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EN EL CONSUMIDOR
por Fernando Omar Branciforte
1. Introducción
Ya es costumbre escuchar y leer que las tecnologías disruptivas
forman parte de nuestra vida y que, como tal, han modificado nuestras
conductas y nuestras actitudes.
Cuando hablamos de tecnologías disruptivas nos referimos a aque-
llas tecnologías que hoy forman parte de la cuarta revolución industrial,
y que toman el concepto de disrupción propio de la economía para
indicar algo que por lo novedoso y práctico ocupa el lugar de otra
herramienta y se masifica.
Es así que, en la actualidad, entre la gran cantidad de tecnologías
disruptivas encontramos al Big Data como una revolución en el análisis
y concentración de los datos digitales, de nuestra identidad digital
básicamente.
En el presente artículo nos proponemos desarrollar el concepto de
Big Data muy superficialmente para inclinarnos principalmente en su
influencia ante el consumidor e intentar resolver (o quizás dejar con
una mayor incógnita al lector) acerca de si esta nueva tecnología ejerce
una presión negativa o una presión positiva en sus ansias de consumo.
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finition of Big Data based on its essential features (en inglés), Emerald Group Pu-
blishing, 2016.
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2022.
5 Recordemos que, como expresamos antes, los datos que se utilizan en los sistemas
Big Data se reutilizan asimismo una y otra vez, pasando a formar parte de algoritmos
superiores.
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ver que gracias a los sistemas Big Data las empresas pueden acceder
a una nueva experiencia para con sus usuarios y consumidores.
Los algoritmos permiten realizar de forma automática y con gran
efectividad un proceso de mejora en la decisión de compra, entrega
y satisfacción de sus clientes.
Es sabido que con la masificación de la digitalización, los consu-
midores dedican tiempo a comparar precios y buscar descuentos, pero
con cada interacción, el usuario y consumidor va dejando rastros acerca
de sus preferencias y gustos.
Como expresamos más arriba, al evolucionar los sistemas infor-
máticos y encontrarnos frente a lo que hoy se conoce como web 2.06,
tenemos la posibilidad de interactuar en Internet, llevando ello a la
creación de las redes sociales y allí a la publicación continua de nuestros
datos personales.
En otras palabras, nosotros brindamos a la web nuestros propios
datos consistentes en gustos y deseos.
Luego, esos datos son examinados y analizados por sistemas de
procesamiento de Big Data capaces de transformarlos en información
útil que le permita a la empresa descubrir patrones y tendencias de
consumo.
Así será necesario cargar datos iniciales del mercado y luego que
los propios algoritmos sean los encargados de desarrollar e ir recabando
nueva información de otras bases de datos y de sus propios usuarios
y consumidores.
Tan grande es el fenómeno ocasionado por el Big Data que el
Parlamento Europeo remitió la resolución 2015/22257 donde analiza
todos los posibles paradigmas que esta tecnología genera y que, a su
vez, dio lugar a una propuesta de regulación de la Comisión Europea8.
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que manejan los distintos “bancos digitales” a la hora de considerar cuándo una persona
es apta o no para un crédito y el porcentual de interés a otorgar. Por supuesto también
llevado adelante por medio de un sistema que tiene como base a la tecnología Big
Data.
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Si bien la diferencia entre uno y otro es una línea muy fina y muy
subjetiva, la materia aquí desarrollada apunta principalmente al “so-
breendeudamiento pasivo” desde que las empresas proveedoras de pro-
ductos o servicios, por medio de la utilización de la tecnología Big
Data, llevan a que un consumidor adquiera determinado bien o servicio
por impulso, sin realizar un análisis completo de su situación financiera
y de las consecuencias que tal compra le puede ocasionar.
Como nos ilustra el doctor Gerardo Monzón en su artículo So-
breendeudamiento de consumidores y análisis del comportamiento11:
“...Así, el sobreendeudamiento de los consumidores, como corolario
de ese contexto, es el vértice donde confluyen variables de distinta
magnitud. Entre ellas, el funcionamiento del cerebro en la toma de
decisiones, la incidencia de la publicidad y la tecnología y el diseño
del entorno...”
En otras palabras, aquella persona que tiene gustos por un producto
es incentivada por la publicidad para adquirir tal bien, sin tener la
posibilidad de analizar las consecuencias económicas y patrimoniales
que tal situación conlleva.
Con lo cual empezamos a ver sesgos de inducción hacia determi-
nadas compras que influyen en la libertad del consumidor a la hora
de llevar adelante sus decisiones y que terminan generándole un po-
tencial perjuicio.
6. La libertad de elección
Cuando hablamos de temas del consumidor no debemos olvidar
que el mismo es un derecho de raigambre constitucional.
Así, el artículo 42 de la Constitución Nacional nos dice: “Los con-
sumidores y usuarios de bienes y servicios tienen derecho, en la relación
de consumo, a la protección de su salud, seguridad e intereses econó-
micos; a una información adecuada y veraz; a la libertad de elección,
y a condiciones de trato equitativo y digno.
