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Andre Norton Una valiente y solitaria técnica interespacial te propone UNA AVENTUTA a un conocido en apuros La compaiiia de LOS GAtOS siempre es grata, pero en este caso, ademas, resultara imprescindible... Steena de las vias espaciales... Apenas si suena como un titulo trillado para una historia este- Jar entre tantas otras. Deberia saberlo, intenté escribir tun buen puitado de esas. Solo que esta tal Steena no era una chica encantadora. Era tan descolorida como una planta lunar: hasta su pelo, recogido en una red pegada al créneo, tenia un tono grisaceo. Y solo en una ocasin vi que se habia puesto algo distinto a un ma- meluco espacial holgado, sin forma y gris. ‘Steena era de las que se quedaban en los margenes, concretamente en los fondos, y ahi es donde pasaba la mayor parte de sus horas libres: en las esquinas ma- Jolientes y lenas de humo de cualquier bar de mala muerte de los puertos estelares, abarrotados de po- lizones espaciales. (..) Apenas si abria la boca. Pero ccuando lo hacia, 1os polizones se paraban a escuchar. ¥ los pocos afortunados que inusualmente le oyeron pronunciar algunas palabras..., esos nunca se olvida- ran de Steena Ella vagaba de puerto en puerto. Como era una ope. radora experta en grandes calculadoras, encontraba trabajo alli donde quisiera quedarse un tiempo. Y ace. 6 por convertirse en algo muy parecido a las méqu: nas de mentes maestras a las que se dedicaba: ere apacible, gris y sin mucha personalidad. Pero fue Steena quien le conté a Bub Nelson de los, ritos lunares de los jovanos, y su advertencia le salvo la vida a Bub seis meses después. Fue Steena quien identifico 1 pedazo de piedra que Keene Clark pasé de mano en mano en una mesa, una noche, llamén- dola correctamente eslitita en bruto. Eso provocé una estampida que culmin6 en diez fortunas, hechas de la noche a la mafiana, por hombres que estaban en les iiltimas. Y, finalmente, fue ella quien resolvié el caso de la Emperatriz. de Marte. ‘Todos los muchachos que se vieron beneficiados por su raro acopio* de conocimiento y su memoria fotogré fica intentaron retribuirle el favor en alguna ocasin. Poro ella no aceptaba mas que un vaso de agua Canal, y mejor ni hablemos de ese incémodo momento en que alguien trataba de reconocer sus méritos. Bub Nelson fue el tinico que pudo sortear el rechazo. Fue él quien Ie llové a Bat. Casi un afio después del asunto de los jovanos, una noche entré al Cafda Libre y solté a Bat en su mess. Bat la miré a Steena y grufié. Ella lo miré con calma y asintié una tnica vez. Desde entonces viajaron juntos: la delgada mujer gris y el gran gato gris. (...) En realidad, esta es la historia de Steena, Bat, Clift Moran y la Emperatriz de Marte; una historia que ya es una leyenda de las vias espaciales. (..) Yiocierto es que yo estaba ahi, en el mismisimo Rigel Real cuando todo comenz6, la noche en que Cliff Moran se dejé caer. Se lo veia tan abatido que ni Legaba a Jb altura del ombligo de un hombre hormiga y tenia um aspecto el doble de desagradable. (...) Era sabido que su nave habia sido embargada. Cliff habia pelea- ¢o duro para salir de las pistas traseras de Venaport. Pordié su nave y volvié a caer abi, a pucrirse. Tenia un humor de perros esa noche, cuando eligié una mesa para é! solo y se dispuso a ahogar sus penas. Sin embargo, tan pronto como llegé la primera bote- 4a, también Io hizo una visita. Steena dejé su lugar en Jaesquina. Bat estaba enroscado en sus hombros como ‘una estola*, que era su manera preferida de viajar. Cru- 26 a sala y se sent6, sin invitacion alguna, al lado de Chi Ese gesto lo sacé de su ofuscamiento. Ocurre que Steena nunca elegia compafia si podia estar sola...) Bla extendié una mano de largos dedos, corré la bo- tella que él habia pedido y solo dijo una cosa: “Esta a punto de