fuentebravía, Cádiz) (Alfaro 1988, 94). en la Primera Guerra púnica (341 a.C.) y antes del
Su asociación con ambientes industriales, que se repite desembarco de Amílcar (Chaves, en prensa b). Esto su-
en excavaciones varias, ha hecho pensar en monedas pondría un intento de respiro para los gadeiritas tras la
dedicadas a pequeños pagos relacionados con las acti- derrota cartaginesa y la sublevación de los mercenarios
vidades pesqueras e industriales –salsas de pescado, en- libios, respiro que la presencia bárcida (337 a.C.) re-
vases cerámicos– con las que el propio templo de Mel- duciría a un fallido intento, como veremos enseguida.
kart pudiera estar relacionado (Chaves/García Vargas De forma al parecer paralela a la plata tuvo lugar una
1991), aunque en las piezas iniciales se ha querido ver interesante pero corta emisión en bronce, también con
también una finalidad votiva (Arévalo 2004). el nombre urbano completo, con la cabeza de Melkart
Se acuñan varias emisiones con tipos que avalan de frente (fig. 19).
las propuestas anteriores –cabeza de Melkart y rostro La plata gadeirita se inicia con un patrón similar
helíaco de frente, atunes y delfines– siempre en cobre al seguido en Emporion como antes hemos señalado.

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HISPANIÆ. LAS PROVINCIAS HISPANAS EN EL MUNDO ROMANO

Si se demuestra la hipótesis de García-Bellido sobre El levante: Arse y Saitabi (mapa 1)


el origen oriental de este patrón al que la autora re-
laciona con un sistema de pesos de raíz costero-siria Hasta hace poco se consideraba la Segunda Guerra
que ella detecta en los ponderales hallados en Can- Púnica el momento del inicio de las emisiones de la
cho Roano (García-Bellido 2002), tendríamos que ciudad de Arse-Sagunto, pero nuevas piezas y un dete-
replantear los elementos que perviven a partir de la nido estudio (Ripollès/Llorens 2001) han remontado
presencia de gentes orientales, también en el interior la cronología de unos óbolos con cabeza femenina en
de la península Ibérica, al menos desde el s. viii a.C. anverso y, en el reverso, rueda, a la segunda mitad del
Estaríamos entonces ante una unidad –shekel– de 9,70 siglo iv a.C. (fig. 22). En adelante, diversos valores,
g, y así, los de Gadir no seguirían el patrón cartaginés siempre en plata y con una metrología característica
coetáneo de 7,70 g, sino que emitirían mitades de 4,70 de la zona, presentan tipos en su mayoría de inspira-
g, según aquel antiguo sistema ya tradicional en ellos. ción griega como, entre otros, el toro androcéfalo o la
Este dato también abonaría el inicio de la emisión ar- diosa con un casco similar al que porta Atenea en las
géntea gadeirita antes del desembarco de Amílcar, no estáteras de Alejandro (fig. 23). Pero la leyenda alu-
habiéndose fabricado en exclusiva por impulso de los siva a la ciudad, siguiendo la norma que impera en
cartagineses para financiar sus gastos en la península la ceca desde su inicio, se escribe en alfabeto ibérico,
Ibérica. En todo caso, la segunda serie, acuñada con el conjugando así los propios hábitos culturales de los ar-
peso reducido, puede haber cedido al empuje bárcida setanos con una iconografía inspirada en una zona del
y estar conectada con sus necesidades bélicas (Chaves, exterior, Magna Grecia en especial (fig. 24), con la que
en prensa b). sin duda fluían las relaciones comerciales. Sus acuña-
Tras la derrota cartaginesa de Ilipa (207 a.C.), los ciones continuaron durante la Segunda Guerra Púnica
gadeiritas abrirían las puertas a los romanos cesando y así no es difícil encontrarlas entre las piezas de los
la plata por completo para no volver a emitirse ni en tesoros ocultados por esta época. También en levante,
ésta ni en ninguna otra ciudad del sur peninsular. Du- pero aquí solo en la última década del siglo iii a.C.,
rante los últimos años se ha propuesto que la primera Saitabi emitió didracmas, dracmas y hemidracmas, se-
serie de la colonia fenicia de Malaca tuviese lugar ya rie completa de plata (Ripollès 2007, 107 y ss.) al pa-
al final del siglo iii a.C., compuesta por unas peque- recer en patrón similar a la próxima Arse, con cabezas
ñas piezas de bronce con una cabeza portadora de la de Heracles en anverso y, en reverso, un águila de alas
doble corona egipcia en el anverso y una estrella en abiertas (fig. 25), supuestamente inspirada la última
el reverso (fig. 20), basándose en que la última iba a en el coetáneo oro romano, pero no olvidemos que
ser más adelante un tipo clave en la ceca malacitana la misma ave rapaz venía caracterizando los reversos
(Campo/Mora 1995, 124). Queda aún en suspenso si de monedas ptolemaicas. Se trata, pues, de bellas pero
unos menudos pero interesantes y escasos ejemplares breves emisiones con leyenda en ibérico, que cesarían
en plata con temas también egiptizantes salieron de su pronto para dar paso a series muy distintas y en bronce
taller (Campo/Mora 1995, 201). medio siglo después.
Una ceca notable, perteneciente al ambiente pú-
nico y cuyo inicio fue anterior al desembarco de Esci- Las emisiones bárcidas
pión, es Ebusus (Campo 1976, 1993). Fundación car-
taginesa del vi a.C., en la isla se abre un taller, puede Aunque hemos mencionado la acuñación de mo-
que en paralelo a Gadir o más bien después, aunque neda en varias zonas de la península Ibérica antes del
los datos de que disponemos no permiten precisión en desembarco de Amílcar, sin duda, la presencia de nu-
este sentido. Comenzaría emitiendo cobre y con pa- merario se incrementó de modo muy notable a partir
trón de unidades 9/9,5 g, aunque aquí solo se produ- de ese momento. Pero el reconocimiento y hallazgo de
cen pequeños divisores (Campo 1993a, 148). La plata ejemplares cartagineses emitidos en ceca norteafricana,
aparecerá, primero, en moneda fraccionaria con una siciliana y sarda antes de dicha fecha, ha venido a apor-
rara y brevísima emisión que, a partir de la Segunda tar datos inesperados y nuevos puntos de reflexión. Por
Guerra Púnica, conoce series más voluminosas, utili- el momento los conjuntos más interesantes y copiosos,
zando en ambos metales la figura de Bes, a modo de aunque no únicos, se limitan a bronces procedentes de
tipo parlante, y el toro en diversas actitudes. Se man- El Gandul (Sevilla) y Fuentes de Andalucía (Sevilla),
tuvieron sin el rótulo urbano, inicialmente anepígrafas emplazamientos no lejanos de la rica ciudad de Carmo
y luego incluyendo letras o símbolos, hasta el último (Ferrer Albelda 2007, 208-212). Pago de soldadas a
tercio del siglo ii a.C. (Campo 1976, 29), época que mercenarios, puntos de reclutamiento o campamentos
conoce su mayor volumen de producción a la vez que (Pliego 2003), mantenimiento de una infraestructu-
sus monedas se expanden por todo el occidente del ra de explotación pactada con los habitantes locales;
Mediterráneo (fig. 21). Fue, además, la única ciudad varias son las hipótesis expuestas, pero la posibilidad
hispana que emitió una serie en época de Claudio. de nuevos hallazgos aconseja aún prudencia. De he-

54
LAS AMONEDACIONES HISPANAS EN LA ANTIGÜEDAD

cho han sido no pocas las novedades que en los últi- Roma en Hispania: las monedas en el proceso
mos años han ampliado el estudio del siglo iii a.C. y de conquista (mapas 1 y 2)
el horizonte de la Segunda Guerra Púnica en Hispania,
entre ellas algunos divisores de plata y bronce descono- Si la presencia de moneda foránea y el inicio de
cidos hasta hoy (García Garrido/Montañés 1989) o la algunas cecas costeras iban lenta pero paulatinamente
interesante identificación de la ceca púnica de Tagilit habituando a ciertas zonas y/o ambientes sociales al
en zona almeriense, debida a la malograda C. Alfaro uso de la moneda, no cabe duda de que el punto de in-
(Alfaro 1991-1993), así como algunos tesoros aún en flexión tuvo lugar durante la Segunda Guerra Púnica.
estudio. Al hecho de que una notable masa de piezas se movie-
Es claro que los bárquidas traían consigo la idea ra en suelo peninsular a causa del desplazamiento de
de aprovechar a fondo los riquísimos filones de metal los ejércitos, pago de mercenarios, gastos de avitualla-
hispano, tanto en plata como en cobre, y su amone- miento e incluso posibles sobornos, se añadiría la pre-
dación en suelo peninsular responde a ello. Al menos sencia directa de Roma, portando consigo un numera-
desde el desembarco de Amilcar, acuñaron múltiplos y rio diferente e iniciando pronto una conquista que iba
divisores de su moneda en plata, el shekel, con un peso a acarrear tributos, multas, sanciones y, de modo más o
de 7,25 g, entonces en declive, pero en contraparti- menos directo, nuevo movimiento de monedas.
da producidos en emisiones copiosas. Varias de ellas La reacción de muchos pueblos y ciudades de la pe-
muestran un excelente arte helenístico y tipos suge- nínsula Ibérica ante estos acontecimientos los condujo,
rentes que podrían haber sido ideados por cualquier en bastantes casos, a iniciar una amonedación propia,
griego, pero junto a estas imágenes aparecen otras con escalonándose el funcionamiento de las diversas cecas
sello típicamente bárcida, sin olvidar incluir los clási- desde el final del siglo iii a.C. hasta el i a.C., aunque
cos esquemas cartagineses de larga tradición. Desfilan tras las guerras sertorianas hay un drástico descenso
así proas (fig. 26), elefantes con o sin guía (fig. 27), de la producción y cese de gran cantidad de cecas. No
figuras masculinas cuyo aspecto tanto respondería a un obstante, hay otras que continúan e incluso se inician
personaje heroicizado a la manera helenística como a en ciertos casos, abriendo además otras nuevas durante
una divinidad (fig. 28), diosas de claro carácter púnico el principio del Imperio. Sin embargo, sería impen-
(fig. 29), caballos (fig. 30), palmeras (fig. 31), etc. Las sable atribuir unas mismas razones para la puesta en
series de plata se completan con monedas de bronce marcha de todos los talleres locales que funcionaron
correspondientes a valores diversos (fig. 32), emitidas en la península Ibérica durante el periodo republica-
también en grandes cantidades, que se dispersan por no. Las causas que se han esgrimido para justificar el
amplias zonas de suelo peninsular (fig. 33) (Villaronga comienzo de estas emisiones han sido muy diversas y
1973b; Alfaro 1993a). difieren según se refieran a monedas de plata, bronce,
Las piezas de plata, acuñadas probablemente tan- o se trate de una u otra zona. Entre las hipótesis pro-
to en cecas fijas como itinerantes, puede que en zona puestas, unas se apoyan en el pago de tributos e im-
gadeirita primero y luego remontándose hasta fijar su puestos, a Roma, otras suponen cajas locales de reserva
emisión en Carthago Noua, serían atesoradas junto con de bienes comunitarios, se piensa en soldadas de los
otras monedas que circulaban en ese duro momento: propios ejércitos, en finanzas a escala local para peque-
viejos ejemplares griegos, dracmas de Emporion y sus ños pagos que aliviasen las retribuciones industriales
imitaciones galas, monedas de Gadir, Ebusus y Arse, e o de poca monta, en una reacción ante Roma de los
incluso cuadrigatos y otras especies romanas como las gobiernos locales reafirmando su propia identidad o
más antiguas didracmas, sin olvidar partes de joyas y en un intento de captación del prestigio que conlleva
orfebrería de plata o, simplemente, metal informe, en el acuñar moneda, bien por la propia ciudad, bien por
ocasiones habiendo fraccionado las monedas con sumo las minorías dirigentes.
cuidado. Este ambiente hizo proponer la existencia de La cuestión sigue abierta, pero la realidad es que en
posibles campamentos cartagineses en el transcurso la provincia Citerior se contabilizarían unas 100 cecas,
de la guerra ligados a lugares donde, además de una mientras que la Vlterior alcanzaría algo más de 70, sin
concentración inusual de tales piezas, desmonetizadas contar las que funcionaron en la península Ibérica al
tras la conquista, se daban otras condiciones adecuadas inicio del Imperio que, en total, superan las 40. Estas
(Chaves 1990). Es obvio que tras la derrota de los car- altas cifras contrastan con el resto del Mediterráneo
tagineses en Ilipa el aparente equilibrio de fuerzas en occidental, no solo en número, sino en cronología, ya
el Mediterráneo occidental iba a decantarse por Roma. que a finales del siglo ii e inicios del i a.C. la mayo-
Y la amonedación de la península Ibérica, como tan- ría de talleres habían cesado su producción, caso de
tas otras cosas, acabaría sensibilizándose a ello. Pero el la Magna Grecia, Sicilia o, en buena parte, la Cisal-
camino era largo y complejo, no se trataría de un fenó- pina, manteniéndose no obstante la producción local
meno inmediato. Antes iban a ocurrir muchas cosas: en las Galias y en el norte de África. Sin embargo, esta
las veremos después. imagen puede resultar en cierto modo engañosa, ya