”Las autoridades proveerán a la protección de esos derechos, a la
11 MONZÓN, Gerardo, Sobreendeudamiento de consumidores y análisis del com-
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About Health, Wealth and Happiness, Yale University Press, 2008 (trad. al castellano
de Belén Urrutia, Un pequeño empujón [“Nudge”]. El impulso necesario para tomar
mejores decisiones sobre salud, dinero y felicidad, 1ª ed., Taurus, Buenos Aires, 2018,
ps. 17-20).
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p. 185.
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Código Civil y Comercial, ya citado en esta obra, nos enseña que “En el Derecho
argentino la Ley Nº 22.802 de Lealtad Comercial fue la primera norma que estipuló
la prohibición de esta ilicitud publicitaria de manera amplia. Así, su art. 5º dispone:
‘Queda prohibido consignar en la presentación, folletos, envases, etiquetas y envol-
torios, palabras, frases, descripciones, marcas o cualquier otro signo que pueda inducir
a error, engaño o confusión, respecto de la naturaleza, origen, calidad, pureza, mezcla
o cantidad de los frutos o productos, de sus propiedades, características, usos, condi-
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– Indirecto.
– Expuesto.
El consumidor directo es aquel que adquiere un bien o servicio
para su uso personal o familiar.
El consumidor indirecto es quien, si bien no forma parte del contrato
con el proveedor, termina siendo el destinatario final del objeto de
dicho contrato.
Finalmente, el consumidor expuesto hace referencia a quienes sufren
o están en peligro de sufrir un daño por una acción u omisión de una
actividad encaminada a satisfacer la demanda de bienes y servicios
para destino final de consumidores y usuarios. Aquí es donde, con
buen tino, el doctor Barocelli encuadra a los potenciales consumidores
frente a las publicidades ilícitas26.
Por otro lado, tenemos que observar ahora el concepto de proveedor.
La Ley de Defensa del Consumidor en su artículo 2º expresa: “Es
la persona física o jurídica de naturaleza pública o privada, que desa-
rrolla de manera profesional, aun ocasionalmente, actividades de pro-
ducción, montaje, creación, construcción, transformación, importación,
concesión de marca, distribución y comercialización de bienes y ser-
vicios, destinados a consumidores o usuarios. Todo proveedor está
obligado al cumplimiento de la presente ley. No están comprendidos
en esta ley los servicios de profesionales liberales que requieran para
su ejercicio título universitario y matrícula otorgada por colegios pro-
fesionales reconocidos oficialmente o autoridad facultada para ello,
pero sí la publicidad que se haga de su ofrecimiento. Ante la presen-
tación de denuncias, que no se vincularen con la publicidad de los
servicios, presentadas por los usuarios y consumidores, la autoridad
de aplicación de esta ley informará al denunciante sobre el ente que
controle la respectiva matrícula a los efectos de su tramitación”.
Entonces la vinculación jurídica entre estas dos personas (consu-
midor en cualquiera de sus categorías y el proveedor del art. 2º de la
LDC) generará una relación de consumo.
Lorenzetti manifiesta que “la relación de consumo puede abarcar
la etapa precontractual, englobando las tratativas encaminadas a la
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10. ¿Responsabilidad?
Así las cosas, a esta altura podemos decir que la tecnología Big
27
LORENZETTI, Ricardo L., La relación de consumo.
28
RINESSI, Antonio J. y REY DE RINESSI, Rosa N., La relación de consumo
en la ley 26.361 y en la Constitución Nacional, Academia Nacional de Derecho y
Ciencias Sociales, Córdoba, 2008.
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11. Conclusión
En conclusión, hoy somos conscientes de que con los sistemas de
Big Data y la utilización de las redes sociales, aquellas empresas ana-
listas de datos tienen la capacidad de estar “a la caza” de la información
que vamos cargando al momento de realizar alguna compra, así como
al momento de buscar algún objeto para luego, cuando menos lo es-
peramos, dicho objeto que hace tiempo teníamos ganas de comprar
nos aparece continuamente en nuestras plataformas como publicidad
y con los colores e imágenes que más nos atraen. Todo ello con base
en el perfil consumeril que nosotros brindamos de manera gratuita y
por propia voluntad.
Ello genera que algunos consumidores “caigan” en gastos excesivos
que los lleven a un sobreendeudamiento y posteriormente a una situa-
ción de quiebra.
Pero aquí habrá que analizar puntualmente cuál es la conducta his-
tórica del consumidor, cuál es la conducta del proveedor y cómo fue
utilizada dicha tecnología.
Una tecnología que, si bien en este artículo estuvimos destacando
los puntos más grises (y oscuros), también podría utilizarse como una
herramienta que, por el contrario, nos permita llevar delante de forma
ordenada nuestros consumos y así evitar caer en un sobreendeuda-
miento.
Asimismo, no dejamos de entrever la posibilidad de utilizar los
argumentos aquí vertidos como una potencial defensa del consumidor
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