aparecer la Emperatriz de Marte de nuevo". Cliff francié e! ceiio y se mordié el labio. Era duro, duro como 1a carcasa de un jet: tenés que estar hecho de granito por dentro para lograr salir de Venaport y lgar a ser comandante. Pero bien podriamos adivinar Joque Ie pas6 por la cabeza en ese momento: la Empe- ralfiz de Marte era justamente el mayor premio al que un poliz6n podria apuntar. Pero en los cincuenta anos en Jos que estuvo siguiendo su erratica orbita abandonada en el espacio, muchos hombres habian tratado de atra- ppatla. ¥ ninguno lo consiguié, ‘Bra una nave crucero de una riqueza jamés vista que habia sido misteriosamente abandonada en el espacio por la tripulacién y pasajeros, de quienes nunca mas se ‘supo nada. Desde entonces, fue avistada intermitente- mente, hasta hubo quienes la abordaron, Aquellos que sse atrevieron a hacerlo desaparecieron o bien volvieron raudos sin ninguna explicacién creible de lo que habian visto, con el tinico deseo de alejarse de ella lo antes, posible. Pero quien pudiera entregarla a las autori- dades, o saquearla y desguazarla en el espacio, se ganarfa la loteria. —IMuy bien! —Ciiff golped la mesa con el puflo—. {Claro que lo intentaré! ‘Steena lo miré, probablemente como habia mirado a Bat el dia en que Bub Nelson se lo trajo, y asintié. Eso fue todo lo que vi. Del resto de la historia solo supe fragmentos, meses después en un puerto en la otra punta del Sistema. CCiff partié esa noche. El tiempo corria en su contra, temia que le legara la notificacién de que la nave ya no estaba mas a su cargo, No fue hasta que estuvo en el espacio que descubrié a sus pasajeros: Steena y Bat, (...) Apuesto a que Steena no dio ninguna explicacién. Noes su estilo. Fue la primera vez que Steena decidié cobrarse un favor, y alli estaba. (...) En cualquier caso, los tres es- taban juntos cuando avistaron a la Emperatriz.con sus luces muertas centelleando, una nave fantasma sur- ccando la noche estelar. ‘Debe haber sido una visién escalofriante porque el resto de sus luces también estaban prendidas, inclu- 0 las rojas de advertencia en la trompa. Parecia viva, un holandés errante* del espacio. Cliff acercé su nave habilmente y no tuvo problema alguno para lanzarle cables magnéticos contra la puerta. Al cabo de pocos minutos, los tres ya estaban abordandola. Todavia ha- bia aire en las cabinas y pasillos. Un aire que cargaba tun dejo de olor a impurezas que Bat se puso a olis- quear con avidez y que hasta las narices humanas, ‘menos sensibles, podian percibit. acopio. Acumulacion de gran cantidad de una cosa. ‘estola, Prenda de vestir que consiste en una tira ancha de piel (que se lleva sobre los hombros y los brazos cruzandola por elante del cuerpo como abrigo o adoro. holandés errante, e reflere a un barco fantasma, protagonista (do una leyenda muy extendica alrededor del mundo, Seguin festa, es un barcoggyeio pudo volver a puerto, condenado a ‘agar por los ooé# “> etsmamente. //1 BLOQUET | Capitulo 04 | ] Cliff se dirigié a la cabina de control, pero Steena y Bat continuaron merodeando, Ambos encontraban en Jas puertas cerradas un desafio. Steena abrié cada una de elas a su paso para echarles un vistazo a los interio- res. La quinta puerta daba a parar a una habitacion (...) en la que habia un magnifico conjunto de sedas que salian de dos valijas en el suelo, un tocador colmado de joyeros de cristal y adomados con piedras preciosas, Junto a otras tentaciones (...). Fue asi como Steena se vio cautivada y entré. Estaba de pie junto al tocador ‘cuando miré al espejo: lo miré y se quedé helada. Sobre su hombro derecho podia ver una telarafa que cubria la cama, Justo en el coraz6n de ese tejido trans- hicido habia un pufiado de brillantes gemas: reliquias que habria albergado alguno de los joyeros. Bat habia saltado al pie de la cama y se agazapaba como hacen todos