55
HISPANIÆ. LAS PROVINCIAS HISPANAS EN EL MUNDO ROMANO

que las amonedaciones realizadas en Hispania fueron entorno, alcanzando algunos puntos de Aragón y de la
muy diferentes en regularidad y volumen. Con relativa provincia de Castellón. Sea como fuere, la llegada del
frecuencia se redujeron a emisiones cortas y puntuales denario romano –con cuyo peso las dracmas de 4,80 g
o bien intermitentes, lo que no es óbice para que tam- no coinciden– y el inicio del llamado «denario ibérico»
bién hubiera cecas con una abundante y continuada acabaron, definitivamente, con ellas.
producción.
Un tema interesante sobre el que volveremos luego, Las monedas de la Citerior a lo largo del periodo
es la diferente utilización de los metales monetarios en republicano
ambas provincias. Mientras que en la Citerior se emitió El impulso para una relativa monetización de esta
plata y bronce, en la Vlterior, salvo el mencionado epi- zona no se limitó a las cecas griegas y a las dracmas de
sodio gadeirita, solo se acuñaría el bronce, a pesar de imitación emporitana. Entre éstas, las que portan la
que esa zona era la gran productora del preciado metal. leyenda Tarakonsalir deben de ser el precedente de la
En principio parece dibujarse un horizonte de uso de futura Tarraco, que ahora, con el nombre de Kese (ces-
la plata amonedada, más relacionado con la tradición setanos) (Villaronga 1983), iba a iniciar unos bronces
griega, irradiando de Emporion-Rhode, hasta la costa de patrón púnico con cabeza masculina en anverso y,
levantina –Arse–, asimismo en contacto con esos am- en el reverso, un caballo galopando al estilo cartaginés
bientes. En cambio, el sur y también Ebusus, ligados (fig. 36), aunque pronto aparecería un tipo llamado
desde antiguo a intereses púnicos, se decantaron en su a permanecer con gran éxito en el futuro: el jinete,
inicio por la menuda moneda de bronce. en este caso, portador de una palma (fig. 37). No hay
acuerdo total sobre la cronología de estas series tem-
La Citerior (mapa 1) pranas y mientras unos datan el inicio antes de 218
a.C. (García-Bellido/Ripollès 1998, 208), la mayoría
En torno a Emporion se inclinan por la propuesta de Villaronga (Villaronga
Si los emporitanos continuaron durante un tiempo 1983, 205 y ss) situándolo hacia 211 a.C., y aun hay
con su plata, es importante recordar que estas mone- quien lo baja más, pensando en 195 a.C. (Crawford
das habían sido copiadas por ciertos grupos galos, pero 1985, 95). Sea como fuere, lo importante es que asis-
también por pueblos del interior peninsular. Son las timos a los comienzos de la que viene conociéndose
llamadas «dracmas de imitación emporitana» de las como «amonedación ibérica» (Domínguez 2006), aun-
que también se imitaron los divisores. En realidad este que ciertos autores prefieren delimitar el término, con-
proceso había empezado mucho antes y, tuviera o no siderando que la zona propiamente ibérica se concen-
qué ver con ello el reclutamiento de mercenarios galos, tra en Edetania y Contestania, mientras que en el resto
el hecho es que en la zona del Languedoc-Rosellón se y al norte del Ebro, ven un ambiente asociado mejor a
habían copiado las monedas de Emporion y en la cuen- pueblos de origen celta que a los propiamente iberos.
ca del Garona las de Rhode (Villaronga 2000, 177). No obstante, la cultura ibérica habría sido adoptada
Pero sería a partir del 218 a.C., es decir, del desembar- por ellos al menos en aspectos tan importantes como
co de Escipión, cuando los pueblos iberos comenzaran la escritura y la lengua (García-Bellido/Ripollès 1998,
a imitarlas y a emitirlas, supuestamente para financiar 210-211). El siglo ii a.C. conocerá la expansión de es-
sus luchas contra Roma, durando estas emisiones hasta tas amonedaciones, realizadas en bronce pero también
los inicios del siglo ii a.C. en que debieron de formar abundantemente en plata, que se prolongarán en el i
parte del célebre argentum oscense que llevaron a Roma a.C., desapareciendo, con pocas excepciones, tras las
en sus triunfos los generales victoriosos, según nos na- guerras sertorianas.
rran las fuentes antiguas (García Riaza 1999). Aunque aún se desconoce la ubicación de algunas
Tales imitaciones, que se realizaron también co- cecas de las que solo se ha podido leer el nombre, los
piando monedas de Massalia, se caracterizan por se- lugares de emisión se extienden por la actual Cata-
guir con menor calidad y arte los tipos originales, pero luña, concentrándose más en la franja costera y valle
en especial por incluir reproducciones defectuosas de del Llobregat, así como en las márgenes del Ebro y
las leyendas griegas o, lo que es más interesante, escri- sus afluentes, subiendo a territorio vascón para lue-
birlas en ibérico y pseudo-ibérico, unas veces legible go adentrarse en la Celtiberia, mientras que se sitúan
y otras no (Villaronga 1998, 104), incluyendo tam- únicamente unas pocas cecas más al sur, en la zona
bién símbolos diversos (fig. 34 y 35). Así se han po- levantina (Domínguez 1997). No siempre coinciden
dido localizar una serie de nombres correspondientes las agrupaciones de estos centros de emisión que los
a los emisores como por ejemplo Iltirta, Kese, Barkeno diversos autores han propuesto, basándose unos en el
o Kertekunte. Más de cien leyendas que, en su ma- pueblo emisor, y otros, en el territorio, la tipología y/o
yoría, son étnicas, topónimos y algún antropónimo, la metrología (Villaronga 2004, 163 y ss.; Pérez Almo-
proceden de lugares que, según Villaronga (Villaronga guera 1996). En líneas generales podemos presentar
1998, 100), se situaban en lo que hoy es Cataluña y su un panorama de expansión geográfica que no rebasa

56
LAS AMONEDACIONES HISPANAS EN LA ANTIGÜEDAD

por el oeste la provincia de Burgos con Sekobirikes (fig. (Guadán 1979; Lorrio 1995). Suele llevar casco, muy
38) –salvo la curiosa excepción de la extremeña Ta- raramente escudo, y también puede portar una espa-
musia (fig. 39)– y por el sur, ya bastante alejada de su da (Bentian, Baskunes, fig. 44), una hoz (Oilaunes, fig.
núcleo fundamental, Saitabi (fig. 57), en la provincia 64), algo parecido a una doble hacha (Arsaos, fig. 65)
de Valencia. Como esbozo, y citando solo una ceca por y hasta en Sekaisa, un ave sobre una especie de cetro
cada zona, partimos de las ya mencionadas emisiones figurando un estandarte o signum (fig. 66), lo que ha
de Kese (cessetanos) (fig. 37) y Untikesken (fig. 13 y suscitado diversas hipótesis (Beltrán Martínez 1991-
14), en la costa catalana, para recordar otras: de los 93, 191; Gomis 2001, 41 y ss.). Esto no es óbice para
layetanos (Laiesken) (fig. 40), los ausetanos (Ausesken) que en la misma zona se encuentren también algunos
(fig. 41), los ilergetes (Iltirta) (fig. 42), los suessetanos jinetes con palma. Un tipo interesante, aunque escaso,
e iacetanos (Bolskan) (fig. 43), los vascones (Baskunes) es el jinete que tira de otro caballo. Aparece en denarios
(fig. 44), los sedetanos (Kelse) (fig. 45), los edetanos de Kese portando una palma (fig. 67), en quinarios de
(Ikalesken) (fig. 46) y las pertenecientes a los habitantes Turiasu llevando una corona (fig. 68) (Gozalbes 2004-
de la Celtiberia. En ésta última y recordando la difi- 2005) y también en la copiosa serie de denarios de
cultad de fijar unas fronteras para sus términos, hubo Ikalesken (Villaronga 1988), ceca situada mucho más
talleres importantes como Arekorata (fig. 47) o Turiasu al sur, donde el caballero, clámide al viento y escudo
(fig. 48) en territorio lusón, o entre los belos, Sekaisa al brazo, camina hacia la izquierda cuando la dirección
(fig. 49) y Bilbilis (fig. 60) (Domínguez HMHA). normal en el resto de estos personajes es marchar hacia
El punto de referencia fundamental de estas emi- la derecha (fig. 46).
siones, tanto las acuñadas en bronce como las de pla- Mucho se ha escrito acerca de la interpretación del
ta, sobre las que volveremos luego, es la presencia de «jinete ibérico», desde la inspiración en monedas de
una inscripción relativa a la «ciudad-ceca» o al pueblo Hierón de Siracusa a denarios romanos, pero hoy pare-
emisor, escrita en alfabeto ibérico y situada en la par- ce más aceptada la idea de que el bien conocido y acu-
te inferior del reverso. Se ha destacado con frecuencia ñado en abundancia «jinete macedón» tuvo que ver en
la repetición de los tipos en estas emisiones de la Ci- la gestación del tipo que en realidad debió constituir
terior pero, estudiando más detenidamente las imáge- una elección personal de la propia Kese, donde prácti-
nes, se advierte que los elementos diferenciadores no camente se inició, y puede que lo escogieran para di-
faltan. Es cierto que los anversos se ocupan con una ferenciarlo del caballo cartaginés (Arévalo 2002-2003,
cabeza masculina, con o sin barba, cuya identifica- 248-249). Es bastante probable que, como ha visto M.
ción es discutida, sin embargo, no solo las diferencias Almagro (Almagro Gorbea 1995, 58-61), esta figu-
de estilo son frecuentes –compárese, por ejemplo, ra ecuestre pretendiera ser la representación del heros
una moneda de Konterbia Belaisca (fig. 50) con otra equitans, sujeto adecuado a la mentalidad de las elites
de Titiakos (fig. 51)–, sino que su indumentaria tam- que reflejaban en él su superioridad social y prestigio,
bién varía: cuellos vestidos con manto e incluso con tanto en el aspecto lúdico como guerrero, de ahí la
fíbula (Lauro, fig. 52; Orosis, fig. 53), adornados con gran aceptación de un tipo que resultaba válido y alta-
torques (Aratikos, fig. 54; Belikiom, fig. 55), cabezas mente significativo para amplios sectores sociales y ex-
desnudas (Baitolo, fig. 56), tocadas de láurea o con tensas zonas peninsulares. No obstante, últimamente,
cinta e infulae (Saiti, fig. 57), etc. Además, pueden se ha propuesto una interesante relación de un grupo
acompañarse de diversos símbolos, figuras o letras de estos jinetes, lanceros pero sin escudo, con la activi-
(Konterbia Karbika, fig. 58; Eusti, fig. 59), y abun- dad cinegética (Gozalbes 2006).
dan las emisiones que rodean el tipo de uno (Bilbilis, A estas imágenes de uso más general escapan varias
fig. 60), dos (Sekaisa, fig. 61) o tres delfines (Lakine, excepciones. Permanece algún tipo griego, como el Pe-
fig. 62), alternando su número incluso dentro de una gaso y el toro embistiendo en Untikesken (figs. 13 y
misma ceca, mientras que algunas no llevan ninguna 14) en emisiones ligadas a Emporion, mientras que en
marca (Ilturo, fig. 63). Las cabezas miran a la derecha, bronces de valor mitad de Sekobirikes encontramos el
con la excepción de una serie de Ilturo. raro reverso de un león (fig. 69). De raíz indígena pue-
Tampoco es siempre idéntico el jinete, tipo carac- den suponerse el lobo representado en Iltirta (fig. 70) y
terístico del reverso (Domínguez 1979, 206-217). Lo el gallo sobre divisores de Arekorata. Incluso alguna vez
encontramos llevando una palma en las monedas de aparecen figuras de aspecto romano, como en la última
Kese (fig. 37) (Villaronga 1983), igual que hará en las pieza citada de Sekobirikes. También se encuentra una
de Ausesken e Iltirta (figs. 41 y 42), siendo el preferido cabeza femenina galeada en Sesars y en bronces con
aunque no el único (Ilturo, fig. 63) de las cecas catala- valor mitad de Turiasu. Otro rostro masculino, asimis-
nas. Las emisiones con el caballero portador de lanza mo con casco, se muestra en quinarios de Turiasu (fig.
aparecen asimismo en gran número tanto en el valle 71) (Gozalbes 2004-2005). Pero es evidente que las
del Ebro como en la Celtiberia, y sus armas defensi- cabezas viriles y el tipo del jinete en sus dos variantes
vas u ofensivas han sido tratadas en algunas ocasiones básicas se extenderían por toda la Citerior con menor

57
HISPANIÆ. LAS PROVINCIAS HISPANAS EN EL MUNDO ROMANO

penetración en la zona levantina. Debemos también cian estas monedas al pago de tributos a Roma (Gar-
tener en cuenta que muchas cecas acuñaron divisores, cía-Bellido 1993a) y suponen que el valioso metal se
unidades, mitades y cuartos en bronce, y denarios y reservaba a pagos de las tropas romanas o a los contin-
quinarios en plata. Se caracterizaban por diferentes ti- gentes indígenas de apoyo, correspondiendo así a las
pos en el reverso, de forma que las denominaciones obligaciones tributarias (Beltrán Lloris 1986; matiza
viniesen así señaladas, aunque es de resaltar que tanto el tema en 2006, 113), e incluso se ha querido ver su
las unidades de plata –los llamados «denarios ibéri- inicio y avance con un desarrollo paralelo a la línea de
cos»– como las de bronce, presentan los mismos tipos. conquista romana, con la propuesta de «monedas de
Normalmente, aunque con excepciones, un caballo sin frontera» (Knapp 1979). En opinión de otros autores,
jinete (Kese, fig. 72) se reservó a las mitades de la uni- al menos en los primeros momentos de su producción,
dad mientras que un medio Pegaso (Kese, fig. 73) y un los impuestos no eran aún fijos y no se puede con ello
jabalí ocupaban los valores inferiores en algunas cecas. justificar la imposición de emisiones (Aguilar/Ñaco
No obstante, se ha supuesto que ciertas letras presentes del Hoyo 1995, 1997; Ñaco del Hoyo 2003 y 2006b).
en determinadas emisiones se puedan considerar como Aún pueden tenerse en cuenta posibles cajas públicas
marcas de valor (Villaronga 1973a). ciudadanas disponibles para otras variadas necesidades
Aparte de la compleja interpretación de los tipos no financieras o incluso económicas, de los mismos emi-
es problema fácil determinar la metrología seguida por sores, lo que podríamos traducir por reservas locales,
las emisiones de bronce y las opiniones al respecto no prontas, eso sí, para responder también a un cúmulo
son siempre coincidentes (Domínguez 1997, 165). En de exacciones irregulares cuya existencia dejan bien
opinión de Villaronga, Kese se inició utilizando un sis- claras las fuentes antiguas.
tema relacionado con el cartaginés de 10/11 g, mien- La tipología de estas piezas argénteas, con pesos
tras que Untikesken e Iltirta lo hicieron en relación al de unos 3,80 g, difieren ligeramente de los habitua-
romano coetáneo que, desde los aproximadamente les en el denario romano y en ocasiones se acompa-
35- 40 g del sextantal reducido, había descendido en ñan de divisores, repite el esquema de las unidades de
el primer cuarto del siglo al uncial de 24 g. De ese bronce, es decir, cabeza masculina y jinete. No está
modo cada cual influyó en zonas diversas (Villaronga definitivamente cerrado el problema de su inicio e in-
2004, 118 y ss). Sin embargo, se advierten cambios in- cluso Crawford, que había propuesto su comienzo en
ternos en el funcionamiento de muchas cecas, con una los primeros años del siglo ii a.C. (Crawford 1969),
tendencia a la aceptación de los patrones romanos, lo cambió más adelante de idea bajándolo, a mediados
que oscurece un panorama que resulta especialmente del mismo (Crawford 1985). No obstante, la inves-
complejo en la Celtiberia, cuya variedad metrológica tigación española (Villaronga 1995a, 67; 2004, 133;
ha dado pie a diversas teorías sin que ninguna sea hoy Beltrán Lloris 2006, 111) tiende a la cronología alta
por hoy aceptada por todos, entre las que destaca la para la producción de dicha plata en la Citerior, de
propuesta de Villaronga, que considera para la zona modo que durante el primer tercio del siglo ii a.C.
un patrón de 14/15 g basado en la mitad del romano podrían haber funcionado algunas cecas emitiendo de-
coetáneo (Villaronga 2006, 201). narios como Kese, Iltirta, Ausesken e Ikalesken, aunque
Las primeras emisiones de Kese y de otros centros la época de mayor expansión tendría lugar a partir de
emisores que la siguen en el tiempo se habían reali- la mitad del siglo. En ese último periodo continuaron
zado en bronce, sin embargo, el papel que desempe- algunos talleres que ya se habían iniciado algunos años
ñó la plata en la amonedación de la Citerior fue muy antes, como Bolskan, Sekaisa o Arekorata, pero sería en-
importante, conociéndose estas piezas argénteas como tonces cuando alcanzaran su mayor producción. Para-
denarios ibéricos. Pero no olvidemos que ni el volu- lelamente, funcionaba otro relativamente elevado nú-
men de producción de todos los talleres fue similar, mero de cecas locales, entre las que podemos destacar
ni todos emitieron plata y bronce. Hubo buen núme- Sekia, Baskunes o Turiasu. Varias alcanzarían la época
ro de cecas mixtas (Iltirta, Kese, etc.) mientras que la sertoriana pero, salvo excepción, no la sobrepasan. Sin
mayoría de las mono-metálicas acuñaron solo bronce embargo, la idea de una producción masiva, realizada
(Lauro: Llorens/Ripollès 1998) y raramente alguna expresamente para apoyar la causa de Sertorio por par-
solo plata (Kolounioku), sin que las causas de estas di- te de cecas locales como Bolskan o Turiasu, está hoy en
ferencias acaben de estar definitivamente resueltas. Se entredicho (Gozalbes 2004-2005).
han expuesto varias hipótesis, entre ellas la situación Estas monedas de plata peninsulares se tesaurizan
geográfica de las ciudades emisoras de plata, ubicadas con los denarios romanos y así encontramos tanto
en lugares estratégicamente centrados, desde donde tesoros de una de las dos especies, como mixtos. Se
se podría suministrar el numerario a las de alrededor intensifican a partir del último cuarto del siglo ii a.C.
(Burillo 1995). (Villaronga 1993a; Campo 1982), predominando en
También se ha pensado en su función (Otero la Citerior (Ripollès 1982), pero con cierta presencia
1998), tema muy discutido ya que varios autores aso- de sus monedas en los ocultamientos de la Vlterior,

58
LAS AMONEDACIONES HISPANAS EN LA ANTIGÜEDAD

especialmente en los ubicados en zonas mineras (Cha- reverso seleccionan una cornucopia sobre rayos, rodea-
ves 1996). El momento álgido de las pérdidas pare- da de láurea, trasunto del tipo que en 127 a.C. apare-
ce coincidir con la guerra de Sertorio, quedando solo ciese sobre los denarios del monetal romano Q. Fabio
como moneda residual los pocos denarios ibéricos que Máximo (RRC, 265, 2). La fuerte ligazón de la fami-
se incluyen en los hallazgos posteriores compuestos, lia Fabia con la península Ibérica y su participación
básicamente, por plata republicana oficial. en las guerras lusitanas, con cuyos veteranos se fun-
En la Edetania, la mencionada Arse no seguiría dó la ciudad, debieron de influir en que, al comenzar
el mismo compás de las cecas del norte. Aunque las las emisiones, Valentia escogiera un tipo previamente
emisiones de dracmas se mantuvieron tras la conquista utilizado por un miembro de dicha gens. A ello pue-
romana con tipos ya tradicionales en ella como el toro, de añadirse la frecuente aparición de tales motivos en
el bronce iba a hacer también acto de presencia uti- emisiones del sur de Italia, de donde procedían varios
lizando patrones romano-campanos (Ripollès/Llorens de los magistrados monetales cuya presencia se consta-
2001, 166-167). No obstante, se advierte una más cla- ta en la ciudad hispana.
ra influencia romana, no solo en la paulatina introduc- Precisamente la inclusión de nombres de magistra-
ción del latín, ya en el siglo i a.C., sino en la adopción dos es una interesante particularidad en la ceca levan-
de ciertos tipos. Encontramos así una cabeza femenina tina de la que, en su momento, participarán también
galeada, esta vez al estilo de los denarios de Roma y Saitabi y Carthago Nova, cuando se reinicien sus emi-
al igual que se hacía en la no lejana Valentia. Inclu- siones ya muy al final de la República. La presencia de
so la proa, situada en numerosos reversos (fig. 74), es estos nombres, salvo algunas excepciones, no tendría
característica asimismo de los bronces coetáneos de lugar en las cecas locales de la Citerior hasta práctica-
la República. Con el tiempo aparecen magistraturas mente la época imperial, momento en que abundan
mencionando a ediles y es frecuente la inclusión de sus menciones. En cambio, como veremos más ade-
símbolos. Sin embargo, a pesar de la presencia en los lante, sí se encuentran en el sur peninsular durante
anversos de numerosas emisiones arsetanas de cabezas la época republicana, aunque no sean demasiado fre-
masculinas, el característico reverso del jinete con lan- cuentes, pero desaparecen ahí por completo a partir
za en ristre solo llegó a ser utilizado por los saguntinos de Augusto (un listado de nombres y cargos puede
en una ocasión (fig. 75). Por otra parte, hay una lógi- verse en García-Bellido/Blázquez 1995; también en:
ca predilección por ciertos temas marinos que habían HMHA, 422-432).
gozado de gran éxito en el Mediterráneo griego, como
la venera y el delfín (fig. 76). El taller mantendría su La Ulterior (mapa 2)
actividad con intermitencias hasta Tiberio, cuyo rostro
aparece en varios anversos (fig. 201). El ambiente feno-púnico
La otra ceca levantina que ya produjo emisiones El sur de la península Ibérica, aparte de las monedas
antes de la conquista romana, Saitabi (fig. 76 bis), foráneas y las hispano-cartaginesas, solo había conocido
mantuvo el alfabeto ibérico salvo en una tardía emi- antes y en el transcurso de la Segunda Guerra Púnica, las
sión bilingüe (fig. 77). Sitúa cabezas masculinas en los emisiones gadeiritas y en todo caso alguna malacitana.
anversos, mientras que los reversos comienzan con ji- La situación política que vivió esta rica zona durante el
netes portadores de palma y piezas de peso alto que se siglo ii a.C. debió de influir en el inicio y desarrollo del
han considerado duplos de la unidad (fig. 78), hasta nacimiento y actividad de numerosas cecas locales, y la
que, avanzado el siglo ii a.C., ésta se sustituye por la complejidad de su funcionamiento es similar a la difícil
lanza (fig. 57). Como la no lejana Arse, que también época que por entonces debieron de padecer sus habi-
emitió varios divisores (Ripollès 2007). tantes. El fin de la presencia de los ejércitos cartagineses
en Hispania no significaría el cese de los intereses ni de
Valentia, un caso especial las relaciones de ciertos sectores locales con el mundo
Aunque brevemente, interesa recordar cómo la ciu- púnico. Ya hemos apuntado que en suelo peninsular los
dad de Valentia (Ripollès 1988), fundada por D. Junio elementos feno-púnicos estaban presentes desde mucho
Bruto en 138 a.C., no iba a seguir las reglas habituales tiempo antes, no solo en las colonias de la costa, sino
en las cecas de población básicamente local, sino que también en puntos claves del interior, donde es muy
se adaptaría a otras normas reflejando a la vez su fun- probable que ciertos grupos de población controlaran
dación. Las piezas emitidas en ella son semises que se parte del mecanismo de aprovechamiento y comerciali-
ciñen al peso de los mismos valores contemporáneos zación de las riquezas de la zona. Podemos suponer que
en la ceca de Roma, pero además, no solo aparecen también les sería útil la producción y movimiento de la
magistrados con nombres latinos, sino que los tipos es- moneda, incluso la de valores fraccionarios, adecuada
cogidos hablan con claridad de sus inicios y sus pobla- para facilitar sus pagos menores.
dores (fig. 79). Los ases efigian en anverso una cabeza La presencia de estos elementos, afincados desde
semejante a la Roma de los denarios oficiales y para el antiguo y perfectamente integrados con el resto de la

59
HISPANIÆ. LAS PROVINCIAS HISPANAS EN EL MUNDO ROMANO

Mapa 2. Ubicación de cecas en la Hispania Vlterior (autora e ICAC/UDG, a partir de HMHA: 1997, 53, 236).

población, sobre la que sin duda habían ejercido clara dicionales redes comerciales del Círculo del Estrecho
influencia, se dejaría sentir en un conjunto de cecas eran más firmes. Los hallazgos, que evidencian un am-
importantes, donde el uso del alfabeto feno-púnico se plio radio de dispersión de sus monedas, han dejado
hace patente (Alfaro 1991, 2004; Mora 1993). En el abundantes testimonios de sus intereses económicos,
grupo de las antiguas colonias fenicias costeras desta- constatados también por la Arqueología y las fuentes
can Gadir y Malaca. La primera se desmarcó en cuan- (Gozalbes Cravioto 1994).
to pudo de los cartagineses, flanqueando sus puertas a Muy distinta, probablemente con intención de
Roma, que la consideraría ciuitas foederata, lo que iba mostrarse diferente, era la amonedación malacitana
a fortalecer sus redes comerciales, abiertas ahora a este (Campo/Mora 1995; Mora 1993). En Malaca se rei-
nuevo frente, sin que ello supusiera en la realidad una teran tipos muy personales: cabezas radiadas de icono-
ruptura con las propias vías tradicionales, ni tampoco grafía helíaca (fig. 81), otras con gorro cónico o plano
con las relaciones púnicas anteriores al conflicto. En que se acompañan de martillo y tenazas inspirándose
las monedas gadeiritas, salvo el cese definitivo de la en representaciones de Hefaistos, mientras que en los
plata, no hubo cambios tipológicos notables, solo la reversos colocan también estrellas (fig. 82, 83) y, más
distinta posición de la clava junto a la cabeza del dios adelante, se incluye un estandarizado templo tetrásti-
y la introducción de algún símbolo y/o letra, mientras lo (fig. 84). Se acompañan además de una leyenda en
que permanecerían la leyenda de la ciudad en púnico, púnico con el nombre de la ciudad. Sin duda, tales
la imagen de Melkart, los atunes y los delfines, con- figuras de aspecto romano-helenístico, solapan divini-
tinuando así hasta el inicio del Imperio (fig. 80). Se dades feno-púnicas que podrían tener relación tanto
emitieron unidades y divisores y se detectan alteracio- con la función de la ciudad como puerto y la impor-
nes en los pesos, pasando del patrón 8/9 g a 10/11 g tancia que el sol reviste para los marinos (Chaves/Ma-
la unidad, para acabar subiendo a más de 13,5 g, lo rín Ceballos 1992), como con la salida al mar de los
que las acercaba paulatinamente a pesos más acordes minerales que se transportaban desde Sierra Morena
con los utilizados en Roma (Alfaro 1988, 73 y ss.). Sus (Melchor 2000). Las series malacitanas, relativamente
copiosas emisiones se expanden por un área amplia, copiosas, se expanden por la baja Andalucía costera y
destacando las zonas costeras peninsulares y el norte saltan al norte de África, en especial a las costas medi-
de África, en especial la zona atlántica, donde las tra- terráneas (Gozalbes Cravioto 1994).

60
LAS AMONEDACIONES HISPANAS EN LA ANTIGÜEDAD

De las otras colonias púnicas costeras la más inte- difícil de definir unilateralmente. Cada uno de estos
resante y con emisiones más fecundas es Seks (Alfaro temas es susceptible de diversas interpretaciones e hi-
1986), donde se muestra una tipología algo más varia- pótesis acerca de su origen y significado, pero tanto
da, mezclando cabezas masculinas de Melkart que por- ellos como su evolución, muestran la complejidad po-
ta o no la leonté (fig. 85), con otras masculinas y feme- blacional que imperaba en el sur de la península Ibéri-
ninas, galeadas (fig. 8, anv. y rev.) o desnudas, atunes, ca. En este sentido, en la zona extremeña, y dado que
toro, cornucopia, etc. También Abdera (fig. 87) (Alfaro las piezas de Arsa son muy escasas y mal conservadas,
1996) produjo monedas propias, siempre con leyendas es el tipo de Turirecina (fig. 95), el que suscita mayor
urbanas en púnico como la anterior, reiterando cabe- interés. Aparece en sus monedas una diosa tocada a la
zas de Melkart y atunes con delfines y más adelante un manera frigia a la que se oponen en reverso una ro-
templo tetrástilo que, en época de Tiberio, adoptará dela y una falcata además de escribirse al centro en
una curiosa forma labrando unas columnas que simu- dos líneas, el nombre de la ciudad de forma bilingüe,
lan atunes (fig. 171) (Alfaro, en HMHA, 97, 103). es decir, utilizando el alfabeto local y el latín, lo que
En el bajo Guadalquivir, en una zona hoy interior ha dado pie a interpretaciones varias (García-Bellido
pero en aquél momento muy próxima al estuario del 1991).
Baetis, dos ciudades, Ituci y Olontigi, emitieron mone-
da con leyendas en púnico (Alfaro, en HMHA, 103- La Alta Andalucía y el mundo ibérico
105), seguramente impulsadas por los grupos que se Si los gadeiritas habían sido los primeros en amo-
ocupaban de controlar el transporte del mineral que nedar en el sur de la península Ibérica, en el alto Gua-
descendía desde los centros de producción ubicados dalquivir tendría lugar un conjunto de emisiones de
en la margen derecha del Guadalquivir. Los tipos se- gran interés que marcarían la pauta y ejercerían gran
leccionados por ellas se asemejan más al estilo de otras influencia en buena parte del resto de la futura provin-
cecas vecinas, representando cabezas viriles, jinetes cia Bética. La propuesta del funcionamiento de dos ce-
(Ituci, Olontigi, fig. 88), espigas, toros, etc., sin que cas en el alto Guadalquivir, Castulo y Obulco, emitien-
falten algunos diseños muy personales, como la piña do bronce para Cartago coetáneamente a la Segunda
de Olontigi, en un lugar aún hoy rico en abundantes Guerra Púnica con pesos alrededor de 18 g –duplos de
pinares (fig. 89). Las series iniciales, seguramente tras la unidad púnica–, deberá comprobarse o, al menos,
un cese temporal, acabaron una vez más adoptando el explicarse más detenidamente, ya que la considerada
latín. primera emisión obulconense porta el topónimo de la
Aún hay otro grupo de talleres que utilizaron un ciudad solo en latín.
raro alfabeto derivado del púnico, pero sólo conocido La característica básica en ambas cecas es el uso de
por estas emisiones monetales, impropiamente llama- un alfabeto meridional que difiere algo del resto de la
do «libio-fenicio» o, mejor, «púnico aberrante» (Alfaro escritura ibérica y suele conocerse como «ibérico del
1991; García-Bellido 1993b). Comienzan rotulando sur» (Arévalo 2005). Castulo (García-Bellido 1982),
sus nombres en él, pasando algunas cecas por una eta- en cuya proximidad se explotaban riquísimos filones
pa bilingüe y acabando por adoptar el alfabeto latino. de galenas argentíferas, comenzó realizando unas series
La mayoría se sitúa entre la franja de la costa atlántica que mantendrían, durante el siglo ii y parte del i a.C.,
que va de Cádiz a Gibraltar y la sierra interior, pero las mismas imágenes. En anverso, una cabeza masculi-
dos ciudades se escapan de esta región para ubicarse na laureada a la que se opone un reverso muy especial,
en la actual Extremadura, donde el control del mine- una esfinge marchando a derecha y tocada con casco
ral extremeño también debía de estar relacionado con rematado en un vástago puntiagudo bajo la que se es-
ellas. Forman parte del primer grupo Asido (fig. 90), cribe el nombre de la ciudad en caracteres ibéricos (fig.
Baelo (fig. 91), Lascuta, Iptuci y Oba, ya que Vesci per- 96). Emisiones sucesivas se distinguen por una letra
manece sin localizar con seguridad. Utilizan una tipo- ibérica o por un símbolo (fig. 97), correspondiendo el
logía de raíz púnica, con presencia de Melkart y un grupo más abundante a la serie que incluye una mano
posible Baal en Asido (fig. 92, anv. y rev.), donde a la abierta (fig. 98). Ésta se ha querido asociar con el su-
simbología astral de estrellas y crecientes se une el tipo ministro de la ciudad a las minas mencionadas incluso
marino del delfín y otras imágenes ligadas al ambiente proponiéndola como una serie paralela a las acuñadas
de la zona como toros y espigas. en el centro urbano, que en cambio se realizaría en
No faltan tipos especiales, como el ara y el elefante el mismo lugar de las explotaciones (García-Bellido
de Lascuta (fig. 93), la rueda de Iptuci (fig. 94) o la cor- 1982, 145). En un momento que se supone en torno
nucopia de Asido, sirviendo ésta de reverso a un rostro al final del primer tercio del siglo i a.C. y que pue-
femenino ataviado con un casco similar al que suele de relacionarse también con un giro en el control de
llevar Roma en los denarios. Los elementos religiosos la actividad minera, la ceca castulonense introduciría
se entrelazan con los económicos y, a su vez, sugieren nombres, supuestamente, de magistrados, y escritos ya
relaciones con otras cecas, formando un entramado en latín, utilizando este alfabeto también para escribir