los gatos. Se quedé observando las gemas, las miraba... jpero habia algo mas! Steena alarg6 la mano sin mirar y agarté la botella, més cercana. Mientras la destapaba, no sacé los ojos de la cama reflejada en el espejo. Un brazalete de pie- dras preciosas se alz6 sobre la pila, se alzé en el aire y intined una melodia de sirena, Era como si una mano suelta estuviera jugando... Bat bufé casi sin hacer rui- do, Pero no retrocedié, atin no sabia cémo reaccionar. Dejé la botella. ¥ se dispuso a hacer algo que, proba- blemente, pocos de los hombres que habia oido char- lotear a lo largo de los aos podrian haber hecho. Se movio sin prisa y sin demostrar desconcierto alguno a Jo largo de la habitacién. Se acereé a la cama, pero no tocé las joyas.(...) Fue Bat quien tomé una decision. Salté de la cama y siguié algo en direccién ala puerta, manteniendo una cautelosa* distancia. Hizo dos mau- lidos fuertes (...) y se dirigi6 pasillo abajo, como un perro siguiendo un apetitoso aroma. Steena se desl detrés de él, con la calma de un explorador al ander ‘Lo que se precipitaba delante de ellos era completa: mente invisible a sus ojos, pero eso no parecia ser un problema para Bat. Deben haber entrado a la cabina de control casi p- sandole los talones a eso invisible (si es que los entes invisibles tienen talones, cosa de la que bien podria: mos dudar) porque Bat se agaché en el umbral de le puerta y no quiso entrar. Steena bajé la mirada hacia el panel de instrumentos y los asientos de los oficiales de a bordo, donde estaba Cliff Moran trabajando, En tr6 silenciosa, la pesada alfombra absorbia el sonido de sus botas, por lo que é1 no sacé la vista del tablero y siguié tarareando entre dientes mientras probaba las Tespuestas de unos botones que hacia afios que nadie pulsaba. Para una mirada humana, estaban completament® solos en la cabina. Pero Bat todavia seguia con la vis ta el movimiento de algo. ¥ ya habia determinado que ese algo le disgustaba y le causaba desconfianza. Fue entonces que hizo uno o dos pasos y bufé: era evidente que le generaba un hondo rechazo, y asi lo indicaba ‘cada pelo erizado a lo largo de su espalda. Y en ese preciso instante Steena vio un destello: el difuso pa adeo de un cgyinrno ante los hombros encorvados de Cliff, como sit="bosa invisible hubiera atravesado ¢ espacio que los soparaba. Pero zpor qué se habia revelado frente a Cliff y no frente a alguno de los asientos o de los paneles, las paredes, el pasillo, o la cama donde se habia reclinado para jugar con su botin? ¢Qué era lo que Bat podia ver? El vasto repositorio* de recuerdos que era su memo- na, y que bien habia sabido brindarle servicio a Steena alolargo de los afios, chirrié al entreabrirse una puerta casi olvidada en él. Con un movimiento rapido, Steena se sac6 el mameliuco y tiré el holgado atuendo sobre el respaldo del asiento mas cercano. (...) Si tan solo pudiera atraerlo, llevarlo hacia el ma- meluco que colgaba... Tenia que hacerlo, era su tinica oportunidad. —Qué pasa? —Cliff se habia levantado y los miraba ‘ljamente. Lo que vio debe haber sido particularmente extraiio. Steena, con los brazos y hombros desnudos y el cabello. cayendo salvaje por su espalda, en vez de apelmazado dentro de una red... Steena que miraba un rincén va- cio con los ojos entrecerrados y una mueca rigida en la boca, perdida en el célculo de una posibilidad remota. Mientras Bat, agazapado, retrocedia lentamente frente ala nada gimiendo como un demonio. —Pasame tu arma —le ordend Steena con calma, como si estuvieran sentados en la mesa del Rigel Real. Chiff obedecié con la misma calma. Ella atrapé la pe- quefia arma en el aire, con una mano firme. La atrapo Y apunte. —iQuedate quieto! —le advirtio—. ;Atras, Bat, veni ara atras! Con un ultimo alarido de furia y odio atravesado en la garganta, Bat se refugié entre sus botas. Y