61
HISPANIÆ. LAS PROVINCIAS HISPANAS EN EL MUNDO ROMANO

el topónimo de la propia ciudad. Su numerario resul- respecto a la conquista del resto de la Península podía
tó bastante fluido, con el uso reiterado de varios divi- haber sido clave en este asunto (Chaves 2000).
sores, donde toros (fig. 99) y jabalíes (fig. 100) están Hay otra ceca de localización indeterminada, Abra
presentes tanto en las series de alfabeto local como en (García Garrido 1984), que utiliza tipos y alfabeto si-
las bilingües (fig. 101) y las solo latinas (fig. 102). Tales milares a Obulco (fig. 110), pero mayor interés des-
emisiones, que a su vez alcanzaron gran volumen, se pierta Iliberris, de la que se supuso una amonedación
encuentran por todo el suelo peninsular e incluso fue- muy temprana que hoy se descarta gracias a tesoros,
ra de él, con mayor concentración en ambientes rela- datos arqueológicos y a una revisión de ejemplares que
cionados con explotaciones mineras (Melchor 2000). han resultado retocados en época moderna (Orfila/Ri-
La otra ceca de notable importancia en la zona pollès 2004). Sus monedas se encuadran en el siglo ii y
de Andalucía oriental es Obulco (Arévalo 1999). A la i a.C., representando en las series más abundantes un
mencionada primera emisión latina (fig. 103) siguen rostro masculino con tosca esfinge al reverso y leyenda
otras bilingües, latín e ibérico, que llevan en anverso urbana en escritura meridional, Ilturir, luego sustitui-
una cabeza femenina peinada con moño bajo, pen- da por el latín (fig. 111). Deberá asimismo estudiarse
dientes y collar de cuentas al igual que en las monedas el motivo que los impulsa a escoger para sus emisio-
iniciales, que se acompaña de un creciente lunar en nes iniciales, donde Ilturir aparece en alfabeto local,
alguna serie y se rodea de una gráfila a modo de coro- una tosca cabeza masculina galeada y, en reverso, una
na de hojas. Para los reversos prefieren elementos agrí- triquetra, mientras que en los divisores figura una vic-
colas formando combinaciones diferentes, tales como toria con escudo, corona, palma y punta de lanza (fig.
espigas, arado y yugo, siendo estos últimos de extrema 112). Curiosamente, tiempo después y probablemente
rareza en toda la amonedación antigua (fig. 104). La en las que serían sus últimas emisiones, se vuelve al
divinidad del anverso, frugífera y astral, corresponde a mismo tipo, pero entonces incluyendo una leyenda
un esquema de larga tradición mediterránea y es com- latina, Florentia, alusiva al nuevo estatuto municipal
plejo aventurar una etiqueta con su nombre. La amo- de la ciudad, conseguido probablemente en época ce-
nedación obulconense proporciona además otro dato sariana o augustea. Al contrario que en el caso de las
importante durante el siglo ii a.C.: la presencia de siete cecas anteriores, sus emisiones no son voluminosas y
pares de magistrados de nombre indígena y escritos en apenas salen fuera del propio territorio.
alfabeto local (fig. 105), quienes, en el último tercio Tanto Castulo como Obulco tuvieron una clara in-
del mismo, serán sustituidos por una pareja con nom- fluencia en buena parte del valle del Baetis, marcando
bre y alfabeto latino –L. Aimil/M. Iuni– mencionando una manera de hacer y un estilo característicos que se
el cargo de aedilis (fig. 106). En un momento tem- manifestarán en talleres relativamente alejados como
prano unos divisores portan jinete con lanza en ristre Vlia (fig. 113), Carbula (fig. 114), Vrso (fig. 115) o
al reverso (fig. 107) y algo más adelante, también en Carmo (fig. 116, anv. y rev.), calificándose de «estilo
los valores fraccionarios, aparecerá el toro y un águila de Obulco» (Chaves, en HMHA, 293). Los tipos clave
con las alas abiertas (fig. 108). Otra serie de interés es de ambas cecas también se encontrarán en lugares más
la que sitúa en anverso una cabeza de tipo apolíneo o menos alejados y así se repite la figura femenina en
(fig. 109), acompañada en la otra cara por aperos de Vlia y Carbula mientras que la esfinge se representa de
labranza, un toro o una lira. Dicha imagen presenta nuevo en Abra, Ilturir y también en Vrso. La selección
una iconografía similar a la usada en Roma por va- de dichas imágenes no tiene que justificarse necesaria-
rios magistrados monetales, en especial por la familia mente por una mera copia de un tipo de prestigio sino
de los Calpurnios (Chaves 2008a, en prensa a). Esto que otras razones debieron de inducirles a ello. Tam-
ocurriría ya en el siglo i a.C., aproximadamente en la bién los patrones metrológicos seguidos por las dos
misma época que también Castulo estaba cambiando grandes cecas orientales y su evolución repercutieron
su selección tipológica y su estilo. en la zona occidental. Ya vimos que en su inicio se re-
Las relativamente copiosas emisiones obulconenses lacionaron con parámetros púnicos, pero luego adop-
se encuentran diseminadas por buena parte de la Vlte- taron un sistema de pesos que puede relacionarse con
rior e incluso fuera de ella, habiéndoseles supuesto es- el sextantal reducido imperante en Roma –47 y 31 g–,
trechas relaciones con la rica producción cerealística de para ir descendiendo progresivamente hasta que, en el
la misma zona, ligada a su vez con necesidades de los siglo i a.C., bajan a unos 12,5 g. En el transcurso de
ambientes mineros y/o el desplazamiento hacia ellos este tiempo los pesos sucesivos de las unidades de estas
de los pobladores de Obulco (Arévalo 2002). Esto no grandes cecas –22-25 g, 17-18 g y 14-15 g– también se
excluye la posibilidad de que hubiese constituido un encontrarán en numerosos talleres del resto de Anda-
punto de abastecimiento para avituallar a las legiones lucía (Chaves, en HMHA, 297-299; Mora 2006a). La
romanas, en especial, en la época en que descendían reducción a los 12,5 g, supuestamente, los aproximaría
al sur a invernar. El estar situada desde un momento al semiuncial establecido en Roma en 91 a.C., pero en
temprano en territorio prácticamente de retaguardia realidad este sistema apenas llegó a utilizarse en la ceca

62
LAS AMONEDACIONES HISPANAS EN LA ANTIGÜEDAD

oficial romana ya que casi no se emitió bronce en los Ipora, etc.), caballos (Sacili, fig. 131), jinetes en diver-
primeros años del siglo i a.C. hasta que con Sila cesa- sas actitudes (Carissa, fig. 132; Laelia, Ilipla, fig. 133),
ron por completo las amonedaciones en dicho metal jabalís (Halos, Celti, fig. 134), racimos de vid (Acini-
durante el resto del periodo republicano. po, fig. 120) o incluso de olivo (Vlia, fig. 113), palmas
Aún hay una interesante ceca en el extremo atlánti- (Laelia, Lastigi; Ostur, fig. 124) y numerosas espigas
co, identificada con Alcácer do Sal: Salacia (fig. 117). (Carmo, fig. 116, rev.), Ilipa, fig. 135; Searo, etc.). Tam-
Su alfabeto ha sido muy discutido y se le atribuyen bién se deben recordar las iconografías que responden a
diferentes lecturas. Para Faria (Faria 1992) debe leerse Heracles-Melkart (Sisipo, Carmo), e incluso aparece al-
Beuipum y califica la escritura de meridional, contra gún delfín en cecas del interior aunque, como veremos,
los que la llaman surlusitana. A lo largo del siglo ii y i el sábalo, pez de río, tendrá mayor importancia.
a.C. produjo nueve emisiones en alfabeto local y latín, Es cierto que algunos tipos parecen copiarse o ins-
con algunos nombres de magistrados y cierta influen- pirarse en las cecas de Andalucía oriental o en las más
cia gadeirita en los tipos donde aparecen cabezas de importantes de la zona occidental, como ya vimos, lo
Melkart, atunes y delfines (fig. 118). que ha originado el criterio de agruparlas por «zonas
de influencia» (Villaronga 2004). No obstante, la per-
El valle del Guadalquivir y otras cecas de alfabeto sonalidad de estos talleres aflora incluso en las copias
latino de prototipos extraídos del acervo clásico-helenístico
En el territorio de la actual Andalucía se concen- o romano (Chaves/Marín Ceballos 1981). Así ocurre
tran, desde el valle medio del Guadalquivir hacia el con las iconografías tomadas de Mercurio (Carmo, fig.
suroeste, el mayor número de las cecas que solo em- 136; Halos), Apolo (Salpesa, fig. 137), Sileno (Sacili,
plean el latín en sus leyendas, con fuerte presencia en fig. 131), Juno (Bora, fig. 126, anv.), etc., que mues-
la actual provincia de Sevilla, pero alcanzando también tran su conocimiento de estos temas y formas, pero su
ciertos puntos de la costa. Se caracterizan por la inclu- interpretación puede que no coincida siempre con la
sión del topónimo de la ciudad, adjetivado en unos originaria. Símbolos ligados en principio a ciertas divi-
pocos casos, escrito en alfabeto latino. Algunas cecas nidades como la lira a Apolo (Carbula, fig. 138; Salpe-
mencionan el nombre de uno o más magistrados, pre- sa, fig. 137) o el caduceo a Mercurio (Carmo, fig. 139)
cisando en ocasiones el cargo de quaestor o aedilis. Por aparecen también representados sobre las monedas del
ejemplo, los L. Aeli y Q. Publici en Onuba (fig. 119) sur. Se encuentran asimismo modelos que pueden ins-
o L. Folce aedile en Acinipo (fig. 120). La presencia pirarse en el acervo clásico mediterráneo, pero que se
de una S o de tres puntos en ciertas monedas se han readaptan de forma personal como un curioso soldado
supuesto marcas de valor (Searo, fig. 121), mientras con escudo oblongo (Ventipo, fig. 128), un personaje
que, como ya vimos, su metrología según la zona y desnudo con racimo (Osset, fig. 127, rev.) o una ima-
el momento, está relacionada con las dos importantes gen sentada y vestida portando cornucopia (Irippo, fig.
ciudades emisoras de Andalucía oriental –en el fondo 140). Desde muy pronto y como ya se ha visto sobre
también con Roma– o con los patrones de bajo peso y piezas de Obulco, la corona de hojas tipo láurea tuvo
raíz púnica del sur. Hay también una evolución dentro buena aceptación rodeando varios tipos de Carmo y
de las diversas series de cada ceca como anunciamos otras ciudades e incluso se muestra en algunos diviso-
líneas arriba, y en bastantes casos se acuñan divisores res enmarcando las iniciales urbanas como en el caso
cuya tipología conecta normalmente con el tipo de los de Lastigi (fig. 141).
valores mayores, algunos de cuyos ejemplos veremos Una larga serie de imágenes se expanden por las
más adelante. monedas del sur andaluz, abriendo de nuevo el resbala-
En realidad, varios talleres se limitaron a producir dizo tema de su elección, planteándonos si fue pensada
emisiones muy cortas o muy puntuales –Cerit (fig. con criterio simbólico-religioso y/o político-económi-
122), Vgia– y ninguna ceca alcanzó el volumen de las co. Pero, en definitiva, es claro que nos avisan de la
antes citadas. Sin embargo, la variedad tipológica es intención que subyace en estas emisiones: los tipos se
francamente notable, hasta el punto que determinados convierten en blasones de las ciudades (Arévalo 2002-
temas resultan únicos en el Mediterráneo. Son los ca- 2003) y, más allá de su valor liberatorio, simbolizan
sos del palmito presente en las monedas de Laelia (fig. la entidad ciudadana a la manera de las poleis griegas.
123) (Chaves 2005a), o de la bellota en las de Ostur Ciudades y ciudadanos estaban recorriendo un camino
(fig. 124) o la ya mencionada piña en la Olontigi púni- de aemulatio, imitatio e integratio que iba a culminar
ca. Un listado de todos sería prolijo, pero recordemos con el Imperio (Chaves 2008a, en prensa a).
al menos el desfile de cabezas femeninas diademadas Entre el alto número de cecas es conveniente desta-
(Corduba, fig. 125); veladas (Bora, fig. 126), con casco car algunas de singular interés, como las de Carbula e
(Osset, fig. 127), las masculinas desnudas (Searo, fig. Vlia, que mantienen en anverso una cabeza femenina
121, anv.) o galeadas (Lastigi, Ventipo, fig. 128), toros al estilo de la obulconense, supuesta divinidad difícil
en diferentes posturas (Orippo, fig. 129 y 130; Bora, de nominar sin más datos, pero de indudable carácter

63
HISPANIÆ. LAS PROVINCIAS HISPANAS EN EL MUNDO ROMANO

astral y frugífero como hemos visto, con unos reversos talleres del sur, letra que ha recibido interpretaciones
que invitan a la reflexión: lira en la primera, racimos de muy diversas, desde ser considerada marca de valor a
olivo en la segunda. Por su parte, en la importante ciu- símbolo religioso (Arévalo 1993), o a distintivo de de-
dad de Vrso, una esfinge parecida a la de Castulo ocupa terminadas emisiones correspondientes a un conjun-
el reverso de unas controvertidas emisiones con cabezas to de cecas unidas para una actividad relacionada con
masculinas de muy diferente estilo y la leyenda L. Ap. la minería (Chaves 1993a). De hecho, al estudiarse la
Dec. Q. (fig. 115, rev.), hasta que un oso sentado (fig. dispersión de las monedas de Ilipa (Arévalo 1994) se
142) y otro rampante sustituyen a la esfinge aparecien- observa cómo éstas se extienden claramente por el
do entonces Marc. Q. También en los alrededores del ámbito minero, especialmente el extremeño. También
actual Aljarafe (Sevilla), en óptima situación respecto junto al Baetis, Caura (fig. 146; Chaves 1993) sigue el
al estuario del Baetis y a la zona minera vecina, otras mismo tipo del sábalo mezclándolo con las espigas car-
ciudades como Lastigi, Laelia (Chaves 2005a), Ilipla u monenses y, a orillas del Guadiana, Murtili (fig. 147)
Ostur, emiten varias series interesantes y con tipos de lo usará también en unas toscas, pero reiteradas series
fuerte personalidad mencionados más arriba. que se acompañan de un nombre en latín (Faria 1995;
Pero serían Carmo e Ilipa las dos cecas fundamenta- 2001).
les de las que tanto su metrología, relacionada al pare- En el largo elenco de cecas que tuvieron alguna ac-
cer con los grandes talleres de la cabecera del río, como tividad a lo largo de este periodo en el territorio que
sus tipos, ejercerían notable influencia en otros talleres luego sería la provincia romana de la Bética, es inevi-
más o menos próximos. La excepcional situación de la table aludir a dos que revisten una especial personali-
primera, sobre un alcor que domina el fértil valle del río dad y marcan unas características diferentes del resto,
Corbones, así como la posición de la segunda, a orillas pudiendo aportar interesantes datos para comprender
del Guadalquivir y con los caminos que suben hacia la actividad de Roma en la Península: Carteia y Cor-
la serranía minera detrás, hacen esperar emisiones de duba.
un volumen mayor que otras ciudades vecinas. Carmo Carteia (Chaves 1979a) había sido establecida de
(Chaves 2001) reitera también en reverso el tipo de las forma anómala en 171 a.C. (Liv. 43, 3) para asentar a
dos espigas con el topónimo urbano al centro, mien- hijos de soldados componentes de las legiones y mu-
tras que por sus anversos desfila, primero, una cabeza jeres indígenas (Pena 1988). Pero estos fundadores de
galeada muy sencilla (fig. 116 a), luego otra con casco la dicha Colonia Libertinorum Carteia no debieron de
tipo Roma, y una tercera con casco frigio (fig. 143). estar nunca solos sino conviviendo con un núcleo de
Asimismo aparece una figura con iconografía de Mer- cierta importancia formado por los habitantes origi-
curio llevando petaso y caduceo (fig. 136) (Rodríguez narios del lugar, gentes con fuerte raíz semita quienes,
Casanova 1999), sin que falten las cabezas de Hera- desde mucho tiempo atrás, estaban insertos en un sóli-
cles-Melkart a juzgar por la clava presente en algunas. do entramado de relaciones comerciales que no habría
En la serie más tardía, a un tosco rostro masculino lo tenido sentido desperdiciar entonces.
acompaña un delfín como se hacía en ciertas monedas Las monedas carteienses reflejan la variopinta so-
de la Citerior, pero cosa insólita en el sur. Varios di- ciedad que habitó la ciudad y las tensiones que de-
visores con caduceo (fig. 139), espiga y también con bieron de sucederse en ella. A nivel de oportunidad
una interesante cabeza femenina, completan estas se- política y con un estatuto tan peculiar, resultaba muy
ries que conocen una relativamente amplia expansión adecuado ceñirse a la amonedación romana oficial, lo
en la Bética occidental. Es preciso destacar el notable que indican ciertos tipos de divinidades como Júpiter
éxito de la espiga, que se repite en otras cecas, bien o Saturno, Mercurio, Heracles o las reiteradas proas
enmarcando el topónimo (Cerit, Caura, Lastigi, Searo, de reverso, sin que falte la representación del fulmen,
etc.), bien en otra disposición (Iliturgi, Ilipa, etc.). símbolo de Júpiter, mientras que a la vez se utilizan
Ilipa (Rodríguez Mérida 1992; Chaves 2007), la marcas de valor también de forma similar a Roma.
ciudad en cuyos aledaños los cartagineses habían su- Sin embargo, cuidaron de emitir valores fraccionarios,
frido su derrota definitiva, se decantó por otro de los del semis hacia abajo, siguiendo con ello el tamaño de
tipos que copiarían varias cecas del sur: un sábalo, monedas más habitual en la zona del Estrecho. Aun-
pez del mismo río Baetis, en una de sus caras, y en la que comienzan mencionando solo el nombre urbano
otra, una preciosa espiga. En principio, ésta aparece (fig. 148), pronto incluyen magistraturas latinas –cen-
flanqueada por sendos caduceos, mientras que al pez sor (fig. 149), quaestor, IIIIuir (fig. 150)– y fórmulas
lo acompañan dos estrellas con un creciente al cen- romanas –EX D.D, D. D. (fig. 151), EX S.C.F.C–,
tro (fig. 144). En las emisiones sucesivas queda solo que además parecen estar ocupadas en su mayoría por
el creciente (fig. 135) y en las posteriores desaparecen descendientes de hijos de los antiguos fundadores de
todos los símbolos. También emitió divisores en me- procedencia itálica: L. Agrius, L. Atinius, P. Falcidius,
nor cantidad, y es una de las cecas donde se mues- C. Maius Pollio, C. Minius (fig. 150, rev.), Q. Opsi-
tra la enigmática letra A (fig. 145), presente en varios lius, Q. Pedecaius (fig. 152), L. Marcius (fig. 153), etc.

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LAS AMONEDACIONES HISPANAS EN LA ANTIGÜEDAD

(Chaves 1979, 35-49; González Román/Marín Díaz 2005) han mostrado que las series más copiosas atri-
1994; Pena 2000). Pero también se utilizan figuras li- buidas hasta ahora a dicho periodo son anteriores a él.
gadas en buena parte al conjunto de sus pobladores y a No obstante, hallazgos y tesoros parecen indicar que,
las actividades que se venían desempeñando entre los con la victoria optimate, al menos la plata dejó de acu-
carteienses. Así se representan delfines y timones, se ñarse en la Citerior, aunque ya antes había disminuido
efigia la imagen de Neptuno con su tridente (fig. 154) notablemente.
o la de un sencillo pescador de caña (fig. 155), caso De todas formas, es difícil delimitar cuando e in-
único en las amonedaciones antiguas. A estos tipos cluso porqué la mayoría de las cecas peninsulares cesa-
se añade una cabeza femenina torreada estilo Tiché, ron en sus emisiones (Campo 2005). Es cierto que el
en la que se han querido apreciar las raíces orientales. taller de Roma a partir de Sila había dejado de emitir
Aún es posible detectar las tendencias políticas, a veces bronce pero, en todo caso, ésa sería una razón de más
opuestas, de la sociedad carteiense a través de los ma- para que la producción de moneda local en ese metal
gistrados que signan las monedas y en su selección de se acrecentase. El hecho es que pocos son los casos en
tipos, como parece dibujarse en la aparente simpatía que tengamos cierta seguridad de seguir encontran-
de algunos hacia los partidarios de Pompeyo. do amonedaciones hispanas (Campo 2005; Llorens
El otro caso especial es Corduba (Chaves 1977), 2005). No obstante, importantes cecas como Empo-
ciudad que sería elegida capital de la provincia Baetica rion (fig. 157) o Gades no se cerraron, ni tampoco Arse,
por Augusto, pero que ya antes venía ejerciendo una Ilici y Carteia, y probablemente permanecieron activas
importante función de centro político-administrativo durante un tiempo Obulco y, con renovadas emisiones,
en toda la zona, albergando altos magistrados, además Castulo.
de ser una potente colonia de itálicos y romanos. Sus Se han atribuido a este momento unas series mo-
monedas no pasan de cuadrantes marcados con los netales donde el latín aparece junto a la lengua local,
tres glóbulos de rigor, es decir, son valores menores en pero sin abandonar los tipos tradicionales: Kelse (Ame-
bronce, pero debieron de desempeñar un especial pa- la 2004; Mullor/Ripollès 2004; fig. 158), Saiti y Kili
pel en ciertos momentos, extendiéndose por Andalucía (Llorens 2005). Un caso curioso lo representan mo-
y Extremadura, saliendo de la provincia y siendo tam- nedas de Usekerte/Osicerda (fig. 159), donde se copia
bién tesaurizadas (Chaves 2006). Sobre la interpreta- el tipo cesariano del elefante pisando la trompa gala
ción de sus tipos no hay acuerdo definitivo, aunque en y una victoria en la otra cara. Otras, como Segobriga
el anverso el rostro femenino puede responder a una (fig. 160) Toletum, Segovia o Clunia (fig. 161), mantie-
posible imagen de Venus que encajaría con la figura nen el consabido jinete pero con leyenda solo en latín.
tipo Eros, portadora de antorcha y cornucopia, situada Asimismo, hubo varias ciudades que comenzaron se-
en el reverso. Si ello tiene que ver con el nombre del ries renovadas poco antes del Principado, aunque con
quaestor, Cn. Iuli L. f, que firma la pieza, el círculo se Augusto continuarían produciendo emisiones relativa-
cerraría (figs. 125 y 156). También se discute si se ini- mente importantes según se observa en Celsa, Osca,
cian sus emisiones a final del siglo ii a.C. o se realizan Bilbilis o Turiaso (Llorens 2005). Es interesante obser-
en época sertoriana, pero sin duda pertenecen a éste var como las monedas reflejan el cambio de denomi-
último momento las más numerosas (Chaves 1977, nación de la colonia que comenzó siendo fundación de
37-79, 2006; Knapp 1982; Amela 2006). Lépido incorporando su nombre al urbano (fig. 162),
pero a la caída de éste se abandonó dicho nomen pasan-
do a usar el de Celsa (García-Bellido 2003) (fig. 163).
Del Principado al final de las emisiones Un caso especial lo representan los denarios emitidos
locales (mapa 3 y tabla 2) en Osca en 39 a.C. por Cn. Domicio Calvino, tras su
victoria sobre los cerretanos. Curiosamente, la cabeza
La transición al Principado masculina de estos anversos recuerda la que fue tradi-
cional en Bolskan, pero el topónimo urbano se escribe
Uno de los momentos menos claros en la amone- ahora en latín y en el reverso figuran los instrumentos
dación peninsular tuvo lugar tras la derrota de Serto- propios del sacerdocio romano y el nombre del cónsul
rio. Generalmente, se viene atribuyendo al periodo de (fig. 164) (Domínguez 1991).
enfrentamientos entre senatoriales y populares que se En los años inmediatamente anteriores al inicio del
desarrolló en Hispania, una relativa intensidad en la Principado o en un momento consecutivo a la derrota
producción de moneda local por parte de ciertas ciu- de los pompeyanos, parece que tuvieron lugar ciertas
dades que habría estado encaminada a colaborar con emisiones en las que, bien no se encuentra el retrato
la causa sertoriana, lo que, en contrapartida, iba a del emperador, bien la figura masculina puede inter-
provocar después el cese de las mismas. El tema no se pretarse como tal, pero sin la leyenda con su nombre
presenta hoy tan simple, y estudios como el de la ceca como luego suele ser habitual. Es el caso de la primera
de Sekaisa (Gomis 2002) o Turiaso (Gozalbes 2004- emisión de la ceca de Segobriga (fig. 160) (Ripollès/

65
HISPANIÆ. LAS PROVINCIAS HISPANAS EN EL MUNDO ROMANO

Abascal 1996, 114), donde los anversos se inician La amonedación peninsular durante el Imperio
mostrando estereotipadas e impersonales cabezas que
darán paso a otras al estilo de los retratos augusteos. El paso de un sistema de gobierno a otro –de Repú-
Más adelante, incluirán el titulo de Augusto y luego blica a Imperio– tuvo como es bien sabido una enorme
el de Tiberio, siempre con el nombre de la ciudad en repercusión en la moneda romana, y la península Ibé-
latín, mientras que en el reverso mantienen el jinete rica no se iba a ver libre de ello (Ripollès, en HNHA).
lancero hasta que, con el último emperador, lo sustitu- Es importante recordar que la inmensa mayoría de los
yen por una láurea. talleres que funcionaron antes ya habían cerrado defi-
Ciertamente, no es habitual que las cecas que nitivamente y los pocos que permanecían activos esta-
emiten en época augustea lo hagan sin el nombre ban sufriendo cambios notables a tenor de los nuevos
imperial, pero hay otros casos. Por ejemplo, se ha tiempos. Un ejemplo servirá para ilustrar esta realidad:
propuesto que, en el sur, Osset e Irippo, talleres que Gadir.
ya tuvieron su inicio durante la República, lanzaron Gadir (Alfaro 1988, 85 y ss., y 153 y ss.) estaba
alguna serie con la imagen de Augusto, aunque luego atravesando un periodo de apogeo ante la elevación
no tendría continuidad con el nombre del emperador de algunos de sus ciudadanos a las más altas esferas.
(Ripollès, en HMHA, 341). Esto no es óbice para que El caso de los Balbos, valedores de César y Augusto, es
se realizasen emisiones de volumen notable, lo que bien conocido, y la sociedad gadeirita, ahora gaditana
ocurrió concretamente con Irippo, cuyas monedas se tras la concesión del estatuto municipal, debía de estar
encuentran por toda la Baetica y son también objeto presentando su cara más agradable y romanizada ante
de tesaurización. Por otra parte, Ilercauonia-Dertosa los nuevos dueños del poder. Al final del siglo i a.C.
(fig. 165) (Llorens/Aquilué 2001) comenzó por estos tuvieron lugar unas emisiones muy diferentes a las tra-
años con una emisión cuyos tipos representan naves, dicionales que, por ello y por su inhabitual tamaño, se
tanto en anverso como en reverso, escribiendo el esta- consideraron un tiempo medallones conmemorativos
tuto municipal y el topónimo urbano, pero sin efigie (Guadán 1963). Sin embargo, sus altos pesos respon-
ni nombre imperial. No obstante, con Tiberio sí lo den al recién estrenado sistema augusteo –sestercios y
incluirían. dupondios– y sus ejemplares se han hallado también
Una novedad en este periodo fue la apertura de formando parte de tesaurizaciones junto a otras mone-
cecas en varias ciudades que antes no habían emitido, das de curso normal (fig. 170) (Chaves 1991-93). Los
como el caso muy notable de Carthago Noua (Llorens tipos utilizados son fuertemente expresivos, más de lo
1994), que, desde que funcionara para los bárcidas, que la sociedad local pretendía mostrar: aparecen en
no había vuelto a producir moneda. Hacia mediados ellos Augusto, Gayo y Lucio, Tiberio, un templo de
del i a.C. y habiendo recibido el estatuto colonial en factura clásica, Agripa como patronus parens, el acros-
57 a.C., comenzaría unas interesantes series haciendo tolio, etc., e incluso se menciona el pontificado obte-
gala de una rica variedad de tipos, unos muy del gus- nido por Balbo el Menor, sin que se atrevan a colocar
to romano, otros reflejando monumentos (fig. 166) o su efigie, pero sí los instrumentos sacerdotales propios
acontecimientos de la ciudad, como el posible culto del cargo. En estas últimas monedas, y también en al-
a la Salud (Uroz 2003). Desfilan por sus series, desde gunas otras, se incluye la tradicional imagen del dios
entonces y también con los primeros emperadores, tutelar, Melkart, pero debemos tener en cuenta que
una rica gama de magistrados, duunviros quinquena- por entonces Roma había asumido su culto en el pro-
les, que muestran la importancia de la colonia (fig. pio santuario y la visita al mismo, tanto de César como
167). Los nombres de éstos señalan a su vez el origen de otros generales romanos, lo evidencia (Chaves, en
itálico de las elites, enriquecidas con el comercio de prensa b).
los productos que salían por su puerto, y la habili- Otros casos notables para comprender cómo aún
dad de las mismas al atraerse como magistrados ho- los más reticentes acabaron sumándose a las tenden-
norarios a personajes de la talla de Augusto, Agripa, cias de la casa gobernante se pueden apreciar en cecas
Tiberio o los reyes mauritanos Ptolomeo y Iuba II, como la púnica Abdera, que, a pesar de mantener su
siendo además los tres últimos patronos de la ciudad tipología tradicional, en época de Tiberio colocaría la
(fig. 168). Mantendría sus emisiones hasta Calígula efigie del emperador y, en el reverso, un templo de
con una abundante producción (fig. 169). Aunque factura clásica, pero donde las columnas tienen la
no emitió más que valores pequeños, semises y cua- forma del tipo local, el atún (fig. 171). También es
drantes, los produjo en cantidad apreciable. La otra interesante el recurso de la ceca de Carteia, que venía
colonia levantina y no muy lejana de la anterior, Ilici emitiendo series muy copiosas como la del Neptuno
(Llorens 1987), también atravesó un momento transi- con tridente o el delfín, también con tridente. En ella,
cional anterior a Augusto, pero no pasaría de la época a pesar de no incluirse retratos imperiales, durante el
de Tiberio, emitiendo en este caso ases y semises bajo gobierno de Tiberio y acompañando a dos de sus tipos
la orden de sus duunviros. tradicionales, la cabeza femenina torreada y el timón,

66
LAS AMONEDACIONES HISPANAS EN LA ANTIGÜEDAD

Mapa 3. Ubicación de cecas hispanas al inicio del Imperio (autora e ICAC/UDG, a partir de HMHA: 1997, 359 y 360).

aparecen mencionados como IIIIuiri honorarios los dose a las líneas laudatorias de la propaganda impe-
herederos Germánico y Druso (fig. 172) (Chaves rial, aunque incidiendo en algunos tipos específicos
1979, 103). muy personales, como veremos luego. Sus emisiones,
Salvo contadas excepciones, las cecas que funcio- realizadas en diversos valores de bronce, fueron nume-
naron en ese periodo habían recibido un estatuto pri- rosas y relativamente abundantes, cubriendo supues-
vilegiado, bien municipal, bien colonial; estatuto que tamente las necesidades de la zona hasta el gobierno
colocaron en la leyenda de sus monedas y del que alar- de Tiberio, pues el municipium Liberalitas Iulia Ebora
deaban escribiéndolo junto a los tipos seleccionados. (fig. 176) emitió dupondios y ases en no gran canti-
Un ejemplo notable es la fundación de Augusta Eme- dad y solo con Augusto, al igual que fue muy corta la
rita, en el corazón de Lusitania, donde se dio el caso emisión de la Colonia Pax Iulia.
único, aunque breve, de emisiones en plata, denarios Punto básico a tener en cuenta es que a partir del
y quinarios, con el nombre urbano y el del emperador Principado, y como ya se explica en otro lugar de este
(fig. 173). Las guerras cántabras habían necesitado un volumen, Augusto hizo una nueva división de las pro-
numerario en plata y bronce para sufragar sus gastos vincias hispanas, Tarraconensis, Baetica y Lusitania, lo
y también los de la recién fundada ciudad, de lo que que tendría una evidente repercusión en las nuevas
se encargó el legado P. Carisio, quien también signaría acuñaciones locales. Entre ellas existen claras diferen-
las monedas (fig. 174). Una de las series en bronce, cias en leyendas y cronología. Quizá la más notable
controvertida por el lugar de su emisión que unos su- discrepancia para la que por ahora no se ha encon-
ponen en el corazón de Galicia, Lucus Augusti, y otros trado una interpretación satisfactoria sea la presencia
lo creen producto de una ceca móvil, lleva en el rever- del permiso imperial –perm. Aug.; perm. Caes. Aug., e
so un escudo tipo caetra (fig. 175). Pero luego la plata incluso perm. diui Aug.– en las ciudades de la Baetica
cesaría y la nueva colonia seguiría amonedando con y en algunas de la Lusitania, mientras que tal fórmula
las mismas pautas que veremos en otras cecas locales nunca aparece en la Tarraconense, donde, en cambio,
hispanas, es decir, recordando su fundación y sumán- se muestran en muchas ocasiones nombres de magis-