con el indice y el pulgar cargados de tensién, Steena disparo contra el mameluco. Pronto se convirtié en una pol- vareda colmada de escamas de ceniza, excepto por algunos pedazos que permanecieron sobre el respal- do del asiento como si algo los hubiera protegido de Ja potencia de la descarga. Bat pego un salto y lanzo un aullido ensordecedor. —gQué...? —repitid Clift. Steena le hizo una sefial de advertencia con la mano iaquierda: —jEspera! Ella seguia alerta, y no le quitaba los ojos de encima Bat. El gato se puso a correr desaforado alrededor de la cabina, dio dos vueltas euforico, con los ojos desor- bitados y largando espuma por la boca. De repente se detuvo en el umbral, se qued6 quieto y miro para atras, Por un largo rato de un silencio cortante. Olisqueé el aire en un gesto delicado. Steena y Cliff también podfan percibir el olor: un he- dor denso y algo grasiento que se alejaba mucho del que solfa sentisse tras un disparo. Bat volvi6, Atravesé la alfombra con pasos delicados, ‘casi con la punta de sus patas. Levanté la cabeza al pa- sar delante de Steena y luego se dirigié tranquilamente hhacia los restos del mameluco que no se quemaron con la descarga, Los olisqued una y otra vez. Tras darle sus, condolencias* al enemigo caido, se sentd rodeado de ‘un aura de calma y se dispuso a ocuparse concienzuda- mente de darse un bafio. Steena suspir6, y se dejé caer en el asionto del navegante. —Ouizés ahora puedas decirme qué pas6, ino? —dijo Cliff con exaltacién mientras le sacaba el arma de la mano, —Gris —respondié aturdida—. Tiene que haber sido tis, o no podria haberlo visto. Soy dalténica, zsabés? Solo puedo ver tonos de gris, todo mi mundo es gris. Igual que Bat, su mundo es gris también, completa- ‘mente gris. Pero él, como compensacion, puede ver por encima y por debajo de nuestro rango de vibraciones de color... Al parecer, iyo también puedo! ‘cauteloso. Que actia con precaucién. repositorio. Lagar donde se guarda algo. ‘condolencia. Expreria con qué ve hace saber a alguien que ‘0 simpatiza cot ul pona. HI] BLOQUE I | Capitulo 04 $ Le tembié la voz y levanté el mentén en un ademén orgulloso que Cliff no le habia visto nunca. Se tir para atras el cabello ondulado, pero no hizo ningin movimien- to para volver a atarlo bajo la rigida red que solia usar. —Por eso pude ver esa cosa cuando se puso entre no- sotros. Frente a tt. mameluco habia otro tono de gris, aparecié un contomo. Entonces puse el mio y esperé a que volviera a aparecer en contraste con el tejido. Era nuestra tinica oportunidad, Cliff. Al principio solo esta- tba curioseando, creo, porque sabia que no lo podiamos ver y por eso esperd para atacamnos. Pero cuando los gestos de Bat lo deschavaron, empez6 a moverse. En- tonces esperé a ver el destello frente al mameluco y le di ‘su merecido. En realidad, es bien simple. Cliff se rio acompatiado por un ligero temblor, Pero zqué era esa cosa gris? No entiendo. —Creo que es lo que hizo de la Emperatriz una nave abandonada. Algo que no proviene del espacio, quizas, algo de otro mundo, en alguna parte —hizo un gesto con las manos—. Es invisible porque su color esta por fuera de nuestro rango de percepoién. Debe haber vivido aqui todo este tiempo. Y mata, como debe, cuando da por satisfecha su curiosidad. (...) Cliff no guardé el arma en el estuche, —aCrees que habré otros a bordo? —pregunté. Nop. recia estar tranquilo con lo que escuchaba, ‘Steena miré a Bat. El estaba particularmente concen. trado en el espacio entre dos de sus dedos delanteros, en medio de un largo bafio. No lo creo. Pero Bat sabré avisarnos si los hubiera, Los puede ver con facilidad, pienso. Pero no habia otros y dos semanas més tarde Clif, Steena y Bat llevaron a la Emperatriz a la estacion de cuarentena de la Luna. Y asi termina la historia de Steena porque, seguin nos contaron, los matrimonios