67
HISPANIÆ. LAS PROVINCIAS HISPANAS EN EL MUNDO ROMANO

trados con sus cargos, algo ausente en el resto. Se ha (fig. 184) y cabe recordar de forma simbólica sus obras
especulado sobre la justificación del uso diferente de de ingeniería hidráulica (fig. 179 anv.) (Beltrán Mar-
este permiso pensando que la Baetica era provincia tínez 1976).
senatorial y la Tarraconense imperial, pero en la Lu- Un caso singular es el de Colonia Romula, único en
sitania también aparece el permiso, siendo asimismo el Imperio, que refleja hasta qué extremo podía llegar
provincia imperial. Muy interesante es la mencionada el afán de laudatio en torno a la casa imperial. En unos
inclusión de los nombres de magistrados locales en las dupondios pertenecientes a época tiberiana se sitúa en
ciudades del norte y el levante, personajes de los que anverso la imagen de Augusto divinizado, con estre-
en repetidas ocasiones nos ha llegado otro testimonio lla y radiado, titulándolo Diuus Augustus Pater, cosa
paralelo de ellos o de su familia en la epigrafía lapidaria que Tiberio también haría en la ceca de Roma. Pero
local. Los cargos mencionados con mayor frecuencia de forma insólita, le corresponde un reverso donde se
son los de IIvir, con repetición a veces de la magis- representa el busto de Livia con globo y creciente, cali-
tratura, o bien quinquenal, aunque también aparecen ficando también a la insigne viuda como Augusta y con
quaestores en Emporion y aediles en varios puntos. el extraordinario apelativo de Genetrix Orbis (fig. 185)
También hay diferencia en la cronología del fun- (Chaves 1978a). Otra exageración se debe a Tarraco,
cionamiento de estos talleres según las provincias: hay donde se graba un ara que muestra una palma florecida
cecas que solo amonedan con Augusto en todas las en ella, supuesto milagro a ojos de los enardecidos ke-
provincias –Colonia Patricia, Ilerda, Ebora...–, otras setanos, historia que mereció la ácida burla del propio
lo hacen solo con Tiberio –Colonia Romula, Cas- emperador (fig.186). Y, naturalmente, la propaganda
cantum...– y también las hay que emiten con ambos sucesoria no quedaba atrás, como se refleja tanto en
–Emerita, Ercauica (Gomis 1997)...–, pero serán úni- cecas de la Tarraconense como de la Bética y, siguiendo
camente varias ciudades de la Tarraconense, como por la moda de la época, la presencia de las cabezas afron-
ejemplo Bilbilis o Caesar Augusta, las que produzcan tadas de los herederos no es rara, como ocurre en el
moneda propia durante el gobierno de Calígula. Un caso de Colonia Romula con Germánico y Druso (fig.
caso muy curioso que revela cómo estas diferencias van 187) o en Carthago Noua con Nero y Druso (fig. 188).
ligadas a la pertenencia a una u otra provincia es el de Por otra parte, y ocupando un importante papel en
Acci (Chaves 1976). La ciudad empezó sus emisiones la selección temática de muchas de estas ciudades, la
cuando aún pertenecía a la Baetica, siguiendo las pau- adopción del nuevo estatuto colonial o municipal que
tas habituales en ella, permiso imperial incluido. Pero habían recibido buena parte de las nuevas cecas tam-
en 7 a.C. tuvo lugar la segunda reforma del territorio bién se refleja con la inclusión de yuntas fundacionales
ordenada por Augusto, y la Colonia Iulia Gemella Acci –Emerita, Caesar Augusta (fig. 197)– o signa militaria
pasaba a la Tarraconense. A partir de ese momento su –Colonia Patricia (fig. 189)–, a veces mencionando las
producción se iba a adaptar a las normas de esta última propias legiones fundadoras, como ocurre en Acci o
provincia y, como otras cecas de esta circunscripción, Caesar Augusta.
llegaría también a funcionar con Calígula, caso único No obstante, también hubo lugar para tipos es-
en el sur (fig. 177) (Chaves 1976). peciales o específicos de ciudades concretas. En unos
Un punto clave en las emisiones de estas ciudades casos, porque aun con el retrato del emperador, en
es su clara incorporación a las líneas de propaganda reverso se mantuvieron viejos esquemas, como ocu-
de la casa imperial, colocando nombres, títulos –Pater rrió con varias cecas de la Tarraconense, que reiteran,
Patriae, Imperium– y retratos del emperador de turno como hemos visto, el arraigado tipo del jinete lancero
y su familia, tanto incidiendo en los programas suceso- –Bilbilis (fig. 190)– o establecen uno nuevo, caso del
rios como en los temas que apoyaban las líneas de go- toro –Calagurris (fig. 191)–, o bien porque la selec-
bierno del nuevo poder y resaltaban sus símbolos. Se- ción tiene que ver directamente con los habitantes del
ñalamos con un ejemplo únicamente algunos de ellos, lugar. Ejemplo notable de esto en la Baetica es Italica,
que se reiteran en bastantes más ciudades de las aquí primera fundación fuera de Roma allá por el 207-206
indicadas: láureas –Iulia Traducta (fig. 178); Segobriga a.C. Sus tipos incluyen a la Loba Capitolina con Ró-
(fig. 179)–, aras –de la Prouidentia Augusta en Emerita mulo y Remo (fig. 192), al Genio del pueblo Romano
e Italica (fig. 180); a Salus Augusta en Ilici (fig. 181)–, –GEN. POP. ROM. (fig. 193)– y efigian una figura
templos –Gades, Tarraco (fig. 182)–, instrumentos militar con la leyenda ROMA (fig. 194). Sin duda to-
sacerdotales –Carthago Noua, Colonia Patricia (fig. dos ellos resultaban temas suficientemente significati-
183)–, etc. La renovación urbana que propugnaba la vos para recordar los orígenes de la ciudad y reflejar el
política imperial se plasma en la presencia de edificios pensamiento político de las elites del momento (Cha-
y arquitecturas (Beltrán Martínez 1980) y el recuerdo ves 1973, 2008b) sin que ello los privara de sumarse a
simbólico de obras de ingeniería como acueductos o la propaganda sucesoria del emperador (fig. 195).
abastecimiento de aguas. En este sentido, Emerita es También en este periodo siguió habiendo mu-
un buen ejemplo al presentar la puerta de la ciudad cha diferencia en cuanto al volumen de producción,

68
LAS AMONEDACIONES HISPANAS EN LA ANTIGÜEDAD

tanto entre una ceca y otra, como entre las diversas Un balance
emisiones de una misma (Ripollès/Muñoz/Llorens
1993). Una de las ciudades más prolíficas en la que En definitiva, la última etapa de la amonedación
los nombres de magistrados abundan, a la vez que realizada por las ciudades de la península Ibérica, pre-
muestra otros datos de interés para mejor compren- senta grandes diferencias con el periodo anterior. La
der el funcionamiento de sus estructuras municipales acusada personalidad que desde el primer momento
y la relación con el gobierno central, es Caesar Augus- habían mostrado muchas de ellas, en especial en el
ta (fig. 196) (Beltrán Martínez 1956; Gómez 2003; sur y el levante, se había ido diluyendo con el tiempo.
Domínguez Arranz 2006b). Produjo quizás el volu- Los alfabetos locales fueron sustituidos por el latín, los
men más alto de monedas de este periodo en His- nombres de los magistrados, cuando aparecen, van in-
pania, batiendo diversos valores en al menos nueve sertándose no solo en escritura, sino también en las
series que alcanzan hasta Calígula (fig. 197). A los ti- formas nominales itálicas y/o romanas, y las iconogra-
pos alusivos a su fundación y a las legiones (fig. 198) fías van haciéndose cada vez más similares a las em-
que intervinieron en ello se unen los que ensalzan a la pleadas en monedas oficiales de la República.
casa imperial uniéndose a la hábil propaganda suceso- El inicio del Imperio marcaría unas diferencias mu-
ria: Cayo y Lucio, Nero y Druso, Livia, Germánico, cho más netas. Las ciudades que amonedan no perde-
Agripa y Agripina se festejan en sus emisiones junto rían la ocasión de resaltar esta vez su admiración y fide-
al emperador de turno. También atrae la atención el lidad a la política imperial, celebrando continuamente
toro coronado por una especie de tocado caracterís- los paradigmas de su propaganda (Beltrán Lloris 2002;
tico del animal que se conducía al sacrificio dentro Chaves 1998a). Una evaluación hipotética sobre el
de la ceremonia de los suovetaurilia, como también volumen de monedas producido por estas cecas ha
se encuentra en Ercavica (fig. 199). Este tema, unido puesto de manifiesto que tales emisiones no solucio-
a la importante presencia de los instrumentos sacer- naban el montante de los gastos edilicios –y de otro
dotales en muchas emisiones hispanas del periodo tipo– de las nuevas colonias y de los municipios en un
imperial, refleja la evolución de la mentalidad de los momento clave para ajustarse a los planes de engran-
emisores en tal momento. decimiento urbano surgidos con Augusto (Ripollès/
En líneas generales, se puede considerar que la Ta- Muñoz/Llorens 1993). Tanto esto como el cese abso-
rraconense gozó de una producción más elevada que luto de la producción durante el gobierno de Calígula
la Baetica y, como vemos, también más prolongada nos hace suponer que en tales emisiones primaba más
en el tiempo, e incluso en Ebusus se produjo un cor- una intención política, la de aparecer como decididos
ta emisión con Claudio. Ni siquiera la capital bética, seguidores de la política imperial, que un fin financie-
Colonia Patricia, poseyó emisiones de gran volumen, ro o económico. Sin embargo, también debieron de
aunque subsiste la teoría de que tanto ésta como algu- ejercer una función económica de cierto interés, como
nas otras ciudades hispanas –Emerita y Caesar Augus- lo muestra el que, una vez cerradas dichas cecas, ya en
ta– albergaron en su ceca variadas emisiones de plata época de Claudio, se recurriese a imitar determinados
estrictamente imperiales, aprovechando para ello la ases del emperador; es más, la falta de moneda fraccio-
existencia de su taller local (Sutherland RIC, I, 41- naria hubo de suplirse aún antes partiendo monedas
51). en trozos menores para obtener divisores, y también
Recordando también que se emitieron todos los contramarcando piezas en mal estado para que siguie-
valores del sestercio al cuadrante pesando por dupon- ran circulando (figs. 200 y 201). En este sentido, son
dios, ases y semises, aunque raramente una misma notables las contramarcas que aplican las legiones para
ciudad los acuñó todos, no podemos obviar un punto revalorizar y usar entre ellos la moneda de las cecas
de interés que afecta al uso de los metales y refleja al locales (Blázquez 1999; García-Bellido 2004).
mismo tiempo la penetración gradual de las reformas No sabemos si la idea de señalar su devoción hacia
imperiales: el empleo del oricalco por las cecas locales. las premisas ideológicas del Imperio partió del conjun-
Se trata de una aleación de cobre y estaño, pero que to de los ciudadanos o de sus minorías dirigentes, a las
debía de contener también un porcentaje mínimo de que empezamos a ver ascender rápidamente a puestos
12% de zinc, modalidad introducida en la reforma antes nunca soñados (Caballos 1990): el hecho es que,
augustea para la composición de los valores mayores cuando ya no se consideró necesaria esa tarjeta de pre-
acuñados en metal no noble. La analítica realizada so- sentación, cesaron todas las emisiones. Pero también es
bre las monedas hispanas ha demostrado que en prin- evidente que, a pesar de que en teoría toda esta amo-
cipio no se siguió la norma, empleándose el bronce nedación no hubiera debido permanecer vigente largo
sin zinc en la Bética (Chaves 1978b), mientras que tiempo después de emitida, es claro que las monedas
en la Tarraconensis fue a partir de Tiberio cuando las procedentes de las cecas locales de la península Ibérica,
cecas locales se adaptaron a la regla general (Ripollès, y no solo éstas sino las acuñadas durante la República,
en RPC). siguieron circulando sin problema, no siendo raro en-

69
HISPANIÆ. LAS PROVINCIAS HISPANAS EN EL MUNDO ROMANO

contrarlas en las excavaciones arqueológicas ocupando Respecto a la actual carencia de nuevos datos, la
niveles que corresponden a siglos posteriores. cronología de una serie de cecas podría fijarse con ma-
yor precisión si se hallaran ejemplares en niveles ar-
queológicos bien datados. Este sería el afortunado caso
Problemas, temas de estudio y líneas de de poder contar con la presencia de plata gadeirita en
investigación estratos pre-bárcidas o de hallar monedas procedentes
de las series iniciales de Castulo y Obulco en contextos
Algunos temas problemáticos coetáneos a la Segunda Guerra Púnica, sellados y no
posteriores a ella. Nuevas reacuñaciones y nuevos teso-
Aunque el estudio de la Numismática hispana anti- ros aportarían datos de interés en cuanto a la cronolo-
gua ha avanzado vertiginosamente en los últimos cua- gía relativa de emisiones dudosas, mientras que todos
renta años, hay muchos temas pendientes en los que se los hallazgos de monedas con procedencia conocida
ha insistido sin llegar a un acuerdo o es difícil avanzar acrecentarán nuestro conocimiento de la circulación
más con los datos que hoy poseemos. Un ejemplo del monetaria de la antigua península Ibérica.
primer caso podría ser la dificultad de explicar satis- Al aludir a estos temas es inevitable recordar que
factoriamente la falta de emisiones de plata en el sur, muchos de estos anhelados datos se evaporan irremi-
donde las ricas minas abundaban, mientras en la Ci- siblemente cuando los hallazgos no proceden de una
terior dichas emisiones se producían con una relativa excavación arqueológica científica. La indiscriminada
frecuencia. Tal vez, entre otras causas, haya que pro- proliferación de detectores de metales desde la déca-
fundizar precisamente en esto: en el norte, la menor da de los 70 del pasado siglo inundó el mercado de
accesibilidad a la plata pudo inducir a conseguirla y a monedas descontextualizadas y, si bien llegaron a co-
mantenerla acuñada en ciertos sectores, reservándola nocerse algunos ejemplares inéditos, la mayor parte de
así para los momentos y usos oportunos. su valor y las informaciones que las podían acompañar
Afecta al mismo sujeto determinar las causas del se perdieron al privarlos de su contexto originario, ya
inicio y de la función de la moneda, en especial con re- por desgracia irrecuperable. En este sentido, se ha de-
ferencia a los denarios argénteos (Beltrán Lloris 1998, mostrado que la simple política represiva, aplicada en
2006), pues mientras goza de gran predicamento la la mayoría de las veces de forma arbitraria, no produce
hipótesis de un supuesto impulso por parte de Roma, resultados satisfactorios y, por el contrario, una más
que justificaría la relativa homogeneidad de tipos, tam- lenta pero más eficaz tarea de formación-información-
bién es cierto que las diferencias específicas entre cecas concienciación del Patrimonio, se muestra en la reali-
son habituales y además se marcan los nombres de los dad como la mejor arma.
emisores para no confundir unas con otras. Como en
su momento notaran K. Jenkins (Jenkins 1961, 20) y Temas de estudio en la actualidad
otros autores, tal aparente uniformidad no tiene que
traducirse de forma automática en un control roma- Solo una lista de ellos sería enormemente prolija.
no. De hecho, los pueblos celtas estaban habituados Recordemos algunos que resultan claves, como lo vie-
a copiar un tipo de prestigio que repetían en cecas ne siendo el estudio de las tesaurizaciones, cuya reco-
muy diversas y alejadas. Asimismo, el precedente de pilación (Villaronga 1993a) y análisis pormenorizado
las dracmas de imitación emporitana constituye un cuenta cada vez con más aportes, no solo referidos a
aviso al respecto, porque el que copiasen el tipo de la monedas de plata (Campo 1982; Ripollès 1982; Cha-
ciudad griega no implica en modo alguno una orden ves 1996), sino que se han recogido también los ha-
o dependencia de Emporion. En este estado de cosas, llazgos de bronces locales que por fortuna han podido
las diversas propuestas sobre la función de las monedas estudiarse o al menos conocerse (Chaves 1991, 1992,
ibéricas encuentran argumentos en pro y en contra. 1993). Ya hemos aludido a la importancia de realizar
Así, en el caso del conocido argentum oscense –dracmas un análisis detenido de las monedas procedentes de
de imitación emporitana y plata hispano-cartaginesa–, excavación, en cuanto a las piezas como individuos y
transportado en bloque a Roma por los generales vic- también en lo que respecta a su movimiento, es decir,
toriosos a principios del siglo ii a.C. e incorporado al a la circulación monetaria. Este constituye uno de los
erario público para obtener más moneda oficial, pue- temas que ha suscitado mayor atención en los últimos
de justificar la ausencia de plata hispana en hallazgos tiempos y del que podríamos poner numerosos ejem-
italianos suponiendo la inmediata fundición de estas plos (Ripollès 1982, 1994; García-Bellido 2006). Con
monedas foráneas. Pero si más adelante los soldados tales trabajos se abren nuevas vías de estudio como,
de Roma eran pagados también con denarios ibéricos, por ejemplo, la sensibilización del uso monetario en
no se explica que, a nivel personal, dichos denarios no las zonas indígenas próximas a las más antiguas cecas
fueran llevados –y perdidos o tesaurizados– a la penín- griegas de la actual Cataluña (Campo 2004a y 2004b),
sula itálica, donde prácticamente nunca aparecen. la presencia de monedas emitidas por cecas celtibéricas

70
LAS AMONEDACIONES HISPANAS EN LA ANTIGÜEDAD

e ibéricas en las zonas mineras del sur (Chaves/Otero (1995c). Circulación monetaria, estudio del volumen
2002) o la repercusión de la guerra de Sertorio (Mar- de las emisiones y, por supuesto, metrología, han visto
cos 1999; Chaves/García/Ferrer 2002). matizar interesantes resultados aún muy recientemen-
No solo es básico el estudio de grandes conjuntos te (Villaronga 2007), sin que tampoco olvidemos que
excavados –recordemos Conimbriga (Pereira/Bost/ nos estamos moviendo en los cauces de una disciplina
Hiernard 1974), Clunia (Gurt 1985) o Baelo Claudia humanística, con las salvedades que ello conlleva ante
(Bost et al. 1987)–, sino de excavaciones puntuales la rigidez de las fórmulas matemáticas.
(por ejemplo: Arévalo 2004; Orfila/Ripollès 2004), Están también en el punto de mira las manipula-
e incluso sería muy importante revisar material anti- ciones que sufre la moneda una vez puesta en circula-
guo que adolece de una publicación poco profunda ción por los datos que pueden desprenderse de ello.
o simplemente permanece inédito. Precisamente, del Son los casos de las reacuñaciones que aportan una
análisis detenido y minucioso del material procedente cronología relativa entre soporte y reacuñadora, como
de la excavación arqueológica se desprenden renovadas ocurre por ejemplo en las monedas de Acinipo sobre
conclusiones que atañen a la perduración y uso de los las de Obulco (fig. 202) (Mora Serrano 1991; Ripollès
numismas, como se viene observando en niveles ar- 1995). También se presta atención a las contramarcas
queológicos correspondientes a los siglos v y vi d.C., que llevan a evaluar la permanencia en circulación de
parcela en la que se insiste en la actualidad con ex- piezas, readaptándolas mediante tal proceso (Guadán
celentes resultados (Marot 2001-2002; Mora Serrano 1960; Chaves 1979b). Se está valorando de mane-
2007). ra especial la importancia que tanto para las mismas
La dispersión de las monedas, la producción de las ciudades (Hurtado 2005; Arévalo 2006), como para
cecas y su volumen, se vienen valorando en función de su uso en el ejército (Blázquez 1999; Morillo 1999;
ciertas necesidades como la agricultura y, en especial, García-Bellido 1999, 2006a y 2006b), desempeñó este
la rica minería hispana, lo que conlleva reveladores da- sistema con las connotaciones sociales y económicas
tos acerca de la sociedad y economía de la Hispania que de ello se pueden deducir. En esta misma línea, se
republicana. Estudios de cecas como Castulo (García- estudian las monedas partidas (Blázquez 1995), tema
Bellido 1982) u Obulco (Arévalo 1999), trabajos de que nos abre dobles posibilidades de lectura. Estas úl-
conjunto sobre el tema (García-Bellido 1986; Arévalo timas no solo nos informan acerca de las necesidades
2002) o reflexiones sobre el material disperso, en forma de numerario en momentos difíciles de carencia de es-
de tesoros (Chaves 1996) o esporádico (Chaves 1987, pecies monetarias, sino que, según el periodo y deter-
1988; Arévalo 1994), acompañan al conocimiento de minadas circunstancias, nos adentra en el interesante
monedas procedentes de excavaciones arqueológicas problema de la utilización de la moneda como dinero-
(Otero 1993; Chaves/Otero2002). El último estudio metal, sin tener en cuenta su valoración propiamente
citado resultó muy sugerente al contar con un relativa- numeraria, estudio al que en los últimos tiempos se
mente elevado número de monedas contextualizadas, está dedicando una especial atención (Campo 2004;
procedentes de la excavación de un poblado minero, Ripollès 2004).
algo inusual en el periodo republicano. No podemos olvidar en este apartado la existen-
Al estudiar el desarrollo de las cecas y su producción cia de las imitaciones de moneda (Arévalo/Campo
ha debido profundizarse en un mejor conocimiento de 1997), que se ha puesto de manifiesto especialmente
los cuños y su elaboración, y también en el funciona- respecto a los pequeños bronces que siguen el mode-
miento del trabajo en los talleres y, en este caso, se han lo normalmente de los semises republicanos oficiales
constatado formas específicas de realizar la labra de los con variaciones en el estilo o en la situación de figuras
troqueles (García-Bellido 1982; Arévalo 1999; Chaves y leyenda. Se han planteado diversas hipótesis acerca
2001). Aplicando los métodos estadísticos más acepta- de sus emisores y su función, desde ligarlas al ejército,
dos, no se ha perdido la oportunidad de realizar una hasta concebirlas como obra de itálicos o romanos des-
aproximación al volumen que muchas cecas hispanas plazados que, careciendo de suministro de numerario
pudieron producir (Villaronga 1990; Ripollès et al. de curso legal, recurren a este subterfugio (Villaronga
1993), utilizándose también un exquisito análisis de 1985; Chaves 1993; Marcos 1994). También una serie
los mencionados cuños para seriar las emisiones. De- de hallazgos habidos en época no lejana está llamando
rivado de esta minuciosa atención sobre los detalles de la atención y haciendo reflexionar sobre la existencia
ejecución de las monedas, se han logrado detectar arte- de imitaciones de la moneda local, como podrían ser
sanos itinerantes trabajando para varias cecas (Llorens los que copian las piezas de Corduba, Castulo u Obulco
1987, 1994; Ripollès 1988, 2006; Ripollès/Llorens (Chaves 1986, 2006).
2002, etc.). Si éste ha sido uno de los temas en que La colaboración de otras disciplinas con la Numis-
el uso de métodos estadísticos resulta imprescindible, mática se viene haciendo cada vez más estrecha y, ade-
también la Estadística se ha venido utilizando, en es- más de la Estadística, la Física se viene aprovechando
pecial desde el impulso de los trabajos de L. Villaronga por los numísmatas desde hace bastantes años (Chaves

71
HISPANIÆ. LAS PROVINCIAS HISPANAS EN EL MUNDO ROMANO

1973) para analizar la composición metálica de las pie- esta disciplina, la Numismática, a convertirse en lo que
zas y sus variaciones, pero siempre que las muestras es- hoy es (Mora Serrano 1997; Domínguez Arranz 2006).
tudiadas alcancen un número suficiente (Domínguez Por último, y sin agotar ni mucho menos las líneas
Arránz 2004). Así, se ha observado un procedimiento más actuales, se viene dedicando una atención especial
distinto entre ciertas cecas de la Celtiberia, según pre- a las posibilidades que ofrecen las monedas en cuan-
senten aleaciones binarias o ternarias (Ripollès/Abas- to a informarnos acerca de los procesos de etnicidad
cal 1999; Chaves/Otero 2005) y, aun reconociendo la (García-Bellido 2001; Beltrán Lloris 2004a; Chaves et
diversidad del sur, hay datos sugerentes como el inicio al. 2006; Chaves 2008b; en prensa b), sin olvidar que
en cobre muy puro de las emisiones gadeiritas (Alfaro/ un estudio tipológico y epigráfico es fundamental en
Marcos 1994) o su peculiar desarrollo (Chaves/Gómez este sentido (Beltrán Lloris 2004b). Es cierto que la
Tubío 1999). importancia de las leyendas presentes en las monedas,
También se está dedicando nueva atención a las asunto ya tratado por la Anticuaria, continua siendo
téseras de plomo, debido a que han ejercido cierta un tema recurrente y sus datos son de gran interés.
función paralela a la monetal e, incluso, en algunos Por recordar solo como un botón de muestra algunos
casos poco frecuentes, pudieron funcionar como tales de ellos, pensemos en la labor de Untermann (1975,
monedas. En este sentido, llama la atención que en la 1980, 1990) respecto a los alfabetos ibéricos, la sínte-
costa atlántica del sur del actual Portugal, al final del sis de Alfaro con relación a los feno-púnicos (1991),
siglo i a.C. o muy avanzado éste, además de algunas las precisiones de Rodríguez Neila respecto a los car-
pequeñas cecas como Ipses, hay otras que funcionan gos locales (1995); de González Román y Marín Díaz
casi exclusivamente con plomo, como ocurre en Balsa. (1994) o de Pena (2000) con relación al origen de los
En los últimos tiempos se han publicado y reinterpre- magistrados. Incluso se ha dedicado monográficamen-
tado ejemplares interesantes de téseras, en buen núme- te a dicho tema el III Encuentro Peninsular de Numis-
ro inéditos, que abren nuevas posibilidades de estudio mática (Moneta qua scripta. La moneda como soporte
y de planteamientos novedosos (Casariego/Cores/Plie- de escritura, Anejos de AEspA, XXXIII, 2004). En éste
go 1987; Villaronga 1993b; Mora Serrano 2004a). último, Mora Serrano plantea un nuevo frente de aná-
lisis atendiendo a los caracteres paleográficos presentes
Líneas de investigación en las inscripciones monetales (2004b).
Además de estos indudables avances, las novedades
Es evidente que la Numismática avanza y encuentra en el enfoque y perspectiva acerca de las muchas posi-
caminos y vías de investigación que, en muchas ocasio- bilidades que ofrece el estudio de las monedas son cada
nes, progresan en paralelo a los que va recorriendo la vez más, como se advierte, por ejemplo, en las recien-
Arqueología, con la que la unen estrechos lazos, sin que tes publicaciones de G. Chic (2004, [ed.] 2006, 2007)
por ello pierda su individualidad (Chaves, en prensa y García Vargas (2004), donde el papel «prestigio» se
c). Entre las varias posibilidades barajadas en la actua- presenta como un factor clave en la comprensión de la
lidad, podemos aludir a las reflexiones acerca del uso moneda antigua.
no monetal de los numismas, tema que ha dado pie Hasta aquí hemos presentado de forma muy sucinta
a numerosas publicaciones dentro y fuera de nuestras el panorama de las emisiones que produjeron las cecas
fronteras, incluso llegó a celebrarse en Milán un con- locales en la península Ibérica. Sin embargo, para llegar
greso con el tema Moneta non Moneta (Campo 1993b; a comprender la relación entre éstas y la sociedad del
Alfaro 1993b). En él también se prestó una especial momento durante el periodo en cuestión, sería necesa-
atención al uso votivo de los numismas, línea en la rio adentrarnos también en el estudio de las emisiones
cual se continúa trabajando (Abad 1992; Arévalo et al. foráneas que circulaban, por el suelo de Iberia. Griegas
1998; Arévalo/Marcos 2000; Arias et al. 2004). Esta en una primera fase, cartaginesas e incluso galas más
relación de la moneda con la sacralidad, estudiando el adelante y, por supuesto, las amonedaciones romanas,
tema desde prismas diversos, está cobrando un especial sin olvidar que en pequeña escala también los numis-
predicamento en la investigación reciente, como mues- mas norteafricanos llegaron a nuestras costas. En teso-
tra el volumen Moneda, cultes i ritus, curso con intere- ros o hallazgos aislados, el conjunto de esas emisiones
santes artículos publicado en Barcelona en 2006. extrapeninsulares formaron un entramado con la mo-
Goza hoy de renovado interés la historiografía nu- neda producida en los talleres hispanos, que ilustra cier-
mismática porque, sin duda, al exhumar una antigua tas facetas de su sociedad y su política. De la misma
documentación, es frecuente que aparezcan datos ines- manera, el movimiento y circulación de las piezas pro-
perados (Chaves 2005b; Mora Serrano 2006b) y es, a ducidas por las cecas de la península Ibérica, así como
su vez, patente que el conocimiento más profundo de los ocultamientos de diversos ejemplares, plantean te-
los autores antiguos nos muestra no solo la calidad de mas de singular interés. Pero para exponer su desarrollo
determinados avances realizados por ellos y a menudo necesitaríamos otro capítulo completo de este libro y
cargados de sugerencias, sino el proceso que ha llevado a hemos, por tanto, de limitarnos a apuntar su existencia