felices no necesitan crénicas. Steena habia encontra- do a alguien que sabia de su mundo gris y no pensa ba que compartizlo con ella fuera demasiado tedioso; alguien ademas de Bat. Acabé por convertirse en un verdadero encuentro amoroso. La tiltima vez que la vi lucia una flamante capa roja, confeccionada en los telares de Rigel y llevaba una for tuna en rubies jovanos alrededor de la museca. Ciffle estaba pagando una cuenta de tres digitos al mesero. ¥ Bat tenia una fila de jugos Vernal delante de él. Se tratz a de una salida familiar como tantas otras en la ciudad. ‘Traduecion de Vietora stiso ~ Eee ac Fue una escritora estadounidense, especializada en ciencia ficci6n y fantasy. Su verdadero nombre era Alice ‘Mary Norton, pero como muchas otras autoras publi con seudénimo masculino, para evitar que los preju sobre la literatura escrita por mujeres pesaran ala hora de difundir sus textos. A partir de fines de los afios 50 se dedicé exclusivamente 2 la litera(urag Gand varios premios y en 1997 fue incluida fenel Salér de (a Fama de la Ciencia Ficcién, Factor clave Isaac Asimov a) i Multivac es una supercomputadora presente en varias de las historias d@ ASIMOV. 1a humanidad depende de ella para su supervivencia, por lo tanto estos expertos tienen que encontrar EL MOtiVO por el cual No esta funcionando... Jack Weaver salié de las entraiias de multivac fansado y malhumoredo. —iNada? —le pregunté Todd Nemerson desde el taburete donde mantenia su quardia permanente. —Nada —contesto Weaver—. Nada, nada, nada. Nadie puede descubrir qué pasa. —Excepto que no funciona, querras decir. —Tu no eres una gran ayuda, ahi sentado. —Estoy pensando. —iPensando! Weaver entreabrio una comisura de la boca, mostran- do un colmillo, Nemerson se removié con impaciencia enel taburete, —2Por qué no? Hay seis equipos de técnicos en in- formética merodeando por los corredores de Multivac. No han obtenido ningun resultado en tres dias. No Puedes dedicar una persona a pensar? —No es cuestién de pensar. Tenemos que buscar. Hay un relé* atascado en alguna parte. —No es tan simple, Jack. —2Quién dice que sea simple? ¢Sabes cudntos mi- ones de relés hay acut? —Eso no importa, Si solo fuera un relé, Multivac tendria circuitos alternatives, dispositives para loca- lizar el fallo y capacidad para reparar o sustituir la ieza defectuosa. El problema es que Multivac no solo ho responde a la pregunta original, sino que se niega ‘a decimnos cual es el problema. ¥ entre tanto cundira l panico en todas las ciudades si no hacemos algo. La economia mundial depende de Multivac, y todo el mundo lo sabe. —Yo también lo sé. ;Pero que se puede hacer? —Te lo he dicho. Pensar. Sin duda hemos pasado algo por alto. Mira, Jack, durante cien afios los genios, Ge la informatica se han dedicado a hacer a Multivac cada vez mas complejo. Ahora puede hacer de todo, incluso hablar y escuchar. Es casi tan complejo como el cerebro humano. No entendemos el cerebro huma- ‘no; zcémo vamos a entender a Multivac? —Oh, cillate. Solo te queda decir que Multivac es bumano. {Por qué no? —Nemerson se sumié en sus reflexio- nes—, Ahora que lo dices, zpor qué no? Podriamos asegurar si Multivac ha atravesado la fina nea divi- soria en que dejé de ser una maquina para comenzar a ser humano? 2Existe esa linea divisoria? Si el cerebro es, apenas mas complejo que Multivac y no paramos de ha- ‘cer a Multivac cada vez mas complejo, ¢no hay un punto donde...? relé, Un circuito electromagnético. Dej6 la frase en el aire, Weaver se puso nervioso. —uAdénde quieres legar? Supongamos que Multivac sea humane. De qué nos serviria eso para averiguar por qué no funciona? —Por una razén humana, quiza. Supongamos que te preguntaran a ti el precio més probable del trigo en el ‘prOximo verano y no contestaras. {Por qué no contesta- ras? —Porque nolo sé, Pero Multivac lo sabria. Le hemos dado todos los factores; puede analizar los futuros del lima, de la politica y de la economia, Sabemos que ‘puede, Lo ha hecho antes. —De acuerdo, Supongamos que yo te hiciera la pre- ‘gunta y que ti conocieras la respuesta pero no me con- testares. 2Por qué? Porque tendria un tumor cerebral —rezongo Weaver—. Porque habria perdido el conocimiento Porque estaria borracho, ;Demonios, porque mi ma~ ‘quinaria no funcionarial Eso es 1o que tratamos de averiguar en Multivac, Estamos buscando el lugar donde su maquinaria esté estropeada, buscamos el factor clave, —Pero no lo habéis encontrado. —Nemerson se le- vvant6 del taburete—. :Por qué no me haces la pre- gunta en la que se atascé Multivac? —eCémo? Quieres que te pase la cinta? —Vamos, Jack. Hazme la pregunta con toda la char- la previa que le das @ Multivac, Porque le hablas, 2n07 Tengo que hacerlo. Bs terapia ‘Nemerson asintié con la cabeza. Si, de es0 se trata, de terapia. Esa es la versién oft cial. Hablamos con él para fingir que es un ser huma- no, con el objeto de no volvernos neuroticos por tener ma maquina que sabe muchisimo mas que nosotros. Convertimos a un espantoso monstruo de metal en ‘una imagen paternal y protoctora. —Si quieres decirlo asi. —Bien, esta mal y lo sabes. Un ordenador tan complejo ‘como Multivac debe hablar y escuchar para ser eficaz, No basta con insertarle y sacarle puntitos codificados. En un ierto nivel de complejidad, Multivac debe parecer hu- ‘mano, porque, por Dios, es que es humano. Vamos, Jack hazme la pregunta, Quiero ver como reacciono. Jack Weaver se sonrojo. —Esto es una tonteria. Vamos, hazlo. ‘Weaver estaba tan deprimido y desesperado que ac cedio. A regafadientes, fingio que insertaba el progra- ‘ma en Multivac y le hablo del modo habitual. Comento Jos datos mas recientes sobre los disturbios rurales, hablo de la nueva ecuacién que describia las contor- siones de las corrientes de aire, sermoned respecto a la constante solar. Al principio lo hacia de un modo rigido, pero pronto el habito se impuso y hablo con mayor soltura, y cuan- do terminé de introducir el programa casi corto el con- tacto oprimiendo un interruptor en la cintura de Todd ‘Nemerson. —Ya esté. Desarrolla eso y danos la respuesta sin demora. = Por un instante, Jack Weaver se quedo alli como si sintiera una vez mas la excitacion de activar la maqui- na mas gigantesca y majestuosa jamas ensamblada por la mente y las manos del hombre. Luego, regres6 a la realidad y mascullé: —Bien, se acabo el juego. —Al] menos ahora sé por qué yo no responderia —dijo Nemerson—, asi que vamos a probarlo con Multivac. Lo despejaremos; haremos que los investigadores le qui- ten las zarpas de encima. Meteremos el programa, pero déjame hablar a mi. Solo una vez. Weaver se encogié de hombros y se volvié hacia la pared de control de Multivac, cubierta de cuadrantes y de luces fijas. Lo despejé poco a poco. Uno a uno orde- né alos equipos de técnicos que se fueran. Luego, inhalé profundamente y comenzo a cargar el programa en Multivac. Era la duodécima vez que lo hacia. En alguna parte lejana, algun periodista comen- taria que lo estaban intentando de nuevo. En todo el mundo, la humanidad dependiente de Multivac con- tendria colectivamente el aliento. Nemerson hablaba mientras Weaver cargaba los datos en silencio. Hablaba con soltura, tratando de recordar qué habia dicho Weaver, pero aguardando el momento de afiadir el factor clave. Weaver termino, y Nemerson dijo, con un punto de tension en la voz: —Bien, Multivac. Desarrolla eso y danos la respuesta. —Hizo una pausa y afiadio el factor ln eS clave—: Por favor. 4 KES Y por todo Multivac las f 3 - valvulas y los relés se pu- sieron a trabajar con ale- gria. A fin de cuentas, una maquina tiene sentimien- tos. -- cuando ha dejado ya

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