72
LAS AMONEDACIONES HISPANAS EN LA ANTIGÜEDAD

como llamada a la reflexión, sin olvidar que constituye Baśkunes/Baŕśkunes (Pamplona, Navarra)
un tema de fuerte atractivo para la investigación actual. Baśti (¿cerca de Cabrera de Mar, Barcelona?)
En definitiva, el estudio adecuado de la moneda Belaiśkom (¿provincia de Soria o Logroño?)
ofrece hoy día múltiples facetas de información y varia- Belikiom (Azuara, Zaragoza)
das líneas de análisis, presentándose como un valor en Bentian (¿Navarra?)
alza dentro de las disciplinas que intentan aproximarse Bilbilis (Valdeherrera, Calatayud, Zaragoza)
desde los puntos de vista más diversos e incluso sutiles Biluaon (localización incierta)
a la Historia, en este caso, de la Hispania Antigua. Biŕikantin/Biŕikantio (¿Narbona?)
Biuŕbi/Loggostaleton (¿Narbona?)
Nota: agradecemos al Dr. Pere Pau Ripollès habernos Bolśkan (Huesca)
proporcionado algunas ilustraciones de monedas. Boŕneśkon (¿valle del Jalón?)
Buŕsau (Borja, Zaragoza)
Ekualakoś (¿cuenca alta del Duero?)
Tabla 1: Listado de cecas hispanas con sus Eŕkauika (Castro de Santaver, Cañaveruelas, Cuenca)
reducciones geográficas Eśo (¿provincia de Lleida?)
(según HMHA, 419-422, 1997) Euśti/Euśtibaikula (cerca de Vich, Barcelona)
Iaka (Jaca, Huesca)
1. Cecas griegas Ieśo (Guissona, Lleida)
Emporion (Empúries, Girona) Ikalesken (¿Cuenca o Albacete?)
Rhode (Roses, Girona) Ikesankom Kombouto (Alcalá de Henares, Madrid)
Iltiŕkesken (Solsona, Barcelona o Tortosa, Tarragona)
2. Cecas feno-púnicas Iltiŕta (Lleida)
Abderat/Abdera (Adra, Almería) Iltukoite (Oliete, Teruel)
Arsa (zona de Azuaya, Badajoz) Ilturo (Burriac, Cabrera de Mar, Barcelona)
Asido (Medina Sidonia, Cádiz) Kaio (localización incierta)
Bailo (Bolonia, Cádiz) Kaiśesa (localización incierta)
Gadir/Gades (Cádiz) Kaiśkata (Cascante, Navarra)
Incierta: `ypbr (¿Ebora, Ituci?, Huelva) Kalakorikoś (Calahorra, Logroño)
Incierta: ´lbt` (¿Abla?, Almería) Kaŕalus (¿provincia de Logroño?)
Incierta: grupo con caballo y palma (¿Vrsone?, Sevilla) Karaues (Magallón, Zaragoza)
Iptuci (Cabezo de Hortales, Prado del Rey, Cádiz) Kelin (Los Villares, Caudete de las Fuentes, Valencia)
Ituci (Tejada la Nueva, Huelva) Kelse (Velilla de Ebro, Zaragoza)
Lascuta (Mesa de Ortega, Alcalá de los Gazules, Cá- Kese (Tarragona)
diz) Kili (localización incierta)
Malaca (Málaga) Kolounioku (Peñalba de Castro, Burgos)
Oba (Jimena de la Frontera, Cádiz) Kontebakom Bel (Cabezo de las Minas, Botorrita, Za-
Olontigi (Aznalcazar, Sevilla) ragoza)
Seks (Almuñecar, Granada) Konteŕbia Kaŕbika (Fosos de Bayona, Huete, Cuenca)
Tagilit (Tíjola, Almería) Kueilokoś (¿cuenca alta del Ebro?)
Turirecina (Casas de Reina, Badajoz) Kuŕukuŕuatin (localización incierta)
Vesci (¿Cerro Gordo, Agatocín/Gaucín?, Málaga) Laieśken (localización incierta)
Ybusim/Ebusus (Ibiza) Lakine (La Corona, Fuentes de Ebro, Zaragoza)
Lauro (Llerona, Barcelona)
3. Cecas ibéricas y celtibéricas de la Citerior Letaiśama (¿Ledesma, Logroño?)
Abaŕiltur (¿cerca de Cabrera de Mar, Barcelona?) Louitiskoś (localización incierta)
Alaun (Alagón, Zaragoza) Lutiakoś (¿Luzaga, Guadalajara?)
Aŕatis/Aŕatikos (¿Aranda de Moncayo, Zaragoza?) Masonsa (¿provincia de Tarragona?, ¿Monzón?)
Aŕekoŕata/Aŕekoŕatas (El Castejón, Luzaga, Guadala- Metuainum (¿Logroño?)
jara) Neronken (Mont Laurés, Narbona)
Aŕkailikoś (¿provincia de Soria?) Neŕtobiś (Calatorao, Zaragoza)
Aŕketuŕki (¿Seu d’Urgell, Lleida?) Oilaunes/Oilaunikoś (localización incierta)
Arsakos (¿Navarra?) Okalakom (¿Oncala, Soria?)
Arsaos (¿Navarra?) Olkaiŕun (¿cuenca alta del Ebro?)
Arse (Sagunto, Valencia) Ontikes (¿Navarra?)
Auśesken (Vic, Barcelona) Ore (Orrit, Isona, Lleida)
Baitolo (Badalona, Barcelona) Oŕośis (La Caridad, Caminreal, Teruel)

73
HISPANIÆ. LAS PROVINCIAS HISPANAS EN EL MUNDO ROMANO

Ośkunken (entre el Vallès y el Maresme, Barcelona) Ceret (Jerez de la Frontera, Cádiz)


Otobeśken (Bajo Aragón) Cilpes (Marchena, Sevilla o Silves, Portugal)
śoturkom (localización incierta) Corduba (Córdoba)
śaiti/śaitabi (Játiva, Valencia) Cumbaria (entre Lebrija y Las Cabezas, Sevilla)
Saltuie (Zaragoza) Dipo (Elvas, Portugal)
śamala (localización incierta) Halos (Cortijo de Repla, al norte de Osuna, Sevilla)
śekaisa (El Poyo de Mara, Calatayud, Zaragoza) Ilipa (Alcalá del Río, Sevilla)
Sekia (Ejea de los Caballeros, Zaragoza) Ilipla (Niebla, Huelva)
śekiśanos/śekiśamos (¿provincia de Logroño?) Iliturgi (Mengíbar, Jaén)
śekobiŕikes (Pinilla de Trasmonte, Burgos) Ilse (Gerena, Sevilla)
śekotias Lakas (Sigüenza, Guadalajara) Ilurco (Cerro de los Infantes, Pinos Puente, Granada)
śelonken (¿próxima a Narbona?) Ipora (sur de Osuna, Sevilla)
Sesars (Sesa, Huesca) Ipses (Vila Velha, Portimão, Portugal)
Seteis (Sástago, Zaragoza) Irippo (entre El Aljarafe y Lebrija, Sevilla-Cádiz)
Tabaniu (¿Débanos, Soria?) Lacipo (Casares, Málaga)
Tamaniu (Hinojosa de Jarque, Teruel) Laelia (Cerro de la Cabeza, Olivares, Sevilla)
Tamuśia/Tanuśia (Villasviejas de Tamuja, Botija, Cá- Murtili (Mértola, Portugal)
ceres) Nabrissa (Lebrija, Cádiz)
Teitiakoś (¿Logroño?) Onuba (Huelva)
Teŕkakom (Tierga o Trasobares, Zaragoza) Orippo (Torre de los Herberos, Dos Hermanas, Sevi-
Titiakoś (¿Tricio, Logroño?) lla)
Tiŕsos (localización incierta) Osset (San Juan de Aznalfarache, Sevilla)
Tuŕiasu (Tarazona, Zaragoza) Ossonoba (Faro, Portugal)
Uaŕakoś (Varea, Logroño) Ostur (al norte de Villalba de Alcor, Huelva)
Uaŕkaś (¿Logroño?) Sacili (Dehesa de Alcorrucén, Pedro Abad, Córdoba)
Uiŕouias (Briviesca, Burgos) Salpensa (Cerro del Casar, El Coronil, Sevilla)
Unambaate (localización incierta) Searo (Torre del Águila, Utrera, Sevilla)
Untikesken (L’Escala, Ampurias, Girona) Sirpens (Serpa, Portugal)
Uśamus (entre Osma y Burgo de Osma, Soria) Sisapo (La Bienvenida, Almodóvar del Campo, Ciu-
Usekerte (Osera, Zaragoza) dad Real)
Sisipo (Posadas, Córdoba)
4. Cecas ibéricas de la Vlterior Ugia (Las Cabezas, Sevilla)
Abra (localización incierta, provincia de Jaén) Ulia (Montemayor, Córdoba)
Florentia/Iltuŕiŕ o Ilibiŕiŕ/Iliberri (Granada) Urso (Osuna, Sevilla)
Iltiŕaka (localización incierta) Ventipo (Casariche, Sevilla)
Ipolka/Obulco (Porcuna, Jaén)
Kaśtilo/Castulo (Cazlona, Jaén) 6. Cecas provinciales romanas de Hispania: emisiones
¿Ketouibon?/Salacia (Alcácer do Sal, Portugal) del final de la República y el inicio del Imperio.
Urkesken (Urci, Almería) Abdera (Adra, Almería)
Acci, colonia Gemella Acci (Guadix, Granada)
5. Cecas latinas de la Vlterior Bilbilis, municipium Augusta Bilbilis (Cerro de Bám-
Acinipo (Ronda, Málaga) bola, Calatayud, Zaragoza)
Aibora (cerca de Sanlúcar de Barrameda, Cádiz) Caesar Augusta, colonia (Zaragoza)
Baesuri (Castro Marim, Portugal) Calagurris, municipium Calagurris Iulia (Calahorra,
Baicipo (costa desde Vejer de la Frontera hacia Barbate, Logroño)
Cádiz) Carteia, colonia (Cortijo del Rocadillo, San Roque,
Balsa (Torre d’ Ares, Faro, Portugal) Cádiz)
Bora (Casillas de Martos, Jaén) Carthago Noua, colonia Vrbs Iulia Noua Carthago (Car-
Brutobriga (Santarêm, Portugal) tagena, Murcia)
Callet (cerca de El Coronil, Sevilla) Cascantum, municipium (Cascante, Navarra)
Carbula (Almodóvar del Río, Córdoba) Celsa, colonia Victrix Iulia Celsa (Velilla de Ebro, Za-
Carissa (cerca de Bornos, Cádiz) ragoza)
Carmo (Carmona, Sevilla) Clunia, municipium (Peñalba de Castro, Burgos)
Carteia (Cortijo del Rocadillo, San Roque, Cádiz) Dertosa, municipium Hibera Iulia Ilercauonia Dertosa
Caura (Coria del Río, Sevilla) (Tortosa, Tarragona)
Celti (Peñaflor, Sevilla)

74
LAS AMONEDACIONES HISPANAS EN LA ANTIGÜEDAD

Ebora, municipium Liberalitas Iulia Ebora (Évora, Por- Caesar Augusta (A, T, C)
tugal) Turiaso (A, T)
Ebusus, insula Augusta (Ibiza) Calagurris (A, T)
Emerita, colonia Augusta Emerita (Mérida, Badajoz) Clunia (T)
Emporiae, municipium (Ampurias, L’Escala, Girona) Ercauica (T, C)
Ercauica, municipium (Castro de Santaver, Cañaverue- Carteia (T: solo Germánico y Druso)
las, Cuenca)
Gades, municipium (Cádiz) Toro
Graccurris, municipium (Alfaro, Logroño) Tarraco (A)
Ilercauonia, municipium Hibera Iulia Ilercauonia Der- Clunia (T)
tosa (Tortosa, Tarragona) Caesar Augusta (A, T)
Ilerda, municipium (Lleida) Lepida-Celsa (A, T)
Ilici, colonia Iulia Ilici Augusta (Elche, Alicante) Turiaso (T)
Irippo (cerca de Sevilla) Cascantum (T)
Italica, municipium (Santiponce, Sevilla) Calagurris (A, T)
Laelia (Cerro de la Cabeza, Olivares, Sevilla) Ercauica (A, T, C)
Lepida, colonia Victrix Iulia Lepida (Velilla de Ebro, Osicerda (T)
Zaragoza) Graccurris (T)
NO (Caetra) (localización incierta) Segobriga (A)
Osca, municipium Vrbs Victrix Osca (Huesca)
Osicerda, municipium (Puebla de Híjar, Teruel) Yunta fundacional
Osset, municipium Iulia Constantia Osset (San Juan de Emerita (A)
Aznalfarache, Sevilla) Lepida (anterior a Augusto)
Patricia, colonia (Córdoba) Caesar Augusta (A, T, C)
Pax Iulia, colonia (Beja, Portugal)
Romula, colonia Hispalis Romula (Sevilla) Láurea
Saguntum, municipium (Sagunto, Valencia) Ebora (A)
Salacia, municipium Salacia Imperatoria (Alcacer do Iulia Traducta (A)
Sal) C. Patricia (A)
Segobriga, municipium (Cabeza del Griego, Saelices, Acci (T, C)
Cuenca) Tarraco (T)
Segouia (Segovia) Osca (T, C)
Sexi Firmum Iulium (Almuñecar, Granada) Caesar Augusta (A, T)
Tarraco, colonia Iulia Vrbs Triumphalis Tarraco (Tarra- Bilbilis (A, T, C)
gona) Turiaso (A, T)
Tole[tum] (Toledo) Calagurris (A)
Traducta, colonia Iulia Traducta (entre Gibraltar y Car- Ercauica (T, C)
teia, Cádiz) Segobriga (T, C)
Turiaso, municipium (Tarazona, Zaragoza)
Instrumentos sacerdotales
Valentia, colonia (Valencia): emisiones siglo II a.C. Emerita (A)
Ebora (A)
Acci (A)
Tabla 2: Cecas hispanorromanas: cecas con Iulia Traducta (A)
magistrados monetales y tipología más rei- C. Patricia (A)
terada Gades (A, T)
(según Chaves 1998a, 85) Carthago Noua (A, T)
Leyenda: A = Augusto, T = Tiberio, C = Calígula Ilici (T)
Caesar Augusta (A)
Magistrados
Bilbilis (A, T, C) Jinete
Carthago Noua (A, T, C) Turiaso (A)
Ilici (A, T) Bilbilis (A)
Saguntum (T) Osca (A, T, C)
Lepida-Celsa (A, T) Segobriga (A)
Osca (A, T, C) Segouia (A)

75
HISPANIÆ. LAS PROVINCIAS HISPANAS EN EL MUNDO ROMANO

Insignias militares Caesar Augusta (T)


Emerita (A, T) Abdera (T)
Italica (T) Gades (A)
Carthago Noua (A) Tarraco (T)
Ilici (A, T)
Caesar Augusta (T, C) Puerta de ciudad
C. Patricia (A) Emerita (A, T)
Acci (A, T, C)
Altar
Monumentos Emerita (T)
Templo Ilici (T)
Emerita (A, T) Italica (T)
Carthago Noua (T) Tarraco (T)
Ilici (A)

76
LAS AMONEDACIONES HISPANAS EN LA ANTIGÜEDAD

Fig. 7-15, 21-25: emisiones de monedas de la Hispania Citerior; 16-20: Hispania Vlterior; 26-27: emisiones hispano-cartaginesas
(autora e ICAC/UDG).

77
HISPANIÆ. LAS PROVINCIAS HISPANAS EN EL MUNDO ROMANO

Fig. 28-33: emisiones hispano-cartaginesas; 34-45: Hispania Citerior (autora e ICAC/UDG).

78
LAS AMONEDACIONES HISPANAS EN LA ANTIGÜEDAD

Fig. 46-61: Hispania Citerior (autora e ICAC/UDG).

79
HISPANIÆ. LAS PROVINCIAS HISPANAS EN EL MUNDO ROMANO

Fig. 62-76: Hispania Citerior (autora e ICAC/UDG).

80
LAS AMONEDACIONES HISPANAS EN LA ANTIGÜEDAD

Fig. 76 bis-79: Hispania Citerior; 80-91: Hispania Vlterior (autora e ICAC/UDG).

81
HISPANIÆ. LAS PROVINCIAS HISPANAS EN EL MUNDO ROMANO

Fig. 92-104: Hispania Vlterior (autora e ICAC/UDG).

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LAS AMONEDACIONES HISPANAS EN LA ANTIGÜEDAD

Fig. 105-118: Hispania Vlterior (autora e ICAC/UDG).

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HISPANIÆ. LAS PROVINCIAS HISPANAS EN EL MUNDO ROMANO

Fig. 119-134: Hispania Vlterior (autora e ICAC/UDG).

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LAS AMONEDACIONES HISPANAS EN LA ANTIGÜEDAD

Fig. 135-145: Hispania Vlterior (autora e ICAC/UDG).

85
HISPANIÆ. LAS PROVINCIAS HISPANAS EN EL MUNDO ROMANO

Fig. 146-156: Hispania Vlterior; 157-160: Hispania Citerior (autora e ICAC/UDG).

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LAS AMONEDACIONES HISPANAS EN LA ANTIGÜEDAD

Fig. 161-169: Hispania, provincia Tarraconensis; 170-172: Hispania, provincia Baetica; 173-174: Hispania, provincia Lusitania (au-
tora e ICAC/UDG).

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HISPANIÆ. LAS PROVINCIAS HISPANAS EN EL MUNDO ROMANO

Fig. 175-176, 184: Hispania, provincia Lusitania; 177, 179, 181-182, 186, 188: Hispania, provincia Tarraconensis, 178, 180, 183,
185, 187: Hispania, provincia Baetica (autora e ICAC/UDG).

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LAS AMONEDACIONES HISPANAS EN LA ANTIGÜEDAD

Fig. 189, 192-195, 200, 202: Hispania, provincia Baetica; 190-191; 196-199, 201: Hispania, provincia Tarraconensis (autora e ICAC/
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